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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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373 respuestas a este tema

#41 Seph_girl

Seph_girl

    Marine Shogun Crisaor / SNK Nurse

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Publicado 11 septiembre 2009 - 23:50

¡Cástor!
Muchacho, que bueno ver que avanzas en esto de un modo u otro XD
Te lo agradezco =3, que gastes algo de tu tiempo leyendo mis ocurrencias XD jajaja y sobretodo que las aguantes (hasta ahora)
Sobre la pronunciación de "Sugita = Suyita" pues para mi es así... el dia que descubra lo contrario, te informo jajajaja xD
Todavía hay muchos personajes que van a aparecer.
ALBERT tiene ese nombre no por ALBERT CAMUS, y si le puse un libro en su ficha es porque es un ratoncito de biblioteca (cuando vi a Degel en Lost canvas dije 'diablos....', pero lo hecho hecho ya estaba XD)
Y... creo que en el primer episodio no dije que signo es SOUVA, pero te aseguro que Acuario no es, a ese lo conoces en el episodio dos.

Bueno, se me juntaron dos meses asi que traigo dos episodios XD
Tendré que hacer doble post por la organizacion, asi que no se molesten XD


*********

Hace 13 años, en el desierto del Sahara.

El viento silbaba frenético e imparable sobre el desierto. El cielo de la noche se perdía entre nubarrones de arena que azotaban las viviendas y carromatos de la caravana que aparcaba junto al oasis.
El sonido del aire se confundía con lamentos de alguien que sufría de terribles torturas.
Una niña que dormía dentro de uno de los carromatos junto a su familia, se despertó asustada y sudorosa por los gritos de agonía que lanzaba el desierto sobre ellos.
Valientemente, optó por encogerse en la esquina donde había echado sus cobijas para dormir.
Allí permaneció, silenciosa en la oscuridad, acongojada por todo sonido y el crujir de la madera de todo el vehículo.
—Eh, Yumma ¿no puedes dormir? —escuchó de una vocecilla traviesa. Una débil vela se encendió momentos después, iluminando tenuemente la vivienda.
La mano de su hermano mayor sujetaba el fuego, mientras sus padres dormían plácidamente un poco más allá junto a los barriles de agua.
La niña morena negó con la cabeza, abrazándose a si misma mientras las numerosas trenzas de su cabello oscuro se sacudieron.
—¿Tienes miedo? —Hasan, quien sólo era mayor por dos años, preguntó con un gesto adormilado.
Yumma negó nuevamente, ocultando su temor, pues le molesta que Hasan se burle de ella.
—Bien, entonces ¿quieres que te cuente una historia para que puedas volver a dormir? —se ofreció, gateando hasta llegar a donde Yumma quien alzó los hombros con indiferencia.
Volteó para asegurar que sus padres continuaran durmiendo, comenzando el relato con voz baja— ¿Has escuchado la historia del príncipe olvidado del desierto? —Yumma volvió a mover la cabeza de arriba hacia abajo, logrando que Hasan sonriera—. Me tocó escucharla una vez, junto a la fogata. El viejo Dakarai contó que hace mucho mucho tiempo, cuando las pirámides eran nuevas, un príncipe levantó un ejército para hacerse del poder del rey. Devastó ciudades, aniquiló en su totalidad a las tropas reales y a toda persona que no se inclinó ante él —adornó el relato con movimientos de manos y brazos, imitando los ajetreos de espadas, escudos y lanzas.
Yumma siempre ha sido fácil de impresionar, por lo que las densas sombras dentro de la vivienda cobraron vida y pintaron escenarios escalofriantes.
—Cuando estaba a punto de tomar la ciudad principal y asesinar al rey, un bravo guerrero de otras tierras apareció, venciendo al príncipe y diezmando a su feroz batallón con un soplido de su fuerza —sus labios emitieron el sonido de una explosión.
Yumma sonrió ante la aparición del héroe en la historia, mostrándose entusiasmada— Así se logró la paz y la calma una vez más. Pero la historia no termina ahí, no ¿Qué crees que sucedió con el príncipe?
Yumma pronunció un leve— No lo sé…—descartando su mudez.
—El príncipe recibió un duro castigo, fue enterrado vivo en algún lugar oculto de este desierto. Su espíritu errante se encuentra atado a él.
Yumma comenzó a encogerse de nuevo, apretando los labios para no gritar— Las tormentas de arena son una forma en la que el desierto acalla sus gritos de auxilio, su agonia y furia… Por eso, cuando el viento sopla así creemos escuchar llantos y lamentos. La verdad es que es la voz retumbante del príncipe que exige ser liberado… —se inclinó a su hermana, bajando la voz todavía más—. Y se dice que un día él volverá tan hambriento, que lo primero que querrá comer es la carne de pequeñas niñas que merodeen por sus dominios…

Un inesperado y sonoro grito hizo saltar al matrimonio de su colchón. Retiraron con prisa las mantas sólo para correr hacia Yumma quien lloraba escandalosamente, mientras Hasan reprimía su risa detrás de unas cajas de víveres.
—¡¿Hasan, qué has hecho?! —recriminó el padre, reconociendo bien la travesura de su hijo—. ¿Cuántas veces tendré que decirte que no alteres así a tu hermana? Es malo para su salud y lo sabes —lo sujetó por el brazo para sacarlo de su escondite.
La madre consolaba a la pequeña que preguntaba una y otra vez si la historia era verdad o mentira.
—No fue mi intención padre, Yumma no podía dormir, yo únicamente le conté un cuento, no es mi culpa que sea una miedosa —renegó Hasan, no temiendo a los golpes que de seguro recibirá de su padre.

El viento continuaba golpeando el toldo del carromato y las ventanas tableadas. De pronto, el aullido del viento se transformó en verdaderos gritos de agonía. La familia escuchó un gran barullo en las afueras. Los animales mugieron y relincharon histéricos. Sonidos de maderos estallando los conmocionó. Las aguas del oasis convertidas en olas que rompían contra la orilla los hizo temblar.
Hasan buscó refugio inmediato junto a su madre quien lo abrazó presa del pánico.
El hombre caminó despacio hacia una de las ventanas, quitando el seguro, alzando ligeramente la protección para mirar por una delgada fisura. En el exterior todo era un caos, incluso pudo distinguir algo de fuego en la vivienda de enfrente. Vio a muchos de sus amigos y socios correr despavoridos, estos caían al suelo machacados por una fuerza invisible que destrozaba sus cuerpos y los mataba al instante. El viento levantaba el fluido carmesí de los despojos, convirtiéndolos en hilos que subían y se unían para formar esferas de sangre.
El hombre sudó frío cuando una silueta tenebrosa apareció caminando por encima de los cadáveres, la misma que reunía la sangre que se acumulaba alrededor de las dos alas demoníacas que crecían de su torso.
Cayó de espaldas cuando el fulgor rojo de esos ojos lo encontraron. Se arrastró hacia su familia a la que abrazó en un intento por protegerla, mas sabía bien que no tendría ninguna oportunidad.

Mas ese hombre no tuvo que probar su valía. El carromato fue comprimido por una fuerza sobrenatural que trituró todo lo que había en su interior. Debajo de los maderos y restos, emergió el fluido vital, formando otra esfera escarlata.
Todo el caos se desvaneció en cuanto el viento dejó de silbar. Se despejó el cielo, pero la luna permaneció oculta, tal vez por miedo al escenario bajo ella.
La ensombrecida entidad contempló complacida la cantidad de sangre que ha recolectado, vanagloriándose de ello. Sus alas se batieron un par de veces para emprender el vuelo, perdiéndose en la oscuridad.



Capitulo 8
Lazos

Grecia, Santuario de Atena. Tiempo actual.

—¡No peleen más! —se impuso el pelirrojo, clavando miradas iracundas a los extranjeros. Sieg se plantó entre las fuerzas defensoras e invasoras del Santuario—. Santos de plata, les suplico que dejen que me encargue de esto —pidió, de espaldas a los guerreros plateados.
Los aludidos se exaltaron, siendo el Centauro quien alzó la voz en medio de carcajadas— Un pobre novato como tú debería saber cuál es su lugar… Apártate maldito inconsciente, que si no, te quitaré yo mismo… —los pocos pasos que dio fueron torpes, y no pasó desapercibido por nadie.
—Inconsciente sería dejarte continuar peleando —añadió Sieg, apartando su respeto e interés en el plateado—. Escuchen guerreros de Asgard, ¿cuál es el significado de este atropello? ¿Acaso Odín los ha enviado a iniciar una absurda guerra santa, o las estepas de hielo se han vuelto insípidas y están actuando por cuenta propia? —encaró con frialdad a Sergei y Aifor quienes se pusieron de pie y sostuvieron la fuerte mirada de su compatriota.
El impaciente y tuerto Centauro bien pudo extender su cosmos y reanudar el combate, mas el sensato Vergil ya lo había detenido al aparecer frente a él. La condición de Nimrod era crítica, pero su orgullo y coraje le impedían darse cuenta de lo cerca que estaba de morir.
—Después de tanto tiempo, ¿así es como nos trata, comandante? —el joven manipulador de fuego y hielo se limpió el rostro, dejando ver claramente su cara joven y bonachona.

La amazona de Perseo cubrió su rostro con una máscara provisional, la misma que utiliza cuando no porta la cloth de plata.
Al revelarse el vínculo del aprendiz con los invasores, Elphaba miró rabiosa a Sieg. La traición es algo que no toleraba.
Ahora sabía que se trataban de dioses guerreros de Asgard, la misma orden de guerreros sagrados que su maestro Seiya y amigos enfrentaron años atrás. ¿Por qué estarían realmente en el Santuario?

—Dejé de ser su comandante hace tiempo, y sólo por eso es que les daré la oportunidad de explicarse, Sergei de Ariotho —miró acusadoramente al de ojos salvajes—, Aifor de Merak —y al joven cuyo brazo se mantenía petrificado—, no me obliguen a pelear contra ustedes —les advirtió seriamente.
—No habrá necesidad de hacerlo —aclaró la pacifica voz que desconcertó a los ahí reunidos—. Guerreros Sagrados, agradezco su asistencia —dijo el recién llegado Patriarca para sorpresa de sus guerreros.
Tanto santos como guardias y aprendices que permanecían en la zona se consternaron al ver al Patriarca apareciendo junto a sus maestros y algunos santos dorados.
Sergei y Aifor cruzaron un brazo sobre el pecho e inclinaron levemente la cabeza, dejando toda hostilidad a un lado.
—¿Pero qué…? —calló Sieg cuando el Patriarca le tocara el hombro suavemente.
—Descuida, todo está bien —Shiryu buscó tranquilizarlo—. Por favor, encárguense de los heridos —pidió Shiryu a los maestros que se separaron para confortar a sus alumnos abatidos, mientras los tres santos de oro vigilaron a sus camaradas de plata.
También apareció un pequeño grupo de amazonas con algunos suministros médicos. Fueron hacia aquellos que necesitaban de atención.
Entre dos chicas enmascaradas lograron sentar al Centauro y únicamente porque sus piernas fallaron es por lo que lograron darle acomodo en la rudimentaria camilla. Estaba totalmente adolorido por las serias quemaduras en su piel, y no había muchas esperanzas para su ojo derecho.

Elphaba se negó a la atención de una de ellas, pero hasta que su maestro le recriminó con un gesto autoritario, es que se abstuvo de interferir.

Vergil fue el que cayó instantáneamente a los brazos de otras dos mujeres al sentirse desfallecer por el dolor asfixiante en su pecho.

El Patriarca permaneció con los tres asgarianos un poco más, siendo Aifor quien sintiera un poco de remordimiento al ver a los plateados heridos y dijera— No era nuestra intención llegar a tanto… Lo sentimos.
—Nada de eso, soy yo quien debe disculparse. Lamento mucho haberlos puesto en esta situación que, aunque drástica, fue reveladora —no había resentimiento en la voz del Patriarca, sino la misma actitud amable y honesta que lo volvían querido en las tierras de Odín—. Aifor, has crecido bien, no tenía idea de que Hyoga pudiera ser tan buen maestro.
—Gracias por el cumplido, pero aún me falta mucho. Le agradezco por la oportunidad de probar mis habilidades fuera de Asgard, fue toda una experiencia —respondió el joven sin demasiado alarde.
—Sergei, mi amigo —el rostro aguerrido del guerrero de Épsilon era otro cuando trataba con el Patriarca, tan humano como el de cualquiera de los que estaban por allí—, no me equivoqué contigo cuando nos conocimos en Rusia, eres un buen sucesor a tu estrella guardiana. Disculpa si fue rudo para ti...
—En lo absoluto —respondió el guerrero divino con un respeto genuino hacia el hombre que le había salvado la vida en el pasado—. Pero ¿qué pasará con Aullido? —se mostró preocupado por su compañero cuadrúproblema.
—Y también Elke —secundó Merak, observando hacia donde la estatua de su compañera continuaba de una pieza.

Shiryu dio media vuelta y se dirigió a sus tres santos de plata, quienes eran tratados para ser llevados al templo de curación.
—Espero y me perdonen caballeros —habló para ellos, buscando su atención—. Debo dejar las cosas en claro, pues fui yo quien pidió a los dioses guerreros que vinieran y atacaran el Santuario.
El Centauro sonrió sádicamente con los ojos cerrados, mientras que Elphaba permaneció muda y Vergil cuestionó débilmente la razón, ya que no alcanzaba a comprenderla del todo.
—Deseaba saber que tan bien nuestra gente podía responder a un atentado de esta índole, por lo que entre más real pareciera para ustedes, mejor sería su desempeño y el resultado… Sin embargo, estoy un poco decepcionado por la facilidad en la que tres guerreros pudieron superar las barreras del Santuario.
—Ah, yo los llamaría creativos, lo del hielo nunca se me hubiera ocurrido —comentó el animado Souva quien fue reprendido por los ojos acusadores de Albert.
Aifor se rascó la cabeza un poco apenado.
—Es deplorable la forma en la que fueron inutilizados… Mas eso ocurre cuando hombres ordinarios enfrentan a guerreros de elite —masculló Géminis con soberbia.
—Pero mi admiración permanece con ustedes tres, santos de plata —prosiguió el Patriarca—. Vergil, tu maestro puede estar orgulloso, has aprendido de él a utilizar tu fuerza y también a mantener un corazón noble palpitando en tu pecho, una cualidad de gran valor en un caballero estos días.
Cerbero sonrió débilmente, dichoso por saber que el Patriarca se sentía satisfecho con su labor.
—Nimrod, no discuto el gran poder que has labrado, me recuerdan a las terribles flamas del Fénix, por lo que eres un fuerte aliado. La potencia de tus llamas se alimentan de tus pasiones, pero debes recordar que la ira y el deseo no son tan fuertes como la justicia y el honor.
El santo del Centauro se tragó sus comentarios, no iba a discutir con el Patriarca, mucho menos en su deplorable estado y con una derrota manchando sus méritos.
—Y finalmente Elphaba, tu habilidad es indiscutible y tu poder tremendo. Eres digna protectora del tesoro de Atena, el escudo de Medusa. Seiya te ha enseñado bien —le sonrió en complicidad al Pegaso—, y por ello es que a partir de ahora te confío que seas la custodia de las puertas del Santuario. Un puesto que ocuparás una vez que sanen tus heridas.
Elphaba separó los labios sorprendida, pero no fue capaz de emitir palabra por unos momentos.
El corazón de Seiya bombeó con genuino orgullo, tenía una discípula extraordinaria.
—Gran Patriarca… no defraudaré la confianza que deposita en mí, ni tampoco a usted maestro —sonrió Perseo cálidamente a ambos señores del Santuario.
—Sé que harás un buen trabajo. Ahora, si no es mucho esfuerzo para ti desearía que desvanecieras el efecto de Medusa de nuestros visitantes ¿crees poder hacerlo?
Elphaba no dudó—Si el Patriarca lo ordena, así se hará —con claro sobreesfuerzo, la joven de tiesos cabellos negros cerró los ojos. Apareció un sutil destello verdoso alrededor de su armadura, haciendo reaccionar a la congelada máscara de Medusa. Los peligrosos ojos de la máscara se abrieron, liberando una tenue luz aguamarina de la surgieron dos pequeñas esferas (una por cada ojo) que sobrepasaron el cristal y sobrevolaron alrededor del lobo petrificado, cubriéndolo con un suave resplandor. Siguió la guerrera de Phecda y a los infortunados aspirantes a caballeros. Finalmente se encargaron del brazo de Aifor y de los vestigios de roca en las armaduras divinas de Ariotho y Merak.
No ocurrió una reacción inmediata, mas a lo pocos segundos, la dura capa de piedra comenzó a desmoronarse y los colores vivos volvieron a ser tocados por el sol.

Como si pudiera leer la mente de su joven amigo, Souva explicó a Sugita— Es la primera vez que lo veo, pero ya había escuchado que la amazona de Perseo logró dominar el poder de Medusa a niveles nunca antes visto. Desde la mitología, la Gorgona Medusa no tenía control sobre su propia maldición y poder, lo mismo ocurre con los santos de Perseo. Sólo hasta que ellos mueren es que la maldición se termina… pero parece que Elphaba proviene de una familia de antiguos hechiceros, por lo que puede darse el lujo de equivocarse y reparar su error ¿sorprendente, no lo crees?
Sugita sólo asintió un par de veces, maravillado por tal habilidad que le despertó una mezcla de temor y admiración.

Sergei se dirigió a donde su inseparable amigo volvía a la normalidad poco a poco, hincándose a su lado para confortarlo. El lobo respiró de forma agitada en su regazo, pero se encontraba ileso. Épsilon le acarició la cabeza con cuidado— Hiciste un buen trabajo amigo, lamento que hayas tenido que pasar un mal rato —le dijo, exponiendo una mirada suave.
El lobo alzó la cabeza y lamió un par de veces la mejilla de su amo.

Aifor y Sieg corrieron hacia Elke, mientras Souva y Sugita acudieron a sostener a los mareados y desorientados aprendices.
Elke se tambaleó hacia atrás cuando los brazos de Sieg la sostuvieron con fuerza, reteniéndola a su lado.
Los ojos de la guerrera de Phecda se abrieron un poco, reconociendo el rostro junto a ella al que llamó— ¿Freya… eres tú? —aturdida, la guerrera parpadeó con pesadez.
El que se hacia llamar Sieg en el Santuario asintió, logrando que Sugita se sobresaltara y mirara cuidadosamente al que desde el inicio creyó un hombre.
Souva chifló divertido mientras uno de los estudiantes se aferraba a su hombro.
—¿Eres una chica? —se le escapó decir al joven Capricornio, ruborizándose al saber que su pensamiento salió de forma indiscreta.
Aquella quien en Asgard respondía el nombre de Freya, asintió malhumorada— Supongo que no tiene caso seguir fingiendo con ellos aquí… —musitó con desgano.

—¿Una mujer? —se sorprendió Shaina al escucharlo de Shiryu.
Las amazonas partieron con los heridos hacia el templo donde recibirían tratamiento.
El Patriarca asintió para los ojos curiosos de Seiya y Albert quienes mostraban interés en el tema— Hará alrededor de dos años que la reina Hilda envió a Sieg ante mí, pidiéndome que le dejara entrenar en el Santuario y lo adiestrara un poco en las técnicas del dragón. Con el trato diario descubrí que no era lo que aparentaba, y cuando cuestioné sus razones me pidió que le permitiera continuar así, pues no deseaba recibir un trato diferente sólo por ser mujer.
—Es evidente que no tiene idea de lo duro que puede ser el entrenamiento de una amazona —agregó Shaina, claramente ofendida.
—Te ruego me disculpes Shaina, pero al tratarse de un favor especial no pude negarme.
—¿Tú lo sabías? —la amazona reprendió a Seiya quien, con la vista, trataba de encontrar el cuerpo de una chica debajo de los holgados ropajes con los que Freya escondió bien su identidad.
—¿Bromeas? Por supuesto que no —respondió el Pegaso, temeroso de la hostilidad que sentía de su mujer—. Pero de que Hilda la envió es cierto.
—Un dios guerrero de Asgard entrenando dentro de nuestras propias filas… —meditó Albert—. Con el debido respeto Patriarca, ¿acaso no ve la peligrosidad que puede implicar? ¿Por qué confía tan ciegamente en quienes fueron sus mortales enemigos en el pasado? Primero un marino y ahora dioses guerreros ¿qué seguirá?
—¿Un marino? —Seiya no estaba enterado de tal cuestión.
—Basta Albert, este no es el lugar para discutirlo —aclaró el Patriarca, girando el rostro hacia donde su santo dorado le miraba con oposición—, pero sabes bien que uno de los fundamentos principales de ésta nueva orden de caballería es la de mostrar hermandad y crear lazos diplomáticos con el resto de los guerreros que existen en el mundo… Esos fueron los deseos de Atena.
—Y lo entiendo, pero no acosta de… —Albert calló cuando el Pegaso respaldara al Patriarca, y con un gesto severo le recordara quién era él y quienes ellos.
Ante el abrupto silencio de Albert, el Patriarca prosiguió— Traten a los heridos y que todos se tomen el resto del día libre —ordenó—. Y les pido que traten a nuestros visitantes como invitados. Ya Shunrei debe tener listo sus aposentos ¿Seiya, me acompañas? —pidió conforme dio unos pasos, esperando que él le siguiera.


El Pegaso y el Dragón partieron sin séquito alguno, empezando su camino hacia el gran salón.
—Estás pensativo mi amigo ¿qué ocurre? —inquirió Shiryu deteniéndose en los peldaños. Sabía que el silencio de Seiya sólo era equivalente a la preocupación que lo embargaba en su momento.
—¿Yo preocupado? —repitió tras un respingo—. Debería preguntártelo yo a ti
El antiguo dragón sonrió en confianza para decir— Tú primero.
—Bien, bien —accedió, resoplando—, me molesta que Géminis se tome tantas libertades para hablar de esa forma, parece que olvida quién es el Patriarca aquí…
—Curioso, siempre he visto mucho de ti en Albert —siempre le ha molestado la comparación, por lo que fue intencional—. ¿Será eso por lo que le demuestras tan poca fe?
—Por favor Shiryu, ese no es el caso y lo sabes —añadió el Pegaso seriamente—. Si tuviera otra clase de comportamiento no sentiría ésta preocupación, pero cada vez que soy testigo de la forma en la que trata de imponer su autoridad, incluso por encima de la tuya es… —explicó frustrado, recuperando compostura casi al instante—. ¿Tú me entiendes no es así? No desearía ver que todo eso se repitiera nuevamente y terminaras como Shion.
—Sabes que te entiendo mejor que nadie… Es desconcertante que nuestro Géminis posea ese inquietante espíritu por el que se crean malentendidos. Sin embargo, descubrí que no por esas coincidencias es que debo desconfiar en Albert; el miedo infundido por lo que ocurrió en el pasado no debe controlar el futuro. Saga de Géminis fue responsable de muchos actos atroces, pero también debes recordar que al final fue un héroe, justo como el resto de los santos dorados. También, Albert fue mi discípulo desde temprana edad y por eso tengo confianza en él.
—Eso lo sé… —Seiya musitó no muy convencido.
Shiryu sonrió para agregar— Mi amigo, no te distraigas por detalles insignificantes, ya he tomado precauciones. No uso máscara ¿cierto? —reanudó su marcha.
—Ja- ja- ja eso no es gracioso —añadió Seiya arrugando la frente—. Tu turno —pues así fue el acuerdo que pactaron hace años, compartir todas sus mortificaciones, buscando hacer más llevaderos sus cargos dentro del Santuario.
Shiryu volvió a detenerse, inclinando el rostro hacia la calidez del sol, y sin más respondió— Comienzo a creer que estamos errando el camino por el que formamos a nuestros santos —confesó con tristeza.
—¿Qué estás diciendo? ¿Por qué dices tal cosa? —se extrañó el Pegaso—. No lo entiendo Shiryu, inculcar la disciplina, justicia y el honor han sido conceptos fundamentales para su formación. Se les da un propósito que los hace formar metas y sueños. Se vuelven hombres honestos y de bien… ¿qué es lo que está mal con eso?
—¿Se convierten en santos y después qué hay para ellos? —deseó escuchar de su compañero.
—Velar por las personas, por el Santuario, mantener la paz.
—La paz que Atena logró fue a base de guerras y sangre… —se giró Shiryu cuando el viento soplara en dirección al Pegaso—. La que respiramos estos días debe prevalecer pero no con la violencia como respuesta a todos los contratiempos… Y aún así, con lo que vi el día de hoy, descubro con pesar que muchos de nuestros guerreros más experimentados reaccionaron con alegría por el que invadieran nuestro hogar, con éxtasis por pelear con enemigos desconocidos, júbilo por la batalla sin cuartel…
Seiya dudó qué responder ante esas observaciones, pero al final habló— La actitud de Nimrod de Centauro no significa que todos terminarán o sean así.
—No lo digo sólo por él… —no deseó nombrar a otros— Le estamos dando poder a estos jóvenes, pero algunos llegarán a sentirse insatisfechos cuando lo obtengan. Se preguntaran qué hacer con el. Aplicarlo en la vida diaria es difícil y a la vez tentador... El conocimiento sobre el cosmos es vasto y bondadoso, pero únicamente en la batalla es que puede desatarse en su máximo esplendor… Estamos creando guerreros Seiya, no importa cómo lo veamos —sentenció cabizbajo el Patriarca.
—Shiryu… —no sabía qué decir para alentar a su camarada.
—Creo que ha llegado el tiempo en que los santos de Atena se involucren más con las personas y con el mundo —agregó inesperadamente el Patriarca con una sonrisa—. Y Rodorio es muy pequeño para ello —una idea comenzaba a vislumbrarse en su mente—. No sólo haremos el bien para ellos al filo de los conflictos, hay otras formas de pasar los días que en entrenamientos o meditaciones.
—¿Shiryu, qué planeas? —intentó saberlo, mas el Patriarca apretó el paso hacia su templo y debía hacer lo mismo para darle alcance..


Cayó la noche dentro del Santuario, el cielo despejado permitía un espectáculo estelar inspirador y de ensueño. Algunos de los habitantes abandonaron las barracas para admirar el panorama. Amigos se reunieron alrededor de fogatas en una improvisada cena. Algunos enamorados buscaban un lugar alejado y privado donde pudieran pasar un tiempo a solas.
Eran jóvenes, la bondad de los señores del Santuario les permitía tener ciertas libertades mientras se mantuviera el orden y cero exhibicionismo.

Desde la ventana, un joven asgariano mira fijamente hacia las oscuras formaciones rocosas, sobretodo hacia los puntos donde se alzan las fogatas que emiten luces anaranjadas, risas y diversión. Con gesto aburrido es que apoyaba su codo sobre el marco de madera, resoplando al escuchar la incesante charla que ocurría en el interior de la cabaña en la que les permitieron hospedarse.
Sin llevar su armadura divina, Aifor de Merak no era tan diferente a los chicos de allá afuera. Quince años (tal vez un poco menos) se reflejaban en la delgadez de sus músculos y sus gestos todavía algo infantiles. Su cabello largo se removió un poco por la gentil brisa nocturna que lo obligó a bostezar, bien podría quedar dormido allí mismo. Vestía ropas ligeras de colores rojos y blancos, con ciertos bordados oscuros muy propios de las tierras de Asgard. De su cuello colgaba una cadena de oro donde un dije circular colgaba a la altura de su diafragma.
Cansado del parloteo femenino de sus dos compañeras, Aifor silenciosamente se trepó a la ventana. De un movimiento sigiloso subió al techo de la vivienda donde ya se encontraba otro par.
—¿Les molesta si los acompaño? —dijo sonriente, acomodándose entre las vigas de madera del tejado inclinado. Aifor palpó la cabeza del lobo que en esos momentos se comportaba como si fuera un amigable perro casero.

Sergei contemplaba la luna menguante en el firmamento. Estaban tan lejos de casa que le provocaba nostalgia no encontrar las estrellas que suele admirar por las noches.
Pese a que posee un aspecto desaliñado por sus peculiares ojos dorados, el guerrero de Épsilon viste bien. Con un atuendo oscuro y azul ceñido al cuerpo, podría fingir ser hijo de algún noble.
El joven Merak vio los vendajes en los brazos de Sergei y preguntó —¿Te encuentras mejor?
Saliendo de su transe, el guerrero de Ariotho miró de reojo a su hermano asgariano— No es nada de lo que deba preocuparme, en peor estado terminaron los hombres del Santuario.
—Sí… creo que peleamos con mucho entusiasmo…
—Error — Sergei dijo precipitadamente, carente de remordimientos por sus acciones en batalla—, fueron ellos quienes lo hicieron así, obligándonos a imitarles. Nos habrían matado de haber podido, sobretodo la bruja con su poderosa magia.
—En eso no pienso discutir —Aifor se recostó sobre el tejado, siendo una invitación para que el cuadrúproblema se acercara para juguetear—, pero fue muy interesante. Lo que el señor Hyoga dijo sobre el Santuario es cierto, son guerreros sobresalientes. Me alegra seamos aliados y no enemigos… sería una lástima tener que enfrentarnos a gente como ellos en una batalla de verdad.
Sergei observó con atención a Aifor y a Aullido jugando como si pertenecieran a la misma camada. Ese cuadro lo hizo sentirse afligido por una memoria reprimida que intentaba materializarse frente a sus ojos, mas Sergei cerró fuertemente los parpados y extinguió dicha ilusión.

En el interior de la vivienda, las voces de dos mujeres se rehusaban a cesar. Ni siquiera se percataron de la discreta huida de sus otros compañeros.
Sobre una de las cuatro literas que había junto a la pared, la guerrera de Phecda se encontraba recostada, cuestionando a la pelirroja. Freya parecía un animal recién enjaulado, caminaba de un lugar a otro dentro de las cuatro paredes.
—¡No pienso regresar todavía y es definitivo! —repitió nuevamente, con los brazos cruzados.
Tras asearse, el rojo de su cabello se intensificó y las puntas de su bien peinada melena terminaban en un sutil rizo que realzaba lo fino de su blanco rostro. Sus ropaje, a insistencia de los suyos, volvían a ser los de una guerrera de Asgard: un uniforme ajustado color azul y mallas blancas.
—Sí que eres testaruda —comentó osada la mujer tras morder una jugosa manzana. Su aspecto denotaba algunos años más que los que poseía Freya, como si fuera una especie de hermana mayor de la misma—, pero qué podía esperar después de todo éste tiempo fingiendo de varón, incluso olías como uno —sonrió divertida, masticando con placer la fruta roja— Te diste una buena vida, ¿no es así?
—Sabes perfectamente que mi estancia aquí es para entrenar, y la señora Hilda lo aprobó —recalcó, arisca.
—Así es, pero lo que se convirtió en seis meses se volvió un año, y ahora dos, ¿crees que no hay cosas que hacer en casa? Además el Patriarca es un hombre muy ocupado, es tiempo de que dejes de ser una molestia —agregó con severidad—. Por otro lado, tu padre envejece cada día más, debes responsabilizarte de los asuntos de tu familia.
Ser hija única de una familia tan acaudalada siempre ha sido un peso que se esforzaba por sobrellevar. Y siendo mujer sus esfuerzos debían triplicarse para hacer honor al linaje familiar, sobretodo ahora que era la heredera legitima de grandes riquezas.
—¿No piensan dejarme otra salida verdad? —cuestionó, comenzando a resignarse.
—Es el momento ideal Freya, vinimos hasta aquí a cumplir con esta pequeña tarea, no nos marcharemos con las manos vacías —se levantó la alta mujer para encarar de cerca a su indecisa camarada—. La señora Hilda desea que vuelvas a casa, por tus padres.


A lo lejos, entre la oscuridad, un hombre vigila la cabaña. Estaba en su naturaleza ser desconfiado pese a que se le acusara frecuentemente de severo o paranoico.
—¿No crees que estás exagerando? —alguien le preguntó, apareciendo en las cercanías.
El caballero de Géminis observó al Escorpión trayendo consigo dos vasos de cerámica llenos de una bebida rojiza. Souva le extendió uno de ellos, aceptándolo.
Souva se sentó al filo del camino y bebió tranquilamente el ponche que le obsequiaron por ahí.
—No está demás tomar precauciones… Especialmente por si algún orgulloso plateado decidiera buscar un desquite.
—Comparto ese sentir —dijo el Escorpión, algo sorprendido por el que Albert pensara en eso y no en que los guerreros de Asgard tramaran algo—, pero no creo que Calíope les permita abandonar la enfermería hasta reponerse por completo, y tú sabes cómo es ella —añadió, sintiendo lástima por la pobre alma que se atreva a contradecir a la dichosa amazona—. Es una pena que no pudiéramos participar, me habría fascinado enfrentarme a la mujer —comentó tras un suspiró de resignación.
—No me sorprende —musitó Géminis. Atraído por el eleve aroma a licor que había en la bebida, dio un trago que le resultó completamente amargo.
Los ojos de Souva descubrieron una silueta que caminaba rumbo a la choza. Albert lo identificó primero y no pudo evitar preguntarse qué es lo que tramaba el chico.
Souva silbó descaradamente, se sintió igualmente intrigado— Creo que está comenzando a aprender de mí —sonrió divertido.

Sugita tocó a la puerta un par de veces y aguardó una respuesta.
—¿Si? —escuchó desde un punto alto. El joven miró hacia arriba y encontró al guerrero de nombre Aifor en el techo. Retrocedió un poco por los plateados colmillos del lobo que estaba a su lado.
Capricornio y Merack eran casi de la misma edad. Por la insignia que llevaba en el cinturón, Aifor supo que trataba con un santo de oro. Le pareció extraño, pero a la vez familiar, encontrar a alguien tan joven en un rango tan alto.
Sugita sintió lo mismo, de alguna forma ya no se sentía tan preocupado por tal insignificancia. No pudieron evitar sentirse identificados uno con el otro.
—Disculpa, quisiera hablar con Sie… ¡es decir, Freya! —se apresuró a corregir.
—¿A la comandante? —preguntó extrañado el asgariano.
No hizo falta ir a buscarle, pues la misma Freya abrió la puerta de la vivienda al escuchar el barullo. Sugita se sonrojó al no ver más al joven cascarrabias que conoció. Era increíble como unas vendas, ropa holgada y un peinado podían convertir a una chica de tan buena figura en un varón. Vestía ahora un atuendo que se pegaba a sus curvaturas, y un escote que le marcaba perfectamente el busto.
Seguro muchos en el Santuario se sentirán unos completos idiotas por no haberlo descubierto hasta ahora.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó ella con fastidio. Fue claro que su carácter seguía siendo el mismo, eso nunca lo fingió. Pero por alguna razón, ahora era mucho más intimidante.
—Vaya comandante, ¿es esta la razón por la que no quiere volver a casa? —bromeó sarcástico el guerrero de Merack.
—¡Cierra la boca Aifor, o tendré que darte una tunda como cuando eras un chiquillo! ¡Y no me importaría hacerlo delante de él! —le advirtió, impaciente.
—Hmm mejor los dejo solos, de todas maneras ya me dio hambre —dijo inmediatamente el chico con un rictus de pánico.
—Y nada de estar fisgoneando— le aclaró aunque lo haya perdido de vista.

Freya se mantuvo en silencio sólo hasta que comprobó que todos habían vuelto al interior de la cabaña. Cerró la puerta esperando tener una conversación más privada en el exterior— ¿Y bien? ¿Qué pasa?— preguntó.
—Yo sólo….— Sugita dudó un momento, pero aunque fuera una insignificancia, tenía que decirlo para tener la conciencia tranquila—, lamento no haberme dado cuenta antes. Disculpa si en algún momento te agredí con mi comportamiento.
Freya se cruzó de brazos y frunció el entrecejo— Es por esas actitudes que decidí vestirme de hombre y entrenar como tal —explicó ella—. No importa que tanto digan que pelearán en serio contra una mujer, una parte de ustedes manda órdenes subconscientes a su cerebro y eso los reprime. Si en verdad iba a mejorar mis capacidades, no quería esa clase de cadenas alrededor de mis compañeros.
—Eres valiente Sieg… digo, Freya, te admiro por tu tenacidad —dijo el santo con clara honestidad—. Supongo que cuando nos conocimos no me enfrentaste con todo tu poder, después de todo eres una guerrera divina de Asgard.
—Como ya te lo he dicho, te subestimé y jamás va a volver a repetirse —aseguró ella con vanidad.
—Eso lo sé —sonrió—. Ahora que tus compañeros han venido hasta aquí, supongo que volverás a tu tierra, ¿no es así?
—Tengo qué… Parece que es hora de que reclame mis deberes familiares y mi posición ante la señora Hilda —respondió no muy emocionada. Freya calló de pronto, lanzado una feroz mirada a Sugita ¿cómo podía responderle todo con esa facilidad? Ha golpeado a muchos otros por menos atrevimiento que el suyo—. No sé porque te cuento éstas cosas —añadió con apatía.
—Tal vez porque has aprendido a confiar en mí— sonrió más todavía—Es bueno que vuelvas a casa. Aunque es una pena, uno de los pocos amigos que he hecho aquí se marchará.
La asgariana no dijo palabra. A decir verdad no había considerado a Sugita como su amigo, pero tampoco le desagradaba como para rechazar su amistad.
En esos dos años que fue Sieg, convivió con otros jóvenes pero evitó algún lazo con ellos, pues sabía que la charada no duraría para siempre, y no deseaba lastimar a nadie con su engaño.
—Yo quisiera partir cuanto antes, pero el Patriarca ha insistido en que permanezcamos unos días más —explicó Freya, entrecerrando los ojos— Mis compañeros han aceptado, quieren disfrutar del sol, dicen —suspiró con fuerza.
—No pareces muy entusiasmada —comentó el santo.
—Si los conocieras como yo, me comprenderías y compadecerías. Pero son mis amigos, y juntos protegemos Asgard.
Sugita envidió por un momento esa unión que Freya sentía con los demás dioses guerreros. Es cierto que él no llevaba mucho tiempo viviendo en el Santuario, pero era claro que la mayoría de los santos han trazado una línea que divide lo personal de los deberes, difícil de cruzar o distinguir. Esperaba que algún día pudiera sentirse de ese mismo modo con ellos, después de todo eran hermanos de lucha y debían confiarse la espalda unos a otros.

La puerta de la cabaña se abrió para sorpresa de ambos. Elke se apoyó en la pared y vio de arriba a abajo al joven santo, sonriéndole al final.
Capricornio se atragantó ante tan atractiva mujer que se colocó al lado de Freya. Sus espectaculares ojos verdes eran hipnóticos, sin mencionar esas piernas largas y fuertes que cualquiera desearía poder tocar.
—Freya, ¿por qué eres tan descortés? Parece que te será difícil volver a ser una dama de sociedad —bromeó Elke—. No seas penosa, si este joven es amigo tuyo ¿por qué no lo invitas a pasar?
—Èl ya se iba ¿verdad? —dijo con una mirada amenazante hacia Capricornio quien ya estaba a punto de abrir la boca para inventar una excusa, mas la mano de Elke le sujetó la muñeca y lo jaló hacia dentro de la vivienda.
—Nada de eso, ya que estamos aquí queremos conocer a tus amigos y saber los líos que has armado durante tu estancia —explicó la mujer, encaminando al inesperado invitado hacia la mesa donde los otros dos dioses guerreros ya esperaban sentados frente a varios platillos—. Anda pequeño, te invitamos a cenar.
—La verdad es que yo no sé mucho sobre… —no sabía cómo zafarse del lío en el que se había metido.
—No seas tímido —lo interrumpió—. No aceptaré un no por respuesta— aclaró al ya sentarlo junto a Sergei quien le clavó una mirada que consideró peligrosa.
—Freya ¿acaso vas a quedarte en la puerta? Qué modales jovencita, tu madre apenas y te reconocerá cuando te vea—comentó burlona la guerrera, logrando que Aifor riera encantado.
—Ya extrañaba yo estas reuniones— musitó él por lo bajo.


—¿A dónde tienes pensado ir?— Albert preguntó al Escorpión quien estaba por deslizarse montaña abajo.
Souva le dedicó un gesto cínico para responder— ¿A dónde más? Yo también tengo hambre. Jamás he probado la comida asgariana.
Entendiendo perfectamente sus intenciones, Géminis se tocó la frente, implorando paciencia— Eres una vergüenza para la orden ¿lo sabes?
—Sí. No te cansas de decírmelo —respondió el sinvergüenza. Sabe que debe aprovechar la brecha que su amigo ha abierto para entablar amistad con los asgarianos, una oportunidad que no iba a desperdiciar.

***

En el Himalaya existe una zona por la que ningún habitante se atreve a cruzar.
Con el paso del tiempo, la gente de las aldeas han visto a un sin numero de foráneos buscar rutas hacia las tierras de Jamir. Cabe decir que han sido escasos a los que vieron volver de su peregrinaje.
Kenai pisaba con seguridad el estrecho y frágil puente de roca, mientras Kraz lo hacía cuidadosamente, temeroso ante cada crujido. Abajo del puente se alzaban afiladas estalagmitas que como espadas se clavarían en cualquiera que llegase a caer.
—¿Percibes algo, Kraz? —el santo dorado giró inesperadamente sobre sus talones, decidido a probar a su antiguo pupilo.
—Un poco… —respondió el santo plateado, tragando saliva por el leve vértigo que sentía—, independientemente de que el aire sea más delgado por la altura, siento mucho frío —ambos sabían de la clase de frío de la que hablaba, ese que los muertos poseen y transmiten cuando merodean a los vivos.
Kenai asintió, satisfecho de saber que Kraz todavía era sensible a los ecos del más allá— Correcto. Por muchos años ésta entrada estuvo repleta por espíritus de caballeros caídos que protegían el castillo que está adelante. No había forma de pasar mas que enfrentándoles, o que el amo de Jamir permitiera la entrada. Esas almas encontraron la paz y se les permitió partir; pero aún así, su presencia quedará perpetua en estos abismos. En un caso hipotético, si siguiéramos dichas presencias te aseguro que nos llevarían hacia el más allá, pues han dejado un hilo detrás de ellos que sólo pocos podemos ver.
—Ya veo, en Jamir espera encontrar esos hilos que lo lleven hacia las cloths de oro ¿cierto? —inquirió el Cuervo, haciendo que Kenai asintiera una vez más.
Kenai volvió a prestarle atención al camino, andando por la plataforma— Las cloths están vivas, tiene un aliento, poseen un alma que responde a la del santo a quien deciden acompañar. Al ser el lugar donde la mayoría de ellas renacen, Jamir es un punto con gran energía espiritual. Estoy convencido que encontraré el rastro.

Ambos santos llegaron junto a una elevada construcción, una torre edificada por y para los restauradores de las armaduras de Atena.
Al no ver a nadie que los recibiera, Kenai entró por la puerta que encontró abierta.
No era la primera vez que el santo de Cáncer pisaba esos dominios, por lo que sentía la confianza de poder entrar como si fuera su propia casa. En cambio Kraz permaneció afuera, desaprobando la desvergüenza de su maestro, pero desde allí mostró instantáneo interés por los pedazos de metal que se encontraban acomodados en los anaqueles de las paredes, así como por las herramientas junto a ellas.

En la primera planta de la torre, se encuentra el taller en el que los artesanos reparan las cloths. Las pequeñas ventanas cuadradas a lo alto de los techos permiten que la luz entre en diagonal y mantenga bien iluminado el cuarto limpio y perfectamente ordenado.
Para cualquier visitante estaba prohibido avanzar más allá del taller y de la cocina situada en la próxima estancia.

Kenai gritó un par de veces “¿Hola?” “¿Hay alguien?”, pero no hubo respuesta. Le pidió a Kraz que entrara, que no fuera penoso.
El santo del Cuervo accedió, mas en cuanto dio unos pocos pasos dentro del complejo, de golpe resintió el peso de la energía espiritual que circulaba en el interior de la construcción. Se cubrió la nariz al saber que sangraba, acompañado de unas horribles nauseas que lo obligaron a sentarse en el piso. Lanzó una mirada asustadiza a su maestro quien no era afectado por el mismo mal.
—¿Es todo un fastidio cierto? —Kenai le preguntó, leyendo el miedo en los ojos claros de su discipulo—. Tranquilízate, tus sentidos no estaban preparados para ésta sorpresa. No sufrirías sobrecargas sensoriales si me dejaras entrenarte correctamente —reprochó con sarcástico—. Pero eres demasiado terco —se acuclilló a su lado.
El santo de plata lo miró con furia, pensando en que esto es algo que Cáncer planeó desde el principio para él.
Kenai descubrió entonces el cordón colgándote en el cuello de Kraz, el que sostenía una pequeña pieza de madera con la forma de un águila. La tomó entre sus dedos, recordando que fue algo que él mismo talló con una navaja.
—Vaya… no imaginé que conservaras esto —dijo con tono de burla.
Kraz se lo arrebato de las manos y volvió a guardarlo bajo sus ropas— Me es de utilidad todavía —aclaró, ocultando su sonrojo.
Kenai volvió a recordar esos primeros días en que lo entrenó. Para ganarse su confianza y creyera en sus habilidades, talló esa águila como un amuleto con el que le aseguró que los espíritus dejarían de molestarlo mientras lo llevara consigo. Por supuesto que en ese entonces empleó un conjuro de lo más sencillo, pero sirvió para su propósito.
—Eso no va a servirte aquí —le explicó—. Una persona común y corriente no se percataría siquiera de lo que tú estás sintiendo. Pero estarás bien en unos minutos, sólo concéntrate, enfócate, no quieras repeler la energía que te rodea, tú eres el intruso aquí, tienes que volverte uno con ella para que no te lastime.
Kraz asintió, cerrando los ojos tras un suspiro, buscando la calma que necesitaba.

—¡Son unos atrevidos! ¡¿Acaso en el Santuario no les enseñan modales?! —espetó repentinamente una vocecilla, proveniente del fondo de la estancia repleta de metales y herramientas.
Allí, con una escoba en mano, una niña de diez años los veía con evidente fastidio por el allanamiento.
—¡Ayaka, cómo has crecido! —exclamó alegre el santo dorado quien recibió un inesperado escobazo en el rostro—… También me da gusto verte —terminó de decir, apartando el penacho de ramas. El shaman mantuvo una sonrisa sincera para la pequeña.
—Lo mismo digo —fue claro el sarcasmo de ella, pues mantuvo el ceño fruncido. Ayaka poseía cabello corto de un bello violeta oscuro, ojos grandes y expresivos de color miel. En su frente se situaban dos lunares circulares que la volvían miembro de una raza ancestral. Vestía un conjunto anaranjado que mantenía sus brazos desnudos para trabajar libremente, pero un largo y bombacho pantalón que cubría enteramente sus piernas.
—Lamento que llegáramos sin avisar. ¿Se encuentra tu maestro? —preguntó Kenai con amabilidad.
—El maestro partió ayer por la mañana —respondió secamente—, dijo que se ausentaría uno o dos días. Estará aquí al anochecer, sino es que antes… Aunque podría tomarse una semana entera. Quien sabe, tiende a desviarse con frecuencia.
—Vaya, es una lástima… Aguarda un momento, ¿deja a una pequeña como tú en medio de la nada, sola? —abrió los ojos mostrando algo de preocupación.
—Nadie viene a Jamir a excepción de emisarios del Patriarca. Además, puedo cuidarme sola —le recordó con enfado. Echó un vistazo al otro caballero que permanecía silencioso y distraído—. ¿Qué le pasa a tu amigo? —inquirió con curiosidad, no le veía un buen color.
—Nada de lo que debas preocuparte, pero te agradecería que le dieras un poco de agua si no es mucha molestia —pidió cortés—. Escucha Ayaka, el Patriarca me ha dado una misión y aquí en Jamir es dónde podré iniciarla. No necesito nada más que tu permiso para permanecer un tiempo aquí, debo meditar.
—De nuevo con tus extrañezas, Kenai —dijo irrespetuosa, pero así era la relación existente entre ellos dos pese a los regaños de su maestro—, pero si el Patriarca te ha encomendado algo y necesitas nuestra ayuda, no tengo porque negarte la estancia aquí —respondió la custodia de la torre—. ¡Pero ni creas que seré tu sirvienta o algo parecido! —aclaró de inmediato, enfatizándolo con un golpe que dio al suelo con el palo de la escoba.
—Jamás me pasó la idea por la cabeza —se apresuró a decir el santo.


Descansaron un poco antes de iniciar cualquier actividad. Kenai se las ingenió para convencer a Ayaka que les permitiera tomar algo de comer. Kraz logró acostumbrarse al entorno, aunque persistió un ligero dolor de cabeza muy molesto.
El shaman tomó asiento en medio del taller donde colocó un recipiente dentro del que colocó algunas plantas e inciensos a los que arrojó una rama encendida.
Colocó la caja de su armadura de oro delante de él, dejando el cuenco humeante en medio de ambos.
—Iré yo solo. Kraz, no sé cuánto me tomará, por lo que no te preocupes demasiado. Cuida de todo por aquí, te confío mi vida —le dijo con tranquilidad, a lo que el Cuervo asintió.
—Vaya sin cuidado. Haré guardia hasta que regrese.

Kenai cerró los ojos, dando un tremendo suspiro. Se centró en armonizar todos sus sentidos a los latidos de su corazón. El cosmos lo rodeó en un nítido resplandor dorado.

El santo de oro abrió los ojos lentamente. Se encontraba todavía en la torre, pero había traspasado el velo hacia el umbral en donde los espíritus habitan. Ese entorno continuaba transmitiéndole la idea de estar dentro de una pintura hecha con acuarelas, cuyos colores se ondeaban como si fueran de agua o nubes que se transformaban lentamente por el soplido del viento.
Estaba desnudo, todo lo material se quedaba en el plano físico. Permaneció sentado, sonriendo a la criatura que ya se había manifestado delante de él. En el lugar donde dejó la caja de su cloth, de pie se hallaba un ser de luz dorada. Estaba hecho de fuego, su cuerpo imitaba la forma que la armadura de Cáncer toma al estar ensamblada a un cuerpo humano.
Miró sobre su hombro y allá atrás vio a otra entidad similar, mas sus flamas eran de plata. Era la cloth del signo del cuervo, pero siempre ha sido muy reservada por lo que prefirió no molestarla.

—Luces nostálgico — Kenai le comentó a la criatura de oro, no siendo su primer encuentro o charla—. Supongo que me sentiría de la misma forma si volviera a mi hogar en Alaska.
—Memorias… Imágenes y sensaciones suspendidas en el tiempo… Este lugar me hace recordar todas las veces en las que he sido separado de mi propietario… —pese a no tener labios para hablar, se daba a entender a través de los murmullos del aire—, cuando todos ellos han muerto, cuando los he acompañado al más allá. Pero yo siempre vuelvo a despertar, y es aquí donde todo reinicia. ¿Acaso planeas abandonarme tan pronto?
El shaman sonrió y negó con la cabeza— Yo aún espero pasar más tiempo contigo. No te desharás de mí tan fácil.
Kenai se levantó, dirigiéndose hacia una de las muchas nebulosas plateadas que hay por los alrededores. De todas salía una estela que se pierde entre las paredes y colores. Con su mano sujetó con cuidado uno de los lazos, tal conexión provocó que en su mente se visualizaran imágenes de los parajes de Grecia, del Santuario con más exactitud. Fue como ver el recorrido que tendría que seguir desde Jamir hasta allá para encontrar al caballero de plata que le mostraban. Soltó el delgado cordón sintiéndose algo aturdido, pero nada que no pudiera controlar. Aspiró con fuerza y tomó otro que estaba a su izquierda, pudiendo ver a uno de los santos de bronce.
—Esto llevará tiempo —descubrió, rascándose la frente preocupado.


Continuará...

Editado por Seph_girl, 12 septiembre 2009 - 00:00 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 12 septiembre 2009 - 00:07

En Bluegard existe una comunidad que desde tiempos remotos custodia una de las entradas al reino submarino, el territorio del emperador Poseidón.
Fundada por caballeros leales a Atena, su misión originaria era velar el sueño en que el alma del dios del mar fue puesta desde la época del mito.
Sin embargo, tal necesidad había dejado de sustentar a Bluegard, pues Poseidón no era más un dios durmiente.

El paso de los siglos relegó a Bluegard y a sus guerreros al olvido en las vastas tierras congeladas al este de Siberia. Sus dirigentes fueron fieles a una misión ya no tan clara, hasta que el actual señor de Bluegard, Alexer, decidiera cambiar el destino de su pueblo.
Eso fue muchos años atrás, mas su ambición frenó cuando el Cisne Hyoga fue elegido para detenerle, logrando que recapacitara, que abandonara sus sueños de expansión y conquista.

Tras los eventos que cambiaron al mundo quince años atrás, fue sorpresivo para el pueblo de Bluegard que el Imperio de la Atlántida buscara una asociación diferente. Una alianza en la que el emperador Poseidón, lejos de guardar rencor hacia aquellos que cuidaron su cautiverio, mostró una auténtica necesidad por volverlos sus aliados.
Poseidón jamás pondrá en duda la eficiencia con la que dichos guerreros han protegido la entrada a su morada, por lo que deseó asegurarse que seguirán haciéndolo, pero por motivaciones diferentes.

A cambio de continuar custodiando la entrada a su reino, el emperador aseguró prosperidad a los habitantes de Bluegard. Su cosmos divino permitiría estaciones más amigables a los pobladores. Los crueles inviernos mitigarían su intensidad, la vegetación verde sería posible en las temporadas apropiadas. No faltaría la comida ni las medicinas ya que él proveería.
Alexer no sintió deberle nada a Atena o al Santuario, aunque sus antepasados le sirvieron, ella ni siquiera llegó a brindarles ayuda cuando más la necesitaron. Fue entendible que el soberano de Bluegard aceptara el acuerdo con la Atlántida, pese a que algunos de sus seguidores no lo concibieron.

Después de más de una década, Alexer veía satisfecho los frutos de esa relación diplomática con el emperador del mar. Únicamente le bastaba ver a un grupo de niños jugueteando por los floridos jardines del palacio para no dudar de su elección.
El cielo enteramente despejado que mostraba el rostro cálido del sol y alegraba a sus subordinados, era paga suficiente para inclinar la cabeza al dios que alguna vez fue su enemigo.
Alexer caminaba por los pasillos laterales del hermoso jardín cuando—Hermano —escuchó al final de la hilera de columnas blancas.
Una bella mujer de cabello rubio lo llamó, acompañada por un hombre de túnica reluciente y máscara ceremonial metálica.

Alexer caminó hacia ellos, la túnica azul que vestía tocaba ligeramente el suelo tras cada uno de sus pasos. Reconoció casi de inmediato al mensajero del Shaman King, no era la primera vez que enviaba a un sirviente en búsqueda de un libro o información que en algún lugar de la biblioteca se podía hallar.
El señor de Blugard decidió hace tiempo cumplir con cada petición del extraño gobernante de la tribu de los shamanes, pues sabía bien de su posición en el orden de las cosas. Independientemente de los dioses que llegaban a reencarnar en la Tierra, el Shaman King es la entidad humana más importante que puede pisar el mundo cada quinientos años. No le convenía tener algún altercado con él, mucho menos si el mismo Poseidón parecía apreciarlo.

El shaman se inclinó respetuoso al soberano mientras la hermana explicó.
—El señor Yoh ha enviado algo. Su deseo es que lo recibas primero que nadie.
El shaman secundó al mostrarle el libro de pasta tinta— Mi señor ha trabajado mucho en su contenido. Considera apropiado que forme parte de su gran biblioteca.
Alexer tomó el libro sin demasiado interés, la lectura no era uno de sus pasatiempos favoritos.
—¿Qué es lo que contiene? —pensó en voz alta al abrir el ejemplar, examinando la primera hoja.
—Hechos que le aseguro pocos hombres conocen hoy en día. El señor Yoh ha decidido que llegó tiempo de compartirlo. En tan sencilla presentación se haya la verdad.
—¿La verdad?— repitió contrariado Alexer, intrigando a Natasha por igual.
El shaman asintió— La razón por la que los dioses permitieron que la humanidad pudiera descansar de sus castigos y conflictos.




Capitulo 9
Una vez en el Olimpo

Más allá de las galaxias, al borde de la eternidad, elevado en una dimensión de ensueño, se encuentra el Olimpo, residencia de los dioses antiguos.

La Tierra y los mortales habían quedado a años luz de distancia.
En esos dominios que le vieron nacer, su esencia se desnudó del cuerpo humano que la resguardó durante un efímero tiempo.
El éter del que estaba formada la volvieron ese ser resplandeciente que armonizaba con el esplendor que brotaba de cada mineral, planta y líquido que moldean el paraíso utópico que los dioses habitan.
Su regreso a casa no fue grato, ni mucho menos bien recibido, pues hermanos y tíos desaprobaron por completo los actos ocurridos entre los hombres, señalándola como responsable de los crímenes cometidos hacia ellos.
La mayoría exigió su cabeza, mientras otros pocos suplicaron comprensión, mas ella decidió permanecer en silencio aún ante las resonantes voces.

El tiempo para los dioses carece de importancia, y la disputa entre las ocho divinidades coronadas no parecía llegar a una resolución unánime.
Como aquella que era juzgada, permaneció dentro del círculo en ese Partenón de columnas de mármol, oro y marfil. Alrededor de ese círculo, como números en un reloj, se situaban doce pedestales de los que emergían cadenas de luz, mismas aprisionaban su esencia divina. Estaba sometida a las ocho voluntades que se manifestaban arriba de cada podio.
Cuatro de las plataformas permanecían sin vida, las demás destellaban por la presencia de quienes las ocupaban.

Cansada de escuchar las insistentes palabras de hijos y hermanos, la reina del Olimpo decidió intervenir. Su cosmos estrellado apaciguó a los iracundos dioses. En su magnificencia Hera, esposa de Zeus, habló.
Su cuerpo, cabellos y ropajes se ocultaban tras las galaxias que emiten su cosmos infinito, ocultando cualquier vestigio de humanidad— Atena —nombró a la juzgada quien alzó el rostro como respuesta.
—Es claro nuestro desconcierto con tu regreso al Olimpo. Tus manos están manchadas con la sangre de uno de nosotros, ¿entiendes la gravedad de tus acciones?
Atena, la diosa de la sabiduría, privada de armadura o báculo para defenderse, decidió tomar una actitud pasiva y humilde hacia la monarca del Olimpo— Lo sé bien, mi señora. Por eso he vuelto, para evitar que el castigo me alcanzara en el mundo de los hombres, a quienes no les deseo mal —ella ya no era Saori Kido, su figura volvía a ser la de la mujer de bucles castaños que nació de la cabeza de Zeus.
—¿De verdad te crees capaz de resistir el castigo divino que merece cada ser humano que ayudó en tu cruzada? —preguntó la voz escéptica del dios del Sol, Apolo.
—Pagaré con creces por mi pecado, el de detener la locura milenaria de Hades —con una sonrisa, respondió ella a su luminoso hermano.
El dios ocultaba su rostro humano al verse envuelto por llamas anaranjadas propias del Astro Rey— La convivencia con los humanos te ha vuelto irracional, Atena.
—Es un hecho que hemos sido descuidados en permitir que los hombres lleguen tan lejos como para atreverse a desafiar a los dioses —meditó Hera con frialdad.
—Los humanos… —bufó divertido el de estelas rojas, aquel que permanecía en el interior de un vapor denso y nebuloso del color de la sangre—. ¿Dónde estaría la diversión sin esos pequeños crédulos? —comentó cínico la cruel voz de Ares, dios de la guerra—. Lo más increíble es que me acusan de incitar a los problemas, de mal aconsejar a los hombres, pero no he sido yo, sino Atena, Hades y Poseidón, quienes les han mostrado el camino hacia las Guerras Santas, quienes les han enseñado a dominar el cosmos, quienes les han dado herramientas para destruirnos —rió malicioso—. Buen trabajo querida hermana, me has superado.
El dios de la guerra no era más que un invitado especial en la reunión, algo por lo que algunos de los demás dioses mostraban desagrado. Pero con la muerte de Hades y el próximo castigo de los dioses sobre la humanidad, se le permitió tomar lugar en el puesto del dios del inframundo.
—Es Atena la responsable de tal situación —reclamó Artemisa, rodeada por un velo de rayos de luna—. Debe pagar sus crímenes contra la orden impuesta por el padre Zeus.
—Pero amada sobrina —intervino de pronto la frágil voz de Demeter, recubierta por plantas verdes y de otros preciosos colores, convertida en una gentil brisa matinal ante los presentes—. Debemos recordar que no ha sido Atena quien ha comenzado las guerras sagradas ¿No fue acaso nuestro hermano, Poseidón, quien insatisfecho con sus propios dominios buscó hacerse de los de Zeus? ¿No es Atena a quien él encargó el cuidado de su reino? Para mí, ha respondido tal cual es su deber —dijo la diosa, recibiendo un sutil agradecimiento por parte de la deidad encadenada.
—Lo mismo podemos decir de Hades —añadió el silencioso Hefesto, protegido por fuego, magma y azufre que remolineaba a su alrededor. Cenizas emergían por cada palabra emergente de sus labios—, quien sin consentimiento del consejo de dioses, decidió impartir un castigo a los hombres y apropiarse tanto de la tierra como del mar en ausencia de sus legítimos dueños.
—Poseidón y Hades ya han recibido sus merecidos castigos ¿no lo creen? —habló Dionisio, manifestado en una espesa bruma de color tinto y hojas de vid—. Nadie negará sus faltas, ni mucho menos apoyará sus decisiones egoístas y personales. Poseidón vive el más cruel de los castigos pues nunca más podrá volver a ser lo que era o formar parte de nosotros. Y Hades ha dejado de existir, el olvido es su sentencia.
—Eso quiere decir que únicamente queda la pequeña Atena… —musitó con aire aburrido la deslumbrante Afrodita, cuya belleza real se esconde detrás de su cosmos violeta del que nacen un sin número de mariposas.
—No se puede reparar lo que se ha roto —habló entonces Hermes convertido en viento relampagueante, de su cabeza sobresalían un par de alas majestuosas que parecían las de un ángel—. Los humanos inclusive han dejado de creer en nosotros, no somos más que meras leyendas en la historia. Y aquellos que todavía creen, sólo luchan entre ellos… — el mensajero de los dioses reflexionó—. El caos domina esa Tierra en la que depositamos nuestra fe.
—¿Y a quién debemos culpar de tal situación? Me pregunto —escucharon la voz de la entidad que comenzó a manifestarse en uno de los pedestales vacíos. Una luz emanó como fuente de agua cristalina, la cual tomó la silueta de un hombre de largas barbas y tridente.
Los dioses dentro del Partenón se conmocionaron por la aparición de un noveno miembro del consejo. El ser de agua y huracanes permaneció en absoluto silencio.
—¿Será posible? —se atrevió a decir Hera, sumida en la completa sorpresa—. Poseidón ¿has vuelto una vez más al Olimpo?

Después de tantos siglos de ausencia, el emperador del mar se digna a volver a esa tierra de leyenda. Pero jamás se sintió un traidor hacia los suyos, ni mucho menos temía de alguno de ellos para frenar su regreso. Fue una cuestión de orgullo, nada más, lo que le impidió presentarse en los palacios de su hermano menor hasta ahora.
—Oh, pero miren lo que trajo la marea, esto si que es una ocasión memorable —siseó Ares sin ocultar el gusto que sentía al percibir la tensión en la que se sumergió el Partenón cuando el cosmos de Poseidón inundara todo el complejo.
Al igual que Atena al ascender a tierras sagradas, Poseidón abandonó en algún lugar seguro el cuerpo al que se encuentra atado. Estaba arriesgando su esencia pura e inmutable, pues a diferencia de todos los allí presentes, la carencia de su cuerpo original lo ponían en un gran peligro de tener que enfrentar a alguno de ellos.
La misma Atena empalideció al verlo ahí. No entendía la razón de su visita al Olimpo ¿acaso esperaba ser parte de la corte que decidirá su condena y el de la humanidad? Ella no temía por su vida, pero si por la del planeta Tierra y sus habitantes.
—Bienvenido hermano mío, nos honras con tu visita —dijo Demeter con un tono cordial.
—¿Por qué el rey del mar osa volver en el momento preciso de éste juicio? ¿Acaso también Poseidón planea someterse a la voluntad del consejo al que abandonó desde la época del mito? — intervino Apolo, con visible desagrado.
—¿Someterme? Jamás verán eso tus ojos Apolo —respondió peligrosamente el ser de agua y centellas.
—¿Será entonces que viene a salvar a Atena? —musitó en broma la diosa Afrodita.
—Absurdas palabras provenientes de una diosa igual de absurda — añadió indiferente el emperador.
—Cuida tus modales, hermano —advirtió Hera al no soportar la insolencia del rey del océano—, has estado demasiado tiempo fuera del Olimpo, las cosas no son como eran antes.
—Extraño que lo digas, pues el panorama no ha cambiado en todos estos milenios —aclaró Poseidón analizando el entorno, así como a cada uno de sus dioses hermanos.
—¿Por qué estás aquí entonces? —refunfuñó Hefesto, chisporroteando lava de su cosmos al resentir la ofensa hacia su esposa—. No tienes derecho alguno de reclamar el puesto sobre el que te alzas. Tus revueltas contra Zeus te lo han arrebatado.
—Es extraño que afirmes tales palabras, cuando ha sido el mismo Zeus quien me pidió venir al Olimpo —respondió el emperador con desdén.
—¡¿Zeus?! —exclamó en un sobresalto la diosa Hera.

Hestia, Demeter, Afrodita, Artemisa y Atena la acompañaron en su sentir, mientras que Apolo, Dionisio, Hefesto y Hermes vacilaron en su interior. Ares simplemente esbozó una sonrisa, riendo a carcajadas, pensando en lo mucho que se divertiría en la reunión familiar que cada vez se tornaba mejor.
Entre la sonora risa de Ares, un relámpago hizo crujir las paredes del Partenón, oscureciendo los cielos, ahuyentando a los insectos y animales que se encontraban en las cercanías, alertando a los guerreros de los dioses, haciendo temblar los cimientos del Olimpo así como a cada uno de sus habitantes.
Un rayo cayó sobre el pedestal de mayor importancia determinada por su elevación, y en un instante un ser de energía eléctrica se presentó. Un hombre alto, musculoso, formado de rayos blancos y azules resplandecía frente a las once divinidades, cuyos cosmos se empequeñecieron al lado de el del rey de los dioses.
Atena fue la primera en reconocerle, y por ende la primera en hincarse en sumisión. Hermes le continuó, flexionando una rodilla, seguido por Hefesto y Afrodita.
Apolo inclinó el cabeza, impulsado por su hermana Artemisa.
Ares abrió los brazos, reverenciando a su glorioso padre con cinismo.
Hestia y Demeter del mismo modo mostraron su respeto, mientras que Hera, lentamente logró reverenciarle —Hermano y esposo mío… Bienvenido seas a tu hogar.
Zeus pareció inspeccionar todo el Olimpo con sus sentidos antes de dejarse escuchar por la familia— Gracias, es un placer estar en casa —sonó la voz del magnánimo Zeus, llena de serenidad—. Hermanos e hijos míos, hablemos.

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Siberia, Bluegard

En cuanto se despidió del shaman, Alexer fue hacia sus aposentos. Tomó lugar en el escritorio del que retiró el papeleo innecesario, comenzando a leer con cierta desesperación.
Línea tras línea dibujaron en su mente el escenario sobre el cual leía, sin poder pausar a menos que sea para dar vuelta a las páginas.
¿Podría ser eso cierto? ¿Ese juicio en el Olimpo, la reunión de los dioses, el regreso del exiliado Poseidón y la reaparición de Zeus?
Cualquier mortal se preocuparía al saber que las deidades se reunieron para debatir sobre el destino definitivo de la humanidad, y ni Atena fue capaz de detenerlos.

****

—Querido esposo, el Olimpo echaba de menos tu presencia —susurró Hera todavía consternada por tan repentina aparición.
Así como tan abruptamente el dios del trueno se despidió de ellos un día, del mismo modo regresaba de su destino incierto.
—No es necesario mentir, esposa mía —pidió Zeus con amabilidad—, pero aún agradezco su bienvenida. Sé que mi llegada ha sido repentina y los ha tomado desprevenidos —miró a Atena quien permaneció con la cabeza casi en el suelo—. Parece que mi regreso fue en el momento justo.
—¿Al tanto estás de lo ocurrido en la Tierra? —únicamente Hera se atrevía a dirigirle palabra al coloso de relámpagos.
Un aire de tristeza arrugó el rostro del dios— El último alarido de mi bien amado hermano Hades, atravesó las galaxias, el tiempo y espacio para alcanzarme. Al igual que ustedes, la pena corrió por mi ser al sentirlo desvanecerse en la grandeza de la Gran Voluntad. Decidí entonces abandonar mi travesía para regresa, sabiendo que necesitarían de mi guía y consejo.
—Entiendes entonces el agravio de Atena y los humanos hacia nuestra casta ¿no es así padre? ¿Planeas castigar a Atena y a la humanidad cuál es tu deber? —vociferó Apolo con valentía.

Todos esperaron la respuesta de Zeus. Algunos esperaron que fulminara a Atena en ese instante para dar inicio a la destrucción de la civilización corrupta en la Tierra. Otros apostaban a la rectitud de Zeus, así como al corazón que alberga amor hacia su amada hija.
—¿Te atreves a cuestionarme, Apolo? No es tu trabajo recordarme cuales son mis deberes, los sé bien, y por ello es que me tienen de vuelta —clamó, liberando centellas que atemorizaron a más de un dios.
—El ciclo de guerras santas ha terminado —alzó los brazos el poderoso dios—. Es una vergüenza que los hermanos en los que más confié decidieran utilizar mi ausencia para traicionar e ignorar mis decretos —lanzó una mirada acusadora a Poseidón quien se mantuvo firme y desafiante a Zeus a cada momento—. Y otra mucha más grande que el resto de mi familia se los haya permitido, siendo mi Atena la única que me fue fiel —dijo con ternura a la diosa quien lentamente se animó a alzar el rostro.
—¿Este es el trato que merece aquella que no me ha abandonado desde los tiempos en que vencí a Tifón? ¿Qué pueden decirme ustedes, hermanos e hijos? ¿Dónde estuvieron cuando lo que era mío estuvo por ser arrebatado? —inquirió con dureza a las deidades—. ¿Qué han hecho para que los hombres continúen respetándonos?
Se impuso el silencio gracias a la tormenta eléctrica que ennegreció los paisajes del Olimpo.
—Pareciera que les han cercenado las lenguas. No hace mucho vitoreaban la ejecución de Atena y cantaban himnos para las próximas guerras contra los hombres ¿A dónde se fue todo ese entusiasmo? —exigió respuestas—. ¿Ninguno se atreve a responder a las preguntas de su dios?

Hasta que se aseguró de que ninguno de ellos se atrevería a interrumpirle, el gran Zeus prosiguió—. ¿Acaso creen que no sé de sus revueltas, de sus disgustos? Aún a años luz de distancia, me encuentro ensordecido por sus resentimientos y disputas. Me ausenté un par de milenios, esperando que a mi regreso hayan podido aprender lo que yo no era capaz de enseñarles. Mas veo con tristeza que me equivoqué. Pero, no hay mal que no pueda arreglarse, es momento de volver a tomar las riendas del Olimpo… a menos que alguno de ustedes se muestre inconforme y desee desafiarme.
—Paz padre, imploro paz y sensatez —pidió el de hojas de vid, de cuyo cosmos emergió una regordeta mano sosteniendo una copa dorada con incrustaciones de coloridas gemas—. Sólo quiero aconsejar que lo tomes con calma, supongo que ninguno de nosotros pensó que ésta reunión se convertiría en algo tan grande como tu bienvenida. No hagamos que esta ocasión que debe festejarse se convierta en un holocausto —los ánimo Dionisio, abandonando la protección de su aura, apareciendo como un joven de mejillas rosadas, cabello castaño sobre el que se encimaba una corona de laureles. Sus dedos recubiertos con anillos, muñecas y brazos por lujoso brazaletes. Una toga tinta se amarraba sobre su hombro derecho dejando el izquierdo desprotegido. Poseía piel bronceada por exponerse al sol durante sus festines. Tenía ojos muy expresivos que recordaban a los de un niño entusiasta.
Incluso Zeus se conmovió por la cordialidad de Dionisio. Él fue lo suficientemente humilde para bajar del pedestal, caminar dentro del círculo donde permanece la ajusticiada y rendirle tributo con su mejor vino.
—Bebe padre mío. No sé a dónde habrás ido, pero seguro estoy que jamás has encontrado bebida que sosiegue tu sed como lo que yo aquí te ofrezco.
—En eso te doy la razón mi hijo —dijo con gentileza el rey de los dioses.
La copa dorada resistió la tormenta en la que estaba convertido el dios. El elixir bajó por su garganta y un sinnúmero de recuerdos, así como sensaciones, se avivaron en Zeus al beber de esa copa de paz.
—Exquisito… Ha valido la pena el viaje de regreso sólo para este momento. Te lo agradezco —devolvió Zeus el recipiente.
—Ahora que has entrado en calma querido hermano —fue Demeter la indicada para hablar—, por favor, entendemos tu reacción y merecemos tu rencor. Acataremos cualquiera que sea tu voluntad.
—No es mi voluntad la que deseo que respeten —aclaró Zeus a su familia. A excepción de Poseidón, los demás dioses se intrigaron.
—Hermanos, hijos, amigos, cumplamos todos el deseo de nuestra gran madre, Gea.
—¿Gea? —musitó Hera.
—La gran madre me ha pedido… no, me ha suplicado que detengamos las disputas, que llevemos nuestros conflictos y los resolvamos lejos de ella. Pero sobretodo, que permita a los hombres vivir.
—No lo entiendo —dijo Demeter, sintiéndose más cercana a Gea por sus capacidades —, ¿no ha sido el hombre el causante de la enfermedad de nuestra gloriosa madre, de su sufrimientos así como sus dolencias?
—¿Por qué ahora pide por ellos? —añadió Artemisa, tan absorta como muchos de sus congéneres. Tenía entendido que hace eones, Gea sumió su conciencia en lo profundo del planeta y allí ha permanecido silenciosa. ¿Por qué ahora abandona su letargo e implora a Zeus piedad por la humanidad?
–—De hacer algo más que pasar sus días sobre sus tronos y palacios de oro, sabrían que la Tierra ha pasado por demasiados cambios —habló Poseidón con irreverencia—. Incluso yo me siento satisfecho —mostrando una sonrisa que alarmó a Atena.
—Padre —lo llamó ella con clara preocupación—. ¿Qué ha ocurrido con la Tierra? ¿Qué es lo que ustedes…?
—No te precipites Atena —respondió el dios del mar—. Aunque no debería extrañarte, debiste prever que destruir a Hades tendría sus amargas consecuencias. Incluso los hombres tienen la mitad de la responsabilidad, pues fueron tus actos y los suyos los que desequilibraron al mundo tal cual era. No sólo los Campos Elíseos y el Inframundo habrían colapsado ese día. Pero fue por intervención de nuestra madre, invocada por los humanos, que la Tierra fue salvada.
—Durante siglos ella ha ignorado nuestras voces ¿Qué han hecho los humanos para merecer respuesta? —cuestionó Afrodita algo contrariada.
—¿Qué has hecho tú por ella, Afrodita? —cuestionó Zeus seriamente—. Me sorprende que la soberbia continúe nublando sus juicios. Mi viaje me ha permitido apartar ese velo de ignorancia de mis ojos, y ahora puedo ver las cosas con claridad, darme cuenta de sus desperfectos —dijo en tono despectivo, agrediendo a ciertos dioses—. Abandonamos la Tierra hace ya tanto tiempo, realmente pocos de nosotros mantuvimos su interés, y el resto decidimos dejar de mirar. Se necesitó la muerte de uno de los nuestros para dignarnos a observar nuevamente, encontrando un panorama desagradable para muchos.
Ares resopló manteniendo una sonrisa perversa, revelando que él estaba más que encantado por todo lo acontecido a diferencia de los demás. Para él, los humanos eran una divertida herramienta de destrucción, y las Guerras Santas obras espectaculares.
—¿Y cómo desean responder? Imitando el fracaso de Poseidón y Hades quienes, descorazonados por las faltas de los hombres, han intentado erradicarlos, sin éxito— lanzó miradas recriminatorias a sus familiares que no podían pensar si quiera en decir palabra—. Tal vez hayan escuchado sólo lo que les ha convenido escuchar, pero yo que debo ser imparcial me he dedicado a oír a la única que realmente ha estado ahí, conviviendo día tras día con cada ser humano que ha nacido. Gea conoce el mal de los humanos, pero también la capacidad de bondad que Atena no se cansa de admirar de ellos. La gran madre ha sido herida por los hombres, pero también amada… Han sido los únicos que le han ayudado mientras que el resto de nosotros le dimos la espalda. Los humanos y Atena son los responsables de que ya no se encuentre enferma, ha recuperado su vitalidad, su hermosura, ella suplica por permanecer de ese modo. ¡Y yo, como el rey de todos ustedes, he aceptado el acuerdo! ¡Desde este momento, los dioses no volverán a iniciar una guerra santa en la Tierra!

Una gran tensión podía percibirse en el Olimpo. Cada dios tomó la noticia de forma muy personal. Para unos era una orden que no los afectaba para nada, otros fueron invadidos por un gran alivio, y el resto ahogaron su desaprobación dentro de sus pechos.

Zeus prosiguió— El universo es infinito, hay tanto allá afuera que empequeñecerían al Olimpo en belleza. Una vez que comprendí eso, me fue difícil volver, ¿por qué conformarse con un trozo de tierra o una encuadrada galaxia, cuando puedo maravillarme en otros proyectos? Los invito a que busquen otras ocupaciones en la infinidad de las galaxias, de las cuales podrían ser dueños y reyes, conceder vida a otros mundos, combatir como titanes por la Vía Láctea… Pero la Tierra, no volverá a sufrir por el látigo de ningún dios.
—¡Esto es inaudito! —clamó Apolo al no poder resistirlo más—. Padre ¿cómo pides eso? ¿Tan fácilmente dejarás que los humanos, creaciones nuestras, merodeen libres y sin alguna clase de autoridad? Mira en lo que se han convertido aún supervisados. Son un peligro latente para la madre Gea y para ellos mismos.
—Oh, hijo —dijo con decepción el dios del relámpago—. ¿Acaso todavía no entiendes que los humanos dejaron de necesitarnos desde hace siglos? ¿Realmente alguno de ustedes necesita de ellos? —preguntó, implorando sinceridad—. Por favor, sean honestos con ustedes mismos… Fue hermoso mientras duró, jamás olvidaré algunas de las historias que compartí con los mortales, pero no nos hemos esforzado lo suficiente para que existan tales necesidades.

Atena sonrió por las palabras de su padre, a quien admiraba todavía más por el grado de sabiduría y justicia que obtuvo durante su viaje. En su nombre, en el de la humanidad, se inclinó en eterno agradecimiento.
—Entiendo lo que deseas decir hermano, pero considero que es una imprudencia. La humanidad sigue siendo salvaje, seres de instintos, y si el mundo ha renacido tal vez no encontrarán forma de salir adelante —Hera expresó su preocupación.
—De eso no nos concernirá preocuparnos esposa mía. Tú y yo estaremos muy lejos como para inquietarnos por ellos —aclaró con galanura—. Te pido venir conmigo, permíteme enseñarte las maravillas de la Gran Voluntad que te has perdido por encontrarte aquí. Yo te libero de tus deberes sobre el Olimpo, y como mi compañera espero aceptes el unirte a mi travesía —estiró la mano hacia la reina de los dioses quien permaneció muda por la impresión, sin saber qué hacer.
Como devota esposa que era, debía acatar las peticiones de su marido aunque todavía no descubriera su propósito. Era extraño para la diosa el admitir que, aún después de tantos siglo, Zeus continuaba poniéndola nerviosa. Todavía le despertaba un deseo de lujuria incomprensible.
Su mano cubierta de estrellas tomó la creada por centellas, subiendo al mismo estrado en el que Zeus estaba por encima de los demás.
—Parece que planeas abandonarnos una vez que hayas arreglado todo ¿no es así, padre? —preguntó sonriente el dios de la guerra—. Típico de ti, pero a la vez es algo que admiro. Después de centurias ausente, tienes el poder para que a tu regreso nadie se atreva a reclamar. Pero sobretodo, conservas el poder para hacernos temblar y por el que tenemos que someternos a tu voluntad.
—No habría regresado a menos que lo considerara necesario— explicó el dios quien se aferró a Hera con ternura—. Mas tienes razón, volví a este rebaño descarriado buscando reparar su cerco, para mostrarles el camino correcto a los campos más fértiles donde prosperarán. Una vez concluido, planeo proseguir con mi aprendizaje, y ceder mi lugar a mejores pastores.

Cada uno comenzó a especular sobre el plan de Zeus. Quitar a Hera del trono del Olimpo era sólo el comienzo. ¿Qué es lo que tramaba realmente? Se preguntaban todos con evidente desconfianza.
—Recuerdo bien que desde tiempos remotos, la humanidad tenía un guía absoluto. Un ser humano elegido por habilidades, acciones y batallas que le daban el mérito de ser apreciado no sólo por Gea, sino por la misma gran voluntad —Zeus intentó recordarles—. Esa entidad mortal era un mediador entre el Olimpo y la Tierra… pero entonces, mi ignorancia me llevó a finiquitar tales diplomacias —arrastró un poco sus palabras—. Planeo reparar ese error, el Shaman King volverá a cumplir su función originaria, cooperando con aquellos dioses que desean una segunda oportunidad de convivir con la humanidad.
Apolo fue el primero en verlo, al saco de carne y huesos que apareció detrás del altar de Zeus. Con propiedad, el mortal reverenció a los dioses, permaneciendo con ambas rodillas en el suelo, inclinando la cabeza en signo de humildad y completa sumisión. Vestía una túnica de rasposa tela que cubría su delgado cuerpo, una serie de colguijes de huesos tallados y plumas adornaban su cuello.
Ciertos cosmos se mostraron iracundos por la pestilente presencia humana.
—Lo he traído aquí, éste día, para decretarlo— aclaró Zeus.
—¡¿Un humano pisando los campos del Olimpo?! ¡Esto es un sacrilegio! —pronunció Apolo, con evidente furia.
—No es el primero, ni el último hombre que es invitado al Olimpo de la mano de un dios —comentó Afrodita coquetamente, interesada por el apuesto joven de largo cabello café—. Pero sí ha pasado demasiado tiempo desde la última vez —musitó nostálgica por los recuerdos de antaño.
—Les presento al Shaman King de ésta nueva era, aquel a quien la gran madre Gea me ha pedido traer. Vocero de su voluntad y de sus deseos— señaló al mortal que permaneció con la vista en el suelo.
Para Atena, todo resultaba algo sin precedentes. Su mente se encontraba sumida en la confusión absoluta, intentando encontrar un sentido a lo que pasaba. Miró perpleja al hombre que permanecía tranquilamente arrodillado, aún cuando las tormentas de cosmos se debatían por su presencia allí.
Él pareció haber leído los pensamientos de la diosa, por lo que se atrevió a sostener su mirada, sonriéndole de tal forma en la que le aseguraba que todo iba a salir bien.
—Les ofrezco una oportunidad para revivir la lealtad y devoción que alguna vez los humanos les tuvieron, si es que les interesa— anunció Zeus, expectante a las reacciones de sus familiares.
—Ningún dios se sometería a las órdenes de un mortal —espetó Artemisa con indignación.
—Pero sí se someterán a las mías —advirtió el dios del trueno, mostrándose todavía más intimidante—. ¿O piensan rebelarse contra mi? —miró a Apolo, a Artemisa y a Ares de quienes recibía un aire mucho más hostil.
—Yo… —deseó intervenir la diosa Demeter, angustiada por la situación—, me gustaría escuchar lo que Poseidón piensa al respecto. De entre todos nosotros él, junto con Atena, es quien ha pasado más tiempo en el mundo humano. ¿De qué lado estás querido hermano? Tú que gobiernas el mar y a las criaturas del océano, a ti quien afectará estos nuevos designios.
Todos esperaron la resolución de Poseidón al respecto. Él, quien había caído del Olimpo hacia una existencia en la que su alma dormitaba en un ánfora, debiendo actuar a través de un huésped humano. Él, quien debía ser el dios que más odiara a Atena y a la humanidad como para verlos erradicados. Él, cuyo poder inclinará la balanza favorablemente hacia cualquier bando que elija.

Todos apostaron a que elegiría la revolución, pero sorprendentemente Poseidón permaneció del lado de Zeus— ¿Qué es lo que buscaba la última vez que azoté al mundo con diluvios e inundaciones? —preguntó el dios, dirigida más propiamente a la diosa encadenada—… Purificar a la humanidad. Algo que la misma Gea hizo sin consentimiento de nadie. Y tal cual era mi deseo, seleccionó a quienes ella consideró dignos para lograr un mundo prospero en su seno. Extraño que las cosas hayan dado resultado pese a mi obvia derrota —explicó sin remordimientos, con un tono triunfante en su voz—. Me agrada el mundo como es ahora.
Dioses como Demeter y Dionisio sonrieron alegres de escuchar su gusto por el mundo humano, aún cuando no hace mucho él intento destruirlo. Para el resto fue inconcebible.
—Por tal razón, estoy dispuesto a aceptar la propuesta que Zeus tiene para todos nosotros, y no sólo el Olimpo, sino para el resto de los reinos celestiales —anunció el dios del mar.
—¡Al hombre lo que es del hombre!— tronó la voz de Zeus— Nosotros les dimos la capacidad de pensar, de sentir y de crear. En estos milenios han evolucionado pese a su corto tiempo de vida, mientras que nosotros que somos eternos continuamos siendo los mismos desde el inicio de los tiempos… Llegó el momento del cambio— sentenció.

—Atena, ponte de pie —pidió el gran padre, Zeus.
La diosa titubeó un momento, pero se alzó. En cuanto se irguió, vio sorprendida como las cadenas doradas desaparecieron, aunque los grilletes permanecieron alrededor de sus muñecas, tobillos y garganta.
—Querida Atena… —musitó Zeus con gran pesar—, aunque sé las razones por las que actuaste como lo hiciste en la Tierra, mismas por las que el consejo de dioses desea condenarte… pese a que te ame con todo mi ser, la muerte de Hades no es algo que pueda pasar por alto. Y siendo tú la mano ejecutora, temo que debo ser justo.
La diosa de la guerra permaneció imperturbable, decidida a aceptar el castigo. Preparó su mente para cualquier condena, con la tranquilidad de saber que sin importar lo que le sucediera, la Tierra estará a salvo finalmente. Su pecado ha valido bien la pena.
Atena anticipó muchas sentencias… pero no la que le fue dada.
—A partir de ahora, tu deber será permanecer en el Olimpo. Jamás podrás volver al mundo de los mortales. Velarás por ellos desde aquí, ya que he decidido que serás tú quien esté a cargo a partir de ahora, procurando que se lleve a cabo el plan que he de poner en marcha desde éste momento.

***

Siberia, Bluegard

Alexer permanecía pasmado ante su lectura. Varias veces tuvo que releer creyendo que estaba pasando cosas por alto, se esmeró por leer entre líneas en búsqueda de algo sospechoso.
Estaba sorprendido, a la vez preocupado… Por alguna razón, el contenido no le transmitía alivio, sino creaba todavía muchas más preguntas de las que temía su contestación. Tal vez más adelante lo descubra.
No terminó de darle vuelta a la siguiente página, cuando uno de los guerreros azules entró repentinamente por la puerta del estudio.
Era obvia la urgencia del guerrero por comunicarle una noticia— ¡Señor Alexer, algo sucede por la entrada sur! ¡Estamos bajo ataque!

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Grecia, Villa Rodorio

En un callejón polvoriento repleto de sombras, un par de ojos saltones miran con codicia las mercancías del establecimiento más cercano. Aquel que era atendido por un anciano encorvado que no podía ver más allá de su nariz, pero que reconocía fácilmente el valor de las monedas entre sus dedos.
Sólo tenía una oportunidad, el dolor en su estomago lo impulsó todavía más a abandonar su escondite, acercarse a la tienda, tomar toda la fruta que pudiera sujetar entre sus brazos.
El anciano se percató del robo por los sonidos. Intentó inútilmente seguir al maleante con una escoba en mano, pero inútil fue por sus débiles y artríticas rodillas. Sin embargo, sus gritos alertaron a todo curioso.
El ladronzuelo corrió entre la gente, utilizó su pequeña estatura para no ser notado nadie.
En su desespere de mirar hacia atrás mientras corría, alguien le metió el pie. Tropezó aparatosamente sobre el camino empedrado, raspándose rodillas y rostro, soltando el botín de manzanas.
El pequeño de no más de siete años, fue alzado con brusquedad por el brazo. Miró asustado a quien lo pilló.
—¿Pero qué tenemos aquí? —dijo al hombre de ojos dorados que lo sujetaba por la muñeca.
El niño comenzó a llorar, hablando en un idioma que fue inentendible para los oídos de su captor.
—Es una lástima, tan pequeños y ya cometen actos de ésta clase. Robarle a un pobre viejo —ignoró los lloriqueos, importándole muy poco el no comprender su lengua—. Es claro que hay que enseñarte una lección para que nunca más pienses si quiera en volver a robar —comentó el viajero quien ya era observado por algunas personas en las cercanías.
Arrastró al niño hacia un estante, en cuya superficie colocó el brazo del pequeño quien enmudeció al intuir la intensión.
Algunos castigo barbáricos permanecían en la memoria de las personas, y Nauj planeaba llevar a cabo la mejor sanción que conocía para los ladrones.

Quienes observaban, se exaltaron al entender lo que sucederá, pero ninguno de ellos era lo suficientemente veloz para interferir.
Nauj alzó su brazo como si se tratara de una espada desenvainada, soltando un golpe que será capaz de separar al niño de su mano derecha. Pero, antes de lograr su cometido, alguien apretó fuertemente su antebrazo, deteniéndolo.
Nauj miró con hostilidad el rostro sereno del hombre que contuvo su fuerza. Ambos intercambiaron miradas retadoras, dejando en claro que ninguno de los dos rehuiría una pelea de ser necesaria.

—¡No puedo creerlo! —se sorprendió aquel que acompañaba a Nauj—. ¡Te descuido por unos momentos y estabas por cometer tal barbaridad! —espetó el joven Jack, aproximándose.
Jack sólo se detuvo a comprar un poco de pan y frutas debido al hambre que sentía. No terminó de pagar cuando escuchó las exclamaciones de la gente, percatándose con horror de lo que acontecía. En algún momento llegó a pensar en utilizar sus poderes, pero pensó en todas las personas a las que podría herir. Afortunadamente alguien más apareció para controlar la situación.
—¿Qué es lo que exactamente planeabas hacer? —murmuró el de cabello escarlata a Nauj, quien sonrió ampliamente, liberando al rapaz.
Tras notar el equipaje que ese otro viajero llevaba a espaldas, Nauj decidió comportarse. Podía saberlo, lidiaba con un santo. Reconocería esa soberbia donde fuera, así mismo sintió el aire frió que en advertencia el joven le soplaba en la cara.
Tembloroso, el niño busco refugio detrás de la persona que le salvó.
—¿Yo? —Nauj fingió demencia—. ¿De verdad crees que sería capaz de lastimar a un niño?
—Vi lo suficiente como para afirmarlo —respondió el dueño del cosmos frío.
—No lo tomes tan en serio, no iba a lastimarlo —aclaró sonriente—. Sólo quería darle un escarmiento, asustarlo un poco ¿lo ves? —lanzó una mirada al niño que de un sobresalto se escondió todavía más detrás del santo—. Te aseguro que no volverá a intentar nada parecido sabiendo que un loco como yo podría aparecer para detenerlo —masculló. Tras un rápido movimiento, Nauj retomó el control de su brazo, imponiendo su fuerza.
—Eso jamás lo sabremos, ¿cierto? —musitó Terario, bajando la mano.
—Por favor, perdone a mi amigo —se acercó Jack con cautela. Él también percibió el cosmos gélido del viajero de ojos negros, así como el de Nauj que se avivó por un mero instante. No le gustaría estar en medio de una pelea irracional entre dos posibles santos, por lo que tenía que evocar a la razón—. No sabe comportarse con las personas —reprochó con una mirada dura hacia el susodicho—, y es un poco irracional cuando se trata de alguien infringiendo la ley.

Terario ignoró a ese par, girándose hacia el niño que musitaba una y otra vez el mismo enunciado. Flexionó las rodillas para estar a su altura, hablándole en el mismo idioma. El pequeño de rostro sucio abrió los ojos con gran sorpresa, aliviado por encontrar a una persona que pudiera entenderle en esas tierras desconocidas.
Después de un intercambio de palabras y algunos sollozos, Terario tomó la mano del pequeño para guiarlo— Este niño ha viajado desde Rusia para reencontrarse con su hermano —explicó a Jack, de quien podía percibir auténtica preocupación por el infante, así como responsabilidad por lo ocurrido—. Dice que durante el largo viaje en barco, su hermana enfermó como muchos otros pasajeros y murió días antes de arribar a puerto. Desde entonces ha vagado por la zona sin poder darse a entender. El miedo, así como la tristeza, lo llevó a desconfiar de todos. Finalmente, cuando el hambre fue demasiada no encontró más remedio que hurtar sus alimentos. Pero promete que no volverá a hacerlo.
Jack observó al asustadizo niño con ojos llenos de compasión— Que desafortunado, debes estar hambriento amiguito —le obsequió la bolsa de los comestibles que compró hace un momento—. Toma, son tuyos. Es lo menos que puedo hacer después del gran susto que te llevaste.
—Yo me haré responsable de él hasta que lo reúna con su hermano. Pagaré también la deuda con el anciano a quien robó —explicó Terario tranquilamente. Viendo como el niño de cabello rubio miró dentro de la bolsa y sus ojitos se iluminaron de felicidad.

Terario tenía la intención de marcharse, pero la voz curiosa del sujeto de ojos escalofriantes lo detuvo.
—Así que eres de Rusia, cuna de los caballeros de cristal —Nauj recalcó, permaneciendo de brazos cruzados.
—De una de ellas —corrigió Terario con indiferencia—. Ustedes dos… también son santos de Atena ¿o me equivoco? —percibía la energía del cosmos fluyendo por sus cuerpos.
—Es complicado... —murmuró Jack.
De pronto, se alzó una voz autoritaria que exclamó— ¡Ustedes forasteros! ¿Qué es todo este alboroto? ¿Qué es lo que pasa? —el comandante de una pequeña tropa de guardias exigió explicaciones.
Alertados por algunos ciudadanos, cinco soldados acudieron al lugar, rodeando al grupo que alteró el orden.
—Nada de qué alarmarse, ya todo se ha arreglado señores —explicó calmado el santo de Acuario—. No fue más que un malentendido.
—Eso parece… —el cabecilla del escuadrón inspeccionó a los tres con la mirada, sabiendo cuál debía ser su comportamiento hacia ellos, sobre todo al ver el brillo dorado que escapó de entre las mantas de su equipaje.

Antes de que alguno de ellos pudiera moverse o continuar, una inesperada corriente comenzó a soplar por Villa Rodorio. Eran los vientos que alertaban de una tormenta, arrastrando con rapidez las nubes, alzando el polvo y la tierra. El aire sopla con fuerza, meciendo ropas, cerrando puertas y ventanas. Súbitamente una tormenta de arena sacudió la ciudad como un tornado, logrando que la gente buscara refugio en sus casas con rapidez.

La cortina de arena cubrió casi de inmediato la villa, extendiéndose hacia las mismas puertas del Santuario donde nuevos centuriones custodiaban la entrada.
Se extrañaron por la inesperada tormenta de arena, jamás había ocurrido nada como esto en Villa Rodorio. Se tomaron unos segundos para tallarse el rostro por el picazón que sintieron en los ojos, maldiciendo no poder ver.
La arena sirvió como una cortina espectral, una que escondió las figuras que se desplazaron como una jauría de chacales hambrientos por todo Rodorio. Una vez que la dejaron atrás, el que encabezaba la manada entró en frenesí al observar a sus primeras dos víctimas.
Un rayo azul atravesó el corazón del guardia de la izquierda, cayendo al suelo sin saber siquiera qué le mató. Para el segundo, el golpe que recibió en la nuca terminó por partirle el cuello en dos.

Dentro del Santuario, los sensibles al cosmos se sobresaltaron al percibir extrañas presencias aproximándose. La tormenta estaba envuelta por una energía que circulaba por toda la bruma, ocultando a un número de individuos del que todavía no podían estar del todo seguros. El viento arenoso obstruía cualquier intento de averiguarlo.

Sabiendo que en esta ocasión no se trataba de ninguna prueba, Shiryu envió las órdenes a cada miembro del Santuario que pudiera escuchar su espíritu.
El Patriarca permaneció en el Gran Salón cual era su deber, siendo Seiya sus ojos al poder ver el nubarrón que ha devorado el pie del Santuario.
—No creo que esa capa de arena pueda avanzar más —pudo asegurar Seiya, sabedor del tremendo poder que ungía al Santuario capaz de repeler muchas clases de artimañas—. Deberán abandonar su escondite dentro de poco.
—He sentido como dos de los nuestros han caído… —musitó el Patriarca, contrariado—. Esto no es bueno ¿Qué es lo que está pasando? ¿Quién nos ataca y por qué?
A su lado, Shunrei permanecía silenciosa.
—Quienesquiera que sean no avanzarán mucho. Los santos de oro están en posición —informó Seiya, a la expectativa de lo que pudiera percibir.



—Hasta aquí. Mí cosmos no puede extenderse más allá de estas escaleras —aclaró la voz de un joven varón dentro de la ventisca.
—Esta debe ser entonces, la entrada hacia las famosas Doce Casas del Zodiaco. ¿No es así, Shai? —preguntó otro hombre, momentos antes de abandonar el refugio de la tormenta de arena. El sol golpeó sus ropajes de oro, iluminando un rostro de tez morena y la cabellera oscura emergente del casco con forma de cabeza de halcón.
Cualquiera sería capaz de confundirlo con un santo de oro, mas el diseño de su manto dorado estaba fuera de de las doce vestimentas del zodiaco. Se mostraba mucho más colorida y vibrante por las líneas turquesas, blancas y negras que adornaban la coraza. Así mismo, las alas metálicas que protegían su espalda llegaban a tocarle las pantorrillas.
Otra vestimenta de oro emergió del torrente arenoso. Una máscara cubría la cara de la guerrera que parecía conocer bien los territorios del Santuario.
—Precisamente. Si queremos llegar hasta donde se encuentra el Patriarca, habrá que traspasar esos doce templos, venciendo a sus respectivos guardianes —explicó la enmascarada de cabello largo y negro.
—Pero yo no siento ningún poder de alguna de esas casas —se adelantó un hombre de armadura negruzca—. ¿No dijiste que la orden dorada se encontraba incompleta?
—No seas imbécil— siseó molesta la mujer—, los santos pueden desaparecer su cosmos a voluntad y sólo hacerlo estallar cuando lo crean necesario. Han pasado muchos años desde mi última visita al Santuario. Podría haber ya doces santos de oro esperándonos.
—Once, querrás decir —corrigió sarcástico el de apariencia sombria y tenebrosa—. Recuerden que no es mi problema el número de enemigos que ahí haya… El tiempo corre —les recordó, imitando el sonido de las manecillas de un reloj al chasquear la lengua.
—Y no fallaremos —aseguró otra mujer de llamativa armadura azul. Las alas de su ropaje lucían majestuosas con el contacto de la luz solar. Su piel morena resaltaba en gran medida por el turquesa de su ropaje. Sin mascara que escondiera su femineidad, era dueña de dos zafiros que permanecían en su mirada, y de una cabellera ondulada de color oscuro.
—Yo permaneceré aquí — aclaró el creador de la polvareda, sin abandonar el refugio que le da el viento—. Cuidaré que nadie intente sorprenderlos por la retaguardia.

Ninguno de ellos dudó en dejar a su compañero atrás. Subieron las escalinatas de peldaños blancos a toda prisa. Estaban por entrar a la primera casa, cuando cinco luces escarlatas destellaron desde el interior, dirigiéndose hacia ellos como estrellas fugaces.
Cada uno de los cinco guerreros eludió aquella que fue dirigida sólo para ellos. Deteniéndose estrepitosamente, estudiando el cosmos que emergía del templo.
—Eso fue únicamente la bienvenida, la próxima vez no pienso ser tan cordial —advirtió el santo dorado que salió a la luz—. Ha pasado mucho tiempo, Shai ¿amigos tuyos?
—Souva… —musitó desconcertada la mujer de máscara dorada—. ¿Qué hace el caballero de Escorpión en el templo de Aries?
Efectivamente, el Escorpión Souva adoptó Aries como su casa guardiana— Temo que no existe todavía un guerrero que tome éste puesto. Por lo que me permití venir y ser el primero en recibir a nuestros invitados —realizó una sarcástica reverencia moviendo su capa carmesí—. Aunque nunca esperé reencontrarme con una antigua conocida —masculló con rencor—. Dime ¿qué es lo que exactamente planeas? ¿Quiénes son tus nuevos amigos?
—¡Apártate Souva si sabes lo que te conviene! —aconsejó la guerrera, cuya cloth no era otra más que la inspirada en la constelación de Virgo.
Antes de que Shai atacara, la apartó el hombre de atuendos dorados. Sin preámbulos, éste dijo— ¡Somos los Apóstoles del poderoso Ra! ¡Hemos venido al Santuario a tomar la vida de su Patriarca y la de todos los santos que lo conforman.

Continuará…

Editado por Seph_girl, 27 noviembre 2009 - 10:46 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#43 Aquiles de Sagitario

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Publicado 12 octubre 2009 - 14:51

Bueno Seph, después de un largo tiempo queriendo empezar a leer éste Fic, al fin lo hice (Es que hay tantos Fics hoy por hoy que se me hace difícil leerlos todos!!) Leí hasta el capítulo 3, pues son laaaaaaaargos cómo eructo de jirafa XDDDD (Malísimo el chiste...)
Me gustó mucho la historia hasta ahora. En algún momento se me tornó confusa alguna que otra situación, más que nada por lo extenso de cada capítulo, pero no fue nada que no se me aclarara casi enseguida!

Cuando termine de leer el resto de los capítulos te dejo un comentario más extenso con análisis incluído!

Salu2!!!

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Publicado 24 octubre 2009 - 20:28

Muchas gracias Aquiles por intentar leer mi historia ^-^
No te apures, se que mis episodios son largos (pero he leido más largos) y eso que me he moderado porque antes los hacia más extensos jejeje.

Que bueno que te haya gustado lo que has leido, esperemos y siga asi un poco más, o que disfrutes hasta donde puedas =P.

Y pues ahora aqui les traigo el Capitulo 10 donde entramos a una nueva recta de acción.




*********


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Capitulo 10
Apóstoles. Parte I.
Duelo de escorpiones.



El Santuario, Grecia. Templo de Aries.

— ¡Somos los Apóstoles del poderoso Ra! ¡Hemos venido al Santuario a tomar la vida de su Patriarca y la de todos los santos que lo conforman! —declaró la guerra el majestuoso guerrero de Egipto.
El guardián de la constelación de Escorpión no se intimidó ni siquiera un poco— ¿En verdad eso es lo que pretenden? —dijo con semblante aburrido—. ¿Acaso Egipto busca iniciar una tonta guerra contra el Santuario? “¿Por qué?” Me veo en la obligación de preguntar —añade con cinismo.
Souva de Escorpión siempre ha poseído una actitud bastante relajada aún en las situaciones más complicadas. Lo que menos le impresionaba era el numero de oponentes que enfrentaría, lo que lo tenía mortificado era ver a una antigua hermana de armas en las filas enemigas.
—Los motivos sobran, santo de Atena —aclaró el de ropaje dorado, visiblemente el líder del escuadrón—. Hay un deber que debemos cumplir. Si tenemos que erradicar el Santuario entero, así se hará.
Souva sabe lo que debe hacer, no permitiría que sus conflictos personales se interpusieran en la batalla. Le dedicó una rápida mirada a Shai quien portaba la armadura de Virgo sólo para decir— Es una pena que uno de mis propios camaradas encabece esta afrenta —mostrando un semblante amenazador al resto—. Siento que hayan viajado de tan lejos, pero de este templo ninguno de ustedes pasará —esclareció el Escorpión.
—¿Pelearás contra todos nosotros? Sí que en Grecia son unos locos —se mofó el de amplia armadura oscura.
Sus sentidos le alertaban que de ese sujeto es del que debía cuidarse más. Para Souva resultaba extraño que, mientras los demás poseían un cosmos virtuoso o neutral, el de ese hombre era malévolo. Y la armadura que lo protege… no podía explicarlo, irradiaba un aura inquietante, algo que jamás había sentido antes.
—Nada de eso, sé lo que trama —advirtió Shai, impidiendo que él fuera quien iniciara el duelo. Sacando al Escorpión de su trance—. Desea que perdamos el tiempo aquí mientras los demás santos actúan a nuestras espaldas. Debemos ser precavidos, avanzar lo más rápido que podamos.
—Ataquemos juntos entonces— aconsejó el siniestro guerrero.
—Qué decisión tan precipitada —comentó el Escorpión sin amedrentarse—. No imaginaba que en Egipto pelearan a ventaja —sonrió sarcástico—. Aquí en el Santuario tenemos reglas —dijo con orgullo—, las cuales, de no seguir, estaríamos pisoteando el legado que nos dejaron nuestros predecesores. No necesito pelear con todos a la vez, será uno a uno. Pero como sé que no aguardarán pacientemente su turno, entonces deberé tomar ciertas medidas —encendió su cosmos dorado, extendiendo la capa roja que colgaba de sus hombreras—, ¡lo entenderán cuando sufran el efecto de mi Restricción! —sus ojos se tornaron dorados en ese instante, brillando peligrosamente, liberando numerosas ondas de cosmos que sellaron los movimientos de los invasores. Los Apóstoles resintieron terribles escalofríos que invadieron sus cuerpos, manteniendo sus extremidades rígidas.
—¡¿Qué clase de magia es esta?! —gritó frustrada la mujer de armadura turquesa, luchando por recuperar el control.
Shai lo sabía bien. A sus aliados les tomó poco tiempo descubrir que el efecto era similar al que un individuo despierta por terror hacia un venenoso escorpión. Ellos que se criaron expuestos a esos peligros del desierto lo han experimentado numerosas veces.
Pero ahora no trataban con un simple animalejo por el al que ya no sentían temor alguno, combatían con un santo que era mucho más feroz y mortal que cualquier escorpión.

Souva alzó la mano derecha cuando la uña de su dedo índice volvió a alargarse, generando un resplandor carmesí que formó resplandecientes puntos rojos al final de su garra— Aunque pensándolo bien, si tantos deseos tienen que combata con todos a la vez, no soy nadie para negarme. Prueben la furia del Escorpión, ¡La Aguja Escarlata! —arrojó los luces carmesí sobre sus enemigos, contrariándose por la forma en la que uno de ellos saltó frente al grupo, recibiendo los cinco impactos a propósito. Cruzó los brazos atinadamente para protegerse el rostro y el pecho.
—¿Así que eres tú el que más ansias tiene de morir? —cuestionó Souva al guerrero egipcio que usaba una armadura ligera de color negro—. Me impresionas, veo que la Restricción no tuvo efecto en tu persona —decidió tratarlo con cautela.
Aquel que recibió los pinchazos del escorpión, bajó los brazos a los costados, sin verse afectado por los cinco minúsculos agujeros que se marcaban en su coraza. Poseía grandes ojos negros, cabello oscuro muy alborotado sobre el que se posaba un casco con forma de un escorpión. Su cosmos anuló el efecto de parálisis de los demás.
—El poder de Selkis protege mi cuerpo, mi corriente vital. Los escorpiones y sus venenos no pueden contaminar este templo —anunció solemne el Apóstol que defendió a su gente—. Señor Asiut, yo me encargaré de él. Ustedes pueden continuar —pidió con semblante serio el egipcio.
Souva resopló— Parece que no han escuchado que ninguno de ustedes avanzará más allá de estas escaleras —les recordó con aire prepotente, permaneciendo al final de la escalinata.
—Si lo atacamos entre todos de seguro caerá. Por muy santo dorado que sea, no puede contra todos nosotros —insistió nuevamente el de cosmos maligno, comenzando a impacientarse.
—Si vas a subestimar a los santos de oro, entonces esta cruzada es inútil —anunció Shai de Virgo—. Conozco a Souva, él es de los dorados más poderosos al que me he enfrentado…
Souva sonrió ampliamente— Me alaga que recuerdes nuestros combates de entrenamiento mi estimada amiga, pero tus palabras no te ayudarán a que sea benevolente contigo —advirtió—. Así como su deber es cruzar los Doce Templos, el mío es impedir que los extraños avancen por ellos. Ataquen todos a la vez si es lo que desean, no tengo inconveniente. O elijan batallar uno a uno contra mí, es muy posible que así lleguen a cansarme más rápido —musitó, provocando la furia de algunos Apóstoles.
—Eso es imposible —anunció Asiut, el de ropaje dorado—. Nuestro tiempo es valioso como para desperdiciarlo aquí. Hafiz, te lo encargo.
Al instante, el Apóstol Hafiz extendió los brazos al frente, liberando una onda de cosmos de alta temperatura que envolvió en un tornado al Santo del Escorpión. En fracciones de segundo, Souva sintió como se atragantaba al no poder aspirar ni una brisa de oxigeno, sujetándose la garganta completamente sorprendido.
Asiut y su grupo corrió en dirección a la casa de Aries aprovechando la distracción, por la cual pasaron sin más demora.
Souva intentó salir de la zona de vacío, impulsándose para ir en persecución de los invasores. Mas antes que sus pies lograran avanzar, una ennegrecida figura apareció frente a él, liberando un golpe luminoso que estalló sobre su rostro.
Confundido por la velocidad que posee el enemigo, el santo se dejó arrastrar por la potencia de ese ken. Tras una acrobacia aérea, cayó sobre sus dos piernas al pie de las escaleras, intercambiando lugares con su nuevo rival.
Una vez fuera de la zona en donde el aire conspiró en su contra, Souva comprobó que podía respirar nuevamente.
El santo permaneció con una actitud pasiva, analizando al inmóvil oponente que esperaba su contraataque. El pómulo izquierdo le sangraba un poco, pero no había daños significativos.
Era una vergüenza, seguro Albert le recriminará hasta el cansancio el haberse dejado engañar por tal truco— Por algo dicen que cae más rápido un hablador que un cojo… —pensó con amargura, riéndose de sí mismo.
Sacudió la cabeza, no tenía tiempo para lamentarse, confiaba plenamente en el poder de sus hermanos de oro para reparar su descuido.
—Admitiré que el primer round te pertenece… pero no pienso volver a cometer el mismo error —aseguró Souva—. No imaginé que pudieras manipular el aire de esa forma.
El egipcio de nombre Hafiz esbozó una media sonrisa— Eso espero. He escuchado mucho sobre los legendarios Santos de Atena. No he viajado de tan lejos para llevarme una decepción.
—Trataré de no defraudarte entonces —dijo despreocupado. Decidió intentar de nuevo, obtener información, tal vez lejos de la presión e influencia de sus compañeros, podría arrancarle la verdad a Hafiz—. Tenía entendido que el Patriarca y su Faraona poseen estrechos lazos diplomáticos, ¿por qué el cambio? ¿Qué beneficios obtendrán al iniciar un absurdo derramamiento de sangre?
—No soy nadie para contradecir los designios de mi Faraona. Si ella clama por sus vidas, mi obligación es arrebatárselas sin importar el costo. Resígnate santo de Escorpión, pues este día mi pueblo le ha declarado la guerra al Santuario. Y yo Hafiz, Apóstol de Selkis, seré tu oponente.



**********


En la cima de las doce casas, dentro del Gran Salón, el Patriarca sale de un efímero trance. A su lado, el legendario Pegaso busca respuestas, mas el Pontífice niega con la cabeza— Ella no responde a mi cosmos… Se rehúsa a entrar en contacto.
El santo de Pegaso se encontraba tan contrariado como el Patriarca. Pocas semanas han pasado desde que ambos estuvieron en las tierras del Nilo, ¿qué pudo ocurrir en tan poco tiempo para llegar a esto?
Conocían bien el gran reino que resurgió de entre las arenas, dirigido por una gobernante cuyo séquito estaba formado por personas justas y de nobles sentimientos.
De todos los reinos contra los que imaginaron algún día entrar en conflicto, Egipto había sido descartado.
Pero el ver a sus guerreros divinos, los Apóstoles, no les permitía dudar de la realidad.

Shiryu permaneció en silencio, pensando en que un caballero de oro se encontraba a la cabeza de este atraco. Conocía bien a Shai, era una niña cuando escapó del yugo de su padre quien intentó asesinarla. Encontró refugio en el Santuario al ganarse la misericordia de un santo de plata. Fue entrenada como una amazona y tiempo después fue enviada a Egipto a recibir un entrenamiento mucho más especializado con un maestro mucho más capacitado.
Verla vestida con el ropaje dorado de Virgo desenmascaraba su engaño, pues la última vez la cuestionó sobre si estaba al tanto de la ubicación de alguna de las cloths de oro… Ella lo negó.
La idea de que todo este tiempo han fingido una asociación comenzaba a girar en los pensamientos del Patriarca. Quizá fueron engañados, y ahora uno de sus guerreros ha sido corrompido por las ambiciones de los dioses del Nilo.

Seiya comenzó a descender los escalones, dispuesto a abandonar el Gran Salón. Shiryu lo llamó, esperando que detuviera su andar.
—Con Kenai fuera, sólo un tercio de la orden dorada está para enfrentarles —espetó Seiya sin volverse—. Algunos caballeros de plata todavía están en recuperación. Es evidente que tendré que luchar si queremos evitar bajas entre soldados y aspirantes —explicó, con su mano lista para apartar las puertas que lo confinaban a la habitación.
—Seiya ¿tienes tan poca confianza en los santos de oro?— preguntó Shiryu con tristeza.
El Pegaso miró sobre su hombro al Patriarca.
—Yo sé cómo te sientes, en verdad lo sé. No son Mu, Aldebarán, Aioria o Milo, pero son caballeros de Atena y cumplirán con su misión. Si sales ahora, admitirás que estos años invertidos en el Santuario no han valido nada, que nuestros guerreros son incapaces de salir adelante por ellos mismos.
—¿Acaso pretendes que esto sea un entrenamiento más, Shiryu? —inquirió molesto—. No sé tú, pero en mi conciencia sí pesarían sus muertes.
—Ese no es mi objetivo ahora, pero debes admitir que la experiencia es vital para cualquier guerrero, ésta es una oportunidad para que se prueben a si mismos. Si te entrometes en la batalla, lastimarás sus orgullos y no obtendrás ninguna clase de gratitud. Al contrario, los volverás dependientes de tus intervenciones, no desarrollarán el potencial que están destinados a alcanzar.
El santo de Pegaso lo recapacitó unos instantes.
Al sentir el conflicto en Seiya, Shiryu prosiguió— Tú mejor que nadie sabes lo importante que es la confianza hacia tus semejantes. Permite que caigan al suelo, así aprenderán a levantarse. En el pasado, muchas personas confiaron en nosotros para lograr lo impensable, ahora es nuestro turno.

Por mucho que detestara admitirlo, Shiryu tenía razón. No habría llegado hasta donde lo hizo de no ser por las peleas que llevó a cabo. Pero había algo que Shiryu olvidaba… Todos ellos, aunque fue por un instante, silenciosamente suplicaron por ayuda alguna vez, siendo desolador el no obtenerla….
—De acuerdo… —se alejó de la puerta sintiéndose derrotado—. Si logran atravesar las Doce Casas entonces no tendrás ninguna objeción para que decida intervenir, ¿no es así?— cuestionó, a lo que Patriarca asintió—. No pondrán ni un pie en esta habitación, llegaremos al fondo de esto.
 

************


Templo de Aries

Souva subió escalón por escalón con una actitud relajada. El que un enemigo allí le aguardara no parecía alterar sus nervios.
El Apóstol de Selkis le permitió llegar hasta la entrada del templo, mas no pasar.
—Es extraño, pese a que recibiste cinco de mis agujas no pareces lastimado —comentó el santo, acomodándose el casco que sentía flojo. Observó con curiosidad los agujeros en la armadura de su oponente.
—Parece que sabes muy poco sobre nuestra cultura y nuestros dioses —musitó Hafiz con tono paciente—. De lo contrario entenderías que tus técnicas ponzoñosas no tendrán efecto en mí. Yo, que sirvo a la diosa Selkis, recibo su protección frente a las criaturas que ella domina. Como diosa que manipula a los escorpiones, tiene la capacidad de proteger a sus fieles de cualquier veneno que intente contaminar su sangre.
Souva suspiró, volviendo a sonreír— Es como si hubieras nacido para ser mi rival —dijo con tono sarcástico.
—Y no sólo eso —le previno Hafiz—. Es ella la que da el aliento a los seres humanos cuando llegan a este mundo, así mismo… —volviendo a manipular el viento—, te priva de él.
Souva sintió nuevamente un vacío a su alrededor, dentro de cual el aire le era negado. Sin el factor sorpresa, logró contener la respiración, lanzando de prisa más agujas escarlatas. Hafiz intentó esquivarlas, fracasando al recibir irremediablemente dos de ellas.
El santo dorado saltó hacia el techo de la casa de Aries, donde pudo volver a respirar. Contempló con recelo a su oponente, sabiendo que alguien que podía controlar el aire de tal forma no debía ser subestimado.
Hafiz saltó también, pisando el techo del templo. Rió al percibir cierto temor en el santo— ¿Planeas huir de mí, Escorpión? Y eso que he sido gentil contigo. Si este es todo tu poder —señalándose la marca existente en el peto de su alba*—, entonces he ganado ya este encuentro.
Los labios de Souva dibujaron una mueca perversa, justo cuando sus ojos se mostraron optimistas, algo que extrañó al egipcio— ¿De verdad? No deberías subestimar a este escorpión, pues sus picaduras pueden ir más allá de un simple envenenamiento —aclaró, entrecerrando los ojos—. Eres tú el que ha perdido el encuentro desde el inicio, permitiéndote coleccionar siete de mis agujas.
—Su efecto es insignificante ante el poder de Selkis —respondió Hafiz, con confianza ciega en su diosa.
—Por supuesto, tu mente es capaz de ignorar el dolor y tu sangre de diluir mi veneno pero, temo que tu cuerpo es incapaz de imitarlos, observa bien sobre qué estás parado.
Por mero reflejo, el Apóstol dio un vistazo hacia sus pies, permaneciendo absorto por las líneas de sangre carmesí que fluían por el suelo. Hafiz intentó ocultar su sobresalto al ver cómo es que la sangre emergía de cada uno de los golpes recibidos del caballero dorado.
—La aguja escarlata actúa rápidamente sobre quien la recibe —explicó Souva, haciendo que su uña volviera a crecer—. Usualmente, los oponentes que la han recibido de mí necesitan de una sola para caer al suelo y enloquecer, tres para entrar en shock. Pero esta técnica se conforma de quince golpes que envían a cualquier persona hacia el más allá. ¿Serás acaso tú el primero quien reciba mis quince agujas?
—Éstas heridas no me detendrán, no significan nada —aclaró el Apóstol, desvaneciendo su miedo.
—Entonces te ayudaré a que te desangres con más rapidez si te parece —amenazó Souva, alistando su siguiente golpe.
Hafiz se arrojó hacia el caballero con su cosmos en alto. Ningún mortal habría podido ver la velocidad con la que el egipcio se movió, pero los sentidos de un santo son sobrehumanos. Atinadamente, Souva eludió el puño de su adversario, recibiendo un inesperado rasguño en la mejilla cuando Hafiz extendiera los dedos en un segundo golpe.
Completamente a su merced, el escorpión dorado contraatacó con cuatro agujas más que golpearon el cuerpo del escorpión negro. Hafiz trastabilló una vez que creara distancia, dándose media vuelta para encarar al santo.
—Once… —contó Souva—. A estas alturas, otra clase de individuo estaría perdiendo sus sentidos. Es una lástima que no vivas la experiencia completa del tormento de la constelación de Escorpión.
—No deberías confiarte tanto —el Apóstol aconsejó con tranquilidad, pese a que comenzaba a resentir el dolor de los once impactos—, a diferencia de mi, tú ya eres un cadáver —dijo en cuanto unas gotas de sangre corrieran por la mejilla del caballero dorado.
Souva se limpió la sangre con la mano. Contempló la mancha roja en sus dedos, extrañándole que presentara motas de color negruzco.
—Quince golpes para acabar con un enemigo… —meditó victorioso el egipcio—, es suficiente tiempo que le das a un adversario para vencerte. Yo sólo necesito uno —susurró, mostrándole como es que sus uñas también tienen la capacidad de crecer en ennegrecidos aguijones—, y escasos minutos para que todo termine.

Souva sacudió un poco la cabeza cuando su vista dibujara tres Hafiz frente a él. Utilizó el brazal de su brillante armadura dorada para reflejar su cara, notando como es que comenzaron a dibujarse líneas negras bajo su piel. Pocos segundos después, observó el mismo fenómeno en sus dedos.
—Tu torrente sanguíneo ha comenzado a ser invadido por el veneno de Selkis que parará tu corazón en cualquier momento. Como ves, las cloths de las que están tan orgullosos no siempre serán efectivas, un simple rasguño en tu rostro descubierto bastó para acabar con un inmortal caballero dorado —comentó reprimiendo una carcajada.
Lejos de mostrarse desesperado o aterrado por su sentencia de muerte, Souva volvió a sonreír para agregar— Minutos ¿eh?… —sin dejar de mirar sus manos—, tiempo suficiente para terminar con mi tarea… —se atragantó un instante, al sentir cómo es que se le dificultaba tomar aire, e inclusive estar de pie.
Le asombraba la velocidad con la que su cuerpo y sus sentidos estaban colapsando. Nunca podría haber adivinado que su ponente poseía un ataque mortal de tal eficiencia.
Pensó en su maestro, ese hombre mentiroso que lo llevó a probar cada veneno mortal como parte de su entrenamiento… Tal parece que el muy miserable olvidó éste.
—Te recomendaría tomar los minutos que te quedan de vida para preparar tu alma. Está muy cerca tu encuentro con los mensajeros de la muerte que te enjuiciarán —recomendó Hafiz con solemnidad—. Pero pareces la clase de hombre que jamás se ha entregado a la oración.
—En eso tienes razón… —comentó Souva sin remordimiento—, aprendí hace muchos años que las plegarias son inútiles. Confiar tu vida a un ser superior no es la respuesta a los problemas… —en un momento de debilidad, tal vez a causa de delirio, recordó esos desesperados días de su niñez, los rostros de esos otros niños que oraban a Dios día tras día en busca de un milagro que jamás ocurrió—. He sido muy descuidado, pero pienso remediarlo… —prometió, alejando esos recuerdos que le alertaron que en verdad estaba a pocos pasos de morir.
—Eso te será imposible —aclaró el Apóstol, malhumorado por el que ese hombre todavía tuviera las esperanzas de ganar—. Ya que no ansías una muerte tranquila, te mostraré mi verdadero poder como un acto de respeto. ¡Utilizando mi Ka* al máximo, probarás mi ataque final santo de Atena! —con un movimiento de ambas manos, creó un circulo de aire alrededor de sí mismo, una corriente que avivó su ka el cual ascendió por encima de las nubes convertido en un torrente de aura verde.
— ¡¡Castigo de Serket-Heru!!
De los nubarrones que adornaban el cielo de Grecia ese día, se generó un gran resplandor del que un grueso rayo de luz cayó como bólido sobre el santo de Escorpión, quien fue engullido por el fulgor que destruyó el techo de la primera casa del zodiaco, impactándose contra el suelo el cual perforó.
El estruendo sacudió los cimientos del templo. El impacto fue tan violento que incluso llegó a estremecer las casas vecinas. Como si del mismo sol ese rayo se hubiera desprendido, un calor abrasador se expandió por todo Aries, liberando cortinas de denso vapor.

Largos se sintieron los segundos para aquellos que percibían la lucha a lo lejos, pues el destino del santo de Escorpión era incierto.
Las columnas de humo estropeaban la visión del Apóstol de Selkis, quien caminaba con cautela por la casa, buscando algún indicio de vida. Hafiz no se preocupó demasiado, si por alguna cuestión milagrosa el santo sobrevivió a su ataque, no le quedaba mucho tiempo de todas formas.
A sus pies, encontró el casco del caballero al que había derrotado. Hafiz lo tomó respetuosamente, colocándolo sobre los escombros que servirían por el momento como una cripta. En su lengua nativa, el Apóstol recitó una oración, junto a una disculpa casi inaudible antes de partir.
Vislumbró las escaleras que lo llevarían al siguiente templo, hacia donde sus compañeros se dirigieron.
Sus pies estaban por pisar el umbral que lo llevarían fuera de la casa, cuando sorpresivamente una voz lo ató a permanecer a allí.
—… y en señal de respeto, yo he recibido tu ataque…
Era el Escorpión. Su cuerpo y cloth se encontraban intactos. Los halos de vapor se desvanecían con rapidez mientras el caballero los apartaba con su mano. La capa que le otorgaba noble distinción desapareció de su espalda, consumida por el feroz ataque de Hafiz.
El Apóstol permaneció boquiabierto. Le parecía inconcebible que hubiera resistido su poder. Era tal cual decían de los santos dorados de Atena, los más temibles entre las órdenes de caballería.

Todas las venas de su cuerpo se colorearon de oscuridad, evidenciándose en los surcos de su piel. Souva había perdido la vista y el oído mientras que el resto de sus sentidos pendían de un hilo que estaba por romperse.
El santo maximizó su cosmos de golpe, exaltando al empequeñecido Apóstol.
Hafiz no lo entendía, ¿acaso su veneno había logrado un efecto contrario al esperado? En vez que el poder del santo disminuyera, estaba alcanzando niveles que jamás había sentido.
—Hafiz ¿cierto? —Souva lo llamó por su nombre—. Admito tu superioridad, eres un escorpión más venenoso que yo… por ahora —cada palabra era un esfuerzo—. Sin embargo, eres demasiado peligroso para dejarte pasar por estas Doce Casas… demasiado como para permitirte vivir… Por lo que no tengo más alternativa que detenerte aquí y en definitiva —unió dedo índice y medio de sus respectivas manos. Las cuatro garras destellaron en rojo sangre.
—Pobre ignorante ¡¿crees que no sé tú verdadero estado?! —bramó furioso—. ¡De seguro apenas puedes estar de pie! Admiro tu resistencia y tu valor caballero de Escorpión, es la primera vez que enfrento a alguien como tú! —separó los brazos, tomando posición de ataque—. ¡Tendré que apresurar tu muerte, una dosis más del veneno de Selkis y de seguro morirás! Además, todavía te faltan cuatro golpes los cuales dudo que puedas atinar en un solo disparo.
—Ah, aunque la aguja escarlata es una técnica de mis predecesores, la cual estimo en verdad… debí buscar métodos para lograr algo más eficaz —levantó ambas manos, las cuatro zarpas rojas brillaban peligrosamente—. Es como dijiste Hafiz, quince golpes es demasiado tiempo para lo que yo necesito… Contemplarás ahora la técnica que sólo requiere nueve impactos simultáneos para acabar con cualquier guerrero.
— ¿Nueve golpes en un sólo intento? —Hafiz reprimió una carcajada—. La mayoría de las agujas que he recibido han sido a propósito. Acabaré contigo antes. ¡Acepto tu último desafío caballero de Atena! —gritó Hafiz, haciendo estallar su ka esmeralda, lanzándose al ataque al mismo tiempo en que Souva se volvió un ser de luz tras alcanzar la velocidad de la misma.
— ¡¡Escorpión de nueve aguijones!!
Hafiz pareció chocar contra un muro invisible contra el que su brazo se rompió. Una estela dorada atravesó nueve puntos de su cuerpo al mismo tiempo: en ambas piernas, brazos, hombros, pecho, estomago y en la frente.
Ni siquiera lo vio moverse, su enemigo se desvaneció en un mero pestañeo y al siguiente instante las garras carmesí lo apuñalaron profundamente.

—Señor Asiut… señorita Kaia…fue un placer servir a su lado…— logró pensar Hafiz antes de que la luz del mundo mortal se apagara.
El dolor lo fulminó al instante, fue una muerte inmediata, pues su corazón y cabeza fueron atravesados por los aguijones del escorpión. El ropaje del Apóstol no fue impedimento para evitar las heridas que resultaron mortales, se rompió como si hubiera estado hecho de cristal.
El cuerpo del egipcio cayó a los pies de Souva. La hemorragia de las heridas rápidamente marcó de rojo la silueta de Hafiz en el suelo.

Souva bajó los brazos a sus costados como si pesaran grandes toneladas. Intentó limpiar sus dedos manchados con la sangre del Apóstol, pero sus movimientos resultaron torpes e inútiles.
Se giró tambaleante hacia la salida de Aries, recibiendo los rayos del sol que lo marearon todavía más.
Tenía que hacer algo al respecto del mal que lo estaba matando. Como guardián de la octava casa del Zodiaco jamás se permitiría morir con tal ironía.
Unió las manos a la altura del pecho. Sus labios se movieron, articulando palabras sin sonido por las que sufrió un ligero espasmo que lo impulsó a seguir hacia adelante. Ha logrado sellar el veneno en su sangre, ganando un poco de tiempo.
Pensó en sus aliados, debía ir a ayudarles, mas en su condición no lo creía posible. Le quedaba algo por hacer… jamás había combatido el veneno de ningún dios pero, no le quedaba más opción.
Se desplomó sobre los primeros escalones que llevan a la casa de Tauro, cerrando los ojos al perder por completo la conciencia.



***********


La arena giraba de acuerdo a su voluntad. En Egipto su habilidad no tenía límites, pero en Grecia, debía agradecer la presencia de una costa de la que pudo abastecerse.
Su deber era sencillo, evitar que cualquier otro individuo entrara a las Doce Casas. Cuidar la retaguardia mientras sus compañeros avanzan, esa es la posición más importante de todas. Nadie debía interferir con la misión que les fue encomendada.

Sus sentidos se extendían por toda la tormenta que cubría Rodorio y la parte baja del Santuario. En cuanto algún soldado se atrevía a aventurarse en un intento por encontrarle, él se encargaba de detenerlo permanentemente. Uno a uno, esos hombres fueron tragados por la tierra, enterrados con vida hasta que quedaban sin oxigeno. No se molestaba en enfrentarlos directamente, no valían la pena.

Ha estado al pendiente del ascenso de sus camaradas, preocupado por la pelea de Hafiz. Conocía perfectamente la habilidad del Apóstol de Selkis, pero los santos de oro no eran oponentes fáciles de vencer. Gracias a los constantes entrenamientos con Shai, sabía bien de la peligrosidad de los guerreros del Santuario… enfrentar a doce de ellos en tan pocas horas ¿será posible que tengan éxito? Tenía que mantener la esperanza, hay demasiadas cosas en juego.
Sentía demasiada ansiedad por los incrementos y descensos de ka que estallaban en la primera casa, mas pronto su preocupación pasó a lo que ocurría dentro del campo de arena, más personas se movilizaban. Al principio los trató como a los demás guerreros insignificantes, pero el que no cayeran en sus trampas le alertó que no trataba con gente ordinaria.

Dos… no, tres cuerpos se movían hacia acá sobrepasando la tempestad. Debían ser santos de Atena. Creyó que tendría más tiempo antes de tener que vérselas con ellos.
Concentró su ka, el cual fue arrastrado por el viento y las partículas de polvo, intensificando todavía más el torrente. Fue capaz de confundirlos, incluso de separarlos tal cual esperaba. Sonrió complacido, así sería más fácil eliminarlos.
Pero antes de adentrarse a su morada tormentosa para dar inicio a la cacería, divisó una sombra que tranquilamente avanzaba hacia él. Se sorprendió al haber sido encontrado con tal facilidad, pero sólo era uno, por lo que podía mantenerse allí para combatir.
—Así que eres tú el que origina toda esta tormenta —habló aquel que le encontró. Deteniéndose a cierta distancia.
El guerrero de Egipto movió un brazo para manipular el entorno, permitiéndose contemplar la identidad de quien estaba ahí para enfrentarle. Resaltó de inmediato un brillo dorado que envolvía al hombre de cabello escarlata. Una mezcla de admiración y temor se mostró en la sonrisa del egipcio al tener su mirada sobre él.
—Precisamente caballero de Atena… Yo soy Giezi, Apóstol de Seth*— inclinó la cabeza en un signo de respeto. Al instante, el polvo que lo cubría se disipó con violencia, generando una onda invisible que limpió el aire hasta marcar una extensa elipse en tierra firme, una que se proyectó hasta el cielo en forma de columna a la que la arena no podía penetrar.

El santo dorado no le quitó la vista de encima, ni siquiera para contemplar el azul del cielo sobre ellos. Bajo la armadura de placas grises y doradas, había un hombre de piel morena. Su vestimenta sagrada protegía pecho, cintura, brazos y piernas. Pero lo que más resaltaba era el casco que cubría totalmente su cráneo, uno que simulaba la cabeza de un siniestro galgo de hocico curvo y orejas rectangulares. Llevaba puesta una mascarilla de metal que escondía por completo su rostro.
—¿Qué hace un caballero dorado fuera de su templo guardián?— inquirió curioso el Apóstol, sabiendo que era inusual.
—No fue mi intensión que esto pasara… Aunque es evidente que mi arribo a Grecia fue justo a tiempo, parece que el Santuario necesita algo de asistencia —Terario respondió con tono sereno, portando por primera vez la brillante armadura de Acuario.

Terario tuvo sus dudas al subir hasta el Santuario, pues desconocía la situación. No consideró prudente inmiscuirse en algo en lo no había sido requerido, a diferencia de sus dos acompañantes que se arrojaron a los problemas sin pensar. Pero Jack tuvo razón en algo, si el Santuario de Atena estaba bajo ataque, era su deber protegerlo.
—¿Vas a decirme que esto es simple casualidad? ¿Que apenas vas llegando a estas tierras? —preguntó incrédulo el Apóstol.
—Podría decirse… Todo indica que comenzaré mis funciones como caballero antes de presentarme ante el Patriarca —comenta para si mismo, recordando los cadáveres que encontró en el camino—. Escucha Giezi, realmente no sé qué intenciones tengas tú y los tuyos al venir al Santuario, pero temo que tu molesta participación acabará ahora…

 

FIN DEL CAPITULO 10



*ALBA
Así llamaremos a los ropajes sagrados de los Apóstoles.

*KA es la fuerza vital, un componente del espíritu humano, una pizca del principio universal e inmortal de la vida, según la mitología egipcia. Equivalente al ‘Cosmos’.

*DIOSA SELKIS.
(Nombre egipcio: Serket-Heru /Nombre griego: Selkis) Diosa antigua de los escorpiones y la magia. Simbolizaba el calor abrasador del sol. Su papel era fundamentalmente benéfico ya que protegía de las picaduras venenosas de escorpiones y serpientes. Se la llamaba "La que facilita la respiración en la garganta", ya que la picadura de este animal produce ahogo; también se la relacionaba con la que posibilita la respiración del recién nacido y del difunto en su renacimiento.

* DIOS SETH.
(Nombre egipcio: Suty, Sutej (Setesh, Seteh) / Nombre griego: Set (Seth)) Deidad de la fuerza bruta, de lo tumultuoso, lo incontenible. Señor del mal y las tinieblas, dios de la sequía y del desierto en la mitología egipcia. Seth fue la divinidad patrona de las tormentas, la guerra y la violencia.

 

 

 

En la "Dinámica de Fics - 2017" de este foro, el personaje Souva de Escorpión recibió el reconocimiento de "Mejor Caballero Dorado", demostrando que de principio a fin fue uno de los personajes favoritos de la historia.
Muchas gracias por su apoyo :D
 
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Editado por Seph_girl, 20 abril 2017 - 01:11 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#45 Rexomega

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Publicado 26 octubre 2009 - 16:30

Saludos

Como ya sabes, me resulta hasta cierto punto extraño comentar un fic que testeo, pero excepciones las hay, siendo esta una. En sí el review viene para el capítulo anterior pero lo extenderé un poco.

De momento la intervención de los personajes de Shaman King sigue siendo contextual, sin llegar a lo que comúnmente denominamos Crossover. La información que Alexer ha recibido deja algunos misterios al aire mientras un grupo venido de Egipto ataca el Santuario: ¿Estarán relacionados? Sólo el tiempo lo dirá. Pero antes de hablar de este grupo de guerreros (que no puedo dejar de relacionar con los dioses guerreros de Asgard, tanto por ser de otra mitología como porque sus armaduras se basen en sus propios dioses), hablemos de la reunión de dioses.

Sin duda ha sido de las mejores que recuerdo haber leído, un Poseidón prácticamente único que sabe mantener esa actitud calmada que vimos en la serie, mezclada con ese orgullo y soberbia que presenta en los mitos, que no se deja avasallar siquiera ante el mismo Zeus; nos presentas a un Poseidón que no se posiciona forzamente en un bando, que ha triunfado, y cuya palabra fue decisiva en la reunión. Este, junto a Dioniso, son logros (a mi ver) dignos de resaltar en cuanto a sus personalidades y el como actúan. El resto de dioses igual se han comportado como tales, aunque considero que más destacaron Dioniso y Poseidón, así como Zeus (que ya es bueno no verlo en posición de enemigo de la Humanidad)

También ayuda el imaginarlos como entidades sin forma, ya sabes a que reunión me recordó, realmente bien construida y, especialmente, buen resultado, incluso Atenea no quedó sin castigo pese a todo (lo que es lógico), sólo falta ver en el futuro cual es ese plan del que habla Zeus, y claro si algún dios meterá sus manos, tal vez ya no para incordiar, sino para ayudar. Quizá podría mencionar que, no considero la no evolución de los dioses como un defecto (Es como pedirle a una ley cósmica que "cambie", es lo que es, y no hay nada malo en eso) pero no tanto considerando que hablamos de Saint Seiya, seré indulgente (?)

Fuera de eso, los Apóstoles de Ra; ¿Acaso sus motivaciones serán un símil de los dioses guerreros de Asgard? A saber, pero su situación parece al menos no movida por cualquier cosa y la pronta muerte de uno de ellos me indica que sólo son la primera piel del argumento del fic. Interesante e intensa pese a su corta duración la batalla entre Escorpio y el Apóstol de Sekhmet, inspirado en los dones que esa diosa daba y bien llevados a cabo en su técnica.

Seiya en su papel de impulsivo (aunque con algo de razón) y Shiryu tan sabio. Me recordó (aunque las razones fueran muy distintas y, al final viendo la Saga de Hades, no me resultan muy convincentes) a ese momento en que Milo y Aiora prentendían acabar con los Generales Marinos pero Mu los detiene; en esta ocasión, el motivo es la necesidad de la experiencia. Lógico... ¿De qué serviría un Santuario lleno de Santos si un par de Santos Divinos (si es que aun poseen sus God Cloth) luchan en todas las batallas?

Terminando, Terario y sus acompañantes han llegado al Santuario, y parece ser que la siguiente batalla que veremos será la de Acuario. Mi consejo es que mantengas el estilo de hasta ahora siempre que sea posible, pues de momento funciona bastante bien y la acción, pese a ser aparentemente parte muy importante de SS, puede ser un arma de doble filo en exceso (Y lo sé por experiencia)

Adeus

Editado por Rexomega, 26 octubre 2009 - 16:31 .

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#46 Seph_girl

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Publicado 27 octubre 2009 - 11:37

Mi buen amigo Rexo
Hasta que por fin me dejas otro review XD, muchas gracias.

Cierto es que el capitulo 9 de la reunión de dioses me gustó mucho escribirlo. Lo considero un capitulo muy importante y decisivo para los lectores que logran llegar ahi XD.
Sé que me arriesgué mucho con esa escena pero... me di la libertad de manejar un cambio ^.^.
Por algunos comentarios por otros lados donde publico, a algunos les ha gustado tambien, a otros les cae mal Zeus aunque haya dicho puras verdades XD! (eso no me lo niegan) y otros me piden que Artemisa sea buena, asi como que Ares salga más XD.
Pero a fin de cuentas ya todo está decidido juju falta mucho por hacer.

Sabes que jamas dejaría ver mal a Poseidón y por eso tuve mucho cuidado con todos, sabiendo que podría perder la cabeza si lo hacia muy mal XD!!!
Me causa gracia que te haya gustado tanto el papel de Dionisio, pero sí, el unico que se me ocurrió para calmar los humores de Zeus en ese momento fue él =P, que bueno que fue acertado.


Pues yo siempre he dicho que los de Shaman King tienen sólo cameos nada mas, asi quise volver un poco más pintorezco este mundo que ando creando. No siento ya que tenga nada de extraordinario que haya chamanes junto a Saint Seiya si tenemos en cuenta que hasta en Lost Canvas pudimos ver como Manigoldo y el Patriarca Sage controlan las almas para combatir. (de hecho me sorprendió mucho cuando lo leí en el manga, me dije 'Entonces mi proyecto no es tan descabellado despues de todo')


Por algo es que tuve que elegir a Shiryu como Patriarca. Sobre si tienen las armaduras divinas o no, es algo que se tiene que esperar a ver XD, pero realmente, este fic no es para que los 5 legendarios de bronce se lleven la historia, ellos ya tuvieron la suya, les toca a otros. Eso no quiere decir que no vayan a pelear alguna vez.


Sobre los Apóstoles, jajaja Te recuerdan a los dioses guerreros ¿eh? Hay sorpresas que luego se revelarán conforme suban por las 12 casas XD
Ya conoces mi estilo para narrar las peleas, y sé bien que debe manejarse el elemento con cuidado =D que sino sale cada cosa que... Tu entiendes ^.^

Gracias por el review y todo lo demas jadeando.gif 09.gif laugh.gif

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#47 -GranAbel-

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Publicado 19 noviembre 2009 - 13:37

Hola Seph_girl, bueno aca estoy, acabo de leer hasta el capitulo 5 de tu fic y tengo algunas opiniones:

* Primero: El crossover espectacularmente bien logrado entre Shaman King y nuestra adorada serie Saint Seiya, le dan un toque muy original a este fic (El mejor que he leído hasta ahora)

* Segundo: Las hermosas descripciones. Haces que el lector se sienta protagonista de la historia, tanto al describir paisajes bellos, expresiones en los personajes, la magnitud de la noche, el sol que ilumina el día, los cambios de clima, etc. En este punto concuerdo con Killcrom, pareces profesional en tu estilo para describir.

* Tercero: La trama me parece muy interesante, y a la vez con muchos interrogantes que espero, que a lo largo de la historia se vayan develando. Me encanta la atención que has puesto a cada nuevo aprendiz, mostrándonos su hstoria, y no como otros fic que el lugar principal es el santuario y llegan los aprendices sin saber quienes son sus maestros o de donde vienen

* Cuarto: Las ilustraciones, al igual que las descripciones, son algo que me apasionan y le dan mucha riqueza al fic, ya que te permite materializar de manera concreta la imagen mental que nos hacemos de los personajes. Lástima que solo pude ver la imagen de Kenai (Pelicula de Disney: Tierra de Osos????? jejej creo que te atrapé xDDD), ya que el resto de las imagenes están caídas.

* Quinto: Si bien se me vino el alma abajo al ver la longitud de los capítulos, me armé de valor y comnecé a leerlos. A pesar de ser inmensamente lasrgos, los llevas muy bien, generadno que la lectura no se ponga tan pesad, con toques de humor y saltando de un escenario a otro.

Ufff es la primera vez que escribo tanto para analizar un fic jeje, es que siento que este se lo mereccía, cada capitulo te deja una intriga y un muy buen "sabor de boca" de haber leído semejante historia.

Seph_girl te felicito por tu espectacular trabajo y espero que sigas publicando happy.gif

Saludos s1.gif

Sigue la ultima aventura de los caballeros de Athena!
Saint Seiya Dakkesen La gran Batalla!

#48 Seph_girl

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Publicado 20 noviembre 2009 - 10:59

Gran Abel, es bueno tener a otro valiente lector que se aventura a leer este fanfic XD
Algunos lo empiezan pero por X o Y cosas parecen perderse y no volver jajaja Veremos hasta donde llegas ^^

Es un Review largo asi que respondere de la misma forma =D, veamos...



CITA(-GranAbel- @ Nov 19 2009, 11:37 AM) <{POST_SNAPBACK}>
Hola Seph_girl, bueno aca estoy, acabo de leer hasta el capitulo 5 de tu fic y tengo algunas opiniones:

* Primero: El crossover espectacularmente bien logrado entre Shaman King y nuestra adorada serie Saint Seiya, le dan un toque muy original a este fic (El mejor que he leído hasta ahora)



Me alegra mucho que seas de los que toleren los Crossovers. Cuando inicié esto de antemano sabía que la decisión de que fuera un crossover desalentaria a posibles lectores, pero al final de cuentas decidí arriesgarme.
Como ya dije en pasado comentarios, cierto es que volverlo un crossover light fue para hacerlo una historia un poco más colorida, y como puedes ver los personajes de Shaman King aparecen muy poco y ellos no son el punto clave de la historia, estan por diversidad y porque me agradan.

De hecho en un momento si sentí que era un error conforme iba publicando, pero nunca suelo esscribir cosas convencionales jajaja asi que estoy acostumbrada. Ademas que en esos tiempos andaba leyendo LOST CANVAS y me animé mas cuando vi que Shiori manejó que Manigoldo y el Patriarca Sage utilizan almas/espiritus para pelear, por lo que decidir seguir adelante y con la frente en alto XD




CITA(-GranAbel- @ Nov 19 2009, 11:37 AM) <{POST_SNAPBACK}>
* Segundo: Las hermosas descripciones. Haces que el lector se sienta protagonista de la historia, tanto al describir paisajes bellos, expresiones en los personajes, la magnitud de la noche, el sol que ilumina el día, los cambios de clima, etc. En este punto concuerdo con Killcrom, pareces profesional en tu estilo para describir.




Worale, muchas gracias. Hago mi esfuerzo a la hora de describir, tratando de que no sea taaaan detallado para no cansar a los lectores (porque hay descripciones en historias que he leido que al final del parrafo no se me formó nada en la cabeza XD), pero lo suficientemente amplio para que la imaginación de quienes lean pueda colorear un paisaje o momento.
¿Profesional? jejeje no, no, para nada, calma, que luego los verdaderos profesionales vienen y me comen viva. Pero cierto es que llevo bastante tiempo escribiendo fanfics y si me han comentado que mejoro conforme voy practicando, espero continuar así =)



CITA(-GranAbel- @ Nov 19 2009, 11:37 AM) <{POST_SNAPBACK}>
* Tercero: La trama me parece muy interesante, y a la vez con muchos interrogantes que espero, que a lo largo de la historia se vayan develando. Me encanta la atención que has puesto a cada nuevo aprendiz, mostrándonos su hstoria, y no como otros fic que el lugar principal es el santuario y llegan los aprendices sin saber quienes son sus maestros o de donde vienen



La historia todavía tiene muchas sorpresas para el futuro :D, y obvio que muchas de las incognitas que he dejado se resolverán en su momento.
Comentas un punto muy cierto. Siempre me ha gustado mucho trabajar sobre los personajes, darlos a conocer, que tengan sus momentos para que el lector los conozca en ambientes y situaciones diferentes a solo pelear pelear pelear como ocurre con muchos en SS.
Creo que por esos huecos enormes que dejan los personajes es que la gente escribe fanfics, pues siempre quisimos saber más sobre los caballeros de oro, plata, bronce, etc, lo que no fue jamas contado.
En mi caso pues me gusta desarrollar a los personajes en mis historias, por lo que me hace feliz el que aprecies el detalle. Todavía faltan personajes por aparecer ;)




CITA(-GranAbel- @ Nov 19 2009, 11:37 AM) <{POST_SNAPBACK}>
* Cuarto: Las ilustraciones, al igual que las descripciones, son algo que me apasionan y le dan mucha riqueza al fic, ya que te permite materializar de manera concreta la imagen mental que nos hacemos de los personajes. Lástima que solo pude ver la imagen de Kenai (Pelicula de Disney: Tierra de Osos????? jejej creo que te atrapé xDDD), ya que el resto de las imagenes están caídas.


¿Neta no se ven las imagenes? Parece que sí... voy a arreglar los enlaces, prometido. Pero por si te interesa, en el subforo de FANARTS tambien abrí mi tema y ahi si los veo bien, te dejo el Enlace: DIBUJOS DE SANTOS



Lo de 'Kenai' jajajaja no eres el primero que pregunta o lo comenta ¿creerás que no lo supe hasta ya muy tarde?
Fue un nombre que le dio un amigo mio (no sé si fue premeditado o accidental XD). Yo no le vi nada raro y era un nombre de tribu asi que quedaba perfecto. Tiempo despues, cuando ya estaba entrada yo escribiendo, por casualidades en el Disney Channel pasaban TIERRA DE OSOS, pelicula de Disney que me resistí a ver, no me llamaba la atención..... pero ese día casualmente la vi. Obvio que cuando escuché 'Kenai' me fui para atras jajajaja y tuve que ver toda la pelicula.
Creeme que busqué otro nombre para el personaje, pero los nombres que encontraba estaban muy feos :S, así que decidi dejarselo, total, jajaja así recordarán más al personaje jajaja un punto a favor.
Aclaro que no es el mismo tipo eh? jajaja no es el Oso XD




CITA(-GranAbel- @ Nov 19 2009, 11:37 AM) <{POST_SNAPBACK}>
* Quinto: Si bien se me vino el alma abajo al ver la longitud de los capítulos, me armé de valor y comnecé a leerlos. A pesar de ser inmensamente lasrgos, los llevas muy bien, generadno que la lectura no se ponga tan pesad, con toques de humor y saltando de un escenario a otro.


No eres el primero que lo dice, ni serás el ultimo ^^
Y eso que ahora escribo menos. En otros tiempos me salían episodios de 18-24 paginas jaja
Agradezco mucho el esfuerzo y creeme que hago el intento para que sean episodios que pese a su longitud, los disfruten.



CITA(-GranAbel- @ Nov 19 2009, 11:37 AM) <{POST_SNAPBACK}>
Ufff es la primera vez que escribo tanto para analizar un fic jeje, es que siento que este se lo mereccía, cada capitulo te deja una intriga y un muy buen "sabor de boca" de haber leído semejante historia.

Seph_girl te felicito por tu espectacular trabajo y espero que sigas publicando happy.gif

Saludos s1.gif



Muchisimas gracias Gran Abel, aprecio mucho tus comentarios y tu valor para leer y dejarme un review tan elaborado ^^
Espero puedas continuar con los demas, si no, no te preocupes, se entiende happy.gif

Pronto subiré el episodio 11 XD wiiiiiii

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#49 Aquiles de Sagitario

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Publicado 25 noviembre 2009 - 21:12

¡¡Seph!! Here I am again. Acabo de terminar de leer el capítulo 9. Voy leeeeeeento, jeje. La longitud de los capítulos me hace leer muy de a poco pues me terminan "cansando" un poquito.

Muy bien la historia, aunque todavía no se ve para dónde va. Tal vez Poseidón, por la aparición de la Marina ante Sugita, pero no lo veo muy factible puesto que el propio Posedión ayudó a Athena frente a Hades. Pero bue, ya lo veremos.

Te hago notar un par de errores, que considero que son más que nada de distracción o por querer reformular frases para que queden mejor escritas. Me pasa todo el tiempo cuando escribo. Reformulo una frase y me olvido de cambiar una palabrita, jeje:

"desconfiar en él" - Lo dice Shiryu acerca de Albert. Probablemente habías escrito "No confiar en él" y queisiste reescribirlo cómo "desconfiar de él".

"pero no acosta" - Es obvio. Te faltó una barra espaciadora en el medio.

"reprochó con sarcástico" - Una de dos: o quisiste poner "reprochó sarcástico" o "reprochó con sarcasmo".

Cómo ves fueron sólo distracciones.

Salu2 y te escribo cuendo lea el capítulo 10 (o cuando empiece a publicar la reedición de mi Fic en breve)

EDITO - Me faltó una cosa: en éste capítulo en particular Shiryu se parece más a Shun que a sí mismo, sobre todo por la conversación con Seiya sobre los Santos y que son preparados como guerreros y sobre las sangrientas batallas para lograr la paz... O sea, entiendo que pueda haber cambiado en algo su forma de pensar, pero se me hizo más parecido a Shun que al propio Shiryu...
Un comentario nomás.


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Editado por Aquiles de Sagitario, 25 noviembre 2009 - 21:17 .

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#50 Seph_girl

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Publicado 26 noviembre 2009 - 10:50

Aquiles, que bueno tenerte por aqui =O
Agradezco que hagas el intento de leer ^^ ¿Capitulo 9? vas más adelantado que otros que conozco jejeje, no te preocupes, yo entiendo que les cuesta trabajo leer por longitud y alguno que otro factor, asi que aprecio mucho que le den la oportunidad a esta historia pese a todo.

¿A donde va la trama? Ya pronto irá tomando forma, me gusta tomarme mi tiempo para mostrar personajes, acomodar situaciones y otros detalles; sé que para muchos es más fastidioso así, pero es mi estilo y ritmo jeje.
Pero ya estoy mostrando la puntita de los icebergs que habrá a futuro jejeje Quedan muchas sorpresas por mostrar y revelar.


¡¡Aaaah esos dedazos y descuidos que me senalas!! X_X
09.gif 08.gif doh.gif wacko.gif
creo que son los que más pesan.... Espero que sean en menor cantidad para futuro y no al reves XD pero tendré más cuidado, lo prometo.


Tendré en cuenta tu comentario sobre Shiryu para más adelante. Aprovecho para preguntarte si su actuación a estado en general muy mal o sólo es esa parte la que te dejó mal sabor de 'ojos' XD laugh.gif

Gracias por pasearte por aqui ^-^

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#51 Aquiles de Sagitario

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Publicado 26 noviembre 2009 - 14:39

Ja, ¡en realidad era el Capítulo 8 el que leí! ¡Sorry Seph! El 9 lo voy a leer ahora mismo :P

EDITO PARA NO HACER OTRO POST:
Acabo de leer el capítulo 9 y tengo que hacerte ver algo:
CITA(Seph_girl @ Sep 12 2009, 03:07 AM) <{POST_SNAPBACK}>
—Los humanos… —bufó divertido el de estelas rojas, aquel que permanecía en el interior de un vapor denso y nebuloso del color de la sangre—. ¿Dónde estaría la diversión sin esos pequeños crédulos? —comentó cínico la cruel voz de Ares, dios de la guerra—. Lo más increíble es que me acusan de incitar a los problemas, de mal aconsejar a los hombres, pero no he sido yo, sino Atena, Hades y Poseidón, quienes les han mostrado el camino hacia las Guerras Santas, quienes les han enseñado a dominar el cosmos, quienes les han dado herramientas para destruirnos —rió malicioso—. Buen trabajo querida sobrina, me has superado.
El dios de la guerra no era más que un invitado especial en la reunión, algo por lo que algunos de los demás dioses mostraban desagrado.

¡¡¡Esta sí que no puedo dejartela pasar!!! ¡¡¡¡Athena y Ares eran HERMANOS!!!! ¡¡¡¡¡HIJOS DE ZEUS AMBOS!!!!! EPIC FAIL Seph. Cambiálo ¡¡¡YA!!!

CITA(Seph_girl @ Sep 12 2009, 03:07 AM) <{POST_SNAPBACK}>
—Paz hermano, imploro paz y sensatez —pidió el de hojas de vid, de cuyo cosmos emergió una regordeta mano sosteniendo una copa dorada con incrustaciones de coloridas gemas—

¿Y esto Seph? Hermes era HIJO DE ZEUS. O yo entendí mal o vos cometiste un error. Lo que igual me parece raro es que después acomodás la cosa y ponés lo siguiente:
CITA(Seph_girl @ Sep 12 2009, 03:07 AM) <{POST_SNAPBACK}>
—Bebe padre mío. No sé a dónde habrás ido, pero seguro estoy que jamás has encontrado bebida que sosiegue tu sed como lo que yo aquí te ofrezco.
—En eso te doy la razón mi hijo —dijo con gentileza el rey de los dioses.

Entonces te pregunto ¿a quién le habló Hermes? Porque si no le habló a Zeus entonces te pido disculpas y me callo la boca.

Dejando estos detalles de lado, el Capítulo 9 me gustó mucho y ya nos mostrás por dónde viene la Guerra. EMOCIONANTEEEEEEEE

Salu2

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Editado por Aquiles de Sagitario, 26 noviembre 2009 - 20:03 .

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Publicado 27 noviembre 2009 - 10:37

Jajajaja Sorry Aquiles, creo que en algún momento me nortee bastante entre hermanos, hijos, etc etc. @___@
Me disculpo XD, y lo arreglo de inmediato. Muchisimas gracias por las aclaraciones que estas si de inmediato se mueven.

Lo más raro es que se le haya escapado a un amigo que lo leyó antes de subirlo O.o ! XD ¿qué pasó mi estimado, con lo de Ares?!
Lo de Dionisio si acepto que me lo corrigieron y veo que me faltó arreglar una de las dos mensiones jajaja xD (No era Hermes, era dionisio O.o ¿por qué dices HErmes?)

EDIT: t422.gif
Listo, corregido, deberé hacer lo mismo en los lugares donde lo subí XD
laugh.gif

Gracias
besito.gif t374.gif

Editado por Seph_girl, 27 noviembre 2009 - 10:50 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#53 Aquiles de Sagitario

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Publicado 27 noviembre 2009 - 18:48

Bueno, ya leí el Capítulo 10. Un poco me desilosionó Souva... creí que sería más fuerte y no que caería tan fácilmente. Pero bueno, aún no ha muerto, así que espero que se levante y pelee de nuevo.

Hubo un condicional en el cual le pifiaste feo a la conjugación del verbo, no me acuerdo bien ahora, pero es sólo para avisarte nomás (toy demasiado exigente me parece, jeje)

El capítulo es muy bueno desde todo punto de vista, y por más largos que sean los capítulos, los hacés bastante dinámicos, cosa que ayuda MUCHÍSIMO al lector cuando se enfrenta a capítulos así de largos. Igual sigo pensando que deberían ser algo más cortos, pero ta, ¡cada uno con su estilo! Eso es lo lindo de escribir.

Salu2 muchacha y nos leemos en el Capítulo 11.

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Publicado 25 diciembre 2009 - 03:14

Saludos a los posibles lectores de esta historia.
Quiero aprovechar que ya estamos a primeras horas del 25 de Diciembre 09 (horario México) para desearles a todos ustedes una muy FELIZ NAVIDAD. Ojalá la hayan pasado bien con sus seres queridos, hayan dado muchos regalos y recibido lo que creen merecer =)

Aqui traigo el capitulo 11 de este fanfic, sé que me tardé, creí realmente que podría subirlo con el capitulo 12 pero... el capitulo 12 parece estar embrujado por alguna razón jajaja no me inspiro todavía, asi que les dejo este esperando que sea de su agrado.

Muchas gracias Aquiles por tus comentarios, ojalá que en esta ocasión los horrores sean en menor medida, gracias por tu paciencia y comprensión.


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El Santo de Pegaso contempla preocupado los vientos huracanados en los que había sido sumido Villa Rodorio, así como gran parte del Santuario. Tan sólo las Doce Casas permanecen fuera del alcance del fenómeno climatológico.
Permanecía expectante a todo lo que allá sucedía, mirando por el balcón mientras el Patriarca y su señora aguardan en el salón de audiencias.
—¿Es cierto lo que dicen? —escuchó sorpresivamente de la amazona de Ofiuco que entró al mirador. Shaina pausó un momento, asombrada por las oscuras nubes que comenzaban a dominar el firmamento junto a los tornados que lo consumen todo—. ¿Qué Shai está con los Apóstoles?
Seiya no iba a mentir, por lo que con toda sincerada respondió— Es verdad. Ha alzado su puño contra el Santuario aún cuando la cloth de Virgo la protege.
Los brazos de la amazona plateada temblaron cargados de frustración. Inmediatamente, se giró para caminar hacia el salón del trono, plantándose frente al Patriarca quien le dedicó atención.
— Patriarca, en vista de la situación que aqueja al Santuario, le suplico que me permita ser yo quien se encargue de Shai —pidió sin reverencia alguna.
Shunrei se entristeció ante la resolución que Shaina había tomado.
— Shaina, no creo que seas la mejor de mis elecciones para llevar a cabo dicha tarea— Shiryu planteó con firmeza—. Necesito que mantengas el control entre las amazonas. Los Santos de Oro se encargarán de la situación por ahora, no desearía que se perdieran vidas inútilmente por lo que confío en tu liderato para mantener a los demás habitantes en calma.
— Disculpe que difiera, pero esa insolente es mi responsabilidad, lo fue desde el día en que le abrí las puertas del Santuario. Fui yo quien la encaminó a llevar una vida al servicio de Atena, y ahora ella ha traicionado esos ideales.
El santo de Pegaso prefirió no intervenir, permaneció vigilante en la terraza. Entendía bien los sentimientos de la amazona, no por nada él mismo es maestro de la guerrera de Perseo… Si él estuviera en lugar de Ofiuco ¿tendría el valor de tomar tal decisión?
— Es una ofensa que una discípula mía haya desertado, tengo derecho de reparar mi error.
— Shaina, comprendo tu sentir. ¿Pero en verdad te crees capaz de enfrentar a Shai sin que el pasado que las une interfiera? —insistió el Patriarca, esperando sentir en la guerrera un deje de duda.
— Si ella ha perdido el camino, debo tomar responsabilidad de ello. Fui yo quien la envío a Egipto para que finalizara su entrenamiento. Si no fue capaz de mantener su convicción eligiendo la traición, significa que he fracasado como mentora. Lo que he ayudado a formar, tengo que ayudar a destruir.

Seiya apoyó las manos en el barandal de roca al notar algo mucho más inusual en el ambiente que la arena. Atrapó un punto blanco que permaneció unos momentos en sus dedos antes de derretirse— Nieve… —pensó confundido mientras la examinaba—. Éste cosmos… —no podía tratarse del caballero del Cisne, él se encuentra ahora en Asgard—. ¡Shiryu!
Con la voz de Seiya, una corriente de aire entró por la terraza, arrastrando consigo escasos copos blancos que maravillaron a los presentes. El Patriarca se palpó la mejilla cuando uno de ellos lo tocara, siendo incapaz de reconocer el cosmos de su creador, pero sí sentirlo provenir de los torbellinos desérticos que baten las tierras de Atena.
— Parece ser…que cosas inesperadas continuarán pasando —sonrió con gesto despreocupado, dándole la bienvenida con un pensamiento al recién llegado santo de Acuario.



Capitulo 11. Apóstoles, Parte II.
Hielo y arena


En el centro del huracán que arrastra polvo sin cesar, se ha trazado un ojo en el que dos hombres se desafían. Uno era un manipulador de la arena venido de Egipto a iniciar una guerra contra el Santuario, mientras el otro un maestro de hielo llegado de Siberia para servir a la diosa Atena.
— ¿Dices que vas a eliminarme?... —repitió altanero el hombre enmascarado, el Apóstol de Seth—. Temo que no será tan fácil como presumes —aunque se admiraba de haber sido encontrado con tanta facilidad.

Para Terario no fue algo complicado, la búsqueda le hizo recordar aquellos días de entrenamiento en que su maestro, Vladimir, desencadenaba terribles tormentas de nieve con el soplido de su cosmos. Como alumnos tenían que encontrarle sin importar lo difícil que pareciera. Iban casi a ciegas entre los ventarrones blancos, imposible el guiarse por la vista o el oído, ni siquiera por percepción, pues la energía de su tutor estaba en cada copo que los golpeaba. Haber logrado el éxito en tales prácticas, impide que pueda ser engañado por trucos como el que ahora lo rodea, ver a través del velo tormentoso que busca sobrecargar sus sentidos.
— Quitarte la vida no es algo que desee por ahora— declaró Acuario, desanimado—. Pero no toleraré que pongas en peligro a la aldea que tienes bajo tu hechizo.
— Ja, no soy de la clase de hombres que se escudan con la vida de inocentes —explicó con su voz deformada por el eco de la siniestra mascarilla. De cualquier forma, no creía que el guerrero dorado fuera de los individuos que se detuvieran por tales bajezas—. Puedes estar tranquilo caballero de Atena, no pensaba utilizarlos como rehenes. Los únicos que merecen el castigo de mi tormenta son aquellos que se atreven a retarme, y ahora que tan amablemente has entrado a mis dominios, no seré indulgente.
Terario de Acuario percibió el fuerte cosmos que emanó del cuerpo del Apóstol.
Por la mente de Giezi cruzó un pensamiento, siendo al instante en que una masa de tierra emergió de las paredes de la tolvanera, buscando atrapar al santo.
Terario lanzó una rápida mirada sobre el hombro cuando la sombra de una mano amorfa se proyectó bajo sus pies, en el acto, una gruesa capa de hielo se extendió desde los bizarros dedos hasta el torbellino donde fue cortada por el mismo movimiento de la tierra.
Al ver el gran trozo de hielo caer sobre el suelo, Giezi debió ocultar su sorpresa.

— Admiro el control que tienes sobre tu cosmos para ser capaz de sustentar esta tormenta, pero espero que te haya quedado claro que dicha habilidad no te servirá de nada contra mí —Terario comentó con aire sosegado—. Has perdido éste encuentro desde el momento en que me atrapaste dentro de la tempestad. Así que ahorrémonos una batalla sin sentido, te doy mi palabra de tratarte con justicia y dignidad.
El Apostol de Seth cerró los puños con fuerza, sus nudillos resaltaron por la furia que buscaba reprimir.
— ¡No digas sandeces!— bufó colérico, intensificándose todavía más la fiereza del ciclón que giraba alrededor de ambos—. ¡Quedarás maldito por subestimar el poder de los Apóstoles! ¡Se sepultado por el poder de Seth! — clamó. La intensidad de su ka* coloreó un sinnúmeros de pizcas de arena que fueron absorbidas por sus manos que destellaron como si fueran dos soles— ¡Soplido divino de Seth!
El santo de Acuario estiró una mano hacia al frente al ver como esa mezcla de cosmos y arena venían contra él en un furioso vendaval de luz. Terario liberó el invierno que circula en su interior, creando una corriente de aire frío que impactó contra el soplo mortal.

El polvo de diamantes detuvo el avance del ataque rival. Giezi observó incrédulo como la ventisca blanca ganaba terreno. A pocos instantes de ser alcanzado por los cristales, el Apóstol alzó una gigantesca columna de tierra como escudo, la cual se volvió inmediatamente una estalagmita de hielo. El egipcio observó pasmado su propio reflejo en la superficie del magnífico cristal. Un escalofrío le erizó la piel al pensar que podría haber sido él quien estuviera atrapado en el interior del hielo.

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Descubrir que el inestable Nauj es un caballero dorado, sorprendió muchísimo a Jack.
Nauj fue el primero en decidir avanzar hacia el Santuario sólo buscando una pelea, como siempre. No tuvo más remedio que seguirlo.
Dejó a Terario atrás, quien permaneció inmutable aún ante la amenaza, tal parece que es la clase de individuo que jamás se altera… sin embargo, la primera impresión que tuvo de él fue muy positiva. No lo conocía pero, sentía que podía confiar en él.

Pese a la situación incierta que ocurría bajo todas esas cortinas de arena, Jack se negó a vestir el manto que le fue confiado. Durante su viaje nada salió como esperó; no tuvo tiempo para meditar tranquilamente una decisión sobre el dilema de convertirse en un santo o no…
No existen las casualidades, solía repetir su instructor. ¿Podrá ser que encontrarse con Nauj es una forma en que el destino intenta apresurarlo a tomar una decisión?

Perdió el rastro de Nauj demasiado pronto. Sus sentidos se veían bloqueados por al viento y la arena que constantemente le golpeaban el rostro, apenas podía ver. Ni si quiera era capaz de sentir la presencia del susodicho, pues las partículas saturaban sus sentidos al estar impregnada del cosmos de alguien más.
El desconocer la ubicación del enemigo lo hacían avanzar inseguro. Debía ser cauteloso si quería salir con vida.

De pronto, tropezó.
Cayó de rodillas, palpando una lanza de madera que yacía en el suelo. Jack no le tomó importancia hasta que, al girar la cabeza, miró otras tantas picas junto a algunos escudos en las cercanías. No había signos de combate, o cuerpos, mas Jack se sintió inquieto por tal panorama.
Mientras intentaba adivinar lo que ahí había ocurrido, le llamó la atención un casco que se encontraba parcialmente hundido en la arena. Se dejó guiar por el sexto sentido que lo llevó a retirarlo del suelo, encontrándose con hilos oscuros que sobresalían del suelo como hierba. Al tocarlo, se dio cuenta que no trataba con plantas, jaló un poco y descubrió que se trataba de cabello. Desesperadamente comenzó a escarbar con las manos hasta encontrar el rostro muerto de un soldado cuya boca estaba atiborrada de tierra.
Se levantó sobresaltado, comenzando a mirar el suelo con un miedo irracional. Decidió no quedarse quieto, avanzar, procurando que los pies no permanecieran sobre el mismo punto demasiado tiempo.

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— ¿Piensas aceptar tu derrota ahora? —Giezi escuchó del santo de Acuario quien permanecía impávido en su lugar.
— Impresionante… nunca imaginé que debería lidiar con un hombre como él al venir a Grecia —pensaba el Apóstol mientras miraba su reflejo—. Había escuchado que existen amos del agua y el hielo en algún lugar del mundo, tú debes ser uno de ellos —comentó, seguro de su deducción. Buscó apaciguar sus sentimientos, es cierto que le había asombrado la habilidad del caballero Ateniense, pero él era un Apóstol, no debía albergar pensamientos derrotistas jamás—. Es evidente que ambos somos rivales naturales, yo que provengo del lugar con mayor temperatura en la faz de la tierra, mientras que tú representas al más frío del planeta. Cualquiera que se percate de esto lo consideraría destino.
Terario permaneció en silencio.
— Te diré algo, caballero. Aunque pese sobre mí una desventaja… estás muy equivocado si crees que esto ha terminado —alzó un puño, tomando una posición ofensiva—. Deberías saberlo, por las noches el frío en el desierto llega a ser tan intenso que en ocasiones la nieve se hace presente, ¡por lo que no me será difícil poner tu aire frío a mi favor! —lanzó un potente golpe que quebró en cientos de trozos la estaca de hielo, la cual estalló en arena y cristal, revoloteando juntos como un enjambre que se precipitó contra el santo dorado.
Terario se hizo a un lado, notando como ambos elementos se fundían con el torbellino nuevamente.

Giezi separó los brazos de forma horizontal, liberando su Ka del que comenzaron a generarse intensas chispas eléctricas. Pronto, Acuario vio como el cielo se ennegreció por la precipitada aparición de nubes de tormenta, la cuales fueron invocadas por el Apóstol quien tenía el cuerpo tensado en posición de ataque.
—Te imploro a ti, mi dios Seth, que escuches la petición de tu fiel sirviente. Bendíceme con una fracción de tu poder —citó solemnemente en su idioma natal, una lengua desconocida para Terario quien se alistó para cualquier ataque—. Permite que mi mano blanda tu fuerza, que mi cuerpo sea uno con la tormenta… ¡Dame el poder del trueno con el que azotas a tus enemigos!
Giezi levantó el brazo izquierdo completamente hacia el cielo, proyectando un hilo resplandeciente que tocó las relampagueantes nubes oscuras. Un estallido ocurrió, desatando un sonoro trueno que estremeció los cielos, liberando un rayo que golpeó directamente al Apóstol.
Desde la palma de la mano, la descarga se inyectó en su piel, oprimiéndole el corazón que bombeó afligido. El cuerpo de Giezi fue castigado por el paso de la corriente que surcó cada hueso causando una tremenda agonía, mas una vez que asimilara la sensación, todo su ser se encontraba rodeado por una flama divina que relampagueaba incesante. A la altura del corazón permaneció un destello vibrante del que nacían todos los rayos que adornaban ahora su Ka.

El paisaje se tornó más oscuro todavía, como si un eclipse hubiera ocurrido de pronto. El silbido del viento que circulaba frenéticamente ensordeció a ambos combatientes. En medio del ojo del huracán sólo había un punto luminoso.
Terario conservaba una calma admirable pese al tenebroso paraje que estaba por devorarlo.
— ¡Simún* devastador! — clamó el Apóstol por encima de la tempestad. El ojo del ciclón se cerró completamente tras un abrupto pestañeo que selló toda escapatoria.
El Santo de Acuario se vio golpeado continuamente por el paso de la arena que buscaba arrastrarlo por los aires, teniendo que aunar todas sus fuerzas para permanecer bien unido al suelo. Sin embargo, el intenso ventarrón cálido y seco poseía una temperatura lo suficientemente alta para que cualquier hombre adulto o animal de gran tamaño llegara a desmayarse. Sin contar que los densos nubarrones de arena provocaban una asfixia terrible.
Terario cerró los ojos en cuanto unas pizcas llegaran a sus pupilas, sabiendo que no tenia caso mantenerlos abiertos. Se cubrió la nariz y boca, buscando un único respiro limpio.

Pese a encontrarse privado del sentido de la vista, el oído y el olfato, el santo percibió de inmediato el peligro, cuando el egipcio llegara por su costado buscando un golpe certero. La ventisca arenosa le cedió una terrible apariencia a Giezi, la de una bestia ensombrecida que emitía rayos hacia todas direcciones. Entre las saetas, el cuerpo del Apóstol se volvió una masa de oscuridad donde resaltaban dos resplandores amarillentos a la altura de los ojos, mientras que sus brazos parecieron haberse alargado, hasta deformarse en gruesas garras.
Acuario bloqueó el puñetazo del enemigo, atrapándolo con la mano izquierda. Pese a la protección de la armadura de oro, el pelirrojo sintió como es que los músculos de su brazo se acalambraron.
Giezi aplicó más fuerza en el golpe, advirtiendo como el brazo enemigo temblaba. El egipcio continuaba impresionado por el desempeño del caballero dorado, bajo estas circunstancias debía ser invisible para cualquier oponente, pero ese hombre es capaz de seguir sus movimientos pese al vaivén violento de Ka que no lograba engañarlo.
En cuanto el Apóstol de Seth comenzó a ver escarcha sobre el guantelete de su Alba*, desplegó un segundo puñetazo que el Santo evadió, retrocediendo. En el acto, Terario lanzó más polvo de diamantes.
Como respuesta, el guerrero de Egipto manipuló diversas corrientes de arena, cambiando así el rumbo del aire congelado. Redirigió el flujo de los diamantes para volverlo contra su creador.
Terario atrapó el aire frío en la palma de la mano, evaporándolo sin esfuerzo.
— Ese truco no volverá a funcionar —Acuario escuchó claramente la voz del Apóstol entre los silbidos de la tempestad—. Mi Ka te supera en estos momentos, una débil brisa como la tuya no puede cambiar el curso de mi simún.

La oscura silueta, mitad hombre mitad bestia, se lanzó nuevamente hacia su presa en un ataque frontal. Terario leyó claramente el movimiento, por lo que sería fácil esquivarlo. Pero en contra de lo planeado, en cuanto quiso desplazarse resintió una extraña pesadez en el cuerpo que le impidió evitar la patada que se le encajó en el costado.
Las descargas eléctricas que envestían esa pierna se esparcieron por el manto dorado que resistió el choque, aún así, Terario se inclinó por el dolor. Acuario intentó alejarse, pero sus movimientos continuaban siendo torpes y demasiado lentos como para librarse de los potentes golpes con los que Giezi lo hostigaba.
El Apóstol de Seth poseía una fuerza descomunal, tal que la potencia de sus puños lo afectaban como si no tuviera la cloth dorada encima. Terario intentaba encontrar una explicación al mismo tiempo en que se defendía del feroz amo de la tormenta. Su aire frío fue neutralizado varias veces, tanto por el viento que conspiraba para que no cumpliera su cometido, como por la protección relampagueante que rodeaba al enemigo.

Un salvaje gancho en la quijada terminó por elevar al santo de Acuario quien terminó prisionero del despiadado huracán. Sentía como sus músculos comenzaba a desgarrarse por la presión que lo vapuleaba. Horribles punzadas causadas por las descargas eléctricas que circundaban entre el polvo lo obligaban a mantener tensa la mandíbula. Completamente desorientado, Terario terminó chocando contra una pared de roca a la que se aferró.
Continuaba sin tener control completo de su cuerpo, cuando vio los destellos eléctricos que endiosaban al Apóstol de Seth como si se tratara de la misma divinidad encarnada.
Terario tosió sangre, quedándose sin aliento una vez que resbalara por la superficie hacia el suelo. Sus extremidades oscilaban por el esfuerzo de mantenerse de pie.

Tal visión trazó una sonrisa macabra bajo la mascarilla de Giezi— ¿Qué sucede? ¿No clamabas de antemano tu victoria? ¿Dónde quedó toda esa superioridad que demostraste al principio?— recriminó al abatido Acuario quien se abstuvo de decir palabra—. Parece que tienes problemas para moverte ¿no es verdad? No es de extrañar considerando que te encuentras dentro de la tempestad donde yo soy el amo —truenos y relámpagos comenzaron a retumbar por doquier, mientras la temperatura continuaba aumentando—. ¿Acaso no sabes que la arena tiene la capacidad de entrar a donde sea? Lo entenderías si vivieras en el cálido desierto. Por lo que no importa que tan resistente sea tu vestimenta de batalla, una arena muy especial ha logrado infiltrarse bajo tu armadura la cual le ha añadido un peso extra a tu cuerpo —explicó al enemigo quien permanecía con los ojos cerrados—. Ha llegado el momento de terminar con esta batalla, todavía hay otros individuos que requieren mi atención.

Al instante, Giezi volvió a separar las manos, siendo allí donde las centellas que danzaban dentro del remolino se concentraron, formando un zigzagueante rayo como el del mismo Zeus — ¡Que tu viaje al Duat* sea revelador! ¡Trueno ancestral! —bramó, dejando escapar el cegador relámpago que partió la ventisca en dos causes, tiñendo de blanco toda la zona en cuanto se impactó sobre el santo.

La arena se arremolinó con violencia creando una esfera luminosa en su centro que extendió todavía mas el ventarrón, como si un volcán hubiera hecho erupción al pie de las Doce Casas.
Rostros grotescos se formaron entre la arena, mientras los silbidos se transformaron en aullidos que paralizaron varios corazones.
Giezi permaneció inmóvil con los brazos hacia el frente. La respiración entrecortada delataba el sobreesfuerzo que ha empleado durante la lucha.
Un nuevo claro se había abierto sobre él a causa de la detonación. El sol resplandeció sobre su intacta Alba. Buscando recobrar el aliento, miró hacia arriba, contemplando el contrastante panorama que adornaba el cielo de Grecia; mientras un escenario apocalíptico consumía la tierra, arriba un espacio conservaba el azulado rostro del cielo y encerraba al sol como si fuera la puerta hacia la salvación, el paraíso. Mas la abertura se cerró en pocos segundos y la tempestad volvió a imponerse.
El Apóstol de Seth dio unos pasos por encima de residuos rocosos. Para su beneplácito, encontró partes de la armadura de Acuario regadas por el suelo. No halló más restos de su oponente, el rayo debió haberlo reducido a cenizas y ahora ellas forman parte de su tormenta.

Por mucho que deseara descansar, Giezi sabe que todavía tiene otros enemigos con los cuales debe lidiar. Pero en el momento en que pensaba en futuras batallas, un sobresalto lo hizo volverse hacia donde sabía se encontraba la entrada a las Doces Casas. Se alteró al percibir como es que el Ka de Hafiz, Apóstol de Selkis, desapareció de manera abrupta cuando se encontraba en su cenit.
— …No… ¡No Hafiz…! —sintió un vuelco en el corazón que lo hizo temblar—. ¡No puedes haber sido derrotado! ¡No puedes estar muerto! —vociferó el Apóstol, consternado.
Giezi intentó acudir al templo de Aries, sin embargo, cuando pisó una capa de hielo que casi lo hizo resbalar, se detuvo.
Entre él y las escalinatas hacia el primer templo del Zodiaco, en medio del viento árido distinguió una figura que emanaba cosmo dorado y glacial. Agudizando la vista, Giezi se estremeció al ver allí al Santo de Acuario, de pie, vivo.
— ¡E-esto es imposible..! ¡¿Cómo pudiste sobrevivir a mi ataque?!— cuestionó, admirado por la inmortalidad del santo Ateniense.
—Tú mismo me diste la clave, Apóstol —Terario finalmente habló, abriendo los ojos sin molestia alguna—. Si mi cloth se había vuelto una desventaja, entonces tenía que prescindir de ella— explicó, asombrando todavía más a Giezi quien descubrió al santo vestido únicamente con ropas ordinarias.
— ¡Aún cuando así haya sido, aún cuando hayas logrado evadir mi técnica… no es posible que puedas resistir mi simún! ¡La simple temperatura debería aniquilarte! —el Apóstol reclamó iracundo.
— En eso tienes razón —concordó, protegido por una intensa aura dorada que ni la arena ni los relámpagos podían traspasar—, mas olvidas algo, no estás tratando con un hombre ordinario. Soy un santo de Atena, amo del agua y del hielo. Con ayuda de mi cosmos soy capaz de controlar la temperatura que me rodea, por lo que tu temible ciclón no es más que simple escenografía sin ninguna clase de efecto sobre mí.
Giezi gruñó de coraje, él mismo podía percatarse de la brisa gélida que envestía al santo.
— Ya te has divertido bastante, Giezi. Si te he permitido ponerme en tales dificultades, es porque deseaba ver lo que un Apóstol es capaz de hacer —admitió seriamente—. Se debe conocer la capacidad del enemigo para elegir la mejor manera de vencerle. Me has sorprendido, lo admito sin pesar… pero concuerdo contigo en que esto debe terminarse.

Giezi permaneció pasmado unos instantes, no sabía si sentirse humillado o temeroso de tales palabras— ¡Parece que has recuperado esa lengua pretenciosa! ¡Pero tú mismo te has entregado a la muerte! ¡Sin tu armadura te destrozaré! —gritó, enfatizando su enojo en las saetas que hacían estallar toda superficie sólida que tocaban.

Terario estaba conciente del gran peligro al que ha expuesto su vida, por lo que debía actuar sin demora. Incrementó todavía más su cosmos, aumentando el alcance del aura fría que hacía retroceder a los remolinos de arena.
Antes de que Giezi se mofara de la intención del santo por superar el simún, vio con horror como es que el hielo en el suelo comenzó a extenderse, volviéndose más grueso y ganando un majestuoso color zafiro. El Apóstol pestañeó incrédulo cuando el primer copo de nieve pasara frente a su rostro, mucho más cuando otros puntos blancos comenzaran a revolotear entre la arena.
— Me has enseñado el poder devastador que tiene el desierto de donde provienes— comentó el santo, aumentando cada vez más las corrientes heladas—, ha llegado mi turno de demostrarte el infierno invernal del mío.
Pronto, Giezi observó cómo es que el aire polvoroso empezó a tornarse de color blanco. Se arrojó desesperadamente contra Terario, cargado con todos esos relámpagos con los que buscó herirlo. Tenía que detenerlo antes de que se apropiara de la tormenta. Aumentó al máximo su Ka, aferrándose al control de la ventisca que no estaba dispuesto a perder.

El santo de Acuario esquivó ágilmente todos los golpes, evitando ser tocado por Giezi. Aún en medio del tornado de golpes, lograba concentrar su energía para combatir la del Apóstol.
— ¿Cómo puede estar ocurriendo esto? ¡Su Ka crece desmesuradamente, empequeñece el mío sin problemas! ¡A este paso él…!— no terminó de concebirlo cuando notó como el entorno se volvió completamente nevado. La arena antes dominante fue convertida en hielo— ¡…me ha atrapado!
El torrente cristalino tomó desprevenido a Giezi, quien pese a estar acostumbrado al frío del desierto, no se comparaba al viento helado del Antártico que ahora lo azotaba.
Terario tomó impulso para crear distancia entre él y el egipcio cuyas piernas se encontraban hundidas en la nieve.
Giezi inútilmente buscó manipular algo de arena, pero ni una partícula respondió, toda había sido consumida o atrapada por el hielo. Lanzó una mirada hacia el santo que había comenzado a posicionar sus manos para el ataque final. El Apóstol jamás había visto una aurora boreal, pero el colorido resplandor que respaldaba al santo de Acuario la simulaba a la perfección.
— ¡Tormenta de Aurora! (¡Aurora Storm!) —vociferó el maestro de cristal, lazando un concentrando aire frío de las manos que dio todavía más fuerza al vendaval.
En respuesta, el Apóstol de Seth arrojó una vez más el Trueno Ancestral, chocando contra la ráfaga de cristales que sencillamente se abrió camino disipando las saetas eléctricas.
Giezi gimió adolorido cuando fue alcanzado por la ventisca y la aurora. Fue arrastrado por la embravecida corriente invernal, abatido por el penetrante frío que apuñaló su cuerpo. El alba de Seth se congeló de inmediato, fragmentándose por el golpeteo de los innumerables diamantes. Profundos cortes se le abrieron en la piel, sin que la sangre pudiera chispear al helarse sobre la carne.

Terario de Acuario bajó los brazos, apaciguando la tormenta. El cielo se despejó cuando la nieve comenzara a caer gentilmente a tierra.

En Rodorio, los pueblerinos miraban confundidos el panorama desde el interior de sus hogares. Los contrastantes y repentinos cambios climáticos los mantuvieron nerviosos. Entendían que todo pudo haber sido a causa del combate de algunos santos, por lo que si son capaces de ver de nuevo el cielo azul, significaba que dicho evento ha concluido. Algunos rogaban para que el resultado haya sido a favor del Patriarca y sus santos.


Acuario avanzó por entre la nieve, llegando hasta el montículo de hielo donde el Apóstol de Seth yacía moribundo. La bella Alba que portó con orgullo se había despedazado, perdiendo totalmente su brillo, siendo pocos los trozos que permanecieron adheridos al cuerpo que es incapaz de seguir protegiendo. El majestuoso casco ya no cubría la cabeza ni el rostro de Giezi, dejando a la vista un cráneo libre de cabello, así como una amplia barba oscura en su cuadrado mentón.
Estaba vivo, el aliento gélido que emergía de su boca y nariz marcaban las cortas respiraciones. No podía moverse más. Brazos y piernas se hayan atrapados en el interior del grueso hielo, sólo pecho y cabeza quedaban expuestos a cualquier golpe fatal.
El Apóstol temblaba sin cesar, el frío estaba consumiéndolo. Sus sentidos estaban apagándose poco a poco. Alcanzó a distinguir una silueta escarlata que venía a su encuentro.
— No tienes por qué preocuparte —Giezi apenas escuchó. Logró levantar la cabeza, buscando los ojos del enemigo—, no he cambiado de parecer, vivirás por ahora. Es muy probable que el Santuario tenga muchas preguntas que hacerte, por lo que no es conveniente matarte. Permanece aquí, de seguro enviarán pronto a alguien para hacerse cargo de ti.

Terario dio media vuelta, yendo hacia las escaleras que se alzan hacia los doce templos del zodiaco. El maestro de hielo también captó la desaparición de un gran cosmos hace un momento, una batalla terminó. Igualmente percibía una agonizante aura que luchaba por permanecer encendida. La necesidad de ir hacia allá creció en su conciencia, por lo que decidió no perder más tiempo con el Apóstol.

Giezi descubrió la intención del santo de oro quien avanzaba hacia el templo de Aries— …N-no…. e-e-espera….—buscó gritar, pero un hilillo seco de voz fue lo único que sus temblorosos labios pudieron pronunciar— … e-espera… n-no vayas… De-detente…
Terario volvió a vestir la armadura de oro, cuyas piezas se ensamblaron una vez que las invocara. Ignoró al Apóstol que buscaba retenerlo.
— …. ¡No… puedes irte…!— dijo con más fuerza, revolviéndose entre el hielo del que buscaba escapar— …¡Todavía… no hemos terminado! —mas el caballero ni siquiera se volvió—. ¡No puedo dejarte ir…! ¡Detente, maldito…! —gritaba exasperado, recuperando lucidez, guardando los múltiples malestares que lo aquejaban en el último rincón de la mente.
Miraba desesperado la forma en la que sus extremidades estaban cautivas… pero no podía dejarlo avanzar. Su obligación era impedir que cualquier otro santo interfiriera en la marcha de los demás. Hafiz ya había sido vencido, no iba a ser el causante que otro de sus compañeros cayera en la lucha. ¡No permitiría que la deshonra continuara manchando el templo de Seth, se lo prometió el día en que le fue entregada su Alba!

Al sentir como es que el cosmos del egipcio recuperaba cierto fulgor, Terario se detuvo al escuchar los furiosos gritos. Al darse vuelta, vio pasmado como Giezi forcejeaba bruscamente por liberarse sin importar las consecuencias. Acuario admiró el coraje del guerrero de Egipto cuando éste perdió su brazo por encima del codo.

Tras retorcerse e impulsarse constantemente hacia el frente con su Ka encendido, Giezi lanzó un alarido agonizante al dejar su miembro izquierdo en el interior del hielo, el derecho logró salir entero. Poseído por la irracionalidad, el Apóstol golpeó repetidas veces el cristal que sujetaban sus piernas, rescatando la izquierda, pero pulverizando la derecha desde la pantorrilla por la avanzada congelación.
El egipcio cayó sobre la nieve, apoyándose sobre las rodillas, avanzando a gatas mientras concentraba su poder en la palma de la mano que le quedaba.

Terario permaneció inmóvil, siendo testigo de tal coraje por el que se sentía sobrecogido. Sea cual sea su causa para pelear contra el Santuario, ¿merecía tal entrega?
Nunca se ha considerado un hombre despiadado, creía firmemente que hombres como Giezi merecen seguir en este mundo, por tal razón no se sintió capaz de matarle aún cuando lo amenazaba con ejecutar su Trueno Ancestral.
Mas, antes que Giezi actuara, una sombra escurridiza lo golpeó en la nuca. El Apóstol emitió un leve quejido cuando la vista se le nublara, cayendo inconciente al suelo.
Terario se extrañó de ver allí a uno de los jóvenes que conoció en Villa Rodorio. Ni siquiera se había preocupado por escuchar su nombre pero, de cierta forma, agradecía la repentina aparición.

Una vez que las tormentas terminaran, Jack fue capaz de llegar hasta ahí, donde vio al guerrero de Egipto cometer tales sacrificios con tal de obtener la victoria que se encontraba lejos de su alcance. Jack decidió intervenir, temiendo que el santo dorado lo exterminara sin compasión alguna.

Ambos santos se miraron fijamente. Jack estaba deslumbrado por la armadura dorada que envolvía a Terario, nunca imaginó que se tratara de un miembro de los doce caballeros de oro. Asombroso.
—Lamento haberme entrometido de esta forma… la batalla había terminado, pero él no se había dado cuenta —el joven intentó excusarse, acuclillándose junto al Apóstol, asegurándose que se encontraba con vida.
— Descuida, en realidad fuiste muy oportuno— dijo el pelirrojo, un poco inquieto por la velocidad con la que el chico se movió. Existían muchas razones por las que el egipcio no fue capaz de percibirlo, pero no era alentador el que ni siquiera él fue capaz advertirlo.

Jack observó en redondo, suspirando— Veo que Nauj no se encuentra por aquí, espero no esté metiéndose en problemas como acostumbra— comentó al ponerse de pie, yendo hacia donde el santo aguardaba—. Por cierto, mi nombre es Jack, no tuvimos la oportunidad de presentarnos allá atrás.
El maestro de hielo dudó unos segundos para compartir su nombre— Terario —dijo secamente, emprendiendo el camino hacia el primer templo del zodiaco.
— O-oye, ¿a dónde vas?
— ¿No fuiste tú quien dijo que había que tomar nuestro lugar a las ordenes del Santuario? —cuestionó, dándole la espalda—. Eso planeo hacer, los invasores intentan cruzar los Doce Templos, y un cosmos está extinguiéndose más adelante. Debemos darnos prisa —añadió, comenzando a subir por las escaleras a toda prisa.
Jack titubeó un poco, entre que lanzó una mirada a la lejanía pensando en Nauj, otra al inconsciente Apóstol y por ultimo una hacia Terario a quien decidió seguir sin retrasarse más.


Entrada al Templo de Tauro.

La casa de Tauro estaba a unos cuantos escalones cuando el séquito de Egipto se detuvo. Fueron invadidos por una turbulenta sensación que actuó como una cuchilla que se les clavó a la mitad del pecho.
Al saberse que avanzaba solo, el guerrero de armadura oscura giró sobre sus talones, viendo con extrañeza a los guerreros que le acompañan.
Los tres miraban en la dirección opuesta al segundo templo.
La mujer de armadura azul celeste, Kaia, mostró un semblante acongojado. El de manto dorado, Asiut, se mantenía frío y centrado. El de la Amazona de Virgo fue imposible de ver.
A mayor o menor medida, se encontraban conmocionados por la muerte de Hafiz. Sin mencionar que el ver cómo es que la tormenta de arena comenzaba a volverse de nieve indicaba complicaciones.
— Hafiz… —musitó entristecida la amazona de Virgo al no percibir más su cosmos.
— Giezi corre peligro…— la secundó Kaia, como si deseara retroceder, extender las alas del Alba y volar en ayuda del Apóstol de Seth.
— Su valor y sacrificios serán recompensado por nuestros dioses —añadió Asiut, esperando detener cualquier impulso imprudente que cruzara por sus mentes—. Morir cumpliendo la voluntad de la Faraona no debe pesar en nuestras almas. Todo sea por el bienestar de Egipto— murmuró con determinación.
Tras escucharlos, el hombre de ropaje negro habló con desprecio— Ja, no eran más que guerreros de segunda —ganándose una mirada iracunda por parte de Kaia—. La verdadera élite de su pueblo son ustedes, los Apóstoles Sagrados. Por lo que no deben preocuparse por la pérdida. Han cumplido con su función, y uno de ellos parece que ha arrastrado con él a un caballero dorado, es una buena forma de morir, una ofrenda para el juez de su próximo juicio —rió divertido—. Esperemos y no cometan las mismas negligencias, el Gran Salón todavía está muy lejos —recalcó malicioso. Volvió a ponerse en marcha, seguido por el trío que intercambió miradas.

Entraron despacio al recinto de Tauro, esperando ver al guardián de la casa zodiacal. El interior era muy amplio, pero vestido por amplias sombras que se concentran en las murallas y columnas.

Parecía un lugar inhabitado, por lo que el sujeto de aura perversa caminó despreocupadamente hacia el frente, rumbo a la salida que también se encontraba oculta tras la oscuridad.
— Cuidado —Asiut alertó apenas en un murmullo, anticipando dos resplandores que se prendieron en las sombras justo delante de ellos.

Alrededor de los dos puntos que simulaban los fieros ojos de un toro encolerizado, se desprendieron un centenar de ráfagas doradas que atacaron a los intrusos.
Asiut, Kaia y Shai decidieron evitar ser tocados por los proyectiles de luz, pues la intensidad del poderoso cosmos del que provenían era de cuidado.
Eludieron el violento ken, mientras que el de armadura siniestra se mantuvo estático, como un muro de acero pese a ser azotado por la lluvia dorada. El hombre sonrió mostrando todos los dientes, fascinado por el que el poder de un santo de oro no hacia mella en su protección.

Los ataques cesaron súbitamente, dejándose escuchar pasos. Los enormes ojos del toro se fueron empequeñeciendo conforme el sonido se aproximaba. Pronto, una silueta comenzó a notarse dentro de la oscuridad, una armadura dorada resaltó, junto a unos altos cuernos que adornaban el casco. Los ojos de la bestia se desvanecieron en el resplandor de la máscara dorada que cubría el rostro del guardián de Tauro.



FIN DEL CAPITULO 11



*ALBA. Así llamaremos a los ropajes sagrados de los Apóstoles.
*KA es la fuerza vital, un componente del espíritu humano, una pizca del principio universal e inmortal de la vida, según la mitología egipcia. Equivalente al ‘Cosmos’.
*DIOS SETH. (Nombre egipcio: Suty, Sutej (Setesh, Seteh) / Nombre griego: Set (Seth)) Deidad de la fuerza bruta, de lo tumultuoso, lo incontenible. Señor del mal y las tinieblas, dios de la sequía y del desierto en la mitología egipcia. Seth fue la divinidad patrona de las tormentas, la guerra y la violencia.
*Un SIMÚN (en árabe samûn, de samm "viento venenoso") es una tormenta que se mueve en forma súbita y circular (como un ciclón), transportando nubes de polvo y arena, lo que produce en personas y animales un efecto de asfixia e hipertermia. Los simunes se presentan con silbidos violentos, y la arena en suspensión tiñe de anaranjado la nube que se desplaza a gran velocidad, matando a cualquier ser vivo que alcancen sus ráfagas.
*DUAT (también llamada Amenti o Necher-Jertet) era el inframundo de la mitología egipcia.

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 06 enero 2010 - 13:34

A ver, ahora es que como ya casi me pongo al corriente con el fic de Kill es que me pondre a leer nueva historia y me han recomendado ahora esta Seph...

Asi que por ahi que estare fregando con dudas de rato en rato debido a algun capitulo donde me parezca adecuado preguntar algo...

A ver que novedades hay en esta historia...
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Publicado 06 enero 2010 - 14:54

Jajaja, que bueno tenerte por aqui Lord, ya veremos si es de tu agrado esto que propongo o no. Se vale salir corriendo ¿ok? =P
De una vez digo que sus detalles y fallas si encontrarás XD, sobreaviso no hay enganios ;)

Y las preguntas que tengas, las contestaré sólo y cuando no tengan spoilers jajaja
Gracias por tu tiempo ;)

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 06 enero 2010 - 15:14

Jaja, ok...

Entonces si no me ves volviendo a publicar aqui es porque sali corriendo plop...
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#58 LordGianotti

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Publicado 13 enero 2010 - 21:40

Me gustó, me gustó, aunque en el inicio habia hecho "scroll down" y había visto un mar de texto que podía haberme asustado pues decidí leer el fic y me agrada el sentido que está teniendo el mismo...

No he visto la serie Shaman King, pero imagino que le vas a dar importancia a ese personaje "Yoh" conforme pase la historia...

Ahora vaya trabajo que tienen los de bronce... imagino Shaina tambien esta incluida en este trabajo, no?

Algo mas, quizas sea que la trama gire en base a ese hecho que los dioses hicieron para la seleccion de varias personas en el mundo... en todo caso, seguire leyendo, seguramente estare fastidiando por aqui un poco mas.

Hubo una falta de ortografia por ahi en el capitulo 1, que quise recordar al final, pero ya se me olvido en que parte estaba jeje... era una omision de una letra si mal no recuerdo, bueno, no importa, el fic en si esta "bonito" , esa es la palabra adecuada creo.
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Publicado 14 enero 2010 - 18:15


Hola, Seph ^^. Como digo siempre, lento pero seguro xD. Aquí te dejo mis comentarios respecto al Capítulo 2 (ya mero, ya mero llego a la meta xD), que he leído por fin (benditas vacaciones!), ahora que al parecer (es mejor no cantar victoria) estoy saliendo (de cierta forma) de aquella fosa (abstracta) en la que quedé atrapado por mucho tiempo, y que se llama Universidad. :P


Para empezar, muy bonita introcucción ^^. Muy triste, pero muy bonita. Con pocas palabras dijiste muchas cosas. La escena de aguna muerte en la nieve es tan clásica que es muy efectiva. Me recordó a la muerte del señor Bitalis(?) en los dibujos aniamdos de Remi. ;_;

Algo que noté:

QUOTE
—Je, es justo lo que yo iba a preguntarte —repuso Sirrah sin molestarse—. Por fin está por terminar esta encrucijada ¿no te sientes ansioso? ¿Sabes? Es curioso que podamos ser tan buenos hermanos, considerando que siempre supimos que sólo uno de nosotros obtendría el codiciado premio. Nunca dejamos de ser rivales, y aun así nunca hubo odios ni represarías.


Cuando leí eso supuse que quisiste decir represalias, pero me puse a pensar y quizá dicha palabra sí exista aunque nunca la había escuchado (mi vocabulario es muy limitado en realidad ;_;), por eso mejor no te corrijo, sino que te expongo la duda xD. Pero me da la impresión de que es una corrección que te hizo word sin que te dieras cuenta.

(Es casi al principio, mientras Sirrah y Terario platican).


En cuanto al capítulo en sí, la pelea estuvo muy bien ^^, muy detalla pues abarcó practicamente todo el capítulo. Es interesante ver cuando personalidades tan distintas se enfrentan, pues entonces ya no sólo existe un enfrentamiento físico, sino también uno emocional y psicológico. Me imagino que Sirrah dará algunos problemas más adelante, creo que por eso lo has dejado con vida juju.

También me gustaron las palabras de Vladimir al final de la pelea, todo muy cierto... ya lo comprobará Terario (que por cierto no me agredó el nombre para Acuario ¬¬U xDD) con el pasar del tiempo (a ver si no lo descubre en base a tristes sacrificios como hyoga ;_;).

Y pues pobre Natasha, quedó muy triste, y con el corazón herido =(, aunque al parecer trataba de disimularlo con algunas sonrisas y bromas ^^ juju.


Muy buen capítulo Seph ^^


Capítulo 15: La Flor Sangrienta
(Pincha AQUI para Leer)

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Saint Seiya: COSMO WARS
Índice de Capítulos: Aquí

#60 Seph_girl

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Publicado 05 febrero 2010 - 01:48

Muchas gracias a José y a Cástor por sus comentarios XD
Veamos si pueden continuar con esta historia XD

¡José, 'bonito' ya es todo un cumplido para mi XD, gracias!

Castor, sí estabas en lo cierto con la corrección jejeje, a veces se me va el avión muy feo u.u. Jajaja el nombre de 'Terario' para Acuario a mi tampoco me gustaba, pero con el tiempo le fui tomando cariño y al final ya me agrada xD

En fin, aqui le straigo el episodio 12, en el cual tuve algunos problemas ._. neta que el episodio estuvo maldito XD Pero en fin, lo terminé al fin y al cabos =3
Espero lo disfruten.

*****************







Capitulo 12. Apóstoles Parte III
Colisión en Tauro

Grecia, Santuario de Atena

En el segundo templo del Zodiaco, el ascenso de los invasores fue interrumpido por la presencia del guardián del signo de Tauro.
Se dice que los santos que han custodiado la constelación del toro desde la era del mito han sido los más poderosos de la orden, y cuya fuerza era comparada con la del valeroso Hércules.

Conciente de esto, el grupo bendecido por Ra aguardó expectante a que la oscuridad desvelara la apariencia del titán al que han imaginado de muchas formas.
Los cuatro invasores quedaron confundidos cuando la figura que apareció no cubrió las expectativas. Delante de ellos encontraron a una mujer vistiendo la armadura de grandes astas. Largo cabello verde caía sobre la capa blanca que colgaba de sus hombros. La máscara que portaba fue diseñada con un gesto pasivo, contrastante a la actitud del toro embravecido que esperaban enfrentar.

La amazona de Tauro avanzó con un andar delicado hasta detenerse lejos de los muros ensombrecidos, encarando abiertamente a los que osaban pisar el recinto.
Antes de que alguna palabra saliera de los labios de la amazona, el hombre de oscura armadura lanzó una estruendosa carcajada que confundió incluso a sus mismos compañeros— ¡Una mujer, en Tauro! —rió fuera de control—. ¡Después de escuchar de la fuerza de los gigantes de ésta constelación, es toda una sorpresa que sea una mujer su representante! ¡Es como dicen entonces, en verdad el Santuario pasa por su peor época!

La amazona de Tauro ignoró el comentario sexista. Aunque bajo la máscara sus cejas se tensaban con furia. Ladeó la cabeza hacia la guerrera de Virgo con una actitud hostil, siendo en un arranque inesperado en que levantó el puño para liberar una ráfaga dorada a la velocidad de la luz.

Reaccionando inmediatamente, el guerrero Asiut apartó con el hombro a Shai, interponiendo la mano izquierda con la que detuvo el proyectil luminoso. Le tomó unos segundos a Asiut el desvanecer el fulgor de ese cosmos.

— Tienes muchas agallas para volver al Santuario con este hedor a traición, Shai —recriminó Tauro.
— Calíope… veo que lograste tu ansiada meta después de todo —comentó la aludida. No por nada ambas mujeres comparten diversas vivencias de cuando fueron aspirantes a una cloth. No eran muy cercanas, pero entre ellas solía existir cordialidad y respeto—. Te recomiendo que no sobrestimes tu habilidad o te pasará lo mismo que a Souva.
— La estupidez del Escorpión se curará sólo muriendo, algo que ocurrirá pronto en el mejor de los casos —respondió ella de forma despectiva.
— Eres muy osada al atacar de esa forma pese al desventajoso número que te rodea —masculló el hombre de siniestra apariencia, en cuanto se colocara tras su retaguardia.
— No tengo interés en ustedes guerreros de Egipto —la amazona aclaró con prisa—. Todos pueden pasar, pero la traidora se queda aquí.
La mujer con armadura turquesa, Kaia, bufó ante lo oído— ¿Y quién eres tú para escoger el orden de los combates, amazona? —dijo, separándose de los suyos—. Temo que tendrás que conformarte conmigo. Si buscas un oponente, seré yo quien te enfrente.
— Quien pone un pie en mi casa debe darse por muerto, por lo que les convendría aceptar mi propuesta, de lo contrario los retendré aquí por la fuerza.
Virgo buscó la decisión del líder del escuadrón, quien parecía considerar lo dicho por Tauro.
Shai estaba dispuesta a luchar ahora, mas no alcanzó a dar ni un paso hacia delante cuando Asiut la detuvo.
— Sabes bien que es de vital importancia que continúes avanzando —dijo él en un murmullo, lejos de poder ser escuchado por la guerrera de oro—. Kaia —pronuncio en voz alta a su compañera, quien sonrió al recibir la silenciosa petición
— Siempre un paso adelante —respondió ella al elevar un azulado Ka*.

Calíope se cruzó de brazos ante la sorpresa de sus adversarios ¿acaso era una forma de negarse a combatir? ¿Se estaba rindiendo?
Obvio es que no. La egipcia se dejó guiar por sus sentidos, los cuales le alertaban que Tauro no tenía la intención de dejarles pasar; en esa posición era todo un muro que no resultaría fácil derribar.

— ¡Comencemos entonces!— clamó la sierva de Isis al trazar pequeños círculos en el aire con el dedo índice, el Ka dibujó las circunferencias luminosas que se fueron multiplicando por si mismas hasta formar toda una pared entre Kaia y Calíope— ¡Lágrimas de Isis! —resplandores color plata iluminaron el interior de los aros, de estos emergieron miles de gotas de luz que fueron contra Calíope como lluvia que fluía de forma horizontal.
En respuesta, el cosmos de la amazona se encendió en una escandalosa llama dorada antes de lanzar su— ¡Embestida del toro dorado! —generando una ventisca de cosmos que colisionó con el poder de Isis.
El estruendo sacudió el templo de Tauro, la entrada y salida se volvieron chimeneas de las que escaparon nubarrones de polvo con aire caliente.

Alrededor de la ilesa Calíope, el salón de batalla adquirió un aspecto derruido. Observó atentamente los cuerpos abatidos que se encontraban en el suelo. Sólo uno de ellos es quien se mantenía de pie, envuelto en un capullo de protección al entrelazarse las alas turquesas del Alba* de Isis.
La amazona decidió tener cuidado, le resultaba sospechoso, no podía haber sido tan fácil derribar a los Apóstoles, por lo que al prestarles mayor atención a los cuerpos es que descubrió el engaño.
— Demasiado tarde —añadió Kaia al abrir un poco la protección de su vestimenta— Ahora nos hemos quedado solas.
Los coloridos e inertes cuerpos se opacaron hasta tornarse completamente en imágenes pétreas, estatuas que con un soplo de magia arcana sustituyeron a los Apóstoles.


Varias escaleras arriba hacia el templo de Géminis, tres personas corren a pasos agigantados. Shai y Asiut debieron tirar de los brazos de su otro acompañante para que abandonara la casa de Tauro junto con ellos. Sin duda, para ese misterioso y malvado guerrero habría sido fascinante pelear con una mujer tan exquisita como la amazona Calíope, pero él tenía sus órdenes, y respetar en parte las decisiones de los Apóstoles era parte del paquete.
Conforme ascendían, Shai se percató de algunas manchas rojas en los escalones. Miró a Asiut quien corría al frente, notando su lesión. Virgo aumentó la velocidad, deteniendo unos momentos al Apóstol.
— Estás sangrando —le advirtió, creyendo que no se había dado cuenta todavía, sin embargo, Asiut contempló su brazo nada sorprendido.
El brazal izquierdo del Alba se encontraba profundamente cuarteado; desde el codo hacia la punta de los dedos su extremidad se hallaba tullida y sangrante.
— Parece que tu amiguita es más poderosa de lo que imaginé —comentó burlón el de ropaje negro, prestando atención a la herida del Apóstol.
— Espero que te quede claro ahora —espetó Shai—, la fortaleza de un Santo no depende del tamaño de sus músculos, ni de su sexo, sino de la intensidad de su cosmos, y en esa rama, Calíope es temible. Temo por Kaia.
— Kaia estará bien… —el egipcio bajó su brazo adolorido, dispuesto a continuar subiendo—. Es tal como dijiste —mirando dentro de los ojos del otro sujeto—, Tauro será quien entienda la diferencia existente entre un Apóstol y un Apóstol Sagrado. ¡En marcha, que el tiempo sigue corriendo! —ordenó sin dar un vistazo hacia atrás, a diferencia de Shai quien dio un suspiro melancólico.


— Espero y no te moleste que sea yo quien deba aceptar tu desafío —comentó sarcástica.
— Lamentarás haberte entrometido en mis asuntos —murmuró la amazona, alistándose para el combate. Una vez más enfundó ambos brazos al cruzarlos sobre el pecho.
— Me alegra ver que también en el Santuario valoran a las mujeres con talento —notó como las puntas de las alas del Alba presentaban fisuras por el ataque anterior, pese a solo haber recibido residuos de la explosión—. Esto será interesante.
Calíope se encontraba preocupada, no percibió el momento del engaño con esos títeres de roca. No los sintió moverse, ni alejarse, habría jurado que los derribó con su embestida. Optó por tener extremo cuidado con la guerrera de Isis, quien sabe de qué formas podría ser capaz de manipular sus sentidos.
— Ojalá que tú y tus amigos tengan un buen motivo para llevar a cabo ésta campaña. No preguntaré tu inspiración ya que es obvio que mis palabras no te harán cambiar de parecer.
— No sabes lo mucho que te lo agradezco, no tolero a los entrometidos —la mujer sonrió cínicamente. Kaia entendía que la fuerza de Tauro destrozaría su Alba con facilidad, pero no pensaba dejarse intimidar pues ha domado animales más feroces. Acumular heridas no era una opción, peleará en serio desde el principio, así se había prometido. ¡No permitirá que el sacrificio de Hafiz y Giezi sea en vano!
El Ka que la rodeaba creció hasta tocar el techo, alzó los brazos para que las alas del alba formaran un arco invertido sobre su cabeza, en cuyo interior se manifestó una mancha que se coloreó plasmando líneas de doradas, negras y azules, dibujando un párpado durmiente.
— Tefen y Befen —recitó en la lengua de Egipto. Los adornos dorados grabados en su Alba comenzaron a emitir un fulgor divino —, Mestet y Mestetef —dos en el brazal derecho, otros dos en el izquierdo—, Petet, Tetet y Matet —uno más en el vientre, otro en el pecho y por ultimo en la espalda—. ¡Por la gloria de Ra, siete escorpiones sirvan una vez más a los designios de Isis!
El Ka de Kaia adquirió un aire diferente en cuanto el ojo sellado entre sus brazos se abriera de golpe.
La capa y cabello de Calíope se mecieron con violencia ante la mirada divina del ojo de Ra. Sintió un escalofrío por la brisa que sopló en su contra, sabiendo que no era la primera vez que experimentaba algo así.
La egipcia juntó los brazos sobre su cabeza antes de regresarlos a los costados, desvaneciendo la manifestación de Ra. Kaia estaba bañada en una luz celestial que mantenía a flote su melena oscura.

*******

Grecia, Santuario de Atena

Prefirió enclaustrarse en su dormitorio dentro del Templo de Plata, lugar donde los santos de la orden plateada habitan. Elphaba se conocía perfectamente, sabía que las noticias de los combates terminarían por desbordar su impaciencia, obligándola a acudir al llamado de la batalla pese a que se le ha prohibido.

Según tenía entendido, los intrusos se encontraban ahora en el segundo Templo, siendo la amazona Calíope quien tenía la atención entera del Santuario así como Souva de Escorpión y el nuevo santo de Acuario la tuvieron con anterioridad.
Conocía bien el trabajo de Calíope dentro del Santuario, sus méritos como sanadora eran similares al reconocimiento obtenido como guerrera. Su maestro Seiya, alguna vez comentó que aquel que sabía cómo curar un cuerpo maltrecho, al mismo tiempo entendía como provocarle un daño irreparable; así es como la amazona dorada de Tauro ha demostrado su ferocidad y valía dentro de la orden.

La alcoba que le ha pertenecido desde que se volvió la amazona de Perseo era espaciosa, mas algo descuidada al no contar con elementos que personalizaran el interior. Allí sólo había una cama, una silla, una mesa, un escritorio y un estante con libros que rara vez son tocados. Por las dos ventanas con marco de piedra es que podía ver hacia el exterior, de donde provenía un aire helado gracias a la nieve que circulaba todavía por el ambiente.

Se frotó los hombros para entrar en calor, pasando los dedos por las vendas que todavía cubrían sus heridas. A diferencia de muchas mujeres, ella no se preocupaba por las cicatrices que la mayoría de ellas dejarán, era capaz de ignorar todas ya que se unirían al resto que por la vida ha coleccionado. Pero al tocarse la cara, un sentimiento diferente la embargaba…
Esas dos líneas que subían desde el mentón y marcaban su mejilla la confundían. No porque le importara la estética de su blanco rostro, simplemente la hacían recordar el momento en que fueron trazadas con salvajismo, así como también al hombre que las hizo.

— Escuché que uno de los asgarianos vio tu rostro durante el combate Elphaba ¿qué harás ahora?— preguntó alguna de sus compañeras amazonas durante los días en que estuvo recuperándose.
No es que se sintiera obligada a algo. Aunque el decreto de matar o amar al hombre que osara ver el rostro de una amazona fue un principio impuesto desde épocas antiguas, el Patriarca Shiryu aprueba la libre elección de seguir o no dicho precepto. Él permite a cada conciencia dictaminar si tal hecho merece o no tal sufrimiento. Sin embargo, en la mayoría de las amazonas persiste el orgullo de antaño, la costumbre es respetada, y aquellas que escogen optar por la amabilidad del Patriarca son señaladas, incluso discriminadas.
En su caso muy personal, ella no se sentía capaz de elegir ya que… ya había hecho esa misma elección en el pasado, en la que decidió amar. Esa vez fue diferente, igual de accidentado por supuesto, pero más privado e intimo… Nadie, a excepción del hombre que ama, lo sabe, y prefería que continuara así.
Le frustraba el descubrir que no le quedaban muchas opciones después de todo… Sólo había un camino.

Elphaba se alejó del espejo que colgaba de la pared, colocando la temible máscara de Medusa en su rostro. Se apresuró a mirar por las ventanas, donde divisó un punto dorado que se desplazaba por el sendero montañoso que conducía hacia el Templo de Plata.



Nauj detuvo su andar por la nieve. Observó en redondo con un gesto de desconcierto. Se encontraba en un terreno completamente desconocido, saberse extraviado lo molestaba en gran medida.
Se adentró a la tormenta de arena esperando batalla. Siguió el rastro que sintió seguro, persiguiendo una sombra a la que no alcanzó, la cual se desvaneció en cuanto la tempestad se tornó blanca.
Fue engañado por el enemigo, de eso se dio cuenta muy tarde, enfureciéndolo todavía más.

Ya que sus sentidos estaban libres para extenderse más allá de lo que la vista le permite, descubrió lo lejos que se encontraba de los problemas.
Se decidió a encontrar la manera de llegar hasta donde la guerra se desataba, aunque tuviera que volar todas esas montañas a su paso.
Un sonido contuvo tal ímpetu. Creyó estar escuchando mal pues es extraño que algo de música pudiera circundar por esa zona desértica. Caminó con cautela algunos metros, buscando el origen de la tonada. Pronto, vio una figura humana sentada en lo alto de los muros de piedra.
Allí, Nauj encontró a un hombre que sujetaba una lira de cuerdas y caja plateada, la cual destellaba por los rayos del brillante sol.
El enigmático músico vestía una cloth de plata. El aspecto del joven lucía frágil, pero hombres y mujeres no podían negar la hermosura con la que fue bendecido. Su tersa piel era de un color lechoso. Cabello rubio ornaba su cabeza; por lo largo lo sujetaba con un listón azul a la altura de los hombros.
El santo mantenía los ojos cerrados mientras deleitaba al aire, a las rocas y a los insectos con una melodía celestial que, por momentos, conmovió hasta al tosco caballero dorado.
— ¿Quién eres? Tu cosmos es desconocido para mí, es la primera vez que cruzas por estos senderos ¿o me equivoco? —Nauj escuchó de una voz suave en cuanto los delgados labios del santo plateado comenzaron a moverse—. Traes contigo la esencia del bosque, del mar… has viajado mucho para llegar hasta aquí. ¿Hacia dónde te diriges?
Nauj abrió los ojos con sorpresa, ¿acaso no reconocía a un caballero dorado cuando lo tenía frente a sus narices?
— Parece que has logrado saber mucho sobre mí pese a que ni he abierto la boca —comentó con desconfianza—. Mi nombre es Nauj, santo dorado de Libra. Llegué recientemente a estas tierras para ver al Patriarca, pero entonces todo este lío comenzó.
— ¿El Santo de Libra? —meditó el arpista, deteniendo el movimiento de las cuerdas—. Extraño, tu cosmos no lo refleja, difiere al de los santos dorados que conozco… Es demasiado intenso, pero inseguro… como si un conflicto muy grande albergara tu espíritu.
— ¡¿Acaso podrá leer mi mente?!— pensó aterrado. El santo alistó su puño en caso que tuviera que actuar.
— Pero la cloth de oro está sobre él, Aristeo. Es tal como afirma— intervino la voz de una mujer, la cual apareció por el camino, acorralando al santo dorado—, el caballero de Libra ha llegado al Santuario.
Nauj miró sobre su hombro, encontrando a una amazona con armadura plateada.
— ¿Y quién eres tú?— preguntó Nauj lo menos hostil que pudo, pues el rostro durmiente de Medusa lo hizo desconfiar.
— Soy Elphaba de Perseo. Él es Aristeo, santo de la Lira. Somos santos de plata al servicio del Santuario. Para ser un caballero de oro estás muy lejos de donde se supone deberías estar —aclaró con severidad.
Aristeo dejó el asiento sobre la pendiente, bajando de un salto.
— Me extravié dentro de la tormenta —Nauj explicó secamente—. No conozco el lugar que me parece un completo laberinto, pero planeo ir hacia donde se me necesita, de eso no tengas duda.
— Éste es el camino que lleva hacia el Templo de Plata, y más allá se encuentra el Templo de Curación —explicó el rubio, quien mantenía en sus manos la preciada arpa—. Hemos recibido la orden de mantenernos al margen del conflicto, siendo los santos de oro los únicos autorizados para enfrentar al enemigo quien ahora sube por las Doce Casas.
— Ya habrá suficiente tiempo para aprender detalles— Nauj se precipitó, dejando en claro que no conocía demasiado de los protocolos y estancias del Santuario—. Ahora necesito ir hacia allá ¿Me ayudarán o tendré que abrirme paso a mi modo?— cuestionó con un tono amenazante.
— Supongo que no hay razón para no auxiliarte, caballero —añadió Elphaba—. Es toda una bendición de Atena que tanto el santo de Acuario como el de Libra arribaran justo cuando se corre un gran percance.
Pero Aristeo, quien siempre ha sido un hombre precavido, agregó— En otras circunstancias, el Pontífice debería aprobarte antes de entrar en funciones como guardián, pero al ser ésta una situación especial supongo que podré mostrarte el camino. No me lo tomes a mal, pero continúas siendo un extraño, sólo por precaución espero que mi compañía no te incomode —explicó el santo, manteniendo los ojos cerrados.
Nauj estuvo de acuerdo con el santo de la Lira… Percibió su recelo desde el momento en que escudriñó de alguna manera en su cosmos, por lo que debía ser cauteloso. Se preguntaba qué clase de habilidades tendría, no se trataba de telepatía, habría sentido la intrusión en su mente.
— Hagan lo que quieran— respondió, mirando fijamente a Aristeo— Muéstrame el camino entonces.
Aristeo de Lira levantó los párpados unos segundos, dejando a la luz los ojos completamente blancos que prefería mantener ocultos.
No había pupila, ni iris, dentro del espacio blanquecino de la esclerótica de dichos ojos.
— Los acompañaré —Elphaba se ofreció.
Aristeo negó con la cabeza, volviendo a cerrar los ojos— Conmigo bastará. Permanece aquí en caso de que ocurran imprevistos. Vergil y Nimrod todavía están impedidos.

Elphaba no se atrevió a oponerse a la orden. Después de Shaina de Ophiuchus, Aristeo era el segundo al mando de las fuerzas plateadas.
Vio partir a ambos santos. La amazona de Perseo permaneció en su lugar hasta perderlos de vista. Conforme vio la espalda de Aristeo alejarse, Elphaba resintió la impresión que le dejó el ver nuevamente los ojos ciegos del caballero.
Tiempo atrás ella se enteró, como la mayoría de los habitantes del Santuario, del origen de su ceguera a través de rumores e historias que se transmiten entre aspirantes y soldados. En cierta ocasión, el cuento se había deformado demasiado para su gusto, así que decidió preguntar a una fuente más confiable al no existir todavía ninguna clase de acercamiento con el santo de la Lira, su maestro Seiya.

Aristeo nació con unos bellos ojos rojos, como dos rubíes invaluables. Siendo un aspirante a caballero, él se enamoró de una joven chica de Villa Rodorio, Fedora. Al poco tiempo de convertirse en Santo, Fedora cayó víctima de una enfermedad que amenazó su vida, ningún doctor encontró remedio para ello. Perdiendo cualquier fe en la medicina tradicional, Aristeo decidió acudir con la bruja Althea.

Althea, según dicen, es una mujer mayor que vive a varios kilómetros al este de la villa, su cabaña está junto al mar. Posee una fama de ‘hechicera’ pues concede remedios y lleva a cabo grandes milagros a las personas que paguen un precio, uno que era equivalente al favor pedido.

Aristeo no temió las consecuencias, si existía una manera de salvar a su amada, él con gusto pagaría lo que fuera. Una vez que Althea escuchó la petición, le propuso darle una fórmula que salvaría a la dulce joven. Desde entonces, Aristeo no volvió a ver jamás.
Todavía se recordaba el día en que lo encontraron vagando exhausto por la playa. Estaba tan pálido y demacrado, que se llegó a pensar que tuvo un enfrentamiento con un espectro. De sus párpados, corrían lágrimas de sangre mientras su brazo derecho tanteaba el aire frente a él con mucha inseguridad, y la izquierda sujetaba una botellita de cristal con un líquido marrón en su interior.

Fedora sanó, siendo enorme el dolor al enterarse de lo que su amado había sacrificado. El sufrimiento que Aristeo habría pasado por la muerte de Fedora se transformó en una angustia diferente, una insoportable, pues cayó en la frustración al darse cuenta de sus nuevas limitantes como hombre y como Santo. Pensó en retirarse por su lastimera condición, pero el venerable Patriarca, quien entendía mejor que nadie la pena por la que pasaba, fue el pilar del que pudo sostenerse para no claudicar.
Le tomó tiempo, dedicación y mucho esfuerzo encontrar la manera de adaptarse a la ceguera, pero al final encontró paz. Sus demás sentidos nunca estuvieron tan despiertos, y su percepción se desarrolló a un nivel impresionante, siendo muy útil con el paso del tiempo.

Los pensamientos de Elphaba fueron interrumpidos cuando un cosmos hizo contacto con el suyo. De inmediato reconoció la voz del Patriarca, quien le transmitió algunas órdenes por cumplir.

*******

Doce Casas, Templo de Tauro.

Calíope decidió tomar la iniciativa, dispuesta a comprobar el significado de ese halo luminoso que rodeaba ahora a la sierva de Isis. Elevó su cosmos hacia el infinito, invocando la mejor técnica del maestro Aldebarán— ¡Gran cuerno! (Great Horn!).
La onda de energía dorada escapó de sus manos, estallando en cuanto alcanzara el objetivo.
De entre la bruma de cosmos y polvo levantado, Kaia apareció sin ningún nuevo rasguño. Los pies de la guerrera no retrocedieron ni siquiera un milímetro por el impacto.
Calíope se contrarió por la falta de resultados, era inconcebible que la técnica no haya logrado nada.
Kaia sonrió triunfante, no necesitaba ver el rostro de la mujer de cabello esmeralda para imaginar el rictus de sorpresa que en él se marcaba— ¡Ahora es mi turno! —gritó al impulsarse hacia adelante.
Calíope no le temía al combate directo, por lo que respondió lazando un potente golpe sobre el flanco descubierto de la egipcia. Sintió como los nudillos golpearon con fuerza una superficie muy dura, pero se quedó sin aliento al ver cómo es que entre su puño y el cuerpo de la guerrera había un espacio vacío por el cual su mano no pudo avanzar más.
Aprovechando la impresión de la amazona, Kaia precipitó un brazo con la punta de los dedos extendidos— ¡Petet! —clamó en cuanto su extremidad se prendiera en llamas plateadas.
Calíope recibió el golpe en el muslo derecho. Las puntas de esos dedos se clavaron como una espada que perforó la armadura dorada.
— ¡Tetet!— prosiguió Kaia, precipitando la mano izquierda contra la cabeza de Tauro, quien alcanzó a ladearse hacia atrás para evitar el paso del golpe de espada, mas escuchó como una de las astas de su cloth fue cortada a la mitad.
Calíope desplegó un rodillazo, frustrándose al ver como el fenómeno se repetía.
— ¡Matet! —soltando una patada que Calíope logró eludir. Tauro retrocedió tras un par de acrobacias.

La amazona de Tauro ocultó el dolor lacerante de su pierna, permaneciendo de pie con el porte distinguido de siempre. Se negó a quitarle la vista de encima a Kaia quien reía airosa.
Calíope se tomó un poco de tiempo para analizar con cuidado lo sucedido, era como si una barrera invisible protegiera a la guerrera de Isis de todo intento de ataque. El que pudiera atravesar la cloth de Tauro la desconcertaba y la alarmaba…
Continuaba intentando recordar cuándo o dónde había sido víctima de esa misma sensación que le erizaba la piel, la de una brisa helada que susurraba a sus oídos para colarse entre los huesos.

Los ojos de la egipcia se prendieron en fuego azul, liberando un infernal torrente de energía que Tauro frenó con las manos, empujándola de regreso al sumarle la fuerza del ‘Gran Cuerno’ (Great Horn). La nube cósmica reventó en cuanto Kaia exclamara—. ¡Mestet, Mestetef!.

Calíope de Tauro tensó la mandíbula al descubrir que, una vez más, fracasó. El humo marcaba claramente ese campo invisible alrededor de la guerrera de Egipto. Siendo entonces que, en medio de los nubarrones, imaginó a Kenai sustituyendo a la egipcia. Tal ilusión la llevó a recordar sucesos de años atrás.

Memorias sobre Kenai, el caballero dorado de Cáncer quien profesa la existencia de fantasmas y espíritus habitando entre la gente; quien se hace llamar un ‘shaman’.

Ella siempre mostró disgusto por todo lo referente a tales creencias, nunca lo ocultó… Tal vez esa fue la razón por la que Kenai se empeñó en mostrarle sus habilidades más de una vez, alegando que— “Me gusta abrir los ojos de las personas”.
En más de una ocasión, Calíope fue testigo del extraño entrenamiento que Kenai impartió a sus discípulos. Incluso el muy descarado la hizo participar una vez — “Dame tu mejor golpe Calíope, muéstrame esa técnica tuya que es capaz de pulverizar a un oponente” — la incitó frente a dos aspirantes. Por supuesto ella lo llamó loco, ni cloth traía encima para defenderse. Pero en cuanto él la llamó cobarde, accedió gustosa.
Fue todo un golpe para su orgullo ver como el ataque no tuvo efecto alguno, siendo precisamente esa la enseñanza del día para los estudiantes… jamás hubiera imaginado que tal humillación le serviría en el futuro.

— Eres una shaman— anunció el descubrimiento, despertando el interés de Kaia.
— Jo, no tenía idea que en el Santuario pudieran distinguir las artes de mi pueblo— comentó, mostrando una cínica sonrisa.
— Por supuesto que no habría forma que lo supieras… la sucia traidora no permaneció aquí el tiempo suficiente para enterarse— aclaró con resentimiento.
La egipcia reprimió su risa— El saber eso no te servirá de nada. Sé muy bien que no tienes arma alguna contra mí, no mientras los espíritus de Isis estén de mi lado.
— Yo no estaría tan segura de eso — masculló la amazona al optar una pose de ataque, en la que jaló su puño derecho hacia la cintura.
— Cuando la gloriosa Isis huía por el desierto de las garras de su hermano Seth, siete escorpiones la acompañaban —explicó la guerrera, extendiendo las alas azules del Alba de Isis—. Detrás de ella se encontraban Tefen y Befen; a cada uno de sus lados estaba Mestet y Mestetef; y delante iban Petet, Tetet y Metet, vigilando y protegiendo el camino para que nadie entorpeciera el viaje. Esos mismos escorpiones me sirven ahora, siendo mis escudos y mis armas. ¡Debes rendirte, no tienes la experiencia ni la capacidad para luchar contra algo que no puedes ver o comprender!
— ¡De nada servirá que intentes asustarme! —aclaró Caliope con firmeza—. Para tu infortunio, un shaman muy hablador me ha facilitado la manera de acabar con tu charada —encendió su cosmos sin demora, contrariando a la egipcia.
—Sí tanta confianza tienes, entonces atácame —desafió Kaia, alistando la lanza en la que puede convertir su mano. Estaba segura que en cuanto la amazona fuera repelida de nuevo por la barrera, quedaría indefensa; ese será el momento justo para acabar con la vida del toro dorado.

Calíope de Tauro se lanzó hacia la egipcia como un relámpago. Con el aura cósmica al máximo concentrada en los nudillos, los ojos del toro estaban sobre el blanco, las astas listas para cornear. Tenía que funcionar, si en verdad Kenai era tan buen maestro como presume, la teoría que vagamente ha escuchado de él debería ser útil.
— ¡Lágrimas de Isis!
Las pesuñas del toro no se detuvieron pese al ataque, avanzó la distancia justa para lanzar sus astas contra el enemigo— ¡Cuerno destructor!
El puño de Calíope se revistió de una luz cegadora que golpeó el campo protector, por una fracción de segundo el golpe frenó cuando el muro invisible lo contrarrestara. Antes que Kaia pudiera efectuar el contraataque por el que sus ojos vibraron impacientes, un agudo dolor la conmocionó.
La guerrera de Isis vio absorta cómo es que el puño de Tauro se le incrustó en el pecho, rompiendo la insignia de un escorpión que adornaba su peto. La fuerza del impacto fue devastadora para Kaia quien casi perdió el sentido. El color y el sabor de la sangre inundaron sus labios en cuanto pedazos del Alba comenzaran a caer al suelo.
Calíope sintió una presencia extraordinaria que buscaba repelerla, mas la mujer se empecinó en no retroceder. Clavó fuertemente los pies al suelo, reuniendo fuerzas para a atestar otro ‘Cuerno destructor’ en el brazo de la egipcia.

Pese a lo poco que conocía las artes de combate de un shaman, las palabras de Kenai resonaban con claridad en sus pensamientos— A esto se le llama ‘Over Soul’ (Posesión de Objetos), es una técnica utilizada por nosotros los shamanes para posesionar un objeto con el alma de un espíritu, claro que el objeto debe tener alguna relación con el espíritu. Si son capaces de reconocer esos artículos en otro shaman, busquen la manera de destruirlos, así de fácil.

Kaia gritó por la fractura en cuanto el brazal se rompiera junto a otras dos insignias de escorpiones.
La amazona percibió como la fuerza que se le oponía se debilitaba, por lo que buscó un tercer impacto con el que daría fin a la batalla.
—¡Dominio del Nilo! —Kaia exclamó adolorida, deteniendo así el mortal golpe a poca distancia de su rostro.

Bajo la máscara, los ojos de Calíope temblaban en desconcierto, bufó por el esfuerzo de querer avanzar, pero no podía… su cuerpo no respondía.
La egipcia le propinó un violento golpe con el codo que terminó por tumbarle el casco. Aunque la potencia fue la necesaria para mandarla contra alguna de las columnas cercanas, Calíope sintió como una extraña fuerza la jaló para mantenerse en su lugar, recibiendo los golpes de Kaia, quien enfurecida arremataba contra ella.
De su mano ilesa, Kaia liberó una ráfaga de Ka que tumbó a la amazona al suelo sin que esta pudiera ponerse de pie. La máscara de oro cayó a los pies de la egipcia quien la pateó con despecho.
Kaia enchuecó los dedos, y al instante el cuerpo de Tauro se levantó con movimientos extraños y rígidos.
Finalmente los ojos encolerizados de la guerrera de Isis se encontraron con los perturbados ojos verdes de la amazona de Atena.
— ¡¿Q-qué es… lo que me estás haciendo?! —bramó la amazona con una furia que no afectaba la belleza de su descubierto rostro.
— No puedo creer que en mi primera batalla deba utilizar esta técnica… —susurró disgustada, cerrando la palma de su mano, al mismo tiempo en que el cuerpo de la amazona se curveara súbitamente hacia atrás.
Calíope gritó al sentir dolores intensos de todo su ser.
— Shai te llamó Calíope ¿no es así?— Kaia estiró el dedo índice y el brazo tembloroso de Tauro se torció, como si un brazo invisible lo moviera de acuerdo a sus pensamientos—. Entérate que la diosa Isis es una entidad capaz de manipular los elementos de la madre Tierra, mas en el agua se encuentra su mayor fortaleza —dio un manotazo hacia la izquierda y Calíope salió despedida contra un muro situado en la misma dirección—. El cuerpo humano está compuesto por un gran porcentaje de agua ¿lo sabías?— repitió el movimiento ahora en la dirección opuesta, ocurriendo lo mismo con Calíope quien esta vez permaneció incrustada en el muro—, por lo que puedo manipular toda esa cantidad que corre libremente por tu cuerpo —abrió con saña la mano, provocando una intensa agonía en Tauro—, puedo destruirte desde adentro de la manera en la que desee… así que como rompiste mi brazo… yo romperé el tuyo— explicó con un semblante siniestro, moviendo dos dedos.

Calíope luchaba incesantemente por moverse a voluntad, pero entre más se esforzaba, más agobiante eran los dolores. Sentía como en su interior surcaban intensos remolinos que buscan formas de salir al exterior aunque tuvieran que atravesar la piel, músculos y órganos. La desesperación la embargaba, ese tormento no le permitía pensar con claridad.
Soltó un grito desgarrador cuando no pudo competir con la presión que terminó por fracturarle un brazo, el cual tronó como una rama seca.

— Estuviste a punto de reventarme el corazón, sufre de la misma sensación— musitó Kaia al juntar los dedos nuevamente.
La amazona se tensó completamente por el horrible dolor que se centró en su pecho. No podía respirar.

La egipcia disfrutó de cada línea de horror en el rostro de la amazona, saberla desesperaba la complacía. Descargó el profundo sentimiento de venganza que sentía por la pérdida de Hafiz y la derrota de Giezi.
De pronto, Kaia pestañeó al sentir un poco de arrepentimiento, como si de pronto hubiera recordado su objetivo al venir al Santuario… algo que la rabia le hizo olvidar.

Calíope volvió a respirar, abriendo la boca con desesperación para oxigenarse. Vio como el Ka de la egipcia creció, agrandando la sombra a sus pies. Dicha sombra se ennegreció tanto como si fuera una mancha de alquitrán. Del interior de ese círculo de oscuridad comenzó a levantarse una delgada silueta que se enredó en el brazo de Kaia. La mujer sopló un poco sobre esa masa negra, siendo su aliento el que retiró el velo negro para descubrir a una serpiente de relucientes escamas grises.

Calíope volvió a revolverse contra la pared en un intento por liberarse, resultando inútil.
Kaia sonrió a la serpiente que se mostró dócil en su mano— Una vez Isis creó una serpiente tan venenosa que ni el mismo Ra fue capaz de resistir —quiso compartir ese pasaje mientras hipnotizaba a la obediente criatura—, sólo ella conocía el antídoto, uno que intercambió a Ra a cambio que le revelara sus secretos.
La serpiente giró la cabeza hacia la amazona de Tauro, deslizándose suavemente por la extremidad de la egipcia— Que tu viaje al Duat*… sea revelador — sentenció la guerrera de Isis al lanzarle la serpiente, cuyos colmillos venenosos mordieron el cuello de la amazona.

******

Desierto del Sahara, 13 años atrás.

Amanecía lentamente cuando un estruendo alzó un geiser de arena blanca hacia el cielo.
Extensos nubarrones cubrieron a los insectos y ahuyentaron a los animales carroñeros que comenzaban a volver a las madrigueras.
Sobre el terreno en el que momentos antes hubo numerosas dunas, se descubrió un amplio boquete circular sobre el que dos siluetas flotaban. Ambas poseían complexiones esqueléticas en sus cuerpos, nada que las alas que les brotaban de la espalda no pudieran elevar por el aire.
Una de ellas estaba rodeada por incontables esferas rojas que controlaba a sus deseos. La segunda parecía una copia de la anterior, un gemelo, quien descendió hacia la caverna, adentrándose sin temor a la penumbra.
Al instante, escuchó los sonidos de arañas, serpientes y escorpiones, los cuales se escondieron por su sola presencia.
Bajó varios metros, pisando finalmente un suelo firme hecho de roca. Inclinó la cabeza hacia arriba, viendo la entrada por la que un poco de luz comenzó a iluminar la catacumba.
Conforme el sol se elevaba en el horizonte, algunos rayos comenzaron a tocar el interior de la cámara secreta.
La criatura alada sonrió al saber que había seguido bien las instrucciones, estaba frente a aquello que los enviaron a buscar. Con una seña de su garra le indicó al otro que bajara.

El aire allí adentro era pesado, muy viejo. El exceso de polvo, así como la presencia de telarañas, delataban años de olvido, aunque algunas pisadas en el suelo, antorchas apagadas y restos de inciensos indicaban que alguien visitaba el lugar cada determinado tiempo
Con pasos sigilosos, ambos rodearon el sarcófago que sobre el altar se encontraba. El ataúd fue tallado en roca oscura. La tapa estaba completamente lisa, sólo el ojo de Ra se dibujaba en el centro.
Los jeroglíficos en él relataban la historia de aquel que dormía en su interior, quien fue en vida, sus hallazgos, su caída, su traición, junto a una advertencia para aquel que ose abrirlo. Mas esos seres desconocían por completo el lenguaje, no eran más que dibujos primitivos sin valor o importancia.
Lo único que reconocían sin equivocación era el pergamino adherido al sarcófago, sobre el que se plasmaba un pentagrama. El único que podría saber cuál era el sentido correcto del símbolo es aquel que lo dibujó con su sangre, pues cuando la punta se encuentra hacia arriba significa creación, por el contrario al encontrarse invertida significa destrucción.
A ambos se les advirtió extrema precaución hacia tan antiguo papel.
Aquel que controlaba las burbujas carmesí, sabía lo que debía hacerse. Abrió la boca, y de su garganta emergió una diminuta esfera rojiza no mayor a una lágrima. Manipuló la trayectoria de la gota, la cual cayó sobre el pergamino.
Las dos criaturas sintieron como dos fuerzas entraron en conflicto dentro de la cámara sepulcral. La mezcla de las dos sangres hizo temblar la mastaba. Cuando la pequeña gota absorbió la tinta sangrienta de la estrella, las vibraciones cesaron, quedando solo un punto rojizo sobre el papel, el cual por sí solo se desprendió del sarcófago.
Ambos espectros se sonrieron el uno al otro. Retiraron fácilmente la cubierta, la cual cayó sonoramente al suelo, liberando olores nauseabundos. Se asomaron curiosos por el contenido del ataúd, encontrando una momia de vendajes flojos y amarillentos.
El rostro del cadáver permanecía parcialmente cubierto por vendajes e hilos tiesos de cabello blanco; la mandíbula y dientes quedaban a la vista, con la boca entreabierta. Su pecho estaba descubierto, donde repugnantemente, a la altura donde se sitúa el corazón, había una amplia llaga que parecía muy reciente, pues la carne conservaba un aspecto vivo, rosado, sangrante y doloroso.

Ellos dos no eran nadie para discutir las ordenes que les fueron dadas, pero continuaban preguntándose la razón por la que ese individuo merece el interés de su señor.
Sin más preámbulo, otra pequeña gota de sangre salió de las fauces del ser alado, dirigiéndose hacia la boca momificada, dentro de la que cayó.

La reacción tardó un poco, llegaron a creer que no fue más que pérdida de tiempo, pero entre maldiciones e insultos el uno contra el otro, escucharon un tremendo suspiro proveniente del sarcófago. Escucharon una voz, débil al principio, en un idioma desconocido para ellos. Permanecieron mudos, inseguros de emitir palabra.
La voz se tornó más fuerte, desesperada, exigía respuestas con tono furioso.
Uno de ellos se atrevió a probar suerte, habló, pero su lengua también fue indescifrable para la momia quien permanecía tan decrepita e inmóvil como la encontraron.
De repente, observaron como de la llaga en su pecho, emergió un ojo de gran tamaño, parecido al de una serpiente por el iris y la pupila alargada, el cual parpadeó un par de veces con pesadez.
Escucharon como la voz sonó diferente, otro dialecto el cual tampoco descifraron. En un tercer intento pudieron entender — ¿Quiénes son ustedes? — sin temor alguno pese a que dos demonios ensombrecidos se encontraban profanando su prisión.
Las criaturas se miraron con complicidad, animándose una de ellas a hablar— Alégrate mortal, pues tus cadenas serán rotas para que andes una vez más por el mundo del hombre— poseyendo una voz con eco de ultratumba, fría, cizañera.
— ¿Quiénes son ustedes como para deshacer la voluntad del Rey? —cuestionó con ganas de reír. La voz provenía de todas direcciones—. La maldición que me ata a esta prisión marchita es imposible de romper… lo he intentado cada día desde el primer instante en que me encerraron aquí…
— Mortal, estás cargado de pensamientos mediocres. Si Él dice que te levantes y andes, el designio ocurrirá, lo único que tienes que hacer es aceptar estar de su lado.
La voz calló, un suspiro suyo se arrastró por las sombras con eco espeluznante—… Si ese a quien pareces servir tiene el poder para sacarme de aquí… no me importa quién sea… cumpliré con cualquier convenio… —murmuró a través de una brisa fría que removió la arena cercana.
— Él lo único que quiere es que seas feliz, que continúes con aquello que dejaste pendiente en el pasado… El resto dependerá de ti y el encuentro que tendrás pronto con Él —respondió el espectro, complacido por lo que ocurría.
— ¡Entonces llévenme, libérenme y gustoso repetiré las mismas hazañas para Él! —sonó ansioso, la cámara vibró por la misma emoción que fluía en su voz retumbante.

La criatura subió los brazos, manipulando el movimiento de todas las burbujas de sangre que había dentro de la habitación. Las unió en una inmensa concentración de fluido, la cual vertió dentro del interior del profundo sarcófago. Pese a la gran cantidad que allí entraba, no se desbordó ni una gota, como si el ataúd lo bebiera sin saciarse.

— Tú que has sido condenado a no abandonar este mundo, tu cuerpo sin vida se convirtió en un ancla —citó el controlador de la sangre mientras energía violácea impregnaba sus garras—. Pero ahora la vida le será devuelta al burdo recipiente que es tu carne. Convierte tu maldición en un regalo, pues la inmortalidad se te ha sido otorgada.
La sangre terminó de correr. El sarcófago se llenó hasta el borde, sin que nada saliera a flote. Aguardaron en silencio, inmóviles junto al altar.
Sintieron como una inmensa presencia comenzó a inundar la cámara conforme la sangre empezó a burbujear, hirviendo en saltos. Vapor rojo emanó por encima del sarcófago. El suelo y los muros comenzaron a crujir, dibujándose grandes grietas en ellas que nacían debajo del ataúd.

De pronto, una mano salió de la tina de sangre, la cual se aferró a la orilla frenéticamente. Una cabeza emergió instantes después, cubiertas por vendas húmedas que colgaban de largos cabellos. Un hombre estaba saliendo del sarcófago, tosía mientras la sangre escurría como agua por su cuerpo, las vendas ahora sí se sujetaban al cuerpo fornido que originalmente cubrieron.
Desorientado, el hombre buscó salir, ni un momento más iba a permanecer dentro de ese maldito sarcófago. Sintió el cuerpo muy pesado, no respondía como quería, pero el simple hecho de moverse le pareció una bendición por la que valía la pena seguir intentándolo.
Cayó fuera del ataúd, donde permaneció tendido, aspirando con fuerza. El golpe que se dio contra el piso le permitió saber que realmente estaba pasando… esto no era un sueño o una alucinación.
Los seres con alas se acercaron a él mientras buscaba apoyarse cuando menos sobre sus rodillas. Se miró las manos, tocando lo espacios carentes de vendajes, la piel tibia…
Una de las criaturas alargó una mano afilada, retirándole las vendas de la cara, revelando a un hombre joven, quien sonreía con una mirada enloquecida e incrédula. El extraño ojo en su pecho permaneció abierto, examinando con cuidado el entorno.
El sujeto soltó una carcajada, festejando su liberación. Rió tanto que llegaron a creer que había perdido la razón, pero en cuanto él los miró con una expresión siniestra prefirieron no juzgar.
El joven logró levantarse, caminando despacio para bajar del altar e ir hacia ese claro por el que entraba luz. Daba pasos erráticos, como los de un bebé que camina por primera vez. Vio el cielo azul sobre él, jamás se había sentido tan cautivado como en ese momento. Agradeció en silencio el simple hecho de sentir la brisa del aire en el rostro— Antes de reunirme con su amo —murmuró, sus ojos negros perdidos en la suavidad del azul—… hay algo que debo hacer…


FIN DEL CAPITULO 12



*ALBA: Así llamaremos a las armaduras de los Apóstoles.
*KA: Energía interna, cosmos.
* DIOSA ISIS
(Nombre egipcio: Ast , Nombre griego: Isis) Reina de los dioses. También fue llamada "La Gran Maga" ya que posee los poderes de una diosa del agua, de la tierra, de la cosecha, de la estrella, como reina del Más Allá y como mujer y reunió en ella los atributos de todas las diosas de Egipto.
*Duat: El inframundo para los egipcios.

Editado por Seph_girl, 05 febrero 2010 - 01:56 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"





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