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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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373 respuestas a este tema

#301 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 22 septiembre 2016 - 14:53

Capítulo 56

 

-Assiut de Horus al parecer es estratega al analizar a su oponente

y tambien es como el fenix al descubrir cuales son sus temores

 

 

-esa escena de los ojos debio ser bastante gore

 

-pobre Kaia de Isis

 

-muy buena la escena de la armadura que ataca por si sola XD

 

-me agrado la mencion a la espada que aparecio en Lc

 

-la pelea entre Clyde de Megrez   y Ehrimanes fue sangrienta

 

-me pregunto si Elphaba de Perseo decidira matar o amar a seiya por ver su rostro

 

-el final fue intrigante


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#302 Lunatic BoltSpectrum

Lunatic BoltSpectrum

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Publicado 28 septiembre 2016 - 17:13

como siempre un excelente capítulo 

 

sigo a la espera de la seguramente excelente continuacion

 

Saludos

:s50:



#303 ALFREDO

ALFREDO

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Publicado 05 octubre 2016 - 18:55

Hola set-girl!

 

Que buen cap, al fin hay grandes muertes y como me gustan a mí, trágicas y desgraciadas XD

En lo general estuvo muy bueno, en un principio los malos parecian perder, pero dieron vuelta la situación.

-Pobre Asiut, perdio los ojos, fue un buen guiño a Horus y Set. Pero aqui fueron los dos.

-La muerte de la apostol, fue muy dramatica. Me encantó q Senefer le entregara el cadaver a asiut, para q este se aterrara al reconocerla totalmente ciego.

-Lo de la espada, yo también la utilice en mi primer fic q quedo en el olvido juju. Eso quiere decir q en tu fic, el pasado es de la linea del LC y no el ND.

-Las cosas se le complicaron a Erimanes, al salirse del cuerpo de Aifor, perdio su gran invunerabilidad. Mientras el verdadero baddas con la otra pelea fue el santo de cancer, te confieso q no le tenia fé, de hecho esperaba q el chaman terminara peor q Asiut. Ya q considero q le corresponde al apostol matarlo XD

-Ese seiya, siempre lo toman por sorpresa. Jaja hasta su discipulo lo puso en aprietos. Me pregunto si alguien vendrá ayudarlo..

 

SALUDOS. 

Nos vemos por tu fic o el mio.


Editado por ALFREDO, 08 noviembre 2016 - 08:34 .

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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

Fichas de personajes


#304 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 30 octubre 2016 - 09:17

:lol: Esta bien imitar a kurumada pero

tampoco hay que exagerar- :smile5:


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#305 Seph_girl

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Publicado 08 noviembre 2016 - 15:00

Saludos mis buenos amigos de SS Foros. un gusto en saludarlos y más aún poder traerles otro capítulo terminado de esta historia.

Muchas gracias por su apoyo, sus visitas y sobre todo sus reviews.

 

T-800

En este mundo con tantos personajes, ya es difícil inventarse técnicas que no se asemejen a otras jajaja pero al final el resultado es lo que cuenta.
Tenía que poner a Sennefer ya a pelear  más en serio, pues después de haber dado tanta lata y no pelear bien con otros, ya esta es la suya suya, por eso debe lucirse y hacer maldades antes del fin.
Kenai de Cáncer también tenía que lucirse un poco antes del final, así que decidí que debe de pelear haciendo más gala a sus ondas shamanicas que saintseiyescas, por eso los fusioné jeje. Sí, quise hacerle guiño a la espada de LC, ya que intento, cuando menos, que cada que derroten a un Patrono sea de formas medio diferentes y poder aun dar sorpresas.
Esta es la última pelea de Clyde de Megrez Vs Ehrimanes, así que tienen que darse con todo XD.
Ya verás en este Capítulo lo que pasa con Elphaba y Seiya (más o menos xD)
 
Gracias por seguir leyendo y preocuparte de que no publique jaja, sorry es que pues a veces se baja la inspiración y he tenido problemas en decidirme de ciertos acontecimientos que deben de ocurrir en la trama, ya es la última parte y hay tantas loqueras que sacar :D
 
Lunatic BoltSpectrum
Muchas gracias por aparecerte por aquí Bolt, sabes que necesito de tu review para saber que el mundo sigue en equilibrio XD
 
ALFREDO
Hello, qué bueno que te gustara el cap :D . La verdad como ya es la última parte del fic (gracias a Dios) es hora de ponerse serios y matar a los que se tienen que morir jaja buenos, malos, escenografía, etc.
Las batallas finales ocurrirán con esas volteretas dramáticas hasta su desenlace (qué nervios)
Assiut ha sido mi saco de box, pero tienes razón en que debe de ser parte de lo que deba de derrotar a Sennefer, sin embargo, como es un Patrono de peso pesado, no puede ser tan fácil :p
Es la última oportunidad que Sennefer tiene para mostrarse malote, por lo que debe ser cruel hasta el final de su historia, me alegra estarlo logrando XD
Por lo de la espada de LC la verdad sí, este universo tiene como "pasado" canónico lo de Lost Canvas, no sólo porque me gusta más que lo que va de Next Dimension (que ya ni idea en qué me quedé la ultima vez que leí XD) sino porque se acopla más a mi trama.
También es la última oportunidad que Kenai tiene para lucirse, pero como ya te dije, derrotar a Sennefer necesitará más que un solo personaje de pie jeje, ya verás próximamente.
Y seguro vas a querer matarme porque dejé en climax aquellas batallas en el ultimo cap, pero desafortunadamete como el mundo no está quieeeeto, deben ver qué estaba pasando en ese momento en otros lugares XD Sorry.
 
Muchas gracias por escribir y seguir leyendo.
 
Igual aprovecho para agradecer a quienes me apoyaron en la final del Concurso de fanfics 2016. Este fic llegó a ser de los 4 finalistas y eso me puso muy feliz, ya que en estos años que llevo escribiendo esto, descubrí que hay mucha gente que me lee desde las sombras. Y pues aqui el reconocimiento que me hicieron el favor de darme por haber llegado tan lejos ;)
 
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Y ahora sin más, les presento otro raro episodio de EL LEGADO DE ATENA. Disfrútenlo.
Espero publicar otro antes de terminar el año XD
 
 
**********************************************************
 
 

Elphaba de Perseo aguardó a que la maldición de Medusa transformara a su oponente en piedra. En todos sus años como custodio del tesoro mitológico, su efecto jamás había fallado, hasta aquel día en que el santo de Pegaso parpadeó, con un gesto tan incrédulo como el de ella misma bajo su máscara.

¡No era posible! Sólo los desdichados que habían perdido la vista eran inmunes a la maldición, pero no era el caso de Seiya de Pegaso quien enfrentó la mirada mortal de Medusa a una distancia tan corta.

La impresión de tal fenómeno mantuvo inmóviles a los combatientes, como si Giles hubiera congelado el tiempo dentro del templo de Aries para encontrar una respuesta a lo ocurrido. Sólo hasta que Seiya se impulsara lejos de la columna en la que intentó refugiarse es que todos salieron de su estupor.

El santo de bronce no pudo agradecer a los astros por su suerte milagrosa, pues en aquel desplazamiento su cuerpo fue paralizado por una agónica punzada proveniente de su corazón.

¡No! ¡¿Justo ahora?!…¡Este no es el momento! —pensó aterrado, aguantando la necesidad de oprimirse el pecho que delataría su repentina debilidad.

— ¡Imposible! —clamó Elphaba, manteniendo la distancia de su enemigo—. Nunca antes había atestiguado que el poder de Medusa fallara de esta forma… ¿pero por qué?  ¡No, debe haber un error!— se convenció de inmediato, lanzándose sobre el santo de Pegaso.

Seiya contuvo los golpes de Elphaba con sus antebrazos, obligándose a retroceder. Sin detenerse, la amazona activó la máscara de Medusa en pleno combate cuerpo a cuerpo, la terrible máscara cobró vida y mantuvo sus párpados abiertos.

Por reflejo, Seiya cerró los ojos y a ciegas se defendió, siendo arrastrado por el torrente de meteoros que salieron del puño de Elphaba.

El santo cayó de espaldas, mas el dolor que nacía del interior de su pecho opacaba cualquier otra sensación. Rodó un poco para descubrir que su cuerpo continuaba siendo de carne y hueso para frustración de sus oponentes.

Seiya miró a Elphaba, cuya cabeza se había transformado en la de la legendaria bestia de la mitología, con serpientes negras en vez de cabello oscuro y afilados colmillos sobresaliendo de entre sus labios.

Es un milagro —escuchó de ella pese a que la boca  en su rostro no se moviera acorde a sus palabras—… Por algo usted es el santo de la esperanza.

El cuerpo de Elphaba comenzó a temblar frenéticamente, cubriendo su rostro deformado  con ambas manos. —Y es por ello que no puede morir... no aquí… no así… ¡Maestro, tiene que matarme! —gritó, encorvándose como si su cabeza pesara mucho más de lo que su cuerpo era capaz de sostener.

¡Elphaba! —la reprendió Giles.

— ¿Pero qué estás diciendo? —Seiya pudo levantarse tras impulsarse en el suelo, contrariado por el repentino cambio en la amazona.

¡Usted no debe morir, pero terminaré haciéndolo porque eso… eso es lo que nos han ordenado! —Elphaba dijo, abatida por el dolor que taladraba su mente—. ¡Todo es culpa… del santo de Géminis, él… él nos ha corrompido con su maldad…! ¡No hay nada que podamos hacer para desobedecerlo… sólo morir!

¡No puede ser! —Seiya creyó que al fin lo había descubierto, y en un instante vinieron a él recuerdos que le permitieron darle un nombre a la maldición que desató la locura en el Santuario—. El Satán Imperial —musitó, apretando las mandíbula por la rabia que volvía a fluir por su ser.

— No sabe las atrocidades que he sido obligada a hacer…. Yo… yo… debe matarme, sólo así es que todos a los que he convertido en piedra volverán a la normalidad… —explicó, dando gemidos de sufrimiento mientras se sujetaba la cabeza con desesperación—. Giles no me deja morir… ¡Nunca lo hará! ¡Usted es el único que puede hacerlo, ahora!

El cosmos de Elphaba estalló con violencia, cesando su voz y cualquier vestigio de voluntad, su cuerpo había sido completamente poseído por la obediencia que le debía al hombre que hechizó su mente.

La amazona de Perseo se estrelló contra los brazos del santo de Pegaso cuando este los alzara para defenderse, mas la mujer ejecutó sagaces movimientos que terminaron por romper la defensa de su rival.

Ahogado por la opresión en su pecho, Seiya fue empujado por la potencia de su enemiga, recuperándose justo a tiempo para eludir un ataque diferente que alcanzó a partir en dos su casco. Una herida se abrió en su frente, de la que brotó la sangre que por instantes cegó su ojo izquierdo.

La amazona de Perseo había creado con su cosmos una espada de diseño antiguo, pero dueña de un filo resplandeciente. Apuntó a su maestro con ella y aguardó en posición de esgrima.

Seiya reconoció la técnica de la Espada de Perseo, inspirada en el arma que el héroe de la antigüedad empleó para destruir a cada una de las bestias mitológicas que enfrentó en vida. En otras circunstancias Seiya no temería, más ahora que la velocidad de la amazona igualaba la suya con la ayuda del santo de Reloj, todo podría decirse en el siguiente ataque.

 

Antes su convicción estaba clara, pero al descubrir que los santos de plata eran víctimas del Satán Imperial todo cambió. Sólo había dos opciones, asesinar a Elphaba… o permitir que ella lo matara.

En otro momento la segunda opción no habría siquiera cruzado por su mente, pero al sentir que segundo a segundo se le dificultaba más el siquiera respirar, debía decidir qué era mejor: si preservar la vida de un santo enfermo que podría no ser capaz de continuar en la lucha tras el final de este combate, o la de una joven con potencial para salvaguardar el futuro del Santuario. Existían muchas otras cosas que considerar, claro, pero no había tiempo, fue evidente cuando Elphaba ladeó un poco la espada en sus manos.

El dolor en su pecho se volvió insoportable, Seiya se tapó la boca cuando comenzó a escupir sangre y saliva. En el momento en que su vista se descuadró, tomó la decisión que creía correcta...

Elphaba se precipitó hacia su maestro, lanzando una estocada a su corazón. El santo de Pegaso apartó los brazos con los que protegía su pecho y al cerrar los ojos pensó en una sola persona: — Perdóname, Shaina.

 

 

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Capítulo 57

El día más Oscuro, parte IV

 

Grecia, Santuario de Atena.

 

En las sombras del Coliseo, Shai de Virgo y Jack de Leo se reunieron. Para Jack fue una sorpresa recibir tal solicitud en medio del caos, pero no pudo negarse al llamado de la amazona quien juró era caso de vida o muerte.

La escuchó atentamente, por lo que fue obvio su sobresalto y negación. — ¡No puedes estar hablando en serio!

— No he hablado más en serio en toda mi vida —aseguró la mujer de cabello oscuro—, hemos sido engañados. Albert de Géminis inició una rebelión en el Santuario, es respaldado por la mayoría de los santos de plata y ha asesinado al Patriarca.

Jack cerró los puños con frustración.

— La palabra de Aristeo de la Lyra debió bastar, pero así como tú, tuve mis dudas y tenía que confirmar los hechos —la amazona explicó—. Los espíritus que aún revolotean libremente por el Santuario me lo han corroborado, no fue fácil encontrarlos, pero a través de ellos pude ver algunas de las tragedias que han venido ocurriendo desde hace tiempo…

— Es imperdonable —Jack susurró, pesando en él la vergüenza de haber sido burlado—. Entonces ¿qué es lo que debemos hacer? ¿Cómo estar seguros de en quien podemos confiar?

— Lamento decir que no tengo la respuesta.

— ¿Qué te hizo confiar en mí? —el santo de Leo deseó saber, esperando no sonar desconfiado.

La mujer aguardó unos segundos antes de responder—: Mis habilidades me permiten descubrir los secretos más oscuros de una persona. Eres un buen hombre Jack, no necesité usar mis poderes para saber eso. Viniste aquí confiando en mi palabra y en ese lapso pude ver la claridad de tu alma.  Nunca creí necesario tener que emplear tal don en mis propios camaradas… pero supongo que la maldad puede crecer incluso en un lugar santo como este —dijo, con decepción.

— La maldad está en todos Shai —comentó el santo, recordando las duras palabras de Nauj de Libra—, pero somos más quienes optamos por seguir el camino de la rectitud que aquellos que eligen lo opuesto. Sé cómo debes sentirte, pero en el caso de que seamos los únicos que estamos fuera de las maquinaciones de Albert, debemos decidir qué hacer.

Shai asintió. — Es posible que nos tenga en la mira, e intentará utilizar la conmoción del momento para eliminarnos.

— No pienso darle esa oportunidad —Jack aseguró—. El tiempo apremia y considero que es mejor que lo desenmascaremos de una buena vez, antes de que la situación se vuelva irreversible.

— No creo que sea prudente que hagamos esto solos —confesó Shai, pensativa—. Es posible que Albert no sea el único santo de oro al que debamos de enfrentar.

Aunque todo indique lo contrario, la verdad es que no están solos —escucharon de una tercera voz que los tomó completamente desprevenidos.

Ambos alzaron la vista hacia el cielo un poco nerviosos, donde vieron a un hombre descender cual ave, pues de su espalda crecían dos alas gigantescas con las que planeó y aterrizó dentro del Coliseo. Aunque los rayos del sol lo golpeaban, la maldición parecía no tener efecto en él.

— Tú eres... —Jack quiso recordar.

— Un Oficial de la aldea apache —Shai lo reconoció—. Si no me equivoco eres el mismo shaman que visitó al Patriarca poco antes de que todo esto comenzara.

— Y aquel que reparó las armaduras doradas —completó el santo de Leo.

El hombre enmascarado y de ropa ceremonial desvaneció sus alas espirituales antes de hablar—: En efecto, pueden llamarme Kenta.

— ¿Qué es lo que haces aquí? Creí que te habías marchado —la amazona cuestionó con desconfianza.

Eso quiere decir que hice bien mi trabajo —respondió el hombre con máscara tribal—. Pero descuiden, si permanecí aquí fue por órdenes del Shaman King.

— ¿Con qué motivo?— preguntó el santo de Leo.

Al principio ni siquiera yo lo sabía. Cumplí con mis encomiendas oficiales, para después permanecer como mero espectador, con la prohibición de intervenir hasta que el señor Asakura diera la orden. En el lapso, fui testigo de diferentes eventos que han encaminado todo hasta este momento.

— ¡Típico de ustedes! —reclamó Shai con severidad—. ¿Significa que sabías de la rebelión y aun así no alertaste a nadie? ¿Cómo se atreven a llamarse nuestros aliados si sólo han demostrado ser unos cobardes?

¿Me habrían creído sin haber comprobado con sus propios ojos la verdad? —el shaman cuestionó con tranquilidad, sin recibir una respuesta inmediata—. Yo mismo no comprendo a mi señor, pero su desaparición y su silencio han terminado —explicó—. Llegó el momento de cumplir con la alianza que por generaciones se ha mantenido con la diosa del Santuario y con el mundo entero. Es por ello que me pidió permanecer aquí, y al resto de mis compañeros dispersarse a otras regiones del mundo.

De repente, un leve temblor comenzó a sentirse dentro del Coliseo, pero no sólo allí, sino por toda Grecia. Las vibraciones, aunque inofensivas, era notorias para todos los que moraban la región.

 

¡Contemplen! —el shaman señaló cómo a lo lejos, entre las mesetas montañosas que rodeaban al Santuario, comenzó a elevarse algo.

A la vista era difícil de creer, una visión irreal de un ser gigantesco emergiendo de las montañas como si hubiera estado durmiendo bajo ellas por miles de años. Lentamente su cuerpo liso, semejante al humano pero al mismo tiempo diferente y sin distinciones de género, se alzó en dos piernas, resaltando por el contraste del color del cielo con su cuerpo totalmente amarillento. Ante él Grecia era un pequeño campo de juegos, y los humanos que lo miraban hormigas. De su cabeza crecían grandes crestas redondas, tenía un pecho ancho y torso plano, sus brazos eran tan largos como sus piernas y en su rostro sin nariz y boca, tres óvalos brillantes como esmeraldas alineados en forma de un triángulo marcaban lo que eran sus ojos. La criatura bien podría pasar por uno de los titanes que se describen en las leyendas.

El santo de Leo y la amazona de Virgo aguantaron por un momento la respiración, preguntándose si aquello era en verdad algo benéfico a su causa o un problema más. De él se percibía una gran presencia, mas poseía un aura neutral al ser una fuerza de la naturaleza que desconocía la malicia y que sólo seguía una instrucción.

Entonces, aquella entidad comenzó a encorvarse sobre el Santuario, como si fuera a aplastarlo con toda su inmensidad. El sobresalto y el pánico fue general, mas quedaron atónitos cuando el coloso apoyó sus manos afiladas en la tierra y permaneció así, como un arco que cubría no sólo el Santuario sino también el pueblo aledaño.

Cuando sus manos se posaron en la tierra hubo un último y estruendoso temblor. Fue entonces en que Jack se percató de algo, pues aunque aquel gigante cubría el cielo sobre ellos no proyectaba una sombra que oscureciera la zona. Motivado por la curiosidad, Leo cruzó la línea que dividía la luz de la sombra y se permitió ser golpeado por lo rayos del sol. El santo esperó ser atacado por la incómoda sensación de la maldición solar, pero no fue así. Shai lo imitó, manteniendo la vista en el cielo sin dejar de admirar aquella cúpula sobrenatural.

— ¿Qué… qué es eso? —Jack preguntó al shaman quien los miró de frente.

— Su cuerpo… es como si funcionara como un filtro que nos protege de la maldición del sol —intuyó Shai, impresionada.

Uno de los grandes espíritus de la Tierra no sólo se ha manifestado aquí para brindarles su protección, sino también en otras partes del mundo —Kenta explicó.

— El espíritu de la Tierra —repitió Jack, mirando el rostro impávido del inmóvil coloso.

Todos los miembros de mi tribu se han dispersado por órdenes del señor Asakura, ellos se encargarán de orientar a los afectados y contener a los malditos hasta que frene la maldición —el shaman prosiguió—. Por lo que pueden estar tranquilos y enfocarse en una sola cosa: enfrentar al hombre que los ha traicionado.

— Estupendo —Jack dijo, entusiasmado.

Pero antes de que se marchen, debo advertirles que hay más de un invasor que ha aprovechado la situación para entrar a su fortaleza, por lo que no sólo deberán enfrentar a santos rebeldes, sino otros peligros.

— ¿Nos ayudarás? —preguntó la amazona.

Si buscan apoyo en la batalla puedo hacerlo, sin embargo creo que puedo hacer algo mejor por ustedes —aclaró, señalando hacia un punto en el horizonte fuera del Coliseo—. Por allá encontraremos a un compañero de lucha más acorde para su equipo. Síganme.

 

/ - / - / - /

 

Explanada del Templo de Atena.

 

La Patrono Hécate, contempló preocupada al inmenso espíritu que se manifestó sobre el Santuario. Como antigua adepta al culto de Gaia, sabía que el espíritu de la Tierra sólo puede ser invocado por el Shaman King, lo que significaba que el enfrentamiento entre Yoh Asakura y Avanish estaba muy cerca.

Intentó explicárselo a Albert, a quien acompañaba en las afueras del Templo de la diosa Atena.

— ¿Crees que nos atacará llegando el momento? —cuestionó el antiguo santo de Géminis.

— No —respondió, segura de su respuesta—. Un Shaman King sólo utiliza la fuerza de los espíritus ancestrales para mantener el equilibrio y proteger a la humanidad… Jamás se arriesgará a volver a perderlos, pues sin ellos el mundo podría destruirse.

— Es bueno saberlo —añadió Albert, a la sombra de la estatua de la diosa—. Lo que significa que podemos seguir con nuestros asuntos —dijo, volviéndose hacia la mujer—. ¿Es eso a lo que has venido, no es cierto? El señor Avanish no necesitaba enviar a ninguna emisaria, pienso cumplir mi parte del trato. ¿Acaso desconfía de mí?

Hécate frunció el ceño. — El señor Avanish podrá tolerar tu comportamiento y aceptarte como un aliado, pero dudo que esté contento con lo que le hiciste a Iblis.

— Iblis murió en la batalla —Albert respondió con una sonrisa irónica—. El santo de Libra se encargó de ello, ¿por qué es tan difícil de creer? Él era débil, y lo sabes.

Hécate no tenía pruebas, pero le era evidente que la muerte de Iblis de Nereo no fue como Albert relató. Saber lo ocurrido en una batalla que se efectuó en el plano astral no estaba dentro sus posibilidades, pero desconfiaba de un hombre que por ambición es capaz de traicionar a sus amigos y a su propio mentor. Por ello, decidió viajar al Santuario y asegurarse de que las cosas se llevaran a cabo según el convenio.

— Débil quizá, pero leal y genuino, a diferencia de ti —Hécate añadió.

— Soy parte de este juego, te guste o no —Albert dijo sin esforzarse por fingir mejor su mentira—. Que el señor Avanish me juzgue al final de todo esto si es lo que quieres, pero creo que podré ganarme aún más su favor con este regalo.

En ese momento, Adonisia de Piscis apareció caminando por la explanada, cargando bajo sus brazos dos cuerpos pequeños, los cuales arrojó con cierto cuidado a los pies de Albert y la Patrono.

Hécate sintió pena por ese par de niños. El más pequeño permanecía inconsciente, mientras que el mayor se aferraba a la conciencia pese a los temblores de su cuerpo. Arun levantó un poco la cabeza, cerrando el ojo derecho por el paso de un hilo de su propia sangre resbalando de su frente golpeada.

— Intentaron escapar de los guardias —explicó con burla la amazona, a quien aún le costaba creer el relato—, la niña lemuriana los tomó por sorpresa pero sólo fue un descuido.

Albert avanzó hacia los pies de la gran estatua de Atena donde estaba un pequeño pedestal, y sobre él una caja de madera fina con adornos dorados. La abrió despacio y de ella extrajo su contenido, manteniéndose de espaldas a las mujeres.

— El señor Avanish exige las vidas de estos infantes, y yo se las daré. Según entiendo, la Áxalon es una espada especial que forjó para asesinar a los mismos dioses, pero el Santuario tiene sus propios medios para acabar con un dios —comentó al girarse y mostrar una daga dorada en su mano—. Sé que jamás me confiarían su preciado tesoro— sentenció, empleando sus poderes para hacer levitar al mayor de los dos niños, atrayéndolo hacia él y sujetándolo por el cuello de su túnica—, pero descuida, no lo necesitaré.

 

Arun no tenía forma alguna de resistirse, por lo que sólo atinó a colgar de la mano de Albert y cerrar sus manos sobre su muñeca. En su mente sólo había confusión y miedo, pues la  pesadilla no terminó aquel día en que sus padres murieron por defenderlo, la muerte lo encontró de nuevo y esta vez nada ni nadie estaba allí para salvarlo.

Aguantó las lágrimas en sus ojos, es lo menos que podía hacer ante aquel que iba a asesinarlo, pero en el fondo no paraba de llorar y suplicar por ayuda, un milagro.

Arun cerró los ojos y esperó, reprimiendo un gemido de terror involuntario cuando escuchó una tonada en el aire. ¿Acaso era el harpa de un ángel del cielo lo que escuchaba?... Sí, lo era, pero no uno que estaba allí por su bien.

 

Albert, Adonisia y Hécate miraron hacia un extremo de la explanada en cuanto sus sentidos fueron alcanzados por una pacífica melodía.

Arun abrió un poco los ojos, curioso por la demora de su ejecución y el sonido del arpa. Para su infortunio, el niño reconoció de inmediato al arpista como uno de los asesinos que destruyeron su hogar.

Albert bajó un poco al chico, tanto que le permitió volver a pisar el suelo. Él también reconoció al recién llegado, se trataba del mismo sujeto que por poco asesinaba al santo de Acuario en Asgard: un ángel del Olimpo.

— Eres tú de nuevo —Albert llegó a decir, intrigado y a la vez alerta.

El ángel detuvo su andar, así como el paso de sus dedos por las cuerdas del instrumento musical. — ¿Es una coincidencia o un obsequio el que encuentre al hombre que me humilló con anterioridad justo al lado de la presa a la que he venido a reclamar? —cuestionó con inquietante calma mientras una sutil sonrisa se dibujó en su cara—. Pero esto es inesperado, los Santos y los Patronos, ¿unidos? —dijo mirando a cada uno de los presentes—. Esto elimina cualquier posibilidad de salvarse de la ira de los dioses.

— Adalid del Olimpo, no vengas son prejuicios cuando ustedes mismos carecen de moral. ¿Crees que mi señor no conoce sus propósitos? —Hécate se adelantó, soberbia—. No hemos olvidado las veces que nuestros caminos se cruzaron y los hicimos retroceder. Tenemos los mismos blancos, sí, pero ustedes no buscan un cambio, sólo codician el poder que las almas de otros dioses le brindarán a su señor.

Adonisia se sentía la única fuera de la conversación, pues al mirar a Albert sospechó que su nueva posición como Patrono le permitía conocer la  historia completa entre ambas facciones.

— Retirarnos fue una estrategia necesaria para mantener nuestra presencia en la Tierra desapercibida —el ángel explicó—. Pero ahora que los humanos han profanado la magnánima fuerza del sol para liberar a los engendros de la estirpe de Nyx, somos libres de actuar sin ningún tipo de restricción. Esta vez no hay razones para ocultarse, ni para zanjar una batalla.

Debe ser alguien muy fuerte si cree que puede luchar contra tres de nosotros —pensó Adonisia al contemplar al hermoso guerrero del Olimpo de armadura platinada.

 

Ante la situación, y de manera silenciosa, Albert precipitó la daga dorada contra el cuello de Arun. Jamás permitiría que el ángel cumpliera su cometido, ¿por qué retrasar algo que ya había decidido? Confiaba en que la daga de oro que tomó de Star Hill pudiera cumplir la misma función que la Áxalon de los Patronos, después de todo, era la misma arma  con la que Saga de Géminis intentó eliminar a la infanta Atena en el pasado.

Pero no fue así de fácil, como si alguien hubiera anticipado su intención, un resplandor fugaz golpeó su mano armada. El zohar que cubría en gran parte su mano evitó que perdiera toda la extremidad, aunque tres de sus dedos fueron cercenados por el resplandeciente proyectil.

Todos miraron una flecha dorada clavarse en el suelo, al mismo tiempo en que la daga de oro giró por el aire, cayendo hacia el vacío de las montañas.

— ¡La siguiente irá directo a tu cabeza, Albert de Géminis! —clamó una voz masculina.

Albert fue el primero en mirar al arquero de dorada armadura que  le apuntaba con una de sus flechas sagradas.

— ¡Asis de Sagitario! —Albert masculló, con un rictus de furia y dolor.

Arun no pudo evitar soltar un gemido de alegría al ver al santo de Sagitario allí. El niño no tenía idea de lo cerca que estuvo de ser apuñalado, pero fue la puntería divina  y el arribo de su protector lo que le evitó tal final.

 

El santo de Sagitario mantuvo tensa la cuerda de su arco, en su mirada era claro que lo único que detenía su siguiente tiro era el escudo humano en que su protegido se había convertido para Albert.

Adonisia estaba igual de sorprendida, Asis de Sagitario debía permanecer atrapado en las mazmorras del Santuario una vez que los santos de plata destruyeran el único acceso, ¿cómo fue que escapó?

Pese a no aparentarlo, Asis tenía bien ubicados a todos los presentes en el campo de batalla, por  su distribución estaba seguro de que ante cualquier reacción podría fulminar al traidor de un solo disparo, algo que esperaba el mismo Albert leyera en su mente para que mantuviera a todos inmóviles.

 

Pese a la conmoción, Hécate no apartó la vista del ángel y éste tampoco de ella. Sólo la amazona de Piscis estaba libre de poder actuar, pero no lo hizo, en el fondo parecía divertida con la interesante escena. Le intrigaba saber cómo es que Albert se libraría de tal situación.

— Ya veo, así que escapaste gracias al milagroso derrumbe que ocasionaron los terremotos —Albert aseguró tras haber leído la mente del santo de Sagitario, cerrando la mano ensangrentada de la que había perdido sus dedo meñique, anular y medio. El dolor se podía ocultar con facilidad, pero la ira era algo diferente.

— Suéltalo ahora —Asis ordenó con la frialdad de un asesino.

Albert sonrió, recuperando un poco su temple habitual. — Por supuesto —fueron sus palabras antes de lanzar al chico hacia el vacío detrás de él.

Asis soltó la flecha dorada sólo para retrasar por un instante la respuesta de cualquiera de los enemigos presentes, ventaja que empleó para lanzarse en salvación de Arun.

 

El niño soltó un alargado grito durante su caída,  hasta ser alcanzado por Asis, quien lo sujetó con fuerza. La velocidad de la caída disminuyó un poco cuando las alas de la cloth de Sagitario se abrieron y le permitieron al santo volar.

— ¡Señor Asis, vino a salvarme! —Arun exclamó de felicidad, pegando su rostro contra el pecho del santo dorado, manchándolo con sus lágrimas y su sangre.

— Aún no estamos fuera de peligro —le indicó con un gesto serio, pues muy cerca de ellos una silueta venía en su persecución.

 

El santo revivió los acontecimientos de aquel día en que huyó de tres ángeles para proteger a Arun. Aunque ésta vez sólo era uno el que lo perseguía, sentía el mismo peligro y ansiedad. Sabía bien que si repetía las mismas acciones todo terminaría igual, incluso peor. Tras volar por varios kilómetros entre las montañas, aterrizó para encarar a su enemigo, colocando al niño detrás de él.

Su persecutor bajó la velocidad de vuelo y descendió lentamente en la cercanía.

Pese a que sufriste graves heridas te las ingeniaste para sobrevivir, santo de Sagitario —dijo el ángel de cabello dorado—. Los de tu clase son sorprendentes, poseen un alma tenaz que dificulta a las mismas Moiras tejer el final de sus historias.

— Te recuerdo bien —respondió Asis, alerta, como si esperara que el resto de los que se encontraban en el Templo de Atena aparecieran en cualquier momento—. Parece que estamos condenados a concluir la lucha que quedó pendiente.

Eso me temo, y a la vez me alegra. Tu intrusión aquel día nos costó la deshonra ante nuestro señor, por lo que eliminarte será una expiación que he anhelado desde entonces.

— ¿Pelearás solo? —Sagitario cuestionó con un deje de soberbia.

No necesito la ayuda de mis hermanos para cumplir con esta tarea, y algo me dice que los mortales que dejamos atrás no intervendrán por ahora —indicó, pues sólo él se movilizó cuando el niño fue lanzado de la plataforma—. Sé que no dejarás que cumpla mi misión mientras la vida palpite en tu pecho, y mis órdenes son llevarme al niño con vida, por lo que nos haré un favor a ambos y permitiré que se haga a un lado para que busque refugio.

Asis desconfió, mientras que Arun se mantuvo detrás de su protector escuchando todo.

— ¿Cómo saber que no es una artimaña? —el santo preguntó.

¿Preferirías pelear con él a cuestas? —dijo el ángel con infinita paciencia—. Eso dificultaría la batalla para cualquiera de los dos, por lo que es la única oportunidad que sé podrás razonar y aceptar. Sé que la traición y la desconfianza son parte de la naturaleza humana, pero aunque sea tu enemigo soy un guerrero de honor —aclaró con honestidad.

Asis luchó para convencerse de que todo era una sarta de mentiras, pero nada en la expresión del ángel le permitió dudar de su palabra. Dio un corto suspiro antes de hablarle a su protegido. — Arun, necesito que busques un lugar seguro y te ocultes allí.

— ¡Pero…!

— ¡No es una petición, es una orden! —Sagitario dijo con severidad—. Te prometo que cuando esto termine iré a buscarte. Ahora ve. Estás en peligro si permaneces a mi lado.

Arun iba a reprochar más, pero cuando el santo de Sagitario le devolvió una mirada suplicante sólo apretó los labios y se marchó corriendo sin estar seguro de a dónde.

— ¿Qué diría Atena si viera que uno de sus propios Santos lucha por la vida de otro dios? —dijo el ángel, observando al niño correr en su intento por encontrar dónde refugiarse.

— No conozco a la diosa del Santuario —Asis respondió con crudeza—. Pero si es la mitad de lo que todos profesan, no creo que proteger la vida de un inocente esté fuera de sus preceptos.

 

Una vez que Arun se perdió de la vista de ambos, fue la señal que tomaron para dar inicio a la batalla.

 

/ - / - / - /

 

Albert cauterizó la herida en su mano para que dejara de sangrar. Intentó ocultar su malestar, pero sus cejas fruncidas temblaban a la par de su indignación.

Adonisia caminó un poco por la explanada, agachándose para desclavar la flecha dorada que quedó en el suelo. La miró con curiosidad antes de preguntar—: ¿No deberíamos seguirlos? —golpeando levemente la punta de la flecha sobre su máscara dorada.

— Uno destruirá al otro —el peliazul estaba convencido de ello, bajando la mano en un intento por olvidar que había perdido tres de sus dedos—. En el mejor de los casos se destruirán mutuamente.

— No subestimes a un ángel del Olimpo —recomendó Hécate, quien alzó del suelo al príncipe de Asgard con la amabilidad propia de una madre—. Ya lo escucharon, su presencia es la señal del fin. Después de todo el Shaman King fue incapaz de contener la ira de los dioses.

— Suena a que es algo que previeron… o que esperaban —comentó Albert, sin temor a la posible aniquilación de la humanidad.

— El señor Avanish estará complacido, al fin podrá tener lo que ha anhelado por mucho tiempo —la Patrono dijo en voz baja, recordando esos momentos en que encontró al agónico primer Shaman King, quien entre delirios clamaba por una sola cosa—: venganza.

— ¿Venganza? —repitió la amazona dorada, alertando a Hécate lo que sus labios dejaron escapar de manera inconsciente.

— Debemos prepararnos —la Patrono intentó dejar su descuido atrás—. Ahora que has perdido tu preciada daga, Albert, seré yo quien me encargue de este niño. ¿Crees que podrás recuperar al que se te escapó de las manos? —preguntó con tono de burla.

Antes de que el hombre pudiera dar una respuesta, las ondulaciones de un cosmos violento atrajo la atención de todos.

Miraron curiosos hacia el templo del Patriarca, de donde escucharon una trifulca de choque de acero, gritos agónicos y puertas destrozadas, seguido de los presurosos pasos que hicieron eco en las escaleras que desembocaban a aquella explanada.

 

Allí, con la respiración agitada, una lanza en mano y la ropa salpicada con sangre que no le pertenece, la reina regente de Asgard, Hilda de Polaris, arribó al templo de Atena.

Sorprendida, Adonisia musitó—: Si ella está aquí significa…

— Perdimos a Elphaba —completó Albert, consciente de que ordenó a la amazona utilizar los poderes de la máscara de Medusa sobre Hilda y otros más. La asgardiana no era una amenaza por la cual sentir temor, en cambio, se preocupó más en intentar descubrir quién había sido capaz de derrotar  a la amazona de Perseo y al santo del Reloj. No importaba si Elphaba estaba muerta o si se liberó de la influencia del Satán Imperial, había confiado en que las habilidades combinadas de ambos guerreros podrían competir con la destreza de alguno de los otros santos de oro.

 

Hilda miró a todos los allí reunidos, y aunque no podía conocer la verdadera situación a la que se enfrentaba, entendía que ellos tres eran sus enemigos y sólo dos cosas importaban: salvar a su hijo y encontrar a su esposo.

La dama de Polaris apuntó la lanza con valentía hacia la Patrono. — Devuélvemelo —fue la orden que no sólo transmitieron sus labios, sino su mirada y cosmos frío.

Su último recuerdo fue la traición, pues la amazona plateada la hechizó convirtiendo su cuerpo en piedra; cuando despertó del maleficio y fue capaz de ponerse en pie, sus sentidos le contaron lo necesario, despertaron su furia, y en cuanto fue capaz de armarse con la lanza del primer soldado que intentó detenerla, no dudó en actuar como una autentica hija de Odín para abrirse camino hasta allí.

Como madre, Hécate la entendía y compadecía, pero nada más. Lo único que podía hacer por ella era ahorrarle una dolorosa batalla, por lo que intentó desaparecer del lugar tal cual era su costumbre, mas esta vez Hilda lo anticipó y apuntó su mano hacia ella sin que su cosmos dejara de brillar.

La Patrono la miró sorprendida, pues sintió que de alguna manera, la sacerdotisa de Odín impedía que se marchara sólo manteniendo la mano empuñada.

— No escaparás —fue la advertencia de la mujer de cabello plateado—. Tú heriste a mi esposo, y ahora quieres llevarte a mi hijo. ¡No lo permitiré! —sentenció.

Hécate resintió una escalofriante presión en su cuerpo pese a la protección de su armadura. Cualquier desalmada habría utilizado al niño como escudo para menguar la fuerza de su oponente, mas Hécate no era esa clase de mujer.

La Patrono lanzó una discreta mirada a sus aliados y estos permanecieron distantes, claramente eligiendo ser sólo morbosos espectadores. Chasqueó los dientes, molesta por la situación,  por lo que decidió combatir. Su cosmos esmeralda la cubrió, repeliendo el poder de la sacerdotisa y dirigiendo su propio cosmos contra ella.

El vendaval de energía llevó a la asgardiana a doblarse un poco hacia atrás, mas como si tomara fuerza de la rudimentaria lanza en sus manos logró mantener una postura de batalla. Ese leve instante de desequilibrio fue empleado por la Patrono para enviar al pequeño príncipe lejos de allí.

Hilda se conmocionó al verlo desaparecer de las manos de su enemiga, imaginando lo peor. Sus pensamientos caóticos reaccionaron con su cosmos, brindándole una potencia jamás vista en ella, ni siquiera cuando la sortija de los Nibelungos despertó sus sentimientos más perversos. Corrió hacia Hécate y dirigió la punta de la lanza contra su pecho.

La Patrono realizó el mismo movimiento con la palma de su mano abierta, la cual respondió como un escudo contra el que  la lanza se impactó generando un ensordecedor estruendo.

 

— Ingenua, ¿crees que tu insignificante arma podrá hacerme algún daño? —Hécate preguntó, al ver como la débil madera comenzaba a astillarse—. Aplaudo tu arrojo, no demostraste tal poder en Asgard, pero sé exactamente la razón de este cambio. Tus sentimientos de madre te han permitido dar este salto, respeto eso, mas no significa que te dejaré interponerte en mi camino.

En el espacio existente entre la punta de la lanza y la mano de la Patrono, comenzaron a generarse centellas que poco a poco deformaron la bella arquitectura del lugar. Ninguna de las dos mujeres retrocedía o superaba a la otra, por unos segundos sus poderes parecían iguales.

 

/ - / - / -

 

— ¿No deberíamos hacer algo? —Adonisia preguntó de nuevo a Albert mientras observaba el enfrentamiento. La amazona notó que el antiguo Géminis parecía distraído y atento en algo más lejos de ahí.

— No desperdicies tus fuerzas… algo me dice que las necesitaremos pronto —el hombre respondió, mirando con sorna hacia las doce casas.

— Descuida, no lo haré. —La amazona de Piscis tomó aquello como el permiso que necesitaba para actuar.

 

/ - / - / -

 

— Me pregunto si tu fuerza mermará al decirte que tu hijo vive, sólo lo envíe a un lugar donde estará a salvo… y donde no tenga que ver a su madre muerta al despertar —Hécate dijo, en un intento por ganar ventaja.

Pero la fuerza de Hilda no vaciló, incluso avanzó, obligando a Hécate a plegar su brazo a su costado. La Patrono volvió a sorprenderse, sólo para fruncir el entrecejo y acabar con la esperanza de su rival.

El cosmos esmeralda de Hécate se alzó con un zumbido explosivo, obligando a Hilda a tener que arrodillarse para resistir la contienda y no ser pulverizada.

La lanza se astillaba sin control, pronto de ella no quedaría nada, sin embargo la reina asgardiana mantuvo dignidad y fuerza sosteniéndola, como receptáculo de todo su poder.

— Sería una deshonra para mis ancestros morir de esta manera… Por lo que me niego a sucumbir ante ti. ¡Los Patronos no volverán a humillar a la casa de Odín! —clamó, al mismo tiempo que Hécate liberó más de su poder contra la sacerdotisa, sintiéndose victoriosa cuando escuchó la lanza romperse y todas las astillas se volvieron polvo.

Y aún así, las manos de Hilda no quedaron vacías, como si el cosmos de la Patrono sólo hubiera destruido el cascaron en cuyo interior se encontraba la auténtica lanza de la reina de Asgard.

Con un brillo de divinidad, la lanza negra se abrió paso por la cosmoenergía agresora, ascendiendo peligrosamente hacia el rostro de Hécate que no cabía en su asombro.

La mujer de armadura de jade evadió la muerte sólo por un leve impulso, pero no por ello se libró del dolor cuando la punta de la lanza negra alcanzara su mejilla izquierda y continuara su ascenso, cortando la piel, el pómulo, su ojo, rasgando parte de la frente hasta separar el casco de su cabeza.

 

Hécate quedó confundida por el olor de la sangre y la cantidad que salpicó en el aire. La presión del ataque la elevaron por encima de la estatua de Atena, dando un fuerte grito por el dolor lacerante.

Abajo, Hilda permaneció con un semblante victorioso. En tan simple herida encontró una satisfacción inexplicable que mantenía su corazón acelerado y ansioso. Gracias a la adrenalina que fluía por sus venas, sus sentidos estaban completamente enfocados en el campo de batalla, y sólo por eso es que fue capaz de anticipar que alguien estaba por atacarla por la espalda.

El instinto milenario de la sangre asgardiana en su ser, llevaron a Hilda a girar e interponer la lanza negra sobre la que rebotaron un sin número de destellos, los cuales rasgaron la ropa y la piel de sus brazos.

En contra de lo pensado, aquellas ráfagas cortantes no provenían de la amazona de Piscis ni del santo de Géminis, sino de un enemigo mucho más terrible para sus ojos.

— ¡¿Bud?! —lo reconoció instantes antes de que la embistiera con su hombro, tumbándola al suelo.

Aturdida y confundida, la sacerdotisa de Odín permaneció en el suelo mirando a su esposo con ojos que hacían una simple pregunta: ¿Por qué?

 

El cuerpo vendado del dios guerrero de Mizar se mantenía un poco encorvado, como si le costara mantener el equilibrio, con una respiración agitada y agonizante, reflejo de una lucha que estaba perdiendo y en la que nadie era capaz de intervenir.

En su pecho, la rosa amarilla de Hécate había desaparecido por completo, pero en su lugar se encontraba una mucho más radiante de color aguamarina. Sus fieros ojos habían perdido su tono característico, en cambio se habían tornado tan azules como los pétalos de la flor incrustada en su cuerpo. En la piel algunas de sus venas resaltaban por la energía turquesa que ahora fluía por su ser, como si se hubieran convertido en las raíces de la infame flor.

 

— No puedo hacer nada por devolverte a tu hijo, pero aquí está tu esposo, ¿no estás feliz? —dijo Adonisia de manera sarcástica, posicionándose a un lado del dios guerrero de Zeta. Con una simple señal de su mano abierta, Bud desistió de atacar.

— ¿Qué significa esto? —cuestionó Hilda, tratando de responderse ella misma. Aun en el suelo, sus manos se aferraban a la única arma con la que podía defender su vida —. ¡¿Qué es lo que le has hecho?!

— No es nada personal, reina de Asgard, pero debe de entender que mientras estudiaba el bello espécimen floreciente en el pecho de su consorte, elaboré mis propias semillas, las cuales he decidido poner a prueba aprovechando la situación.

La amazona de Piscis señaló a la mujer en el suelo, y al instante Bud de Mizar entendió aquello como  una orden. Sólo los primeros dos pasos del hombre pesaron en sus pies, el resto fue firme, desplazándose a gran velocidad, pero no la máxima que podía lograr, e Hilda lo supo al haber sido capaz de generar una barrera que evitó ser decapitada por las garras del tigre de zeta.

Hilda realizó el esfuerzo máximo por contener el avance de Bud, pero el conflicto de sus emociones le hizo perder la fuerza que momentos antes demostró, reflejándose en la inestabilidad del campo de fuerza.

 

Desde el aire, Hécate observaba mientras con su mano cubría su rostro herido. Delgadas lianas crecieron por debajo de sus uñas y gentilmente se entrelazaron hasta tejer un vendaje que detuvo el sangrado y parchó su ojo.

Parece que en un intento por replicar mi técnica, Piscis ha creado una nueva especie de flora que le permite controlar la voluntad de los hombres —pensó con ligera frustración, pues ver corrompido su trabajo no es algo que le inspirara dicha.

Sus flores eran seres amables que sumían a un individuo en un sueño profundo dentro del que vivían una vida ideal de acuerdo a los deseos de su corazón, es por ello que su raíz se introduce y crece dentro de este órgano, impidiendo a toda costa que el soñador despierte y afronte su verdadero mundo.

Una técnica abominable para muchos, pero ella tuvo una razón muy personal para haberla diseñado así en aquel entonces. Con ella buscó darle paz a su señor, que pudiera dormir eternamente soñando con su mundo perfecto… pero nada quedaba oculto a los ojos de Avanish, y aunque aceptó aquel collar de flores en su cuello, la magia de Hécate fue incapaz de someterlo. —Gracias por el amor que sientes por mí— fueron sus palabras en el momento en que creyó que la asesinaría por su atrevimiento, pero en vez de eso la besó con un amor por el que valía la pena luchar y morir.

 

Hécate pensaba en ello mientras veía a esa mujer y a ese hombre obligados a pelear entre sí. Volvió a sentir pena por ellos, pero no la suficiente como para intervenir en sus destinos. Decidió que Albert debía encargarse de la situación, pues su sexto sentido le alertaba que su vida peligraba cada segundo que permanecía junto a ese par de santos dorados. Sin anunciarlo, empleó sus poderes para transportarse lejos de ahí, hacia ese lugar al que envió al príncipe de Asgard.

Albert logró cruzar miradas por última vez con Hécate, aceptando su retirada con agrado.

 

El grito de Hilda de Polaris anticipó la ruptura de su campo de fuerza, cayendo ella de espaldas en el suelo, lastimada, pero no lo suficiente como para soltar su lanza de guerra. Abrió los ojos al mismo tiempo en que quiso ponerse de pie, pero para entonces ya Bud estaba sobre ella, apretándole el cuello con una mano mientras la otra se mantuvo en el aire, con las garras alargadas listas para asestar el golpe de gracia.

Por la presión en su cuello, Hilda fue incapaz de hablar, pero su sola mirada suplicante bastó para detener por unos segundos más su ejecución.

Sintió la mano de Bud temblando en su garganta, y vio con claridad que la garra homicida luchaba por mantenerse lo más alejada que pudiera de ella. Para Hilda era claro el esfuerzo del dios guerrero por no sucumbir ante el maleficio impuesto por la amazona de Piscis.

Hilda deseaba poder decirle tantas cosas, apelar al amor que sentía genuinamente por él pese al malentendido que golpeó el corazón de Bud días antes, pero sólo sus lágrimas podían exteriorizar sus sentimientos en esos momentos.

Hilda… hazlo— escuchó de Bud, apenas un murmullo que sólo la cercanía le permitió oír.

La sacerdotisa apenas y podía respirar, pero de alguna manera intuyó a qué se refería. Los dos miraron la punta de la lanza negra que ella todavía sujetaba.

No, no puedo —fue el pensamiento de la asgardiana por el que las lágrimas comenzaron a fluir más deprisa—. No me pidas eso, por favor.

No podré resistirlo más —volvió a murmurar, leyendo claramente su sentir—. Hilda, te amo… siempre lo haré… Si tú mueresyo… —un bufido involuntario detuvo sus palabras, ahogando la voluntad del hombre para que el esclavo terminara por cumplir su tarea.

Hilda tuvo menos de un segundo para decidir si entregar su vida o conservarla, aunque eso significara perder al hombre que amaba, pero al mismo tiempo entendía la futura agonía de su esposo si éste le quitaba la vida.

Con la decisión tomada, la reina de Asgard se preparó para las consecuencias, sin embargo cuando la punta de su lanza se partió en dos y la rosa diabólica fue extraída del cuerpo de Bud, entendió que alguien más eligió el curso que tomarían sus vidas.

 

Hilda quedó perpleja al ver que un santo de oro atravesó con su mano el pecho de Bud, arrancando la rosa de Adonisia con todo y raíz.  La sangre borboteó escandalosamente por la herida y su boca, hasta que el santo presionó ciertos puntos cósmicos en el pecho del asgardiano. Bud tosió una sola vez antes de quedar inconsciente en brazos del santo dorado de Leo, Jack.

 

Adonisia de Piscis no pudo intervenir en aquel acto inesperado, pues cuando un segundo borrón dorado se precipitó contra ella retrocedió, regresando al lado de Albert quien recibió a aquellos invitados con una sonrisa triunfante.

 

— No importa lo que hayas planeando para el Santuario, Albert de Géminis, tu insurrección termina aquí y ahora —dijo con gran determinación la amazona dorada de Virgo, Shai.

— Por tu tono, supondré que ya estás al tanto de la situación —dijo Albert, sabiendo que no tenía por qué fingir más.

— ¿Cómo has podido hacerle esto a tus camaradas, a tu propio maestro? ¿Es que acaso no tienes dignidad? —espetó Jack tras dejar a Bud en el regazo de Hilda.

— Los grandes cambios requieren de grandes sacrificios —respondió sin sentirse intimidado—. Y este mundo está por volver cambiar, lo queramos o no. ¿Me juzgan por velar por la  sobrevivencia del Santuario?

— ¿Vendiéndonos al enemigo? —replicó la amazona de Virgo—. No, tu charada de hombre bueno no va a seguir engañándonos, mejor acepta que sólo has actuado para beneficio propio.

— ¿De verdad quieren hacer esto? —cuestionó Albet, señalando al gigantesco monstruo que acaparaba el cielo —. Mientras el mundo claramente se desmorona y hasta el cielo ha enviado a sus ángeles a atacarnos, ¿piensan emplear sus fuerzas contra el Santuario? Aún pueden tener una oportunidad si me aceptan como el nuevo representante de Atena en este mundo—dijo, casi sonando sincero, pero en su rostro no podía ocultarse su malignidad.

— ¿La misma que le diste a Nauj? —preguntó el santo de Leo con resentimiento, sabiendo de antemano lo ocurrido con el santo de Libra.

— No pensamos inclinar la cabeza ante ti —aclaró Shai de manera contundente—, quien al no obtener el apoyo del Santuario ha sometido a sus habitantes y eliminado a aquellos que fue incapaz de controlar. Eres un mal que debe ser erradicado de este mundo.

— Secundo la moción —dijo una tercera e inesperada voz que Albert reconoció a la perfección.

Albert miró fijamente a un revivido Nauj de Libra subiendo las escaleras.

— ¿Qué pasa, Géminis? Por tu expresión pareciera que acabas de ver un fantasma —el santo de Libra sonrió ampliamente.

 

/ - / - / - / - /

 

Reino Submarino de Poseidón.

 

Cuando la puerta al Erebo se abrió en este plano de existencia para impregnar al planeta con su veneno, el dios del mar lo percibió cual hubiera ocurrido bajo sus propios pies. Retumbaron en sus oídos los gemidos del mundo y los de las bestias impías que clamaban cuerpos humanos.

La visión omnisciente que mantenía sobre su reino y súbditos le permitió saber el  holocausto que se cernía sobre la Tierra.

Bajo el mar, su séquito estaba fuera del alcance de tal maldición, por lo que cuando las primeras de las islas que formaban parte de sus dominios comenzaron a verse afectadas, ordenó al océano batir sus aguas y hundir cada una de ellas. Con su poder divino, las nueve islas se sumergieron bajo el agua cual domos de salvación, impidiendo que la mayoría de sus súbditos fueran convertidos en recipientes para almas oscuras, y conteniendo a los que fueron transformados.

 

Ordenó a Enoc, Dragón del Mar, comandar las tropas y controlar la situación en las islas dañadas; así como enviar a quienes podían llevar la calma a los consternados y confundidos humanos de su reino.

 

Poseidón decidió permanecer en su Palacio, desde donde podía seguir con cautela los acontecimientos, y no sólo los que ocurrían en el océano.

En su mente fueron claras las imágenes de aquel apartado lugar en el desierto donde la puerta al Erebo fue abierta, de las batallas que allí se libraban y el alcance de la maldición que asolaba cada región que tocaba el astro rey. En la superficie, la situación se mostraba incontrolable, no podía serle indiferente pues si todos esos seres humanos se convertían en bestias indomables serían enemigos que codiciarían su reino. No ponía en duda el poder de su ejército para destruir a cada uno de ellos, mas ni cualquier diluvio que pudiera invocar sobre la tierra sería capaz de eliminar por completo el veneno primordial que se extiende rápidamente. Además, eliminar a los humanos era algo que no deseaba, no ahora que era capaz de albergar fe en ellos y confiar en que cada uno, en el orden impuesto por el universo, estaba allí para cumplir un papel.

 

Mas antes de que los gigantes dorados, extensiones nacientes de la misma Gea, salieran en pos de la humanidad, Poseidón fue capaz de detectar un peligro aún mayor aproximándose al planeta

 

Apolo — pudo sentirlo, su voluntad trabajando en el núcleo del astro rey, a través del cual desató un castigo divino contra la Tierra.

Una prominencia solar emergió de las ardientes capas de la estrella cercana, liberando una llamarada que se dirigía hacia el planeta azul.

Dentro de su ser, Poseidón entendía las razones por las que el hijo de Zeus probablemente decidió intervenir, pero aquello también significaba una afrenta, no al pacto, sino contra su reino.

En todo el mundo, justo ahora, no existía nadie capaz de frenar tal calamidad que no fuera él. Pensó en las Moiras, y las sonrisas en sus rostros mientras hilaban aquel momento en que lo colocaron como el dios protector de la humanidad.

 

Sólo Sorrento de Siren y Tethis lo acompañaron por el largo camino que terminaba bajo las escalinatas que conducían a las puertas del Sustento Principal.

— ¿Está seguro de esto, Emperador? —cuestionó una última vez Sorrento, quien junto a Tethis no se atrevía a pisar el primer escalón por el que Poseidón había comenzado a ascender.

Julián Solo se detuvo un momento, girando un poco para contemplar a sus dos sirvientes, aquellos que más tiempo le han servido y acompañado.

Sorrento se disculpó inclinando la cabeza y retrocediendo un paso, pues la tranquila mirada de Poseidón le recordó que no debía cuestionar las decisiones de su dios.

— Es la mejor opción, de otra manera mi poder podría causar un daño irreversible a este mundo —explicó, entendiendo la preocupación de su leal amigo—. Dentro del Sustento Principal podré contrarrestar la llamarada solar de Apolo… Pero también es para evitar cualquier tipo de interrupción —confesó—. Lo conozco bien, sé que en el momento en que encuentre resistencia, enviará a sus guerreros para intentar detenerme.

— No lo permitiremos —Tethis aseguró.

— No le volveremos a fallar, Emperador— secundó Sorrento, dispuesto a dar su vida con tal de cumplir tal promesa.

— Ni yo a ustedes —Poseidón dijo, para sorpresa de los oyentes. Les dedicó una última mirada antes de proseguir su camino, abrir las compuertas del pilar y sellarlas tras de sí.

 

Sus pasos retumbaron dentro del gran pilar, hueco en su interior, pero poseedor de una resistencia capaz de sostener el peso del océano. En la oscuridad, encontró su lugar en el centro de la plataforma. Con un pensamiento, el tridente de los mares apareció en su mano derecha y lo apuntó hacia el techo tal cual desafiara a un enemigo cercano.

Su cosmos inmediatamente inundó el interior del gigantesco pilar, dando inicio su batalla personal contra el dios del sol.

  

FIN DEL CAPÍTULO 57


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 10 noviembre 2016 - 12:30

como siempre excelente capitulo

--------------

 

 

las batallas estuvieron muy buenas esperando la continuacion

 

y ver como avanzan todas ellas

 

saludos



#307 Patriarca 8

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Publicado 10 noviembre 2016 - 17:05

57

 

-la actitud de seiya me recuerda mas a la de Shun.......eso fue un poco extraño

 

 

-lastima que dohko no siga con vida hubiese sido mayor refuerzo que el espíritu de la Tierra XD

 

-los geminis como de costumbre queriendo usar la daga dorada

 

-Albert  deberia aprender del Cid  y no quejarse XD

 

-la pelea de las féminas  fue  buena

 

-Jack tiene una forma peculiar de ayudar

 

-Albert  sintio el "temor"  al ver a  Nauj de Libra

 

-Al parece Pose tambien ayuda


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Publicado 12 noviembre 2016 - 13:06

Hola Seph_girl!

Vengó a realizarte la más cordial invitación para que participes en el 1er. Concurso de One shots titulado "Una Navidad con los golds saints".

Dejo el link para que cheques la convocatoria:

http://saintseiyafor...s/#entry2392660

Animate a participar

Cualquier duda o aclaración planteala con confianza.

Saludos

Editado por girlandlittlebuda, 12 noviembre 2016 - 13:09 .

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"Aunque nadie puede volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar a partir de ahora y hacer un nuevo final"


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Publicado 14 noviembre 2016 - 11:33

Estaba en plena batalla concentrado y suponiendo lo qué pasará más adelante y que me encuentro las horribles letras rojas "fin del capitulo...."

Hola Seph excelentes capítulos que claramente se dirigen hacia el intrigante final. Ya veo, tus demoras se ven compensadas por la genialidad de cada capítulo y pues la verdad hacer algo tan bien hecho lleva su tiempo ok de ahora en adelante te esperaré con paciencia jejeje. Saludos



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Publicado 12 diciembre 2016 - 22:00

Hola seph-girl.

Este capítulo fue de mucha persecución y suspenso. Lo malo es como son muchos arcos al mismo tiempo, hace que avance poca la trama. No pudiste cerrar ningún arco, es más. Sino que abriste otras batallas jaja.

Veamos, tenemos los siguientes escenarios:

-Seiya vs Elpheba y Giles: Inconcluso desde el cap anterior, pero aquí parece q de forma indirecta lo terminaste.

-Ehirmanes vs Aifor: Inconcluso.

-Senefer vs Asiut y Geniai: Inconcluso.

-New: Albert, Adonisia vs Jack, Shai y Nauj.

-New: Angel vs Asis.

Me quede con las ganas de saber que hizo seiya al final, pero por lo q leí más adelante parece q tomo la decisión más difícil, cosa q no va con él. Y de seguro creo q darás vuelta la situación. Otra cosa como q no habías dicho q tenía una enfermedad al corazón, si mal recuerdo.

La verdad es q se me habia olvidado q Hilda estaba en el santuario, me sorprendió verla y ver como su propio marido ahora la quería matar, en el final pensé q Hilda lo mataría, por un momento pensé q nos darías ese regalo, no me agrada Bod. Así q hubiese preferido q se suicide XD.

Lo que si me gusto el regreso de Nauj, hubiera sido muy humillante q se pierda la acción por el another dimensión jaja. Ojala q en el siguiente se pueda vengar de Albert.

Este géminis hasta ahora había estado en ventaja ante el papa, Nauj, la persecución de los niños y con Hilda. Ahora al final lo vemos en una posición complicada. Frente a tres gold vs dos. Sera interesante saber que harán.

Casi pensé q el ángel seria ikki, me hubiese gustado pero no fue, como q quería ver un fénix con experiencia vs géminis XD.

Por ultimo Pose hará el papel de saori, sacrificándose para evitar la llamarada de Apolo. Como cambian los papeles jaja.

Bueno es todo por el momento, esperando la siguiente continuación con ansias.

 

Nos vemos por tu fic o el mío. 


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

Fichas de personajes


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Publicado 15 diciembre 2016 - 12:02

Hoy 15 de Diciembre del 2016, según los registros de este foro, EL LEGADO DE ATENA cumple 8 años desde que su capítulo 1 fue posteado en la comunidad, por lo que desee publicar el capítulo 58 justamente este día :lol: 

 

Tengo sentimientos encontrados respecto a esto pues… 8 años es demasiado tiempo para un fanfic  :unsure:  Como sea, la extensión de esta historia no ha sido planeada, porque aunque a veces podía publicar un episodio al mes, hubo ocasiones en las que se iba a dos o tres por diferentes motivos. Pero adivinen qué, este 2017 sí planeo terminar esta historia, pues ya estructurado puedo decirles que no estamos muy lejos del final y no vamos a llegar a los 70, cuando mucho al 64 o 66.

 

Agradezco a todos aquellos que en estos años me han seguido, sé que he perdido lectores en el camino, pero ha ganado más que me han brindado todo su apoyo y reviews, muchas gracias.

 

Les aviso que este próximo 25 de Diciembre les traeré OTRO episodio, el 59,  así es, en Diciembre tendrán dos capítulos (lo nunca antes visto en este fic) el cual espero disfruten como un humilde regalo de navidad.

 

Ahora, antes de publicar responderé los mensajes que tan amablemente me dejan:

 

Lunatic BoltSpectrum:
Gracias, me alegra que las batallas continúen siendo de tu agrado, porque puedo pecar de ser repetitiva, pero ya casi acabamos XD. Un gran abrazo.

 

T800:
Ay pobre Seiya, pronto sabrán qué fue de él jajaja, decisiones que tomé hace muchos años y que decidí seguir adelante. Sea algo bueno o una locura que ni al caso pues ustedes juzgarán.
Mucho se viene en estos episodios, donde las peleas y situaciones se enloquecen al 100 porque estamos en los enfrentamientos finales, espero lo disfrutes XD

Y el próximo año espero tambien estar leyendo sobre el fic que me contaste harías :D

 

Girlandlittlebuda:
Gracias por la invitación y lamento no haber podido participar, pero no tuve tiempo y además no se me da hacer historias cortas y con humor.

 

Fenrir de Arioto Epsilon:
Muchas gracias por tu comprensión XD y que bueno poder dejarte “picado” y esperando los próximos episodios pese a los saltos de una batalla a otra jejeje, pero este mes no te defraudaré y habrá doble episodio de esta historia. Saludos.

 

ALFREDO:

Séee que no te gustan esos saltos de aquí para allá que hago con las batallas, pero  vengo de una generación de fickers en las que vi mucho eso y por eso lo aplico… La verdad sí me plantee el “Acabar cada pelea antes de iniciar otra” en este último Arco, pero no, no pude imaginarlo, ese no es mi estilo y a estas alturas no quise cambiar mi modo. Sé que a veces es pedirle mucho al lector retener qué pasó hace tantos episodios pero así llevé esta historia desde el inicio ejeje, gracias por tu paciencia y comprensión XD

Pero te prometo que para el cap 60 volveremos a EGIPTO y ahora sí, a finiquitar todas las peleas que están empezadas (y que empezaran en estos dos próximos nuevos caps jujuju, sorry ^_^ ) una tras otra y en orden ;)
¡Un abrazo!

 

Y bueno, ahora sí, sin más, el Capítulo 58 de esta alocada historia.

 

***************

 

Cuando Kenta, Oficial de la aldea Apache, los condujo hacia el cementerio del Santuario, jamás imaginaron que sería para desenterrar la tumba de un compañero caído.

El shaman no tardó en relatarles el enfrentamiento entre los santos de Géminis y Libra. Sus habilidades le permitieron contemplar desde la distancia los leves destellos que produjo la lucha en el plano astral, pero ni aun tras el resultado tuvo permitido intervenir; ahora que tenía libertad de acción, emplearía su conocimiento para devolverle a la orden de Atena a uno de sus guerreros dorados.

Jack escarbó con sus propias manos la tierra recién removida. No lo enterraron a una gran profundidad, por lo que rescataron rápidamente el cuerpo de Nauj de Libra. El santo de Leo buscó signos vitales en el cuerpo polvoriento, pero no había ni un vestigio de vida en él.

Apesadumbrado, Jack permaneció de rodillas junto al cuerpo, mientras Shai de Virgo contemplaba la escena en silencio.

El shaman Kenta se paró justo a los pies del santo de Libra, moviendo sus manos revestidas con un aura blanca. Su energía espiritual logró una reacción en el manto de Libra, retirando sólo el peto dorado.

Al ver el rostro intrigado del santo de Leo es que decidió explicar: — Para muchos, la muerte es la separación de aquello que llamamos alma de un cuerpo material, para así iniciar un viaje hacia el centro de todo, la Gran Voluntad. En el caso de este hombre, su alma fue arrastrada a una dimensión lejana, para cualquier ser viviente eso significaría el fin, pero ustedes no son seres ordinarios, son guerreros bendecidos por los dioses, capaces de efectuar milagros y ser el centro de ellos.

El shaman movió efusivamente los dedos en el aire, provocando una herida superficial en la mejilla de Jack, quien no intentó defenderse siquiera, pues no sintió peligro alguno en la acción.

Las gotas de sangre cayeron sobre el estómago del santo de Libra, y al instante comenzaron a rodar por sí mismas, marcando su camino con tinta escarlata.

Este cuerpo no ha sufrido ningún daño que impida que su alma encuentre el camino de regreso y pueda volver a caminar en el reino de los mortales. —La sangre terminó trazando un cuadrado en la piel de Nauj, así como un símbolo tribal a un lado de cada línea recta, siendo su ombligo el centro del recuadro.

— ¿De verdad funcionará? —Jack preguntó, incrédulo.

Esto es un arte prohibido que mi posición me permite conocer, el castigo es severo, pero yo tomaré toda la responsabilidad —el shaman aseguró sin un deje de duda—. Encontraré el alma de este hombre y la guiaré hasta aquí, pero el éxito recaerá en ustedes, si son capaces o no de reanimar su organismo. De lo contrario, sólo puedo prometerles que el alma de su amigo encontrará el camino correcto hacia la Gran Voluntad —explicó, sin permitirles ni un segundo para objeciones. El cuerpo del shaman se iluminó con la misma aura blanca de sus manos. De los huecos en su máscara, una fuerte luz salió, delatando el trance en el que se había sumido.

El santo de Leo tenía muchas preguntas, por lo que recayó en Shai de Virgo el ayudarlo a comprender.

— Está dispuesto a romper las normas de su Rey, pero aun así no pretende cruzar la línea que lo estigmatizará como un traidor —dijo la amazona al sentarse en el suelo, colocando sus manos sobre la cabeza de Nauj —. Ya lo dijo Kenai una vez, los shamanes de la antigüedad eran capaces de reanimar cadáveres e invocar las almas de los mismos difuntos para que puedan volver al mundo mortal; pero su existencia sólo era una ilusión, cuerpos fríos que servían como jaulas para las almas cálidas que eran arrebatadas del reino de la muerte… El actual Shaman King ha cambiado mucho las tradiciones de su propia gente con la intención de que no se repitan los mismos errores que desequilibraron este mundo y el otro en el pasado.

Shai guardó silencio, buscando la mejor manera de explicar la situación.

— El shaman está dispuesto a ayudarnos sólo por las circunstancias en las que Nauj fue vencido. No busca un alma en el reino de la muerte, sino en una dimensión distinta, eso está bien para él, pero si no logramos que el cuerpo de Libra recobre su vitalidad… Kenta no estará dispuesto a introducir un alma en un cadáver.

Shai encendió su cosmos y dejó que fluyera sobre el cuerpo del santo de Libra.

— No ha pasado mucho tiempo, por lo que aún es posible —aseguró la amazona—. Nuestros cuerpos han sido adiestrados para manipular y guardar los secretos del cosmos. Aun cuando perdamos los sentidos, mientras una chispa de cosmos continúe en nuestro interior somos capaces de volver a levantarnos. Sólo necesitamos reencender esa chispa un instante y recordarle a este cuerpo cómo funcionar.

Leo asintió, inspirado por las palabras esperanzadoras de la amazona. Sujetó a Nauj por las muñecas y del mismo modo permitió que su cosmos fluyera a través de él.

 

Entrenada en Egipto en ciertas artes místicas, Shai entendía mejor que nadie el flujo de la vida en los cuerpos vivientes, por lo que encaminó su cosmos y el de Jack por los conductos apropiados, centrándolos en los puntos cósmicos precisos.

Pero, sin importar la intensidad de ambos cosmos, nada en ese cuerpo parecía querer cambiar. Cuando la amazona dio un suspiro, Jack comprendió que el método no estaba dando resultado…

 

El santo de Leo no sabía nada sobre artes prohibidas, shamánicas, ni nada parecido, pero comprendía las funciones del cuerpo humano, por lo que en un impulso demasiado humano de su parte, juntó sus manos sobre el pecho del santo de Libra, calculando la fuerza correcta que debería emplear para no aplastarle el corazón, y comenzó el procedimiento de emergencia que mejor conocía.

— Jack… —murmuró Shai, al verlo realizar las compresiones.

— No lo perderemos así —fueron las palabras llenas de determinación que Jack dijo y con las que convenció a Shai de continuar con sus esfuerzos.

De pronto, el santo de Leo detuvo las compresiones para pegar sus labios sobre los de Libra, dándole respiración de boca a boca sin importarle las apariencias, o lo que Shai pudiera pensar, además, era preferible hacerlo él mismo que insultar a la amazona pidiendo una ayuda que la comprometería a quitarse la máscara.

Jack no contó las veces en las que debió repetir el procedimiento, pero cuando menos lo esperó el santo de Libra le tosió en el rostro.

— ¡Funcionó! —fue el grito de victoria que Jack dejó escapar.

Shai suspiró con alivio, alzando la vista hacia el shaman, quien asintió con la cabeza, asegurando el éxito del procedimiento.

— ¡¿Qu-qué… pasó?! ¡¿Dónde…? —logró decir el que regresó al mundo de los vivos. Totalmente desorientado y encandilado por el sol buscaba en vano a un enemigo que no estaba allí— ¡¿Y por qué demonios estás sobre mí?! —renegó al sentir su espacio personal invadido por el santo de Leo.

— No hay mucho tiempo para explicaciones, ahora, si puedes, levántate —pidió Shai de Virgo al ponerse de pie—. En el camino te enterarás.

 

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Capítulo 58

El día más Oscuro, Parte V.

 

— Estás vivo —Albert dijo con actitud calmada pese a tener frente a él a tres santos dorados.

Albert intentó escudriñar la mente de sus próximos adversarios, encontrar la verdad tras esa resurrección, mas Virgo empleó sus habilidades para proteger sus pensamientos y los de sus compañeros. Con un leve cabeceo, ella le indicó que mientras estuviera allí, él no podrá utilizar esa clase de artimañas contra ellos.

— Así es, no soy una ilusión. ¿Pensaste que podrías librarte de mí con tal facilidad? —Nauj rió—. Me alegra estar de vuelta, así podré cumplir la promesa que te hice antes, Albert —dijo, sin intimidarle el ver a su enemigo cubierto por un zohar.

— Continúas desconociendo cuál es tu lugar… todos ustedes —Albert comentó con cierto desagrado.

— Eres tú quien ha querido ascender a lugares que no te pertenecen, Albert —espetó Jack—, y con ello has condenado a otros a caer en el infierno. La verdad no te entiendo… llegar a tanto sólo por poder.

— Olvídate de eso, no gastes palabrerías con él, no vale la pena —intervino Libra, adelantándose—. Agoté la diplomacia antes, por lo que saltémonos esa parte ya que no lo pienso volver a repetir. —La espada de Libra cortó el aire al ser desenfundada.

— Cierto, hablamos mucho antes, y aún creo que tu lugar no es allí donde estás parado, fingiendo ser algo que no eres y escondiendo tus pecados —dijo Albert con cizaña.

— ¿De qué estás hablando? —cuestionó Jack, interesado.

Albert sonrió con malicia. — Creo que tienen derecho a saber que tú…

— Asesiné a los santos de Pavo Real y Loto —Nauj se adelantó, confesando sin más uno de sus más oscuros secretos. No le permitiría a Albert distraer a nadie con eso.

Jack y Shai permanecieron en silencio, cada uno asimilando la noticia de diferente manera.

— No pienso excusarme — Nauj aclaró, sin mirar atrás—, y ese evento no tiene nada que ver con este momento, pero es su elección si quieren seguirme en esta lucha o no. No pienso suplicar.

El santo de Libra rápidamente dejó que cosmos se manifestara, lanzándose con todo su  poder contra Albert de Géminis.

 

Adonisia de Piscis retrocedió, al mismo tiempo en que el shaman Kenta apareció ante Hilda de Polaris y Bud de Mizar para extraerlos del campo de batalla.

 

Albert retuvo el avance de la espada de Libra con el antebrazo de su brazal.

— Qué descuidado. ¿Realmente esperabas que tu arma tuviera efecto en mí? —el peliazul preguntó—. ¿Acaso no aprendiste nada en tu antigua batalla contra Nergal?

— Ja, aprendí más de lo que crees. —Un nuevo destello sobresaltó en la mano izquierda de Nauj, lanzando un espadazo a la cabeza de Albert con la segunda espada dorada—. Y gracias al resto que han derrotado a los Patronos sé una gran verdad, que debajo de todo ese armatoste hay un cuerpo que puede morir, por lo tanto, si te arranco la cabeza todo terminará para ti —dijo, viendo cómo Albert se movió atinadamente para esquivar los sablazos que arremetían contra su rostro y garganta.

Géminis retrocedió sólo un par de pasos cuando su cosmos dorado se encendió, atrapando las hojas de oro, una en cada mano.

— No me compares con esos fracasados. Existe una diferencia abismal entre aquellos que fueron derrotados y yo —sentenció, partiendo en dos los filos de las espadas con un fuerte apretón—. Y ahora te lo voy a demostrar. Desearás nunca haber salido de la otra dimensión.

Albert le propinó un par de puñetazos en el rostro a Nauj, lanzándolo lejos con un último y certero golpe en el centro de su peto.

Libra terminó estrellándose contra uno de los casquetes montañosos fuera de la plataforma. En su aturdimiento, no pudo ver que Géminis empleó su poder psíquico para hacer levitar los restos afilados de las espadas de Libra y lanzarlas a toda velocidad contra él.

Aquellos fragmentos fueron arrojados con una velocidad y fuerza que no sólo atravesarían el pecho del santo de Libra, sino las montañas mismas, sin embargo, Leo apareció en el camino de ambos proyectiles, y con su ataque relámpago manipuló la red de luz que generó para redirigirlos hacia Albert.

El antiguo santo de Géminis no se molestó en esquivar, su cosmos volvió polvo aquello que intentó herirlo.

— ¿Jack…? —Nauj parpadeó incrédulo, levantándose rápidamente. No esperaba que de entre todos, justamente Leo, decidiera ayudarlo a él, un asesino con el que desde un principio ha estado en conflicto.

El santo de Leo le daba la espalda, protegiéndolo de cualquier próximo ataque.

— No me importa lo que hayas hecho en tu pasado —fueron las palabras del joven Leo—, pues así como tú yo también tengo un pecado que confesar: maté a un hombre, a un amigo —dijo, sin volverse—… No importan las razones, sucedió. ¿Pero sabes? Si en el fondo no te arrepintieras de corazón, sé que la diosa Atena no te habría permitido portar la armadura de Libra.

— Idiota, este no es el momento para parlotear sobre esas cosas. — Libra pasó junto a él, empujándolo con el hombro, siendo la más amistosa seña de camaradería que se permitió.

— Confío en ti, y en el juicio de nuestra diosa —Jack insistió, sonriéndole con fraternidad.

— Cierra la boca, no necesito que me consueles —Nauj resopló, abochornado—, sino que por primera vez me demuestres por qué es que le dieron la armadura de un guerrero a un hombre que mejor debió convertirse en un monje.

— Daré mi máximo —Jack prometió, impulsándose un segundo para llegar a donde Albert lo esperaba.

 

- / - / -

 

— ¿No deberías ir en su ayuda? —Adonisia de Piscis escuchó una voz proveniente de su flanco derecho. Lanzó una rápida mirada hacia la amazona de Virgo, quien también se había alejado del centro de la batalla.

— Lo mismo podría decirte, Virgo —respondió con tranquilidad—. Albert ha incrementado su poder gracias a su nueva adquisición, por lo que si antes podía ser un peligro, ahora lo es más.

— Me preocupa más lo que tú pudieras hacer desde las gradas —Shai añadió, carente de pose ofensiva o defensiva—. No por nada tú ayudaste a Albert a asesinar al Patriarca.

— Estás muy bien enterada para ser alguien que no estuvo allí —Adonisia soltó una pequeña risa, —girándose completamente hacia la amazona de oro—. ¿Cómo es eso?

— No tengo por qué decírtelo —respondió, negándose a confesar que fue gracias al shaman Kenta que conocían bien lo sucedido en la infortunada batalla—. Ni tampoco te voy a permitir que utilices tus trucos sucios contra ellos.

— ¿“Sucia”? ¡¿Te atreves a llamarme “sucia” cuando no has demostrado ser mejor que yo?! —Adonisia reaccionó indignada, pero recobró pronto una actitud tranquila y cínica—. Tú, que impusiste la seguridad de un reino lejano en vez de la vida de tus propios camaradas. Eso fue egoísta… ambas lo somos.

— Jamás me compararía contigo.

— Y harás bien, porque yo estoy por encima de ti en todos y cada uno de los aspectos —concluyó, lanzando una rosa roja que germinó en su mano.

La rosa se multiplicó en el aire, siendo una docena las que Shai de Virgo pulverizó con su cosmos.

— ¡Eso no funcionará conmigo! —Virgo aclaró, cubriendo sus brazos con el poder del cosmos, moviéndolos de arriba abajo como si intentara emprender el vuelo, transformando el aire que la rodeaba en un viento huracanado que precipitó hacia su oponente—. Ra’s Wings! (¡Alas de Ra!)

La amazona de Piscis vio aquella tormenta cósmica aproximándose, siendo alcanzada y atrapada por su furioso torrente. Separada del suelo y a merced de la furia torrencial, Adonisia desplegó su cosmos, creando un escudo protector que la envolvió dentro de una esfera de cristal transparente y de adornos florales dorados. Protegida por dicha barrera, se precipitó a tierra, en un intento por caer sobre la amazona de Virgo.

Shai fue rápida y saltó para evadir el impacto, pero en cuanto la esfera de cristal se estrelló, ésta se rompió, liberando miles de fragmentos que se transformaron en rosas de energía dorada.

Ante la sorpresa, Shai de Virgo sólo alcanzó a cruzar sus brazos sobre su pecho, recibiendo el millar de impactos en el aire.

Al observar que la amazona de Virgo caía sin control, Adonisia decidió aprovechar el momento para lanzar una centena de rosas pirañas, capaces de destruir los mantos sagrados.

Aún de cabeza, Virgo entendió el peligro que corría, por lo que hizo uso de su concentración para ejecutar una de sus técnicas.

Isis Kingdom! (¡Reino de Isis!) —clamó, uniendo las palmas de las manos a la altura de su nariz. El sonido de la palmada iluminó a los espíritus que merodeaban libres por la zona, quedando a la vista de todos como pequeñas esferas de fuego blanco que acudieron al llamado de la amazona. Los espíritus se dividieron, la mitad se abalanzó en defensa de Shai, girando a su alrededor para incinerar las rosas pirañas que se impactaron contra ellos, dándole a Virgo la habilidad de levitar en el aire con libertad; el resto se precipitó hacia Adonisia de Piscis como estrellas fugaces, atrapándola con movimientos giratorios que le impidieron mover su cuerpo.

Prisionera del torbellino espiritual, Adonisia fue arrastrada por el torrente que presionaba su cuerpo con una fuerza descomunal, sólo para descender a gran velocidad e impactar su cabeza contra el suelo.

El cuerpo de Adonisia agujeró el techo del Templo de Atena, perdiéndose en su interior. El choque provocó un fuerte temblor que sacudió la cima del Santuario.

 

— Qué descuidada eres. —pudo decir Albert con desaprobación antes de mirar a Jack de Leo, justo frente a él, a punto de lanzarle un golpe.

Albert atrapó el puño de Jack con su mano sana, probando la fuerza que el pasivo santo de Leo se ha resistido en mostrar desde que fue nombrado el guardián del Quinto Templo del Zodiaco. Géminis sonrió al apretar los nudillos de su oponente sin ninguna dificultad, pero cuando sintió severos impactos en su armadura, descubrió que Leo fue capaz de ejecutar múltiples golpes contra él, milisegundos antes de haber alcanzado su puño.

Los destellos dorados impactaron diferentes puntos de su Zohar, mas como era de esperar, simples ataques no harían mella en su estructura.

— Parece que los colmillos del león dorado no son tan afilados después de todo —el ahora Patrono masculló, atacándolo con sus puños y piernas.

Jack sólo retrocedió un paso para adquirir una pose marcial, manteniendo ambas palmas abiertas, siendo con ellas con las que desvió y evitó los golpes fulminantes de su enemigo sin siquiera alejarse de él.

Sus cuerpos entraron en combate constante a la velocidad de la luz, Albert a la ofensiva mientras Jack en la defensiva, empleando éste una técnica precisa que le permitía manipular los movimientos del Patrono para que erraran o perdieran potencia, mientras él se desplazaba fuera de la línea de ataque.

En menos de cinco segundos, Albert y Jack mostraron sus habilidades en el combate cuerpo a cuerpo, deteniéndose cuando sus muñecas se golpearon una contra la otra, manteniendo entre ellas la tensión

Jack conservó una expresión centrada, mientras que Albert sonrió.

— Vaya habilidad la tuya, careces de fuerza, pero posees una destreza sobresaliente. Estoy impresionado —el Patrono halagó a su enemigo.

— En mi búsqueda por técnicas menos violentas para luchar, he aprendido a usar la fuerza de un oponente a mi favor —Jack explicó como agradecimiento—. Y tú posees la necesaria como para poner en práctica lo aprendido.

— Qué osado, jamás imaginé que podrías expresarte de esta forma. ¿Qué es lo que intentas probar?

— Sólo cumplir la penitencia que Atena me concedió, eso es todo.

Jack lanzó su puño libre al ataque, ejecutando la más conocida técnica de los guardianes de la constelación de Leo. — Lighting Bolt! (¡Relámpago de Voltaje!)

Albert  recibió de lleno el devastador ataque, siendo arrastrado por la energía liberada, mas sus pies sirvieron como freno en el suelo de piedra.

Entre la humareda final, el Patrono apareció incólume gracias a la monstruosa resistencia de su zohar azul.

El Patrono de Géminis se tomó el tiempo para observar que su nueva armadura resistió de manera sublime el ataque directo del enemigo, comprobando una vez más la magnitud de su actual ventaja.

— Si eso es todo, entonces... —Albert encendió su cosmos dorado y respondió con la misma intensidad—. Galaxian Explosion! (¡Explosión de Galaxias!)

De manera temeraria, Jack permaneció inmóvil, como si esperara ser alcanzado por el poder de las galaxias, mas no contó con que Nauj de Libra aparecería y lo protegería empleando los dos escudos de Libra.

— ¡¿En qué estabas  pensando?! —le recriminó, soportando la embestida de la explosión.

—Nauj —Jack pestañeó incrédulo—… ¡Nadie te pidió que te metieras! —resopló con un gesto molesto—. Pero supongo que es tu manera de agradecerme lo de antes —concluyó.

El santo de Libra dejó que sus escudos absorbieran la fuerza del ataque enemigo y se precipitó a contraatacar . — ¡Escudo Aplastante!

Con los escudos por delante, Libra se impulsó hacia el Patrono, convirtiéndose en un muro de luz capaz de desintegrar todo lo que se encuentre a su paso.

Albert sonrió con malicia, recordando la pelea que sostuvieron antes, mas esta vez no iba a esquivarlo. Se precipitó hacia Nauj con el puño extendido, buscando un sólo resultado.

El Patrono atravesó el muro de luz sin mayor problema, despedazando los escudos de Libra a su paso. Nauj recibió un golpe directo en la quijada que estuvo a punto de noquearlo y arrojarlo fuera de la plataforma, pero en el último instante giró para aterrizar de pie justamente en la orilla.

Allí, aunque quiso permanecer firme, terminó con una rodilla en el suelo, escupiendo sangre y respirando con dificultad.

— No importa en qué plano de existencia peleemos, tú nunca me podrás superar —el Patrono dijo, mirando a Libra en la distancia—. Ninguno de ustedes lo hará —se lo advirtió también a Jack, quien no había cambiado de posición.

 

El santo de Leo miró con preocupación a su compañero. Entendía la posible fuerza del ataque de Albert, pero no debió ser tan devastador como para dejarlo en ese repentino estado de debilidad considerando que los escudos absorbieron la mayor parte del impacto. ¿Acaso estaba sufriendo las consecuencias de haber vuelto a este mundo gracias a Kenta? La agresiva separación de un alma de su cuerpo original, sumado a su forzoso regreso a este plano de existencia, debía ser un proceso del que nadie puede recuperarse tan a prisa, y sin embargo Nauj se permitió ser arrastrado hasta aquí para continuar con la lucha.

Hasta ese momento Jack descubrió lo desconsiderados que habían sido con él, y aunque el santo de Libra no expresó ninguna incomodidad, él debió imaginar que sobrepondría su orgullo a cualquier dolencia sólo para seguirles el paso.

Jack estuvo a punto de ir a su lado, cuando recibió una clara petición en su mente: — ¡No te muevas!

 

Nauj tomó entre sus manos uno de los tridentes Libra para retar al Patrono. — Es demasiado pronto como para afirmar tu supremacía —sonrió como lo haría un demonio cínico.

— Conozco tus técnicas a la perfección, por lo que dudo que seas capaz de sorprenderme —Albert intentó recordarle las experiencias de su pasado encuentro—. Sin mencionar que las armas de Libra ya han demostrado ser inefectivas contra la resistencia de un zohar.

El santo de Libra comenzó a girar la lanza entre sus dedos como un experto artista marcial, tan rápido, tan fuerte, que el movimiento rotatorio comenzó a jalar el aire y polvo a su alrededor.— ¿Por quién me tomas? ¿De verdad crees que empleé mis mejores técnicas contra ti? —De pronto, entre el aire y el polvo manipulados, comenzaron a ser visibles destellos dorados, tan pequeños como un grano de arena, pero que resaltaban en el movimiento circular de la lanza. En un inicio fueron pocos, pero en un instante decenas comenzaron a unirse en el centro de aquella hélice, juntándose pedazos de roca y granos de oro, formando un núcleo que flameó con violencia y palpitó como un corazón.

— Te subestimé y ese fue mi error, pero ahora será diferente —Libra aclaró, y aunque soltó la lanza, esta continuó girando mientras su movimiento alimentaba cada vez más el pequeño sol que había formado y que comenzó a expulsar un gran poder junto a un resplandor hiriente.

— ¿Sabes por qué permití que destruyeras con tanta facilidad mis armas? —Nauj cuestionó, incrementando su cosmos, el cual también comenzó a ser absorbido por su estrella—. Porque en cada una de ellas se ha almacenado una gran cantidad de energía solar. Aun convertidas en partículas no pierden ese poder, por lo que al juntarlas en un sólo punto causarán un daño mayor del que pudieran hacer por separado.

 

El Patrono entrecerró los ojos,  reconociendo el gran poder con el que el santo de Libra intentaba amedrentarlo. Mas Albert le devolvió la sonrisa, confiando en que ni eso sería capaz de destruirlo.

— ¿Apostarás tu vida, entonces? Entiende que si erras y yo continúo con vida después de eso, serás tú el que terminará fulminado por las estrellas —Albert amenazó con frialdad.

— ¡En esta batalla es ganar o morir! ¡Muere! ¡Balance de destrucción!

Con su cosmos, Nauj de Libra empujó aquel sol diminuto, el cual creció el doble de su tamaño cada centímetro que avanzaba hacia su oponente, transformándose pronto en un gran cometa.

Albert sintió la presión exorbitante de aquel cumulo de energía flamígera, manteniéndose firme en su posición, con la estatua de Atena a sus espaldas. Cuando sus mejillas resintieron el calor del fuego de la estrella, es cuando actuó.

Para conmoción del santo de Libra, el Patrono sólo chocó las palmas de sus palmas ante sí, y de ellas, al separarlas, creció una ventana hacia otra dimensión, la cual se extendió lo justo para tragarse el despampanante ataque, el cual explotó en un lugar desconocido del universo.

Albert sólo le permitió ver vestigios de la detonación antes de cerrar la abertura dimensional, con tal facilidad que, por unos instantes, pudo haber sido confundido con un dios.

 

Estupefacto, Nauj debió utilizar el tridente como apoyo para no caer. Visiblemente cansado, apenas y podía creer lo fuerte que Géminis era. Antes, en el plano astral, no imaginó que la diferencia de poderes fuera tanta. ¿Siempre fue así de hábil, o es gracias a su pacto con los Patronos que ha alcanzado tal nivel?

— ¡Maldito! —gruñó Libra, con completa indignación.

— Ojalá les haya quedado claro que, aunque mi zohar es casi indestructible, continúa siendo sólo eso, un mero complemento para luchar, pero que unido al guerrero correcto es capaz de transformarlo en un ser invencible —el Patrono dijo, rodeado por su cosmos dorado.

— Ahora, lo prometido —millares de esferas de luz rodearon a Albert—. Desaparece. ¡Detonación Galáctica!

Las esferas luminosas se transformaron en rayos de luz que tenían un único blanco. El santo de Libra sentía el cuerpo pesado por su débil condición, por lo que sabía que cualquier intento de esquivar sería inútil. Se preparó para recibir la brutal técnica, pero se juró que no moriría, pasara lo que pasara Albert de Géminis no volvería a tomar su vida.

Con esa esperanza fortaleció su mente y su cuerpo para afrontar lo que sea… excepto lo que vio frente a sus ojos.

 

Jack de Leo se interpuso, una vez más, entre él y el ataque del enemigo. ¿Acaso pensaba ser un escudo humano?— ¡Qué estupidez! —pensó turbado. Y aunque Nauj trató de pensar en una manera de salvarlo, sus propios pensamientos se congelaron cuando vio al santo de Leo tomar una extraña posición, en la que dobló ligeramente las rodillas, inclinando el cuerpo hasta que su hombro izquierdo quedara al frente y cubriera su mentón, procurando mantener el brazo estirado a pocos centímetros de que sus dedos tocaran el suelo.

— ¡¿Qué es lo que vas a…?! —Nauj intentó preguntar, pero calló al sentir la cosmoenergía del santo de Leo incrementarse de golpe.

Castigo kármico —lo escuchó murmurar antes de que precipitara un golpe de espada con el brazo izquierdo, liberando un ráfaga en forma de media luna que engulló la energía de la detonación galáctica y se dirigió velozmente hacia el enemigo.

Tal acción fue tan rápida e impredecible para sus sentidos, que Albert no tuvo forma de reaccionar antes de ser golpeado brutalmente por aquel gran destello, el cual desató una estruendosa explosión de luz que emblanqueció el cielo y cegó a todos los que estaban en la redonda.

Para beneplácito del santo de Leo, logró ver que el rostro del Patrono se contrajo con una expresión de inmenso dolor momentos antes de perderse dentro de la pantalla de luz.

 

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Alrededores del Santuario de Atena.

 

Cuando aquellos tres santos de plata derrumbaron la única salida de las mazmorras del Santuario, no se le dificultó el lidiar con ellos pese a la combinación de sus fuerzas. En su condición de santo dorado pudo haberlos asesinado a sangre fría, tal cual era la intención de ellos para con él, pero en vez de eso sólo los incapacitó para encerrarlos tras las mismas rejas en las que los maldecidos fueron puestos en cuarentena. De uno de ellos extrajo el nombre del hombre que les ordenó ponerle tal trampa, fue lo único que necesitó para saber a dónde dirigirse.

Sin embargo, Asis comprobó que la prisión en verdad había sido forjada para evitar que cualquier prisionero pudiera escapar, incluyendo a uno que tuviera el séptimo sentido. Se sintió frustrado y esos sentimientos se transformaron en desesperación al escuchar las incesantes llamadas de auxilio de Arun en su cabeza.

Se dice que sólo un dios tiene la capacidad de abrir esa prisión subterránea, y aunque él no era un hombre que practicara la fe, terminó humillándose al pedir un poco de ayuda a cualquier dios que pudiera escuchar su súplica.

Entonces, casualidad  o no, la tierra comenzó a vibrar, provocando que parte del techo justo encima de él comenzara a desmoronarse, abriendo un boquete por el cual podría salir.

Al alzar la vista hacia el agujero por el que entró la luz del sol, el santo de Sagitario no vio el azul del cielo o las blancas nubes, sino una visión que lo dejó perplejo: el rostro de un titán.

Quizá fue su imaginación, pero Asis estaba seguro de que aquel ser lo miró, un instante, como si con ello pudiera responder la pregunta que se atragantó en su pecho: — Sí, fui yo.

Confiando en que eso de allá afuera no era un peligro, sino un aliado, Asis de Sagitario abrió las alas de su armadura y voló a toda velocidad hacia donde sus sentidos le indicaron debía estar, llegando justo a tiempo para evitar una tragedia, pero aquella osada escena en el templo de Atena fue la parte fácil. Derrotar a un heraldo del Olimpo será el mayor desafío.

 

El ángel, Paris, era veloz y podía desplazarse en el aire con gran destreza. Pese a que en el pasado ya han batallado entre ellos, esta era la primera vez en que podrían pelear de verdad, sin distracciones, ni restricciones.

Gracias a que ambos poseían la capacidad de volar, la batalla pasó rápidamente a llevarse a cabo en las alturas, cerca del gigante inamovible. Ninguno de los dos dejó que aquel extraño espectador los distrajera o se convirtiera en un impedimento para luchar allí.

Paris mantuvo su arpa silenciosa, permitiéndose chocar fuerzas con el santo dorado. Cuando el ángel movía los brazos, en éstos aparecían alas de energía de las que se desprendían centenares de flechas. Cada uno de estos proyectiles era manipulado por su voluntad y los disparaba contra su enemigo de manera constante.

Sus reflejos le permitían a Asis eludir cada flecha, inquietándole al recibir rozones que si bien no perforaban su armadura le causaban un ardor electrizante en el cuerpo.

Zigzagueando en el aire, Sagitario creó distancia para ejecutar una técnica resplandeciente, por la que su brazo se encendió en una intensa llamara dorada. — ¡Furia de Quirón! — liberando de su puño un poderoso y rugiente rayo dorado.

El ángel ni siquiera se inmutó cuando con un simple impulso ya se había desplazado a través del ataque y posicionado a un costado del santo.

Asis miró a los ojos al ángel cuando éste puso la punta de sus dedos sobre sus costillas. Paris apenas presionó ese punto y el cuerpo de Asis se dobló hacia el frente, rompiendo un pequeño trozo de la armadura de Sagitario, dejando al descubierto la piel amoratada y sangrante que el simple toque había ocasionado.

En inmediata respuesta, superando el dolor, el santo lanzó una serie de puñetazos y patadas contra su enemigo.

El ángel se limitó a esquivar y retroceder sin dificultad. — Qué desilusión —habló sin dejar de eludir los ataques —. En el pasado, los Patronos han demostrado un mejor desempeño contra nuestras fuerzas. No creí que los renombrados santos de Atena fueran tan débiles.

Asis cambió de estrategia y tras volver a crear distancia disparó una flecha dorada con su arco.

Paris lo miró con indiferencia, extendió su mano con la intención de anticipar su llegada y tomarla entre sus dedos, pero antes de que pudiera hacer contacto con la flecha, ésta se dividió en doces rayos de luz que lo golpearon por todos los flancos.

Las detonaciones sobre el cuerpo del ángel lo hicieron desaparecer en un capullo de luz y polvo cósmico.

Al no verlo caer, Asis anticipó la inefectividad de su ataque, por lo que volvió a preparar una segunda flecha. Pero antes de poder apuntar, un sonido tronó en sus oídos, ocasionando que disparara hacia el suelo, y por poco soltó su arco. Aturdido, Sagitario temió por la sensación que aún retumbaba en sus tímpanos.

Paris hizo vibrar una sola cuerda de su arpa para afectar los sentidos de su rival.

El santo de Acuario, si no mal recuerdo, estaba herido en aquel momento en que nos encontramos —recordó brevemente—. Creía que su deteriorada condición era lo que impidió que me mostrara el poder de los “milagros”, como ustedes lo llaman. Pero tú, pese a encontrarte en plena forma, no has demostrado ser un oponente diferente —sus dedos comenzaron a tocar una bella melodía.

Para Paris no había composición más dulce en el mundo que la que su arpa liberaba, para Asis, escucharla era como tener lava corriendo por sus canales auditivos.

He comprobado que su leyenda está sobrevalorada —dijo el arpista, concentrado en el paso de sus dedos por las finas cuerdas plateadas.

Asis cerró los dientes con fuerza, mordiéndose la lengua para que el shock nervioso lo liberara de ese maleficio, volviéndose inmune a la música del ángel por breves segundos en los que decidió emplear la más poderosa de sus técnicas.

Su cosmos se extendió y abrió por completo las alas de su cloth, generando feroces corrientes de aire y centellas.— ¡Impulso Celestial!

Las alas de Sagitario batieron el viento huracanado a su alrededor, desatando  una tifón de poder contra el heraldo del Olimpo.

El cielo se inundó de aquel resplandor, avanzando como una ola que demolerá todo lo que encuentre en su camino.

Con determinación, el ángel pasó su mano sobre todas las cuerdas, liberando un sonido nada melodioso, sino uno atronador que transmitió una ira explosiva. Tal acorde sirvió como un rompeolas contra el que la furia de Sagitario se estrelló, neutralizando el vendaval de poder y convirtiéndolo sólo en partículas que cayeron a tierra como inofensivos copos de nieve.

Asis abrió los ojos estupefacto, y por breves instantes sintió su cuerpo temblar.

Aún a lo lejos, Paris se percató de ello, por lo que sonrió con lástima. — Supongo que al fin has visto la realidad, has contemplado tu muerte y la de aquellos que han agredido a los dioses.

El arpa del ángel brilló tenuemente, transformándose en un largo arco de cacería blanco con bellos grabados en su superficie.

La muerte es tu futuro, pero, tu actual agonía es poca en comparación de la humillación que me hiciste sufrir, por lo que no morirás en brevedad. — Paris preparó una flecha platinada.

Sagitario logró salir de su estupor al saberse blanco de ese proyectil, por lo que rápidamente lo imitó.

Me aseguraré de que seas uno de los pocos mortales que hayan escuchado mi réquiem hasta el final.

El ángel disparó su flecha, sólo un instante antes de que Asis también lo hiciera. Los haces de luz avanzaron el uno contra el otro.

Conoce tu lugar, Sagitario— Paris dijo, previendo el resultado.

La flecha platinada extinguió en su totalidad el proyectil dorado, sin perder fuerza ni velocidad continuó avanzando hasta incrustarse en el vientre del santo de Sagitario.

 

Asis escupió sangre ante el intenso dolor. Le flecha no lo había atravesado pero sintió que iba a desmayarse en cualquier momento. En su conmoción se dio cuenta de algo: había perdido el sentido del olfato.

— No puede ser… ¿acaso?... —dedujo que ese fue el efecto de recibir el disparo. Intentó extraer la flecha de su cuerpo, pero  una segunda impactó en el brazo que movió. El dolor fue aún mayor que antes, cerró los ojos evitando soltar un alarido, pero cuando los abrió la oscuridad persistía.

La vista — escuchó al ángel decir, antes de sentir un tercer golpe en el hombro y un cuarto en el lado derecho del pecho—, el gusto y el tacto…

Tras perder cuatro de sus sentidos, el santo de Sagitario fue incapaz de mantenerse en el aire, por lo que su descenso fue inevitable.

Asis cayó desde gran altura,  su cuerpo no se desarmó gracias a la cloth de oro. En su condición, realmente intentó ponerse de pie, pero su cuerpo no respondía, el único sentido que seguía activo era su oído y entendía la razón del por qué. Cuando dio inicio el réquiem angelical, supo que el infierno apenas comenzaba para él.

 

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Interior del Templo de Atena.

 

Shai de Virgo entró al templo de Atena, donde segundos antes su rival había caído dejando tras de sí un hueco en el techo.

La amazona de Piscis permaneció recostada e inmóvil en medio del cráter que su impacto marcó. El casco de Adonisia había quedado en un rincón de los aposentos de Atena.

Virgo no se confió, por lo que descendió a una distancia prudente de su posición.

— ¿Ese juego de verdad te ha funcionado antes? —preguntó Shai, molesta al intuir que la menospreciaba.

— Te sorprendería —respondió ella, mofándose. De un rápido movimiento la amazona de Piscis se alzó, alisándose el cabello con femineidad. Miró en redondo, contemplando la escueta decoración del lugar—. Y ahora que dejamos a los hombres jugando entre ellos, ¿qué planes quedan para nosotras? —preguntó, posando sus manos sobre sus caderas.

— No he cambiado de opinión Adonisia, que recibas tu merecido castigo sigue siendo mi prioridad.

— ¿De verdad? Qué lástima. En ese caso, tendremos que pelear en serio, mis amigas y yo —el cosmos de Piscis se elevó rápidamente. Bajo sus pies empezó a extenderse una brillante capa de transparente cristal rosado, el cual rápidamente cubrió el suelo, las paredes y el techo del templo, incluso bloqueando el acceso por el cual ambas entraron.

En contra de lo pensado, Shai vio que ese cristal no buscó atrapar sus pies o herirla de algún modo, sólo se fundió con el entorno, encerrándolas a las dos dentro del templo.

El aislamiento fue total, pues dejó de escuchar la batalla que ocurría afuera y ya no podía detectar el cosmos de sus amigos, ni el de nadie más.

— Ya no hay escape — Piscis musitó, moviendo las manos hacia arriba y, ante su orden, rosas comenzaron a abrirse en los muros cristalinos, tapizando cada rincón del templo de Atena, y convirtiendo el techo en una ventana hacia un cielo azul repleto de nubes blancas.

— Bienvenida al Invernadero de Cloris* —se inclinó al frente, como un caballero de la nobleza.

Virgo dio un paso hacia atrás, pisando la alfombra de rosas con inquietud. Sabía que la amazona de Piscis empleaba rosas especiales para acabar con sus enemigos, por lo que ver miles de ellas reunidas en un solo espacio indicaba que todas y cada una eran un potencial enemigo. Sus sentidos le advertían de un gran peligro y la impulsaban a buscar una salida de allí.

— Mi lugar especial, la tumba de todos aquellos que osan desafiarme —Adonisia continuó hablando, mientras que algunos pétalos se desprendían de las flores.

Rosas rojas, negras, blancas y aguamarinas resaltaban en aquel edén de aterradora belleza, donde cada rosa estaba cubierta por un rocío brillante que las embellecía aún más.

— Aunque eres la primera que llega a entrar viva a mi invernadero —Adonisia rió, tomando una rosa roja de entre todas las presentes.

Shai apretó la máscara en su rostro con cierta ansiedad, pues algo comenzó a picar en su nariz.

— Una máscara tan burda como esa sólo te dará unos minutos de resistencia —explicó Piscis, inmune a las toxinas que envenenaban el aire—, pero no tengo dudas de que el polen y la fragancia de mis flores terminarán por acabar con tu vida.

— Peleas sucio —la amazona de Virgo se alistó para el combate.

— No seas una mala perdedora —respondió Piscis, sin pena.

Ra’s Wings! —el cosmos de Shai volvió a desatar su técnica huracanada, una que logró barrer con la flora de todo el cuarto, mas con asombro notó que las paredes volvieron a atiborrarse de rosas casi al instante.

Como un fantasma entre la lluvia de pétalos, Adonisia apareció a un lado de Virgo, propinándole un fuerte puñetazo que si bien no la tiró al suelo le arrebató el equilibrio. — Como bien imaginé, no serás de las que espere la muerte quieta. Por lo que divirtámonos hasta entonces, ¿te parece? —cuestionó, lanzando patadas y golpes que Shai apenas y lograba bloquear.

Si tan sólo lidiar con las extremidades de la amazona de Piscis bastara, la pelea habría sido más pareja, pero con sólo el poder de su pensamiento Adonisia ordenaba a su ejército de rosas a atacar, saliendo del suelo como rayos de luz en busca del enemigo.

Vapuleada por los innumerables ataques, Shai concentró su cosmos, creando seis esferas luminosas que arrojó contra Adonisia. La amazona de Piscis las esquivó sin dificultad, mas no se percató de que éstas no causaron ningún daño a sus rosas o al suelo, sólo se introdujeron bajo la superficie como semillas de luz.

Shai se esforzó por mantener la distancia de su enemiga antes de actuar.

— Este espacio es demasiado pequeño para que te la pases huyendo —Piscis se mofó, aun persiguiéndola.

— Con gusto aceleraré tu derrota —sin detenerse, la amazona de Virgo volvió a encender su cosmos y atacó —. Osiris Justice! (¡Justicia de Osiris!)

Justo cuando Adonisia pisó el suelo para darse un ligero impulso, bajo su pie emergió un potente rayo de luz que la atrapó completamente,  hiriéndola por la energía condensada que ascendió con la forma de un cilindro luminoso.

Adonisia gritó de dolor, pudiendo salir del rayo solar, sólo para caer a otro que ya la estaba esperando en cuanto volvió a tocar el suelo.

Con simples movimientos de sus manos, Shai detonó sus ataques subterráneos, anticipando los movimientos de la amazona enemiga.

En total fueron cinco columnas de oro que rápidamente castigaron a Adonisia, tras el golpeteo de cada una de ellas la armadura de Piscis perdió varios trozos. El sexto rayo no la alcanzó, pues proyectó un escudo para protegerse, regresando al suelo, donde permaneció en cuclillas.

— Nada mal… nada mal —Adonisia musitó, mirando las gotas de sangre que resbalaban por sus brazos y caían sobre las rosas cercanas. Ella se enderezó rápidamente, tomando en su mano una de las flores aguamarinas—. Eso sí que me tomó por sorpresa. Creo que deberé responder de la misma forma e intentar sorprenderte.

— Eres más resistente de lo que hubiera imaginado.

— Soy una amazona de oro ¿esperabas menos que eso? —Adonisia elevó su cosmos, despertando un resplandor arcoíris en la rosa que sostenía—. Deberías dejar de subestimarme.

La rosa aguamarina cambió de un instante a otro, volviéndose enteramente de cristal. —Cuando la peligrosidad de mi rosa marina deja de ser un secreto, es cuando muestra su verdadera apariencia.

Virgo vio que no sólo esa rosa brillaba con tal resplandor, sino también las otras mil del mismo color que se encontraban esparcidas por el invernadero maldito.

— Vayan —Adonisia susurró, arrojando la rosa contra su rival. En el trayecto, la flor de cristal se separó en numerosos pétalos cristalinos, los cuales comenzaron  a girar hasta volverse discos cortantes de energía.

Virgo quedó estupefacta cuando el resto de las rosas de cristal imitaron la acción y pronto se encontró en medio de todo ese poder a punto de alcanzarla.

Aunque Shai buscó protegerse con su cosmos, los incontables discos la impactaron sin piedad, girando como cierras sobre su armadura, elevándola por el aire como si estuviera siendo devorada por un enjambre de insectos.

Al final, los pétalos de cristal estallaron en un indefenso polvo azul, liberando a la amazona de Virgo, quien cayó pesadamente en el suelo muy malherida.

Su armadura se hizo pedazos por el feroz ataque de las rosas marinas. Aunque la pérdida era significativa, Shai prefería que fuera la cloth la destrozada y no sus extremidades.

Adonisia de Piscis caminó hacia donde su rival yacía aturdida. Ver su cuerpo sangrante y tembloroso sobre la cama de rosas le provocó una satisfacción que la obligó a suspirar de gozo.

Shai, sólo con retazos de su uniforme de batalla, se obligó a girar en el suelo, sobre todo cuando sintió una espina clavarse sobre la piel de su rostro ya sin máscara.

Aún en su condición, Shai miró desafiante a su enemiga, mientras Adonisia la contempló en silencio, admirando su rostro descubierto.

— Cualquiera podría enamorarse de ti —Adonisia musitó, para enojo de Shai.

Shai luchó por levantarse pese a sus múltiples heridas, pero el sólo pensarlo la hizo toser salvajemente y el vómito escarlata regó las flores a su costado.

— Pero ya que has sido herida por mis rosas y aspirado por tanto tiempo sus fragancias, tu sangre no tardará en convertirse en veneno puro y morirás —Adonisia explicó, orgullosa de su labor—. No demorará mucho.

Piscis se acuclilló ante Virgo, y aunque Shai intentó atacarla, Adonisia fácilmente atrapó su puño con la mano y se le echó encima en una posición sugerente para retenerla en el suelo.

— Ahora sólo descansa, pronto serás alimento para mi jardín, dormirás eternamente en este paraíso —Piscis le pidió, utilizando sus rodillas y el peso de su cuerpo para inmovilizarla.

— ¡Púdrete…! —logró decir, sintiendo que respiraba dentro de un volcán activo.

Con sus manos libres, Adonisia tocó el rostro de Shai, con una delicadeza contrastante con la violencia demostrada. Sus dedos delinearon cada línea de expresión de la morena, los labios pequeños pero carnosos, los ojos grandes de un hermoso color violeta, la nariz delgada y respingada.

Repugnada, Shai peleó, pero era en vano, sólo podía ver su rostro compungido reflejado en la máscara dorada de Piscis.

Atrapada en su propia ensoñación, Adonisia continuó palpando el rostro de la amazona de Virgo hasta que un pensamiento la hizo salir del trance.

— Perfecta… Eres mucho más perfecta que yo —Piscis musitó, mientras peinaba el cabello que cubría la frente de Shai—... Demasiado —de un repentino movimiento, con sus uñas abrió cuatro heridas en la mejilla derecha de su adversaria—. Eres repugnante — y volvió a repetirlo en la izquierda, con una saña aun mayor—. Pero te envidio… Te quiero para mí… Te tendré conmigo hasta el final de los días— rió de manera demencial, elevando su cosmos hacia el séptimo sentido.

Raíces espinosas se aferraron al cuerpo de Shai de Virgo, inmovilizándola y levantándola en vertical ante la señora del invernadero. Las raíces arrancaron lo que quedaba de su ropa, exponiendo su cuerpo femenino herido.

— Sí —dijo Adonisia, contemplándola con una emoción enfermiza—, tu perfección me ha inspirado a querer probar algo nuevo… Ésta podría ser la perfecta oportunidad. —A sus pies, creció un minúsculo capullo dorado que flotó hasta llegar a la altura de sus manos.

Adonisia cubrió ese botón con su cosmos, marchitándolo, pero quedando una semilla negra en su lugar. La amazona la tomó entre sus dedos y la admiró con ternura.

Shai forcejaba  inútilmente, desesperada al estar a merced de una lunática como Piscis. Pero aunque intentaba hacer estallar su cosmos, este de alguna manera era absorbido por las raíces que la aprisionaban, ganando una resistencia descomunal que impedían su escape.

— Estaba esperando encontrar el lugar adecuado en dónde plantar a esta pequeña… Pero ante tal oportunidad, qué mejor sitio que sembrarla en el cuerpo fértil de una poderosa guerrera como tú.

Adonisia cubrió sus dedos y la semilla con su cosmos, y de un rápido movimiento los introdujo dentro de vientre de la amazona cautiva por su ombligo. La sangre brotó de la nueva herida, y aunque Shai intentó resistir el dolor, sus muecas reflejaron la angustiante sensación mientras Adonisia colocaba la semilla dentro de sus entrañas.

Piscis sacó sus dedos lentamente, dejando un agujero del que no solo emergía sangre sino que también se podía vislumbrar un débil resplandor dorado.

— Sé que te duele, pero debes ser fuerte, apenas vamos a comenzar —ella le dijo con cinismo, consciente y complacida por su dolor.

Piscis volvió a cubrir sus manos con cosmos, tocando el desnudo vientre y alimentando con su energía a la semilla que había dentro de este.

Desde el primer segundo, Shai chilló adolorida. No podía saber la clase de abominación que estaba preparando para ella, pero la agonía creciente en su estómago se extendió hasta la última fibra de su ser. Su cuerpo tembló frenético entre las espinas, sus ojos se voltearon, cerró los puños con tanta fuerza que se hirió las palmas de las manos, su garganta no podía frenar los alaridos, y aunque por segundos alcanzaba a cerrar la boca, inmediatamente la abría de nuevo exhalando un grito todavía más desgarrador que el anterior.

Nuevas raíces comenzaron a moverse, todas ellas extensiones que la amazona de Piscis dirigía para trabajar en su nuevo experimento.

— Resiste, resiste —Piscis pidió con tranquilidad—. Todo este dolor es necesario, debo adecuar tu cuerpo para que puedas renacer dentro de mi jardín, de lo contrario no me servirás —explicó, con oídos sordos a la agonía de su nuevo espécimen.

 

El sentido del tiempo fue algo que ambas perdieron dentro de esa dimensión. No importa si sólo fueron unos minutos, horas o días, en algún punto Shai terminó perdiendo la voz y el sentido, quizá hasta la cordura.

Para terminar, Piscis avanzó hacía donde se encontraba el pedestal de la diosa del Santuario, sabiendo que sería el lugar indicado para el nacimiento de su nueva y más grande creación hasta ahora.

La mujer movió las manos de forma delicada a sus costados, ocasionando que abundante agua saliera del suelo, la cual manipuló e hizo girar en el aire, formando un enorme y bello capullo. A su orden, las raíces llevaron el cuerpo de Shai hasta allí y la sumergieron dentro del agua, liberándola de cualquier atadura.

Adonisia tronó los dedos, y el exterior de la rosa de agua se solidificó en un delgado cristal, mientras que en su interior, el cuerpo de la inconsciente amazona de Virgo permaneció flotando en el líquido incoloro que, al hacer contacto con la sangre de sus heridas, comenzó a tomar un color rojizo.

Adonisia admiró su obra con fascinación, dando un suspiro largo de satisfacción. —Cumpliré mi promesa… y pronto, serás la reina de mi jardín. Con tu sangre y cosmos fortaleceremos esté invernadero juntas. Bienvenida a tu nuevo hogar —rió para sí, abrazándose al cristal como si sintiera que sus brazos estrechaban a un esperado bebé.

 

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Explanada del Templo de Atena.

 

Jack de Leo bajó su brazo lentamente sin dejar de mirar el punto donde segundos antes se encontraba su adversario.

Libra se apresuró a ponerse de pie, sin poder ocultar su admiración por lo que acababa de pasar. ¿Este era el verdadero poder de león dorado?

— ¿Qué demonios fue eso? —preguntó, colocándose al lado de Jack para acompañarlo en su vigía.

— Lo siento pero, no soy de los que cree que debo de explicarle a todos mis técnicas —respondió, alzando los hombros.

 

El campo de batalla se despejó tras un fuerte soplido del viento, mostrando la inmaculada estatua de Atena sin un rasguño pese a haber sido alcanzada por el vendaval de poder y ser la superficie en la que Albert de Géminis chocó de espaldas, resbalando hasta la base. Allí, Albert permaneció sentado, como si a su cerebro le costara asimilar lo que había sucedido.

— Ni te atrevas a pensar que está muerto —Nauj le dijo a su compañero, nervioso al ver que aún tras brutal ataque el zohar de Géminis estaba tan intacto como la estatua de la diosa.

— Jamás cruzó por mi cabeza…

 

Albert se irguió lentamente, escupiendo un puñado de sangre que se acumuló en su boca. Se apartó el cabello del rostro, dejando ver las quemaduras superficiales en sus mejillas y oreja izquierda.

— Interesante intento —dijo con tono cínico, tocándose la quijada como si algo en ella le doliera—. ¡¿Por qué no lo intentamos de nuevo?!

El Patrono de Géminis desató de inmediato la Explosión de Galaxias, por la que Jack de Leo no tuvo más alternativa que contrarrestarla con la misma técnica. Justo como antes, la media luna superó la potencia de las estrellas y se impactó contra Albert, quien en esta ocasión no se dejó sorprender y plantó firmemente sus pies para resistir el embate.

Su armadura resistió sublimemente, por lo que se impulsó de inmediato contra los santos enemigos, moviéndose a una velocidad sorpréndete.

De un puñetazo tumbó a Leo al suelo y detuvo el intento de Libra por atacarlo con el tridente con una patada en el estómago, dejándolo sin aliento e impedido sólo por unos segundos que el Patrono deseaba aprovechar.

— Eso no se sintió tan fuerte como antes, me pregunto por qué —cuestionó al avanzar a pasos acelerados hacia Leo, quien ya estaba de pie y listo para el combate—. Veámoslo una vez más —sentenció, mostrando su cosmos y liberando por tercera vez la explosión galáctica.

A tan corta distancia, Leo desató el ataque de media luna que golpeó a Albert directamente en el pecho, con la esperanza de que partiera en dos al infame guerrero, mas no fue así, el titán en que se había convertido sobrevivió y no dejó de avanzar.

Impresionado por lo imparable de su oponente, Jack descargó sobre él la furia de los relámpagos, mas antes de que se materializaran, Albert atrapó su puño electrificado, conteniendo el inmensurable poder que al no encontrar salida terminó estallando en la mano de su ejecutor.

Jack tensó la mandíbula cuando su mano fue destrozada por su propio poder, el brazal de oro se hizo pedazos, quemando y fracturando su brazo entero. El dolor lo distrajo menos de un instante, pero así Albert de Géminis se movió a una velocidad mayor con la que le propinó una salvaje golpiza usando únicamente sus puños hasta tumbarlo al suelo, donde lo pisó bruscamente, manteniendo su pie sobre él para evitar que se levantara, si es que aún le quedaban deseos de hacerlo.

 

Cada golpe se llevó consigo un trozo de su armadura dorada, siendo el último pisotón el que quebrara por completo la pechera y varias de sus costillas.

Al sentir fragmentos de la armadura entre su pie y el pecho del enemigo, Albert movió su talón lentamente, asegurándose de que los pedazos terminaran clavándosele en la piel.

— Una técnica de contraataque, eso fue —dijo, complacido de haber descubierto el truco más peligroso del santo de Leo—. Al principio no estaba seguro, pero decidí  comprobarlo antes de entrar en paranoia. La intensidad de tu ataque depende de la energía que emplee tu enemigo en su propia técnica, es por eso que la primera vez fue tan devastadora, ya que en mi segundo intento disminuí la cantidad de fuerza y empleé  menos en el que le continuó.

Jack lo miró con desafío, aun cuando su cuerpo se encontraba acalambrado por las embestidas recibidas.

— Has perdido mucha energía en ello, sin mencionar que sólo puedes contraatacar técnicas a distancia que liberen cierta cantidad de cosmos, nunca golpes físicos ¿o estoy equivocado?

— Qué listo —sonrió Leo con osadía, comprobando que no estaba leyendo su mente, de lo contrario también sabría que su técnica duplicaba la fuerza de la técnica que contraataca, por eso lo afectó tanto la primera vez.

— Sabes bien que una técnica no funciona dos veces contra un santo de Atena —Albert recalcó, volviendo a pisarlo al sentir que intentó levantarse—, por lo que si no me eliminaste en tu primer intento, cualquier otra oportunidad se ha desvanecido,  así como tu futuro…

Repentinamente, Albert estiró la mano hacia atrás, deteniendo el avance de un proyectil que venía buscando la parte trasera de su cabeza. Ante la palma de su mano el tridente de Libra se detuvo tras haber sido lanzado con toda la fuerza que quedaba en el cuerpo de Nauj.

— ¡Infeliz! —bramó en la distancia al ver que su tridente fue detenido por el poder psíquico del Patrono, quien decidió armarse con él, girándolo con su mano sana y demostrando una destreza impecable.

Albert le lanzó una mirada por encima del hombro. — Te permití ese torpe movimiento sólo porque deseaba tener esto—aclaró, sujetando el tridente de tal forma en la que lo utilizaría para arponear la cabeza del santo que yacía a sus pies—. Gracias.

— ¡JACK! —clamó Libra, corriendo en su dirección, aun sabiendo que sin importar lo que hiciera estaba lejos de poder salvar a su compañero, ni aunque él mismo se lanzara a recibir el golpe.

 

El santo de Leo enfrentó su posible final con valentía, viendo a los ojos a su verdugo quien no vaciló en su actuar.

El estruendo fue ensordecedor. Nauj frenó estrepitosamente, atónito ante lo que había pasado y lo que ahora sus ojos contemplaban.

Sobre el rostro del santo de Leo recayó la sombra del escudo que lo protegió, y sobre el que el tridente de Libra se impactó.

 

El tiempo avanzó de manera extraña desde el momento en que Albert lanzó el violento golpe, pues estaba seguro de que no fallaría. Pero no fue así, el estruendo llegó primero a sus oídos que las imágenes a sus ojos cuando la cabeza del tridente de Libra se pulverizó al chocar contra un escudo esmeralda que se interpuso de repente, en cuyo centro la figura de un sol dorado resplandeció para presumir su resistencia y reflejar su semblante de incredulidad total.

Albert miró con odio e indignación al hombre que evitó la ejecución del santo de Leo, escondiendo el temblor involuntario que sacudió sus manos, las cuales cerró al retroceder algunos pasos.

— Esto… no puede estar pasando —musitó, buscando si se trataba de algún engaño.

— El maestro de las ilusiones eres tú, ¿no es así? — dijo el hombre de cabello negro que portaba una majestuosa armadura verde de la que crecían tres pares de alas de dragón en la espalda.

El recién llegado se levantó e inmediatamente pasó por encima del santo de Leo con cuidado, caminando hacia Albert mientras su cosmos color jade ardía a su alrededor—. Pero si necesitas que te lo confirme, está bien, como tu antiguo maestro, permíteme demostrarte quien soy yo en verdad.

El rugido de su cosmos esmeralda retumbó a lo largo y ancho del cielo, siendo escuchado por todos aquellos guerreros que moraban el Santuario, sabiendo lo que aquello significaba: el verdadero Patriarca había regresado, y con ello el fin de la rebelión.

 

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Antiguas ruinas del Santuario.

 

Hécate apareció en las afueras de las ruinas de un antiguo templo. En cuanto pisó el suelo cubierto de hierba se apoyó en la columna más cercana, tomándose unos segundos para sobrellevar el dolor que recurría su rostro y se centraba en su ojo perdido. De entre su ropaje sacó un frasco que contenía agua del estanque sagrado, misma que bebió, sabiendo que no restauraría lo perdido, pero sí cerraría la herida y desvanecería el dolor.

Allí se sintió a salvo, sabiendo que era un lugar dentro del Santuario que nadie frecuentaba, pues nunca fue restaurado por su lejanía y falta de propósito.

Sabiendo eso es por lo que teletransportó al príncipe de Asgard allí, imaginando que nadie lo encontraría… craso error.

 

En cuanto terminó de beber la medicina, escuchó la alerta que le transmitió la naturaleza bajo sus pies, por lo que se adentró al derruido templo a toda prisa, percibiendo un gran cosmos maligno en su interior.

Preocupada por su posible fracaso, estaba dispuesta a combatir a quien fuera para llevar a cabo su tarea, pero jamás imaginó que al final del camino se toparía con tan complicada situación.

 

En las sombras del templo, donde el sol apenas entraba por delgados agujeros en el techo,  estaba un hombre que sujetaba al pequeño Syd del cuello, ahogándolo no sólo por la presión que ejercía sobre su garganta sino por el extraño brillo que estaba saliendo de su boca.

El hombre mantenía su mano libre cerca del rostro del niño, con la cual estaba extrayendo ese resplandor que residía dentro de su infantil cuerpo, acumulándolo en una esfera luminosa que le complació ver finalmente terminada.

¡Esa es su alma! —Hecaté dedujo en silencio, antes de que el niño empalideciera cual cadáver y dejara de temblar, colgando sin fuerzas de la mano de su captor.

— ¡¿Por qué?! —la mujer recriminó, observando el alma divina que fácilmente fue arrancada de su avatar humano.

¿Por qué reaccionas de esa manera, hetaira de Avanish? ¿Acaso no es esto lo que tú también buscas? —cuestionó el sujeto, dueño de una voz profunda.

El hombre ensombrecido soltó el cuerpo de Syd y se volvió ligeramente hacia la Patrono, única testigo de su acto. La radiante llama azul en su mano iluminó el lugar con una fría luz blanca.

— ¿Cómo puedes…? ¿Qué significa esto? Tú eres uno de los campeones del Santuario, ¿por qué tomarías tales medidas y traicionarías a tus aliados asgardianos? —Hécate deseó obtener respuestas, pues aquel hombre era el menos improbable de tal atrocidad—. ¿Acaso tú no eres Seiya, el legendario santo de Pegaso?

En efecto, ante ella se encontraba el renombrado santo de Pegaso, su armadura de bronce y las heridas sufridas en su anterior batalla contra la amazona de Perseo eran prueba de ello, sin embargo, sus manos y brazos estaban manchados con sangre que evidentemente no era suya.

El santo sonrió ante la pregunta, por lo que en vez de contestar introdujo la esfera de luz en su boca, devorándola.

Hécate retrocedió por el violento cosmos que el santo expulsó en cuanto engullera el alma del inocente príncipe.

El hombre se encorvó hacia el frente, como si fuera a vomitar lo apenas ingerido, pero resistió y su cuerpo se vio cubierto por intensas llamas celestes que comenzaron a afectar su armadura, transformando su sencillez en una cloth que revestía todo su cuerpo. Dos esplendorosas alas metálicas crecieron de su espalda, remolineando aún más el torrente cósmico que lo rodeaba.

La armadura divina de Pegaso relució magnánima ante la Patrono, quien miró asombrada su majestuosidad. Sin embargo, la transformación no terminó allí, no cuando el cabello café del santo fue oscureciéndose, llegando al negro absoluto; al mismo tiempo que la pureza de su armadura se ennegrecía. El color blanco de la cloth fue sustituido por negro metal, y el dorado por platino reluciente.

¿Qué es esto que siento? —Hécate estaba impactada por lo que sus sentidos captaban, el inmensurable poder del santo de Pegaso excedía sus expectativas, sin embargo no podía pertenecerle a alguien que por tanto tiempo luchó por la paz de la humanidad, sobre todo cuando su cosmos celeste se tornó del color de la sangre

¿En verdad él es Seiya de Pegaso? —la Patrono volvió a cuestionarse, cohibida ante el peligro que el sólo verlo le transmitía.

Ya no más —fue la sombría respuesta que obtuvo de aquella nueva amenaza.

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 58

 

 * Cloris: Nombre dado a la Diosa de las Flores de los Jardines en la mitología Griega.

 

 

En la Dinámica de Fics-2017 de este Foro, la escena entre Shai de Virgo Vs Adonisia de Piscis de este episodio recibió el reconocimiento por MEJOR ESCENA DE MISTERIO/SUSPENSO. Gracias por su apoyo.

 

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Editado por Seph_girl, 20 abril 2017 - 00:52 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 15 diciembre 2016 - 14:19

me gusto el capitulo sobretodo porque cuando lo leo parece que estoy leyendo a una escritora profesional, eso es uno de los puntos fuertes de tu fic

 

luego las batallas y la descripción exacta de los lugares

 

felicitaciones por los 8 años del fic, como que se hizo un tanto largito no? jajjaja XD  :lol:  :lol:  :lol:

 

Estaré esperando la navidad para leer el capitulo 59

 

saludos  :s55:


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Publicado 15 diciembre 2016 - 16:46

-no se porque pero sospecho que odias a los del signo de leo......... <_< -----no seas como

kurumada  y  te dejes llevar por tus odios para darles mala fama a los dorados

 

 

-que me late que el el santo de Libra  hubiese preferido seguir muerto

en lugar de que lo resuciten de esa forma

--------- :ph34r:

 

 

58:

 

 

Albert  es muy arrogante

 

 

 

buen combate el de sagitario

 

 

que me late que Adonisia es rarita------ <_<

 

 

creo que esta de moda que los heroes se conviertan en villanos


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Publicado 25 diciembre 2016 - 13:06

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

Esperando que hayan pasado una linda nochebuena, vengo aquí a prisas para cumplir mi palabra y publicar el capítulo 59 de EL LEGADO DE ATENA.

El Cap 60 está a un 45% por lo que espero en Enero traerlo sin falta :D y en él ya comienzan a solucionarse las batallas que estan "activas" jaja prometido ;)
Después prometo responder los Reviews que me han dejado n_n pero como hoy será un día ocupado les dejo el episodio así sin más. ¡El final está cerca!

 

Un gran saludo a todos y un abrazo.

 

**********

 

Mientras caía desde la cima de Star Hill, la mente del Patriarca fue un remolino de remordimientos e incertidumbre por el futuro, pero en cierto momento la paz calmó sus emociones y la esperanza floreció en su corazón, creyendo que sin importar los peligros, los santos de Atena prevalecerían.

 

En la oscuridad de sus ojos y aún con la disminución de sus sentidos por el veneno en su cuerpo, el Patriarca pudo percibir algo rondándolo durante su caída. No podía darle forma, sólo sentirlo, una cálida presencia que lo animaba a no rendirse y que le extendió la mano durante su descenso hacia el vacío.

 

Aceptarla sería salvarse, una oportunidad más para luchar y arreglar el caos que bien podía dejar atrás, ¿pero a costa de qué, con la ayuda de quién?

Esa mano estaba allí mientras el abismo llegaba a su fin. Decidió confiar en su suerte y la tomó con determinación, escuchando incesantes graznidos de búhos, como los que sobrevolaban el Santuario durante las noches.

El Patriarca no supo cuánto tiempo permaneció inconsciente, pero cuando despertó lo hizo en un lugar lejos del planeta Tierra, en las cercanías del Palacio Lunar de la diosa Artemisa.

 

Una guerrera satélite* percibió su intrusión al reino, mas al encontrarlo en tan deplorable estado dudó sobre lo que debía hacer, sobre todo cuando era la única sierva de Artemisa presente, el resto de sus hermanas partieron junto a la diosa hace muchos años, dejándola como única guardiana del sagrado palacio hasta su retorno.

La piedad fue lo que la motivó a curar al agonizante hombre, pero sin llegar a tanto como permitirle una alcoba dentro del templo. Empleó un poco de la bendita ambrosía sobre sus labios amoratados y la vida regresó a él, purificando su cuerpo en poco tiempo de cualquier herida y veneno que pudiera albergar.

 

Mientras se recuperaba, Shiryu le explicó quién era y de dónde provenía, mas no supo explicarle cómo es que terminó allí. No pudo ver su rostro, pero por su voz y cosmos supo que trataba con una guerrera leal y bondadosa.

Creyendo su historia, la satélite extendió sus disculpas, pues aun con su título de Pontífice y representante de la diosa Atena, no podía permitirle permanecer más tiempo en el reino de Artemisa.

 

Shiryu entendió perfectamente, los asuntos del reino de la luna no eran algo que le concerniera, mucho menos si la guerrera satélite aparentemente desconocía sobre el descenso de los ángeles a la Tierra y las situaciones que allí se vivían. Él agradeció su ayuda y juró que algún día saldaría su deuda con ella.

En cuanto sintió que su cosmos y cuerpo volvían a entrar en comunión, invocó la cloth del Dragón, que llegó hasta allí cruzando la barrera del espacio para envolverlo y lucir tal cual lo hizo en los Campos Elíseos.

Volver a la Tierra lo logró en apenas un salto, y salvar la vida de uno de sus santos requirió menos esfuerzo.

 

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Capítulo 59

El día más oscuro. Parte VI.

 

Nauj de Libra apartó al sorprendido y adolorido santo de Leo del que pronto se convertiría en el centro de una cruenta batalla.

— El Patriarca… el Patriarca vive —Leo musitó, sin poder apartar la vista de su majestuosa armadura divina.

Y no se ve muy contento —pensó Nauj, siendo esa la primera vez en que veía un gesto de furia tensando las facciones del Pontífice.

Ambos santos de oro percibían el glorioso cosmos que envolvía al Patriarca. A su lado, el Patrono de Géminis parecía insignificante.

Albert no tardó en aceptar que aquel hombre era su antiguo maestro, Shiryu de Dragón, pero lo que no entendía era cómo es que había sobrevivido después de lo ocurrido en Star Hill. ¡No existía manera!

— Te he turbado, estás temblando —recalcó el guerrero que, aunque ciego, era capaz de percatarse del estupor de su antiguo discípulo.

— Je, no por nada es uno de los reconocidos santos legendarios —Albert logró decir, aplacando sus sentimientos y recobrando su actitud petulante—. Si escapó triunfante del inframundo una vez, fue presuntuoso de mi parte no creer que podría hacerlo de nuevo.

 

— Nauj, Jack —el Patriarca los llamó, a lo que atendieron con atención—, agradezco el esfuerzo que han hecho por defender el Santuario, pero a partir de ahora seré yo quien se encargue de este traidor —aclaró, permaneciendo de espaldas a ellos—. Espero lo comprendan.

Leo asintió sin reparo, mientras que Libra se tragó su orgullo y aceptó en silencio el mandato.

— Pero la lucha aún no ha terminado —el Patriarca añadió—, vayan y ayuden a Shai de Virgo, ella los necesita, ahora —señaló el Templo de Atena con evidente urgencia.

 

— ¿Qué ocurre? ¿Acaso no desea que haya testigos que presencien su derrota definitiva? —el Patrono cuestionó, viendo que los santos dorados se retiraban no muy convencidos.

— Aunque confío plenamente en mis hermanos santos, derrotarte es una satisfacción que deseo sólo para mí, Patrono.

— Está bien… no negaré que anhelo lo mismo, esta es una oportunidad perfecta —el cosmos de Albert comenzó a elevarse hacia el infinito—. En Star Hill no deseé malgastar mis fuerzas, pero ya que he dado el paso definitivo, ¡podré emplear todo mi poder para destruirte, Shiryu de Dragón!

 

El Patrono de Géminis embistió como un bólido al santo del Dragón, sacándolo de la plataforma, arrastrándolo por el aire y alejándose rápidamente ambos del Santuario. En su ascenso, atravesaron el cuerpo etéreo del espíritu de la Tierra sin causarle estragos o alguna molestia que cambiara su inmovilidad.

 

Cuando Shiryu creyó que ya habían trazado suficiente distancia, empujó a Albert por los hombros, separándolo de sí y haciéndolo retroceder. El santo del Dragón permaneció en el aire gracias a la divinidad de su ropaje, mientras que el Patrono de Géminis pudo hacerlo empleando energía psíquica sobre su cuerpo.

— Terminemos con esto — determinó el Patriarca, lanzando su primer ataque.

 

/ - / - /

 

Interior del Templo de Atena.

 

Jack de Leo golpeó con el hombro la puerta del Templo de Atena. La entrada se abrió de par en par con facilidad, permitiendo a ambos santos de oro pasar, mas cuando su visión fue asaltada por un panorama muy distinto al esperado se detuvieron en seco.

— ¿Qué está pasando aquí? —Jack preguntó, asombrado por ver las miles de rosas cubriendo el suelo, columnas y muros, mientras que el techo era una ventana hacia un cielo distinto al que había afuera.

Aquel sitio era una dimensión aparte, donde los cosmos del exterior sólo se percibían por la puerta abierta detrás de ellos.

Nauj de Libra observó los pétalos viajando en la corriente de aire que los acompañó al entrar, entendiendo que sin importar lo que hagan ambos ya se encontraban en desventaja, por lo que no se molestó en siquiera cubrirse la nariz, sabía que sería inútil.

Jack lo comprendió un segundo después que él, por lo que cierto nerviosismo se notó mientras decidía si continuar o no avanzando sobre el tapete de flores.

 

Puedo percibir el cosmos de Shai y Adonisia en cada rincón, pero no las veo por ninguna parte, es… como si ambas se hubieran fundido con el entorno, ¿qué diablos sucedió aquí? —Leo pensó, preocupado.

— Esto es una tontería —se adelantó Libra, extendiendo su cosmos para calcinar por completo las rosas del templo, todas, excepto una que se encontraba al fondo de la recámara de Atena.

Con seguridad, el santo de Libra avanzó hacia allá, seguido por Leo, quien mantuvo sus sentidos enfocados en detectar cualquier amenaza.

A medio camino, los pasos de los santos dorados bajaron su velocidad. Nauj fue el primero en detenerse por completo, mas Jack continuó avanzando, atraído por la curiosidad que le generó ver aquel enorme capullo, cuyas raíces crecían del pedestal donde la diosa Atena ha reposado en cada una de sus reencarnaciones.

— Espera —Nauj le advirtió.

— Hay alguien allí —Jack se negó a escucharlo, comenzando a resentir un extraño dolor por todo el cuerpo que no detuvo su andar.

 

El joven subió los pocos escalones que había hacia el pedestal y se encontró frente a frente con un gigantesco capullo, relleno de un espeso líquido rojo dentro del que un cuerpo desnudo flotaba. Era una joven mujer, de largo cabello oscuro, cuerpo delgado y bello aun cuando su piel presentaba numerosas heridas abiertas de las que emanaban un fluido marrón. Sus ojos se mantenían cerrados, difícil saber si sólo estaba inconsciente o se trataba de un cadáver. Lo más descorazonador, y extraño a la vez, era su vientre hinchado, indicando un posible y avanzado embarazo, mas era de su amplio ombligo del que salía más sustancia negruzca que de cualquiera de sus otras heridas.

Jack pegó su mano sana sobre el capullo de cristal y contempló con cuidado el rostro de la chica, descubriendo su identidad sólo hasta que sus dedos sintieron el débil palpitar de un cosmos, al mismo tiempo en que una solitaria burbuja de aire salió de la nariz de la mujer.

— ¡Es Shai! —Jack exclamó, horrorizado al ver la condición a la que había sido reducida — Está viva, debemos sacarla de allí — tosió un poco, girándose hacia el santo de Libra, quien no había avanzado ni un centímetro de donde se paró.

— Quizá eres tú el que debería de alejarse de allí — Libra sugirió, viendo cómo es que sangre comenzó a salir de la nariz de su compañero —. Esto es sin duda obra de la bruja de Piscis, ¿acaso no lo sientes? Ese capullo del demonio está desprendiendo un poderoso veneno, mientras más te acerques a él más nocivo será.

Jack se limpió el rostro con la mano y vio su sangre en ella.— ¡No podemos dejarla allí! —alegó, entendiendo el peligro.

— Y no lo haremos, sólo apártate —Nauj volvió a insistir, manifestando su cosmos.

Jack retrocedió, esperando a que Nauj ejecutara algún movimiento.

Yo no haría eso si fuera tú —ambos escucharon, era la voz de Adonisia que se desplazaba con eco por el lugar—. Aunque si tu deseo es matar a todos los pobres inocentes que están refugiados en el Santuario y Villa Rodorio, entonces adelante, no te detendré.

— ¡¿Qué es lo que le has hecho a Shai?! —Jack gritó, iracundo por la situación.

Nauj contuvo su ataque.— ¿Qué es lo que estás ocultando, bruja? —preguntó, intrigado por sus palabras.

Sencillo — las puertas del templo volvieron a cerrarse de manera estruendosa. Conforme las ondas del portazo se desplazaban por el templo, las rosas volvieron a crecer en el suelo y la dimensión se amplió, convirtiendo el interior del templo de Atena en un infinito paraje de flores al aire libre; sólo el pedestal y el capullo permanecieron tal cual.

La amazona de Piscis apareció de entre un tornado de pétalos blancos junto al gigantesco retoño, ilesa de cualquier herida anterior sufrida y una armadura dorada intacta—. Dentro de este capullo se está creando un veneno muy peligroso que podría liberarse si no se le cuida bien. Cualquier maltrato o daño provocará una abertura por la que el veneno correrá desde la cima de las doce casas hasta los pies de la montaña sagrada, e incluso más allá. Por ahora parece que no es capaz de matar a un santo dorado pero —la amazona miró a Jack, quien lucía más pálido y ojeroso tras haberse acercado a su creación—, quién sabe en unos minutos más.

Adonisia palpó el capullo con sumo cuidado, acariciándolo como si fuera el vientre de una mujer embarazada—. Es una lástima que hayan matado a Elphaba, era su hechizo lo que mantenía a salvo a todos los civiles de la maldición del sol, y bien pudo haberlos protegido de esta plaga que están tan dispuestos a liberar.

Nauj no se atrevió a dudar, por lo que salvar a la amazona de Virgo dejó de ser su prioridad.

— ¡Maldita! ¡Libera a Shai enseguida!— Leo ordenó, conteniéndose de no atacar pues temía herir a la amazona durmiente.

— ¿Dejarla libre? —Adonisia repitió, sin dejar de acariciar a su bello espécimen—. Me temo que eso es imposible. Verás, tuve que hacer unas pequeñas modificaciones a la química de su cuerpo, tantas que sacarla de allí significaría su muerte ¿eso es lo que quieres? —preguntó, riendo un poco—… Aunque si por algún milagro pudiera mantenerse viva fuera de esta pecera, su cuerpo será la fuente de un veneno mortífero, el cual segundo a segundo se vuelve más letal; todo aquel que se le acerque aunque sea a kilómetros de distancia caerá muerto, ¿esa es la clase de vida que quieres para ella? Oh no, ni yo puedo ser tan cruel, por eso la mantendré aquí, conmigo, y será su sangre y su cosmos lo que alimente mi jardín hasta el final de mis días… y quizá aún después de eso.

Jack quedó en shock al escuchar tan abominables palabras, siendo Nauj quien tomara la palabra.

— ¿Y cuál es tu plan, lunática? Si piensas que será un rehén por la cual no me moveré, estás muy equivocada —Libra sentenció, decidido a atacar.

— ¡Nauj, basta! —Jack corrió para interponerse en el camino del santo de Libra—. ¡No puedes hablar en serio! Después de lo que ella hizo por ti, tú no…—recriminó, mirándolo a los ojos, pero sus palabras se bloquearon en su garganta ante la determinación que vio en la mirada de su compañero.

El santo de Leo se giró rápidamente hacia Adonisia de Piscis—. ¡Devuélvela a la normalidad! ¡Si no lo haces…! —dudó, corrigiéndose de inmediato—. Si lo haces, perdonaremos tu vida.

Adonisia calló un par de segundos antes de soltar una carcajada que no le fue fácil aplacar.

— Vaya broma. ¿Ustedes me perdonarán la vida, a mí? —cuestionó, hilarante—. Aunque no entiendo cómo es que escaparon de las garras de Albert, la verdad es que la batalla que sostuvieron con él ha dejado marca en ustedes, sin mencionar que, en el segundo en que entraron aquí mis rosas comenzaron a jugar con sus cuerpos. No, caballeros, su convenio no satisface mis intereses.

 

Adonisia caminó un poco hacia ellos, como si se posicionara para combatir.

— Además, admitiré que es la primera vez que llevo a cabo un experimento así, por lo que temo que no hay manera de revertir lo que he hecho con esta mujer —explicó con maldad—. Y aunque pudiera, no lo haría. La pequeña rebelión de Albert me ha permitido explorar el alcance de mis poderes de formas en las que jamás creí posibles —extendió los brazos a los lados, como si con ellos pudiera abrazar toda su creación.

— Eres… un monstruo —Jack musitó, atragantado con su propio enojo y frustración.

— ¿Tanto te importa esta mujer?—Adonisia preguntó con cinismo—. ¿Es por su belleza, no es cierto? Lo comprendo bien, su cautivador rostro, su poder, su cuerpo, su hermosura, su alma, toda ella es perfecta. Aun con su cuerpo magullado y rostro marcado, esa perfección no desaparece —tocó su máscara como si imaginara que tocara el rostro de Shai de Virgo una vez más—, es por eso que la elegí, para convertirla en la flor más hermosa de mi jardín, donde sólo yo y mis rosas seremos inmunes a su perfecta mortalidad. ¡Nadie nunca podrá acercarse a ella, su vitalidad es lo que le dará una nueva fuerza a este lugar! ¡Y ustedes se convertirán en abono para su crecimiento!

El cosmos de Piscis creció a su alrededor. Para los sentidos de los santos dorados, era evidente que la mujer no hablaba por hablar, podían sentir los latidos del cosmos de Shai palpitando en la estela dorada que cubría a su enemiga, así como en cada rosa que reaccionó a la voluntad de la amazona de Piscis.

Piscis tomó una rosa negra y la lanzó hacia sus oponentes, en el acto todas las rosas pirañas cercanas volaron contra los blancos seleccionados.

Ante las numerosas rosas negras viniendo por todos los flancos, Jack reaccionó atinadamente. —¡No te muevas! —le indicó a Nauj—. Lighting plasma! (¡Plasma Relámpago!).

Lanzando un golpe al cielo, millares de rayos dorados emergieron de sus nudillos, los cuales impactaron el centro de cada rosa negra que intentó alcanzarlos, desintegrándolas en el acto. Cuando las rosas negras fueron desintegradas, los haces resplandecientes se redirigieron hacia la amazona de Piscis, quien temerariamente se adentró a la red de luz. Aunque algunos rayos alcanzaron a perforar las hombreras de su armadura y los muslos de sus piernas, ella logró su cometido, llegar a la fuente de los resplandores y clavar una rosa en el pecho desnudo del santo de Leo.

Por la cercanía, el santo de Libra reaccionó y sujetó el brazo de la amazona para que no escapara, golpeándola en el estómago con su puño recargado de cosmos. — ¡Estallido relámpago!

El poder descargado reventó la armadura de Piscis desde el cinturón hasta el peto. Adonisia fue lanzada con potencia hacia el horizonte, cayendo al suelo, donde pareció hundirse y desaparecer de la vista de todos.

 

Nauj rápidamente se volvió hacia Jack, quien se encontraba de rodillas, con el cuerpo tembloroso y escupiendo sangre por el dolor. Con su mano intentaba tocar la flor blanca que se había clavado en su corazón.

Cuando el santo de Libra notó que los pétalos de la rosa comenzaron a teñirse de rojo, entendió lo que debía hacer, por lo que sin miramientos extrajo el tallo de un solo movimiento, saliendo un hilo de sangre a presión que intentó cubrir con la palma de la mano.

Leo se encorvó aún más, soltando un gemido al momento de oprimir también la herida en su pecho.

—Recupérate, porque esa bruja no nos dará tregua —Libra le dijo, estaba preocupado por él pero no podía permitirle desfallecer ahora.

Jack sólo asintió, visiblemente debilitado por el golpe de la rosa sangrienta.

Parece que saben trabajar en equipo —Adonisia se dejó escuchar, anticipando su reaparición en el campo de batalla, emergiendo de entre las rosas como si fuera una más de ellas. Para preocupación de los santos, la amazona lucía ilesa y revitalizada.

— Pero jamás podrán superar el estrecho lazo que yo tengo con este invernadero, el cual he hecho florecer con la sangre de mis enemigos. Sus vidas segadas por mí lo han fortalecido, y ahora ha evolucionado a niveles insospechados —Adonisia rió—. De haber sabido que sembrar a una amazona de oro aquí traería tan buenos resultados, hace muchos años lo habría hecho. Lo que hace preguntarme, qué clase de poder obtendrá mi invernadero cuando absorba la vida de dos santos dorados más.

— ¡Eso no va a suceder, zorra infeliz!

Libra se desplazó a toda velocidad por el campo de rosas, concentrando en su puño derecho el resplandor de su cosmo. — ¡Choque de Estrellas!

Piscis desplegó su gran escudo de oro y cristal, el cual se destruyó tras absorber el impacto de Libra, liberando cientos de destellos que viajaron como rosas doradas hacia el santo. Nauj se impulsó a través de los proyectiles florales, sin importarle ser golpeado por ellos. La fortaleza de su cuerpo superó cualquier fuerza de estos, y aun tras ser herido alcanzó a Adonisia.

Libra cerró fuertemente su mano sobre el cuello de la amazona, a poco de partirlo en dos en el primer apretón. La alzó del suelo para impedir su truco de viajar por entre las rosas, estrangulándola sin consideración. Nauj precipitó su puño libre con la intención de sacarle él mismo el corazón, mas una fuerte mano contuvo su golpe.

— ¡Pero…! ¡¿Tú?! —Libra clamó con desconcierto al ver al hombre que surgió como ángel protector de la infame mujer.

El impávido guerrero aprovechó la turbación del santo de Libra para sujetar su otra mano, obligándolo a liberar a la prisionera cuando sintió que los huesos de sus brazos comenzaron a congelarse.

Nauj intentó resistirse al congelamiento, pero supo que no lo lograría, por lo que a modo de estrategia se dejó caer hacia atrás y utilizó sus piernas para lanzar lejos a su nuevo enemigo.

Al levantarse, el santo de Libra ya tenía en sus manos el tridente y la barra triple de su cloth señalando a los dos enemigos que lo rodeaban.

— ¿Con que así serán las cosas, no? —Libra espetó, mirando de reojo a la amazona de Piscis.

 

En la distancia, Jack observó la situación y no supo qué pensar al reconocer al nuevo aliado de Adonisia.— ¡¿Terario?! ¡¿Por qué él…?! ¡Oh, no! — se respondió a sí mismo al notar los mismos síntomas que vio en el dios guerrero de Mizar no hace mucho tiempo. El color aguamarina en sus pupilas, las venas azules marcadas en su rostro y piel. Sin duda bajo la renovada armadura de Acuario una de esas malditas rosas debía hallarse incrustada en su pecho.

 

— Si crees que ocultándote detrás de una marioneta sin voluntad te librarás de tu castigo, estás muy equivocada— Libra aclaró, notando lo mismo que Jack a lo lejos—. Aunque me sorprende, ¿cómo es que justamente este hombre fue tan imbécil como para caer en tus redes?

Recuperada, la amazona de Piscis habló—: Se resistió, debo admitirlo, pero todos poseen un punto débil, los más desdichados son aquellos que lo tienen en la forma de otro ser viviente. Los más astutos saben cómo esconderlo o son lo suficiente listos para mantenerlos lejos de ellos… Fue fácil deducir cuál podría ser el de el impasible santo de Acuario, imaginarán cuál fue mi sorpresa al haber acertado —dijo con cinismo—. Sólo intercambié vida por vida, un trato justo —explicó, recordando el momento en que envenenó a la ilusa chica rubia cuyo nombre no se preocupó en memorizar—. Además, tenía que asegurar a un aliado que me respalde por si Albert decidiera de repente traicionarme.

 

Sin decir palabra, Terario manifestó su cosmos dorado y preparó su ataque invernal.

 

/ - / - / - /

 

Templo en ruinas.

 

La Patrono Hécate retrocedió, pasmada por el poder que emitía el santo de Pegaso, pero no era un cosmos luminoso y heroico, sino uno que irradiaba sangre y extinción.

— ¿Qué quieres decir con que ya no eres el santo de Pegaso? —cuestionó la mujer, una vez que el vendaval cesara y se centrara sólo en el cosmos escarlata del hombre con armadura divina  —. ¿Quién eres tú?

Que insignificante debo lucir para que una antigua sierva de Gea sea incapaz de reconocer mi ascendencia —dijo el santo, curveando ligeramente los labios—. Pero eso cambiará dentro de poco.  Ahora… —Sus ojos destellaron al mismo tiempo en que la Patrono gritó de dolor.

Hécate vio ese resplandor pero sólo sintió los múltiples impactos en su armadura y nada que pudiera esquivar, siendo arrastrada por los continuos golpes hasta chocar contra una gruesa columna que derribó a su paso.

¡No puede ser, no vi nada! —la Patrono pensó, sobresaltada al sentir un fuerte sabor a sangre en la boca e intensas dolencias en su cuerpo. Su zohar esmeralda no presentaba ningún daño, pero aun así se sentía como si acabara de recibir una fuerte paliza.

El hombre se mostró analítico, cerrando su mano a la altura del rostro. — Así que es verdad, esas armaduras son las que estaban destinadas para los despreciados hijos de Urano, obsequio de Gea para sus imperfectos hijos… No es una sorpresa que ropajes tan inmundos terminaran en poder de los seres humanos, a los cuales parecen vestir tan bien.

Sin levantarse, Hécate lanzó un puñado de sus semillas especiales, las cuales germinaron a medio camino, convirtiéndose en flores amarillas de largas lianas que se encargarían de sumir al santo en un profundo sueño.

Un soplido de cosmos y las  rosas se desintegraron en menor tiempo del que les había tomado abrirse.

— ¿Es con esa clase de poder con el que planean desafiar a los dioses? Cuánta insolencia.

En cuanto vio al hombre dar un paso hacia ella, la Patrono respondió con hostilidad, desatando su poder en un intento por mantenerlo alejado.

Los ojos de la Patrono se tornaron completamente verdes cuando tocó la tierra y musitó—: Penitencia de la Tierra.

Un círculo esmeralda se trazó en el suelo, encerrando al santo de Pegaso en una cúpula flamígera de diez metros de diámetro. En su interior, la combinación de las fuerzas de la naturaleza circulaban como partículas que cargaban con el poder de los rayos, erupciones, sismos, tormentas y huracanes dentro de una presión atmosférica que debería ser capaz de destruir a cualquier ser viviente, mas ni todo el rugir del mundo dentro de la bóveda de llamas esmeralda detuvo el andar de Seiya de Pegaso.

 

Hécate quedó boquiabierta, sintiendo como nunca antes el peligro de la muerte sobre ella. Volvió a retroceder, evitando ser alcanzada por la misma cúpula que creó y avanzaba junto al imparable hombre.

La Patrono decidió que tenía que huir, sobre todo cuando el juego de luces y sombras del entorno alteraron por leves segundos la imagen del santo y revelaron para ella una gran verdad.

¡No! ¡Es imposible! —fue su pensamiento en el instante en que el sudor empapó su rostro.

El santo extendió las alas de su god cloth oscura, y al batirlas una sola vez extinguió las paredes ígneas.

Hécate albergó esperanzas en su teletransportación, mas en la fracción de segundo que le toma el desaparecer y reaparecer en otro lugar fue mortalmente herida en el pecho, impidiendo su escape.

Su gesto se congeló en completa confusión, sólo sus ojos pestañearon un par de veces hasta que contempló cómo es que el puño del santo de Pegaso había atravesado el peto de su zohar para reventarle el corazón.

No importa lo sublimes que sean sus mantos protectores, bajo ellos siguen siendo débil barro —el hombre murmuró, complacido con la mortalidad de la Patrono. De un rápido movimiento sacó su mano, arrancando los restos del sanguinolento corazón para arrojarlos a la tierra.

Incapaz de hablar, la mujer cayó al suelo de espaldas, donde su cuerpo tembló a causa del shock de encontrarse en los últimos momentos de vida.

El santo la contempló desde lo alto, cubriéndola con la sombra que proyectaba su cuerpo.

Debo agradecerte, hetaira de Avanish, pues tú y los tuyos fueron cómplices de las hilanderas para asegurar mi regreso… Es por eso que en gratitud te permitiré tener una muerte pacífica. Reclamaré tu alma una vez que retome el trono de mi reino y aparte a ese falso dios que se atreve a sentarse en él.

 

El santo dio media vuelta y desapareció, dejando a la moribunda Hécate tendida en el pasto sin que ésta presentara signos de querer oponerse a su destino.

Su mente y su cuerpo no entraron en conflicto, aceptaron que iban a morir. La herida era mortal, sorprendente es que no haya perecido en el acto. La sensación inicial fue terrible, pero en cuanto tocó el suelo sus sentidos mostraron piedad y desconectaron cualquier sensación de dolor.

Ella jamás se consideró una guerrera, no fue entrenada como tal, y aun así dedicó los últimos años de su vida  a combatir… Era normal que muriera en la lucha, estuvo dispuesta a ello desde el principio, pero nunca hubiera querido morir inútilmente, ese era el pesar que se transformó en lágrimas que corrieron por su maduro pero bello rostro.

Sus últimos pensamientos los dedicó a sus dos bellas hijas, y por supuesto al hombre que más amó en su vida.

Con sus últimas fuerzas, la Patrono palpó los restos de su corazón destrozado, liberándose de éste pequeñas chispas de luz que ascendieron al cielo tras el último soplo de sus labios. — Contigo hasta el final, amor —musitó con una media sonrisa, siguiendo el ascenso de sus últimas palabras, rogando para que llegaran a los oídos correctos. Al final la Patrono terminó cerrando su ojo y encontró así el descanso que en el fondo anhelaba, esperando poder soñar en la eternidad con aquellos días pacíficos en los que sólo fue una madre que cuidaba de sus pequeñas niñas.

 

/ - / - / - /

 

Parajes montañosos del Santuario.

 

Cuando lo encontraron él no recordaba su nombre, su edad, ni ningún otro dato que pudiera ayudar a los monjes a encaminarlo hacia su hogar. Por sus rasgos y piel morena, imaginaron que provenía de algún sitio de américa, y por su manejo de diversos lenguajes seguro se trataba de un viajero que terminó con amnesia tras algún incidente.

Sin embargo, las cicatrices de su cuerpo contaban una historia diferente, una de entrenamiento, tortura y guerra, sin duda había sido adiestrado y vivido como guerrero desde temprana edad.

Pero en lo que la mayoría de los hermanos concordaban era que su largo cabello blanco cual algodón era reflejo de infortunio y quizá una advertencia para todos los que se le acercaran. Para su suerte, el gran maestro del templo no era un hombre supersticioso, pero sí alguien que creía fervientemente en el destino, por eso fue bienvenido a quedarse en aquel  inhóspito lugar perdido en el bosque.

 

Asis” fue el nombre que le dieron y aceptó como suyo. Intentó hacer raíces allí pero nunca dejó de sentirse un forastero y no tuvo la suficiente confianza como para partir en busca de un lugar en el que realmente sintiera que pertenecía.

Con el tiempo redescubrió el potencial de su cuerpo y el dominio del cosmos le fue sencillo de aprender. Por azares de las Moiras, una cloth dorada apareció ante él un día, prueba irrefutable de que había sido elegido como un santo  y servir a la diosa del Santuario sería su deber hasta el último día de su vida.

Obvio decir que nada de eso le gustó, sentirse una marioneta en eventos fuera de su control le era desagradable… quizá por eso aceptó cuidar de Arun, un posible e inconsciente acto de rebeldía, creyendo que era una decisión que tomó con libre albedrio.

Pero su libertad tuvo un costo, y ahora lo pagaba con creces en sufrimiento y dolor desmedido. Sumido en la oscuridad y privado de cuatro de sus sentidos, Asis se retorcía ante el réquiem tocado por Paris.

Las ninfas bailarían al escuchar la melodía celestial, pero a oídos impíos era un descenso al infierno en tres etapas.

La primera sólo generaba un insoportable dolor a través de los oídos hasta el momento en que estos estallaban, pero aun así la sonata sobrepasaba la nueva incapacidad del oyente para continuar lacerando su cabeza.

La segunda fase ocurría cuando las notas comenzaban a afectar el ropaje sagrado del condenado, generando vibraciones capaces de destruir los átomos que lo conformaban. La cloth dorada de Sagitario empezó a cuartearse rápidamente, cayendo en pequeños trozos al suelo del que Asis intentaba levantarse.

Torturado por la agonía, el santo de oro logró girarse en el suelo, quedando pecho tierra. Aun con el agarrotamiento de su cuerpo logró plantar ambas manos en el suelo, buscando ponerse de pie.

Paris abrió los ojos un instante, observando la tenacidad de aquel hombre que pese a haberle quitado los sentidos continuaba mostrando un gesto desafiante y combativo, pero ésa era la naturaleza de los mortales y nada lo cambiaría.

La armadura de Sagitario no resistió más y se despedazó tras la vibración de una sola cuerda, ocasionándole un  dolor incontrolable a Asis, tal cual le hubieran arrancado la columna vertebral, dejándolo con los ojos volteados y la saliva saliendo de sus labios.

El final del réquiem estaba por llegar, por lo que la melodía se tornó más aguda y rápida. El santo se negó a desfallecer, pero estuvo a punto de hacerlo cuando la canción pretendió pulverizar sus huesos y órganos como lo hizo con la cloth de Sagitario, resintiendo más la presión en su corazón, el cual terminaría estallando en el interior de su pecho si no hacía algo pronto.

 

Nunca había sentido tanto dolor antes ¿o sí? Algo en ese torbellino de agonía lo llevó a sentirse en otro lugar, en otro momento donde la misma desesperación hervía su sangre y el odio tensaba su torturado cuerpo...

Asis sabía que no debía rendirse, no podía hacerlo, no sólo por los juramentos que había hecho, sino por orgullo propio. ¿Por qué morir a manos de un heraldo de los dioses, quien en vez de luchar por lo justo sólo bajó a la Tierra para hostigar a un inocente? No, eso es algo que no estaba dispuesto a permitir, no por ser un santo sino como un ser humano.

 

Paris pestañeó incrédulo al ver que Sagitario logró manifestar su cosmos una vez más, débil por supuesto, pero aun así admirable.

Cuánta obstinación… está con un pie en la tumba y aun así intenta alcanzar lo imposible —musitó, consciente de que su voz no sería escuchada por su rival—. Con el cuerpo destrozado y los sentidos destruidos, sólo es un cadáver viviente, pero una vez que detenga su corazón todo habrá terminado, con la última nota…

 

Con el dolor como la única sensación perceptible, Asis se aferró a él como un salvavidas en medio de un huracán. Sin importar la fuerza que intentaba hundirlo, él tenía que ascender, volver a ponerse de pie. En su mente recaía una gran responsabilidad, no sólo para con un niño indefenso sino para los otros guerreros de Atena que tenían sus propias luchas. Si dejaba con vida al guerrero del Olimpo, quién sabe a cuantos más podrá afectar a su paso. Su misión es derrotar al ángel Paris y no abandonará este mundo sin lograrlo... no defraudaría a nadie, no dejará que nadie muera por su propia debilidad. Proteger a otros siempre ha sido su mejor cualidad y el motivo por el cual era capaz de eliminar a cualquier enemigo en su camino.

 

Se olvidó de sus sentidos perdidos y ligó su vida al séptimo que permitió que su cosmos volviera a brillar con intensidad para ascender hacia el infinito.

Paris casi detuvo su melodía, pero prosiguió aun cuando el cosmos de su enemigo lo empujó.

Sin más vacilación Paris estuvo por terminar su réquiem mortal, pero antes de poder tocar la cuerda final, ésta se rompió.

¡¿Qué?! —el ángel se sorprendió, viendo asombrado que el resto de las cuerdas también fueron cortadas en cuanto dos inmensas alas doradas se manifestaron en la espalda del santo de Sagitario—.  Es inaudito… ¿cómo sucedió? Su cosmos…

Como si las gigantescas alas pesaran lo que el mundo, Asis batalló en erguirse. En el tiempo en que le tomó enderezarse, los fragmentos de su armadura destruida se convirtieron en polvo estelar que flotó hacia su cuerpo, cubriéndolo y tejiendo una vestimenta de energía pura.

— Si en este mundo te consideran un ángel del cielo, entonces no me queda más remedio que convertirme en el demonio que te arrojará al infierno— Sagitario anunció.

El cosmos de Asis se fortaleció tras un estallido por el que los destellos de su cuerpo tomaron una forma sólida, mostrando una reconstruida cloth de oro, pero mucho más ostentosa que antes por sus dobles hombreras, nuevos relieves marcados en su superficie y enormes alas de oro curveadas.

 

Esa armadura — Paris quedó perplejo ante el resplandor que veía en la renovada cloth—… tal cual narran sucedió en los Campos Elíseos¡Una armadura divina! ¡Imposible! ¡Si Atena no…!

Asis abrió los ojos, mostrando la recuperación de sus sentidos, un cuerpo restablecido y una nueva determinación palpitando en su alma.

 

Lo que ángel y santo desconocían era que Atena no era partícipe de aquel milagro, pues la esperanza, las lágrimas y la sangre que permitieron a la cloth de Sagitario alcanzar la divinidad fueron las del pequeño cuya vida se disputaba en esa batalla mortal.

 

/ - / - / - /

 

Atlántida, Reino Submarino de Poseidón

 

Fue tal como el Emperador del Mar lo predijo, en cuanto el océano se alzó contra la llamarada solar, las represalias se manifestaron en el reino submarino en la forma de cuatro ángeles sirvientes de Apolo, dios del sol.

Los emisarios del Olimpo no perdieron tiempo, por lo que se dirigieron al centro del reino buscando detener a Poseidón, quien obstruía el juicio del dios del sol sobre la Tierra infestada por la estirpe de Nyx. Aplastaron sin miramientos a las alimañas que salieron a su encuentro, pequeños peces sin nombre que Castalia deshidrató en el acto y sin un deje de esfuerzo.

Se desplazaron por el palacio cual parvada de aves, saliendo a los jardines donde el majestuoso Soporte Principal se alzaba a lo lejos, sosteniendo el océano entero.

Los cuatro ángeles se detuvieron en diferentes puntos del sendero cuando una línea de contingencia apareció en su camino. Los ropajes dorados y anaranjados resaltaron a sus ojos y entendieron que no eran inocentes pececillos, sino la élite del mar, los marine shoguns.

Cuatro marines shoguns detuvieron su andar mientras los otros tres bloquearon el camino de regreso.

— No darán ni un paso más —sentenció Enoc, portador de la scale de Dragón Marino y comandante de las fuerzas de la Atlántida.

Lamentamos la invasión a sus dominios —habló el ángel Admeto, quien encabezaba el escuadrón de emisarios de Apolo. Era un hombre de apariencia noble, piel bronceada, cabello corto, oscuro y rizado, con una sutil barba en el mentón. Su gloria era de color blanco y dorado sobre una túnica clara, su peto estaba decorado con el relieve de una biga*  tirada por un león y un jabalí, con el astro rey sobre ellos—, pero hay un mensaje para el Emperador del Mar que debe ser entregado. Esperamos nos ayuden a hacérselo llegar — dijo, sonando demasiado serio y formal pese a la clara burla en sus palabras.

— Su instigación a la guerra es clara, por lo que las formalidades no son necesarias —respondió Enoc, respaldado por el resto de los marine shoguns cuyas scales han sido restauradas a sus formas originales—, ninguno de ustedes verá el rostro del emperador Poseidón.

Este reino alguna vez fue el hogar de un ejército al cual temer —habló la fémina del grupo,  Castalia, una hermosa mujer peliazul de piel clara y cuerpo delgado, cuya gloria platinada iba acompañada de un faldón azul hecho de agua— pero desde que su Emperador fue derrotado por Atena no han podido recuperar la reputación de antaño, no son más que sombras de una era dorada que debe ser sepultada para siempre bajo el mar.

El cosmos de Castalia se materializó como un torrente de agua que la envolvió,  generando grandes olas cósmicas contra los marinos y hasta sus aliados.

Los otros tres ángeles anticiparon la acción de su compañera al conocer su impulsivo carácter, por lo que se desplazaron en un santiamén hacia diferentes rincones de los jardines del palacio, así como los marine shoguns.

 

Admeto usó la pequeña distracción para seguir el sendero original, pero cuando resintió una sombra a su espalda decidió dar una voltereta hacia atrás para eludir el ataque a traición. En el aire, en plena pirueta, con el cuerpo arqueado y de cabeza, el ángel vio el paso del Dragón Marino quien al no haber atinado rápidamente frenó y lo atacó de nuevo.

Admeto movió su cuerpo hábilmente aún en el aire y con la punta del pie izquierdo frenó el puño de Enoc, sólo para responder con una patada de su pierna derecha hacia el marino, quien no perdió la cabeza pero sí el casco de su scale.

Cuando el yelmo estalló en su cabeza, Enoc quedó aturdido por el golpe que lo llevó a estrellarse en un pilar cercano contra el que rebotó, pudiendo quedar de pie. La sangre brotó del lado derecho de su cráneo y empapó rápidamente la mitad de su rostro.

— Aun cuando el Emperador vertió su sangre en esta armadura, él pudo… —Enoc detuvo sus pensamientos cuando el ángel Admeto dio unos cortos pasos en su dirección.

¿Sigues en pie? Nada mal para un mortal —el ángel comentó, intrigado por la resistencia de su oponente—, pero me temo que nuestras ordenes son aniquilar a todos aquellos que desafíen la voluntad de los cielos — su cosmos se materializó entre sus brazos, formando alas cortas con las que se impulsó hacia el marine shogun.

¡La ira de Leviatán! —contraatacó Enoc, lanzando un sucesión infinita de golpes a la velocidad de la luz.

Admeto no se detuvo, incrementó su velocidad y en un santiamén recorrió el laberinto de luz, superando cada golpe para embestir a su rival.

Enoc apenas vislumbró al luminoso ángel que pasó a través de él, arrastrando las llamaradas de su cosmos que por un instante parecieron dibujar un carro de guerra siendo jalado por dos feroces bestias.

El marine shogun fue aplastado por el abrasante ataque que lo elevó varios metros en el aire. Admeto permaneció inmóvil incluso cuando el cuerpo de su enemigo cayó al suelo, justamente detrás de él.

El ángel miró por encima del hombro al marine shogun, a quien sabía con vida por los ligeros espasmos de su cuerpo herido. Su scale resistió lo más que pudo, pero las fracturas en ella eran notorias.

Aturdido, Enoc abrió los ojos y estiró la mano hacia su adversario, como si deseara aplastarlo con ella.

Ni siquiera lo intentes —escuchó antes de que su mano alzada crujiera por la presión invisible que la trituró.

Enoc se encogió de dolor, pero reprimió cualquier grito, miró con furia al ángel y notó que los ojos de Admeto perdieron un destello dorado que instantes antes los había iluminado.

— Tus sucias manos jamás podrán tocarme.

— Así que éste es el poder de los guerreros del Olimpo —musitó Enoc, pudiendo reincorporarse—. Pero aun así es risible que sólo cuatro de ustedes pretendan encarar a un dios.

Un dios en un recipiente de barro… —corrigió el ángel, quien abrió los ojos sorprendido cuando Dragón Marino lo atacó de manera sorpresiva.

Enoc se movió a tal velocidad que su puño estuvo por encajarse en el pómulo del ángel, mas este ladeó su cuerpo y sólo recibió un rozón que soltó un delgado hilo de sangre en su mejilla.

Como si en aquel movimiento Enoc hubiera gastado todas sus fuerzas, dio una pesada respiración mientras su cosmos se engrandecía.

— No te atrevas a hablar del Emperador con tu inmunda boca —prohibió, con la mirada de un hombre que no estaba dispuesto a perder por mucha que fuera la diferencia de poderes con su adversario.

 

/ - / - /

 

Cuando su ataque acuático cesó, Castalia alzó la mano sobre su cabeza, deteniendo el fiero golpe de la lanza de Cryshaor sólo con las yemas de su dedo índice y medio.

Behula había saltado para posicionarse sobre su punto ciego, por lo que quedó perpleja cuando la guerrera del Olimpo bloqueó su ataque con tal facilidad.

Con un rápido movimiento de muñeca Castalia apartó la lanza dorada, encajando un rodillazo en el abdomen de Behula y un codazo en la espalda, reteniendo el cuerpo de la marine shogun entre sus dos extremidades, ejerciendo presión en un claro intento de partirla en dos con sólo su fuerza.

Behula de Cryshaor escupió sangre, pero retuvo su conciencia aún tras los dos impactos que le privaron del aliento. Cuando la scale comenzó a romperse a la altura de su cintura, la marine shogun invocó el poder de los elementos para liberarse.

El ángel retrocedió, viendo los aros de fuego, tierra, aire y agua que rodeaban ahora a su rival y con los que ilusamente creía que se defendería.

¿Una maestra de los elementos? —Castalia mostró un gesto de desaprobación—. Demuéstrame lo que un ser humano puede hacer con la bendición de la Madre Tierra.

— ¡No tengo que demostrarte nada! —Behula manifestó su cosmos, sobre el que aparecieron cientos de brazos sosteniendo armas doradas—. ¡Danza de los mil brazos!

Castalia giró sobre sí misma y de las alas azules que se materializaron bajo sus brazos se creó un gran tornado de agua que la rodeó. Del remolino crecieron largos látigos acuáticos que neutralizaron el ataque de la marina.

Una vez que los mil brazos fueran erradicados, las extremidades de agua se precipitaron hacia Behula, mas cuando estos fueron convertidos en hielo descubrió que Alexer de Kraken había decidido unirse a la lucha.

El efecto de solidificación llegó hasta el torbellino, el cual se volvió un pilar de hielo dentro del que el ángel también pareció congelarse.

— ¿Será suficiente? —Behula preguntó con desconfianza.

— Nunca es tan fácil —aseguró Alexer, teniendo la razón.

Ambos vieron que la estatua de hielo cobró vida dentro del pilar congelado, saliendo de su interior como si las paredes de cristal no existieran. El ángel, con la intimidante apariencia de un blanco espíritu de las nieves, permaneció en el aire y contempló a sus oponentes en el suelo.

Qué ingenuidad la suya… No importa qué tan bien puedan imitar los dones que los hijos de la Tierra heredamos de nuestra madre, nunca dejarán de ser más que simple fango.

Los ojos blancos del ángel brillaron con fulgor azul y al instante un geiser de agua surgió bajo los pies del marine shogun de Kraken, elevándolo en el aire hasta que el agua se congeló a su alrededor, encerrándolo en un  témpano de reluciente zafiro.

— ¡Alexer! —Behula intentó socorrerlo, pero el ángel volvió a usar sus poderes y la encerró dentro de una esfera de agua de la que no pudo salir por más fuerza que empleó. Fue invadida por la desesperación cuando sintió que el líquido estaba entrando de manera forzosa por su garganta y nariz. No pudo mover más su cuerpo dentro de esa trampa, incluso terminó soltando su lanza de oro.

Behula de Cryshaor supo que su fin estaba cerca, no sólo por el agobiante dolor, sino porque su sangre comenzó a salir en abundancia por su boca mientras el agua continuaba entrando por sus fosas nasales, como si el ángel intentara sustituir toda la sangre de su cuerpo por agua pura, lo que provocaría el inminente colapso de su organismo.

Con regocijo, Castalia vio que la prisión de agua se transformó rápidamente en una de sangre, y sólo hasta que la marine shogun dejó de retorcerse y puso los ojos en blanco soltó la esfera carmesí al suelo, esparciéndose todo el fluido rojo alrededor del cadáver de la mujer.

 

/ - / - /

 

Nihil de Lymnades y Tyler de Hipocampo fueron atacados por el ángel Arctos, un hombre de gran altura, que por cuya piel pálida resaltaba el negro de su cabello y la oscuridad de su gloria.

El veloz ángel no deseó intercambiar palabras con los hombres que estaba por asesinar, por lo que se precipitó hacia ellos para propinarles un par de golpes con los que debió bastar, sin embargo, los marine shoguns se alzaron de inmediato y atacaron con sus técnicas.

El viento huracanado de Hipocampo sólo meció el cabello del ángel, mientras que los látigos de fuego de Lymnades lograron aprisionar su brazo izquierdo sin causar ningún estrago en él.

Arctos sacudió su extremidad y los látigos de salamandra se transformaron en simples cenizas que él mismo empujó de vuelta hacia Nihil de Lymnades. Las cenizas volvieron a encenderse en cuanto hicieron contacto con la scale sobre la que se propagó como si fuera de ordinaria madera.

Envuelto por las llamas de su propio poder, Nihil quedó sumergido en sus recuerdos y pecados, que pese a no ser muchos lo castigaban con un dolor paralizante.

 

Aun cuando vio la pila de fuego en la que su compañero se había convertido, Tyler de Hipocampo no pudo ir en su ayuda. En la distancia, Arctos lo señaló con el dedo índice, como si de éste fuera a disparar algo, mas su error fue centrarse en la yema de ese dedo y no en la cosmoenergía que brilló en sus ojos.

Para Tyler fue como ver el horizonte al atardecer y esperar ese momento justo en que el sol agoniza en la distancia, liberando la última luz del día, la más brillante y tenebrosa, pues con su resplandor el mundo se sume en la oscuridad.

El ataque fue tan rápido que el marine shogun no pudo siquiera alzar su campo protector, el cual no habría marcado ninguna diferencia, pues cuando el inmenso rayo de luz que emergió de los ojos del ángel lo golpeó, de su cuerpo no quedó nada.

 

/ - / - /

 

El ángel Céfiro era un bello joven de piel pálida y ojos ámbar, su cabello largo era de un rubio albino sobre el que una careta dorada resaltaba. La parte inferior de su rostro estaba cubierta por una máscara lisa de metal platinado que silenciaba su voz. Una gloria blanca y dorada protegía los puntos vitales de su delgado cuerpo.

A diferencia de sus otros compañeros, él permaneció inmóvil sólo hasta que Sorrento de Siren y Caribdis de Scylla lo flanquearon.

Caribdis fue la primera en atacar, liberando con el poder del viento a una de sus seis bestias: el lobo. El ángel ni siquiera se movió, pero cuando el lobo hecho de ráfagas de viento lo golpeó, su propia figura se distorsionó como si él mismo fuera otro ser hecho de aire, volviéndose a formar tras un simple segundo ante la mirada incógnita de Sorrento. Scylla volvió a intentarlo, esta vez desatando la fuerza del oso, mas la gran bestia impactó al ángel y de nuevo su cuerpo se fragmentó como si fuera una nube hasta volver a armarse.

El silencioso ángel ladeó la cabeza hacia ellos, mirándolos con cierto pesar.

Intuyendo que Céfiro manipulaba en gran nivel técnicas de viento, Caribdis decidió experimentar, esperando ser así de utilidad para el marine shogun de Siren. La atlante se impulsó a la velocidad de la luz con el puño extendido, mas su cuerpo traspasó la figura del enemigo sin impactar algún blanco físico, sin embargo sintió como si hubiera atravesado un portal dentro del cual fue golpeada por incontables cuchillas que pudieron haberla desmembrado de no ser por su scale.

Sorrento lo vio claramente: al momento en que Caribdis estuvo a milímetros de golpear al ángel con su puño éste se evaporizó, volviéndose un torbellino de aire por el que Caridbis entró para salir con heridas sangrantes y su armadura fracturada.

La marine shogun rodó en el suelo, levantándose presurosa para alejarse un poco e intentar comprender lo que había sucedido.

¡Espera, Caribdis! —escuchó de Sorrento, quien enlazó su cosmos con el suyo para comunicarse—. Es claro que este hombre no será afectado por ningún tipo de ataque físico, por lo que permíteme ser yo quien actúe.

Sorrento de Siren sopló sobre su flauta sagrada, elevando su cosmos para fortalecer el poder de la Dead End Symphony (Sinfonía final).

No importa que no podamos alcanzar su cuerpo, mientras  tenga una mente mi técnica deberá…

La armadura de Sorrento reventó tras el impacto del vuelo del ángel, quien desapareció de la vista de los marines shoguns para reaparecer detrás del marino a una velocidad divina.

Sorrento cayó al suelo, abatido y cubierto de cortes  por todo el cuerpo. Céfiro pareció confundido al ver que su enemigo aún vivía, sin poder saber que lo único que evitó que su presa no se convirtiera en pedazos sanguinolentos de carne fue la magia de la melodía mortal que por fracciones de segundo disminuyó sus poderes.

Céfiro convirtió sus brazos en corrientes de vientos cortantes y los precipitó hacia su tullido rival, mas Caribdis de Scylla se interpuso para protegerlo, con las seis bestias formadas por las ventiscas de su cosmos como escudo.

Señor Sorrento, lo siento —le dijo a través de sus pensamientos—. No puedo emplear todo mi poder… no mientras el Emperador necesite de todo su cosmos para salvar el mundo... En mi inutilidad, lo menos que puedo hacer es servirle como escudo.

En el suelo, el marine shogun alzó la cabeza y miró la espalda de su compañera. Ambos se encontraban en medio de un tornado feroz y sólo el inestable vacío que Caribdis mantenía sobre ambos es por lo que no eran despedazados por el viento cortante.

No se rinda —le pidió ella.

Sorrento logró alzarse sobre sus rodillas, sujetó la flauta sagrada que aún se conservaba entera e intentó tocarla, pero los profundos cortes que recibió parecían haber atrofiado seriamente sus manos,  tanto que se le dificultó hasta el alzarla para acercarla a su boca.

— ¡Maldición…! —se lamentó, enfurecido por su debilidad.

 

Fue entonces que al borde de la derrota, una repentina voz llegó a oídos de guerreros de Poseidón y Apolo por igual, deteniendo por unos momentos las batallas.

 

Qué lamentable ver que la élite de los guerreros del mar sea incapaz de cumplir su único y más sagrado deber.

 

Los ángeles miraron hacia una misma dirección, mientras algunos de los marinos se sobresaltaron al reconocer al propietario de ella.

 

¿Es así cómo pensáis proteger a vuestro Emperador? —reprochó a los heraldos de Poseidón.

 

De pronto, el entorno que los rodeaba comenzó a desaparecer detrás de largas paredes de energía aguamarina, encerrando a todos los presentes. Los muros se electrificaron por unos instantes antes de desvanecerse y caer como telones para descubrir un nuevo escenario.

Los guerreros se confundieron al no ver más el océano sobre sus cabezas, ni el palacio de Poseidón, mucho menos el Sustento Principal, en cambio ahora se encontraban rodeados por un cielo nocturno donde sólo las estrellas daban algo de luz, pues una luna negra reinaba en las alturas.

En ese espacio infinito flotaba una gran ciudadela, con una arquitectura idéntica a la plasmada en los edificios de la Atlántida, pero completamente vacía y en eterna penumbra. Todos ellos estaban reunidos en el centro de una gran explanada pública frente a la entrada de un palacio del cual salió un hombre y miró a todos desde lo alto de las escaleras del recinto.

 

— Tú… —musitó Dragón Marino, con un gesto más de enojo que de agradecimiento por la intervención.

Los ángeles miraron al hombre enfundado en una reluciente armadura dorada del que percibían un cosmos poderoso. Su cabello largo y azul se ondeó con violencia por el viento que sopló de repente, resaltando a la vista que carecía por completo de su brazo derecho.

¿O pretendéis que de nuevo sea un santo de Atena quien salve vuestro reino? —cuestionó Atlas, el primer santo de Aries y antiguo rey de la Atlantida.

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 59

 

 

Guerrera satélite*: Se nombraron así a las guerreras que sirven a Artemisa en Saint Seiya Next Dimension.

Biga*: Carro tirado por dos caballos del que se sirvieron los griegos y romanos.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 26 diciembre 2016 - 10:07

Hola seph-gilr

Aquí estamos con el cap 58. Vaya quien diría q Nauj regresaría gracias a un shaman, en conjunto con Shai y Jack q por cierto me sonó como a modo de guiño lo q hizo Jack sobre Nauj jajaja.

Vaya q Albert se ha potenciado mucho con su nueva armadura, parece ser q es incluso más fuerte q los usuarios originales de los zohar, según sus palabras juju. Me pregunto realmente si todo lo q hace es por poder, realmente he esperado saber q si en algún momento se redimirá de sus acciones..?

Virgo vs Piscis, se ha vuelto una rivalidad clásica sin duda, pero vuestra Adonisia es toda una hiedra venenosa con sus gustos raros hacia Shai jaja.

Por fin vemos a Asis de Sagitario en un combate a muerte, pero lo pusiste con un ángel bastante poderoso, es así como debió haber sido presentado Orfeo cuando se decía q su nivel era superior a los gold XD, me da curiosidad saber si este ángel es más fuerte q un patrono, tal parece Paris depende mucho de su arpa, me pregunto si podrá hacer algo si es que Asis se la destruye, aunque como van las cosas parece q no jaja.

Adonisia demostró q es bastante fuerte, siendo capaz de pulverizar una armadura de Oro, a superado con creces a Afrodita y Cardinal, hasta en su demencia. ¿Qué será lo q planto en Shai?

Shiryu regreso a tiempo justo cuando Jack estaba a punto de morir, portando su gloriosa armadura divina juju. Cada vez regresan mas las victimas de Albert XD

Bueno es todo nos vemos por tu fic o el mio.


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

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Publicado 26 diciembre 2016 - 18:42

59:

 

-esa guerrera seguro se dio cuenta de su cosmos heroico ,por eso lo ayudo------XD

 

-Albert sintio  "el temor"

 

-la dorada de piscis es loca aparte de rarita--------------- <_<

 

-acuario una vez mas se convirtió en traidor-----XD

 

-no entiendo que le pasa a seiya

 

-fue intrigante el pasado de sagitario

 

-no se supone que Atlas ya estaba muerto?


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Publicado 17 enero 2017 - 12:25

¡Saludos a todos!
Aquí estoy para traerles en Capitulo 60 de EL LEGADO DE ATENA, pero primero a contestar reviews :)
 
Ivan de Virgo
Qué amable por escribir :D
Ay, qué halago el tuyo la verdad n_n , pero que escriba como "escritora profesional" no lo creo, pero sí hago mi esfuerzo por hacerlo lo más decente que pueda mi capacidad ;) Hay uno o dos fickers por este foro que en verdad escriben de manera sublime y son los que merecen esas flores.
Seee 8 años de fic es... mucho, sí se hizo largo y créeme que cuando me di cuenta tuve que recortar muchas cosas porque de plano nunca acabaría -_-, pero ya estamos en los últimos episodios y van a comenzar las conclusiones.
Un saludo y gracias por comentar.
 
T-800
Jaja no sé porque dices que odio a los Leo, ¿porque no le ganó a Albert o porque dio respiración de boca a boca a otro tipo? o.o Como sea, no es la intención degradar a ningún signo, yo sólo por el plot algunos personajes tienen más cosas que hacer que otros XD, nada personal.
Jaja, no sé porque tanto alboroto por el RCP, si un enfermero no se fija si debe auxiliar así a algún hombre que le de un ataque en la calle o algo xD Tu tranquis.
Cap 59. Sí seguro que la Satélite se sintió solita en la luna y por eso decidió ayudarlo 
Adonisia nació para ser la loca de la generación jajaja creo que hace bien su trabajo.
Hubo unos ajustes de plot y por eso tuve que hacerle eso al pobre Terario jajaja pero no es su culpa caray XD.
Algunos ya han atinado de lo que le pasa a Seiya, pero en próximos episodios lo pondré con todas sus letras, paciencia.
El regreso de Atlas fue algo planeado desde hace tiempo, la verdad no murió XD pero les hice creer que sí jajaja pero no se preocupen, él sólo esta allí para que los Marines shoguns se pongan las pilas y hagan su trabajo ;)
 
 
ALFREDO
La escena del RCP conmocionó a más de uno parece XD... ¿Habrá dobles intenciones por ahiii de mi parte? No lo sé, quien sabe, es lo bonito de escribir, dejar que sus imaginaciones vuelen de vez en cuando.
Pronto vendrá el desenlace y ahí sabrás si Albert de verdad enloqueció, finge, se redime o qué pex con él jaja, prometido.
No tenía idea de que Virgo Vs Piscis fuera ya un "clásico" pero supongo que es por lo que sucede en el NEXT DIMENSION. Adonisia fue diseñada para ser rara y sólo ahora puede demostrarlo jaja.
Tuve muchas dudas para los niveles de los ángeles... pero cómo sólo iban a ser cameos para situaciones especificas, decidí hacerlos muy fuertes (por algo son heraldos de los dioses) en Teoría un Patrono les aguanta más por la resistencia de sus armaduras que un dorado jaja, nunca pudieron darse de a golpes para no llamar la atención, y pues ahora que pueden ya no hay! jajaja asi que quedará siempre como algo que jamás sucedió XD jajaja
Sí, Shiryu volvió porque de plano no le tocaba aún, pero ocupaba sacarlo de la trama tantito... sí se que muchos disque muertos regresan pero prometo que del cap 60 en adelante ya el que se murió se murió jajaja, ¡un abrazo!
 
PUES BIEN.
Ya llegamos al episodio 60 y... a partir de aquí comienzan las conclusiones, es en serio jajaja vamos en la recta final y de la que no hay vuelta atrás. Espero les agrade, sé que habrá cosas que no, pero esto de escribir siempre es un riesgo XD asi que gracias por llegar hasta aqui y seguir leyendo tantas locuras.
 
Un fuerte abrazo a todos y en Febrero sin falta traigo el cap 61 ;) (ya va en un 45%)
 
*************
 

— Mamá… —musitó Tara, resintiendo la desaparición del cosmos de Hécate en el infinito.

Su fiel guardián, Abaddon, también lo percibió, mas se mantuvo en silencio al no encontrar palabras adecuadas para consolar a la joven.

Ambos habían decidido permanecer en el refugio subterráneo que durante años les ha servido como escondite y base de operaciones, siendo la estancia del estanque sagrado el preferido por la Oráculo y su madre.

Tara se cubrió los ojos intentando atrapar las lágrimas, mas éstas se escurrían por debajo de sus palmas hasta resbalar por su mentón.

 

Los sollozos despertaron a la durmiente Danhiri, quien estaba recostada sobre las suaves plantas que rodeaban el estanque. La Patrono de Equidna vestía un largo camisón blanco traslúcido, por lo que los vendajes hechos de hojas verdes en su cuerpo eran notorios.

En sus piernas y torso delgadas raíces se habían introducido en su piel, conectándose a las venas y músculos para así realizar constantes curaciones, limpiarla e incluso alimentarla. Hécate había dado a todas esas plantas el entendimiento necesario para velar por su hija desvalida mientras estuviera ausente… Quizá temiendo que por algún imprevisto no fuera capaz de regresar a su lado.

 

Danhiri miró hacia la fuente de los lamentos, mas no despertó en ella ninguna empatía que la motivara a ir al lado de su gemela.

Tras su derrota, Danhiri no había vuelto a ser la misma. Según el diagnóstico, el daño recibido en la última batalla afectó no sólo su sistema motriz, sino también su mente y entendimiento, por lo que había pasado de ser una guerrera feroz a una joven que sólo contemplaba el mundo y a la gente en absoluto silencio, sin reaccionar a las estimulaciones del entorno.

Aun con la ayuda del agua del estanque sagrado, era difícil saber si algún día se recuperaría por completo, quizá el máximo milagro que pudo ofrecerle fue el salvaguardar su vida y permitirle despertar del profundo coma en el que cayó.

Tara decidió cuidarla sin importar lo que sucediera, era lo menos que podía hacer tras haber perdido su habilidad profética… mas ahora que su madre murió no estaba segura de qué hacer.

— ¡Abaddon! —lo llamó, a lo que el enmascarado se arrodilló a su lado—. ¡Nosotros tenemos que…! Tenemos que… —lloró aún más fuerte, insegura de su decisión.

Consciente de ello, Abaddon dijo—: Si es el deseo de la señorita Tara,  iré al Santuario y buscaré al responsable de la muerte de la señora Hécate…

Tara se sobresaltó, y aunque sus ojos no podían ver giró el rostro hacia donde Abaddon se encontraba.

El guerrero observó el rostro lloroso de la mujer, decidiéndose aún más en cumplir con lo dicho.

— Pero tú no… tu cuerpo aún no ha sanado lo suficiente—le recordó aquel instante en que recibió el ataque directo de Poseidón—. Y tu Stella… —musitó, sabiendo que la armadura había quedado inservible después de eso—. Soy la única que quizá pueda combatir… —aclaró, frustrada.

— Señorita Tara, mi vida es suya —dijo el hombre con máscara—. El señor Avanish me encontró en mi momento de mayor necesidad y salvó mi alma, pero usted —se atrevió a tomarle las manos de la forma más delicada que pudo—, salvó mi vida con estas manos. Por lo que siempre he creído que no debe emplear sus dones para la guerra… pero si es lo que su corazón anhela, permita que sea yo quien luche en su lugar.

— Abaddon —musitó con suavidad, recordando el día en que su padre la llevó con él en uno de sus viajes, topándose con un chico desafortunado que intentó quitarse la vida al encontrar insoportable el vivir siendo rechazado por la gente sólo por su aspecto.

—No se preocupe por nada más,  yo acataré cualquiera de sus órdenes —dijo el hombre de cabello largo—. Unirme a la lucha o permanecer aquí protegiéndola, cualquier opción que elija está bien para mí.

La joven contuvo las lágrimas y pensó con cuidado. Aunque muchos de sus seres queridos se habían adelantado al reino de la muerte, no sentía justo el apresurar el viaje hacia allá. Además, tanto Danhiri como Abaddon fueron rescatados y obtuvieron una segunda oportunidad… No merecían que los arrastrara a tal final...

 

“Deja de preocuparte por otros y vela por tu propia vida” —recordó las frías palabras de su padre.

— “Ya eres libre de las pesadillas y de todo deber” —recordó las cálidas palabras de su madre.

 

— Abaddon… ¿qué es lo que tú quieres hacer? —la joven preguntó con el rostro ensombrecido.

El guerrero no respondió de inmediato. — ¿Disculpará mi honestidad?

Tara asintió, sin soltarle las manos, siendo a  través de ellas que sabría si miente o habla con el corazón.

— Mi deseo es cuidarla hasta el final de mis días, señorita Tara —confesó con nobleza—. Sacarla a usted y a su hermana de esta cueva oscura, llevarlas a vivir al exterior, bajo el cielo azul. Quiero que viva sin temor e inicie una nueva vida… Estoy seguro que es lo que su madre también querría para ustedes —dijo, sin confesar que con anterioridad Hécate le pidió que nunca abandonara a sus hijas.

— Lucharé con quien sea con tal de ver cumplido ese sueño —prometió.

— … ¿Tanto me amas, Abaddon? —preguntó incrédula, pues justo en ese momento es que se dio cuenta de los sentimientos de su compañero.

Al hombre le temblaron involuntariamente las manos, alzando el rostro enmascarado para mirar a la mujer a los ojos. Tartamudeó un segundo, pero logró responder —: Sé cuál es mi lugar, señorita Tara… Sé bien que su corazón le pertenece al recuerdo de otro hombre… uno al que jamás podré igualar… Pero no por ello abandonaré mis sentimientos, pues es por ellos que me he mantenido con vida hasta el día de hoy.

— Pobre Abaddon, de verdad lo siento… —Tara reprimió más lágrimas ya que conocía perfectamente el sentimiento del amor no correspondido.

— Le respondí con la verdad, no pienso abandonarla —agregó rápidamente—… por lo que es su turno señorita, dígame, ¿qué es lo que desea hacer ahora? No importa cuál sea la respuesta, sólo le suplico que me permita acompañarla a donde quiera que decida ir… hasta el mismo infierno si es necesario.

 

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Capítulo 60

El día más oscuro. Parte VII

 

Egipto

 

Cuando Sennefer asimiló el alma del santo de Escorpión no lo hizo buscando incrementar sus poderes, pero sí adquirir una velocidad que superara la de Kenai de Cáncer, quien se había hecho de un arma espiritual que ponía en riesgo su existencia. Al mismo tiempo, todavía le causaba placer encontrar modos de exasperar a un oponente, por lo que utilizar el alma de uno de sus preciados amigos era algo a lo que no se pudo resistir.

Su ka negro se vio iluminado por estelas carmesís que le dieron un aspecto aún más atemorizante, sobre todo ahora que su rostro y pecho estaban cubiertos por escamas negras, borrando su falsa humanidad y exteriorizando el monstruo que realmente ha sido durante cientos de años.

 

La blanca sonrisa del Patrono resaltó sobre su rostro ennegrecido antes de desplegar las técnicas del Escorpión. Cinco agujas escarlatas salieron de sus alargadas uñas rojas a una velocidad fuera de lo común para un santo dorado.

Aunque Kenai logró evadir la mayoría, una se le clavó en el muslo, pero eso no lo detuvo para contraatacar, enviando una decena de cuervos dorados hacia su rival.

Sennefer lanzó rayos de ka que fulminaron de inmediato a las aves espirituales, sabiendo de antemano la clase de treta de la que podían ser parte para inmovilizarlo.

Eso no funcionará de nuevo —aclaró, estando en él los conocimientos del finado Souva de Escorpión—. Pero esto será totalmente nuevo para ti.

Sennefer pegó los ponzoñosos dedos índices y medios en cada una de sus manos, elevando su ka antes de clamar —: Escorpión… ¡de nueve aguijones ardientes!

Kenai pudo verlo sólo un instante, la velocidad celestial en la que los nueve golpes venían en su dirección. Recibirlos sería mortal, pero esquivarlos todos era algo imposible para él, sin embargo, en sus manos tenía lo único en ese lugar que lo salvaría de la muerte instantánea, por lo que logró posicionar la guadaña de manera vertical frente a su cuerpo para servir como un escudo irrompible y por el que sólo fue alcanzado por cuatro de los golpes del Escorpión.

El calor y la intensidad que acompañó cada aguijón fue capaz de atravesarle los huesos de ambos hombros y las piernas, dejando huecos limpios y cauterizados por la temperatura de estos. Los impactos lo empujaron con violencia, mas sus dos espíritus acompañantes se apresuraron para atraparlo y socorrerlo.

El santo de Cáncer apretó los dientes con fuerza, intentando sobreponerse al intenso dolor de esas cuatro heridas que ardían de manera infernal. — Once —pensó disgustado, al ser el número de veces que ha sido golpeado por las agujas escarlatas.

De no haber sido por tu posesión de almas eso te habría matado —Sennefer dedujo, viendo cómo el cuerpo de su oponente temblaba tras recibir los últimos ataques, pero la guadaña lucía intacta—. ¡Probemos una segunda vez! — El ataque de los nueves aguijones ardientes volvió a cruzar el aire, pero esta vez con un solo pensamiento Kenai envió a Kaia de Isis a lanzarse como escudo sobre el que los nueve impactos dieron de lleno, sirviendo también como un confuso telón detrás del que Kenai y su cloth emergieron para atacar.
Kenai se abalanzó contra Sennefer, por lo que el Patrono se alejó de él temiendo sólo el poder de la guadaña espiritual y no el de la autónoma cloth dorada de Cáncer, mas se dio cuenta del error cuando se percató de que el arma desapareció de repente de las manos del santo. Cuando el Patrono se giró en busca del lugar al que pudo volver a materializarse, vio el reluciente filo precipitándose contra el cetro en su mano. Sennefer giró a tiempo sobre sus pies para evitar la posible destrucción del Cetro de Anubis, pero en el proceso perdió el brazo izquierdo y recibió un profundo corte en el costado que casi lo partió en dos.

 

Tras una perfecta coordinación gracias el vínculo que compartían, Kenai trasladó su arma al espíritu enfundado en la cloth de Cáncer, pudiendo herir al demonio. El espíritu de la cloth intentó arremeter una segunda vez contra el Patrono, mas éste desplegó su ka en una enorme llamarada de fuego negro que la hizo volar en pedazos.

Antes de despedazarse el espíritu le devolvió la hoz a su maestro, por lo que Kenai continuó con las embestidas y cortes, girando la guadaña con gran maestría. A su alrededor creó un remolinó cortante que avanzaba a su paso, por lo que Sennefer se limitó a esquivar empleando su velocidad.

Tras marcar distancia de un salto Sennefer materializó su ka oscuro, el cual generó centellas plateadas y rojas que se concentraron en la punta de su dedo índice y medio. — ¡Trueno magistral! — gritó, desatando un despampanante y estruendoso rayo que volvería cenizas a cualquier que fuera alcanzado por él.

¡Aliento de los espíritus! — Kenai respondió con el poder de su cosmos, el cual liberó una tormenta blanca que colisionó con el ka del Patrono y cubrió el lugar con una espesa niebla.

Las energías enemigas rivalizaron unos momentos, siendo el rayo carmesí el que avanzara hacia el santo de manera lenta y agónica.

 — ¡Kenai! —escuchó el grito de Calíope de Tauro, adivinando cuál sería el siguiente movimiento de la amazona, por lo que ordenó a Kaia de Isis que la respaldara.

En un instante, el Gran Cuerno y las Lágrimas de Isis se fundieron con el Aliento de los espíritus, desatando un tsunami cósmico que embistió al Patrono con brusquedad.

Sin embargo, Sennefer se mantuvo en su lugar pese a que aquella corriente de poder despedazara la carne humana de su cuerpo, la cual rápidamente se regeneró con más escamas negras que terminaron por convertirlo en un reptil humanoide, una posible encarnación del mismo dios Apofis*.

¡Inútiles estorbos, esta lucha no les concierne! —bramó Sennefer, extasiado por el placer de la batalla.

El Patrono lanzó seis agujas escarlatas que impactaron a Calíope de Tauro, quien abrumada por la velocidad de las mismas le fue imposible esquivarlas. El cuerpo reanimado de Kaia de Isis terminó calcinado al recibir el Trueno Magistral lanzado por Sennefer.

 

Kenai de Cáncer trastabilló hacia un costado, visiblemente agotado. Jamás se lo diría al enemigo, pero mantener una posesión espiritual de tan alto nivel como la que sujetaba ahora en sus manos requería mucha más energía de la que pudo calcular… Además, los efectos nocivos del veneno del escorpión se acrecentaban a cada momento y sus sentidos iban apagándose uno tras otro.

¿Qué ocurre? —cuestionó hilarante la criatura que había recuperado la extremidad perdida—. ¿A dónde se fue todo tu coraje? —sonrió ampliamente—. Sé lo que intentas, pero jamás resultará… no te lo permitiré — El Patrono  pegó el Cetro de Anubis en su pecho, fundiéndolo dentro de las escamas, que lo absorbieron para ocultarlo—. Pronto no serás capaz de sostener esa posesión  y eres incapaz de alcanzarme… ¿qué harás, santo de Atena? —cuestionó, anticipando el ataque de la amazona dorada.

Sennefer la sujetó por el brazo y la arrojó hacia los pies de Kenai de Cáncer con brusquedad.

Mírate, estás a un solo ataque de morir y aun así continuas siendo un fastidio.

La amazona tembló en el suelo, sin poder levantarse. En su cuerpo las heridas de las catorce agujas que había recibido sangraban de manera abundante.

Antes de que Kenai pudiera avanzar para interponerse entre la amazona y el Patrono, cuatro rayos carmesí se clavaron en su cuerpo, por lo que cayó de rodillas.

Pero ya que parece que son tan unidos, me encargaré de que compartan la misma muerte —se mofó—. ¡Antares!

El fulminante rayo escarlata se dirigió hacia los santos, siendo Kenai quien se expusiera a recibirlo y salvar a su compañera, sin embargo, una enorme figura se coló en medio de los combatientes, recibiendo el golpe escarlata en su corpulento cuerpo sin lograr un efecto mortal.

Sennefer quedó confundido al reconocer a quien había intercedido a favor de los santos.

¿Qué es lo que estás haciendo, Ehrimanes? —el Patrono cuestionó confundido, pero a la vez paciente.

 

/ - / - / - / - /

 

Para cuando Freya Dubhe de Alfa dejó atrás al moribundo Clyde, ésta llegó rápidamente hasta donde el gigante se recuperaba de los golpes que le propinó para alejarlo de su moribundo compañero.

¡Maldita engreída! ¡No importa lo que hagas, Clyde está acabado y pronto tú también lo estarás! — el gigante pisó con fuerza, fracturando el suelo del que emergieron un sin número de estalagmitas afiladas de cristal negro.

La diosa guerrera se limitó a saltarlas e impulsarse cual rayo hacia el gigante, a quien volvió a golpear brutalmente con sus puños.

— Eres tú el fanfarrón, ¿acaso no te das cuenta que con ese tamaño tengo más masa en dónde pegarte? —dijo antes de fallar un golpe que el coloso esquivó y por lo que lanzó de su boca una llamarada de fuego sobre ella.

En respuesta, la asgardiana precipitó su puño derecho hacia la bocaza del gigante para desatar su poder invernal — ¡Ventisca del dragón de hielo! — el cual abrió en dos el cauce de flamas y golpeó a Ehrimanes en plena boca.

El monstruo fingió estar a punto de caer, mas velozmente lanzó una patada contra la diosa guerrera, quien terminó siendo impactada por su gran pie.

El golpe la lanzó estrepitosamente hacia la oscuridad, pero aun aturdida la mujer encajó los dedos en el suelo para frenar y volver a impulsarse hacia el enemigo.

Los puños de los combatientes chocaron uno contra el otro, generando un vacío que empujó a ambos hacia atrás, dejando vulnerable a la diosa guerrera unos instantes mientras caía al suelo a causa de la gravedad, momento que Ehrimanes aprovechó para cerrar sus manos sobre ella, como quien quiere aplastar a una mosca. Freya opuso resistencia, mas el resonante choque de las inmensas palmas aplastó su cuerpo con brusquedad, provocando que escupiera algo de sangre.

La criatura la retuvo entre sus garras, oprimiéndola sin compasión.

¡Eso es, se acabó tu buena suerte! ¡Debiste huir cuando pudiste pero ahora compartirás el mismo destino que todos tus amigos! ¡Serás alimento de la nueva especie que regirá el mundo!

Freya y su ropaje sagrado resistieron la presión, mas cuando vio que Ehrimanes precipitó las fauces contra su cabeza es que se obligó a superarse y liberar sus brazos, reteniendo el avance de los afilados dientes antes de que se cerraran sobre su cuello.

— ¡Nunca! ¡No pienso dejar que una escoria como tú me vuelva a derrotar! —gritó, elevando su cosmos blanco, el cual protegió su cuerpo de ser triturado por las manos del coloso.

Ehrimanes se vio obligado a soltarla al sentir que el cosmos de la asgardiana estaba triturando sus zarpas.

— ¡Soy hija de Sigmund* de Asgard, la sangre de dragón protege a mi familia! ¡Ser vencida por una criatura inferior sería un sacrilegio!

La diosa guerrera jaló a la bestia por su dentadura hacia el suelo, azotándola en la superficie con su increíble fuerza. De un salto se apartó, preparando su mejor técnica.

Ehrimanes rápidamente rodó en el suelo y se puso de pie para contemplar a la mujer. — ¡Ja! ¿Estás segura de querer atacarme con eso? Recuerda lo que pasó la última vez —se burló, anticipando el uso de  la técnica Dragon Bravest Blizzard (Ventisca de Dragón).

La criatura creó una delgada lanza de cristal en su mano, siendo clara su intención con ella.

Freya recordaba bien su derrota, la cicatriz todavía le dolía, pero no se amedrentó, estaba decidida a vengarse de tal humillación.

— ¡Apuesto mi vida a que esta vez saldré victoriosa! — Relámpagos circularon a través del cosmos de la asgardiana, concentrando todo su poder en ambos puños.

Ehrimanes lo vio tan claro como la última vez, por lo que lanzó el veloz proyectil que golpeó directamente el pecho de Freya, destrozando un gran pedazo del ropaje sagrado. Sin embargo, vio sorprendido cómo es que la lanza se pulverizó sin haber herido la blanca piel de la pelirroja.

¡Imposible! —clamó confundido.

Dragon Bravest Blizzard! (¡Ventisca de Dragón!)

La diosa guerrera arrojó su poder a través de los brazos, creando una fuerte ventisca nevada donde se desplazaron dos cabezas de dragón.

Los dragones golpearon a Ehrimanes a la altura del pecho donde  usualmente un humano tendría un corazón, perforando violentamente su cuerpo y siendo arrastrado por los fulminantes rayos.

El gigante se dejó caer hacia al frente, poniendo una rodilla en el suelo mientras sus zarpas cubrieron el gran boquete sangrante en su pecho.

¡¿Cómo…?! — bramó furioso, vomitando sangre negruzca—. ¡No fallé, y aun así estás indemne!

Freya guardó distancia, molesta porque el monstruo continuara moviéndose después de haber recibido su ataque.

— No podía ser tan ególatra como para permitir que por tercera vez alguien pusiera en jaque mi vida por tan simple debilidad —explicó, recordando esos momentos en que Sugita de Capricornio y Ehrimanes hicieron uso de su punto débil para someterla—. Por lo que gracias a ti es que creé una técnica defensiva que me permite desplazar de manera temporal toda la fortaleza de mi cuerpo hacia un único punto —se palpó el pecho descubierto, donde la armadura había sido dañada pero la piel no presentaba ningún rasguño.

¡Eso sólo te ha vuelto más difícil de matar, mas no invencible! —gruñó, alzándose lentamente—. Pero eres una ilusa si crees que podrás detenerme… así como Clyde tú también intentas encontrar una forma de salvar al pequeño Aifor, ¿no es verdad? —sonrió, sin recibir una respuesta—. No te atrevas a negarlo, pero si quieres probar que me equivoco entonces te confesaré algo: ¿Buscas mi corazón? Bien, dispara aquí la próxima vez —con una garra se tocó  el punto medio de su gigantesco cuerpo—. Es aquí donde se encuentra el corazón de tu querido amigo… detenlo y yo moriré con él —rió.

— Miserable… —la guerrera musitó.

Ese es el problema de los seres humanos, son muy sentimentales —dijo, haciendo un rápido movimiento con la mano que desató problemas para la asgardiana.

En su breve distracción, Freya no se percató de que la sangre de Ehrimanes se desplazó en el suelo, transformándose en serpientes oscuras que se mimetizaron fácilmente con las sombras del entorno. Las serpientes saltaron sobre la pelirroja, enrollándose en sus extremidades y cadera para entonces petrificarse en un intento por inmovilizarla.

— ¡¿Qué es esto?! —gritó, sorprendida por lo pesadas que eran las extrañas capas de piedra que comenzaron a extenderse por su cuerpo, como si desearan cubrirla por completo. Con el incremento de masa el peso también fue en aumento, por lo que sus manos y rodillas cristalizadas llegaron a tocar el suelo.

Ehrimanes sabía que eso no la detendría para siempre, por lo que decidió aprovechar el momento para destruirla. Aspiró con fuerza y en su gran bocaza se reunieron las centellas de cosmos, listas para ser liberadas.

Sin embargo, el monstruo se contuvo cuando vio cómo un rayo fugaz cruzó el campo de batalla y lo golpeó justo en el punto que momentos antes le había señalado a Freya de Alfa.

Hubo un instante de conmoción, pues Ehrimanes y la asgardiana creyeron que al fin Clyde de Megrez se había atrevido a detener el corazón de Aifor y así vencer al enemigo que lo había atormentado por tanto tiempo.

 

Clyde de Megrez se desplazó lo más rápido que pudo empleando unas rudimentarias y llamativas prótesis de cristal en su pierna y brazo masticados, sólo para efectuar aquel movimiento en que enterró el brazo entero dentro del cuerpo del gigante.

El dios guerrero empleó lo que le quedaba de energía en ese último ataque, consciente de que no le restarían fuerzas ni siquiera para retroceder, quedando a merced del enemigo.

Fue un dolor mínimo, apenas perceptible, por lo que Ehrimanes se mofó. — ¿Hasta cuándo piensas seguir con tu mediocridad? Un cadáver tiene mayor fuerza que tú ahora. Pero admito que por un momento me sorprendiste… ¡Creí que al fin habrías recuperado las agallas! ¡Desaparece de una vez, maldito insecto!

— ¡Clyde! — clamó Freya, todavía prisionera de los cristales negros.

Las fauces del monstruo se electrificaron aún más, liberando un potente rayo blanco que chocó contra el asgardiano y desquebrajó el suelo.

Freya cerró los ojos, cegada por el intenso resplandor de las centellas. La mujer se apresuró a recobrar la visión para ver el destino de su compañero de armas.

A los pies de Ehrimanes el terreno se hundió cual si se hubiera estrellado un cometa, dejándolo a él en medio del cráter junto al cuerpo mutilado y humeante del dios guerrero de Megrez, cuya armadura desapareció por completo, dejando a la vista sólo los despojos de quien fue alguna vez un poderoso guerrero asgardiano.

Ehrimanes pareció dar un suspiro con su inmenso cuerpo, aliviado de que la lucha encarnizada que han tenido durante largos años llegó su fin, siendo él el ganador. Sin embargo, un gruñido de furia escapó de su garganta cuando vio al hombre mover un poco la barbilla.

¿No podía ser sólo un reflejo post mortem? ¡No! Ehrimanes estaba seguro de que aún se aferraba a la vida. — ¡¿Es que acaso eres un demonio?! ¿Te crees inmortal? ¡Sólo muere! — Ehrimanes levantó un pie, esperando aplastar al agonizante guerrero y dejar sólo una pulpa sanguinolenta.

¡NO, NO LO HAGAS! —escuchó un sonoro grito que anticipó la inesperada inmovilidad de su ser.

— ¡¿Pero qué…?! ¡¿Qué-qué pasa?! —preguntó, exaltado y confundido por la parálisis de su cuerpo. Intentaba moverse, mas nada ocurría.

¡Basta! —volvió a escuchar.

— ¡¿Quién?!

El cuerpo del monstruo comenzó a temblar, retrocediendo un par de estruendosos pasos mientras se sujetaba la cabeza en acorde a la segunda voz que también pudo ser escuchada por Freya.

¡Detente! ¡BASTA!

— ¡No, mi cuerpo! ¡¿Qué demonios me hiciste ahora?! —El gigante miró hacia la última herida infligida por el dios guerrero de Megrez, viendo que de aquel hueco emanaba una débil y cálida luz dorada—. ¡No puede ser! —Ehrimanes clamó, mientras su voz  se volvía cada vez más baja y la nueva ganaba fuerza.

¡¡Para de una maldita vez!! ¡ES SUFICIENTE!

La asgardiana logró liberarse de su prisión, mas guardó la distancia al intentar comprender lo que estaba pasando con el enemigo, quien parecía tener un repentino ataque de esquizofrenia. Siendo entonces que reconoció la voz de —: ¿Aifor?

 

El gigante cayó de rodillas, sujetándose la cabeza con tanta fuerza como si él mismo fuera a arrancársela de un tirón.

¡Imposible! ¡Tú no puedes hacer esto! ¡Este cuerpo es mío por derecho! ¡Vuelve a dormir! — Ehrimanes espetó, sin percatarse de que su voz ahora sólo podía ser escuchada por Aifor de Merak.

De alguna manera, la conciencia del dios guerrero pudo despertar, iniciándose la lucha entre ambas entidades para ver quién se quedaba con el dominio del monstruoso ser...  mas esta vez Aifor no estaba solo, tanto su padre como su madre le dieron el impulso para recuperar el control de lo que le fue robado.

Ehrimanes se frustró cuando dejó de sentir su cuerpo, volviendo a esa existencia en la que sólo podía ser un parásito espectador y oyente de lo que sucede, incapaz de intervenir. Seguro de que podía ser escuchado por Aifor, continuó con sus bramidos—. ¡Imposible! ¡Esto es inaudito! ¡No es justo!

Aifor respiró agitado, poco a poco sintiéndose totalmente uno con el enorme cuerpo que ahora poseía. Se miró las horrendas manos, intentando ignorar la voz de Ehrimanes que no paraba de chillar.

 

— ¿Aifor? —escuchó que alguien lo llamó, girando la cabeza hacia donde Freya Dubhe de Alfa lo miraba con expectación —. ¿En verdad eres tú?

Comandante —dijo con su voz, sin que su feroz mandíbula se moviera.

— … Es él… —ambos escucharon, volviéndose rápidamente hacia donde Clyde de Megrez yacía— … Confía… —Hablaba a través de su cosmos, pues su cuerpo no podía hacer nada más.

¡Maestro Clyde! —Aifor se aproximó a él, alargando las manos como si deseara ayudarlo, mas al ver de nuevo la deformidad de sus extremidades comprendió que era el menos indicado para socorrerlo, por lo que sólo pudo inclinarse a su lado. —¡Maestro, resista!¡Maldición, no tenía que hacer esto! — recriminó, angustiado.

El dios guerrero abrió uno de sus ojos sangrantes, volviéndolo a cerrar al descubrir que no había ninguna diferencia, todo era oscuridad.

— Clyde… tú… ¿cómo lo hiciste? —cuestionó Freya, hincándose a su diestra.

El guerrero sonrió pese a su condición. — Fue tal como dijiste Freya… la magia de ese artilugio es sorprendente, por lo que no me rechazó cuando lo encanté con mi propio poder… sólo así es que su madre y yo pudimos despertar  a este chico holgazán.

Aifor pegó una de sus garras donde Clyde había introducido su brazo momentos antes, sintiendo el intenso fulgor de la magia en su interior, fuerte como siempre su maestro ha sido, y acogedora como debía ser el afectuoso trato de una madre.

— Lamento que sea lo máximo que pueda hacer por ti ahora —Clyde se disculpó cuando comenzó a escuchar extraños pasos aproximándose, los cascos de un corcel tal vez— … Pero no está tan mal… siempre dijiste que querías ser más alto —rió.

Los ojos del gigante no pudieron llorar, pero el alma del chico dentro de él lo hizo, reflejándose en su voz.

No se disculpe, todo es mi culpa —Aifor dijo, cabizbajo—, yo sólo quería salvarlo… y a Asgard, por eso no me importó dar a cambio mi cuerpo, mi vida entera… ¡Pero jamás imaginé que todo esto ocurriría…! ¡Yo soy el culpable de que todo esto haya llegado tan lejos!

— Muchacho tonto… No pienses así, hay mucha culpa que repartir para que la cargues tu solo… sabes bien que yo no estoy exento de responsabilidad sobre lo ocurrido… Pero si te hace sentir mejor, bien… Sí, cometiste una estupidez mayor que la mía, por lo que puedo decir que el alumno finalmente superó al maestro —volvió a bromear, sin un deje de resentimiento.

Las pisadas de caballo se detuvieron, por lo que Clyde volvió a abrir uno de sus ojos, pudiendo ver dentro del manto negro una silueta resplandeciente montada en un magnifico corcel blanco. Era una mujer de cabello negro, envestida con una armadura platinada y un casco alado, envuelta por un halo divino que le permitió identificarla fácilmente como una auténtica valquiria.

Maestro, no quiero que muera.

— Deja de lloriquear, mi tonto pupilo — dijo Clyde, mirando a la silenciosa hija de Odín, quien le tendió la mano y aguardó pacientemente a que la tomara. Sólo él era capaz de verla y sentir su presencia al parecer—. Si te sientes tan culpable, te tengo buenas noticias… la batalla aún no ha terminado… por lo que mueve tu gigantesco trasero y ayuda a detener al monstruo que queda… Y eso será todo…

¡Maestro!

— Después… tengo fe en que todo tu sufrimiento… y pérdidas serán compensadas por los dioses…

Freya y Aifor vieron que Clyde alzó la mano, como si deseara alcanzar algo en el aire. Por consideración a Aifor, la asgardiana sujetó esa mano con hermandad.

— Díganle a la señora Hilda que yo… Clyde Van Alberich, cumplí mi palabra, por lo que puedo dar por concluida mi vigilia… pero que confío en que mi hijo, Aifor de Merak,  será un digno sucesor para estar a su lado… —alcanzó a decir, empleando la última luz de su cosmos.

Freya fue la primera en notar su deceso, por lo que con amabilidad cerró el ojo del dios guerrero de Delta y acomodó su cuerpo en una posición digna.

¡Al fin murió! —Aifor escuchó a Ehrimanes celebrar, riendo a carcajadas. —¡Cuando menos esa dicha me has dado, maldito!

Aifor reprimió los sollozos, sabiendo que su maestro lo aporrearía desde el más allá si se atrevía a hacer una escena ante su muerte, él siempre fue así… Pero aun con su tosco trato y cruel disciplina, no existía hombre en el mundo por el que sintiera más afecto y respeto que no fuera Clyde Van Alberich, el único padre que conoció y necesitará en su vida.

Freya se levantó y caminó hacia al gigante, poniendo su mano sobre su gran hombro. — Debemos irnos… ¿lo sabes, verdad?

Imbéciles, ¿todavía creen que tienen oportunidad contra Sennefer? ¡Nos aniquilará! ¡No tengo que ver el futuro para saber eso! —Ehrimanes rugió—. ¡Escúchame a mí terco insensato y quizá así salvemos el pellejo, no lo hagas!

Ignorándolo, Aifor se alzó y asintió. — Es la última orden de mi padre… por lo que no puedo fallarle. Vayamos y ayudemos en lo que podamos. Devolvamos a todos estos demonios al infierno del que salieron.

 

/ - / - / - / - /

 

¿Qué es lo que estás haciendo, Ehrimanes? —escucharon que el Patrono cuestionó.

Pero la única respuesta que recibió del gigantesco monstruo fue el repentino movimiento con el que sus grandes zarpas de magma y hielo se cerraron sobre él, castigándolo con el poder de ambos elementos que luchaban por desintegrar su cuerpo.

Kenai y Calíope  contemplaron aquello confundidos, pero de inmediato apareció la guerrera asgardiana, Freya, para esclarecer en algo sus dudas.

— Tranquilos, está de nuestra parte ahora —se limitó a decir, omitiendo la explicación larga—. Pero no lo contendrá por mucho tiempo — era claro que el cosmos de Sennefer superaba en creces a la mayoría de los presentes—. Espero tengan  un plan.

— A cada segundo nosotros nos debilitamos mientras él se recupera… destruir el cetro disminuirá todas sus ventajas… Sólo necesito que me den un instante… un espacio abierto en su defensa para poder dar el último golpe —Cáncer aseguró, confiando en el poder que le restaba a su guadaña espiritual.

Freya Dubhe de Alfa asintió, sabiendo que en ella recaería más el peso de la lucha al ver la condición de los demás guerreros.

— Calíope, tú quédate atrás… — Kenai le pidió.

— No me vengas con esas estupideces —la amazona rió, esperando que se tratara de una broma.

— Si yo fallo, de ti dependerá el resto —el santo musitó, respirando con dificultad—… El Cetro de Anubis está en su pecho, recuérdalo bien. Por lo que toma estos momentos para concentrar toda tu fuerza…

 

En el infierno de magma y hielo creado entre sus garras, Aifor de Merak intentaba suprimir el poder de Sennefer, mas el demonio terminó superando sus esfuerzos cuando una llamarada de fuego negro neutralizó su cosmos. El estallido de ka obligó al gigante a retroceder.

¡Ja! ¡Te dije que tus intentos serían inútiles! —Aifor escuchó de Ehrimanes—. Me cuesta decirlo, pero Sennefer supera mi poder aun en esta forma. ¡Nos destruirá sin contemplación, qué desperdicio...!

 

Ya veo —musitó el Patrono—, con que perdiste el control de ese cuerpo y ahora es el humano el que recuperó el control... Patético —dedujo gracias a sus poderes espirituales—. Pero si creen que eso cambiará en algo la sentencia impuesta para todos ustedes, están en un error — Sennefer concentró una gran cantidad de ka en la palma de su mano, pero antes de arrojarla la asgardiana pelirroja logró escabullirse y propinarle una combinación de puñetazos y patadas que lo sacaron de balance.

Sorprendido por sentir el dolor de cada golpe, el Patrono lanzó un derechazo que voló el casco de su enemiga, mas la mujer se había movido lo suficientemente rápido para evitar el que fuera su cabeza la que se separara de su cuerpo.

Aprovechando la cercanía, Freya trazó rápidamente un círculo en el suelo con su dedo,  dentro del cual Sennefer permaneció el tiempo suficiente para ser víctima de la —: Odín Sword! (¡Espada de Odín!)

Dentro del círculo se liberó un torrente vertical que alzó a Sennefer por el aire, atrapándolo en una feroz corriente dentro del que perdió movilidad al ser separado del suelo firme y era golpeado constantemente por trozos de cristal.

¡Ahora Aifor, ayúdame a contenerlo! —Freya lanzó un mensaje telepático a su compañero.

Al instante el coloso liberó su cosmos invernal hacia el geiser, incrementando su ferocidad y al mismo tiempo creando fuertes grilletes de hielo en los brazos y piernas de Sennefer, imposibilitándole más aún el moverse.

 

Era el momento, Kenai lo supo, por lo que empleó todo su cosmos en la guadaña espiritual, restableciendo una última vez ese halo divino que el sello de Atena le permitía. Saltó en busca de dar el golpe final, llevando con él las esperanzas de aquellos que lo miraban… pero no llegó a acercarse lo suficiente cuando un estruendo retumbó en la mastaba.

El ensombrecido Sennefer sólo sonrió con malicia, anticipando el acto que apagó la ilusión de los guerreros. Aunque él se encontraba inmóvil, el ojo maldito en su pecho disparó un potente y amplio rayo de ka que  hizo que el brazo y hombro izquierdo de Kenai de Cáncer desapareciera a su paso junto a la mitad de su pecho y torso, dejando la piel quemada y cauterizada.

El cuerpo del santo fue empujado por esa violenta descarga que no llegó a desintegrarlo por un mero error de ángulo. Kenai cayó mortalmente herido a lo lejos, junto al inconsciente y ciego Assiut de Horus, siendo a su lado con quien compartiría sus últimos momentos de vida.

 

Calíope ahogó un grito de furia y tristeza, mas debió suprimir su pesar para que la ira le permitiera a su cosmos crecer con extrema violencia.

Freya y Aifor se coordinaron para atacar a la criatura, mas ni la velocidad de la asgardiana, ni la fuerza del gigante lograron alcanzar al inmortal. Sennefer se limitó a castigar a la pelirroja con potentes golpes que la enviaron al suelo. El gigante intentó atraparlo nuevamente, pero el Patrono lo sujetó de una garra para arrancarle el brazo entero de un fuerte tirón.

¡Terminemos con esto! —sentenció Sennefer en medio del rugido de dolor del coloso, volviendo a disparar su Trueno Magistral hacia los asgardianos.

Aturdida y cegada por el intenso resplandor que caía sobre ellos, Freya apenas y se arrastró un poco cuando Aifor utilizó lo que quedaba de su gran cuerpo como escudo, haciéndose un ovillo sobre ella en un claro intento por protegerla.

La centella se impactó en la espalda de la bestia, electrificándola de pies a cabeza, logrando un daño que ennegreció gran parte de su cuerpo al carbonizarlo, incluso Freya resultó herida al ser alcanzada por los residuos de poder, pero no lo suficiente como para perder el conocimiento. Aunque la pelirroja intentó levantarse, el peso de la criatura inconsciente la mantuvo contra el suelo, imposibilitada de reaccionar a cualquier ataque del Patrono, quien la tenía en la mira desde la distancia.

 

¡SENNEFER!

Escuchó que Calíope de Tauro le gritó a lo lejos, permitiéndose girar hacia el sentido contrario de donde los asgardianos yacían convalecientes.

La amazona de Tauro estaba de pie y rodeada por un luminoso cosmos dorado como claro estandarte de guerra. Aunque se encontraba sangrando por la dilatación de las agujas escarlatas y su sentidos estaban a pocos momentos de apagarse, con su posición firme y retadora se reflejaba la determinación que había en su alma —: No vas a ganar —decretó con tal confianza que en ella Sennefer vio el rostro de todos aquellos que en el pasado alguna vez juraron su destrucción.

El Patrono cerró los ojos y sonrió con maldad, desvaneciendo aquel espejismo. — La victoria ha sido mía desde el instante en que la Corona Oscura de Sokaris reinó el cielo… sólo que ustedes fueron muy necios para aceptarlo, y yo demasiado soberbio por haberlos dejado llegar tan lejos. —El ka de Sennefer cubrió todo a su alrededor, perdiéndose en las llamas negras donde sólo sus ojos dorados resaltaban—. ¡¿Acaso no los he torturado lo suficiente?! ¡¿Quieres más desesperación?! —bramó, aceptando el duelo final de la amazona—. ¡Te la daré! ¡Y qué mejor forma que morir por el golpe fatal de Souva de Escorpión, el hombre que más te amó en vida y que incluso ahora se esfuerza en vano por no dejarte morir!

Aquellas palabras sólo le dieron más poder a Calíope, cuyo corazón saltó al saber que Souva también estaba luchando. Ella no podía dar menos de lo que Souva y Kenai habían sacrificado por la salvación del mundo… Era considerada la amazona más fuerte del Santuario, y ahora que se encontraba tan cerca de la línea que divide la vida y la muerte su cosmos podía alcanzar el siguiente nivel para constatarlo.

La velocidad con la que Calíope se impulsó impresionó a Sennefer, quien la imitó para acercarse y lanzar el aguijón final —: ¡Antares!

Los dedos del Patrono se clavaron en el cuerpo de la amazona, marcando la quinceava aguja escarlata con crueldad. Pero en vez de sucumbir al dolor, Calíope rió de manera descarada ante el hombre que estaba al alcance de su puño—: ¡Cuerno Destructor!

El poderoso golpe no pudo ser esquivado por Sennefer, ni bloqueado por el fulgor que el ojo infernal en su pecho disparó como lo hizo con Kenai de Cáncer. Ante el puño de Calíope aquella ráfaga no fue nada y se impactó de lleno en el punto medio del pecho del Patrono, causando una explosión que creó un gran agujero en su cuerpo de reptil, destruyendo escamas, músculos, huesos y hasta el ojo monstruoso, dejando sólo pocos tejidos uniendo sus brazos y cabeza en un solo cuerpo.

En ese vacío, el Cetro de Anubis flotaba, magnetizado a los pellejos a su alrededor, mas a los ojos de la moribunda amazona resaltó el que ahora presentaba pequeñas fracturas.

 

La fuerza del impacto volteó los ojos del Patrono, resintiendo el daño atroz y paralizante  por el que soltó un tremendo y rugiente alarido. Por instinto, intentó alejarse del peligro, mas Calíope sujetó el Cetro con su mano, reteniéndolo.

La amazona lamentó el que ni todo su poder fue capaz de destruir el cetro maldito, por lo que con sus últimas fuerzas intentó arrebatárselo a la criatura. En cuanto lo tocó, el brazal de su brazo comenzó a romperse por la intensa descarga liberada por el artilugio.

¡No me rendiré! —pensó con ahínco, sin notar que hasta la hombrera derecha y su máscara comenzaron a cuartearse por los rayos negros que salían del Cetro de Anubis. Hasta que su brazo quedó completamente negro como el carbón es que la amazona logró su cometido, arrancó el cetro con tal fuerza que terminó  cayendo al piso, lanzando el artilugio hacia atrás, guiada por un sexto sentido que le aseguró que era lo correcto.

 

Abrumado e impedido para actuar de alguna manera hasta que su cuerpo se regenerara, Sennefer sólo pudo ver cómo su cetro volaba por los aires. Confiado de que no había nadie más en pie que pudiera ser una amenaza, sonrió, pero su gesto cambió totalmente cuando uno de sus adversarios volvió a levantarse, esgrimiendo una peligrosa arma.

¡NO! —exclamó con un rugido bestial.

 

/ - / - / - /

 

Cuando Kenai de Cáncer cayó al suelo en tan agonizante condición, supo que el fin de su vida estaba próximo.

¡No… todavía no…! Sólo… necesito… un poco más… — pensaba, agobiado por el dolor de su cuerpo colapsando. En la mano que le quedaba, la guadaña espiritual aún mantenía su forma, pero en cuanto su corazón se detuviera todo su poder se esfumaría con él.

En su desesperación, notó en las cercanías el cuerpo de Assiut de Horus y deseó, por un instante egoísta, que estuviera muerto, pues sólo así podría convertirlo en la última herramienta que podría utilizar para cumplir con su misión.

Pero en cuanto sus dedos tocaron la cabeza del Apóstol, percibió que ya otra fuerza estaba actuando sobre él, por lo que desistió y sonrió ante el brillo de esperanza que vio en Assiut cuando éste abrió los párpados.

 

/ - / - / - /

 

Ciudad de Meskhenet, Egipto.

 

En el Palacio Real, el joven Faraón permanecía resguardado dentro de una cámara subterránea en la que sólo lo acompañaban un par de siervas y el Apóstol Sagrado de Osiris, Nichrom.

Gracias a la conexión mental que puede tener con sus compañeros, Nichrom ha sido capaz de conocer la situación vivida en la ciudad. En cuanto la maldición del sol azotó las tierras de Egipto, los Apóstoles y guardias se movilizaron para proteger a la población, y al ser una comunidad fuertemente ligada al shamanismo pudieron controlar con rapidez la maldición de Sennefer.

Cuando el gran espíritu dorado se alzó sobre el reino para protegerlos, la llegada de los shamanes de occidente fue bien recibida, mas a esas alturas la ayuda allí era innecesaria. Algunos de ellos, junto a otros Apóstoles, se movilizaron hacia la mastaba de Sennefer, esperando ser de ayuda contra las hordas de monstruos y bestias que informaron estaban naciendo en sus dominios.

Nichrom recibió la orden de quedarse y enfocarse sólo en la seguridad del joven Atem, quien había permanecido la mayor parte del tiempo tranquilo y a la expectativa de las noticias que decidía contarle.

En cierto momento, el Apóstol se centró en ver lo que ocurría en el nido de monstruos al que sus camaradas enfrentaban, por lo que sólo hasta que una de las mujeres le tocara el brazo es que volvió a prestar atención a lo que en el refugio ocurría.

— Señor Nichrom, el Faraón… —dijo la sierva de tez morena, señalando a donde Atem estaba sentado sobre un banquillo de madera.

El Apóstol vio que la segunda mujer estaba a su lado, buscando que reaccionara, mas el jovencito mantenía los ojos cerrados y el cuerpo rígido. Para los sentidos de Nichrom fue claro lo que ocurría, pues poco a poco la habitación comenzó a inundarse por una presencia poderosa, la misma que sintió aquel día en que el dios Horus salvó Meskeneth.

— No lo toquen —advirtió a las mujeres, quienes se alejaron de inmediato —. Tal parece que los esfuerzos de Assiut y Kaia no han sido suficientes. —Nichrom se arrodilló ante el Faraón, cargando con la vergüenza que pesaba en las almas de sus compañeros Apóstoles que combatían en el desierto—. En verdad lo siento, mi señor… —musitó, agachando la cabeza todavía más cuando unos hilos de sangre salieron por debajo de uno de los parpados del joven rey.

 

/ - / - / - /

 

De pie, mi leal Assiut, debes levantarte. No puedo sanar tu dolor, ni aliviar tu pena, mas puedo restablecer la fuerza de tu ka… Llegó el momento de que alces el vuelo y concluyas con tu labor de custodio; sacia tus deseos y libera a todos aquellos que han sido torturados por esa abominación… ¡Cumple tu destino! ¡Mis ojos son tuyos!

 

Assiut de Horus abrió los ojos tras una fuerte respiración por la que los latidos de su corazón se aceleraron. Su ojo izquierdo continuaba con su cuenca repleta de sangre  y restos del órgano perdido, mas en el derecho apareció una intensa llama dorada dentro de la que resaltaba la pupila de un feroz halcón.

El Apóstol se levantó guiado por una mano que sabía exactamente lo que debía hacer, por lo que no dudó en tomar la hoz que el moribundo santo de Cáncer le tendió.

En cuanto sujetó el arma espiritual su ka dorado se encendió totalmente restaurado, avanzando hacia donde vio que el Cetro de Anubis volaba lejos de Sennefer. Con su nuevo ojo pudo ver el entorno y la situación con gran detalle, casi omnisciente

Sin demora, sin palabras, Assiut saltó y arremetió contra el artilugio que ha sido centro de tantas desgracias, y de un rápido golpe lo quebró.

En el instante en que la hoja resplandeciente hizo su trabajo se desvaneció, anticipando la muerte del santo de Cáncer, quien dio un último respiro en medio de una sonrisa de gran satisfacción.

En cuanto Assiut volvió a pisar el suelo, el Cetro de Anubis se partió en dos, siendo el instante en que un atronador sonido sacudió la mastaba bajo tierra. El grito unísono de miles de almas siendo liberadas ensordeció a los presentes y desplegó una onda expansiva alrededor del cetro que terminó por desintegrarse. Millares de estelas blancas comenzaron a desplazarse ansiosas, confundidas, perdidas, soltando lamentos de niños que buscan con desesperación a sus madres.

En el momento en que el Cetro de Anubis se pulverizó, el cuerpo de Sennefer se convulsionó con violencia, encorvándose y cayendo de rodillas. Sus fuertes bramidos se perdieron entre lo demás gemidos. Intentó resistirse al cambio que su cuerpo comenzó a sufrir por la falta de poder que el cetro le proporcionaba, pero no pudo. Sus músculos se retorcieron al achicarse, se cerró el hueco en su pecho pero la mayoría de las escamas negras desaparecieron, dejando una piel gris, arrugada y áspera pegada a los huesos de su cuerpo humano, mientras su cabello se marchitó hasta volverse blanco, quedando con un cadavérico y enfermo aspecto. De su boca escapó la última alma que como shaman podrá  manipular.

Los partes del zohar que sobrevivieron a la guadaña de Kenai cayeron al suelo al no ser capaces de mantenerse unidas a tan escuálido y débil ser.

 

No… ¡No! ¡Esto no puede estar pasando! —bufó, iracundo y desesperado, viendo a través de su cabello marchito el caos generado por la destrucción de su cetro—. ¡Estúpidos! —gritó aún más fuerte, superando a la multitud.

¡¿Creen que han ganado?! ¡¿De verdad lo creen?! —cuestionó furioso, pudiendo levantarse, mas permanecer de pie era todo un esfuerzo para su cuerpo momificado—. ¡No saben nada! —comenzó a reír, mirando hacia donde el Apóstol de Horus se encontraba, único oponente que se mantenía en pie en medio de todas las almas despavoridas.

¡Sin el Cetro de Anubis el portal se desestabilizará! ¡Sólo míralo! —señaló con su huesudo dedo—. ¡Su fuerza es incontrolable ahora!

Assiut no se molestó en girar, sabía que el gran agujero comenzó a aumentar de tamaño.

¡Engullirá este planeta por completo, nada sobrevivirá a su oscuridad! —se burló con sus ojos saltones destellando en locura—. ¡¿Acaso mi derrota vale la destrucción de este mundo?! ¡¿Lo vale?! —cuestionó hilarante, sin parar de reír—. ¡Creen que este es mi final, pero sólo tengo que volver a comenzar! ¡Un nuevo cetro es fácil de lograr, y con las almas que se liberarán cuando este mundo sea consumido por las tinieblas mis poderes resurgirán!

Aún en silencio, el cosmos de Assiut se encendió nuevamente, al mismo tiempo en que halcones de fuego dorado comenzaron a aparecer alrededor de Sennefer.

El Patrono los miró sin miedo y sin dejar de parlotear —: ¡Por si lo has olvidado yo no puedo morir! ¡Todos ustedes desaparecerán pero yo seguiré aquí! — festejó.

— No lo creo — escuchó la voz espectral de Kenai de Cáncer.

El Patrono vio cómo es que fuego azul comenzó a reunirse a un lado del Apóstol de Horus, formando rápidamente la cloth de Cáncer, vacía en un principio, mas en cuanto las flamas se apagaron la imagen de Kenai apareció dentro de ella.

¡¿Tú?! ¡¿Por qué no sólo desapareces?! —Sennefer bramó, confirmando la muerte del santo al ver más allá su cadáver inmóvil.

— Así como tú, una malhumorada entidad me condenó a no poder entrar al paraíso hasta que cumpla con la misión que me encomendó —respondió el osado espíritu, moviendo las manos para que junto a los halcones dorados aparecieran cuervos de llamas azules.

Fuego fatuo —murmuró Sennefer, reconociendo el poder que tiene para herir a los espíritus, pero terminó sonriendo como desquiciado—. ¡Necios! ¡Mi cuerpo y mi alma no pueden ser destruidas! —volvió a reír, triunfante—. ¡Ninguno de ustedes tiene poder sobre mí, soy eterno!

— ¿Podrías volver a repetir eso? — escuchó, de una voz tan calma pero que a la vez le transmitió un terrible pavor.

 

Sennefer calló en seco, incluso los aullidos de las almas liberadas se apaciguaron hasta silenciarse completamente. Allí, de la oscuridad de la mastaba, emergió un hombre con una larga y percudida túnica ocre calzando sandalias. Sus ojos rasgados revelaban su ascendencia oriental y su presencia transmitía por si sola su identidad.

¡Y-Y…Yoh Asakura! — el Patrono gimió, incrédulo —. No puede ser verdad… ¡No es cierto! ¡No puedes estar aquí! ¡No debes estar aquí! —chilló, mirando con enfado hacia donde el cuerpo de Ehrimanes yacía, pues le aseguró que el Shaman King no se presentaría.

Asakura mantuvo su distancia y sonrió de manera amigable. — Acabé con ciertos asuntos más pronto de lo que pensé —explicó con un tono despreocupado—, pero el trabajo del Shaman King nunca termina, por lo que vine a ver el gran lío que has desatado aquí. —El hombre miró en redondo un momento para volver a prestarle atención.

Sennefer no pudo moverse o siquiera pensar en continuar reclamando, la llegada del Shaman King lo paralizó por completo pues sabía que él era una de las dos personas en este mundo que significaban un auténtico peligro.

— ¿Y entonces? ¿Decías algo sobre ser inmortal? —preguntó el Rey de los shamanes, mientras la sombra a sus pies se alargaba y se conectaba a la del aterrado Patrono—. Sé que uno de mis antepasados te dio un cruel castigo… pero creo que ya es suficiente de tal martirio.  Supondré que ya aprendiste la lección.

¡N-no! ¡DETENTE! —Sennefer casi suplicó, arrastrándose hacia el hombre de cabello largo— ¡Tú no puedes…!

— Sennefer —prosiguió, haciendo caso omiso de sus ruegos—, como el Shaman King de esta era, yo te libero —sentenció con una amable y siniestra sonrisa que el Apóstol y el santo supieron interpretar.

 

Sólo los ojos del Patrono notaron cómo es que su propia sombra creció bajo él, apareciendo en ella un par de ojos dorados junto a una dentadura blanca que le habló—: Con que tú eres Sennefer —escuchó de la fusión de infinidad de voces—. Finalmente nos conocemos…

— ¡NO! —Sennefer gritó con todas sus fuerzas, previendo las exclamaciones de Assiut de Horus y de Kenai de Cáncer.

¡Gloria de Horus!

¡Llamado de los Inmortales!

Los halcones dorados fueron los primeros en lanzarse en picada hacia Sennefer, seguidos por los cuervos azules, desatando una gran explosión al impactarse todos contra el Patrono de Estéropes.

Ilusión o no, Sennefer vio en cada una de esas aves flamígeras las siluetas de todos aquellos que lucharon en su contra y sucumbieron ante él, siendo su hermano Zuberi el que más resaltó a sus ojos.

Sennefer dio un último grito de desesperación antes de desaparecer en medio de las llamas que destruyeron cada átomo de su cuerpo y esencia de su alma... Esta vez para siempre.

 

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 60

 

Apofis*: representaba en la mitología egipcia a las fuerzas maléficas que habitan el Duat y a las tinieblas. Apofis era la encarnación del caos, una serpiente gigantesca, indestructible y poderosa.

Sigmund* de Grane: personaje de Saint Seiya Soul of Gold. La verdad cuando hace años se hizo a Freya tenía la peculiaridad de ser “la sobrina de Sigfried” sin entrar en muchos detalles, pero entonces recientemente tuvimos SS Soul of Gold, donde se menciona que Sigfried tenía un hermano mayor, así que en teoría eso haría a Freya hija de Sigmund. Un pequeño guiño y sólo eso ya que SS Soul Of Gold no fue tomada en cuenta para la elaboración de este fic.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 17 enero 2017 - 16:51

 Abaddon y Tara son como hilda y siegfried---ojala no termine en la zona friend

 

60:

 

 

-Kenai es genial 

 

-el combate de Freya Dubhe de Alfa también estuvo bueno

 

-menos mal que la hija de Sigmund no salio fail como el

 

-pobre  Clyde

 

-impresionante el poder de Calíope

 

-Hasta que por fin vencieron a Sennefer 


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Publicado 25 enero 2017 - 14:27

Y rumbo al final, que bien porque ya tiene añitos que iniciaste esta genial historia



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Publicado 14 febrero 2017 - 20:26

¡HOLA CHICOS Y CHICAS! ¿Qué tal? Espero todos se encuentren bien.

Para alegría de ustedes, y como prometí por allí, hoy les traigo el siguiente capítulo de EL LEGADO DE ATENA, donde pasaran muchas cosas locas y a la vez se cierran situaciones que nos permitirán acercarnos cada vez más al desenlace.

 

Paso de carrerita a publicar, por lo que prometo que responderé después los Reviews que amablemente me dejaron, de veras.

Les deseo a todos un lindo día del Amor y la Amistad  :wub:  Sepan que aprecio a cada uno de ustedes que se toman el tiempo para leer mis locuras. Un fuerte abrazo a todos.  :lol: 

 

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Capítulo 61.

Auxilio celestial.

 

Egipto.

 

Tanto Assiut de Horus como el espíritu de Kenai de Cáncer permanecieron inmóviles y a la expectativa, mostrando una extraña solemnidad sólo hasta que se convencieron de que en verdad Sennefer había sido destruido.

Fue el Shaman King quien caminó hacia el punto donde instantes antes el llamado Príncipe olvidado del desierto encontró su final. — Les garantizo que lo han borrado de la faz de la Tierra. Ya pueden relajarse —les pidió con una sonrisa amistosa.

Kenai fingió un suspiro de alivio, mientras que Assiut lo miró con hostilidad. — ¿Cómo puede decir eso? El peligro aún no ha terminado. La muerte de Sennefer no cerró este portal infernal —bramó el Apóstol, mirando el inestable vórtice que poco a poco trataba de engullir el mundo.

— Sí, hay que arreglar eso —Asakura miró hacia el foso con tranquilidad.

— ¿Por qué hasta ahora? —Assiut no se pudo contener— ¡¿Dónde estaba el gran Shaman King cuando más lo necesitábamos?!

Yoh no respondió, en vez de eso caminó hacia donde el gigante y la pelirroja se encontraban para socorrerlos.

Oye amigo, si lo piensas bien, apareció cuando en verdad más lo necesitábamos aquí — dijo el espíritu de Kenai.

— ¡No quieras disculparlo…! —el Apóstol le pidió—. ¡Si hubiera llegado antes quizá  tú y Kaia no hubieran muerto!

La muerte es parte de la vida, no puedes esperar a que los dioses intervengan en eso. Los seres humanos seríamos más felices si dejáramos de intentar comprender los designios que ellos tienen para nosotros o tomarlo de manera personal —añadió Kenai mirando al Rey de los shamanes, quien estaba ayudando a Freya a ponerse de pie—. Sé que estás molesto, entiendo la razón, pero ey, ni yo que soy uno de los fallecidos me siento tan enojado, ¿y sabes por qué? Porque realmente hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance como mortales y él apareció para permitirnos cumplir con nuestra encomienda. Si Yoh Asakura no hubiera retirado la maldición que protegía a Sennefer cuando lo hizo, éste habría vencido.

— Aún está la posibilidad de que ese monstruo se salga con la suya —insistió Assiut, preocupado por el portal, último legado de Sennefer.

 

Freya no entendió cómo es que pudo darle la mano con tal facilidad al extraño hombre que de pronto apareció para ayudarla. Ella no entendía bien la jerarquía del mundo de los shamanes, pero aun si hubiese sabido ante quién estaba no habría actuado diferente. En cuanto se puso de pie toda su atención pasó a ser para Aifor, cuyo cuerpo se encontraba tendido e inmóvil en el suelo, totalmente carbonizado por el ataque que recibió de Sennefer.

La pelirroja intentó mecerlo por el hombro, buscando una reacción.

— ¿Aifor? ¡¿Aifor, me escuchas?! ¡Dime algo! —gritó, angustiada por el que pudiera perder a otro compañero.

Yoh Asakura dio toda una vuelta alrededor del  gigantesco ser, examinándolo con la vista, como si buscara algo en particular. Se detuvo ante la cabeza del monstruo, de la que resaltaba el mango de una espada reluciente.

Freya vio al shaman de reojo e intentó advertirle que no se atreviera a tocarla, pero la advertencia fue en vano cuando vio que el hombre sujetó la espada y la retiró con suma facilidad.

— Esto ya no es necesario —dijo él, sosteniendo con respeto el arma que hasta hace poco empuñó el finado Clyde de Megrez.

— ¿Cómo es que tú…? —La asgardiana se acercó con curiosidad, justo a tiempo para que Asakura le  pidiera tomar la espada de su compatriota.

— No temas, tu amigo sigue con vida —Yoh le aseguró con amabilidad—. Sólo necesito que me des un poco de espacio, ¿puedes? —Con sutileza la hizo retroceder, justo a tiempo para que no sea atrapada por la zarpa de la criatura junto con él.

¡Gracias por quitarme tal peso de encima, imbécil! —bramó Ehrimanes, quien aprovechándose de la inconsciencia de Aifor logró retomar el control de su cuerpo, uno que poco a poco comenzaba a regenerarse ante la ausencia del maleficio de Clyde.

Sólo el shaman era capaz de escuchar su voz, por lo que Freya no entendió lo que estaba pasando.

— ¡Aifor detente, él no es nuestro enemigo!

— Tranquila, no te preocupes, sólo está un poco confundido —le pidió el hombre sonriente pese a que lo estrujaban con tremenda fuerza—. Conocí brevemente a Clyde de Megrez Delta, pero tengo una deuda pendiente con él, la cual pienso saldar ahora mismo.

Freya vio con horror cómo es que el monstruo intentó devorar al hombre, mas en cuanto sus colmillos quisieron cerrarse sobre él estos se astillaron al golpear un muro invisible que parecía proteger al shaman.

Ehrimanes chilló de dolor, desorientado al ver que Yoh Asakura desapareció de entre su zarpa, reapareciendo frente a su pecho, tocándolo con la palma de la mano.

¡No, tú no debes intervenir! ¡No puedes hacerlo! —Ehrimanes presintió su fin.

— No estoy faltando a las reglas del juego —murmuró el Rey de los Shamanes sin mirarlo a la cara —. Avanish asesinó a un santo de Athena, yo ayudé a la destrucción de uno de los Patronos —explicó con paciencia, refiriéndose a lo acontecido con Sennefer—. Avanish le quitó a Atena a uno de sus campeones, lo justo es que yo le devuelva a Odín un guerrero que le fue arrebatado, eso es todo.

Ehrimanes ni siquiera pudo gritar cuando su colosal cuerpo explotó en cenizas, dejando al Shaman King flotando junto a un inconsciente y desnudo Aifor.

Asakura no tocó al chico que estaba rodeado por una espesa bruma oscura, esencia del demonio unido a él. En su mano acumuló la oscuridad de Ehrimanes, formando un orbe flameante.

El shaman ignoró las maldiciones y demás pestes que escuchó provenir de la llamarada negra, sólo la aplastó entre sus dedos, extinguiéndola sin mayor problema.

Freya se apresuró a atrapar el cuerpo de Aifor cuando descendió junto al shaman. Con alegría se percató de que en verdad estaba vivo y agradeció a los dioses por ello, aunque lamentó que sus brazos no hubieran sido restaurados.

— Está vivo y es lo que cuenta —la guerrera murmuró, abrazando con hermandad a Aifor, en cuyo cuello colgaba su amuleto de la buena suerte. — Gracias —le dijo al hombre que de un movimiento se quitó la maltratada capa para cubrir al chico inconsciente.

— Dáselas a Clyde, él insistió demasiado en que lo ayudara —aclaró, consiente de todo el peregrinaje que el dios guerrero realizó con tal de encontrarlo y pedirle ayuda—. Pero es pronto para festejar, aún tenemos cosas que hacer.

Bajo su túnica, el Shaman King vestía pantalones holgados cafés y una playera blanca de mangas cortas, prendas demasiado comunes para alguien de la realeza, mas su humildad siempre había sido una de sus mayores virtudes. A lo largo de ambos brazos tenía tatuajes tribales negros que combinaban con los adornos de plumas y huesos que colgaban en su pecho.

— ¿Qué quieres decir? ¿Acaso eres capaz de cerrar ese maldito agujero? —cuestionó Freya al verlo avanzar hacia donde el foso se encontraba.

— Eso espero —confesó, rascándose un poco la sien.

Aunque se veía algo atolondrado, la asgardiana, el Apóstol y el espíritu quedaron absortos cuando vieron que en cuanto Yoh Asakura puso el pie sobre la línea circunferencial del portal, éste dejo de expandirse.

— Hmmm, podría cerrarlo desde aquí pero —dudó, contando con los dedos como si elaborara una complicada cuenta mental—… supongo que lo más conveniente será cerrarlo desde el interior —se dijo, mirando hacia los guerreros—. ¿Te gustaría acompañarme? —preguntó.

— ¡¿Qué?! ¿Te refieres a mí? —la pelirroja se señaló, confundida.

Yoh Asakura asintió. — Claro, ¿o es que acaso no quieres salvar a tu novio? —le sonrió con complicidad.

 

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Cuando cayó al piso, no hubo manera en la que Calíope de Tauro pudiera volver a ponerse de pie. La carencia de sentidos le impidió atestiguar el final del combate, mas sabía en el alma que el milagro ocurriría y Sennefer sería derrotado.

Estaba lista para morir, su cuerpo desangrándose la acercaba cada vez más al limbo en el que esperaba reunirse con los que han caído en la lucha y con orgullo poder ver a Souva a los ojos… Sin embargo, ese encuentro no sucedería como se permitió fantasear, no cuando alguien golpeó un punto en su pecho que le destapó los pulmones y regresó los latidos a su débil corazón, frenando el sangrado y permitiendo que sus sentidos volvieran a ella poco a poco.

La amazona soltó un lastimero gemido por el que se movió un poco en el suelo, intentando abrir los ojos para ver lo que pasaba a su alrededor.

Despierta encanto, temo que no puedo permitir que una belleza como tú se vaya de este mundo todavía —escuchó claramente de una voz añorada—. Aunque si lo que quieres es que te despierte con un beso de amor, por mí está bien.

— ¿Souva…? —preguntó apenas con un murmullo.  Su visión borrosa sólo le permitió ver manchones de un hombre acuclillado junto a ella—. ¿En verdad… eres tú?... —preguntó, rogando porque no fuera una última treta del enemigo.

Calíope sintió una mano fría posándose sobre su mejilla descubierta, pues la máscara de oro terminó hecha pedazos durante la última acción.

Como lo suponía… eres hermosa— musitó el fantasma, cautivado por los bellos ojos verdes de Calíope, sus carnosos labios y el coqueto lunar que tenía debajo del ojo izquierdo.

— Sólo hay un tonto que conozco que me diría frases como esas— Calíope musitó, convencida de no equivocarse.

La amazona sonrió ampliamente, esforzándose por levantarse un poco ya que presentía que esa sería la última oportunidad que tendría para despedirse como debía. Abrazó al hombre junto a ella y lo besó con tremenda dulzura.

Sé feliz, ¿de acuerdo? —escuchó en su mente.

— Lo seré… por los dos —alcanzó a responder antes de volver a desmayarse, conservando un gesto sonriente y pacífico.

 

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— ¿Estás seguro de esto? —preguntó la diosa guerrera parada al filo de la fosa infernal, justo a la diestra del Shaman King.

— No —respondió con un gesto travieso que sólo asustó a la guerrera de Odín—. Vaya expresión la tuya, deberías relajarte un poco, por supuesto que sé lo que hago. ¿Confías en mí? —Le tendió la mano para que la sujetara.

Freya asintió, después de lo que ese hombre había hecho por Aifor sería mentira si negara que no, por lo que le dio la mano con firmeza.

— Escucha, debemos hacer esto rápido por lo que sólo tendrás una oportunidad, si no lo logras en el tiempo que me tome cerrar la puerta quedarás atrapada junto con el hijo de Hiragizawa y morirán. ¿Entiendes el riesgo?

La pelirroja asintió. — ¿Pero cómo podré encontrarlo? —preguntó algo dudosa.

— Por ahora eres la única en este mundo que tiene un vínculo tan fuerte con él, utiliza eso a tu favor —respondió de manera enigmática.

Antes de que la asgardiana pudiera exigir una mejor explicación, varias siluetas arribaron presurosas al lugar.

— ¡Yoh!

— ¡Señor Asakura!

El Shaman King miró sobre su hombro y vio varios rostros conocidos, viejos amigos, shamanes a su servicio, el santo del Fénix y un par de Apóstoles que corrieron con urgencia hacia Assiut de Horus.

— ¡Con que aquí se encontraba, majestad! — reclamó uno de los tres oficiales enmascarados, quienes lo reverenciaron con propiedad—. Nos tenía muy preocupados.

— Ah, hola muchachos, cuánto tiempo —Asakura saludó apenado con la mano—… Cielos, creo que tendrás que adelantarte, muchacha, pero no tardaré, prometido. —Y tras decir eso sólo le bastó una pequeña palmada para lanzar a la joven al vacío ante la mirada atónita de todos.

— Veo que han controlado la situación, buen trabajo —felicitó a sus sirvientes—. Y gracias por atender mi llamado, amigos. —Yoh miró a Ren Tao, Horokeu Usui y Syaoran Li, todos ellos prácticamente ilesos salvo por pequeños rasguños en sus ropas.

— Tienes mucho que explicar —dijo el líder de los Tao, manteniendo los brazos cruzados.

— Lo sé, pero aunque me gustaría quedarme a charlar el deber llama, lo siento —sonrió de manera cínica—. Les prometo que hablaremos después… Ah,  y Deneb, por favor, que los hombres ayuden a los heridos… Y aléjense de la zona ya que esto podría tornarse peligroso —ordenó a uno de los oficiales antes de lanzarse de espaldas al Abismo.

 

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Cuando descendió por el vacío, hubo un instante en que Freya creyó que moriría, pues fue como sumergirse en un estanque repleto de afiladas agujas que se encajaron en cada centímetro de su cuerpo, una sensación mil veces peor que la que vivió al perseguir a Ehrimanes por el portal oscuro que utilizó para escapar del Santuario. Por fortuna el fulminante dolor sólo duró un segundo.

La diosa guerrera se sobresaltó por el cambio tan brusco en sus sentidos, abriendo los ojos para encontrarse flotando en la más profunda oscuridad.

Se miró las manos y descubrió que su apariencia se había reducido a una silueta blanca  dentro de aquel infinito lienzo negro. Buscó indicios del shaman, quien inesperadamente la arrojó allí, y también del chico por el que había decidido zambullirse en lo desconocido, pero no veía nada, no percibía nada y no escuchaba nada a excepción del eco de sus propios pensamientos.

La ausencia de todo. — ¿Será esto la muerte? —pensó un instante, entrando en un pánico por el que se repudió a sí misma, por lo que combatió sus demonios internos para encontrar la calma que necesitaba.

Intentó recordar el consejo que el shaman le dio para cumplir con su misión allí, usar el vínculo que tenía con el santo de Capricornio, ¿pero cómo? ¿A qué se refería exactamente? Es cierto que tenía grandes sentimientos por Sugita pero, ¿sería suficiente, era recíproco?

Tenía que hallarlo, pero no percibía su cosmos, ni su cuerpo, ¿entonces cómo lo encontraría en esa inmensidad? ¿Cómo...?  ¡¿Cómo?!

Freya cerró los ojos e intentó pensar en Sugita, alarmándole el que se le dificultó recordar su apariencia, como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vio... ¡Pero no había pasado más que unas horas! ¡¿Por qué no podía acordarse de él?! ¿Qué es lo que ese lugar le estaba haciendo a su mente? ¿Acaso era la forma que tenía el Abismo para defenderse, para conservar lo que Sennefer le ofreció?

Confundida por esa pérdida de memoria se esforzó por recordar los momentos que compartieron juntos, y aunque no pudo recordar su imagen, sí logró recordar algo de él: la carta… Esa torpe carta que le escribió cuando regresó a Asgard. El insignificante papel que leyó por compromiso y que arrugó en su mano antes de arrojarlo a la basura, sólo para que horas más tardes terminara rescatándola del pequeño cesto al ser invadida por un extraño remordimiento, incluso la releyó y guardó en su sobre original. Cada día le dio una leída, como si en cada ocasión encontrara algo nuevo que la hacía sonreír...

Freya había memorizado cada palabra de esa letra campesina, y guiada por un sexto sentido es que comenzó a recitarla justo en ese momento, sin percatarse que tras cada silaba un copo luminoso emergía de la oscuridad y se amontonaba frente a ella, comenzando a formar una silueta humana.

Sin abrir los ojos aún, Freya sintió que estaba lista para enfrentar el poder del Abismo y recuperar a Sugita… el chico del que no se dio cuenta que se había enamorado hasta que volvió a verlo en tan terribles circunstancias, y con el que deseaba compartir momentos más amenos, fabricar recuerdos más felices. La asgardiana juró por lo más sagrado que iba a salvarlo.

 

Al abrir los ojos Freya se sorprendió al ver la imagen blanca de Sugita flotando delante de ella. Le tomó un gran esfuerzo el ser precavida, pues podría ser alguna clase de treta, pero la esperanza la invadió cuando vio a la altura del cuello del santo (justo donde Sennefer lo hirió antes de arrojarlo al foso), cómo los copos blancos no podían llenar ese espacio vacío.

Freya estiró la mano hacia la incurable herida, sin animarse a tocarla. Siendo entonces cuando la silueta frente a ella abrió los ojos y le dedicó una confundida mirada.

¿Freya? —escuchó claramente, siendo entonces en que la pelirroja lo abrazó con efusividad.

— ¡Te tengo! — dijo ella sin dejar de estrecharlo, posando la barbilla sobre el hombro del santo de Capricornio—. Esta vez te tengo y no te soltaré… Me tenías muy preocupada —confesó, atragantada por el llanto de felicidad que estaba reprimiendo.

Capricornio movió lentamente las manos y correspondió el abrazo para decir —: Te dije que no iba a morir… —murmuró con voz débil, provocando que la pelirroja lo abrazara todavía más y lo besara apasionadamente en medio de la oscuridad.

 

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¿Pudiste despedirte? —preguntó el espíritu de Kenai de Cáncer, mirando el portal del que extraños crujidos comenzaban a escucharse.

Sí, gracias a ti —respondió el fantasma de Souva de Escorpion, vestido con su vieja ropa de entrenamiento—. Ah, es una lástima, habríamos tenido hijos hermosos —bromeó.

Eso fue porque sé que siempre has sido un romántico —Kenai añadió en complicidad.

La mayoría de los espíritus errantes que rondaban por la mastaba fueron guiados hacia el más allá, sólo ellos dos se quedaron rezagados como ovejas desobedientes a su pastor.

¿A quién escuchas llamándote? —preguntó el santo de Cáncer a Souva.

Son mis viejos compañeros de juegos —respondió sonriente, siendo capaz de reconocer las voces de sus amigos de la infancia, aquellos que murieron antes de volverse un aprendiz a santo—. La verdad es que se siente extraño… pero a la vez me hace feliz —explicó Souva, cruzándose de brazos—. Dime la verdad, ¿es sólo una artimaña de la muerte para que vayamos voluntariamente al otro mundo o en verdad son ellos?

Kenai sonrió de manera traviesa. —Es algo que deberemos descubrir los dos —respondió con honestidad—. Nuestra próxima aventura. ¿Listo?

Sí, debemos dejar el resto a los demás. Ya nos volveremos a reunir algún día y haremos esa gran fiesta que quedó pendiente —respondió Souva, dándose vuelta al mismo tiempo que Kenai, desapareciendo ambos del lugar mientras éste se derrumbaba.

 

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A lo lejos, en el desierto, algunos shamanes y guerreros permanecieron a la expectativa  de lo que iba a suceder; en el cielo, el sol había dejado de esparcir la maldición de Sennefer. En las comunidades, los entes usurpadores de cuerpos se mostraban confundidos al no sentir más la fuerza que los liberó respaldando sus actos; en el interior de la fosa infernal, la oscuridad se volvió un líquido manipulable que comenzó a girar cual remolino, siendo tanta su fuerza de atracción que comenzó a arrastrar de regreso a todas aquellas entidades que soltó por el mundo.

Cada poseído sufrió por breves segundos, pero una vez que los demonios eran arrancados de sus cuerpos caían dormidos y en completa paz. Tal exorcismo sucedió a nivel global, sin haber lugar en la Tierra en el que las huestes de Nyx pudieran encontrar refugio.

Los testigos en el desierto miraron absortos cómo uno de los grandes colosos amarillos, extensión del magnánimo espíritu de la Tierra, emergió de entre las dunas y metió los largos brazos en la fosa de oscuridad, arrancándola del suelo como una masa pútrida que comprimió entre sus manos hasta darle una forma redonda que pudo sostener con facilidad. Después, en el rostro liso del espíritu de la Tierra aparecieron unas temibles fauces con las que devoró el tumor maligno que extrajo del mundo.

Empequeñecidos a su sombra, los humanos se atragantaron al ver tal espectáculo.

Satisfecho con su labor, el titán avanzó hacia el gran y profundo hueco que quedó en el desierto, convirtiendo su inmenso cuerpo en roca para rellenar y sanar esa herida en el planeta.

Cuando los estruendos cesaron, una voz amigable rompió el silencio sepulcral de los presentes.

— ¿Eso salió bien, no lo creen?

Siendo Yoh Asakura quien de repente estaba detrás de todos ellos, acompañado por Freya Dubhe de Alfa y un desmayado Sugita de Capricornio.

— Y ahora, ¿qué es lo que sigue? —preguntó el risueño Shaman King.

 

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Grecia, Santuario de Atena.

Interior del Templo de Atena

 

Cuando la Ejecución Aurora estuvo a poco de golpearlo, Nauj de Libra lanzó la barra triple en su dirección, formando un triángulo de luz dorada que sirvió como escudo contra el que la ventisca se volvió indefenso vapor. De inmediato Libra se desplazó hacia el santo de Acuario con el tridente en mano.

El hechizado Terario se limitó a eludir los mortales golpes, sabiendo sus desventajas. Aunque la cuchilla hirió su torso y hombros de manera superficial, calculaba que si las cosas continuaban así terminaría siendo derrotado.

 

Adonisia intentó intervenir lanzando rosas pirañas al santo de Libra, sin embargo Jack de Leo protegió su retaguardia y fulminó cada flor con rápidos relámpagos.

— ¡Por un momento creí que ibas a dejarme todo el trabajo! —espetó Libra al sentir la espalda de Leo contra la suya.

— Nunca más —fue la breve respuesta de Jack antes de lanzarse contra la amazona de Piscis. Sabía que si ambos enemigos unían fuerzas contra ellos sería demasiado difícil el derrotarlos. Liquidar a Adonisia se convirtió en prioridad, con la esperanza de que eso pudiera liberar a Shai y a Terario.

Piscis y Leo se desplazaron por aquel infinito a la velocidad de la luz, dando y eludiendo golpes capaces de pulverizar montañas, mas era cuestión de tiempo de que uno de ellos mostrara debilidad. Sólo un milisegundo de diferencia bastó para que Adonisia golpeara a Jack en el costado, a lo que el guerrero se dobló de dolor.

— Admiro tu bravura, pero es evidente que no te queda mucho tiempo — dijo ella, viendo cómo Leo cayó de rodillas al suelo y vomitó sangre—. El veneno de mi invernadero ha contaminado tu cuerpo y el de Libra... en verdad me impresiona la resistencia que han demostrado —elevó su cosmos y decidió usar toda la fuerza de éste para acabar con él—. Me encargaré de esparcir muy bien tu sangre y restos por mi precioso jardín —dijo, antes de desatar una lluvia de rosas doradas sobre Jack.

El santo de Leo vio su oportunidad, por lo que rápidamente empleó su técnica de contraataque —: ¡Castigo kármico! —lo que creó una gran cuchilla de medialuna que golpeó de lleno a la amazona, quebrando su armadura dorada completamente, incluyendo la máscara de oro. Una brutal herida simétrica cruzo el cuerpo de Adonisia de manera vertical, siendo su sangre la que regó las rosas cercanas.

La mujer cayó adolorida al suelo, preocupándose más por ocultar su rostro que por su propia vida.

La amazona aprovechó el largo de su cabello enmarañado y sus manos para ocultar su faz, incluso se atrevió a darle a Jack la espalda sin tener la intención de levantarse. Sumida en una clase de shock, esa era sin duda la oportunidad perfecta para acabar con ella. El puño de Jack tembló un instante, pues no era la clase de persona que se sintiera capaz de atacar a un oponente en ese estado… y aun así tenía que hacerlo.

Jack se lanzó con la clara intención de aplastar el cráneo de Adonisia con su puño, sin embargo, súbitamente la amazona se volvió, mostrándole a Jack por un segundo su cara, en la cual destelló una retorcida sonrisa que lo impresionó al punto de perder velocidad.

Aprovechándose de ello, la amazona actuó. — ¡Haz visto mi rostro y por eso debes morir! ¡Se acabaron los juegos! ¡Jardín de rosas blancas!

 

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Libra volvió a abalanzarse contra el santo de Acuario; que si bien no deseaba matarlo, eso no significaba que no emplearía métodos para inmovilizarlo, como cortarle las piernas.

Continuó atacando violentamente a Acuario  hasta que escuchó que su tridente chocó contra algo que repelió el último golpe. Nauj frunció el entrecejo al ver que Terario ahora sujetaba entre sus pálidas manos una larga lanza de hielo, hecha con el frío más intenso que su cosmos era capaz de generar, técnica que le permitió vencer al Patrono Nergal.

El santo de Acuario aguardó en una pose abierta, esperando que su enemigo reanudara la batalla.

— Si es cómo quieres jugar, está bien… Veamos quién posee la mejor habilidad —Nauj sonrió, atacando con el tridente dorado.

Terario lo sorprendió al reaccionar con una velocidad y movilidad sorprendente, ya que aunque las armas chocaron el santo de Acuario logró un pequeño impulso por el que la punta de su lanza rozó el cinturón de la armadura de Libra.

Nauj retrocedió un momento sólo para ver la rasgadura en el manto dorado, así como la gran área congelada en la pieza protectora.

Este debe ser el cero absoluto —pensó un poco preocupado, pues si recibía un golpe certero de esa lanza todo podría terminar.

Libra empleó su Choque de Estrellas, a lo que Acuario respondió con la fuerza de la Ejecución Aurora. Ambos torrentes impactaron, siendo en el punto medio que el calor y el hielo generaron una densa bruma que dificultó la visión.

Nauj fue el primero en parar para arrojarse al ataque, siendo Terario quien corrió a su encuentro. La lanza de hielo y el tridente dorado chocaron innumerables veces hasta que, tras un grito de furia, Nauj logró partir el arma de cristal, encontrando el momento deseado por el que pudo clavar su tridente en el muslo de Terario.

El filoso tridente  salió por detrás de la pierna del santo de Acuario, liberando un gran flujo de sangre. Pero antes de que Nauj pudiera retirarlo o moverlo para cortar la extremidad, Terario sujetó el mango del arma para impedírselo.

Libra vio que el tridente de oro comenzó a congelarse rápidamente, y aunque intentó rescatarlo su propia fuerza terminó rompiéndolo por la mitad.

Terario tranquilamente terminó por congelar los restos del tridente, dejando que la capa de hielo se extendiera hasta su pierna y cubriera la profunda herida, después sólo bastó un deseo suyo para que el arma congelada se disolviera en copos de cristal.

— Hasta ahora entiendo por qué los llaman magos del agua y el hielo —Nauj comentó, lanzando el inservible mango de oro a un lado—. Pero tus trucos no serán suficientes para… ¡¿Qué demonios?! —se exaltó al sentir un dolor aplastante y punzante en las piernas, viendo que raíces espinosas emergieron repentinamente de entre las rosas y se alargaron para enredarse y clavarse en su cuerpo. Fue como recibir cientos de mordiscos a la vez, y mientras más se resistía más dolor le causaban.

 

Cuando Adonisia conjuró su maleficio, las raíces espinosas capturaron a los santos de Leo y Libra al mismo tiempo. Sus cuerpos envenenados, heridos y debilitados por los constantes combates los volvieron presas fáciles de la técnica de la amazona de Piscis.

La amazona manipuló la dimensión y volvió a reunir a todos los combatientes en un solo lugar, y no sólo eso, también curó sus propias heridas y regeneró su armadura de oro a una gran velocidad por la que nadie más pudo ver su verdadero rostro.

Atrapados por las raíces y tallos espinosos, los santos sentían como cada una de las espinas estaban drenándoles la sangre, y con ello la vida.

— Felicidades, lo han logrado, me han hecho enfadar más de lo debido y por ello morirán de la peor forma posible —dijo la amazona, viendo cómo es que de las lianas comenzaron a brotar rosas blancas. En cuanto las flores se abrían por completo, sus pétalos empezaban a teñirse de rojo—. Mis niñas se encargarán de alimentarse de ustedes, una vez que terminen con su sangre también roerán su carne y vísceras hasta sólo dejar sus miserables huesos…

Jack entonces recordó el macabro lugar en el que encontraron a Adonisia, ese pueblo abandonado repleto de rosales rojos dentro del que sólo moraban esqueletos.

— ¡Esto es… Fuiste tú quien asesinó a todos en la aldea! —espetó, forcejeando por liberarse y aguantando el agonizante dolor.

Adonisia rió melodiosa. — ¿En algún momento lo dudaste? —preguntó con cinismo—. Pero no mentí cuando te dije que se lo merecían… Justo como ustedes dos, esos infelices me hicieron enojar más de lo debido. ¡Paguen las consecuencias de sus acciones, mueran y sirvan a un bien mayor! —ordenó, incrementando la tortura que las rosas ejercían sobre los santos.

 

Poco a poco, sin importar la resistencia de sus cuerpos o la frustración en sus corazones, ambos santos dorados estaban por sumirse en un sueño del que jamás despertarían. Sin embargo, antes de que sus ojos se cerraran para siempre se abrieron de par en par al sentir una sensación fría recorriéndoles la piel.

Jack y Nauj observaron confundidos cómo es que las espinas y flores que los aprisionaban comenzaron a congelarse. El hielo subió desde las raíces, helando sólo la flora.

— ¡¿Qué estás haciendo?! —Adonisia cuestionó furiosa.

El santo de Acuario no respondió, sólo mantuvo la mano extendida hacia el jardín de rosas blancas hasta que lo transformó en un rosal de hielo. Tras un pensamiento suyo las flores y tallos se deshicieron en inofensivo polvo cristalino que quedó flotando en el aire, liberando a los santos.

Desde el suelo Leo buscó respuestas en el rostro de Terario, mas quedó absorto al notar a alguien más a su lado. Parpadeó repetidas veces, pensando que se trataba de un espejismo provocado por la casi extinción de sus sentidos, pero no podía equivocarse.

Junto a Terario algo se había manifestado, un ser que aunque incorpóreo, el polvo de cristal a su alrededor le permitió reflejar una imagen temporal de sí mismo.

— ¿Shai? — Jack preguntó apenas en un susurro.

Aquella mujer que sujetaba con amabilidad la muñeca de Terario le dedicó una mirada gentil pero no le respondió, en cambio, con un jalón de su mano guió al santo de Acuario para que girara y se colocara como protector de los santos abatidos.

— No puede ser… —Adonisia contempló la hermosa manifestación frente a ella, que bien podría confundirse con una ninfa del aire. Pero no se dejó atrapar por el engaño, miró por encima del hombro y comprobó que el cuerpo de Shai de Virgo continuaba en el interior del capullo carmesí.

La ninfa había adoptado la imagen de su flor durmiente, mas su apariencia no presentaba herida alguna o un vientre abultado. — ¿Qué significa esta aparición? —Piscis insistió a la entidad resplandeciente que se desplazaba en el aire como si fuera una sirena en el océano—. ¿Cómo puedes…?

Tú misma lo has dicho, Adonisia —la voz de la amazona de Virgo se escuchó por el lugar, sin que los labios de su proyección astral se movieran—, este invernadero es un cementerio donde has enterrado a todas tus víctimas, ¿lo recuerdas?

Adonisia se exaltó cuando sintió algo jalando su pierna. Al mirar hacia abajo pudo ver una mano podrida sujetándole el tobillo.

— ¡¿Pero qué…?! —calló al ver que el cadáver intentaba impulsarse para salir de la tierra.

La amazona de Piscis lo pateó con facilidad, alejándose de él, pero notando que más cuerpos carcomidos emergían de entre sus rosas por doquier.

Y ya que fui entrenada para entablar comunión con los muertos, éstos me han ofrecido su ayuda para castigarte por tus crímenes.

La mujer vio cadáveres putrefactos y tan deformes que era imposible determinar cuáles fueron alguna vez hombres o mujeres, sólo los de tamaño pequeño fueron sin duda niños. En las cuencas de sus ojos crecían flores rojas, mientras que sus cuerpos estaban cubiertos por lianas espinosas que se adherían a sus pieles resecas.

— ¡Estas mintiendo! —Piscis clamó, indignada—. ¡Esto no es más que una ilusión! ¡¿Cómo te atreves a contaminar mi jardín con estas pestilencias?! ¡No tienes ningún derecho!

Adonisia movilizó las rosas pirañas del lugar, descargando su furia sobre la centena de cadáveres que intentaban alcanzarla. Los cuerpos fueron destrozados al instante, cayendo sobre las rosas que terminaron por absorber sus restos.

 

Terario de Acuario obedeció la orden transmitida por la rosa en su cuerpo, por lo que generó muros de cristal que no pudieron ser derrumbados por el ataque de las rosas negras, protegiéndose no sólo a él sino también a Nauj y a Jack.

 

Las rosas atravesaron la silueta de Virgo, comprobando realmente que sólo era la manifestación de su espíritu.

— Te equivocas, Adonisia, me has dado poder sobre tu preciado invernadero… En contra de mi voluntad me hiciste parte de él. —El espíritu juntó las manos sobre su pecho desnudo, donde un resplandor nació—. Gracias a eso pude fundirme con él y descubrir la abominación que has cosechado sin saberlo. Lo único que estoy haciendo por ti es mostrarte su verdadera apariencia.

— ¡Cállate! ¡Este jardín es mío, eres mía y debes obedecerme! —el cosmos de Adonisia rugió con fuerza en un intento por retomar el control total de su dimensión.

Las rosas se alzaron del suelo jalando largas raíces que formaron un gigantesco rosal de espinas viviente detrás de la amazona de Piscis.

Aunque te apoderaste de mi cuerpo mi alma es algo que jamás te pertenecerá — Shai cerró los ojos y dejó que su poder se extendiera por el lugar—. Atum’s trial (Juicio de Atum) —musitó, desatando un lúgubre eco que sopló sobre cada flor del lugar.

Adonisia de Piscis vio cientos de cuerpos volver a salir del suelo, sin embargo esta vez eran diferentes, mujeres, todas ellas exactamente iguales una con la otra, copias de una misma chica viva, de piel blanca como porcelana, largo cabello esmeralda ligeramente ondulado, de grandes ojos azules, rostro dulce y hermoso, labios pintados y mejillas sonrosadas, sin prendas que ocultaran su sensual cuerpo.

Todas ellas emergieron de las rosas con alegría y optimismo, mirando el lugar como si hubieran entrado en un sueño del que no deseaban despertar.

El cuerpo de Adonisia tembló, ya sea por ira, alegría o tristeza, la impresión de tal visión la dejó completamente inmóvil y le dificultó el hablar.

 

Confinados entre los muros de cristal, Jack y Nauj no tenían otra alternativa más que ser meros espectadores de lo que sucedía. Aunque intentaron sacar respuestas de Terario, éste continuaba bajo el hechizo de la rosa en su pecho.

 

— … Tan hermosa… —dijo Adonisia cuando una de esas chicas se acercó a ella con amabilidad. La amazona le tocó el rostro, suave, cálido y carente de imperfecciones—. Soy tan hermosa… — musitó, cuando unas pocas lágrimas resbalaron por su cuello. Piscis le colocó una flor roja en el cabello y la contempló con una dicha indescriptible.

La mujer era un espejo de sí misma, lo que había bajo su armadura y máscara. Su jardín se había convertido en un paraíso donde réplicas de su belleza jugueteaban alegres, nunca se había sentido tan feliz en la vida… pero las risas fueron cortadas por un gemido desgarrador, el cual desencadenó muchos más.

La amazona vio que los cadáveres volvían a salir de la tierra, esta vez miles de ellos, los cuales se abalanzaron sobre las doncellas, quienes aterradas intentaban escapar de los huestes del infierno.

— … No… ¡Paren…! —apenas pudo decir, sin moverse, sólo abrazando a la chica que estaba a su lado, como si deseara evitarle un mal que ya presagiaba.

Vio el horror en el rostro de sus réplicas mientras eran ultrajadas por los cadáveres, el roce de sus cuerpos cubiertos de espinas les abrían heridas en la piel, con sus manos comenzaron a arrancarles pedazos de sus preciosas caras, incluso hasta con mordidas. Otros metieron ramas espinosas por sus bocas pintadas, al mismo tiempo que lo hacían por sus entrepiernas lampiñas. Los gritos de cada una fueron desgarradores y casi destrozaron sus tímpanos.

— ¡Basta! ¡Deténganse! —Adonisia gritó, tapándose los oídos, sin poder apartar la vista de aquel escenario dantesco.

Vio a la chica a su lado caer a sus pies, un cadáver le jaló las piernas y otro le sujetó los brazos para evitar que se levantara.

Adonisia no podía moverse, algo en su cerebro lo evitaba. Totalmente en shock sólo fue testigo de cómo esos dos cadáveres putrefactos desgarraban la vagina de su copia con espinas y le arrancaban el rostro a mordidas… Algo se quebró en ella, justo como sucedió aquel día.

La amazona soltó un alarido de dolor, el cual terminó como un rugido bestial pues no existían palabras que pudieran expresar su cólera. Por su voluntad, los tallos espinosos danzaron por el lugar, destruyendo a cada ente infernal esparcido por el invernadero. Las espinas se enredaron en cada uno, moliendo sus huesos, exprimiendo sus jugos malolientes, despedazándolos y aplastándolos sin piedad, tal cual había hecho en el pasado con esos desdichados y el pueblo que la vio nacer.

Una vez que los cadáveres fueron descuartizados por su poder, Adonisia permaneció jadeante de cansancio y de ira que poco a poco se iba transformando en algo diferente. Se tumbó de rodillas al suelo, donde reprimió un gemido de tristeza que no se podía permitir. Molió a golpes las rosas bajo sus manos, intentando recobrar la compostura, pero no podía sacarse de la cabeza las imágenes de esos monstruos violando a las réplicas de sí misma.

Entonces, unas manos tocaron la superficie de su máscara de oro, siendo las de la joven a la que había coronado con una flor roja. Desde el suelo ella la miró con su rostro enrojecido y deforme sobre el que sus ojos azules resaltaban aún más, sobre todo porque le removieron los párpados.

Somos iguales —le dijo, esbozando una sonrisa retorcida—. Ahora lo somos.

Ahora lo somos — repitió otra que se estaba aproximando, tullida y con pedazos de cara colgando de sus mejillas.

Todas nosotras. — Frases similares comenzaron a bombardearla como un ruidoso enjambre que se volvía cada vez más insufrible.

Aterrada y petrificada, Adonisia no pudo evitar que su copia le quitara la máscara del rostro y, sin piedad, la utilizara como un espejo sobre el cual vio su propia cara deforme por viejas cicatrices.

— ¡¡Esa no…!! —Adonisia intentó negarlo como siempre ha hecho, pero ahora que confrontaba su reflejo después de tantos años le fue imposible  — … E-esa… soy yo —murmuró completamente abatida. Sus palabras sirvieron como un escalpelo que abrió las antiguas cicatrices en su cara y la empaparon de sangre.

La máscara dorada frente a ella brilló intensamente, desatando una luz cegadora que la golpeó de lleno y calcinó su ser.

 

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Parajes montañosos del Santuario.

 

El ángel Paris continuó asombrado por lo que veía,  pues acababa de comprobar que en verdad el coraje de los santos labraba milagros... Ahora era testigo de ello. Su oponente, Asis de Sagitario, no sólo evolucionó su cloth, sino también la fuerza de su cosmos ante el cual, por breves instantes, se sintió diminuto.

En el fondo, el santo de Sagitario estaba tan absorto como él, pero supo ocultarlo bien y guardar las dudas para un momento más propicio. Haya sido por su propia fuerza de voluntad o con la ayuda de los dioses, tenía el poder para finalizar esa batalla.

No le importó que Paris estuviera tan perturbado, se abalanzó sobre él y lo golpeó con el puño derecho, primera y única prueba que necesitaba para conocer el nuevo alcance de sus habilidades.

El ángel pestañeó incrédulo cuando el puñetazo del santo le volteó el rostro e hizo girar su cuerpo sobre su propio eje por la potencia del mismo. Paris frenó en el aire antes de estrellarse contra el muro de la montaña, abrumado por el sabor de la sangre en su paladar.

Asis permaneció con el brazo extendido, observando al ángel en la distancia. Para sus adentros sonrió con malicia y sin dudarlo lo persiguió.

Paris apenas se había recuperado del golpe cuando sintió la sombra del santo dorado a su costado. La repentina aparición lo tomó desprevenido, por lo que intentó retroceder mientras arrojaba flechas de energía para cubrirse.

Sagitario ni siquiera se movió, dejó que el cosmos del ángel lo golpeara. Paris observó que sus ataques no tuvieron efecto alguno en la cloth de su adversario

Asis acumuló cosmos en su brazo derecho. — Es hora de que regreses al cielo, ángel —comentó antes de desatar la—: ¡Furia de Quirón! —liberando un atronador rayo blanco que sacudió los casquetes montañosos de la zona.

Paris sintió su cuerpo arder cuando el cúmulo de cosmos estaba por impactarlo, siendo por mero milagro el que pudo quitarse del camino, recibiendo la radiación de la explosión suscitada que abrió heridas y despedazó su gloria.

El ángel cayó estrepitosamente al suelo, apenas consiente. Se apresuró a abrir los ojos cuando resintió la sombra de Sagitario sobre él.

— Se acabó, heraldo de los dioses. Reconoce cuál es tu lugar ahora y quédate allí —musitó, siendo un golpe bajo para Paris, quien ya imaginaba su fin—. Debería eliminarte, pero siento que debo darte la misma oportunidad que me diste por tu gran ego… Dejaré que te retuerzas en dolor y te ahogues en la humillación, y si algún día eres capaz de igualar este milagro, será un placer volver a enfrentarte— explicó, dándose media vuelta y caminando hacia el este, donde sabía se reencontraría con su protegido.

 

Paris permaneció incrédulo al escuchar tales palabras, repitiéndolas una y otra vez en su mente conforme las pisadas del santo de Sagitario se alejaban de la zona. ¿Acababa de ser derrotado por un santo de Atena? Peor aún, ¿un mortal había decidido perdonarle la vida? ¡Qué tonterías! ¡Eso no podía suceder!

La deshonra rápidamente generó un profundo odio que le dio la fuerza necesaria para levantarse, invocar su arco y tensar el hilo sobre el cual se manifestó una flecha blanca muy especial. Reteniendo el aire, Paris apuntó a la espalda del santo de Sagitario y elevó su cosmos con la esperanza de que el proyectil diera en el blanco y cumpliera su cometido. Con la misma técnica con la que logró vencer al gran Aquiles en la era del mito, la saeta detectaría y se clavaría en el punto más vulnerable de cualquier ser vivo, ocasionándole la muerte. Prefirió arriesgarse y morir que regresar ante su señor con otra derrota manchando su nombre.

Paris disparó, la flecha cruzó el aire a gran velocidad y todo indicaba que daría en el blanco sin que éste se percatara siquiera de lo ocurrido. Mas Asis fue mucho más veloz que el proyectil, giró y lo atrapó con la mano, desplazándose hacia Paris a una velocidad imposible.

Paris abrió los ojos desmesuradamente cuando el santo de Sagitario le atravesó el corazón con su propia saeta.

— Contaba con que harías una estupidez como esa… —el santo le murmuró al oído, soltando la flecha blanca incrustada en el pecho del ángel.

Estupefacto, Paris gorgoteó una gran cantidad de sangre, pudiendo sonreír con ironía al final. — …En verdad que eres… un demonio… —dijo antes de morir. Cuando su cuerpo cayó al suelo, éste se desvaneció en estelas de inofensiva luz, desatándose un trueno que resonó en el cielo como lamento de su destrucción.

 

 

 

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El primer golpe reveló a ambos que su enfrentamiento superaría el nivel del que llevaron a cabo en Star Hill, por ende la duración sería menor ya que sus habilidades y fuerzas alcanzaron una escala que no permitía errores. Cada golpe era para destruir y sólo uno de ellos saldrá con vida de tal confrontación.

Sus desplazamientos no se limitaron al cielo de Grecia, llegaron a sobrevolar el mar Mediterráneo durante el intercambio de ataques. Shiryu de Dragón procuró detener cada golpe de Albert con las palmas de las manos, sólo para marcar la superioridad de su técnica, sin embargo, en cierto momento el Patrono de Géminis superó las expectativas y llegó a propinarle un par de puñetazos con la potencia necesaria para empujarlo hacia atrás y ejecutar su técnica —: Galaxian explosion! (¡Explosión de Galaxias!)

Shiryu permitió que el vendaval destructor lo alcanzara para emerger de él y lanzar su —: Rozan Ryu Hisho! (¡Golpe volador del dragón!)

Albert extendió el brazo y contuvo con una sola mano el puño del Patriarca sin que la fuerza desmedida lo empujara hacia atrás, sin embargo, el Patrono se sorprendió al sentir que se le quebró la muñeca , y aún más al ver que numerosos pedazos del brazal de su zohar se desprendieron y volaron en el aire.

Como si el santo del Dragón lo hubiera podido ver, dijo—: No hay armadura invencible, eso lo sé mejor que nadie —afirmó, recordando que en su juventud creía que el escudo del dragón era una coraza indestructible.

— ¿Ésta fue la recompensa de tu traición, una armadura sin identidad? No sabes lo que realmente has perdido por tu ambición—el Patriarca cuestionó con severidad, sin bajar el brazo—. Observa  bien cómo te despojo de ella y sufre al ver de lo que te has privado por darle la espalda al Santuario y a Atena. —El cosmos de Shiryu cubrió su armadura divina y clamó con furia —: Rozan Hyaku Ryu Ha! (¡Cien Dragones de Rozan!)

El santo extendió ambos brazos hacia Albert, liberando un centenar de dragones. Por la corta distancia entre ambos combatientes aquello era inesquivable, pero el Patrono chocó inmediatamente las manos ante él y abrió una ventana a otra dimensión por la que los furibundos dragones entraron para sorpresa del Patriarca.

Albert de inmediato cerró la abertura dimensional sólo para reabrirla y que de esta emergiera la furia de los cien dragones contra su antiguo mentor.

El santo recibió el impacto de su propio poder, el cual detonó sonoramente sobre el mar.

Del océano se levantó una gigantesca columna de agua que volvió a su lugar en forma de pesada lluvia, en medio de ella el santo de Dragón se encontraba mostrando su escudo, intacto y reluciente aun tras recibir el último ataque.

Albert pudo sonreír un poco al ver que un hilo de sangre corría por la ceja izquierda del Pontífice.

— Jamás creí que me vería en la necesidad de luchar contra uno de los héroes que derrotaron al dios del inframundo. —Albert miró su brazal dañado y continuó—. Tu fuerza es sorprendente, no puedo negarlo… pero así como me haces el honor de enfrentarme con todo tu poder, yo deberé hacer uso del mío.

El cosmos de Albert lo cubrió por completo, creciendo aún más y por el que las pupilas de sus ojos desaparecieron ante el fuego cósmico que iluminaban ahora sus ojos. El cabello sobre su frente se alzó, permitiendo que la cicatriz en ella quedara al descubierto, siendo no sólo piel quemada sino el trazo de un círculo con ciertos símbolos en su interior.

Shiryu se arrojó contra el Patrono cuando éste le apuntó con la mano abierta en la distancia, y entonces sintió una fuerza descomunal comprimiendo su tórax con fiereza, frenando su desplazamiento.

Desconcertado, Shiryu se llevó la mano al pecho intentado sobreponerse a la presión que lo aquejaba y le estaba aplastando los órganos internos.

— Bien, ya que no puedo hacer nada contra tu gloriosa armadura no tengo otra alternativa más que emplear la habilidad que durante años todos ustedes se encargaron de estigmatizar, ¡haciéndome sentir culpable de poseerla! —Albert abrió su segunda mano y la cerró con brusquedad, ocasionando aún más dolor en el Patriarca, quien soltó un poco de sangre por la boca al sentir que una mano invisible le estrujó el corazón con violencia—. ¡Pero la que ahora soy libre de utilizar a mi antojo! —El Patrono ahora centró su fuerza mental en el cuello del santo—. ¡Superando cualquiera de mis expectativas! —rió.

Shiryu sintió que la presión ahora lo estrangulaba, impidiéndole respirar al mismo tiempo en que intentaba quebrarle la tráquea.

El semblante del santo se mantuvo sereno pese a las circunstancias, pero al final sólo dijo: — Tu mente pudo haber sido muy prodigiosa, Albert, pero ahora es demasiado inestable como para ser un peligro para mí.

— ¡¿Qué dices?! —reclamó, confundido.

— Puedo sentirlo, detrás de tu convicción de asesinarme hay un segundo pensamiento que te retiene —Shiryu explicó—… el mismo que te llevó a mantener a salvo a la mayoría de los habitantes del Santuario.

— ¡Silencio! —El cosmos de Albert se intensificó, centrando su poder en el corazón de su oponente—. ¡La verdad es que deseaba alargar tu tormento un poco más, pero si lo que me pides es una muerte rápida entonces la tendrás!

El santo se encogió un segundo de dolor, mas rápidamente se sobrepuso y a toda velocidad voló hacia el Patrono de Géminis. — ¡Necio, he vencido a enemigos aun con el corazón mutilado, por lo que tu intento es nada en comparación! Rozan Shoryu Ha! (¡Dragón Naciente!)

Al saber que su psicoquinesis no frenaría más al santo, Albert volvió a abrir de forma inesperada la otra dimensión, esperando que su enemigo se perdiera en el infinito, más Shiryu no detuvo su avance, dio un salto hacia la velocidad máxima con la que pudo entrar a la brecha dimensional, sobrepasándola y emergiendo detrás de ella para encajar el puño en el abdomen de su rival.

La furia del dragón ascendente dejó a Albert no sólo con los ojos desorbitados y con sangre saliendo escandalosamente de su boca, también lo lanzó estrepitosamente hacia el cielo mientras su zohar azul se despedazaba.

 

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Asis llegó rápidamente a donde Arun se había resguardado. El niño corrió sin rumbo hasta encontrar un sitio en el cual refugiarse. Sagitario (y también Paris) jamás perdió de vista el lugar que eligió, por lo que llevó la batalla lejos de allí y se aseguró de que los daños colaterales no alcanzaran su escondrijo: una pequeño hueco en la que sólo un pequeño tan delgado como él era capaz de entrar.

— Puedes salir —dijo, esperando que el chico lo reconociera.

El niño rubio dejó ver primero las manos antes que su cabeza polvorienta, por lo que en cuanto sus ojos distinguieron al santo de Sagitario brillaron con gusto y alegría.

— ¡Señor Asis! —celebró—. ¿Lo logró? Usted ganó, ¿no es así? —preguntó, sin atreverse a tocarlo pues se maravilló por la renovada armadura dorada.

El santo simplemente asintió. — Hiciste bien en obedecer mis órdenes, ¿te encuentras bien? —deseó saber.

Arun asintió, apuñando las manos contra el pecho.

— Bien. El peligro no ha terminado, aún hay enemigos dispersos por el Santuario. Pero como tampoco puedo dejarte aquí ni exponerte, será mejor que busquemos a alguien que pueda cuidar de ti, —Lo sujetó por el brazo y lo cargó, iniciando el vuelo que esta vez el niño pudo disfrutar. Arun se limitó a observar todo y no hacer preguntas, cohibiéndose todavía por ver al gigantesco titán amarillo que se arqueaba sobre la región.

 

Con sus sentidos, Asis pudo detectar una batalla no muy lejos de allí, reconociendo a los contendientes, más le alarmó no poder sentir al resto de los santos de oro. ¿Acaso habían muerto en batalla? Lo dudaba, pero entonces ¿dónde se encontraban?

— Lléveme con la señora Shunrei —el niño pidió de pronto, con mucha más determinación que con la que se expresaba antes—, con mis amigos… con ellos estaré bien, se lo prometo.

Sagitario se concentró y rastreó de mejor forma el Santuario, pudiendo detectar dónde estaban la mayoría de los supervivientes y otros individuos que transmitían un cosmos distinto al de los santos. Al no sentir que hubiera un peligro cerca de ellos, Sagitario accedió a la petición del chico, por lo que rápidamente llegó al Templo del Patriarca, encontrándose con un escenario lleno de soldados heridos siendo atendidos por un variopinto grupo de hombres y mujeres con vestimentas tribales.

 

Cuando el santo dorado se hizo notar todos volvieron su atención a él, siendo tres pequeños quienes rompieron con la tensión al momento al saltar y exclamar el nombre de —: ¡Arun!

El santo soltó al chico justo a tiempo para que solo él recibiera el efusivo abrazo de los tres niños: Ayaka (discípula de Kiki), Víctor (autonombrado escudero de Terario de Acuario) y Mailu (sirviente de la finada bruja Althea), quienes casi lagrimeando lo atiborraron de preguntas.

Asis dejó de prestarles atención cuando la esposa del Patriarca se adelantó.

— Asis, es bueno ver que estás a salvo —dijo ella con claro alivio.

— Señora, desconozco los pormenores que aquí han sufrido, pero parece que ha tenido ayuda… —musitó al ver a los shamanes a su alrededor, ocho de ellos, solo uno con rango de Oficial.

Shunrei asintió, hasta hace poco fue informada de lo que acontecía en el mundo, pues como muchos otros fue convertida en piedra por la magia de la máscara de Medusa. Cuando el hechizo se terminó ella despertó en sus aposentos y pronto se reunió con el shaman Kenta, quien estaba ayudando a Hilda de Polaris y a Bud de Mizar a recuperarse.

Con la aparición del titán dorado un grupo de shamanes arribó al poco tiempo, desde entonces habían ayudado a orientar a los habitantes del Santuario y contenido a aquellos que fueron hechizados por Sennefer y Albert de Géminis.

— Syd… ¿Acaso sabes dónde está mi hijo? —Hilda preguntó de pronto al acercarse al santo de Sagitario, esperanzada de que así como salvó a Arun pudiera saber dónde se encontraba el pequeño Syd.

Asis negó con la cabeza, ocasionando que a Hilda se le oprimiera el pecho de angustia al no saber de él.

— No puedo quedarme —comentó el santo al ver que allí todo parecía controlado—, aún queda…

Asis calló de repente, incluso su gesto cambió a uno de exaltación al percibir primero que nadie una presencia amenazadora aproximándose al lugar.

— Quédense aquí —ordenó, desplazándose a gran velocidad hacia la entrada del Templo del Patriarca, donde permaneció firme como el único guardián que podría hacerle frente al mal que ascendía por las escalinatas que conectaban el recinto con el Templo de Piscis.

Para los sentidos de Asis lo que allí subía no era algo que pudiera catalogar como humano, y sin embargo caminaba y se veía como uno, enfundado en una armadura negra que compartía el mismo toque divino que su cloth había ganado.

 

Seiya de Pegaso se detuvo treinta escalones antes de llegar a la cima desde donde Asis de Sagitario lo miraba con frialdad, pero el santo de Pegaso miraba más allá de él, siendo su próximo objetivo más que claro.

 

FIN DEL CAPÍTULO 61


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"





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