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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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373 respuestas a este tema

#81 Seph_girl

Seph_girl

    Marine Shogun Crisaor / SNK Nurse

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Publicado 24 octubre 2010 - 22:28

Uff, si que este capitulo tardó en salir... pero tuve algunos contratiempos y falta de inspiración jejeje pero bueno, ya salió y espero que sea de su agrado. Pero primero, responderé a quienes se tomaron la molestia de comentar =D gracias!

CITA(Espectro1986 @ Aug 14 2010, 10:03 PM) <{POST_SNAPBACK}>
sencillamente estupendo

un capitulo genial, los ataques de Assiut, la historia de Senefer, la decision de la reina y no puedo comentar mas porque le hago adelantos innecesarios a los demas lectores


vuelvo a decir genial este capitulo



Espectro, muchas gracias n.n, la verdad la historia de Sennefer es de mis favoritas es de mis invensiones favoritas, éste personaje tiene varias cosas que hacer más adelante ;). Ésta ARC de Egipto aún no termina XD, y faltan otras pequeñas sorpresas.



CITA(Efebo Abel @ Aug 17 2010, 09:25 AM) <{POST_SNAPBACK}>
saludos... muy buen capitulo, espero que no demores demasiado en publicar el siguiente, hehehe



Gracias Efebo =D.... jajaja me tardé mucho en publicar, pero pues ya vez, jajaja mejor tarde que nunca, gracias =3



CITA(Cástor_G @ Sep 24 2010, 12:40 PM) <{POST_SNAPBACK}>
Hola Seph ^^, aqué vengo con mis comentarios sobre el capítulo 4 =)

-Muy buen inicio, las descripciones bien hechas como siempre. Como dijo Anfinn, parece que Jack será uno de los grandes! Resulta interesante no sólo porque notablemente serfá alguien muy poderoso, sino por ese pasado tormentoso que tiene ju.

-Veo que que has rescatado del olvido la Fuente de Athena, creo que se mencion a en un syde story, verdad? Interesante ^^. Y también has rescatado a Alexer!

-Me gustó el detalle de los búhos, claramente me los pude imaginar volando por diferentes partes del santuario ^^

-Y bueno, para terminar decirte que como en varios capítulos, al leer me da la impresión de estar viendo viejas películas chinas jaja, es genial, en este capítulo ha sido el encuentro entre Jack y Nauj, no sé como explicar esto que digo xD, pero la verdad me gustó.


Saludos seph! ^^

***


Edito para comentarte sobre el Capítulo 5, seph. =)


-Aparece un nuevo caballero dorado, esta vez fue el turno de Kenai de Cáncer, de quien nos muestras muy poco, pero ya lo veremos más adelante a ver qué tal juju.

-Oficialmente nacio el caballero de Capricornio juju. con el ya legendario trasfondo de Excalibur que no podía faltar =).

-Souva no pierde oportunidad parar mostrar cuan cool es XD. Me agrada.

- Lo que más me gustó del capítulo, fue la parte final, cuando "la voz" empieza a atormentar a Albert. Creo que manejaste muy bien la situación, a ver qué pasa con esto más adelante juju.

Nos vemos!



***


Vuelvo a editar Seph, ahora para comentarte sobre el capítulo 6!

-Seph, no recuerdo si ya te lo había preguntado... ¿Es Sujita el protagonista? o ¿Hay un grupo de protagonistas?

-Sujita es muy inocente, totalmente opuesto a los capricornio de antes juju.

-Me srprendio la invación de los guerreros de Asgard! Aunque ya veía venir algo así desde que presentaste a Sieg. Y más curioso me resultó imaginar al guerrero Phecda Gamma como mujer!

-Centauro y Medusa hacen su apareción, y parece que han vuelvo en una versión corregida, aumentada y recargada! juju.

-Algo que me pasa con los fics, es que me pierdo cuando en un capítulo intervienen muchos personajes! jaja, me ha pasado en éste capítulo, pero bueno, eso es cosa mia y de mi mente que se distrae y confunde fácilmente! ;_;

-Por cierto, en la parte que ataca el lobo aparece la palabra "cuadrúproblema", me imagino es por el filtro que no permite la palabra "p e d o". La duda es, sigue funcionando el filtro choto ese? Porque éste capítulo no es reciente.

Saludos!


CASTOR, amigo mio XD un gustaso que sigas leyendo... bueno ya leiste varios en este tiempo asi que contestemos por capitulos =D

Cap 4.
-Sobre Jack, sí él puede ser muy poderoso, lo unico que no le ayuda es su actitud medio depresiva XD pero algún día espero que se despavile ;)
-Sí la fuente de Atena es algo que leí por ahi pero obviamente no me lo imagino como el 'fanart' que hay de el por ahi, asi que hice mi version mas sencilla. Así es, Alexer tambien es algo que he rescatado del manga original jejeje creo que al ver como en algunos fics lo han hecho participar pues me inspiró para usarlo de la misma manera, ademas que Bluegard me servirá en algo para el futuro jeje =D
-Lo de los Buhos se me hizo apropiado ;) un detalle cute de mi cosecha para el renovado Santuario de Atena =D
-Jajaja ¿peliculas chinas? woaw pues es agradable leer que te provoca una sensación asi jaja n.n y sobretodo el encuentro entre Jack y Nauj, el cual al estar en medio de la nad ay bosques da todavia mas es aimpresión verdad? los dos viajeros que se encuentran, con sus pensamientos tan contrastantes XD no pues sí entiendo lo que quieres decir :D, estos dos aún tienen cosas que pasar juntos en el futuro jeje n.n

CAP5
-Todo caballero dorado tendrá sus momentos para 'destellar', unos más que otros. Kenai de Cáncer tendrá su papel importante más adelante ;), algunos me comentaron que esperaban ver a otro Death Mask o Manigoldo, pero bueno, denle chance al pobre jajaja no todos los que tienen contacto con el inframundo deben ser unos sadicos o exentricos lunaticos XD..... ya lo verán cuando se enoje jajaja
-Sip, ya otro caballero dorado más a la lista y todavía faltan más =D
-Jejeje Souva es de mis caballeros favoritos, es una alegria que le tengas simpatia n.n
-Jajaja nuestra amiga 'la voz' que atormenta a Albert tambien tendrá su revelación mas adelante jaja a ver cómo lo toman XD

CAP 6
-no chico, no me habias preguntado si Sugita era el protagonista y eso. Cierto es que no es el prota, pese a que decidí empezar con él fue porque va a ser el más joven de la nueva Orden dorada, por lo que a traves de sus ojos inexpertos e 'inocentes' quería que el lector conociera las pequeñas reformas del Santuario jaja. La verdad es que hace tiempo dejé atras el que el protagonismo recaiga sobre un solo personaje, y aqui en mi fic lo estoy empleando, el protagonismo roleará de uno a otro dependiendo de lo que ocupe, incluso los villanos (que no gasta una neuronas dioquis XD)
- Sobre los asgarianos XD, si ellos tambien han tenido sus cambios en su tierra. Jajaja lo de hacer a Pechda gamma mujer no fue idea mía, sino de un amigo y pues... bueno ta bien... :p no pasa nada.
- Sip, invente algunos plateados para no hacer las cosa smuy monotonas jejeje de Medusa estoy muy orgullosa *-*
- Te entiendo, a mi me pasa en ocasiones que con tanto personaje nuevo en una escena medio uno se pierde jejeje disculpas por eso n.nUUU pero no pasará muy seguido ya que empiezan las peleas de 1 vs 1 clasicas jaja n.n
- No sabía que habia filtro! jajaja y ni me fije que habia eso de 'cuadruproblema' jajaja pero si, era cuadru p e d o" pero parece que sí XD si sigue.....

Muchisima sgracias por continuar ;), ojalá puedas seguir avanzando jejeje



Bueno, y ahora si, el capitulo 17 para todos ustedes....... XD Enjoy!!!

*************************


En algún lugar de Norteamérica existe una aldea de leyenda, habitada por una tribu de shamanes que cumplen los designios de los Grandes Espíritus.
Allí se vive con humildad en edificios de adobe o madera. La habitan personas generosas que viven bajo reglas sencillas, en constante comunión con la naturaleza y se sustentan a base del comercio.
El actual regente de la aldea es un hombre llamado Silver, elegido por el mismo Shaman King para gobernar durante sus ausencias.
Por tradición, en la aldea se seleccionan a diez shamanes con el rango de Oficiales, para convertirse en los emisarios del Shaman King, así mismo son los guardianes de la tribu y del territorio sagrado donde resplandecen los espíritus de la Tierra. Es un grupo formado por los mejores y más bravos shamanes de la región que no dudarán en luchar contra aquellos que atenten contra la tranquilidad del pueblo.

Ese día, en la aldea hubo una ligera conmoción cuando un heraldo de las arenas arribó desde los cielos. Convertido en una saeta de fuego cayó en medio de la plaza principal asustando a más de algún diligente.
Hombres, mujeres y niños que pasaban por allí se maravillaron ante la armadura esmeralda que envestía al forastero. El contraste del color verde y los detalles dorados de la vestimenta despertaron interés en la población, intentando adivinar el lugar de origen del visitante.
Con el paso de los años han visto a hombres similares a él caminar por la aldea en busca de consejo del Rey de los shamanes, pero como en todo pueblo pequeño la llegada de un extranjero causaba expectación.

Las alas metálicas en su espalda creaban una pronunciada sombra sobre sí mismo, dotándole de un equivocado aspecto amenazante. El hombre no se movió, como si temiera siquiera dar un paso en la tierra de los Grandes Espíritus permaneció estático. Contempló con nostalgia a los habitantes, sus ropas y accesorios sobretodo…

El visitante reaccionó hasta que tres personas que vestían telas relucientes y máscaras ceremoniales se le pusieron enfrente. Como si se tratara de espíritus que habitan en el viento, aparecieron en el lugar al soplar la brisa de la tarde.

El hombre dedicó una mirada a los Oficiales quienes lo rodearon con discreción. Él entendía bien las precauciones ya que no era la primera vez que pisaba suelo sagrado, para la mayoría de los que allí lo recordaban siendo un criminal, un traidor que veinte años atrás se dejó influenciar por las ambiciones del temible Hao Asakura.

Pero él ya no era ese mismo niño de antes, hace años que reconoció el error cometido y su vida fue salvada, condenado sólo al exilio en vez de la muerte. Se prometió jamás volver... pero su nuevo hogar bien valía la humillación.
— He venido para ver al Shaman King —anunció el Apóstol Sagrado de Osiris*.
Los Oficiales guardaron silencio algunos segundos, hasta que uno de ellos se adelantó al resto para decir —Existen formas más apropiadas para llevar a cabo tal solicitud… tú mejor que nadie deberías saberlo— una voz masculina fue clara aún con la máscara de búfalo cubriéndole el rostro.
El sujeto sonrió con melancolía—El tiempo apremia, pido disculpas por no seguir la formalidad del protocolo— el Apóstol respondió con tranquilidad, ocultando su verdadera urgencia.
— Nichrom*, ha pasado mucho tiempo ¿no te parece? —indagó el enmascarado antes de descubrirse el rostro.
—Kalim*, esto es importante —insistió, importándole poco si el Oficial deseaba hacer remembranzas del pasado; ésta no era una visita de placer.
Kalim era un hombre alto, muy fornido. Las facciones de su cara eran duras y alargadas, resaltando una nariz de largo tabique. Poseía cabello negro y ojos oscuros que resaltaban en su piel rojiza al ser nativo de las tierras del norte.
Para Nichrom, Kalim no había cambiado mucho más que por las arrugas que se le acentuaban alrededor de los ojos.
Por otro lado, para el apache fue difícil reconocer al hermano menor del fallecido Chrom; debajo del Alba de Osiris había un joven de tez rojiza, cabello oscuro entrenzado y ojos ligeramente claros; de un perfil mucho más fino a diferencia del resto de la tribu.
—Necesito urgentemente ver a Yoh Asakura —volvió a decir, impacientándole la actitud pasiva de los Oficiales—, algo muy grave está ocurriendo en las tierras de mis señores. Necesito su ayuda.
—Hay cosas que no cambiarán —el apache comentó soltando un leve suspiro. Nichrom siempre fue muy impaciente desde que era un niño, pero percibía la genuina ansiedad que le palpitaba en el pecho y que al mismo tiempo le oprimía el corazón.
Los años le han permitido a Kalim adquirir una sabiduría y comprensión que jamás imaginó obtendría, por lo que en su ser no albergaba ningún rencor hacia Nichrom como para negarse a ayudarlo.
— Tu preocupación es clara, en tus ojos veo que algo muy delicado ocurre en Oriente. Haré lo que esté a mi alcance para que el señor Yoh te reciba en el menor tiempo posible. Sígueme —dio una señal para que el resto de los Oficiales rompieran la formación, permitiéndole al forastero caminar con libertad por la aldea.


Dentro del bosque sagrado Nichrom aguardó donde le ordenaron que lo hiciera, ignorando la presencia de los dos apaches que lo vigilaban con recelo.
El Apóstol permaneció con la vista en el inmenso remolino de luz al que tanta devoción le tuvo alguna vez. El recorrido por la aldea Apache le hizo revivir recuerdos que estaban muy enterrados en su conciencia. Alguna vez fue feliz viviendo allí… eso podía admitirlo; nació con un potencial fuera de lo común, algo que se demostró cuando a los ocho años fue nombrado Oficial de la tribu ya que sus capacidades estaban a la altura de los más fuertes shamanes de la aldea, incluso se llegó a creer que quizá él podría ser el próximo Shaman King.
Nichrom se esforzó por ser de los mejores gracias a la inspiración que recibió de su hermano Chrom, quien fue un apache devoto, con un gran sentido del deber hacia los Grandes Espíritus… no había un deseo más fuerte en su corazón que el de llegar a ser un shaman como Chrom ya que poseía una luz en el alma que cualquiera envidiaría. Pero llegó a cierta edad en la que comenzó a cuestionar muchas de las reglas o tradiciones a las que la tribu estaba sometida, una etapa rebelde que culminó con la muerte de su hermano mayor a manos de un shaman al que debió poner a prueba y enseñar una nueva técnica…
La venganza contaminó su alma, se vendió a los perversos planes del primer sujeto que le prometió satisfacción, se perdió a sí mismo en el vórtice de un conflicto por el que estuvo a punto de morir. Fue juzgado como un traidor, pero la faraona Inet lo salvó, intercedió ante los apaches al exigir que se respetara el designio que existía en el joven shaman al no estar destinado a morir allí, sino a servir a Ra en el futuro.
Fue un adolescente descarriado que se enamoró de aquella mujer que le dio un sentido a su existencia, a la que juró defender con su vida. Le ha servido con devoción desde hace veinte años, fue bendecido con el Alba Sagrada de Osiris, nombrado el guardián de la Faraona y el Esposo Real… algo que había cumplido sin ninguna falla hasta hoy…

Nichrom salió del trance en el que lo sumergieron sus pensamientos al ver al Oficial Kalim, apareció de la nada entre dos tótems ceremoniales que allí se erigían. El Apóstol aguardó por la respuesta.
— Él te recibirá Nichrom… —dijo el apache con solemnidad. El gesto de Kalim le extrañó, parecía confundido y a la vez preocupado.

Nichrom pasó por el portal que lo trasladó al sitio más sagrado de la aldea (quizá del mundo entero), justo a los pies del tornado luminoso, los Grandes Espíritus. Allí caminó en solitario por el sendero empinado. Pese a que era la primera vez que entraba a ese espacio, divisó rápido el altar en medio del círculo de tótems, había alguien sentado en el.
Intentó hacer memoria de la última vez que vio a Yoh Asakura, no pudiendo recordarlo con exactitud, después de todo durante sus esporádicas visitas a Egipto no había estado presente. Al verlo de espaldas no pudo evitar compararlo con el derrotado Hao Asakura por su largo cabello oscuro cubriéndole la espalda. Conforme más se adentraba al territorio, más era la fuerza espiritual que sentía en el ambiente… ¿Lo que percibía era el Ka del Shaman King? Yoh siempre fue poderoso, pero ahora estaba lejos de poder ser comparado con cualquier otro shaman que haya conocido…
Una vez que se acercó lo suficiente Nichrom realizó una cordial reverencia— Honorable Shaman King, gracias por esta audiencia —se anticipó a cualquier saludo o reacción de parte del Rey—. Traigo noticias de carácter urgente, por lo que espero perdone mi rudeza. Mi señora pide su intervención en las tierras de Egipto, un gran mal está afectando al pueblo de Ra. Una vengativa alma que fue sellada por uno de sus predecesores ha escapado después de milenios. La Faraona y toda la familia real corren un grave peligro y es por eso que…
— Creí que en Egipto se jactaban de no necesitar ayuda de nadie —interrumpió el Shaman King, sin volverse.
Nichrom se contrarió un poco por palabras tan frías, pero prosiguió— La situación lo requiere así. El enemigo cuenta con un poderoso artefacto que usted debe de conocer: El Cetro de Anubis, forjado por Sennefer, él ha vuelto y…
—¿Y qué esperas que yo haga, Nichrom? —preguntó el Shaman King con aire sosegado.
El Apóstol levantó la cabeza en un sobresalto, miró desconcertado al hombre que continuaba dándole la espalda. Admitía que Egipto había decidido florecer por sus propios medios, rechazando muchas veces el apoyo de otras naciones, pero Yoh Asakura jamás se mostró descontento por ello, existía una buena relación diplomática y, hasta donde sabía, entre la Faraona y él existía una gran simpatía.
La indiferencia del Shaman King perturbó al Apóstol lo suficiente como para que la altanería dominara su boca— ¿Acaso no me has escuchado?... Necesitamos tu ayuda. La maldad de Sennefer ha regresado y engullido las tierras de Egipto, planea repetir la misma sangrienta cruzada de antaño. En el pasado un antiguo Shaman King ayudó a frenar sus ambiciones y trajo paz. Nuevamente necesitamos de esa intervención.
El Shaman King no reaccionó ni por la quebrada voz del Apóstol.

El Rey de los Shamanes giró un poco el rostro por encima del hombro, permitiéndole al Apóstol notar la máscara de madera que lo cubría— El pueblo de Egipto se enorgullece de ser quienes dieron inicio con las artes de los shamanes— comentó con tranquilidad—. Se vanaglorian por ser los padres del shamanisno, y por ende cualquiera pensaría que no existen rivales para ustedes en ese ámbito…— bajó las piernas del pedestal y caminó un poco alrededor de él— ¿Qué sucede Nichrom? ¿Vas a decirme que después de tantos siglos han sido sobreestimados? ¿Qué es un simple espectro del pasado contra la gran nación que son ustedes?
—¡No juegues conmigo! —Nichrom espetó con furia. Sabía bien con quién estaba tratando, pero por el pasado que comparten juntos conoce la clase de persona que es Yoh Asakura, ¡siempre le irritó su forma de ser!—. ¡El Cetro de Anubis no es algo que puedas ignorar! No habría tenido que venir hasta aquí y humillarme para pedirte apoyo de no ser por ese objeto. ¡La vida de mi Faraona peligra! —gritó exasperado, sin poder comprender al Rey—. ¡Te lo suplico!— se dejó caer de rodillas al suelo en el acto más humilde que alguna vez ha hecho frente a alguien.
El Shaman King inclinó la cabeza para obsérvalo detenidamente, la frente del Apóstol tocaba el suelo.
La máscara ceremonial con forma de águila impedía que sus verdaderos sentimientos quedaran a la vista de cualquiera. Con la misma rigidez que mostraba la madera, el Shama King dijo— Sennefer todavía no ha hecho nada que ustedes no sean capaces de resolver…
Nichrom se estremeció, temblando de frustración por lo escuchado. Levantó la cabeza de inmediato con una gran furia destellando en sus ojos, mas no era suficiente para atemorizar al Rey.
— Creo que están subestimándose, Nichrom. Inténtenlo y descubrirán que no me necesitan para tal tarea —la decisión no cambiaría.
— ¿Estás diciendo que esperarás a que la situación sea irreversible para decidir actuar? ¡¿Es eso?! —el Apóstol Sagrado de Osiris se levantó de golpe. Seguía sin poder creer lo que escuchaba. El Shaman King es aquel que guía a las personas, el que vela por la humanidad y sus pueblos ¿por qué se niega a colaborar? Yoh nunca fue alguien egoísta, ¿entonces por qué…?
— ¡¿Qué pasa contigo?! —Nichrom alargó el brazo con el que intentó sujetar a Asakura por la túnica.
La sola intención de querer ponerle un dedo encima hizo que aparecieran unos gruesos grilletes que le aprisionaron las muñecas.
Un par de cadenas se tensaron en el aire al ser lanzadas por dos apaches que aparecieron en el lugar. Le jalaron los brazos quedando totalmente extendidos a la altura de los hombros, siendo un tercer individuo quien le colocara una daga sobre la yugular.
—¿De verdad creíste que permitiría que alguien con tus antecedentes estuviera a solas con el señor Asakura? —escuchó la penetrante voz de Kalim quien sujetaba la daga que podría degollarlo con facilidad.
—No hay necesidad de derramar sangre en suelo sagrado, Kalim— intervino el Shaman King, sin moverse de su sitio—. El Apóstol ya se marchaba.
Nichrom apretó los dientes para reprimir la ira. El poder que tiene ahora le permite sentir confianza en sí mismo, podría vencer a Kalim y a los otros dos guerreros, pero luchar contra Yoh Asakura era una cuestión diferente…
—¿No es así? —reiteró el enmascarado.
No había viajado hasta Norteamérica para iniciar una contienda inútil, aunque le descorazonaba la frialdad con la que las suplicas de su pueblo habían sido ignoradas.
El Apóstol Sagrado de Osiris cerró los ojos, siendo su silencio lo que afirmó lo dicho por el gobernante de los apaches.
— Acompáñenlo a la salida —Yoh ordenó a los Oficiales—. Y lleva éste mensaje a los tuyos, Nichrom: Como el Shaman King, sé cuando debo actuar… que sea la última vez que osen decirme cómo hacer mi trabajo —advirtió en un tono que nadie jamás había escuchado de él, incluso Kalim mostró preocupación.
Una vez que lo liberaran Nichrom lanzó una última mirada al Shaman King y susurró— Has cambiado, Asakura… ya no te reconozco.




Capitulo 17
El Cetro de Anubis Parte I
Monstruos

La ciudad de Meskhenet necesitó de siglos de espera y el paso de muchas generaciones para florecer a un costado del Río Nilo.
Con la caída de Egipto en el año 30 a. C. tras la muerte de Cleopatra, los ancestros de los fundadores de Meskhenet se refugiaron dentro del corazón del desierto una vez que el reino se convirtió en una provincia del Imperio Romano. Allí vivieron durante décadas, resguardando las antiguas costumbres, leyes, creencias y cientos de tesoros, pero la posesión más preciada de todas fue el linaje de los antiguos Reyes de Egipto.
Bajo el manto protector de los dioses egipcios sobrevivieron a una vida de sacrificios y enclaustramiento, aferrados a la promesa de un reino próspero bajo el sol en el futuro.
Muchos fueron los reyes que nacieron en el anonimato, mas ninguno pudo reclamar la corona de un país que no estaba listo para resurgir de la arena. Sólo hasta que el mundo sufrió el cambio pronosticado por los sacerdotes una reina pudo ser nombrada, siendo Inet la primera Faraona de la nueva era. Ella creó el reino que su pueblo idealizó, también abrió las puertas a todo huérfano de patria que buscara un lugar al cual pertenecer.

La ciudad estaba sencillamente distribuida, cuatrocientos metros al sur de las murallas del palacio se aglomeraban las construcciones y mercados que la población habitaba. Todavía más al sur, junto al Nilo, se encontraban los campos de cultivo de cebada, trigo y vid. Más allá de las cosechas estaban los pastizales y el ganado.
A orillas del río se desarrollaba la actividad pesquera, siendo un punto donde se reunían tanto comerciantes locales como foráneos.
Al este y al oeste del palacio se edificaron los templos dedicados a los diferentes dioses del pueblo. Estos recintos eran custodiados por los Apóstoles consagrados a dicho dios, así como por cierto número de sacerdotes que llevaban a cabo las ceremonias y ritos de alabanza.
Al norte unas bellísimas pirámides y obeliscos lucían como montañas custodiando el palacio. Allí se encuentra un oasis rodeado por las más verdes plantas y las más bellas flores que se hayan visto en el reino, un jardín conmemorativo a los dioses de Egipto que muy pocos privilegiados podían visitar.
Con trabajo duro, decisiones sabias, un sentido correcto de la justicia y colaboradores dignos, la Faraona edificó una de las ciudades más importantes del mundo actual… resultaba increíble cómo es que algo que tardó tanto en realizarse pudo desmoronarse en menos de un día…

Sennefer apareció junto al Nilo durante el alba; las aguas del río se tornaron en sangre y de ella emergieron un sin número de espectros malignos que azotaron sin piedad a los habitantes.
Los Apóstoles entraron en funciones, logrando repeler a las hordas infernales, mas Sennefer atacó con un gran repertorio de espectros poderosos que lograron asesinar a algunos de los Apóstoles, siendo desgarrador verlos regresar del más allá como enemigos.
Además, el príncipe desterrado contó con un aliado de tremendo poder, uno que arrastraba las pestes que alguna vez aterrorizaron a Egipto en la antigüedad.
La Faraona ordenó a cinco de los Apóstoles proteger al pueblo pese a que disminuiría la fuerza bélica de la armada. Así fue como el Apóstol Sagrado de Anubis, Bastet, Maat, Sobek y Thot reunieron a los sobrevivientes dentro del Real Templo de Osiris, Isis y Horus.
Alrededor de los tres recintos, los guerreros tomaron diferentes posiciones con las que formaron los cinco vértices de una pirámide. Los Apóstoles conectaron sus energías, formando paredes impenetrables para cualquier espíritu maligno. Una pirámide de luz se alzó por encima del más alto obelisco de la ciudad, siendo una abominación para los espectros.

Han transcurrido muchas horas desde que la contienda dio un inesperado giro, cuando Sennefer capturó al príncipe Atem. Ante tal hazaña, el diabólico príncipe se dio el gusto de obligar una negociación. La Faraona no lo dudó ni un instante, aceptó cada una de las demandas… excepto la de entregar a su pueblo.

Los Apóstoles sabían bien que en el momento en que apartaran la barrera, todos esos engendros comenzarían un festín de sangre y muerte. Las criaturas han golpeado sin descanso las murallas pese a la energía que ha calcinado los cadáveres putrefactos. Los muertos vivientes entraban constantemente en frenesí por el aroma del miedo y lágrimas de los inocentes refugiados.
El cansancio de los defensores de Ra comenzaba a notarse, y no sólo en los semblantes de los guerreros de Egipto, sino en la efectividad de la barrera. Ya algunos de los demonios son capaces de meter un brazo o cualquier otra bizarra extremidad a través de ella sin sufrir daño.
Osahar, el Apóstol Sagrado de Anubis, permanecía en el vértice lateral izquierdo del campo de fuerza. Su alba estaba formada por brillantes placas negras; líneas doradas adornaban hombreras, peto, guantes y botas; incrustaciones de preciosas esmeraldas resaltaban en la tenebrosa coraza. El casco poseía la forma de la cabeza de un chacal, el cual cubría en su totalidad el cráneo y rostro.
Los gruñidos, lamentos y gemidos de los espíritus no era algo que lo desconcentraran, permanecía con los ojos cerrados aún cuando manos huesudas estaban por darle alcance. Él junto con sus hermanos Apóstoles han conseguido sobrellevar la desesperación y el cansancio para cumplir con la tarea encomendada, pero por muy diestros que fueran, los cinco guerreros se sobresaltaron al percibir la repentina muerte de la Faraona.
Osahar escuchó el llanto del desierto, incluso el de su propia Alba por el acontecimiento. El Apóstol cerró fuertemente los puños ante la agobiante sensación que lo atravesó como una lanza por la espalda.
— Ya no tiene caso que continúen con ésta inútil encomienda —escuchó de una voz femenina que resaltó de entre el mar de lamentos—. Se acabó Osahar, lo sabes.
Por los dos orificios en el casco de Anubis pueden verse los ojos oscuros del Apóstol Sagrado, los cuales se abrieron repentinamente vibrando en cólera y frustración.
Osahar deseó abandonar su posición, emplear todo su Ka para descomponer a la traidora en partículas de polvo.
— ¿Qué vienes a hacer aquí maldita serpiente? —recriminó el Apóstol Sagrado de Anubis—. ¿No entiendes que tus estúpidas proposiciones no me interesan?
— Desearía que pudieras ver las cosas como yo lo hago ¿acaso no lo entiendes? —cuestionó Hehet, Apóstol de Sekhmet* —. Desde el principio no existía oportunidad, Sennefer está fuera de nuestras habilidades, ha transformado su maldición en una ventaja imparable. Además el Cetro de Anubis es su llave para obtener cualquier victoria.
— La cobardía no viste bien en un guerrero de Ra, eres repugnante… ¡Lárgate, tu lengua llena de veneno no hará dudar a mi espíritu!
— ¿Acaso la muerte de nuestros camaradas no te enseñó nada? —a su alrededor los engendros y cadáveres se alejaron un poco—. Osahar, aunque todos me odien siguen siendo mis compañeros, por eso estoy dispuesta a interceder por ustedes. Aparten la barrera, acepten a Sennefer como el nuevo Faraón y él les perdonará la vida así como perdonó la mía.
— ¡Tu desvergüenza me abruma Hehet…! Así como tú ofreciste la vida del príncipe a ese monstruo, ¡¿esperas que sacrifiquemos a nuestro pueblo para salvarnos?!— el guerrero espetó iracundo, recordando que fue Hehet quien sacó al joven príncipe Atem del palacio para llevárselo a Sennefer.
— Lo único que pido es que vengas a mi lado, quiero que estemos juntos… —musitó cabizbaja—. Te amo Osahar, eso nunca cambiará.
El Apóstol sagrado de Anubis bufó todavía más fuerte y rabioso— ¡Cierra la boca! ¡No quiero escucharte más! ¡Esa palabra carece de valor viniendo de tus labios! ¡Soy el Apóstol Sagrado de Anubis, nací para servir a la Casa Real de Meskhenet, jamás aceptaré aliarme a un demonio enemigo de Egipto! —un resplandor rojo destelló por los ojos del casco de Anubis— ¡Aplastaré a todo aquel que atente contra la seguridad de éste país! ¡Sea quien sea!
Hehet se intimidó por el fulgor rojo que desprendieron los ojos de feroz chacal, sabía perfectamente lo que tal manifestación significaba.
Tras varios segundos de silencio, Hehet habló con resignación— Dime Osahar, Visionario de la Muerte* del templo de Anubis, ¿cómo voy a morir? ¿Serás tú mi verdugo?
El Apóstol no respondió al instante. Como Visionario de la Muerte tiene la capacidad de ver la forma y el tiempo en que una persona va a morir. En la actualidad es el único visionario que posee la capacidad de lograr una premonición detallada, otros apenas son capaces de ver las heridas por las que van a perecer.
Osahar vio marcadas sobre Hehet las lesiones que le darían muerte, también la miró transformada a la edad en la que sucedería. Cerró los ojos para desvanecer la ilusión, no
siendo una habilidad que le gustara usar demasiado, mucho menos en aquellos que son cercanos a él… Nunca imaginó que lo usaría contra la mujer que llegó a amar.
— En su momento… sí, yo mismo pondré tu corazón en la balanza frente al gran dios Osiris… —murmuró con desafecto—, pero antes deberás pagar en vida muchas de tus faltas, iniciando tu penitencia ahora.

Justo en ese momento una fuerte detonación sacudió el suelo bajo sus pies, Hehet se volvió para ver la embravecida ola de luz, estrellas y galaxias que fulminó a todos los cadáveres ambulantes de la zona.
Hehet de Sekhmet retrocedió antes de ser devorada por la avalancha resplandeciente, reapareciendo lejos de la pirámide protectora.
El Apóstol Sagrado de Anubis notó la estructura dorada cubriendo al hombre que detonó la explosión galáctica. Por un instante lo confundió con su compañero Assiut, pero en cuanto la arena y bruma cósmica comenzaran a desvanecerse reconoció la vestidura sagrada de un guerrero de Atena.
Hehet estaba confundida, ¿cómo es que un santo del Santuario había llegado a Egipto? Según las palabras de Sennefer, los Apóstoles que viajaron a Grecia no podrían revelar nada de las actividades ocurridas en Meskhenet, ¿acaso sus compañeros sucumbieron ante la desesperación?
— Apóstoles Sagrados de Ra —dijo el santo de cabellera azul clara, fijando la vista en la Apóstol de Sekhmet—, prosigan con su tarea sin pendiente, el Santuario ya está al tanto de la situación y unirá fuerzas con ustedes para erradicar el mal que aquí se ha desatado —aseguró el Santo de Géminis.
Osahar recobró un poco de fuerza al escuchar la noticia, algo de luz todavía existía al final del conflicto.
— ¿Géminis? —preguntó extrañada Hehet—. Tenía entendido que Albert de Géminis murió en la batalla junto al Apóstol Sagrado de Horus, ¿cómo es esto posible?
La única herida visible en Albert es aquella echa por los sables de Horus en su frente, pero el guerrero se encontraba en perfecto estado pese a las circunstancias en las que se le dio por muerto—. Tus compañeros apostaron el todo por el todo para transmitir la verdadera intención de la Faraona. Estoy enterado de la verdadera situación, incluyendo la traición de uno de ustedes —puntualizó con desprecio.
— Ya veo, así que encontraron la forma de burlar a Sennefer, ¡qué osados! —alabó con amargura—. Pero lamentablemente han llegado muy tarde, la Faraona ha muerto, el desierto aúlla de dolor, ¿no lo escuchas? —dijo entre los constantes silbidos del viento que azotaban la noche—. Todo fue en vano, ni siquiera la presencia de un santo cambiará el resultado… ¡No estás capacitado para enfrentar las fuerzas que aquí existen! —exclamó—. Pudiste reducir a cenizas al batallón de cadáveres, sin embargo solo has roto sus burdos cascarones, algo que vas a lamentar.
Albert sintió un espeluznante escalofrió expandiéndose por su pierna izquierda. Volteó buscando explicación, viendo como una mano transparente lo había sujetado por el tobillo. Un espectro comenzó a emerger del suelo, seguido por otras decenas de ánimas que tapizaron la tierra.
Albert pateó al esperpento, mas no consiguió nada al golpear el aire.
— Vaya, parece que puedes verlos —Hehet comentó sonriente—, pero eso no significa que estés capacitado para combatirlos. ¡Sí que Assiut es un desconsiderado, enviarte aquí sin ninguna clase de advertencia!
Albert guardó silencio, conservando la calma pese a que otros engendros comenzaron a trepar por su cuerpo.
— En eso te equivocas Hehet —intervino el Apóstol Sagrado de Anubis—, Assiut contaba con nosotros para apoyar al santo de oro, ¿o acaso olvidas quién soy yo? —Osahar se hirió la mano con un trozo de metal de su alba, acumulando la sangre emergente en la palma—. Por mis venas corre la misma sangre de Zubari, antiguo Apóstol Sagrado de Anubis quien fue hermano de Sennefer, antiguo Apóstol Sagrado de Seth. Soy aquel que camina más cerca de las puertas del Duat y lleva las almas a su juicio con Osiris —el Apóstol arrojó el puñado de sangre hacia el santo de Géminis, manchando su cloth.
Las ánimas que rodeaban a Albert chillaron acongojadas, retrocediendo de inmediato. Aquellas que tocaron la armadura dorada resultaron heridas, por lo que ahuyentadas se desvanecieron hacia lugares donde la oscuridad las abrazaría.
— He creado un vínculo por el que le transfiero la misma fuerza que edifica ésta barrera, así que no podrás escudarte detrás de ningún fantasma Hehet, llegó la hora de afrontar las consecuencias de tus actos.
Hehet sudó invadida por cierto temor. Sabe bien que la piedra angular del conjuro de protección es Osahar, no por nada es el Apóstol bendecido por Anubis. Sin mencionar que es descendiente directo del linaje al que perteneció Sennefer en vida, por lo tanto la misma sangre con la que se creó el Cetro de Anubis circula por el cuerpo del Apóstol, lo que le brinda una mayor defensa contra todo lo relacionado con el místico artefacto.

Albert contempló sin miedo a los indecisos espectros que mantuvieron la distancia. Dio un inofensivo paso hacia la izquierda, alborotando a los seres intangibles que se encogieron temerosos, comprobando que en verdad eran repelidos por el nuevo cosmos que sentía flamear en su cloth. Ya no tendría que preocuparse de ellos.
Géminis regresó su atención a la sierva de Sekhmet —Por haber traicionado a tu nación y a tus camaradas —acumuló cosmos en la mano—, por haber puesto en peligro a los habitantes del Santuario, ¡recibe mi Espiral Galáctica!


Palacio Real de Meskhenet

— Que el caos reinicie la marcha —Sennefer comentó sonriente, siendo una indicación imperativa por la que los esbirros alados atacaron.
Sugita se encontraba confundido, no era capaz de percibir algún cosmos de esas dos bestias por lo que no estaba seguro de cómo atacar.
Assiut respondió a los gruñidos de los monstruos con su propio grito de guerra, lanzándose contra ellos en un fugaz movimiento.
Impulsado por el rencor y los recuerdos del pasado, el puño de Assiut atestó un potente golpe contra el rostro de Erebus que resonó por toda la cámara. Al mismo tiempo el demonio de cabello anaranjado, Mastema, se desplazó por un costado, enredando su brazo alrededor del cuello del Apóstol para someterlo. Sin embargo, Assiut sujetó con fuerza las garras del adversario, torciéndole la muñeca para liberarse, atestando un gancho directo por debajo de la mandíbula que aventó a Mastema hacia el techo contra el que golpeó y quedó colgando.
Sobreponiéndose al primer golpe, Erebus cayó sobre sus cuatro extremidades al suelo, impulsándose como fiera hacia el Apóstol con las zarpas extendidas.

Capricornio no se animó a intervenir. Veía alrededor de Assiut un tornado de fuertes emociones que arrasará con todo aquel que esté a su alcance sin importar que sea aliado
o enemigo. No podía hacerlo entrar en razón, pero cuando menos evitará que lo maten de ser necesario.
Discretamente Sugita lanzó una mirada hacia Sennefer quien le dedicó un gesto totalmente despreocupado. Se había sentado en un peldaño de la escalera, parecía no importarle mucho la batalla de sus lacayos y toda su atención se centró en el guerrero del Santuario a quien cínicamente sonrió.
— ¿Y cuál se supone es tu papel aquí? —musitó curioso—. Creo que ese hombre pretende quedarse con toda la diversión para él solo, no entiendo para qué trajo consigo a dos santos dorados —inquirió, contemplando de vez en cuando el cetro en su mano.
Sugita se giró hacia Sennefer, adoptando una posición de combate.
—¿Realmente planeas pelear contra mí? —río descaradamente.
El Santo de Capricornio no se amedrantó, sus ojos mostraron seguridad y convicción— Según tengo entendido todo esto no es más que un juego para ti… pues bien, si tú eres el rey en el tablero de juego todo acabará al vencerte.
—De nuevo me desafías —murmuró sonriente—. Pero no tiene ningún caso, puedo verlo en tus ojos… existe una diferencia abismal entre tú y yo, por lo que no me interesa pelear contigo —aclaró con desgano.
— ¿Qué estás diciendo? —preguntó confundido.
— Que no tengo deseos de pelear contra alguien que no ha matado a nadie en su patética vida —repitió fastidiado—. Prefiero a los oponentes que, como ese Apóstol de allá, destruyen los límites impuestos por la disciplina, logrando pelear con su verdadero potencial, sin restricciones estúpidas como el honor o la moral.
Sugita permaneció pasmado por lo que escuchaba.
— Él de verdad quiere matarme —prosiguió, refiriéndose a Assiut quien combatía con las criaturas—, sus sentimientos son genuinos, embriagadores, por eso vale la pena el darle la oportunidad. Cuando un ser humano deja de razonar libera sus instintos y muestra su auténtico ser… —explicó al ponerse de pie una vez más—. La realidad es que todos los humanos somos monstruos… ¡Monstruos creados por los dioses a su imagen y semejanza! —señaló a las numerosas figuras esculpidas en las columnas de la habitación.
El santo permaneció contrariado, buscando algo con qué refutar dichas palabras que, sin saber porqué, comenzaban a intimidarlo.
— Eres muy joven —Senefer comentó de pronto, complacido por la confusión despertada en el santo—, creo que estoy siendo injusto contigo. No entenderás lo que trato de decirte a menos que lo experimentes primero, por lo que está bien —una bruma escarlata cubrió al egipcio e hizo reaccionar el rubí en el Cetro de Anubis—… seré generoso, permitiré que conozcas a la bestia que duerme en ti.
—¡Basta, no permitiré que intentes distraerme más! —gritó, invadido por un temor que no podía entender. ¡La mirada de ese hombre, su voz, lo estaban encerrando en una jaula invisible dentro de la que se sentía sofocado!
—Percibo tu miedo, tu ansiedad, estás listo. ¿Qué esperas? ¿Por qué no me atacas? —incitó conforme avanzaba hacia el guerrero dorado—. Golpéame con todo tu poder, si no lo haces entonces yo atacaré primero… —masculló con una sonrisa retorcida.

Pero Sugita no se movió, se sentía encadenado al suelo. Ante la inactividad, Sennefer lo apuntó con el dedo, generando una chispa eléctrica que lanzó sin demora.
Capricornio rebotó el destello con la palma de la mano.
Satisfecho por la reacción del adversario, Sennefer repitió el mismo ataque repetidas veces a gran velocidad. Sugita repelió cada una de las ráfagas con el filo de excalibur cubriéndole el brazo derecho.
Inesperadamente Sennefer se desvaneció, materializándose detrás de Capricornio para atacarlo, mas el santo fue veloz, bloqueó el puñetazo con la rodilla al efectuar una voltereta con la que se alejó del egipcio.
—¿Acaso en el Santuario sólo les enseñan a huir? —cuestionó—. Me confundes joven santo, he aceptado tu desafío pero parece que estás evitándome…
Sugita blandió su brazo derecho para decir— A distancia es cómo mejor se aprecia el verdadero resplandor de mi espada, ¡Excalibur!

La ráfaga dorada partió el suelo conforme avanzó hacia Sennefer. El antiguo Apóstol Sagrado vio los abundantes hilos de sangre oscura salir de su muslo y brazo izquierdo. Un profundo corte se abrió en su pierna mientras su brazo se desprendió.
El egipcio tensó el entrecejo, mas su sonrisa se mantuvo aún cuando un segundo destello venía en camino.
—Muy interesante —murmuró para sí, extendiendo el Cetro de Anubis con el que golpeó la energía cortante. El ataque de Capricornio se desvaneció en partículas de luz que desaparecieron con rapidez—. Parece que después de todo podrías ser un buen rival… Me has mostrado lo que eres capaz de hacer, pero desperdiciaste la única oportunidad que tenías para hacerme un daño significativo —contempló tranquilamente el brazo que yacía en el suelo, cómo si la idea de permanecer manco de por vida no le molestara—. Qué fastidio… nacimos del polvo y al morir debemos volver a él— comentó al contemplar cómo su extremidad cortada poco a poco se convirtió en granos de arena.
—Luchar sin ninguna clase de armadura contra un santo no es algo sensato —comentó Capricornio manteniendo la guardia en alto.
—Je, volverse dependiente de una coraza de metal tampoco lo es… Ustedes se fían demasiado de esas criaturas —señaló el manto sagrado de Capricornio—. Según sé, las renombradas cloths del Santuario son especiales pues están vivas… —un gesto diabólico le curveó los labios— eso significa que así como tú y cualquier otro mortal también pueden morir. Jamás he visto fallecer a una armadura de oro, será interesante ver lo frágil que pueden ser…

Sugita no había terminado de escuchar la frase cuando sintió a Sennefer detrás de él. Capricornio se giró lo más rápido que pudo con intención de atacar, mas quedó inmóvil al ver como Sennefer había puesto su dedo índice en el punto medio del peto de su cloth. Una sensación de peligro le recorrió la espina al verlo sonreír.
Sugita sintió un intenso calor atravesarle el cuerpo, seguido de algo tibio que comenzó a caer por su espalda y abdomen. Sus piernas se debilitaron rápidamente, retrocediendo sólo un poco antes de caer de rodillas al suelo.

Assiut se volvió al ver el relámpago blanco que destruyó un muro de la sala. Se alarmó al observar al santo ateniense de cuclillas y a merced del demonio Sennefer.
Armándose con los sables de Horus buscó deshacerse de la bestia que ha sabido eludirle desde el comienzo de la batalla, pero el murciélago batió con fuerzas las alas, desatando un tornado que empujó a Assiut hacia un rincón lejano de la habitación.
El segundo espectro alado finalmente reaccionó, sacando su cuerpo del techo al que quedó adherido por sus filosas zarpas. Mastema rugió de manera amenazadora, abalanzándose sobre el Apóstol Sagrado de Horus.

El sabor de la sangre no era algo que Sugita de Capricornio desconociera. Su infancia no fue una vida de lujos ni mucho menos de buenos tratos.
Al palpar la herida en su pecho es el momento en que agradeció haber tenido un maestro tan estricto y de mano dura… sólo así fue capaz de sobreponerse al dolor con tanta rapidez.
Sennefer se acercó al abatido santo creyéndolo indefenso, colocó su dedo sobre la corona de la cloth dispuesto a repetir el mismo suceso. Pero antes de que el resplandor apareciera, el brazo de Sugita se tornó en una navaja de luz dorada que cortó la muñeca del egipcio.
Levantándose de golpe, el santo de Capricornio trazó una par de cortes más que golpearon directamente el cuerpo del enemigo.
El sonoro quejido de Sennefer alertó a sus sirvientes, los cuales abandonaron la lucha contra el acorralado Assiut para ir en su ayuda.

El Apóstol Sagrado de Horus estaba por impulsarse detrás de ellos, conteniéndose al ver cómo el santo de Atena se dio media vuelta para encararlos él mismo con su cosmos al máximo.

Sin permitirles acercarse lo suficiente para herirlo, Sugita lanzó un golpe al aire en el instante en que exclamó —¡Excalibur Justice! —liberando un centenar de hilos de luz formando una cuadricula que pasó a través de los demonios alados, quedando marcadas las líneas horizontales y verticales sobre ellos.
Frenados por la fuerza del cosmos, los cuerpos de Mastema y Erebus se dividieron en pedazos rectangulares que cayeron al suelo sobre un gran charco de sangre.
Assiut contempló anonadado los restos, lanzando una mirada de confusión hacia el joven santo del que jamás esperó una reacción similar. Cierto que su primera impresión sobre él fue insignificante, pero ahora comenzaba a cambiar.

— Esto comienza a ser un fastidio— ambos jóvenes escucharon la voz del conquistador de Egipto.

El mutilado cuerpo de Sennefer se mantenía a flote envuelto por Ka de color escarlata, algunas piezas se volvieron arena mientras las cascadas de sangre negra comenzaron a solidificarse.
El santo y el Apóstol observaron detenidamente cómo el fluido oscuro tomó la forma del brazo y mano perdida del espectro, volviéndose extremidades cubiertas de escamas negras que de igual forma rellenaron los espacios huecos que dejaron los cortes de Excalibur.
Manteniendo un gesto burlón y ególatra habló —Esos ojos tuyos son engañosos— río—, jamás esperé que bajo tal envoltura existiera un arma tan peligrosa… —la oscuridad de las escamas nuevamente comenzó a ceder, tornándose del mismo color que el resto de la piel de Sennefer quien sujetó con fuerza el Cetro de Anubis sin desvanecer su Ka.
— No hubo que escarbar demasiado profundo para que me mostraras tu verdadero ser. Tenía tiempo sin ver a alguien que pudiera hacer llover sangre, estoy complacido.
— Es verdad que me sentí confundido con tu sarta de palabrerías, pero bastó éste gesto tuyo —cubriendo el agujero en su peto— para hacerme recordar que como santo de Atena tengo prohibido dudar. Levantaré mi puño contra cualquier enemigo del Santuario y lo exterminaré.
— Eso será algo difícil de lograr, ¿no lo crees? —sus pies volvieron a tocar el suelo—. No importa cuántas veces hieran o destruyan mi cuerpo, volverá a reconstruirse ya que es el templo de una gran maldición gracias a la fuerza combinada de los dioses de Egipto y el mismísimo Shaman King. Mi alma está encadenada a mi cuerpo original, ni el cielo o el infierno pueden reclamarla; fue toda una pesadilla permanecer dentro de una vasija inmóvil e inútil durante centurias… Estaré en deuda con mi nuevo señor quien le transmitió vida a mis pétreos huesos y piel marchita.
— ¿Estás diciendo que ésta es una lucha inútil?— inquirió Capricornio con el ceño fruncido.
— ¡No!— exclamó Assiut exponiendo su luminoso Ka—. ¡Quizá no pueda ser destruido, pero sí puedo devolverlo al lugar del que jamás debió salir!
Assiut lanzó los sagrados sables de Horus hacia el enemigo, los cuales se clavaron en el suelo marcando los radios de un círculo dentro del que Sennefer era el centro.
— “¡Por Osiris…”— recitó Assiut rodeado por flameante Ka que inundó la habitación completa.
Sennefer notó cómo es que de las hojas de los sables emergieron jeroglíficos de luz que comenzaron a girar uno tras otro formando un aro perfecto a su alrededor.
— “… por Isis…” —un segundo aro se formó— “… por Horus! —y un tercero— ¡La divina trinidad de nuestro pueblo”
Del suelo, justo a espaldas de Senefer, emergió un sarcófago destapado— ¡Muerte…— del interior repleto de sombras emergió un sin número de vendas que envolvieron al egipcio desde los pies hasta la cabeza— … esperanza…— Sennefer fue jalado dentro del sarcófago, siendo sellado por una tapa ceremonial. Los aros de luz se convirtieron en cadenas que se ataron alrededor del ataúd— … y resurrección! ¡Por los sellos de la pirámide sagrada yo te ordeno que vuelvas a dormir!— los sables de Horus se despegaron del suelo para clavarse por el medio del ataúd, atravesándolo y girando como si fueran las llaves de un místico cerrojo.

Sugita observó con detenimiento al Apóstol Sagrado, estaba asombrado por la fuerza de su cosmos que es capaz de rivalizar con el santo de Géminis. Percibía la vibra espiritual de todo el entorno, una esencia muy similar a la que ha sentido en el templo del cangrejo dorado.

Visiblemente agotado, Assiut apaciguó su Ka mientras pensaba en que había tenido éxito y finalmente su padre había sido vengado, sin embargo…

— Qué iluso de tu parte— volvieron a escuchar la cruel voz de Sennefer— ¿Acaso no me estabas escuchando? ¿De verdad crees que tu débil Ka es suficiente para retenerme?
Assiut quedó descorazonado al ver cómo las cadenas del sarcófago comenzaron a romperse.
Una densa bruma roja empezó a salir de la fisuras de la tumba— Se necesitó del poder de los dioses de tu pueblo y del Shaman King para aprisionarme la primera vez, ¡una vez que ese sello fue roto es imposible de imitar!— rugió, provocando la ira del cielo oscuro. Las nubes nocturnas se adornaron con relámpagos que tronaban en la lejanía.
Conforme el Ka de Senefer se incrementaba, el sonido del viento se intensificaba sonando como una jauría de animales feroces. De la oscuridad de las dunas aparecieron miles de puntos rojos, los ojos del ejército del antiguo Apóstol de Seth.

Assiut y Sugita sintieron como el Palacio entero comenzó a temblar, quizá todo Egipto lo hacía.
El sarcófago estalló en cientos de pedazos, dentro de la bruma sangrienta la sombra del demonio Sennefer les sonrió con maldad. Para los dos guerreros era la primera vez que sentían una presencia tan poderosa e inquietante.
— Espero ahora comprendan que no les conviene ser malos invitados— prosiguió con sorna—, o tal vez yo he sido un mal anfitrión —rió descaradamente—. Es algo que puedo solucionar, permítanme vestirme con mejores ropas, mi más reciente adquisición.
El Cetro de Anubis destelló entre la neblina roja, abriendo un portal del que salió algo que no pudiron distinguir en la penumbra.
— ¡Zohar de Estéropes*, despierta y cubre mi cuerpo!
El resplandor de los relámpagos permitió a Assiut y a Sugita observar cómo una armadura blanca se ensambló al egipcio. El Apóstol podía saber que no se trataba de ninguna de las Albas sagradas de Ra, sino del tesoro que la Faraona debió entregar a cambio de la seguridad del Príncipe Atem.
El Zohar era una armadura completa que parecía estar formada por relucientes diamantes blancos y placas rojizas. El yelmo protegía toda la cabeza, contaba con una celada sobra la se grabó un enorme ojo en el centro, quedando a la vista la barbilla del egipcio.
El Ka de Sennefer continuó aumentando mientras los lamentos del desierto resonaban en los oídos de los guerreros sagrados. La alabanza espectral incitó al egipcio a atacar.
De su cuerpo Sennefer liberó una cantidad alarmante de relámpagos carmesí que arremetieron contra todo lo que se hallaba dentro de la habitación del trono.
Assiut intentó resistir, pero el dolor le hizo perder la poca energía que le quedaba, terminando estampado en la muralla más próxima, y aún allí siguió siendo vapuleado por las tremendas descargas hasta que dejó de reaccionar.

Sugita quiso eludirlos, pero resultó inútil al ser alcanzado por uno de ellos. Las descargas lo sacudieron con violencia, pese a que luchó para que su cosmos lo mantuviera de pie terminó boca abajo en el suelo retorciéndose de dolor.
Los estruendos cesaron en cuanto los pasos metálicos de Sennefer se dejaron escuchar. El egipcio caminó hacia donde Assiut colgaba de la pared, contemplándolo como si fuera una gran pintura de la que estaba muy orgulloso.
— Me entusiasma cómo es que la cosas tienden a repetirse… la forma en la que la historia se recrea por tan pequeñas coincidencias —comentó con arrogancia al sujetar el cabello del Apóstol hasta levantarle la barbilla y exponer su cuello—. Tú, así como el mismo Horus en la antigüedad, buscó vengar la muerte de su padre quien fue asesinado por Seth… lamentablemente para ti nadie intercederá para devolverte el reino que tanto deseas arrebatarme —rió estrujando todavía más los cabellos del Apóstol hasta que éste emitiera un quejido en su inconsciencia—. Del mismo modo, a diferencia de Seth yo no sólo he logrado destruir a Osiris, sino también a Isis y muy pronto a Horus… ¡La familia real completa, tal y cómo el mismo dios del desierto lo deseó alguna vez!— río con malicia, restregando la cabeza del Apostol contra el muro.
Sennefer percibió el cosmos hostil del caballero dorado que se había puesto de pie. La armadura dorada no sufrió mayores daños, pero el santo se veía herido y agotado.
— Para ser alguien que tiene el pecho perforado no te ves tan mal— comentó, soltando al inconciente Assiut.
— No importa cuántas veces… lastimes mi cuerpo, mi cosmos me levantará… las veces necesarias hasta cumplir con mi misión— aclaró, envainando a Excalibur.
La ráfaga cortante escapó del brazo de Capricornio en un fulgor mortal. Senefer recibió el impacto que dibujó una línea vertical en su armadura. Sugita esperó ver como la coraza cedía como un cascaron, pero quedó absorto al ver cómo Excalibur no causó ni una leve fisura en el material.
Sennefer se carcajeó victorioso— ¡Maravilloso, parece que la historia que me contaron sobre éste ropaje es verídico! —comentó extasiado—. No es que le tema a recibir uno o dos golpes, ya comprobaste que todo intento es inútil, pero incluso alguien como yo aprecia la integridad de su persona —con pasos tranquilos llegó hasta donde estaban los restos de sus cadavéricos subordinados. El Santo de Capricornio y el Apóstol Sagrado de Horus habían dejado de interesarle—. Éste entretenimiento fue inesperado… innecesario pero placentero— apuntó el Cetro de Anubis hacia los pedazos de carne y huesos—, aunque no necesito de bufones en mi corte— la sangre y restos de los demonios reaccionaron ante el fulgor del cetro maldito, transformándose en una masa orgánica que comenzó a tomar forma—, sino guerreros que fortalezcan mi ejercito de inmortales.
Capricornio miró con horror como Mastema y Erebus volvían a vivir, aunque sus cuerpos habían ganado una mayor musculatura, incluso se veían mucho más altos que antes.
— Mi tiempo fue detenido hace siglos, ahora que ha vuelto a correr ya nada lo detendrá— dijo al dar media vuelta hacia el santo—. Y en vista que pronto recibiré la visita de más agentes del Santuario, lo más propio es que me prepare para darles un buen recibimiento. ¡Desaparece!


FIN DEL CAPITULO 17



Osiris: Osiris es el dios egipcio de la resurrección, símbolo de la fertilidad y regeneración del Nilo; es el dios de la vegetación y la agricultura. Es el responsable de juzgar a los muertos en la Duat.

Nichrom & Kalim: Personajes originales de la serie de Shaman King.

ANUBIS: Era el encargado de guiar al espíritu de los muertos al "otro mundo", la Duat, dentro de las creencias egipcias.

SEKHMET: Diosa leona representante del Sol en su aspecto maléfico.
El nombre significa La Potente. Simbolizó también la guerra y fue colaboradora de la diosa cósmica Hathor, enviada a la tierra por Ra para exterminar a los rebeldes a su fe.

Visionario de la muerte: Persona a la que se le dio el poder de ver las condiciones en las que un individuo morirá en el futuro. (De mi fanfic LOST SOULS)

Estéropes: En la mitología griega, Estéropes (en griego ‘el que da el rayo’) formaba junto con Brontes y Arges la primera generación de Cíclopes, hijos de Urano y Gea.

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#82 Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 24 octubre 2010 - 23:15

sencillamente genial, estupendo, excelente, genial(otra vez XD), maravilloso

me encanta este pequeño crossover

XD

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#83 Efebo Abel

Efebo Abel

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Publicado 25 octubre 2010 - 13:01

Y creo que valio la pena la espera, muy buen capitulo, parece que ese Senefer realmente se esta volviendo un grave peligro...
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Publicado 04 noviembre 2010 - 14:10

ahhhhhhhh me perdi un

rato pero he vuelto

seph eres genial


los cap son super

y ke bueno ke tu muso

no es caprichoso como mi musa jeje


saludos happy.gif

Editado por dead mask 2, 04 noviembre 2010 - 14:11 .

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#85 Cástor_G

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Publicado 22 noviembre 2010 - 00:39

Capítulo 7.

Hola de nuevo Seph ^^, pues aquí vengo a dejarte mi opinión sobre el capítulo 7 =)


-Muy bien escrito como todos los demás, de hecho, mejor que los demás! Sólo una cosa, quizá sea porque soy muy flojo jaja, pero creo que deberías mencionar en más ocasiones el nombre del personaje y su signo/constelación/bestia/etc (dependiendo del ejército), ten en cuenta que no todos leen inmediatamente que se publica el fic, como yo :P, entonces a veces se olvidan algunas cosas, por ejemplo en éste capítulo me tomó varios párrafos antes de enterarme que Vergil era Cerbero! y Sergei epsylon! ;_; Además de los lectores flojos y distraidos como yo jeje, recuerda que esto es un fic, no un manga, es más fácil que uno se pierda entre tantas letras, y al no tener dibujos de apoyo, es necesario específicar algunas cosas!

-Las peleas de Merak vs Centauro, cerbero vs Epsylon, Perseo vs Merak & Epsylon estuvieron bien, aunque personalmente hubiese preferido que quizá hicieras capítulos más cortos pero enfocarte en una pelea, tres o más me parecen demasiadas para un capítulo xD, peroe sto es algo personal :P

-Me saqué de onda cuando lei lo de los meteoros de Pegaso, me perdí y tuve que regresarme porque no entendí, parecía que los había lanzado Elpheba pero no le haya sentido jaja, hasta que se menciona que seiya fue su maestro, y bueno, recordé que mitológicamente están relacionados Perseo-Medusa-Pegaso, así que se agradecen detalles como esos!

-Se agradece también que le des importancia a los caballeros de plata, tan incomprendidos en todos los mangas oficiales xD aunque tuve algunos problemas con los nombres ^^U, pero es cuestión de acostumbrarse!



Saludos y nos vemos pronto seph =)


***


Edito para dejar mi opinión del cap. 8 Seph ^^

-Me agradó mucho la introducción del capítulo, toda esa parte del desierto y la historia del príncipe me pareció muy buena, bien escrita =)

-Algo que me dejó entre que sí me pareció bien y al mismo tiempo no tanto xD, fue la razón que tuvo el Patriarca para pedirle a los guerreros de asgard que atacaran el Santuario. O sea, se entiende que haya querido un simulacro "más real", pero qué hubiera pasado si más guerreros hubiesen salido lastimados, y en ese momento el verdadero enemigo iniciara el ataque al santuario? XD La defensa del Santuario estaría mermada.

-Sigo teniendo un problema con el exceso de personajes xDD, en más de un momento me perdí... eran demasiados personajes en escena! Me ayudó el hecho de que varios son conocidos desde el manga, pero aún así, son muchos ;_;

-Quizá hubiera sido conveniente cambiar el nombre de las "armaduras" de los dioses guerreros, pues armadura divina es el nombre que reciben las de Seiya y sus amigos cuando alcanzan el máximo nivel1 :O

-Muy bien la manera de mostrar humanidad en los personajes. Me pareció gracioso que en cierto momento las chicas no dejaban de hablar, todo un reflejo d ela realidad jajja :P

-Sabía que sieg estaría relacionado con asgard, pero me sorprendió que haya resultado ser chica xD

-En general, buen capítulo, capítulo de transición, muy tranquilo.



Saludos!




Editado por Cástor_G, 10 diciembre 2010 - 17:56 .


Capítulo 15: La Flor Sangrienta
(Pincha AQUI para Leer)

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Saint Seiya: COSMO WARS
Índice de Capítulos: Aquí

#86 Seph_girl

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Publicado 19 enero 2011 - 23:28

Oh por Dios, estoy viva.... sí

Lamento mucho la ausencia jajaja creo que desde Octubre que no me paro por aqui, y de hecho no pensaba hacerlo hasta que terminara un episodio, y aqui lo traigoooooooo

Sii aún hay fans de este fanfic pues aqui les tengo el episodio 18
Y no habra que esperar demasiado para el 19 que ya va a un 75% XD
DISFRUTEEN



*************

Grecia, el Santuario de Atena.
Templo de Cáncer, horas antes.

El enorme destello de la explosión suscitada en el templo de Géminis lo cegó momentáneamente. Con un brazo se cubrió la cara cuando una repentina presión en el hombro lo tomó por sorpresa.
Sugita quedó boquiabierto al ver al Santo de Géminis frente a él. Albert aprovechó la confusión del joven para arrastrarlo sin consentimiento hacia el portal creado por su cosmos.

Fueron unos segundos de intenso frío y una agresiva tensión sobre su ser, pero en cuanto el vértigo desapareció Sugita se encontraba en un lugar en el que jamás había estado, un bosque del que pudo reconocer una vegetación rica en pinos.
Capricornio pestañeó repetidas veces, desorientado se dispuso a hablar cuando advirtió una tercera presencia detrás del caballero dorado de Géminis.
—Guarda silencio y escúchame con mucha atención —se adelantó Albert a cualquier pregunta o intención—. La situación ha dado un giro complicado por lo que debemos de actuar pronto.
— Evidentemente… —musitó el joven santo, contemplando con recelo al Apóstol Sagrado de Horus quien le dedicaba una mirada similar—. Parece que tienen mucho qué contar.
—¿Estás seguro que es prudente involucrar a alguien como él? —cuestionó el Apóstol para indignación de Capricornio.
—Yo también tengo mis dudas, pero es todo con lo que contamos por ahora —añadió Albert pese al gesto de Sugita a quien se le dificultaba asimilar la idea de que ambos enemigos hablaran tan tranquilamente entre ellos, pero sobretodo que él fuera el tema a tratar.
Unas vez que ambos terminaron de evaluarlo, le explicaron lo acontecido en el combate del Tercer Templo del Zodiaco.

Todo no fue más que una charada, eso fue lo más difícil de aceptar.

En Egipto un hombre se había apoderado del reino por la fuerza, siendo él quien ordenó a los Apóstoles que avanzaran hacia el Santuario y asesinaran a todos los siervos de Atena. Se les prohibió que revelaran la verdadera situación en Egipto, de lo contrario asesinarían al príncipe de la nación. Sin embargo, la Faraona les ordenó que hicieran todo lo posible por hacer llegar al Patriarca y a los Santos la verdad, así como encontrar una manera en la que se pudiera salvar al Santuario y a Meskenet por igual.

Todo habría resultado mucho más sencillo de no ser que se les advirtió que sus acciones serían supervisadas. Al principio creyeron que esa era la función de Nergal (Patrono del Zohar de Brontes), aunque gracias a las habilidades del Apóstol Sagrado de Thot* descubrieron que había una misteriosa presencia involucrada, alguien cuyos ojos eran capaces de seguirlos durante la travesía.

Ante tal predicamento discutieron sobre cómo proceder, incluso estuvieron dispuestos a llevar a cabo la tarea del enemigo con tal de proteger a sus gobernantes. De no ser por Shai así hubiera sido.
Gracias a la actual Santo de Virgo tuvieron conocimiento de las habilidades del Caballero de Géminis, por lo que si lograban que él entendiera el verdadero caos detrás del conflicto se podría actuar de acuerdo a las órdenes de la Faraona.

No importaba cómo pero la prioridad de los Apóstoles era arribar al tercer templo del Zodiaco, siendo Assiut quien se encargaría de tratar con el guerrero dorado.

El problema surgió en que el santo dorado en cuestión no utilizó sus poderes psíquicos durante la batalla, sin embargo para Albert todo quedó claro una vez que se logró el cometido. Gracias a que el Apóstol Sagrado de Horus obligó la conexión mental, ambos pudieron conversar sin que pudieran ser escuchados.

Una vez consiente de la verdad detrás de la improvisada Guerra Santa, tanto Albert como Assiut decidieron arriesgarse, comprobar qué tan omnipresente podría ser aquella entidad que los observaba. La detonación provocada por el choque de sus poderes fue el telón perfecto para desaparecer de escena. Gracias al excelente dominio del caballero de Géminis sobre la técnica de “Otra dimensión” le fue posible utilizar sus puertas como escape y traslado hacia aquel recóndito bosque en Europa.

— Por la seguridad de los gobernantes de Egipto el enemigo debe seguir creyendo que todo va de acuerdo a su plan. Es por ello que nosotros tres entraremos a Meskenet y acabaremos con la rebelión para restablecer el orden —aclaró Albert.
—¿Acaso no piensas informar al Patriarca de esto? —preguntó preocupado el joven Capricornio.
Albert negó con la cabeza —No es prudente, entre más real continúe la situación mejores oportunidades tendremos de lograr nuestro objetivo.
—No puedo creer lo que estoy escuchando —girándose hacia el Apóstol—. ¿Acaso no te importa que tus compañeros —encarando después a Albert—, y los nuestros estén luchando por tal infamia?
— Eres muy joven… —comentó Assiut con serenidad—, pero un día entenderás que morir en el cumplimiento del deber no es algo vergonzoso, ni mucho menos inútil. Aunque para los hombres todo señale a traición, los dioses conocerán la verdad detrás de nuestras acciones, al final ellos nos juzgaran. Ten por seguro que ninguno de mis hermanos siente arrepentimiento por esto, así que no te conviene pensar lo contrario.
—No tiene caso que reproches— advirtió Géminis—. Si realmente quieres que el derramamiento de sangre de termine debemos detener a ese hombre llamado Sennefer. Ahora, ¿estás con nosotros en esto o prefieres que te deje aquí?



Capitulo 18. El Cetro de Anubis, Parte II
Alba divina


Sugita de Capricornio ocultó al miedo que sentía por la desventaja numérica de la batalla. No sólo había que lidiar con enemigos difíciles de herir, sino que aparentemente eran inmortales.
Los demonios bautizados como Mastema y Erebus le lanzaban miradas iracundas mientras el Conquistador de Egipto sonreía triunfante.
— ¡Desaparece! —vociferó Sennefer, siendo una orden inmediata que las dos bestias obedecieron.
Capricornio quedó sorprendido cuando una brisa le meció el cabello en el momento en que Mastema ya estaba a su costado desplegando un zarpazo.
Sugita se ladeó para esquivar, aunque al mismo tiempo Erebus ya lo había sofocado con un golpazo en el pecho que agravó todavía más la herida en su cuerpo y en la cloth.
El santo dorado gritó escupiendo sangre. Cayó de rodillas en el suelo del que se levantó presuroso. Los demonios corrieron para darle alcance, el santo de Capricornio apenas pudo bloquear los ataques de los demonios quienes, de alguna manera, habían aumentado su velocidad.
El santo dorado liberó un sablazo de Excalibur que partió en dos un ala de Erebus quien rugió sonoramente.
Capricornio continuó lanzando las ráfagas cortantes por toda la habitación, mas las bestias esquivaron recibiendo daños mínimos que ignoraron por la rabia.

Mastema y Erebus no le permitían descansar, acosado por las dos criaturas recorrió el salón hasta que un golpe certero del santo expulsó a Erebus hacia el desierto. Mastema tomó desprevenido a Capricornio por lo que lo envistió por un costado, arrastrándolo hacia el exterior de la construcción donde la tormenta de arena había cubierto el hermoso jardín del palacio. Ambos azotaron pesadamente contra el suelo, el casco dorado se desprendió de la cabeza del santo de Capricornio para perderse en la oscuridad.
Con el demonio sobre de él, Sugita se tensó cuando las grandes manos de Mastema le estrujaron el cuello. Sólo fue un apretón de pocos segundos pero sintió como su espina estuvo por quebrarse; el contacto de esas garras sobre su piel resultó como el del metal al rojo vivo. Cuando la sangre comenzó a resbalarle por el cuello entendió que un instante más y todo terminaría para él, por lo que colando el brazo derecho por en medio de los brazos de la criatura le cortó ambas extremidades.

El monstruo chilló, exponiendo el pecho sobre el que Sugita pateó cual cabra con ambas piernas.
Ambos oponentes se levantaron al mismo tiempo. Excalibur volvió a resplandecer en el brazo del santo desatando la temible técnica en la que la red dorada se precipitó contra el enemigo.
Antes de ser alcanzado por la técnica mortal, Erebus voló a gran velocidad, interponiéndose entre su semejante y las ráfagas de ken. Su ser expulsó una cosmoenergía violeta contra la que el resplandor dorado chocó.
El santo de Capricornio esperó ver la misma escena en la que las dos criaturas terminaron hechas pedazos, sin embargo grande fue su desconcierto al ver cómo Erebus en efecto fue alcanzado por el devastador ken, mas la red no alcanzó a atravesarlo.
La criatura se cubrió de la sangre negruzca que escurrió de las numerosas heridas que se le marcaron en el cuerpo.
Absorto, el santo comprendió que los enemigos no sólo habían incrementado su tamaño, velocidad y fuerza, sino de la misma forma su resistencia —Es como si a cada minuto que pelean conmigo se volvieran inmunes a mis técnicas —pensó con gran temor.
Sugita se encogió por el cansancio y la lesión en el pecho, pero más que nunca se aferró a no darse por vencido, ésa era una auténtica batalla en la que si era derrotado sólo le esperaba la muerte.

Aún con el cuerpo casi desecho, Erebus emprendió el contraataque. Conservando fluidez y rapidez en sus movimientos, se abalanzó sobre el santo quien de inmediato alzó la guardia para esquivar el embiste.
En cuanto Sugita evadió el zarpazo del demonio, su acciones fueron restringidas por unos látigos que se le enredaron en las piernas. Vio con horror cómo es que la sangre de su oponente adquirió cierto estado sólido, siendo extremidades que manipula a voluntad.
De inmediato Erebus lo sujetó por la espalda, permitiendo que su sangre comenzara a envolver la cloth del santo. La criatura aplicó dos fuertes tirones en la cabeza y en el brazo derecho del joven con los que lo inmovilizó.
Incapaz de superar la fuerza física del adversario, Sugita buscó elevar su cosmos para liberarse, pero en cuanto estaba por conectar su espíritu con aquel universo interior de su ser, un espantoso dolor se lo impidió.

Aunque carecía de algunas extremidades no fue razón para que Mastema dejara la lucha. Sus fauces se cerraron fuertemente sobre el brazo derecho del santo de Capricornio como un cocodrilo hambriento. Con el primer mordisco los colmillos apenas agrietaron la cloth, mas al siguiente la sangre roja comenzó a escurrir entre los afilados dientes.
Mientras Erebus lo tenía completamente sometido y le mantenía el brazo extendido, Mastema buscaba arrancarle a Excalibur de manera salvaje, que probara en carne propia el mismo dolor que causa a otros.
Sugita gritó repetidas veces agobiado por el dolor. Las navajas que se le enterraron en el cuerpo inyectaron una brasa incandescente bajo la piel que le producía mucho sufrimiento. La mordida le provocó intensas visiones de cadáveres, sangre, sequia, llamas y guerra, un vistazo hacia el interior del infierno mismo.
Muchos de sus sentidos querían colapsar, pero se aferró a no desfallecer. Forcejeó inútilmente contra las dos bestias.

Desde el palacio, Sennefer escuchaba complacido el espectáculo; la manera en la que el viento silbaba encubriendo las angustiosas exclamaciones le producía melancolía. Sí, él mismo fue abatido por la misma desesperación tantas veces pero el desierto ahogó por centurias su voz, reprimió su existencia. Pero ya que esa pesadilla terminó, era su turno para desatar la peor de las tormentas por el mundo, se aseguraría de enterrar bajo la arena a todos aquellos que se interpusieran en su camino.
— ¿No es maravilloso reina mía? —preguntó mirando hacia donde ocurría la batalla. Cargaba el cadáver de la Faraona, acunándolo contra su pecho—. El torbellino de emociones que crea una batalla como ésta. La delgada línea que separa la vida de la muerte es la zona donde el hombre expone su verdadero rostro, donde brilla ese fulgor divino que los dioses soplaron durante la creación… Pronto todos los continentes serán arrasados por vendavales similares a éste hasta sumirlos en el caos, pero al final todo habrá valido la pena.
Calló, pensativo ante una pregunta que quizá sólo él era capaz de escuchar— ¿Por qué no termino con esto, dices?… No mi bella flor de desierto, los Apóstoles y los Santos aún me son de utilidad, ¿acaso no te has dado cuenta? —cuestiona a la mujer inerte como si ésta le escuchara—. Te contaré un pequeño secreto sólo a ti —dando pasos cortos por el lugar—. Cuando conocí a esos dos creí que eran espíritus ordinarios, simples emisarios de mi libertador. Fueron mis herramientas para recuperar el Cetro de Anubis —relató—. Después, fui en búsqueda de mi misterioso benefactor, aquel que me permitió ver de nuevo los colores del mundo… Debo admitir que imaginé a alguien totalmente diferente antes de conocerlo, pero supongo que las apariencias siempre son engañosas —recordó a aquel joven de cálida sonrisa que lo invitó a fumar junto al fuego— . No es vergonzoso decir que me convenció… todo lo que dijo fue lógico, no existían razones por lo cual negarme a seguirlo. Y aún después de que no sólo me dio nueva vida, me permitió conservar mi tesoro y la libertad para cumplir mi venganza, me obsequió a esas dos criaturas. Dijo que sólo yo sería capaz de controlarlos y llevarlos a un nivel alto de evolución.
Continuó caminando por la sala, embelesado por los recuerdos de aquel día junto a la fogata— “Mastema” y “Erebus”, si iban a ser de mi propiedad debí empezar por darles nombres. Rápidamente descubrí la gran habilidad latente en ellos, la forma asombrosa en la que se adaptan a cualquier oponente o situación, lo rapidez con la que aprenden de sus propios defectos y debilidades. Cada batalla los obliga a mejorar, cada vez que los regreso del abismo con el Cetro de Anubis vuelven con notables mejoras físicas y mentales, por lo que para mí es conveniente que luchen y mueran las veces que sean necesarias; al final cada herida, cada gota de sangre los acerca a una perfección que cualquier ser humano envidiaría —río prepotente.


La mezcla de todos esos sonidos... la diabólica risa de Sennefer, los gruñidos bestiales y los lejanos gritos de agonía recrearon para Assiut el día en que comenzó su camino para convertirse en el próximo Apóstol Sagrado de Horus.
En aquel estado semiconsciente escuchaba en un atronador eco los gritos de alrededor.
En aquella ocasión no pudo levantarse, adormecido por las heridas sólo lloró y rogó a los dioses un milagro. Toda la vida ha creído que su llanto no fue escuchado, mas el trauma no le permitía recordar detalles importantes que delatarían una intervención divina en ese entonces.

Ahora que es un hombre y los eventos se repetían de una forma muy similar, una reconfortante sensación comenzaba a hacerse presente sobre él. Aún con el frío recorriendo la noche, un extraño cobijo lo envolvió. Dentro del pozo oscuro de la inconsciencia algo comenzó a notarse, un leve resplandor que tintineaba agonizante.
Mientras más interés mostraba por ella, la luz ganaba un brillo amarillento —¿Acaso aquí terminará todo, Assiut?— escuchó en el antiguo idioma egipcio.
— ¿Quién es, quién me llama?— preguntó dentro de sus pensamientos, recordando poco a poco que no era la primera vez que escuchaba tal voz.
— De pie— de nuevo, esa orden—. Apóyate sobre tus piernas, camina, sígueme. —el ente luminoso permaneció estático en la penumbra.

Se sintió de nuevo ese niño moribundo en el desierto. Aquel día una voz le dio las mismas ordenes… creyó que se trataba de simples alucinaciones, engaños del desierto para llevarlo a la tumba. Sin embargo, pese a resistirse y que los deseos de morir entre la arena eran fuertes, la luz no lo abandonó, permaneció allí insistente hasta que se puso de pie, guiándolo en su andar por el desierto.
Casi hipnotizado siguió el resplandor durante días. La luz se mantuvo siempre distante de él, pero conforme se acercaba a su destino la distancia disminuía, aumentando la desesperación en el infante por la caminata sin fin.
Mientras más se acercaba a ella una silueta era visible en el medio de toda la luz… ahora lo recordaba, vio un halcón de plumaje dorado del que emanaba un brillo divino. De pronto el río se cruzó en el camino, le impidió seguir a la radiante ave que se detuvo sobre una barcaza que paseaba en las cercanías. El halcón le dedicó una mirada antes de descender hacia los brazos de una mujer, desapareciendo entre las mantas que ella cargaba con cuidado. Después el jovencito colapsó.

Cuando el velo de la ignorancia y el olvido fue desgarrado por las garras del halcón, Assiut se conmocionó al descubrir la verdad —Mi dios…—murmuró casi sin aliento— …A-atem.
Siempre le dijeron que el Príncipe Atem fue el responsable de salvarle la vida. Lo llamaron un milagro ya que siendo un bebé lo divisó en la orilla del Nilo, siendo sus señales y pucheros que alertaron a los sirvientes y a sus padres de la situación.
A todos les confundió ese extraño apego que el príncipe despertó por el solitario Assiut, algunos más envidiaron tal lazo, él mismo no llegó a comprender tal apego pero ahora todo tenía sentido… La forma en la que lo miraba cuando se angustiaba, el modo en que le apretaba la mano cuando sentía miedo, el porqué lo buscaba cuando se sentía perdido— Él sabía que yo lo protegería sin importar qué… él sabía que yo nací sólo para servirle… —meditó el Apóstol conforme sus parpados luchaban por abrirse— .Qué ciego fui, ¿por qué no lo vi antes?… Él siempre confío en mí ya que sólo existo para protegerlo…

Sennefer detuvo su andar por las sombras al ver en el suelo uno de los sables de Horus. Frunció el entrecejo al ver como la hoja comenzó a vibrar, como si fuera un pajarillo herido que se empecinaba por emprender de nuevo el vuelo. Le intrigó el fenómeno, mas en cuanto escuchó un pavoroso gruñido se volvió hacia el origen de éste.

Sugita quedó ensordecido por el repentino alarido del demonio que momentos antes estuvo por arrancarle el brazo. Sintió un gran alivio cuando las fauces se separaron, mas el desconcierto persistió, un sentimiento que compartió con la otra bestia que aún lo aprisionaba.

El monstruo y el caballero dorado notaron el visible dolor de Mastema quien frenéticamente se sujetaba la garganta, retrocediendo con movimientos violentos. De la boca del demonio salían inexplicables estelas de humo, como si dentro de su cuerpo se hubiera iniciado un incendio incontrolable.
En la desesperación por aplacar la agonía, el demonio comenzó a mordisquear la arena, tragándola como instantes antes succionó la sangre del santo de Capricornio.

Tan consternado por el evento como los demás, Sennefer analizó la situación sin encontrar razón lógica, debiendo guardar toda conjetura ante el estallido de cosmos que ocurrió dentro del palacio.

Los sables de Horus se alzaron del suelo, volviendo a las manos del Apóstol Sagrado quien recuperó el conocimiento y la fuerza para combatir. En contra de lo pensado, el blanco inmediato de Assiut no fue Sennefer, sino que a la velocidad de la luz llegó hasta donde Erebus y Mastema se encontraban.

Envuelto por un Ka destellante, Assiut atestó una rápida estocada al cuerpo de la criatura sin herir al santo ateniense. Enganchado por el vibrante sable de Horus, Erebus fue separado brutalmente de su presa, siendo arrojado hacia donde Mastema permanecía envuelto por la locura.

Poseído nuevamente por la furia de la venganza, Assiut se arrojó contra ellos, arremetiendo numerosas veces sus cuerpos de manera feroz. El Apóstol ignoró cada alarido, cada chorro de sangre hasta sentirse satisfecho, ¡regresarles al doble la agonía vivida por su padre a quien destazaron y devoraron sin piedad en el pasado!

Con el Alba de Horus manchada con la sangre negruzca, Assiut intensificó el poder de su Ka— Horus Abbove! —clamó con todas las fuerzas de su voz, un grito que liberó años de pesadillas y frustración.
Un fuerte destello resplandeció en su mano, Assiut contuvo el poder latente entre los dedos para lanzar un golpe hacia las dos bestias quienes quedaron ciegas por el resplandor que estalló como una gran nova dentro del desierto.
Un silbido agudo y después un potente estallido. Luz blanca trajo el día por un instante al reino sumido en la oscuridad.

Sennefer permaneció con una expresión serena aún en ese mundo en blanco y negro. Vio como la luz creada por el Apóstol se convirtió en una gran ráfaga que arrastró a sus subordinados, abriendo las arenas del desierto en dos. Sonrió por el abrupto incremento de poder en el Apóstol Sagrado de Horus, mas no era suficiente para impresionarlo.
Mastema y Erebus desaparecieron entre la luminosidad, la arena y el aire mientras el santo de Capricornio terminó en el suelo.

Assiut no esperó a regocijarse por la desaparición de los dos monstruos, de forma inmediata se giró hacia donde el antiguo Apóstol Sagrado de Seth se hallaba observando los hechos.
Assiut se impulsó hacia él manteniendo al máximo su poder, los sables de Horus se tensaban fuertemente en sus manos, brillando como lo harían en las del mismo dios de Egipto.
Sennefer se negó a cualquier movimiento pese a la estocada dirigida hacia su corazón. No porque confiara plenamente en el Zohar que portaba, incluso temió por un segundo que el arma divina fuera capaz de herirlo, pero estaba dispuesto a poner en función a su más reciente adquisición.

El sable de Horus se precipitó sobre Sennefer como las garras del Halcón que buscan una presa, sólo que una mano se alzó frente a éste impidiéndole avanzar más.
El mismos Ka de Assiut se apagó por esa palma que impuso autoridad. El Apóstol quedó perplejo al ver a la Faraona moverse.
Cargada por el enemigo que le dio muerte, levantó el brazo deteniendo al atacante.
Assiut no se detuvo por la fuerte impresión del momento, simplemente no importaba que tanta fuerza empleara, los sables no avanzaron ni un milímetro más ante la señal de la Faraona. Sufrió un gran sobresalto cuando la vio ladear la cabeza, dedicándole una mirada carente de la chispa que delataban voluntad y vida.

— N-no… reina mía… ¡usted no puede…! —murmuró— ¡¡Sennefer, eres un maldito!!
Sennefer volvió a reír descaradamente. Su risa maléfica terminó por sumergir una vez más a Egipto en la oscuridad.
— Como Faraón es natural que necesite una compañera digna a mi lado… —comentó cínicamente, acariciando con dulzura la mejilla del cadáver ensangrentado—. ¿Creíste que dejaría escapar tan bello trofeo? ¡Los dioses de éste nauseabundo pueblo depositaron su fe en ella, que vean ahora que uno de sus más preciosos tesoros está en mi poder! —explicó sin parar de carcajear—. Todo lo que creen suyo pasara a ser mío.

Como shaman Assiut entendía la situación, Sennefer estaba utilizando el poder del Cetro de Anubis para retener el alma de la Faraona en el mundo humano, atándola a su cuerpo original, convirtiéndola así en una esclava que no tiene más que hacer que la voluntad de su amo.
Se sentía tan indignado que se le dificultaba pensar con claridad, pero debió hacerlo de prisa en cuanto los sables dorados se zafaron de sus manos, permaneciendo suspendidos delante de la Faraona y Sennefer.
Sennefer le permitió a su nueva sirviente caminar por si misma. Lejos de tambalearse o moverse con torpeza, el cadáver de la mujer poseía la misma destreza que cuando guardaba vida en su ser. Sujetó como una experta esgrimista la empuñadura de ambas armas, apuntando amenazadoramente a Assiut con ellas.
Al Apóstol Sagrado de Horus retrocedió por mero reflejo, intimidado al ser la primera vez que esa mujer le transmitía tal sensación de peligro.
— ¿Por qué la sorpresa? —comentó el espectro respaldando a la mujer—. Tú mejor que nadie deberías entender que pese a todo continua siendo la misma alma a la que los dioses le brindaron muchos dones y beneficios. Sus privilegios están intactos, es por ello que es capaz de hacer esto y mucho más ¿por qué no le muestras a que grado, querida?
— ¡Faraona, por favor deténgase, sé que usted es más fuerte que ésta alimaña! —Assiut intentó encontrar un leve signo de conciencia, pero la respuesta que consiguió lo dejó totalmente desprotegido.
— Retírate— pronunciaron los labios de la reina de Egipto.
Assiut se estremeció todavía más al ver como el Alba de Horus se separó de su cuerpo, formando una bola de fuego dorado que alzó el vuelo como un cometa hacia el lejano templo del dios halcón.

El egipcio no terminó de asimilar lo que ocurrió cuando uno de los sables dorados le perforó el estomago. Por el impacto el Apóstol retrocedió algunos pasos, siendo empujado al suelo con severidad cuando la mujer extrajo la cuchilla.
Assiut cayó al suelo debilitado, presionando la herida que sangraba de manera alarmante.
Anonadado por el cambio repentino de los eventos, el Apóstol miró furioso a la pareja desde el piso.

Sennefer aplaudió gustoso el siguiente acto de la obra frente a sus ojos, riendo extasiado por todo lo acontecido hasta el momento— Esplendido, ni los mismos dioses podrían haber escrito un destino como éste— el demonio se alejó, alzando la mirada y los brazos hacia los pilares donde las esculturas de las deidades permanecían magulladas por los constantes despliegues de poder—. ¡Ellos fueron los escritores del inicio, del desarrollo y del final de la antigua Era! Deberían haberse quedado conformes con eso, pero los muy pusilánimes se dieron cuenta de sus infames errores, atreviéndose a redactar un nuevo comienzo, iniciando con la resurrección del olvidado reino… —una mueca de disgusto borró la alegría del espectro—. Dime algo Apóstol, ¿ante esta oportunidad crees que es justo que ellos vuelvan a tener el control del pincel que escribirá la historia? —la mirada se le volvió a cargar de odio y resentimiento—. ¡Yo no soy partidario de segundas oportunidades, su tiempo se acabó!—apuntó un dedo hacia la estatua del dios cocodrilo la cual estalló al instante—. ¡Si realmente aspiran a una nueva Era deberían hacerse a un lado, son obsoletos, inútiles! —cada estatua terminó destruida por sonoros estallidos— ¡Soy parte de un nuevo camino, es algo que deben de entender! Por tan buen espectáculo te ofrezco a ti y a todos los tuyos la salvación, es la última vez en la que les concederé el perdón— girándose hacia el Apóstol quien yacía a los pies de la antigua Faraona—. Les conviene aceptarme.
Claramente atormentado por el dolor, el Apóstol Sagrado de Horus logró ponerse de rodillas, esforzándose por enderezar la espalda.
— ¿Así que consideras que el más apto para tomar las riendas de Egipto eres tú? Un hombre enfermo y malévolo… ¿a esa clase de Faraón es al que debería rendir respeto? —Assiut escupió con desprecio—. Si esa es la nueva Era que ofreces, entonces estarás solo, gobernarás una tierra muerta repleta de cadáveres, reinarás a los escorpiones, serpientes y demás bestias ocultas en la arena…
El egipcio se mantuvo arrodillado frente a la única Faraona que él reconoce y admira—. Tu ambición es absurda… Entérate que Meskenet sólo inclinará la cabeza a una soberana… —levantó el mentón, contemplando con ojos devotos a la mujer—. Majestad, por favor discúlpeme… jamás pude ser como mi padre… él debió haber sobrevivido… él seguramente hubiera podido salvarlos…. —sonrió con pesar—. Cuando menos logramos salvar a Atem… Si hubiera sabido quién era él desde el principio… habría actuado diferente, no habría dicho tantas cosas frente a él… —respiró con pesadez, encogiéndose por las heridas—… Es lamentable que debamos dejar todo en manos de forasteros ¿no lo cree? Pero si la diosa del Santuario se apiada de nuestro pueblo una vez más… entonces no habrá nada que lamentar, ellos estarán bien…
Assiut perdió en ese instante la conciencia, mas su cuerpo quedó en la respetuosa reverencia echa a la Reina.

Sennefer frunció el entrecejo al notar lágrimas en las mejillas de su marioneta. Como experto shaman entendía que el alma dentro del cadáver conservaba experiencias, memorias y sentimientos del individuo, mas el cetro de Anubis le permitía un control absoluto; la presencia de dichas lagrimas indicaban la férrea voluntad del espíritu a tratar. Aunque lejos de sentir inquietud, Sennefer sonrió confiado, ha domado almas mucho más rebeldes por lo que sería un buen entretenimiento en el futuro.
—Si esa es la última palabra del reino de Egipto, que así sea— murmuró con resignación, encogiendo los hombros—. Acaba con él, imita lo que él hizo con mis dos pobres mascotas— ordenó con toda la intención de probar a la nueva adepta.
Los brazos del cadáver temblaron por un momento, terminando por levantar las espadas que se precipitaron hacia el Apóstol Sagrado.
Un halo de luz envolvió a Assiut antes de ser alcanzado por la filosa cuchilla, la cual lo arrastró lejos del peligro. Sennefer suspiró invocando algo de paciencia— ¿Acaso no has tenido suficiente? Te di la oportunidad perfecta para huir pero aún así decides volver a interferir— preguntó al Santo de Capricornio quien cargaba al egipcio malherido a un costado.

Cierto que actuó por reflejo al ver a Assiut en peligro. Ahora que se encontraba delante de ese monstruo nuevamente caía en cuenta de su desventajosa condición. Se sentía muy débil, estragos del malestar que se esparcía de la grave lesión en su brazo derecho el cual no podía mover.
— Nadie está pidiéndote favores como esos… por lo que no tengo ninguna obligación de huir —respondió con firmeza.
— Estoy comenzando a apreciar esos ojos tuyos, la manera en la que pueden cambiar de ser los de un cordero asustado a los de un tigre desafiante, y viceversa. El contraste que refleja la constante lucha entre el monstruo y el hombre— comentó, moviendo los brazos con énfasis teatral—. Será una lástima quitarles ese brillo, pero sobreviviré— río con descaro—. Mátalos a los dos.
La mujer no volvió a mostrar titubeos por dicho mandato, alistó los sables sólo para recibir una fuerte descarga de energía que la arrojó contra un muro cercano.

Sugita apenas pudo creer la velocidad con la que Albert de Géminis apareció junto a la Faraona, descargando un potente golpe por el que rompió la pared.
Albert le dedicó una mirada al joven Capricornio con la que lo reprendió por tan lastimero estado en el que lo encontraba. De forma inmediata el santo de Géminis se volvió hacia donde se hallaba Sennefer.

El nuevo Faraón respondió a esos ojos hostiles con un gesto tranquilo—. Esa mala costumbre que tienen de intervenir en los momentos menos oportunos comienza a serme un fastidio —aclaró al sobarse el mentón.
— Debiste haber conseguido peones más capaces de enfrentar a un Santo de Atena —Albert lanzó de manera despectiva un casco al suelo. Sennefer lo reconoció como aquel que solía portar la Apóstol de Sekhmet.
— ¿Venciset a Hehet? —cuestionó con indiferencia. Aunque ella fue la única de los Apóstoles que traicionó a sus reyes, sólo le permitió vivir y servirle al ser la recompensa solicitada por entregarle al príncipe del reino sin demasiada dificultad—. No me causa ninguna conmoción —añadió sin demora—, desde el principio supe que no estaba capacitada para ser miembro de mi ejército, pero al ser hombre de palabra tuve que cumplir mi promesa, claro que nunca mencioné nada acerca de que yo la protegería de la derrota.
—¿Tú eres Sennefer? —Géminis preguntó de manera analítica, percatándose del aura inquietante que lo envolvía, pero más le intrigaba el aura latente en el cetro dorado.
—Y tú…— pausó un poco, como si tratara de recordar un nombre— debes ser ‘Albert’— una sonrisa socarrona le iluminó la cara—. He escuchado mucho sobre ti.
Aunque se mostró interesado en preguntar cómo es que lo conocía, lo frenó un explicable miedo hacia la respuesta— Espero que sólo hayas escuchado cosas buenas.
— Créeme, estupendas —sonrió todavía más—. Por lo que no tengo motivos de pelear contigo pese a que me desafíes tan abiertamente. Te recomiendo que te ahorres los discursos, ya he escuchado muchos en éste día —manoteó con aburrimiento.
Las dudas crecieron todavía más en el santo dorado.
— Inet, es momento de ponernos serios —apuntó el baculo de Anubis hacia el hueco oscuro en la pared por el que el cadáver desapareció—. Ya que tenemos espectadores no deseados en nuestro reino, demostrémosles la razón por la que se dice que los Faraones eran considerados reencarnaciones de los mismos dioses… ¡Invoca tu Alba Divina!

***

Osahar, Apóstol Sagrado de Anubis, contemplaba cada débil respiración del pecho de Hehet como si fuera el ultimo.
La mujer se encontraba en el suelo, aún fuera de la barrera protectora. La rápida batalla que sostuvo con el caballero de Géminis le permitió a Osahar descubrir que sus sentimientos por ella persistían aún cuando también se encontraba inundado por odio y desilusión. Lo comprobó cuando el Santo de Géminis iba a propinarle el golpe de gracia. Su grito detuvo la ejecución que creía anhelar.
El Santo Ateniense admitió que no era su deber impartir la justicia en ese país, por lo que decidió permitir que ellos se encargaran de juzgarla a como les conviniera. Después se dirigió a toda prisa hacia el palacio.

Hehet era una Apóstol de segundo nivel, aunque sus intentos por derrotar al santo de Géminis pudieron ser aplaudidos, la diferencia de poderes determinó desde el comienzo el resultado.
Yacía ahí, con el Alba de Sekhmet totalmente destruida, repleta de heridas y brotes de sangre… Osahar reprimió un sollozo al bajar el mentón, esa mujer aún le importaba, pero por encima del corazón estaba el juramento de lealtad hacia los reyes de Meskenet.
¡Maldijo a Sennefer con toda el alma! ¡A sí mismo por haber ignorado a Assiut todos estos años en los que insistió que buscaran al monstruo antes de que recobrara fuerzas!
Osahar debió dejar por un lado los lamentos cuando percibió como las puntas de las tres pirámides a su espalda destellaron con un intenso fulgor del que se proyectaron tres hilos de oro. Las líneas de luz se cruzaron en un mismo punto, formándose una inmensa esfera de fuego que cegó a todo aquel que intentó mirarla.

Los Apóstoles que en las cercanías atestiguaron tal manifestación de poder quedaron boquiabiertos en cuanto sus sentidos se sobrecargaron por tan inmenso Ka. Únicamente el chaty* del reino entendió la gravedad de la situación.
El despertar de la divina trinidad significaba que el cerrojo impuesto por Osiris, Isis y Horus fue retirado por comando del Faraón en turno, reclamando así el derecho de invocar la Alba Divina de Ra.

En cuanto el chaty cayó de rodillas temblando por el destino incierto de su gente, la inmensa bola llameante se empequeñeció hasta parecer una simple estrella en el firmamento.

Convertida en una estrella fugaz se dirigió hacia el palacio en un santiamén, pasando por los pasillos, entre las columnas y la oscuridad hasta perderse dentro de la grieta en la pared. El resplandor golpeó de manera brutal el frío cuerpo de la Faraona.

El choque de ambos cuerpos provocó una onda expansiva que sacudió toda la construcción, alarmando a los santos quienes contemplaron absortos la figura que levitaba hacia la sala principal.
Como antiguo Chaty, Sennefer conocía tantas cosas que los Apóstoles le envidiarían el saber. La Alba Divina de Ra era una leyenda a voces, no existían registros de que algún Faraón la hubiera portado con anterioridad. Se dice que es una vestimenta sagrada que los mismos dioses de Egipto obsequiaron al primer Faraón de la nación, un manto que sólo su representante en la Tierra puede portar.
Aunque el Príncipe Olvidado del Desierto se ha erigido como Faraón, no existe la bendición divina que le permita tener acceso a tal tesoro, sin embargo con que alguien la utilice para su beneficio era suficiente…
Extasiado sonrió al bañarse con el resplandor emitido por el Alba sagrada.

Frente a Albert,la Faraona se encontraba cubierta por una vistosa armadura. Sobre su cabeza se elevaba una corona blanca adornada por dos despampanantes plumas rojizas que bien podrían haber sido arrancadas de la cola de una ave fénix. Cubriendo el resto de la cabeza un nemes* con franjas doradas y azul lapislázuli, en la diadema del distinguido tocado la figura de la cobra y el buitre formaban el respetuoso símbolo de Uraeus*, el emblema protector de los faraones. Para ocultar la femineidad del gobernante en el rostro llevaba una máscara dorada, de cuya barbilla sobresalía una barba postiza como tributo a Osiris.
El resto del cuerpo estaba protegido por placas cuyo metal semejaban escamas de oro repletas de coloridas joyas, un faldón largo, guantes y botas altas. Dos halcones protegían a la reina cruzando sus alas sobre su pecho y espalda, un conjunto que transformó la grácil y curvilínea figura en un cuerpo preparado para el combate.
De su cinturón pendía una cola artificial de león, mientras un par de majestuosas alas metálicas crecieron de su espalda para mantenerla suspendida por encima de la tierra y toda criatura rastrera.
Los sables de Horus fueron desplazados por el cetro de Sejem* y el cetro de Nejej* que brillaban como el báculo de Nike o el tridente de Poseidón.
— Mi lucero de la mañana y de la noche— clamó Sennefer con gran regocijo ante magnifica aparición—, ha llegado el momento que emplees tu magnificencia para acatar mi voluntad —la señaló con el siniestro báculo de Anubis—. ¡Destierra a los forasteros para siempre de mi reino, y después purga a Egipto de todo ser viviente! ¡La era de Sennefer ha dado inicio!


FIN DEL CAPITULO 18




Thot* El dios Egipcio de la escritura, de las bibliotecas, de la lengua y el señor de las palabras divinas. Representaba las matemáticas, la astronomía y las ciencias en general.
Chaty* El Visir de Egipto.
Nemes*es una especie de cofia cubre-pelo de tela, no una corona. Era un tocado que utilizaban frecuentemente los faraones egipcios.
Uraeus* La imagen del uræus constituyó el emblema protector preferente de muchos faraones, quienes eran los únicos que podían portarlo como atributo distintivo de la realeza.
Cetro de Sejem* simbolizaba la fuerza y la energía mágica de su portador.
Cetro de Nejej* símbolo antiquísimo del estado, tenía la forma de un flagelo o mayal. Era muy utilizado en las ceremonias.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#87 dead mask 2

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Publicado 20 enero 2011 - 00:01

A MUY BUENO U FIC SEPH


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#88 Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 20 enero 2011 - 08:57

Genial Seph_girl

estuvo espectacular este capitulo y al fin se como llegaron hasta alla XD

esperando el proximo capitulo
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#89 Cástor_G

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Publicado 04 febrero 2011 - 17:14

Hola seph, aquí vengo a dejar mi opinión sobre el cap. 9 ^^

Estuvo muy bueno el capítulo, la reunión de dioses estuvo muy bien... los diologos fueron correctos, realmente parecían dioses hablando ^^, Dionisio fue el más cuerdo de todos al parecer jeje
En general estuvo bien la reunión, muy detallada... me alegra que no hayas puesto a los olímpicos como brujas de cuento, con la risa escandalosa y todo... no me gusta ver eso en los fics, así que te lo agradezco jeje

Hubo algunas situaciones que me recuerdan a partes d emi fic que no no escribo!!! como la tormenta de arena... o las personas que mueren en un barco por una enfermedad... juju.


Llegaron los Apóstoles de Ra al santuario... hasta cuál templo llegarán? Cruzarán todos? D:

Seguiré leyendo estos días juju


Saludos!

Capítulo 15: La Flor Sangrienta
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Publicado 05 febrero 2011 - 07:55

Hola Seph, interesante el cap, aunque ya ni me acuerdo como iba debo empezar a leerlo desde el principio,xD

Los Apostoles llegaron, ahora empezaran los combates, ¿llegaran a cruzar los templos? Nah se laugh.gif

Solo una cosa, algo tikismikis que soy pero como experto en Egipto queria decirte:

CITA
Frente a Albert,la Faraona se encontraba cubierta por una vistosa armadura.


El término Faraona no existe, es un error gráfico y está mal, ya que Hatsepshut la mujer que se hizo Faraón se le llamaba la reina Faraón, no Faraona.

Y otras mujeres que desempeñaron esa funcion eran reinas faraon.

Espero que no te moleste esta observación.

Un saludo
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No tengo intención de acariciarte la mejilla y decir que me he equivocado... No lloraré preguntandome por lo que pudo ser, sé que lo entiendes... Y, en cierta forma, estoy orgulloso de ti... Has mostrado gran convicción...Fuerza, valor, cualidades nobles... Deberia haberte matado hace mucho... (Haythan Kenway)

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Publicado 22 febrero 2011 - 19:33

Hola Seph ^^. Aquí vengo a dejarte mi opinión sobre el cap. 10 =)


Capítulo muy bueno e interesante. Me agradó la pelea de Escorpiones juju.
Me alegra que haya inciiado un recorrido por los templos... no sería un fic de Saint seiya sin un recorrido así jaja.

Y el final me dejó intrigado, Terario entrará en acción!!!

Supongoq ue Souva no morirá aún, es de los pesonajes que mejor has desarrollado hasta el momento.


Espero pronto leer el siguiente capítulo y ver qué más nos tienes preparado con estos Apostoles!


Saludos!

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Publicado 26 marzo 2011 - 22:03

Un saludote a todos =), de nuevo me desaparezco para volveeeeer con un capitulo nuevo, un poco más largo de lo habitual pero creo que vale la pena la extensión XD.
Ahora pasemos a responder sus comentarios.


CITA(dead mask 2 @ Jan 19 2011, 10:01 PM) <{POST_SNAPBACK}>
A MUY BUENO U FIC SEPH


SIN PALABRAS. ES GENIAL


=) Esperemos y continue así hasta el final XD!!!!. Un abrazo dead mask.




CITA(Espectro1986 @ Jan 20 2011, 06:57 AM) <{POST_SNAPBACK}>
Genial Seph_girl

estuvo espectacular este capitulo y al fin se como llegaron hasta alla XD

esperando el proximo capitulo
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XD Pues aqui está ya mi amigo, espero sea de tu agrado.


CITA(Cástor_G @ Feb 4 2011, 03:14 PM) <{POST_SNAPBACK}>
Hola seph, aquí vengo a dejar mi opinión sobre el cap. 9 ^^

Estuvo muy bueno el capítulo, la reunión de dioses estuvo muy bien... los diologos fueron correctos, realmente parecían dioses hablando ^^, Dionisio fue el más cuerdo de todos al parecer jeje
En general estuvo bien la reunión, muy detallada... me alegra que no hayas puesto a los olímpicos como brujas de cuento, con la risa escandalosa y todo... no me gusta ver eso en los fics, así que te lo agradezco jeje

Hubo algunas situaciones que me recuerdan a partes d emi fic que no no escribo!!! como la tormenta de arena... o las personas que mueren en un barco por una enfermedad... juju.


Llegaron los Apóstoles de Ra al santuario... hasta cuál templo llegarán? Cruzarán todos? D:

Seguiré leyendo estos días juju


Saludos!


Castor!!! que alegría que sigas leyendo jajaja pasito tun tun XD, pasito tun tun, pero se te agredece muchoooo s46.gif
La verdad el capitulo 9 ha sido de mis favoritos hasta ahora XD
Traté de usar a los dioses con dignidad, ajaja tambien a mi me cansa que siempre los pongan como dioses sanguinarios que siempre quieren SAAANGRE Y DESTRUCCIÓN GRRRRR, asi que por eso les di ese pequeño enfoque gracias a Zeus XD.
A muchos les ha gustado como actuó Dionisio XD, no se me ocurrió algo mejor al parecerme el mas neutral y relajado jeje.
Gracias por Leer.



CITA(Eichi de Orion @ Feb 5 2011, 05:55 AM) <{POST_SNAPBACK}>
Hola Seph, interesante el cap, aunque ya ni me acuerdo como iba debo empezar a leerlo desde el principio,xD

Los Apostoles llegaron, ahora empezaran los combates, ¿llegaran a cruzar los templos? Nah se laugh.gif

Solo una cosa, algo tikismikis que soy pero como experto en Egipto queria decirte:



El término Faraona no existe, es un error gráfico y está mal, ya que Hatsepshut la mujer que se hizo Faraón se le llamaba la reina Faraón, no Faraona.

Y otras mujeres que desempeñaron esa funcion eran reinas faraon.

Espero que no te moleste esta observación.

Un saludo



Saludos chico!!!! muchas gracias por lo del termino de 'Faraona', no tenía idea... pero te juro que lo pones en un Buscador y vez la palabra escrita por todos lados O.o (yo tenía mis dudas pero pues bueno)
Hmmm la verdad me da pareza corregirlo por el momento s68.gif asi que espero puedas ignorarla en los siguientes episodios XD jajaja cuando tenga tiempo trataré de cambiarlo ;) Creeme ^^



CITA(Cástor_G @ Feb 22 2011, 05:33 PM) <{POST_SNAPBACK}>
Hola Seph ^^. Aquí vengo a dejarte mi opinión sobre el cap. 10 =)


Capítulo muy bueno e interesante. Me agradó la pelea de Escorpiones juju.
Me alegra que haya inciiado un recorrido por los templos... no sería un fic de Saint seiya sin un recorrido así jaja.

Y el final me dejó intrigado, Terario entrará en acción!!!

Supongoq ue Souva no morirá aún, es de los pesonajes que mejor has desarrollado hasta el momento.


Espero pronto leer el siguiente capítulo y ver qué más nos tienes preparado con estos Apostoles!


Saludos!


Castor! cap 10, que bien =)
Seeee es lo mismo que pensé cuando decidí hacer ese recorrido de templos, dije "Se que es cliché pero esto no puede faltar XD cuando menos una vezzzzzzz por lo clasico XD
Y tienes razón, Souva de Escorpion es de mis santos consentidos XD asi que no morirá ésta vez jejeje XD
Y si, ya en el 11 Acuario entrará en acción, a ver que tal o.o.....

Cuidate y un abrazo =D


Y AHORA SI YAAAAA PASEMOS AL EPISODIOOOOOOOOOOOOOOO 19!
EL 20 YA ESTÁ ESCRITO, NADA MAS ANDO ESPERANDO AL LECTOR BETA xD

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Capitulo 19. El Cetro de Anubis, Parte III
Aves de esperanza


La faraona Inet siempre fue reconocida por su amabilidad, respeto y corazón bondadoso hacia los demás, pero tales cualidades jamás opacaron la fuerza de su Ka ni la mano estricta para gobernar al pueblo. Ahora que Sennefer ha eliminado todas las barreras que limitaban su verdadera fuerza Egipto gemía en pánico, la arena del desierto corre despavorida en sonoros vendavales, consciente del desastre que se cierne sobre el reino. El ejército de espectros que se mimetizaba en la oscuridad celebró con agudos lamentos la ascensión de una nueva líder dentro de la legión fantasmal.

Sennefer le dio la espalda a los guerreros dorados para subir al trono, sentándose cómodamente en el una vez más. Apoyó la barbilla sobre los nudillos de su mano izquierda, contemplando con interés la escena.

Albert de Géminis percibía la gran energía que envolvía a su próximo oponente. Reconocía que era una cosmoenergía por la que cualquier guerrero estaría dispuesto a agachar la cabeza; entendía que los Apóstoles veneraran a la dueña de dicho poder, así como él se inclinaba ante el Patriarca Shiryu. Pero lejos de acobardarse, el Santo de oro no se dejó confundir, no importaba la identidad de quien estaba delante de él, la tarea no cambiaba.
— ¿Así que para esto he viajado de tan lejos? ¿Para acabar con un individuo que se esconde detrás de las faldas de una mujer? —Géminis habló con impertinencia, esperando cualquier oportunidad para atacar o defenderse de ser necesario.
— Hmmm me tiene sin cuidado lo que pienses sobre mí. No me siento menos hombre por tal situación —el egipcio dijo sonriente—. ¿No será que temes enfrentarte a ella? Supongo que Hehet habrá sido nada para ti, por lo que al verte tan desilusionado espero que mi Reina sea capaz de complacerte…

De inmediato, el Ka blanco de la guerrera se manifestó. Por una fracción de segundo un resplandor alarmante tintineó en los ojos de la máscara dorada sorprendiendo a Albert quien intuitivamente se hizo a un lado, mas se tambaleó al sentir un fuerte impacto que cuarteó la hombrera izquierda de la cloth dorada.
— ¡Esto no puede ser…! ¡Apenas fui capaz de verlo…! —pensó contrariado, regresando la mirada hacia la mujer cuyos ojos volvieron a brillar.
Géminis esquivó los proyectiles invisibles, los cuales al impactar el suelo detonaban un fuerte estallido.
Entre más velocidad empleaba Albert para eludir los ataques, estos ganaban más precisión y rapidez.

Ante la indicación de Albert, Capricornio tomó a Assiut para alejarse del peligro. Sennefer le dedicó una mirada al joven Santo con la que le aseguró que no se molestaría en impedirle marchar, que podía hacerlo… sabía bien que regresaría.

Cansado de retroceder, Albert se impulsó hacia el frente, pasando a través de las constantes explosiones sin detenerse pese a que más de una rozó su cuerpo. A cierta distancia expulsó su cosmos hacia el infinito, desatando la tormenta galáctica existente en su ser — Galaxian Explosion! (¡Explosión de Galaxias!)

La guerrera cruzó los brazos a la altura del pecho sosteniendo los báculos sagrados, creando una barrera transparente sobre la que la oleada de estrellas y planetas chocó. El impacto no la empujó ni un centímetro hacia atrás para asombró del Santo dorado. El bastón de Sejem destelló cuando el muro invisible engulló toda la energía de la explosión hasta desaparecerla por completo.
Justo antes de que Albert pudiera articular alguna palabra de asombro, los ojos de la antigua Faraona brillaron con mayor fuerza, liberando un torrente que Albert reconoció pasmado.
Géminis fue golpeado por la misma fuerza que él es capaz de generar. Cada estrella, asteroide y planeta regresó a él, estrellándolo contra el techo para caer al suelo muy aturdido. De no ser por la protección de la armadura de Géminis habría muerto.
No tuvo la oportunidad de levantarse cuando sintió un fuerte golpe en la espalda, seguido de otro y muchos más de manera constante. La guerrera no dio tregua al enemigo, su máscara continuó destellando ante cada impacto hacia el santo de Atena incluso cuando éste logró levantarse para volver a caer dentro del mismo cráter.

— Ya lo imaginaba —Sennefer comento con ironía desde su asiento—. Fuiste demasiado arrogante como para pensar en que podrías alcanzarme en tu estado. Es decir, hasta yo sé que pelear con un Apóstol como Horus y Mesket en el mismo día debe ser agotador, además un viaje hasta aquí en tan poco tiempo debe ser algo cansado… —comentó con sosiego, sonriendo con malignidad—. Me doy cuenta que he sido muy desconsiderado, ¿por qué no descansas un poco? —preguntó entre risas.
La guerrera de Sennefer detuvo sus ataques, esperando nuevas órdenes.

Géminis se levantó con mucha dificultad, como si la armadura de oro se volviera cada vez más pesada. De repente se sintió muy agotado, es cierto que había combatido con intensidad sin descanso, mas conocía bien su rendimiento físico ¡no podía haber llegado al límite todavía! Por lo que no entendía por qué le costaba tanto el respirar.
Tras parpadear repetidas veces, el Santo notó ciertas sombras a sus pies las cuales comenzaron a tomar formas de brazos y dedos que iban escalando sobre él.
— ¡No! ¡La marca….! —pensó sobresaltado. Se llevó la mano hacia donde el Apóstol Sagrado de Anubis había colocado el sello protector que impedía que los espectros lo atacaran, descubriendo cómo ese fragmento de la armadura estaba dañado por los ataques recibidos con anterioridad, borrando todo rastro del conjuro.

— Cuando una gran cantidad de espíritus se concentra en un mismo lugar todo ser vivo comienza a presentar síntomas de enfermedad y al tiempo mueren…Espectros como los que nos rodean también tienen necesidades, una hambruna conectada a la envidia que en sus almas sienten por los vivos —el inmortal explicó serenamente, siendo un panorama que vio muchas veces en su juventud, cuando incursionaba hacia las ciudades para aplacar a los malos espíritus—. En la oscuridad y frío de la muerte, un Santo de oro ha de brillar como el sol, por lo que no los culpes por desear opacar el resplandor tan molesto que despides —rió.
Albert disparó su cosmos, buscando apartar a los espíritus que lo inmovilizaban con rapidez. Sentía que le robaban la fuerza y el aliento.
— Quizá con espectros comunes tus intentos funcionarían, pero tratas con mi legión y la influencia del Cetro de Anubis… No fuiste entrenado para ser un shaman, por lo que es improbable que puedas librarte de ellos —el egipcio se regocijó, haciendo una larga pausa antes de volver a hablar—. Nunca imaginé que precisamente tú vendrías aquí… Alguien se molestará mucho conmigo cuando se entere de tu muerte —entornó los ojos—, pero supongo que será su culpa, no la mía…— movió el dedo índice y pulgar de la mano derecha, proyectando una orden silenciosa a sus subordinados.

Albert se estremeció cuando los fantasmas le atravesaran el pecho con sus brazos intangibles, algunos le oprimieron el corazón y otros el resto de los órganos vitales con fiereza. Sintió como si cada uno de esos brazos fueran lanzas congeladas que le atravesaban las entrañas.
Miró con rabia a los espíritus que no podía quitarse de encima por muy poderoso que fuera.

Los ojos e la Faraona volvieron a destellar amenazadoramente, concentrando una gran cantidad de energía que lanzó sin remordimientos.
Géminis entrecerró los ojos, esperando el golpe del que sabía no saldría bien librado. Sin embargo, la intervención del joven santo de Capricornio le salvó la vida.

Armado con el sable de Horus, Sugita cortó la ráfaga mortal en dos. Justo frente a Géminis clavó el arma en el suelo, un acto que apabulló a la mayoría de los espíritus. Capricornio procuró que Albert sujetara la empuñadura del sable, siendo tal contacto que terminara por hacer retroceder a los restantes— Esto los mantendrá alejados, ni se te ocurra soltarlo —indicó.

Al conservar intacto el símbolo que Assiut marcó en la cloth, el santo de Capricornio continuaba siendo inalcanzable para los espectros que volvieron a fundirse en la oscuridad.
Fue un tanto extraño que al dejar a Assiut en la antesala del salón principal escuchara aquellos mismos murmullos que lo han acompañado durante toda la vida. Entre tanto caos a su alrededor, escuchó claramente las voces que al unísono le indicaron que era confiable utilizar el sable de Horus como escudo contra el poder del Cetro de Anubis. Terminó por convencerse cuando, en su delirio, el Apóstol Sagrado de Horus lo zarandeó por el hombro. Quizá el egipcio no haya podido decir nada, pero en los pocos segundos que mantuvo los ojos abiertos le exigió que regresara a combatir.

Sennefer observó con curiosidad lo acontecido. Con la mirada buscó el segundo sable, el cual encontró justo a los pies de la escalinata. Estaba consciente de que su guerrera envío el Alba de Horus devuelta al templo, ¿por qué las espadas no alzaron el vuelo con el resto del ropaje?
El Rey inmortal frunció un poco el entrecejo, clavando los ojos en la espalda de la Faraona.

Ante la abrupta mejoría de su condición, el santo de Géminis no dudó en mantener junto a él la espada dorada pese a que sentía estar faltando a sus votos hacia Atena.
—Esto sí que es algo que nunca antes había visto— comentó Sennefer con tono analítico—. Ya era extraño que una amazona del Santuario entrenara en nuestras tierras junto a nuestros más bravos guerreros… pero que un sucio extranjero emplee un tesoro nacional como el sable de Horus… ¡Por Ra, si hasta yo comienzo a sentirme ofendido! —rió cínicamente.
—Entiendo tu sentir, créeme. Yo tampoco me siento muy cómodo con la idea, pero en vista que tus trucos sucios continuarán, no hay otra salida. ¡Sugita, apártate o sé de utilidad y procura no estorbarme! —exclamó Albert al maximizar su cosmos, arremetiendo contra la Faraona quien se defendió con los dos bastones ceremoniales. Los báculos resistieron los férreos golpes de la espada sagrada, mas la Faraona comenzó a retroceder.
Sugita se unió al combate, apoyando a Albert en la ofensiva fiándose de su velocidad y ken.
No les tomó mucho descubrir que su oponente no estaba demasiado capacitada para el combate cuerpo a cuerpo, esa fue una ventaja que ambos santos no desperdiciaron. Una vez que lograron acercarse gracias a la reliquia egipcia, la presión sobre su enemiga fue en aumento.
Capricornio llamó su atención después de conectarle algunas patadas en la cabeza. Albert se coló entre el desconcierto para plantar su mano en el vientre de la mujer sin permitirle reaccionar, desatando la explosión galáctica que devastó gran parte del complejo, sumergiendo el salón del trono en polvo y escombro.

Perdiéndose de vista por unos instantes, ninguno de los dos santos estaba convencido de haber derrotado a alguno de los adversarios.
Sugita fue el primero en percibir un ataque inminente, cubriéndose de dos impactos que hicieron crujir el brazal de su brazo izquierdo.
Entre la humareda Albert corrió hacia la Faraona, blandiendo la espada con la que esperaba cortarle la cabeza, pero en una oportuna reacción, la cola postiza que semejaba a la de un león se movió cual látigo, golpeando al santo de Géminis repetidas veces hasta enrollarse a la hoja del sable con la intención de arrebatárselo.
Capricornio apareció al costado de la Faraona, aunque ella reaccionó utilizando el cetro de Nejej con el que arremetió contra él.

Las cintas del flagelo sagrado se volvieron de luz, alargándose hasta alcanzar al santo de Capricornio quien recibió el golpe de lleno. El violento impacto lo arrojó hasta un muro por el que resbaló hasta el suelo.
Sugita respiró con desesperación, oprimiéndose el pecho justo donde el flagelo golpeó con brusquedad. Estaba desconcertado, la cloth dorada no presentaba ni un raspón más ni un daño menos, sin embargo sentía mucho dolor en el tórax. Al ponerse de pie percibió como algo tibio comenzó a fluir por su torso, notando las gotas de sangre que mancharon la tierra al escurrir por debajo del ropaje de oro.
Sugita trastrabilló, cayendo al piso nuevamente de donde ya no pudo levantarse por más que lo deseara.

Sennefer no culpaba al chico por su ignorancia, él no podía saber que el Cetro de Nejej posee la habilidad de ignorar cualquier barrera sin importar su origen físico, mágico o espiritual, logrando así golpear directamente el frágil cuerpo del enemigo aunque este se encuentre protegido por la mejor de las armaduras.

Tan rápido como sacó de combate al Santo pelirrojo, la Faraona giró el cetro hacia Géminis. Pese a la corta distancia entre ambos, Albert esquivó los latigazos de manera sagaz sin soltar el objeto que evitaba ser atacado por los molestos espíritus de Sennefer.
Tras un fuerte tirón, el Santo superó la fuerza rival para recuperar el sable de Horus, atacando a la mujer quien evadió al cubrirse con las alas metálicas del Alba divina.

La Faraona buscó refugio en las alturas, yendo Géminis detrás de ella dando un gran salto.
Las alas doradas de la mujer se extendieron totalmente, cubriéndose por un resplandor amarillento del que a gran velocidad salió una lluvia de delgadas estacas de oro.

Al saberse incapaz de maniobrar en el aire, Albert lanzó su Explosión de Galaxias para defenderse. Ambas técnicas chocaron entre sí, logrando un balance en el que ninguna retrocedía ni avanzaba.

Sennefer suspiró un poco decepcionado. Miró el Cetro de Anubis con expresión cansada, palpándolo con delicadeza— ¿Por qué te contienes tanto mi hermosa reina? Lo entendería si se trataran de tus bien amados Apóstoles, pero son míseros Santos de Atena… no son nada para ti —musitó al báculo, encendiéndolo con las llamas de su Ka—. Tendré que enseñarte un par de cosas…

En ese momento, el luminoso Ka de la Faraona se contaminó por una bruma escarlata. El cuerpo de la mujer se tensó con brusquedad, liberando una poderosa ventisca que incrementó la fuerza de su técnica.

Albert fue consciente del incremento al ser empujado por el torrente de proyectiles dorados, los cuales desgarraron el manto galáctico que lo escudaba. El Santo fue embestido por la tormenta que lo estampó contra el suelo del que no pudo levantarse por los constantes golpeteos.

Sugita miraba cómo Albert era castigado por el diluvio divino. Apretó con desesperación los escombros bajo su mano, era la primera vez que se sentía tan impotente, ¿qué podía hacer?

La tempestad que desató la Faraona se detuvo. El caballero de Géminis estaba tendido bocarriba en el centro de un cráter irregular. Albert conservaba conciencia pese a las circunstancias, tosió un par de veces al momento de intentar pararse. Sentía su cuerpo temblar sin control… Esperaba que tales estremecimientos fueran por los ataques recibidos y no por temor…

— Sí que son obstinados— Sennefer pensó con aburrimiento.

La mujer alada soltó ambos cetros, mas permanecieron flotando junto a ella. Extendió el brazo, apuntando con el dedo índice al santo de Géminis.
Albert se contrarió al sentir repentinamente el cuerpo pesado, casi al punto de la rigidez absoluta. No había alcanzado a alzarse sobre sus piernas por él mismo cuando una fuerza desconocida lo ayudó a hacerlo.
Sin poder resistirse, perdió el completo dominio de sus extremidades. Al forzarlas a obedecer, una horrible opresión en el pecho lo detenía. Su mano se abrió sin desearlo, soltando la espada protectora.

Así como Calíope de Tauro sufrió de tal infame poder, llegó el turno de Albert de Géminis de experimentar “El dominio del Nilo”, el arte de Isis para manipular incluso el agua existente dentro de un ser vivo.
Como Apóstol Sagrada de Isis, Kaia conocía tal técnica con una base elemental, mas la Faraona Inet, al ser la emisaria de los dioses, la ejecutaba a un nivel superior en el que no existía cansancio ni tampoco limites de rango, ni cantidad…

Sugita de Capricornio se angustió cuando la misma sensación se apoderó de él. Sintiendo un tirón en la espalda lo levantaron como a un títere con hilos, siendo arrastrado hacia un lado del Santo de Géminis.
La Faraona descendió, aún permaneciendo por encima de sus insignificantes esclavos que la miraban con una mezcla de furia, admiración y espanto. Ella movió ligeramente el dedo meñique y ambos alzaron los brazos hacia el techo, como si un par de cadenas los hubieran jalado y otro par mantenía sus pies adheridos al suelo.
La mujer tomó el Cetro de Nejej una vez más, colocándose a espaldas de los santos.
El primer golpe en el espinazo fue el que los sorprendió. Como si un relámpago los hubiera impactado de lleno sintieron la carne arder y desgarrarse, así como una opresión que les aplastó el corazón y las costillas.
Albert tensó la mandíbula conteniendo un grito mientras Sugita escupió sangre después de un fuerte alarido.
Hubo una leve pausa para el segundo impacto que desencadenó el mismo sufrimiento pero que intensificó el dolor.

El ahora Faraón contemplaba encantado la crueldad con la que su guerrera arremetía contra los dos invasores. Él no tenía inconveniente en que tuvieran una muerte lenta y agonizante, sabía que tal espectáculo fascinaba a las tropas, que observaban con interés.

No pasó mucho para que ambos santos comenzaran a gritar. Por instantes llegaban a perder el sentido, pero al siguiente latigazo reaccionaban atormentados. No sólo fueron golpes en la espalda, también en la cintura, lo muslos y las piernas, terminarían hechos pedazos si continuaban así.

Albert bufaba colérico, nada de sí respondía tal cual deseaba, ¿incluso su cosmos lo había abandonado? ¡Eso era imposible! Miró en dirección hacia su compañero quien apenas se mecía después de cada impacto. ¡Tenía que pensar en algo y rápido…!
— ¡Atena… dame fuerzas...!— suplicó a la diosa ausente, buscando concentración en medio de tanto calvario.


En todo ese tiempo Sennefer se mantuvo sonriente, sin embargo, de manera repentina su gesto cambió a uno de completa seriedad y preocupación. El Faraón se levantó del trono, mirando hacia diversas direcciones…. Percibía una presencia que había entrado a su reino… un Ka que llameaba con fuerza y supremacía.
El egipcio extendió su percepción mas allá de las paredes, buscó con los numerosos ojos de sus siervos fantasmas al individuo que despedía tal poder.
El sujeto se movía tan veloz que no era capaz obtener una imagen de él, pero se acercaba, su arribo era inminente. El espectro volteó con anticipación hacia la entrada de la sala donde vio un bólido de fuego.

Un ave llameante lo golpeó directamente en el pecho. Sennefer quedó boquiabierto por la velocidad con la que fue atacado. La impresión lo hizo tambalear un poco, recibiendo de inmediato un gancho flameante en la quijada que lo elevó por los aires.

Antes de que la guerrera egipcia interviniera a favor de su amo, una silueta esmeralda le salió al paso — Perdóneme… su majestad…— murmuró suplicante. En el aire marcó con los dedos una serie de trazos que quedaron dibujados por una bruma verdosa, invocando un sarcófago que se cerró alrededor de la mujer. Los símbolos acuosos se centraron en la cerradura giratoria con forma de estrella que había en la tapa.

Sugita y Albert cayeron al piso. Al ser el santo de Géminis quien más reaccionaba fue la razón por la que un tercer individuo se le acercó.
— ¡Señor Albert, resista!
Géminis notó los mechones cobrizos y la coraza azul que envolvían al joven que lo socorría.
—… ¿Le-leonardo de… Sagita?... ¿Cómo es que…?
—Ya habrá tiempo de explicar. Pero puede estar tranquilo, la caballería ha llegado— comentó el joven de ojos castaños.
Albert ladeó la cabeza, topándose con la figura de Nichrom, Apóstol Sagrado de Osiris.
—Santos atenienses, agradecemos la ayuda y siempre estaremos en deuda, mas ha llegado el momento de que Egipto termine con esta pesadilla. Pueden dejarlo en nuestras manos —murmuró el hombre de Alba esmeralda. El Apóstol permaneció con la mirada hacia otra dirección, misma a la que Albert se volvió con rapidez.

Sennefer cayó de pie lejos del trono del Faraón. Su mirada se tornó alargada y sombría al confrontar a la figura de fuego anaranjado que le hacía frente.
—Tú eres…— siseó como una serpiente cautelosa.

El ave de fuego permaneció suspendida en el aire unos segundos, aleteando majestuosamente para callar a las bestias resguardadas en la oscuridad. Chilló en advertencia a todas las alimañas rastreras refugiadas en las sombras.
Bajó lentamente a tierra donde adquirió una figura humanoide envuelta por una flameante cosmoenergía.
El fuego dibujaba una ostentosa armadura con alas, mas cuando la intensidad de las llamas comenzó a claudicar resaltó la sencillez de una ordinaria armadura de bronce.

— Bennu* ha vuelto a casa —Nichrom sonrió con tranquilidad.
—¡Es Ikki, el Fénix! —exclamó Albert con gran asombro.

Sennefer sostuvo la intensa mirada de Ikki, uno de los cinco Santos legendarios con los que Atena logró vencer finalmente a Hades, rey del Inframundo.
El paso de los últimos quince años le han brindado a Ikki un porte y aspecto maduro, de gran autoridad que se ganaría el respeto y hasta temor de cualquiera.

Por el Patriarca, Albert sabía de la existencia del Fénix, aunque tenía entendido que el Santo de bronce decidió mantener independencia, sirviendo al Santuario desde la lejanía.

—… ¡el ave Fenix!— el Patrono repitió con gusto, asombro y admiración.

El Santo de Atena permaneció con una actitud pasiva, aunque en su rostro se mostraba un deje de furia.

— Esto sí que es una sorpresa, estoy abrumado —Sennefer dijo con cinismo—. Jamás esperé que una figura célebre como el mismo Fénix apareciera en mí reino. ¿Acaso vienes a presenciar mí coronación?
Una mueca de desagrado tensó el mentón del santo de bronce— Estas tierras están lejos de pertenecerte, infeliz —aclaró amenazante—. La única ceremonia que espero presenciar es tu funeral.

Sennefer mantuvo una sonrisa descarada, pero no se confiaba en lo absoluto de ese hombre del que percibe un gran rencor. El egipcio no era ningún ingenuo, él podía ver más allá de las apariencias; sus sentidos conectados al mundo de la muerte le permitían conocer el verdadero brillo de la opaca cloth de bronce, así como la devastadora fuerza del inmortal Bennu.
La cosmoenergía del santo de bronce empezó a inundar la habitación inadvertidamente, todos allí comenzaron a sentir la atmósfera pesada y ardiente, como si se encontraran en el interior de un volcán a punto de hacer erupción.

Nichrom sabía perfectamente que para el Fénix resultaba igual de indignante la pesadilla que se vive en Egipto. Quizá el Santo no nació dentro del rebaño de Ra, pero vivió por varios años en las tierras de los dioses egipcios, conviviendo con muchos de aquellos que yacían muertos en algún lugar del reino…
Él no tenía dudas, Ikki era el único capaz de acabar con Sennefer, por lo que no vaciló ni un instante en ir en su búsqueda tras el fracaso en la Aldea Apache con el Shaman King.

— Entrar en batalla con el Fénix no estaba entre los planes…— pensó el espectro al resentir el aura hostil del guerrero ateniense.
— ¡¡Nunca te voy a perdonar lo que aquí has hecho!! —Ikki gritó, impulsándose hacia el odiado oponente con el puño extendido.
Sennefer lanzó del mismo modo su brazo hacia el frente, impactando su puño contra el del Santo. El choque creó una onda de energía calorífica que estremeció los débiles muros del palacio.
Ambos combatientes permanecieron con los brazos totalmente estirados hasta que el egipcio lanzó una ráfaga de Ka con su mano libre. Pese a la estrecha distancia, el Fénix desvió la energía con una oportuna patada al mismo tiempo que liberó un rayo energético contra la cabeza del espectro.
Sennefer contuvo el paso de la flameante cosmonenergía con la palma de la mano. De su cuerpo emergieron un sinnúmero de descargas eléctricas que alcanzaron al Fénix.
Ikki salió despedido contra el techo, sintiendo sus extremidades entumecidas por las cadenas eléctricas que lo cubrieron.

El egipcio acumuló electricidad entre los dedos, arrojándola contra el pecho del Fénix.
Ikki elevó su cosmos después de un fuerte grito, las llamas superaron los relámpagos a tiempo para esquivar el ataque que agujeró la bóveda del palacio.
—¡Tu fama te precede, Fénix! Mientras los Apóstoles y otro Santos no me han motivado para pelear en serio, tú presencia aquí lo ha cambiado todo.
Usando su velocidad, el Santo de bronce acortó nuevamente la distancia entre ellos, obligándolo al combate cuerpo a cuerpo.
—Interesante que lo digas, hasta donde sé no has hecho más que esconderte detrás de otros —Ikki lanzó feroces golpes que el egipcio esquivó o bloqueó con los brazos—, pero pienso cambiar eso, ¡no te esconderás más!
Ikki contuvo los puñetazos de Sennefer con las manos, atacando cuando encontraba oportunidad— ¡Me dijeron que eres difícil de vencer, pero he aprendido que no hay enemigo invencible! —bramó el Fénix.
El frenético intercambio de golpes se pausó cuando las manos de los guerreros se cerraron sobre las del otro.
—Lo dice quien tiene la capacidad de volver del más allá sin repercusiones— comentó Sennefer sin retroceder o avanzar— Tú y yo no somos tan diferentes, Fénix, quizá pudiéramos ser amigos —rió.
—¡Jamás me compararía con una alimaña como tú! —Ikki maniobró para sujetar a Sennefer por el brazo, imponiendo su potencia para girarlo de cabeza, arrojándolo contra un muro.
—¡No existe tal cosa como la inmortalidad —el ave de fuego se manifestó a espaldas del Santo cuando éste encendiera su cosmos—, desintegraré todos tus átomos de ser necesario!
Sennefer cayó pesadamente de pie, mirando con ojos desafiantes al caballero quien, como muchos otros, aseguraba su muerte— ¡Promesas, promesas y más promesas! — clamó con una carcajada, mostrando un Ka carmesí dentro del que rostros espectrales se dibujaron.
Una tormenta eléctrica comenzó dentro de la cámara, compitiendo con las llamas del Santo de bronce. Los ojos del egipcio comenzaron a inyectarse de oscuridad, sus iris se tornaron de un dorado brillante, alargándose hasta simular los de una peligrosa serpiente.

Para los presentes era difícil distinguir cuál cosmos era más fuerte, pero depositaban su confianza al Fénix para llevarse la victoria.

El Santo agitó los brazos imitando el aleteo de la mítica ave antes de lanzar una llamarada mortífera —¡¡Ave Fenix!!
El Patrono del Zohar de Estéropes reunió todos los relámpagos de su Ka en la punta del dedo índice y medio, tal centella generó un vacío alrededor del guerrero, así como un silencio para desatar una atronadora exclamación —¡¡Trueno magistral!!

La fuerza despedida por la colisión de poderes terminó por volver partículas lo que quedaba del techo del complejo. Un resplandor de colores anaranjados y plateados se vislumbró en el cielo oscuro como un espectáculo para quienes observaban desde la lejanía.

Los santos de Géminis y Sagita, junto con el Apóstol Sagrado de Osiris, permanecieron expectantes al campo de batalla. La mezcla de energías confundió un poco sus sentidos como para determinar si alguno de ellos murió.
Cuando la densa bruma cósmica comenzó a desvanecerse, dos siluetas fueron visibles. El santo del Fénix y el Patrono de Estéropes habían cambiado lugares, permaneciendo de espaldas al otro sin moverse.

El cuerpo de Ikki se encontraba humeante, su piel mostraban ligeras quemaduras causadas por los relámpagos del enemigo, la malla protectora de su vestimenta se encontraba en giras mientras las puntas de su cabello se hallaban levemente chamuscadas. El Santo discretamente escupió sangre al suelo, limpiándose la barbilla con rapidez.
El ropaje del Fénix mostraba profundas grietas, algunas piezas como el casco, hombreras y brazales se despedazaron.
El Fénix comprobó que no trataba con un oponente ordinario, aunque sus heridas no eran de cuidado eligió ser muy precavido después de ponerlo a prueba. Se dio media vuelta dispuesto a proseguir con el combate, al mismo tiempo en que el egipcio lo hizo.

Ikki no se impresionó por el deteriorado aspecto de su contrincante, pero un deje de repulsión se le notó en el rostro.
El Zohar de Estéropes se encontraba intacto, mas no podía decirse lo mismo de las zonas que no se encontraban cubiertas por ella. La larga cabellera que solía cubrir la espalda de Sennefer desapareció casi en su totalidad, quedando algunas hebras marchitas; los dedos de las manos se mostraban totalmente carbonizados, cuando llegaba a moverlos se desprendía polvo ceniciento; su cara se deformó por las brasas incandescentes, sobre la piel calcinada sobresaltó más el dorado de sus ojos y la blancura de sus dientes.

— Esa es tu verdadera forma, maldito espectro. Espero no te hayas acostumbrado demasiado a este mundo porque te enviaré a donde debiste haber sido enviado desde el inicio —aclaró el Santo de bronce.
Sennefer se miró las manos, cerró una de ellas y observó pasivamente como algunos dedos polvorientos caían— Oh Fénix, ¿crees que esto será suficiente?— cuestionó altivamente—. Si las mismas llamas del inmortal Ave Fénix no pudieron hacerle daño alguno a mi Zohar, entonces no tengo nada de qué temer…— siseó reprimiendo una carcajada—. ¡Esto apenas inicia! ¡No me había sentido así en siglos! ¡¿Estás preparado?! —rugió fuera de sí, bajando la celada del casco para reiniciar la lucha.
Ikki elevó su cosmos, ocasionando una reacción en la cloth de bronce la cual se envolvió por llamas anaranjadas que reconstruyeron la armadura sagrada ante la mirada atónita de los presentes. El santo alistó la guardia, confundiéndose al ver cómo el Patrono abandonó la pose ofensiva.

—Mi fiel Sennefer, es suficiente… —el egipcio escuchó en cuanto se preparó para combatir.

Todos fueron víctimas de un mal presentimiento cuando el Patrono pareció desconectarse de la realidad, permaneciendo inmóvil como una estatua de metal blanco.

Sennefer sostuvo una conversación mental que le provocó disgusto, después enojo y finalmente resignación.

Ikki se mantuvo en alerta, aún cuando la cosmoenergía de su rival dejó de percibirse hostil.

— Cuanto lo lamento, aunque me encantaría llevar esta batalla a grandes niveles y comenzar mi reinado después de una gloriosa victoria… temo que debo cambiar mis planes —musitó el inmortal, sujetando el Cetro de Anubis con el que apuntó hacia el sarcófago que mantenía prisionera a su guerrera.
— ¡No te lo permitiré!— advirtió el Fénix arrojándose sobre él.

Aunque Nichrom luchó por mantener el cerrojo de la prisión, el poder del cetro maldito rompió el sello.
La mujer alada salió a toda prisa interceptando el vuelo del Fénix. En una reacción inconsciente, Ikki prefirió retroceder.
El recuerdo que tenía de la gentil reina se sobrepuso a la de la peligrosa adversaria que se encontraba entre él y Sennefer.
— ¿Así es cómo piensas esconderte de mí? No te funcionará maldito cobarde— advirtió, ordenando sus sentimientos.
— No me malentiendas Fénix, simplemente mis prioridades han cambiado… hay asuntos que requieren más mi atención —el Patrono caminó hacia la mujer, abrazándola por la espalda donde introdujo el Cetro de Anubis—. Mi Reina aquí presente podrá tomar mi lugar…

El cuerpo de la antigua Faraona se sacudió con violentos espasmos, comenzando a expulsar un poderoso Ka escarlata recubierto por relámpagos y lamentos espectrales. Dio un angustiante grito antes de volar hacia el cielo.

La saeta carmesí subió por encima de edificios, se alzó mucho más que la misma pirámide protectora de los Apóstoles, convirtiéndose en una estrella roja de siniestro resplandor.
— ¿Q-qué es lo que has hecho? ¡¿Qué planeas?! —exigió sobresaltado el Apóstol Sagrado de Osiris.
Sennefer entre risas dijo— Lo que mencionó el Apostol Sagrado de Horus es una gran verdad… Éste reino jamás me rendirá pleitesía ni aunque les ofreciera una verdadera Utopía… Ya no estoy interesado en ser el Rey de un pueblo ciego y que le pertenece a otros.
Estruendos y centellas comenzaron a mostrarse en el cielo, acumulando oscuras nubes que lanzaron truenos rojos contra la ciudad, ocasionando una destrucción masiva.
— Es por eso que pienso destruirlo todo…— anunció con una sonrisa aterradora gracias a sus labios deformes.
— ¡Maldito, ¿crees que te dejaré hacer tal cosa?!— el Apóstol se lanzó contra el Patrono, atravesando su imagen sin haberlo tocado si quiera.
— Partiré ahora, permitiendo que mí Reina se encargue de la purificación de éste territorio… —explicó, su imagen se había vuelto traslucida, un ente fantasmal respaldado por sombras de los espectros que le servían.
— ¡No huyas! ¡Después de todo lo que aquí has hecho… tú…! ¡¿Simplemente darás media vuelta y desaparecerás?! —Nichrom rabió.
Sennefer le dedicó una mirada burlona— Descuida, ten por seguro que algún día retornaré, y de las cenizas de Meskhenet edificaré mi propia ciudad.
El Fénix permaneció tranquilo, más interesado en la estrella de destrucción en el cielo que en la partida del Patrono.
— De cualquier forma, mi motivo principal al venir a aquí fue para llevar a cabo mi tan anhelada venganza… En medio de la oscuridad solía imaginar lo que haría si la oportunidad se me presentaba… ¡Pero la realidad resultó mejor que lo soñado! ¡Arrasé con la ciudad en la que los dioses depositaron su esperanza, he causado dolor y dado muerte a su población, aplasté sin dificultad a la fuerza élite de Egipto, causé aflicción a los gobernantes de la nación obligándolos a entregarme el Zohar de Estéropes!. ¡Traje miseria, terror y muerte a Egipto, tomé la vida de sus reyes con mis propias manos…! Y lo mejor de todo, he sido capaz de lastimar a un dios de una manera en la que jamás ha sido lastimado… mi cicatriz lo acompañará hasta el final de sus días, los cuales no creo que sean demasiados —carcajeó tan estruendosamente como los relámpagos en el cielo.

Sennefer se desvaneció en medio de la lluvia mortal. El resto de los presentes debieron guardar su frustración para después.
Violentos temblores comenzaron, el viento se intensificó hasta crear tornados que arrastraron arena y escombros, derribando edificios, borrando caminos. Era como si el desierto mismo deseara desaparecer a Meskhenet de la faz de la tierra.
— Nichrom, ¿explícame qué diablos está pasando y cómo es que podemos detenerlo?— preguntó el Fénix sin temor a los eventos.
El Apóstol miró hacia la estrella de destrucción, analizando con inseguridad la situación— … El Cetro de Anubis, no existe otra respuesta. Es una arma shamanica de alto nivel, un catalizador que es capaz de incrementar su poder al haber absorbido cierta cantidad de almas… tengo entendido que en la antigüedad fue purificado, es decir, todas las almas en él fueron liberadas… pero es evidente que Sennefer ha estado recolectando nuevamente un ejército de espíritus para fortalecerse… y ahora está utilizando esa fuerza combinada para desatarla sobre Meskhenet… a este paso será totalmente destruida junto a todos los que permanezcan en ella.
La atmósfera se volvió hiriente, el viento los incomodaba y lastimaba. Se escuchaban derrumbes por todos lados, los tronidos de los rayos chocando contra cualquier superficie, el silbido de los tornados y el sacudimiento de la tierra aturdió a todos.

La barrera protectora que los Apóstoles crearon alrededor de los templos de Osiris, Isis y Horus colapsó conforme los guerreros fueron abatidos por el furioso vendaval de poder desatado por el Cetro de Anubis.
La gente refugiada en los templos entró en pánico, mas otros se refugiaron en oraciones a los dioses.

— ¡¿Cómo destruyo esa cosa?!—Ikki preguntó enfadado.
— ¡No lo sé!— admitió Nichrom de la misma manera.
— Tendremos que averiguarlo entonces… ahora es prioritario proteger Meskhenet y a su gente —determinó el Santo de bronce— ¡Ustedes vayan a donde están los demás y protejan a la población, yo me encargaré de lo demás! —ordenó a los Santos y al Apóstol.
— ¡Ni creas que te dejaré sólo! —advirtió Nichrom.
— ¡Nichrom, ya perdiste una Faraona! —le recordó el Fénix con dureza— Tú deber es preservar la vida del nuevo Faraón, así que lárgate y ve en su búsqueda ahora que es cuando más te necesita.
Nichrom se quedó en silencio, bajando la mirada al pesarle las palabras de Ikki… admitiendo la verdad en ellas.
— Y lo mismo va para ustedes, —dirigiéndose a Albert y a Leonardo—, recojan a los heridos y busquen refugio, no pienso tener que explicarle a Shiryu por qué dejé morir a tres de sus santos.
Albert no estaba muy dispuesto a obedecer, aunque al volver la mirada al inconsciente Santo de Capricornio desistió. Él tampoco deseaba enfrentar la ira del Patriarca, por lo que se lo echó al hombro sin perder más tiempo.

Nichrom dirigió al grupo que recogió al malherido Apóstol Sagrado de Horus en el camino, dejando a Ikki solo, tal cual había pedido.

El Fénix abandonó el Palacio momentos antes de que la sala del trono se derrumbara. Subió hasta el obelisco más alto que encontró en las cercanías, mirando con desafío el sol rojo que castigaba a Egipto con crueldad.

Ikki cerró los ojos, elevando sus cosmos hasta el séptimo sentido y quizá un poco más allá.

Meskhenet, templo de Horus.

El Chaty de Egipto era un hombre que rodeaba los cincuenta años de edad. Alto, con una postura firme que reflejaba muchos años de entrenamiento y servicio. Vestía una túnica morada con grabados de hilo dorado, capucha que le cubría la cabeza, cintas rojas atadas a la cintura y algunos anillos en los dedos. Una gruesa barba oscura le adornaba la quijada acentuando un gesto estricto y respetable en su semblante.

Él se mantuvo a todo momento en la entrada del templo de Horus, acompañando en espíritu a los Apóstoles que magníficamente habían logrado proteger al pueblo de Ra.
La súbita muerte de la Faraona y la invocación de la Alba Divina de Ra lo hicieron perder la esperanza, un sentimiento que se volvió todavía más punzante al ver como la barrera de los Apóstoles cayó por el azote de la venganza de Sennefer y el Cetro de Anubis.
Aguardó con valentía la llegada de los cinco Apóstoles, quienes agotados y lastimados buscaron refugio de la incontrolable tormenta.
Los Apóstoles de Bastet, Maat, Sobek y Thot lanzaron miradas de indignación a Osahar quien arribó con la traidora Hehet en brazos.
La verdadera fuerza de los reclamos se vio opacada por la del desierto aullante, por lo que el Apóstol se limitó a pedir la aprobación del Chaty quien accedió a mostrar piedad por el momento.
Aunque el resto de los guerreros protestaron, debieron dejar al lado su furia cuando en el cielo fue visible el ascenso de una flameante estrella anaranjada.

Tal fenómeno disminuyó la potencia del viento, los relámpagos y la tierra. Todo aquel que miraba hacia las coloridas estrellas quedó sin habla al contemplar cómo de la estrella roja se materializó una colosal serpiente formada por centellas rojas, su largo cuerpo se perdía entre las nubes de tormenta simulando ser un dragón que surcaba por los cielos aterrorizando a los mortales.
En cambio la estrella naranja explotó, liberando oleadas de fuego del que surgió el inmortal Bennu.
Las dos criaturas invadieron la bóveda celeste sobre Meskhenet, comenzando una batalla en que las bestias no dieron tregua. Sobrevolaron frenéticamente por el cielo, evitando mordiscos, resistiendo golpes.

La presencia del Fénix disminuyó la intensidad de la tormenta, algo que desagradó a la serpiente quien buscó prevalecer hasta terminar con su labor.
De pronto la mítica ave inmortal chilló agonizante al ser mordida por la serpiente. Aunque se batió buscando la libertad, la víbora enredó parte de su cuerpo alrededor del Fénix, inmovilizándolo, aplastándolo constantemente entre sus escamas centellantes.


En cuanto la balanza se inclino a favor del Cetro de Anubis, la tempestad y terremotos volvieron a adquirir su verdadera potencia.
Los templos de Osiris, Isis y Horus comenzaron a mostrar fisuras en sus muros. La gente gritó aterrada, llantos angustiosos sobrepasaban las vibraciones de la tierra y el crujir de las paredes.

En la cámara más recóndita del Templo de Horus, la sala de ceremonias donde los sacerdotes rendían tributo al dios halcón, el príncipe Atem yacía recostado sobre un pedestal de piedra caliza. Todavía inconsciente, era vigilado no sólo por la majestuosa estatua dorada de Horus, sino por Rashida, madre de Assiut y fiel sierva de la familia real.
La mujer se mantenía arrodillada en el suelo, llorando pero a la vez orando por un milagro.
Cuando sintió que todo se desmoronaría sobre ellos, se arrastró hacia el príncipe, permaneciendo al pie del pedestal donde esperaría la muerte.

Las pizcas de arena cayendo sobre su cara comenzaron a reanimar al joven príncipe. Sus párpados intentaban abrirse con desesperación, como si no pudiera despertar de una horrenda pesadilla. Atem comenzó a llamar a su madre, a su padre.
Pese a estar sumergido en un mal sueño, el príncipe levantó el brazo hacia el techo, deseando alcanzar algo que se encontraba lejos de su alcance. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos cerrados.
— … Mamá… no te vayas… —balbuceó en la inconsciencia— No me dejes… mamá… regresa… vuelve… ¡¡No me dejes!! —exclamó.
Rashida abrió los ojos espantada ante el alarido del príncipe, quedando perpleja al ver cómo es que la habitación se había inundado por un intenso fulgor.

Afuera, la serpiente continuaba inyectando veneno en el cuello de Bennu quien moribundo se retorcía entre los rayos.
La mayoría de quienes contemplaban el enfrentamiento bajaron la mirada con desesperanza, siendo los primeros en notar el inicio de un nuevo fenómeno.

Toda la tierra bajo Meskhenet comenzó resplandecer con una luz dorada muy tenue, convirtiéndose en una neblina de oro que apenas cubría hasta los tobillos de la gente.

— ¡¡E-este Ka… no es como ninguno que haya sentido antes!! —meditó el Apóstol Sagrado de Sobek, maravillado por la presencia que detuvo los sismos.
— ¡Ni si quiera la Faraona despedía tal Ka… es… es algo totalmente diferente! —secundó el Apostol Sagrado de Thot.

— Es imposible —comentó Albert con preocupación al inclinarse para palpar la bruma dorada—… éste cosmos no puede pertenecer a ningún mortal... —el santo se sobresaltó al encontrar grandes similitudes con el cosmos de Atena— ¡es de un dios!

La serpiente volvió su atención hacia el fulgor que bajo de ella ardía, descubriendo cómo es que alrededor de la ciudad se había trazado un ovalo luminoso del que un intenso fuego empezó a elevarse.

Una figura en llamas de oro comenzó a emerger de la tierra, sin derribar ni un edificio más, ni herir a ningún ser viviente aún cuando eran tocados por ella.
Los Apóstoles quedaron boquiabiertos al sentir pasar esas brasas a través de sus cuerpos sin sufrir dolor o daño alguno.

Los tornados desaparecieron en cuanto hicieron contacto con la silueta que poco a poco tomó forma. El ave extendió las alas, abarcando todo Meskhenet con ellas. Se impulsó al cielo tras emitir un chillido agudo, embistiendo a la serpiente con la cabeza, obligándola a soltar al debilitado fénix.

Bennu se mantuvo en el aire, disolviéndose en lenguas de fuego que fueron asimiladas por el plumaje llameante del halcón dorado.

Los gigantes se retaron, siendo la serpiente quien quedara deslumbrada por el brillo divino del halcón. La criatura rastrera retrocedió, buscando esconderse en las nubes de tormenta, mas las garras del ave sagrada se cerraron sobre sus escamas.
La serpiente se retorció, lanzando sus colmillos contra el halcón quien a picotazos la contraatacó hasta que finalmente su pico se cerró sobre el cuello serpentino. Después de varios tirones y forcejeos, el ave arrancó la cabeza de la serpiente.

El cuerpo de la víbora se convulsionó, desbaratándose en los mismos rayos rojos que la formaban hasta ocasionar una devastadora explosión que pareció romper el firmamento.


FIN DEL CAPITULO 19



Bennu* En la mitología Egipcia el pájaro Bennu (o Fénix) era considerado el alma de Ra y el guía de los dioses en la Duat.
Chaty= Visir.

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 26 marzo 2011 - 22:21

onda la osa


seph te luciste


esta genial


me encanto

Editado por dead mask 2, 26 marzo 2011 - 22:22 .

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Publicado 26 marzo 2011 - 23:04

Genial como siempre Seph_girl

esa entrada y la pelea de Ikki estuvieron geniales, la aparicion de la serpiente todo genial


esperando el proximo capitulo

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Publicado 11 mayo 2011 - 22:48

Lamento la demora, muchas cosas pasaron estas semanas, pero aqui vaaaaaaamos =D

*********

El potente estallido cegó a todo aquel que miraba la batalla entre los titanes. El viento levantó una gran polvareda que cubrió las ruinas de Meskhenet.
Entre la densa bruma arenosa, el primero que recobró la visión fue el Chaty. Sin dudar abandonó el refugio, exponiéndose al cielo abierto.
Sin miedo en su andar caminó por la explanada del templo de Horus, con la vista hacia arriba de donde aún percibía el bondadoso Ka que los ha salvado a todos.

Nichrom, Apóstol Sagrado de Osiris llegó a su lado, dejando atrás a los santos quienes prefirieron mantener distancia en cuanto los demás Apóstoles se aglomeraron alrededor del Visir.

Una luz celestial apartó la neblina y la oscuridad. El Chaty fue el primero en arrodillarse ante el majestuoso halcón anaranjado que permaneció en las alturas, mirándolos.
Nichrom fue el siguiente, seguido por los demás guerreros de Ra al escuchar la alabanza del Chaty hacia Horus, el glorioso señor de los cielos.

El Ka proveniente de tal manifestación no les permitía dudar de la intervención divina. Los Apóstoles se sentían honrados por estar ante uno de los dioses de Egipto, sin embargo la vergüenza de que el supremo soberano contemplara las ruinas del reino les oprimía el corazón.
Horus permaneció en silencio, guardando cualquier juicio sólo para él.
El fuego del que se formaba el halcón volvió a tornarse dorado, convirtiéndose poco a poco en pizcas de oro que cayeron suavemente sobre Meskhenet.

Muchos de los refugiados salieron de los templos al no escuchar más tormenta ni sentir más terremotos. Mientras los niños maravillados acumularon la arena dorada entre sus manitas, los adultos admiraron con devoción la imagen del halcón que poco a poco se desvanecía.

De las alturas una figura comenzó a descender lentamente. Conforme bajaba la incertidumbre creció en la población, después de todo las alas de una armadura dorada como aquella harían pensar a los creyentes que se trataba del mismo Horus quien debió encarnar para salvarles… Pero estaban errados, no era otro más que Ikki, el Ave Fénix, envuelto por el ropaje divino que obtuvo tras las batallas en el Eliseum.
En brazos traía consigo el cuerpo inerte de la Reina de Egipto, privado de la Alba Divina.

En cuanto el Fénix puso los pies en el suelo la magnifica cloth se prendió en llamas, las cuales se transformaron en granos de arena hasta regresar a su forma original.
Ikki abrió los ojos al resentir cómo la extraña cosmoenergía que le ayudó durante la lucha se separó de su cuerpo. Con la mirada siguió los rastros del polvo dorado, distinguiendo como formaba la silueta de un ave que se perdió en la negrura del horizonte.

El chillido de un halcón se dejó escuchar por la llanura, siendo la señal que indicaba que Egipto había sido purificado del mal.



Capitulo 20.
Lluvia de fuego

Souva de Escorpión se veía en su cuerpo de ocho años. Había vuelto a ser ese niño que buscaba comida para los más pequeños del grupo en la basura detrás de los restaurantes.
Eran alrededor de nueve chiquillos en total. Todos ellos quedaron huérfanos por razones diferentes o habían huido de casa por maltratos y abusos. Cuando él escapó por última vez del orfanato se encontró con algunos de ellos, demostrando que sus habilidades para conseguir alimento serían provechosas para el bienestar de todos.
No tenían padres ni un hogar, pero se apoyaban entre ellos y vivían resguardados del frío en una vieja bodega abandonada. Fue una época difícil… pero muy feliz.

— Todavía los recuerdo…

Recordaba todos sus rostros, sus voces, sus nombres. Ellos fueron su familia en la época más oscura de toda su vida. Significaban tanto para él y no pudo salvarlos…

— Debí estar ahí…

Ese día regresó tarde a casa. Algo inesperado ocurrió cuando un hombre se acercó a él durante su estadía en el parque. Sin razón aparente el sujeto le convidó una hamburguesa de un puesto cercano.
Al principio creyó que se trataba de un policía, no era la primera vez que alguno intentaba engañarlo para bajar la guardia y momentos después terminar en un odioso orfanato. El hombre rió cuando Souva lo encaró con tales suposiciones, dando respuestas sinceras pese a que mantuvo la mitad de su rostro cubierto con una máscara negra.
Él terminó aceptando cuando el hambre pudo más que sus instintos. Comió lo que pudo hasta quedar satisfecho mientras su benefactor únicamente le hizo preguntas sobre su vida por la cual mostró mucho interés.
Se sintió muy contento cuando el hombre le permitió llevar comida también para sus amigos, despidiéndose del generoso señor al que no preguntó nombre.

En el camino a casa pensó en lo alegre que estarían todos por las jugosas hamburguesas, sabiendo lo carnívoros que solían ser algunos, pero en cuanto giró por el callejón escuchó el inicio de toda una ráfaga de disparos.
Un angustioso presentimiento lo obligó a correr, dejando caer todo lo que le estorbaba.

El infortunio los señaló ese día, dos bandas rivales comenzaron un enfrentamiento que terminó en el interior de la bodega abandonada. La lluvia de proyectiles no perdonó a maleantes ni a niños que fueron atrapados en la guerrilla callejera.
Souva encontró la manera de entrar al edificio sin ser notado, buscando con desesperación a su familia, encontrándolos uno a uno en el suelo, en el orden en que sirvieron de escudos humanos para protegerse entre ellos.
El llanto de un bebé lo llevó a toda prisa a un viejo cuarto repleto de basura, encontrando a una niña aferrada a su hermanito. La pequeña mostraba una herida de bala en el estomago mientras el bebé lloraba a todo pulmón.
Él quedó perplejo al final del camino de cadáveres, arrodillándose junto a su amiga quien abrió los ojos y le sonrió con gran alivio pese a las circunstancias.
No se dio cuenta cuando terminaron los disparos, ni tampoco del sonido de los pasos que subieron hasta adentrarse al lugar. Escuchó la tosca voz de un hombre quien sorprendido por el descubrimiento de los niños decidió no dejar testigos.
El sujeto lo zarandeó por los hombros con brusquedad, arrojándolo al suelo. Él miró por encima del hombro y vio la boca negra de la pistola que le daría muerte. Se pregunto si ese mismo miedo fue el que paralizó a su madre cuando la asesinaron…
Pestañeó asustado cuando jalaron el gatillo, el maleante rió al darse cuenta que vació el cargador anteriormente. Souva supo que no tendría otra oportunidad, en cuestión de segundos todo terminaría; el constante lloriqueo del bebé, los cuerpos de sus compañeros, la agonía de la pequeña… todo eso, más el deseo de vivir, lo llevó a tomar los restos de una botella rota con la que hirió el brazo del sujeto, desarmándolo. Fue tan rápido… reaccionó con tal inconsciencia que tardó en darse cuenta que enterró las puntas de cristal en el cuello del maleante.
El hombre se retorció en el suelo, sujetándose la garganta herida. Se arrastró intentando alcanzar al chiquillo.
Souva jamás olvidará la mezcla de confusión, ira y miedo que brillaron con tal intensidad en esos ojos para después apagarse de manera tan abrupta.
Con las manos manchadas con sangre se dejó caer el piso completamente abrumado…

Souva sabía lo que seguía a continuación, el hombre del parque llegaría al lugar. Él le rogaría que los ayudara, que salvara a sus amigos… pero allí nada de eso sucedió. El maestro Kenta no apareció… en vez de eso comenzó a ser acosado por voces y sombras que fueron oscureciendo el entorno.
— Souva, ¿por qué sobreviviste y nosotros no? —inquirió una voz infantil.
— ¿Dónde estabas cuando más te necesitábamos? — cuestionó otra voz igual de joven.
— Siempre te creíste mejor que los demás, ¿esto es lo que deseabas, librarte de nosotros?
— ¿Por qué no nos salvaste? ¡¿Por qué?!
— ¡Tenía mucho miedo! ¡Me dolió mucho!

Souva se tapó los oídos conforme las voces aumentaban de volumen, sintiéndose en medio de una multitud deseosa de lincharlo. De pronto una mano lo sujetó por el hombro, se volvió para observar el ensangrentado rostro de uno de sus fallecidos compañeros— Souva ven con nosotros, es lo justo —musitó el niño con las cuencas oculares vacías, siendo un punto rojo visible en el fondo de ambos abismos.
Sobresaltado, Souva lo empujó para intentar ponerse de pie, tropezando cuando otras manos lo sujetaron por los tobillos. Giró desesperado, descubriendo a los demás cadáveres impidiéndole el huir.
Uno lo mordió en la pierna al punto de arrancarle el pedazo de piel. Souva gritó completamente aterrado— Somos una familia, debemos estar juntos para siempre—; otros más lo agarraron por los brazos, mordiéndolo salvajemente. Todos se convirtieron en una jauría de animales salvajes que pensaban despedazarlo vivo. Los rostros alegres y las sonrisas amables desaparecieron, se transformaron en horribles espectros que estaban despellejándolo vivo.
El dolor era terrible, insoportable, sentía que su corazón no lo soportaría más, no al latir de manera tan violenta. No podía parar de llorar y gritar, estaba totalmente indefenso.
En medio de la agonía, cuando sintió que estaba por fallecer sólo un nombre vino a su mente, la única persona que lo había ayudado en el pasado — ¡¡¡Maestro Kenta!!! —gritó agonizante, rodeado por las criaturas carroñeras que no mostraban piedad.

—¡¡E-esto no es lo que pasó…!!

—¡Maestro Kenta, maestro Kenta! —chilló el infante en medio de la oscuridad, lanzando un alarido lastimero.

—¡Souva, reacciona! ¡No es real!— la voz de una mujer se perdía entre el dolor y la impotencia— ¡Nada de lo que ves es real! ¡Tienes que despertar!

—¿Despertar?...

—¡No te dejes engañar!— repetía la voz femenina que poco a poco ganaba eco por encima de las demás sonidos.

—Esto no es lo que pasó… — insistió debilitado— El maestro Kenta… el maestro Kenta…— estaba muy confundido, tanto que lo que creía conocer era dudoso… su mente empezaba a aceptar aquello como la realidad.

De pronto, en medio de todo el caos, una luz se prendió sobre el escenario que le mostró la verdad— Puedo salvar a tu amiga, pero a cambio debes prometer venir conmigo— le dijo el hombre enmascarado ese día.

—¡Sí!… Él llegó… llegó y salvó a Chihiro… y yo… yo me fui con él… Él me entrenó para convertirme en un santo… Yo… ¡Los Apóstoles —recordó súbitamente—… Shai… ellos….! ¡El Patriarca y todos los demás peligran! ¡¡Aaaaah!!

Souva aspiró aire con fuerza, como si hubiera retenido la respiración por un largo periodo de tiempo. Tosió sonoramente, padeciendo de una espantosa migraña que podría reventarle la cabeza en cualquier momento. Se tambaleó hasta caer de rodillas, vomitando una gran cantidad de sustancia oscura, grumosa, de aspecto muy desagradable.

Se tomó unos momentos para agarrar aire, mirando hacia todas direcciones invadido por un delirio de persecución. Recibió unas leves palmadas en la espalda, encontrándose con la mirada pasiva de Jack quien le sonrió.
—Tranquilízate, ya pasó lo peor. Pudiste salir del trance.
—¿Qué trance?—inquirió muy aturdido.

Aún estaban en el derruido templo de Virgo, seguía siendo de noche. Notó como Terario de Acuario y Shaina de Ofiuco permanecían paralizados con una expresión que delataba terror. Frente a ellos, Elphaba de Perseo se encontraba en pose de descanso sobre sus rodillas, irradiando un tranquilo cosmos aguamarina.
— ¿Qué es lo qué está haciendo? ¿Qué sucedió?— el Escorpión preguntó con urgencia, levantándose—. Lo último que recuerdo fue a Shai y ella… nos atacó— se sobó la frente, tocando el golpe sangrante en ella.
—No debes importunar a la señorita Elphaba, ella es la razón por la que pudimos salir del trance en que la guerrera dorada de Virgo nos encerró —explicó Jack, procurando que Souva no cometiera alguna imprudencia—. Yo fui capaz de salir primero que ustedes. Antes de entrar en completa comunión con sus espíritus ella me explicó que la técnica de la amazona dorada mantiene aprisionada la mente del enemigo, la hace perder toda noción de la realidad y la sumerge en un recuerdo importante del pasado, lleno de culpa y remordimiento. De no salir rápidamente de ella nuestras mentes serían aplastadas por la fuerza psíquica, entraríamos en shock y nuestro cuerpo finalmente sucumbiría.
— Ugh, que técnica tan embustera… —el Santo del Escorpión se atragantó, recordando lo visto en la pesadilla—, pero supongo que… Shai ya no es la misma chica a la que conocí —musitó con algo de tristeza.

Terario de Acuario reaccionó de la misma forma que Souva lo hizo. Después de un sonoro grito, la desorientación y el mareo, vomitó la oscura esencia.
A Terario le permitieron su espacio para aclarar sus ideas y raciocinio. El Santo permaneció tosigoso en el piso, recobrándose poco a poco.

Estuvo atrapado dentro de aquella lejana memoria en el que sus padres murieron, si por sí solo era un mal sueño que lo acosaba de vez en cuando, los nuevos elementos lo dejaron perplejo.
Sus padres lucharon exhaustivamente para mantenerlo con vida, abrigándolo con su calor corporal. Su madre y padre poco a poco fueron quedándose en silencio, repitiendo constantemente que no debían quedarse dormidos, que él tenía que sobrevivir. Cuando ya no los escuchó más y el frío comenzó a calarle los huesos, Terario cayó en la inconsciencia, despertando en una cama tibia y rodeado por personas que no conocía. Así fue como sucedió en verdad, sin embargo en esta ocasión cuando abrió los ojos se encontró todavía en el interior de la casa repleta de hielo. En medio de los fríos cadáveres, Terario observó los rostros muertos de sus progenitores. Intentó salir, pero en cuanto deseó abrirse camino los cadáveres se tensaron, reteniéndolo con fuerza entre ellos.
Pronto ese abrazo que le salvó la vida se volvió mortal, sintió como si numerosas cuchillas le atravesaran el cuerpo. Al tocarlo, las pálidas manos le robaron cualquier reserva de calor. Todo su ser se congeló a tal punto en que sus padres fueron capaces de romperle los dedos con la facilidad con la que se quiebra una rama marchita… y así prosiguieron con el resto de las extremidades hasta que la voz del maestro Vladmir y la risa de la dulce Natasha lo sacaron del hechizo.



El Santo de Acuario sacudió la cabeza tratando de alejar las ilusiones. Se levantó hasta ordenar sus pensamientos, mirando con ojos cansados a los demás. Escuchó la misma explicación de Jack, mostrándose molesto por haber sido víctima de tales alucinaciones.
— ¿Cuánto tiempo ha pasado? —quiso saber el santo de Acuario.
— Una hora cuando mucho. En ese lapso una lucha comenzó al final de los templos, misma que continúa. Puedo sentir como dos cosmoenergías siguen en conflicto, aún hay tiempo de alcanzarlos —comentó el joven, ligeramente preocupado al reconocer que una de ellas pertenecía a Nauj.
— Eso no tienes porque decirlo —añadió el Escorpión, mirando de reojo a las dos amazonas de plata quienes continuaban ausentes de la realidad.
— Yo me quedaré— Jack se adelantó a decir, resignado al papel de custodio.
Souva agradeció, siguiendo a Acuario al ser el primero en reiniciar el ascenso.



Grecia, El Santuario de Atena, explanada hacia el Templo del Patriarca.

— Cierra la boca, miserable —Libra exclamó rabioso, escupiendo el amargo sabor de la sangre—. ¡Aquí el único que va a morir serás tú!

Nergal, Patrono del Zohar de Brontes, no tuvo piedad hacia su tullido rival. Cada puñetazo era ejecutado para causarle el mayor daño posible, mas Nauj bloqueó los atronadores golpes con el escudo de Libra.
El Santo tampoco desaprovechaba la oportunidad para atacar con el tridente, sobretodo en el pequeño espacio bajo la celada del casco y en el cuello al ser los puntos vulnerables que estaban descubiertos por la resistente armadura.
Nergal se percató de ello, evadiendo con cabeceos los mortales impactos. La táctica defensiva del Santo lo obligaba a adentrarse a su defensa, exponiéndose demasiado; un reto temerario que aceptaba al confiar plenamente en su superioridad.
Fastidiado por la defensa dorada, Nergal sujetó la orilla del escudo, reteniéndolo por un instante en que se impulsó para saltar por encima del santo, pateándolo en la espalda con el talón.
La patada tomó desprevenido a Nauj, perdiendo momentáneamente el equilibrio hasta que giró con gran velocidad para cubrirse de la ráfaga lanzada por el Patrono.
Los pies del Santo marcaron una zanja en el suelo al haber contenido la embestida. Nauj bajó el escudo humeante, mirando a su oponente. Rugió furibundo al ser abatido por el dolor en su cuerpo cubierto de llagas que le transmitieron una intensa fiebre, sintiendo la boca seca y los ojos ardientes.
El sudor únicamente aumentaba la agonía al pasar por las dolorosas úlceras que comenzaron a reventarse.
Nergal y todo lo que estuviera frente a él se estaban convirtiendo en borrones con tintes alucinógenos que los sacudimientos de cabeza no regresaban a la normalidad.

Al ver como el Santo de Libra apenas podía mantener en alto el escudo y el tridente, el Patrono alistó el contraataque. Envolviéndose con su cosmos para hostigar a Nauj.
Libra interceptó el golpe, pero cuando precipitó el tridente contra su adversario este lo atrapó por debajo del brazo.
El Santo lo golpeó repetidas veces con el escudo, siendo inútil cuando de un manotazo Nergal se lo tumbó de las manos. Sobrepasando las fuerzas del Caballero dorado, el Patrono le arrebató el tridente y tras algunos giros lo precipitó contra Nauj.

Las tres puntas entraron por su costado. La cloth dorada resistió lo más que pudo, siendo la razón por la que no murió al instante. El Patrono no presionó más, pero mantuvo al Santo clavado, sonriendo como un orgulloso pescador que finalmente arponeó a una presa impertinente.
—Es evidente que ya no tienes nada más que ofrecerme… —le dijo con altivez—. Y para ser honesto ya habías comenzado a aburrirme.
Antes de que el Patrono retrocediera extrayendo la punta del arma, Nauj se lo impidió sujetándole las muñecas.
—Curioso que la digas, yo también —Nauj musitó, manifestando su cosmos.
— ¿Qué puedes hacer ya? —preguntó sin sorprenderse ni intentar zafarse—. Mi plaga está por dejarte en un estado crítico del que quizá jamás te recuperes, es mejor que te rindas y aceptes tu derrota.
— Je, gracioso que lo menciones, ¡porque estoy a un sólo golpe de ganar éste combate! ¡Aaaaah!— reuniendo toda su energía en una sola patada, el empeine del santo de Libra golpeó por debajo de la mandíbula del enemigo.
Sólo hasta en el último segundo Nauj mostró la verdadera intensidad de su cosmoenergía, siendo algo que el enemigo lamentó haber subestimado.
El poderoso impacto retumbó en su cabeza, Nergal creyó que perdería el sentido pero se aferró a la conciencia. El casco del Zohar de Brontes se desprendió siendo la intención del Santo, pateándolo hacia el abismo.
Sabiendo al Patrono aturdido, Libra le azotó la cabeza fuertemente contra el suelo. Nergal intentó levantarse cuando una gruesa cadena de oro se le enredó en el cuello.
Nauj mantuvo su rodilla sobre la espalda del invasor para evitar que se pusiera de pie; usando uno de los chacos de Libra intentaba que dejara de respirar o destrozarle el cuello. ¡Lo que sucediera primero, no importaba!

Inspirado por el agudo dolor en todo su ser, es con la misma potencia con la que apretaba la cadena.
—¡Aprende la lección para cuando vuelvas a renacer, nunca te confíes de un animal agonizante, es cuando atacan con todo su poder! —bramó Nauj dominado por la furia.
Boca abajo, el Patrono se retorcía en intentos por liberarse. La falta de aire fue un giro inesperado que le impedía concentrarse. Forcejeó inútilmente, su boca se abría con desesperación sin poder emitir más que asfixia y la lucha por tomar oxigeno.
Con los ojos desorbitados y la lengua casi de fuera buscó una salida, sus fuerzas menguaban ante el estrangulamiento mientras las de santo se incrementaron por la rabia y la cercanía de la muerte.
— ¡Muérete maldito, muérete ya! —rugió Nauj como si estuviera poseído por un demonio, estrujando todavía más la cadena que se encajaban a la piel del contrincante—. ¡Te creías inalcanzable con esta armadura tuya ¿no?! ¡Ahora es cuando te digo lo mismo que tú mencionaste al principio! “¡Es una lástima que debajo de toda tu coraza se encuentre un cuerpo frágil...¡yo te liberaré de tu mundano recipiente para que alcances la inmortalidad!”.
Nergal divisó la espada de Libra que descuidadamente había dejado en el suelo, pero estaba a muchos metros fuera de su alcance. Con lo poco que le quedaba de lucidez, el Patrono golpeteó un par de veces el suelo, un movimiento que pasó desapercibido para el Santo.

Aristeo de la Lira estaba sumido en la indecisión de intervenir. La energía tan violenta que fluía del Santo dorado lo desconcertaba bastante, sintiéndose espectador del brutal enfrentamiento entre dos bestias irracionales. Por una parte debería sentirse aliviado por el que los invasores serían frenados por el Santo, sin embargo la desconfianza que comenzó sentir por él lo llevaba a desear, en lo más profundo del subconsciente, la derrota del Caballero…
Aristeo se puso en alerta al percibir algo en la explanada, no era una sensación de peligro pero sí un sonido casi imperceptible.
— Insectos…— murmuró el santo plateado al lograr dividir los sonidos y darle forma a lo que se movía por el lugar— ¡Libra, cuidado! —intentó advertirle.

Una densa nube ensombreció todavía más el camino hacia el templo del Patriarca, acompañado de un zumbido ensordecedor. Un enjambre de miles de langostas se precipitó sobre el lugar aturdiendo la visión y el oído de cualquiera.

Nauj no se permitió soltar al Patrono pese a la cortina traicionera de animalejos, no perdería el objetivo… pero todo eso cambió cuando fue atravesado por su propia espada.

Sin que el Santo se diera cuenta, las mismas langostas llevaron la espada de Libra hasta la mano del Patrono quien la empuñó a como le fue posible. Por la posición desventajosa no consiguió un golpe mortal, mas la hombrera y parte del peto dorado se despedazaron por el impacto.
Nauj lanzó un alarido que sobrepasó al sonoro zumbido, siendo la señal con la que la plaga de langostas se apaciguó entre las sombras.
Al sentir la cadena en su cuello floja, Nergal giró la espada alojada en la clavícula del Santo, agrandando todavía más la herida hasta que los chacos cayeron.
Rabiando con odio, Nergal mantuvo el espadón entre la carne y el hueso. Tumbó a su enemigo con brusquedad, asegurándose que la cuchilla se enterrara por completo a la piedra y así mismo clavar al santo de Libra al piso.

Nergal retrocedió, aspirando aire frenéticamente. Su gesto desencajado indicaba la sensibilidad en su garganta así como indignación por la situación vivida.
Nauj se convulsionó de dolor, cerrando la mandíbula en busca de sobrellevar el tormento de muchas heridas.

Consciente de lo cerca que estuvo de morir, el Patrono se enfureció todavía más, el odio hizo arder su cosmos monstruosamente.
Con voz enronquecida gritó— ¡No puedo creer…. que haya estado a punto de ser derrotado... por tal insignificancia…! ¡M-maldito…! ¡Has acabado con mi paciencia! ¡Al diablo el estúpido plan de Sennefer! ¡Santos, Apóstoles, me da igual, todos van a morir! —un aire frío invocó las tinieblas que escondieron el paisaje estrellado sobre el Santuario.
Cientos de langostas crearon una alfombra bajo los pies del Patrono, elevándolo muy por encima del templo del Patriarca y de la misma estatua de Atena. A dicha altura pudo contemplar la montaña sagrada desde la cima hasta su pie. Nergal alzó la mano hacia el cielo avivando todavía más su aura.
—¡Le toma a un dios uno segundos levantar sus templos, veremos si yo puedo tardar menos destruyéndolos! —bramó iracundo.
Las nubes oscuras comenzaron a tomar tintes rojos y anaranjados, como si la cortina negra escondiera objetos de intenso resplandor que estaban a punto de mostrarse. El cosmos de Nergal se dejó sentir por todo el Santuario, despertando diversos temores en los habitantes.

— ¡Plaga #7 , lluvia de fuego!
Grandes esferas flameantes salieron del nubarrón oscuro. Acompañado por un diluvio de intenso granizo, meteoros cubiertos de fuego se precipitaron contra la montaña sagrada de Atena.
El tamaño de las bolas de lumbre variaba desde no más grandes que un puño, hasta la de las dimensiones de un barco.
Sin duda tal tempestad sería capaz de destruir cada templo del Santuario, incluso provocar grandes deslaves que terminarían por desaparecer Villa Rodorio.
Al sentirse empequeñecidos por el poder mostrado por el Patrono, ninguno de los Santos llegó a responder el agravio contra las tierras de la diosa de la guerra.
Sin embargo, justo antes de que el primer cometa osara golpear un pilar en el templo de la diosa, dos poderosos cosmos estallaron hasta el infinito.
—Rozan Hyakuryūha!! (¡Cien dragones de Rozan!)
—Pegasus Ryūsei Ken!! (¡Meteoros de Pegaso!)

Cada rincón del Santuario se cubrió por una bruma cósmica verde y azul de la que emergieron un sin número de dragones voladores acompañados por centenares de meteoros.
Nergal quedó pasmado ante la visión del ejército de bestias y cometas que chocaron contra su tormenta. Por supuesto, la marejada de dragones y meteoros arrasó las esferas de fuego conforme ascendía hacia las nubes, desintegrando a su paso todo cuerpo extraño que amenazara al Santuario.
El Patrono quedó atrapado por toda esa energía que lo embistió, sus gritos se ahogaron entre los alaridos de los dragones y la velocidad de los cometas.

Las saetas verdes y azules desaparecieron entre las estrellas, regresando el silencio y la calma, mas el aire quedó impregnado por el cosmos de los dos individuos que aparecieron junto al santo de Libra.

Nauj creyó que sería aplastado por el terrible poder de Nergal, pero quedó sin palabras cuando esos dos hombres lo protegieron, empleando sus cosmoenergías para oponerse al feroz vendaval.
Las ropas blancas y el casco dorado de uno de ellos señalaban distinción, el Patriarca sin duda.
La armadura de bronce del segundo era engañosa, pues el sujeto despedía un cosmos diferente al de cualquiera que haya sentido antes.

El Santo de bronce se giró hacia el caído, inclinándose con la intención de ayudarlo. El Patriarca permaneció con el mentón hacia el firmamento.
—U-ustedes… son… —el santo de Libra intentó hablar.
—¡Gran Patriarca, señor Seiya, esto todavía no ha terminado! —el caballero de la Lira advirtió, azorado al escuchar como del cielo una silueta caía a gran velocidad.
Poco antes de tocar tierra, insectos emergieron de entre las rocas, creando un colchón sobre el que el Patrono cayó de rodillas. El hombre sangraba en abundancia por la cabeza. Sus cabellos se empaparon alrededor de la zona herida, cayendo por su rostro hasta cegarle el párpado.
Con las manos temblorosas, el Patrono se palpó la cara, viendo la sangre con detenimiento. Verla lo hizo entender que estaba por alcanzar el límite que le advirtieron jamás debía sobrepasar a menos que deseara morir irremediablemente.
Admitía no tener la energía para continuar, debió emplear mucho de sí para salir bien librado de tales ataques.

Al escuchar las pisadas del Patriarca acercándose, obligó al Patrono a levantar la cabeza, poniéndose en guardia. Sonrió por estar finalmente ante el hombre al que se supone debía cortarle la cabeza.
Shiryu se detuvo a varios pasos del enemigo con un semblante solemne— Tengo entendido que estabas buscándome…
El Patrono sonrió con malignidad— Ah, así es… y mi intención no ha cambiado— aseguró, reuniendo fuerzas.
—¿Quién eres, cuál es tú afán por destruir la sagrada orden de Atena? —Shiryu inquirió sin mostrar temor a un posible ataque.
— ¡¿Y crees que voy a decírtelo así nada más?! —recriminó— ¡Quizá lo sepas en el otro mundo!— lanzándose sobre Shiryu con todo el poder que le quedaba concentrado en su puño.

Una tonada musical y el mundo se distorsionó para el atacante. Bastó una simple nota para que Nergal perdiera control de él mismo, cayendo de rodillas. El Patrono sacudió la cabeza, intentando el volver a atacar, mas la melodía lo paralizó con su embrujo.
Adolorido, se tapó los oídos con rapidez, ¡esa música lo lastimaba de alguna forma! Rabioso miró en dirección hacia donde el trovador movía los dedos sobre las cuerdas del arpa plateada.
—Espero disculpe mi atrevimiento Patriarca, pero no puedo permitir que se derrame más sangre estando tan cerca del templo de nuestra diosa, ni mucho menos que usted deba mancharse las manos con alguien como él —Aristeo habló con tranquilidad mientras tocaba el arpa y castigaba severamente los sentidos del Patrono—. Permítame ser yo quien extraiga la verdad de sus labios.
—De acuerdo Aristeo, puedes proceder—el Patriarca accedió, no del todo gustoso al escuchar los gritos de Nergal quien se contorsionaba en el suelo.

La música afectaba directamente el sistema nervioso, ¿cómo combatir algo así? Mientras se convulsionaba entendió que fue un error confiar en la protección del Zohar… pese a todo estaba comprobando que sin importar cual invencible se crea una cosa, siempre existirá un punto débil… ¡No existe tal cosa como la defensa perfecta!

Nergal se apretaba las orejas con fuerza, agarrándolas como si titubeara en arrancarlas.
—Es momento de hablar —Aristeo susurró a través de su hermoso cosmos plateado—. Ya que soy un hombre piadoso te diré que sería inútil mutilarte o destruir tus oídos, mi melodía llegará a ti con la misma efectividad, por lo que ahórranos la desagradable escena.
El Patrono bufó en cólera, peor que un animal. Miró con odio al Santo de plata, intentando sobreponerse pero la música le taladraba la cabeza, impidiéndole cualquier plan o acción libre.
—Confiesa. Mencionaste no ser un Apóstol al servicio de Ra, ¿a quién sirves entonces? ¿Cuál es el verdadero motivo detrás de tus actos?

Las respuestas a todas las preguntas pasaban por la mente del Patrono, mas tensaba la mandíbula para evitar cualquier acto inconsciente con tal de detener la tortura.
En el torbellino de recuerdos, rostros y nombres, uno sobresalía al resto de los demás, aquel que le pertenecía a la persona que le confío el Zohar de Brontes… aquel que le confesó que lo ocurrido hace quince años no fue una alucinación suya.

Entre rugidos y pataletas, Nergal apuntó los dedos de su mano hacia su garganta, decidido a morir con tal de no revelar nada. Pero antes de cometer suicido, se escuchó el grito de una mujer en la explanada.
—¡¡Patriarca, cuidado!!

Dos proyectiles púrpuras cayeron desde las estrellas de manera repentina. En un golpe traicionero, uno atravesó el pecho del Santo de la Lira, destruyendo el arpa al mismo tiempo.
El segundo iba dirigido hacia el Patriarca quien, al no haber percibido peligro o un cosmos amenazante, no reaccionó a tiempo, sin embargo se volteó para atrapar a la amazona de Virgo quien recibió el impacto en su lugar.

Una flama púrpura ardió en el peto de la Amazona de oro antes de que cayera inconsciente en los brazos del Patriarca. Aristeo se desplomó inmediatamente al suelo con un agujero cauterizado muy cerca del corazón.
Una segunda mujer arribó al lugar— ¡Arriba! —advirtió la sierva de Isis, señalando hacia el cielo de donde una sombra permaneció levitando.
Seiya se colocó entre el nuevo enemigo y el Patriarca sin demora. Indignado por no haber detectado la presencia del sujeto— ¿Quién eres tú? ¡Identifícate! —exigió, siendo ignorado.

Levantando la cabeza con dificultad, el Patrono de Brontes escuchó una voz conocida… una que lo atemorizó.
—Nergal, ya nada tienes que hacer aquí, debes retirarte —dijo el misterioso guerrero que permanecía en las alturas levitando junto a un portal sombrío.
—¡Caesar! ¡Esto todavía no ha terminado…! —exclamó molesto el Patrono de Brontes.
—Sennefer ha abandonado Egipto —lo interrumpió con tal anuncio—. Tú debes hacer lo mismo…

Nergal miró con resentimiento al sujeto de armadura oscura; la coraza que protegía a Caesar era diferente a su propio Zohar al contar con acabados curvos y alzados de más distinción. El metal simulaba estar hecho por gruesas escamas de dragón, realzando la apariencia de las alas caídas que colgaban de su espalda. La celada en su casco estaba moldeada para hacer ilusión de un reptil.

Al ver la duda en el Patrono, Caesar preguntó— ¿Qué esperas? ¿Acaso piensas desobedecer? —sonó claramente una advertencia.
Pese a la distancia, Nergal pudo imaginar claramente como los ojos rojizos de Caesar se alargaron en el gesto intimidante con el que solía aplacar su rebeldía.

— ¡Ustedes no irán a ningún lado! —espetó Seiya de Pegaso elevando su cosmos contra el enemigo—. Pegasus Ryūsei Ken!! (¡Meteoros de Pegaso!)

Para sorpresa del mismo Seiya, Caesar bloqueó la ráfaga de golpes con los brazos sin recibir daño alguno.
— ¿Así es cómo tratan a aquel que vino a detener la lucha? Después de que mi señor con tanta generosidad me pidió frenar la batalla —cuestionó con seriedad—… Es evidente que no lo merecen —añadió con desprecio.
— ¡Así es Caesar! ¡Acabemos con ellos, aplástemelos aquí y ahora! — incitó Nergal, poniéndose de pie. La idea de un nuevo festín de sangre fue suficiente para recuperar energías— ¡Entre tú y yo terminaremos con el Santuario!
—Aunque la idea me resulta atrayente, deberá ser en otra ocasión. Regresa Nergal, el señor lo pide —insistió de modo impaciente.
Resistiéndose hasta el último momento, el Patrono de Brontes accedió. Un portal oscuro apareció a cuestas, entrando sólo hasta decir —Lo que dicen de los legendarios santos de bronce que combatieron en el Eliseum no son sólo palabrerías. ¡Mis respetos Pegaso y Dragón, aunque la próxima vez no subestimaré las leyendas!— desapareciendo tras la lúgubre cortina.

Caesar estuvo por hacer lo mismo, deteniéndose al escuchar la voz del Pontífice.
— Guerrero, aguarda un momento.
El hombre se volvió con curiosidad hacia el Patriarca.
— ¿Por qué detener la afrenta a estas alturas? Llegaron demasiado lejos como para simplemente dar media vuelta y desaparecer. ¿O acaso se dieron cuenta de sus límites?
El hombre suspiró ante las osadas palabras del Patriarca, calló unos instantes sólo para decir—. No es el momento de que nos enfrentemos a ustedes Santos de Atena… Es cierto que estamos destinados a entrar en batalla, pero el tiempo no ha llegado… —empezando a ser absorbido por la oscuridad—. Ahora hay otras prioridades, un sendero por el que seguro nos volveremos a ver. Les anuncio que la caída del Santuario está próxima… “Al hombre lo que es del hombre…” —citó antes de desaparecer.


FIN DEL CAPITULO 20


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 11 mayo 2011 - 23:22

NUEVO CAPITULO‼ turtle9yu.gif

bueno Seph_Girl

como siempre estuvo genial el nuevo capitulo

Mas guerreros en las lineas enemigas, que Virgo se sacrificara y que ese sujeto pudiera hacer ese ataque sin cosmos quiere decir que tambien es shaman y/o ente maligno como Senefer?

bueno esperando el proximo capitulo

s35.gif

#97 dead mask 2

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    ????

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Publicado 12 mayo 2011 - 10:52

BUONO CAPITULO SEPH



CADA capitulo tu historia me atrae maas
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#98 Seph_girl

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Publicado 23 julio 2011 - 12:48

Bueno XD no creo que nadie me haya extrañado. No me morí ni abandoné este fanfic, pero desee avanzar otra historia que tenía muy abandonada por allí y por eso me tardé en escribir este nuevo episodio.
Me disculpo con los lectores pero aquí andamos de nuevo n__n
Espero les guste el episodio y prometo que el próximo viene ahora si sin falta en Agosto =)


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Una llanura blanca con horizontes infinitos, así es como Kenai de Cáncer solía describir la nueva antesala al reino de los muertos.

En aquellos días en los que vivía en Alaska, su maestro le dijo que durante milenios la entrada al otro mundo era un lugar lúgubre, frío y de total oscuridad llamado Yomotsu Hirasaka*. Una colina por la que los muertos caminaban hacia un precipicio al que estaban forzados a lanzarse para llegar al Inframundo donde serían juzgados y sentenciados.

Sin embargo, la destrucción del reino de Hades causó un gran desequilibrio. Todas las fuerzas divinas y sobrenaturales que estaban fuertemente ligadas al mundo de la muerte debatieron sobre lo que debía hacerse, mas antes de que comenzara una guerra sin sentido entre las soberbias divinidades, el Shaman King logró un acuerdo por el que la mayoría mostró simpatía.

Su maestro solía mofarse de la nueva fachada— Nadie tendrá miedo a la muerte al ver esto, eso te lo aseguro —repetía en cada visita.

Kenai no se quejó nunca, le gustaba la simplicidad del espacio. Así debía ser ‘la nada’ pues el suelo y el cielo eran totalmente blancos, no existía nada más allí que el torbellino de luz hacia el que las almas acudían al ser atraídos por las voces de familiares que los esperaban del otro lado.

— No sé quién es más cruel, si Hades por sus severos castigos, o esa cosa que utiliza la voz de tu propia madre como anzuelo… —su maestro solía decir con sarcasmo.

Pero Kenai nunca ha escuchado tales voces, tenía la teoría de que es algo que ocurre cuando de verdad estás muerto.




El Santo de Cáncer aceptó una misión la cual parecía sencilla. Por órdenes del Patriarca viajó hasta Jamir para localizar los ropajes de oro restantes, pero durante sus indagaciones por el mundo de los espíritus percibió extrañas alteraciones en el manto que separaba al mundo de los vivos del de los muertos.
Creyendo que era su obligación averiguar más, se adentró a ese reino en busca de respuestas que muchos le negaron, así que cansado de caminos sin salida es por lo que decidió hacer una visita a un viejo amigo…

Kenai esperó por largo tiempo el ser notado. Permaneció sentado viendo como siluetas transparentes avanzaban hacia el torbellino luminoso que le transmitía tanta paz, aunque comenzaba a aburrirse…

Cerró los ojos al dar un fuerte suspiro, resintiendo una brisa gélida que lo hizo sonreír— Ah, te estaba esperando… supongo que tu tardanza fue a propósito —el Santo comentó sonriente.
Kenai abrió los ojos, inclinando la barbilla para ver a la criatura que se manifestó frente a él.
Se trataba de un ente formado por sombras que se remolineaban como fuego negro. Las tinieblas se condensaban en una silueta casi humana, sin rostro, ni sexo.
— Esperaba que te dieras por vencido y regresaras por donde viniste —escuchó de una voz compuesta por un timbre masculino y otro femenino—. Pero olvido que trato con un ser humano necio como tú.
— Oh vamos no seas descortés —dijo en broma—. Así no deberías hablarle a tus mayores.
La criatura extendió su fuego, adquiriendo una apariencia mucho más amenazadora que antes, la de un ente brumoso con garras y fauces que sería capaz de devorar su alma o hacerla pedazos con un solo pensamiento.
El Santo de Cáncer debería medir mejor sus palabras al tratar con el arquitecto del nuevo reino de la muerte, el amo y el guardián del más allá… pero a veces se dejaba dominar por el mismo espíritu altanero que aprendió de su mentor.
— ¡Di tu asunto!— la sombra bramó enfadada —. La única razón por la te permito seguir aquí es porque soy generoso, sin mencionar que prometí ser paciente con los de tu clase… pero la generosidad y la paciencia tienen límites.
Kenai rió un poco ante el carácter impaciente de la nueva Muerte— Sólo quiero hablar… hay algo que deseo preguntarte así que…
— No tientes tu suerte Santo de Cáncer…
— Tranquilo, no vengo a preguntar cuándo voy a morir, o si podrías resucitar a alguien, o esa clase de cosas —lo interrumpió, divertido—. Investigaba por el reino de los espíritus cuando noté que algo no estaba bien… no creo que sea mi imaginación pero algo extraño está pasando aquí, puedo sentirlo… como si el velo entre nuestros mundos se estuviera debilitando y abriendo constantemente.
— No tienes por qué decirme lo que ya sé… en verdad que eres un entrometido —musitó la Muerte con desagrado.
Las llamas que la formaban redujeron su intensidad, comprimiéndose en una silueta más humana que poco a poco se convirtió en la de un joven de complexión delgada. Carente de ropa tenía la piel ligeramente bronceada, cabello negro que le llegaba hasta la cintura. Al abrir los ojos mostró una mirada intensa y muy severa adornada por un color dorado.
La primera vez llegaba a ser intimidante, pero Kenai veía a ese poderoso espíritu como a un amigo…
— Entonces ya lo sabías…
— Por supuesto— respondió la Muerte con voz varonil al escoger el género de su cuerpo físico.
— No pareces preocupado… pero sí muy molesto —el santo comentó al ver su semblante—, aunque eso no es novedad.
El joven se cruzó de brazos, ignorando la rapaz lengua del santo de Atena— Sé qué lo causa pero no puedo intervenir… —le costó admitir.
— Pero ¿por qué no? Se supone que tú eres el guardián de…
— ¡Hay cosas que todavía no estoy capacitado de hacer! —respondió indignado.
El shaman sintió un aire hiriente a su alrededor, pero es lo que sucedía cuando te presentabas ante el señor de la Muerte con el alma completamente expuesta y vulnerable.
La respuesta dejó contrariado al Santo, ¿qué estaba sucediendo que ni la Muerte es capaz de intervenir?
Muchos lo desconocen, pero Kenai era de un grupo de privilegiados que sabía que trataba con un espíritu de la Muerte muy joven. No lleva existiendo más de quince años humanos, pero su juventud fue la razón por la que resultó el mejor candidato para el puesto al no albergar tristezas, resentimientos, odios, ni maldad que muchos de las entidades antiguas poseen. Además, una nueva Era necesitaba de una nueva Muerte.
— ¿Qué lo causa? Quizá yo puedo ayudar —preguntó preocupado.
La Muerte lo miró detenidamente, soltando un gesto despectivo — El mismo Shaman King ha decidido no inmiscuirse en ese asunto. Sé que hay cosas que no está permitido decirte, por lo que sólo puedo advertirte… —susurró, como si cuidara que entre el blanco infinito oídos chismosos pudieran escucharlos—. Kenai de Cáncer, fuerzas muy antiguas están movilizándose por al mundo de los mortales. Dos de ellas son las que me preocupan, pero tus capacidades sólo te permitirían ayudarme con uno de los problemas —inclinándose un poco para estar a la altura del rostro del Santo— ‘El Cetro de Anubis’, destrúyelo y será una carga menos para los tuyos… Corta de una vez por todas esa mala raíz que enterraron en el desierto…
— El Cetro de Anubis —repitió al memorizarlo—. Y qué es lo que…
— Se terminó el tiempo —dijo repentinamente la Muerte—. Y no es que me preocupe por ti; un mortal menos, un mortal más, no significa nada, pero sería muy fastidioso tenerte en el otro mundo con tanta anticipación.
— ¿De qué estás hablando? —Kenai abrió los ojos con desconfianza, más al ver como el joven de cabello negro extendió el dedo índice contra él.
— Digo que si no quieres morir tan patéticamente será mejor que despiertes.
El shaman quedó mudo cuando la Muerte le atravesó el corazón con el dedo.






Capitulo 21
El cuervo gris


En Jamir no había mucho qué hacer. La custodia de la torre no le permitió recorrer los demás pisos de la misteriosa fortaleza ni siquiera para matar el tiempo.
Por el carácter de Ayaka, Kraz varias veces terminó ayudando en el aseo del taller y otras actividades hacendosas que bajo otras circunstancias no habría hecho.

Varios días han transcurrido desde que Kenai de Cáncer entró al mundo de los espíritus. El cuerpo del Santo dorado no se había movido nada desde entonces, Kraz comenzaba a preocuparse por el retraso… pero él no tenía la habilidad para saber lo que estaba ocurriendo, no porque Kenai haya sido un mal maestro, sino porque fue decisión suya no aprender.

Kraz nunca ha estado interesado en conocer ese mundo que tantas malas experiencias le ha traído.
Desde su nacimiento ha causado infortunios a otros, sus padres murieron en un accidente por el camino cuando viajaron a Siria, siendo el único sobreviviente.
Huérfano desde muy pequeño, solía recibir ayuda de personas caritativas que le daban asilo al verse conmovidos por su apariencia, sin embargo a los pocos días terminaban por echarlo al decir que estaba maldito al traer enfermedades y desgracias a los que lo ayudaban.

Kraz vivió día y noche luchando de manera instintiva contra los espíritus que deseaban tomar control de su cuerpo, batallas de las que salía herido y por las que tenía numerosas cicatrices en la piel.
Fue creciendo en la soledad, viviendo en un capullo de miedo y desesperanza, yendo como vagabundo por el mundo hasta que la vida lo llevó a toparse con un buen samaritano que también viajaba sin rumbo.
Aunque Kraz intentó seguir por su cuenta, el amable hombre se las ingeniaba para permanecer a su lado. Pronto se dio cuenta que estando cerca de ese individuo los espíritus no lo molestaban… Nunca le preguntó su nombre y por ende él tampoco lo hizo.
Se acompañaron por unos días hasta llegar a Grecia, donde el hombre de sandalias humildes lo condujo al Santuario. Allí el viajero le aseguró que encontraría paz y utilidad a sus talentos. Nunca más lo volvió a ver.

Pero incluso en el Santuario se vio perturbado por las almas errantes, debiendo aislarse de todos hasta que un día el Santo de Cáncer llegó y sonriente le ofreció su amistad.



Kraz sujetó con cuidado la pequeña figura de madera que colgaba de su cuello. Los parajes grises y solitarios como Jamir solían ponerlo nostálgico, son la clase de sitios en los que de niño buscó refugiarse del rechazo o maltrato de los demás.

Regresó al interior de la torre, encontrando que la pequeña guardiana le había dejado un gran plato de comida.
Echó un vistazo a su antiguo maestro, al no ver cambios en él decidió sentarse a comer. Extrañaba la carne, Ayaka parecía tener una dieta vegetariana muy estricta que no podía criticar al ser un invitado en el lugar.

Comía tranquilamente el caldo de verduras cuando la jovencita bajó al primer piso, inspeccionando que los visitantes estuvieran bien.
— ¿No ha habido ningún cambio? —preguntó Ayaka, mirando fijamente a Kenai a lo lejos.
Kraz continuó cuchareando la sopa, comiéndola con agrado— En el mundo de los espíritus el tiempo pasa de formas diferentes. Para el señor Kenai pueden haber pasado minutos mientras que para nosotros horas o incluso días —explicó.
Ayaka buscó asimilar la respuesta— ¿De verdad pueden ver a los fantasmas? —cuestionó. El santo del Cuervo era más serio y centrado que Kenai, por lo que podía confiar en que él le respondería con sinceridad.
El santo asintió mientras masticaba.
— ¿Y cómo es? ¿Dan miedo? —preguntó al despertarle curiosidad.
— Yo no he visto muchos, sólo los he sentido. No soy tan habilidoso como el señor Kenai —admitió sin pena—. Algunos se muestran tal y como se veían en vida, aunque otros se manifiestan con las lesiones que fueron su causa de muerte…
— Debe ser muy interesante tener tal poder —comentó la chiquilla— Escuchar a aquellos que ya se fueron de este mundo.
El Santo del Cuervo sorbió un poco la sopa, pensando en que esa niña no tenía idea de lo que decía. Con gusto le regalaría su poder si pudiera.
Ayaka se levantó, yendo por dos grandes cubetas de madera que estaban en una esquina— Bueno, saldré por un momento. Se terminó el agua.
Kraz miró por la ventana, percatándose de que el sol caía por el horizonte— Es tarde, iré yo —se ofreció.
— Nada de eso, el estanque está muy bien escondido entre la cordillera, no lo encontrarías ni aunque te hiciera un mapa —aclaró—. Además tienes que hacer guardia, ¿qué pasaría si de pronto algo raro sucede con él? —refiriéndose al santo de Cáncer—. Yo no sabría qué hacer si se mete en problemas —extendió los dedos y las cubetas comenzaron a flotar en el aire—. Descuida, lo he hecho cientos de veces, Jamir es seguro —dijo despreocupada, haciendo uso de su telequinesis para mover las bandejas.
Kraz vio partir a la pequeña. Le angustiaba un poco dejarla ir sola, sea aprendiz del Maestro de Jamir o no seguía siendo una niña, merecía algo de preocupación.
Silbó pegando los dedos a su boca, recibiendo como respuesta el chillido de una de sus aves. Un cuervo entró por la ventana para posarse sobre su mano. Después de darle un pedazo de carne especial, Kraz le ordenó al ave vigilar a la niña, y ante cualquiera anomalía le informara de inmediato.

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Ayaka siempre ha sido una niña muy independiente. Desde que llegó a Jamir se dio cuenta que no estaba ahí para ser una molestia sino alguien de provecho.
Día a día atendía al Maestro Kiki, ayudándolo en sus tareas si lo requería, aprendiendo las artes secretas con las que se reparaban las cloths de los santos. Ella se molestaba mucho cuando Kenai le decía que actuaba como toda una esposa en vez de una alumna ya que le cocinaba, limpiaba, lavaba su ropa, entre otras cosas.

Arribó a la laguna sin ningún percance, utilizó su habilidad para sumergir los cubos dentro del agua sin algún esfuerzo físico.
Escondido entre la vasta cordillera, el estanque estaba rodeado por paredes rocosas, pero era muy hermoso el claro por el que a media noche se mostraba la luna en toda su blanca gloria.
Ayaka pensaba en la posibilidad de esperar hasta entonces para contemplar el paisaje cuando percibió una presencia no muy lejos de allí.
Le alarmó al ser cosmoenergías nada compatibles con las de los Santos. Permaneció alerta, mirando fijamente hacia la entrada del lugar.

El sonido de una roca rodando por el suelo anunció el arribo de dos individuos. El crepúsculo los mantenía ensombrecidos, pero Ayaka notó las armaduras sobre sus cuerpos.
— ¡¿Q-quiénes son ustedes?! —la niña preguntó temerosa, siendo consciente de la agresividad que había en los cosmos de dichos hombres.
No recibió respuesta, las siluetas continuaron avanzando hacia ella de manera siniestra.
— ¡Respóndanme, o si no… sufrirán las consecuencias! —advirtió, alzando los pesados cubos de agua así como algunas rocas de buen tamaño.
Los invasores se detuvieron pero estaban lejos de sentirse intimidados, sonrieron de manera burlona esperando el siguiente movimiento.

Antes de que la jovencita actuara, la tomó por sorpresa el ser alzada por un tercer individuo que apareció a su espalda.
Un hombre la sujetó con fuerza por la ropa, levantándola a la altura de su rostro. Ayaka gritó y pataleó de manera incesante. Por el sobresalto todas las cosas flotantes cayeron pesadamente al suelo.
El sujeto la tomó por la barbilla, apartándole los cabellos de la frente para una mejor inspección. Sonrió malicioso al notar las marcas en la frente de la pequeña.
— En efecto, es una de ellos —dijo a sus compañeros.
—No perdamos el tiempo entonces —agregó un sujeto de cabello largo y oscuro—, acaba con ella de una vez que nuestra prioridad es el Maestro de Jamir.
Asustada por lo escuchado, Ayaka se aterrorizó todavía más al ver cómo es que el hombre rubio que la tenía prisionera formó una esfera de energía en su mano con la que planeaba asesinarla.
Antes de que el impacto ocurriera, la jovencita desapareció sin dejar rastro.



Al escuchar los sonoros chillidos de su cuervo mensajero, Kraz se precipitó a salir de la torre a toda velocidad, mas frenó cuando Ayaka apareciera delante de él prácticamente de la nada.
Desorientada y con cara de espanto, la niña corrió con los brazos extendidos hacia el santo— ¡Kraz!, ¡Kraz! —lo llamó asustada.
El Santo se arrodilló para recibirla. La lemuriana se aferró a él con un fuerte abrazo. Kraz intentó tranquilizarla al sentir cómo temblaba entre sus brazos y sollozaba sobre su hombro. Esperó unos segundos más para levantarle la cara — ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —cuestionó preocupado.
Conmocionada, la pequeña respondió— ¡U-unos hombres, tres… ellos…! ¡Ellos aparecieron… quisieron lastimarme, querían matarme! ¡Dijeron que vienen a matar a mi maestro!
El santo plateado permaneció tranquilo, debía evitar que Ayaka entrara en pánico— Guarda la calma, lo importante es que lograste escapar para llegar hasta aquí.
— ¿Qué haremos? —deseó saber— ¡¿Qué haremos?!
Kraz no creía que el santo de Cáncer saldría de su meditación pronto. Tampoco podía sacarlo de ese trance o mover su cuerpo. No tenía otra opción más que encarar la situación.
—Yo me haré cargo —le explicó al limpiarle las lagrimas—, tú debes ocultarte. No dejaré que te hagan daño, ni a ti ni a Kenai, te doy mi palabra —quiso sonar optimista.
— ¡Pero son tres de ellos! ¿Podrás…?
— No es cuestión de que si podré o no, simplemente tengo qué hacerlo —le palpó los hombros para ponerse de pie—. Pase lo que pase no salgas de la torre. Y si llegara a pasarnos algo debes huir Ayaka, huye y alerta a tu maestro de lo que aquí pasó.

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Tres hombres corrían a toda prisa por la ruta montañosa sin notar como un solitario cuervo volaba sobre ellos. Se trataba de tres individuos que portaban armaduras ligeras similares a las de los santos de bronce ordinarios. Uno era un joven rubio y de armadura azul; el segundo tenía cabello del mismo color verdoso de su ropaje; y el tercero poseía una cabellera larga y negra como su armadura. Este último sujetaba una lanza en cuyo extremo el filo simulaba una media luna.
Ninguno de ellos pudo explicarse lo que sucedió con la sucia lemuriana, pero en todo caso decidieron apresurarse al temer que haya alertado ya a la persona que buscaban.

Los tres corrieron a toda prisa hacia la renombrada torre de Jamir, topándose con el escenario del frágil puente y el abismo. El trío se detuvo en seco al distinguir a un individuo al otro lado del risco.
Cada uno de ellos se preguntó si aquel sería el famoso maestro al que les ordenaron asesinar, sin embargo la distancia y el próximo ocaso dificultaban la visión.
Después de unos momentos en que nadie hizo o dijo algo, los asesinos se aventuraron a alzar la voz— ¡¿Acaso eres tú al que llaman Kiki, maestro herrero de Jamir?! —preguntó el de cabello rubio.
Adornado con el eco del precipicio recibieron una inmediata respuesta— Pierden su tiempo, la persona a la que buscan no se encuentra aquí —el guerrero plateado respondió, parado al otro extremo del inestable puente de roca—. No se quienes son, pero no tienen permitido pasar, les aconsejo que den media vuelta y olviden sus intenciones.
— ¡No tiene caso que quieras engañarnos —espetó el de melena verde—, hay una presencia muy grande proveniente en esa torre, debe ser él! —señalando el complejo— ¡¿Acaso es tan cobarde que no saldrá de su escondrijo?!
Kraz supo que no tenía caso intentar explicarles la situación, de un modo u otro tendría que pelear para proteger a sus compañeros. Ya intentaron herir a Ayaka, buscaban la sangre de Kiki, y Kenai se encontraba completamente indefenso, el Santo de Cáncer podría ser asesinado sin darse cuenta hasta que intentara en vano volver a su cuerpo.
No era una opción permitirles pasar a sujetos con cosmos tan peligrosos…
— A mi ver ustedes son los cobardes, atacar a una niña inocente y venir en grupo para acabar con una sola persona no es muy loable —se mofó—. No toleraré gente como ustedes merodeando por aquí, pero si insisten entonces vengan, si se atreven —desafío con una sonrisa burlona.
— Insolente… —murmuró el lancero, reprimiendo sus deseos por correr hacia él y degollarlo.
— ¡¿Crees que caeríamos en una trampa tan estúpida?! —gritó el rubio— ¡Podrías derribar el puente en cuanto intentáramos cruzar!
— Eso es lo que harían seres rastreros como ustedes, pero yo soy un santo de Atena. Aceptaré un duelo justo si es necesario para que se larguen de estas tierras —respondió, dando los primeros pasos por la estrecha vereda de piedra.
Los asesinos se sonrieron con complicidad antes de que el de cabello rubio se adelantara, concentró una energía amarillenta en su puño derecho para exclamar — ¡Ruge, tierra! —golpeando el suelo del que emergieron dos largas cuchillas que se desplazaron por la tierra como aletas de tiburón. El fulgor amarillo mermó la estructura del puente, haciéndose pedazos en pocos segundos, lanzando a Kraz al vacío.
— ¿Quién lo imaginaría? El infeliz tenía razón —celebró el de cabello verdoso.
— ¿Y ahora cómo se supone que cruzaremos? —reclamó el hombre de la lanza, mirando hacia el profundo abismo del que emergían puntas filosas.
— De eso puede encargarse Hiru ¿no es así? —el rubio inquirió despreocupado, confiando en que las habilidades de su compañero de armadura verde les serían de utilidad.
En ese momento escucharon un extraño sonido. Al mismo tiempo los tres asesinos miraron hacia el precipicio, viendo cómo de entre la brumosa oscuridad numerosas siluetas comenzaban a ascender.
Los chillidos y aleteos de los cuervos los ensordecieron por un momento. Una numerosa parvada aleteaba con fuerza en una nube negra de aves de rapiña. Cada ave tenía atada a su pata un hilo tenso que era sujetado por un hombre.
Los invasores quedaron impresionados al ver como el Santo de Atena salió del abismo utilizando a los cuervos.
Sujetando los hilos con las manos, Kraz se valió de su parvada para subir hasta el cielo. Decidió aprovechar el desconcierto momentáneo de los invasores para atacar.
A gran altura Kraz soltó las cuerdas, las aves negras chillaron casi al unísono al lanzarse en picada contra los tres guerreros.
La marejada oscura los envolvió rápidamente. Estaban desconcertados por el que los pájaros los atacaran de modo salvaje.
Manotearon de un lado a otro esperando poder espantarlos, pero las aves volaban con frenesí, creando un remolino confuso de plumas, chillidos, arañazos y picotazos.
Se cubrieron los ojos al ser los puntos que las aves más se empeñaban en atacar. Líneas de sangre se les marcaron en los brazos, muslos y caras.

Kraz cayó en picada imitando a sus feroces sirvientes, abriéndose paso entre ellos para plantar una fuerte golpe con los pies en el pecho del rubio, desquebrajándole el peto de la armadura azulada.
Aprovechando el impulso de su ataque dio una voltereta aérea para ir sobre el de pelo verde, propinándole una patada en la cabeza que le voló el casco.
Intentó irse sobre el lancero, pero frenó su intención al ver como el enemigo comenzó a girar su lanza a gran velocidad, creando un escudo circular contra el que los cuervos morían o se alejaban.
Al ver a los suyos amenazados, Kraz silbó, ordenando que retrocedieran.
Los cuervos se posaron por los alrededores, simulando una multitud sentadas en las altas gradas de un coliseo.
— Nunca imaginé que fueras un domador de cuervos —comentó el lancero, rematando a una de las aves agonizantes a sus pies—. Pero ese truco con los pajarracos no te volverá a servir.
— Pueden tomarlo como una advertencia —insistió el Santo de plata.
— Es cierto que no nos advirtieron de la presencia de Santos Atenienses aquí en Jamir, pero esta es una oportunidad que debemos aprovechar —dijo el rubio al levantarse con cierta torpeza, resintiendo el malestar en el pecho.
— Concuerdo contigo, hermano —añadió el de armadura verde—. Un calentamiento de verdad para estos cuerpos.
Kraz se mantuvo tranquilo pese a estar rodeado por tres enemigos. Con extrema confianza aguardó a que ellos dieran el primer golpe.
El rubio se lanzó primero, seguido por los otros dos guerreros. La triada descargó feroces golpes contra el santo del Cuervo, sin embargo Kraz los bloqueaba o esquivaba con cierta anticipación.
El joven santo se mantuvo en el medio de sus enemigos sin permitirse caer en las tramposas maniobras con las que intentaban distraerlo por un flanco para alcanzarlo por otros.
Era como si tuviera ojos en la espalda, pero lo que los invasores desconocían es que Kraz era capaz de ver a través de los ojos de todos los cuervos esparcidos por el campo de batalla, así sería difícil que lo atacaran a traición.
Cansado de esquivar, Kraz arremetió con una patada circular en la que su talón golpeó las quijadas de sus oponentes, obligándolos a retroceder.
— Parece que eres más habilidoso de lo que quisimos imaginar —dijo el de la lanza, manteniendo la guardia en alto.
— Lamento no poder decir lo mismo sobre ustedes —respondió el Santo seriamente.
— ¡Maldito! ¡¿Cómo osas burlarte de nosotros?! —se precipitó el rubio para emplear una vez más su técnica— ¡¡Tierra, ruge!!
Kraz eludió fácilmente la técnica que marcó un gran boquete en el suelo.
El de cabello verde se adelantó, extendiendo ambos brazos para gritar— ¡¡Maremoto, devasta!! —emergiendo un torbellino de agua horizontal que atrapó a Kraz, quien giró sin control dentro del torrente hasta que lo estamparon contra una pared rocosa.
El de cabello negro empleó su cosmos sobre la lanza para atacar consecutivamente — ¡¡Corte mortal!! —liberando una larga ráfaga cortante con forma de luna creciente.
El Santo del Cuervo rodó para evadir la técnica, pero en cuanto la energía chocó contra la pared provocó un estallido que alcanzó a lastimarlo.
Kraz salió expulsado muy cerca de la orilla del abismo, levantándose lo más rápido que le fue posible.
Notó el brillo de la lanza que casi le rebanó la barbilla, quitándose oportunamente. Estuvo a punto de perder el equilibrio cuando su pie tocó el borde del risco. Se vio acorralado por sus oponentes quienes reían como si ya hubieran ganado la batalla.
Como si de trillizos muy coordinados se tratara, volvieron a emplear sus potentes técnicas para acabarle.
Kraz silbó a los cuervos, provocando que varios de ellos reaccionaran de inmediato.


La detonación fue estruendosa, Ayaka se preocupó al sentir el fuerte ventarrón que entró por las ventanas. Pensó en Kraz, en lo difícil que debía ser para él enfrentar a tantos enemigos él sólo.
En su desesperación comenzó a llamar a su maestro de manera incesante, suplicándole que la escuchara, que regresara, que necesitaba de su ayuda.


Al trío de guerreros se le borró la sonrisa del rostro al percibir intacta la presencia del Santo de Atena. Entre el polvo levantado, comenzaron a ver un extraño capullo creado por plumas de fuego gris.
— ¡¿Pero qué es eso?! —bramó consternado uno de ellos.
Como respuesta el capullo se extendió, formando dos alas llameantes que nacían de los brazos del Santo del Cuervo. Con ellas Kraz batió el aire y el humo, empujando a los invasores de manera feroz contra las rocas.
Sin permitirles el recuperarse, Kraz se arrojó sobre ellos, golpeándolos con las alas espectrales. El aleteo de fuego destruyó por completo los ropajes de dos de ellos, mas al impactar contra la del lancero, éste absorbió la mayoría del daño.

Kraz guardó distancia al recibir un contraataque de la afilada lanza. El guerrero de ropaje negro se paró junto a sus compañeros abatidos, evitando cualquier intención del Santo por darles el golpe de gracia.
— ¡Hiru! ¡Haru! ¡No es momento para permanecer en el suelo, de pie! —les gritó sin apartar la vista del enemigo.
Poco a poco sus compañeros lograron ponerse de pie con mucha dificultad — Setsu… maldito, parece que te tocó un mejor regalo que al resto de nosotros —comentó hilarante el rubio.
— No se fijen en pequeñeces… Si queremos permanecer en este mundo debemos cumplir con nuestra misión, ustedes vayan, yo me encargaré de él —pidió en voz apenas audible.

—Parece que tu ropaje es mucho más resistente de lo que tenía pensado —habló Kraz al verlos murmurar.
— Y no te equivocas, a diferencia de mis camaradas mi armadura es de un nivel superior. ¡No importa qué trucos utilices, no funcionarán contra mí! —espetó, girando la lanza para tomar una posición de ataque.
Kraz movió los brazos sin que el plumaje de fuego perdiera intensidad. Aguardó a que sus enemigos reiniciaran el combate, siendo el lancero el primero en entrar en acción.
El Santo del Cuervo se sorprendió al ver cómo la lanza de su oponente resistía los golpes de sus alas. Ambos quedaron atrapados en un intercambio de golpes en el que la más mínima distracción decidiría un vencedor.
En eso, el ateniense escuchó el sonido de agua correr. Vio por encima del hombro enemigo como los otros dos sujetos se valían de un tornado de agua para cruzar al otro lado del risco. Presuroso intentó abrirse camino, pero Setsu se abalanzó sobre él para impedírselo.

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Haru y Hiru miraron con desconcierto la torre antes de entrar. Había una gran presión espiritual en el entorno, algo que pudieron manejar a la perfección. Muy adentro del lugar notaron la presencia de la lemuriana así como la de un hombre que permanecía en estado de meditación. De él sentían una poderosa emanación de energía, la suficiente como para intimidarse, aunque gracias a sus sentidos se dieron cuenta de la verdadera situación.
Confiado, Haru se adelantó por la habitación, sabiendo que la mente de ese sujeto se encontraba muy lejos como para ser un problema. El guerrero rubio recubrió totalmente su brazo derecho con un aura amarillenta, el incremento de su fuerza rompió varias vasijas dentro del taller e hizo vibrar todo objeto.

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Kraz se permitió recibir uno de los golpes del enemigo sólo para separarse de él, saltando hacia el agujero. Con las alas espirituales logró volar por encima de abismo, su prioridad era proteger a sus camaradas.
Setsu no tenía manera de cruzar como todos los demás, pero al notar cómo el Santo del Cuervo fue descuidado al darle la espalda es que decidió aprovechar aquella oportunidad. Recargó su lanza con su aura violácea, transformándola en un relámpago.
Sin miramientos, Setsu arrojó el poderoso relámpago contra el domador de cuervos.
Por los chillidos de sus aves, Kraz logró volverse para ver con horror el proyectil violeta que lo golpeó.
El violento estallido desquebrajó su cloth de plata. Aturdido, el Santo del Cuervo perdió control sobre su posesión de objetos*, por lo cual las alas espirituales se dividieron en las decenas de cuervos que las formaban.
Con el cuerpo entumecido e incapaz de maniobrar, el santo creyó que sería su fin, pero al ver las numerosas cuerdas a su alrededor, así como los constantes aleteos y replicas de sus cuervos, entendió que ellos no lo dejarían morir de esa manera.
Con la poca fuerza que le quedaba logró sujetarse a las cuerdas. Los cuervos lograron llevarlo a tierra firme donde Kraz cayó temblando en agonía por las heridas.
Tosió escupiendo una gran cantidad de sangre, mas no podía echarse ahí a tomar un descanso. Reunió lo último de sus fuerzas para correr.

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El resplandor amarillo se dirigió contra el ausente Santo de Oro.
Con valentía, Ayaka se abrazó a Kenai en un inocente intento por protegerlo del peligro.

En el momento en que la sangre chispeara sobre la niña y al Santo Dorado, Kenai abrió los ojos sólo para ver cómo el brazo del enemigo emergía por la espalda de su discípulo.

Aun con el abdomen perforado, Kraz intentó hacer retroceder al asesino, pero el rubio lo golpeó en la cabeza, arrojándolo al suelo para rematarle.
— ¡¡Nooo!! ¡¡Kraz!! —lloró la lemuriana.
Antes de que ese brazo volviera a tocar al Santo del Cuervo, explotó tras un destello dorado que iluminó la habitación.
El rubio permaneció en shock al ver cómo su extremidad fue desmembrada en un parpadeo. Gritó adolorido mientras su compañero veía horrorizado los pedazos calcinados de sangre y hueso en el piso. Ambos sintieron como el ambiente se volvió helado y sombrío, una fuerte presión los empujó contra el muro más próximo, siendo expulsados hacia el exterior de la torre.
Ayaka se sobresaltó al sentir las manos de Kenai apartándola. El Santo Dorado se levantó sin dirigirle una palabra a la niña quien lo miraba con cierto recelo. Era la primera vez que veía un rostro como ese en Kenai...

El Santo de Cáncer avanzó hacia su discípulo quien se encontraba bocabajo sobre un charco de sangre. Al momento de girarlo, alcanzó a ver un último brillo de vida en sus ojos azules antes de fallecer. Kenai se atragantó un momento mientras que Ayaka sollozaba con temor a acercarse.
Kenai le cerró los ojos con solemnidad. Tomó con cuidado el águila de madera que colgaba del cuello de su pupilo para después ponerse de pie, dispuesto a confrontar a los asesinos
Ayaka le gritó desconcertada — ¡Kenai, t-tu cloth...! —al ver la caja de oro sellada.
— No la necesito para acabar con esas escorias… —musitó con frialdad al salir de la torre.

Haru se retorcía en el piso sujetando el muñón sangrante. Hiru apenas pudo ponerse de rodillas para cuando el Santo de Cáncer apareció frente a ellos.
La carencia de una llamativa cloth no les permitía reconocerlo como un Santo de Atena, pero aún así estaban aterrorizados por la energía que fluía de él.
Kenai los contemplaba con los ojos de un eficaz verdugo que no albergaba piedad por nada ni por nadie. Con el rostro ensombrecido, el color de sus ojos cobró un intenso matiz rojizo que simularon los de una criatura salida de las fosas del Tártaro.
— ¡Tú…! ¡¿Q-quién eres?! —se atrevió a preguntar el de cabellera verde, notando cómo las aves de rapiña comenzaban a amontonarse por los alrededores.
— Han matado a un cuervo —Kenai dijo con apatía—… ¿Acaso conocen la penitencia de tal acción? —inquirió amenazante.
Los hombres observaban con desconcierto como es que más y más aves negras llegaban al lugar.
— Yo creo que no, pero se los diré gustoso —el Santo sonrió con malignidad, mostrándoles la figura de madera en su mano—. Sus almas putrefactas marcharán directamente al infierno donde cientos de cuervos se alimentarán de ellas por toda la eternidad.
Los tatuajes marcados en su cara comenzaron a desprender un leve fulgor azul con el que atrajo a la parvada. En sus manos se creó una bruma acuosa que revoloteaba como almas alrededor de un núcleo luminoso. Kenai alzó la mano izquierda hacia el cielo y cada una de las aves se zambutió dentro de la espectral neblina.
— Posesión de objetos…— masculló para sí segundos antes de chocar sus palmas una contra la otra.
Haru y Hiru casi fueron lanzados hacia el abismo por la fiera onda de choque. Por tal demostración de poder ambos comprendieron a lo que se enfrentaban y más terror conmocionó sus corazones.
El remolino se disipó de inmediato, dejándoles ver al Santo de Cáncer sujetando una portentosa guadaña que lo superaba en altura. El largo bastón estaba formado por los huesos de una columna vertebral, decorado por algunos adornos de plumas muy característicos de su tribu; coronando el arma se encontraba el cráneo de un cuervo gigantesco del que salía un largo y ancho filo que parecía ser capaz de cortar cualquier cosa…
La guadaña desprendió un brillo dorado muy intenso, cegando a los dos individuos que gritaron horrorizados.
Invadido por la ira, Kenai comenzó a cortarles miembro por miembro sin ninguna clase de clemencia.


FIN DEL CAPITULO 21


*Yomotsu Hirasaka= La colina de los muertos
* La Posesión de Objetos es una técnica empleada por los Shamanes para utilizar almas sobre ciertos objetos que usan para pelear. La posesión de Kraz consistía en utilizar las almas de los cuervos sobre su armadura para crear las alas de energía; mientras que Kenai las utilizó sobre el águila de madera con la que formó la hoz.

Editado por Seph_girl, 24 julio 2011 - 17:26 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 24 julio 2011 - 09:50

Por fin la continuacion SIIIIIIIII !!!!!!!!!!!!!!


EXCELENTE
capitulo

algo triste el final de ese guerrero

bueno esperando el nuevo capitulo y ansiando no sea mucha la espera XD

Saludos

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Publicado 15 agosto 2011 - 11:06

Pues aquí estoy de nuevo =D
Agradezco los comentarios de esos lectores con los que siempre cuento jajaja n.n
Aquí les dejo el nuevo episodio de este extraño fic XD
ENJOY!!!


****************


El guerrero de nombre Setsu corría a toda velocidad montaña abajo. Respirando agitadamente parecía que huía del mismísimo Hades.
Al ser testigo de lo ocurrido con sus compañeros no retuvo la valentía necesaria para enfrentar el mismo destino, por lo que emprendió la retirada del cobarde, imaginando que su señor sería mucho más piadoso por su fracaso que ese diabólico shaman.
Avanzó casi la mitad del camino por senderos oscuros cuando divisó la luz de una humilde linterna a lo lejos.

Una persona subía tranquilamente, deteniéndose al ver a otro viajante en su camino. El lancero Setsu lo imitó al sentirse obligado por la luz del farol.

Ambos viajeros cruzaron miradas. Mientras Setsu lucía nervioso y asustadizo, el otro individuo mantuvo un semblante tranquilo y muy serio.
En su estado tan inestable, el lancero tardó en percatarse de las dos marcas en la frente del sujeto, algo que lo tensó todavía más.
Al notar la reacción involuntaria, el pelinaranja habló— Supongo que eres uno de los que estaban buscándome.
A Setsu le temblaron los labios, sujetando la lanza con la que se defendería. Analizó al sujeto frente a él, un hombre joven, de cabello largo hasta la cintura de un color anaranjado muy peculiar, vestía ropas delgadas de tela gris (nada extraordinario), pero las malditas marcas en la cara lo delataban como alguien peligroso.
— Creo que supuse bien —el lemuriano dijo, sin temerle a la filosa cuchilla—. No cometerás el mismo error otra vez, yo soy Kiki, el maestro herrero de Jamir.
Apartando el miedo que invadía sus pensamientos, Setsu logró decir— ¡A esto sí que lo llamaría buena suerte! ¡Parece que después de todo podré cumplir con mi misión! —mostrándose muy ansioso por comenzar una carnicería—. ¡No tiene caso que te resistas! ¡Ni siquiera un Santo de Atena fue capaz de detenerme, yo y mi armadura somos invencibles!
El lemuriano lo observó de la cabeza a los pies sin sentirse impresionado —Es claro que le tienes mucha confianza a tu ropaje… pero no deberías estar tan apegado a él, podría quebrarse con extrema facilidad ¿Quieres que te lo demuestre? —inquirió, soltando la mochila que llevaba consigo.
— ¡Inténtalo, pero cortaré tus brazos primero! —Setsu exclamó, arrojándose contra Kiki.
El lemuriano esquivó cada estocada sin ninguna clase de problema hasta que de una patada desarmó al enemigo, manteniendo la linterna suspendida en el aire para alumbrarles.
Setsu no movió ni un músculo cuando su propia arma se posó sobre su cuello. Estaba asombrado de lo simple que le fue al lemuriano dejarlo indefenso.
— Sería muy sencillo eliminarte ahora, pero han causado mucho alboroto en mis tierras y alguien tiene que responder por ello —el señor de Jamir amenazó, sujetando con una sola mano la lanza—. Hay muchas preguntas que quiero hacerte, pero primero, como prometí apartaré el velo de ignorancia que hay en ti, demostrándote que tu fuerte coraza no es más que un débil cascarón para mí —murmuró.
Kiki extendió el dedo índice con el que golpeó, con un mínimo de fuerza, un punto exacto sobre el costado derecho del invasor sin que ocurriera nada al instante.
Desconcertado, Setsu comenzó a escuchar un crujido tras otro. Quedó anonadado al ver como en su ropaje empezaron a trazarse fisuras que se alargaban como una telaraña por toda la armadura.
A los pocos segundos el ropaje se desmoronó en pequeños trozos inservibles que cayeron al suelo.




Capitulo 22
La calma. Parte I


A la entrada de la torre los cuervos se amontonaron en el piso formando una gruesa alfombra de plumas negras.
Kenai contemplaba la luna menguante en el cielo tras haber recuperado la serenidad. Sus ropas, manos y cara se encontraban manchadas por la sangre que brotó de cada corte realizado sin sentir ninguna clase de remordimiento.
Escuchó cómo las aves se alteraron sin abandonar tierra firme. Sonidos fuertes estaban acercándose, como el de grandes cantidades de piedras chocando una contra otra. Al volverse, Kenai vio como el puente que fue derrumbado estaba reconstruyéndose a manos de una fuerza invisible que colocaba cada pieza en su lugar.
Bastaron simples segundos para que el puente volviera a ser transitable para cualquier viajero, siendo el maestro de Jamir el primero en pasar por él.

Kiki percibió el fétido olor a muerte que rodeaba la torre. La luz de su linterna alumbró las brillantes alas de los cuervos quienes ante una orden silenciosa del santo de Cáncer emprendieron el vuelo hacia sombras lejanas.
El lemuriano no se sorprendió al ver regados por el suelo pedazos de armadura y huesos humanos completamente limpios de cualquier vestigio de carne. Pequeños charcos escarlatas estaban lejos de secarse o ser absorbidos por las diversas plumas que quedaron en el piso.

Ambos hombres se sostuvieron la mirada unos momentos, después el lemuriano lanzó a un semiinconsciente Setsu a los pies del santo dorado.
— Lo encontré por el camino, supuse que podría ahorrarte las molestias —explicó el pelinaranja—. Si planeas terminar tu venganza te recomendaría que antes tomaras alguna información valiosa de él, y que lo hagas lejos de aquí, ya han causado demasiada conmoción.
Kenai contempló al tembloroso Setsu quien murmuraba cosas inentendibles para él.
— Lamento eso, esperaba poder limpiar antes de que llegaras —el shaman comentó con su sonrisa típica.
Kiki dio media vuelta, entrando a la torre no sin antes decir —Gracias por proteger a mi alumna, te debo su vida.
— El mérito no es mío —aclaró con un deje de tristeza—. Ella vio mi cara de malo, ¿crees que me tratará con un poco más de respeto a partir de ahora o será mejor que no regrese?
Kiki cerró los ojos para responder —Dale tiempo, incluso a mí se me eriza la piel al verte en ese estado —comentó apacible, después de todo conocía bien el corazón de su discípula—. Kenai, cuando termines tus asuntos necesitamos hablar.

El santo de Cáncer siguió con los ojos a Kiki hasta que desapareció en el interior del edificio. Con el pie giró al enemigo quien lucía bastante maltrecho.
Setsu tosió, abriendo los ojos tras varios intentos fallidos. Se sobresaltó al verse bajo el yugo del diabólico shaman que asesinó despiadadamente a sus compañeros.
Kenai aplastó el estómago de Setsu con el pie, impidiéndole levantarse o siquiera arrastrarse.
— Tú fuiste el otro que le causó tantos problemas a mi pupilo ¿no es verdad? —inquirió con tono amenazante, sin recibir más respuesta que temblores continuos por parte del guerrero.
— Cuando menos no mentiras, es un buen paso —comentó con cinismo—. Ahora, si no quieres terminar como tus amigos más vale que me demuestres que será de utilidad mantenerte con vida —advirtió mostrándole el cráneo humano de uno de ellos, haciendo énfasis en su horrible fin—. Les prometí que servirían de alimento para los cuervos, y lo fueron, tanto en la vida como en la muerte, así que si no quieres pasar por un destino mucho peor será mejor que cooperes conmigo —esbozando una sonrisa malvada al jugar con la calavera entre sus manos.
— Eres muy poderoso, shaman… — Setsu logró decir, causando sorpresa en el santo de Cáncer.
— Oh, parece que sabes un poco más que la clase promedio. Vamos bien, significa que sabes que no alardeo, así que dime ¿quién te envió?
— No puedo decírtelo —Setsu respondió sonriente.
— ¿No puedes o no quieres? —Kenai frunció el entrecejo con evidente disgusto.
— Ambas… le temo más a mi amo de lo que te temo a ti…
— Así que admites servir a alguien, dime su nombre.
— Jamás… —recibiendo una fuerte patada en la cara.
— El que te resistas me complace, al final sacaré todo lo que necesito de ti —Kenai lo sujetó por el cuello, arrastrándolo como un saco por todo el camino a través del puente. El santo de Cáncer lo levantó con suma facilidad por el pescuezo, acercándose al abismo al que podría arrojarlo sin consideraciones —. Empecemos entonces.



Ciudad de Meskhenet, Egipto

Han transcurrido algunos días desde que las batallas iniciadas por Sennefer y su ejército de inmortales terminaron.
La devastación del reino fue casi completa, ningún edificio quedó intacto, unos se derrumbaron, otros tantos quedaron en ruinas. Una vez que los sobrevivientes lograron organizarse y pensar con claridad la reconstrucción dio inicio.

Ante la falta de un faraón, el Chaty* tomó autoridad, apoyado por los Apóstoles quienes lideraron a la población para seguir adelante.

Muchas eran las viudas y huérfanos que debían reponerse a las numerosas pérdidas.
En contra de las viejas tradiciones, el Chaty ordenó que todos los restos fueran incinerados en una ceremonia solemne, ninguno deseaba que sus compatriotas pudieran ser profanados como lo hizo Sennefer durante su estadía.

En esos días de austeridad el mismo desierto se tornó gentil.
El Nilo volvió a ser de aguas claras, como si el aleteo de Ra hubiera purificado la maldición roja que los invasores desataron sobre el río. Hubo pescados en abundancia, por lo que el pueblo no sufrió hambre. Los animales que huyeron espantados por los sucesos volvieron por sí mismos para alegría de los granjeros quienes atribuyeron tal bendición a los dioses.
El cielo estuvo cubierto por nubes blancas que dieron sombra a hombres, mujeres y niños que trabajaban sin descanso en la reconstrucción de sus hogares. El clima fue benevolente, permitiendo largas y constantes jornadas de trabajo.

Muchos preguntaban preocupados por el estado del príncipe Atem, el nuevo Faraón no había sido visto por el pueblo. Algunos comenzaron a creer que el Príncipe también había muerto, pero las palabras de los Apóstoles bastaban para calmar sus espíritus inquietos.
El Príncipe se encontraba a salvo y con vida, pero aún no estaba listo para enfrentar el peso de la corona. La verdad es que estaba deprimido por todo lo acontecido, necesitaba algo más de tiempo para quemar su sufrimiento.

Assiut lo entendía mejor que nadie, él también perdió a su padre de una manera atroz, y a manos del mismo hombre.
Desde que recobró conciencia ha intentado verle, mas el Príncipe ha rehusado dichas audiencias.

Aunque los doctores y hasta su propia madre le han perdido descansar de sus heridas, Assiut volvió a sus funciones como Apóstol en cuanto pudo ponerse de pie.
Él mismo decidió encargarse de la reconstrucción del palacio, no sólo dirigiendo a los obreros sino también trabajando hombro con hombro con ellos, ya sea pegando adobes o removiendo escombros.

Durante un descanso, Assiut observaba los jugueteos de los niños junto a la orilla del río; el querer sentirse útiles los llevó a esforzarse por perfeccionar sus técnicas de pesca, algo que han podido lograr gracias a un peculiar instructor que los acompañaba. Aunque el santo de Capricornio no conocía el idioma de Egipto se las ha ingeniado para darse a entender y ganarse la confianza de los pequeños.
— Me dijeron que te encontraría aquí —escuchó a su espalda. Assiut miró sobre su hombro para toparse con el santo de Géminis.
Albert lucía tan herido y agotado como él, pero nada hacía que perdiera el porte rígido y señorial que le caracterizaba. Era curioso verlo con atuendos propios de Meskhenet, pero su orgullo tendría que tolerarlo por ahora.
— Veo que ya te sientes mejor —comentó el Apóstol, devolviendo la vista hacia el Nilo.
— Tienen buenos médicos —Géminis dijo, agradecido por las atenciones recibidas.
— Te aconsejaría tener cuidado, las heridas en una lucha de shamanes son algo diferentes. Personas que no están entrenadas apropiadamente tardan más tiempo en sanar.
No tenía por qué dudarlo, pero como muchos otros no podía quedarse en cama a esperar una recuperación completa— El chico parece estar mucho mejor que nosotros dos… —notó Albert al localizar a Sugita jugueteando como uno más del grupo de niños que lanzaban redes de pesca al agua.
— Incluso el sacerdote que lo trató se mostró sorprendido —comentó pensativo, ocultando lo que el médico dijo respecto a él—… Fue una buena decisión haberlo traído con nosotros ¿no lo crees ahora? —cuestionó, sabiendo lo difícil que sería para el santo admitirlo. Albert jamás se preocupó por esconder el malestar que le provocó traer al santo de Capricornio a Egipto.
— Debía vigilarlo de cerca —respondió a secas—. Esta fue su primera misión como santo. Tenía mis dudas acerca de él, pero confieso que no lo hizo nada mal.
— Nos salvamos el pellejo mutuamente, eso es lo que importa.
— Aunque primero intentamos despellejarnos entre nosotros mismos —añadió Albert.
— Las buenas amistades no siempre empiezan con el pie derecho…
El santo dorado y el Apóstol Sagrado guardaron silencio por unos segundos. Con su falta de palabras evidenciaban la posibilidad de considerarse aliados.
Los Santos y los Apóstoles cruzaron sus puños de manera brutal, ambos bandos dieron lo mejor de sí y perdieron camaradas en el conflicto, era difícil de creer que no existieran rencores.
Por su parte Géminis siempre admiraría la forma en la que los Apóstoles llevaron a cabo su misión y como la antigua Reina buscó por encima de su propia sobrevivencia asegurar el bienestar de ambos reinos en un acto desinteresado. Había una deuda que pagar, el santo se comprometió a saldarla en el futuro, pero antes…
— Lo que sucedió en la casa de Géminis—Albert finalmente dijo, siendo una congoja que no pudo reprimir por más tiempo.
— Fue sólo una ilusión —se apresuró a decir Assiut, consciente del inquietud del santo dorado—. Lo que los ojos de Udyat* te mostraron no fue nada más que una ilusión —repitió, comprensivo— No es el pasado, ni el presente, ni mucho menos el futuro. Pero los ojos de Horus no mienten, lo visto es lo que más teme tu corazón, ese sufrimiento personal que no compartes con nadie. De ti depende que la visión se vuelva o no realidad —explicó en voz baja.

Albert apenas pudo ocultar su desagrado. Que alguien más conociera su pequeño secreto le disgustó.
El Apóstol percibió dicha tensión en el ambiente— Puedes creerme cuando te digo que quedará entre tú y yo —prometió, mirándolo por encima del hombro—… No creo que seas la clase de hombre que vi en ese momento, quizá tu también debas dejar de creerlo.
— No necesito que me compadezcas —dijo de inmediato—. Hay otras cosas de las que debemos preocuparnos. Tú sabes que esto no ha terminado, es sólo el inicio de algo mucho más grande —añadió, estando al tanto de lo ocurrido también en el Santuario.
— Por el momento temo que Egipto no cuenta con lo necesario para enfrentar a quienquiera que sea el enemigo —Assiut se puso de pie, recordando lo hablado por el Chaty.
— Sabemos que Sennefer y el sujeto que marchó al Santuario junto a los Apóstoles son solo peones dentro de un intrigante juego —señaló Albert con una expresión muy seria.
— Uno en el que ni siquiera el Shaman King desea participar… —Assiut compartía las mismas preocupaciones.
— O cuando menos eso es lo que él dice —Géminis murmuró cauteloso.
— ¿A qué te refieres?
— Piénsalo sólo por un momento —el peliazul pidió en voz baja—. Nichrom, el Apóstol Sagrado de Osiris, dijo que el Shaman King se negó a prestar ayuda pese a que la situación ameritaba su intervención; el mismo rechazo que obtuvo el heraldo que el Patriarca envió a la Aldea Apache durante los incidentes —no temía exponer las conjeturas que circulaban por su cabeza—. Además, según escuché el sello que mantenía prisionero a Sennefer fue hecho por un Shaman King de hace muchas generaciones y todos parecen muy sorprendidos de que algo así haya podido suceder. Nuestros enemigos claramente desprecian a cualquiera que se haga llamar dios, incluso uno de ellos aseguró no rendir pleitesía a ninguno. ¿Quién entonces sobre la Tierra tendría la capacidad y conocimiento necesario para romper una cerradura milenaria como la que se realizó en ese monstruo? —preguntó
— El mismo carcelero —pensó Assiut de manera inconsciente—. ¿Estás diciendo que el mismo Shaman King, es decir, Yoh Asakura tiene que ver con todo este caos? —cuestionó con leve indignación.
— Yo sólo digo que es bastante extraño, considerando que siempre ha sido un hombre muy entrometido— el santo explicó, emprendiendo el camino hacia donde estaba el joven Capricornio—. Pero ustedes deben conocerlo mejor que nadie, respóndete tú mismo dicha cuestión.
Assiut sintió deseos de reventarle la boca por hablar de esa manera de la más alta autoridad de los shamanes. Pero era verdad, el señor Asakura debió socorrerlos… si un Shaman King los ayudó en el pasado contra Sennefer ¿por qué esta vez fue diferente? No quería dejarse llevar por lo que otros pudieran opinar, pero tampoco negarse los hechos. Si el santo de Géminis llegara a tener razón… entonces todos estaban en un grave peligro.

En algún lugar del Himalaya

Setsu perdió rápidamente la cuenta de las veces en la que el santo de Cáncer lo había golpeado, igual el tiempo que había transcurrido desde que empezó el calvario.
La mano de Kenai continuaba aferrada a su cuello mientras sus pies colgaban sobre el abismo. Todo su cuerpo gritaba de dolor, quizá le habían roto todos los huesos ya que no podía moverse y comenzaba a ahogarse en su propia sangre.
Ya no lo resistía más, no podía… imploraba la muerte pero era claro que el shaman no lo dejaría morir con tanta facilidad.
Suplicó en silencio algo de ayuda, llamó a su señor, rogándole que lo socorriera o lo librara de tal martirio. Pidió perdón por haberle fallado y finalmente se resignó a cualquier castigo que él le impusiera.

Entre los balbuceos y delirios obtenidos, el santo dorado descubrió que el objetivo al asesinar al Maestro herrero de Jamir y todo lo relacionado con él tenía como propósito eliminar una poderosa ventaja del Santuario ya que una guerra estaba por dar inicio.
Al final Kenai habría sido capaz de obtener toda la información que necesitaba, sin embargo los llantos de Setsu fueron escuchados.
Kenai sintió una extraña corriente de energía invadir el cuerpo de su prisionero. Setsu se convulsionó con fuerza en cuanto sus ojos se tornaron blancos, soltando un bramido desgarrador al cielo.
Sus ojos y dientes se prendieron en luz blanca, incrementando la intensidad del alarido hasta que un fuego blanquecino fue visible dentro de su boca, el cual se extinguió rápidamente, dejando sólo débiles estelas de vapor emergentes de todos los orificios de la cabeza.
Kenai se frustró al no sentir pulso en el individuo, dejándolo caer al suelo para examinarlo con cuidado, intuía que algo no estaba bien.
Invadido por un mal presentimiento rompió los harapos del cadáver, notando los símbolos tatuados alrededor de su ombligo.
No podía estar equivocado, aunque muchos de los símbolos le eran desconocidos tenían mucha similitud con los que le enseñó su abuelo cuando era un niño, los mismos que utilizaba para sus propios conjuros.
— ¡Pero por qué…! —pensó pasmado— ¡Esto... es un sello que le permite a un shaman desplazar el alma original de un cuerpo viviente para introducir otra…! —palpó cada símbolo con la punta de los dedos, percibiendo los residuos de la energía que actuó sobre ellos en algún momento—. ¡Un arte prohibido!
Como shaman de la nueva era, Kenai conocía las reglas impuestas por la tribu de los Apaches y el mismo Shaman King con las que intentaban mantener el equilibrio en el mundo de los espíritus y los muertos.
Tenía entendido que en la antigüedad existían shamanes que poseían la habilidad de introducir un alma dentro de un cadáver con el fin de reanimarlo, pero aún para ellos estuvo penada la técnica de Desplazamiento de Almas. ¿Quién en esta época podría conocer el método? Ni siquiera su sabio abuelo la sabía…
El enigma saturó sus pensamientos al borde de la desesperación, esto sin duda estaba relacionado con lo que el espíritu de la Muerte intentó advertirle. Mencionó algo de “Fuerzas antiguas” y “El Cetro de Anubis”, debía informar al Patriarca cuanto antes.



Grecia, el Santuario de Atena. Salón del Patriarca.

En el momento en que Shiryu bajó un poco la cabeza, Shunrei supo que podía acercarse. El Patriarca permaneció sentado en el trono, mortificado por las noticias que Kenai de Cáncer le había trasmitido.
Shunrei tuvo un mal presentimiento, siendo invadida por un gran pesar al escuchar que Kraz, el santo del Cuervo, murió recientemente en batalla.
Tomados de la mano, el Patriarca y su señora compartieron la triste noticia, siendo Shunrei la que lo manifestara en lágrimas.
— Aún recuerdo… el día en que el señor Yoh lo trajo con nosotros —comentó la mujer, reviviendo las memorias de aquel niño asustadizo y desconfiado que se convirtió en santo de plata.
— En ese entonces no comprendí por qué lo dejó aquí en el Santuario, imaginaba que por sus aptitudes su lugar estaba en la Aldea de los Apaches —Shiryu se animó a sonreír por los diversos recuerdos que llegaron a su mente—… Pero cuando Kenai llegó a Grecia y a nuestras vidas, supe que era su destino ser maestro y amigo del solitario Kraz —abrazó con ternura a Shunrei, sabiendo su angustia—. Dar tu vida por proteger a un hermano es una forma digna de partir —musitó al acariciarle la cabeza.
Shunrei se separó un poco, caminando en dirección opuesta a la del Patriarca— Temo que Kraz sólo sea el primero. Con todo lo que ha pasado seguramente muchas otras batallaran se suscitarán —dijo, atragantada por la congoja—. ¿Por qué Shiryu? ¿Por qué tiene que pasar esto ahora? —demandó saber.
— Ojalá lo supiera —respondió, avanzando hacia ella. La tocó por los hombros, girándola para acariciar su delicado rostro—, pero te prometo que lo descubriré, no deseo que ningún otro de nuestros muchachos pierda la vida en batallas sin sentido —pronunció entristecido, sintiendo las gotas rodando por las mejillas de su esposa.
Shunrei empezó a limpiarse las lágrimas.
— Me apena oírte llorar, pero necesitamos ser mucho más fuertes a partir de ahora, somos una familia y debemos mantenernos unidos.
La mujer asintió, recobrando un poco los ánimos— Tienes razón, se avecinan más tormentas que intentarán destruir nuestro hogar, debemos velar por nuestros hijos. Me mantendré fuerte Shiryu, no me permitas volver a derrumbarme —le pidió.
— Te pido lo mismo, esposa —respondió sonriente, permitiéndose un beso con el que sellaron tal pacto.


Grecia, el Santuario de Atena. Templo de Curación.

Calíope, la amazona dorada de Tauro, terminó de ponerse la máscara sobre el rostro cuando una voz risueña se dejó oír por la habitación que ocupaba.
— Me dijeron que ya habías despertado, bella durmiente.
Al borde de la cama, la amazona miró apáticamente a Souva quien permaneció sentado sobre el marco de la ventana después de entrar por ella. El santo contempló a la amazona con gran placer.
— ¿Qué haces aquí? —inquirió al ponerse de pie, resintiendo algunos dolores que le hicieron darse cuenta de la escasa ropa que la cubría, envolviéndose con la sabana de la cama con cierta urgencia.
— Hago guardia ¿Qué no te dijeron? —respondió sonriente, manteniendo una posición relajada mientras el viento removía sus cabellos y las cortinas—. Hay muchos enemigos que están siendo atendidos aquí en el Templo de Curación.
Calíope fue una de las guerreras que resultaron heridas durante las batallas. Su condición no fue grave pero los efectos de las inusuales técnicas de su rival la mantenían aún débil. Dicha sensación no le agradaba en lo absoluto, mucho menos ahora que debe de soportar al fastidioso santo de Escorpión.
— Estoy al tanto de lo que sucedió aquí y en Egipto, dile al Patriarca que no se preocupe, no pienso cobrar revancha por lo ocurrido… —explicó, buscando sus cosas personales dentro de un baúl.
— Oye, no hay prisa, deberías guardar un poco más de reposo. Mientras yo esté aquí no tienes por qué preocuparte —Souva comentó al cruzar sus manos detrás de la nuca.
La amazona cerró con brusquedad el baúl, caminando hacia atrás de un biombo de madera para comenzar a mudarse de ropa.
— Es por eso mismo que debo volver a mis labores cuanto antes. Además ¿qué vas a saber tú? —inquirió enfadada, ella era una hábil maestra con un amplio conocimiento para sanar a cualquier enfermo o herido, nadie mejor que ella podría saber si estaba capacitada o no para dejar la cama.
Souva observaba risueño la forma en la que los brazos de la amazona bailaban detrás de la insignificante barrera.
— En todo caso, cuando rondas por aquí mis chicas no hacen bien sus labores, eres una distracción, así que largo —ordenó la guerrera al terminar de vestirse con el uniforme de combate negro que le correspondía.
— Está bien, está bien, como desees —Souva movió las manos como si buscara alejar a un feroz animal—. Si me relevas del cargo mejor para mi, así podré estar más cerca del Patriarca.
— Haz algo de utilidad y ponme al corriente —añadió la amazona al cruzarse de brazos.
Souva dio un saltito para caer al suelo— Como gustes. El señor Seiya partió a Egipto para estabilizar nuestras relaciones diplomáticas con el devastado reino. Me dijeron que Meskhenet fue arrasada por las fuerzas del enemigo, muchas personas murieron incluyendo a los reyes de la nación —explicó, curioseando por la habitación de Calíope, deteniéndose junto a un tocador sobre el que no había mucho más que una cajita con acabados verdes.
— El Patriarca quería ir personalmente pero prefirió quedarse al saber que se le necesita más aquí, además en tiempos de guerra es arriesgado exponerse de esa manera —estuvo por abrir la cajita mas la agresiva aura que percibió de la amazona lo detuvo, siguiendo su paseo por la habitación—. Enviaron algunas provisiones y mano de obra como muestra de buena fe. Parece que no hay rencores, tanto el Patriarca como el Chaty entienden que todo fue parte de un plan perverso.
— ¿Y cuál es el plan a seguir ahora? —Calíope deseó saber, intrigada.
— El Patriarca espera que las cosas se estabilicen aquí antes de llevar a cabo cualquier movimiento. Los Apóstoles permanecerán en el Santuario hasta que sean capaces de regresar a su tierra natal. Albert, Sugita y Leonardo volverán una vez que el señor Seiya terminé con sus asuntos en Meskhenet.
— Teniendo en cuenta las bajas y heridos que tenemos, somos pocos los que estamos capacitados para enfrentar futuros ataques —analizó la guerrera de Tauro.
— Supongo que el Patriarca le ordenará a Kenai regresar, no te preocupes yo cuidaré de todos hasta que nuestros camaradas regresen —explicó con el pecho inflado de confianza.
— Claro, lo mismo dijiste cuando me rogaste pasar a la casa de Aries —la mujer se mofó— y el enemigo terminó por llegar a los aposentos del Patriarca.
— Sí… bueno, hubo muchos imprevistos —confesó con tono desvergonzado.
— ¿Y qué me dices de los nuevos? ¿Son de fiar?
— Pelearon valientemente cuando el Santuario más los necesitaba, el Patriarca ya les ha otorgado su rango oficialmente.
— Me resulta demasiada coincidencia que tres nuevos santos de oro aparecieran justamente el día en que fuimos atacados —comentó suspicaz.
— Oh por favor, esa clase de comentarios los esperaría de Albert, ¿pero de ti? —Souva se giró alarmado—. Está bien que vivan al lado del otro pero no para que aprendas sus manías, a menos que —entonces pensó en algo que lo hizo temblar—… No me digas que tú y él son… —uniendo ambas manos con énfasis.
— ¿Por qué siempre dices estupideces en momentos inoportunos? —Calíope rugió impaciente.
— ¿Lo son? —insistió.
— ¡Souva no desvíes el tema! —gritó frustrada.
— ¡Y tú no desvíes la pregunta…! ¡Por Atena! ¡En verdad lo son! —el santo del Escorpión se refugió en una esquina, exagerando un momento de depresión.
— ¡Suficiente, fuera de mi vista!

Las aprendices que pasaban por el pasillo escuchaban la discusión que se volvió estruendosa de un segundo a otro. Sonidos de objetos pesados siendo levantados y cayendo, cosas rotas, paredes cuarteadas, casi como si una estampida de toros se encontrara galopando en el interior de la habitación.
Las amazonas comenzaron aglomerarse cerca de la puerta, sabiendo que una batalla se había dado inicio entre su maestra y el santo de Escorpión. Por supuesto que ninguna temía por el bienestar de Calíope de Tauro, era por Souva de Escorpión por quien lo hacían.


Grecia, el Santuario de Atena. Doce Casas del Zodiaco

Del templo de Leo nace una tonada que llega hasta las construcciones vecinas, siendo escuchada por los obreros que reparaban presurosos los dañados templos de los santos de oro.
Es una melodía melancólica, de un guitarrista que sueña despierto con su antiguo hogar. Desplaza los dedos por las cuerdas sin seguir una pauta memorizada, simplemente lo que le surge del corazón. Sus padres siempre dijeron que tenía un talento natural para la música, mas jamás aspiró a dedicarse a ella, no llegó a ser más que un simple pasatiempo que dejó en el olvido por diversos acontecimientos.
Jack había permanecido sentado en las escaleras de la entrada de su templo durante horas. Recargado contra una de las columnas repasaba mentalmente las lecciones de su niñez, así mismo contemplaba las montañas, pero la verdad miraba más allá, hacia un lugar lejano donde habitan personajes de su pasado, y a los que probablemente dedicaba la canción.
Jack detuvo las cuerdas cuando sintió compañía. Miró hacia la entrada del templo encontrándose con el rostro serio del nuevo santo de Libra, Nauj, quien lo miraba con cierto desconcierto.
Jack le respondió con una sonrisa, imaginando lo que pasaba por su cabeza— La encontré cuando revisaba el lugar —explicó el joven, girando una de las clavijas de la guitarra—. Estaba un poco desafinada, pero está en perfecto estado— aclaró, todavía encantado por la madera de pino y cedro con la que fue construida—. Es curioso, por todo lo que escuchaba del Santuario creía que los santos no tendrían apego a otra clase de actividades, que sólo vivían para pelear y participar en guerras, pero parece que me equivoqué… No dejamos de ser seres humanos después de todo.
—Mortales con poderes, no lo olvides —rectificó Libra con indiferencia—. El que sepas algo de música no desaparece el hecho que puedas matar a un hombre con esas mismas manos.
—Je, siempre tan pesimista —Jack intentó no perder su buen humor, si deseaba conservar una amistad con Nauj debía acostumbrarse a sus ácidos comentarios—. Te sientan muy bien tus nuevas ropas, pero no creo que hayas venido hasta aquí sólo para mostrármelas ¿Qué ocurre Caballero de Libra? ¿Por qué merodeas por las Doce Casas?— preguntó, disimulando su curiosidad.
Nauj, al igual que Jack, vestía el uniforme que los distinguía como santos de oro, las hombreras, peto, brazales cinturón, botas y correas negras sobre un conjunto gris que hacía resaltar la insignia dorada existente en el cinto. Con dicho atuendo las cicatrices en el cuello de Nauj se volvieron más notorias.
— Investigo —respondió, bajando unos cuantos escalones—. Estaré aquí algún tiempo, por lo que es bueno conocer los terrenos que no he explorado, así como a sus habitantes.
— Me parecen buenas personas— Jack comentó con sinceridad.
— Yo no los juzgaría antes de tiempo —Libra aconsejó—. Dicen que las batallas sacan a relucir la verdadera naturaleza de una persona, yo esperaré a verlos en combate para hacer mi juicio —se mofó.
Jack prefirió callar, fingiendo estar afinando una vez más el instrumento.
— La casa de Piscis está vacía —dijo Nauj ante el abrupto silencio, decidido a compartir su recorrido—. Acuario ya fue ocupada por ese tal Terario quien decidió traer al chiquillo del mercado —un gesto de enfado contrajo las cejas de Nauj, recordando la pequeña rencilla que tuvieron en el pueblo al conocerse—. En Capricornio dicen que está un chico de nombre Sugita, es todavía más joven que tú— masculló todavía consternado—. Fue de los Santos que viajaron a Egipto, supongo que lo conoceremos llegando el momento. Sagitario está libre. En Escorpión está Souva, el mismo descuidado que casi murió en el templo Aries.
— ¿Cómo se encuentra?— el guitarrista buscó saber—. La verdad no he podido hablar con él estos últimos días.
— No lo sé, honestamente no me interesa —Nauj prefirió continuar—. En Virgo está Shai, la amazona traidora que lideró a los Apóstoles hasta aquí —comentó con tono despectivo.
— No seas injusto, sabes bien que no tenía alternativa. Ya el Patriarca lo explicó —alegó con fuerza.
Libra disfrutaba verlo irritado, era bueno, aún no entendía cómo es que alguien con su carácter podía ser el guardián de la feroz constelación de Leo— Que prefiera beneficiar a otra orden de guerreros por encima del Santuario no la vuelven una persona de confianza. El sobreponer la amistad sobre el deber es impensable cuando eres un combatiente.
— Es bueno saberlo Nauj— Jack dijo con sarcasmo—, en batalla no me preocuparé por cuidarte la espalda.
— Aunque lo digas en esa manera, lo agradeceré. Prometo hacer lo mismo— agregó sonriente antes de proseguir—. Y en Leo —pausó un momento— está aquel a quien más conozco… un santo que finalmente decidió querer serlo. Dime, qué te dijo esa voz para que cambiaras de opinión —inquirió, recordando las lagrimas en los ojos de Jack cuando estuvo frente a la estatua de Atena.
El Santo de Leo se tomó unos segundos para responder— Con gusto te lo diré, pero si primero me dices lo que tú escuchaste —musitó, desafiándolo con la mirada.
Jack también percibió el nerviosismo de Nauj en el momento que estuvieron en comunión con Atena, incluso vislumbró algo de temor.
El Caballero de Libra cambió de expresión una vez más, volviendo a mostrarse reservado— Es algo que prefiero guardar para mí —respondió secamente.
—Lo mismo digo —Jack sonrió victorioso, no siempre podía hacerlo callar—. Te ahorraré el viaje hasta Aries —comentó al ponerse de pie, mirando hacia los templos—. La siguiente casa, Cáncer, me dijeron que la ocupa un santo de nombre Kenai, pero él se encuentra en una misión fuera del Santuario. Dicen que él puede ver y hablar con fantasmas, encantar espíritus, que es una especie de brujo.
— Un shaman…— Libra susurró con recelo mostrándose un poco alarmado, algo que pasó desapercibido para el joven Leo.
—El santo de Géminis es un hombre llamado Albert. Escuché que muchos lo consideran el santo más fuerte de los dorados, fue alumno del Patriarca desde muy joven —Jack sonrió—. Me dijeron que es al que se debe de tratar con más cuidado, pues no deseas tenerlo como enemigo, pero es evidente que no te han conocido a ti —bromeó a expensas del santo quien enchuecó la boca con disgusto—. Tauro es habitada por la amazona Calíope, maestra en el Templo de Curación, pero que no te engañe, así como sabe como curar un cuerpo sabe como lastimarlo gravemente —tenía deseos de hablar con ella, le interesaban los temas de medicina y anatomía, por lo que estaba seguro de ser capaz de aprender algún truco nuevo—. Y Aries carece de guardián… Poco a poco, el Santuario está más completo que antes, o cuando menos eso es lo que me han dicho.
— ¿Por qué no me dijiste que eras un santo de oro? —Nauj preguntó de repente, causando confusión en Jack.
— ¿A qué viene eso? ¿Acaso importa? —inquirió incomodo.
— No había tenido oportunidad de hacerlo, fue toda una sorpresa descubrir ante el Patriarca que eras un santo dorado considerando que durante los combates permaneciste rezagado como si fueras un simple campesino —espetó con cierta agresividad.
— No era digno para hacerme llamar un santo de Atena —respondió, apresurándose a entrar al Templo de Leo.
— ¿Y ahora sí?
— Me esforzaré para serlo —aclaró, permaneciendo de espaldas al caballero de Libra—. Le juré a Atena que protegería al Santuario sin más vacilaciones. Pasé muchos años creyendo que no era mi destino convertirme en un guerrero del Santuario, pero mi maestro tuvo razón… Mi lugar es con Atena, sólo ella puede traerme la paz que he buscado por tanto tiempo —dijo, cautivado por recordar la dulce voz de la diosa.
— ¿Paz? ¿Buscas paz dentro de una orden de Guerreros Sagrados? —Nauj rió bastante divertido—. Chico, creo que te habría convenido más convertirte en Sacerdote o Monje.
— Cuando menos yo ya he encontrado un propósito —musitó, ignorando las burlas—. ¿Pero qué me dices de ti? ¿Qué es lo que buscabas al venir al Santuario? ¿Lo has encontrado ya? —cuestionó con voz tranquila.
Nauj de Libra permaneció junto a la entrada del templo, dispuesto a proseguir con el descenso inicial —Aún no, pero te enterarás cuando lo haga —esclareció antes de partir.
Jack de Leo suspiró agotado, le resultaba muy cansado poder sostener una charla con el osco Nauj, pero tratar con él era parte de la penitencia que había aceptado a cambio del perdón.

La magnánima Atena escuchó sus pecados con atención, y de manera comprensiva los borró de su alma. La penitencia él mismo la escogió —Juro que viviré por el resto de mi vida como el santo Leo —fueron las palabras por las que el ropaje dorado lo envolvió con su resplandor.

El Himalaya, Jamir

Kenai depositó el cuerpo sin vida de Kraz sobre el templete de madera. Tras haberlo limpiado y envuelto con unas mantas blancas, colocó numerosos leños empapados con aceite alrededor de él.

Ayaka observó todo el proceso desde lejos, aún sentía mucho recelo hacia el shaman, por lo que lo había visto hacer, pero en el fondo entendía que fue un reflejo de su ira… El maestro Kiki le había pedido que fuera comprensiva, que pensara en cómo ella se sentiría si mataran frente a sus ojos a una de las personas que más apreciaba en la vida. Ayaka sintió una gran angustia al pensar en su respuesta, la cual desapareció mucho del miedo que sentía por el santo de Cáncer.
La joven lemuriana se armó de valor y caminó hacia donde Kenai permanecía sentado frente a una pequeña fogata. Se acercó con un racimo de flores amarillas en las manos, esperando ser notada por el shaman.
Kenai parecía estar en completa meditación, como anteriormente lo había visto, sin embargo reaccionó en cuanto la escuchó acercarse. El santo de Cáncer la miró con ese semblante amable que siempre lo ha distinguido, aún le resultaba increíble de creer que haya podido comportarse como un demonio…
Ayaka deseaba que todo pudiera ser como antes entre ellos, por lo que tras un leve suspiro habló— Yo… sólo vine a dejar esto… —dijo apenada, mostrando las flores—. ¿Puedo?
Kenai le sonrió, asintiendo.
La pequeña colocó el ramo junto a la cabeza del difunto, retrocediendo en cuanto Kenai se levantara y aproximara con un leño encendido. El shaman lo arrojó hacia la madera que comenzó a prenderse con altas flamas.
Lado a lado miraron solemnes como las llamas cubrían el templete, así como al cuerpo sobre éste.
— El Maestro está reparando la cloth del Cuervo —la lemuariana dijo tras unos minutos de completo silencio—. Dice que en cuanto termine iremos al Santuario, vienen tiempos difíciles y allá habrá mucho trabajo que hacer, sin mencionar que estaremos a salvo.
— Espero que mi sangre sea lo suficientemente buena para esa cloth —añadió, sobándose la venda que le envolvía la muñeca—. No sé quién será el próximo en usarla pero ojalá sea igual de digno que Kraz.
— Él nos salvó… a ambos —la niña pronunció acongojada.
— Lo sé… —asintió con tranquilidad.
— Me hubiera gustado agradecérselo… Pese a que en ocasiones fui grosera con él yo… muchas cosas que dije no eran ciertas, en verdad me hubiera gustado pedirle disculpas —musitó avergonzada.
Kenai soltó una risita— Aún puedes hacerlo, él está escuchando.
Ayaka miró hacia todas direcciones, como si esperara poder verlo.
— ¿Sigue aquí?— preguntó inquieta pero esperanzada.
— Claro ¿por qué te mentiría? — aseguró con sinceridad.
— ¿Por conveniencia? —respondió sarcástica.
El santo de Cáncer se sintió aliviado al sentir como es que poco a poco comenzaba a tratarlo con la familiaridad de antaño.
— Kraz te manda saludos, dice que no te culpes por lo que pasó, que no es en vano morir por los amigos, que no se arrepiente —repitió lo que juraba estar escuchando—. Que debes ser fuerte y poner todo tu esfuerzo ya que se aproximan pruebas difíciles donde tus habilidades serán requeridas. Si de verdad quieres responder a su sacrificio entonces debes dar lo mejor de ti ¿has entendido?
Ayaka asintió, eso sin duda serían palabras que Kraz utilizaría. La niña sonrió con ánimos renovados, asintiendo al espíritu del santo del Cuervo al que desearía poder ver aunque fuera por un parpadeo.
— Ah, ¿qué dices Kraz, algo más?… —el santo paró oreja al viento—. Está bien, también dice que por favor seas más amable conmigo y me consientas cuando venga a visitar…
Imposible le fue terminar la frase cuando un fuerte golpe se le clavó en la rodilla, causándole un gran tormento por el que casi cayó al suelo.
— ¡¡Eres imposible!! ¡¡Casi me engañas!! —bramó iracunda— ¡No tienes remedio, ya me voy! —sacándole la lengua para correr hacia la Torre.

— ¡No vuelva a usar mi nombre para sus sucios beneficios! —recriminó el fantasma del santo de plata, viendo como Kenai se quejaba por su rodilla.
— Esa niña… tiene mucha fuerza, quizá la recomiende para Amazona o algo así —comentó adolorido—. No me culpes por intentarlo —rió con cinismo.
— No importa la edad, sigue comportándose como si tuviera ocho años —Kraz dijo con pesar.
— Aún estás a tiempo de arrepentirte —Kenai le recordó, poniéndose de pie para contemplar el fuego junto a su discípulo.
— Deje de insistir, ya lo he decidido a mi entera voluntad.
Kraz estaba allí, su espíritu inmortal sobre el que no existían lesiones, ni viejas cicatrices. Se manifestó con las antiguas ropas que solía usar en el Santuario, pero en ésta ocasión eran de un color blanco celestial.
— Si no fuera así no podría hacerlo, sabes las reglas —Kenai suspiró—. En otros tiempos tendría permitido utilizar tu cuerpo original como contenedor, pero en cambio ahora… Espero me disculpes por incinerarlo, pero no quisiera correr el riesgo de que pudieran utilizarlo para algo poco ético.
— Y se lo agradezco, a mí tampoco me gustaría que fuera usado por otros…
Kraz no sentía pesar por su destino, Jamir era un buen lugar para sus cenizas. En vida siempre encontró reconfortante los parajes montañosos, en la muerte eso no cambiará.
— ¿Estás listo entonces? —inquirió Kenai al sacar la figura que años atrás talló en para su alumno.
— Siempre —Kraz dijo con convicción—. Será un honor continuar sirviendo a Atena y al Santuario aún en la muerte. Por favor señor Kenai, ayúdeme a cumplir ese deseo. Estaré a su lado para ayudarlo en todo lo que me sea posible.
— Jamás he podido negarme a la última petición de alguien que va a morir… o que ya murió en tu caso —el santo de Cáncer sonrió con camaradería.
Cáncer acercó la mano hacia Kraz para decir— Posesión de objetos —ocasionando que el alma del santo de plata se deshiciera en hilos de luz que se compactaron en una pequeña esfera que se arremolinaba con cierto descontrol. El shaman unió la pieza de madera y el pequeño torbellino, desencadenando un resplandor llamativo entre sus manos, el cual logró contener y aplastar entre los dedos.
— Amigo mío, ahora serás más libre que cualquiera de nosotros —Kenai musitó solemne.
El santo levantó los brazos, liberando un torrente de luz que ascendió al cielo. En el firmamento toda esa energía comenzó a tomar forma mientras surcaba por los aires y el humo. Un chillido familiar se dejó escuchar por los alrededores.
El shaman contempló con alegría al cuervo de bello plumaje gris; cuando el sol tocaba sus plumas las hacía resplandecer como si fueran de plata. Le permitió lucirse como un pajarillo que utilizaba sus alas por primera vez.

El cuervo descendió, posándose en la mano que el shaman le tendió —Eres un presumido ¿lo sabes? —dijo al acariciarle la cabeza, notando como el inusual cuervo poseía los ojos del mismo color azul que Kraz—. Regresemos a casa, una Reunión Dorada nos espera.


FIN DEL CAPITULO 22



* Chaty = En egipcio significa VISIR, el segundo al mando del Faraón.
* Udyat = Técnica empleada por Assiut en el episodio 14 contra Albert. Por ella el Caballero de Géminis encarnó su más grande temor.

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"





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