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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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373 respuestas a este tema

#1 Seph_girl

Seph_girl

    Marine Shogun Crisaor / SNK Nurse

  • 983 mensajes
Pais:
Mexico
Sexo:
Femenino
Signo:
Acuario
Energia:
Cosmos:
Ataque:
Defensa:
Velocidad:
Victorias:
0
Derrotas:
0
Total:
0

Publicado 15 diciembre 2008 - 21:55

INICIÓ EL 15 DE DICIEMBRE DE 2008

FINALIZÓ EL 31 DE JULIO DE 2017

 

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PRÓLOGO. Herederos

CAPÍTULO 1. Encuentros dorados - Parte I. Destino y castigo

CAPÍTULO 2. Encuentros dorados - Parte II. Choque de auroras

CAPÍTULO 3. Encuentros dorados - Parte III. Elección y lealtad

CAPÍTULO 4. Encuentros dorados - Parte IV. El justo y el osado

CAPÍTULO 5. Encuentros dorados - Parte V. Iniciación y búsqueda

CAPÍTULO 6. Defensa plateada - Parte I. Asedio al Santuario

CAPÍTULO 7. Defensa plateada - Parte II. La máscara de Medusa

CAPÍTULO 8. Lazos

CAPÍTULO 9. Una vez en el Olimpo

 

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CAPÍTULO 10. Apóstoles - Parte I. Duelo de escorpiones

CAPÍTULO 11. Apóstoles - Parte II. Hielo y arena

CAPÍTULO 12. Apóstoles - Parte II. Colisión en Tauro

CAPÍTULO 13. Apóstoles - Parte IV. Otra dimensión en Géminis

CAPÍTULO 14. Apóstoles - Parte V. Extinción

CAPÍTULO 15. Apóstoles - Parte VI. Reencuentro

CAPÍTULO 16. Apóstoles - Parte VII. Zohar

 

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CAPÍTULO 17. El Cetro de Anubis - Parte I. Monstruos

CAPÍTULO 18. El Cetro de Anubis - Parte II. Alba divina

CAPÍTULO 19. El Cetro de Anubis - Parte III. Aves de Esperanza

CAPÍTULO 20. Lluvia de fuego

 

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CAPÍTULO 21. El cuervo gris

CAPÍTULO 22. La calma - Parte I

CAPÍTULO 23. La calma - Parte II

CAPÍTULO 24. Asambleas de guerra

 

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CAPÍTULO 25. El vórtice de la tormenta - Parte I. Presagios

CAPÍTULO 26. El vórtice de la tormenta - Parte II. Lobos y murciélagos.

CAPÍTULO 27. El vórtice de la tormenta - Parte III. El bosque oscuro

CAPÍTULO 28. El vórtice de la tormenta - Parte IV. Hermanos del abismo

CAPÍTULO 29. El Vórtice de la Tormenta - Parte V. Sepulturas

CAPÍTULO 30. El vórtice de la tormenta - Parte VI. Misterios y verdades

CAPÍTULO 31. El vórtice de la tormenta - Parte VII. Pesadillas

CAPÍTULO 32. El vórtice de la tormenta - Parte VIII. Milagroso destino

CAPÍTULO 33. El vórtice de la tormenta - Parte IX. Cese.

CAPÍTULO 34. El futuro no está decidido - Parte I

 

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CAPÍTULO 35. El futuro no está decidido - Parte 2

CAPÍTULO 36. La verdad

 

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CAPÍTULO 37. Imperio Azul - Parte I. Cara a cara

CAPÍTULO 38. Imperio Azul - Parte II. La historia de una madre

CAPÍTULO 39. Imperio Azul - Parte III. Condena

CAPÍTULO 40. Imperio Azul - Parte IV. Batalla carmesí

CAPÍTULO 41. Imperio Azul - Parte V. El gigante y los condenados

CAPÍTULO 42. Imperio Azul - Parte VI. Reunión de reyes

CAPÍTULO 43. Imperio Azul - Parte VII. Ventanas al pasado

CAPÍTULO 44. Imperio Azul - Parte VIII. Más allá del pasado y el odio

CAPÍTULO 45. Imperio Azul - Parte IX. Expiación y poder.

CAPÍTULO 46. Imperio Azul - Parte X. Lazos restaurados

CAPÍTULO 47. Imperio Azul - Parte XI. Paladines de cristal

 

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CAPÍTULO 48. El mensajero

CAPÍTULO 49. Despertares y sacrificios - Parte I

CAPÍTULO 50. Despertares y sacrificios. Parte II

CAPÍTULO 51. Oscura rebelión - Parte I

CAPÍTULO 52. Oscura rebelión - Parte II

CAPÍTULO 53. Oscura Rebelión - Parte III

CAPÍTULO 54. El día más oscuro - Parte I

CAPÍTULO 55. El día más oscuro - Parte II

 

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CAPÍTULO 56. El día más oscuro - Parte III

CAPÍTULO 57. El día más oscuro - Parte IV

CAPÍTULO 58. El día más oscuro - Parte V

CAPÍTULO 59. El día más oscuro - Parte VI

CAPÍTULO 60. El día más oscuro - Parte VII

CAPÍTULO 61. Auxilio celestial

CAPÍTULO 62. Lealtad

CAPÍTULO 63. Batalla de reyes - Parte I

CAPÍTULO 64. Batalla de reyes - Parte II

CAPÍTULO 65. Batalla de reyes - Parte III

 

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CAPÍTULO 66. Salve al rey

CAPÍTULO 67. Epílogo

AGRADECIMIENTOS Y NOTAS FINALES

 

FANARTS DE "EL LEGADO DE ATENA"

 
 

 

CONTACTO
Sitios donde pueden ponerse en contacto conmigo o conocer más sobre mis hobbies y proyectos:

 

 

Bueno, como prometí, este Lunes 15 de Diciembre empezaré a publicar un fanfic de Saint Seiya que he aplazado muchos años (tal vez) por diversas razones XD
Pero fue sólo porque llegue a SNK que me motivé lo suficiente para ya no esperar más y darle rienda suelta a este proyecto, que sino, se queda en la Bandeja de Reciclaje de mi cabeza XD

Antes de comenzar quiero decir que este fanfic tiene como trasfondo histórico cierto fanfic que escribí y terminé hace tiempo, de hecho ni de SS es, era un crossover de otros animes y la verdad no tiene nada que ver con lo que sucederá aquí donde el anime de SS se lleva el protagónico.
Por si se lo están preguntando, No, no se necesita leer el anterior para entender lo que en este fanfic ocurrirá pues se explicará por si mismo en la trama evitándoles la molestia de andar leyendo cosas anteriores XD

Y... ¿qué más? Bueno, es mi primer fanfic Saint Seiyesco así que no sean tan duros. Gracias por su atención y comprensión ^^



*************************************************************************
 

Se cree que el cielo y el infierno pueden encontrarse en la Tierra misma, pero que mientras los corazones humanos sean capaces de albergar tanto maldad como bondad será imposible edificar el tan anhelado concepto que la humanidad espera del nombrado paraíso.

Sin embargo, el mundo ahora gira sobre una era en la que nunca estuvieron tan cerca de lograrlo.

 

Hace cuatro estaciones, los dioses de la muerte devastaron el mundo con su poder. Los guerreros de la Tierra se enfrentaron a sus huestes malignas, librando encarnizadas luchas, alcanzando la victoria tras un camino tortuoso y lleno de sacrificios.

La más conocida fue aquella en la que Hades, antiguo dios del Inframundo, fue vencido por la lanza dorada empuñada por Atena, en compañía de sus santos. Siendo la más ignorada la que decidió el fin del mundo como se conocía, una batalla que está destinada a no ser recordada salvo por escasos individuos que cargarán con el peso de todas las pérdidas sufridas, siendo esa su penitencia al haber sido los causantes de tal desenlace.

 

Penoso fue que, pese a todo ese esfuerzo y la aniquilación de las entidades oscuras, la victoria no reparó el daño que desequilibró el planeta, mas el milagro suscitado después de la catástrofe compensó en gran medida todo el sufrimiento… Aunque el costo siempre será debatible.



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-* EL LEGADO DE ATENA *-
Por Seph_girl

 

PRÓLOGO.

“Herederos”

—Aún en la muerte, nuestras almas estarán al servicio de Atena.

 

A la velocidad del sonido un joven corría por una planicie desolada y árida. El atardecer comenzaba a caer sobre el escenario montañoso que divisaba en el horizonte, por lo que los rayos del astro rey se reflejaron en su armadura sagrada una vez que decidiera detenerse, buscando tal vez orientación. Tenía claro su destino, aunque no el camino que debía tomar para llegar a él lo más pronto posible.

Durante esa pausa que empleó para inspeccionar los alrededores, el joven se encorvó bruscamente al sentir una inquietante punzada en el pecho, a la altura del corazón, justo el lugar donde recordaba haber sido herido por la siniestra espada de Hades.

Seiya de Pegaso dio algunas respiraciones que le causaron dolor, no obstante, como en ocasiones anteriores, la agonía desapareció a los pocos segundos, sin más complicaciones.

Decidió sentarse un momento para recuperar el aliento. Allí, mientras contemplaba el paisaje, volvió a cuestionarse sobre los extraños cambios sufridos en el planeta.

Aunque sus memorias del enfrentamiento contra Hades continuaban siendo confusas, lo único claro es que él y sus hermanos fueron capaces de regresar al mundo de los vivos.

Lograron salir del Elysium gracias al cosmos divino de su diosa, despertando en la Tierra, ilesos, sin que Atena se encontrara entre ellos. Mas esa no fue la única preocupación, pues no tardaron en darse cuenta de la renovación ocurrida en el Tierra, por el aire limpio que se respiraba en ella, el modo en que el agua corría arrastrando una nueva fuerza y por como las plantas florecían en suelos antes infértiles.

En un primer momento lo atribuyeron a la derrota de Hades y a las oraciones de Atena, pero estaban lejos de acertar.

 

Tras su retorno al Santuario, esperando encontrar respuestas a la desaparición de la diosa, Seiya, Shiryu, Hyoga, Ikki y Shun se percataron de la ausencia de ciudades enteras, aquellos lugares donde alguna vez se alzaron grandes metrópolis habían desaparecido, como si la tierra misma las hubiera engullido, y no sólo a los edificios, sino también a un sinnúmero de sus habitantes.

“¿Podrían haber sido víctimas de la guerra santa?” Pensaron en un inicio, descartando tal deducción al reencontrarse con Shaina, Marin, Kiki, Jabu y el resto de los santos de bronce, quienes no entendían de lo que hablaban. Ellos no recordaban los escenarios modernos que describieron con detalle; para Shaina y los demás, las cosas en el mundo siempre habían sido así…

El desconcierto fue demasiado para Seiya que, pese a haberse reencontrado con su hermana Seika, no pudo quedarse de brazos; un sentimiento que compartió con sus hermanos, quienes se esforzaron por hacerles recordar a los demás ese mundo avanzado en el que todos crecieron, sin éxito.

Decidieron entonces separarse para buscar respuestas por donde fuera posible.

Seiya viajó junto a Seika hacia Japón, donde volvieron a ver a Miho y a los niños del orfanato. Shiryu regresó a Rozan, donde Shunrei lo recibió con gran alegría. Hyoga se dirigió a Asgard, esperando que Hilda de Polaris, la representante del dios Odín, pudiera saber algo. Shun volvió a lo que alguna vez fue la Isla Andrómeda, donde June y otros sobrevivientes todavía vivían. Ikki desapareció sin dar cuentas de su dirección, ni de sus planes.

Y pese a tales esfuerzos, la situación continuaba siendo la misma. Absolutamente nadie recordaba la última versión del mundo que los jóvenes santos de bronce tenían impresos en sus recuerdos. ¿Algún acto de los dioses? Tal vez, ¿pero con qué fin?

 

Omitiendo ese inexplicable y aterrador hecho, todo en el mundo parecía funcionar a la perfección, respirándose una paz que bien podría ser eterna.

Entonces — ¿por qué no me siento satisfecho? — se torturaba Seiya constantemente. ¿No es lo que siempre buscaron? ¿No era ese el sueño de Atena? ¿Un mundo donde la paz y la bondad reinaran sobre las personas…? ¿Una Tierra donde ellos pudieran vivir como jóvenes normales, lejos de los conflictos?

 

Seiya en verdad se esforzaba por aceptar la nueva realidad en la que despertó, pero le era imposible al pensar en el destino de los millones de habitantes que habían desaparecido de la faz de la Tierra.

El santo entendió que jamás podrá vivir tranquilo, ni en paz, en un mundo donde Saori no esté. Debe encontrar la respuesta, así como el paradero de Atena, convencido de que tal vez ella también fue víctima del extraño fenómeno.

 

El joven salió de sus remembranzas al ser alcanzado por el sonido de un fuerte palpitar, uno que lo estremecía cada que golpeaba sus sentidos; tal sensación lo asaltó por primera vez en Japón, despertándole la ansiedad de volver al Santuario. Creyendo que podría ser un llamado de Atena es por lo que de inmediato emprendió el camino hacia Grecia, después de casi un año de ausencia.

 

Todavía abrumado por lo que aquello le hizo sentir, de repente se supo asechado, girando con los puños en alto dispuesto a enfrentar cualquier amenaza, mas se contuvo al encontrar allí los rostros de sus buenos amigos.

— Tenías razón Shiryu, se trataba de Seiya— sonrió Shun, acompañado por otros dos santos.

— ¡Shun, Hyoga, Shiryu, qué gusto verlos, amigos!— Seiya se alegró—. Pero esto no puede ser una coincidencia, no me digan que ustedes también…

Hyoga asintió, adelantándose— También escuchamos el llamado, Seiya. Nos dirigimos al Santuario para averiguar qué lo provoca.

Shiryu y Shun asintieron también.

— Al principio creí que podría tratarse del cosmos de Atena intentando comunicarse con nosotros, pero… algo no está bien, este cosmos que percibo es totalmente diferente al de Saori, posee otro espacio— explicó Shiryu, quien tras regresar del Inframundo volvió a carecer del sentido de la vista.

— Tuve la misma sospecha— concordó Seiya—, pero ahora que lo mencionas, es verdad, no parece ser ella… Lo que significa que alguien logró entrar al Santuario, ¡tal vez esto sea una trampa!

— No lo descubriremos si rechazamos la invitación que cortésmente nos ha enviado— puntualizó Hyoga.

— Si santos como Shaina y Marin continúan vigilando el recinto de Atena, podrían estar en problemas. No tenemos otra opción— Andrómeda añadió, angustiado.

— Tienen razón. Entonces en marcha, no demoremos más— Seiya señaló la dirección hacia donde se encontraba el Santuario.

 

Las cuatro saetas de bronce recorrieron distancias a gran velocidad. Aún cuando sus ropajes sagrados perdieron la divinidad que ganaron en el Elysium, la resistencia de estos era indiscutible. Confiaban poder enfrentar a cualquier nuevo enemigo ellos solos, no por nada bajaron al Inframundo antes y regresaron victoriosos.

 

 

La noche los recibió cuando llegaron al Santuario. Por su última visita recordaban el lugar parcialmente en ruinas, huella irrefutable de las intensas batallas libradas entre espectros y santos; sin olvidar el choque de dos Exclamaciones de Atena que estuvo a poco de destruirlo todo.

Esa es la imagen que esperaban encontrar a su regreso, pero lo que estaba delante de ellos los dejó perplejos. Los templos y las instalaciones se alzaban intactos con la arquitectura de la época antigua, con nuevos detalles que le cedían a cada estructura una imponencia jamás antes vista.

El sonido de agua fluyendo le indicó a Shiryu la existencia de algún manantial o fuente, así como el aroma del fresco rocío evidenció la creación de jardines.

— Esto es… ¿Qué es lo que pasó aquí?— Shun se acercó a una de las fuentes, observando su reflejo tan claro como si se tratara de un espejo.

Por mucho que hubiera sido el esfuerzo de cualquier antiguo santo para reconstruir el Santuario, no habría logrado tal resultado en tan poco tiempo. Además, es sabido que la fortaleza tiene la capacidad de restaurarse, pero sólo cuando un cosmos divino decidiera levantarlo.

Sin duda alguna, alguien le había dado nueva vida al recinto sagrado, pero no se trataba de la diosa de la sabiduría, de eso se convencían cada vez más.

— Ahí está de nuevo— Shun se sujetó la cabeza, víctima del misterioso llamado—, es mucho más fuerte que antes, nos estamos acercando.

— La cámara del Sumo Sacerdote, allá debe ser— intuyó Shiryu, dejándose guiar por sus sentidos.

— Atentos, amigos. Cualquier cosa podría esperarnos adelante, no bajen la guardia— aconsejó Seiya, siendo el primero en marchar a toda velocidad.

 

Ascendieron por las doce casas, el camino obligado para quienes desean llegar al Templo de Atena.

Esperaban ser atacados en cualquier momento, no obstante, traspasaron los doce templos sin ningún impedimento.

 

A poco de llegar al Templo del Pontífice, Seiya frenó al divisar un cuerpo inmóvil en el suelo.

— ¡Shaina!— gritó, reconociendo a la mujer tendida en las escalinatas.

Corrió hacia ella, seguido de cerca por sus compañeros, levantándola por la espalda y buscando una reacción de su parte. A simple vista no se encontraba herida.

La máscara de la amazona cayó de su rostro por su propio peso, por lo que Seiya pudo comprobar que estaba en perfecto estado.

Al respetar la ley de las máscaras, los otros tres santos mantuvieron distancia, limitándose a vigilar el entorno.

 

La cara de Shaina no reflejaba angustia, ni dolor, mas bien estaba inmersa en una absoluta paz, como si sólo estuviera durmiendo plácidamente.

— Shaina, por favor, reacciona— Seiya la sacudió un poco. Respiraba, eso era evidente por el movimiento continuo de su pecho, mas no llegaba a comprender la razón de su estado—. Despierta— se atrevió a tocarle el rostro con delicadeza, siendo el simple tacto por lo que ella comenzó a reaccionar. Sus cejas se arquearon débilmente antes de  que sus  ojos se abrieran por completo.

Ella contempló en silencio a Seiya, quien emitió un sonido de alegría ante su despertar.

— Sei... ya...—Shaina musitó débilmente.

— Tranquila, todo está bien— le aseguró, manteniéndola en sus brazos.

Sólo por un momento, Shaina se permitió el papel de una débil mujer. Por reencontrarse con el hombre que amaba después de un año, se permitió dicho capricho.

— ¿Estás bien, Shaina? ¿Qué es lo que pasó? ¿Quién te hizo esto?— el santo preguntó con repentina urgencia.

 

La santa de Ofiuco fue la única miembro del antiguo Santuario que permaneció custodiándolo. El resto de hombres y mujeres que allí servían se marcharon en la búsqueda de familia o amigos, pues el inicio de la era de paz y la ausencia de la diosa, junto a la falta de un nuevo Patriarca, despertó en muchos la necesidad de buscar un camino diferente. Shaina no les guardaba rencor, ni mucho menos los consideraba traidores, pues bien sabía que el deseo de Atena era una vida próspera para todos sus fieles.

Tal vez fue una orden silenciosa que dejó latente en el corazón de todos sus santos.

 

Mas Shaina de Ofiuco decidió que el Santuario nunca debía quedar desprotegido, ni carente de vigilia, por lo que se autoproclamó la guardiana del recinto sagrado hasta que alguna señal le indicara un nuevo deber.

Al ver de nuevo a Seiya le despertó cierto resentimiento pues, siendo el único al que le permitiría romper la cadena que la mantenía en el Santuario, el santo egoístamente partió hacia Oriente y nunca miró atrás. Dejando inconclusa la historia existente entre ellos.

— Un hombre— todavía somnolienta, ella logró pronunciar, olvidándose de cualquier reclamo para el santo de Pegaso — … está en el Santuario. Intenté detenerlo, pero insistió en subir y… — el momento en que atacó al intruso vino a su mente.

Cuando su técnica mortal fue eludida, el intruso sólo tuvo que tocarle la frente con la punta del dedo índice para que todo se volviera oscuro— … Es muy hábil, yo… Estoy bien, no me lastimó pero… Seiya, debes ir tras él— recogió su máscara para colocarla de nuevo en su rostro, apartando sin sutilezas los brazos del santo.

— Iremos juntos— dijo él, a lo que Shaina negó.

— Sólo los retrasaría, Seiya, vete ya— ordenó, apoyándose contra un muro, demostrando así que aún estaba débil por el maleficio impuesto en ella—. No pienso repetirlo, anda— exigió al verlo titubear, como siempre lo hacía.

— Shaina, ¿conoces la identidad de ese hombre?— intervino Shiryu, sabiendo que debían reanudar la marcha.

Shaina negó con la cabeza— Es la primera vez que lo veo… No me dijo su nombre, pero… había algo en su cosmos que me resultó familiar…

— Espera aquí entonces, regresaremos por ti— Seiya prometió antes de seguir a los demás que ya se adelantaban.

 

Las escaleras que conducían hacia el templo de Pontífice nunca le parecieron tan interminables, salvo por la vez en que las cruzó para salvar la vida de Atena, superando la alfombra de rosas diabólicas con la que el caballero de Piscis protegió al camino hacia el Sumo Sacerdote.

Aunque ninguno de ellos tenía la intención de parar hasta hallar al intruso, Seiya, Shun y Hyoga lo hicieron de repente al notar algo nuevo, justo antes de llegar al umbral del gran templo.

Paso a paso redujeron la velocidad, intrigados por las fascinantes esculturas que se hallaban empotradas en un muro. Shiryu fue el último en detenerse, sin comprender el motivo por el que sus compañeros lo hicieron en primer lugar.

Allí, emergiendo de entre las paredes de sólida piedra, las figuras de varios hombres formaban parte de una obra de arte. La maestría del artista debió ser tremenda para lograr los exquisitos detalles que convertían relieves y volúmenes en un retrato exacto de individuos que reconocían perfectamente.

El mural parecía tener vida propia, pues las facciones de cada uno de esos hombres poseían una naturalidad imposible de tallar en piedra. La obra representaba claramente la gloria y poderío de los santos dorados, doce de ellos formados armónicamente bajo la magnanimidad del emblema de Niké que simulaba un sol radiante.

— ¿Seiya, qué ocurre?— el santo de Dragón se preocupó.

— N-no me lo creerías si te lo dijera Shiryu… Esto es… cielos, siento como si en cualquier momento fueran a moverse— intentó responder, azorado por las esculturas.

Cada línea de determinada armadura estaba ahí, eran sin duda los santos que sacrificaron sus vidas ante el Muro de los Lamentos.

Hyoga reconoció al santo de Acuario como su maestro Camus, y a Escorpio como el veloz Milo.

Shun miró detenidamente las figuras que pertenecían a Afrodita de Piscis, Shaka de Virgo y Saga de Géminis.

Seiya no se contuvo y con extremo cuidado palpó la escultura del santo que reconocía como Aiorios de Sagitario, junto al que estaba Aioria de Leo y el valeroso Aldebarán de Tauro.

Shiryu habría compartido el mismo asombro de poder contemplar las imágenes pertenecientes a Mu de Aries, Máscara Mortal de Cáncer, su maestro Dohko de Libra y Shura de Capricornio.

Fue sobre la misma estatua en la que todos fijaron la vista al final, la que se posicionaba más próxima al radiante símbolo de la diosa de la victoria, Shion de Aries, con su atuendo de sumo Pontífice.

Los sacudió una terrible nostalgia al reencontrarse, aunque fuera de esa forma, con los heroicos santos dorados. Ninguno podía imaginar la razón por la que ese mural fue elaborado pero, algunos se sintieron agradecidos porque honraran a los caídos justicieros que lo sacrificaron todo en defensa de Atena y la humanidad.

 

Una vez que Seiya recordara la razón por la que estaban allí, creyó que se trataba de un engaño por el que descuidadamente terminó bajando la defensa. Lo consideró todo un vil truco, por lo que fue el primero en volver a andar, todavía más enfurecido que antes.

 

Sus pisadas resonaron cuando entraron al templo, encontrándose con una gran compuerta blanca, el obstáculo final para descubrir la identidad del invasor.

Seiya empujó con rudeza las puertas del Gran Salón, abriéndolas de par en par. En dicho instante escucharon una voz que les dio la bienvenida— Qué forma tan inapropiada para arribar a este honorable recinto. Cuando menos pudieron tocar para anunciar su llegada, ¿no lo creen? Sí que son maleducados.

 

Los santos de bronce rápidamente divisaron una silueta subiendo el último escalón que conducía hacia el trono del Pontífice, quedándose a un sólo paso de distancia del mismo.

— ¡Detente ahí!— Seiya exigió, adelantándose a la formación.

— ¿Cuál es el significado de esto?— cuestionó Shiryu, secundándolo— ¿Quién eres, qué es lo que buscas aquí?

Los santos tenían ante ellos a un joven bastante delgado, vestido con una larga túnica de viajero deshilachada color marrón. Este palpó la cabecera del trono con nostalgia, para después volverse hacia el grupo, dedicándoles una sonrisa amigable y pasiva.

— Seiya, Hyoga, Shiryu, Shun, los esperaba—nombró a cada uno.

Los cuatro santos se miraron entre ellos, confundidos. El sujeto era un completo desconocido, pero él parecía saber mucho sobre ellos...

Ante el misterioso joven, Shun buscó alguna señal de sus cadenas, pero permanecieron quietas al no percibir peligro.

— Tardaron más de lo esperado, hasta llegué a temer que ahora que la paz reina en nuestro mundo se olvidarían por completo de este sacro lugar— prosiguió el joven de cabello café y ojos negros que delataban su ascendencia oriental—. Pues si ustedes son el futuro del Santuario, ¿qué será de nosotros?

— Hablas por hablar, si no tienes un motivo justificable para estar aquí y armar este alboroto, ahora mismo voy a sacarte por la fuerza—Seiya amenazó.

— Aguarda, Seiya—el santo del Cisne lo retuvo—. Identifícate ahora y nos ahorraremos más malentendidos— insistió al invasor.

La incertidumbre impedía que los santos decidieran avanzar más, sin mencionar que la presencia de aquel individuo les resultaba inquietante... Como si su cosmoenergía fuera capaz de someterlos de algún modo.

— Vaya. ¿Así es como tratan al pobre y cansado viajero después de largos días de peregrinaje? — comentó sarcástico el forastero.

— Lo dice quien ha entrado a este Santuario sagrado sin permiso, pasando por encima de uno de sus santos protectores —espetó Shiryu—. No tienes autoridad para estar aquí, por lo que esperamos una explicación que explique tal allanamiento, o mejor aún, que te marches.

— Por supuesto que tengo derecho de estar aquí—aseguró el sonriente extraño antes de sentarse en el trono dorado.

— ¡Esto es inaudito!— bramó el santo de Pegaso —. ¡¿Quién te crees?!

— ¿Intentas provocarnos para iniciar una batalla?— secundó Hyoga, igual de ofendido.

— Por favor, únicamente revivo viejas costumbres— pese a la indignación de todos los presentes, el hombre se relajó en el asiento—. Hace años, solía sentarme aquí todo el día, tomando decisiones importantes sobre el Santuario y sus habitantes.

— ¡Mentira!— exclamó Seiya—. Sólo grandes hombres se han sentado en ese lugar, incluyendo a la misma diosa Atena. No eres más que un hablador que ha profanado el Santuario para confundirnos con cuentos absurdos.

— Haces mal en hablarme de esa manera, Pegaso— le advirtió el joven, sin intenciones de abandonar el trono del Pontífice.

— ¡Eres un canalla al que no toleraré más!— el santo de bronce se lanzó en dirección a él sin que ninguno de sus compañeros pudiera detenerlo.

— ¡Seiya, detente!— espetó Shiryu.

— ¡Espera Seiya, no hay necesidad, el hombre frente a nosotros no es una amenaza, mi cadena no lo considera peligroso!— Andrómeda gritó también, en vano.

— ¡Pegasus Ryu Sei Ken! (¡Meteoros de Pegaso!) —clamó, desplegando su cosmos iracundo.

 

Sin siquiera molestarse en ponerse de pie, el invasor lo único que hizo fue mover ligeramente los brazos hacia los lados. Para sorpresa de los presentes, y del mismo Seiya, los meteoros no alcanzaron su objetivo, fueron devorados por un muro de energía que se materializó a través del cosmos que proyectó el joven misterioso.

— ¡Imposible!— exclamó el santo de Cisne— ¡Qué cosmos tan sorprendente!

— Esa técnica... ¡No puede ser otra más que la Crystal Wall (Muro de Cristal)! — dedujo Shun.

— ¿Qué dices? — Seiya detuvo su ataque—. ¡Eso no puede ser!

El intruso rápidamente bajó los brazos, desvaneciendo la barrera que lo protegió. Decidió ponerse de pie antes de hablar— Pegaso, veo que sigues siendo tan impertinente como siempre— comenzó a bajar escalón por escalón—. Creí que la última guerra te haría madurar. El poder de tu cosmos es indiscutible, pero deberás crecer en otros aspectos si en verdad servirás a los planes de Atena.

— ¿Planes de Atena?— Shiryu repitió, intrigado.

— Explícate—pidió Hyoga, todavía a la defensiva.

— La reconstrucción del Santuario, claro está —accedió a hacerlo—. Esos son sus deseos, y el que se los transmita a ustedes, sus santos más fieles, la razón por la que regresé a este mundo.

— ¡Eres un...! —Seiya se negó a creer que un extraño fuera el vocero de la diosa desaparecida, pero antes de que se lanzara de nuevo a la ofensiva, Shiryu se interpuso en el camino.

— Todo este tiempo nos ha hablado con demasiada familiaridad, sin embargo, su identidad nos resulta todo un enigma —aclaró Shiryu, respetuoso—. No le ha hecho daño a nadie ni aunque han alzado sus puños contra usted, lo que significa que en verdad viene en son de paz. Dice tener un mensaje de Atena para nosotros, ¿pero por qué creer tal cosa? ¿Quién es usted para que ella deposite tal confianza?

El joven misterioso guardó silencio los segundos restantes que le tomó bajar la escalinata, volviendo a sonreír al sentirse bastante complacido— Sin duda alguna, de los cinco, tú eres el más sensato, Dragón, no por nada fuiste discípulo de Dohko.

Sin que nadie se lo impidiera, el hombre se encaminó hacia el alto espejo que cubría una de las paredes laterales del salón, donde observó con detenimiento su reflejo, así como las caras llenas de interrogantes de los santos.

Shiryu era el más intrigado ahora, pues mencionó a su maestro con camaradería y melancolía.

 

El forastero cerró los ojos un momento, antes de proseguir —Estos meses en los que ha reinado la paz puede que los haya estropeado un poco, mas no los culpo, cualquiera se dejaría llevar por su influencia. Han olvidado que no sólo necesitan de sus ojos para reconocer a un amigo —dio un leve suspiro—. Este rostro, este cuerpo, esta voz, no son míos — confesó—, pero debo admitir que ha sido divertido confundirlos.

— Genial, ahora se mofa de nosotros— comentó Seiya, cada vez más impaciente.

— ¿Por qué no terminar con las intrigas de una vez? —preguntó Hyoga, comenzando a sentir lo mismo.

— Jóvenes—el hombre volvió a suspirar, resignado—… No permiten que un viejo como yo se divierta —se giró hacia ellos, extendiendo su cosmos dorado por todo el salón.

Seiya, Shiryu, Hyoga y Shun se inquietaron por el incremento de poder. Ante los incrédulos santos, el panorama cambió de repente, dejaron atrás el interior del Templo del Pontífice para encontrarse rodeados por el espacio exterior. El cosmos que cubría al misterioso hombre formó la silueta de una persona diferente, una que reconocieron con asombro.

En cuestión de segundos se materializó un hombre de despeinada cabellera esmeralda coronada por un casco dorado; vestía una larga toga blanca que se sostenía de sus hombros para cubrir todo su cuerpo. Éste les dedicó una leve sonrisa, esperando la única reacción posible.

— ¡Shion de Aries!—los santos exclamaron al unísono, por lo que el nombrado asintió.

— No puede ser...— susurró Shiryu, expresando el pensamiento de los demás.

Es un gusto volver a estar frente a ustedes, santos de Atena —habló con su auténtica voz—. Estoy aquí, como antiguo Patriarca del Santuario, con el propósito de dictar las últimas ordenes de nuestra diosa.

—... Gran Maestro... ¿cómo es que usted puede estar aquí?— sólo hasta entonces Seiya logró hablar con algo de respeto— Creí que...

Son muchas las dudas que leo en sus ojos, mas mi tiempo es corto, por lo que les suplico que me escuchen con atención— pidió, a lo que sus oyentes aceptaron—. Desde tiempos remotos han existido numerosas órdenes encargadas de proteger la santidad, la libertad y la existencia de nuestro mundo. Nosotros, como santos de Atena, formamos parte de la línea de defensa más importante, pero no la única—explicó—. La Tierra ha contado con centenares de hombres y mujeres valientes que como nosotros la han protegido con sus vidas.

— ¿Quiere decir que se han librado batallas donde otros guerreros pudieron haber necesitado de nuestra ayuda? ¿Por qué no se nos informó? —cuestionó Shun.

¿Acaso alguien más se ha involucrado en nuestros conflictos? —preguntó el antiguo Patriarca—. Andrómeda, los Santos de Atena, así como los Dioses Guerreros de Odín, los Marine Shoguns de Poseidón e incluso los Espectros de Hades, tenemos responsabilidades establecidas que debemos llevar a cabo, justo como lo hacen los demás defensores, llámense sacerdotes, hechiceros, videntes, shamanes e incluso los humanos ordinarios. Todos llevan a cabo una función en este planeta, siendo así como se mantiene un equilibrio. Además, si involucrábamos a seres como ellos en las guerras santas, es posible que ninguno hubiera sobrevivido. Son comunidades poderosas, es cierto, pero el derramamiento de sangre habría sido innecesario, Atena lo sabía muy bien, por lo que en su infinita bondad jamás pidió nada a las demás órdenes. Así ha sido desde la era del Mito, pero— realizó una ligera pausa— ella desea que eso cambie.

 

Finalmente se llegó a la paz por la que Atena y muchos otros han luchado. Los mismos dioses se encuentran complacidos con lo que ha ocurrido en este mundo, pero no por ello se debe bajar la guardia. Aun en época de quietud, el Santuario debe existir, deberá resurgir  y volver a ser lo que fue mucho antes de que la maldad de Saga lo corrompiera, pues es la única forma en la que se podrá proteger el legado de Atena.

— ¿El legado de Atena?— meditó Hyoga, confundido.

— Debe referirse a este tiempo de paz que las luchas han traído—explicó Shiryu, comprendiendo las palabras de Shion—. Atena siempre ha luchado por la justicia y la paz, después de tantas guerras y sacrificios, lo ha conseguido.

Y como sobrevivientes de la última guerra, serán ustedes los responsables de que eso se lleve a cabo—añadió Shion, asintiendo.

— ¿Reconstruir el Santuario? ¿Cómo se supone que haremos eso?—preguntó Seiya, aceptando la misión.

Una nueva generación está floreciendo en nuestro mundo, con las aptitudes necesarias para convertirse en santos.

— ¿Cómo los encontraremos?—inquirió Seiya nuevamente.

A algunos los encontrarán en el camino y otros serán acarreados por la mano del destino hasta aquí— dijo Shion—. No teman jóvenes santos—agregó Shion al ver la consternación en sus miradas—, no estarán solos en esto. Aún hay personas del antiguo Santuario que no dudarán en apoyarlos— les aseguró con una expresión cálida—. Nuestra Orden se creó con la finalidad de proteger a Atena en cada una de sus reencarnaciones, pero aunque ella se haya ido, somos nosotros quienes debemos velar por preservar su legado, uno que, contra todo lo que ella creía, al fin se logró. Siendo ese el motivo por el cual el Santuario debe renacer.

— ¿Saori volverá?— Seiya al fin se atrevió a preguntar.

Saori Kido... Ella no volverá —respondió con sinceridad—. Al final de su enfrentamiento contra Hades, despertó completamente como Atena, por lo tanto, le fue imposible regresar. Su vida aquí, con ustedes, sólo fue parte de una constante preparación para recuperar su auténtica divinidad. Ha vuelto a donde pertenece, donde sin duda hará un mayor bien.

Seiya bajó la cabeza, oprimiendo los puños con frustración.

Pero aunque ella ya no esté aquí, se preocupa por la Tierra que tanto ama, siendo su deseo el que el Santuario perdure por eras venideras. Mas ella también anhela cambios, y entre ellos está el crear lazos de hermandad con las demás órdenes, alianzas que permitirán al Santuario un nuevo comienzo, con cimientos más fuertes e indestructibles.

— Maestro Shion, ¿usted sabe lo que pasó en la Tierra, el por qué es tan diferente ahora?— inquirió el santo de Dragón, sabiendo que no tendría otra oportunidad—. ¿Por qué es que todos han olvidado cómo era este mundo en verdad? ¿Por qué únicamente nosotros parecemos recordarlo?

Shion dudó un momento antes de responder— No está en mí decírselos, algún día obtendrán su respuesta… Mas algo les puedo asegurar: fue lo mejor, no intenten cambiarlo.

— ¡Pero…!— Seiya se exaltó.

Pegaso, confía— pidió el antiguo Patriarca, con una mirada que suplicaba respeto a su decisión.

— ¿Cómo lograremos tales alianzas?— dijo Hyoga, retomando el tema anterior. No es que no deseara obtener respuestas al enigma que los ha atormentado desde que salieron del Hades, simplemente había decidido confiar en la promesa de Shion—. Eso tomará tiempo... y ni siquiera sabemos a quiénes debemos buscar.

¿Creen que hubiese venido aquí sin un plan en mente? Después de todo, mi presencia aquí no sería posible de no ser por la ayuda de uno de los líderes de las grandes órdenes de las que he hablado.

— ¿Cómo dices?—Seiya parpadeó consternado.

Él cuerpo de quien me he valido para llegar aquí pertenece a un guerrero que forma parte de la tribu de los shamanes.

— ¿”Shamanes”?—repitió Shun.

— Llaman así a los individuos cuyos cuerpos y sentidos sirven como conductos para comunicarse con seres del más allá... Eso fue lo que escuché alguna vez de mi viejo Maestro— explicó Shiryu.

— ¿Puede ser eso posible?—recriminó Hyoga.

Así es. Estas personas tienen la habilidad de permitir que un espíritu se aloje en sus cuerpos para llevar a cabo algún asunto pendiente en el mundo de los vivos... Es gracias a este hombre por lo que pude llegar hasta aquí— explicó—. Los shamanes son una tribu tradicionalista en la que se puede confiar no sólo por sus buenas intenciones, sino por ser guerreros nobles y leales; sus artes en el combate llegan a ser de cuidado pese a no depender del uso del cosmos. Ellos, al igual que nosotros, estuvieron plenamente involucrados durante los sucesos que decidieron el comienzo de ésta nueva era. Pueden confiar en ellos ya que Atena misma lo hace.

—No parecen ser guerreros—pensó Seiya, recordando el semblante tan despistado del shaman.

No te dejes llevar por las apariencias, Seiya, el hombre a quien viste es alguien muy importante y merece tu respeto— le advirtió Shion, como si hubiera sido capaz de leer su mente. Seiya sólo realizó un gesto indiferente, reprimiendo cualquier otro comentario al respecto.

 

Una estrella fugaz fue visible en la habitación estrellada, lo que le indicó a Shion que su tiempo estaba por terminar— Jóvenes santos, llegó el tiempo de partir. Fue un momento breve, pero me enorgullece poder seguir sirviendo a nuestra diosa y al Santuario aunque deba ser de ésta forma.

— Maestro Shion, ¿de verdad nos cree capaces de dirigir el Santuario?— Shiryu se apresuró a preguntar.

Dudar de si mismos sólo los llevará al fracaso, Shiryu. Sé que lo harán bien, el que continúen con vida tras las numerosas batallas refleja lo capacitados que son ahora... Empezaron su travesía desde lo más bajo de nuestra Orden y con el tiempo lograron llegar a la cima, son poderosos, todos ustedes. Atena no podría confiar en nadie más para cuidar su legado —aun tras sus palabras, los santos no parecían muy convencidos—. No se preocupen, si un par de incautos como Dohko y yo logramos reconstruir el Santuario una vez, para ustedes será mucho más sencillo— sonrió, comenzando a desvanecerse entre el panorama de estrellas—. Yo estuve en su lugar, sé cómo deben sentirse... pero pese a sus miedos, dudas e inseguridad, el cosmos de Atena los guiará siempre— sonó como un padre comprensivo tratando de alentar a sus hijos—. Pero tampoco olviden el otro deseo de nuestra diosa: vivan, disfruten de esta paz que sus lágrimas y sangre han logrado, lo merecen. Son jóvenes, aún tienen mucho que descubrir de ustedes mismos, encuentren la felicidad…

— Maestro Shion— musitaron al unísono.

—Aún en la muerte, nuestras almas estarán al servicio de Atena—alcanzó a decir antes de desaparecer, siendo el instante en que el paisaje cósmico se desvaneció como neblina alejada por el viento.

 

 

Una intensa luz los obligó a cerrar los ojos, para que al abrirlos se encontraran de nuevo en el salón del Pontífice. Un sentimiento de pesadumbre mantuvo el silencio entre los santos, cada uno asimilando la experiencia de diferentes formas, siendo un inesperado quejido el que los sacara de su introspección.

— ¡Ay! ¡Auuuh!… Sí que es difícil mantener en este mundo a un santo dorado— dijo el joven misterioso, dejándose caer al suelo para sentarse, mostrando una expresión atolondrada que reflejaba cansancio. Allí empezó a sobarse la cabeza como si sufriera de una fuerte migraña.

Seiya, Hyoga y Shun lo miraron con desconcierto.

— ¿Hmmm?— al sentirse observado, él les devolvió la mirada desde su posición tan poco distinguida, dando un fuerte y alegre— ¡Hola!

— Ah... hola— el primero en acercársele fue Shiryu—. ¿Estás bien?

— Un poco cansado nada más, pero estoy bien, gracias— el shaman examinó su alrededor—. ¿Dónde estoy?—preguntó, con gran despiste.

— ¿Acaso no recuerdas nada?— a Shun le extrañó.

— Esperaba que los shamanes fueran más listos— musitó Seiya.

Después de una última ojeada al lugar es que el shaman comprendió— Entiendo—permaneciendo en el suelo desde donde analizó a quienes lo rodeaban—. Así que Shion cumplió con su misión, eso me alegra. Si es así, quiere decir que estamos en el Santuario de Atena, en Grecia—concluyó—, y ustedes deben ser Seiya de Pegaso, Shun de Andrómeda, Hyoga de Cisne y Shiryu de Dragón, ¿no es verdad?

— ¿Shion te habló de nosotros?— se interesó Hyoga.

— No precisamente, tuvimos una larga charla él y yo, es cierto, pero cuando dos almas se enlazan, muchos recuerdos quedan a la vista, no se puede evitar mirar— dijo el shaman aparentemente amable e inofensivo.

— Parece que tienes mucho que contarnos, pero antes nos gustaría saber tu nombre— dijo Shiryu, extendiéndole una mano amiga, algo que Seiya desaprobó totalmente.

El shaman sujetó la mano del santo, quien lo ayudó a levantarse— Soy Yoh Asakura*, es un placer conocer a tales celebridades como ustedes— añadió.

— ¿Cómo es qué te involucraste en todo esto en primer lugar?— quiso saber Seiya.

— Shion debió decírselos, ¿no? He accedido al pacto de su diosa— respondió, despreocupado.

— ¡¿Viste a Saori?!— Seiya se exaltó.

— Hablé con Atena— rectificó Asakura—. Es una deidad interesante, muy linda, me agrada. Ella sí que me habló mucho de ustedes, también me advirtió que no debía presentarme en el Santuario por mi cuenta, que podría haber malentendidos, por eso traje a Shion conmigo... Veo que no se equivocó.

— ¿Un shaman es capaz de estar en contacto con una divinidad como Atena?— Shun meditó en silencio.

— ¿Cómo pudiste hacer esas cosas?— Seiya indagó.

— Puedo hacer eso y mucho más, Seiya— contestó Yoh, sin la intención de presumir.

— ¿Qué estás escondiendo? —insistió el santo de Pegaso.

— Seiya, ya basta— medió Shiryu—. Si el antiguo Patriarca y la misma Atena nos han pedido confiar en él, no veo por qué no hacerlo.

— Shiryu tiene razón, no creo que lo vimos haya sido una simple ilusión. Era el cosmos de Shion de Aries y eso es indiscutible— concordó Hyoga.

— Además, dijo que él era el líder de una de las órdenes a las que debíamos contactar— le recordó Shun.

— No parece lo que dice— insistió Seiya.

— ¿Crees que porque no visto una armadura vistosa como la tuya no soy digno de mi titulo?— inquirió Yoh, sin ofenderse.

— Simplemente no aparentas serlo— repuso Seiya con aire irrespetuoso.

— Si no me crees no me importa—el shaman murmuró con tranquilidad, avanzando lentamente hacia Seiya.

El santo de Pegaso vio aquello como una provocación, estaba dispuesto a levantar los puños para pelear de ser necesario, sin embargo, sintió los brazos pesados, de hecho, todas sus extremidades parecían haberse vuelto de plomo inamovible mientras el shaman se aproximaba.

Los otros santos percibieron la gran energía que emanó de Yoh Asakura. Creyeron que le demostraría a Seiya lo equivocado de sus conjeturas, tal vez lo lastimaría, pero al igual que su compañero, ninguno pudo moverse, ni siquiera hablar.

Mas Yoh pasó de largo, subiendo de nuevo las escaleras del salón. Conforme se alejaba, Seiya y los demás recuperaban de a poco el movimiento.

— Agradezco a quienes me han dado su confianza esta noche, y sólo puedo esperar a que algún día el resto vea que mis intenciones son sinceras. Quiero ayudar a que el deseo de su diosa se cumpla, pues es algo que beneficiará a todos los habitantes de este mundo en el futuro. El que ella me pidiera aliar fuerzas con ustedes es todo un honor, les ofrezco mi ayuda a partir de este momento.

— Dinos algo —se atrevió a pedir Shiryu—, ¿tú recuerdas cómo era el mundo antes del Gran Eclipse?

Permaneciendo de espaldas, Yoh asintió— Igual o mejor que ustedes.

— Entonces sabes lo qué ocurrió. Shion no pudo explicárnoslo, ¿tú lo harás?— dijo Hyoga.

— Pocos tenemos la desdicha de recordar— aclaró, apesadumbrado—. Lo lamento, no puedo contarles, todavía no, pero lo que sí puedo decirles es que todos los seres vivos de este mundo pasaron por un proceso de selección. A quienes ven ahora caminar por la Tierra, son aquellos que fueron dignos de permanecer aquí.

— ¿Qué estás diciendo?—preguntó Shun, temeroso.

— Entiendo que cuando eso ocurrió, ustedes se encontraban en el Inframundo, el reino del dios Hades; por ello no fueron expuestos a tal proceso...

— ¿Selección? ¿Un proceso? ¿Tratas de decir que alguien decidió desaparecer ciudades enteras, a miles de personas?— preguntó Seiya, muy disgustado.

— Tendremos mucho tiempo para hablar de ese evento, pero ahora no es el momento— sin volverse, avanzó hacia el fondo del salón, parándose ante el largo telón rojo que cubría el acceso hacia el templo de Atena.

— ¡No! ¡Después de mucho buscar eres la primer persona que admite saber lo que ocurrió, no pienso dejarte ir sin que nos lo digas!— advirtió el santo de Pegaso.

— Se los diré cuando los considere listos— sentenció Yoh Asakura, mostrando por primera vez un deje de disgusto —, cuando crea que en verdad son dignos de estar aquí pese a que a millones se les fue negado esa dicha— aclaró con severidad—. No me resta nada más que hacer en este lugar, salvo mostrar la sinceridad de mis palabras. Si reconstruir los edificios del Santuario no es suficiente para ustedes, espero que la alianza entre santos y shamanes quede pactada con éste obsequio que he traído conmigo— con sus manos jaló las cortinas rojas frente a él, exponiendo lo que se ocultaba tras ellas, doce objetos que pasmaron a los santos.

— ... No puede ser...— susurró Seiya, casi sin aliento.

— Creí que jamás volvería a verlas—pensó Hyoga.

— ... ¿Cómo pueden estar aquí?...— murmuró Shun.

— Las doce armaduras de doradas están de vuelta en el Santuario...— dijo Seiya, todavía incrédulo.

— Pensé que habrían desaparecido para siempre en el Hades...—habló Shun, recordando la difícil lucha contra el dios de la muerte Thanatos y la destrucción del Muro de los Lamentos.

Atraídos por las relucientes cajas, los cuatro santos terminaron enfilándose alrededor de ellas, debiendo tocarlas para sentir su poder y desechar la posibilidad de que fueran un espejismo.

— ¿Tú hiciste esto?— inquirió Shiryu a Yoh.

— No fue tan difícil. Es bastante simple tratar con los seres del más allá cuando eres un shaman— volvió a sonreírles—. Ahora podrán empezar con su nueva misión. Ya que estas armaduras han regresado a casa, sólo falta el que encuentren a los dueños apropiados para cada una de ellas. Sé que las protegerán bien hasta entonces.

 

En verdad estaba sucediendo, ellos se convertirán en los maestros de una futura generación de santos que algún día reclamarán los ropajes dorados. Tendrían que trabajar arduamente para cuando ese momento llegue.

El contemplar las doce cloths reunidas renovó sus esperanzas, los llenó de energía y confianza, jurándose que los próximos en usarlas serían dignos de ellas.

— Hay mucho que se debe de hacer, les deseo suerte santos de Atena, y no olviden que más que un aliado pueden considerarme un amigo— anunció el shaman.

— Aún hay muchas preguntas...— Shiryu intentó proseguir, mas Yoh Asakura había desaparecido.

— ¡¿Adónde se fue?!— exclamó Seiya.

El santo de Pegaso estuvo a punto de salir corriendo en una búsqueda inútil, no obstante, un repentino sonido frenó su ímpetu.

Los santos notaron cómo las doce cajas comenzaron a resplandecer, la fluctuación dorada y la fusión entre ellas desató una resonancia melodiosa, una que se extendió por todos los rincones del Santuario a modo de cántico, anunciando así el inicio de una nueva era.

 

En el exterior, las estrellas brillaban con una claridad majestuosa. El viento soplaba tranquilo, arrastrando la frescura del rocío y aromas agradables.

Yoh Asakura se paró en medio de la explanada que conducía al Templo de Atena. Desde allí admiró la estatua a escala de la diosa, esculpida en un metal precioso que simulaba al oro; en su mano derecha descansaba el báculo de Niké, y en la izquierda el escudo sagrado que es capaz de repeler cualquier mal.

Como quien guarda un secreto divertido, el shaman sonrió al ver a varias lechuzas sobrevolar el cielo, atraídas tal vez por la melodía cósmica de las cloths. Una de las aves terminó posándose sobre el hombro de la estatua dorada, manteniendo sus grandes ojos fijos en él.

— Cumplí tu deseo, espero estés contenta —habló Yoh con cierta amargura—, y a la vez rezo para que estemos haciendo lo correcto.

La lechuza no respondió de ninguna forma, cerró un par de veces los ojos, girando el cuello hacia donde acababa de divisar a alguien más aproximándose.

— Así que al final decidiste aparecer, fue desconsiderado de tu parte el mantenerte oculto todo este tiempo —el shaman previó su llegada, por lo que habló sin siquiera mirarle—. Tú debes ser Ikki, el santo de Fénix, ¿no es verdad?

No siendo otro mas que él, Ikki se detuvo a una distancia prudente.

— Tras tu sigilo ocultas tu naturaleza de protector. Si en verdad hubiera sido un enemigo, me habrías atacado tan ferozmente como lo hizo Seiya.

— Yo no habría fallado —aseguró el santo, con la misma osadía y temeridad que lo ha caracterizado desde que era un niño.

— Tal vez, mas no estoy interesado en comprobarlo ahora —Yoh se masajeó el cuello al sentirlo algo tenso—. Ha sido una noche agitada, no esperaba que me recibieran con los brazos abiertos de todos modos, pero tenía una encomienda que cumplir —dio media vuelta, encarando al santo enfundado en su armadura—. Supongo que tú tampoco confías en mí.

— Desconfío de cualquiera que intente pasarse de listo— aclaró Ikki— Tus acciones, aunque desinteresadas, me parecen demasiado repentinas… Sin mencionar que sabes fingir bien tu papel de hombre inepto.

— ¿Fingir? — rio divertido —. Muchos discreparían con eso, soy un mal mentiroso.

— ¿Por eso prefieres guardar secretos que hablar con mentiras?

— Las discusiones me agotan, por lo que intento evitar cualquier tipo de enfrentamiento —hundió los hombros con desgano—. Sólo soy un simple shaman que quiere llevar una vida tranquila y pacífica.

— Tal vez seas el primer shaman que he conocido, pero no creo que seas un simple hombre— puntualizó—. El mismo Shion lo dijo, aunque los de tu clan son fuertes, en una guerra santa no hubiesen tenido grandes oportunidades... Pero tú pareces poseer un poder capaz de intimidar a un santo.

— ¿Acaso te intimidé— inquirió Yoh, divertido.

— He camino por el mismo infierno y salido de él, nada es capaz de intimidarme.

— Touché —se limitó a responder el shaman.

 

Ikki intentaba encontrar maldad en el hombre frente a él, pero Yoh Asakura sonreía como un niño inocente que no teme a nada, ni del que se le puede creer capaz de realizar algún mal. Como Seiya, él también tenía sus sospechas, pero no lo consideraba un peligro, no por ahora cuando menos, de lo contrario ya lo habría golpeado con todo.

Ante el incómodo silencio, Yoh volvió a tomar la palabra— Fénix, no tengo el gusto de conocerte, pero he escuchado mucho de ti. Estoy seguro que junto a tus hermanos serán capaces de reconstruir el Santuario… Es una visión prometedora que me permitiré creer a partir de hoy —el shaman se llevó la mano al pecho, como quien hace un juramento—. Me esforzaré para que llegue el día en que puedan confiar en mí, pues les guste o no hay mucho trabajo que debemos hacer juntos.

— Suponiendo que hablas con la verdad, ¿qué es lo que harás tú? —quiso saber Ikki.

— No me interpondré en su camino si eso es lo que te preocupa, tengo uno propio que debo recorrer, y un pueblo al que debo guiar para sobrellevar esta nueva era —explicó Yoh.

— Eso puedo aprobarlo.

— Es un gran paso viniendo de ti, por lo que tras esta pequeña victoria lo mejor será que me marche—dijo Asakura, volviendo a mirar la estatua de Atena como signo de despedida—… a menos que quieras impedírmelo, como intentó tu amigo Seiya.

— A diferencia de él, yo razono, luego actúo— dijo Ikki, dando media vuelta para zanjar el encuentro, caminando en dirección hacia el salón del Pontífice—. Eres un sujeto extraño, Yoh Asakura, tengo serias dudas respecto a ti, pero dejaré que el tiempo me muestre la verdad. Sólo espero no estar cometiendo un error al dejarte ir esta noche— finalizó, no volviéndose a escuchar su voz en la explanada.

 

El shaman guardó silencio hasta saberse completamente solo — Vaya gente la del Santuario — suspiró cansado y un poco desanimado.

Disculpa su impertinencia, son muy jóvenes, todavía conservan la rebeldía de la edad— escuchó Yoh a través de sus sentidos especiales.

— Descuida, yo lo entiendo, en serio— dijo él, libre de resentimientos, pudiendo ver a su lado a un translúcido Shion de Aries.

Aun así reitero mis sinceras disculpas— el espíritu del Patriarca se inclinó en una reverencia formal—. Son tan impetuosos que ni ante el mismo Shaman King han sabido comportarse —pensó Shion, muy avergonzado.

— Shion, por favor, a la única a quien debes rendirle cuentas es a tu diosa —aclaró el shaman, avanzando por la explanada—, y como no han cometido ninguna falta contra ella no veo la necesidad de que te disculpes, todo está bien amigo mío.

Shion agradeció su comprensión.

No hay duda de que esta nueva era estará al cuidado de personas extraordinarias— pensó el Sumo Sacerdote, conmovido por la generosidad del Shaman King— Seiya, Shun, Hyoga, Shiryu, Ikki, el mayor reto de sus vidas comienza ahora. Atena ha depositado todas sus esperanzas en ustedes, no por nada les ha conseguido grandes aliados. Bajo su protección estoy seguro de que lograrán el éxito de su nueva encomienda.

El espíritu de Shion miró por última vez el Santuario, despidiéndose en el silencio. Su estadía en el mundo de los vivos se desvaneció junto a la resonancia de las armaduras de oro, que simulaba las campanadas de una catedral.

 

Hasta que sonó el último campaneo es que los santos de bronce parecieron recordar la existencia de Yoh Asakura. Al despabilar, Seiya quiso reanudar una absurda persecución.

— ¡Seiya, detente, no tiene caso!— Hyoga consiguió detenerlo por el brazo—. Ese hombre ya se ha ido.

— ¡No me pidas que lo deje ir así nada más! — de un brusco movimiento consiguió soltarse, mas no corrió a ninguna parte.

—Si te tranquilizas un momento te darás cuenta que su presencia se ha desvanecido, por completo — Hyoga indicó—. Estoy tan desconcertado como tú, pero ahora todo comienza a tomar más sentido gracias a que los mantos dorados están aquí.

— Olvida a ese hombre por ahora, Seiya— se acercó Shiryu.

— Pero él...

— Basta— pidió Shun—. Reconozco que debemos ser precavidos, más cuando tratamos con un individuo que esconde tremendas habilidades y secretos, pero también tenemos que aprender que no en todos los desconocidos se esconde un potencial enemigo... En lo personal, mis instintos me dicen que no es un mal hombre.

— Tal encuentro nos tomó desprevenidos, no estábamos preparados para enfrentarlo —recalcó Shiryu—. Volveremos a verlo, de eso no hay duda, ya descubriremos si en verdad será nuestro aliado o una amenaza, por lo que me limitaré a juzgarlo por sus actos, los cuales deberíamos agradecer.

Seiya no quería retractarse, mas al sentir tan poco apoyo terminó soltando un largo suspiro de resignación, dándose por vencido— Está bien, pero tengo el presentimiento de que me arrepentiré por esto —añadió, cruzándose de brazos—. Ahora, ¿qué proponen, cuál será el plan a seguir?

— Eso es sencillo— escucharon de un hombre que acababa de ingresar desde la parte trasera de salón—: construir el camino que los próximos santos deberán cruzar para llegar hasta aquí. ¿No fueron esas las palabras de Shion?

El rostro de Andrómeda se iluminó de alegría al reconocer a— ¡Ikki!

A pasos lentos, Ikki de Fénix se acercó a sus compañeros, echando una mirada discreta hacia las armaduras doradas.

— Ikki, parece que ya conoces la situación— saludó Shiryu.

— ¿Cuándo llegaste?— deseó saber Hyoga.

— Justo a tiempo para escuchar lo que debía — respondió a secas.

— ¿Y qué opinas, hermano?

— Reservaré mi juicio para otro momento — palpó uno de las columnas del templo, resultándole todavía insólito que todo el lugar se hubiera reconstruido de la nada—. Mas creeré en lo que ven mis ojos, siendo la única prueba que necesito para saber que Atena desea el renacimiento del Santuario.

— Parece que la decisión está tomada— dijo Shun.

— La pregunta es.... ¿por dónde comenzamos?— Seiya murmuró pensativo, quedándose en silencio como el resto de sus hermanos, quienes intentaban extraer la respuesta adecuada de las cajas doradas.

 

Si años atrás les hubieran dicho que algún día ellos estarían a cargo del Santuario, no lo hubieran creído....

Eran todavía unos críos que comenzaron a portar sus mantos sagrados y a luchar en las guerras santas no hace mucho tiempo.

Sus amargas, pero victoriosas experiencias, deberán convertirse en el pilar de sus futuras enseñanzas.

En cada uno comenzó a surgir el temor por el fracaso, una inseguridad que deslucía sus honrosos logros, pero al mismo tiempo, de la incertidumbre empezó a brotar la alegría, una emoción inexplicable sobre el futuro que antes les parecía tan incierto.

El optimismo reanimó sus espíritus, teniendo la visión de un panorama prometedor. Llegar a él será difícil, pero el resultado valdrá la pena.

Recordar las palabras de Shion confortó sus inquietudes y apartó sus temores — ... pese a sus miedos, dudas e inseguridad, el cosmos de Atena los guiará siempre....

 

 

 

Continuará…


* Yoh Asakura: Protagonista del anime/manga ‘Shaman King’. Al comienzo de esta historia tiene alrededor de veinte años y todo indica que es dueño del titulo de ‘Shaman King’

 

*************

 

Conforme vayan revelándose los nuevos santos iré colocando los fanarts que hice con el paso de los años. Algunos tuvieron la suerte de tener un remake, otros no, pero colocaré los dibujos más actualizados.

 

ALBERT DE GEMINIS

 

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Editado por Seph_girl, 09 febrero 2020 - 00:33 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#2 nexus

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Publicado 16 diciembre 2008 - 14:46

genial la mezcla de Shaman King con SS
He regresado!!!...

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Publicado 16 diciembre 2008 - 17:27

=O
Nunca me imagine toparme a alguien aqui que conociera Shaman King s46.gif

Gracias, espero que siga pareciendote igual conforme avance la cosa ^^

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#4 Lady_Death

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Publicado 16 diciembre 2008 - 19:25

La verdad no conozco mucho de shaman king, pero este fic me está gustando... espero que la continues pronto... ^^

Muy lindooo!!!

Bye!!

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~A mitad del camino de la vida

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado.~


#5 Seph_girl

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Publicado 16 diciembre 2008 - 19:53

Muchas gracias Lady por leer =)

Aah no se preocupen, NO tienen que conocer Shaman king para entender, cuando mucho el personaje que saldrá una que otra vez será este Yoh, pero por lo demas, cosas Saint Seiya señores y señoritas ^^
No deben preocuparse, que son pequeños Cameos que tendrán XD nada más.

Mi intensión es publicar un cap por Mes, y si el tiempo es generoso tal vez y sólo tal vez 2 (pero no me crean mucho esto XD)

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#6 Killcrom

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Publicado 16 diciembre 2008 - 20:07

¡¡Seph!! ¿Qué has hecho? ¿Por qué tantas palabras? ¡¡Me quieres matar de un disgusto!! ¡¡Eso es una certeza!! Bueno, te pongo esto para que veas que no me olvido de ti, y cuando le dé a Nira un par de cositas que le debo, le echaré el ojo -no literalmente- a tu fic.

¡Suerte!

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(Parte 3 de 3)

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#7 Seph_girl

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Publicado 16 diciembre 2008 - 21:18

Ah si, bueno... soy de las que escribe caps relativamente larguitos....
Pero no es tan malo ¿o si? ;_; Ay si aqui tambien he visto cosa más kilometricas ¿y me he quejado? T.T

Gracias por 'intentar' leer esto XD jejeje

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#8 Aither

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Publicado 19 diciembre 2008 - 08:39

Normalmente el género de crossover no es uno q me llame la atención, sin embargo he de admitir que planteas una propuesta muy interesante. Me intriga sobremanera las razones que pudo tener Athena para aceptar el dichoso juicio y la desaparición de ciudades enteras, y millones de personas.

Aquí quiero hacerte un comentario que espero no tomes a mal. A lo mejor me tomo muy en serio lo del "orgullo de caballero", pero en realidad creo que has hecho uso de varios off-characters que le quitan credibilidad a la historia.

Considero que los únicos que mantienen su personalidad son Seiya e Ikki, a los cuales tratas muy duramente por no aceptar la presencia e Shion, pero creo que es lo que se podía esperar de ellos, son guerreros, cuyo Santuario ha sido profanado, sus amigos han sido atacados (aunque sin recibir daño), y todo por un Shion en cuerpo ajeno, ¿qué quiere hacerles una broma?

Al contrario, yo me extraño del comportamiento de los 3 que fácilmente aceptaron las palabras de Shion. Shun sabe que no es la primera vez que su cadena no detecta a un enemigo aun teniéndolo enfrente, Hyoga ha luchado con multitud de enemigos que han sido capaces de imitar a la perfección a sus seres queridos y Shiryu, bueno, es bastante sabio como para aceptar razones tan vagas sin cuestonarlas.

Una cosa que no me gustó nada, nadita ver, y disculparás que te lo diga, es a Shion arrodillándose frente a Yoh...

Espero no tomes este comentario a mal, y seguiré leyendo vuestra historia (aunque si tú me lo pides, no vuelvo a opinar, =P)

Saludos

#9 Seph_girl

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Publicado 19 diciembre 2008 - 10:26

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Muchas gracias Aither por animarte a leer y comentar. (Disculpa si perdiste tiempo)
No me molesto, para nada, al contrario quien soy yo para reprimir lo que tengan que comentar? o.o

Gracias por tus sinceras observaciones XD
Lamento que no te gustaran como manejé a los personajes (sé de antemano que no serás el unico blink.gif...) Pero pues... realmente no sé que decir XD Ju, supongo que conforme los use más podré atrapar mejor la esencia de los santos originales. Y pues había cosas que debían pasar forzosamente.

Pues nuevamente gracias por leer XD, que en el próximo capitulo (si es que de pura casualidad lo llegas a leer) Damos un salto en el tiempo años después XD!

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EDIT: Y bueno, despues de pedir unos consejillos de aqui y alla cambie un detalle. Espero y puedan soportar cuando menos una 'reverencia'
(Digo, Shion tambien tiene modales y aunque no lo crean no está frente a cualquier hijo del vecino xD) Chaito!

Editado por Seph_girl, 19 diciembre 2008 - 14:40 .

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#10 nexus

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Publicado 19 diciembre 2008 - 14:56

shaman king, una buena historia nunca se me hubiera ocurrido mezclarlos así. s91.gif
lo importante es el cuidado como manejas la historia y puede funcionar espero poder leer el siguiente capitulo. s20.gif
He regresado!!!...

#11 Rexomega

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Publicado 22 diciembre 2008 - 11:51

Saludps

¡Nueva víctima! O no tanto, siendo yo el beta tester, sin embaro aquí estoy yo, Lord del Sith, dispuesto a defender mi fama de estas garrapatas siniestras (cof cof Aither cof cof XD) que pretenden quitarme el puesto. Bien, tómate tus tranquilizantes que állá voy.

Un nuevo fic inicia, y el prólogo nos evoca a eso. Puedo suponer que no sigues `la película Overture sino que más bien escoges Do Cvidzanja (o como se diga, ahorita no me apetece buscar). Es buena elección, dado el hecho de que, por neceso de Kurumenso/Kufumada, esta película realmente perdió oficialidad hace mucho. La historia inicia calmadamente tal y como otras muchas de Saint Seiya, las guerras santas parecen haber acabado con la caída de Hades y cada quien va al lugar que le corresponde, siendo Shaina la única que permanece al cuidado del Santuario, algo triste que es inherente a su destino de estar enamorada de alguien como Seiya XD XD (mis saludos a sus fans)

Ahora, en cuanto sienten el llamado, todos van al Santuario y eso me lleva al directo comentario de Aither. ¿Qué tanto desean los Santos la paz? ¿Realmente es un mundo pacífico o... estñan condenados a ser por siempre guerreros? Quizá Kuru nunca explote esto, pero no es tan descabellado pensar que los Santos no puedan ya tener una vida normal, así como los ´niños que en la vida real van a la guerra en ciertos países, es difícil pensar que ese pasado se diluya tan fácilemnte. Por decirlo simple, estos muchachos han dedicado sus vidas al entrenamiento para la guerra, realmente... no están tan asentados en la cordura.

Disculpándome por este desvío. Considero que la posición de Shun, Hyoga y Shiryu no debería sernos tan extraña pues... ¿Que acaso estos jóvenes nunca van a cambiar y serán siempre igual de impetuosos? Tantas guerras que han vivido les debe de haber enseñadoa pensarse más las cosas, aunque sabemos que Seiya es... Seiya, es de esperar que Shiryu sea más reflexivo, así como Shun e Hyoga. Si bien estando Shaina dormida en el Santuario pudo ser causa de una actitud más violenta, es mejor así, puesto que una historia no debe fundamentarse en lased de lucha (y protagonismo) de los santos de bronce. Por otro lado, buen descripción la del relieve que nos muestra a tan nobles guerreros como los Santos de Oro.

Confieso que la traviesa actitud de Shion me extrañó un poco al principio, pero bueno, no sabemos tanto de Shion como para asegurar que no sería capaz. Las palabras del antiguo patriarca nos evoca una fuerte alianza. ¿Será que el peligro que enfrenten será mayor de lo que la orden pueda superar? Lo más reconfortante es que los santos de oro no fueron resucitados, y la reconstruccón del Santuario me hace pensar que veré una nueva orden de los caballeros de oro, la originalidad se premia jejeje. Evidentemente, Ikki dando la nota, sin duda es el Ikki que todos conocemos.

Finalmente, dos grandes personalidades, el Shaman King y el Patriarca del Santuario, se despiden. Era necesaria una muestra de respeto del Sumo Pontífice pues entiendo que el Shaman King debe ser una figura poderosa y digna, siendo líder de los shamanes (o algo así XD). El resto de cosas ya las hablamos en su día por el MSN así que solo me queda despedirme XD, espero pronto leer el capítulo 1.

Adeus

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#12 Aither

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Publicado 23 diciembre 2008 - 09:56

QUOTE (Rexomega @ Dec 22 2008, 08:51 AM) <{POST_SNAPBACK}>
¡Nueva víctima! O no tanto, siendo yo el beta tester, sin embaro aquí estoy yo, Lord del Sith, dispuesto a defender mi fama de estas garrapatas siniestras (cof cof Aither cof cof XD) que pretenden quitarme el puesto. Bien, tómate tus tranquilizantes que állá voy.


¬¬** Garrapata siniestra?


#13 Seph_girl

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Publicado 23 diciembre 2008 - 10:36

Oigan oigan esto tampoco es un concurso para ver quien me pega más fuerte eh? XD jaja
Agradezco sus sinceros comentarios y los tendré muy en cuenta en el futuro (mas no puedo prometer que todo o como quisieran jeje sólo sientense y disfruten ^^... si pueden XD).

Rexo, sabes bien que me puedes alertar de cosas por el msn cuando lees primero el cap, y no lo hiciste, te esperaste a la humillación publica XD jajaja que malvado, pero recuerda que el Karma ataca despues XD, no te quejes en el futuro.

Me alegra ver que no hayan rechazado todavia esta historia y que probablemente le den oportunidad conforme vaya avanzando, claro que tambien sé que son un publico dificil y me va a tocar más regañadas XD Pero bueno, espero retroalimentarme de esta loca experiencia =)

Chaito!!

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Editado por Seph_girl, 23 diciembre 2008 - 14:24 .

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#14 Rexomega

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Publicado 23 diciembre 2008 - 13:56

Saludos

Sí Aither, le digo así a los que se empeñan en quitarme el puesto de crítico oficial del SNK, tampoco te lo vayas a tomar muy en serio. ¿Eh?

¡El Karma! Ese es un enemigo peligroso... ¡Pero puedo con él!

Adeus

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#15 Aither

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Publicado 24 diciembre 2008 - 00:49

Bleh

Seph-girl: Gracias por haber considerado mi comentario, sé que soy como una patada en el hígado, pero de verdad me había enfadado esa escena. Con la nueva edición le encuentro un sentido más creíble y agradable, espero no haber afectado con ello la visión que vos tenías de tu obra.

Saludos

#16 Seph_girl

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Publicado 24 diciembre 2008 - 10:29

Ah no te preocupes Aither, a mi me gustan los crossovers desde hace un buen tiempo (y decia cuando comencé en el mundo del fanfiction que jamas haria de esos... pero pues jajaja son los que mas exito han tenido en mi ficker carrera XD) entiendo que no a todos les agraden (podría ser peor, podría ser de DB y ahi si se alzan flamas x.x)

Al principio sólo queria ver sangre derramada por tu observación XD (jaja broma), pero ya que lo analicé objetivamente pues dije "Ok, escuchemos opiniones" tanto de mi lector beta medio purista (Rexomega) como la de mi hermano que me apoya al 100 en esta historia, y entre detalles dije "Bueno pues, esto es un fic SS... esta vez hare caso al sentido común, demos algo de gusto"

Pero no se acostumbren XD!! que no siempre se podrá jajaja y esta vez les di la razón ;) Muchas gracias. A mi lo unico que me interesaba con la escena es que se viera que lo del Shaman King no es un titulo asi que se daba tomar a la ligera y esas cosas XD, quedó bien ya asi, contentos todos XD!

Creo que en el proximo Cap me asesinaran x.x... Pero bueno, firme como el hierro ><!!

Besos a todos!

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#17 Seph_girl

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Publicado 23 enero 2009 - 00:49

Antes de que acabe Enero, traigo el siguiente capitulo de esta extraña historia.
Y cada vez me convezco más que no es el mejor fic que pueda subir a este foro por muchas razones que ya les voy conociendo XD s46.gif , pero que diablos.
Siempre quise hacer algo así pese a lo muy utilizado que pueda ser, por lo que si otros ya lo han hecho ¿por qué jijos no yo? XD Claro que mi versión espero pueda tener elementos nuevos o cuando menos interesantes para el público que se anime a leer s46.gif

**********

 

La forma perfecta en que la Tierra gira sobre si misma alrededor del sol, es el reflejo de la diversidad de fuerzas que trabajan en su interior, aquellas que le dan forma a los ciclos de la naturaleza, permitiendo la vida y coexistencia de todos los seres que la han habitado.

Hay quienes creen que tales bendiciones son posibles gracias al equilibrio existente entre las fuerzas primigenias que los dioses vertieron en ella, donde el fuego, agua, aire y tierra mantienen la prosperidad, permiten la creación y que la vida fluya.

Estas creencias también hablan de la presencia de una fuerza igual opositora, la que sustenta el equilibrio fundamental por el que el mundo puede continuar girando; siendo la muerte esa ley natural que acompaña al resto en su labor.

 

Desafortunado fue que el hombre, criatura curiosa e insaciable de conocimiento, entendió dichos principios, comenzando una búsqueda para controlar lo que no debía ser gobernado.

Aparecieron entonces quienes pudieron dominar a los gigantes elementales, representaciones áuricas del éter primigenio que fueron convertidos en dóciles sirvientes e imparables cómplices del bien, o del mal, reinante en los corazones de sus amos.

Esos seres sin mente, que eran puro instinto y poder, empezaron a ser conscientes de sí mismos, a adquirir una personalidad, pues la obligada unión con sus amos les permitió ver y sentir el mundo tal cual ellos lo hacían, aprendiendo el concepto del placer y del sufrimiento; de la alegría y la tristeza; del amor y el odio; de la compasión y la crueldad.

 

Al participar como armas bélicas en las frecuentes guerras de los hombres desató una situación desastrosa, pues al enfrentar a los gigantes entre ellos produjo el desequilibrio que terminó con la vida en la Tierra.

 

Para algunos será difícil aceptar que el fin del mundo no llegó a manos de los dioses, sino de los seres humanos, arquitectos de su propia destrucción.

Las decisiones tomadas por un grupo de guerreros sellaron el destino y, así como Atena, terminaron con un ciclo que entorpecía la evolución en la Tierra.

No se debe culpar con tanta severidad a esos mortales, pues en verdad no había otra salida.

El mundo iba a perecer, nadie lo podría detener; y los dioses, quienes desde hace siglos aguardaban dicho momento, no iban a impedirlo.

Atena no pudo intervenir, su lucha contra Hades estaba ya en el clímax.

 

Pero cuando todo se creyó perdido, ocurrió un milagro por el que la Tierra pudo resucitar. Nuevas fuerzas elementales nacieron de las almas de guerreros virtuosos que jamás perdieron la esperanza, siendo así que el mundo volvió a ser tan hermoso como lo fue en la antigüedad, cuando los dioses lo habitaban… Mas el costo de tal maravilla fue muy grande.

Como el ente viviente y consciente que la madre Tierra siempre ha sido, ésta realizó un juicio imparcial a cada individuo, separando a los que ayudarían a forjar un futuro próspero de aquellos que sólo continuarían obstaculizando el mañana.

 


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Capítulo 1

Encuentros dorados. Parte I

Destino y castigo

 

 

Grecia, 15 años después.

 

Una pequeña y maltrecha barca surcaba las aguas del mar Egeo.

El navegante remaba con fuerza, sin que la capa de viajero que lo protegía del clima obstruyera sus movimientos. No faltando mucho para el amanecer, divisó en el horizonte una línea de tierra, imagen ante la que todo hombre en altamar podía sonreír, pues indicaba que su viaje estaba a unos cuantos kilómetros de terminar.

Y sí, el viaje que inició hace tantos años estaba por llegar a su término, mientras que el del chico que lo acompañaba apenas daría inicio.

 

En la popa, junto a lo que restaba de provisiones, un joven dormía, arrullado por el sonido del remo y el oleaje. El hombre encapuchado lo observaba de vez en vez, decidiendo cuál sería el mejor momento para despertarlo, pues en su ansiedad, el chico pasó una noche de desvelo, pensando en los pormenores que podría sufrir una vez llegara a tierra firme.

Cada que iba a hacerlo, se detenía, tal vez por consideración al pobre muchacho o quizá porque aún no estaba listo para despedirse.

Mientras remaba, muchas memorias llegaron a él, nadie pasa diez años cuidando a un crío sin atesorar algunas vivencias. Dándose cuenta de lo sentimental que estaba siendo, se obligó a recordar la importancia de su verdadera misión, por lo que sacó el remo del agua y con él golpeó el lomo del muchacho.

—¡Ey, bello durmiente, es hora de despertar! —dijo con una firme y enérgica voz—. Tus días de holgazán terminan hoy, arriba.

Acostumbrado a los repentinos despertares, el joven no se sobresaltó por el impacto, retiró la manta que lo abrigaba antes de sentarse, dando un corto bostezo que trató de ocultar.

— ¿Ya llegamos? —preguntó el muchacho de largo cabello castaño, sintiéndose un poco mareado por el movimiento de la barca.

—Así es, allá, ¿puedes verla? Grecia —señaló con sus dedos pálidos.

El chico de ojos azules miró en dicha dirección, notando el puerto en la lejanía.

 

La renombrada Grecia, lugar del que su maestro no dejó de hablar desde que subieron al bote. Antes de iniciar la travesía, el muchacho se alarmó cuando lo escuchó decir que navegarían desde Turquía hasta su destino; cruzar el mar en una embarcación tan pequeña y con tan pocos suministros era una hazaña temeraria, loca opinarían algunos, pero ese tipo de desafíos fueron rutinarios durante los últimos años de su entrenamiento.

Su mentor siempre ha sido un hombre testarudo, muy estricto, pero en el fondo una persona amable. Le tomó años comprender que él no lo hacía pasar por situaciones adversas sólo por gusto, todo fue con el objetivo de que llegara a convertirse en un guerrero.

Tenía quince años ahora, una edad problemática en la que algunos todavía lo veían como un niño, mientras que para otros era una edad trascendental en la que ya podía consagrarse al oficio para el que se ha preparado desde pequeño.

 

El muchacho sabía que en cuanto pusiera un pie fuera de la barca, tendría que despedirse de su maestro, tal vez para siempre, por lo que se le quedó mirando por un largo rato.

Pese a que mantenía la vista hacia al frente, el hombre se sabía observado.

— ¿Qué pasa? —preguntó, anticipando que alguna torpeza se estaba maquinando en la mente de su pupilo tras tanto silencio.

— Maestro Deneb, ¿de verdad no piensa decirme si usted fue o no un santo en el pasado? —el chico repitió la única pregunta que no le fue respondida durante su entrenamiento.

— ¿Después de tantos años sigues con eso? Je, vaya que eres terco, Sugita —el encapuchado respondió, restándole importancia—. ¿Por qué mejor no eres de más ayuda y te pones a remar? —arrojándole la otra pala que había en el bote.

Al atraparla en el aire, Sugita se tomó un momento para sujetarse el cabello en una coleta alta.

— Después de tanto tiempo, no creo que será tan vil como para dejarme con la duda… ¿o sí? —insistió de nuevo al empezar a remar.

— ¿Te importaría tanto que haya sido un don nadie el encargado de enseñarte todo lo que sabes? —el maestro inquirió, divertido.

— Usted es fuerte, el hombre más fuerte que he conocido —Sugita dijo, con la admiración de quien respeta a su ídolo de la infancia.

— Te falta mucho mundo por descubrir —el encapuchado añadió, burlón.

— Escuche, sea o no un santo, le aseguro que jamás renegaré de la persona que me ha convertido en lo que soy ahora.

— ¿Vas a ponerte sentimental, Sugita? —Deneb sonrió—. Me conmueves, también voy a extrañarte —una confesión que zanjó las palabras de ambos, mas no sus sentires.

 

El sol llegaba ya a la costa cuando pequeños barcos de pesca zarpaban del puerto para adentrarse al mar. Los navegantes de la región miraban con curiosidad a los recién llegados que se desplazaban en la pequeña embarcación.

Una vez cerca del muelle, Deneb no se molestó en atar el bote.

— Bien, aquí te bajas —indicó, arrojando fuera de la barca el saco que contenía las pocas pertenencias de su aprendiz.

— ¿En serio no va a acompañarme? —preguntó un poco triste, ya de pie en el desembarcadero.

Deneb demoró en responder, cruzó con la mirada el camino de madera hacia tierra, dando una negativa con la cabeza.

—Temo que es un camino que deberás cruzar solo, Sugita. Siempre te hablé con la verdad, lo que significa consagrarse a  la orden de Atena y de los sacrificios que deberás estar dispuesto a afrontar para servir a la justicia. Aquí es donde tu travesía como santo puede comenzar, siempre ha sido tu elección, por lo que ahora tienes dos opciones: ve al Santuario para tomar tu lugar o regresa al bote para que te lleve de vuelta con tu padre —explicó Deneb, estando dispuesto a perdonarle el que eligiera la vía de una vida normal.

Pero si mi padre está justo frente a mí —hubiera querido decir Sugita, mas al saber que Deneb no era un hombre afectivo sólo sonrió y tomó su maleta del suelo.

— Iré al Santuario —fue la rápida respuesta.

Deneb aceptó, procesando la mezcla de orgullo y alegría que su decisión le hizo sentir.

— ¿Seguro? —insistió, usando el remo para impulsar el bote lejos del muelle—, porque una vez nombrado santo, ni la muerte te privará de las responsabilidades de tu título —le recordó.

Sugita asintió, agradecido por la evidente preocupación de su maestro.

— Estaré bien, nada de lo que pase en el Santuario podrá ser peor  de lo que viví con usted —se animó a bromear, mostrando la mejor de sus sonrisas.

— ¡Ja! Recordarás esas palabras —dejando que lo corriente lo lleve, el hombre aguardó un poco más antes de usar el remo—. ¡Ah, y no olvides darle mis saludos al Sumo Sacerdote tal y como te indiqué!

Sugita ya había olvidado ese disparate que creyó producto del alcohol— ¡Sigo creyendo que es una locura! —repuso, debiendo alzar cada vez más la voz conforme la embarcación se alejaba del puerto— … ¡Pero aun así lo haré! —prometió, de repente acongojado por la inminente despedida—. ¡Maestro! —lo llamó, sintiéndose de nuevo un niño que le pedía ayuda— ¡¿Nos volveremos a ver?!

Deneb sólo lo miró desde la distancia, deseando poder decir “por supuesto”, mas no será una falsa promesa con lo que dirá adiós.

Sugita —escuchó el joven con claridad, pese a que su maestro ya ni movía los labios—, mientras respetes el obsequio que te he otorgado, será como si nunca nos hubiéramos separado.

El chico asintió con determinación— Gracias por todo… — musitó, palpando su brazo derecho.

Deneb finalmente le dio la espalda, permitiéndose una señal de despedida al alzar el brazo hacia el cielo mientras extendía el dedo índice y medio de su mano.

Al chico no le costaba admitir lo mucho que lo extrañaría. Por diez años ese hombre fue su protector, instructor, consejero, amigo… fue el padre que hubiera deseado en vez del hombre desentendido que lo abandonó a manos de un extraño.

 

Para Deneb, quien jamás imaginó que un día se le asignaría la tarea de cuidar a un chiquillo, no era menos difícil la separación, aunque lo ocultaba bien tras la máscara de hombre apático.

Sugita será un gran santo, confiaba en que le enseñó bien, pero aun así lo dominaba la preocupación. No tenía hijos propios pero, estaba seguro de que lo que sentía ahora era lo mismo que embargaba a todo padre que se desprendía de uno.

Se atrevió a dar un último vistazo sobre su hombro, imaginando al torpe muchacho aún atento a su partida, mas vio que Sugita ya caminaba hacia su destino con una seguridad y decisión notables, lo que lo hizo sentir muy orgulloso.

—Que los grandes espíritus te protejan, hijo —oró Deneb antes de desaparecer entre las demás balsas pesqueras que rondaban el puerto.

 

//////

 

Pedir indicaciones jamás fue un problema para Sugita que con toda honestidad aceptaba sus limitaciones y torpezas.

El hombretón al que preguntó no pudo ser más claro, apuntando con su hacha la montaña más alta y retirada de la zona.

Para el tosco leñador era común toparse con jóvenes como Sugita que preguntaban sobre la ubicación del Santuario. Con los años muchos han sido los rostros risueños que se le han acercado para lo mismo, por lo que sabía con certeza que pronto lo vería regresar sobre sus pasos, derrotado y decepcionado.

 

Era mediodía cuando llegó a Villa Rodorio, la parada obligatoria para todo aquel que deseaba llegar al Santuario. El lugar era un pueblo grande, rústico, pintoresco, cuyo camino principal estaba repleto de establecimientos y comerciantes. Sugita no se dejó entretener por el bullicio del mercado, y aunque un viajero no llama demasiado la atención esos días, hubo alguien para quien su presencia no pasó desapercibida.

 

El chico dejó atrás la villa, arrepintiéndose de no haber comprado nada para comer en cuanto el estómago le comenzó a doler.

Olvidó todo malestar en cuanto divisó un gran portón empotrado en la pared montañosa, tan alto como si se hubiera hecho para que los mismos gigantes de la antigüedad pudieran pasar sin complicaciones.

Aquellas puertas eran custodiadas por dos guardias que portaban armaduras echas de resistente cuero con un diseño tradicional, siendo su casco metálico lo más llamativo, junto a las largas lanzas con las que se armaban.

—Eh, alto ahí forastero —pidió uno de ellos al notar que el chico no parecía ser un simple transeúnte perdido por la montaña—. Di tu asunto.

Sugita obedeció al instante, respetando la autoridad de aquellos hombres— He venido desde el otro lado del mar con la esperanza de tener una audiencia con el Patriarca del Santuario.

Los custodios se miraron entre si, sonriendo de forma burlona— Pierdes tu tiempo, el Pontífice no recibe a nadie a quien no espere, y temo que no hay nadie con tus características en la lista, por lo que ya puedes regresar por donde viniste.

Sugita frunció el entrecejo, decidiendo conservar un tono amable— He viajado desde muy lejos para probar que soy merecedor de unirme a la orden de Atena, denme una oportunidad de mostrar mi valía.

—Por supuesto, ¿quieres ser un santo, verdad? — se mofó el segundo guardia—. Mira, no sé qué hayas escuchado allá afuera, pero aquí no se viene a jugar. No eres el primero, ni serás el último en subir hasta aquí con esa intención, pero ya se ha perdido tiempo y recursos valiosos por admitir a chiquillos tontos con aires de grandeza, por lo que ahórrate el mal trago y retírate.

— Pero… —el aspirante a santo se obligó a callar, entendiendo que si esas eran las instrucciones de los centuriones nada podía hacer al respecto.

— Sí niño, obedece a tus mayores—secundó el otro guardia, acostumbrado a tratar con enclenques como él.

El chico no se movió, rendirse por tal pequeñez no era una opción, debía haber algún otro modo de entrar… mas al pensar en abrirse camino usando la fuerza le ocasionó un escalofrío que lo acobardó.

Antes de encontrar la respuesta a su dilema, Sugita escuchó la voz de un hombre que, si lo hubiera querido, lo habría podido apuñalar por la espalda sin que se percatara de su presencia.

—Guardias, ¿qué es lo que pasa aquí?

El aspirante miró rápidamente sobre su hombro, topándose con la mirada de un hombre que golpeó duramente su autoconfianza.

Era mucho más alto que él, mayor también en edad y quizá en habilidad. Por su porte y complexión era sin duda un guerrero, poseedor de largo cabello azulado que le cubría parcialmente uno de sus ojos verdes.

—Señor Albert —ambos guardias lo saludaron con solemnidad.

—Co-cosas sin importancia, este joven ya se marchaba —explicó el más veterano de ellos.

Aún cuando portaba un atuendo sencillo, la confección de su vestuario era más distinguida que la de los custodios: traje de batalla gris sobre la que se montaba una armadura ligera de hombreras cortas sujetas a un peto negro; un ancho cinturón que tenía incrustaciones doradas; botas que se encintaban alrededor de sus piernas hasta llegar a las rodilleras; brazos cubiertos por vendas desde los nudillos hasta los codos.

El llamado Albert pasó al lado de Sugita sin quitarle los ojos de encima. El que el chico no bajara la mirada revelaba agallas, pero también insolencia.

— ¡Abran la puerta, el señor Albert ha vuelto! —ordenó en voz alta el centurión, siendo segundos después en que el gigantesco portón comenzó a abrirse.

— Oigan, todavía no terminamos —advirtió Sugita a los guardias, que parecían haberse olvidado de él.

— ¿Sigues aquí? Por si no lo has entendido no estamos admitiendo reclutas en estos días, regresa en unos meses y tal vez tengas mejor suerte— mintió el joven guardia, esperando que fuera suficiente.

Atento a la conversación, el peliazul decidió intervenir sin siquiera volverse —Déjame adivinar — las puertas apenas se estaban moviendo cuando él dio una señal con la mano para que se detuvieran—: otro iluso aspirante a santo —comentó con sorna—. Parece que todos son iguales, hechos con la misma plantilla. Una sola mirada basta para saber que sería inútil, ni siquiera superarías la primera prueba —aclaró con severidad—. Por lo que te aconsejo que busques un oficio más a acorde a tus capacidades como, no sé, tal vez dedicarte a plantar nabos.

Sugita estaba acostumbrado a que lo subestimaran por su edad y complexión delgada pese a los años de arduo entrenamiento, siendo su propio maestro del quien más burlas ha recibido en su vida. Por ello sabía cómo sopesar ese tipo de bravuconerías.

— Cielos, parece que el Santuario no es como dicen entonces. ¿Acaso no les enseñan las reglas básicas del combate? No deberían juzgar a una persona sólo por su apariencia —Sugita pasó el saco que colgaba de su hombro izquierdo hacia el derecho—. Si fuera un enemigo, sus burlas ya les hubieran costado la vida. Por lo que si todos en el Santuario son como ustedes, tal vez mi camino sí está en otra parte.

—¡Chiquillo endemoniado! —exclamó el guardia de cabellos rubios—. ¡¿Nos estás amenazando?!

Con lanzas en mano, los dos guardias estuvieron a punto de echársele encima cual fuera un bandido, mas una sola palabra de Albert bastó para dejarlos inmóviles.

— Alto —obedeciendo cual ratas asustadas.

Albert giró un poco el rostro hacia el aspirante a santo— Está bien, pareces tener mucha confianza en ti mismo —dijo con desafío—. ¿Qué te parece si hacemos esto? Te permitiré que me demuestres que me equivoco y así haré una excepción para dejarte pasar.

— ¡Pero señor...! —los guardias se sobresaltaron.

— ¿Lo dice en serio? —Sugita dudó.

Albert asintió —Si no te venzo de un solo movimiento, serás libre de pasar por esta puerta.

El chico se tomó un momento para pensarlo — ¿En verdad es así de fuerte o sólo es un petulante?... No, algo no está bien —su sexto sentido, uno que lo ha salvado en más de una ocasión de cometer grandes errores, le advertía que no se dejara provocar.

 

Los custodios imaginaron que Sugita soltaría su valija para aceptar el desafió, sin embargo, el chico los sorprendió al declinar la oferta.

—Lo siento pero, si mi futuro depende de algo tan trivial no creo que valga la pena el esfuerzo —alzó los hombros con resignación—. Ninguno de ustedes es a quien he venido a ver, por lo que gracias por su tiempo, caballeros —dando media vuelta y alejándose a pasos calmos.

Los guardias guardaron silencio, no deseando importunar al señor Albert con sus comentarios.

Albert sonrió, reanudando su camino hacia el interior del Santuario.

—No creo que los moleste más —aseguró, ordenando que el portón se abriera—. Los niños hablan mucho cuando quieren fingir valentía. Sigan en sus posiciones, reporten cualquier anomalía —indicó a los obedientes custodios.

 

//////

 

Tras alejarse lo suficiente de la entrada del Santuario, Sugita refunfuñó, pateando una piedra que cayó por el acantilado— ¡Qué sujeto tan engreído! — seguro de que nadie lo escuchaba.

— Sí, la verdad es que es todo un pelmazo — concordó alguien de voz risueña.

Sorprendido por segunda vez en el día, Sugita miró asustado hacia su derecha, encontrando a un muchacho de su edad, tal vez habitante de Villa Rodorio,  descansando cómodamente sobre una pila de rocas donde parecía haber estado holgazaneando todo el día.

Manteniendo los brazos como almohadas para su cabeza, el joven le sonrió antes de volver a hablar— No me digas, te cerraron la puerta en la nariz a ti también.

— Estabas observando, ¿eh? — intuyó Sugita.

— Bueeeee... Sí, algo así. No me culpes, es divertido ver cuando a viajeros como tú los echan a patadas de allá arriba. Si vieras todas las lágrimas que he visto, huesos rotos y demás cosas feas —comentó burlón el chico de cabello negro—, pero es la primera vez que pasa algo diferente...

— ¿El que alguien salga ileso? —bromeó el aspirante.

— El que rechazaran una oportunidad como la que se te fue dada —explicó el pueblerino de ropa polvorienta—. Fue lo más sensato que pudiste hacer, dicen que ese hombre es invencible, que no ocupa ni moverse para dejar a alguien medio muerto— dramatizando un exagerado desmayo para reanimarse al instante y señalarlo con el dedo índice—. Tú, amigo, sí que conoces tu verdadera fuerza y la utilizas con responsabilidad, no para responder ridículas altanerías de un pobre diablo. Autocontrol, eso me gusta, sí—asintiendo repetidas veces.

—Sí... Bueno... ¿Gracias? Aunque eso de nada me sirve, no si a quien debo simpatizar son unos idiotas...

—Oh vamos, no juzgues a todos por igual —intentó animarlo como si fuera su amigo de toda la vida—. Al pueblo bajan la mayoría de los santos cuando necesitan distraerse o buscan contacto con el mundo real, incluso el mismo Patriarca lo visita. Te aseguro que son buenos tipos, pero desde que ese Albert ronda por aquí todo se ha vuelto un poco... estricto.

— ¿Y tú como sabes tanto? —preguntó Sugita, desconfiando.

— No me lo creerías si te lo dijera —sonrió traviesamente—. Puedes llamarme Sasori —se presentó, haciendo rápidos malabares con un par de piedritas.

—Soy Sugita.

—¡Ah, japonés! —Sasori se levantó rápidamente, emocionado por el descubrimiento—. Tus oportunidades se incrementan, amigo. ¿Sabes? Usualmente no le digo esto a nadie pero, hay una forma en la que puedes escabullirte para ver al Patriarca —comentó en voz muy baja, preocupado por el que alguien más pudiera oírlo—. Él es un hombre de razones, seguro te irá mejor con él que con esa banda de palurdos. Desafortunadamente para ti, un hombre de su categoría no va estar en el recibidor esperándote, ¿verdad?

— ¿Me crees un tonto? —Sugita retrocedió, incómodo al creer haber descubierto las intenciones del muchacho—. De seguro estás a punto de pedirme dinero, lo siento pero aunque lo tuviera no se lo daría a un estafador.

—Ey, ey, no te precipites — pidió, acompañando al japonés que bajaba por la pendiente—. No pienso pedirte nada, de hecho es una opción tan riesgosa que lo pensarás dos veces antes de intentarlo —Sugita se detuvo, esperando encontrar la manera de quitárselo de encima—. Escucha, el Santuario es una fortaleza natural, rodeada por grandes montañas y abismos. El camino por el portón principal es el más seguro y viable, pero si logras cruzar por la ruta no turística pues... tendrás una oportunidad y el resto dependerá sólo de ti.

Entrar de esa forma sería lo mismo que haberlo hecho por la fuerza— el aspirante meditó—. La otra alternativa sería esperar a que el Pontífice bajara al pueblo en algún momento, si es que las palabras de este sujeto son reales.

—... Si no esperas nada a cambio, ¿por qué te interesa tanto ayudarme? —decidió preguntar.

— Eres de los que duerme con una daga debajo de la almohada, ¿verdad? —bromeó el pueblerino—, pero está bien, yo entiendo. La respuesta es fácil, yo realmente admiro a los guerreros del Santuario y creo que es un desperdicio que buenos reclutas sean rechazados injustamente, por lo que lo tomas o lo dejas, es tu decisión.

— ¿Cuántos más lo han intentado? —Sugita preguntó, intuyendo que no era el primero en escuchar tal propuesta.

— Pueeeees… algunos, no demasiados, la verdad no llevo la cuenta, pero ninguno de ellos me ha dado tan buena espina como tú.

—Eso es muy alentador.... —resopló, indeciso.

—Como suelo decir: es mejor pedir perdón que permiso. Pero si te llegaran a atrapar, tú nunca me has visto, ¿de acuerdo?

— ¿Me crees un soplón? —Sugita enarcó una ceja.

—No, no, no, claro que no, pero hay veces en las que el dolor te hace decir cosas que no quieres —añadió, manteniéndose sonriente en todo momento—. ¿Entonces que dices? ¿Lo intentarás?

 

//////

 

En un lugar distante.

 

Un hombre caminaba con tranquilidad por el desierto inclemente. Bajo el fuerte rayo del sol iba protegido por una burda túnica de viajero, avanzando contra el viento árido como si aquello fuera un paseo de placer.

Desde que se convirtió en rey, sus pies no siguieron otra ruta mas que la indicada por los Grandes Espíritus, una que estuvo repleta de enseñanzas y misiones que lo mantuvieron en constante desasosiego, un modo de vida distinta a la que idealizó en su niñez, y la que ingenuamente creyó sería posible si se volvía Shaman King.

 

Mas ahora los espíritus callaban, quizá porque ya no tenían nada más que decir…

Su peregrinaje por el desierto comenzó como una prueba a dicho silencio, creyendo que era algo pasajero y que en cualquier momento volvería a escucharlos para reanudar la marcha… pero su predicción falló.

Tal vez había llegado el momento que tanto anheló, la señal que indicaba que después de tanto esfuerzo y dedicación todo se encontraba en balance.

 

Incapaz de creerlo, rememoró la larga lista de sus acciones los últimos años, creyendo que algo pudo fallar, mas sonrió al darse cuenta que ya todo estaba colocado en el lugar indicado.

Sus pies, calzados con simples sandalias, se detuvieron al divisar a alguien aparecer en el camino, como si se tratara de un espejismo entre el ventarrón.

Lo buscaba, señor Asakura —lo saludó con una ligera reverencia.

El Shaman King lo reconoció al instante como un amigo confiable.

— ¡Ah, saludos! Parece que sólo fue ayer la última vez que nos vimos —Yoh Asakura respondió, debiendo sujetar su largo cabello con la mano para que el viento no lo arremolinara sobre su cara.

El tiempo es apreciado por los vivos de manera diferente —se atrevió a responder el encapuchado frente a él—. He terminado con el entrenamiento del joven que puso bajo mi tutela, su camino a convertirse en uno de los ochenta y ocho santos ha dado inicio.

— ¿De verdad? Me alegra escucharlo, su padre de seguro también estará feliz —añadió—. Ha superado todas mis expectativas... es tan joven.

No existe edad para servir a Atena, yo lo era mucho más cuando vestí por primera vez mi ropaje sagrado— alegó el encapuchado, recordando tiempos gloriosos.

— Te creo. Bien, eres otro maestro que me ha traído tan buenas noticias, me gustaría que me hablaras un poco más de tu pupilo, ¿qué contribución crees le brindará al Santuario?

¿Desea una respuesta sincera?

— Con la mayor honestidad posible —Asakura pidió, alzando el brazo para apaciguar el mal clima, pues deseaba escuchar con claridad la voz de su amigo. El desierto obedeció, aplacando el viento turbulento.

Temo que su destino dual sea un contratiempo para el Santuario. Nació bajo una de las estrellas del zodiaco por designio de los dioses, pero la sangre de su madre lo condena a tener que obedecer a otra voluntad... Que las Moiras permitieran tal cosa continúa siendo un enigma para mí.

—Despreocúpate —lo interrumpió el rey de los shamanes, bebiendo de una cantimplora que sacó de entres sus ropas—. Lo tengo resuelto, nadie se impondrá a la decisión del chico, puedes estar tranquilo —aseguró después de varios tragos de agua—. Por lo que ignorando ese detalle, ¿qué más me puedes decir?

—... Sugita es todo lo que un guerrero sagrado debe ser, un hombre leal, dedicado y honesto. Aún con los pormenores de su edad, y del plazo que usted nos trazó, no existía nada más que pudiera enseñarle, su entrenamiento está completo, el resto lo aprenderá ejerciendo el oficio.

— Entonces, ¿de verdad estás satisfecho con la elección, lo consideras un buen sucesor para el puesto que una vez fue tuyo? —Asakura inquirió.

Sí, lo estoy —aseguró, asintiendo—. Sólo desearía que...— calló, sabiendo que sus siguientes palabras podrían ser inapropiadas, como admitir que había formado a un guerrero débil e inepto que no podría lidiar con los dilemas complejos que un santo debe afrontar.

Para Yoh Asakura fue fácil saber lo que el alma de ese hombre intentó esconder, por lo que respetando su sentir es que prosiguió— Agradezco mucho tu sinceridad y que hayas decidido ayudarnos en esta tarea, por lo que llegó el momento de la gran pregunta, la misma que le he hecho al resto de tus compañeros que fueron invocados: ¿estás listo para partir?

El encapuchado asintió de inmediato —Ya que mi deber ha concluido no hay razón para permanecer en este mundo… mas si mi diosa lo ordena, volveré como su aliado las veces que sean necesarias, señor Asakura.

—Ruego para no tener que interrumpir su sueño eterno otra vez —el shaman aclaró—, ya han hecho suficiente, el resto déjenoslo a nosotros.

El encapuchado asintió, extendiendo la mano hacia el shaman en un acto de despedida.

Asakura la estrechó con camaradería y agradecimiento, liberando de todo compromiso terrenal al alma del valiente guerrero que le prestó su ayuda.

— Ve en paz, santo de Atena —Asakura musitó, atrapando en brazos al hombre que delante de él colapsó.

 

//////

 

Grecia.

 

Sugita se aferró fuertemente a la pared rocosa cuando apoyó el pie en una saliente que no aguantó su peso.

Miró hacia abajo, siguiendo las rocas que se desprendieron por el vacío, atemorizándole la oscuridad del abismo sobre el que colgaba. Se obligó a ver hacia arriba para retomar el camino que el cielo estrellado le indicaba.

 

Era de noche, siendo la luna la única fuente de luz para guiarse en las escarpadas montañas. Desde que le mostraron el pasadizo, ha estado escalando y saltando entre la meseta.

Tal situación le hizo recordar cuando su maestro lo obligaba a escalar con una roca pesada atada a la cintura. En comparación con tales vivencias de su niñez, esto era un juego, pero uno nada divertido.

Todo sería más fácil si dejara de reprimir sus habilidades, pero aún ante la aparente soledad, Sugita eligió ser precavido, no quería ser captado por los sentidos especiales de quienes habitaban el Santuario.

 

Llegó hasta una cima plana donde se permitió descansar, siendo en tal momento de quietud en que lo asaltó la duda sobre lo que estaba haciendo. Sentía que se había precipitado, que tal vez no era tarde para regresar, elegir el camino de la espera y cruzar los dedos.

El Patriarca podría considerar todo esto una ofensa, expulsarlo o algo peor...

Se recostó, ofuscado, maldiciendo en silencio a Deneb, pensando en que si lo hubiera acompañado no estaría en esta encrucijada… o tal vez lo planeó desde un principio, sabiendo que esto sucedería, siendo una última prueba… o la burla final.

 

Estaba cansado y el hambre era insoportable. Buscó en el saco que ató a su espalda, metiendo la mano hasta el fondo donde sabía que encontraría una hogaza de pan. La ocultó ahí antes de iniciar su viaje por el mar, prometiéndose que no recurriría a ella a menos que ideas caníbales comenzaran a contaminar su mente. Por fortuna la travesía pasó sin demasiados problemas y ni él ni Deneb sufrieron de delirios en el océano.

 

El pan estaba duro, desabrido, pero su estomago agradeció hasta la última migaja.

Una vez terminó, se dijo a si mismo que lo mejor era retroceder, aun cuando ya podía ver algunos pilares de construcciones a lo lejos.

Convencido de ser lo correcto, emprendió el regreso a Villa Rodorio, mas no avanzó demasiado cuando su desgastada mochila cayó por una pendiente tras haberse roto la soga con que la sujetaba.

Lo que faltaba —pensó con hastío, deslizándose por la pared para ir en su búsqueda.

Sus pertenencias carecerían de valor para cualquier extraño que indagara en ellas, mas para él eran importantes, recuerdos de lugares que conoció, cartas antiguas que recibió de su padre y un pequeño retrato de la mujer quien fue su madre.

 

Por suerte, el saco no cayó demasiado profundo, algunos papeles escaparon por la nueva abertura que se hizo en la tela. Pese a la penumbra logró reunir todo rápidamente, preguntándose cómo es que iba a reparar el daño en la valija.

Estaba tan distraído pensando en cómo utilizar el hilo de pesca para tal manualidad que no fue hasta que unas diminutas rocas rodaron a su espalda que se supo acompañado.

 

Al saberse descubierto, el acechador olvidó la cautela, saltando desde su posición con una pierna extendida.

El chico tardó en reaccionar, por lo que recibió una patada en pleno rostro, tras la cual el atacante retrocedió por precaución.

Sugita cayó al suelo, desde donde vio a su agresor, un joven de cabello rojo y mirada decidida; vestía un uniforme azulado similar al de los guardias de la entrada. Por la ausencia de armas y su excelente pose defensiva, intuyó que podría ser un aspirante a santo o un recluta sobresaliente.

—No sé quién eres, ni por qué pensaste que irrumpir en el Santuario de esta manera era lo más inteligente, pero ninguna intrusión es permitida, mucho menos tolerada —el delgado muchacho aclaró con severidad, manteniendo la guardia en alto.

— ¡E-espera, no estoy aquí para pelear, ni causar daño! —Sugita pidió al erguirse, alzando las manos para mostrarse lo más sumiso posible —. Fue una equivocación.

— Ni el aldeano más atolondrado de Rodorio podría llegar hasta aquí por accidente, por lo que más vale que dejes de fingir, revela tus verdaderas intenciones —el pelirrojo exigió con valentía.

— Está bien, tranquilo, escucha, estoy aquí para ver al Patriarca— Sugita decidió confesar—, tomé la decisión equivocada y…

— Nadie ve al Patriarca sin su consentimiento —interrumpió el joven de manera tajante, manifestando su cosmos—. Has quebrantado la ley, por eso debes ser castigado.

El guerrero tenía derecho de desconfiar, ningún aliado del Santuario optaría por entrar a éste por las sombras, únicamente un enemigo avanzaría por las montañas hasta su objetivo. Además, sus sentidos le advertían que el invasor ocultaba su poder a propósito.

—Te desenmascararé —le dijo de repente, moviendo los brazos ligeramente hacia atrás y precipitarlos hacia al frente en un instante. De sus puños liberó una ventisca de cosmos que tomó la forma de dos dragones serpentinos que volaron hacia Sugita con ferocidad.

El incauto invasor se sorprendió un instante, mas logró apartarse de un salto empleando únicamente su agilidad, refugiándose en una zona más baja de la montaña.

Es veloz —pensó el guerrero del Santuario, quien extendió su dedo índice hacia el intruso que creía intentaba escapar. Disparó un delgado rayo de luz con el que trazó un círculo alrededor de donde pisaba el forastero.

Sugita observó aquello, sin darse cuenta que terminó en medio del círculo perfecto que al completarse brilló con intensidad, liberando una fuerza cósmica hacia el cielo como si se tratara de un imparable géiser.

Sugita quedó atrapado en una columna de energía, rocas y cristales que lo elevó por los aires, mientras incontables fragmentos de cristal golpeaban y cortaban su cuerpo.

 

El guerrero del Santuario esperó ver caer del cielo el cuerpo de su oponente, pero lo único que descendió fueron retazos de viejas cartas. Vio al chico de coleta parado en otro lugar, a salvo, su cuerpo presentaba algunos cortes pero nada que hiciera peligrar su vida o que le impidiera seguir luchando.

Eso fue peligroso — Sugita pensó, mirando de reojo la sangre en su brazo izquierdo —. Él de verdad quiere herirme, pese a que no lo he dado ningún motivo.

— Eres bastante escurridizo, pero eso no será suficiente —advirtió el guerrero, volviendo a tomar la postura de su primera técnica.

— Si no puedo convencerte con palabras, será a tu modo entonces —Sugita no iba a reprimirse más—. Ataca, adelante, mas debo advertirte que descubrí tu punto débil, por lo que si fuera tú me lo pensaría dos veces antes de volver a ejecutar esa misma técnica— aclaró, sonriendo triunfante.

El pelirrojo se estremeció al escucharlo, sabiendo de antemano la existencia de una debilidad en su técnica como él acababa de afirmar. ¿Pero sería posible, así nada más, viéndola una sola vez? — ¡No, sólo alardea! —se convenció, decidido a comprobar si su entrenamiento en el Santuario ha servido de algo.

— ¡Osadas palabras para alguien que está a punto de caer!— bramó, liberando los dragones encolerizados.

Anticipando el ataque, Sugita aguardó el momento justo en que el brazo izquierdo del guerrero bajara, dejando su pecho a merced de cualquier ataque por una milésima de segundo.

Cuando vio ese espacio libre de cualquier defensa, Sugita se lanzó contra el aspirante a santo, eludiendo a los dragones con una ágil acrobacia, pasando en medio de ellos para precipitar su brazo hacia un único punto.

El pelirrojo quedó paralizado por la fuerte presión con la que el invasor le sujetó el hombro, empujándolo contra el suelo donde lo hizo girar con una rápida llave por la que terminó inmóvil y con un brazo a poco de dislocarse si es que decidía luchar para liberarse.

Con el rostro contra el polvo, el guerrero del Santuario miró frustrado al impertinente muchacho que lo retenía empleando sólo su peso.

— ¡¿Qué pretendes?! ¡¿Que suplique?! —bramó furioso.

— Sólo quiero que te quedes quieto y me dejes marchar.

El sometido rio— ¿Bromeas, cierto?

— Dame una oportunidad, esto no tiene por qué complicarse más —rogó.

— Je, creo que es demasiado tarde para eso —murmuró, atento a los movimientos que se efectuaban en la cercanía.

Sugita lo tomó como una advertencia, mirando en redondo y notar que estaban rodeados por diez siluetas que bien podrían ser aprendices o guardias, más sólo una de ellas resaltaba para sus sentidos, el de la mujer enmascarada que se adelantó a la formación.

— Parece que es nuestro día de suerte— dijo ella, con su voz afectada por la máscara plateada que portaba—, atrapamos a un lindo espía.

Ninguno de los nueve hombres que ella dirigía se movió, mas estaban listos para actuar en cuanto se les diera una señal. Nadie dijo nada tampoco, quizá siendo la forma en la que le daban la oportunidad de reflexionar su próxima decisión.

Ante la situación, Sugita comprendió que era tarde para deshacer lo que había hecho, por lo que llegó la hora de aceptarlo, tenía que rendirse y afrontar las consecuencias.

 

En cuanto liberó al pelirrojo retrocedió, no quería que malinterpretaran que lo tenía como rehén.

— Buen chico —comentó la enmascarada, ordenando con un simple meneo de cabeza a dos de sus vasallos que lo apresaran.

Sugita no se resistió, pero aún así le sujetaron cada brazo como si fuera el más violento de los prisioneros.

— Todo esto es un malentendido —se animó a decir, en tono de disculpa.

— Eso no me concierne decidirlo —explicó ella, dando media vuelta, siendo el momento en que le vendaron los ojos.

 

///////

 

A ciegas se dejó guiar  por sus captores, quienes lo condujeron por lo desconocido hasta que tras un empujón cayó de rodillas al suelo, pudiendo interponer las manos libres para evitar golpearse la frente contra los escalones delante de él.

La venda cayó al mismo tiempo en que sus piernas se posaron en la tierra, siendo el calzado de un hombre lo primero que pudo ver.

— Resultaste ser más persistente de lo que preví —dijo una voz arrogante que sería difícil de olvidar.

Aún era de noche, pero la presencia de fogones ardiendo en las escaleras exteriores de un templo cercano le permitía ver con claridad a todos quienes lo rodeaban.

Al alzar la cabeza Sugita se encontró al hombre de cabellera azul que le negó el acceso al Santuario.

A sus costados, en una formación que le dificultaría cualquier intento de escape, estaban los dos hombres que lo apresaron, la esbelta enmascarada y el aprendiz al que enfrentó.

— ¿Lo conoces? —la mujer cuestionó con extrañeza.

Albert se cruzó de brazos— No es más que un niño que no acepta un no por respuesta —respondió con un deje de desprecio, sin apartar la mirada del intruso, quien se la devolvía con el ceño levemente fruncido—. Explíquenme qué es lo que pasó —pidió a sus compañeros de armas.

— Sieg fue quien lo interceptó —indicó la amazona, a lo que el joven aprendiz dio un paso al frente para dar su versión de los hechos.

A la luz del fuego, Sieg se dio cuenta que trató todo este tiempo con un chico más joven que él, ¿cómo era posible que un niño así le hubiera causado tantos problemas?

—Fue cuestión de suerte que me percatara de su intrusión, señor Albert, pero en cuanto lo hice decidí confrontarlo. Mencionó que el Sumo Sacerdote es su objetivo, por lo que me sentí obligado a actuar por mi cuenta.

—Y te sometió, según escuché —Albert comentó, desaprobando su desempeño.

Sieg inclinó la cabeza, avergonzado.

Sugita sonrió con amargura, asombrado por cómo estaban torciendo sus palabras.

— Entrar al Santuario sin autorización es una gran ofensa; agredir a un guerrero de Atena en tierra sagrada es todavía mucho peor — recriminó Albert al prisionero.

—Estoy consciente de mis faltas —Sugita intentó levantarse, pero los guardias lo obligaron a permanecer en su lugar— ...Y por ello pediré perdón, aceptaré el castigo justo por ellas —juró con valentía—, pero lo haré sólo ante el Sumo Pontífice y ante nadie más.

—Parece que no te das cuenta de la delicada situación en la que te encuentras, no estás en posición para actuar con tanta soberbia —reprendió Albert, molesto por el que subestimara su autoridad.

Los demás se preocuparon, pues si él perdía los estribos ninguno podría detenerlo.

—Albert, basta ya —intervino alguien que bajaba con tranquilidad la escalera cercana—, ¿no crees que estás siendo un poco duro con el chico?

Escalones más arriba de donde se encontraba Albert, un hombre con actitud relajada apareció; alto, de piel clara, ojos azules, cabello oscuro del que resaltaban un par de mechones rojos. Vestía el mismo tipo de uniforme que Albert, indicando su posición como guerrero de élite.

—Souva, no te entrometas —Albert reprendió, sin siquiera dirigirle la mirada.

—Lo siento pero, me enteré del alboroto y decidí venir a conocer al poderoso invasor del que está hablando la guardia —el llamado Souva se detuvo a la diestra de Albert, posicionándose como un igual—. ¿Y esto es lo que me encuentro? ¿A un niño en vez de a un gigante de tres metros? Qué gracioso —sonrió totalmente sarcástico.

Ignorando por completo la mofa, Albert preguntó: — Estaba por decidir cuál será la mejor penitencia para él, ¿alguna sugerencia?

— ¿Penitencia? Por favor Albert, peores cosas se han hecho por aquí y el Patriarca los envía a casa a pensar en lo que hicieron, a lo mucho a limpiar las letrinas de las barracas —Souva respondió hilarante, logrando que la mujer sonriera debajo de la máscara.

— El Pontífice me dejó a cargo —Albert replicó—. No soy como él.

— Por Atena que no —susurró Souva, carraspeando la garganta.

— Estoy cansado de la poca disciplina que hay en el Santuario. Creo que debemos mostrar mano dura de vez en cuando.

— ¿Y vas a empezar con el chico? Qué desafortunado —Souva miró de reojo al prisionero —. ¿Qué es lo que exactamente buscaba este incauto niño?

 

Al percibir que el recién llegado era una personas más comprensiva, Sugita se apresuró a decir— ¡El único motivo por el que estoy aquí es para convertirme en un santo, servir a la diosa Atena es mi deseo y sólo el Sumo Pontífice puede hacerlo posible! —tomó aire, sabiendo que habló demasiado rápido—. He entrenado toda mi vida para el día en que tuviera que venir hasta aquí y demostrarle que estoy capacitado para el puesto.

Al escucharlo hablar con tal convicción, Sieg tuvo deseos de ponerse de su parte.

—Es evidente que conoce sobre el cosmos —indicó la experimentada amazona—. Está activo en él y lo domina.

—Concuerdo con Shaina —secundó Souva—, y hasta tú debiste percatarte de ello en cuanto lo viste, ¿o no? Yo digo que le demos una oportunidad, recuerda que al Patriarca no le gusta perder a ningún joven con talento. Pero ya que eres tan paranoico, ¿por qué no lo compruebas tú mismo, Albert? Ya sabes —se tocó la frente con un dedo—, has eso que siempre haces. Descubre si lo que dice este chico es cierto o un engaño— aconsejó, sabiendo que si Albert deseaba conservar la apariencia de hombre justo y respetable ante todos, debía dejar a un lado la soberbia para buscar la verdad.

Albert lanzó una despiadada mirada contra su compañero, adivinando su intento de manipulación.

Aunque la tensión entre ellos fue evidente, Albert tuvo que ceder, por lo que bajó un par de peldaños, extendiendo la mano hacia el prisionero. Por reflejo, Sugita echó la cabeza hacia atrás cuando intentó tocarlo.

—No te muevas, esto no dolerá — explicó con actitud paciente.

Sugita buscó el consejo silencioso de Souva, quien asintió, animándolo a aceptar.

En cuanto el chico accedió, Albert posó la mano sobre su cabeza, cerrando los ojos para conectar su mente con la del prisionero.

Souva y Shainan sabían sobre las habilidades mentales de Albert, por lo que aguardaron en silencio. Sólo los dioses saben cómo reparten esa clase de poderes en los seres humanos; tal vez previeron que en su vida Albert sería un hombre desconfiado.

 

A través del enlace mental, Albert comprobó que lo que Sugita aseguraba era cierto, había sido entrenado en las artes de los santos; vio el rostro del maestro que lo adiestró, descubriendo el poder que le fue heredado; vio rápidamente una película que iba en retroceso, más Albert decidió buscar más alla, pues su habilidad no se reducía a la simple telepatía, de algún modo, en ocasiones, podía ver más allá de los recuerdos, lo oculto en el alma, el origen de todo.

 

Sólo fueron meros segundos tras los que Albert abrió los ojos, tardándose en retirar la mano. Su gesto se tornó más serio de lo habitual al meditar cuál sería su siguiente acción.

En silencio él se volvió, comenzando a ascender las escalinatas para alejarse de todos los presentes. Souva fue asaltado por un mal presentimiento, mas aguardó a que se dignara a decir algo más.

Albert subió varios peldaños hasta que decidió detenerse. Manteniéndose de espaldas ordenó—: Será enviado a Cabo Sunion.

— ¿Qué dices? —Souva exclamó, contrariado, un sentimiento que compartió con Shaina y  Sieg—. ¿Acaso te has vuelto loco? —espetó, dándole alcance para encararlo.

—Centuriones, hagan lo que les digo —Albert ignoró los reproches de su compañero.

 

La reacción de Souva alarmó a Sugita, quien estuvo a punto de golpear a los guardias que lo levantaron bruscamente del suelo, mas el mismo Albert lo tranquilizó, enviándole un mensaje que sólo él pudo escuchar.

Si estás dispuesto a convertirte en un santo sin importar el costo, entonces deberás aceptar esta prueba. Por mi honor y título de santo de Géminis, te juro que si superas esto yo mismo te llevaré ante el Patriarca y le pediré Atena que te acepte como uno de nosotros.

Sugita dudó un instante pero, algo dentro de él le pidió confiar en las palabras de ese hombre. Después de todo, un santo de oro no se atrevería a romper una promesa, ¿no? Además, él llegó al Santuario buscando probar su aptitud y demostrar que podía ser un santo, si ésta era su oportunidad entonces la aprovecharía, por lo que permitió que los guardias lo guiaran.

 

—Albert, ¿qué crees que estás haciendo? —rezongó Souva—. Acepto que el Patriarca te haya dejado a cargo en su ausencia, mas creo que estás tomando decisiones equivocadas ¿Qué pasa contigo? —reclamó, irritado—. ¿Cabo Sunion, en serio? ¿Qué es lo que viste en la mente de ese chico como para mandarlo a vivir ese infierno?

— No tengo porque darte explicaciones —dijo sin remordimiento. Quiso avanzar, mas Souva lo sujetó por el brazo, obligándolo a parar.

—Me enferma tu maldita forma de ser —aclaró—, si tolero esta ridiculez es porque el Patriarca te cedió algunas libertades y fui testigo de ello, sin embargo, aunque a mi no me tengas que explicar nada, espero que tengas una buena excusa para convencerlo a él de que tu decisión fue sensata.

—Suéltame, no lo repetiré dos veces —amenazó, manteniéndose sereno—. Para que te quedes tranquilo, Souva, te confesaré que no es mi intención que el chico muera. El resto de este asunto será entre al Patriarca y yo, ¿quedó claro? —preguntó, esperando a que lo libere por voluntad propia.

Souva lo soltó de mala gana, maldiciendo algo en su idioma natal, mas Albert no avanzó hasta decir una última cosa—: Por cierto, creo que es tiempo de que dejes tu ridícula actuación de muchacho pueblerino que alienta a sucios rapaces a violar la ley; si no quieres que estas cosas sigan pasando, claro.

Souva enchuecó la boca con fastidio, su pasatiempo fuera del Santuario había sido descubierto. Fue una mala idea dejar que Albert leyera la mente de Sugita, no porque descubriera su participación en esto, no, sino porque no imaginó que el chico terminaría en tal lio.

Niño, ¿en que te he metido? —pensó, afligido.

 

 

FIN DEL CAPITULO 01


Editado por Seph_girl, 01 febrero 2020 - 15:50 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#18 Lady_Death

Lady_Death

    Sposato con Maschera Mortale ♥

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Publicado 24 enero 2009 - 21:44

Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmh... interesante.... muy interesante... cuanta curiosidad despierta.... mmmmmmmmmmmmmmmh...... bueh! Vamos a ver como sigue esto.. Mira que hasta ahora yo lo veo bastante bieeen... aunque no soy de tener paciencia...

Me gusta mucho el fic y me gusta que escribas cap largos.. seguí así!!! ^^

Bye!!


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~A mitad del camino de la vida

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado.~


#19 Chiriko_Casiopea

Chiriko_Casiopea

    Miembro de honor

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Publicado 11 febrero 2009 - 09:08

Guau intersante... Albert es el caballero de Géminis y Souva?? Vaya esta historia me llama mucho la atención, es interesante y original, ¿Volverás a actualizar pronto??

Besos Dohko.gif
SECTA DE LOS ROSTROS MUERTOS ADORNARÁS NUESTRA PARED...





#20 ...

...

    Visitante

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Publicado 11 febrero 2009 - 23:05

largisima me gusto

CITA(... @ Feb 12 2009, 04:04 AM) <{POST_SNAPBACK}>
largisima me gusto

sobervia idea la tuya




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