Capítulo 4: La segunda invanción
Sirius y Asterión continuaban su recorrido en el Volkswagen negro por las carreteras de Alemania. Pese a su edad, Asterión demostraba ser un haz al volante, no pararon para nada hasta que pudieron ver a lo lejos a un par de oficiales que se encontraban en medio de la ruta. Asterión, quién hasta ahora había manejado a aproximadamente 100 km's por hora, frenó el auto. Ambos oficiales alemanes se colocaron uno a cada lado del auto. El Caballero de Perros de Caza bajó la ventanilla del auto por la cual, el oficial que se encontraba de su lado, asomó la cabeza.
-Papeles.-ordenó con una voz ronca y seria.
Asterión, sin mirarlo, sacó su billetera, la abrió, y extrajo un permiso para conducir, se lo entregó al oficial en la mano y esperó pacientemente. Sirius observaba atentamente la escena sin decir nada. El oficial leyó detenidamente el permiso para conducir al menos tres veces, luego miró a los ojos a Asterión, este por primera vez le devolvió la mirada de manera desafiante y se quedaron así por lo menos cuatro segundos.
-Aquí dice que solo tienes 16 años.-le dijo el oficial muy seriamente.
-Es correcto.-afirmó Asterión sin parpadear, tal y como lo hacía el ofocial.
-Y hemos reconocido el auto como un modelo robado.-continuó el oficial.
-No lo puedo negar.-respondió Asterión sin darle importancia.
-¿Tienes algo para decir en tu defensa?-le interrogó el oficial quién estaba a punto de decir "bájense del auto".
-Sí.-respondió Asterión.-Me identifico como un chico transexual con una edad mental de 18 años, musulmán, y amante de One Direction. Así que si no me deja pasar, me estaría discriminando por pertenecer a una minoría, maldito opresor del patriarcado.
El oficial se apartó inmediatamente de la ventanilla, con un rostro de preocupación y arrepentimiento.
-Discúlpeme por ser transfobo e islamofobo.-le dijo a Asterión con una voz quebrada.-Puede pasar.-dijo finalmente, haciendo señas al auto para que avance.
-Muchas gracias...-le agradeció Asterión mientras cerraba la ventanilla.
Arrancó el auto y volvió a avanzar hasta llegar a 100 km's por hora. Cuando ya estaban lo suficientemente lejos de los oficiales, Asterión no pudo contener la risa. Sirius también se largó a carcajadas.
-Jajajaja.-se mofó Sirius.-Estúpid@s Progres, destrozaron Alemania con sus ideologías Zurdas sin sentido.
Ambos estaban de muy buen humor, y cuando alguien está feliz por lo general tiende a ser más flexible. Tal es el caso de que cuando vieron a un soldado del ejército alemán, al lado de la ruta, del lado derecho, haciendo "dedos" con el pulgar, Asterión detuvo el auto. Era un hombre con la cabeza rapada, vistiendo el uniforme del ejército, y llevaba con él una mochila puesta. En manos portaba un fusil G36. El soldado observó emocionado el auto y silbó.
-¡Increíble máquina!-exclamó el soldado.
-¡Y eso no es lo mejor, Alemán estúpido!-exclamó Asterión riéndose.
El soldado abrió la puerta trasera del auto y entró, se sentó y se acomodó allí en el asiento trasero. Cuando Asterión ya estaba seguro de que el nuevo pasajero ya estaba listo, arrancó nuevamente el auto.
-No puedo creer que consiguiera que me llevaran en un auto de esta calidad.-les comentó el soldado eufórico.-Anteriormente tuve que trasladarme en transportes para refugiados, nada modernos ni rápidos.
-Ajá...-respondió Asterión.-Por cierto ¿A dónde te llevamos?
-A la base militar.-respondió el soldado casi al instante.-Algo grande se está cociendo allí. Últimamente con el tema este de las invasiones mundiales, los ejércitos de todo el mundo, o lo que queda de ellos, se están reorganizando. Tal parece que han descubierto algo... Información clasificada quizás.
Sirius, que escuchaba atentamente la conversación, no pudo evitar guardar el secreto y le mostró las dos cajas que llevaba: La cajita plateada, y la caja roja que les había robado a los Ángeles.
-No hay nada secreto para nosotros.-afirmó Sirius.-En estas dos cajas se encuentra la clave para ganar esta guerra. El problema es que no sé como podemos aprovecharlas, y también temo abrir una por miedo de desperdiciar nuestra oportunidad.
-Comprendo.-dijo Asterión.-Así que por lo que parece solo quedamos nosotros dos para derrotar al Olimpo. Suena interesante.
El soldado Alemán estaba un poco desconcertado por tal charla así que exigió respuestas. Sirius y Asterión le contaron sus historias, la orden de los Caballeros de Atenea, la guerra del Santuario y su destrucción, y la invasión del Olimpo. Para cuando terminaron el relato, aquel soldado se encontraba un poco más confundido que antes. Pero antes de que pudiese decir algo, un rayo de luz pasó al lado izquierdo del auto y lo superó en velocidad. Sirius y Asterión se miraron el uno al otro, atónitos.
-¡¿Qué demonios fue eso?!-preguntó Sirius sin atreverse a creer lo que vio.
-El gallo de tres patas.-respondió tranquilamente el soldado Alemán desde atrás.
-¡¿El qué?!-exclamó Sirius como si no hubiera escuchado tal respuesta.
-El gallo de tres patas.-volvió a decir el soldado, como si fuera obvio.
-¡¿Qué es un "gallo de tres patas"?!-preguntó Sirius atónito.
-Es el ave más veloz de toda Europa.-respondió el soldado Alemán.
Asterión no soportó más la curiosidad y a celeró el auto hasta más allá de los 220 km's por hora, intentando alcanzar aquel rayo de luz. Siguió hasta que fue alcanzando a aquella criatura para finalmente posarse a su lado. Allí, a la izquierda, había lo que parecía ser un gallo de 1,65 metros de altura, marrón, y con tres patas rozadas corriendo a altas velocidades. Asterión y Sirius se quedaron observándolo, con la boca abierta, y los ojos como platos. El soldado alemán, por otra parte, sonrió al verlo, con sus ojos perdidos en el ave.
El gallo de tres patas continuaba su recorrido hasta que se percató de la presencia del auto, los vio por tres segundos, emitió un ruido extraño, y salió disparado hacia el frente, por lo menos a la velocidad de la luz. Asterión frenó el auto inmediatamente y quedaron varados allí, al lado de una hectárea de cultivos.
-¿Eso es el gallo de tres patas?-preguntó Asterión sin atreverse a creerlo.-¡Se mueve más rápido que un Caballero Dorado!
-Exacto...-dijo una cuarta voz.
Los tres se sobresaltaron, giraron la cabeza hacia la derecha, y allí, al lado del auto, estaba un granjero de cabello color arena, limpiando un rastrillo con un trapo.
-Oye...-comenzó a decir Sirius.-¿Acaso tú sabes algo sobre ese animal?
-Así es.-dijo el granjero sin darle importancia.-Yo los crío.
-¿U...Us...Usted los cr... Cría?-preguntó Asterión atónito.
-Exacto, joven.-respondió el hombre.-Para comérmelos.
-¿Y qué sabor tienen?-preguntó Sirius sorprendido.
-No sé por que todavía no pude agarrar ninguno.-reconoció el granjero con tristeza.
Sirius abrió la boca para preguntar algo más, sin embargo ningún sonido salió de esta debido a que en ese preciso momento, un rayo ken verdoso se abrió paso desde el cielo, y fue directo hacia el granjero quién, antes de darse cuenta de lo que estaba pasando, ya había sido alcanzado por tal ataque. Ocurrió una pequeña explosión la cual levantó algo de humo, sin embargo todos pudieron ver como en el suelo había un gran charco de sangre, y sobre este se amontonaban algunos pedazos del cuerpo de ese hombre.
-¡Monster Kill!-exclamó el soldado sarcásticamente.
Por otro lado, Sirius giró lentamente la cabeza hacia Asterión, y exclamó como un lunático.
-¡Sácanos de aquí, j@der!-gritó muerto de miedo.
Pero no hizo falta que lo hiciera puesto que Asterión, por instinto, ya había pisado el acelerador y había arrancado el auto. Al mismo tiempo, decenas de rayos ken verdosos eran lanzados hacia el auto, cayendo todos al suelo y destrozando la carretera. Por otro lado, el soldado alemán, portando su fusil, se asomó por la ventanilla y comenzó a disparar en la retaguardia. El sonido de los disparos que aturdieron a todos los presentes, sumando el pánico y la incertidumbre de la situación, llevó a que todos tuvieran un arrebato de adrenalina.
Asterión llevó a cabo varias maniobras con el auto para evitar ser alcanzado por los ataques los cuales les rozaban. Cinco gotas de sudor nacidas desde la frente, se deslizaron limpiamente por el rostro del Caballero de Plata. Su compañero, Sirius, volteó hacia atrás y contempló como el soldado seguía disparando. Luego se metió nuevamente, tomó la mochila, y de ella sacó municiones para recargar el fusil.
-¡¿Qué viste?!-le preguntó Sirius alterado.
-¡No lo sé!-exclamó el soldado frunciendo el ceño.-¡Son una docena de objetos voladores, pero no parecen ser aviones!
-¡Arpías!-gritó Asterión alarmado.
En ese mismo instante, varios rayos pasaron a toda velocidad, impactando a kilómetros al frente del auto, destrozando la carretera.
-¡Mie$d@!-se quejó Asterión con furia.-¡Oigan!-llamó a sus compañeros.-¡Cierren las ventanillas ahora!-les ordenó.
Tanto el soldado como Sirius obedecieron al instante, sin saber el motivo de semejante orden. Una vez hecho esto, ya estaban casi por dar con un pequeño cráter formado a causa de los ataques de sus perseguidores, pero Asterión quitó con facilidad el volante y en su lugar quedó una especie de control negro el cual tomó. A su vez, en ambos costados del auto se asomó una ala. Por otra parte, de las balizas traseras del auto salieron propulsores.
-¡Sujétense, esto es un auto volador!-exclamó Asterión.
Y luego de decir eso, el auto comenzó a elevarse y despegarse del suelo, al mismo tiempo, de los propulsores se desprendió violentamente un fuego azul. El auto salió disparado hacia el cielo, seguido de las decenas de rayos que sus perseguidores les lanzaban. Tanto Sirius como el soldado estaban pálidos por la sorpresa (el primero gritaba), sin embargo Asterión estallaba a carcajadas.
-¡Siempre quise hacer esto!-exclamó como un lunático.
El auto dio volteretas en el cielo, fue de aquí a allá, todo con el fin de esquivar los ataques enemigos los cuales les seguían rozando.
-¡Oye tú!-exclamó Asterión al soldado alemán.-¡Dales caña!
Y en ese preciso momento, un periscopio bajó del techo, al frente del asiento trasero. Este periscopio llevaba manubrios para poder cambiar la dirección. En estos manubrios había un botón rojo el cual el soldado alemán presionó para ver que sucedía, y tal fue la sorpresa que se llevó al notar que el auto disparó desde algún lado. Resulta que al activar el modo avión, tanto arriba como abajo del auto salía una ametralladora.
-¡Necesito uno de estos!-gritó el soldado mientras se aferraba al periscopio.
Comenzó a contraatacar a los enemigos a diestra y siniestra. Al mismo tiempo, Sirius y Asterión se fijaron en quienes eran sus atacantes, y se percataron de que no parecían ser arpías. Más bien eran seres humanoides negros y de aspecto bestiales los cuales llevaban alas oscuras en sus espaldas. Vestían túnicas, y sus cabellos también eran oscuros y largos.
-¡Eso no son arpías!-exclamó Sirius mucho más asustado que antes.-¡Son...!
-¡Ángeles caídos!-concluyó Asterión, entrecerrando los ojos y frunciendo aún más el ceño.-¡El Olimpo se ha aliado a Lucifer! ¡Voy a hacer algunas maniobras evasivas!
Dicho esto, comenzó a descender el auto violentamente hacia el suelo.
-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!-gritó Sirius desesperadamente mientras se aproximaban al suelo más y más.
...
Krishna y el ángel Maxul seguían luchando fieramente. El combate, hasta ese momento, consistía en Krishna intentando alcanzar con su lanza a su rival el cual esquivaba ataque por ataque con suma facilidad. Aquel ángel, con su brillante Armadura alada gris se deslizaba elegantemente por todo el bosque en donde se llevaba a cabo tal batalla, seguido por Krishna. Finalmente este último tuvo un golpe de suerte y consiguió raspar la mejilla de su enemigo.
Ambos rivales cayeron de cuclillas, enfrentados, a cierta distancia uno del otro. Krishna se incorporó, seguía empuñando su lanza con ambas manos, por otro lado, Maxul se peinó su cabello castaño el cual estaba algo alborotado, luego se tocó la herida con la mano izquierda la cual se la llevó a la altura del rostro para contemplarla. Vio detenidamente su sangre, luego bajó la mano y fulminó con la mirada a su enemigo.
-Vaya...-dijo tranquilamente.-Te subestimé, General Marina.-y dicho esto, también se incorporó.-Pero no te preocupes por que no volverá a suceder. Si tanto quieres pelea...-bajó su brazo derecho y abrió la palma de la mano. En esta apareció una luz de plata con forma de martillo, y cuando tomó la empuñadura, el martillo cobró forma.-Gustoso te la daré.
Tomó con ambas manos su arma, y Krishna se aferró más a la suya. Ambos enemigos esperaron un par de segundos como bestias a punto de destrozarse una a la otra, y luego se lanzaron para atacarse.
...
Uno de los Espectros de Hades, Sylphid de Basilisco, corría apresuradamente por los anchos (y largos) pasillos del castillo, llevando en el brazo derecho una pila de papeles los cuales tenía el sumo cuidado de no perder ninguno. Estaba sudando, y tenía los ojos como platos.
-Mi$rd@, mi$rd@, mi$rd@, mi$rd@.-susurraba en vos baja.
Frenó violentamente con el talón del pie, y se detuvo delante de una gran doble puerta hecha de madera de roble, con grabados de ángeles del cristianismo, y paraísos utópicos. Golpeó un par de veces la puerta derecha, con las manos temblorosas.
-¡Es urgente!-exclamó Sylphid.
Y dicho esto, la abrió. En el interior había una habitación espaciosa alfombrada de verde oscuro en el suelo, y cuyas paredes estaban pintadas de un azul claro las cuales, a causa de la hora (estaba anocheciendo) parecían ser más oscuras de lo normal. En la pared en frente de la puerta había un gran ventanal que ocupaba casi toda la pared, desde este se podían ver las demás torres del castillo.
En medio de la habitación, sentados uno en frente del otro en una silla, y solo separados por una pequeña mesita cuadrada, estaban los dos dioses gemelos, Thanatos e Hypnos.
-Largate, humano.-le ordenó Thanatos calmadamente, sin embargo había cierta molestia en su voz.
-¡Pe... Pero señor...!-estaba por objetar Sylphid abrumado pero no logró completar la frase.
-Estamos ocupados.-dijo Hypnos amenazantemente.-De esto depende casi toda la Guerra Santa, vete de una vez y no estorbes al menos por tres horas.
Sylphid sintió como su vida corría peligro, hizo una reverencia, cerró la puerta y se marchó.
-Qué gente molesta.-se quejó Thanatos seriamente.-Como sea, sigamos con lo nuestro.
Y dicho esto, movió un peón negro en el tablero de ajedrez que estaba colocado encima de la mesita cuadrada.
-Astuta jugada...-le felicitó Hypnos. Aunque más que una felicitación parecía una burla, quizás se estaba mofando de la situación, pero dado a que su expresión seria no cambio, eso no es fácil de saberse.-Pero no lo suficiente...
Y dicho esto, movió el rey blanco a un costado.
-Oye...-comenzó a decir Thanatos mientras miraba al tablero de ajedrez.-Comienzo a pensar...-prosiguió. Luego levantó la cabeza y fulminó con la mirada a su hermano.-Que mueves al rey solo para hacer tiempo.
-Claro que no.-se defendió Hypnos respondiéndole la mirada.
-Lo llevas haciendo desde hace tres jugadas.-continuó Thanatos.
-No tengo ni idea de lo que estás hablando.-dijo Hypnos, aún defendiendo su postura.
-Dah...-se quejó Thanatos.-Un espectro insolente interrumpiendo nuestro juego, tú jugando como una niña ¿Qué es lo que falta?
E irónicamente, cerca, se escuchó una explosión. Ambos hermanos siguieron fulminándose con la mirada, sin molestarse en voltear a ver que era lo que sucedida, aún a pesar de que el humo estaba pasando casi al lado del ventanal. Y desde este se vio como la diosa Perséfone, la cual al parecer había dado un gran salto, pasaba volando, llevando a Albiore de Cefeo (el cual se encontraba sorprendido) con su brazo izquierdo, y con la mano derecha apuntaba hacia abajo, y de ella lanzaba rayos ken. Luego de que pasó ella volando, el dios Ares, quién también había dado un gran salto, pasó al lado del ventanal, en dirección a Perséfone.
Pasados unos cinco segundos, Thanatos abrió la boca al final.
-¿Eso fue lo que yo creo que fue?-preguntó sin cambiar su expresión.
-Seh...-respondió Hypnos quién también permanecía sereno.-Yo también lo vi...
Al instante, la puerta volvió a abrirse nuevamente, y como siempre, ninguno de los dos vio quién era el que la abría. Thanos se molestó por este gesto, pero intentando no perder la paciencia volvió a hablar.
-¿Es que no te dijimos que te largues de una vez?-preguntó.
-Lo siento, caballeros...-respondió una voz desconocida. Ambos dioses giraron la cabeza violentamente hacia la puerta y vieron que allí no había un Espectro si no que un Ángel de Zeus, nada más ni nada menos que Reiyel, quién llevaba en cada mano una caja gris.-Pero el juego terminó...
Ambas cajas se abrieron en un abrir y cerrar de ojos, y ambas succionaron a uno de los dioses de la muerte los cuales fueron arrastrados violentamente por estas. Una vez que estuvieron dentro, las dos cajas se cerraron. Las tomó a ambas con toda la fuerza que tenía (a causa de que portar a dos dioses sellados requiere de un poder descomunal), y las depositó en la esquina de la sala, tapándolas con un manto oscuro.
Luego de hacer eso, Reiyel metió su mano derecha en un bolsillo del pantalón, y sacó lo que parecía ser un pequeño espejo dorado, sin embargo en donde debía de estar reflejado su rostro, allí estaba su compañero Midas, con su cabello color arena.
-Comunícaselo a los demás.-le dijo Reiyel.-Está hecho.
-¡Tú sí que eres el mejor, Rei!.-exclamó Midas, con una amplia sonrisa en la cara.
...
Tanto Krishna como Maxul rechazaron los ataques de su rival, sus armas se encontraron varias veces. Luego de cargar nuevamente hasta su adversario, ambos salieron disparados hacia direcciones opuestas. Krishna estaba a punto de reanudar el combate hasta que vio como por el cielo se nublaba, luego alzó la vista y se percató de que no eran nubes si no que se trataban de cientas de arpías dirigiéndose hacia el castillo de Hades.
-¡Oh, no!-exclamó Krishna.
Estaba a punto de lanzarse a correr hacia el castillo de Hades pero en su camino se posó Maxul quién aún empuñaba el martillo.
-¿A dónde vas?-le preguntó seriamente.-Esto aún no ha acabado...
-¡Apártate, imbécil!-le advirtió Krishna quién alzó la lanza en dirección a su enemigo.
-Ni lo sueñes...-respondió Maxul.-El castillo de Hades va a caer, y tus amigos con él. Pero no te preocupes, tú morirás aquí y ahora.
-Eso lo veremos...-respondió Krishna con el ceño fruncido.