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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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373 respuestas a este tema

#161 Lunatic BoltSpectrum

Lunatic BoltSpectrum

    ¡Sagrado corazón de Jesús en vos confío!

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Publicado 05 julio 2013 - 11:21

como siempre excelente capitulo

 

espero ver la continuación de este de nuevo arco argumental (se dice asi?)

 

saludos

 

:s50:



#162 ƊƦąğoɳ_ǤįƦȴ

ƊƦąğoɳ_ǤįƦȴ

    Doncella Dragón

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Publicado 07 julio 2013 - 23:11

Este primer capítulo me ha gustado, ya que me parece un tanto introductorio para este inicio de arc. 

Muy atinada la descripción del templo marino, y además creativa la idea que los marines defiendan una isla además del pilar....otra cosa que me agradó es que incluyeras a una marine mujer, además de Tethys nunca se ha visto una mujer vestida con una escale.

El carácter de Dragón Marino, Enoc, me simpatiza, brabucón e inteligente. 

Espero que pronto traigas el siguiente capítulo ya que dejaste muy emocionante este sorpresivo evento, en el cual revelas la identidad de la supuesta doble personalidad de Albert.... 

saludos! 


SOCIEDAD DE LA BALANZA

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Even if you can hear my voice, I'll be right beside you

 


#163 Shiryu

Shiryu

    Miembro de honor

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Publicado 14 julio 2013 - 07:52

Te molesta que te lo coja el Legado y me lo copie al ordenador en Doc ademas esta tan perfecto que me engancho desde el comienzo


Editado por Shiryu, 14 julio 2013 - 07:53 .

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#164 PegasusJuanxo

PegasusJuanxo

    ''Omega mejora algún diá''

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Publicado 21 julio 2013 - 16:16

bueno aún leyendo pero muy bueno c:


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                                                   PegasusJuanxo  Pronto vendrá a por Athena  :s55:  :s96:  :57:  :m1:    


#165 Seph_girl

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    Marine Shogun Crisaor / SNK Nurse

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Publicado 09 agosto 2013 - 11:22

¡Saludos mis amables lectores!

La demora ya es clásica conmigo pero a veces no es totalmente mi culpa.... sin embargo aqui estoy de nuevo con un episodio más de esta historia.

Primero que nada, gracias por dejar sus comentarios, siempre los aprecio mucho Boltspectrum y Dragon girl son los más visibles =)

 

Y bienvenidos a los dos nuevos lectores. Shiryu pues si es para leer los episodios no tengo nada en contra de que los guardes n.n

Y PegasusJuanxo espero la historia sea de tu agrado n_n

 

Y ya para no quitarles más el tiempo, comenzamos el siguiente episodio.

 

----------***********-------------

 

El cuervo negro que acompañó a los santos al reino de Poseidón, volaba bajo entre arrecifes que formaban un laberinto con pasadizos estrechos, obstruidos y engañosos. El ave solía detenerse y estudiar con cautela el entorno tenebroso de la zona. La neblina que recorría ese laberinto de altos e irregulares muros le dificultaba su búsqueda. Cuando pasó cerca de una formación oscura, un par de brazos emergieron de entre la espesa niebla, atrapándole.

 

El ave chilló y se retorció intentando liberarse de las manos que, pese a que le sujetaban con fuerza, no le hacían daño.

— Qué extraño… es la primera vez que veo un ave en este reino —musitó la persona que con sutileza comenzó a acariciar la cabeza del animal.

Aunque el ave intentó resistirse, tal atención logró doblegar su carácter hasta quedarse tranquila.

— … ¿Qué es lo que haces aquí? ¿Quién te envió amiguito? —le preguntó el joven de ropa negra, cuya capucha le cubría la cabeza repleta de claro cabello rubio castaño. Su rostro tenía un gesto de curiosidad conforme pasaba sus dedos por el plumaje del cuervo.

— Ya veo… eres especial —concluyó al mirarlo a los ojos, quedándose en silencio por unos momentos hasta que dijo —: Mucho gusto Kenai, santo dorado de Cáncer, mi nombre es Nihil, y temo que no puedo dejar que tu enviado avance más. Si insistes en ir más allá, estarás violando las leyes de la Atlántida, por lo que tendría que tomar medidas agresivas para impedírtelo. Espero que por favor me evites la pena de hacerlo…

 

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Capitulo 38

Imperio Azul. Parte II

La historia de una madre.

 

Asgard, Palacio del Valhalla

 

Bud caminaba rumbo a los aposentos de Hilda, donde la sacerdotisa y su primogénito se encontraban en recuperación. Sin importar lo que ella le dijera, no podía estar tranquilo pensando en que su hijo no había despertado desde ese día en que fueron atacados por los Patronos.

La situación actual de su pueblo no le había permitido cuestionar demasiado a Hilda al respecto, pero le costaba creer que Syd, su hijo, fuera la reencarnación del dios Odín en la Tierra. Sólo hasta ahora podía darle sentido a sus encuentros pasados con la valquiria  Skuld… cada palabra de ella que en esos instantes no comprendió, finalmente tenían significado al saber el resultado de toda su preparación.

Fuiste la mejor opción —ella dijo cierta vez, fue elegido de entre otros candidatos para ser el padre mortal del gran dios de Asgard.

 

Nunca imaginó que llegaría el día en que esperara con ansia la aparición de la norna Skuld, mas aunque han sido muchos los instantes en que ha rogado que se manifestara, la diosa no ha respondido de ninguna forma… Era posible que su silencio fuera una forma de castigar su fracaso o darle algún tipo de lección.

 

Si de una diosa no obtenía respuestas, había llegado el momento de que su esposa se las diera, era lo justo.

 

Bud sujetó la manija de la puerta, mas detuvo su intento de empujarla al escuchar la voz de Hilda, quien parecía hablar con alguien más en la habitación.

Su oído se había perfeccionado en el espionaje gracias al tiempo en que actuó como sombra de Syd de Mizar, por lo que le fueron claras las palabras de la sacerdotisa pese al grosor de la puerta y los ruidos del exterior.

 

Si eso es lo que consideras correcto, yo no te detendré… Tienes mi permiso —dijo Hilda de forma comprensiva.

¿No me cuestionará más? Así de sencillo… ¿me dejará partir? —cuestionó la voz de un hombre al que no pudo reconocer por lo bajo de su tono.

No encuentro una forma o razón para detenerte, ya te has decidido —respondió ella con amabilidad—. No me opongo ya que es la primera vez en todos estos años en que percibo que hablas y actúas siguiendo tu corazón…

Hubo un silencio corto antes de que se retomara la conversación— … Mis acciones…  quizá no pueda enmendar todo lo que provoqué, pero… traerles de vuelta a Aifor será mi forma de redimir una parte…

 

Bud empujó la puerta al descubrir al intruso en la habitación de Hilda — ¡Clyde!

El dios guerrero de Megrez, Clyde, estaba de rodillas ante la cama donde la gobernante y el príncipe de Asgard guardaban reposo.

Vestido aún con los harapos y vendas que le dieron en la prisión, Clyde se levantó en un intento por evadir la posible agresión del dios guerrero de Mizar.

Bud se adentró a la recámara, verificando que su esposa e hijo estuvieran bien.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Bud cuestionó con dureza.

Clyde de Megrez  retrocedió unos pasos, aproximándose al ventanal de la terraza por la que evidentemente había entrado.

— Bud, por favor, para… Clyde ya se marchaba —Hilda pidió, levantándose débilmente de la cama donde su niño aún dormía entre las mantas.

— Aunque tú me lo pidas, no estoy dispuesto a dejarlo ir a ninguna parte —Bud aclaró.

— Siempre tan necio, Bud.  Te dije que a la única a quien estaba dispuesto a dar explicaciones era a la señora Hilda, ya lo hice, no hay razón por la que tenga que quedarme —Clyde respondió con su habitual sarcasmo antes de correr hacia el palco de la terraza y saltar por él.

Bud se apresuró a seguirlo, pero las manos de Hilda se cerraron sobre su brazo. La mujer se encontraba tan débil que cayó al suelo en su vano intento de frenar al tigre de Zeta, mas se aferró hasta el último momento a la muñeca de su marido pese a que la arrastró algunos pasos.

Bud inmediatamente se detuvo para atenderla, no fue su intención lastimarla— Hilda, ¿Por qué lo haces? ¿Por qué te comportas tan condescendiente con un hombre que deliberadamente nos traicionó?

Hilda entendía los sentimientos de Bud, pero también los de Clyde— Él… no niega ser culpable de lo que sucedió pero… me contó un secreto que estuvo ocultando todos estos años… —explicó, sosteniéndose del cuello del dios guerrero, quien la alzó en brazos para regresarla a la cama—. Fue lamentable que ese secreto germinara en un momento tan inoportuno, mas hay mucho arrepentimiento en su corazón… Bud, debes confiar en mí  —dijo, sujetándole la mano, esperando que desistiera de ir en su búsqueda.

Bud se mostró malhumorado, mas al entender que no era el mejor de los momentos para emprender la cacería de un traidor, accedió a concordar con Hilda.

— Mencionó… que traería de vuelta a Aifor —comentó, al ser lo más extraño que escuchó.

— El tiempo que Clyde ha decidido vivir a partir de ahora, es el que le tomará cumplir con esa meta… Es un asunto delicado pero, considero que debes estar al tanto de su historia, él…

 

— ¡¡Señora Hilda!! —gritó alguien con tremenda desesperación— ¡¡Señora… Hilda!! —insistiendo conforme más se adentraba al lugar.

Bud se adelantó presuroso, mas no logró salir de la habitación cuando Sergei de Épsilon hizo su aparición. Entró con torpeza, manchando de sangre lo que tocaba con sus manos.

La herida en su  pecho alarmó a Bud, por lo que lo sostuvo en cuanto quiso rodearlo para llegar junto a la gobernante.

— ¡Señora Hilda…! —dijo una última vez, cayendo de rodillas al suelo donde respiró agotado y al punto del desmayo.

— ¡Sergei! ¿Qué es lo que te paso? ¿De dónde has regresado en tales condiciones? —Bud lo cuestionó, esperando que pudiera responderle antes de caer en la inconsciencia.

 

— Lo lamento, no pude detenerlo —se disculpó el entrante santo dorado de Acuario, quien tras haberlo visto arribar al palacio en tal estado lo interceptó sin saber que se trataba de un dios guerrero, pero con la familiaridad en la que llamaba a la gobernante de Asgard supuso que no era un enemigo.

Lo tomó por sorpresa que el lobo que venía con él lo atacara, y mucho más fue su desconcierto al tener que lidiar con la destreza del animal que centró toda su fuerza y energía en impedir que le obstaculizara el camino a su amo… era la primera vez que tuvo que lidiar con una bestia como esa. Su vacilación en ese instante le permitió a Sergei llegar hasta los aposentos de su señora.

 

— Señora Hilda — de cuclillas, Sergei logró concentrarse para proseguir—… ¿es verdad? ¿Es cierto que… el príncipe… que Syd es nuestro dios Odín, reencarnado? —preguntó, mirando fijamente a Hilda, quien se mantuvo en una postura digna pese a su condición.

Bud decidió no intervenir al darse cuenta de que Sergei tenía las mismas intenciones que él.

— ¿Dónde has oído eso? —ella deseó saber.

— Del mismo hombre que vino aquí a asesinarlo —respondió, contrariando a los presentes—, él fue el blanco todo el tiempo ya que su objetivo es… destruir a todos los dioses que se encuentran alojados en el mundo de los mortales… por eso nos atacaron en primer lugar —explicó con escaso aliento—… y es un hecho que volverán a intentarlo… no estamos a salvo. ¿Por qué no nos lo dijo señora Hilda? ¿Por qué ocultarnos algo… de tal importancia? —Sergei insistió, con la mirada cansada.

Bud ansió conocer la respuesta, por lo que se mantuvo en silencio, sujetando al malherido guerrero de Épsilon.

— Será mejor que me retire… —dijo el santo de Acuario, sabiendo que él estaba fuera de lugar en tal reunión.

— No, por favor quédate —pidió Hilda con amabilidad—. Es importante que el Santuario también se encuentre enterado, es posible que ni el mismo Patriarca lo sepa. Lamento que la verdad haya tenido que ser revelada de esta manera —la sacerdotisa sonrió con tristeza, volviéndose un poco hacia Syd quien continuaba durmiendo. Le acarició el rostro de forma amorosa antes de proseguir— ¿Por qué lo he ocultado? Porque ese fue el deseo del gran Odín…

— ¿Su deseo? —repitió Bud.

Hilda asintió — Todo comenzó hace quince años…

 

*-*-*-*-*

 

Atlántida. Templo de Poseidón.

 

El emperador Poseidón permaneció con los ojos cerrados mientras escuchaba el informe que Enoc, dragón del mar, le traía. Se mantuvo sentado junto a una mesa de la que se limitaba a tomar una copa dorada para beber un poco de vino.

En la estancia de sus aposentos, el marine shogun permaneció de rodillas en todo momento.

El dios del mar se mantuvo imperturbable ante cada palabra, incluso ante el advenimiento de una batalla; sólo hasta que su subordinado le transmitió la petición del Santuario y le describiera ese lugar en el que afirman está una cloth dorada, fue que sus cejas revelaron un poco de sorpresa.

Fue algo tan sutil que Enoc fingió no haberse dado cuenta— Esas fueron las palabras del emisario del Santuario, mi señor.

Poseidón abrió los ojos y miró con tranquilidad a su sirviente —Qué lamentable que aún en esta era de paz haya quienes deciden romper el equilibrio utópico en el que vivimos… Supongo que está en la naturaleza del hombre buscar su propia destrucción, después de todo —comentó, dando un corto suspiro.

— ¿De verdad cree que existan seres tan insensatos que pretenden venir a su reino y destruirlo? —Enoc preguntó.

— Algo que los hombres me han demostrado los últimos milenios es que son capaces de tales imprudencias con tal de ver cumplido un propósito… No descartaría la posibilidad, y si lo que han dicho sobre el destino de Meskeneth, el Santuario y Asgard es cierto, sería fácil predecir que seremos los siguientes. Creí que mi inquietud de los últimos días era sólo un sentimiento pasajero, sin embargo todo esto que ha venido ocurriendo no es algo que deba tomarse a la ligera —musitó.

— Pondré a todos nuestros hombres en alerta, mi señor —se apresuró a decir el dragón del mar—. Y sobre Alexer y Bluegrad…

— Te concedo la autoridad para determinar la inocencia o culpabilidad de Alexer —el dios se adelantó tras ponerse de pie. Avanzó con gesto pensativo dentro de la habitación hasta posar una de sus manos en una ventana.

Había demasiado que considerar: El arribo del santo de Capricornio, las advertencias del Santuario, las intrigas que emergen de Bluegrad… pero sobre todo, el lugar en donde aseguran que una cloth dorada se ha resguardado. ¿Por qué de entre todos los lugares de su vasto reino tiene qué estar allí?, pensó con cierto malestar el Emperador. Pero pronto sus labios musitaron por sí mismos la respuesta — No existen las coincidencias… sólo existe lo inevitable…

— ¿Señor? —preguntó el dragón del mar al escucharlo.

El dios del mar se limitó a mirar hacia el exterior, contemplando parte de su bello reino. Meditó en silencio las situaciones que tenía en las manos, numerosos recuerdos vinieron a su mente, tanto de su vida milenaria como los de su huésped mortal.

 

Hace quince años, Yoh Asakura se presentó ante él con un plan del que sospechó que Zeus era cómplice y quizá iniciador. El mundo obtuvo un nuevo inicio, por lo que la humanidad y todas las entidades en ella tendrían la oportunidad de volver a comenzar, olvidarse de viejos rencores y a la vez antiguas ambiciones. Un renacer que muchos estaban esperando.

 

El joven Shaman King era un joven honesto al que no le  molestó apoyar cuando llegó el momento de hacerlo, quizá fue la razón por la que Zeus lo eligió para llevar a cabo su deseo.

Fue liberado de la condena impuesta por Atena con una condición a la que el resto de los dioses tendrían que someterse si su deseo era permanecer entre los hombres, así fue como accedió a tomar el cuerpo de Julián Solo no sólo como un recipiente el cual podría abandonar en el momento que deseara, no, su compromiso con el mundo y la humanidad necesitaba más que eso.

Poseidón y Julián eran la misma persona, aunque la esencia del dios del mar era la dominante dentro de ese cuerpo, muchas características del joven Solo se conservaban intactas y emergían de su interior para demostrar humanidad.

 

Ahora que creía estar viviendo de forma pacífica en la Tierra, bastó con que el Santuario tocara a su puerta para recordarle algo, sobre todo, necesitó ver a ese chico pelirrojo para recordar que hay cierto rencor de su vida pasada que no ha podido olvidar, ni mucho menos perdonar…

¿El destino le estaba dando una oportunidad para cerrar ese ciclo?… De ser así, entonces él tendría que dar el siguiente paso y no obstruir el transcurso de ‘lo inevitable’.

 

Poseidón dio un leve suspiro al no ser una elección fácil, sobre todo porque abrir esa caja de Pandora podría traer consecuencias terribles para su reino y para los que habitan en él.

— Enoc… con lo referente a la petición personal del Santuario —el dios comenzó a decir, mirando con cansancio a su sirviente—, necesito que envíes por Nihil, debo darle algunas instrucciones. Él es quien podrá llevar a los Santos al sitio que describieron…

El dragón del mar se contrarió al no entender cómo es que el marine shogun del océano Antártico pudiera conocer algo sobre la Atlántida que él estaba lejos de saber.

— Señor… yo… ¿de verdad existe un sitio como ese aquí en su reino?

Poseidón asintió — No es que desconfíe de ti, no es nada personal mi fiel Enoc, pero es un sitio que he mantenido oculto después de mi primera guerra contra Atena —respondió para sorpresa del marino—. Sólo el marine shogun del océano Antártico es conocedor de esto, pues desde tiempos antiguos ha sido su deber custodiar y mantener oculto dicho lugar…

— Debe ser un sitio importante para mi señor si todo este tiempo ha permanecido invisible para el resto de su séquito —Enoc comentó, esperanzado en que el dios del mar le confesara lo que allá esconde.

— “Importante” no es la palabra para describirlo —el dios musitó con el rostro ligeramente compungido.

Tal expresión le impidió a Enoc continuar insistiendo, no era nadie para entrometerse de esa manera en los asuntos de su dios— Disculpe que sea yo quien lo diga mi señor, pero luce cansado. Debería descansar un poco.

El peliazul mostró una media sonrisa— Aun después de tantos años dentro de este cuerpo me cuesta aceptar sus límites… pero dormir por voluntad propia aún sigue pareciéndome algo inconcebible, después de todo pasé eras enteras sumido en un profundo sueño —comentó, un poco sarcástico.

 

En la Atlántida no existía el cambio entre el día y la noche, algo conveniente para el dios que duerme muy poco y no se deja llevar por lo que dicen las manecillas de los relojes con las que el hombre mide el paso de las horas.

Si fuera posible, permanecería despierto todo el tiempo, leyendo todas esas obras que los hombres han escrito en los últimos siglos. Nunca antes había encontrado placer en tareas tan sencillas como leer un libro, mas el percibir el mundo a través de los sentidos de un cuerpo humano le permitían eso y más.

 

— Tomaré en cuenta tu consejo, una vez que hable con Nihil —el dios aclaró—. Ahora ve.

El marino se inclinó una última vez, saliendo de los aposentos del Emperador sólo para toparse con la figura de aquel que debía ir a buscar.

Aquellos que fueran ajenos al reino de Poseidón, lo confundirían fácilmente como un enemigo por la larga túnica negra que lo cubría de la cabeza hasta los pies. Era tan alto y delgado que su vestimenta lo hacía ver como la popular imagen de la parca

Enoc aguardó a que se aproximara para decir — Nihil, tú…

— El Emperador me ha convocado ¿cierto?— el joven se adelantó a decir, acompañado por un cuervo negro que permanecía sobre su hombro.

El dragón del mar asintió— Él te espera.

El joven asintió, avanzando sin decir nada más.

Enoc, dragón del mar, lo observó hasta que su espalda desapareciera detrás del umbral.

Nihil, siempre ha sido un chico misterioso, pero muy apreciado por el Emperador. Entiende que posee poderes extra sensoriales que lo vuelven un aliado valioso, mas siempre permanecía como alguien ajeno a la Atlántida, un ermitaño que sólo se deja ver cuando el dios del mar lo llama.

¿Qué es lo que se esconde en el océano Antártico?— Enoc no dejaba ya de preguntarse. Parecía que el Santuario había removido telarañas de un pasado distante que muy pronto se revelará. ¿Qué tan benéfico sería para todos?

 

-*-*-*-*-*

 

Sorrento de Siren llevó a Sugita de Capricornio a un templo de dimensiones cuadradas, que poseía muros blancos de piedra caliza y delgadas columnas adornadas por relieves curvilíneos.

— Bienvenido a mi morada— Sorrento entró, seguido por el santo de oro.

Sugita observó cómo el marino se dirigió inmediatamente a una repisa donde se encontraba una larga caja de oro, dentro de la cual guardó su preciada flauta.

El santo de Capricornio se tomó unos momentos para inspeccionar con la mirada. Las paredes pintadas de blanco, un par de ventanas cuadradas  a ambos flancos de la estancia volvían el lugar muy iluminado. Era posible que una recámara estuviera escondida al final del pasillo.  En el recibidor se encontraba una mesa para cuatro personas sobre la que había tazones con fruta y pan  junto a una jarra y vasos de cristal;  en una esquina, un  par de sillones aterciopelados de color azul; en la otra, un escritorio donde destacaba un tintero con una larga pluma verde, hojas de papel y algunas libretas, también una estantería con algunos libros y pequeñas figuras decorativas. Sobre el piso había alfombras persas de colores tintos. En las paredes se colgaban tres cuadros pintados exquisitamente en los que se plasmaba una playa durante el atardecer, un bosque primaveral y un joven flautista rodeado por bellas mujeres vestidas con togas griegas. Todo poseía un toque elegante y distinguido… Nada comparado con la sencillez de sus aposentos allá en el Santuario.

Sorrento tomó un lugar en la mesa, invitando a Sugita a sentarse.

El marine shogun descubrió el desconcierto del joven, por lo que no pudo evitar exponer su curiosidad— ¿Qué pasa? ¿Acaso pensabas que los marinos dormimos en pleno océano, dentro del agua?

Sugita rápidamente negó con la cabeza— No es nada de eso, sólo me sorprende un poco lo lujoso del lugar —admitió una vez que se sentara—. Ahora… no quiero ser impertinente pero no sé cuánto tiempo tengamos para hablar por lo que de nuevo, debo insistir, ¿qué conexión tengo con ustedes?

— Es algo que te ha tenido preocupado desde entonces ¿no es verdad? Descuida, no es tan aterrador como piensas —Sorrento dijo con voz suave, poniendo ambos brazos sobre la mesa—. La situación no empieza con tu madre, sino con sus antepasados. Hace mucho tiempo, en la era mitológica, diversos reinos de Oriente decidieron aceptar a Poseidón como su dios —el marine shogun decidió omitir detalles bélicos que de seguro terminarían por causar más conflictos en el muchacho—. En buena fe, para sellar dicho convenio, una familia fue consagrada a su servicio;  generación tras generación sería su deber servir al señor del mar. La gente solía llamarlos comúnmente los hijos de la luna, por su extraordinaria habilidad de poder ver el futuro cuando la luna mostraba su cara sobre las aguas de un estanque sagrado, entre otras aptitudes que los volvieron nuestros grandes aliados, claro. Con el tiempo, dicho linaje familiar logró sobrevivir hasta nuestros días, quedando muy pocos… el último nombre por el que se les conoce es “Mizuki”— enfatizó, a propósito.

Capricornio pestañeó varias veces con incredulidad. Reconocía bien ese apellido pese a que no lo portara.

— Así es. Es el apellido de tu madre, ¿no es cierto? —Sorrento añadió—. Supongo que ahora te será más fácil entender lo que traté de decirte en aquella ocasión. Tu vida estaba atada a la Atlántida incluso antes de nacer…

El santo bajó la vista hacia la mesa, intentando encajar las piezas del rompecabezas en el que sentía se había fragmentado su vida. Su padre jamás había dicho nada de esto… ni siquiera cuando el muy ladino fue a visitarlo a Grecia. No podía pensar que fuese una mentira, sabía que su madre poseyó la habilidad de predecir el futuro…

—… Si lo que dices es cierto entonces— se levantó un momento, palpando el peto de la armadura dorada que porta—… ¡¿Cómo es posible que yo pude ser nombrado santo de Atena?! — exigió saber—.  No lo comprendo… antes de morir, mi madre dijo que yo me convertiría en uno de doce grandes… un santo al servicio de Atena— musitó, confundido—. No encuentro sentido a que ella, como la diosa que es, no lo supiera… ¿por qué…?

— No tienes porque alterarte— Sorrento tomó la jarra, vertiendo agua dentro de dos vasos, uno lo extendió hacia Sugita, quien se había vuelto a sentar—. Entiéndelo bien, no somos nadie para cuestionar las decisiones que toman los dioses, es posible que las Moiras hilaron un destino para ti dentro del Santuario desde el comienzo, pero en lo que a mí respecta, esa noche se te dio la oportunidad de decidir— el marine shogun le recordó con tranquilidad—. El emperador Poseidón te tendió la mano cuando te encontrabas en la desesperación, pudiste haber abandonado tu lucha y tomar tu lugar aquí.  Pero decidiste ser fiel a tu convicción, creías firmemente que tu sitio estaba con Atena pues tu madre te alertó del futuro que adelante te aguardaba. Tú elegiste seguir el camino de las hilanderas. ¿Acaso, estás tratando de decirme que tu elección habría sido diferente de haber sabido todo esto con anterioridad?— se interesó por la respuesta.

— Yo… —Sugita musitó, sin saber qué decir. Su cabeza estaba atiborrada de sentimientos encontrados, de ideas que se contradecían violentamente. De pronto, ese vaso de agua que pusieron a su alcance le pareció tan necesario que lo bebió a la mitad.

— Mi madre… ella…. ¿la conociste? ¿Fue una marina?— se animó a preguntar.

— El Emperador todavía la recuerda —Sorrento suspiró, imaginando los miedos que circulaban por la cabeza del chico—. Sugita, no todos los que sirven al dios del mar abrazan el arte de la batalla, hay muchas otras maneras en las que se puede rendir servicio a nuestro señor. Conocí a tu madre hace ya muchos años, cuando fue institutriz del joven Julián, el avatar de nuestro dios.

Sugita lo miró con ojos interrogantes. ¿Institutriz? Ahora más que nunca entendía lo poco que conoce sobre la vida de su progenitora…

— Por si no lo sabes, así como Atena, Poseidón elige un cuerpo mortal para caminar en este mundo cada determinado tiempo. A través de la historia, la mayoría de dichos hombres han sido seleccionado dentro del linaje de los Solo, una importante familia cuya prosperidad siempre ha estado ligada al mar— Sorrento bebió de su vaso, pausando un momento—. Hace más de treinta años, el emperador Poseidón eligió al hijo pequeño de la familia, Julián, siendo ese momento en el que tu madre, la señorita Mizuki, debió entrar en funciones.

 

— El deber de tu madre no fue otro más que estar al lado del joven Julián, haciendo uso de su clarividencia para protegerlo durante los años venideros, asegurando su bienestar hasta el día en que el Emperador decidiera despertar de su letargo— recordó vívidamente a esa bella dama oriental de largo cabello pelirrojo y ojos oscuros—. Para ese entonces, yo era compañero de juegos del joven Julián, por lo que tuve la alegría de conocerla— los gestos de Sorrento se suavizaron, sonrió de manera sincera al recordar lo mucho que se divirtieron esos días, pues la señorita Mizuki fue toda una amiga y consejera para ellos, sobre todo para el señorito Julián.

— Entonces… ella nunca tuvo que luchar ¿verdad?— la sola idea de que algún santo del Santuario la haya enfrentado lo hizo estremecer.

— Jamás. Tu madre no fue llamada para entrar al campo de batalla, su tarea fue noble e igual de importante como lo es la mía defendiendo este reino. Los hijos de la luna poseían un gran don, pero se les fue prohibido el utilizarlo para cambiar drásticamente el destino impuesto por las Moiras, por lo que no sé qué tanto la señorita Mizuki fue capaz de ver, pero su misión era que todo lo visto por ella se cumpliera. Ella pasó muchos años sirviendo a los Solo, hasta que un día, cuando el señorito estaba por cumplir su cumpleaños número trece, anunció su partida— el marine shogun recordó la amarga expresión de Julián ese día, ya que el entonces señor de los Solo decidió que era tiempo de que su heredero comenzara a conocer sobre el consorcio familiar, siéndole impuesta una enseñanza mucho más especializada en el ámbito de los negocios, algo que una sencilla institutriz japonesa no era capaz de hacer.

Ya que Sorrento lo meditaba después de tantos años, con la partida de la señorita Mizuki, el joven Julián dejó de ser el amigo de buenos sentimientos, para transformarse en un joven presuntuoso, ególatra y malcriado.

 

Tiempo después, es que Sorrento comprendió la abrupta despedida de la señorita Mizuki, así como su propio papel en lo que sería una nueva guerra santa.

Fue de labios de la propia señorita Mizuki que le fue revelado su titulo como uno de los siete marines shoguns, así como el advenimiento de la próxima guerra que se suscitaría después de que Julián cumpliera los dieciséis años. Ella le confió el cuidado de Julián, así como la verdad que dormía latente en el joven. — Ten cuidado con el dragón marino —fueron las últimas palabras que le dio aquella noche que le fue entregada su scale. Debió pasar mucho tiempo para que dicha advertencia tuviera sentido… si tan sólo hubiera sido más cuidadoso, posiblemente habría descubierto el plan de Kanon antes de que las vidas de sus antiguos compañeros fueran exterminadas.

 

Para Sorrento, la habilidad de ver el futuro y acatar lo que éste dice, debe ser un don desolador… Saber de antemano los eventos desafortunados que acontecerán y no poder hacer nada directamente por cambiarlo debía ser desgastante, pero aun así, era a través de sus consejos que la señorita Mizuki intentó advertirles muchos infortunios, lo recordaba, todas esas discretas sugerencias que les ahorraron malas experiencias y peligros en la niñez.

¿Podría acaso el santo de Capricornio tener dicha habilidad? Se lo preguntó varias veces desde que le habló en Cabo Sunión, pero ya no lo creía más, cada gesto y exaltación que sus palabras han causado en el joven, comprueba su falta de clarividencia, de lo contrario se desenvolvería con la misma seguridad con la que lo hacía su difunta madre.

 

—El resto… ya debes saberlo —para Sorrento, relatar la antigua guerra no era agradable, en todo caso resultaría incómodo para ambos—. Tuve la fortuna de sobrevivir a nuestro último enfrentamiento contra Atena y sus guerreros. Extrañamente, ante la pena del mundo que fue víctima del diluvio, el señor Julián cambió… decidió hacer uso de sus recursos para ayudar a los huérfanos que los desastres dejaron por doquier. Yo lo acompañé, continuando con mi deber de guardián —pausó para tomar un respiro—. Poco tiempo después es que volví a ver a tu madre. Por el tamaño de su vientre estoy seguro de que estabas por nacer —sonrió al recordar dicha escena.

Sugita lo miró delatando su curiosidad al respecto.

— En esos días, el mundo estaba por sufrir un gran cambio. Mientras Atena y Hades luchaban en el inframundo, en el exterior el terrible eclipse tenía lugar, despertando fuerzas que acabarían con la humanidad en poco tiempo —miró hacia el techo del complejo, recordando esa inmensa oscuridad que cubrió al mundo—. El emperador Poseidón despertó breves momentos durante esos días, anticipando los terribles sucesos, pidiendo que reuniéramos cierta cantidad de personas prodigiosas que merecían ser salvadas. Él mismo las seleccionó. Por supuesto que tu madre fue una candidata que yo fui a persuadir— guardó silencio un instante, suspirando mientras sonrió con tristeza—… Y justo como su hijo lo hizo tiempo después, ella declinó la propuesta — Sorrento jamás lo entenderá, pese a que la oportunidad de salvación estuvo frente a ella, decidió proseguir con el nefasto destino que le quitaría la vida en los días siguientes.

— Insistí pero… tampoco podíamos obligarla, pero lo que tengo muy presente Sugita, es que no pidió nada para ella. Agradeció la atención del Emperador, pero ella pidió por ti —confesó, logrando exaltar al santo de Capricornio—. Y así es como el Emperador decidió obsequiarte libre albedrio… por eso jamás ha reclamado su derecho sobre ti. Esa es la razón por la que pudiste seguir el sendero de tu predilección… incluso toleró la idea de que fueras un hombre que le debiera devoción a Atena. Espero que comprendas que tales cosas suenan casi imposibles viniendo de él, pero  eso demuestra el gran afecto que el señor todavía guarda por una vieja amiga… y es por su memoria que ha respetado su petición.

Sugita permaneció en silencio, asimilando toda esa información.

 

 

No deseo que malentiendas, no te dije todo esto para sembrar conflictos en tu corazón. Eres un santo de Atena, enorgullécete. Algunos dicen que aquellos que luchan contra los hilos del destino merecen respeto y admiración, pero yo siempre he creído que es una injusticia no reconocer el valor de aquellos que lo aceptan tal como es y luchan contra las adversidades para verlo cumplido— fueron las palabras de Sorrento antes de que su reunión fuera interrumpía por uno de los centinelas.

Mientras Sugita debía dirigirse al Pilar del Océano Antártico por petición del Emperador, Sorrento debía acudir al palacio y responder al llamado de Enoc.

 

 

Acompañado por un soldado de la Atlántida, Sugita se detuvo en la cima de una vereda desde la que pudo contemplar el templo de Poseidón, pensando en que éste pudo haber sido su hogar, su gente… en vez de una cloth, sería una scale la que cubriera su cuerpo. Finalmente entendió que siempre tuvo la oportunidad de elegir, y él eligió seguir el camino para convertirse en un santo, y lo hizo no sintiéndose obligado, nunca, fue un sueño que adoptó gustoso desde su niñez, un anhelo que le permitió no claudicar durante los arduos entrenamientos de los que creía no iba a sobrevivir. Todos sus esfuerzos finalmente se habían visto compensados, y ahora que era un santo, no tenía por qué sentir pesar alguno.

Su rostro recuperó ese gesto risueño que lo caracterizaba, dejando escapar un suspiro de alivio. Entendió que jamás podría cambiar su vida en el Santuario por ninguna otra, incluso ahora extrañaba la corriente del aire golpeando su cara mientras viajaba por los doce templos.

Estaba agradecido con Sorrento por haber apartado las dudas sobre su familia, y también con el Emperador por permitirle ser un pajarillo libre. Ahora que ya no había nada que lo distrajera de su deber, era tiempo de llevar a cabo su misión.

 

-*-*-*-*-*

 

Sugita de Capricornio y Aristeo de la Lyra se reencontraron al pie del pilar del Océano Antártico. Fueron llevados allí por un par de soldados quienes, tras cumplir su función, marcharon de regreso a sus puestos.

Allí, conocieron al marine shogun que protegía dicho pilar, un guerrero de joven aspecto y quizá inexperto en la materia, pero para los sentidos de Aristeo había un aura muy singular rodeándolo; le recordaba mucho al cosmos que percibía de Kenai, santo dorado de Cáncer. Sin embargo,  aunque la presencia de Kenai siempre ha sido cálida, el de ese marino era fría e hiriente…

Sugita vio junto al marine shogun al cuervo que originalmente les acompañó. En cuanto el ave los divisó, extendió sus alas para volar rápidamente y retomar su lugar sobre la hombrera dorada de Capricornio.

El portador de la scale de Lymnades los recibió con un saludo silencioso, conforme  sus ojos azules los estudiaban.

— Así que ustedes no sólo serán los primeros en entrar al renovado reino de Poseidón, sino también los primeros humanos en entrar a ese lugar —comentó, más para sí mismo que para los santos.

— ¿Qué quieres decir? —cuestionó Sugita.

— El Emperador ha aceptado ayudarlos en su misión de búsqueda. Yo los llevaré al sitio que han descrito con detalle… En todos mis años como custodio de esa puerta jamás deseé entrar… se percibe mucho dolor y desesperanza desde el exterior, por lo que no me imagino qué se sentirá estar en el interior— el marino pareció desvariar, pero sólo dejaba que sus pensamientos fueran escuchados por los demás.

— Suena a que es un lugar  peligroso —Aristeo de la Lyra comentó, intrigado por el aroma de cenizas, azufre y muerte que percibe del marine shogun.

— No podría decirte con certeza, la última vez que el Emperador estuvo allí selló por completo la entrada, y desde entonces nadie ha cruzado. También será una experiencia nueva para mí. Correré su mismo destino…

— ¿Por qué la armadura de oro estará allí? —Sugita pensó en voz alta.

— Su amigo Kenai del Santuario me ha informado sobre su travesía por el mundo de los espíritus, así es como logró localizar lo que buscan…

— Espera un segundo…. ¿quieres decir que tú y Kenai se conocen? —el santo de Capricornio preguntó, extrañado.

— Ese cuervo —señaló— fue el enlace. No tenía el gusto pero a través de él es que pudimos encontrarnos.

— Eso quiere decir que eres un shaman —indicó Aristeo.

— No lo sé, aquí nunca nadie me había llamado así —respondió con indiferencia—… quizá en el mundo de afuera lo sea, pero en la Atlántida sólo soy un marino más que sirve al dios Poseidón —aclaró, pasando por entre el medio de los dos santos, esperando que siguieran sus pasos.

 

Nihil los condujo por el laberinto oscuro y repleto de niebla. Conforme más se adentraban por los altos y estrechos pasadizos, más densa se volvía la bruma, pero el marine shogun conocía a la perfección la zona así que les alertaba de los cuidados que debían tomar.

Sintieron que pasó una eternidad mientras avanzaban, hasta que finalmente un sonido comenzó a escucharse de forma continua, viento quizá.

Llegó el punto en que la neblina cubría completamente los muros; no importa hacia donde mirasen, todo era una pantalla gris. Sólo porque sentían el suelo bajo sus pies es que no pensaban que se encontraban caminando sobre las nubes o perdidos en el limbo.

— Este es el lugar —dijo el marine shogun al detenerse, justo cuando se abrió un espacio rodeado por paredes rocosas tan altas como montañas. Nihil caminó por una plataforma de piedra. Sugita lo siguió con cuidado, quedando boquiabierto al ver lo que había debajo de ésta, un abismo de niebla que giraba como un torbellino en el mar.

Se sintió como estar sobre la plancha de un barco a punto de ser arrojado a las fauces del embravecido mar.

Aristeo permaneció atrás, sosteniéndose de la superficie más cercana al ser  invadido por un vértigo indescriptible.

Sugita miró ese tornado al fondo del abismo y creyó escuchar gritos de desesperación y odio, por lo que por un instante se cubrió los oídos.

— Así que tú también los escuchas… —musitó el marine shogun que se posó repentinamente a su lado.

Sugita lo miró confundido.

— No hay tiempo que perder… debemos saltar —Nihil explicó.

— ¡¿Qué?! ¿Estás loco? ¿Saltar dentro de eso? —señaló con claro pavor ante la idea.

— Velo como un salto de fe. Es la única manera y temo que tu amigo tendrá que quedarse aquí —dijo el marino.

— Eso no, yo iré con ustedes —Aristeo logró sobreponerse a la sobrecarga sensorial que recibió de ese lugar. Con paso firme llegó hasta ellos.

— Temo que no hay nada que puedas hacer… El sello que el Emperador implantó en este lugar destrozará a cualquiera que intente pasar por él a menos que se trate de un marino. Y en vista que él y yo somos los únicos aquí, tú y el ave tendrán que esperar.

— Pero yo soy un santo de Atena, como él —Sugita dijo de inmediato.

— El Emperador me aseguró que no habrá problemas al tratarse de ti. Pese a que tu voluntad sirva a otra diosa, tu carne y sangre siempre tendrán un vínculo con este reino… considéralo un don del cual estar orgulloso, no una maldición de la cual sentir deshonra, Sugita.

El santo dorado calló, mirando con congoja el vacío repleto de niebla.

Aristeo no podía negarse a creer en la advertencia de Nihil, había un poder desgarrador en ese lugar que no dudaba fuera capaz de aniquilarlo si intentaba pasar la restricción.

— Si es así…. Entonces debes ir Sugita. El resto de la misión queda en tus manos, recuerda a qué vinimos aquí —Aristeo musitó, tratando de tranquilizar a su compañero —. Que seas el único santo del Santuario capaz de cruzar ese umbral es la prueba de que el destino te colocó en el lugar correcto, no temas… La cuna en que uno nace carece de importancia, tus actos son los que te definen, y hasta hoy has actuado como un auténtico guerrero de Atena.

Sugita agradeció en silencio tales palabras de confianza. Dándose una palmada en la frente para apartar las ideas que no lo dejaban pensar con claridad.

— Tienen razón, lamento mi comportamiento… —dio un suspiro corto antes de girarse hacia el marine shogun—. Te seguiré…

Nihil asintió justo en la orilla de la plataforma de piedra— Para ser honesto, no tengo idea de lo que nos depara allí abajo pero, aconsejaría que retuvieras la respiración lo más que puedas— advirtió antes de dejarse caer sin más demora.

Sugita lo vio perderse entre la densa bruma, y sin mayor titubeo lo imitó.

                                                                                                                          

 

*-*-*-*

 

País Azul, Bluegrad.

 

A Alexer, actual marine shogun del Océano Ártico, se le notificó la llegada de un emisario de la Atlántida. Demoró en ir a su encuentro pues necesitaba  finalizar unos tratados que asegurarían el bienestar y futuro de su comunidad.

 

Caminó en solitario hacia el recibidor de la mansión en la que reside. Al arribar a la iluminada sala, divisó a su hermana Natassia, quien se había encargado de dar el debido recibimiento al visitante.

Había un juego de té y algunos entremeses en la mesa junto a la que la mujer se había sentado, aunque el marine shogun permaneció de pie junto a la ventana, divisando a través del cristal el jardín floreciente que había afuera.

Alexer avanzó hacia su compañero de armas, estirando el brazo para estrechar su mano con la cordialidad a la que estaba acostumbrado.

— Bienvenido Tyler. Me tomas por sorpresa, no es común verte en mi territorio ¿sucede algo?— Alexer inquirió.

Tyler era un joven de piel morena sobre la que resaltaba una abundante cabellera verde olivo. Vestía orgullosamente la scale de Hipocampo, manteniendo su casco bajo el brazo por cuestiones de etiqueta.

El guardián del Pilar del Pacifico Norte sonrió a su compañero a quien respetaba; aún le resultaba difícil que, a sugerencia de Behula de Krysaor, tuviera que ser precavido con él.

— Alexer, veo que has hecho un excelente trabajo en Bluegrad. Ha pasado tiempo desde la última vez que caminé por sus calles así que, puedo decir que lograste darle un nuevo brillo a todo esto —Tyler de Hipocampo comentó con camaradería.

— Todo es gracias al poder y apoyo del emperador Poseidón —dijo el regente de Bluegrad, antes de sentarse junto al fuego en un cómodo sillón de alto respaldo—. Tyler, disculpa mi rudeza pero, no creo que hayas venido hasta aquí sólo para admirar el paisaje, mucho menos vistiendo tu armadura de guerra, ¿podrías decirme lo que realmente está pasando? —indagó el perspicaz Alexer.

Tyler pensó en mentir, sin embargo desistió al sentirse incapaz de hacerlo— No estoy enterado de toda la historia, sin embargo, en la Atlántida las cosas se han tornado un poco tensas. El Emperador nos ha pedido que estemos en alerta y preparados, hay rumores de que podríamos ser atacados.

— ¿Y por qué no se me fue notificado? —Alexer preguntó.

— Es algo reciente, no lo tomes personal —dijo el marine shogun de Hipocampo—. Si quieres escuchar la versión completa tendrás que acompañarme.

— Habría ido por mi cuenta si me hubieran convocado como es costumbre ¿temían que me perdiera en el camino? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho.

— Escucha Alexer, todas esas preguntas podrá respondértelas Enoc. Sé lo mismo que tú —mintió ésta vez— A mí sólo me pidieron venir hasta aquí y acompañarte personalmente.

Alexer cerró los ojos, manteniéndose así por unos segundos que a Tyler le parecieron una eternidad. El regente de Bluegrad  dio un suspiro de resignación antes de mirar a Tyler con gran pesar en su rostro—. Lamento que hayas tenido que ser tú, amigo… —musitó para confusión de Tyler.

 

Antes de que el marine shogun de Hipocampo pudiera cuestionarlo, un estruendo lo tomó por sorpresa en cuanto una figura entrara a gran velocidad después de haber hecho trizas la puerta del la habitación.

Fue durante una fracción de segundo en el que una bestia de color rojo lo impactó con tal fuerza que lo sacó volando a través de la ventana, hacia el jardín en el que su cuerpo dejó un gran surco en el suelo.

Tyler permaneció aturdido en el suelo, intentó levantarse, mas cuando comenzó a escupir sangre por la boca un terrible dolor se lo impidió.

— Alexer…. Tú… —intentó decir, volteándose hacia la construcción de la que fue lanzado.

Allí, traspasando el  ventanal roto  divisó a una guerrera que poseía una radiante armadura carmesí de cuya espalda crecían un par de alas curvas que simulaban las de un ave.

— Ya era hora —dijo ella con una prepotente sonrisa—. Estaba cansándome de tener que hacer todo desde las sombras. Ya se han percatado de la situación, no hay razón para continuar escondidos ¿no lo crees, Alexer? —preguntó al regente, quien se había posicionado a su lado, mientras la joven Natassia permaneció tan quieta y silenciosa como una muñeca de porcelana sentada en la sala.

— Es desafortunado… ¿esto no cambiará el plan? —dijo Alexer a la mujer de cabello azul celeste.

— No hay necesidad —ella respondió, volviendo la mirada hacia el insignificante marine shogun de Hipocampo—, perderemos un poco el factor sorpresa pero eso no evitará que les arrebatemos el aliento por lo impresión que se llevarán.

— ¡Alexer! —clamó Tyler tras poder incorporarse — ¡¿Entonces es cierto?! ¡¿Todo este tiempo… no has hecho más que confabular contra el Emperador?!

Alexer sabía que llegaría el día en que tendría que enfrentar miradas repletas de odio como la que le dedicaba Tyler, pero no imaginó que no podría con ellas. El marine shogun de Kraken cerró los ojos e inclinó el mentón hacia otra dirección, incapaz de responder a tales reclamos.

La mujer se adentró más al campo del ahora deteriorado jardín. A su paso, el césped y las plantas se prendían en llamas hasta reducirse a cenizas en cuestión de instantes.

Tyler percibió un poderoso cosmos que emergía del cuerpo de esa guerrera, mas no se dejó intimidar pese a que algo de sudor le cubrió la frente.

— Te ves tan asustadizo como un pez fuera del agua… —comentó la guerrera al detenerse, guardando distancia entre ella y su rival.

— Danhiri —la llamó Alexer—, hazlo rápido… —pidió sin atreverse a mirar.

— Esa es una petición fácil de cumplir —la mujer alargó el brazo, y de su mano emergió una veloz llama de fuego que sorprendió a Tyler, sin embargo, en contra de lo esperado, el marine shogun de Hipocampo movió los brazos de tal forma en la que logró manipular el torrente de llamas, redirigiendo su cauce hacia el cielo donde se extinguió en las alturas.

Para Danhiri fue algo inesperado. Notó cómo es que los brazos del marine shogun se encontraban envueltos por una especie de ventisca que generó con su cosmos.

Tyler le dedicó una mirada desafiante pese a que fue por muy poco el que lograra tal hazaña.

— Es lamentable para ti… tú quien pareces especializarte en manipular el fuego, seré capaz de controlar tus flamas usando mis habilidades sobre el aire —Tyler explicó, conforme su cosmos se intensificó hasta crear un remolino con el que esperaba protegerse.

— ¿De verdad soy yo la que está a desventaja? —la mujer preguntó con sorna, lanzando otra ráfaga de fuego.

Tyler volvió a atraparla y dirigirla hacia el cielo, sin embargo, esta vez percibió que la potencia de las llamas se intensificó en cuanto pasaron por sus manos, sintiendo sus brazos arder.

El marine shogun de Hipocampo se contempló las manos, viendo sus dedos ampollados y sintiendo horribles quemaduras en los brazos pese a que su scale estaba intacta.

— ¿Acaso no sabes lo elemental? El fuego se intensifica con la presencia del viento… por lo que me es conveniente que continúes soplando para mí… somos muy afines después de todo. Ahora, ¡arde! —gritó al alzar los brazos de forma diagonal hasta juntarlos para formar  una cruz.

De su cuerpo se liberaron dos ondas flameantes que como serpientes se deslizaron y comenzaron a girar alrededor del marine shogun.

Tyler  amplió el alcance de su tornado protector, mas rápidamente las llamas lo cubrieron, se amoldaron a la corriente, apropiándose de ella. Las llamas danzaron con mucha más violencia una vez que volvieran suya la fuerza del viento.

Tyler se vio atrapado en medio de esa espiral de fuego cuyas paredes buscaron cerrarse sobre él, pero la fuerza de su cosmos las mantuvo en línea, aunque ¿por cuánto tiempo?

No era capaz de superar la fuerza de su enemiga ¿cómo podía ser? Pese a emplear todo su cosmos no le era posible deshacerse de esa prisión ¿Con qué clase de personas es que Alexer se ha involucrado? Pensaba con frustración, siendo víctima de un calor sofocante que estaba dificultándole la respiración.

Tyler pensó en centrar todo su poder en sólo una parte del velo de fuego, esperando abrir  una salida por la que pudiera escapar, desafortunadamente, antes de ejecutar su plan, una mano emergió de las paredes llameantes, sujetándole el rostro.

Se sintió paralizado cuando esa mano le aplastara y quemara la cara. Sintió como si de tal dolor, toda una corriente de agonía se filtró por su cuerpo.

 

Danhiri se había lanzado hacia el tornado de fuego, pasando con suma facilidad a través de las llamas y el viento para alcanzar a su oponente. Lo arrastró por el suelo antes de elevarse en el aire gracias a las alas de su ropaje, donde lo golpeó repetidamente con el puño izquierdo. Impacto tras impacto, el peto de la scale de Hipocampo terminó rompiéndose.

Tras un codazo sobre el pecho, el cuerpo de Tyler calló hacia tierra firme, mostrando algunos movimientos con los que luchó para ponerse de pie, mas todo fue inútil cuando la mujer cayó de pie pesadamente sobre su espalda.

El alarido de Tyler logró que Alexer abriera los ojos y se dignara a ser testigo de su final.

La infame guerrera posó su pie sobre la cabeza del marine shogun de Hipocampo quien ya había perdido el sentido. Alzó la rodilla con la intención de reventarle la cabeza de un pisotón, mas su deseo de sangre fue frenado cuando vislumbró dos puntos escarlata que se precipitaron por su flanco derecho.

Danhiri saltó hacia un lado al desconocer la naturaleza del ataque, apartándose fácilmente. De inmediato buscó al agresor que venía caminando por entre los rosales del devastado jardín.

— He conocido a muchas mujeres ardientes en mi vida, pero veo que tú las superas a todas —dijo el sarcástico santo dorado que se presentó en el campo de batalla—. Ya déjalo en paz preciosa, es obvio que no te ha dado el ancho ¿Por qué no me dejas tomar su lugar? Prometo que no te decepcionaré —pidió, sonriente.

— ¿Quién eres tú? —la guerrera cuestionó, molesta por la inesperada y descarada interrupción.

Alexer permaneció en silencio, sabiendo que ahora que el Santuario  se ha involucrado la situación estará lejos de mejorar.

— Qué modales los míos. Mi nombre es Souva, santo dorado de Escorpión, a tus servicios —se presentó tras una irreverente inclinación.

 

FIN DEL CAPITULO 38


Editado por Seph_girl, 09 agosto 2013 - 21:14 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 09 agosto 2013 - 12:38

como siempre un excelente capitulo

 

cada vez se pone mejor la historia

 

saludos

 

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Publicado 28 agosto 2013 - 23:35

Después de un rato que no me he pasaba por estos rumbos me encontré con un capítulo nuevo de tu historia, el cual de inmediato me puse a leer.

Este capítulo si que estuvo muy revelador, conocimos que el vínculo entre Atlántida y Sugita fue la madre de éste, además con la historia que cuenta Sorrento de ella, nos diste más aspectos que considerar en el comportamiento del caballero. 

También fue revelador la traición de Alexer. Me gustó la aparición del caballero de Escorpión en el primer plano de esta batalla en Bluegard.

Me quedo a la espera de la siguiente entrega para seguir descubriendo los misterios de rondan tu historia.

Saludos!! 


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Publicado 03 septiembre 2013 - 22:40

¡Alo alo!

¡Esta vez les traigo un episodio más en menor tiempo! Estoy contenta por ello y agradezco mucho a mi lector beta (el buen RexOmega) por apoyarme tanto en esto =3

Espero les guste ya que se revelan algunos enigmas y surgen otros muy intensos XD

 

Gracias por leer y por dejar sus comentarios, eso anima bastante :'D

 

*-*-*-*-*-*-

 

 

 

— Hace poco más de quince años, Atena y Hades tuvieron su última confrontación después de eras de conflictos. Sin embargo, en el mundo de los mortales se suscitó una batalla igual de encarnizada, protagonizada por guerreros shamanes y hechiceros*… Aunque ambos sucesos no estaban del todo ligados, cierto es que el resultado del exterior fue lo que definió el futuro —dijo Hilda, intentando explicar de la manera más sencilla lo que se le fue confiado—…Una fuerza espiritual primigenia fue el enemigo a vencer, un joven Yoh Asakura y otros guerreros fueron los responsables de enfrentarla, pero desde el comienzo el resultado de esa batalla sólo  traería muerte y desolación a la Tierra. Ese espíritu sería la fuerza ejecutora que exterminaría toda la vida en nuestro mundo tal cual era el deseo de Hades, pero tras haber devorado a otras entidades primigenias, su destrucción traería un severo desequilibrio al planeta.

 

— Murieron muchos guerreros ese día, pero al final, el actual Shaman King tomó la decisión que nadie se atrevió a tomar. Con sus manos destruyó a ese espíritu maligno, y con ello desencadenó el fin del mundo.

Bud de Mizar, Sergei de Alioth y Terario de Acuario escuchaban en silencio sin atreverse a interrumpir a la gobernante.

— Pero, en ese instante se volvió a tomar una decisión igual de delicada, a manos de una sacerdotisa, quien logró crear nuevos espíritus elementales que podrían devolverle la vida a nuestro mundo con un precio. Algunos en esta habitación eran unos niños cuando todo esto ocurrió, pero los demás que tenemos la capacidad de recordar… Bud, Sergei, ¿acaso ustedes recuerdan cómo era el mundo del hombre antes del último despertar de Hades?

 

Bud pensó en la respuesta. Cuando era más joven, fueron raras las ocasiones en las que se alejó de Asgard, pero al tratar de recordar sus viajes a Japón y a Grecia acompañando a Syd de Mizar, se topó con una sensación que nublaba su intento.

 

Algo similar sintió Sergei. Antes de ser enclaustrado en aquel laboratorio, Sergei vivió toda su vida en el campo, pero… ahora que lo cuestionaban de tal forma, se preguntó cómo es que pudieron existir tales máquinas y métodos de alta tecnología con los que lo torturaron  tantos años si en la actualidad todos los instrumentos y conocimientos son tan rudimentarios o místicos. ¿A dónde se había ido todo eso?

 

— Esa falta de memoria, la confusión y desorientación de las personas en aquellos días fue como resultado de lo ocurrido —Hilda confesó al verlos dudar—. Verán, en este mundo habitábamos miles de millones de personas, pero tal número se redujo exponencialmente ese día en que todas las luces se apagaron… Para encender la vida que se extinguió de este mundo, se necesitó de la fuerza vital de numerosas almas que fueron seleccionadas para volver a ser uno con Gea, o como los shamanes la llaman: “Los Grandes Espíritus”.

— Hilda… estás diciendo que… ¿se sacrificaron a tantos seres humanos para tal fin? —Bud susurró con asombro.

La sacerdotisa asintió— La diosa Gea estuvo de acuerdo, por lo que empleó toda esa energía vital para asegurar que este mundo pudiera renacer y permitirle a la humanidad el comenzar una nueva era…

— “Una nueva era”… ¡¿así hay que llamarle a tal genocidio?! —cuestionó Sergei, furioso.

— Hay algo que deben de entender… la extinción de este mundo era inevitable, las mismas nornas me lo confirmaron, pero al encontrarse la forma de dar algo de luz a las tinieblas, se tomó dicho camino… No es como si todos los demás a nuestro alrededor hubieran muerto, no, la verdad es que ese día todos morimos, en cuanto el fuego de los seis espíritus primigenios se desvaneció de este mundo —la sacerdotisa apretó con fuerza las mantas que cubrían sus piernas—… La luz volvió y seleccionó a aquellos que serían benéficos o esenciales para el reinicio de la humanidad…. El resto finalmente descansa en paz, en espera del proceso de la reencarnación.

— La bruma en nuestras memorias… ¿es de esa manera como ocultan lo sucedido? —preguntó Bud, intrigado.

— Se hizo lo posible, aunque no del todo perfecto… hubo mucha confusión para aquellos que vivían en las grandes ciudades. Aquí en Asgard no lo resentimos pues siempre hemos vivido de manera humilde y alejados de todo, pero conforme fueron llegando caminantes que buscaban un refugio, la mayoría presentaban casos de amnesia o desorientación. El trabajo del Shaman King fue encaminar a todos a un lugar seguro, hasta que finalmente el arduo trabajo nos condujera a reconstruir nuestra sociedad.

— Creo que voy a vomitar —musitó Sergei, bastante afectado por lo escuchado.

— ¿Ahora entienden por qué esto se tenía que mantener oculto? Imaginen la respuesta de la humanidad —cuestionó Hilda—. Yo ni siquiera lo sabía, las nornas me lo revelaron aunque en ocasiones hubiera preferido no saberlo —explicó con cierta congoja—. Tengo entendido que son muy pocos los que tienen la desdicha de recordar esos tiempos. El Patriarca del Santuario y los otros santos de bronce que salieron victoriosos del Hades son algunos de ellos, mas desconocen los eventos que les he relatado… Por supuesto el Shaman King, así como algunos shamanes y hechiceros que participaron activamente en el proceso conocen esta historia… Poseidón también debe estar al tanto de todo, pues al final los dioses tuvieron que hacer un pacto.

— ¿Un pacto? —Terario de Acuario se interesó.

Hilda cerró los ojos y juntó sus manos una sobre la otra— Sólo sé lo que me permitieron saber los dioses de Asgard… pero ante los eventos que sucedieron en este reino, llegaron a un acuerdo en que todas las disputas entre dioses y mortales debían llegar a su fin, y que la Tierra jamás volvería a convertirse en un campo de batalla por capricho de ellos.“Al hombre lo que es del hombre”, pronunciaron las nornas… Pero si algún día, un dios quebrantaba este pacto, su existencia y destino quedarían a juicio de los humanos, y ningún reino celestial podrá intervenir ya que la guerra con otras fuerzas divinas estaría asegurada…

— Entonces, ¿por qué? ¿Por qué Odín deseó venir a este mundo? —cuestionó Bud, mirando el rostro durmiente de Syd.

— Tengo entendido que se permitió una excepción al pacto… Ya que existen muchas deidades que aman a los humanos y su convivencia con ellos siempre ha sido atesorada. La única forma en que ellos podrían visitar la Tierra sería sometiéndosea una experiencia completa, es decir, si aceptaban llegar a este mundo como los mortales lo hacemos… vivir como nosotros, inconscientes de su verdadera naturaleza hasta un día morir y volver a su reino celestial con todas esas experiencias adquiridas— Hilda explicó—… Nuestro dios Odín no me reveló su verdadera intención pero… me atrevo a creer que su deseo era venir a este mundo y comprobar por sí mismo si la humanidad era digna de tantas molestias, y a su vez, conocer el actual mundo de los mortales.

— ¿Lo supiste todo el tiempo?— cuestionó Bud.

— Lo supe desde el momento en que sentí la chispa de una nueva vida creciendo en mi interior —respondió, palpándose el vientre al recordar vívidamente las sensaciones de cuando se encontraba abultado—. Mi devoción hacia Syd no es sólo porque sea la reencarnación de la deidad a la que he consagrado mi vida… incluso por encima de ello, y mucho más importante, es nuestro hijo. Si nunca dije nada a ustedes, los dioses guerreros, es porque no quería privar a Syd de una infancia feliz y digna… y que su padre no lo viera de la forma en la que lo hace ahora —musitó Hilda, quien contuvo sus deseos de llorar.

Bud cerró los ojos, apenado por las palabras de su esposa.

— Señora Hilda… si el joven Syd es el dios Odín, él no estará a salvo hasta que los Patronos y todo lo ligado a ellos sea erradicado —Sergei se esforzó en decir—… Ahora que he escuchado todo… entiendo a lo que se refería Caesar… Ellos buscan matar a todos los dioses que han reencarnado en este mundo… creen fervientemente que así evitarán que esta nueva era sea destruida… temen que esta paz sea pasajera y en cuanto cada uno de ellos se percate de su identidad, las guerras volverán a estallar…

— Sergei, no me digas que deliberadamente fuiste en búsqueda de los Patronos —Bud preguntó.

— Lo hice… pero sólo así es que he podido traerles esta información tan alarmante —el dios guerrero no estaba dispuesto a entrar en detalles—… Señora Hilda, ¿usted sabe cuántos son los dioses que como Odín habitan en este mundo?

Hilda negó con la cabeza — Eso es algo que sólo las nornas saben. Si lo que dices sobre los Patronos es verdad, en Egipto debe haber uno de ellos… tenemos a Syd… y aparte de Poseidón, desconozco cuántos más…

— Todos están en peligro… y quién sabe cuántos de ellos pudieron haber sido asesinados en estos años… Ahora entiendo que… si los dioses no han actuado tras estos sacrílegos eventos, es… por ese pacto…. —Sergei se sujetó el pecho al resentir una horrible punzada que lo hizo gruñir—. Los Patronos están actuando sin que algún dios los esté respaldando… Avanish es el nombre del hombre al que sirven… Pero aun así, me resulta sorprendente que las soberbias divinidades no estén buscando venganza…

Hilda meditó por unos instantes en los que pudo intuir que — Quizá… alguien esté allá, intercediendo por nosotros….

 

 

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Capitulo 39.Imperio Azul, Parte III.

Condena

 

Tras ese salto de fe, Sugita de Capricornio se vio atrapado por un violento torrente de agua que inclemente lo arrastró por túneles oscuros y estrechos. La presión y los constantes golpeteos contra su cuerpo le dificultaron el mantener el aire en su pecho. Se abstuvo de oponerse a la corriente, sabiendo que sería inútil, pero un vendaval de ideas y miedos lo torturó hasta que perdió la conciencia por la falta de oxígeno.

 

Un fuerte impacto en el pecho logró que el agua abandonara sus pulmones. El santo dorado de Capricornio rodó hacia un lado, tosiendo sin control, expulsando una gran cantidad de agua en el suelo.

Desorientado, logró sentarse, sólo para ser tranquilizado por la mano de Nihil, quien le sujetó el hombro.

— Habría sido problemático que murieras en mi compañía… sé más cuidadoso, por favor —le pidió, impasible.

— ¿Dónde estamos? —Sugita preguntó, alarmado.

— Mira tú mismo —el marine shogun musitó, invitándolo a ponerse de pie.

 

En cuanto se alzó, Sugita inspeccionó con sus ojos el entorno. Se encontraban a la orilla de un estanque donde desembocaba una alta cascada cuya agua salía a gran presión.

— Por allí llegamos —Nihil señaló—. Es un acceso sólo de entrada.

Parecían haber caído dentro de una enorme caverna subterránea, cuyas paredes eran de roca sólida y extremadamente duras

Lo más sorprendente era que un gigantesco remolino de agua brillante y azulada abarcaba casi en su totalidad el techo de la gruta. Su resplandor era la luz que iluminaba el entorno a falta de cualquier vestigio de luz solar, por lo que todo lo que allí moraba se cubría con una gama de luz azul.

— ¿Pero qué es eso? —Sugita preguntó, impresionado al ver la corriente que giraba como las nubes alrededor del ojo de un huracán.

Se encontraban muy lejos del centro del vórtice de tal fenómeno, pero en la distancia se podía distinguir una especie de columna irregular que parecía llegar a él.

 

Nihil inspeccionó con cierta curiosidad, el torbellino se encontraba a una distancia igual o muy cercana a la existente entre el suelo y el mar en la Atlántida.

— ¿Qué es este lugar? —Sugita de Capricornio musitó con cierto temor—… ¿Qué es lo que la cloth de Aries está haciendo aquí?

— Si buscaba un lugar en el cual permanecer oculta, eligió sabiamente —respondió Nihil con su peculiar tono de voz, carente de emoción y sólo con objetividad—. Si su intención era buscar a un nuevo dueño, quizá lo encontró.

Nihil de Lymnades comenzó a avanzar, su destino sin duda era el pináculo que miraba a lo lejos.

— ¿Dueño? ¿Quieres decir que hay personas viviendo en este lugar? —Sugita cuestionó, siguiéndolo.

— Debe de… si estuvieran todos muertos no percibiría nada —respondió, saltando para avanzar ya que la zona se tornó cada vez más difícil de seguir.

— ¿Muertos? ¿Qué quieres decir? ¡Oye, espera! —Sugita clamó al no obtener respuestas.

El santo de Capricornio rebasó a Nihil sólo para interponerse en su camino y obligarlo a detenerse.

— Creo que antes de dar un paso más es justo que me expliques qué es este sitio. Si tendremos que lidiar con alguna situación adversa es mejor que me lo adviertas —pidió, mostrándose molesto con el marine shogun que le dedicaba una mirada impasible.

— Eres demasiado inestable… un momento puedes estar decidido, otro temeroso, al siguiente acobardado y al final malhumorado, ¿cómo puedes ser un guerrero eficaz si no controlas todo eso? —cuestionó, mirándolo fijamente.

— No hablemos de mí ahora —Sugita pidió sin cambiar de actitud—. Hablas de eficacia, y no advertirle a tu compañero lo que encontrará más adelante no es la mejor de las estrategias. Estamos juntos en esto, ¿o no?

Nihil guardó silencio por unos minutos en los que sólo pestañeó un par de veces. Sugita de Capricornio creyó que se había puesto en alguna clase de trance, pero sólo estaba tomando una decisión al respecto.

— Es una prisión —Nihil respondió para incredulidad del santo de Capricornio—. Mira, nuestra llegada ya ha sido percibida por los nativos —señaló, a lo que Sugita volteó para comprobar sus palabras.

 

En efecto, entre las grandes piedras y los montículos que éstas formaban, se alcanzó a divisar una silueta agazapada. Por la distancia y la penumbra perpetua, fue difícil de distinguir, mas una voz llegó a ellos.

Las palabras les resultaron desconocidas, de un idioma extraño que de alguna manera ambos sintieron que las entendían pese a que carecían de significado para su comprensión.

— Está asustado, pero a la vez curioso por nuestra presencia… no se irá —musitó Nihil a su compañero.

— ¿Acaso lees la mente? —Sugita preguntó sin apartar la vista en dirección a donde ese individuo se ocultaba.

— Algo mejor —respondió brevemente.

 

El santo dorado se animó a adelantarse un poco y buscar la comprensión de quienquiera que los había descubierto.

— Disculpe, pero no comprendemos su dialecto. No le haremos ningún daño, puede salir —se le ocurrió decir.

Una cabeza se asomó por encima de las rocas que creía el mejor de los escudos.

Habláis en la lengua de los dioses del Olimpo… —entendieron cuando la persona cambió de dialecto, Sugita lo identificó como griego con un acento y pronunciación bastante anticuados.

— Le comprendemos —Sugita le alertó, entusiasmado por el que existiera forma de entenderse.

Tras unos momentos, la figura comenzó a andar hacia ellos, distinguiéndose a un anciano ligeramente encorvado que debía apoyarse de un bastón para andar entre el difícil terreno. Vestía un largo camisón cuyo color era imposible de saber ante el monocromático entorno. Tenía cabello corto y canoso, así como una larga barba que le adornaba la cara arrugada. Lo que más resaltaba a simple vista era cómo toda su frente se encontraba tapizada con lo que parecían escamas… escamas que adquirían ligeros destellos al reflejarse la luz del torbellino sobre ellas.

El anciano exhaló aire con un gesto de sorpresa y admiración— Vos sois… Esos ropajes brillantes —avanzó con la mano extendida hacia Sugita, quien no supo cómo reaccionar ante el viejecito que terminó palpando el peto de su armadura—. Mi padre me compartió la imagen que a su vez su padre le obsequió… es muy parecida… Sí, mucho… vos debéis ser… santo… sí, un santo de la diosa Atena —el anciano comenzó a temblar conforme sus ojos se llenaron de lágrimas que no se molestó en contener.

— ¿Q-qué es lo que le pasa? ¿Se siente bien? —el santo de Capricornio se preocupó.

¿Bien? Por supuesto que estoy bien... es sólo que, no… es demasiado el gozo que este viejo corazón siente… al fin, por fin la diosa ha venido a salvarnos… al fin ha respondido al sacrificio de nuestro sagrado patriarca —el anciano continuó llorando, pero con una expresión alegre.

— Yo… la verdad no entiendo qué es lo que quiere decirme, anciano. Tiene que calmarse —Sugita lo sujetó por los hombros, estaba sobrecogido por la esperanzada mirada que el anciano había puesto en él.

— ¿Así que en vez de rezar por el perdón a su dios, decidieron orarle a la diosa enemiga? —cuestionó Nihil, quien hasta entonces había optado por el silencio—. Es evidente que no han aprendido nada…

El anciano miró al marine shogun, resaltando a sus ojos los adornos y rasgos marinos que había en su ropaje sagrado, algo que reconocía por las leyendas contadas entre su gente.

El anciano se giró hacia el marino y acusadoramente lo señaló con el bastón, clamando de nuevo en esa lengua indescifrable. Había miedo, pero sobre todo rencor en la mirada del anciano cuyas lágrimas continuaron fluyendo pero esta vez por la clara tristeza e ira que burbujeaban en su pecho.

— No hace falta que te entregues a la ira, noble viejo… A diferencia de lo que crees, el Emperador personalmente me ha pedido escoltar al guerrero de Atena hasta aquí.

Al escuchar eso, el viejo quedó en completo silencio, contrariado.

— Pudiste haber dicho que entendías su lenguaje… —Sugita reprochó.

— Habría mentido, el idioma de los atlantes me es totalmente desconocido. Sólo me basta ver su rostro para imaginar las numerosas blasfemias que ha dicho —Nihil aclaró, totalmente imperturbable.

— ¿Atlantes? —Sugita repitió—... Creí que ustedes…

Nihil se adelantó a explicar— Los auténticos atlantes, la descendencia directa del emperador Poseidón con la dama Clito**… Este anciano y todos los que moran aquí pertenecen a la casta manchada de Atlas, el primer rey de la Atlántida, y fue por la traición de su rey que todos fueron condenados a la oscuridad.

 

*-*-*-*-*

 

Sennefer, Patrono del Zohar de Esteropes, se encontraba dentro de una estancia subterránea donde se recrea la arquitectura de una mastaba del antiguo Egipto. En medio de la cámara inundada por la penumbra, había un gran agujero que parecía no tener fondo. Sobre éste se mantenía a flote el renombrado cetro de Anubis, cuya energía parecía alimentar el vacío o tomar fuerzas de él.

El Patrono estaba sentado en completa meditación junto a él, mientras su cosmos lo levantaba a escasos centímetros del suelo.

 

Privado de su zohar, en su torso desnudo resaltaba a la vista la cicatriz en su pecho de la que emerge grotescamente el ojo de un posible demonio, el cual pestañeó y miró hacia cierta dirección.

 

Así que… tú eres Sennefer —escuchó de  una voz para nada familiar en su cámara.

El Patrono se limitó a abrir los ojos, en búsqueda del que siseó de tal forma.

He escuchado mucho sobre ti, cosas muy interesantes.

— El que oses interrumpirme mientras medito quiere decir que vienes de parte del señor Avanish… sólo así es que me hablarías con tanta familiaridad como para creer que sobrevivirás. Muéstrate —pidió, sin abandonar su posición.

Su petición fue concedida al instante en que apareció un joven  justo delante de él, sólo el hueco en el suelo y el Cetro de Anubis los separaba.

Para Sennefer fue fácil reconocer la verdadera naturaleza de ese joven de cabello oscuro.

— Así que eres tú… la bestia que mi Masterebus ayudó y ocasionó tanta conmoción en Asgard —Sennefer lo sabía.

— Parece que estás bien enterado —sonrió el joven.

— ¿Qué asuntos puedes tener conmigo? Es cierto que perdí una mascota, ¿acaso vienes a pedirme que te deje tomar su lugar?

— No precisamente.

— Entonces, ¿cuál es la razón por la que me importunas, Ehrimanes?

— Sentía curiosidad por llegar a conocer a la persona que conoce tanto sobre el Abismo… un posible hermano

— Detente justo ahí, criatura insolente —Sennefer advirtió—. Tú eres un demonio que poseyó el cuerpo de un chico, yo soy un hombre que se volvió un demonio… no somos iguales

— Compartimos el origen de nuestra naturaleza —dijo Ehrimanes, con orgullo—. Es impresionante que en tu cuerpo hayas absorbido a uno de mis hermanos y uses su fuerza a tu beneficio… ¿pero quién domina a quién?

— Sennefer, el antiguo Apóstol Sagrado de Seth, y el demonio que llamas hermano, dejaron de existir cuando pactaron hace ya tantos siglos —explicó, mostrando una mirada intimidante—…. Soy el resultado de esa unión, alguien que supera a los hombres y a los demonios.

— Admiro lo que eres, por lo que mi sentido de supervivencia me ha encaminado aquí, a ponerme a tus servicios.

— Pensé que no te interesaba el puesto de mascota—Sennefer sonrió sarcástico.

— Seré un aliado que puede ayudarte en tus propósitos —Ehrimanes realizó una reverencia tras la cual terminó con una rodilla en el suelo, mostrando completa sumisión—. Masterebus jamás podría haber sido tan eficiente como yo lo seré para tu fin…

— Explícate…. —dijo, con desconfianza.

— No temas. No fue mi intención, pero cuando Masterebus compartió su sangre conmigo, fui capaz de ver mucho de lo que él ha presenciado y escuchado… Sabes que en la sangre está la vida de los seres vivos y su conocimiento.

— Entiendo… Vaya, en qué dilema me has puesto —Sennefer estiró las piernas para volver a pisar el suelo—. Podría destruirte aquí mismo y nadie se atrevería a preguntarme la razón.

— No deberías temer a la traición Sennefer, después de todo el señor Avanish no está interesado en lo que le ocurra al mundo después de que termine con su tarea —Ehrimanes le recordó, permaneciendo en el suelo—. Ha dicho que les dejará el mundo a ustedes como recompensa por tan buena labor…

— Es cierto que no debo temer de él, pero no es algo que me gustaría que se esparza por allí… ¿crees que el resto de los Patronos estarán de acuerdo?

— Si es que sobreviven…. —musitó Ehrimanes al ponerse de pie.

Sennefer lo miró con renovado interés — ¿No sobrevivirán?

— Pocos realmente…

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?... —Sennefer cuestionó, intrigado.

— Este niño tiene la habilidad de ver el futuro en sus sueños, una habilidad que pienso utilizar a tu favor —prometió.

— Tara también es capaz de ver el futuro —Sennefer aclaró sin sorprenderse—, mas no es sabio confiarse de lo que los videntes son capaces de ver, el futuro siempre está en movimiento y por ende en constante cambio. No confío en esa magia tan inexacta.

— Es cierto, pero cuando se mueven bien las piezas, el futuro es capaz de manipularse —Ehrimanes dijo con clara malicia—… Es algo que hice desde el momento en que obtuve este cuerpo. ¿Fastidié toda su operación en Asgard con una simple acción no es así? Puedo hacer eso y más… colocar lo que se necesite en el tablero del destino para labrar el futuro que deseamos.

Sennefer lo meditó, mirando de soslayo al enigmático Ehrimanes.

— ¿Por qué te interesa?

— Porque yo he experimentado lo que es la vida fuera del Abismo, a través de un cuerpo humano —Ehrimanes se palpó el hombro, sonriendo—. El que el resto de mis hermanos tengan la misma dicha, la que tú también has experimentado, ése es mi deseo…

— ¿Es eso todo? —Sennefer se rió—. No intentes engañarme, somos de la misma calaña por lo que preguntaré nuevamente, ¿qué beneficio buscas al fingir aliarte conmigo?

Ehrimanes sonrió descaradamente, sabiendo que no tenía que ocultarle nada a ese hombre.

— Bien, ¿buscas una asociación basada en la verdad? No es propio de nuestra estirpe, pero está bien. Puede que suene una razón anticuada, sin embargo lo vale: Venganza… simple venganza —repitió con gozo—. Los humanos nos expulsaron fuera de su mundo y nos confinaron a las tinieblas. ¡Redujeron nuestra existencia a menos que nada! Quiero ver a los shamanes retorcerse de dolor cuando sus cuerpos se vuelvan moradas de los espíritus que sus antepasados oprimieron… ¡Quiero que les arrebatemos el control de este mundo y lo volvamos nuestro! Lo he visto, es posible, a través de ti, tus poderes, el cetro de Anubis, el sello de reemplazamiento de almas… ¡La era de los hombres y los dioses terminará y nosotros podremos reclamar este mundo!

 

Sennefer lo miró silenciosamente, buscando las mentiras detrás de cada palabra y exaltación, no podía fiarse de todo lo que salía de esa lengua convenenciera, sin embargo decidió no ocultar que compartían algo en común.

— Y lo haremos —respondió, esbozando una sonrisa igual o inclusive más siniestra que la del propio Ehrimanes—. Pero a su debido tiempo —aclaró—. Incluirte en mis planes es algo que debo meditar con cautela. Ahora me es imposible ya que estoy a punto de comenzar un gran asalto… —Sennefer explicó, devolviendo su atención al cetro de Anubis, hacia el cual extendió los brazos. La energía que rodeaba el artilugio mágico se extendió hasta cubrir el cuerpo del Patrono, cuyos ojos se llenaron de oscuridad en la que resaltó el color dorado de sus pupilas.

— Ah, el próximo enfrentamiento dará inicio, ¿no es así? —Ehrimanes se alejó un poco, decidiendo ser sólo un espectador —. No tuve oportunidad de estudiar sus variantes con cautela, será divertido ver el resultado final. Aunque de algo estoy seguro… las muertes están garantizadas.

 

 

*-*-*-*-*

 

 

El anciano tomó un poco de musgo creciente de las piedras para mostrarle al joven santo cómo lograba encender un fogata, usando un aceite especial que prendió con una peculiar cerilla.

Una vez iluminados por luz anaranjada, la pálida piel del anciano fue visible, así como el color plata de las escamas en su frente que reflejaban los colores cálidos de las flamas.

El viejo atlante había dejado de mostrarse hostil ante el marine shogun una vez que éste aclaró su misión allí. Acordaron sentarse alrededor del fuego, para proseguir con la conversación.

Un marine shogun…. ayudando a un santo de Atena —murmuró el anciano, sobándose las manos con nerviosismo—… ¿Cómo es posible? Nuestros abuelos narraban su rivalidad encarnizada, así como la de vuestros dioses…

— En la Tierra han pasado siglos desde que fueron juzgados y condenados a esta prisión bajo el mar… Muchas cosas han cambiado, entre ellas la gracia del emperador Poseidón.

Entonces… ¿será posible? ¿El dios del mar… está dispuesto a perdonarnos?¿Nos liberará? —preguntó el viejo, con la voz temblorosa.

— No es algo que pueda saber —respondió Nihil en total tranquilidad—… pero ha dado el primer paso ¿no lo crees? Después de milenios de mirar hacia otro lado, ha vuelto a prestarles atención… Podría ser una señal.

El anciano cerró las manos frente a su rostro y agradeció en su lengua natal antes de proseguir — Las señales han estado ocurriendo, es posible… desde el momento en que ese cometa dorado cayó en nuestro reino, supimos que se trataba de un buen augurio… y ahora, con la llegada de un santo de la magnánima Atena y un sagrado marine shogun de Poseidón, todo… hay esperanzas… esperanza —el viejo permaneció cubriendo su rostro, de nuevo entregándose al llanto y a su propio gozo.

— ¿Un cometa? Podría tratarse de la armadura dorada… —musitó Sugita para sí mismo.

 

— Nihil— Sugita lo llamó—, ¿podrías hablarme de lo que aquí ocurrió? Sólo soy capaz de entender que… este hombre y su familia son prisioneros en este lugar… su rey traicionó a Poseidón, por lo que este fue su castigo.

— Quizá es lo único que necesites saber —contestó, mas al ver el gesto del santo supo que no estaría jamás conforme con ello—. Pero para evitarte distracciones y conjeturas erróneas, es mi deber contarte lo que has pedido…

 

Nihil miró las llamas como si en ellas pudiera ver los sucesos que estaba por narrar— Todo se remonta a la era mitológica, cuando los dioses gobernaban a los humanos y existía un convivio constante entre las deidades y los mortales. El mundo de la superficie le pertenecía a Zeus, el del mar a su hermano Poseidón y el mundo de los muertos a Hades. Se dice que Zeus era un dios que se ausentaba demasiado, por lo que nombró a Atena como la regente de sus dominios. En aquellos días, el emperador Poseidón aprovechó una de esas ausencias para hacerse del dominio de Zeus, por lo que así fue que inició la guerra contra Atena y los mortales que le servían.

— El Emperador tenía demasiado a su favor ya que había preparado a su armada con antelación, todo un ejército de guerreros atlantes capaces de exterminar a los mortales y apropiarse de la superficie. Su propia estirpe, protegidos con armaduras que se conocieron desde entonces como scales, ropajes creados con oricalco, por instrucción y bendición del mismo Emperador.

— Es bien conocido que los primeros santos de Atena carecían de la defensa de los ropajes que actualmente poseen, pero aun así, los mortales mostraron tanto valor ante los enemigos del mar, que el entregar sus vidas a la causa conmovió el corazón de la diosa y así es como ella les concedió las nombradas cloths… pero hay ciertas omisiones a la historia que explican toda esta tragedia, ¿no es así, anciano?

El viejo se limpió el rostro con la manga de su ropa antes de responder— Sí… dicen… que el arrojo de los mortales no sólo cautivó a la diosa de la sabiduría, sino al mismo rey Atlas, primogénito del emperador Poseidón, uno de los diez reyes del glorioso reino de la Atlántida... Aunque, también se especula que fue la diosa Atena quien pidió ayuda a nuestro rey —el viejo permaneció cabizbajo—… Fuera como fuera… el rey Atlas convenció a los herreros artesanos del continente Mu que aceptaran aliarse con Atena en su necesidad. Sin embargo, los muvianos tenían una estrecha relación con la Atlántida, el miedo hacia el dios del mar impidió que prestaran su ayuda con facilidad… En cierto momento, nuestro rey convenció a una familia de herreros capaces de trabajar el oricalco y el polvo de estrellas… y así fue como nacieron las cloths de los santos.

— Debes saber —prosiguió Nihil— que dicha situación balanceó la sangrienta guerra y finalmente los santos lograron causar bajas al ejercito del Emperador, desencadenando el fin de la historia como la conocemos. El emperador Poseidón fue derrotado, la Atlántida se hundió bajo el océano y todos los atlantes murieron… excepto la casta de Atlas, quien tras haberse aliado con Atena luchó a su lado y juntos trajeron la paz.

… Pero entonces… el castigo cayó sobre nosotros —musitó el anciano, deprimido al recordar nuevamente las razones por las que tenía que vivir en esa gran prisión de roca.

— Se dice que tras el final de la guerra, los dioses se reunieron alrededor de Zeus, algunos exigiendo justicia por lo acontecido, otros pidiendo clemencia para los involucrados —explicó Nihil—. El dios del trueno tenía mucho que considerar, y aunque las acciones del Emperador fueron una afrenta hacia sus dominios y autoridad, la derrota de un dios a manos de los mortales resultó algo imperdonable. Aunque Atena tomó la decisión, excusando proteger a los humanos y el reino de su padre, el proporcionarle a los hombres armas y conocimientos para oponerse a los dioses resultó intolerable para muchos. Al final, Zeus decidió que el castigo de Poseidón fue el que llegó a manos de su hija, pero Atena y sus aliados también tendrían que someterse a la voluntad de los dioses —el marine shogun terminó por ponerse de pie, contemplando el desolado y lúgubre paisaje frente a sus ojos—. Al dios Poseidón se le permitió hablar ante los demás dioses, le cedieron la oportunidad de elegir cuál sería el castigo para sus enemigos. Es claro que el Emperador exigió que se condenara a Atlas, a su linaje y a los muvianos por la traición cometida. Me atrevo a suponer que fue su manera de vengarse también de Atena, que ella atestiguara cómo es que todos aquellos a los que volvió en su contra sufrieron las consecuencias de su victoria y no poder hacer nada al respecto.

Nuestro rey, y todos los atlantes que lo siguieron en su cruzada, fueron condenados a esta prisión fortificada, a jamás ver el sol, ni los campos verdes —el anciano dio un largo suspiro—… A morar en la oscuridad, comiendo de los pocos peces que llegan en los riachuelos de agua salada, con escasa agua dulce… Nuestros antepasados, hicieron todo lo posible para sobrevivir en deplorables condiciones… ellos pasaron la peor parte… algunos resistieron y se aferraron a vivir, otros prefirieron buscar el descanso o la expiación con la muerte…

Sugita de Capricornio se sentía impresionado por el relato. La visible tristeza y desesperación del viejo lo hacían sufrir, pues él no estaba allí para liberarlos. Con congoja pensaba en que el corazón del anciano se romperá en cuanto se lo aclare.

Se intentó vivir en comunidad… Generaciones han nacido y perecido aquí. Las historias y el origen de nuestro encierro es algo que se ha procurado transmitir a los más jóvenes… enseñándoles a guardar esperanzas de que algún día se nos concederá el perdón si somos lo suficientemente buenos… creyendo que si el Emperador veía nuestro arrepentimiento se apiadaría de nosotros, sus hijos perdidos… Muchos han sido los que se resguardaron en tal esperanza, pero han muerto de vejez sin haber atestiguado su sueño…

— Irradiaste de esperanza cuando viste a este santo de Atena, ¿por qué? —le recordó Nihil, con curiosidad ante lo que pudiera comentar.

Yo nací aquí, en cautiverio… mi abuelo fue uno de los exiliados que lograron sobreponerse a todas las carencias… La sangre que corre por nuestras venas nos permite una larga juventud y una larga vejez… pero en este sitio, eso es una maldición —el anciano miró hacia el techo con amargura—…. Soy de los más viejos ahora, pertenezco a una de las últimas generaciones que se animaba a creer, pero…. Fue natural que los más jóvenes comenzaran a cuestionarnos… que comenzaran a odiar… que soñaran con salir de aquí con desesperación… Las leyendas que ellos escucharon como cuentos, los llevaron a creer que quizá Atena sería quien los liberara… en pago por lo que nuestro rey y su pueblo sacrificó por su victoria…. No nos importó demasiado ya que, era preferible que se aferraran a esa idea en vez de subir por el Pináculo de Piedra…

— ¿El Pináculo de Piedra? —Sugita repitió, a lo que el viejo apuntó hacia aquella lejana torre que sube justo hacia el vórtice del feroz remolino.

— Cuando la desesperanza volvió a abatir a nuestros jóvenes, construyeron ese pilar, creyendo que si se dejaban arrastrar por esas aguas acabarían en la superficie… Intentamos detenerlos pero, no escucharon razones… mi hijo fue uno de ellos… Fue desgarrador verlo partir tras prometerme que sin importar lo que le costara, saldría de aquí y volvería por todos nosotros… Sólo los vimos desaparecer dentro de ese agujero que los absorbió y borró todo rastro de ellos… jamás los hemos vuelto a ver…. Puede parecer tonto pero, aún después de tanto tiempo espero el día de su regreso….

— No tienes por qué esperar más —dijo Nihil—. Tu hijo y todo aquel que se entregó al remolino han muerto.

— ¡Nihil, basta! —Sugita espetó.

— La corriente los arrastró hacia la superficie, es cierto, pero en el trayecto la fuerza en ellas destrozó sus cuerpos causándoles una muerte casi instantánea. Ni siquiera tuvieron la suerte der ver la imagen del sol a través del agua antes de morir. De sus restos se ocuparon las criaturas marinas…

El marine shogun se dio media vuelta, anticipando la reacción del santo de Capricornio quien lo empujó y retuvo contra el muro más próximo.

— Cierra la boca… ¿Acaso no sientes nada de pena por este hombre? — Sugita murmuró con evidente resentimiento— ¡¿Qué clase de seres son ustedes que pueden vivir sabiendo lo que pasa aquí?! ¿Cómo... cómo es que Poseidón puede tratar con tanta benevolencia a la gente de allá arriba mientras aquí —se atragantó—… permite que pasen tantas calamidades? ¡¿Cómo es eso posible?! —deseó saber.

— ¿No te has detenido a pensar que si te permitió llegar hasta aquí fue por alguna razón? —Nihil musitó, paciente—. Como ya dije, el primer paso se ha dado, ¿ayudarás a que se den los siguientes?

— Por supuesto…

— Entonces prosigamos con nuestra verdadera tarea —Nihil apartó con facilidad las manos que lo retenían contra el muro— Es evidente que intentarás interceder por estas personas. A través de nuestra experiencia, el Emperador podrá saber lo que aquí ha sucedido, y quizá, sólo quizá, puede que en verdad haya esperanza para ellos.

 

El anciano dificultosamente se puso de pie con ayuda de su bastón. Observó de modo melancólico a los dos jóvenes guerreros una vez que entendiera que su misión estaba lejos de ser la esperada por él.

Vosotros… ¿qué es lo que realmente esperáis encontrar aquí?, ¿a qué habéis venido? —preguntó.

Sugita miró con vergüenza al anciano —Buscamos… una cloth de oro como la mía. Ese es el motivo por el que vine… pero tras ver lo que aquí se oculta no pienso quedarme con los brazos cruzados… haré lo posible para que todo esto se resuelva.

El anciano contempló con tristeza al joven santo, y por un momento fugaz recordó a su hijo y su despedida.

Parecéis tan convencido de lograrlo… pero no puedo permitirme caer en vuestras palabras, estoy muy viejo para sufrir más desilusiones —dijo el desanimado viejo—... Todo esto… vosotros, yo mismo, mi gente, Poseidón, Atena, Atlas… es un trágico capitulo que debe llegar al final… Tal vez vosotros son el final… soñamos con la libertad… cuando os vi llegar pensé que serían los verdugos que finalmente nos traerían la muerte… Pero ahora parecéis bravos caballeros de la esperanza… quizá la última que podamos soportar— el viejo suspiró, y tras una breve plegaria silenciosa decidió decir—… Yo ayudaré a que os decidáis… ser verdugos o caballeros… ya da igual.

Las palabras del anciano los contrarió un poco, esperaron a que les explicara lo que ocultaba detrás de ellas, mas el viejo comenzó a andar por la vereda.

Seguidme… Si buscáis una armadura de oro, yo sé dónde está. Cayó aquí hace tiempo, la recogimos y se la entregamos a nuestro líder, desde entonces ha permanecido a su lado.

— ¿A su líder? —Sugita se interesó.

Sí… hablo del rey Atlas, por supuesto.

 

*-*-*-*-

 

 

Templo de Poseidón. Salón Principal.

 

Alrededor del trono del Emperador de los mares, cuatro de sus marines shoguns se habían reunido para enterar a los que se encontraban ausentes sobre los recientes acontecimientos en el reino.

— Envié a Tyler según tus indicaciones, Enoc. Espero que pronto arribe en compañía de Alexer —comentó Behula de Krysaor, sosteniendo su lanza sagrada.

— El comportamiento de Alexer… no es propio de él —añadió Sorrento de Siren, vistiendo su scale.

— Es por eso que quiero respuestas antes de que tengamos que lidiar con los llamados ‘Patronos’ —habló Enoc con serenidad.

— Todos aquellos que busquen agredir al Emperador deben ser aplastados… —dijo la voz de una joven de cabello rosado. Su piel bronceada se encontraba revestida por la scale de  Scylla.

— He enviado a la mayoría de las tropas a las ciudades del exterior. El Emperador fue claro en su deseo por proteger a la población como una prioridad —explicó Enoc, quien se sujetó al trono vacío de su dios.

— Supongo que permaneceremos aquí hasta que se llegue a advertir  algún ataque— dijo Behula de Krysaor.

— Aun si los hubiera, no podemos dejar indefenso el palacio —comentó Sorrento de Siren.

— Sorrento, tú permanecerás en vigilia del Emperador —indicó el dragón marino—. Sería deshonroso que él tuviera que involucrarse en una contienda con enemigos impíos, recuerden eso.

— Enoc, ¿qué debemos esperar de la incursión de Nihil en compañía de los santos de Atena? —Sorrento se animó a preguntar.

El marine shogun tardó en responder— Nihil recibió sus instrucciones de boca del mismo Emperador… desconozco la naturaleza de la misión que le fue asignada —explicó, para intriga de los presentes—. Es incierto saber cuánto tiempo le tomará, hasta entonces deberemos unir esfuerzos por cubrir sus funciones… así como las de Alexer.

— ¿Crees que en verdad Alexer haya decidido desafiar a la Atlántida? —Sorrento cuestionó una vez más.

— Ese es el problema… no encuentro razones que hayan impulsado a Alexer a tomar tal decisión —Enoc respondió—. Todos hemos sido testigos de lo benevolente que el Emperador ha sido con el reino de Bluegrad... ¿Cómo podrían pensar siquiera en traicionar a su máximo benefactor?

— Es fácil juzgar sólo por las apariencias —comentó Behula en total calma—, pero hasta que la verdad no se muestre tal cual es, le brindaré a Alexer el beneficio de la duda.

— Tampoco me siento muy cómodo con la idea… Sin embargo, experiencias pasadas me han hecho ver que los traidores se pueden esconder hasta en los compañeros más entrañables —recordó Sorrento—. Considero que Enoc ha tomado la decisión correcta al confrontar a Alexer antes de que sea demasiado tarde.

— Por el contrario —agregó el dragón marino, volviéndose hacia sus compañeros—. No estoy dispuesto a perder tiempo en intrigas. Enviar a Tyler fue una manera de presionar a Alexer. Si todo esto es sólo una equivocación acudirá a mi llamado y se someterá a mi juicio; de lo contrario lo tomará por sorpresa y se verá obligado a actuar, de ese modo desenmascaré rápido su obra.

— Por eso enviaste a la mayoría de nuestras fuerzas a la superficie. Buscabas que las bajas fueran mínimas en caso de que decidan atacar —entendió Behula.

— Aun cuando Alexer se sintiera atrapado, ¿cómo estás seguro de que no acudirá aquí fingiendo? —cuestionó Sorrento.

— Por Nihil —respondió la distraída Caribdis de Scylla, quien miraba en dirección opuesta a la que se encontraban sus compañeros—... Alexer sabe que jamás podría mentirle a Nihil.

— Ya lo ha dicho Caribdis —Enoc sonrió.

— Espero Tyler sea capaz de manejar cualquiera que sea la situación —musitó Behula, preocupada.

— Entonces, deliberadamente esperas que estalle la guerra —Sorrento musitó, pensando en cada una de las posibilidades.

— No me malinterpretes, Sorrento —aclaró Enoc—. Pero tampoco soy de los que gusta vivir bajo la sombra de un mal presagio. Prefiero atacar el mal que ser acechado por él.

— En eso estoy de acuerdo —dijo Behula, notando lo distante que se mantenía Scylla.

Caribdis de Scylla siempre ha sido una chica misteriosa, por lo que todos los ahí reunidos ya se habían acostumbrado a su forma de ser así como a sus inesperadas reacciones.

Pese a ello, se le consideró lo suficientemente capaz y habilidosa para que se le fuera otorgada una de las siete scales de los marines shoguns y convertirse así  en la guardiana del océano del Pacifico Sur.

La primera vez que la conoció, Behula y ella parecían compartir la misma edad, pero pese a los años transcurridos ella había crecido mientras Caribdis permanecía en la misma línea de juventud.

La marine shogun de Scylla no era como los demás marinos, su origen era desconocido y su pasado un enigma, pero aun así, Behula sentía la necesidad de velar por ella como si fuera su hermana mayor.

 

Cuando Behula de Krysaor puso su mano sobre su hombro, la joven Caribdis llegó a decir — Allí viene… el gigante y los condenados…

— ¿Qué dijiste Caribdis? —preguntó la marine shogun de Krysaor, justo antes de que un estruendo golpeara sus sentidos y la barrera de su cosmos.

 

— ¿De dónde provino eso? —Sorrento preguntó, percibiendo extrañas presencias en el reino submarino.

— Respondieron más  rápido de lo esperado —Enoc se colocó el casco de su ropaje y con tranquilidad advirtió a los enemigos que llegaron al reino de Poseidón.

— Es…. un grupo numeroso —presagió la marine shogun de Krysaor mientras Caribdis de Scylla endureció la mirada al estar consciente de la clase de individuos que habían invadido su hogar.

 

*-*-*

 

Los centinelas que custodiaban las puertas principales del reino de Poseidón, fueron sorprendidos por una ventisca que se introdujo por uno de los portones cuando éste se abriera tal cual era costumbre.

Pese a que fueron alertados de posibles intrusos, no imaginaron que a través de la puerta que conducía hacia Bluegrad entraría una estampida salvaje que arremetió contra toda vida que encontraron en su camino.

En un santiamén, yacían ocho marinos de la Atlántida muertos bajo los pies de una brigada de guerreros que fácilmente los sometieron.

Uno a uno, comenzaron a pasar a través del portal, hasta que un grupo de cincuenta hombres y mujeres vestidos con armaduras azules se aglomeró en ese recinto.

Aguardaron hasta que las últimos cuatro siluetas pusieran un pie en el reino submarino, esperando instrucciones.

— Así que esto es la Atlántida —dijo una joven que emergió del umbral luminoso, seguido por un hombre de gran altura, que emergió y se alzó como un gigante de cinco metros envuelto en una portentosa armadura que le cedía un aspecto impresionante.

— ¿Es hermosa, no lo creen? —preguntó la misma joven de cabellera azul, respaldada por todo el sequito de guerreros que la acompañaba—. Es una lástima que tenga que desaparecer —Leviatán de Coto sonrió con malignidad—. Ya sabes que hacer grandulón, esta vez no queremos entrometidos en nuestra reunión —dijo ella, por lo que el gigante de armadura negra se volvió hacia las puertas, y tras lanzar un golpe al aire todas y cada una de ellas explotaron en un efecto dominó—. Después de todo, esto será una bella reunión familiar…

 

 

FIN DEL CAPITULO 39

 

 

* Eventos que ocurrieron en un fic antiguo llamado “Lost Souls”, un crossover que escribí hace años y que no necesitan leer, pero cuyo final fue el punto de arranque para darle vida a este nuevo mundo.

** Todo lo del pasado de la Atlántida es basado en ciertos relatos mitológicos y obvio muchas cosas de mi cosecha.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 03 septiembre 2013 - 23:58

como siempre un excelente capitulo

 

me quede esperando la batalla del caballero de escorpio :(

 

la de aries es la que esta en la atlantida?

 

habia entendido algo diferente en otro capitulo



#170 Seph_girl

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Publicado 04 septiembre 2013 - 00:16

Hola XD!

Gracias por comentar Bolt! Te garantizo que en el proximo episodio saldrá la pelea de Escorpión, ya la tengo escrita XD por lo que es 100% seguro que la podrás ver en el cap 40 que se titulará BATALLA CARMESI

Y sobre la armadura pues... si, es como dices XD  ^_^

Saludos  :lol:


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#171 seiyapapa

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Publicado 05 octubre 2013 - 13:28

Muy bueno :D


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! MIRA COMO ME ZURRO EN TU CASTIGO DIVINO ¡


#172 Efebo Abel

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Publicado 06 octubre 2013 - 01:16

Muy interesante el capitulo o los ultimps dos capitulos publicados para ser sincero...

Ha pasado mucho tiempo desde que deje de seguor la historia y nuebamente a captado mi emocion y mi interes en seguirla...y

Has mejorado mucho desde los primeros capitulos y te felicito de verdad por eso... crwo que debo leer los capitulos anteriores para entender cosas q no me quedan muy claras antes de comenzar ahora si a dar mis criticas al estilo rexomega... jejjene

Pero por ahora basta con decirte que va muy nien la hostoria... incluso el buen Rexomega... mi maestro Jeczman o mi gran amiga Leni de Escorpion (fikers mucho mas antiguos que yo) estaran de acuerdo conmigo al decir que la historia realmente es emocionante...

Espero y pronto se publique el proximo capitulo y pueda yo ber al Rey Atlas... me sorprende que siga vivo despues de tanto tiempo... a menos que se trate de otro lider con el mismo nombre... la encarnacion de Odin... impresionante... ese dios nordiko a menos que algo realmente importante oocirrga hace acto de precencia..

En fin... ya vendran mis criticas y sugerencias luego de ponerme al dia con los capitulos anteriores....
Muy interesante el capitulo o los ultimps dos capitulos publicados para ser sincero...

Ha pasado mucho tiempo desde que deje de seguor la historia y nuebamente a captado mi emocion y mi interes en seguirla...

Has mejorado mucho desde los primeros capitulos y te felicito de verdad por eso... crwo que debo leer los capitulos anteriores para entender cosas q no me quedan muy claras antes de comenzar ahora si a dar mis criticas al estilo rexomega... jejjene

Pero por ahora basta con decirte que va muy nien la hostoria... incluso el buen Rexomega... mi maestro Jeczman o mi gran amiga Leni de Escorpion (fikers mucho mas antiguos que yo) estaran de acuerdo conmigo al decir que la historia realmente es emocionante...

Espero y pronto se publique el proximo capitulo y pueda yo ber al Rey Atlas... me sorprende que siga vivo despues de tanto tiempo... a menos que se trate de otro lider con el mismo nombre... la encarnacion de Odin... impresionante... ese dios nordiko a menos que algo realmente importante oocirra hace acto de precencia..

En fin... ya vendran mis criticas y sugerencias luego de ponerme al dia con los capitulos anteriores....
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#173 Seph_girl

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Publicado 08 octubre 2013 - 17:14

Efebo!

Yo pues ya creía que en verdad me habías abandonado o algo :p, pero es bueno saber que sigues rondando esta historia pese a sus errores y loqueras jejeje n.n.

Gracias por comentar y pues temeré cuando hagas tus criticas a la Rexomega como bien amenazas O.O XD.

Me esfuerzo por mejorar cada que puedo, con ayuda de mi lector beta que me ha ayudado mucho a mejorar lo que es la ortografía (aunque al final  nos equivoquemos ambos en algunas cosas jaja)

 

¡Aprovecho para mandar un saludos a todos los que esten leyendo, y pues aqui les traigo un capitulo más!

 

Pero... antes quisiera decir que es cierto que EL LEGADO DE ATENA (o ELDA, si abreviamos de alguna manera) tiene muchas subtramas, puede que a muchos eso les guste, a otros no, pero en todos mis años de escribir fanfics así es como siempre me ha gustado trabajar, y entre mas personajes manejo en una historia, más subtramas habrá.

Sé que he dejado muchas situaciones 'en pausa', pero es con un propósito, no porque se me hayan olvidado. Muchas de esas situaciones ocurren 'fuera de camara' o se les quita la PAUSA en determinado momento, pero al final se explicarán y volverán a la corriente de los capítulos, no se preocupen.

 

Estamos en los primeros capitulos de la Saga de Poseidon y la verdad seran varios episodios los que abarcará el  conflicto de los Patronos VS los marinos, y las situaciones en Bluegrad.

 

Ahora sí, me despido y que disfruten la lectura =D

 

/////////////////////////////////////////////

 

 

Souva de Escorpión concentró su cuerpo en sólo avanzar y mantener su temperatura dentro de la capa con la que se envolvió. Aun con la protección de su armadura, se empecinaba a exagerar su disgusto por los climas fríos.

Se admiraba de la facilidad con la que el hombre que terminó acompañándolo se movía por la tundra con suma seguridad. Al tratarse del maestro de Terario de Acuario, imaginó que el viaje sería silencioso y aburrido, pero fue toda una sorpresa saber que Vladimir era un hombre que estaba dispuesto a seguir una conversación larga, a diferencia de su pupilo.

 

— Entonces, ¿va a decirme lo que en verdad lo motivó para haber querido acompañarme? —Souva preguntó en cierto  momento, conforme se iban acercando a Bluegrad.

— Terario estaba pidiéndoselo a Singa cuando escuché la conversación. Me pareció que lo más apropiado sería que yo te acompañara, además, conozco el camino mejor que mis alumnos —respondió con la verdad.

— Hmm, ¿así de peligrosa considera esta visita a Bluegrad? —inquirió Souva, consciente de que podrían estar caminando hacia la puerta del infierno.

Vladimir se detuvo y le dedicó media sonrisa a su acompañante —Está bien… me atrapaste, mi motivo es el mismo por el que convenciste a Terario de que se quedara. Si hay peligro, mi deber es proteger la integridad de mis discípulos. No quiero exponerlos a una posible calamidad.

— Eres un buen hombre, Vladimir.

— Tú también, Souva de Escorpión —respondió el maestro—. Es tranquilizador que Terario tenga tan buenos amigos allá en el Santuario.

— ¿Qué puedo decir? Supuse que si Terario salía herido de todo esto, no me habría sido grato ver a una bella chica como su hija llorar —dijo con tono de broma.

— Así que te has dado cuenta de los sentimientos de mi hija.

— Habría que estar ciego para no hacerlo —el santo respondió.

— ¿Qué me dices de ti? ¿Acaso no habrá alguien que sufrirá si algo te ocurre? —Vladimir preguntó.

Souva calló unos segundos antes de responder, por lo que tras impulsarse para continuar avanzando es que dijo— Quizá haya alguien que vaya a sufrir por las ampollas que le saldrán en los pies tras haber bailado tanto sobre mi tumba —rió el descarado Escorpión—. Vamos, vamos, cambiemos de tema antes de que invoquemos a la muerte por tanto hablar de ella. No seamos tan pesimistas. Mejor hablemos de, ¿cuál es el plan?

— Si no te molesta, creo que lo mejor es que sea yo quien dé la cara en la ciudad. Aprovecharé mi condición de forastero para adentrarme como un simple viajero que busca provisiones para continuar mi viaje, algo de información podré obtener de la población. Tú podrías inspeccionar el lugar de una manera más sigilosa, pero será importante que no te dejes ver por nadie.

— Me gusta ese plan —suspira con alegría—. Me hará recordar viejos hábitos. No es por presumir pero aunque trajera una capa con lentejuelas brillantes, nadie se percataría de mi presencia aun cuando pasara por una plaza concurrida —bromeó.

Vladimir se encaminó hacia una pequeña vereda que sabía lo llevaría a la entrada de la ciudad azul, por lo que sabiendo que era tiempo de despedirse es que se animó a decir— No pongo en duda tu habilidad, por algo eres discípulo de Kenta —Vladimir comentó, sin mirarlo.

Por supuesto, Souva de Escorpión se intrigó —. ¿Cómo es que sabe el nombre de mi maestro?

Mas su pregunta fue eludida tras un rápida señal de despedida con la que Vladimir se adelantó hacia Bluegrad.

 

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Capítulo 40. Imperio Azul, Parte IV

Batalla carmesí.

 

 

Para Souva de Escorpión no presentó ningún reto adentrarse a la ciudad. A simple vista era una comunidad muy tranquila y sociable como las que está acostumbrado recorrer. Mientras más tiempo pasó inspeccionando el reino, más se convencía que quizá sólo se trataba de malos entendidos y no existía el peligro que rondaba por las mentes de los guerreros de Asgard. Aunque no descartaba la posibilidad, pues el tiempo ha sido un buen maestro que le ha enseñado a no juzgar por lo que veía sólo en la superficie.

Le era extraño que a diferencia del reino de Asgard, en Bluegrad el frío no era tan intenso y podía subsistir flora nada habitual dentro de la región de la tundra.

Desconocía que tal bendición era acto del emperador Poseidón, quien a través de su cosmos permitía una atmosfera más benevolente para la ciudad que le había jurado fidelidad.

 

Contemplaba a un padre caminando junto a su hija pequeña cuando percibió el estallido de un cosmos en la cercanía. Lo tomó totalmente desprevenido, por lo que tardó en ubicar la dirección de procedencia, sólo hasta que a su vista resaltaron estelas de humo supo hacia dónde dirigirse.

 

Al arribar al lugar, una pelea ya había dado inicio. Oculto, intentó entender lo que detonó tal situación.

El combate entre el marine shogun y la mujer de armadura roja llegó a ese momento decisivo en el que el vencedor está en su derecho de asestar el golpe de gracia o perdonar la vida a su adversario. Le era claro que aquella feroz mujer no tendría clemencia, y ni siquiera el espectador de la pelea, pese a tener una expresión de angustia marcada en el rostro, intervendría para cambiar el veredicto.

Las indicaciones que Terario le dio antes de marchar del Valhalla vinieron a su mente, peleando con su propia voz interior que lo impulsaba a actuar. Aunque su misión se limitaba a comprobar la presencia de enemigos en el reino, no significaba que pudiera dejar morir a un hombre impunemente.

Imaginó que tarde o temprano lo reprenderían por su acción que catalogarían insensata, pero cuando una vida estaba en juego él no podía sencillamente dar media vuelta e ignorarlo… no desde aquel día en que hubiera dado lo que fuera con tal de que alguien, quien sea, hubiera aparecido para salvar la vida de sus preciados amigos.

 

En cuanto  disparó dos agujas escarlatas, abandonó  todo sigilo para atraer la atención de su próxima oponente. Habló con osadía sólo para atrapar su atención y que se olvidara por completo del adversario que yacía agonizante en el suelo.

 

— ¿Quién eres tú? —cuestionó la mujer.

— Qué modales los míos. Mi nombre es Souva, santo dorado de Escorpión, a tu servicio —se presentó tras una irreverente inclinación.

— Así que no sólo los marines shoguns sino también el Santuario se ha dado cuenta de nuestra presencia en Bluegrad, estoy impresionada —Danhiri comentó, sonriente.

— Que quede entre tú y yo muñeca, la verdad es que esto no ha sido más que un tiro de buena suerte —el santo confesó, despreocupado—. Fue la intuición de otros los que me trajo hasta aquí, debería pedirles ayuda en los juegos de azar la próxima vez —meditó en voz alta.

— Que extraño… cuando escuchaba sobre los guerreros de Atena imaginaba que serían hombres mucho más centrados… y en cambio aquí estas tú, el segundo santo al que debo enfrentar y al que no dejaré escapar esta vez —dijo, acercándose al guerrero de vestimenta dorada.

— ¿El segundo? Que desilusión, y yo que esperaba ser el primero en tu vida —bromeó descaradamente—. No me digas, entonces tú fuiste quien dejó en tales condiciones al santo de Sagitario.

— Oh, así que sobrevivió después de todo… significa que el chiquillo también, ¿o me equivoco? —Danhiri dedujo con malignidad

— No me gusta ser chismoso, pero sí —respondió, intentando averiguar un poco más sobre lo ocurrido con el enigmático guerrero.

— Eso es perfecto —la mujer se dijo a sí misma—, por un momento temí que esos tres me hubieran arrebatado la oportunidad. Supongo que habrá que visitar el Santuario después de todo.

— ¿”Esos tres”? —inquirió el santo de Escorpión—. ¿Acaso ustedes, los Patronos, tienen competencia?

Danhiri le dedicó una mirada desafiante — No tengo por qué decírtelo, no es algo por lo que debas preocuparte ya que no saldrás vivo de aquí —determinó la mujer al avivar su cosmos rojizo.

— ¿Ni siquiera me darás una oportunidad para conocernos mejor? Estoy seguro de que podríamos llegar a entendernos y evitar esta penosa situación —Souva comentó sarcástico.

— Sé todo lo gracioso que quieras, dicen que  es bueno recibir a la muerte con una sonrisa —la mujer dijo instantes antes de que sus brazos se movieran y una llamarada mortífera  se desprendiera de ellos.

Souva vio el torrente de fuego, el cual arrasó el campo que estaba a su alrededor.

Danhiri descubrió que el Escorpión se movió sólo lo esencial para evitar que sus llamas lo quemasen.

Souva se mantuvo de pie, en una posición estilizada como si hubiera dado pasos de baile para esquivar el ataque.

— Tengo debilidad por las mujeres que muestran tanta pasión —dijo arrogante, provocando que la guerrera se exasperara.

— ¡No te atrevas a burlarte de mí! Eres veloz, es cierto, pero eso no bastará para vencerme —bramó—. Repudio a los hombres de tu calaña, será un placer incinerar tu corazón con mis manos. Yo, Danhiri, Patrono del Zohar de Equidna seré quien te entierre.

Souva silbó con un gesto divertido—. Tendrás que hacer fila, cariño. No serás la primera en buscar tal primicia.

— Entiendo la razón —dijo ella, desplegando su cosmos incandescente que transformó las alas de su armadura en vívidas plumas de fuego. Tras un leve aleteo, la guerrera Danhiri se impulsó a gran velocidad contra el santo de Escorpión, quien interpuso los brazos para frenar su embiste.

Los pies de Souva rasparon el suelo hasta que logró competir con la potencia de su enemiga, pero al saberse superado se apartó con un movimiento sagaz en el que inclinó el cuerpo para evitar el puñetazo de su oponente.

Danhiri lo siguió con la vista, siendo testigo de cómo las uñas de sus dedos índices y medios se alargaron hasta transformarse en afilados aguijones carmesís.

El santo de Escorpión dirigió los filos de su mano derecha hacia la guerrera de Equidna y tres puntos escarlatas se dispararon de ellos.

La dama sonrió despectiva, permitiendo que las tres luces impactaran contra su brazal izquierdo sin recibir daño alguno.

Danhiri mantuvo alzado el brazo, mostrando la placa reluciente de su armadura—. ¿Y qué se supone fue eso? Tus picaduras son insignificantes para mí —rió—. Si eso es lo único que tienes, más vale que te entregues a la desesperanza, nunca podrás vencerme, escoria.

La guerrera volvió a lanzarse como un bólido sobre el santo dorado. Souva de Escorpión optó por una posición defensiva con la que logró defenderse de los rápidos golpes que llovieron sobre él.

— Una guerrera hermosa, apasionada y con tremenda fuerza, creo que podría enamorarme —se mofó el santo, quien logra asestar golpes con sus nudillos y agujas, mas Danhiri estaba lejos de verse afectada.

— Tus halagos baratos no van a hacer que sea clemente contigo. ¡Además, considero que es muy pronto como para que comiences a pedir piedad!

La guerrera de Equidna manipuló el flujo de las llamas en su espalda,  desplegando una densa ola de fuego que golpeó al santo ateniense.

Souva intentó mantenerse de pie, mas fue empujado por las brasas hacia los rosales. Le preocupó el resentir el fuego aun cuando su cuerpo se encontraba enfundado por la armadura dorada.

El santo rodó en el suelo intentando salir del rango de las llamas que calcinaron el piso y los arbustos, los cuales se marchitaron en cenizas tras el primer soplo de calor. Su capa roja se desbarató por el fuego, permaneciendo agazapado con el cuerpo humeante.

Con una expresión socarrona, Danhiri preparó un segundo ataque—. ¡Así es, quédate arrodillado y muere como el perro que eres!

Sabiendo que tales llamas podrían herirlo de gravedad, el santo de Escorpión decidió no dejarse alcanzar por ellas.

— Tan bella pero tan irritable —comentó durante sus rodeos alrededor de la mujer, a quien le disparaba agujas escarlatas. Sus ataques carmesís pasaban a través del fuego e impactaban contra la guerrera pero sin provocar mella alguna—. Me recuerdas a alguien que conozco, las mujeres con tanta fuerza siempre son malhumoradas y su extraordinario don siempre viene por una razón.

Danhiri frunció el entrecejo—. ¿Acaso nunca te callas?

Las llamaradas que salían de su cuerpo estallaban sonoramente en cuanto impactaban el espacio que instantes antes el Escorpión había pisado.

— Quizá por el odio, tal vez porque vivió una vida difícil y fue la única manera de sobrevivir —el santo dorado continuó sus ataques escarlatas pese a la ineficiencia de éstos—, un desamor o por la necesidad de proteger a alguien.

Souva se abrió camino hacia la guerrera de un movimiento tan veloz que la mujer no tuvo tiempo de reaccionar. Danhiri se sorprendió pero las patadas y golpes del santo no lograron más que hacerla retroceder. En cuanto tuvo oportunidad, ella sujetó a Souva por la muñeca, logrando atestarle un golpe tremendo en la quijada. Sin soltarlo, continuó castigándolo con potentes puñetazos hasta que el santo de Escorpión elevó su cosmos y por un instante superó la fuerza de su enemiga, a la que pudo derribar de un golpe.

Ambos combatientes tuvieron la oportunidad de alejarse uno del otro. La Patrono de Equidna se alzó sin problemas, mirando furiosa a su rival.

En cambio Souva de Escorpión respiraba con dificultad, escupiendo un poco de sangre. Hasta entonces, pudo ver cómo es que su armadura presentaba algunos daños causados por la tremenda fuerza de la guerrera de Equidna. Sonrió ya que, por un momento fugaz, esa mujer le recordó a Calíope de Tauro… imaginó que si algún día la amazona buscara un desquite final, lo trataría de la misma forma.

 

Alexer, el regente de Bluegrad, se limitó a ser testigo del combate, sin alejarse de Natassia quien continuaba sentada en el sillón de la devastada sala. La mujer permanecía imperturbable ante todo lo que sucedía frente a sus ojos, sólo pestañeando de vez en cuando y sin pronunciar sonido alguno.

Alexer se encontraba tan sumido en sus propios malestares que le fue imposible detectar cuando alguien más apareció en el recinto. Para cuando se percató del intruso era demasiado tarde como para actuar.

Allí, detrás de su hermana, un hombre se encontraba sujetándole la cabeza, obligándola a inclinarla un poco para exponer su nuca.

— ¡¿Quién eres tú?! ¡¿Qué pretendes?! —Alexer clamó, iracundo al no reconocer al hombre presente.

Vladimir no respondió de inmediato, permaneció con la mirada fija en la nuca de la chica. Con sus dedos apartó un poco el cabello para comprobar sus deducciones. Contempló entonces a Alexer, sin permitir que la mujer abandonara su lado pese a que en cierto momento lo intentó con un movimiento agresivo más propio de una bestia que de una mujer de apariencia bella y delicada.

— Todo terminaría más rápido si ayudaras a esa mujer a acabar con el santo de Escorpión. ¿Qué es lo que pretendes sólo admirando la batalla? —Vladimir habló.

— Suelta a mi hermana ahora… Aunque intentes usarla de escudo, su vida carece de significado para Danhiri, ni siquiera aunque yo se lo suplicara —respondió Alexer, intuyendo la intención del aparecido.

— Confío en que Escorpión podrá hacerse cargo de tu amiga por ahora, yo estoy más interesado en ti, Alexer —el maestro confesó, permitiendo que Natassia abandonara su sitio. La mujer con rapidez corrió hacia una esquina en la que decidió refugiarse.

— ¿Y eso qué debe de significar? ¿Eres un santo también? —Alexer cuestionó, interponiéndose entre el intruso y su hermana.

— No, pero yo sirvo a una orden que también busca la justicia y el equilibrio… y aquí en Bluegrad es claro que se han llevado a cabo muchas faltas. Tú como el regente de esta ciudad debes responsabilizarte de ello —Vladimir lo señaló—. Encontraré la verdad sobre lo que aquí ha ocurrido y pondré solución a ello.

— Alexer… mátalo… —musitó Natassia, contemplando con un rictus de odio y miedo a Vladimir—. ¡Mátalo ahora, es muy peligroso! ¡Hazlo!

El regente de Bluegrad dudó por un instante al llamarle la atención que Natassia parecía temerle.

— ¡Que lo hagas ya! ¡Recuerda! —ella exigió.

— Si tú insistes… —Alexer musitó, arrancando la túnica que vestía para descubrir la armadura azul que como líder de los blue warriors tiene derecho a portar.

— Esperaba que me enfrentaras empleando la scale que te entregó el emperador al que has decidido traicionar —comentó el maestro.

— No soy admirador de la ironía —respondió, manifestando su cosmos gélido—… Si he de rebelarme contra Poseidón debo hacerlo como lo que soy, el regente de Bluegrad y el líder de los blue warriors.

— Entiendo que los blue warriors han sido guerreros cuya lealtad se inclina hacia el amo que más les convenga… y aun así, aquí estás tú, completamente solo, ¿por qué los otros guerreros no han venido en auxilio de su dirigente? Me pregunto —Vladimir compartió su duda.

— … No necesito de la ayuda de nadie para acabar con un insolente como tú. Sin importar quien seas, deberás morir en mis manos.

Alexer generó una repentina ventisca que arrastró cristales de hielo contra Vladimir. El hombre atinó a envolverse con su capa antes de ser golpeado por la fuerza congelante.

La brutal brisa lo empujó con fuerza fuera de la mansión, lejos del combate entre el santo y la Patrono.

Alexer se impulsó hacia allá, contemplando el témpano de hielo en el que había convertido a su oponente. En el interior, Vladimir quedó inmóvil, envuelto con su capa como si fuera un gigantesco capullo.

El dirigente de Bluegrad alistó su brazo derecho con el que pensó atravesar el hielo junto con el cuerpo que aprisiona, sin embargo, abandonó la intención cuando vio como un destello comenzó a crecer dentro del témpano de cristal, el cual estalló al no poder contener la energía liberada.

Alexer retrocedió un poco, cegado momentáneamente por la luz que poco a poco se atenuó alrededor de Vladimir, cuya capa era el objeto que relucía con ese resplandor dorado.

El blue warrior percibió una poderosa energía rodeando a Vladimir, descubriendo sus fuerzas. Alexer se preparó para atacar, mas dudó al ver cómo es que algunas personas se encontraban cerca, Natassia incluida. La situación pudo haber tomado desprevenida a la comunidad pero, los allí presentes se limitaron a observar sin que un gesto de asombro los obligara a correr. Permanecieron como espectadores, atentos a los sucesos, algo que incomodó a Alexer.

Vladimir estudió la situación en silencio, comprendiendo un poco la posición del gobernante de Bluegrad.

El maestro saltó hacia el techo de una construcción cercana, seguido por Alexer.

— Ahora comprendo lo difícil que es para ti gobernar estas tierras… —comentó Vladimir, contrariando un poco a Alexer.

— Tú no sabes nada. Es claro que eres un aliado del Santuario y eso te hace mi enemigo. ¿Qué sucederá primero? ¿Danhiri matará al santo dorado, o yo te asesinaré a ti?

Vladimir sonrió —Para cuando termine contigo, de ti dependerá quién vivirá y quién morirá.

Alexer volvió a generar una ráfaga congelante que Vladimir eludió por muy poco, mas su brazo fue alcanzado por el torrente cuyos cristales le hicieron cortes profundos en su piel. Pese a su herida, podía seguir combatiendo.

— Eres un fuerte combatiente Alexer. Es claro que para devolverle el equilibrio a Bluegrad deberé luchar contigo con todas mis fuerzas — Vladimir extendió su capa resplandeciente y ésta permaneció abierta y suspendida en el aire a manos de una fuerza invisible.

Las pieles de su ropaje eran ordinarias, mas para los ojos de su Alexer resaltó el cinturón de cuero del que colgaban y se incrustaban ciertas piezas que parecían huesos y plumas.

Posesión de objetos… —escuchó decir a Vladimir cuando pasara sus manos sobre los objetos de su cinturón.

Un golpe de viento casi empujó al blue warrior de aquel tejado, mas logró mantenerse de pie. Sus ojos se llenaron de sorpresa al entender a qué clase de individuo estaba enfrentando.

El atuendo de Vladimir cambió completamente: tenía un casco hecho con la cabeza disecada de un hermoso lobo blanco, placas de metal azul que cubrían su pecho, brazos y piernas, en su brazo derecho se sujetaba un escudo circular que parecía estar hecho de hielo, y con su mano izquierda sostenía una hacha de batalla. De la capa resplandeciente crecieron dos gigantescas alas de águila que reconocía como…

— ¡Eres… un shaman! —exclamó Alexer.

— Soy Vladimir, uno de los diez oficiales de la Aldea Apache, miembro de la élite personal del Shaman King.

— Conozco a los de tu clase, así como a Yoh Asakura… pero jamás imaginé que el mismo Shaman King decidiera intervenir en estos asuntos… dijeron que no lo haría —Alexer explicó con cierta indignación.

— El señor Yoh no tiene nada que ver en esto, mas ya había percibido una situación extraña proveniente de estas tierras del norte —Vladimir alistó su arma, dispuesto a reiniciar la contienda—. Finalmente he descubierto el origen, y es mi deber como Oficial el resolverla.

— Qué iluso… nadie puede detener esto, es inevitable —el blue warrior musitó, molesto —. ¡No hay salvación para este reino maldito!— elevó su cosmos para emplear su más poderosa técnica— ¡Impulso azul!

 

*-*-*-*-*-*-

 

Sugita de Capricornio y Nihil de Lymnades caminaron por la ruta que el anciano les indicó. Al notar lo tardío que sería llegar a su destino siguiendo los pasos del viejo atlante, Sugita lo cargó sobre su espalda para acelerar el ritmo.

El paisaje no variaba mucho conforme se acercaban al Pináculo de Piedra, mas cuando el anciano señaló hacia el este, volvieron a dejar la torre muy atrás.

Estamos por llegar —anunció el anciano.

Sugita y Nihil se detuvieron en cuanto el camino se cortó ante el terreno hundido dentro del que divisaron las ruinas de una construcción. Por los vestigios de las columnas caídas y las bóvedas aún en pie, todo indicaba que alguna vez se trató de un palacio que pudo haber sido parte de la Atlántida, ya que compartía mucho de su actual arquitectura.

Aunque muchos de los muros de la entrada se encontraban caídos, los pocos que quedaban  parecían inseguros y podrían bien venirse abajo en cualquier instante, mas el anciano los alentó a pasar ya que allí es donde encontrarían lo que buscaban.

 

Una vez que pisaron los primeros escalones, el viejo pidió que lo bajaran, siendo él quien debía ir al frente.

Aunque las sombras eran profundas dentro del recinto, los agujeros en el techo y paredes permitían que los rayos de luz iluminaran ciertas zonas. Se respiraba mucha humedad, misma por la que crecía musgo en algunas zonas. Las constantes goteras formaban pequeñas líneas de agua que terminaban estancándose formando grandes charcos.

 

Sugita contempló lo restos de la estatua que Kenai de Cáncer les describió, sin duda tal deterioro sobre ella no fue por obra del tiempo sino a manos de alguien que deliberadamente profanó la estatua del dios y manchó su símbolo… Ahora entendía las posibles razones.

Nihil miró las sombras de donde comenzaron a sobresalir siluetas que no le transmitieron peligro, pero sí otra clase de sentimientos.

Conforme las siluetas se hicieron más notorias, el anciano alzó las manos en un intento de apaciguar los murmullos de quienes allí moraban.

El viejo atlante se aproximó a la penumbra de donde otro par de viejos aparecieron. Se comunicaron en su lengua nativa, sin apartar la mirada de los forasteros.

Era difícil de saber la cantidad de personas que se escondían en las sombras más pronunciadas, pero Sugita creyó haber distinguido pequeñas figuras también, niños, siendo uno de ellos quien lanzara una piedra en su dirección, mas con  su fuerza sólo golpeó la punta de su bota.

La acción ocasionó cierto sobresalto entre los moradores, siendo una anciana quien abrazara al niño, quitándolo de la vista de ambos guerreros de la superficie.

 

— Nos odian —musitó Nihil durante la espera.

— ¿Esperabas un mejor recibimiento?

— Es diferente, hay algo más… que aún no soy capaz de descubrir… ocultan algo —insistió el marine shogun.

— No estamos aquí para juzgarlos —recalcó Sugita—. Lo que me intriga es lo que dijo el viejo… ¿será ese mismo “Atlas” de la historia o se referirá a un descendiente?

 

El viejo atlante terminó de hablar con los suyos. La población se dispersó sin decir nada, dedicándoles hasta en el último de sus pestañeos una mirada recelosa.

— Les he explicado a los míos el motivo de su arribo. Disculpadlos, están tan afectados como yo, pero son buenas personas —explicó el anciano al que los aldeanos llamaron constantemente con el nombre de Palamedes.

— ¿Acaso todos viven en este lugar? —preguntó Sugita.

— No, no, sólo algunos por el momento. Nuestras viviendas están un poco lejos de este recinto, hacia el sur —explicó el anciano, comenzando a andar con su bastón hacia las profundidades del palacio—. Aquí es la morada de nuestro rey.

 

Por los pasillos por los que fueron conducidos, se alzaban unas tiendas con mantas donde pequeñas velas iluminaban las siluetas de los que allí habitaban. Al pasar, notaron los curiosos que apartaban un poco las cortinas para ver a los visitantes, infantes más que nada y uno que otro viejo curioso que se limitaba a dedicarles un gesto cansado o de preocupación.

 

Todo allí estaba inundando en una atmósfera de miseria que Sugita y Nihil no habían visto jamás. Pese a que ellos mismos sufrieron de una infancia de arduo entrenamiento y ciertas carencias, en ningún sitio del mundo exterior se habían encontrado con un escenario así.

Ese lugar, esa prisión, era la ventana hacia una era remota a la que agradecen no haber pertenecido… y la que esperan jamás ver pintada en los escenarios de su propio mundo.

 

El anciano y los guerreros descendieron por un pasillo inclinado donde las baldosas de piedra comenzaron a ser reemplazadas por un camino de fango, y los muros del palacio se transformaron en una cueva. Al final del descenso se veía luz anaranjada, la que es posible por el fuego de un leño y aceite ardiendo.

El viejo atlante fue el primero en pisar la gruta donde sólo había un amplio lecho de mantas amontonadas sobre el que un cuerpo reposaba. Y aunque a los ojos de Sugita rápidamente resaltó el destello dorado del objeto que venía a buscar, no pudo evitar prestarle mayor atención a la persona que allí yacía.

 

Ambos jóvenes contemplaron con seriedad al esquelético anciano al que el viejo Palamedes se aproximó con devoción, colocándose a su diestra.

Os presento a nuestro rey, Atlas.

— Es… ¿es el mismo del que… nos contaste antes? —Sugita debió preguntar.

Palamedes asintió.

El santo de Capricornio quedó asombrado, pues si bien aquí han perecido generaciones antes del mismo Palamedes, ¿cómo era posible que su Rey haya sobrevivido hasta hoy?

El llamado rey de los atlantes era un viejo delgado con la piel pegada hasta los huesos, su rostro estaba tan arrugado que los parpados de sus ojos se perdían ante la piel caída de su frente. Tenía cabello blanco, largo y encrespado, así como una descuidada barba y bigote que escondían su boca y mentón. Vestía una túnica muy delgada sobre la que se marcaban sus articulaciones ligeramente dobladas y rígidas por la edad.

Por un momento creyeron que se trataba de un cadáver pero, minúsculos movimientos de sus dedos delataban que aún había algo de vida en él.

— ¿Cómo puede seguir vivo? —preguntó Nihil, observando detenidamente al cadavérico viejo como si esperara encontrar su propia respuesta.

Muchos han sido los que nos preguntamos lo mismo… pero nuestro rey hace mucho tiempo que perdió la capacidad para pronunciar palabra, así como su vista, su oído, sus movimientos… quizá hasta su mente, lo desconocemos. Sólo podemos atenderlo y darle el cuidado respetable para cualquier anciano —Palamedes explicó con cierta congoja—. Desde que era un niño lo he visto así, y aunque han pasado los años sólo yo cambié. Es triste —pausó para aclarar su garganta un poco—. Según dicen, el rey Atlas quedó devastado por la situación de su pueblo, sobre todo al verlo dividido por aquellos quienes lo rechazaban y quienes estaban dispuestos a seguirlo. Una vez que la comunidad aprendió a cómo sobrevivir al cautiverio, se enclaustró aquí, en este lugar que alguna vez fue su palacio y se desentendió de todos nosotros. Esta zona quedó como un lugar prohibido, hasta que en la era de mi padre, decidieron explorar el lugar. Encontraron el mismo escenario que vosotros veis, salvo que el anciano que aquí yace aún era capaz de comunicarse y caminar por sí mismo, pero el resto de sus sentidos ya se habían apagado.

— La longevidad no es un don que me gustaría poseer —musitó Nihil—. ¿Alguien ha intentado acabar con su miseria?

Palamedes negó con la cabeza—. Sé que algunos lo han pensado y en ocasiones se ha discutido… ya sea para darle descanso o para vengarse de lo que nos hizo —admitió con pesar—. Pero al final siempre nos frena el mismo temor… ¿qué tal si su condición, la incapacidad de morir y haber sido reducido a un despojo viviente es parte de los deseos del dios del mar? Podría ser parte de su castigo personal por lo que sucedió hace ya tanto… Somos más los que tememos esa posibilidad, por lo que hacemos todo lo que esté a nuestro alcance por protegerlo, sobre todo de los jóvenes rencorosos.

 

Sugita de Capricornio avanzó hacia la caja dorada que se encontraba cerca del lecho. Puso su mano sobre ella y tras un rápido vistazo descubrió que se trataba de la armadura de Aries. En cuanto hizo contacto con ella, Sugita se sobresaltó un poco cuando su propia armadura se cubrió con un leve resplandor tintineante, al mismo tiempo en que la caja de Aries hizo lo mismo.

— ¿Qué pasa? —se preguntó al ser la primera vez que experimentaba tal fenómeno.

— De alguna manera, ambas armaduras se están comunicando —respondió Nihil, interesado por lo que percibía en ellas. Había escuchado que las cloths de los santos tienen la cualidad de ser seres vivientes con un raciocinio y sentimientos propios, ahora lo comprobaba.

Sugita se quedó inmóvil, temeroso de lo que pudiera pasar si actuara de un modo incorrecto ante lo desconocido.

 

Palamedes lucía preocupado, pero sin importar lo que esos jóvenes hicieran, no existía nadie en ese lugar que pudiera detenerlos.

Fue una corta espera para cuando el resplandor en ambas cloths se desvaneciera. El santo de Capricornio no podía saber a qué se debió tal situación o las consecuencias que eso traería.

Decidió tomar la caja con la intención de llevársela de allí, pero debió abstenerse en cuanto una fuerte descarga le acalambró la mano con la que la tocó.

— ¡¿Pero por qué…?! Me atacó… —Sugita quedó confundido, alejándose algunos pasos de ella.

— Es evidente que no quiere irse de aquí —dijo Nihil, repasando el panorama que su recorrido por las tierras de los atlantes le ha dado.

— Esto sí que será un problema —musitó el santo, intentando pensar cómo es que lograría llevar a cabo su tarea. Entre más pronto saliera de allí podría hacer algo por la comunidad atlante.

— Quizá no ha concluido la razón por la que vino aquí en primer lugar —comentó Nihil, quien de pronto puso sus ojos sobre el viejo Palamedes.

El anciano eludió la mirada del marine shogun, limitándose a guardar silencio.

— No puede ser casualidad que todo esto se haya dado por coincidencia —aclaró, recordando la advertencia del emperador Poseidón—. Nos has dicho mucho anciano, pero tus palabras ocultan más de lo que quieres admitir. Te has contenido pero también has desvelado situaciones inquietantes de manera consciente… Quieres ser descubierto.

El marine shogun se aproximó al viejo en un intento por intimidarlo, mas Palamedes sólo sujetó con fuerza su bastón.

— Dijiste que podríamos ser sus salvadores o sus verdugos… ¿hay alguna razón por la que temieras por tu vida?

— Nihil… —Sugita intentó intervenir, pero cuando el marine shogun le alzó la mano, sintió la necesidad de abstenerse esta vez.

— Sí… el mismo miedo que tenías al principio está fluyendo una vez más, el mismo que todos los que aquí habitan tienen impresos en sus almas… —el marine shogun siseó, caminando lentamente a espaldas del anciano.

Pero para cuando Nihil se plantó a su costado, su voz y su apariencia fueron percibidas de forma diferente para el anciano.

¿Dónde están los jóvenes y los adultos, papá? —Palamedes escuchó como si se tratara de la voz de su conciencia, la cual sonaba como su hijo muerto y se manifestaba a su diestra con su imagen.

Padre, ¿a dónde fueron los demás? ¿Qué pasó con ellos? ¿Por qué sólo se encuentran los ancianos y los niños?—insistió.

El anciano se palpó la frente, sabiendo que era imposible que fuera su hijo el que le hablaba, pero aun así, le resultaba irresistible el deseo de responderle, aunque se tratara de una ilusión.

Giró un poco la cabeza y vio ese rostro risueño, la cicatriz en su nariz, los ojos grandes y expresivos del muchacho del que se despidió aquel día.

Oh mi muchacho… ojalá de verdad estuvieras aquí —Palamedes dijo, con una sonrisa entristecida en su cara—. Pero ahora sé que moriste y jamás vas a volver… no tuviste la misma suerte de esa joven… ella fue el único milagro.

¿Qué joven? —cuestionó su hijo.

Una de las que fueron contigo… ella volvió aquí hace poco…

— ¿Volvió? Pero eso es… imposible.

Pero es la verdad. Estuvo aquí, apareció en el campamento. Al principio pensamos que era un espectro, pero estábamos equivocados. Ella dijo que logró llegar a la superficie, estuvo a punto de morir es cierto, pero un hombre bondadoso la salvó y acogió. Y ese mismo hombre le prometió que la ayudaría a cumplir su sueño…. su meta…. —Palamedes comenzó a temblar de impotencia—. Por eso pudo volver a aquí, y alentó a todos  a seguirla, a subir a la superficie e ir en búsqueda del ser responsable de nuestra miseria. Y de nuevo, todos nuestros jóvenes se marcharon, prometiendo que volverían por nosotros una vez que acabaran con el tirano —Palamedes lloró, cayendo de rodillas al suelo, sujetándose del lecho del antiguo rey de la Atlántida—. No pudimos detenerlos… y muchos otros animaron su intento… fue… Yo… por eso… cuando descubrí la presencia del marine shogun aquí creí que habían fallado y venían a matarnos por tal acción… Pero ahora, ya no sé lo que harán con nosotros… todo esto tiene que terminar… ya no más… ya no más… —suplicó—. Oh nuestro glorioso rey, ¿cómo permitiste que tu sangre sufriera de esta manera?... ¡¿La desdicha de todos tus hijos… valió la pena?! —reprochó sin poder abandonar su llanto.

 

Nihil contempló al anciano unos segundos más para marchar hacia la salida del recinto.

Sugita entendía el peligro que había salido de este lugar. Pero en el fondo no podía culpar a todos esos desdichados. Quizá en su lugar, él también habría marchado en búsqueda del responsable de tanto daño.

— Tenemos que volver y reportar esto al Emperador—le dijo Nihil para que lo acompañara, mas Sugita se quedó al borde de la cama, mirando a los dos ancianos con infinita pena. Al darse cuenta de que Nihil no se demoraría por esperarlo, decidió volver a intentar tomar la caja de la cloth de oro, pero un jalón sobre su muñeca detuvo su intento.

Miró con asombro la mano huesuda que le sujetó el brazo. El antiguo rey de los atlantes se había movido, y por tal conexión es que pudo escuchar en su mente — Espera, necesito tu ayuda guerrero de Atena.

 

 

*-*-*-*-*-*

 

— Parece que Alexer encontró su propia diversión —dijo Danhiri  al haber percibido el alboroto dentro de la mansión y las energías que comenzaron a alejarse de ella.

Souva de Escorpión también se percató de ello, mas aprovechó esos pocos segundos de pausa para reponer fuerzas. Se puso de pie sin ningún problema, pero con lo que se refería a su aspecto, los ataques de la mujer dejaron raspones y hendiduras en su coraza dorada.

— ¿Puedes ver ya la gran diferencia entre nosotros, santo de Atena? —cuestionó Danhiri, satisfecha por saberse superior en este combate—. Aunque superas mi velocidad, tus ataques son inútiles contra mí, ya que sin importar las innumerables veces que has golpeado mi armadura ésta es irrompible. En cambio tú… ¡Ja!, es cierto que me cuesta un poco el alcanzarte, pero cuando lo hago mis golpes sí te lastiman —siseó, prepotente—. A este paso la victoria será mía.

— No existe algo como una armadura irrompible —repuso Souva, comenzando a retroceder poco a poco—.  Han existido hombres que son capaces de destruir los ropajes de los mismos dioses.

Danhiri rió divertida —. ¿Vas a decirme que eres uno de ellos? No lo creo pequeño insecto ponzoñoso —dijo, dejando que el santo retrocediera, pero jamás le permitiría huir—. No sé demasiado al respecto, pero dudo que seas capaz de destruir mi Zohar. Según cuenta la leyenda, los Zohars fueron forjados por la misma Gea en tiempos ancestrales, destinados a ser obsequios para sus numerosos hijos, pero al ver las constantes disputas entre los miembros de su familia cambió de opinión.

— Si eso es verdad, ¿cómo es que ustedes las tienen en su poder? —el santo preguntó, sarcástico—. Si me lo preguntas, creo que sólo te lo estás inventando para intimidarme.

— ¡Los hechos hablan por sí mismos, bufón!

— Ya mis amigos me habían advertido de la gran fortaleza de sus armaduras sagradas… pero en Asgard ocurrió el milagro y uno de los tuyos fue vencido, por lo tanto no importa las veces que tenga que intentarlo, ¡voy a privarte de esa armadura de la que te vanaglorias tanto! —dijo, sonriente al expresar su desafío.

Souva se envolvió con su cosmos dorado, pese a que Danhiri estaba lejos de preocuparse.

— Eres un necio, tus pequeños piquetes no pueden hacer nada contra mí.

— ¿De verdad lo crees? Aunque haya sido un mero rasguño, una de mis agujas sí logró hacerte sangrar —Souva dijo, a lo que intuitivamente Danhiri se palpó la mejilla al sentir algo cálido recorriendo su piel.

La guerrera de Equidna vio una insignificante mancha de sangre manchando sus dedos.

— Descuida, esa no estaba envenenada, sólo ocurrió porque quise tocar tu lindo rostro —se burló, imitando sobre su propia cara el movimiento que realizó para lograr tal hazaña.

Danhiri cerró el puño con fuerza, donde apareció una violenta llamarada de fuego—. Gozaré aplastando cada hueso de tu cuerpo.

— Vaya que suenas como una chica traviesa —bromeó el santo—, discúlpame pero no soy de los que disfrutan cuando les infligen dolor… espero que tú sí.

— ¡Eres un puerco indecente! —la guerrera de Equidna lanzó feroces ataques de fuego que manipuló como si fueran redes queriendo atrapar a un pez.

Souva logró pasar a través de las llamas que alcanzaron rozar sus brazos y piernas, mas guardó sus dolencias para un momento más apropiado.

Souva se impulsó hacia atrás, alejándose lo más que le fue posible de su oponente.

— ¡¿Acaso crees que te permitiré escapar?! —Danhiri reclamó al escurridizo Escorpión.

— No, la verdad es que no quisiera ser alcanzado por mi propia técnica.

— ¿De qué estás hablando? —la guerrera se contrarió.

— Llevó algo de tiempo pero me facilitaste las cosas…

Danhiri estaba por volver a espetar cuando vio unos inusuales resplandores carmesís en su ropaje —. ¡¿Pero… qué es esto?! —gritó al notar unos minúsculos puntos que se encendían y apagaban como pequeñas luciérnagas. Esos puntos carmesís estaban situados por toda su armadura, quizá sobrepasaban la centena —. ¡¿Qué me has hecho, maldito?!

— Tomar a la ligera a tu oponente puede llegar a ser un error fatal. Tienes una fe tan ciega por tu armadura que te das el lujo de recibir cualquier ataque… pero detrás de un golpe insignificante puede esconderse una técnica mortal, y ese fue tu caso Danhiri —el escorpión le apuntó con su uña carmesí—. Sin mencionar que tu propio mal carácter te impidió ver que toqué tu Zohar más veces de las que creíste, ¡es hora de comprobar si realmente es  una armadura de leyenda!

El resplandor de los puntos escarlatas en el Zohar reaccionaron ante la intensidad del cosmos dorado de Souva.

— Que te consuma el destello de mi técnica. ¡Estrellas de Antares! —gritó, empujando los brazos hacia la guerrera que se vio consumida por las explosiones simultáneas, generadas cada una por las agujas escarlatas en su ropaje.

 

Las detonaciones fueron devastadoras, empujando el aire y la nieve, provocando un temblor que sacudió las construcciones cercanas y terminó por derrumbar  la mansión. El humo se alzó como si se tratara de la boca de un volcán sobre un cielo rojo.

Souva de Escorpión esperó expectante el resultado de su técnica, aunque intentaba ocultar su malestar, el cansancio saltaba en su pecho por su respiración acelerada. Debió emplear todas sus fuerzas en su técnica, esperando que resultara lo suficientemente potente como para derrotar a tan temible rival.

Entre los pedazos de tierra que salieron expulsados en todas direcciones, Souva escuchó cuando cayó el casco rojo de la Patrono. Avanzó un poco hacia él, y con horror vio que no presentaba ni el más mínimo daño.

— Maldita sea… —alcanzó a murmurar antes de que un cosmos de fuego se manifestara y volviera esa columna de humo en todo un torrente de flamas.

Souva de Escorpión se volvió rápidamente, viendo a Danhiri de Equidna de pie en medio del profundo cráter que provocó su técnica. Aunque su Zohar se encontraba intacto, había líneas de sangre escurriendo por su frente y párpado derecho, el cual era incapaz de abrir.

En su ojo izquierdo irradiaba el odio que sentía por el santo de Escorpión, nunca se había sentido tan humillada en toda su vida.

Es cierto que su ropaje no presentaba daños, pero los impactos fueron tan agresivos que provocaron cierto dolores… y su ojo…

Danhiri cubrió su ojo sangrante con la mano, apretando los dientes por el dolor terrible que desprendía.

— Maldito infeliz… ¿creíste que sería así de fácil?

— ¿Quieres la verdad? —Souva se tomó unos segundos para responder con su particular cinismo—. Por un momento, sí, lo creí…

El cosmos de Danhiri empezó a tomar una forma definida en la que simulaba su propia figura, incluyendo las alas de su armadura  las cuales parecían las de un dragón de fuego.

— No pienso volver a caer en tus ridículas estrategias —Danhiri dijo, con una seriedad escalofriante—. Esta vez te dejaré sin opciones… no podrás volver a herirme… y ahora sabrás por qué me he ganado el apodo de “la dama dragón” —la guerrera extendió los brazos, sus manos comenzaron a absorber las llamas que la protegían, y poco a poco su cuerpo físico y su armadura comenzaron a volverse de fuego—. Siéntete honrado santo de Atena, eres el primero contra quien deberé utilizar esta técnica secreta, ¡Drakaina Delphyne!

Souva quedó asombrado al momento en que Danhiri se transformara por completo en una entidad hecha de fuego, con enorme alas de dragón, y expulsando su cosmos de una manera tan sonora que logró imitar el rugido de la legendaria bestia.

 

 

FIN DEL CAPITULO 40

 

**************************************************************

En la "Dinámica de Fics - 2016" de este foro, el combate completo de Danhiri Patrono de Equidna VS Souva de Escorpión obtuvo el mayor número de votos, lo que lo hizo acreedor al primer premio como "Mejor Enfrentamiento Grupal"

Muchas gracias por su apoyo :D

 

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Editado por Seph_girl, 22 agosto 2016 - 10:26 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 08 octubre 2013 - 19:15

como siempre un excelente capitulo

 

hasta ahora va genial la pelea del escorpion

 

y esta interesante la otra historia



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Publicado 08 noviembre 2013 - 02:00

Por fin pude leerle los dos últimos capítulos....y debo decirte que fueron estupendos! 

Quiero resaltar la pelea del caballero de escorpión contra la guerrera Danhiri, pues logra causar emoción, ya quiero leer en que acaba este sorpresivo combate y más con la transformación de la guerrera...

En cuanto a la historia del rey Atlas me intriga saber que tienes preparado para éste... tendrá que ver con el nuevo portador de la armadura? 

Me quedo en espera de la próxima entrega

Saludos!


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Publicado 08 noviembre 2013 - 10:54

Me encantó. Muy bien detallada y cautivadora.

Continúa así. Un saludo.


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#177 Seph_girl

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Publicado 05 diciembre 2013 - 02:20

¡Saludos!

Espero que todos los lectores de esta historia estén bien y le echen muchas ganas en este ultimo mes del añoooo.

Me demoré un poco pero aquí les traigo otro capitulo de EL LEGADO DE ATENA (o ELDA para los amigos)

 

Muchas gracias a los que siempre me dejan reviews ^^, y a los que no pues anímense, no muerdo, es grato leer sus comentarios =)

Continuamos con capítulos de acción, y quizá no es lo que muchos esperan pero jajaja hay que ver lo que ocurren en otros lugares mientras el caos da inicio XD.

 

Sin más demorasssss comencemos con el capitulo.

 

*****************

 

Terario de Acuario se encontraba invadido por cierta intranquilidad que compartía con sus dos antiguos compañeros de entrenamiento. El que su maestro haya decidido marchar junto con el santo dorado de Escorpión les resultó  extraño… de hecho, todo el viaje hasta Asgard lo era.

Por un lado, el santo de Acuario consideraba que su maestro sería una influencia positiva sobre Souva, de seguro él sabrá cómo manejar al santo de Escorpión en cualquier situación que allá encontraran.

El problema es que Natasha aún no lo sabía, y estaba indeciso si decírselo o guardar silencio. Pero al verla allí, atendiendo tan concentrada a los heridos y enfermos, prefirió esperar cualquier noticia antes de hacerlo.

Buscó no distraerla de sus tareas, siendo su interés el acercarse al lugar donde una de las amazonas del Santuario atendía al dios guerrero de Épsilon. Su lobo mascota permanecía echado bajo el catre donde el inconsciente guerrero reposaba, quieto y obediente, sabiendo que mientras menos llamara la atención menos insistirían en que abandonara el aula.

— ¿Cómo se encuentra? —Terario preguntó a la enmascarada.

— Pudimos cerrar la herida, necesita descansar pero dentro de muy poco estará bien —ella aseguró, intentando que el durmiente Sergei pudiera tomar un poco de agua de un cuenco de madera.

Discretamente, Terario notó la presencia de la armadura de plata de la que tanto le habló Souva la última vez. Se sintió un poco incómodo al crecer en él una necesidad alimentada por su propia curiosidad. Se convenció de que sólo echaría una mirada, únicamente para comprobar si los disparates del Escorpión eran ciertos o no.

En silencio y sin que la amazona lo notara hasta después, se aproximó a la cloth, buscando un reflejo en el agua que en ella se acumulaba.

Lo que allí vio lo hizo retroceder un paso, un poco confundido. Su exaltación fue advertida por la amazona, quien por debajo de su máscara sonrió. Ella, al igual que muchos otros en el Santuario, consideraban al señor Terario un hombre muy serio y disciplinado, pero en el fondo una persona de gran corazón, por lo que el ver un gesto de sorpresa en su rostro fue agradable.

— ¿Todo está bien, señor? —preguntó la amazona.

Avergonzado por su comportamiento, Terario carraspeó la garganta para volver a tomar compostura, evitando mirar una vez más su reflejo.

— ¿Vio algo, no es verdad? —se interesó la joven.

— Ya había escuchado sobre la leyenda en torno a la armadura de la Copa —confesó.

— Fue Souva de Escorpión, ¿cierto? Nuestra maestra nos pide que lo mantengamos alejado de la cloth, pero se ha mostrado muy insistente desde que llegamos aquí.

Terario asintió.

— La mayoría de nosotras evita reflejarse en el agua. Yo nunca he tenido el valor, quizá lo que allí vea no me agrade —añadió con amabilidad—. Sé que es mucho mi atrevimiento pero, ¿podría saber qué es lo que vio? Es probable que vaya a ser su futuro…

El santo de Acuario volvió a mostrarse incómodo por la pregunta, mas se limitó a responder— Si es así, entonces me han bendecido con la oportunidad de llegar a mi vejez.

— Eso es bueno, considerando los peligros que vivimos hoy en día —comentó la mujer tras terminar de darle de beber al dios guerrero.

— Pero Souva dijo que no vio su reflejo en el agua —agregó Terario, intentando comprender por qué le habría dicho una mentira como esa en vez de presumir. Cuando la amazona dejó caer el cuenco vacío al suelo, supo que había dicho algo que la alteró.

El santo se intrigó por la reacción de la mujer quien lo miró perpleja.

— Es… ¿es cierto eso señor Terario? —preguntó, preocupada.

Terario asintió. La amazona se le acercó y con voz temblorosa logró decir— No creo que el señor Souva lo supiera pero… dicen que… a-aquellos que no pueden ver su reflejo en el agua sagrada es —pareció dudar, mas el santo de oro insistió con una fuerte mirada—… es porque no tienen un futuro —musitó con tristeza—… es porque su muerte está muy próxima. ¡El señor Souva va a morir!

 

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Capítulo 41. Imperio Azul, Parte V

El gigante y los condenados

 

Bluegrad.

 

¡Impulso azul! —Alexer gritó, maximizando su cosmos para generar una ventisca congelante contra su adversario.

Vladimir interpuso su escudo circular para defenderse. Pese a su reducido tamaño, el cristal del que estaba formado se extendió hasta volverse una coraza alargada que lo cubrió por completo, sirviendo de muro contra el que la ventisca golpeó sonoramente.

El guerrero shaman  extendió las alas espirituales de su espalda, retrocediendo por el golpeteo constante del aire congelado.

En el cielo, Vladimir utilizó su hacha de combate para cortar el flujo de la ventisca de hielo contra su escudo.

Alexer se quejó repentinamente de un dolor en los brazos, lo cual acabó con su concentración y terminó abruptamente con su técnica.

— Es iluso de tu parte creer que tus técnicas basadas en los elementos funcionarán contra mí. Como shaman tengo alto conocimiento sobre el flujo de la energía, por lo que si vas a luchar conmigo te aconsejo que lo hagas con toda tu fuerza.

— El combate directo no representa ningún problema para mí —advirtió Alexer, confiado. El blue warrior movió los brazos para adoptar una pose ofensiva en la que las palmas de sus manos permanecieron abiertas y estiradas como las puntas de una espada.

 

Alexer entendió que los ataques a distancia serían inútiles contra su oponente, por lo que debía buscar el momento justo para emplear su cosmos congelante.

El shaman se dejó ir en picada sobre el blue warrior, que lo esperaba en uno de los techos de la ciudad. Vladimir antepuso su escudo de cristal para embestir a Alexer, mas el blue warrior lanzó un golpe recto con su brazo izquierdo. Los dedos de Alexer impactaron en el punto medio del escudo espiritual sin que alguno crujiera o se rompiera, permaneciendo ambos guerreros inmóviles ante la fuerza del otro.

— Hace poco dijiste que este pueblo estaba maldito… Tienes razón —Vladimir dijo en voz baja.

En los ojos de Alexer se vislumbró un breve sobresalto, pero en vez de palabras respondió con  fieros golpes y patadas que resonaron en el escudo del shaman. Vladimir se veía obligado a retroceder sin poder hacer más que defenderse, saltando sobre los edificios con gran destreza.

Alexer se impuso en el combate cuerpo a cuerpo, pero inesperadamente,tras un puñetazo, su mano pasó a través del escudo en cuanto el hielo que le daba forma se abriera y cerrara sobre su muñeca como un grillete del que Vladimir jaló para atestarle un rodillazo, sólo para precipitar un golpe con su hacha.

Alexer logró contorsionar el cuerpo para evitar el paso del arma espiritual, mas quedó sorprendido al ver que logró cortar la hombrera de su armadura.

Vladimir volvió a empujarlo, alistando un segundo golpe que fue retenido por Alexer al sujetarle el brazo. Ante el contacto, el gobernante de Bluegrad intentó congelarle la extremidad, pero Vladimir logró retirarla a tiempo.

Anteponiendo su fuerza física, Vladimir logró que sus pies giraran en el suelo, alzando a Alexer para arrojarlo hacia una construcción cercana.

La potencia con la que fue lanzado estropeó sus movimientos por unos instantes, pero antes de que se estrellara contra un muro, Alexer logró maniobrar y caer de pie sobre otro tejado.

Vladimir batió sus alas para posarse sobre una chimenea, desde donde lo contempló.

— Tienes un gran problema aquí Alexer —dijo el shaman al percatarse de cómo es que algunos pueblerinos comenzaron a aparecer en los techos de las viviendas cercanas.

Alexer quedó sorprendido al verlos subir por los muros con movimientos más propios de reptiles que de humanos; en las calles, otros más aguardaban de pie, hombres, mujeres y niños, atentos a cualquier movimiento del shaman.

— ¡No! ¡Esperen! —Alexer clamó, anticipando que algunos de ellos se lanzarían contra Vladimir.

El shaman atinó a moverse ágilmente, eludiendo con facilidad a las personas que se abalanzaban como fieras.

— ¡Deténganse! ¡Yo me encargaré de él! —Alexer volvió a gritar.

En cierto momento, Vladimir lanzó un golpe vertical contra una mujer que sin duda quedaría destrozada por el filo de su hacha, sin embargo, Alexer logró interponerse, apartando a la mujer pero recibiendo una herida en el peto de su ropaje.

Las fuerzas del blue warrior no flaquearon, aprovechó esos escasos instantes entre la sorpresa y el desconcierto del shaman para ejecutar su técnica a tan corta distancia.

¡Impulso Azul!

Vladimir fue arrastrado y herido por la ventisca de cristales afilados. Numerosos cortes en su piel se abrieron hasta el instante en que cayó al suelo. La nieve amortiguó levemente el impacto, pero de inmediato vio cómo se encontraba rodeado por la población de ese reino. Toda una horda de seres cuyos rostros se deformaban constantemente, compartiendo el mismo gesto sonriente al verlo herido e indefenso.

Desde el balcón de una vivienda, Alexer contempló el escenario. Esas personas no lo escucharían pese a que lo intentara, sabía que era más su repulsión y miedo hacia el shaman que cualquier convenio que existía entre ellos. Permaneció expectante, como ha tenido que hacerlo desde que tal maldición contaminó Bluegrad.

 

Alexer ya daba por terminada la batalla cuando la primera ola de ciudadanos se abalanzó como una jauría sobre el shaman, pero la luz que cubrió a Vladimir sirvió como un escudo que repelió cualquier agresión.

El resplandor que envolvió su cuerpo mantuvo a raya a cualquier atacante. Sin dificultad alguna, Vladimir se puso de pie, mirando con frialdad a todos los que allí se habían amontonado para destruirlo. Él entendía por qué se sentían amenazados, esa fue la razón por la que decidieron dejar las charadas y demostrar lo que realmente vive en el interior de cada uno de ellos.

El shaman giró su cuerpo hacia donde se encontraba Alexer, hablándole únicamente a él.

— Finalmente lo he comprobado… es una verdadera plaga la que ha invadido tu reino, en verdad mis condolencias.

Alexer permaneció en silencio, pero en el fondo de su corazón una pequeña esperanza comenzó a brillar.

— Sería sencillo para mí eliminarlos a todos —Vladimir movió su hacha, comprobando la preocupación que hizo temblar los ojos de Alexer—. Pero como representante del Shaman King, es mí deber el salvaguardar la vida de las personas inocentes y regresar a los seres impíos al abismo del que no debieron emerger.

El hacha del shaman se transformó en un arma de luz, la cual destelló como el mismo sol. Tal fulgor cegó a todos los ciudadanos allí reunidos, alargando las sombras de cada uno en el suelo.

Alexer quedó sorprendido al ver que cada una de esas sombras no concordaba con siluetas humanas, sino que dibujaban formas deformes y monstruosas provenientes de un  mundo de pesadillas.

Vladimir clavó su arma brillante en el suelo, la cual actuó como un grillete para que ninguno de esos cuerpos humanos pudiera moverse.

— ¡Observa muy bien Alexer! —clamó Vladimir, liberando su poder espiritual al máximo al instante en que cerró los ojos—. ¡Que con esta fuerza romperé las cadenas que te atan al mal!

Vladimir manchó sus dedos con la sangre que corría por sus heridas, la cual sirvió como tinta con la que dibujó un par de símbolos arcanos que se marcaron en el aire, al mismo tiempo que recitó una oración en un tono apenas audible.

Los símbolos abandonaron su tono rojizo para volverse dorados, haciendo reaccionar a todas las gotas de sangre que Vladimir ha dejado caer durante su lucha contra Alexer.

Por más minúsculos que hayan sido esos puntos de sangre perdidos en la nieve o en los edificios, éstos se alzaron en el aire, por encima de las construcciones cercanas, volviéndose gotas de luz blanca, las cuales adoptaron una forma definida con rapidez.

En pocos segundos, en el cielo se manifestó toda una parvada de búhos blancos.

El blue warrior quedó boquiabierto al ver cómo esos búhos estaban hechos de energía pura, eran totalmente blancos, sin detalles como plumas definidas, picos u ojos.

Esos entes espectrales no tenían que aletear para mantenerse suspendidos en el cielo, pero en cuanto Vladimir lo dispuso, actuaron con agresividad.

El shaman abrió súbitamente los ojos para decir—¡Devoren el mal y que retorne el equilibrio!

Los búhos se dejaron caer en picada, cada uno con un objetivo definido: coger entre sus garras alguna de las sombras monstruosas.

Las aves de luz lograron sujetar los mantos de tinieblas, luchando por arrancarlas del suelo.

Gritos humanos e inhumanos se mezclaron con los chillidos de las aves en un estruendo que abrumó al regente de Bluegrad.

Alexer se desesperó al ver a sus súbditos sufrir, mas aunque intentó interferir, seis de esas entidades lo rodearon, y con sus graznidos lo debilitaron de una forma que no logró comprender, quedando de rodillas en aquel balcón.

Cada que uno de esos búhos lograba su cometido, una persona caía inconsciente al suelo. Las aves de luz se llevaban consigo un pedazo de oscuridad, la cual devoraban con facilidad antes de desaparecer en el firmamento.

En cuestión de segundos, toda la población quedó sumida en un profundo sueño alrededor del shaman. Cuando el último de ellos cayó, los búhos que custodiaban a Alexer se desvanecieron también.

 

Vladimir suspiró para apaciguar su poder. Arrancó el hacha del suelo, la cual dejó de resplandecer.

Para cuando Alexer logró reponerse, saltó del balcón, corriendo presuroso hacia donde el cuerpo de su hermana yacía. Por un instante la creyó muerta, pero al escucharla respirar un gran alivio recorrió su ser. La estrechó con dulzura antes de mirar al shaman, quien ya se encontraba a su diestra. Si fuera su deseo, Vladimir podría decapitarlo y el regente estaría dispuesto a aceptar el castigo.

—… Tú, ¿qué es lo que has hecho? —deseó saber.

— No tienes que preocuparte más… los espíritus que poseyeron a toda tu gente han sido exorcizados —Vladimir explicó—. Ellos estarán bien, un poco confundidos al principio pero terminarán creyendo que sólo fue un mal sueño.

— ¿Cómo es que descubriste que…?

— Es una pregunta absurda sabiendo que soy un shaman. Incluso antes de arribar a Bluegrad percibí una fuerte presión espiritual rodeándola. Sólo me bastó poner un pie en tu reino y que un campesino me mirara, para saber que tu comunidad se encontraba manchada por la corrupción de espíritusmalignos.

Alexer permaneció callado, por lo que Vladimir continuó—.Llegué a creer que todos se encontraban en la misma situación, pero entonces me topé contigo y descubrí que eras el único que permanecía limpio. Quise saber la razón y por un momento pensé que tú mismo fuiste el causante de la desgracia de tu pueblo —confesó—, que estabas de acuerdo con que esos espíritus hubieran profanado a toda esta gente, pero al ver cómo te preocupabas por ellos, e incluso recibiste un golpe de mi hacha para proteger a una mujer, descubrí parte de la verdad que mis búhos lograron arrancar de Bluegrad.

Alexer dejó a Natassia en el suelo, poniéndose de pie para encarar una vez más a Vladimir quien se había convertido en su juez.

— Ahora Alexer, te pido que me cuentes el resto… ¿Quién es el responsable de este acto tan atroz?

El regente de Bluegrad decidió hablar, como era su deseo desde el principio—. Comenzó hace muchos días, un emisario del Shaman King arribó horas antes trayendo consigo un manuscrito que me pidió guardar en la gran biblioteca. Un soldado me informó que estábamos siendo atacados. Yo y el resto de los blue warriors acudimos sin demora, encontrándonos con un grupo de guerreros encabezado por dos mujeres que poseían un poder devastador. Muchos de mis amigos murieron en el primer enfrentamiento, creí que acabarían con todos en el reino hasta que una de ellas, Danhiri, dijo que no tenían interés en destruirnos, sino que al contrario, buscaban nuestra colaboración. En ese momento, también descubrí que algunos de los exiliados de Asgard que admitimos en nuestra comunidad habían conspirado para que se lograra el ataque...

Alexer exhaló aire con enojo—. Por supuesto que me negué, pero fueron claras en que no tenía alternativa, y así fue. De alguna manera, trajeron consigo una ola de espectros que se alojaron en los cuerpos de todos los habitantes sin importar su edad o género, sólo yo quedé fuera de tal selección, pero con un propósito: despistar a todos los que pudieran percatarse de lo ocurrido. Además, si continuaba negándome a cooperar matarían a toda la población… lo dejaron muy claro cuando una anciana se cortó la yugular frente a mis ojos —recordó con frustración.

— Esas mujeres, deben ser parte de los guerreros que han atacado el Santuario, Egipto y recientemente a Asgard, ¿no es verdad? —cuestionó Vladimir.

— Sí. Convirtieron a Bluegrad en una base de operaciones. Tomaron un puñado de hombres y mujeres, sumados a los exiliados que los apoyaron por voluntad propia; los  envistieron con extrañas armaduras y partieron hacia Asgard después de la visita de Cygnus Hyoga.

— El Santo del Cisne… no se ha sabido nada de él desde que vino aquí. ¿Dónde está, Alexer? —se interesó Vladimir, sabiendo que era algo que preocupaba a los gobernantes de Asgard—. ¿Acaso está muerto?

Alexer tardó en responder, pero finalmente lo hizo—. No estoy seguro. Me hicieron atraerlo a una trampa deliberada. No fui testigo de lo que sucedió cuando llegó a la mansión. Solo sé que utilizaron a mi hermana para bloquear su visión sobre el verdadero peligro que corría, y el resto quedó en manos de una mujer a la que llaman Hécate —explicó, avergonzado—. Percibí el inicio de una batalla que a los pocos segundos se definió… siendo el santo de Cisne quien fue derrotado —aclaró—. Desconozco qué fue de él, ni siquiera puedo decir que vi su cadáver o que se lo llevaran prisionero. Lo único que puedo garantizarte es que no se encuentra en mi reino.

— Te creo —dijo Vladimir—, pero dudo que la maldad haya terminado allí. En vista que fallaron en su incursión hacia Asgard, ¿qué es lo que los mantiene aún en el reino de Bluegrad?

— ¿Acaso no es obvio? —cuestionó Alexer con agresividad—. Bluegrad no sólo colinda con el reino de Odín sino que también es una de las entradas terrestres hacia el reino de Poseidón. ¡Yo… es frustrante todo lo que han hecho frente a mis narices y no haber sido capaz de detenerlos! —oprimió sus puños con fuerza—. Justo ahora han marchado hacia la Atlántida todo un grupo de guerreros que buscan erradicar al Emperador y a los marinos. Es imposible para mí ir allá. A estas alturas ya debieron bloquear cualquier acceso… no permitirán intervenciones.

— Eso es lamentable…

— ¿Lamentable? —repitió Alexer, enfadado—. ¡Lamentable es que sólo hasta ahora los shamanes se percataran del sucio juego que aquí ocurría! ¿Acaso no son ustedes los responsables de mantener al ras a todos aquellos que utilizan sus artes para quebrantar las reglas de su rey? ¡Si hubieran llegado antes nada de esto estaría pasando! ¿Por qué el Shaman King no ha hecho nada? ¿Dónde está ahora? —reclamó.

—… Lo desconozco —fue la breve respuesta de Vladimir. Él también estaba intrigado por la actitud que el Shaman King ha tomado desde que todos estos conflictos comenzaron. No era capaz de entenderlo, ni tampoco le fue informado pese a ser uno de los diez oficiales de la aldea Apache. Quizá alguno de sus viejos camaradas lo sepan… pero tendría que dejar tal enigma para otra ocasión, lo supo cuando un estruendo sacudió  Bluegrad y una llamarada de humo rojo se alzara por encima de todo.

Para los sentidos de ambos, fue el cosmos del Santo de Escorpiónlo que provocó tal estallido.

 

— Alexer, no puedo darte las respuestas que buscas, ni tampoco voy a excusar a mi gente por su falta de acción—musitó Vladimir, viendo la columna roja—. En verdad lamento que tu pueblo haya sufrido de esta manera, pero aunque sea tarde para algunos, aún es posible que podamos castigar a los culpables, y de que tú puedas retomar el puesto que en verdad mereces.

— El señor Poseidón jamás perdonará mi traición… y eso es lo que espero, ni yo mismo seré capaz de hacerlo —musitó Alexer con gran pesar, avivando su cosmos gélido—. No tengo nada más que ofrecerle mi vida y exterminar al enemigo que aún pisa la tierra de Bluegrad. ¡Esa será mi última misión que como marine shogun de Kraken llevaré a cabo! —Alexer avanzó por entre los cuerpos durmientes, alejándose de ellos para poder exclamar—. ¡Armadura, si aún me aceptas, responde a mi llamado! ¡Ven y cubre mi cuerpo!

Hubo un instante en que Vladimir dudó que el espíritu de la scale de Kraken aceptara  reunirse con el regente de Bluegrad. El mismo Alexer también lo creyó, pero aun sin ella, estaba listo para acudir a la batalla y hacerle pagar a Danhiri todo el mal que ha logrado a sus expensas.

Para sorpresa del blue warrior, fue alcanzado por un cometa que se dividió en numerosas piezas, las cuales se ensamblaron sobre su cuerpo y sustituyeron su armadura azul.

Vestido con la scale de Kraken, Alexer sintió su espíritu fortalecido.

— Vayamos —animó Vladimir, al ver cómo una llamarada de fuego ascendía por el firmamento, adquiriendo una forma  intimidante —. Algo me dice que esta es una pelea que el santo de Escorpión no podrá superar solo.

 

****

 

La Atlántida. Reino de Poseidón.

 

Leviatán de Coto contemplaba el palacio desde la cima del camino escalonado que conducía hacia él. Lo mismo sucedía con los guerreros que vestían armaduras azules, quienes compartían el mismo interés de la Patrono de la Stella de Coto.

De cierta manera, los Patronos Caesar y Engai respetaban ese silencio, conscientes de lo que para todos ellos significaba haber llegado al reino de Poseidón.

Leviatán se giró hacia sus hermanos, con quienes no sólo compartía su sangre sino también su sufrimiento y deseos de venganza, mirándolos con la altivez de una general.

— ¡Henos aquí! ¡En las tierras del tirano quien condenó a nuestros antepasados al exilio! ¡Al fin, después de soñarlo con desesperación cumpliremos el deseo de nuestros padres, de nuestros abuelos! —exclamó con un júbilo que contagió a su batallón—. ¡Ya que nuestro pueblo sucumbió por milenios en la oscuridad y en el olvido, ha llegado nuestro turno de destruirlos a plena luz del día y ante el conocimiento de todos!

Los guerreros asintieron, aceptando sus palabras, sabiendo que no todos lograrían sobrevivir a lo que estaba por venir, pero cuando abandonaron la prisión en la que nacieron, decidieron que no tenían nada que perder y mucho que ganar.

— ¡Borremos nuestro deshonroso pasado y alcémonos hacia un radiante futuro! —fueron las palabras con las que Leviatán impulsó a que sus hermanos avanzaran. Algunos siguieron el camino escalonado, otros se dejaron caer de los riscos, pero al final se reunirían en el palacio.

 

Sólo los Patronos y el gigante permanecieron allí, inmóviles y expectantes.

— Leviatán, de verdad me hiciste sentir lástima por ellos, y admito que eso es algo difícil de lograr —comentó el Patrono de la Stella de Fortis, Engai. Un hombre de largo cabello negro y ojos azules. Su armadura de color aguamarina no lucía tan impresionante como el Zohar de Caesar, pero reflejaba la luz como un espejo—. ¿Estás consiente de que pese que por sus venas corre la sangre de un olímpico, no fueron entrenados como guerreros? ¿Cuánto tiempo crees que les duren a los marines shoguns?

— El tiempo suficiente para llegar hasta donde se encuentra Poseidón —respondió Leviatán, sin remordimientos por su gente—. Pero no creas que soy tan desalmada como tú, Engai. Ellos sólo atraerán a los marines shoguns y al resto de los marinos, pero para entonces, aquí este mastodonte se encargará de aplastarlos a todos, ¿no es verdad? —preguntó con una cínica sonrisa, palpando el brazal del gigante.

El guerrero acorazado emitió un leve bufido en respuesta.

— Con el marine shogun de Kraken e Hipocampo lejos de la Atlántida, sólo quedan pocos obstáculos.

— Enviar a tres Patronos para esta misión indica la importancia y peligrosidad de la misma —comentó Engai—. Es una lástima que Tara haya perdido el enfoque del futuro —dijo sarcástico, mirando fijamente a Caesar, quien es una de las razones del trastorno en la mente de la vidente.

— No trataremos con un niño y sus soldados de juguete —se adelantó Caesar, el Patrono de Sacred Python—. Poseidón es la única deidad que permanece en este mundo consiente de su verdadero ser, y puede utilizar plenamente sus poderes contra cualquier amenaza. Nuestra victoria sobre él será la mayor que podremos obtener para el señor Avanish.

— Pelear contra un dios, suena tan épico —dijo Engai, sonriendo—… Me pregunto si al final se nos considerará héroes como a todos aquellos mortales que en la antigüedad han desafiado a los dioses.

— No es gloria lo que buscamos, Engai —aclaró Caesar con determinación, avanzando junto con Leviatán.

— Sí lo sé, pero, ¿sabes que las buenas intenciones son el camino más próximo al infierno? —cuestionó el Patrono de Forcis, siguiéndolos.

 

Leviatán se detuvo un instante, mirando al gigante quien permaneció aún de cuclillas, sabiendo que su papel no era el acompañarles.

— Quizá sea demasiado pedírtelo, pero aun así lo haré —le dijo la chica—. Si está a tu alcance, por favor, procura que las bajas sean mínimas.

El guerrero movió la cabeza, la cual estaba cubierta por un casco completamente sellado de color negro. Pareció mirar a Leviatán y considerar su petición. No hubo una respuesta verbal, pero el gigante se puso de pie para dar comienzo a su misión.

 

*-*-*-

 

Para Enoc, marine shogun de dragón marino, fueron predecibles los movimientos de los enemigos. Aunque se dispersaron de manera individual hacia diferentes direcciones dentro del reino submarino, perseguirlos a todos ellos tomaría tiempo y seguramente es lo que esperaban que sucediera. Pero distraerse en búsquedas inútiles no estaba en los planes de Enoc, ni mucho menos el dejar sin protección el palacio de su Emperador.

 

 

Tras haber enviado a Sorrento a informar y proteger al Emperador, el marine shogun decidió lanzar un abierto desafío a todos los que habían osado invadir el reino de la Atlántida.

Junto a Behula y Caribdis, elevaron sus cosmos deliberadamente para  indicar su posición. El eco de sus cosmos unidos llegó a los sentidos de los merodeadores, quienes esperaron instrucciones de sus superiores.

 

Leviatán de Coto pudo escuchar las preguntas de sus hermanos en su mente, por lo que tras discutirlo con los otros Patronos es cuando Engai sugirió un cambio de planes.

 

Los minutos pasaron y ninguna batalla daba inicio.

 

Desde su posición, Enoc era capaz de sentir cómo algunos comenzaron a reunirse formando pequeños grupos, el número no le preocupaba, pero sí cuántos de ellos podrían tratarse de los individuos que han sido capaces de enfrentar a los guerreros del Santuario, Asgard y Egipto.

 

Pensó en que debía ser paciente y esperar que ellos tuvieran el valor de acercarse, pero lo que escuchó y vio a lo lejos lo dejó completamente azorado.

 

Fue un estruendo que sorprendió a los marines shoguns que continuaban en el reino.

Sorrento de Siren sufrió una clase de deja vu en cuanto a sus oídos llegó tal fragor. Inmediatamente buscó algo en el firmamento marino, deseando no encontrar nada.

 

Para Enoc, Behula y Caribdis, era la primera vez que veían cómo la lluvia caía dentro del reino de Poseidón. A lo lejos, en el cielo, pudieron distinguir el inicio de una intensa precipitación una vez que los sonoros estruendos cesaran.

— N-no lo puedo creer —musitó Behula, intuyendo lo sucedido.

— El Pilar del Océano Atlántico del Norte ha caído —reveló Caribdis de Scylla con una seguridad de la que Enoc y Behula no dudaron.

Algo como “eso es imposible” no pudo escapar de los labios del general dragón marino. Su conocimiento sobre los sucesos de la anterior guerra contra los santos de Atena le impedían pensar en ello. Pero, ¿cómo es que sus enemigos tienen la fuerza o armas necesarias para derribar uno de los siete pilares? Su pilar.

Lo más desconcertante es que no percibía ningún cosmos poderoso proviniendo de dicha dirección. ¿Qué es lo que pudo haber ocurrido?

— Es claramente una provocación— musitó Enoc con el ceño fruncido—. Buscan que abandonemos nuestro puesto actual… quieren alejarnos del palacio sea como sea…

— Si son capaces de derribar uno de los pilares podrían intentar hacer lo mismo con el resto  —señaló Behula—. Permíteme ir detrás de los responsables. Caribdis y yo podemos encargarnos de los intrusos que se alejan mientras tú y Sorrento custodian el palacio.

Enoc lo meditó unos pocos segundos antes de asentir. Entendía el caos que se desataría en la Atlántida si los pilares cayeran, por lo que no podía encerrarse en la necedad y permitir que los derribaran.

— Está bien. Vayan… y no se molesten en tomar prisioneros— dragón marino recalcó.

— Sabes que no puedo prometerte eso —aclaró Behula de Chrysaor.

 

Las marines shoguns partieron con rumbo a la región del Atlántico norte, más Caribdis prefirió seguir su propio camino tras haber detectado a un grupo de enemigos reuniéndose hacia el noreste.

Behula de Chrysaor prosiguió hacia el Atlántico Norte, guiada por su sexto sentido, pero también por el deseo de ver la caída del pilar con sus propios ojos.

Conforme se adentraba a los dominios de dragón marino, la lluvia salada la alcanzó. Corrió, atravesando aquel diluvio, mirando la rasgadura en el cielo submarino que representaba una herida por la que el océano buscaba retomar su espacio.

Para cuando el agua le llegó a las pantorrillas, se detuvo. Sabía que a esa distancia ya debería ser capaz de ver el pilar del océano Atlántico Norte, pero no se encontraba allí.

Ante tal visión, por un instante temió el resultado de esta nueva guerra, pero debió salir de su estupor cuando se supo rodeada.

Había alrededor de una veintena de guerreros con armaduras azules, cuyas intenciones eran claras. La marine shogun de Chrysaor los examinó con cuidado, sin detectar algún cosmos superior.

— Su atrevimiento les costará caro —Behula fue la primera en hablar—. Pero aun cuando su intrusión al glorioso reino de Poseidón parece imperdonable, les concedo la oportunidad de rendirse, nuestro dios podría tratarlos con misericordia.

Las palabras de Behula tardaron en lograr reacción en aquel batallón, pero las respuestas fueron bufidos de enojo y otras risas sarcásticas.

— Sabemos muy bien la clase de misericordia que el tirano ofrece —dijo uno de ellos al terminar de reír—. ¡Ahórrate el sermón, marina! ¡No nos rendiremos hasta que cumplamos nuestro objetivo! ¡Hoy la Atlántida y Poseidón desaparecerán para siempre!

Clamó el guerrero, logrando que el resto lanzaran sus propios gritos de guerra. Behula se sorprendió al sentir una presión sobre su cuerpo cuando cinco de ellos expulsaron sus cosmos, uniéndolos en un vendaval que la empujó hacia otro grupo que estaban listos para recibirla con los puños cerrados.

Behula movió su lanza sagrada, la cual encajó en el suelo para maniobrar sobre ella y patear sin consideración alguna a quien se acercara, terminando por hacer girar su lanza con las manos y emplear la cuchilla sobre el pecho de uno de ellos. El filo de su lanza atravesó la armadura con suma facilidad para golpear un punto vital, retirándola sólo para que el flujo de sangre salpicara el agua.

Cuando el primero de los guerreros cayó exánime, el resto de sus compañeros gritaron al unísono como si se tratara de una jauría salvaje.

Elevaron sus cosmos y como tormenta desataron su fuerza sobre ella. La marine shogun pegó la lanza a su costado y colocó su mano libre a la altura de su rostro al instante en que su cosmoenergía se alzó y extendió como una cúpula que la protegió del ataque combinado.

El campo de energía dorada resistió, y tras haber absorbido las energías que se impactaron sobre ella, se expandió en un fuerte ola dorada que golpeó a todos los que se encontraban a su alrededor.

Algunos guerreros lograron repeler el ataque mientras que otros  resultaron abatidos por el soplido de poder. Sin embargo, ninguno de ellos estaba dispuesto a claudicar en su intento por enfrentarla.

— Me intriga conocer la razón de su particular odio hacia nuestro reino —comentó, al percibir sentimientos negativos de todos ellos, profundos y tan intensos que  le resultaban abrumadores—. Pero no puedo perder mi tiempo con ustedes. Son fuertes, pero no lo suficiente como para enfrentar a una marine shogun, ni siquiera todos juntos —aclaró, pese a que en ningún momento imaginó que su advertencia lograría que desistieran.

 

Ninguno de ellos habló, como toda una unidad, se alzaron para preparar el siguiente ataque. Todos se lanzaron sobre Behula, pensando en que cuando menos algunos de ellos tendrían la fortuna de herirla.

La marine shogun de Chrysaor cerró los ojos para susurrar —Om Mani Padme Hum*.

Elevando una vez más su cosmos, sujetó la lanza dorada con ambas manos. Tan sencilla acción fue el inicio de una técnica que relució a la vista de todos.

Dentro del cosmos dorado de la guerrera, numerosos brazos se manifestaron, enfilados como si se trataran de plumas de la cola de un pavorreal. Cada una sujetaba una lanza o sable dorado que apuntaron a sus enemigos.

¡Danza de los mil brazos! —Behula exclamó con fuerza para que cada una de esas manifestaciones atacara al ritmo de su propia lanza.

En cuestión de segundos, los alaridos se escucharon. La marine shogun debió girar sólo dos veces su arma para desatar una lluvia escarlata que se perdió en el torrente salado del cielo. Los diecinueve guerreros exhalaron gritos de dolor cuando sus cuerpos fueron heridos por las cuchillas, que danzaron alrededor de la mujer como un tornado.

Los guerreros cayeron en el agua, algunos inertes, pero la mayoría de ellos fueron capaces de sacar la cabeza del agua para no ahogarse, aunque rápidamente se percataron de que ninguno de ellos estaba en condiciones para luchar, pues las heridas en sus piernas les impedirían la acción.

 

— Como el viejo maestro bodhisatva* solía decirme, los cielos me concedieron estos poderes para salvar las almas de aquellos que merecen ser salvados —le dijo a aquel hombre que yacía más cerca de sus pies—. Ustedes están llenos de odio y sufrimiento, algo que les despierta un hambre insaciable de venganza. Mi deber es proteger a los inocentes de ustedes,  manada de chacales sedientos de sangre… pero al mismo tiempo buscar la sanación de sus espíritus.

Behula bajó su lanza, sabiendo que ya no sería necesaria allí—. Aquellos que aún conservan vida en sus pechos pueden permanecer aquí, tendrán la oportunidad de expiar sus culpas. El juicio llegará pronto…

— ¡No queremos… tu compasión, bruja! —dijo ese mismo hombre, al volverse sobre el agua y mirar fijamente a Behula al rostro.

La marine shogun quedó sorprendida al ver la frente descubierta de ese guerrero, pues su casco fue partido por la técnica efectuada.

— ¿Qué significa esto…? ¿Por qué tu frente…? —dudó en sus palabras, observando detenidamente su frente tupida por escamas rojas—. ¿Quiénes son ustedes?

El hombre rió, buscó levantarse pero le resultó imposible en el primer intento— Somos los hijos desterrados de esta tierra maldita… ¡Conocemos perfectamente la clase de juicio que nos espera, y es por ello que… no tenemos opción más que morir… o ganar! —gritó adolorido, logrando ponerse de pie junto con otros seis guerreros malheridos—. Aunque tú no nos mates, tu dios seguramente lo hará…

Behula quedó sobrecogida por la convicción en los guerreros y el misterio de sus identidades. Permaneció en silencio sin decidir qué hacer, aun cuando ellos estaban listos para atacarla.

 

Pero antes de que cualquiera de ellos reiniciara el combate, un rugido bestial acaparó toda la atención.

Behula se volvió rápidamente, distinguiendo un bólido oscuro que estaba por caer sobre ella. La marine shogun logró saltar y evitar que aquello la golpeara. El impacto sobre el suelo removió el agua con gran fiereza, arrastrando los cadáveres y a los heridos, pocos pudieron permanecer de pie.

Behula miró a la entidad cubierta por una armadura oscura que lentamente se erguía. Lo que más intrigaba a la marina era que no podía percibir ninguna presencia alrededor de ese guerrero de aspecto siniestro.

Los demás guerreros lo miraron con familiaridad, por lo que comprendió que se trataba de otro miembro de la manada. Tenía una altura de tres metros pero sus extremidades carecían de grandes músculos.

La ausencia de un cosmos o cualquier clase de presencia mantuvo  a Behula inmóvil, más aún cuando tras esos orificios vacíos del yelmo no encontró más que oscuridad, haciéndole entender la gran peligrosidad de ese individuo.

 

 

Behula se preparó para cualquier agresión, pero le sorprendió que ella no fuera el blanco de ninguna.

El guerrero oscuro emitió un leve resplandor en su armadura, de la que brotaron proyectiles invisibles que perforaron los cuerpos de los atlantes heridos.

Fueron ataques fulminantes que les evitaron una larga agonía, casi todos quedaron bocabajo flotando en el agua, sólo un par fue capaz de sobrevivir para escupir sangre, ver los grandes agujeros en sus pechos y en los cuerpos de sus camaradas caídos.

Agonizantes, cayeron de rodillas, mas deseaban saber la razón de  tal traición. Uno de ellos logró formular palabras y gritar— Pero… ¡¿por qué…?! —de un modo tan lastimero que estremeció a la misma Behula.

El guerrero de armadura oscura giró un poco la cabeza, señalando con su mano al abatido atlante, sentenciándolo así a morir…

 

El atlante quedó perplejo cuando la lanza dorada de la marine shogun cortó la mano de su verdugo, cambiando así su destino.

Con gran rapidez, Behula había desmembrado a su enemigo y alejado un poco a los dos guerreros atlantes que estaban lejos de poder agradecer o siquiera decir algo ante la desinteresada acción de su enemiga.

La marine shogun sólo les dedicó una mirada compasiva antes de volverse hacia su verdadero oponente.

— Asesinar a tus propios compañeros es un acto vil que no puedo dejar impune —habló con clara indignación.

El guerrero vio su extremidad cortada, de la que no brotó sangre de ningún tipo, mas se preocupó por mostrarle a la marine shogun lo que había en su interior.

Behula pestañeó incrédula al ver el vacío de ese hueco, como si se tratara de una armadura viviente sin nadie que la mueva desde su interior.

— ¿Qué clase de abominación es esta? ¡¿Qué eres?! —exigió saber, amenazándolo una vez más con su lanza.

El guerrero emitió unos leves bufidos que bien pudieron escucharse como una risa lúgubre, pero no hubo palabras que explicaran su ser.

Una vez más, un aura oscura se encendió alrededor de la armadura viviente, la cual se extendió hasta alcanzar los cuerpos de los caídos que flotaban a su alrededor. Los cadáveres comenzaron a brillar en una tenue luz azul, la cual fue absorbida por esa bruma oscura hasta dejarlos completamente vacíos.

Behula creyó estar sólo imaginándolo, quizá por el agua que caía constantemente ante sus ojos, pero descubrió con horror la verdad. Ese guerrero comenzó a aumentar su tamaño, su altura se duplicó, adquiriendo una anatomía mucho más recia e intimidante.

El gigante rugió, exteriorizando su renovado poder en una ventisca ante la que Behula logró mantenerse en pie al usar la punta de su lanza como ancla.

La marine shogun  tensó el entrecejo, sabiendo que no le esperaba una batalla fácil. Sin duda estaba ante aquel que fue capaz de destruir el pilar del Atlántico del Norte.

 

— Sí que eres despiadado —comentó sarcásticamente Ehrimanes desde su cómodo lugar en la cámara de Sennefer—. Matar a esos pobres infelices aun después de que prometiste a la pequeña Leviatán que velarías por ellos.

En medio del lugar, Sennefer meditaba ante el centro de Anubis, permaneciendo con los ojos cerrados.

— Yo no di mi palabra… y seguro que en el fondo ella tampoco esperaba tal cosa de mí —respondió sin perder concentración en su labor—. Admito que no estaba en mis planes, pero me tomó más energía de lo que preví para echar abajo ese pilar. Necesitaba recuperar lo que perdí por lo que pensé que sería la mejor opción —explicó sin arrepentimientos—. Creí que esa marine shogun me ahorraría las molestias, pero su repentina compasión me obligó a tener que ser yo quien me encargara de ellos. Aunque estoy sorprendido… sin duda estas almas son la descendencia de un dios… resultaron más valiosas de lo que pude haber imaginado —sonrió, alzando las manos como si en ellas estuviera sosteniendo algo tan pequeño  e invisible que cabía en sus palmas.

— Quizá después de esto deba enviarte a que extermines a todos los que quedaron prisioneros… aunque se trate de ancianos y niños,  sus almas poseen un valor mucho más alto que como seres vivos —Sennefer rió con perversidad.

— Hablas mucho en soledad pero permaneces en silencio ante tu adversaria. Miro su cara y hay tantas preguntas, ¿te dignarás a mostrarle que hay algo de inteligencia dentro de tu marioneta gigante? —cuestionó Ehrimanes, cerrando también los ojos y pudiendo ver aquella zona de batalla pese a la enorme distancia.

— Despierta mucho más terror cuando no se obtienen razones… hay mucha más desesperación cuando no hay respuestas… Enfrentar a un enemigo que carezca de palabras y motivos es mucho más aterrador que uno que exprese su maldad con efímeras palabras… —respondió Sennefer en voz baja.

— No entiendo porqué no fuiste tú mismo a la Atlántida en vez de enviar a esa criatura… ¿acaso temías ser derrotado? —se aventuró a decir Ehrimanes.

— Preferí ser precavido, sería un desperdicio arriesgar mi integridad en una cruzada incierta, sobretodo al tratarse de un dios como Poseidón —admitió—. Prefiero aprender desde la distancia en vez de exponerme inútilmente, sabes que tengo mis propios planes. Además, me ha servido para experimentar un poco. Sin importar el tiempo que trascurra, el Cetro de Anubis continúa sorprendiéndome…

— Es un arma bastante versátil —comentó Ehrimanes, siendo un objeto que envidiaba y desearía poseer—, te ha permitido crear una extensión tuya utilizando un puñado de almas para lograr la materialización, y al mismo tiempo es lo que le da poder… además que puedes continuar alimentándolo al absorber victimas más frescas.

— No sabes lo que he sacrificado para darle toda esta fuerza —recordó Sennefer al notar la avaricia y el deseo por su artilugio mágico—. Mientras esté en mi poder, jamás moriré… y jamás serviría a otro amo —aclaró con un deje de advertencia.

Ehrimanes guardó silencio, pero en el fondo sonreía pues sabía mejor que nadie los giros imprevistos que daba el futuro como para mofarse de la seguridad con la que Sennefer hablaba.

 

*-*-*

 

Asgard, palacio del Valhalla.

 

Para todos que lo vieron pasar por los pasillos hacia el salón donde refugiaron a los heridos, era claro que Bud de Mizar estaba lejos de querer ser molestado o detenido por alguien. En su expresión había una advertencia que salvaba a todos los que pudieron haber necesitado hablarle.

La razón de su actual condición era la conversación que tuvo con Hilda, y tras darle fin abandonó la recámara que compartieron durante todos esos años de matrimonio.

 

Aun cuando necesitaba un poco de espacio para digerir lo que Hilda confesó sobre la identidad de Syd y los planes de Odín, la sacerdotisa llegó a acompañarlo en la terraza de la alcoba.

Aunque se percató de su presencia, Bud permaneció con la vista hacia las montañas, esperando que el viento frío le helara los pensamientos.

Bud —lo llamó Hilda con la suave voz con la que lo había enamorado.

Él prefirió callar, por lo que la mujer prosiguió.

Sé que ha sido difícil para ti… enterarte de esta forma sobre la identidad de Syd, me disculpo por ello pero no creo que debas sentirte tan desdichado.

— ¿Que no debo sentirme tan desdichado? —repitió Bud con incredulidad ante lo que escuchó, dedicándole una mirada resentida a su esposa.

Querido, por favor —ella quiso acercarse—. Si guardé silencio todo este tiempo fue porque…

Ahórrate las explicaciones —Bud rechazó el intento de Hilda por tomar su mano—, me es claro que caí una vez más en tus manipulaciones, nuevamente sólo fui una herramienta para tus fines, mujer.

Bud, ¿pero qué estás diciendo? Eso no es cierto y tú lo sabes —Hilda lo miró suplicante.

Lo que ahora sé es que si Odín hubiera elegido a cualquier otro hombre en el mundo tú sólo te habrías entregado sin importarte de quién se tratara —dijo, dolido—, sin importar si tenías sentimientos por él o no… si Odín lo ordenaba tú no lo discutirías ya que es lo que como gran sacerdotisa es tu deber hacer, ¿o me equivoco?… Siempre fue por deber… yo… yo sólo me vi beneficiado porque Skuld me eligió… ¡Me permitiste compartir tu cama sólo porque así te lo señalaron! —el dios guerrero de Mizar apoyó las manos sobre la barandilla de piedra, encorvando la espalda para ocultar su rostro.

¡No! ¡No!—Hilda repitió muchas veces al abrazarlo por el brazo—. Las cosas no fueron así Bud, por favor, escúchame. Aunque hubiera sucedido como dices, aunque sólo fuiste un nombre en la lista de las nornas, yo te elegí a ti como mi esposo porque me enamoré de ti… No creas lo contrario, te lo ruego —le pidió, con lágrimas en los ojos al serle desgarrador escuchar tales reclamos—. Todo lo que hemos vivido juntos, son sentimientos que jamás podría fingir… no pienses así de mí, por favorDebes confiar en mí así como yo confío en ti… Te amo… es la verdad… no permitas que esos pensamientos tuyos nos separen… no ahora.

Bud se atragantó al escucharla llorar y cómo es que se esforzaba para que la mirara a la cara, pero el tigre de Zeta sabía que si veía dentro de esos ojos azules quedaría rendido a sus pies, estaría dispuesto a creer en su palabra y todo se resolvería… pero la necedad de su corazón herido y su propio orgullo lo llevaron a evitarlo, no quería que eso sucediera, todavía no… tenía que convencerse por sí mismo de la verdad.

Bud la sujetó por los brazos y la separó de él, marchándose de la terraza una vez que dijera —Necesito tiempo… lejos de ti.

 

De haber sabido que el destino estaba atento para jugar con sus deseos, quizá Bud habría decidido usar otras palabras con  su esposa.

 

Bud sólo tenía que girar en la esquina para llegar al ala médica, pero faltándole algunos pasos vio cómo un cuerpo salió despedido, destrozando la puerta del lugar hasta estrellarse contra el muro. Reconoció inmediatamente a una de las amazonas del Santuario, la cual quedó exánime en el suelo tras el feroz golpe recibido. Al ver los ojos de la guerrera supo que no tenía caso brindarle ayuda, murió antes de caer al suelo.

Bud se apresuró a entrar a aquella habitación, permaneciendo en el marco de la puerta destrozada, sin mirar a los enfermos aterrados y a quienes los asistían, sólo le prestó atención a la mujer de armadura jade que allí se encontraba.

La mujer estaba contemplando la armadura de la Copa cuando la presencia de Bud la obligó a girarse hacia él, reconociéndolo.

— Bud de Mizar, esperaba que nuestros caminos se cruzaran —ella dijo con un tono respetuoso.

— ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Responde! —cuestionó, exaltado.

— Te he traído un obsequio Bud, uno que te hará dormir plácidamente —ella musitó, extendiendo los brazos a sus costados—. Llegó la hora de descansar. De esta guerra y de todas tus preocupaciones ya no tendrás ni el recuerdo.

 

FIN DEL CAPITULO 41

 

 

 

* Om Mani Padme Hum: Es un mantra con el que se calma la mente y confiere serenidad. Significa: "Saludo a la joya en el loto".

 

* Bodhisatva: se le llama así a un ser humano que teniendo una existencia ética, compasiva, generosa y sabia puede alcanzar la iluminación o el Nirvana, pero al estar a punto de alcanzarla, renuncian a ella y hacen el voto de llevar a todos los seres primeramente a la iluminación.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#178 Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 05 diciembre 2013 - 08:32

como siempre excelente capitulo

 

me gusta como va la historia



#179 Jagemcam

Jagemcam

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Publicado 28 diciembre 2013 - 14:38

voy leyendo poco apoco y me encanta tu historia 

un gran fanfic



#180 Seph_girl

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Publicado 10 enero 2014 - 02:23

¡Alo alo alo lectores!

Primero que nada aprovecho el espacio para decir brevemente ¡Feliz navidad, feliz año nuevo y día de reyes! aunque sea ya medio tarde....

Pero pues aquí estamos, 2014 y me asusta pensar que he tenido tanto tiempo con este fanfic, pero pues no he podido avanzar como quisiera.... a veces 1 capitulo casa 1.5 meses y eso es poco la verdad (suspiro) pero bueno, a ver si este año terminamos el fanfic aunque advierto que aun falta una ARC Más XD jejeje

 

Saludos a todos mis lectores y bienvenido  Jagemcam, gracias por dejar un comentario y espero aguantes la historia, y disfrutes lo que alcances a leer, qué mejor si nos alcanzas n.n!

 

Bueno, este episodio tiene varias explicaciones que les debía en la trama, pero a cambio se sueltan mas misterios extraños, disfrútenlos!!!

 

/////////////////////////////////////////////////

 

Terario de Acuario nunca ha sido un hombre supersticioso, pero ante las palabras de la amazona que le advirtió la tragedia que se cernía sobre Souva de Escorpión, se obligó a considerar que realmente podría suceder.

Como su maestro se encontraba en la misma barcaza del santo de Escorpión, la preocupación se apoderó de él, por lo que buscó consejo en sus antiguos compañeros de entrenamiento, Singa y Velder.

Los tres se reunieron en la explanada donde en tiempos de paz los ritos para Odín se efectuaban, sabiendo que nadie los escucharía. En el altar frente al dios, su armadura sagrada permanecía como vigía.

— Entiendo tu mortificación, Terario. Pero debes confiar en el maestro —dijo Velder, tocando levemente el parche que cubre su ojo derecho—, ¿o qué? Sólo porque te volviste un santo de oro crees que todos están por debajo de tu condición? —se atrevió a bromear—. Estoy seguro de que aún puede tumbarte al suelo en pocos movimientos.

— Comparto la preocupación de Terario —dijo Singa—, el maestro se ha comportado muy extraño desde el momento en que decidió venir a Asgard. Además, quizá intuyó que en Bluegrad habría problemas… ya saben que pese a todo, siempre ha intentado protegernos.

— Es cierto —concordó Velder—. Pero ya no somos unos niños y él se vuelve cada vez más viejo ¿hasta cuándo se dará cuenta de eso? —suspiró, resignado—. Ni hablar, si tanto les preocupa, seré voluntario para ir y buscarlo, a él y al santo de Escorpión.

Terario iba a espetar pero Singa se anticipó—. Lo más correcto es que permanezcas aquí, no puedes dejar desprotegido Asgard y a su gente ante tantas incertidumbres. Es preferible continuar siendo precavidos.

— Tienen razón —alcanzó a decir Terario antes de que los tres se tensaran al percibir un violento cosmos golpeando su psique.

Voltearon hacia el mismo lugar sin poder reconocer al dueño de dicho cosmos, mas el corazón de Terario sintió un sobresalto al ser capaz, de alguna manera, de escuchar la voz de Natasha, llamándolo.

— Eso proviene de… —Velder tardó en encontrar el origen de ese estallido, pero en cuanto Terario comenzó a correr en dirección al palacio, supo que debía seguirlo.

Los tres no pudieron avanzar mucho cuando Terario frenó inesperadamente, y con un codazo empujó a Singa y sujetó a Velder para alejarlos del camino que seguían.

Fueron movimientos inesperados para ambos, pero en cuanto el suelo junto a ellos explotó sonoramente, supieron que Terario los había salvado.

Inmediatamente, Terario se volvió hacia la explanada, donde distinguió una figura fuertemente acorazada.

La armadura color zafiro destelló en el cuerpo del guerrero que apareció en Palacio del Valhalla.

 

— Qué mal, de haber recibido mi primer ataque se habrían ganado una muerte rápida. Pero es la única oportunidad que pienso darles, ya sólo les queda sufrir una muerte mucho más violenta y dolorosa —dijo el individuo de cabello negro, bajando lentamente la mano de la que aquella poderosa ráfaga emergió.

— Pero… ¿quién es ese hombre? —preguntó Singa, poniéndose de pie.

 

El santo de Acuario se adelantó a sus camaradas, a quienes les dio la espalda—. Si no me equivoco, fuiste tú uno de los Patronos que atacó al Santuario junto a los Apóstoles de Ra, ¿cierto?

— Excelente memoria para alguien que no conozco… es claro que eres un santo dorado, pero temo que no hemos sido debidamente presentados —el Patrono habló con osadía—. No te equivocas, puedes llamarme Nergal, Patrono del Zohar de Brontes.

— Nergal…¿qué es lo que pretendes viniendo a este lugar? —el santo preguntó.

— Vaya, qué descortés, pese a que te he dado mi nombre me niegas el tuyo —dijo en tono burlón—. Haces una pregunta estúpida, yo sólo he venido a terminar con lo que mis ineficientes compañeros no lograron antes —respondió tranquilamente—. Soy el ángel de la muerte que viene a llevarse al primogénito consentido de Asgard.

— No viniste solo, alguien más te acompaña.

— Nuevas reglas que debo acatar —aclaró Nergal—. Pero no te preocupes, prometo que tendrás toda mi atención… aunque me pregunto si yo tendré la tuya —musitó con malicia, mirando fijamente a los jóvenes sin armadura que Terario protegía.

— Singa, Velder, váyanse ahora, Natasha los necesita —Terario les pidió, intuyendo que serían blanco del Patrono si permanecían más tiempo allí.

— ¡No podemos dejarte solo! —aclaró Velder, dispuesto a combatir, mas su compañero Singa le sujetó el puño que acababa de alzar.

— Velder, hagamos lo que él dice, de otro modo seremos un lastre para nuestro hermano —le pidió.

Velder lanzó una mirada al santo de Acuario, entendiendo que las palabras de Singa tenían validez.

Tras dudarlo un poco más, ambos terminaron por retirarse hacia el palacio, dejando a Terario y a Nergal solos.

— Estoy seguro de que Hécate les dará un mejor trato que yo. Has hecho bien, no sufrirán demasiado —Nergal comentó con arrogancia.

—  Han tenido mucha actividad últimamente… me pregunto, qué es lo que ahora estará sucediendo en Bluegrad —Terario se aventuró a obtener información fingiendo conocimientos.

— Digamos que la muerte de uno de los nuestros fue suficiente para que decidiéramos tomarnos las cosas en serio —sonrió, sarcástico—. Ya que la atención está centrándose ahora en la Atlántida y Bluegrad, creímos que sería un momento apropiado para concluir lo que aquí se comenzó, pensando en que sólo deberíamos lidiar con pocos dioses guerreros… ¡Pero vaya sorpresa que me encuentro! Un santo de oro frente a mí, parece que el destino me permitirá cobrarme la humillación de la que fui objeto.

— ¿Ahora van tras la cabeza de Poseidón? —Terario preguntó, ocultando su sobresalto—. A este paso se convertirán en enemigos de todo el mundo, ¿qué sentido tiene?

— ¡Que abran los ojos a la verdad! ¡Este mundo se volvió nuestro enemigo hace quince años, cuando diezmaron a la humanidad con un aterrador resplandor! —Nergal gritó.

— El mundo iba a perecer… se tuvo que pagar un precio para que tuviéramos una nueva oportunidad —Terario comentó para sorpresa de Nergal.

— ¿Tú sabes la verdad…? —el Patrono preguntó, con una sádica expresión—.Y aun así pareces aceptarlo de muy buena gana…

— No discutiré si fue o no la mejor elección…  eso es algo que ni a ti ni a mi nos competió en su momento, lo único que tenemos es el ahora. El Patriarca me pidió proteger Asgard y a los miembros de la familia real, por lo que sin importar tu ambición no te dejaré pasar.

Nergal rió— Un solo santo de oro jamás podrá contra mí —advirtió.

Terario alzó su cosmos dorado en respuesta—. No menosprecies el poder del cero absoluto.

 

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Capítulo 42.

Imperio Azul Parte VI

Reunión de reyes

 

Natasha ahogó un grito de espanto al ver a Bud de Mizar caer de rodillas al suelo. La joven permaneció abrazada a otra chica con quien se encontraba atendiendo a un enfermo justo antes de que el caos comenzara.

Todo había sucedido tan de repente que le era difícil de entender lo que pasaba. Ella sólo estaba moliendo algunas hierbas cuando las exaltaciones se dejaron escuchar, pues la aparición de una mujer en armadura esmeralda sorprendió a todos.

La mujer no pronunció palabra, sólo miró en redondo hasta que las amazonas enmascaradas la enfrentaron y cuestionaron. Aunque las jóvenes guerreras intentaron luchar, la mujer emitió resplandores que lanzaron a una al suelo, y la segunda se precipitó hacia la gruesa puerta que se rompió en pedazos por el impacto de su cuerpo.

De inmediato apareció Bud de Mizar, buscando a la responsable con quien intercambió un breve dialogo. El dios guerrero la atacó ferozmente aun cuando se encontraba desprotegido de cualquier armadura.

Se movieron muy rápido y los estruendos la obligaron a cerrar los ojos, por lo que Natasha estaba lejos de poder saber cómo es que el dios guerrero terminó hincado, palpándose el pecho con cierta desesperación, intentando arrancarse algo que se había adherido a su cuerpo y era el causante de la sangre que emergía por su espalda. Poco a poco sus movimientos se hicieron más lentos hasta que finalmente cesaron, quedando completamente inmóvil.

 

La mujer a la que llaman Hécate, avanzó lentamente hacia donde el dios guerrero de Mizar se detuvo.

— Duerme y descansa señor de Asgard —musitó para el hombre que en su posición parecía reverenciarla—.  Sólo porque eres un hombre prominente es que te he concedido el regalo de la paz perpetua.

Las personas que aún permanecían en la habitación estaban espantadas, pero no se dejaron llevar por el pánico como para levantarse e intentar salir de allí, sabían que sería inútil o sólo provocaría que fueran blancos de esa mujer. Hécate los miró detenidamente, siendo una mujer que se abstenía de herir a los enfermos y convalecientes. En sus ojos hasta hubo un brillo de piedad por ellos.

Ella alargó la mano para tocar la cabeza de Bud, pero antes de que le pusiera un dedo encima, unos hilos resplandecientes la rodearon. Cayeron como una lluvia de telarañas, envolviéndola, así como al dios guerrero de Mizar.

El cuerpo de Bud fue jalado por esos hilos de plata, hasta llegar a los pies de Alwar de Benetnasch, quien estaba preparado para protegerlo.

— Ustedes de nuevo —al dios guerrero de Benetnasch le fue claro que se trataba de uno de los Patronos.

— Dios guerrero de Benetnasch, sé que fuiste el responsable de causarle muchos contratiempos a uno de los míos —dijo la mujer, quedándose quieta entre los hilos del arpa que la sujetaban—. Pero entenderás que tus técnicas no tendrán el mismo efecto en mí — aclaró.

Alwar lo comprendía: a diferencia de su anterior batalla con Dahak, Patrono de la Stella de Arges, aquella mujer estaba cubierta totalmente por la resistente armadura sobre la que sus hilos no tienen poder, no sería capaz de dañarla utilizando las mismas tácticas.

La armadura de Hécate resplandeció, liberándola de los hilos que fueron cortados sin más resistencia.

— Apártate de mi camino, dios guerrero de Eta, y tendré piedad de ti.

— Señora, sabe bien que jamás haría algo como eso —dijo, manteniéndose como escudo entre ella y Bud.

— Jóvenes… —Hécate se lamentó, alzando la mano hacia Alwar, esperando que le ocurriera lo mismo que sucedió con las amazonas, pero cuando alguien le sujetó la mano y la alzó hacia el techo quedó sorprendida.

Hécate estaba cara a cara con una mujer que llevaba una armadura y máscara de oro. La guerrera dorada estaba allí, frente a ella, alzándole el brazo con fuerza.

No la sintió venir en ningún momento, y fue tan rápida como para pasar a través del lugar y pararse frente a ella sin que pudiera defenderse.

 

— Qué irresponsables, iniciar un enfrentamiento en un lugar de reposo y curación —dijo la amazona dorada, Calíope de Tauro—. Si necesitas luchar con alguien, lo harás contra mí, pero no aquí —aclaró, soltando la muñeca de la Patrono, quien permaneció con una actitud pasiva.

— ¿Otra guerrera del Santuario, aquí? No, sólo el santo de Acuario custodiaba el palacio, ¿cómo es qué llegaste a este reino tan de pronto? —preguntó Hécate, sabiendo bien la ubicación de los guerreros de Atena en Asgard y Bluegrad.

Calíope dio un paso hacia atrás, dándose media vuelta con entera confianza—. Responderé todas tus preguntas una vez que salgamos de aquí, por lo que si me sigues…

Mas la Patrono no se movió, sonrió ante la prepotencia de la amazona de Tauro.

— No, la verdad que no tengo interés en iniciar una contienda contigo… Mi misión consistía en tres pasos… el primero se ha dado con éxito, por lo que aún hay una última cosa que debo hacer en esta habitación.

Calíope se preparó para responder cualquier agresión hacia su persona, mas la ráfaga de energía que Hécate expulsó se dirigió hacia un único objeto en la habitación.

La amazona de Tauro quedó pasmada al ver cómo es que la armadura de la Copa estalló en cientos de fragmentos que volaron por la habitación.

— ¡Eres una…! —Calíope corrió hacia ella, lanzándole un puñetazo que atravesó la imagen de Hécate como si se tratara de un espejismo.

Lo siento guerrera de Atena, pero ya que he concluido mis deberes debo retirarme. Si buscas satisfacer tu hambre de violencia, uno de mis compañeros permanecerá aquí, puedes buscarlo para saciar tu apetito —dijo la mujer, despidiéndose con una sonrisa, desapareciendo en el aire.

— ¡Maldita sea! — la amazona exclamó, enfurecida.

 

*********

 

La Atlántida, Reino de Poseidón, región del Atlántico Norte.

 

Behula de Chrysaor contempló a aquel gigante acorazado con evidente sorpresa, pero recuperó el valor en el instante en que él se moviera para atacarla.

Pese a su tamaño, el gigante se movía a una gran velocidad. La marine shogun lo esquivó repetidamente, viendo cómo es que cada que esos golpes fallaban en encontrar su blanco, en el agua se creaba un vacío profundo que separaba las aguas hasta mostrar el fondo.

Behula empleó sagazmente su lanza contra su adversario, mas el coloso se cubría con los antebrazos para desviar sus estocadas, todo a una velocidad propia de guerreros divinos.

El cuerpo del gigante se cubrió de energía oscura, la cual se acumuló en sus dos puños. Behula se percató de que no sería capaz de esquivar el siguiente golpe, por lo que interpuso su lanza como un escudo.

El impacto la empujó varios metros hacia atrás, resintiendo la fuerza del golpe que la obligó a escupir sangre.

Sin darle tregua, el gigante ya estaba nuevamente sobre ella, mas Behula volvió a citar el mantra—Om Mani Padme Hum—con el que invocó los numerosos brazos armados para respaldarla.

Los brazos sujetaron al coloso, impidiéndole seguir avanzando, lo que le permitió a Behula un rápido respiro para poder efectuar su técnica— ¡Danza de los mil brazos!

Como si un vasto ejército de lanceros y espadachines lo hubieran atacado, el gigante salió despedido, cayendo en el agua que lo cubrió parcialmente.

La marine shogun no podía estar segura de si sus ataques eran eficientes contra el misterioso enemigo, pues continuaba sin poder sentir una energía proveniente de él. Mas no tardó en comprender que requeriría de emplear mucho más de sí misma para vencerle.

El gigante se puso de pie, en su coraza había rasguños producidos por las lanzas y las espadas, mas de ella sólo emergía agua con la que el cuerpo del gigante se había llenado al caer.

— Sin duda eres una abominación… He escuchado de artes místicas que pueden darle vida a objetos inanimados. ¡Quienquiera que sea el titiritero que jala las cuerdas de este muñeco, responde!

En respuesta, el gigante alzó los brazos: en sus palmas creó una esfera de energía de su mismo tamaño, alrededor de ella circulaban relámpagos dorados.

El coloso dio un gran salto, y desde las alturas lanzó su ataque de energía.

Los sentidos de Behula le advirtieron que no debía dejarse alcanzar por esa esfera de destrucción, por lo que con un gran sobreesfuerzo se alejó del punto en donde aquello impactaría.

En cuanto la energía impactó contra el suelo, detonó su verdadera fuerza, expandiéndose como una bomba que arrasó con el terreno.

Por unos segundos hasta dejó de llover sobre el profundo y vasto cráter que dejó la explosión, el cual comenzó a llenarse en cuanto las aguas volvieron a su cauce.

Hundida en las paredes de dicho cráter se encontraba Behula, quien abrió los ojos, adolorida.

Sabía que de no haber utilizado su escudo energético, el daño habría sido mayor.

Le sangraba la nariz y tenía algunas laceraciones en la piel. Perdió su casco mientras la hombrera y brazal derecho de su scale fueron destruidos.

Los atronadores pasos del gigante sobre el agua la apresuraron a incorporarse. El suelo retumbaba a su paso imparable.

Behula cerró los ojos, como si estuviera decidida a entregarse a la derrota, pero en el último momento en que el coloso estaba por pasar por encima de ella, el agua bajo el gigante se disparó como geiser, levantándolo.

Atrapado dentro del ascendente torrente de agua, el coloso tenía una clara visión, por lo que pudo ver cómo es que la marine shogun voló hasta darle alcance en su ascenso, generando una bola de fuego que disparó en su contra.

El agua se evaporó ante la presencia de las brasas anaranjadas, impactando de lleno al gigante quien se precipitó una vez más a tierra.

 

La armadura viviente logró levantarse con clara torpeza. Behula ya había descendido suavemente al suelo.

Con sencillos movimientos de sus manos, pareció manipular la tierra, pues grandes columnas de roca se levantaban para golpear al gigante.

Una vez que el coloso pudiera imponerse a los constantes golpeteos, sus brazos destruían las columnas de tierra, abriéndose paso hacia la marine shogun.

Behula giró su lanza y al instante el agua bajo ella se arremolinó para alzarla en un tobogán que inmediatamente se convirtió en hielo.

El gigante golpeó ferozmente el camino de cristal, dividiéndolo en miles de astillas de hielo.

Manipulando el aire y el agua, la marine shogun de Chrysaor logró que cada una de esas astillas se convirtieran en lanzas afiladas, las cuales se precipitaron junto con la lluvia hacia el gigante.

El coloso se cubrió con los brazos, pero terminó siendo sepultado por las lanzas de hielo que formaron un extraño montículo: un arbusto de cristal con ramas afiladas hechas de hielo.

 

La guerrera cayó sobre las columnas abatidas por el gigante, quedando fuera del agua. Con respiración agitada, esperó que la escultura de hielo permaneciera intacta, de lo contrario la pelea continuaría… y si eso sucedía, sus fuerzas terminarían agotadas.

Por un efímero momento, pensó que había vencido, pero cuando un leve temblor sacudió el agua y el suelo, salió de su fantasía.

Con un furioso rugido, el gigante destrozó su prisión, expulsando ferozmente su energía que transformó en partículas de cristal todo el hielo.

— Eres demasiado resistente… ni el poder de los elementos es capaz de frenarte por mucho tiempo —habló Behula, más para convencerse a sí misma que para el monstruo.

El gigante la miró desde la distancia, desafiante.

— Está bien, aún tengo un último truco, ¿preparado? —anunció, bajando la punta de su lanza para que apuntara al suelo y su mano izquierda subiera a la altura de su rostro,  manteniendo sólo el  dedo índice y medio alzados.

Behula cerró los ojos, moviendo los labios al recitar un cántico que sólo imploró en su mente. El coloso no esperó ni un segundo cuando de la delgada línea vacía de su yelmo se generó un resplandor dorado, disparando una fulminante ráfaga de energía.

El impacto parecía inminente, mas la marine shogun alcanzó a pronunciar— Om — para que una línea de agua, otra de fuego, de tierra y una más de aire se movieran a su alrededor tomando las formas de elipses que giraban constantemente a su alrededor, formando una esfera protectora.

El ataque del coloso se desvaneció en el momento en que tocó las elipses. Behula movilizó su lanza sin que su técnica de defensa se viera afectada por ello.

La marine shogun se impulsó a gran velocidad, volando hacia su oponente contra el que chocó.

La esfera de protección hizo retroceder el gigante, y aunque él buscó romperla con la fuerza de sus puños, no le fue posible. En cambio, la lanza de Behula lograba emerger del campo protector, atinando con fiereza a la armadura viviente, atravesándola incesantemente.

La marine shogun de Chrysaor atacaba rápidamente, golpeando y cortando con su lanza sagrada.

Al gigante se le dificultó reaccionar debido a ese campo de fuerza que entorpecía sus movimientos por los constantes empujones. Tuvo que retroceder ante los feroces ataques de la lanza de Chrysaor que, pese a  rasgar su armadura, no parecían causar suficiente daño como para vencerlo.

Behula lo sabía, por lo que tras un último golpe en la cabeza del gigante, retrocedió con un gran salto para transformar las fuerzas de su defensa en ataque.

Las elipses se unieron en la punta de la lanza sagrada de Chrysaor, girando como una hélice colorida a gran velocidad que tomó las tonalidades propias de un arcoíris.

Behula  alistó su técnica, apuntó al enemigo, exclamando — ¡Sucumbe ante el poder de los elementos! ¡Furia de la naturaleza!

Precipitando la lanza hacia su adversario, del filo emergió un rayo multicolor que atravesó fácilmente la coraza del gigante.

El coloso fue arrastrado por la energía, que abrió un enorme boquete en su peto, el diámetro que fundió la armadura fue tan amplio que apenas y dejó una delgada estructura que mantenía unidos los miembros y la cabeza del guerrero.

El gigante cayó aparatosamente en el agua, hundiéndose en el fondo del cráter que anteriormente creó.

Hasta verlo desaparecer dentro del agua, Behula se permitió caer de rodillas, sosteniéndose de su lanza para no terminar de bruces contra el suelo.

Por momentos se le nublaba la vista, pero aunque su cuerpo le pedía un descanso, la victoria todavía estaba lejos de pertenecerle.

 

El monstruo emergió de las profundidades, y con fiereza se lanzó contra la marine shogun. Aunque Behula intentó defenderse, fue golpeada con una fuerza devastadora que despedazó lo que quedaba del peto de su armadura. La potencia la lanzó lejos, cayendo contra un coral en el que terminó por soltar su lanza.

Con desesperación se arrastró hacia su arma, pero el pie del gigante le pisó la espalda para impedírselo. La marine shogun gritó de dolor, retorciéndose por el brutal pisotón, seguido de otros más que le rompieron más de un hueso.

Tosiendo sangre, fue alzada por el gigante, cuyas manos se cerraron sobre su cuerpo como si deseara exprimirle la vida.

En sus gritos de agonía, logró ver una espeluznante visión, en la que en el enorme hueco de la armadura viviente se materializó un repulsivo ojo de reptil.

Con sus huesos siendo triturados a cada segundo, Behula sabía que todo había terminado para ella. Le apenaba no haber podido vencer a un enemigo de naturaleza tan sombría y desconocida.

Sabía que las disculpas no servían para nada, pero aun así, pensó en el Emperador al que le había fallado, y en sus camaradas que dejaba a la deriva en la batalla.

La marine shogun terminó por perder el sentido en un último estrujamiento que la hizo mancharse aún más los labios con su propia sangre. Pero el monstruo no dejaba de apretarla, no lo haría hasta que el último suspiro se diera.

Sin embargo, cuando el agua a sus pies bajó su nivel drásticamente, el monstruo se percató de la inmensa ola de agua que se había alzado para precipitarse sobre ambos.

La marejada los empujó y arrastró por el territorio marino. El oleaje le impidió moverse a voluntad, por lo que fue incapaz de imponerse al tsunami. En la confusión, el gigante perdió el cuerpo de la marine shogun de Chrysaor.

Finalmente, el coloso terminó estampado en el muro de un risco y poco a poco el agua volvió tornarse calma pese a que la lluvia persistía.

Para cuando logró levantarse y buscar el origen de la fuerza que se atrevió a atacarlo, lo que delató su posición fue la capa blanca que se ondeaba a espaldas del marine shogun del Atlántico del Norte, Enoc, quien en brazos cargaba a una agonizante Behula.

 

*-*-*-*-*

 

Palacio de Poseidón.

 

Leviatán de Coto encabezaba al grupo de Patronos que tranquilamente entraron al palacio del dios de los mares. Encontraron todo tan silencioso que en algún momento pensaron que se toparían con alguna clase de trampa, pero su recorrido resultó tranquilo.

 

— Quién lo diría —comenzó a decir Engai, el Patrono de la Stella de Fortis—. De verdad creí que ese marine shogun no abandonaría su puesto… pero parece que no era tan desalmado como para desamparar a sus compañeros. Parece que Sennefer de verdad sabe cómo atraer la atención cuando se lo propone.

— Entre los tres habríamos acabado con él en un parpadeo —añadió la joven e irritable Leviatán—, no entiendo por qué tanta ceremonia.

— Nuestro deber es confrontar a Poseidón, reservar nuestra fuerza para tal enfrentamiento es necesario —respondió Caesar, repitiendo las indicaciones de su superior.

— Habría sido un gasto insignificante de energía, nada más —volvió a insistir la joven.

— No hay enemigo insignificante —musitó Caesar.

Leviatán lo ignoró, no estando de humor para aceptar consejos de él.

 

La Patrono los digirió, no porque conociera los caminos del Palacio, sino porque su instinto le indicaba la dirección que debía seguir. Pasaron de largo el salón del trono que de antemano, sabían se encontraría vacío. Arribaron a la gran explanada que en tiempos mejores estaba llena de vida por la población que solía convivir en el exterior del palacio.

Leviatán se detuvo de pronto, siendo la primera sorprendida, pues en medio del lugar y sus fuentes, había tres siluetas que estaban esperándolos.

— Vaya… esto sí que es inesperado —Engai sonrió bastante divertido ante la visión frente a sus ojos, mientras Caesar frunció el entrecejo.

 

— Sé que buscan una audiencia con el Emperador, pero tendrán que pasar sobre nosotros primero. El dios del mar no recibe traidores y seres inmundos como ustedes— la que habló fue la joven Caribdis, marine shogun de Scylla—. No lo voy a permitir —anunció, sin sobresaltos.

Leviatán abrió aún más los ojos al escuchar a la marine shogun hablar, mirándola con tal estupefacción que momentáneamente se desconectó del presente para remontarse a un pasado distante.

— Una marine shogun y dos santos dorados del Santuario —comentó Engai, observando detenidamente a quienes se interponían en su camino—. Después de todo, no pudimos librarnos de la intervención del exterior. Cómo es que llegaron aquí, me pregunto.

— Ya nos encontrábamos en el reino submarino mucho antes de que decidieran iniciar su ataque —respondió el más joven de los santos dorados, Sugita de Capricornio.

— Vaya coincidencia —comentó el Patrono de Fortis, lejos de poder creerlo.

— No existen las coincidencias, sólo existe lo inevitable —a Sugita de Capricornio le nació decir.

El Patrono calló, manteniendo un gesto de extrañeza al ser las palabras de alguien cuya apariencia, por  escasos segundos, se sobrepuso a la del santo dorado Capricornio.

 

Caesar avanzó para adelantarse a sus camaradas, sabiéndolos confusos e intrigados por la presencia de los guerreros de los dioses.

— Era demasiado pedir que el plan no sufriera imprevistos —dijo el Patrono de Sacred Python—. Pero lo ocurrido en Asgard no volverá a repetirse, esta vez nadie claudicará

— Es bastante irónico que haya guerreros de Atena dispuestos a defender la vida de Poseidón, considerando que han sido enemigos acérrimos desde tiempos inmemoriales —comentó el llamado Engai, saliendo de su desconcierto anterior—. ¿No lo crees así, Leviatán?

La joven Leviatán se encontraba en un duelo de miradas con la marine shogun de Scylla, por lo que dijo—. Atena… maldita sea ella también. Las alianzas de los marinos con los santos sólo acaban en desgracia. Pobres infelices, debieron quedarse en su Santuario. ¡Pero ya que optaron por entrometerse, adelantaremos la sentencia que ya hemos decidido unánimemente!

 

Tomándolo como una declaración irreversible de guerra, la marine shogun se lanzó sobre Leviatán de Coto. Caribdis cerró sus brazos alrededor del cuerpo de la Patrono, y tras un impulso de su cosmos la llevó lejos de allí.

La actitud de la marine shogun no fue desconcertante para nadie, pero Caesar y Engai quedaron intrigados por Leviatán, sabiendo que ella habría sido capaz de defenderse, pero simplemente decidió no hacerlo.

— Parece que así será entonces, nobles batallas de uno a uno, justo como a Atena le agradan ¿o me equivocó?— cuestionó Engai, Patrono de la Stella de Fortis.

— No tomes esto a la ligera, Engai —advirtió Caesar.

— No lo haré, pero permíteme elegir a mi oponente, ¿quieres?

Engai movió su mano para que en ella se materializara una pequeña piedra roja, como un rubí que resplandeció con intensidad—. Ya que no quiero ser molestado, imitaré a esa chica marina y llevaré mi batalla lejos de aquí —explicó.

El fulgor escarlata emitido por el rubí se extendió por un instante en el que con su luz deformó el entorno, cegando a los presentes.

 

Para cuando Sugita de Capricornio logró recuperar la vista, se encontraba en otro lugar del reino submarino.

Confundido, miró en todas direcciones, rodeado por altas planicies, sabiéndose en el fondo de un profundo arrecife; la única forma de salir era escalando.

—Supongo que aquí podremos charlar un poco antes de tener que matarte —escuchó la voz del Patrono de Fortis, quien se hallaba de pie sobre una gran formación de roca cubierta por corales anaranjados.

Sugita se centró en su enemigo, encarándolo con valentía.

— Me retracto cuando dije que ‘serían combates justos’, no tienes oportunidad contra mí —Engai dijo, permaneciendo en lo alto—. Pero antes quisiera preguntarte algo… personal.

Sugita respondió con su simple silencio, siendo tomado como una afirmación para hablar con libertad.

— Tú eres hijo de Hiragizawa, ¿cierto?

El santo abrió los ojos sorprendido, para terminar diciendo —: ¿Conoces a mi padre?

El Patrono comenzó a reír para desconcierto del joven.

— Vaya, vaya, vaya… jamás creí que me encontraría con tal sorpresa viniendo a la Atlántida. De todos los lugares en los que imaginé que Hiragizawa pudo haber escondido a su hijo, nunca pensé que fuera dentro de las filas de los guerreros de Atena. Tienes su misma mirada, chico.

— ¿Qué es lo que tratas de decir? Me es claro que tú y mi padre tienen su historia y sus diferencias —Sugita percibía un gran rencor arraigado en los ojos del Patrono con sólo mencionar a su padre.

— ¿Diferencias? Sí. Mientras él predicaba sobre confianza y honestidad, yo descubrí su pequeño y oscuro secreto, aquel por el que este mundo cambió drásticamente y en el que logró subir hasta el sitio más alto de todos los hechiceros del mundo. Era de esperarse que decidiera conservar a su lado a la fuerza que inició todo esto hace un poco más de quince años.

Sugita negó con la cabeza —Escucha, los problemas entre tú y mi padre no me conciernen, por lo que…

— ¡Te equivocas! —Engai clamó con disgusto, haciéndolo callar—. Parece que la venda que tienes en los ojos sigue sostenida por un apretado nudo. Pues bien, quizá el destino me puso deliberadamente aquí para cortarla de un solo tajo, pero primero quisiera comprobar qué tan fuerte eres ahora que hasta Atena ha aceptado dentro de sus filas a un monstruo como tú.

— ¿Un —Sugita tardó en repetir—… monstruo?

— Oh, ¿acaso no lo sabías? —cuestionó, sarcástico—. Siempre dicen que hablo demasiado, lo siento si herí susceptibilidades, pero es tal y como escuchas. Aunque no debería ser tan injusto, quizá deba comenzar mi relato de otra forma —Engai se tocó la barbilla, meditando el mejor uso para sus palabras—. Los últimos meses de la antigua era fueron un total desastre, pero a diferencia de mis otros compañeros de lucha, sé que no sólo hay que culpar a los dioses malhumorados como Poseidón y Hades, sino también a la misma humanidad que por su cuenta ayudaron a que todo terminara en el caos.

— ¿Quién eres exactamente tú? —el santo deseó saber.

— ¿Yo? Bueno, no es que me guste recordar esos tiempos —respondió, cruzándose de brazos—. Pero alguna vez colaboré con tu padre, fui miembro activo del consejo de hechicería dentro del cual él fue elegido como líder absoluto —explicó con tono irónico—. Muy cómico que le concedieran tal título siendo él uno de los causantes del fin del mundo, es algo que sólo yo logré descubrir… así como el secreto que en el interior de su primogénito encerró.

— Estas desvariando —intentaba convencerse el santo.

— Es lo que suelen decirme a menudo, pero ¿no es común también que digan que los locos siempre hablan con la verdad? —cuestionó—. Supongo que podrás creerme cuando tome de ti lo que me impidieron aquel día, lo que por derecho debería ser una fuerza que pudiéramos utilizar para prosperar…¡es lo menos que nos deben tú y los monstruos que desequilibraron el mundo!

Engai alzó su energía en un segundo, liberando una descarga rojiza que Sugita logró repeler con la palma de su mano.

 

*-*-*-*

 

Sorrento de Siren permanecía custodiando el exterior de los aposentos del Emperador de los mares.

Siguiendo las luchas de los otros guerreros a través de su cosmos, es algo que lo había hecho demorar en entrar al templo. Pensaba que el Emperador no se había manifestado confiando en que su armada sería capaz de hacerle frente a cualquier problema, pero llegó un momento en que le extrañaba que ni siquiera lo mandara llamar, causándole un mal presentimiento.

Subió las escalinatas corriendo, pero antes de que su mano pudiera empujar la gran puerta blanca, una pared invisible lo evitó, dejando un vacío impasable entre el marine shogun y el portón.

Preocupado, Sorrento golpeó varias veces ese muro invisible, llamando al Emperador, pero soltó un grito de dolor cuando una intensa descarga le sacudió el cuerpo por haber tocado tal campo de fuerza.

Salió expulsado, rodando por las escaleras hasta que logró aferrarse a los escalones. Con el cuerpo un poco entumecido, miró hacia la construcción que a simple vista no parecía encontrarse cubierta por una maligna presencia.

Sorrento volvió a intentarlo, elevando su cosmos con el que esperó romper el campo que le impedía el pase. Su fuerza combatió contra la que se alzaba alrededor del templo, generando centellas que retumbaron por el palacio hasta que finalmente fue el marine shogun quien volvió a ser expulsado por las escalinatas.

El guerrero logró incorporarse, pero cuando lo golpeó un severo dolor de cabeza terminó de rodillas en el suelo. Se sujetó la frente, luchando contra el ataque psíquico del que estaba siendo objeto.

 

Apretó fuertemente los párpados, aguantó el dolor que súbitamente se desvaneció en cuanto una voz llegara a sus oídos.

Lo siento, pero nadie debe importunar a los reyes mientras charlan.

Ante la voz femenina, Sorrento inmediatamente abrió los ojos, encontrándose con una joven mujer.

De alguna manera, fue transportado a un lugar de blancura infinita, donde sólo él y ella flotaban en la inmensidad de la nada.

— ¿Quién eres? ¿A dónde me has traído? —preguntó, estudiando a la hermosa joven de cabello azul y ojos cerrados.

No te angusties demasiado Sorrento de Siren, tu cuerpo permanece justo donde te encontrabas, es sólo tu mente la que viajó hasta aquí —explicó la mujer, quien portaba una armadura ligera de color esmeralda sobre un vestido blanco, dotándole de un aspecto de princesa pues una pequeña tiara plateada adornaba su sien—. Mi deseo no es pelear contigo— aclaró en cuanto supiera que Sorrento estaba por soplar sobre su flauta —. Además, tus poderes aquí no funcionarán, estás en un lugar creado por mí… aunque admito que oír tus melodías sería maravilloso, he escuchado que son hermosas…

De alguna manera, Sorrento sabía que no mentía, por lo que optó por averiguar las intenciones de la mujer— Tengo entendido que los Patronos son seres inmisericordes que sólo traen devastación al lugar que deciden atacar… por lo que me inquietan tus palabras.

No debes juzgar a todos por igual… aunque caminamos la misma senda, todos somos individuos que buscan un objetivo personal y cada uno de nosotros actúa acorde a ello.

— ¿Eres tú quien ha encerrado al Emperador dentro de esa barrera?

— Lo soy. Mi nombre es Tara, Patrono de la Stella de Euribia.

— Debes ser alguien de inmenso poder para lograr tal hazaña —comentó Sorrento.

Estas sobreestimándome me temo —la joven sonrió tímidamente—. Tu Emperador no es prisionero, le bastaría sólo abrir esa puerta para salir, lo único que mi campo logra alrededor de su templo es aislarlo del resto del mundo…

— ¿Aislarlo?

Tara asintió— Mi barrera impide que las energías del exterior lleguen a su percepción, así como cualquier evento, sonido o individuo… No es algo fácil, debo admitir, tuve que esperar a encontrar un espacio que me permitiera poner mi campo a su alrededor sin que se percatara de mi intento —explicó—.Es afortunado que su mortalidad le permita momentos de vulnerabilidad como dormir… Estoy empleando toda mi capacidad para lograrlo… tu dios es por algo tan temido y venerado. Son esas aptitudes por las que quizá mi señor ha decidido encontrarse con él en persona.

— ¿Quieres decir que en este momento hay alguien más con el Emperador? —Sorrento temió.

En un inicio mi barrera sólo serviría para enmascarar nuestro arribo, acabar con toda resistencia sin que el dios del mar se percatara de ello hasta que fuera muy tarde… Pero el señor Avanish decidió tomar esta oportunidad para hablar con él… dijo que le fascinaría poder intercambiar palabras con un viejo conocido, por última vez.

 

*-*-*-*

 

Una brisa fría y sobrenatural dentro de la alcoba real, sopló sobre el rostro del durmiente dios de los océanos. Éste abrió los ojos lentamente, mostrando una mirada inhumana al estar llenos de una divina energía color esmeralda.

Él permaneció sentado en el sillón de alto respaldo en el que terminó rindiéndose al sueño horas atrás. Le resultó de mal gusto que su descanso terminara de manera tan abrupta por la osada intrusión a su recámara.

Miró con dureza al hombre de túnica blanca que jamás fue invitado a visitar su morada.

— Tú… ¿a qué se debe tal atrevimiento? —cuestionó Poseidón con una calma propia de él—. Desconozco cuál es tu intención, pero eres muy valiente como para presentarte ante mí sin el debido anuncio, y demasiado ingenuo como para creer que escaparás con impunidad.

— Mi estimado señor —musitó con respeto el hombre de túnica blanca—. Sé que ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos… Y ambos hemos sido transformados por el paso del padre tiempo que no ha sido generoso con ninguno, así que no lo juzgo por no poder recordar a un insignificante hombre como yo, es parte propia de ustedes olvidar a los mortales con tal facilidad.

El hombre se llevó las manos a la cabeza, retirando la capucha de su resplandeciente prenda— Zeus me llamó “Avanish” en ese entonces, un nombre que me he rehusado a abandonar pese a todo lo que aconteció… y ahora soy sólo el Patriarca de guerreros dedicados únicamente a la muerte de los inmortales.

Ante Poseidón se descubrió un hombre de aspecto joven, piel blanquísima y lampiña, ojos grandes y rojizos que adornaban un gesto sereno, de largo cabello gris.

Avanish se preocupó por realizar los mismos movimientos de aquel entonces, cuando el padre del Olimpo lo presentó al resto de sus hermanos e hijos, facilitando en la memoria del dios del mar reconocerlo.

— Así que, la creencia de que el Shaman King era quien se encontraba detrás de los guerreros que llaman Patronos era cierta… pero se equivocaban al pensar que se trataba de Yoh Asakura. Imposible percatarse de la equivocación cometida, pues sólo se permite a un rey por generación. Dime Avanish, primer Shaman King de la antigüedad*, ¿cómo es que estás aquí? —cuestionó Poseidón, cuando su mirada recuperara su aspecto humano y compasivo.

Avanish sonrió levemente— Mi historia es larga, Emperador, ¿está seguro de que desea escucharla?

— Es posible que no haya una segunda ocasión para hacerlo —Poseidón le concedió la oportunidad de hablar, así como una seña en la que lo invitó a sentarse en el sillón vacío a su diestra.

— Prometo ser breve— el llamado antiguo rey de los shamanes accedió a sentarse junto al rey del océano.

Hubo un silencio prolongado antes de que volvieran a dirigirse la palabra, pero con gran solemnidad es como Avanish se dirigió al dios.

— ¿Qué es lo qué recuerda exactamente? De mí —deseó saber, para elegir por dónde comenzar.

Poseidón lo meditó unos segundos antes de dar una respuesta— Cuando se creó al hombre y las primeras generaciones sucumbieron por sus instintos salvajes y primitivos, los dioses tuvimos piedad de ellos. Recuerdo que hubo un momento de paz que terminó cuando nos percatamos de cómo es que diversos humanos comenzaron a manifestar poderes que no estaban en nuestro plan. En un principio, algunos de mis hermanos y hermanas lo vieron con curiosidad y afección, yo y otros más lo estudiamos con precaución— pausó, intentando ordenar sus recuerdos, pues mientras más pasaba en el cuerpo de Julián Solo, más sentía que esas memorias le pertenecían a alguien ajeno a su propia persona.

 

— El tiempo siguió su flujo, años para los mortales, leves parpadeos para nosotros, mas el número de seres humanos que continuaron naciendo con dones especiales iba en aumento, y aquello que en un momento se consideró tierno e indefenso se volvió una semilla de la que nacería una planta espinosa.

 

— Los hombres desarrollaron sus dones, aunque en un inicio intentaban usarlos para el bien de sus congéneres, su poderío comenzó a causar celos, miedos y disputas entre aquellos que carecían de habilidades, hasta incluso entre los que eran sus iguales. Los conflictos se volvieron incontrolables y algunos empezaron a llamarse a sí mismos dioses… Zeus entendió que no podía permitir que esa semilla siguiera expandiéndose, sobretodo al percibir malos augurios para el Olimpo, por lo que, aconsejado y animado por el resto de los dioses, le dio a Apolo la tarea de eliminar a todos esos seres de habilidades sobrehumanas.

— Apolo —Avanish pronunció el nombre con arrogancia, mirando su propia mano izquierda, la cual estaba cubierta por vendas negras—.Las heridas que me provocaron sus llamas aún arden en mi alma.

— Apolo y sus ángeles bajaron a la tierra buscando purgar a la humanidad de sus miembros más peligrosos, sin hacer distinción entre inocentes y pecadores.

— Fue irónico que la lucha contra los dioses y sus ángeles fue lo que unió una vez más a la humanidad —Avanish comentó con nostalgia hacia aquel pasado tan distante—. Se olvidaron todos los rencores y disputas, el deseo de vivir se volvió más fuerte y unieron sus fuerzas para una batalla que consumió a cientos… —lamentando aún las pérdidas.

— Jamás discutiré la valentía con la que lucharon por sus vidas, pero enfrentar la ira de Apolo, un simple mortal, era… el final estaba decidido antes de comenzar.

— Sí, yo morí cuando sus llamas fulminaron mi corazón —Avanish palpó su pecho—, pero gracias a ello es que descubrí el camino que mis sucesores han seguido desde entonces… en la muerte encontré a la madre de todos, escuché por primera vez la voz de la Gran Voluntad —relató con la alegría de un niño recordando a su amorosa madre—, siendo ella quien me guiara por la senda en que me convertiría en el primer Shaman King de la Historia… Una vez que dejara atrás mi cascarón mortal, pude volverme uno de ustedes… por supuesto que algo así para los dioses fue risible  y bastante intolerante.

— Fueron otros tiempos, ahora incluso tu descendiente me simpatiza —Poseidón aclaró con prontitud.

— Quizá sea porque Yoh Asakura no ha tomado debidamente el ritual… si se volviera un dios, como debió haber hecho desde que tomó el título, es posible que no tendría esa opinión de él —dijo Avanish tras una leve risita—. Pero fue un chico listo… permanecer como mortal es una muestra de humildad ante los dioses con quienes debió tratar todo este tiempo. Así les mostraba que pese a su peso e influencia en el mundo, él seguía estando por debajo de ustedes…

— Es cierto que en épocas remotas actuamos convencidos del mal que habita en el corazón de los hombres… pero esta es una nueva era y algunos hemos abierto nuestras mentes —el dios añadió.

— Ah, claro… debería sentirme afortunado de que finalmente se respire la paz entre los dioses y los humanos —Avanish comentó con hilaridad—. Sólo porque Zeus accedió a los deseos de la Gran Madre, no es garantía de que no vuelva a suceder lo mismo… sólo recuerde, Poseidón…  las historias se repiten, una y otra vez hasta que alguien corta el ciclo…

 

— ¿Acaso ya lo ha olvidado, Emperador? La historia se recrea ante nuestros ojos nuevamente… yo, que logré ascender al cielo gracias a la Gran Voluntad pude enfrentar a Apolo, atrayendo la atención de todo el Olimpo. Fue entonces cuando la sabia Atena y la bondadosa Deméter, junto a los ruegos de Gea, convencieron a Zeus, quien por si mismo ya había comenzado a recapacitar su sentencia, de que detuviera el genocidio. Ellas abogaron por los seres humanos e imploraron a Zeus de llegar al dialogo. Inspirado por la compasión de su hermana, y las palabras llenas de esperanza de su hija Atena, el dios del rayo accedió a darnos una oportunidad… ¿no le parece que ha revivido esa escena recientemente? —Avanish cuestionó, sarcástico.

— Las diferencias están presentes… una prueba clara es que yo te he dado la oportunidad de gozar de mi cortesía pese a que no la merezcas —Poseidón musitó, entrecerrando los ojos.

— Y agradezco su generosidad, no esperaba menos del dios del mar. Para mí sigue siendo fascinante la forma en la que te has transformado de uno de los mayores enemigos de la humanidad, al dios piadoso que eres considerado ahora... pero, lamento decir que eso no te excluirá del destino que te espera.

— ¿Esa es una abierta declaración de guerra? —preguntó Poseidón.

— La guerra se declaró hace ya mucho tiempo, Emperador —respondió impasible.

— ¿Por qué es tanto tu odio hacia el Olimpo y los otros reinos celestiales? Muchos de nosotros ya hemos pagado con creces nuestra arrogancia. Tú, quien fuiste defendido por mi hermana y la Gran Madre, deberías ser capaz de alejar antiguos odios y prejuicios.

Avanish río abiertamente, arrepintiéndose un poco pues se cubrió la boca con su mano vendada—. Lamento eso, es sólo que… me es gracioso que pienses que soy injusto por dejarme llevar por eventos tan antiguos… considerando que ni tú mismo, en toda tu nueva faceta, eres incapaz de perdonar a aquellos que has dejado enjaulados en la oscuridad —dijo, retomando compostura.

Poseidón frunció levemente el entrecejo, sabiendo exactamente de lo que hablaba.

— Pero no te preocupes… estoy cansado de que las tragedias de nuestro mundo se repitan incesantemente, seré yo quien corte esos círculos para que en verdad comience una nueva era para todos —Avanish prosiguió—. Es por eso que volví… mis errores como Shaman King yo también los pagué… y durante milenios he tenido que existir en las sombras, exiliado, siendo testigo de todo lo que han seguido haciendo humanos y dioses por igual… Por eso no pienso permitir que de nuevo se engañen unos a otros… es por eso que yo y aquellos que me siguen lucharemos hasta el final.

 

— Si los dioses obsequiaron la Tierra a los mortales, ¿por qué hay quienes se empecinan en vivir entre ellos? Disculpa que no pueda creer en sus bellas intenciones, pero todo suele terminar en tragedia.

— ¿Y crees que tu insensata odisea será benéfica para los humanos que intentas proteger de nosotros? —cuestionó Poseidón—. Hacerte enemigo de los dioses sólo desatará una gran tormenta sobre la Tierra. ¿Es ese tu verdadero fin? ¿Destruir este mundo?

Avanish se levantó, caminando a pasos lentos hacia la salida, girándose nuevamente al Emperador.

— No, ese jamás ha sido mi deseo… pero en toda guerra la gente sufre sin importar su posición, aunque… las guerras también enseñan, y yo he estado aprendiendo mucho de este nuevo mundo y la gente que mora en él —pareció desvariar por unos segundos—. Amo tanto a esta Tierra que no pienso permitir que se cometan las mismas  injusticias del pasado —aclaró, volviendo a cubrirse la cabeza con su manto—. Tampoco busco viajar al mismo Olimpo u otro reino para exterminar a los de tu raza, no, eso sería demasiado presuntuoso de mi parte —admitió, sonriente—. Sólo quiero que el mensaje llegue fuerte y claro, pues aunque Atena defendió este mundo y a la humanidad como nadie, ningún dios volverá a ser bienvenido aquí, y eso te incluye.

— Qué osado —musitó Poseidón una vez que se pusiera de pie, siendo mucho más alto que el mismo Avanish, quien debió ladear la cabeza para mirarlo a los ojos—. Hasta el momento te has visto resguardado bajo el lado amable de mi paciencia, pero todo tiene un límite. Te he permitido hablar con tanta libertad pues deseaba conocer la razón de tu locura… pero ahora me es claro que sólo eres un hombre que está enfermo de odio. Pregonas el bien pero actúas con extrema maldad… Es cierto que yo también desaté males en este mundo buscando mejorarlo, pero ahora entiendo que ese no es el camino apropiado. He sido testigo de los incontables sacrificios que se han tenido que realizar para llegar a estos momentos de paz y progreso como para que un rey sin trono, que ha deshonrado todo aquello que alguna vez representó, lo termine.

— Estás lejos de temer mis palabras… —Avanish musitó, sin miedo.

— He visto horrores inimaginables en mi existencia, pero tú, Avanish, estas lejos de poder hacerme temblar.

— No deseo tu miedo, Poseidón… sólo tu fin.

— ¿Viniste a mí sólo para enfrentarme? —cuestionó el dios.

— Cierta vez, escuché a un sabio dirigente decir: “un rey no mata a otro rey”, por lo que no,  no será de mi mano por la que llegue tu muerte, sino de aquellas de los que he guiado para ese único propósito.

— Confías demasiado en la fuerza de tus guerreros —advirtió.

— Más allá de lo que tú crees —Avanish recalcó.

— No pienso dejarte salir de aquí, y lo sabes. Tu cruzada sangrienta ha terminado—Poseidón sentenció.

Avanish guardó silencio, sonriendo deliberadamente ante las palabras del dios.

 

— Sé que esto competería más a la tribu de los shamanes, pero su reciente actitud y la del Shaman King ha creado dudas y desconfianza. Me queda claro que tú has sido responsable de ello. Dime Avanish, ¿qué es lo que has hecho con Yoh Asakura? —el dios cuestionó.

— Yoh Asakura —Avanish repitió, pausando unos cortos segundos antes de proseguir—… Tan noble, tan positivo e idealista, me recordó a mí mismo en mis años de juventud… pero que no te engañe, a diferencia del resto de los mortales, su alma es vieja, repleta de experiencias de vidas pasadas que no ha dejado atrás. Él mejor que nadie sabe la clase de mal que podría desatar un enfrentamiento entre él y yo en este mundo, por eso lo invité a participar en un juego —respondió, para inquietud del Emperador—. Él ha seguido las reglas tal cual fue el convenio, y a su manera ha estado combatiendo mi lucha tal cual preví que haría, porque, ¿sabes? No fui tan ingenuo como para pensar que mi guerra sería fácilmente ignorada por los dioses, por lo que tenía que asegurarme de que alguien evitara a toda costa que decidieran intervenir… Es allí donde entra mi actual sucesor, pues si aún no ha caído el infierno sobre la Tierra, es por su trabajo. De alguna manera ha logrado que prevalezca el pacto que hace quince años se hizo con los reinos celestiales —el antiguo Shaman King explicó, sonriendo ampliamente.

 

— Así que, mientras él busca que prevalezca la paz, mi intención es quebrarla… Ese es el juego en el que él y yo nos hemos movido desde que todo esto comenzó —rió un poco—. Sé que en estos momentos muchos lo tienen en un terrible concepto e incluso lo creen el responsable de todo… pero tienen mucho que agradecerle, incluso yo, ya que al ser un sujeto de corazón tan predecible, logré dejarlo sin salidas para que al final se convirtiera en una pieza más de mi tablero.

Para el dios que escuchaba atentamente, muchas cosas finalmente estaban quedando claras.

El cosmos aguamarina de Poseidón cubrió su cuerpo mortal. En respuesta, Avanish protegió el suyo elevando su propio poder espiritual.

— Tus palabras comienzan a ser detestables, ya no quiero escuchar más —determinó el dios.

— Percibo tu deseo de sangre, y no tendría inconveniente por equiparar mi fuerza con la tuya —Avanish respondió, separando los brazos hacia sus costados y que su túnica se abriera al mismo tiempo en que la puerta detrás de él lo hizo —. Sin embargo, estoy seguro de que deberás atender otras cosas más prioritarias.

 

Con el estruendo de las puertas golpeando los muros de su aposento, Poseidón fue consciente de la realidad cuando el viento del exterior golpeó su rostro.

En un instante volvió a él la conexión con todo su reino, pudiendo percatarse de las diversas situaciones, los avances  y los peligros latentes que han osado contaminar su reino.

Su estupor fue breve, pero cuando sintió que su mente regresó a su cuerpo, Avanish había desaparecido.

La furia que bombeó en el corazón del Emperador se manifestó dentro de su propio reino, pues las aguas claras del mar sobre ellos, que siempre se han mantenido limpias y claras, se volvieron oscuras y tormentosas como las que avisan la llegada de un terrible tifón.

 

 

FIN DEL CAPITULO 42

 

 

*Avanish es un personaje inventado al que le he dado el título del primer Shaman King de este universo.

 

*En la serie de Shaman King, es verdad que el que toma el título pasa por un ritual que lo vuelve un ‘dios’.


Editado por Seph_girl, 10 enero 2014 - 02:25 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"





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