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21. Dinámica de Fics-2016: Semifinales

Foro Fics

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27 respuestas a este tema

#1 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

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Publicado 08 agosto 2016 - 22:09

 

 

 

 

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Editado por T-800, 29 diciembre 2018 - 12:35 .

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#2 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

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Publicado 08 agosto 2016 - 22:26

Spoiler

 

 

Los participantes de esta dinámica son los ganadores de las dinámicas anteriores y  son los  siguientes:

 

1.Sekiam

 

2.ATONIC

 

3.unikron

 

4.Killcrom 

 

5.Ivan de Virgo

 

6.ALFREDO

 

7.T-800

 

8.Rexomega

 

9.Felipe

 

10.seyga09

 

11.Seph_girl

 

12.Raissa

 

 

Simbolos%252C%2Blos%2Bcuatro%2Belementos


Editado por T-800, 29 diciembre 2018 - 12:39 .

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#3 Ivan de Virgo

Ivan de Virgo

    El Caballlero Dorado Legendario de Virgo

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Publicado 09 agosto 2016 - 15:07

1. SAINT SEIYA ULTIMATE GENERATION

 

 

 

 

 

 

IVÁN X NATSUMI

 

 

NARRADOR: IVAN DE VIRGO - CABALLERO DORADO

 

- Los recuerdos de Ivan –

       

 

  Era una tarde lluviosa, estaba corriendo por las calles Vine ST en Los Ángeles California, me encontraba asustado y eso era porque mis compañeros de aula estaban siguiéndome desde mi colegio hasta dichas calles. Había hecho algo horrible, en la hora del receso un compañero me estaba molestando e insultándome, en ese momento fue cuando me descontrolé y algo maligno nació en mí, sentí que mi alma se teñía de un color siniestro y terrorífico. No recuerdo muy bien lo que sucedió, solo recuerdo que cuando recobré la conciencia mi compañero Zaza se encontraba muerto en el piso, él estaba destripado y con sus órganos al aire. Luego miré mis manos y ellas estaban manchadas de sangre, ahí fue cuando me di cuenta de lo que había hecho. Sí, había asesinado a Zaza de una manera sádica y horrible, sin embargo no lo supe por mí  mismo sino porque mis otros compañeros empezaron a gritar lo sucedido. Salí corriendo del colegio ya que mi estado maligno había desaparecido y me encontraba realmente asustado. El estado maligno era un poder inimaginable que tengo oculto desde que nací, pero eso es otra historia.

        

Después de salir corriendo con mis compañeros detrás de mí, me metí a un callejón que conectaba a otra calle, en ese instante cuando el camino de dicho callejón terminó me choqué con una guapa chica de voluptuosos pechos y moderadas caderas los cuales seguramente hacía que las modelos profesionales envidiasen tal figura esbelta. Cuando la miré me sorprendí y no era por su cuerpo ya que yo en ese entonces tenía 5 años, sino me sorprendí por su atuendo. Ella vestía un traje de bruja con sombrero punteagudo, al principio pensé que era una cosplayer pero más adelante me di cuenta de que no era así.

 

- Hola Ivan, ¿Te ocurre algo? – Dijo la chica muy sonriente

 

- Eh…bueno…verás…Ellos me están siguiendo – Respondí yo algo tímido señalando a mis compañeros que venían a lo lejos

 

 

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         En ese momento no me dí cuenta de que sabía mi nombre ya que estaba muy asustado de que los otros me alcazaran.

      

   Con una sonrisa que jamás olvidaré ella se puso delante de mí, luego giró la mitad de su cabeza hacia mí y me dijo:

 

- Haré que ellos olviden todo lo que hiciste –

 

Al principio no sabía a lo que se refería, lo único en que estaba pensando era que me encontraba en problemas, si le avisaran a la policía lo que había hecho de seguro iba ser mi pesadilla. Cuando todos mis compañeros llegaron a donde estaba la chica, ésta solo dijo:

 

Nomobuyo Oshi Hashitawa Dokeda Gunmicha De Ribura –

        

En ese momento vi algo raro, varias luces se esparcían alrededor de esos chicos y después de unos segundos miraron a sus alrededores y se preguntaron donde estaban.

 

- Se perdieron, deben regresar cada quien a sus casas – Dijo la Chica

 

- Ivan, ¿tú no vienes?- Me habló una de mis compañeras de aula

 

- Ahhh…bueno…pues –

 

- Él se quedará conmigo, ustedes váyanse ahora – Respondió la chica que me salvó

      

   En ese momento levanté la mirada y vi cómo me sonreía esa chica, sus ojos eran verdes y hermosos como la esmeralda; su cabello también lo era y además de eso no sentía temor por la extraña persona que me había salvado

       

  Pasado unos minutos finalmente todos mis compañeros se fueron, hasta ese momento por más obvio que era yo no sabía lo que estaba pasando.

 

- Hola Ivan, mi nombre es Natsumi –

 

- Ho...hola Natsumi, ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué es lo que pasó aquí? ¿Por qué estás vestida así? - Pregunté

 

- Te lo contaré todo en mi casa, no está tan lejos sígueme – Dijo Natsumi sonriéndome exageradamente

     

    La sonrisa de Natsumi era realmente exagerada y no sabía la razón. Decidí seguirla, salimos a la avenida Vine St, caminamos unas tres cuadras en silencio y luego de cruzar la pista hacia un barrio se encontraba su casa en una esquina.

      

   La casa estaba protegida por unos muros de mayólica color esmeralda, en cada extremo había ventanas de aluminio en el cual no se podía ver lo de adentro, la puerta era de metal oscuro. Cuando entramos ví un amplio jardín con todo tipo de plantas, en medio, un camino amplio en donde se podía llegar a casa.

 

- Bienvenido a mi hogar –

     

    Si mal no recuerdo, al entrar se podía divisar una sala comedor, la mesa era realmente pequeña y eso era obvio ya que vivía ella sola. También logré ver una enorme pantalla LCD de 50” lo cual en ese tiempo eran muy caras, a decir verdad la casa de Natsumi estaba bien equipada. Luego de entrar ella y yo nos sentamos en el sofá.

    

     Hubo un momento de silencio, yo la veía y ella me veía con una sonrisa somnolienta, luego decidí romper el hielo y pregunté:

 

- ¿Qué pasó hace un rato? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Me conoces?  ¿Cuántos años tienes? –

 

- Vaya vaya, en verdad estás con todas esas dudas. Está bien te lo  diré todo – Respondió Natsumi con un tono bromista – Hace un rato hice que tus compañeros olvidaran el incidente que causaste en la escuela, si visto así es porque soy una bruja de verdad –

   

      Me había olvidado preguntarle el motivo de su atuendo pero su respuesta me causó más preguntas. Al instante siguió hablando.

 

- Sé tu nombre porque te he visto desde que naciste hace 5 años, en realidad tengo miles de años y ya olvidé en que año nací. En realidad más que una bruja soy una…viajera del  tiempo. Puedo teletransportarme a cualquier punto en el tiempo –

     

    Me sentía obligado a creer lo que me decía ya que vi con mis propios ojos los poderes que ella tenía.

 

- ¿Eso quiere decir que conociste a mis antepasados? – Hablé yo con entusiasmo

      

   Natsumi puso dos dedos en su mentón y se puso a pensar en voz alta.

 

- En realidad conocí a tu tátara tátara tátara…. ¿Cuántos tataras eran…? Bueno conocí a uno de tus abuelos cuando yo era una niña – Sonrió Natsumi al decirme eso – He querido hablar contigo y finalmente tuve la oportunidad –

 

- Hablar, ¿De que cosa? – Pregunté yo

 

- De tu futuro, es obvio. Debes saber unas cuantas cosas generales para que no tengas tantos problemas en dicho futuro – Respondió Natsumi

   

      Natsumi se apegó más a mí hasta tal punto que sentí sus voluptuosos pechos, en ese momento me puse muy nervioso.

 

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- Pe…pero ¿Eso no afectaría…a la…línea…de…ti…tiempo? –

       

  Quería alejarme de ella pero no podía, o más bien no quería. Pero cuando Natsumi mencionó sobre el futuro mis pensamientos cambiaron de objetivo.

 

- Si te cuento cosas generales de tu futuro no habrá problema. Las cosas cambian cuando te explico todo detalladamente – Respondió Natsumi seriamente

     

    En ese preciso instante sentí un frio recorrer todo mi cuerpo, eso era normal; iba a enterarme sobre mi futuro, Natsumi se acercó más a mí y me hablo retomando su sonrisa exagerada.

 

- Te convertirás en caballero dorado, conocerás a una chica que será tu eterna amiga, tendrás una novia muy hermosa, serás el caballero dorado más fuerte y junto con tus amigos derrotarás al dios del tiempo Chronos – Dijo Natsumi

 

- Pensé que ibas a tardarte una hora explicando todo…. Y me dices tonterías que es obvio que no pasarán

– Dije yo algo decepcionado

 

- LO QUE DIJE ES TU FUTURO RESUMIDO EN 5 SEGUNDOS – Gritó Natsumi de manera graciosa

     

    No creía ni una sola palabra de lo que me dijo por más que me ayudó a solucionar mi problema del incidente.

 

- Bueno bueno creo que tendré en cuenta todo lo que me dijiste, pero ¿Qué hay de mi maldad? –Pregunté yo

 

- Lo que reside dentro de ti es tu estado maligno, un estado en el cual si se activa, todo el cosmos que tuviste en tus vidas anteriores se juntan volviéndote cruel, sádico y poderoso. Es un estado que debes controlar y nunca debes activarlo. Solo en casos de emergencia – Respondió la bruja

 

-Yo…mi cosmos –

 

- No dejes qué eso te aturda ahora, lo sabrás con el paso del tiempo -

 

- Bueno, gracias por todo. Tengo que volver a mi casa – Dije yo

    

     Me levanté del sofá y me estuve dirigiendo hacia la puerta, cuando de pronto Natsumi me agarró por detrás y me susurró al oído.

 

- Quédate un poco más, te enseñaré a como “Tratar a una mujer” – Sususrró ella

       

  Pensé que me iba a dar lecciones de cómo conversar con una chica, pero lo que pasó en su cuarto fue totalmente diferente. Esa bruja me robó mi castidad a la edad de 5 años y yo la suya. Luego de una hora después del “incidente con Natsumi” ella me acompañó a la puerta  principal de su casa que daba a la calle.

 

- Muchas gracias por todo Natsumi…por…todo” – Dije yo algo avergonzado

       

  Natsumi rió en ese momento.

 

- Al menos tú me robaste algo y yo a ti así que estamos a mano – Dijo Natsumi riendo

 

- NO ME REFERÍA A ESO – Grité desesperadamente

     

    Luego de unos segundos me tranquilicé y le hablé seriamente.

 

- Recuerda todo lo que te dije hoy, no vayas a olvidar ni una sola cosa porque será fatal. Debes seguir todos los pasos que te indiqué en ese papel – Habló Natsumi

     

    Natsumi hablaba de un papel pequeño en donde ella misma había anotado todo mi futuro resumido y como solucionar dichos problemas generales.

 

- Muchas gracias, Ehhh… ¿Te volveré a ver? – Dije yo algo nostálgico

      

   Era increíble como en tan poco tiempo me encariñé con Natsumi, no quería dejarla. Es más, quería vivir con ella durante toda mi vida.

 

- Nos volveremos a ver exactamente un dia como hoy después de 200 años – Respondió ella

 

- ¿Seguiremos viviendo para entonces? Porque yo no creo vivir más de  90 años –

 

- Hay cosas que obtendrás en el futuro…vida eterna – Susurró Natsumi en mi oreja

 

- Entonces nos veremos dentro de 200 años, es un hecho – Dije yo muy entusiasta

      

   Finalmente me despedí de Natsumi y regresé tranquilo a mi casa como si nada hubiera paso. Gracias a Natsumi

      

   Ahora que lo pienso, Natsumi conocía todo acerca de los caballeros. Ella sabía que yo obtendría el Mysaphotamenos el cual me daba una larga juventud pero en vez de decir eso dijo “Vida eterna”, no le pregunté por eso ya que estaba apurado en regresar a mi casa.

    

     En verdad ese día pude dormir tranquilo gracias a Natsumi que me sacó de ese lío al que yo solo me había metido.

      

   En verdad ese día, el 5 de Agosto del 2003 cambió mi vida radicalmente, porque al día siguiente un caballero dorado vino a reclutarme, ese caballero dorado al que llamaban “El Hombre Más Cercano a Dios”.

 

 

Fin


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#4 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 10 agosto 2016 - 21:45

El Mito del Santuario

 

Volumen 2 (Tiempo de Oro), Capítulo 38: Pontífice III / Saga.

 

Resumen: Seiya ha conseguido superar los doce Templos, y avanza hasta el Ateneo mientras Ikki detiene a Saga de Géminis. Éste se deshace de Fénix, y seguro de su victoria, persigue a Seiya mientras rememora el pasado.

 

 

-----------------------------

1º de septiembre de 1997.

—Son los únicos Santos de Oro que superan los dieciocho años —resonó como eco la voz del Sumo Sacerdote en cada esquina de su alma. Estaba deseoso de conocer el resultado, lo había esperado hace tanto tiempo—. Son justos, fuertes y virtuosos, uno de ustedes tomará mi cargo, y el otro lo asistirá en todo lo que pueda. Deberán trabajar siempre juntos en pro de repeler el mal sobre el planeta. —Pausó un par de segundos como si aún lo pensara, pero era tan obvia la elección—. Aiolos, tú has sido elegido, Nicole lo hará oficial mañana mismo.

Sintió que el corazón se le resquebrajó. No era correcto, Aiolos era tan apto para el cargo como él, incluso más, pero aquel que encerró predijo la verdad, y una vocecilla en la cabeza le repetía incesante: «Debiste ser tú». ¡Qué vergüenza!

—¿Yo, Su Excelencia? —preguntó Aiolos. Hasta él creyó que la decisión era inesperada. ¿Qué clase de broma era esa?

No. Estaba bien. Estaba bien.

—Te encargarás de educar a Atenea como diosa y forjar la nueva legión de Santos que esté preparada para la nueva guerra, en cuanto las sombras se hagan presentes. ¿Saga?

Le costó encontrar las palabras, pero debía estar seguro de lo que opinaba su corazón. Recordó su juramento, y también las batallas en que luchó junto al Santo de Oro de Sagitario.

—Le apoyo totalmente en su decisión, también creo que Aiolos es el más apropiado para el cargo y no escatimaré esfuerzos en ayudarlo en la protección del Santuario, en la lucha por la paz y la justicia sobre la Tierra, incluso si enfrento cara a cara a la muerte.

Pero no. A Saga de Géminis lo llamaban «semidiós», la divinidad en la Tierra. No solo la gente lo amaba, sino que sus compañeros lo consideraban un titán, uno de los hombres más fuertes en la Tierra, capaz de destruir galaxias enteras con su Cosmos. Entonces... ¿por qué? Saga vio el rostro de su hermano, de espaldas en el suelo, riéndose de él.

Imposible. Aquel hombre se rebeló contra el Santuario, y por eso le castigó, se lo dejó bien en claro esa mañana. Pero... tenía razón. Por eso siguió al Sumo Sacerdote después de su aviso. Al día siguiente Nicole de Altar publicaría la elección, debía hablar con uno de ellos antes de eso, solo para aclarar la situación, para saber.

No, Nicole lo conocía muy bien desde niño. Debía ser Sion de Aries en persona.

 

Le halló en la zona más profunda del bosque Dodona, a poca distancia de la Fuente de Atenea, más allá de la biblioteca por la entrada izquierda del Santuario. Si miraba arriba se topaba con el imponente y majestuoso Monte Estrellado, el colosal monte al que solo un dios o su representante podían acceder. Se decía que el más poderoso Santo de Oro solo podría escalar hasta la mitad.

Sion, vestido con sus ropas ceremoniales negras, reunía su ancestral Cosmos para abrir el supuesto pasadizo que lo llevaría al Templo de las Estrellas en la cima, el lugar desde donde se predecía el futuro de la humanidad gracias al movimiento de los astros del firmamento.

—¿Saga? —preguntó el Sumo Sacerdote, aun dándole la espalda, notando en segundos su presencia aunque se había esforzado por ocultarla. No quería revelarse hasta conocer el método para subir.

—Sí, Su Excelencia —confesó, dejándose alumbrar por los resplandores de la luna llena. ¿Por qué se ocultaba? No tenía nada de malo tener curiosidad, y Aiolos era perfectamente digno. Pero...

«Debiste ser tú».

—Noto tensión. ¿Te preocupa algo? —indagó el Sumo Pontífice, todavía rodeado por un aura dorada calma, expectante.

—Me gustaría hablarle. En privado. —Inconscientemente alzó la mirada. Era imposible ver la cima del Monte Estrellado desde ese lugar, ya que se perdía entre las nubes en una dimensión extraña, tal como la Eclíptica. Los astros, los árboles y el viento eran testigos de todo lo que decía, pero no le importó.

—¿Quieres subir? —El Sumo Sacerdote aún no lo miraba a la cara, pero se notaba lo pesado que se había puesto el aire—. ¿Aunque esté prohibido?

—Sí.

El Pontífice usó su rosario como llave. ¡Eso era, su rosario! Un haz de luz tenue cayó desde el cielo cuando tocó con una de las cuentas la base del monolito, una piedra igual a las demás, y soltó un chispazo que iluminó el bosque como si hubiera sido de día, lo obligó a cerrar los ojos.

 

Cuando los abrió se encontró frente a una hermosa edificación, el Templo de las Estrellas. Diferente a los doce palacios del Zodiaco, asemejaba a un monasterio, una gran casa de piedra y ladrillos con muchas ventanas y puertas de madera; en el segundo piso había una campana al interior de una cúpula tejada, y junto a ésta, una chimenea humeante indicaba que era cálido por dentro. Lucía humilde, común, parecía extraño que no se derrumbara con tantos siglos encima, pero a su alrededor danzaban casi imperceptibles, blancas cadenas de polvo estelar. Era como ver luciérnagas girando frente a los muros, entraban y salían por los ventanales confundiéndose con nieve, bailando cerca del domo y otorgándole a la abadía un aura brillante, un Cosmos celestial, de diferente naturaleza al de los Santos.

Comprendió también que no era necesario escalar, pues los Pontífices tenían la ventaja de la «llave», quizás bendecida por la misma Atenea.

 

La noche era intimidante a esa altitud. Estaba tan arriba que el frío le heló los huesos a pesar de la armadura, y notó que el Templo Corazón en la montaña vecina se veía hasta pequeño, pero las nubes le impedían admirarlo o a la supuesta estatua gigante de Atenea.

—Saga, ¿qué desea tu corazón? —le preguntó Sion, mirándolo por primera vez. No parecía afectado por el frío, su rostro vetusto era pétreo.

—¿Disculpe? —preguntó fingiendo no entender. Pero lo sabía. En el fondo de su alma lo sabía, y tenía miedo... En cualquier momento sería obvio que él tenía razón, y que el otro regresaría después de tanto.

—Hace tres años se convocó una reunión de urgencia —relató Sion. Extraño y sin sentido, no recordaba eso—. Todos los maestros se juntaron en el Templo del Carnero para oír lo que debía contarles, mientras los alumnos, incluyendo a Muu y otros postulantes a Santos de Oro, se mantenían al margen.

—No tenía conocimiento de ello —aseguró Saga.

—Efectivamente —admitió Sion, sin cambiar un ápice su voz gentil, pero tan firme como siempre—. Esa mañana acudí al Oráculo de Delfos, advertido por las estrellas de una noticia oscura. Como sabes, los verdaderos Pontífices, elegidos por Atenea, podemos pasar sin problemas por la barrera.

—¿Qué cosa? —Saga notó como su cuerpo comenzaba a perder el control. ¿De qué trataba todo eso? Nadie le dijo nada en esa ocasión. Y esa acentuación en la palabra «verdaderos» le hizo hervir la sangre, aunque no supo la razón.

—El Oráculo me dijo que alguien, al interior del Santuario, nos traicionaría y se opondría a nosotros. Mandé a llamar a todos los maestros para advertirles, para que tuvieran cuidado, para que pusieran un ojo sobre sus discípulos, y estuvieran al tanto de cuando ocurriera. —El Sumo Sacerdote miró la luna, tan cercana y enorme que podría aplastarlos, y al mismo tiempo tan bella, lo observaba con cautela también—. El destino no puede alterarse. Y yo lo conocía.

—D-de... ¿de q-qué habla, Su Excelencia?

El anciano se cubrió por una niebla borrosa. Las estrellas que revoloteaban alrededor del Templo de las Estrellas se hicieron opacas.

—Yo supe perfectamente quién sería nuestro traidor desde que el Oráculo me enseñó a un hombre hecho de materia oscura —reveló el Pope, y su aura soltó chispas doradas—. De su espalda salían dos alas, una era la de un ángel, la otra de un demonio. Mira las estrellas de esta noche, Saga. ¿Hermosas, verdad? Ahora me dicen que será hoy cuando ese ente oscuro se manifieste, pero siguen siendo bellas e inflexibles. ¿No lo crees? —añadió con un dejo de lástima que le hizo estremecer.

—¿Yo? —Era una tontería, cosas de ancianos. Había otra cosa mucho más urgente que discutir—. Eso no importa, son ilusiones, ¡mentiras! Su Excelencia, vine aquí solo porque quiero saber... ¿¡Por qué no me eligió a mí como su sucesor!? Por qué... ¿Por qué Aiolos? —Se le llenaron los ojos de lágrimas al pronunciar ese ruin nombre, el de aquel que... en realidad, era hasta más digno.

No. No lo era. Los vientos fríos soplaron briosos como un vendaval, y lo estaban empujando a sus deseos, lo impulsaban a que cometiera un pecado atroz. El Sumo Sacerdote bajó la cabeza y sus ojos emitieron una triste luz rosa.

—¿No es obvio, Saga? Tu temblor, el sudor en tu rostro, el fuego en tus ojos. Tienes oscuridad en tu alma, aunque no seas consciente de ello.

«Mentira».

—¡Es un mentiroso! Todos me llaman semidiós, todos en Rodrio me... ah... —rezongó cuando el otro le inventó nuevos insultos. Lo hacía para debilitarlo, para retomar el control. Aquel ente del pasado intentaba apoderarse de sus movimientos, de sus pensamientos y emociones. Y también de sus pecados.

—Ya estás cambiando, y el destino no puede ser evitado ni transformado. —El Sumo Pontífice hizo bailar la llama de su Cosmos de forma ofensiva—. Lamento mucho que te haya ocurrido esto, no sé quién o qué es el culpable, pero será mejor que permitas a las estrellas cumplir con su profecía.

 

—¡Viejo malnacido! —escupió cuando al fin se sintió libre del cobarde que no se atrevió a hablar de él o su pasado juntos. Como castigo lo encerraría en un rincón de su mente para siempre—. ¿Crees que puedes darme órdenes? ¡Haré lo que quiera cuando quiera, inútil anciano decrépito!

—Hazlo ya —apremió el Pontífice, sin intenciones de huir, completamente sereno y preparado—. Ya he cumplido mi labor en este mundo, y estoy más que satisfecho con mi vida. Pero te lo advierto, Saga de Géminis, o quien quiera que seas. ¡No ganarás! Te prometo que no ganarás, así lo pregonan las estrellas. Serás vencido por quien menos esperes.

—Gusano bastardo, me apoderaré del Santuario y me convertiré en un dios al asesinar a Atenea, pagarás muy caro en el infierno el haber pasado de mí... ¡Y mi primer acto como divinidad será destruir el pasado! —Arrojó su técnica especial, la Explosión de Galaxias[1], que era capaz de arrasar con estrellas y chamuscar la Tierra—. ¡¡Muérete, fósil de m.ierda!!

El cobarde intentó defenderse, tal vez un último acto de miedo a la muerte. Pero la edad no pasaba en vano. Lo calcinó, y penetró su corazón con su puño de oro, por más que el otro le jalaba el brazo con todas sus fuerzas, llorando a gritos. Una nube negra los rodeó a ambos: él, lleno de vida y determinación, y el aciano, cascarón vacío de un antiguo Santo con ideales y sueños inútiles, a quien no pudo mirar sin reír a carcajadas mientras las sombras lo sumían en lo que el otro llamaba «pecado». Eso también era gracioso.

Tras unos minutos de contemplación, partió en busca de la Daga de Physis escondida bajo la estatua para terminar de cumplir su destino. Lamentablemente, Aiolos de Sagitario prolongó su grito de triunfo.

Al final fue simplemente cosa de fingir ser Sion, teñirse el cabello de gris y actuar como un viejito correcto, sabio y bueno mientras buscaba el paradero de la verdadera Atenea. Solo en ciertas ocasiones permitió que el otro tomara su lugar, era mejor que aguantar sus lloriqueos constantes.

 

21:56 p.m. del 11 de Septiembre de 2013.

«Y él creía que me vencerían, que me derrotaría un ser inesperado... ja, ja, qué imbécil fue el viejo Carnero». Quedaban solo minutos, casi nada. Los Santos de Oro a los que acababa de dejar meados de miedo no llegarían ni a toda su velocidad gracias al laberinto que había extendido por el Santuario, y ya percibía el Cosmos de Pegaso en el Ateneo. Había avanzado bastante, seguramente ya había encontrado la saeta de Aiolos en la habitación agujereada, pero probablemente el derrumbe del palacio lo demoró y, con suerte, le arrancó un brazo o una pierna.

—Aiolos de Sagitario —le recordó el cobarde, sin llorar. Corría a su lado por las escalinatas que llevaban hacia la zona más sagrada del Santuario, pero el inútil se esforzaba demasiado, no lo superaría en la carrera.

—Ya cállate —le reprochó—. Ese nombre ya no podrá darme miedo cuando me convierta en un dios.

—No lograrás llegar —insistió, sus ojos verdes emitían trémulos destellos de desesperación y angustia.

—Ja, ja, Pegasus está a unos metros, por supuesto que lo alcanzaré, idiota.

—Si no llegas a tiempo, él podría salvar a Atenea. Pero si él no llega a tiempo, podría convertirse en un dios por sostener esa flecha en...

—¡¡¡Te dije que lo detendré!!! —negó, furioso. Le dio un fuerte manotazo y lo dejó atrás, quejándose. Apuró la carrera ahora que no tenía a ese irritante al lado, en menos de un par de segundos ya lo tendría, no iba a poder escapársele. Y cuando tuviera a Pegasus en sus garras...

 

¿Qué eres tú, Saga?

El eco fue horrible, y el palacio se sumió en la oscuridad. «Qué eres tú». Un cuestionamiento que se repetía diez, cien, mil veces en cada rincón, cada muro, cada escalón, cada partícula del techo que crujía. En todos lados ese interrogatorio.

—¿Quién es? ¿¡Quién está ahí!?

¿Eres el bien o el mal? —le preguntó su propio casco—. ¿Qué desea tu corazón?

No recordó si lo llevaba puesto o si Seiya se lo había quitado en alguno de los golpes, pero allí estaba, flotando frente a él, la única luz en ese mundo de sombras infinitas que le hizo detener. Y con la maldita pregunta de Sion, para peor.

El yelmo de Gemini tenía dos rostros, uno a cada lado, como máscaras. La que representaba la maldad no podía verse ya que al frente yacía la que simbolizaba la justicia. Igual que el cobarde de atrás, sus ojos estaban agolpados de lágrimas de cristal, emitían destellos patéticos de humillación.

—¿Por qué lloras, tonta? ¿Por qué la pena? Obviamente no te das cuenta de lo que ocurre, ¿verdad? ¿¡Te molesta que alguien como yo esté a cargo, acaso!?

El rostro siguió llorando, y se limitó a responder con un susurro suplicante, moviendo los labios de gamanio y oricalco.

Deja de pecar... Arrepiéntete...

—¡No! —contestó Saga, convencido de que hacía lo correcto. ¿Por qué no lo entendían?—. Zeus, Señor de los Cielos; Poseidón, Emperador de los Mares; Hades, Rey del Infierno; o cualquiera de esos egocéntricos y arrogantes dioses del Olimpo, podrían bajar, apoderarse de todo, y gobernar a los humanos sin avisar. Algunas Guerras Santas ya se han perdido por culpa de Santos débiles, las peores calamidades en la historia prueban las derrotas de las frágiles reencarnaciones de Atenea contra ellos. —También hubo algunos empates, pero debidas justamente a la chiquilla tonta, así que no cambiaba su argumento—. Conmigo a cargo, convertido en un dios como ellos, no podrán. ¡Jamás podrán! No lo entiendes ahora, Gemini, pero después te darás cuenta que soy el salvador de esta Tierra.

Y el rostro siguió llorando. ¿Qué era tan difícil de comprender?

Basta ya... Atenea no morirá.

«¿Atenea? ¡Pegasus!».

—No... Maldición. No, no, no. ¡Maldito seas! —Destruyó la ilusión de su otro yo con una exclamación desesperada cuando se dio cuenta de la treta que lo retrasó. Ese inútil nunca lo dejaría en paz.

 

21:59 p.m.

Corrió con todas sus fuerzas hasta salir a la noche nuevamente. Sintió que el corazón se le resquebrajó al ver a Seiya, volando tras un brinco como un equino alado, hacia la estatua, con el puño en alto. Específicamente hacia la Égida, el colosal escudo de la justicia, del que se decía que eliminaba la maldad.

¡Su mano reverberaba con haces dorados! «No».

Todo el mundo se tambaleó, la estatua iba de un lado a otro a medida que se acercaba y la veía más claramente, quemándose los pies en la carrera. El chiquillo que volaba estaba empañado por algo borroso, con excepción de la luz, tan nítida. Y no se detenía, ¡no quería parar!

—¡¡¡No te atrevas, Pegasoooooooo!!! —Lanzó una potente descarga de rayos de Cosmos hacia el infeliz en medio del aire. Debió hacerle pedazos, le debió volar los sesos, y convertir en polvo. Lo estampó contra la estatua bruscamente, allí debió perder la vida. ¡Qué facilidad! Al final no fue...

«Oh no. No. ¡No!».

Mientras Seiya caía en el vacío bajo la estatua, bañado en sangre, notó una saeta dorada clavada en la Égida, en medio de una luz tan incandescente como la del Monte Estrellado. Paralizado, solo pudo contemplarla esfumándose poco después, como si hubiera sabido que no lograría llegar ni con su mejor salto.

 

No quedó nada de ella.

—No. No, no, no, no, no, ¡No! ¡¡¡NO!!!

—Como dijo ese anciano decrépito fue quien menos esperabas —le susurró al oído con sorna el otro, la segunda persona que odiaba más en todo el universo.

 

 


[1] Galaxian Explosion. El término «Galaxian» no existe en inglés, pero refiere a «semejante a galaxias» de un modo interpretativo, con el sufijo –an.

 

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#5 Shiryu

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Suerte a los Concursantes


Editado por Shiryu, 12 agosto 2016 - 03:47 .

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Publicado 11 agosto 2016 - 17:12

Nombre del Fic: El novato

 

Capitulo:

 

Asgard4.jpg

 

 

[6] En algún lugar del mundo

No sabía cuanto tiempo había pasado desde su salida del Inframundo, lo último que recordaba eran apenas vagas imágenes revueltas que no podía ordenar en su cabeza, al menos en ese momento. El paraje a su alrededor no le era familiar en absoluto solo blancura interminable por donde se mire.

Ya no caminaba más, parecía que venía viajando desde hace un buen tiempo, su sendero se vio interrumpido por el inmenso mar frente a ella. Quieta en el muelle mirando el sol tenue tras unas nubes que se ocultaba ya acabando el día. Hacía frío pero la amazona miraba el horizonte inamovible casi sin pestañear, mientras leves copos de nieve cubrían su cabeza y hombros desnudos ante el hostil clima.

De pronto sus ojos comenzaron a parpadear más normalmente y casi como si despertara de un largo sueño se percató del lugar donde estaba. Sorprendida observó a un lado y otro preguntándose cómo había llegado ahí, recordar lo último sucedido le resultaba muy difícil y no podía comprender qué le había pasado. Como fuese tenía que salir de allí, hacía frío pero lo más extraño era esa sensación rara dentro de si, un frío que venía aparentemente desde su interior. No muy lejos de ella unos hombres subían a un barco solitario en el puerto.

Solo vestida con su ropa de entrenamiento, un top sin tiras ajustado y pantalones de una tela delgada, se acercó al barco impulsivamente para tomar su oportunidad, tan veloz como un rayo golpeó a uno de los hombres. El otro impávido ante la situación no alcanzó a respirar cuando una patada lo lanzó al mar frío. El hombre golpeado primero había muerto instantáneamente tras el brutal impacto que lo dejó con la cabeza totalmente fuera de su sitio. La amazona fríamente le arrebató a este su abrigo mullido de piel y se lo puso, para luego empujar el cuerpo con su pie dejándolo cae al mar.

Con total tranquilidad ella subió al barco, un tembloroso joven, de no más de 13 años, no podía moverse de su sitio tras ver la escena y la amazona pasó junto a él deteniéndose a su lado.

— Nadie más abordará, que parta de inmediato este barco...

Al ver que el joven era incapaz de moverse, ella le tomó de sus ropas abrigadas y lo lanzó cerca de la cabina del capitán, pero tuvo la delicadeza de no herirlo, este de inmediato se levantó y abrió la puerta para avisarle al capitán.

—¿Una mujer extraña dices?

El capitán la observó de reojo por un espejo. La amazona permanecía con sus ojos fijos hacia la cabina de mando lo cual asustó al hombre, ella tenía una mirada decidida y peligrosa que nadie podría siquiera discutirle en absoluto.

— ¿Y no te ha dicho a donde va?

Negando con su cabeza el joven le dio a entender que no tenía idea, entonces para evitar problemas el capitán decidió partir de inmediato y ordenó al joven soltar las amarras, este obedeció rápidamente y zarpó el barco con rumbo desconocido.

Ella había sido una guerrera del Inframundo eso lo tenía claro, pero ahora su destino la llevaba muy lejos. Su armadura de Scorpio Sapuri había quedado atrás con paradero desconocido, sentada en una caja al borde del barco que se mecía constantemente logró recordar sin mucho detalle un enfrentamiento en un paraje muy similar al que se encontraba antes de abordar, sin dudas estaba muy lejos del Inframundo, pero por alguna razón no tenía prisa en volver, algo le apretaba el pecho y la perturbaba sin explicación.

Se cruzó por su mente llamar a su preciada Sapuri, aquella que obtuvo con tantísimo esfuerzo, por la cual había arriesgado la vida, mas ni siquiera lo intentó, había perdido conexión con ella como si se encontrara en un lugar inaccesible. Quizá solo necesitaba tomarse un tiempo para reflexionar lo ocurrido y entender qué estaba pasando. Entonces sus pensamientos se vieron interrupidos por las susurrantes palabras del joven que sostenía temblando una pequeña bandeja con un trozo de pan y un vaso de agua.

La noche ya había llegado, ella lo miró con sus ojos azules clarísimos  y él no pudo evitar dar un salto casi dejando caer la bandeja, pero se mantuvo firme. Momentos antes había comido el capitán y él, entonces pensaron que quizá ella tendría hambre también y el hombre lo envió con la bandeja aunque en primera instancia se había negado a hacerlo.

— Tienes agallas, chico... —tomó ella el vaso y le dio un sorbo, aquel líquido le recorrió la garganta seca, dio un leve mordisco al pan y volvió a darle la espalda al chico observando el oscuro horizonte.

— Señorita... ¿nos podría decir a donde va? digo, se nos acabará el combustible en algún momento... es decir, hace horas navegamos sin rumbo y...

— El lugar más frío que conozcan...—dijo casi como un susurro sin salir de su contemplación.

El chico se quedó petrificado sosteniendo la bandeja ahora vacía. Cualquier navegante de aquel puerto conocía la ubicación aproximada del lejano territorio asgariano, pero era una travesía peligrosa y pocos lograban llegar allí, ¿acaso a este lugar se refería la mujer? ¿al mítico Asgard?

Lo cierto era que Sekiam no sabía donde ir, inexplicablemente había llegado a ese puerto y el frío en su corazón le impulsó a decir esas palabras casi inconscientemente. Así que en ese instante el joven solo atinó a asentir con su cabeza y se retiró para decirle al capitán lo que a él le parecía que deseaba la mujer extraña.

Solo unos días bastaban para llegar al punto más cercano de las tierras asgarianas y estando casi en el lugar el clima comenzó a arreciar, una fuerte tormenta los había alcanzado impidiéndoles avanzar, aquello era el gran peligro de adentrarse en esas aguas, a veces podía ser tranquilo y otras la furia de los mares se desataba. Resguardados en la cabina el joven y el capitán luchaban por mantener el barco navegando contra el fuerte oleaje que bañaba la cubierta donde permanecía Sekiam solo sosteniéndose de una amarra.

— Es imposible, no podremos cruzarla, zozobrará el barco, ¡nos hundiremos! —dijo el joven atemorizado al capitán.
— Prefiero morir en el mar que en manos de esa chica loca que está afuera... —le respondió este sosteniendo el timón con fuerza.
— ¿Falta mucho? —interrumpió la amazona abriendo la puerta de la cabina.

Estaba totalmente mojada y su trenza azabache desgreñada por el clima.

— La tierra firme esta justo al frente —le dijo el capitán—.Pero con esta tormenta no avanzamos ni un nudo...
— Abriré paso entonces...—declaró ella con seriedad.

Cerró la puerta y se posó sobre la cabina en dirección al frente. el barco menor se movía mucho por el oleaje, pero logró afirmarse dejando una mano libre. Concentró todo su cosmos, aun sin portar armadura ella era una amazona entrenada y su poder no le había abandonado. Una esfera púrpura enorme se concentró en su mano y la lanzó contra el mar agitado abriendo un camino para el barco, pero no tardó en desvanecerse y ella siguió gastando su energía contra la feroz tormenta abriéndose camino.

Finalmente estaba a la vista el territorio asgariano cubierto de niebla se podía observar no muy lejos tierra firme, sin embargo la tormenta seguía y no podían acercarse más por las grandes olas, ante esto ella sin mediar duda alguna se lanzó al mar bravío abandonando el barco, con su fuerza llegaría a la orilla y estaría a salvo pero los tripulantes del barco no tuvieron la misma suerte. Era imposible para la embarcación pequeña soportar la tormenta, sin previo aviso ella alcanzó a ver como el barco zozobraba en el mar.

Dando la espalda a lo ocurrido y con una tormenta de nieve en el sitio, algo le hizo voltear, quizá un leve sentimiento. Dejando su abrigo entre las rocas de la orilla que había alcanzado ella se lanzó al mar enfurecido y con la ayuda de su cosmos nadó por las temibles aguas hasta llegar al barco que se hundía. Se sumergió para revisar la cabina, esta aun no se llenaba de agua, allí estaba el capitán en su silla con el mar hasta la cintura mientras el agua entraba por todas partes pero lentamente.

— Lo sacaré de aquí... —le dijo ella con obvia tensión en su rostro, pero el capitán meneo su cabeza— ¡No me venga con tonterias que el capitán se hunde con su barco! ¡salve su vida!—pero el hombre estaba totalmente resignado, ella observó su rostro mirando hacia el frente y su serenidad era impresionante, nunca había visto tanto valor en alguien que no fuese un caballero. Entonces la amazona comprendió que no podía hacer nada para ayudar al marinero.

— Olvídate de mi, estaré bien, ve por Phil si quieres salvar una vida... eso será el pago por el viaje...

Sekiam obedeció al capitán como si fuese la orden de su maestro, un hombre así merecía el máximo respeto y salió de allí, el joven debía estar cerca. Sumegiéndose una vez más entre las olas inquietas pudo ver el cuerpo inerte de Phil hundiéndose. El lugar de donde ella venía era donde la esperanza debía ser olvidada y así ella creía que estaba su esperanza, pero sin importar el estado del muchacho ella lo sacaría de allí.

Extendió su mano lo más que pudo aguantando la respiración bajo el agua, hasta que sus dedos rozaron la mano de Phil y con un impulso cósmico le alcanzó para llevarlo a la superficie.

El barco se hundió por completo entre el oleaje incesante mientras Sekiam nadó con el joven hasta la orilla. Lo vio tan pálido y sin vida tendido en el suelo nevado, ni siquiera atinó a hacerle resucitación, había sacado un cadáver, nada se podía hacer y solo lo vio mientras intentaba recuperarse de tan tremendo esfuerzo.

— Ha sido inútil, ¡no se por qué lo he hecho! —se molestó consigo misma— ¡Nunca he salvado a alguien, por que habría de hacerlo ahora!...

Y tras decir esto le golpeó el pecho al muchacho y este escupió el agua que había tragado justo en la cara de la amazona. Así reaccionó con un gran respiro Phil y empezó a temblar profusamente por el frío sin poder pronunciar palabra, mirando temeroso a Sekiam que estaba impávida viéndole con grandes ojos sin dar crédito a lo que sucedía.

Ella también tenía frío, pero se levantó con la misma cara de asombro y recogió no muy lejos de allí el abrigo que había dejado para dárselo a Phil y abrigarle. Luego más serena lo cargó en su espalda y emprendió el rumbo sin saber su destino, solo que debía continuar y proteger al muchacho hasta encontrarle refugio. Entonces una leve sonrisa se dibujó en su rostro con una sensación de dicha que hace tiempo no sentía.

Tras un largo andar que llevó a la amazona a dar su mayor esfuerzo, a lo lejos se divisaba una enorme estructura, un palacio, en medio de la nevada la joven de ojos azules decidió continuar con el muchacho acuestas en esa dirección. Este se encontraba dormido sin fuerzas, pero una suave brisa lo despertó, se vio a si mismo avanzando por entre la gruesa capa de nieve y cubierto completamente con un cálido abrigo. Reconoció el cabello negro de la amazona y su trenza descuidada sobre el hombro.

— ¿Acaso no tiene frío?... —dijo el chico, pero no se dio cuenta que lo había dicho en voz alta.
— Claro que no, al menos no como lo sentirías tu...—dijo en tono agradable, ya empezaba a retomar su normal personalidad más relajada.
— Cómo... cómo es posible eso...

Agotada con el sudor congelado en su rostro la amazona se detuvo junto a un pino nevado a descansar bajando con cuidado al muchacho. La nieve azotaba con fuerza y un leve temblor era observable en la boca de Sekiam.

— Una guerrera como yo puede soportar climas tan extremos como este, más aun ahora que...
— ¿Que clase de guerrero puede hacer eso? —le dijo Phil con sus ojos bien abiertos totalmente impresionado por la fortaleza de la joven.
— Un Caballero...

No dijo más la amazona perdida en sus propios pensamientos y el chico prefirió no insistir, pero aquello lo inundó de admiración hacia esa mujer. No lejos de allí se divisaba ahora más claramente una gran construcción. Sekiam pensaba que podría haber alguna aldea cerca donde pudiesen refugiarse. Entonces al volver su mirada hacia Phil, este se le había quedado mirando mientras los labios de la amazona temblaban más notoriamente.

— Señorita usted es muy fuerte, pero vestida así no llegaremos lejos...—e hizo ademán de quitarse el abrigo, pero Sekiam se lo impidió con solo mirarlo muy seriamente.
— Yo puedo resistir, pero tu morirás en este frío... ¿a donde me han traído?
— ¿Acaso no lo sabe? Pensé que era aquí donde deseaba ir...
— No, yo no sabía... en realidad... Bueno ¿y que lugar es este?
— La tierra de Asgard por supuesto.

Sekiam lo miró un momento con asombro y después su cuerpo empezó a templar también, a lo cual reaccionó cruzando sus brazos involuntariamente en un acto inútil de abrigarse, así que se levantó de súbito y cargó a su compañero de viaje en su espalda.

— Debemos encontrar refugio... pronto... Asgard, ¿qué podría hacer yo en este lugar? moriremos congelados...

Siguió caminando en contra del viento, ya su cuerpo no resistiría mucho más, su cosmos le rodeó, pero era muy débil. Por suerte no tardaron en llegar a algo parecido a una aldea pues empezaban a verse senderos y edificaciones cubiertas de nieve otras en ruinas muy cerca de donde estaban los viajeros, ahora estarían a salvo.


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#7 seyga09

seyga09

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Publicado 12 agosto 2016 - 20:20

1.- Los guerreros del zodiaco, Gaia

 

Capítulo 1. Gaia, la Diosa envenenada por el Odio

 

 

 

En el santuario, todo se encuentra en una aparente calma en una noche llena de estrellas, en los aposentos de Athena se encuentra la Diosa durmiendo en una hermosa cama de ceda, en el instante aparece una esfera azulada que entra al cuarto de Athena, ésta siente la energía de la esfera azulada y despierta tranquilamente encendiendo su cosmos…

 

 

-Athena: este cosmos, acaso eres…?

 

 

 

-Voz de la esfera: Athena, ya ha pasado mucho tiempo desde aquella ocasión que te he dejé a cargo la Tierra (se acerca y toca la cara de Athena con una mano que sale de la esfera) tan hermosa como siempre, pero siempre te toca lidiar con problemas ajenos y ahora que se ha presentado un seceso inexplicable me aparezco ante ti…

 

 

-Athena: dime, que es lo que sabes de GAIA y porque está tan furiosa, acaso lo que ella pretende es justo, Zeus, Padre?...

 

 

De repente la esfera aumenta su energía y crece rápidamente hasta formar un ser de apariencia humana que se acerca a Athena…

 

 

-Zeus: (con un porte de gran determinación y postura segura y con una voz gruesa) Athena, en tiempos remotos, Gaia, la Diosa de la Tierra, es la gran Madre de todo ser viviente en el Planeta, por lo que ella misma dio a luz por si sola a diversos seres para poblar este Mundo (mirando hacia el horizonte)pero cometió el error de unirse con uno de sus hijos, Urano el Dios del Cielo, procreando a los Titanes y diversas monstruosidades entre ellos Ciclopes y los Hecatónquiros que provocaban destrucción por todo el planeta, Urano los encerró en el tártaro, quedando solos los Titanes, obviamente Gaia se enfureció y se unió con Cronos para vencer a Urano, por lo que Cronos tomó el poder, pero Gaia no quería que nadie más gobernara esta Tierra, solo ella, lo cual estableció una profecía a mi padre que un hijo lo iba a destronar, lo cual se cumplió, Gaia ayudó a mi madre para esconderme en esos tiempos, hasta que crecí y derroté a mi padre, no sabía las intenciones de Gaia en esos tiempos hasta que me di cuenta que estableció la misma profecía para mí, pero no hice esa barbaridad de matar a mis hijos, sino encerré a Gaia, junto con su profecía maldita en un mundo Obscuro y desolado, alejado de todo, más allá del inframundo, un lugar que desde los tiempos de la creación ha existido y era el único lugar para que ella no siguiera ocasionando más problemas y destrucción, el Tártaro, de alguna manera que no entiendo logró salir, Hades quien mantiene custodiado esa parte del infierno no pudo ser ya que él se encuentra dormido y aun no despierta, mis custodios, los Hecatónquiros fueron dormidos en su vigía aprovechando así la salida de Gaia…

 

 

 

-Athena: no puede ser, entonces crees que recibió ayuda divina para poder salir del Tártaro…

 

 

 

-Zeus: mucho me temo que sí, pero más que eso, pudo ser también ayudada por alguien terrenal, no lo sé, eso lo investigaré a fondo, mientras tú Athena, tendrás que defender a la Tierra, no hay que dejar que Gaia se apodere de ella pues si  lo hace creará más cosas monstruosas destruyendo a tus preciados humanos…

 

 

 

-Athena: entiendo (se levanta) daré todo por proteger a la Tierra, mis guerreros estarán listos para enfrentarnos a Gaia…

 

 

 

-Zeus: eso espero Athena, por el bien de todo lo que existe…

 

 

 

Zeus expide una poderosa luz que ilumina todo el santuario, los Guerreros despiertan alertados dirigiéndose al templo de Athena, la luz desaparece junto con Zeus, Athena se encuentra sola en sus aposentos con cara de preocupación y determinación.

 

 

 

-Patriarca: (llegando con Shao de Libra) Athena, que sucede, que fue ese resplandor?

 

 

 

-Athena: no te preocupes, lo que hay que hacer es reunir a todos los guerreros, debemos actuar ya, Gaia será una terrible enemiga y debemos combatirla con todo nuestro poder…

 

 

 

-Patriarca: bien Athena, enseguida, Shao ayúdame a reunirlos…

 

 

 

-Shao: si maestro…

 

 

 

Shao se dirige hacia las doce casas para buscar a los guerreros dorados en turno lo cual son pocos, ya que aún no se complementan los 12…

 

 

 

-Athena: Patriarca, con cuantos guerreros dorados contamos…?

 

-Patriarca: aún no está completa la élite, solo hay 8 guerreros dorados, los de plata y bronce son muy débiles para esta batalla, pero podrían ayudar para contrarrestar las fuerzas obscuras de Gaia y poder ayudar a la humanidad común…

 

 

 

-Athena: entiendo, envía a dos guerreros dorados para reconocimiento, al término, reúne al resto de los guerreros dorados, debemos tomar estrategias para el ataque a Gaia…

 

 

 

-Patriarca: bien…

 

 

 

Momentos después de la orden de Athena, el Patriarca se encuentra con los 8 guerreros dorados en el gran salón sagrado, los 8 están reverenciados, los guerreros dorados presentes son: Kairos de Aries, Ethan de Géminis,  Lander de Leo, Uxyo de Virgo, Shao de Libra, Zeth de Sagitario, Theron de Escorpión y Owen de Capricornio, esperando los comentarios del Patriarca…

 

 

 

-Patriarca: bien, Athena ha solicitado enviar a dos de ustedes para reconocimiento de la guarida de Gaia, debemos tener toda la información posible así como el acceso a su templo, por lo que elegiré quienes serán…

 

 

 

En ese instante, Athena entra al Salón y se sienta en el trono dedicado a ella arriba de la silla del Patriarca, con su túnica blanca y resplandeciente, su pelo es color café, su cara es de una joven de 28 años muy bien desarrollada en cuerpo y mente…

 

 

 

-Athena: solo dos de ustedes serán elegidos para el reconocimiento, no quiero inoportunas batallas, sean cautelosos, necesitamos toda la información posible de ese lugar, Patriarca?...

 

 

 

-Patriarca: bien, los que irán son, Zeth de Sagitario y Shao de Libra, por ser conscientes e inteligentes, los demás esperarán las ordenes futuras para la próxima reunión con la información correspondiente, pueden retirarse excepto a los que nombré…

 

 

 

Los guerreros dorados se retiran y quedan solo Zeth de Sagitario y Shao de Libra, Lander de Leo reacciona de una manera no apropiada pues él quería ir más que nadie a ese lugar, al igual que Theron de Escorpión, pero Owen de Capricornio interviene…

 

 

 

-Lander: Maldición (saliendo del Salón del Patriarca) si tan solo no hubiera llegado tarde, hubiera sido yo uno de los elegidos para el reconocimiento, tengo una cuenta pendiente con ese maldito guerrero…

 

 

 

-Theron: jajaja, que sucede gatito, acaso estás enojado?, me das pena, el haberte tardado tanto en llegar es símbolo de que aún no estás listo, esa caja dorada no te pertenece, dásela a alguien que si sea un guerreros dorado de verdad…

 

 

 

-Lander: que dices, voy hacer que te comas tus palabras (enciende su cosmos al igual que Theron)

 

 

 

-Owen: basta!!, pero que hacen, como se atreven a encender sus cosmos de ataque en el recinto del Patriarca, no puedo creerlo, ya maduren ambos son guerreros dorados y deben comportarse…

 

 

 

-Theron: ah sí y quien eres tú para decirnos lo que debemos hacer cabra tonta…

 

 

 

-Owen: Theron, te estás pasando del límite no me obligues a…

 

 

 

-Uxyo: (pasando de entre los guerreros en conflicto con actitud recta) vaya, sí que son absurdos, piensan que lo que está por suceder es un juego, pienso que ninguno de ustedes merece estar aquí, en fin iré a mi lugar, ahí estaré lejos de sus riñas infantiles…

 

 

 

Ethan y Kairos solo quedan observando y siguen a Uxyo, mientras que los otros se calman y siguen caminando enojados. Mientras, en el Salón del Patriarca, se plantean las estrategias a seguir sobre el camino hacia el lugar donde se encuentra Gaia…

 

 

 

-Zeth: (dirigiéndose hacia el Patriarca sigilosamente) Maestro, porque me asigno a Shao, es un guerrero inexperto, los otros como Ethan, Uxyo o Kairos, podrían de servirme de mejor utilidad…

 

 

 

-Patriarca: Shao te ayudará más de lo que te imaginas, solo convive con él, sé que aún le falta por aprender, es parte de su entrenamiento…

 

 

 

-Zeth: (con cara de preocupación) entiendo…

 

 

 

-Athena: bien, el templo de Gaia debe encontrarse en alguna región cerca de África,  en los límites de Madagascar, deben ir allá sigilosamente y no llamar la atención, entendido?

 

 

 

-Zeth y Shao: si señorita Athena…

 

 

 

-Patriarca: bien parten ahora!

 

 

 

Los guerreros dorados se levantan y salen del Salón del Patriarca, Athena se acerca con el Patriarca y comentan…

 

 

 

-Athena: espero que no sea demasiado tarde, si Gaia quiere recuperar el control de la Tierra ya debe de estar planeando en causar destrucción, si eso sucede, no quedará remedio que luchar directamente, pero debemos ser inteligentes, tal vez, Gaia está aquí por alguna otra razón…

 

 

 

-Patriarca: (asombrado) Athena, pero que razón podría ser esa?

 

-Athena: no lo sé, pero se está aprovechando de la rabia de Gaia para conseguir algo…

 

 

 

Los dos quedan observándose pensando que sería, mientras tanto, en el Templo de Gaia el llamado Palacio de la Reina Madre, Tagar el guerrero del Tigre, entra al mencionado palacio, observando a su alrededor enormes y hermosos jardines, donde diversa fauna habita en ellos, donde al final, se nota una gran puerta donde se observa la Tierra tallada en la misma, lo cual Tagar se atreve abrir, llega con Gaia que se encuentra sentada en su silla mostrando reverencia ante la Madre de la Tierra corrompida por el odio y venganza…

 

 

 

-Tagar: Madre, he llegado…

 

 

 

-Gaia: (mostrando su cara de seriedad y rectitud) y bien como te fue en e Santuario, pudiste encontrar a los 3 Dioses?

 

 

 

-Tagar: no Madre…

 

 

 

-Gaia: que has dicho (se exalta enojada lo cual Tagar comienza a explicar temeroso pero serio)

 

 

 

-Tagar: disculpe Madre, ellos se encuentran ausentes de este mundo por lo que pude notar, en su lugar está Athena, hija del Dios Zeus…

 

 

 

-Gaia: (se tranquiliza) Athena dices?, así que mi profecía se podía cumplir después de todo, jajajaja!!, interesante (cierra los ojos y en su conciencia comienza a buscar la presencia de Athena en el mundo)

 

 

 

En el santuario, Athena recorre el pasillo a sus aposentos sola y tranquilamente, de repente siente una presencia detrás de ella lo cual la obliga a voltearse y observa a Gaia que hace presencia ante Athena…

 

 

 

-Athena: tú eres, Gaia?

 

 

 

-Gaia: deberías dirigirte hacia mí como Madre, pero era suponerse de ustedes, atrevidos y obstinados, se atrevieron a desafiarme, entiendo que los 3 dioses no están aquí, dónde están?

 

 

 

-Athena: ellos me dejaron la Tierra a mi cuidado, mi padre Zeus fue quien te encerró en lo más profundo del Tártaro, dime, como es que pudiste salir de ahí?

 

 

 

-Gaia: mja!, chiquilla insolente, crees que puedes cuestionarme…

 

 

 

De repente, Gaia enciende su cosmos violeta y envuelve a Athena donde las dos se teletransportan a un lugar sombrío y desolado, sintiéndose un frio intenso y congelante hasta para la Diosa Athena…

 

 

 

-Athena: pero que es este lugar, hace mucho frío y es desolado, así que aquí es?

 

 

 

-Gaia: esto es la simulación del lugar donde estuve encerrada por milenios, es donde tu padre y los otros deben estar encerrados, por lo que no es tu pelea, retírate y solo dime donde están ellos, deben pagar por lo que hicieron conmigo y a la Tierra…

 

Athena enciende su cosmos y se pone recta llamando a su armadura divina al santuario, el Patriarca siente el cosmos de Athena y corre a su aposento para socorrerla rápidamente, mientras la armadura divina de Athena inviste a la Diosa y se pone en guardia…

 

 

 

-Gaia: que significa esto, acaso te atreverás a luchar contra mí?

 

 

 

-Athena: si es necesario, no permitiré que desates tu ira en el mundo, eso destruirá a todo ser viviente en este planeta, no lo permitiré… (Aumenta su cosmos)…

 

 

 

-Gaia: eres muy obstinada al igual que tu Padre, solo quería confirmar tu lado y veo que sigues los mismos ideales que él, entonces pelearé contigo, mientras que la Tierra se envuelve de destrucción matando a los seres humanos que han convertido a este planeta en un basurero, todos ellos será erradicados y construiré un mundo nuevo, un mundo que solo yo gobernaré, no tiene caso que luchemos, ni siquiera lograrás tocarme con tu poder, Athena, serás derrotada…

 

 

 

-Athena: estoy lista para cuando quieras venir a atacarme, mientras deja el mundo en paz, si me vences haz lo que quieras, pero mientras esté viva, no mataras a nadie, entiendes AHH!! (Lanza una poderosa esfera dorada hacia Gaia)

 

 

 

-Gaia: insensata como te atreves atacarme AHH!!! (Gaia provoca una poderosa explosión iluminando todo)

 

 

 

Athena regresa al santuario con su armadura puesta en ese momento llega el Patriarca y la encuentra en el suelo y la ayuda a pararse…

 

 

 

-Patriarca: Athena, pero que ha pasado, por que tiene puesta su armadura?

 

 

 

-Athena: (en el instante se quita su armadura y se guarda en la pequeña estatua que simboliza a Athena) acabo de tener un encuentro con Gaia, evitó mi ataque, Aaron (nombre real del Patriarca) Gaia está planeando una ola de destrucción en todo el mundo para matar a lo humanos, debemos hacer algo ya…

 

 

 

-Patriarca: Athena, debemos tomar ya la iniciativa…

 

 

 

-Athena: debemos esperar a que los guerreros dorados analicen el lugar de Gaia…

 

 

 

Mientras tanto, en el Palacio de Gaia, su cosmos se es apagado lentamente despertando de su conciencia con furia…

 

 

 

-Gaia: maldita, Athena te has revelado ante mí, al igual que los 3 Dioses, está bien, mataré a tus malditos humanos, Eneas! (se acerca el líder de los guerreros de las Bestias) quiero que envíes a todas las bestias a destruir todo los que hay en el mundo construido por el Hombre, que no quede nada de ellos…

 

 

 

-Eneas: será un placer Madre (mostrando reverencia hacia Gaia) vamos Tagar, es hora de luchar (con cara sonriente)

 

 

 

-Tagar: si hermano, vamos a aplastarlos a todos…

 

 

 

 

Finalmente, Gaia enviará a sus monstruos procreados por ella para destruir todo lo que el hombre ha creado y para matar y dañar a la humanidad, mientras el Patriarca reúne a los guerreros de plata y bronce disponibles para enviarlos a diversas ciudades y proteger lo más que puedan a la destrucción enviada por Gaia, iniciando así la batalla de las Bestias...


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Los Guerreros del Zodiaco, Las batallas ElementalesLos Guerreros del Zodiaco, Gaia

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Publicado 12 agosto 2016 - 20:53

Nombre del Fic:

El Legado de Atena

 

------------------------------------------------

 

— Hace poco más de quince años, Atena y Hades tuvieron su última confrontación después de eras de conflictos. Sin embargo, en el mundo de los mortales se suscitó una batalla igual de encarnizada, protagonizada por guerreros shamanes y hechiceros*… Aunque ambos sucesos no estaban del todo ligados, cierto es que el resultado del exterior fue lo que definió el futuro —dijo Hilda, intentando explicar de la manera más sencilla lo que se le fue confiado—…Una fuerza espiritual primigenia fue el enemigo a vencer, un joven Yoh Asakura y otros guerreros fueron los responsables de enfrentarla, pero desde el comienzo el resultado de esa batalla sólo  traería muerte y desolación a la Tierra. Ese espíritu sería la fuerza ejecutora que exterminaría toda la vida en nuestro mundo tal cual era el deseo de Hades, pero tras haber devorado a otras entidades primigenias, su destrucción traería un severo desequilibrio al planeta.

 

— Murieron muchos guerreros ese día, pero al final, el actual Shaman King tomó la decisión que nadie se atrevió a tomar. Con sus manos destruyó a ese espíritu maligno, y con ello desencadenó el fin del mundo.

Bud de Mizar, Sergei de Alioth y Terario de Acuario escuchaban en silencio sin atreverse a interrumpir a la gobernante.

— Pero, en ese instante se volvió a tomar una decisión igual de delicada, a manos de una sacerdotisa, quien logró crear nuevos espíritus elementales que podrían devolverle la vida a nuestro mundo con un precio. Algunos en esta habitación eran unos niños cuando todo esto ocurrió, pero los demás que tenemos la capacidad de recordar… Bud, Sergei, ¿acaso ustedes recuerdan cómo era el mundo del hombre antes del último despertar de Hades?

 

Bud pensó en la respuesta. Cuando era más joven, fueron raras las ocasiones en las que se alejó de Asgard, pero al tratar de recordar sus viajes a Japón y a Grecia acompañando a Syd de Mizar, se topó con una sensación que nublaba su intento.

 

Algo similar sintió Sergei. Antes de ser enclaustrado en aquel laboratorio, Sergei vivió toda su vida en el campo, pero… ahora que lo cuestionaban de tal forma, se preguntó cómo es que pudieron existir tales máquinas y métodos de alta tecnología con los que lo torturaron  tantos años si en la actualidad todos los instrumentos y conocimientos son tan rudimentarios o místicos. ¿A dónde se había ido todo eso?

 

— Esa falta de memoria, la confusión y desorientación de las personas en aquellos días fue como resultado de lo ocurrido —Hilda confesó al verlos dudar—. Verán, en este mundo habitábamos miles de millones de personas, pero tal número se redujo exponencialmente ese día en que todas las luces se apagaron… Para encender la vida que se extinguió de este mundo, se necesitó de la fuerza vital de numerosas almas que fueron seleccionadas para volver a ser uno con Gea, o como los shamanes la llaman: “Los Grandes Espíritus”.

— Hilda… estás diciendo que… ¿se sacrificaron a tantos seres humanos para tal fin? —Bud susurró con asombro.

La sacerdotisa asintió— La diosa Gea estuvo de acuerdo, por lo que empleó toda esa energía vital para asegurar que este mundo pudiera renacer y permitirle a la humanidad el comenzar una nueva era…

— “Una nueva era”… ¡¿así hay que llamarle a tal genocidio?! —cuestionó Sergei, furioso.

— Hay algo que deben de entender… la extinción de este mundo era inevitable, las mismas nornas me lo confirmaron, pero al encontrarse la forma de dar algo de luz a las tinieblas, se tomó dicho camino… No es como si todos los demás a nuestro alrededor hubieran muerto, no, la verdad es que ese día todos morimos, en cuanto el fuego de los seis espíritus primigenios se desvaneció de este mundo —la sacerdotisa apretó con fuerza las mantas que cubrían sus piernas—… La luz volvió y seleccionó a aquellos que serían benéficos o esenciales para el reinicio de la humanidad…. El resto finalmente descansa en paz, en espera del proceso de la reencarnación.

— La bruma en nuestras memorias… ¿es de esa manera como ocultan lo sucedido? —preguntó Bud, intrigado.

— Se hizo lo posible, aunque no del todo perfecto… hubo mucha confusión para aquellos que vivían en las grandes ciudades. Aquí en Asgard no lo resentimos pues siempre hemos vivido de manera humilde y alejados de todo, pero conforme fueron llegando caminantes que buscaban un refugio, la mayoría presentaban casos de amnesia o desorientación. El trabajo del Shaman King fue encaminar a todos a un lugar seguro, hasta que finalmente el arduo trabajo nos condujera a reconstruir nuestra sociedad.

— Creo que voy a vomitar —musitó Sergei, bastante afectado por lo escuchado.

— ¿Ahora entienden por qué esto se tenía que mantener oculto? Imaginen la respuesta de la humanidad —cuestionó Hilda—. Yo ni siquiera lo sabía, las nornas me lo revelaron aunque en ocasiones hubiera preferido no saberlo —explicó con cierta congoja—. Tengo entendido que son muy pocos los que tienen la desdicha de recordar esos tiempos. El Patriarca del Santuario y los otros santos de bronce que salieron victoriosos del Hades son algunos de ellos, mas desconocen los eventos que les he relatado… Por supuesto el Shaman King, así como algunos shamanes y hechiceros que participaron activamente en el proceso conocen esta historia… Poseidón también debe estar al tanto de todo, pues al final los dioses tuvieron que hacer un pacto.

— ¿Un pacto? —Terario de Acuario se interesó.

Hilda cerró los ojos y juntó sus manos una sobre la otra— Sólo sé lo que me permitieron saber los dioses de Asgard… pero ante los eventos que sucedieron en este reino, llegaron a un acuerdo en que todas las disputas entre dioses y mortales debían llegar a su fin, y que la Tierra jamás volvería a convertirse en un campo de batalla por capricho de ellos.“Al hombre lo que es del hombre”, pronunciaron las nornas… Pero si algún día, un dios quebrantaba este pacto, su existencia y destino quedarían a juicio de los humanos, y ningún reino celestial podrá intervenir ya que la guerra con otras fuerzas divinas estaría asegurada…

— Entonces, ¿por qué? ¿Por qué Odín deseó venir a este mundo? —cuestionó Bud, mirando el rostro durmiente de Syd.

— Tengo entendido que se permitió una excepción al pacto… Ya que existen muchas deidades que aman a los humanos y su convivencia con ellos siempre ha sido atesorada. La única forma en que ellos podrían visitar la Tierra sería sometiéndosea una experiencia completa, es decir, si aceptaban llegar a este mundo como los mortales lo hacemos… vivir como nosotros, inconscientes de su verdadera naturaleza hasta un día morir y volver a su reino celestial con todas esas experiencias adquiridas— Hilda explicó—… Nuestro dios Odín no me reveló su verdadera intención pero… me atrevo a creer que su deseo era venir a este mundo y comprobar por sí mismo si la humanidad era digna de tantas molestias, y a su vez, conocer el actual mundo de los mortales.

— ¿Lo supiste todo el tiempo?— cuestionó Bud.

— Lo supe desde el momento en que sentí la chispa de una nueva vida creciendo en mi interior —respondió, palpándose el vientre al recordar vívidamente las sensaciones de cuando se encontraba abultado—. Mi devoción hacia Syd no es sólo porque sea la reencarnación de la deidad a la que he consagrado mi vida… incluso por encima de ello, y mucho más importante, es nuestro hijo. Si nunca dije nada a ustedes, los dioses guerreros, es porque no quería privar a Syd de una infancia feliz y digna… y que su padre no lo viera de la forma en la que lo hace ahora —musitó Hilda, quien contuvo sus deseos de llorar.

Bud cerró los ojos, apenado por las palabras de su esposa.

— Señora Hilda… si el joven Syd es el dios Odín, él no estará a salvo hasta que los Patronos y todo lo ligado a ellos sea erradicado —Sergei se esforzó en decir—… Ahora que he escuchado todo… entiendo a lo que se refería Caesar… Ellos buscan matar a todos los dioses que han reencarnado en este mundo… creen fervientemente que así evitarán que esta nueva era sea destruida… temen que esta paz sea pasajera y en cuanto cada uno de ellos se percate de su identidad, las guerras volverán a estallar…

— Sergei, no me digas que deliberadamente fuiste en búsqueda de los Patronos —Bud preguntó.

— Lo hice… pero sólo así es que he podido traerles esta información tan alarmante —el dios guerrero no estaba dispuesto a entrar en detalles—… Señora Hilda, ¿usted sabe cuántos son los dioses que como Odín habitan en este mundo?

Hilda negó con la cabeza — Eso es algo que sólo las nornas saben. Si lo que dices sobre los Patronos es verdad, en Egipto debe haber uno de ellos… tenemos a Syd… y aparte de Poseidón, desconozco cuántos más…

— Todos están en peligro… y quién sabe cuántos de ellos pudieron haber sido asesinados en estos años… Ahora entiendo que… si los dioses no han actuado tras estos sacrílegos eventos, es… por ese pacto…. —Sergei se sujetó el pecho al resentir una horrible punzada que lo hizo gruñir—. Los Patronos están actuando sin que algún dios los esté respaldando… Avanish es el nombre del hombre al que sirven… Pero aun así, me resulta sorprendente que las soberbias divinidades no estén buscando venganza…

Hilda meditó por unos instantes en los que pudo intuir que — Quizá… alguien esté allá, intercediendo por nosotros….

 

 

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Capitulo 39.Imperio Azul, Parte III.

Condena

 

Tras ese salto de fe, Sugita de Capricornio se vio atrapado por un violento torrente de agua que inclemente lo arrastró por túneles oscuros y estrechos. La presión y los constantes golpeteos contra su cuerpo le dificultaron el mantener el aire en su pecho. Se abstuvo de oponerse a la corriente, sabiendo que sería inútil, pero un vendaval de ideas y miedos lo torturó hasta que perdió la conciencia por la falta de oxígeno.

 

Un fuerte impacto en el pecho logró que el agua abandonara sus pulmones. El santo dorado de Capricornio rodó hacia un lado, tosiendo sin control, expulsando una gran cantidad de agua en el suelo.

Desorientado, logró sentarse, sólo para ser tranquilizado por la mano de Nihil, quien le sujetó el hombro.

— Habría sido problemático que murieras en mi compañía… sé más cuidadoso, por favor —le pidió, impasible.

— ¿Dónde estamos? —Sugita preguntó, alarmado.

— Mira tú mismo —el marine shogun musitó, invitándolo a ponerse de pie.

 

En cuanto se alzó, Sugita inspeccionó con sus ojos el entorno. Se encontraban a la orilla de un estanque donde desembocaba una alta cascada cuya agua salía a gran presión.

— Por allí llegamos —Nihil señaló—. Es un acceso sólo de entrada.

Parecían haber caído dentro de una enorme caverna subterránea, cuyas paredes eran de roca sólida y extremadamente duras

Lo más sorprendente era que un gigantesco remolino de agua brillante y azulada abarcaba casi en su totalidad el techo de la gruta. Su resplandor era la luz que iluminaba el entorno a falta de cualquier vestigio de luz solar, por lo que todo lo que allí moraba se cubría con una gama de luz azul.

— ¿Pero qué es eso? —Sugita preguntó, impresionado al ver la corriente que giraba como las nubes alrededor del ojo de un huracán.

Se encontraban muy lejos del centro del vórtice de tal fenómeno, pero en la distancia se podía distinguir una especie de columna irregular que parecía llegar a él.

 

Nihil inspeccionó con cierta curiosidad, el torbellino se encontraba a una distancia igual o muy cercana a la existente entre el suelo y el mar en la Atlántida.

— ¿Qué es este lugar? —Sugita de Capricornio musitó con cierto temor—… ¿Qué es lo que la cloth de Aries está haciendo aquí?

— Si buscaba un lugar en el cual permanecer oculta, eligió sabiamente —respondió Nihil con su peculiar tono de voz, carente de emoción y sólo con objetividad—. Si su intención era buscar a un nuevo dueño, quizá lo encontró.

Nihil de Lymnades comenzó a avanzar, su destino sin duda era el pináculo que miraba a lo lejos.

— ¿Dueño? ¿Quieres decir que hay personas viviendo en este lugar? —Sugita cuestionó, siguiéndolo.

— Debe de… si estuvieran todos muertos no percibiría nada —respondió, saltando para avanzar ya que la zona se tornó cada vez más difícil de seguir.

— ¿Muertos? ¿Qué quieres decir? ¡Oye, espera! —Sugita clamó al no obtener respuestas.

El santo de Capricornio rebasó a Nihil sólo para interponerse en su camino y obligarlo a detenerse.

— Creo que antes de dar un paso más es justo que me expliques qué es este sitio. Si tendremos que lidiar con alguna situación adversa es mejor que me lo adviertas —pidió, mostrándose molesto con el marine shogun que le dedicaba una mirada impasible.

— Eres demasiado inestable… un momento puedes estar decidido, otro temeroso, al siguiente acobardado y al final malhumorado, ¿cómo puedes ser un guerrero eficaz si no controlas todo eso? —cuestionó, mirándolo fijamente.

— No hablemos de mí ahora —Sugita pidió sin cambiar de actitud—. Hablas de eficacia, y no advertirle a tu compañero lo que encontrará más adelante no es la mejor de las estrategias. Estamos juntos en esto, ¿o no?

Nihil guardó silencio por unos minutos en los que sólo pestañeó un par de veces. Sugita de Capricornio creyó que se había puesto en alguna clase de trance, pero sólo estaba tomando una decisión al respecto.

— Es una prisión —Nihil respondió para incredulidad del santo de Capricornio—. Mira, nuestra llegada ya ha sido percibida por los nativos —señaló, a lo que Sugita volteó para comprobar sus palabras.

 

En efecto, entre las grandes piedras y los montículos que éstas formaban, se alcanzó a divisar una silueta agazapada. Por la distancia y la penumbra perpetua, fue difícil de distinguir, mas una voz llegó a ellos.

Las palabras les resultaron desconocidas, de un idioma extraño que de alguna manera ambos sintieron que las entendían pese a que carecían de significado para su comprensión.

— Está asustado, pero a la vez curioso por nuestra presencia… no se irá —musitó Nihil a su compañero.

— ¿Acaso lees la mente? —Sugita preguntó sin apartar la vista en dirección a donde ese individuo se ocultaba.

— Algo mejor —respondió brevemente.

 

El santo dorado se animó a adelantarse un poco y buscar la comprensión de quienquiera que los había descubierto.

— Disculpe, pero no comprendemos su dialecto. No le haremos ningún daño, puede salir —se le ocurrió decir.

Una cabeza se asomó por encima de las rocas que creía el mejor de los escudos.

Habláis en la lengua de los dioses del Olimpo… —entendieron cuando la persona cambió de dialecto, Sugita lo identificó como griego con un acento y pronunciación bastante anticuados.

— Le comprendemos —Sugita le alertó, entusiasmado por el que existiera forma de entenderse.

Tras unos momentos, la figura comenzó a andar hacia ellos, distinguiéndose a un anciano ligeramente encorvado que debía apoyarse de un bastón para andar entre el difícil terreno. Vestía un largo camisón cuyo color era imposible de saber ante el monocromático entorno. Tenía cabello corto y canoso, así como una larga barba que le adornaba la cara arrugada. Lo que más resaltaba a simple vista era cómo toda su frente se encontraba tapizada con lo que parecían escamas… escamas que adquirían ligeros destellos al reflejarse la luz del torbellino sobre ellas.

El anciano exhaló aire con un gesto de sorpresa y admiración— Vos sois… Esos ropajes brillantes —avanzó con la mano extendida hacia Sugita, quien no supo cómo reaccionar ante el viejecito que terminó palpando el peto de su armadura—. Mi padre me compartió la imagen que a su vez su padre le obsequió… es muy parecida… Sí, mucho… vos debéis ser… santo… sí, un santo de la diosa Atena —el anciano comenzó a temblar conforme sus ojos se llenaron de lágrimas que no se molestó en contener.

— ¿Q-qué es lo que le pasa? ¿Se siente bien? —el santo de Capricornio se preocupó.

¿Bien? Por supuesto que estoy bien... es sólo que, no… es demasiado el gozo que este viejo corazón siente… al fin, por fin la diosa ha venido a salvarnos… al fin ha respondido al sacrificio de nuestro sagrado patriarca —el anciano continuó llorando, pero con una expresión alegre.

— Yo… la verdad no entiendo qué es lo que quiere decirme, anciano. Tiene que calmarse —Sugita lo sujetó por los hombros, estaba sobrecogido por la esperanzada mirada que el anciano había puesto en él.

— ¿Así que en vez de rezar por el perdón a su dios, decidieron orarle a la diosa enemiga? —cuestionó Nihil, quien hasta entonces había optado por el silencio—. Es evidente que no han aprendido nada…

El anciano miró al marine shogun, resaltando a sus ojos los adornos y rasgos marinos que había en su ropaje sagrado, algo que reconocía por las leyendas contadas entre su gente.

El anciano se giró hacia el marino y acusadoramente lo señaló con el bastón, clamando de nuevo en esa lengua indescifrable. Había miedo, pero sobre todo rencor en la mirada del anciano cuyas lágrimas continuaron fluyendo pero esta vez por la clara tristeza e ira que burbujeaban en su pecho.

— No hace falta que te entregues a la ira, noble viejo… A diferencia de lo que crees, el Emperador personalmente me ha pedido escoltar al guerrero de Atena hasta aquí.

Al escuchar eso, el viejo quedó en completo silencio, contrariado.

— Pudiste haber dicho que entendías su lenguaje… —Sugita reprochó.

— Habría mentido, el idioma de los atlantes me es totalmente desconocido. Sólo me basta ver su rostro para imaginar las numerosas blasfemias que ha dicho —Nihil aclaró, totalmente imperturbable.

— ¿Atlantes? —Sugita repitió—... Creí que ustedes…

Nihil se adelantó a explicar— Los auténticos atlantes, la descendencia directa del emperador Poseidón con la dama Clito**… Este anciano y todos los que moran aquí pertenecen a la casta manchada de Atlas, el primer rey de la Atlántida, y fue por la traición de su rey que todos fueron condenados a la oscuridad.

 

*-*-*-*-*

 

Sennefer, Patrono del Zohar de Esteropes, se encontraba dentro de una estancia subterránea donde se recrea la arquitectura de una mastaba del antiguo Egipto. En medio de la cámara inundada por la penumbra, había un gran agujero que parecía no tener fondo. Sobre éste se mantenía a flote el renombrado cetro de Anubis, cuya energía parecía alimentar el vacío o tomar fuerzas de él.

El Patrono estaba sentado en completa meditación junto a él, mientras su cosmos lo levantaba a escasos centímetros del suelo.

 

Privado de su zohar, en su torso desnudo resaltaba a la vista la cicatriz en su pecho de la que emerge grotescamente el ojo de un posible demonio, el cual pestañeó y miró hacia cierta dirección.

 

Así que… tú eres Sennefer —escuchó de  una voz para nada familiar en su cámara.

El Patrono se limitó a abrir los ojos, en búsqueda del que siseó de tal forma.

He escuchado mucho sobre ti, cosas muy interesantes.

— El que oses interrumpirme mientras medito quiere decir que vienes de parte del señor Avanish… sólo así es que me hablarías con tanta familiaridad como para creer que sobrevivirás. Muéstrate —pidió, sin abandonar su posición.

Su petición fue concedida al instante en que apareció un joven  justo delante de él, sólo el hueco en el suelo y el Cetro de Anubis los separaba.

Para Sennefer fue fácil reconocer la verdadera naturaleza de ese joven de cabello oscuro.

— Así que eres tú… la bestia que mi Masterebus ayudó y ocasionó tanta conmoción en Asgard —Sennefer lo sabía.

— Parece que estás bien enterado —sonrió el joven.

— ¿Qué asuntos puedes tener conmigo? Es cierto que perdí una mascota, ¿acaso vienes a pedirme que te deje tomar su lugar?

— No precisamente.

— Entonces, ¿cuál es la razón por la que me importunas, Ehrimanes?

— Sentía curiosidad por llegar a conocer a la persona que conoce tanto sobre el Abismo… un posible hermano

— Detente justo ahí, criatura insolente —Sennefer advirtió—. Tú eres un demonio que poseyó el cuerpo de un chico, yo soy un hombre que se volvió un demonio… no somos iguales

— Compartimos el origen de nuestra naturaleza —dijo Ehrimanes, con orgullo—. Es impresionante que en tu cuerpo hayas absorbido a uno de mis hermanos y uses su fuerza a tu beneficio… ¿pero quién domina a quién?

— Sennefer, el antiguo Apóstol Sagrado de Seth, y el demonio que llamas hermano, dejaron de existir cuando pactaron hace ya tantos siglos —explicó, mostrando una mirada intimidante—…. Soy el resultado de esa unión, alguien que supera a los hombres y a los demonios.

— Admiro lo que eres, por lo que mi sentido de supervivencia me ha encaminado aquí, a ponerme a tus servicios.

— Pensé que no te interesaba el puesto de mascota—Sennefer sonrió sarcástico.

— Seré un aliado que puede ayudarte en tus propósitos —Ehrimanes realizó una reverencia tras la cual terminó con una rodilla en el suelo, mostrando completa sumisión—. Masterebus jamás podría haber sido tan eficiente como yo lo seré para tu fin…

— Explícate…. —dijo, con desconfianza.

— No temas. No fue mi intención, pero cuando Masterebus compartió su sangre conmigo, fui capaz de ver mucho de lo que él ha presenciado y escuchado… Sabes que en la sangre está la vida de los seres vivos y su conocimiento.

— Entiendo… Vaya, en qué dilema me has puesto —Sennefer estiró las piernas para volver a pisar el suelo—. Podría destruirte aquí mismo y nadie se atrevería a preguntarme la razón.

— No deberías temer a la traición Sennefer, después de todo el señor Avanish no está interesado en lo que le ocurra al mundo después de que termine con su tarea —Ehrimanes le recordó, permaneciendo en el suelo—. Ha dicho que les dejará el mundo a ustedes como recompensa por tan buena labor…

— Es cierto que no debo temer de él, pero no es algo que me gustaría que se esparza por allí… ¿crees que el resto de los Patronos estarán de acuerdo?

— Si es que sobreviven…. —musitó Ehrimanes al ponerse de pie.

Sennefer lo miró con renovado interés — ¿No sobrevivirán?

— Pocos realmente…

— ¿Cómo puedes estar tan seguro?... —Sennefer cuestionó, intrigado.

— Este niño tiene la habilidad de ver el futuro en sus sueños, una habilidad que pienso utilizar a tu favor —prometió.

— Tara también es capaz de ver el futuro —Sennefer aclaró sin sorprenderse—, mas no es sabio confiarse de lo que los videntes son capaces de ver, el futuro siempre está en movimiento y por ende en constante cambio. No confío en esa magia tan inexacta.

— Es cierto, pero cuando se mueven bien las piezas, el futuro es capaz de manipularse —Ehrimanes dijo con clara malicia—… Es algo que hice desde el momento en que obtuve este cuerpo. ¿Fastidié toda su operación en Asgard con una simple acción no es así? Puedo hacer eso y más… colocar lo que se necesite en el tablero del destino para labrar el futuro que deseamos.

Sennefer lo meditó, mirando de soslayo al enigmático Ehrimanes.

— ¿Por qué te interesa?

— Porque yo he experimentado lo que es la vida fuera del Abismo, a través de un cuerpo humano —Ehrimanes se palpó el hombro, sonriendo—. El que el resto de mis hermanos tengan la misma dicha, la que tú también has experimentado, ése es mi deseo…

— ¿Es eso todo? —Sennefer se rió—. No intentes engañarme, somos de la misma calaña por lo que preguntaré nuevamente, ¿qué beneficio buscas al fingir aliarte conmigo?

Ehrimanes sonrió descaradamente, sabiendo que no tenía que ocultarle nada a ese hombre.

— Bien, ¿buscas una asociación basada en la verdad? No es propio de nuestra estirpe, pero está bien. Puede que suene una razón anticuada, sin embargo lo vale: Venganza… simple venganza —repitió con gozo—. Los humanos nos expulsaron fuera de su mundo y nos confinaron a las tinieblas. ¡Redujeron nuestra existencia a menos que nada! Quiero ver a los shamanes retorcerse de dolor cuando sus cuerpos se vuelvan moradas de los espíritus que sus antepasados oprimieron… ¡Quiero que les arrebatemos el control de este mundo y lo volvamos nuestro! Lo he visto, es posible, a través de ti, tus poderes, el cetro de Anubis, el sello de reemplazamiento de almas… ¡La era de los hombres y los dioses terminará y nosotros podremos reclamar este mundo!

 

Sennefer lo miró silenciosamente, buscando las mentiras detrás de cada palabra y exaltación, no podía fiarse de todo lo que salía de esa lengua convenenciera, sin embargo decidió no ocultar que compartían algo en común.

— Y lo haremos —respondió, esbozando una sonrisa igual o inclusive más siniestra que la del propio Ehrimanes—. Pero a su debido tiempo —aclaró—. Incluirte en mis planes es algo que debo meditar con cautela. Ahora me es imposible ya que estoy a punto de comenzar un gran asalto… —Sennefer explicó, devolviendo su atención al cetro de Anubis, hacia el cual extendió los brazos. La energía que rodeaba el artilugio mágico se extendió hasta cubrir el cuerpo del Patrono, cuyos ojos se llenaron de oscuridad en la que resaltó el color dorado de sus pupilas.

— Ah, el próximo enfrentamiento dará inicio, ¿no es así? —Ehrimanes se alejó un poco, decidiendo ser sólo un espectador —. No tuve oportunidad de estudiar sus variantes con cautela, será divertido ver el resultado final. Aunque de algo estoy seguro… las muertes están garantizadas.

 

 

*-*-*-*-*

 

 

El anciano tomó un poco de musgo creciente de las piedras para mostrarle al joven santo cómo lograba encender un fogata, usando un aceite especial que prendió con una peculiar cerilla.

Una vez iluminados por luz anaranjada, la pálida piel del anciano fue visible, así como el color plata de las escamas en su frente que reflejaban los colores cálidos de las flamas.

El viejo atlante había dejado de mostrarse hostil ante el marine shogun una vez que éste aclaró su misión allí. Acordaron sentarse alrededor del fuego, para proseguir con la conversación.

Un marine shogun…. ayudando a un santo de Atena —murmuró el anciano, sobándose las manos con nerviosismo—… ¿Cómo es posible? Nuestros abuelos narraban su rivalidad encarnizada, así como la de vuestros dioses…

— En la Tierra han pasado siglos desde que fueron juzgados y condenados a esta prisión bajo el mar… Muchas cosas han cambiado, entre ellas la gracia del emperador Poseidón.

Entonces… ¿será posible? ¿El dios del mar… está dispuesto a perdonarnos?¿Nos liberará? —preguntó el viejo, con la voz temblorosa.

— No es algo que pueda saber —respondió Nihil en total tranquilidad—… pero ha dado el primer paso ¿no lo crees? Después de milenios de mirar hacia otro lado, ha vuelto a prestarles atención… Podría ser una señal.

El anciano cerró las manos frente a su rostro y agradeció en su lengua natal antes de proseguir — Las señales han estado ocurriendo, es posible… desde el momento en que ese cometa dorado cayó en nuestro reino, supimos que se trataba de un buen augurio… y ahora, con la llegada de un santo de la magnánima Atena y un sagrado marine shogun de Poseidón, todo… hay esperanzas… esperanza —el viejo permaneció cubriendo su rostro, de nuevo entregándose al llanto y a su propio gozo.

— ¿Un cometa? Podría tratarse de la armadura dorada… —musitó Sugita para sí mismo.

 

— Nihil— Sugita lo llamó—, ¿podrías hablarme de lo que aquí ocurrió? Sólo soy capaz de entender que… este hombre y su familia son prisioneros en este lugar… su rey traicionó a Poseidón, por lo que este fue su castigo.

— Quizá es lo único que necesites saber —contestó, mas al ver el gesto del santo supo que no estaría jamás conforme con ello—. Pero para evitarte distracciones y conjeturas erróneas, es mi deber contarte lo que has pedido…

 

Nihil miró las llamas como si en ellas pudiera ver los sucesos que estaba por narrar— Todo se remonta a la era mitológica, cuando los dioses gobernaban a los humanos y existía un convivio constante entre las deidades y los mortales. El mundo de la superficie le pertenecía a Zeus, el del mar a su hermano Poseidón y el mundo de los muertos a Hades. Se dice que Zeus era un dios que se ausentaba demasiado, por lo que nombró a Atena como la regente de sus dominios. En aquellos días, el emperador Poseidón aprovechó una de esas ausencias para hacerse del dominio de Zeus, por lo que así fue que inició la guerra contra Atena y los mortales que le servían.

— El Emperador tenía demasiado a su favor ya que había preparado a su armada con antelación, todo un ejército de guerreros atlantes capaces de exterminar a los mortales y apropiarse de la superficie. Su propia estirpe, protegidos con armaduras que se conocieron desde entonces como scales, ropajes creados con oricalco, por instrucción y bendición del mismo Emperador.

— Es bien conocido que los primeros santos de Atena carecían de la defensa de los ropajes que actualmente poseen, pero aun así, los mortales mostraron tanto valor ante los enemigos del mar, que el entregar sus vidas a la causa conmovió el corazón de la diosa y así es como ella les concedió las nombradas cloths… pero hay ciertas omisiones a la historia que explican toda esta tragedia, ¿no es así, anciano?

El viejo se limpió el rostro con la manga de su ropa antes de responder— Sí… dicen… que el arrojo de los mortales no sólo cautivó a la diosa de la sabiduría, sino al mismo rey Atlas, primogénito del emperador Poseidón, uno de los diez reyes del glorioso reino de la Atlántida... Aunque, también se especula que fue la diosa Atena quien pidió ayuda a nuestro rey —el viejo permaneció cabizbajo—… Fuera como fuera… el rey Atlas convenció a los herreros artesanos del continente Mu que aceptaran aliarse con Atena en su necesidad. Sin embargo, los muvianos tenían una estrecha relación con la Atlántida, el miedo hacia el dios del mar impidió que prestaran su ayuda con facilidad… En cierto momento, nuestro rey convenció a una familia de herreros capaces de trabajar el oricalco y el polvo de estrellas… y así fue como nacieron las cloths de los santos.

— Debes saber —prosiguió Nihil— que dicha situación balanceó la sangrienta guerra y finalmente los santos lograron causar bajas al ejercito del Emperador, desencadenando el fin de la historia como la conocemos. El emperador Poseidón fue derrotado, la Atlántida se hundió bajo el océano y todos los atlantes murieron… excepto la casta de Atlas, quien tras haberse aliado con Atena luchó a su lado y juntos trajeron la paz.

… Pero entonces… el castigo cayó sobre nosotros —musitó el anciano, deprimido al recordar nuevamente las razones por las que tenía que vivir en esa gran prisión de roca.

— Se dice que tras el final de la guerra, los dioses se reunieron alrededor de Zeus, algunos exigiendo justicia por lo acontecido, otros pidiendo clemencia para los involucrados —explicó Nihil—. El dios del trueno tenía mucho que considerar, y aunque las acciones del Emperador fueron una afrenta hacia sus dominios y autoridad, la derrota de un dios a manos de los mortales resultó algo imperdonable. Aunque Atena tomó la decisión, excusando proteger a los humanos y el reino de su padre, el proporcionarle a los hombres armas y conocimientos para oponerse a los dioses resultó intolerable para muchos. Al final, Zeus decidió que el castigo de Poseidón fue el que llegó a manos de su hija, pero Atena y sus aliados también tendrían que someterse a la voluntad de los dioses —el marine shogun terminó por ponerse de pie, contemplando el desolado y lúgubre paisaje frente a sus ojos—. Al dios Poseidón se le permitió hablar ante los demás dioses, le cedieron la oportunidad de elegir cuál sería el castigo para sus enemigos. Es claro que el Emperador exigió que se condenara a Atlas, a su linaje y a los muvianos por la traición cometida. Me atrevo a suponer que fue su manera de vengarse también de Atena, que ella atestiguara cómo es que todos aquellos a los que volvió en su contra sufrieron las consecuencias de su victoria y no poder hacer nada al respecto.

Nuestro rey, y todos los atlantes que lo siguieron en su cruzada, fueron condenados a esta prisión fortificada, a jamás ver el sol, ni los campos verdes —el anciano dio un largo suspiro—… A morar en la oscuridad, comiendo de los pocos peces que llegan en los riachuelos de agua salada, con escasa agua dulce… Nuestros antepasados, hicieron todo lo posible para sobrevivir en deplorables condiciones… ellos pasaron la peor parte… algunos resistieron y se aferraron a vivir, otros prefirieron buscar el descanso o la expiación con la muerte…

Sugita de Capricornio se sentía impresionado por el relato. La visible tristeza y desesperación del viejo lo hacían sufrir, pues él no estaba allí para liberarlos. Con congoja pensaba en que el corazón del anciano se romperá en cuanto se lo aclare.

Se intentó vivir en comunidad… Generaciones han nacido y perecido aquí. Las historias y el origen de nuestro encierro es algo que se ha procurado transmitir a los más jóvenes… enseñándoles a guardar esperanzas de que algún día se nos concederá el perdón si somos lo suficientemente buenos… creyendo que si el Emperador veía nuestro arrepentimiento se apiadaría de nosotros, sus hijos perdidos… Muchos han sido los que se resguardaron en tal esperanza, pero han muerto de vejez sin haber atestiguado su sueño…

— Irradiaste de esperanza cuando viste a este santo de Atena, ¿por qué? —le recordó Nihil, con curiosidad ante lo que pudiera comentar.

Yo nací aquí, en cautiverio… mi abuelo fue uno de los exiliados que lograron sobreponerse a todas las carencias… La sangre que corre por nuestras venas nos permite una larga juventud y una larga vejez… pero en este sitio, eso es una maldición —el anciano miró hacia el techo con amargura—…. Soy de los más viejos ahora, pertenezco a una de las últimas generaciones que se animaba a creer, pero…. Fue natural que los más jóvenes comenzaran a cuestionarnos… que comenzaran a odiar… que soñaran con salir de aquí con desesperación… Las leyendas que ellos escucharon como cuentos, los llevaron a creer que quizá Atena sería quien los liberara… en pago por lo que nuestro rey y su pueblo sacrificó por su victoria…. No nos importó demasiado ya que, era preferible que se aferraran a esa idea en vez de subir por el Pináculo de Piedra…

— ¿El Pináculo de Piedra? —Sugita repitió, a lo que el viejo apuntó hacia aquella lejana torre que sube justo hacia el vórtice del feroz remolino.

— Cuando la desesperanza volvió a abatir a nuestros jóvenes, construyeron ese pilar, creyendo que si se dejaban arrastrar por esas aguas acabarían en la superficie… Intentamos detenerlos pero, no escucharon razones… mi hijo fue uno de ellos… Fue desgarrador verlo partir tras prometerme que sin importar lo que le costara, saldría de aquí y volvería por todos nosotros… Sólo los vimos desaparecer dentro de ese agujero que los absorbió y borró todo rastro de ellos… jamás los hemos vuelto a ver…. Puede parecer tonto pero, aún después de tanto tiempo espero el día de su regreso….

— No tienes por qué esperar más —dijo Nihil—. Tu hijo y todo aquel que se entregó al remolino han muerto.

— ¡Nihil, basta! —Sugita espetó.

— La corriente los arrastró hacia la superficie, es cierto, pero en el trayecto la fuerza en ellas destrozó sus cuerpos causándoles una muerte casi instantánea. Ni siquiera tuvieron la suerte der ver la imagen del sol a través del agua antes de morir. De sus restos se ocuparon las criaturas marinas…

El marine shogun se dio media vuelta, anticipando la reacción del santo de Capricornio quien lo empujó y retuvo contra el muro más próximo.

— Cierra la boca… ¿Acaso no sientes nada de pena por este hombre? — Sugita murmuró con evidente resentimiento— ¡¿Qué clase de seres son ustedes que pueden vivir sabiendo lo que pasa aquí?! ¿Cómo... cómo es que Poseidón puede tratar con tanta benevolencia a la gente de allá arriba mientras aquí —se atragantó—… permite que pasen tantas calamidades? ¡¿Cómo es eso posible?! —deseó saber.

— ¿No te has detenido a pensar que si te permitió llegar hasta aquí fue por alguna razón? —Nihil musitó, paciente—. Como ya dije, el primer paso se ha dado, ¿ayudarás a que se den los siguientes?

— Por supuesto…

— Entonces prosigamos con nuestra verdadera tarea —Nihil apartó con facilidad las manos que lo retenían contra el muro— Es evidente que intentarás interceder por estas personas. A través de nuestra experiencia, el Emperador podrá saber lo que aquí ha sucedido, y quizá, sólo quizá, puede que en verdad haya esperanza para ellos.

 

El anciano dificultosamente se puso de pie con ayuda de su bastón. Observó de modo melancólico a los dos jóvenes guerreros una vez que entendiera que su misión estaba lejos de ser la esperada por él.

Vosotros… ¿qué es lo que realmente esperáis encontrar aquí?, ¿a qué habéis venido? —preguntó.

Sugita miró con vergüenza al anciano —Buscamos… una cloth de oro como la mía. Ese es el motivo por el que vine… pero tras ver lo que aquí se oculta no pienso quedarme con los brazos cruzados… haré lo posible para que todo esto se resuelva.

El anciano contempló con tristeza al joven santo, y por un momento fugaz recordó a su hijo y su despedida.

Parecéis tan convencido de lograrlo… pero no puedo permitirme caer en vuestras palabras, estoy muy viejo para sufrir más desilusiones —dijo el desanimado viejo—... Todo esto… vosotros, yo mismo, mi gente, Poseidón, Atena, Atlas… es un trágico capitulo que debe llegar al final… Tal vez vosotros son el final… soñamos con la libertad… cuando os vi llegar pensé que serían los verdugos que finalmente nos traerían la muerte… Pero ahora parecéis bravos caballeros de la esperanza… quizá la última que podamos soportar— el viejo suspiró, y tras una breve plegaria silenciosa decidió decir—… Yo ayudaré a que os decidáis… ser verdugos o caballeros… ya da igual.

Las palabras del anciano los contrarió un poco, esperaron a que les explicara lo que ocultaba detrás de ellas, mas el viejo comenzó a andar por la vereda.

Seguidme… Si buscáis una armadura de oro, yo sé dónde está. Cayó aquí hace tiempo, la recogimos y se la entregamos a nuestro líder, desde entonces ha permanecido a su lado.

— ¿A su líder? —Sugita se interesó.

Sí… hablo del rey Atlas, por supuesto.

 

*-*-*-*-

 

 

Templo de Poseidón. Salón Principal.

 

Alrededor del trono del Emperador de los mares, cuatro de sus marines shoguns se habían reunido para enterar a los que se encontraban ausentes sobre los recientes acontecimientos en el reino.

— Envié a Tyler según tus indicaciones, Enoc. Espero que pronto arribe en compañía de Alexer —comentó Behula de Krysaor, sosteniendo su lanza sagrada.

— El comportamiento de Alexer… no es propio de él —añadió Sorrento de Siren, vistiendo su scale.

— Es por eso que quiero respuestas antes de que tengamos que lidiar con los llamados ‘Patronos’ —habló Enoc con serenidad.

— Todos aquellos que busquen agredir al Emperador deben ser aplastados… —dijo la voz de una joven de cabello rosado. Su piel bronceada se encontraba revestida por la scale de  Scylla.

— He enviado a la mayoría de las tropas a las ciudades del exterior. El Emperador fue claro en su deseo por proteger a la población como una prioridad —explicó Enoc, quien se sujetó al trono vacío de su dios.

— Supongo que permaneceremos aquí hasta que se llegue a advertir  algún ataque— dijo Behula de Krysaor.

— Aun si los hubiera, no podemos dejar indefenso el palacio —comentó Sorrento de Siren.

— Sorrento, tú permanecerás en vigilia del Emperador —indicó el dragón marino—. Sería deshonroso que él tuviera que involucrarse en una contienda con enemigos impíos, recuerden eso.

— Enoc, ¿qué debemos esperar de la incursión de Nihil en compañía de los santos de Atena? —Sorrento se animó a preguntar.

El marine shogun tardó en responder— Nihil recibió sus instrucciones de boca del mismo Emperador… desconozco la naturaleza de la misión que le fue asignada —explicó, para intriga de los presentes—. Es incierto saber cuánto tiempo le tomará, hasta entonces deberemos unir esfuerzos por cubrir sus funciones… así como las de Alexer.

— ¿Crees que en verdad Alexer haya decidido desafiar a la Atlántida? —Sorrento cuestionó una vez más.

— Ese es el problema… no encuentro razones que hayan impulsado a Alexer a tomar tal decisión —Enoc respondió—. Todos hemos sido testigos de lo benevolente que el Emperador ha sido con el reino de Bluegrad... ¿Cómo podrían pensar siquiera en traicionar a su máximo benefactor?

— Es fácil juzgar sólo por las apariencias —comentó Behula en total calma—, pero hasta que la verdad no se muestre tal cual es, le brindaré a Alexer el beneficio de la duda.

— Tampoco me siento muy cómodo con la idea… Sin embargo, experiencias pasadas me han hecho ver que los traidores se pueden esconder hasta en los compañeros más entrañables —recordó Sorrento—. Considero que Enoc ha tomado la decisión correcta al confrontar a Alexer antes de que sea demasiado tarde.

— Por el contrario —agregó el dragón marino, volviéndose hacia sus compañeros—. No estoy dispuesto a perder tiempo en intrigas. Enviar a Tyler fue una manera de presionar a Alexer. Si todo esto es sólo una equivocación acudirá a mi llamado y se someterá a mi juicio; de lo contrario lo tomará por sorpresa y se verá obligado a actuar, de ese modo desenmascaré rápido su obra.

— Por eso enviaste a la mayoría de nuestras fuerzas a la superficie. Buscabas que las bajas fueran mínimas en caso de que decidan atacar —entendió Behula.

— Aun cuando Alexer se sintiera atrapado, ¿cómo estás seguro de que no acudirá aquí fingiendo? —cuestionó Sorrento.

— Por Nihil —respondió la distraída Caribdis de Scylla, quien miraba en dirección opuesta a la que se encontraban sus compañeros—... Alexer sabe que jamás podría mentirle a Nihil.

— Ya lo ha dicho Caribdis —Enoc sonrió.

— Espero Tyler sea capaz de manejar cualquiera que sea la situación —musitó Behula, preocupada.

— Entonces, deliberadamente esperas que estalle la guerra —Sorrento musitó, pensando en cada una de las posibilidades.

— No me malinterpretes, Sorrento —aclaró Enoc—. Pero tampoco soy de los que gusta vivir bajo la sombra de un mal presagio. Prefiero atacar el mal que ser acechado por él.

— En eso estoy de acuerdo —dijo Behula, notando lo distante que se mantenía Scylla.

Caribdis de Scylla siempre ha sido una chica misteriosa, por lo que todos los ahí reunidos ya se habían acostumbrado a su forma de ser así como a sus inesperadas reacciones.

Pese a ello, se le consideró lo suficientemente capaz y habilidosa para que se le fuera otorgada una de las siete scales de los marines shoguns y convertirse así  en la guardiana del océano del Pacifico Sur.

La primera vez que la conoció, Behula y ella parecían compartir la misma edad, pero pese a los años transcurridos ella había crecido mientras Caribdis permanecía en la misma línea de juventud.

La marine shogun de Scylla no era como los demás marinos, su origen era desconocido y su pasado un enigma, pero aun así, Behula sentía la necesidad de velar por ella como si fuera su hermana mayor.

 

Cuando Behula de Krysaor puso su mano sobre su hombro, la joven Caribdis llegó a decir — Allí viene… el gigante y los condenados…

— ¿Qué dijiste Caribdis? —preguntó la marine shogun de Krysaor, justo antes de que un estruendo golpeara sus sentidos y la barrera de su cosmos.

 

— ¿De dónde provino eso? —Sorrento preguntó, percibiendo extrañas presencias en el reino submarino.

— Respondieron más  rápido de lo esperado —Enoc se colocó el casco de su ropaje y con tranquilidad advirtió a los enemigos que llegaron al reino de Poseidón.

— Es…. un grupo numeroso —presagió la marine shogun de Krysaor mientras Caribdis de Scylla endureció la mirada al estar consciente de la clase de individuos que habían invadido su hogar.

 

*-*-*

 

Los centinelas que custodiaban las puertas principales del reino de Poseidón, fueron sorprendidos por una ventisca que se introdujo por uno de los portones cuando éste se abriera tal cual era costumbre.

Pese a que fueron alertados de posibles intrusos, no imaginaron que a través de la puerta que conducía hacia Bluegrad entraría una estampida salvaje que arremetió contra toda vida que encontraron en su camino.

En un santiamén, yacían ocho marinos de la Atlántida muertos bajo los pies de una brigada de guerreros que fácilmente los sometieron.

Uno a uno, comenzaron a pasar a través del portal, hasta que un grupo de cincuenta hombres y mujeres vestidos con armaduras azules se aglomeró en ese recinto.

Aguardaron hasta que las últimos cuatro siluetas pusieran un pie en el reino submarino, esperando instrucciones.

— Así que esto es la Atlántida —dijo una joven que emergió del umbral luminoso, seguido por un hombre de gran altura, que emergió y se alzó como un gigante de cinco metros envuelto en una portentosa armadura que le cedía un aspecto impresionante.

— ¿Es hermosa, no lo creen? —preguntó la misma joven de cabellera azul, respaldada por todo el sequito de guerreros que la acompañaba—. Es una lástima que tenga que desaparecer —Leviatán de Coto sonrió con malignidad—. Ya sabes que hacer grandulón, esta vez no queremos entrometidos en nuestra reunión —dijo ella, por lo que el gigante de armadura negra se volvió hacia las puertas, y tras lanzar un golpe al aire todas y cada una de ellas explotaron en un efecto dominó—. Después de todo, esto será una bella reunión familiar…

 

 

FIN DEL CAPITULO 39

 

 

* Eventos que ocurrieron en un fic antiguo llamado “Lost Souls”, un crossover que escribí hace años y que no necesitan leer, pero cuyo final fue el punto de arranque para darle vida a este nuevo mundo.

** Todo lo del pasado de la Atlántida es basado en ciertos relatos mitológicos y obvio muchas cosas de mi cosecha.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 12 agosto 2016 - 22:05

Nombre del fic: Saint Seiya: El despertar de los caídos.

 

Resumen y adentra-miento al capítulo: Este capítulo se centra en el encuentro entre dos dioses de diferentes culturas, en una batalla con bastante contacto físico que deja en claro cual es la principal virtud de mi fic. La batallas bien fumadas XD. Sin embargo, este capítulo se ubica en una parte muy adelantada de mi fic y bueno para poder entender mi fic, hay que leerlo de principio a fin. Por eso, solo dejo este capítulo :) Espero sea de su agrado y omitan mis horrores ortográficos, ando a flojera every, every...

 

 

Capítulo 71: Golpe a golpe, una batalla de dioses.

 

 

Los encuentros en el reino de Anubis acaban de subir de nivel. La gran pirámide que mantiene preso, quizás a un caído, acaba de succionar a los caballeros de oro, a los segadores de vidas y a los distintos guerreros de la orden que aún siguen con vida. Una lucha divina esta por dar inicio, Thor el dios del trueno, se ve la cara con Ares, el Dios Olímpico de la guerra. Mientras Hades y Zeus, se dirigen al palacio de Valhalla. 

 

 

(En una de las entradas de la gran ciudad de Asgard. Thor y Ares se veían las caras, las calles de la ciudad estaban vacías por miedo a que los dioses en su encuentro destruyeran todo con su infinito y abrumador poder)

 

Ares: (Poniéndose en posición de combate) ¿Que pasa? ... ¿le temes al dios de la guerra?

 

Thor: ¡Huuh! ¡Yo no le temo a nada, yo soy un Dios y...!

 

(Ares elevando su cosmos, hace temblar toda la tierra. Ocasionando principios a terremotos en partes distintos de la ciudad y alrededor del planeta)

 

Ares: Ahórrate tus discursos con y para un mortal u otro guerrero. De frente tienes a un dios, el cual pondrá a prueba el mito de... ¿Si en verdad somos inmortales?.

 

Thor: (Sonriendo) ¡Juh!, ¡Juh!, ¡Juh!... parece ser que mi rival sera digno de el uso de todo mi poder, te pido de la mejor manera de que nos movamos lejos de aquí, si con tu solo cosmos pudiste crear un terremoto que hizo temblar al planeta entero, no me quiero imaginar lo que pueda pasar cuando yo también ponga en alza el mio (Rascándose la barba dorada que dejaba caer hasta su barriga).

 

Ares: No me importa el lugar de batalla, yo solo quiero luchar.

 

Thor: Si tienes honor sígueme a las montañas nevadas de Asgard a una distancia bastante favorable para estos inocentes de mi tierra. Ahí podremos usar nuestro cosmos a gusto, ya que allí esta parte del corazón de Ymir. Sabes muy bien que un enfrentamiento entre dioses es capaz incluso de hacer que cientos de galaxias colapsen. Aprovechemos ese sello para desplegar nuestro cien por ciento.

 

Ares: ¡Como quieras!

 

(Ambos Dioses se alzan sobre los aires y se van a las montañas que Thor ya le había señalado al dios de la guerra)

 

Thor: (Mientras iba volando, pensaba) A pesar de querer frenar a Hades y a Zeus, me resultaría imposible cumplir dicho hecho, era una desventaja muy amplia. Ojala mis hermanos y hermanas logren frenar a estos dioses, inclusive Loki tendrá grandes problemas si los enfrenta.

 

(Thor y Ares, aterrizan en las montañas de nieve)

 

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Thor: ¡Oh si! Aquí fue donde se libraron muchas de las grandes batallas con los gigantes hace tanto tiempo, estas montañas podrán resistir sin tener que limitarnos.

 

Ares: ¿Y quien dijo que me limitaría? ¡Arhhhhhg! (Ares comienza a hacer que se cree una ventisca muy violenta, por la elevación de su cosmos. Incluso con el sello que el corazón muerto del gigante Ymir les proponía)

 

Thor: Bueno, comencemos dios de la guerra... ¡Urrrhggg!

 

(Thor comienza a cargar una serie de rayos en su gran martillo y se lanza en una embestida muy violenta en contra de Ares)

 

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Ares: ¡Jeh! Veamos de que estas hecho... ¡Arhhhhg! 

 

(Ares toma su imponente escudo y se abre paso con este abriendo el paso a una gran llamarada, mientras contrarrestaba con su espada las grandes cargas de Thor)

 

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(Thor se deja dar por la llamarada de Ares y deja que su espada parta la hombrera de su armadura, pero el dios de la guerra mitológico recibe por completo en toda la zona de la barriga el impacto del martillo de Thor. Destrozándole toda esa parte de la armadura y subiéndolo de golpe casi hasta hacerlo tocar a la atmósfera de el planeta)

 

Thor: ¡Grrr, logro herir mi hombro!

 

​(Thor retira la espada que yacía encajada en su hombro, lanzándola al suelo)

 

Ares: (Estando en el aire) ¡Puahhh! ¡Ahhh!, (Gimiendo por el dolor) ese... ese martillo, es fuerte, pero... no lo suficiente como para hacerme caer ¡Huuuuh!

 

(Ares se lanza desde donde estaba en picada, tomando la velocidad de una estrella fugaz o una velocidad mucho mas rápida que esta)

 

Thor: (Observando al dios de la guerra bajar) ¡Demonios! ¡Urrrgh!... Con que a esas vamos...

 

(Thor sube a toda velocidad volando hacia la dirección de Ares, con la intención de contrarrestar su ataque)

 

Ares: ¿Piensas contrarrestarme de esa manera?... esta es mi oportunidad de hacer que ese martillo caiga y asestarle el golpe directo de mi espada.

 

(Thor intenta conectar un golpe con su martillo a Ares pero este golpea y corta el mango del sustento de el martillo del dios y con su escudo le da un choque tan fuerte a Thor que hace que atraviese toda la montaña, llegando a quedar incrustado en el interior de esta y su martillo impactando con la montaña vecina)

 

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Ares: (Cayendo en una parte de la montaña estable) Ahora sin su martillo, no tendrá con que hacerme fren...

 

(Una carga equivalente a la fuerza de mil rayos, salia desde el interior de la montaña)

 

Ares: ¿Pero que significa esto?

 

(La montaña debido a la gran cantidad de Relámpagos explota y Ares recibe parte de la gran explosión) 

 

Thor: (Saliendo de la niebla de batalla, cansado, con la frente sangrando y jadeando) ¡Jaff! ¡Jaff! ¡Tú no puedes ser mas fuerte que yo! ¡Urrrrhggg!

 

(Thor desde sus manos comienza a crear una formación de rayos juntándose)

 

Ares: (Estando en el suelo, bajo las demás montañas, observando a Thor en las alturas) ¿Donde esta mis espada?... ¿Donde abra caído? ¿Y mi escudo? ¡Grrrr!... esto sera doloroso, (Mientras veía bajar la descarga de relámpagos de Thor desde las alturas)

 

(Ares ni siquiera pudo moverse para esquivar dicho ataque, la descarga de rayos de Thor fue tan inmensa que hizo un cráter en el suelo frió, comparable al tamaño de la mitad de una pequeña ciudad, incluso por encima del sello del corazón del gigante Ymir, dejando en claro que el poder de los dioses es supremamente descomunal)

 

(La tierra entera, se encuentra sucumbida en temblores. Los glaciares se derriten y los mares se tornan violentos, todo gracias a la batalla que estos dos dioses mantenían)

 

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Thor: Parece ser que el gran dios de la guerra, no tuvo oportunidad contra mi, veré si puedo retener a Zeus y...

 

 

(Una gran llamarada envuelve a Thor, el fuego lo engulle y Ares junto con su espada y escudo, se lanza sobré el dios nórdico del trueno)

 

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Ares: Maldito...lograste, herir mi cuerpo bastante, sin duda eres todo un dios, pero... (Dándole con su escudo en la cara, repetidas veces) No eres capaz de derrotar a un rival de tu nivel, (Enterrándole la espada en el abdomen, pasando fácilmente por su armadura).

 

Thor: ¡Cuaaahhhg!...

 

Ares: ¿Sientes dolor verdad? (La espada enterrada, se enciende en llamas) ¡Defiende ahora!... ( Ares le da con su mano izquierda tres golpes consecutivos a Thor en la cara).

 

(Ares le iba a dar un cuarto golpe a Thor, pero recibe a Mjolnir en la espalda, teniendo esta una gran carga de relámpagos destruyéndole toda la parte de la espalda a su armadura

 

Ares: ¡Puooh!

 

Thor: ¡Olvidas que yo también soy un dios!

 

(Thor retira la espada de su abdomen, su martillo cae al piso y se va a los golpes contra Ares)

 

Thor: ¡Grrrr!, no ganaras tan fácilmente...

 

(Thor quita con una mano el escudo de Ares y con la otra le da un golpe en la cara estrellándolo contra el pico de la montaña vecina, una montaña muy empinada que estaba a unos 50 kilómetros de distancia)

 

Ares: ¡Arhhhg! Maldito... (Cargando de ambas manos, una esfera de energía con una marca de una lanza en el centro de la misma bola de cosmos)

 

Thor: ¡Grrr!, cuando ese ataque choque con mis manos, el recibirá un impacto directo, ¡¡¡¡MJOLNIR!!!!... (Poniéndose en posición para frenar el ataque)

 

Ares: ¡Muere...!

 

(El dios de la guerra, dispara la esfera de energía a Thor, quien con mucho esfuerzo solo pudo retener por unos instantes el ataque. La bola se lo llevo a estrellar con una conjunción de montañas ligadas, destruyendo el centro de todas estas)

 

 

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Ares: ¡Jeje, nadie puede resistir ese ataque...!

 

(En el cielo se encontraba Mjolnir y esta llena de relámpagos, rayos y truenos, esta hace caer, un carga de rayos con la magnitud no de 1000 si no de 100000 relámpagos sin control, pero ordenadas en un solo ataque)

 

Ares: No puede ser (Con cara de asombro y preocupación)

 

(Sin poderse mover, recibe todo el ataque en todo su cuerpo, siendo su armadura divina totalmente destruida y este cayendo al piso, sosteniéndose con una mano a duras penas)

 

Ares: ¡Maldición...! ¡Puahh! (Botando un gran fluido corrido de sangre de su boca) debo admitirlo, no puedo mas.

 

​(En una niebla de batalla, en el frió terreno en el que peleaban. Un Thor cojeando y sin armadura, se acercaba)

 

Thor: (Jadeando) ¡Jafff! ¡Jafff! Listo para el segundo round, meñique.

 

Ares: (Pensando) Maldición, si bien los dioses somos considerados como seres inmortales, pero con lo que paso aquella vez con los caídos. Este mito fue desmentido, con esto quiero decir que Thor es una maldita cucaracha que no muere, ni con mis mejores técnicas... (Levantandose) Thor estoy listo para el segundo encuentro (Poniéndose en una posición de combate cuerpo a cuerpo)

 

Thor: (Pensando) No puedo mas con mi cuerpo, la herida de la espada y su ultimo ataque me acabaron si estoy de pie, es por mi divinidad y mi ultimo aliento, jeje después de todo, quizás los dioses si podamos morir, incluso luego de la humillación que los caídos nos hicieron pasar. Como no voy a recordar cuando uno de esos seres pudo, sacarme del planeta con un simple dedo. Jaja, hace siglos, muchos siglos que no tenia una batalla como esta. 

 

(Ambos Dioses luego de pensar y observar sus situaciones, se lanzan en un ultimo ataque, puño a puño)

 

Thor: ¡Arrrhgggg!

 

Ares: ¡Urrrrg!

 

(Thor le conecta un golpe tan fuerte a Ares en la barriga, que hace que bote un intenso chorro de sangre y a la vez haga un sonido tan fuerte que se llego a oír a Asgard e hizo temblar a la ciudad y de la misma forma el dios de la guerra caiga de rodillas, ante él)

 

Thor: ¡Jeh! ¡¿Es todo?!...

 

Ares: Si yo caigo... ¡Juh! Tú... tú... ¡CAERAS CONMIGOOO! ... ¡MALDITA CUCARACHA!

 

(Ares con su ultimo aliento de cosmos, le da una combinación feroz de golpes a Thor por todo el cuerpo, pero la mayoría iban a la cara)

 

Ares: ¡Arrrrrrhggggg! 

 

(Ares conecta un ultimo golpe a Thor en la cara con toda su fuerza, Thor al recibir los golpes de Ares no se inmutaba mucho. Pero al recibir ese ultimo golpe este cayo desplomado hacia atrás, como si fuera una estatua a la cual la lazan una roca muy pesada que la destruye al momento del impacto)

 

Ares: ¡Uhhh! ¡Puahhh...!

 

(Ares por igual, cae desplomado de espaldas, sin una gota mas de cosmos, ni siquiera para mover un dedo)

 

...

 

 

(Mientras Hades y Zeus, llegan al palacio divino de Valhalla, a ambos los reciben las defensas del castillo. Grandes bolas de fuego detrás de los muros eran enviadas en dirección a ambos dioses)

 

Hades: ¿Pero que demonios les pasa a los Asgardianos?... ¿Que nunca han visto a dos dioses de otra cultura acercarse a toda velocidad a su tierra? 

 

Zeus: Pues yo nunca e visto a un Asgardiano en el Olimpo, ¿seria incomodo no crees?

 

Hades: Bueno movámonos rapido y entremos de una vez a ese palacio de segunda, creo que mis almas atormentadas en el infierno, tienen mejores pasadas en donde quedarse.

 

Zeus: ¡Huuh! La batalla de Ares terminó, espero que no lo haya matado Thor o él a Thor.

 

Hades: O ambos por igual, espera...

 

Zeus: ¿Qué?

 

Hades: ¿Qué no somos inmortales?

 

Zeus: ¡Ay mijo! Es una incógnita total, ahora que este drama de los caídos quien sabe, eso sin contar las dimensiones alternas que las hermanas del destino me han mostrado.

 

Hades: ¡Es cierto! Parecen historias creadas por mortales para hacerle y rendirlé homenaje a la linea temporal, en donde sale el anciano que Athena rejuveneció.

 

Zeus: Si, ya se de quien hablas, el tal Douko... ¿No es ese su nombre?

 

Hades: No lo se, pero lo que si se es que ese humano tiene dotes en la historia muy heroicos.

 

Zeus: Y sensuales Hades... y sensuales.

 

 

 (Los dioses decían esto, mientras se acercaban volando al castillo y veían como con solo su cosmos las bolas de fuego, flechas y otros ataques dirigidos por el interior del reino, eran desintegrados, mientras iban llegando muy, muy despacio al palacio ya que iban hablando demasiado)

 

Continuará...


Editado por ♏ A✞ÖNIC ♏, 12 agosto 2016 - 22:10 .

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yo ya avisare que día empiezan las votaciones

 

aunque primero deben inscribirse todos

 

los concursantes o por lo menos la mayoria


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Publicado 14 agosto 2016 - 19:07

1-Nombre del fic: El legado de los caballeros

   -Resumen: en esta parte Hatome descansa tras derrotar junto a sus aliados al mega androide del doctor loco y tiene un encuentro con los espíritus de sus difuntas madre y hermana 

 

 

Capítulo 177

En Grecia

Al día siguiente Hatome se despierta con Sora a su lado aun durmiendo y piensa.

-quizás esa niña tiene razón este lugar es sucio y apestoso como no ha estado abandonado desde que mi madre y Sayu murieron pero aun así me trae los pocos buenos recuerdos de mi vida las veces que jugaba con mi hermana las veces que mama nos daba de comer cuando nos en señanab cosas cuando nos abrazaba nos besaba con cariño cuando nos dejaba dormir con ella cuando teníamos miedo ahhhh-.

En eso Sora se despierta.

-oye ¿qué te pasa? ¿por qué esa expresión?-.

-nada solo nostalgia por el pasado no me hagas caso-.

Se levanta y empieza a sentir dolores en todos sus huesos y músculos que lo hacen derrumbarse y accionar algo.

-condenado y viejo cuerpo ahhh-.

Saca un suero que se inyecta y los dolores se le van.

-¿que fue eso? ¿problemas de anciano?-.

Pregunta Sora.

-en parte si ahhh llevo ya 25 años teniendo estos problemas con mis huesos y músculos aunque antes no eran tan problemáticos-.

-¿qué te pasa?-.

-es obvio no mira mi contextura no se necesita ser un genio para saber que he perdido casi toda mi masa muscular y la poca que me queda es muy frágil y mis huesos me los han roto tantas veces que ahora son tan rígidos y frágiles no podrían sostenerme y con suerte los podría mover-.

-y con todo eso como puedes pelear y por qué te eh visto caminar normalmente todo este tiempo-.

-el suero se lo robe al doctor loco hace años cuando empecé a tener estos problemas fue mi solución fortalece los huesos y músculos y en mi caso me permite mantener mi salud estable y seguir peleando aunque bastante lejos de cómo estaba cuando era joven en fin-.

-hey mira eso-.

-¿qué rayos?-.

Ven un pasadizo que iba rumbo hacia abajo.

-¿habías visto eso antes?-.

Pregunta Sora.

-no vamos a investigar-.

Dice Hatome y ambos bajan el pasadizo y llegan aun lugar donde había unos libros.

-¿qué es esto? ¿sabías algo?-.

Dice Sora.

-no y creo que mi madre y mi hermana tampoco ya que nunca lo mencionaron debió ser de mi padre-.

-y ¿que haría aquí?-.

-a ver que tiene estos libros valla relatos de guerras santas antiguas desde la era mitológica libro sobre la generación legendaria libro de hechizos quizá esto le sirva la hechicera libro de rituales demoniacos ¿por qué mi padre querría esto? en fin libro de armas mágicas esto servirá de algo-.

-hey mira esto-.

Le dice Sora que tenía un diario en sus manos

-¿que es esto? ´parece un diario veamos que dice.

empieza a leer el diario y este decía.

-hola quien quiera que seas veo que has encontrado mi diario seguro a estas alturas ya estoy muerto  no se cuanto tiempo bueno te explicare seguro en tu época los caballeros ya están extintos verdad y son solo una leyenda yo fui un caballero dorado llamado Serco de Cáncer viví muchas cosas logre muchas cosas así como también cometí muchos errores y pase mucho sufrimiento en este diario escribí mi historia la cual pronto conocerás lo hice para preservar mi legado y la memoria de los caballero bueno comienzo-.

Hatome cierra el diario.

-vaya así que mi padre escribió un diario sobre su vida interesante me lo llevare y lo leeré cuando no tenga nada más que hacer-.

-¿que haras con los demás?-.

-me los llevo todos creo que serán de utilidad-.

Guarda en diario de su padre y los demás libros en cubos.

-ahora creo que volveré a la cama no debo estar mucho de pie por ahora-.

Salen del pasadizo y Hatome se vuelve a costar en cama y Sora le dice.

-¿vas a quedarte ahí todo el día?-

-necesito descansar hasta que mi cuerpo sane bien ve a jugar pero no te alejes bien-.

-bien-.

Sora sale de la habitación

-esa niña ahhh-

Cuando Sora sale Sayu se le aparece.

-hola Sora-.

-Sayu ¿que haces aquí?-.

-quería verte y me entere que tu y mi hermano descubrieron algo-

-si el pasadizo llevaba a un raro lugar donde tu padre tenía varios libros y un diario que escribió sobre su vida-.

-mi padre mmm cuantos secretos más tendrá como dice mi madre quien habrá sido realmente-.

-¿Cómo? ¿ni tu madre lo conocía bien?-.

-ella descubrió que lo único que sabía de mi padre es que él la amaba de verdad pero el resto ella creyó conocerlo pero descubrió  tras su muerte que no lo conocía que el hacía cosas a sus espaldas guardaba secretos que ahora ni siquiera sabemos donde esta su alma-.

-triste amiga-.

-bueno quizás haya una esperanza de averiguar algo no ejejeje dices que encontraron su diario si lo leen podrían encontrar cosas de el quizás como dice mi madre quien era realmente-.

-y dime lo vas a visitar cuando duerma.

-mm pues no está ocupado en anda más así que si y voy a mostrarle algo hasta luego-.

Sayu desaparece en la noche cuando Hatome y Sora dormían Sayu se aparece en los sueños de Hatome.

-hola hermanito ejeje-.

-¿qué quieres niñita?-.

-vamos sabes que te alegra verme-.

-ya ¿qué quieres?-.

-mm grosero-.

Le extiende la mano.

-¿qué haces?-.

-vamos solo dame la mano te quiero mostrar algo-.

-¿Qué?-.

-ya verás solo dame la mano-.

-como quieras niñita-.

Le da mano y ella lo tira y ambos empiezan a flotar.

-¿a dónde me llevas?-.

-paciencia incluso viejo sigues igual de impaciente ya tranquilo y espera-.

Llegan a un lugar en el cual había un césped verde brillante flores y un pequeño lago.

-es hermoso ¿no crees?-.

Dice Sayu

-si lo es ahh-.

Hatome siente su voz diferente

-¿que le paso a mi voz? no sonaba así desde-.

Se toca la cara.

 -y mi cara ¿por qué se siente tan suave? sí no me he afeitado la barba en muchos años-.

Se toca los brazos su pelo y el torso.

 -¿qué es esto recupere? mi masa muscular mi pelo está más corto y acaso-.

Se quita uno de sus guantes y ve su mano en buen estado y casi sin cicatrices baja sus mangas y ve que sus brazos están iguales y sus piernas también al subir un poco sus pantalones se vuelve a poner su guante se acomoda su ropa y se queda confundido.

-¿como es esto posible?-.

-mira tu reflejo-.

Le dice Sayu el mira su reflejo en el lago y se sorprende con lo que ve.

-esto es tengo la misma apariencia que tuve cuando tenía 18 años ¿como es posible?-.

-es un sueño todo es posible Hatome además no querrías venir a verla con esa apariencia de viejo decrepito ¿verdad?-.

-verla ¿a quién?-.

-a mí-.

Una mujer llamada Dazna se aparece frente a ellos.

-mama-.

Dice Hatome.

-así es-.

-yo-.

Esta le da un fuerte golpe en el estomago.

-hey ¿por qué hiciste eso?-.

Sin hacerle caso Dazna  lo patea la cara.

-¿que te pasa?-.

-¿que me pasa? ¿tienes idea de cuanto daño haz hecho? ¿cuantas vidas inocentes haz quitado? ¿de cuantas has destruido? en nombre de tu supuesta justicia-.

Lo sigue golpeando.

-mama basta ¿para esto querías verlo? ¿crees que ganas algo pegándole?-.

Le dice Sayu.

-no te metas Sayu-.

Lo sigue golpeando.

-y no solo a quienes están en tu contra sino también a tus propios aliados usándolos como marionetas aterrorizándolos continuamente deshaciéndote de ellos cuando ya no te sirven o los consideras muy peligrosos para ti eh-.

-mama basta por favor con esto no arreglas nada eres su madre no uno de los que lo odian-.

Dice Sayu en eso Dazna empieza a suavizar sus golpes y llorar.

-¿en que falle? en que soy una horrible madre  te di por muerto cuando desapareciste no debí hacerlo incluso tu padre con todas las cosas que hizo y su moral dudosa no se habría rendido y te habría buscado hasta el cansancio así todos te dieran por muerto lo que yo debí hacer y cuando te volví a ver no debí dejarte ir nunca creía que necesitabas tiempo no debí creer eso solo debí haberme dado cuenta que estabas vulnerable debí haberte ayudado y no lo hice y aquí están las consecuencias soy un fracaso-.

Dazna deja de golpearlo y sigue llorando.

-te lo dije un vez y te lo dire de nuevo lo que me paso no fue tu culpa nunca lo he creído-.

L e dice Hatome Sayu en eso dice.

-quizás fue mi  culpa yo tampoco insistí-.

-¡basta las dos! no fue su culpa fue mía-.

-que dices-.

-escúchenme estar aquí con ustedes ha hecho por primera vez en mi vida desde que era niño realmente tengo conciencia de mis acciones sé que estoy pensando que estoy haciendo que estoy diciendo y eso me permite ver la verdadera causa de mi desgracia al menos por única vez todo eso fue por mi miedo-.

-¿tu miedo?-.

Pregunta Sayu.

-ese fue el problema siempre he tenido miedo-.

-¿miedo a que?-.

-a lo que podría pasar lo tuve de volver con ustedes de que podría pasar si volvía miedo a lo ue podría pasar si hago esto si hago lo otro ese miedo atormento mi vida continuamente y fue la causa que en mi juventud no quisiera pensar y solo actuara de forma impulsiva para encubrirlo ese miedo fue la causa del deterioro lento de mi mente queriendo escapar de eso y se agravo con los años y aun ahora que casi nunca tengo conciencia de mis acciones si se que sigo teniendo miedo  a lo que le podría pasar a Sora miedo a lo que podría hacer ahh mi estado es solo mi culpa por dejar que el miedo atormentara mi vida-.

-pero eso no justifica todo lo que has hecho-.

Dice Dazna.

-mama basta-.

Dice Sayu.

-está bien hermanita no necesito que me defiendas sobre ello mira ni siquiera puedo recordarlo bien ahh-.

Dice Hatome

-¿Cómo?-.

Dice Sayu.

-mi mente esta en caos constante de repente recuerdo algunas cosas de repente otras de repente nada y todo lo que hago son esos instintos de psicópatas aunque no recuerde bien ahora que mi mente esta en paz ahh se que es la única manera de mantenerlos controlados y evitar hacer un mal mayor lo se soy un monstruo hasta yo me doy asco pero Fénix hizo un buen trabajo y el su enseñanza de no ser debil el deterioro de mi mente mi psicopatía eso creo un monstruo implacable que no hay manera de que los llamo sentimentalistas me detengan a menos que estén dispuestos a rebajarse a mi nivel cosa que no harán -.

-deberás no pareces ese anciano loco ahora-.

Dice Dazna.

-estar con ustedes puso temporalmente mi mente en paz pero no durara cuando despierte seré así de nuevo-.

-si tan solo pudiéramos-.

Dice Sayu.

-no pueden mi mente no puede ser arreglada es muy tarde caí en un pozo del cual no saldré mientras este con vida y me temo que seguiré haciendo esas cosas-.

-Hatome siento lo de los golpes es que-.

Dice Danza.

-está bien me lo merecía-.

Dice Hatome.

-oye hermanito escuche que encontraste algo de papa-.

Dice Sayu.

-¿Qué? ¿que encontraste de Serco?-.

Pregunta Danza.

-descubrí un pasadizo que el tenia oculto en nuestra antigua casa el cual llevaba a un cuarto donde tenía varios libros entre ellos su diario-.

-¿su diario? nunca menciono que escribió uno bueno de que me sorprendo oculto montones de cosas y ¿que decía?-.

-solo he leído la primera página que decía que lo escribió para preservar su legado y la memoria de los caballeros-.

-escucha léelo y cada vez que nos veamos dime que haz leído quizás eso me sirva para entender mejor a Serco y el pro que de su actuar y de paso revelar sus secretos en especial ese de preservar un legado y por qué su alma no está en el mundo espiritual-.

-sobre ello les diré algunas cosas ese legado el Fénix y la hechicera sabían de el fin de los caballeros-.

-y ¿decidieron no hacer nada?-.

-una voz les dijo que no lo hicieran que preservaran un legado ignoro los detalles pero creo que yo fui ese legado pro eso Fénix se empeñó en convertirme en como dije un monstruo implacable-.

-y que sabes sorbe que su alma no está-.

-eso no lo sabía hasta ahora-.

-esa hechicera me dijo que tampoco sabía nada de eso-.

Dice Sayu.

-mm Fénix podría saber algo encontrándose ahora en un plano más allá de la vida o la muerte le preguntare-.

-Hatome escúchame siento mi comportamiento anterior pero te dire que sin importar nada siempre vas a ser mi hijo y te amo-.

le dice Dazna y lo abraza y le besa las mejillas.

-hey yo también-.

dice Sayu metiéndose y abrazándolos a ambos.

-ahh se siente bien no como la familia que debimos ser en vida-.

-espero que cuando mueras puedas estar con nosotras-.

-yo también lo espero pero ahhh estoy involucrado con esa voz y Fénix y mi padre no corrieron ese destino y-.

-ya no pienses en eso  aun tienes tiempo para vivir ahora vuelve hijo y por favor recuerda investiga lo de tu padre y lee ese diario-.

-con gusto lo iba a leer de todas formas a ver que cosas ocultaba-.

-hasta luego hermanito jejeje-.

Tras esto Hatome se despierta y ve a Sora a su lado que seguía dormida e Ikki se le aparece.

-vaya Fenix apareciste-.

-si supe lo de tu conversación con tu familia muerta y creo que tienes preguntas hacerme no-.

-si ¿sabes que pasó con el alma de mi padre después que murió?-.

-no mucho solo que al voz menciono que tenía planes para el mas allá de la muerte-.

-¿que clase de planes?-.

-no lo se ni siquiera desde este plano  se dónde está su alma estará en un lugar que está más allá de lo que comprendemos por cierto descansa para que puedas recuperarte bien lo necesitas bastantes después de la paliza que te dio esa máquina y cuando estés recuperado ve a la Antártica-.

-¿Por qué?-.

-lo sabrás a su momento por ahora descansa y lee el diario de tu padre allí escribió todos sus secretos y explico el por qué de su actuar-.

-sabias que lo escribió-.

-si semanas antes de morir nos lo dijo a mi y la hechicera no te dije anda porque sabía que lo encontrarías en el momento adecuado ahora haz lo que te dije-.

Ikki desaparece.



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Publicado 15 agosto 2016 - 11:00

Saludos

 

Nombre del fic: Dos Tierras.

 

Capítulo 8. Lobo y león

 

A los pies de la cascada congelada, tres asgardianos cargaron contra un contubernio de hormigas, aunque solo una se adelantó para hacerles frente.

 

Wilhelm y Boden lanzaron las grandes hachas que sostenían, impidiendo al enemigo cualquier movimiento. Antes de que el legionario pudiera hacer algo, Ovlesser ya le caía encima, amartillándole directamente la cabeza. Al principio, los golpes, aunque potentes, no lograron más que abollar el casco y desorientar al legionario, pero poco a poco los músculos del berserker se hincharon, creciendo la fuerza que imprimía en cada martillazo desproporcionadamente.

 

—¡Muere! ¡Muere, maldita hormiga! —repetía una y otra vez, o al menos eso es lo que trataba de decir. De la garganta del furibundo asgardiano apenas salían palabras inteligibles en medio de gruñidos y rugidos.

 

Dos hormigas hicieron el amago de intervenir, y Boden y Wilhelm, entrando en el estado berserk, se rearmaron para responderles con el lenguaje del acero. Boden fue por la derecha, decapitando al enemigo de un veloz hachazo. En el flanco izquierdo, el arma de Wilhelm chocaba con la lanza del otro legionario, desviándola.

 

—¡No puede ser! —gritó Willhelm, más por sorpresa que por dolor a pesar de que la punta del arma enemiga le atravesaba el pie. Aunque trató de descargar un nuevo ataque, ignorando el ardor que sentía al mero contacto con la lanza, la veloz hormiga ya estaba de espaldas a él, lista para atravesarle la columna.

 

—¡Muere!

 

Wilhelm reconoció el rugido ininteligible de Ovlesser, quien llegó a tiempo de salvarle la vida. Al embravecido berserker le bastaron unos cuantos martillazos para reventar el cráneo de la hormiga, que cayó al suelo luego de dar un par de torpes pasos. Estaba muerta, sin duda, pero Ovlesser no parecía entenderlo y siguió golpeando el cadáver hasta destrozar su propio martillo.

 

—No quisiera frenarte, viejo amigo, pero nos quedan cinco —dijo Boden, ahora una montaña de músculos que parecían pugnar por romper las ropas que lo cubrían. A Wilhelm le sorprendía que pudiese hablar, así fuera con aquel tono grave, como si de pronto le ardiera la garganta—. ¡Ovlesser!

 

El berserker rugió como respuesta, aunque terminó obedeciendo. De un brusco movimiento arrebató el hacha a Wilhelm, que estaba ocupado tratando de separarse de la lanza inamovible, y saltó hacia las cinco hormigas restantes.

 

El capitán dedicó al herido asgardiano una mirada tosca, más intimidante de lo normal debido a la  transformación que había sufrido. Cuando dio la vuelta y se unió a la lucha, tenía más de gigante que de humano. ¡Y qué menos podría ser alguien que se atreviera a luchar contra las hormigas!

 

Bailaron el hacha y la lanza, acero y metal dorado entrechocando una y otra vez a la par de gritos, patadas, placajes y hasta mordiscos. Boden y Ovlesser tenían una fuerza superior, y no dudaban en emplearla de todas las formas posibles para derrotar al veloz enemigo. Cuando las hojas se quebraron, Ovlesser usó los mangos como proyectiles mientras que Boden enterraba el puño en la nieve. Al alzarlo, arrancó del suelo un bloque de hielo casi tan grande como él mismo. Con semejante arma, el capitán embistió a la primera hormiga que encontró sin reparar en nada, ni siquiera en la lanza que había atravesado el muro. Empujó al enemigo hasta la cascada congelada y siguió empujando hasta escuchar el crujir de los huesos de aquella criatura.

 

—Ya está —dijo al ver la sangre que se extendía a través del suelo, roja como la de los humanos—. ¿Ovlesser?

 

El tuerto asgardiano seguía rodeado de hormigas, aunque ahora muertas. Unas cayeron decapitadas, otra soportó varios golpes gracias a la armadura hasta caer inerte con el pecho reventado, y la última, con las piernas y los brazos rotos, pudo sobrevivir hasta que Ovlesser le arrancó la cabeza con las manos desnudas.

 

—Supongo que hemos ganado. —Las manos de Wilhelm estaban abrasadas por todo el tiempo que trató de librarse de la lanza; las armas de las hormigas parecían fuego solidificado, algo que un hombre simplemente no podía usar.

 

Mientras caminaba hacia el imberbe berserker, Boden asintió sin muchas ganas. Sí, habían vencido a las hormigas, pero la incapacidad de sentir dolor y el estilo de combate del enemigo —por mucho más frío y disciplinado— les había costado caro. Ovlesser sangraba por varias heridas a lo largo de todo el cuerpo y él tenía un hombro desgarrado por la lanza de la última hormiga a la que enfrentó.

 

—Si Elmina no viene, será nuestro fin. Habremos muerto en vano.

 

—Quien muere luchando, nunca muere en vano —corrigió Wilhelm, determinado, antes de volver a intentar apartar la lanza.

 

***

 

—¿Qué hacen estos idiotas aquí? —dijo Mykene, quien desde la cima de Franangr había observado aquella batalla—. No es posible que esos salvajes me hayan seguido, todo ocurrió demasiado rápido. Casualidades… Supongo que ya no importa.

 

Miró hacia atrás, donde lo que quedaba de una centuria trataba de hacer frente a una docena de bestias sacadas del mismo infierno. Eran los mismos seres que habían atacado la residencia de los Alioth, pero ya no se ocultaban tras un velo de invisibilidad y Mykene podía reconocerlos como los lobos a los que había ordenado matar.

 

—Se dice que los einherjar son los elegidos por los dioses de entre los guerreros que mueren combatiendo. Y aquí estoy yo, enfrentando un einherjar que ha escogido a unos cuantos perros muertos.

 

Los lobos siguieron posicionándose con la misma lentitud y prudencia que los caracterizó en vida, andando con patas de un azul espectral entre decenas de cadáveres de legionarios que ni tan siquiera pudieron reaccionar antes de morir… y gritar. Hasta entonces, Mykene había supuesto que las hormigas eran completamente inmunes al dolor; poco importaba el daño que recibieran, nunca lloraban o gritaban así las torturasen. Sin embargo, cuando eran mordidas por aquellas bestias, justo antes de caer emitían el más desagradable chillido que el león hubiese escuchado nunca.

 

—Retiraos. No podéis hacer nada y me molestan vuestras muertes. Desapareced de mi vista —ordenó al líder de la centuria, quien no parecía entenderle.

 

—Podemos, señor.

 

Cuando el centurión hizo amago de desenvainar la espada, uno de los lobos se arrojó sobre él, directo a la garganta. Los intentos de la hormiga por detenerlo fueron en vano; los fuertes brazos pasaban a través de la criatura azulada como si allí no hubiese nada. Pronto, el resto de la manada se unió para impedir que se armara, quizá adivinando lo que la espada podía hacerles.

 

—No otra vez… —dijo Mykene.

 

El grito no tardó en venir cuando los lobos arrancaron los brazos y las piernas del centurión. El león ni siquiera se molestó en taparse los oídos, sabiendo que no podía escapar de aquel lamento sepulcral.

 

—¡Malditos perros! —bramó, colérico. Rápidamente se apropió de la espada del cadáver, sin pensar si la magia de Rea Silvia le permitiría usarla. Afortunadamente, así ocurrió—. ¿Esto es lo que teméis? ¿El fuego de Marte?

 

Tal y como imaginó, fue suficiente con blandir la espada para que los lobos se apartasen, aunque uno fue lo bastante bravo como para llevarse la cabeza del centurión consigo. A Mykene casi le dieron ganas de reír.

 

—Moristeis —afirmó, apuntándoles con la hoja dorada—. Moristeis porque yo quise que fuera así. Solo sois espíritus vagando por el mundo gracias al cosmos de un huérfano que prefiere revivir a unos cuantos perros antes que a sus padres.

 

Nada ocurrió. Los lobos, por supuesto, ni siquiera debían entenderlo por muy sobrenaturales que fueran, y quien los comandaba permanecía oculto.

 

—Bien, si no estás dispuesto a luchar por los tuyos, no me dejas otra alternativa. —Para sorpresa del propio Mykene, un mero pensamiento hizo que la espada ardiera con un fuego blanco, divino. Era la bendición del dios Marte con la que contaban las hormigas como último as en la manga—. Quemaré las almas de estos perros, nada quedará de ellos ni para este mundo ni para el otro.

 

Sin más preámbulos, dio un rápido tajo al lobo que tenía más cerca, pero algo extraño ocurrió. La bestia saltó hacia él a una velocidad prodigiosa, golpeándole en la mano con unas garras de metal. De un momento para otro, Mykene se halló desarmado y con dos leves muescas en el guantelete.

 

—¿Qué…?

 

Ni siquiera terminó de hablar cuando oyó un ruido atronador. Arriba, una explosión blanca se dispersaba, consumiendo la espada dorada que aquel temerario lobo había partido en dos a la vez que la lanzaba a las alturas.

 

—Un perro de dos patas —musitó al ver de reojo a Fenrir de Alioth. De alguna manera, aquel huérfano había podido hacerse pasar por uno más de la manada—. Por supuesto. Toda la jauría está revestida con tu cosmos.

 

Miró con detenimiento al guerrero que ya poco tenía de niño. Se notaba la clase de vida que había tenido, siempre a la intemperie y alejado de los humanos, pero esas mismas dificultades lo habían curtido. Sobre el cuerpo entrenado y una túnica de piel de venado, destacaba la armadura sagrada de Épsilon.

 

—Así que por eso has tardado tanto en enfrentarme. Es una buena armadura.

 

Y lo era. Sencilla, cubriendo solo lo indispensable y sin demasiados ornamentos más allá de dos garras sobre cada guantelete y algunas líneas de un azul más claro que el del resto de aquella protección. Habría preferido armarse de esa forma antes que portar la pesada y aparatosa armadura que como uno de los makhai debía usar. Los tres picos en cada hombrera, los bordes acabados en puntas afiladas, las placas irregulares que parecían rocas de metal, las intrincadas imágenes en relieve que ostentaba en el peto a fin de intimidar al adversario… Podía impresionar en un primer acercamiento, sí, pero en un combate estaba seguro de que vestir algo como la estrella sagrada de Épsilon sería como tener una segunda piel, no un lastre más vistoso que útil.

 

—¿No vas a decir nada? —dijo el león, buscando despejarse. Desde que Fenrir se había expuesto todo se había sumergido en un incómodo silencio. Hormigas y lobos esperaban órdenes antes de hacer cualquier movimiento—. Bien.

 

De un pisotón hizo temblar el suelo, buscando desequilibrar a Fenrir el tiempo suficiente para poder golpearle, pero antes de que pudiera hacerlo un lobo surgió tras la espalda del einherjar y saltó hacia él. Lo evadió por acto reflejo, perdiendo el efecto sorpresa y la iniciativa en el combate. Un silbido resonó por el lugar y las bestias reiniciaron el ataque junto al último señor de Alioth.

 

—¿¡Qué hacéis!? ¡Quemadlos! ¡Quemadlos, maldita sea!

 

Las órdenes llegaban a cada hormiga, pero las bestias caían sobre ellos como estelas de fuego fatuo, impidiéndoles obedecer o hacer cualquier movimiento útil. Tiraban a los legionarios al suelo y les destrozaban el rostro con violentos mordiscos. En medio de todo, Mykene trataba de conseguir algún arma, terminando por encontrarse a Fenrir y a uno de los lobos. La lucha inició de inmediato.

 

Si todas aquellas bestias eran rápidas, esos dos lo eran todavía más. Humano y lobo golpeaban a Mykene desde ambos flancos a igual velocidad, obligándolo a adoptar una posición defensiva y retroceder poco a poco. El León de Nemea empezaba a entender, aunque tarde, que todo cuanto estaba ocurriendo había sido preparado con detenimiento. Fenrir sabía a quién tenía que enfrentar y se había entrenado a consciencia.  

 

—Nada mal —admitió el colérico pretoriano luego de fallar en darles un manotazo. Tenía un ojo puesto en las garras de Fenrir, y el otro en el lobo que parecía cuidarle las espaldas—. Creo que recuerdo a ese. Sí, la cicatriz en la frente, como una media luna, es difícil de olvidar. ¿Quién estará usando la capa que creé con ese raro pelaje azul?

 

Tras cada frase, los ataques redoblaban en intensidad, pero fue la última revelación lo que enfureció de verdad al silencioso guerrero; precisamente lo que Mykene quería. Fenrir se adelantó a su compañero por un pequeñísimo instante, y el león aprovechó aquella oportunidad para atrapar a la escurridiza presa.

 

—Se acabó —dijo, agarrando fuertemente el cuello de Fenrir y con los pies justo al borde de la cascada congelada. Aquel par lo había presionado hasta ese punto, y no tenía heridas en los brazos gracias a los densos y resistentes brazales, que ahora lucían bastante maltratados—. Buena armadura, buenas garras, buenos perros. Pero se acabó, chico. No me agrada pelear con mudos.

 

Miró en derredor. La manada de lobos lo rodeaba, encabezados por el que ostentaba la cicatriz como una línea neblinosa. Atrás quedaban las hormigas, todas muertas, todas un doloroso pinchazo más en la mente de Mykene, quien recordaba demasiado bien cada grito. Se le habían pegado en el cerebro, como si los espíritus de aquellos leales soldados hubiesen decidido llevar a la locura a su incapaz comandante.

 

—¿Últimas palabras?

 

Fue una broma, una de mal gusto. La presión que ejercía sobre el cuello del einherjar era demasiado grande como para que pudiera hablar. Aun así, esta vez hubo una respuesta, una con los puños y las garras del guerrero, los cuales cayeron con celeridad sobre el brazo del León de Nemea.

 

***

 

Wilhelm pudo librarse de la lanza a costa de perder un trozo del pie. No sintió dolor, no al menos uno físico, pero cuando debió aferrarse a Boden para escalar una escarpada pared no pudo evitar llorar pensando en que en cuanto no pudiera mantener el estado berserk, quedaría reducido a un tullido, un inútil.

 

El trío de berserkers partió en busca de Barbarroja, quien supuestamente debía hallarse en los alrededores, quizá en la cima misma de Franangr. Boden, como capitán de aquel grupo, hizo esfuerzos por dar el más corto rodeo posible para no avergonzar aún más a Wilhelm ni enfurecer a Ovlesser, que en cualquier momento podría perder el control. A medio camino, enterrado entre rocas desprendidas de la ladera de una montaña, hallaron el cadáver de una hormiga.

 

O al menos, eso es lo que el grupo interpretó, desconociendo el significado del casco con penacho. Aquella hormiga era un centurión, uno de los seres que de algún modo mantenían unidos grupos de ochenta soldados sin iniciativa alguna. Wilhelm alzó el yelmo para observarlo, pero lo único que vio fueron algunos trozos y fluidos congelados, lo poco que quedaba de la cabeza de la criatura.

 

—¿Para qué servirá esto? —preguntó Wilhelm, señalando el penacho.

 

—Olvídalo —ordenó Boden, dándole un leve manotazo en la cabeza. Aún podía diferenciar entre espabilar a un subordinado y mandarlo al suelo porque estaba a un paso de quedar cojo—. A algunas hormigas las podemos matar sin demasiados problemas, a otras las debemos atacar en grupo, en un numeroso grupo. No necesitas saber más de ellas; ninguna piensa, todas obedecen.

 

—Muerte —gruñó Ovlesser, arrebatando el casco de las manos de Wilhelm solo para aplastarlo y tirarlo a algun lugar—. ¡Muerte! ¡Hormigas!

 

Uno de aquellos gritos fue ahogado por un estallido ensordecedor. Arriba, enormes pedazos  de hielo se desprendían de Franangr. Boden miró a Wilhelm, quien cabeceó con fuerza: si el día de mañana no podría hacer nada, estaba bien, pero hoy era un berserker, tenía dos fuertes brazos para apoyarse en el peor de los casos.

 

Sin mirar atrás, ambos se alejaron lo más posible de aquella lluvia de escombros helados. Debieron cubrir una gran distancia antes de estar a salvo.

 

—¿¡Qué es eso!?

 

Wilhelm apuntaba a uno de los trozos que caían disparados de la cascada congelada. Casi parecía una plataforma sobre la que guerreros libraban un combate imposible, a una velocidad que el asgardiano no podía seguir. ¡En verdad el tiempo tenía un significado muy distinto para quienes dominaban el cosmos!

 

La lucha fue fugaz; tan pronto aquel pedazo de hielo estalló contra el suelo a lo lejos, ya parecía haberse decidido un vencedor.

 

—Lo que estábamos buscando —dijo Boden, serio.

 

Ninguno de los dos había visto nunca un león, ni siquiera en un libro, pero reconocían la forma bestial del yelmo del hombre que surgía victorioso, así como la larga capa de piel que le colgaba de los hombros. Era Mykene, sin duda alguna, y el guerrero al que pisoteaba debía ser Fenrir. El largo y descuidado pelo blanco era inconfundible.

 

—Ni siquiera un einherjar puede con él —maldijo Boden, apretando con fuerza los dientes y los puños—. Estamos acabados.

 

—Capitán… ¿Eso son lobos?

 

Acostumbrado como estaba a ver el mundo a través de sentidos convencionales, Boden debió parpadear varias veces y forzar la vista para percibir a las bestias pálidas que rodeaban al comandante de las hormigas. Notó la silueta de los lobos del norte en cada uno de aquellos seres, aunque eran de un color tan tenue que parecía que en cualquier momento se disiparían en el aire. Y uno de ellos estaba pegado a la armadura del invasor, atravesado por los picos de una de las hombreras.

 

—Al fin caigo en la cuenta —dijo Mykene antes de pisotear al einherjar. Una energía eléctrica le recorría el cuerpo, alejando a los lobos que ansiaban devorarlo y torturando al que tenía aprisionado—. No necesito condenar a estos perros al olvido. Si el cosmos los mantiene en este mundo, ¡el cosmos los puede expulsar! ¡Destruiré el nexo que has creado y luego te destruiré a ti!

 

Fenrir pudo esquivar la pesada bota del león girando entre la nieve, pero aunque enseguida se levantó y se dispuso a atacar, ya era tarde. El lobo atrapado se deshizo entre rayos y sonoros aullidos, acaso lamentando haber fracasado.

 

El einherjar fulminó a Mykene con una mirada cargada de ira, lanzándose sobre él a la par que el resto de los lobos. Pero Mykene ya había visto suficiente de los ataques de Fenrir: le faltaba técnica en la misma medida que le sobraban fuerza y velocidad.

 

—¡Eres predecible! —exclamó mientras evadía a una docena de lobos—. ¡Eso es lo que pasa cuando un hombre se entrena con animales!

 

Boden y Wilhelm observaban el combate de lejos, impotentes. El León de Nemea parecía desaparecer y aparecer donde quisiera, avasallando a Fenrir con golpes desde todos los flancos. De nada servía que las bestias pálidas tratasen de ayudar; Mykene podía apartarlos de un manotazo.

 

Desde atrás venía Ovlesser, cargando un pedazo de hielo que lanzó enseguida hacia el invasor. El proyectil se detuvo frente a una pared invisible, donde estalló en pedazos al mismo tiempo que el puño de Mykene mandaba a volar a Fenrir lejos.

 

—Una barrera —dijo Wilhelm, como traduciendo el furioso bramido de Ovlesser—. Solo los sacerdotes pueden crearlas.

 

—También las sacerdotisas.

 

Los tres se giraron a la vez, no podía ser de otra forma al oír la pícara voz de Elmina en semejantes circunstancias. Allí estaba la arquera de grandes orejas y mágico arco por la que Wilhelm secretamente había rezado poco antes de iniciar la batalla. La muchacha los miraba con una seriedad que nunca imaginaron ver en ella. Al lado, un caballo de negro pelaje y oscuras crines relinchó, como queriendo hacerse notar.

 

—Habéis tardado —dijo Wilhelm, sonrojado a pesar de la euforia que aún sentía gracias al estado berserk. No añadió nada más. El ceño fruncido de Elmina le dejaba bastante claro que no era el momento—. No te vimos llegar.

 

—Me adelanté a vosotros, sois demasiado lentos para Nott —acusó mientras acariciaba la crin del caballo—. Os esperaba en la montaña ocultando mi cosmos, pero parece que no podéis apañároslas sin mí.

 

—¿Cosmos? —dijo Boden, que para variar no entendía qué estaba ocurriendo—. ¿Fuiste tú quien mató a aquella hormiga?

 

—Maté a unas cuantas antes de que os emboscaran. Basta de preguntas —cortó—, haré lo que pueda con vuestras heridas antes de que vengan.

 

No hizo falta preguntar a qué se refería. Ya desde el horizonte podía verse cómo más de un centenar de hormigas avanzaba hacia donde Mykene y los lobos combatían, aunque no parecía que tuvieran intención de unirse a esa batalla.

 

—Os he expuesto —se disculpó Wilhelm. Elmina, centrada en cerrar el profundo corte que Boden tenía en el hombro, prefirió ignorarlo.

 

Wilhelm lo entendía. Miró hacia las hormigas, armadas con largas espadas y grandes escudos. Al pensar en las posibilidades que tenían frente a ellos, acabó fijándose en Ovlesser: el gigantón ensangrentado era cubierto poco a poco por un aura blanca que le cerraba el sinfín de heridas. Aunque era Elmina quien lo estaba curando, el berserker la observaba como si en cualquier momento fuera a arrancarle la cabeza.

 

Los dos centuriones que dirigían el contingente de hormigas se detuvieron a unos diez metros de la barrera que Elmina había levantado. Allí se quedaron largo rato, en un silencio apenas interrumpido por los atronadores sonidos de la batalla que los lobos y el león libraban a lo largo de todo el helado paisaje.

 

—¿Tú puedes verlos? —preguntó Wilhelm, tratando torpemente de seguir las estelas que dejaban a su paso. Eran demasiado rápidos, y lo único que lograba era localizar dónde estuvieron gracias al sonido de las rocas heladas rompiéndose.

 

—Puedo sentirlos. Fenrir está luchando solo, deja de lado a los lobos porque sabe que desaparecerán si están cerca de Mykene.

 

—Yo no sé nada —dijo Boden, ofuscado, cuando Wilhelm lo miró de reojo—. Qué son esos lobos, quién era aquel mago, quién es realmente esta mujer… 

 

—De alguna forma, tal vez por mediación de los dioses, Fenrir mantiene en este mundo el alma de cada lobo que las hormigas mataron —explicó Elmina—. Les dio la oportunidad de vengarse y ahora se las está arrebatando. Eso es todo lo que necesitáis saber —aseguró, adelantándose a cualquier reclamo—. Si esto sigue así…

 

La conclusión no tardó en presentarse. Mykene y Fenrir acabaron frente al par de centuriones, como si estos se hubiesen posicionado justo en el lugar que debían. Allí, lobo y león intercambiaron puñetazos y garras en solitario, al principio.

 

—Ging —musitó el einherjar. El lobo de la cicatriz se había arrojado directamente a la yugular de Mykene, dándole una oportunidad de oro.

 

El ataque fue veloz como el relámpago y el rugido de Mykene resonó como un trueno. La sangre bajó desde las grietas en uno de los brazales, manchando a Fenrir.

 

—Por poco —dijo Mykene. Una descarga de cosmos eléctrico apartó a Ging, y la amplia mano del León de Nemea sujetó el rostro del einherjar antes de que pudiera sacar las garras del brazal—. Por muy poco.

 

Una y otra vez, el invasor golpeó al guerrero atrapado, sabiendo que ya nadie podía ayudarlo. Lo hizo mirando de reojo a la mujer que había aparecido, provocándola para que interviniera y le pusiera las cosas más fáciles, aunque no le importaba escoger el camino difícil. No a esas alturas.

 

—Ni lo penséis —ordenó Elmina, lo que no impidió que Ovlesser empezara a golpear con ímpetu la barrera—. Vuestra fuerza no es nada contra Mykene.

 

—Eso pensábamos todos —terció Boden—. Pero después de haber visto a ese muchacho atravesar la impenetrable piel del León de Nemea, esa armadura indestructible que ningún berserker jamás ha podido siquiera abollar, nuestro ánimo ha crecido como no podéis imaginar. ¡Queremos luchar, mujer!

 

—La armadura de Mykene ya estaba agrietada de antes, solo que quizá él no lo comprendía. Los daños que el cosmos puede provocar a veces son tan pequeños…

 

—¡No quiero explicaciones! —gritó, agarrándola del cabello para que viera cómo Mykene golpeaba a Fenrir contra la barrera. Su intención de aplastarlo contra ella era evidente—. ¡Quiero luchar, mujer! ¡Entiéndelo de una maldita vez!

 

—Quieres luchar —repitió Elmina, sonriendo—. ¿Con este sol?

 

Boden la soltó, anonadado. Incluso Mykene, que oyó perfectamente aquella absurda frase, frenó el último golpe para mirar al cielo. Arriba, coronado por un techo de nubes grises, brillaba una inmensa bola de fuego que arrojaba calor sobre toda la tierra.

 

—¿Qué significa esto?

 

—Para los asgardianos, esto es un regalo de los dioses, que otorgaron a nuestros campeones la fuerza para defendernos. ¿Para un cerdo como tú? La muerte.

 

—León de Nemea, no cerdo. Teniendo unas orejas tan grandes ya deberías haberlo oído unas cuantas veces, ¿no te parece?

 

Elmina respondió a la bravata simplemente apuntando al cielo. Tan pronto Mykene miró hacia el pequeño sol, ahora rodeado por una corona de fuego cósmico, Ging apareció y arrastró a Fenrir hacia el otro lado de la barrera.

 

—¿Qué hacéis? —dijo Mykene, aún observando aquel fenómeno capaz de poner fin al frío asgardiano. No se refería a Elmina y los demás, ni siquiera se había preocupado por el hueco que la sacerdotisa había abierto en la barrera. Se dirigía  a sus hombres, sus estúpidos hombres que ni tan siquiera se habían movido—. ¡Huid!

 

Pero las llamas del sol cayeron sobre la tierra antes de que aquella orden fuera pronunciada, arrasándola con un calor que solo conocían los cielos.

 

 

 

 

 

 

 

 


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#14 ALFREDO

ALFREDO

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Publicado 15 agosto 2016 - 11:26

Nombre del Fic: La condenación de los Caballeros de Athena.

 

 

CAPITULO 13.-EL RETORNO DEL FÉNIX

                                                         

En lo más profundo de las montañas del Cáucaso se encontraba unas cuevas subterráneas, donde se estaba llevando unas crueles batallas por el tesoro imperial, el cual era una espada ondulada que el santo de plata Surt de Altar, había logrado desenvainarla en un momento desesperado frente al caballero negro de la constelación del horno, Faetón de Fornax.

—Cuando una armadura provoca una resonancia, está comunicándose, pero… ¿A quién habrá llamado esta espada? —se preguntó el joven de finos mechones marrones. Después de haber escuchado ese curioso sonido.
—¡Maldito bastardo! —exclamó enérgicamente el santo negro, dándole un gran golpe que lo dejo sin aliento.

 

Entonces del arco de piedra que se encontraba frente a ellos, una energía cósmica se estaba empezando a rodearlo en su interior, mostrando un paisaje espacial como si las galaxias y las estrellas se encontraran más allá de esa puerta y comenzó a sentirse una gran fuerza de atracción desde su interior.

—¡¿Qué es eso?!
—Parece que se abrió la puerta hacia el reino de los cielos —musitó Surt agachado.
—¿Qué sucede por qué mi cuerpo es arrastrado? —se preguntaba irritado al sentirse impotente al comenzar a ser engullido.

 

Cuando no pudo resistir más la increíble fuerza de atracción y terminó siendo succionado. Sin embargo, quien no parecía padecer ese increíble arrastre, era Surt. Él se dio cuenta, que la espada lo estaba protegiendo de alguna manera para no ser víctima de las dimensiones lejanas que se veían del interior de ese rocoso arco, después vio como la puerta comenzó a ser sellada por una barrera cristalizada de luminosa apariencia.
 

—¡Es el muro de cristal! —vociferó Surt, volteando hacia atrás.

—Sera mejor regresar, tengo un mal presentimiento —le contestó Edward apareciendo extendiendo su brazo desde metros atrás del joven plateado.
—Entiendo, entonces sellare la puerta dejando la espada en su lugar —añadió Surt.

 

Cuando levantó la espada para volverla a clavarla en la roca está tomo voluntad propia e inesperadamente se introdujo dentro del cuerpo del joven plateado, quien no pudo entender que fue lo que paso, junto con el santo de oro de rubios cabellos. Su maestro al ver eso, pensó que era mejor salir de ese lugar antes de la que las cosas empeoraran más.
Mientras más arriba de esas galerías subterráneas, el caballero de acuario se había fijado que un nuevo cosmo había arribado al Cáucaso, un conocido él cual esperaba con ansias su regreso, desde hace años cuando lo conoció de forma inesperada.
 

Tiempo atrás un joven David de acuario, se encontraba subiendo las colinas de la región del Cáucaso, para ver si quedaban más personas de su antigua raza humana, pues él sabía que no era un muviano como Edward o Alphonse, ni tampoco un atlante ya que ellos se extinguieron antes que el naciera y solo recordaba que fue encontrado abandonado en una región del Cáucaso, donde el papa lo hallo y lo trajo al santuario, además el mismo patriarca lo hubiera reconocido si pertenecía a un de esas razas anteriores con las que él convivio durante la primera guerra santa. Menos podría ser un hombre de la más joven raza humana, ya que ellos son los que más problemas tienen para despertar el cosmo y en él, eso era todo lo contrario, entonces… ¿a qué clan pertenecía?
El muchacho de angelical apariencia, peli verde amarillo de piel rozada continuaba su solitario viaje en búsqueda de respuestas sobre su origen genético, pues nadie era como él. Su habilidad nata para manipular el aire frio era excepcional y le daba una grandeza que lo hacía destacar sobre los demás caballeros de Oro. Si los alquimistas de Mu usaban la transmutación de la materia como una ciencia, lo que él hacía, era llamado magia ya que nadie más era capaz de detener el movimiento de los átomos para congelar cualquier cosa. Era algo irónico, su habilidad contrastaba muy bien su hermosa apariencia de la que siempre le jugaba en contra a la hora de ganarse el respeto de sus camaradas.
Por otro lado a medida que seguía subiendo por las extremas y rocosos caminos, el clima parecía aumentar bajando aún más la temperatura, pero para él no era problema, no obstante cuando llego al monte elbrus, la zona más alta de la región del Cáucaso sintió que algo no encajaba. Un cosmo lleno de calor parecía albergarse en el corazón de la montaña. Introduciéndose lo más profundo que pudo, llegó a una zona donde era imposible que la luz iluminara la parte más subterránea, fue cuando descubrió que había una espada produciendo un calor indescriptible,  donde debería sentir solo fuertes venticas y un intenso frío. Aquella espada estaba clavada en una oscura roca, frente a un arco de piedra de curiosas simbologías que él no entendía. ¿Quién hubiera edificado una puerta en la piedra?

Sé que estás ahí, estoy buscando algún guía de este lugar vociferó David, produciendo eco en sus palabras.
¿Cómo sabias que había alguien? dijo una voz masculina desde las sombras. También, ¿qué hace aquí un caballero dorado?, que no se supone que no pueden salir del santuario.
El cosmo de esta espada con el sello encima, es suficiente para sacar conclusiones. Además, ya he abandonado el santuarioreveló el joven dorado. Estoy en busca de respuestas sobre una antigua raza que habita este lugar. Creo tú puedes tener respuestas si vives aquí.
Los muvianos habitaban este lugar.
Pues yo no soy uno, solo sé que antes había otra civilización. Porque yo nací en estas tierras.
Se dice que las antiguas razas del hombre, intentaron aislarse de la guerra santa escondiéndose en los lugares más remotos del mundo como estos dijo la voz escondida sin queriéndose mostrar.
Por qué no te muestras de una vez, después de todo no se supone que somos camaradas.
Solo soy un hombre solitario igual que tú respondió la voz misteriosa acercándose por detrás.

 

David vio que la voz de su enigmático conversador, era la de un santo de bronce. Pues cargaba un pandora box de opacos colores con la silueta de una ave en los lados de la caja metálica. Aquel sujeto era alguien de tez pardo y cabellos rojizos, con vendajes en las extremidades y una cinta azul en la frente, vistiendo las típicas ropas de entrenamiento para caballeros.

Mi nombre es David de Acuario, realmente no imaginaba encontrarme con un caballero de bronce, de hecho los que hay son muy pocos y no tienen autorización para salir del santuario, tú no pareces de su misma edad.
No soy de esa generación. A mí me encomendaron vigilar este lugar, esta espada es un tesoro imperial que sirve como una llave para abrir la puerta hacia otro reino, un mundo celestial donde solo los dioses son capaces de llegar. Por eso no puedo permitir que nadie intente profanar este lugar, estaba esperando que intentaras liberar el sello para sorprenderte por detrás fueron unas declaraciones traicioneras de parte de su anfitrión.
Puerta, te refieres a ese arco de roca, espera un momento dijo acuario al mirarse nostálgico. Una vez escuche sobre unas armas divinas, los cuales pensé que eran una leyenda solamente, se decía que eran reliquias ancestrales que fueron separadas en las fronteras del mundo.
Bueno ahora lo estás viendo y ese cosmo que sientes es el mío en la espada. Pero lamentablemente ahora soy un guardián inútil, mi poder fue sellado y mi armadura está muerta, incluso ni los alquimistas de Mu podrían ayudarme explicaba el desconocido pelirrojo.
¿Cómo es posible eso?... Si es solo una armadura de bronce.
Un combate mortal. Además mi cloth es especial, solo se restaura con el cosmo del dueño que escoge, jamás podría usarla si yo me encuentro incapaz de encender mi cosmoenergía. Por eso no sirven la alquimia que es el proceso habitual. Solo un calor semejante donde fue forjada podría restaurarla quizás a largo plazo, pero no queda ningún vestigio del continente de Mu.
Creo que existe un volcán muy extenuante, del cual se dice fue descubierto hace poco. Quizás podrías probar, queda en una isla en el egeo, llamada la isla de Kanon.
No puedo abandonar mi misión. Pero tampoco puedo seguir así el hombre lo miró fijamente a los ojos como si fuera capaz de ver más allá—. Creo que podríamos ayudarnos mutuamente, pero necesito recuperar mi cosmo para eso.
Enserio... ¿Cómo podrías hacerlo?
Tengo habilidades extrasensoriales que me hace un muy buen vidente, pero primero necesito que tú me hagas un favor, quiero que resguardes este lugar y asegúrate que nadie toque esta espada. Solo cuando regrese podría responderte todas tus dudas.  
Yo no tengo planes de regresar al santuario. Creo que podría relevarte, siempre y cuando me asegures  que tu ayuda sea de confianza.
Descuida, cuando recupere mi cosmo te revelare todo tu pasado, aunque no te aseguro que te guste añadió el exiliado. Pero dime,  ¿por qué abandonaste el santuario? le preguntó con curiosidad.
─El santuario se ha vuelto muy autoritativo y las personas que protegemos nos temen, esperan con ansias cualquier ataque para iniciar la siguiente cruzada que cruce nuestras fronteras. La primera guerra comenzó por el contacto con otras naciones, ahora solo hay una en la tierra. El santuario de Athena, mientras continúe así sin comunicación exterior, no tendríamos más conflictos a menos que esas puertas se abrieran y para eso, tendrían que liberar los tesoros de sus altares. No habría necesidad de que nuestras razas humanas se unificaran en una nación central militarizada y la gente dejaría de temernos tanto ─explicaba acuario.
Esa creencia que tienes, era la ideología de la que una antigua fraternidad entre santos se difundió, llamada la sociedad del hombre, de la que una vez forme parte, su fin era que después de la primera guerra el santuario se disolviera y la tierra recuperara su armonía natural.
Jamás escuche nada parecido añadió con extrañez el joven angelical.
Quizás algún día veas los cambios que querían traer decía al momento de ponerse la caja metálica en su espalda para iniciar su viaje.
Espera… ¿Cuál es tu nombre?
Amón... Amón del Fenix.

Entonces durante los años venideros, David deseo que se recupera y regresara, no para dejar esa solitaria nueva misión que tenía, pues hacer de guardián vigilante era lo suyo, pues nunca fue muy sociable, así que no extrañaba  a nadie en el santuario con mucho entusiasmo, solo guardaba empatía con ciertas personas, pero solo un poco. Más que nada para saber si realmente podría ayudarlo a conocer sus orígenes.

 

 
—Finalmente te has recuperado, Amón del Fénix —musitó el santo de angelical.

 

Cuando lo vio asomarse a la entrada, era un hombre de musculosa apariencia y rasgos de una piel bronceada y cabellos rojizos, portando una alada armadura anaranjada con tres colas detrás del protector trasero de la espalda. Con numerosas marcas negras en los brazos de forma ondulada, tenía la piel marcada con enigmáticos tatuajes oscuros como el ébano.
El santo dorado se acercó lentamente después de un arduo combate, mientras el caballero de bronce permanecía en silencio con los ojos cerrados y un rostro serio. Cuando llego, David extendió su  brazo para saludarlo y estrechar su mano, pero en el momento que el fénix le respondió su saludo. Acuario no encontró un fraternal gesto entre camaradas sino que sintió como su mano comenzó a calentarse con extremidad y el metal de su armadura también se empezó a caldear tanto que el color del protector de la mano cambio de un dorado reluciente a un anaranjado intenso.

—¡¿Qué haces?! —se exaltó acuario, separándose un par de metros.
—Supongo que debo agradecerte mi resurrección, pues el cosmo que la espada contenía guardado término mi recuperación y ahora puedo empezar mi verdadera misión —expresó serenamente el santo de finos mechones rojizos—. Como tu orden sufrirá lentamente, en compensación por tu servicio te matare rápidamente.
—De que hablas…
—Ya no te necesito. Muere con el aletazo del fénix…

 

―¡Hō Yoku Tenshō! ―

“Las alas del fénix se elevan al cielo”

 

El santo de bronce puso su torso al frente y juntando los puños reúne fuerzas de viento y calor en un punto concentrado, creando una especie de tormenta de llamas con su Cosmo, en un único soplo furioso, mientras se ve como un aurea de una hermosa ave de multicolores y colas con cuerpo ígneo avanza con el ímpetu de la técnica.

 

—¡Frienzing wall! —

“Muro de hielo”

 

En consecuencia el caballero de acuario intenta protegerse y ondea su brazo derecho montado en el proceso una oleada que se extiende en forma de una plana muralla cristalizada para detener el avance de la técnica. Sin embargo, la onda expansiva del santo de bronce atraviesa con facilidad la barrera gélida y atrapa a su víctima que es zarandeado por los aires a merced de un poderoso vórtice de fuego capaz de destruir el área de combate y los alrededores mediante bolas de ígneas que brotan del remolino.
Acuario termina violentamente en el piso sepultado por enormes bloques rocosos después de haber sido mandado a volar en ese intenso ataque. Mientras el pelirrojo santo se acercaba a los escombros para ver que David aún se movía, se disponía a darle el golpe de gracia y este pensó en arrancarle la cabeza mientras su rival permanecía en el suelo.
Cuando extendió la mitad de su brazo de forma recta para terminarlo, un finísimo hilo luminoso detuvo su muñeca, salvando al santo de acuario.

—No puedo dejar que hagas eso.
El fénix siguió la línea del hilo dorado, vio que había otro caballero de oro, acompañado de un santo de plata.
—Yo Amón de Fénix solo estoy abriéndome paso para tomar lo que es mío, vosotros dos creo que vienen de lo más profundo de esta montaña… ¿acaso tienen el tesoro imperial?
—Tú eres el guardián, no entiendo por qué nos atacas, si eres un aliado —le preguntó Edward de Aries.
—Sera mejor que me den la espada flamígera o sino terminaran así —vociferó el fénix. Cuando con un dedo de su otro brazo libre, tocó el hilo de cristal de Edward y lo empezó a incinerar hasta que todo el hilo se incendió en unas curvas de fuego que zarandeaba en el aire hasta hacerse cenizas.
—Maestro, él es muy fuerte para ser un santo de bronce —musitó Surt asombrado.
—Su armadura parece haber evolucionado, y además puedo sentir un gran cosmo. Este hombre es peligroso, pero lo que más me preocupa es que tiene una cosmoenergía muy iracunda —razonaba Edward—.  Surt, sal de aquí yo me hare cargo de él, creo que después de todo el papa tenía razón. Los santos exiliados son una amenaza.
—Ninguno de ustedes se ira de aquí, hasta que obtenga el tesoro —afirmó el fénix.
—¡Alto! —exclamó una voz desde abajo de los escombros que habían.
El caballero de Acuario, se reincorporó lentamente. Mientras encendía su cosmo, le hizo saber a Edward que retrocediera, pues el necesitaba explicaciones antes de liberar su ira, después de haberse sentido engañado.
—No dirás nada. ¿Por qué me pediste que te auxiliara mientras te recuperabas? Tú mismo me dijiste que no podía permitir que nadie se acercara a la espada de la roca y ahora la quieres desenvainar —le reclamó acuario.
—Solo te pedí que la guardaras hasta que yo me recuperara después de mi última derrota,  ahora estoy en condiciones de usarla para mis grandes propósitos —le  respondió  con descaro, esbozando una mueca.
—Ya veo, entonces quieres alterar el equilibrio después de todo. Creo que no puedo confiar en nadie, no dejaré que te la lleves —expresó David incrementando su cosmo.
Mientras Surt miraba a su maestro, este le pidió que permaneciera en silencio, entretanto ellos resolvían sus diferencias.

 

 

—¡Diamond Dust Ray! —

“Rayo de Polvo de diamantes”

 

Acuario dio un puñetazo de aire glaciar el cual se vio multiplicado en cientos de rayos congelantes en distintas direcciones, mientras feroces cristales recorrían los diferentes soplos glaciares.

 

—¡Phoenix feather dance! —

“Danza de plumas del Fénix”

 

Amón ondeó sus tres colas, que mantenía a sus espaldas. Las cuales desplegaron cientos de plumas de fuego que se arremolinaron alrededor de su cuerpo para protegerlo en un espiral ígneo que lo hizo inmune al rayo de polvo de diamantes.

—¿Cómo es posible, acaso no estoy alcanzando el cero absoluto?
—Demasiado tarde para darte cuenta de tu condición. Destruiré lo único que te resta —vociferó el fénix.
Amón corre hacia su adversario, mientras extiende el brazo derecho y justo cuando se encuentra a su lado, concentra su cosmo para enviarle una fina proyección de energía, en forma de rayo rojizo, que impacta en la frente, volándole el casco en el proceso, mientras que su víctima cae de rodillas.

 

 

—¡Hoo Gen Ma Ken! —

“Golpe de la Ilusión del Fénix”

 

Los presentes no entendieron que sucedió para que David se quedara quieto, con una mirada catatónica mientras imágenes le venían a su cerebro, pudo contemplar algo de su pasado en lo más profundo de su ser. Una laguna mental emergía tomando forma de un hermoso paisaje en una remota tierra, y él se vio cuando todavía era un infante, cuidando un rebaño de ovejas, mientras tocaba una lira de cuerdas de cristal y caja de madera, parecía haber una armonía en el campo que ni siquiera las bestias que pasaban cerca como unos leones u osos de vez en cuando, no se atrevían a atacarlo y se encantaban con la bella melodía que expresaba aquel talentoso muchacho.  Solo una vez su bella tonada fue interrumpida, cuando conoció a tres hombres de túnicas blancas que se le acercaron al escuchar tan encantadora música que parecía atraerlos fácilmente con la voz que acompañaba su instrumento.
 
 
Pequeño que haces ahí tocando en solitario le preguntó uno de los tres encapotados dejando a los dos un poco más atrás.
No estoy solo señor, estoy tocando para mi rebaño. ¿Vosotros quiénes son? les pidió identificarse el pequeño David.
Hemos venido de una tierra lejana, porque nos hemos enterado de que la ciudad que está más abajo se ha vuelto corrupta e impía, somos emisarios de los dioses para castigar a los habitantes que se han descarriado inmoralmente explicaba el encapotado de blanco.
La ciudad que está más abajo es mi pueblo, señor vosotros sois mensajeros de los dioses. Por favor, no castiguen a mi gente yo he vivido ahí desde que nací, jamás he visto tales cosas de las que hablan. Debe haber algun error les dijo el muchacho angelical.
Vuestra música nos ha conmovido, pero no podemos desobedecer una orden divina. Por eso he decidido salvarte solo a ti, olvidaras todo tu pasado y vendrás con nosotros a nuestro hogar donde encontraras una vida digna llena de honor le respondió el sabio hombre desconocido.
¿Qué dijo?... el joven no podía creer lo que le estaban diciendo. Solo lo salvarían a el. ¿Por qué solo yo?
Pero no hubo respuesta, y el hombre con el que estaba hablando levantó su brazo para dejar ver la  marchita piel que tenía la palma de su mano, poniéndola en forma de garra que vislumbró un resplandor el cual aturdió al joven contra el piso.
Mientras el muchacho perdía le conciencia lentamente, vio como los tres hombres de túnicas blancas formaban una particular posición en trinidad, entretanto el hombre que le había hablado se agachaba poniéndose al frente extendiendo los brazos y juntando las manos para formar una posición con los dedos en forma de garra, los otros dos se encontraban haciendo lo mismo en cada lado, solo que mantenían un brazo abajo y el otro inclinado colocando sus manos de la misma manera, concentrando en el centro de sus palmas un pequeño núcleo de su cosmo, el cual se empezó a formar una esfera de luz tan luminosa como un pequeño sol, la que acumularon hasta amplificarla casi del tamaño de su cabeza para liberarla al mismo tiempo y juntar en un solo rayo destructor que avanzó directamente contra el pueblo y lo arrasó como una desoladora fuerza de luz incandescente, calcinando todo a su paso. A lo lejos se podía ver como una gran nube en forma de hongo se formaba como el resultado de haber destruido todo una gran ciudad.
Cuando por fin terminaron, el hombre de al medio volvió a poner su mirada en el joven David, quien apenas y aún mantenía sus ojos abiertos, cuando el desconocido se acercó.

 

Descuida, olvidaras esta tragedia y te convertirás en un gran caballero de Athena musitó el hombre alto, nuevamente levanto su brazo y extendió la palma para liberar ondas de energía que le alteraron la cabeza al muchacho, produciéndole terribles dolores en su cerebro hasta dejarlo inconsciente.
 
 

Después de recordar esa lejana memoria, el caballero de acuario se preguntaba por dentro. ¿Por qué ahora eso se le venía a la cabeza?... Esa dolorosa memoria de ver morir a su pueblo natal, por las manos de tres hombres que fue reconociendo, o al menos tenía la leve intuición de algunos de los tres emisarios desconocidos. Mientras unas gotas de sudor recorrían la frente del tuerto caballero, quien por primera vez su serena mirada que nunca había perdido la calma, ni siquiera con su rival de toda la infancia, Alphonse su antiguo compañero. Ahora se encontraba con su mente en un estado caótico que no le permitía ver la realidad hasta que algo en lo más profundo de su alma se quebró por dentro, haciendo que el santo de un solo ojo, cerrara la única cuenca ocular que le quedaba.
Después de unos momentos de silencio, el cuerpo de David cayó inconsciente ante los ojos de los presentes, sin entender el por qué.

 

—Te dije que podría responder tus orígenes, espero que estés complacido —le expresó con crueldad al mirar cómo se encontraba el peli verde amarillo.
—¡David! —exclamaron expectantes. Sus compañeros.
—Su cuerpo ya estaba agotado físicamente, solo me restaba destruirlo mentalmente, con mi técnica fantasmal logre golpear su sistema nervioso, para liberar una ilusión aterradora capaz de manipular su subconsciente a mi voluntad, ahora su alma está destruida —explicaba muy satisfecho por su acto, el fénix.
—Pareces alguien muy astuto, pero no tendrás tanta suerte conmigo —le advirtió Edward.

En un pestañeo, Aries desapareció para darle un puñetazo por la espalda. El cual el fénix detuvo con facilidad. Sin embargo, no era lo que quería conseguir, pues se vio que fue llevado a la fuerza por la luz de la teletransportación. Dejando solo a Surt.

Los dos aparecieron en lo alto de una montaña nevada, se separaron una vez que sus pies pisaron la tierra.

 

—Ya veo me has apartado para salvar a tu alumno, pero no escapara. Acabare rápido contigo —le aseguró su victoria el pelirrojo.

Amón se dispuso a propinarle un feroz golpe directamente, pero antes de llegar a impactarle, chocó contra una vibrante pantalla de luz que le hizo resentir la fuerza de su embestida en su propia contra.

—Este es el muro de cristal, nada puede destruirlo —afirmó Aries.
—Ya veo, esta barrera invisible es capaz de reflejar cualquier ataque. Por otro lado, no creo que sea impenetrable en toda su extensión —respondió con sarcasmo el pelirrojo.
—¿Qué dices?
—¡Solo observa! —alzó la voz el santo de bronce—. ¡Destruiré tu poderosa pared de un solo dedo! —exclamó con firmeza.

Extendiendo su dedo índice, disparo un finísimo rayo de fuego hacia una esquina a la altura de sus rodillas. Cuando golpeó ese pequeño punto, el muro de cristal se trisó lentamente hasta recorrer toda la pared y caer en pedazos delante de los ojos de su forjador.

 

—¿Cómo sabias a qué punto golpear específicamente? —preguntó Aries incrédulo.
 

No hubo respuesta y solo se escuchó una pequeña carcajada de parte del fénix, quien se preparó para asestarle un puñetazo, pero Aries respondió con otro de igual potencia. Entonces comenzaron a darse una serie golpes que llegaron a provocar grandes estruendos, hasta que los dos cayeron del lado opuesto en el que se encontraban.
 

—Quizás debas rendirte y en consideración les perdonare la vida, si me dan la espada imperial —propuso el fénix—. Pues en caso contrario, les será imposible escapar de mí.
—Al que le será imposible escapar será a ti. Debes saber que nadie es capaz de escabullirse de este gran torbellino estelar —respondió con seguridad, el joven de rubios cabellos ondulados.

 

Mientras separaba las piernas para mantener el equilibrio, eleva la palma de su mano hacia el cielo y separa los dedos, su mano comienza a rodearse de pequeñas y brillantes estrellas fugaces que forman una espiral, su cosmo se eleva y llega al máximo, a la vez mueve la mano rápidamente hacia adelante y fulmina a su enemigo atrapándolo en un torbellino de cientos de meteoritos y polvo de estrellas.
 

 

—¡Stardust Revolution! —

“Revolución de polvo estelar”

 

Después de provocar una terrible explosión que cegó todo por unos momentos, Aries se asoma para ver si su oponente sobrevivió y solo ve los restos de su armadura de bronce incinerándose.

—Lo sabía, incluso para un santo exiliado con experiencia le fue imposible sobrevivir —concluyó Edward con satisfacción.
—Todavía es demasiado pronto para morir —respondió una voz desde atrás.

 

Cuando Edward volteó, vio como el santo de bronce estaba ileso de la técnica que había liberado con su máximo nivel, pero estaba desnudo ante él, ya que solo traía sus vestimentas de entrenamiento con el pecho descubierto, mostrando un particular tatuaje de alas flamígeras en cada lado.

—¿Cómo es posible?
—Debo admitir que estuviste muy cerca, tuve que abandonar mi armadura para aligerar mi huida —aclaró su rival.
—No obstante. Ahora te encuentras indefenso ante mí —le hizo saber Aries, lo que parecía muy evidente.
—Tal parece vosotros no me conocéis, debes saber que mi armadura es única. Fue la última armadura de bronce en construirse con una especial habilidad, que yo mismo me asegure de no traspasar su conocimiento hacia las demás, eliminando a su creador —respondió Amón, mientras incrementaba su energía cósmica, se pudo apreciar como su tatuaje en el pecho resplandecía intensamente.

 

Nuevamente del cosmo que lo envolvía como una bola de fuego por todo el cuerpo. Su armadura volvió a nacer rápidamente  de una forma más portentosa y reluciente.

—¡Su vestimenta sagrada renació milagrosamente! —exclamó Edward—. Es más, parece como si hubiera regresado más fuerte.
—Porque no lo comprobamos ahora mismo, te apartare de mi camino con un solo ataque —garantizó el nuevo santo de bronce.
—Nadie ha vencido a un santo de oro con un solo ataque —chistó el dorado—. No sé cómo, pero siento que me estas ocultando algo.
—Jajaja… Pareces muy confundido, está bien. Después de todo como morirás, te revelare porque nunca tuviste oportunidad —dijo Amón, cuando se sacó la diadema y mostro que en su frente ocultaba dos puntos bermellón—. ¡Yo también soy como tú!

 

Los ojos de Edward se engrandecieron como dos platos redondos al comprobar tales palabras, eso explicaba muchas cosas después de todo, al menos gran parte.

—No entiendo porque alguien de mi misma raza amanezca la estabilidad de los reinos.
—No tengo porque responderte esa pregunta, pero te contestare otra cosa. Tú solo has asimilado las habilidades de los alquimistas de un santo de bronce de manera ofensiva, no puedes ser el caballero de Aries solo con eso —explicaba su rival.
—Pero mi revolución de polvo estelar…
—Debes saber que así como el muro de cristal tiene un punto débil. La revolución de polvo estelar también. Pues, después de lanzarla tiene un agujero de una millonésima de segundo —le fundamentó Amón.
—¿Qué, cómo puede ver esas cosas? —se preguntó Aries. Sin darse cuenta de cómo la energía de fénix lo iba rodeando.
—A diferencia tuya que eres un mocoso, yo soy más viejo de lo que parezco. Ahora te enviare al grado máximo, a millones de grados de aquí donde incluso con la teletransportación no podrás salir —le hizo saber el fénix. Cuando manifestó una gran cantidad de energía que los rodeo a ambos como una nebulosa ígnea.
—¿Acaso estás haciendo arder tu cosmo hasta estallar? Volaremos en mil pedazos en medio de esta estela cósmica que has creado.

En ese momento, Edward se vio atrapado sin poder salir de la gran manifestación de energía que estaba haciendo su adversario, se sintió como en el nido de un ave furiosa.
Esta gran nebulosa comenzó a volverse más intensa y sellar sus movimientos solo en el cuerpo de él que era la víctima, cuando Amón extendió sus brazos, para que se tornara violenta y su nebulosa ígnea se comprimió en un vórtice que solo rodeo el cuerpo del santo de oro.

 

—¡Explosión Dimensional! —

 

El cuerpo de Aries empezó a cargarse de una gran luz hasta que el vórtice se aceleró tanto que en tan solo un instante, visualmente pareció calcinar el cuerpo de Edward, produciendo que el vórtice explote en una extinción cósmica. Dejando solo la armadura de Aries que formo el tótem de la constelación del carnero.

—Hasta la vista —se despidió el fénix, mientras comenzó a buscar el cosmo del único caballero que quedaba.
Entretanto, en las afueras de la montaña. El joven santo de plata de altar se encontraba corriendo mientras bajaba la montaña. Sintió como el cosmo de su maestro desapareció de una forma fugaz, sin que entendiera como habría muerto. Fue lo que lo hizo detenerse por unos momentos.
—Maestro Edward, juro que protegeré esta espada. Al menos estando en mi cuerpo, nadie podrá tocarla —era lo que Surt creía, cerrando sus ojos, mientras unas lágrimas le caían al suelo.

 

En el momento en que estaba dándole un minuto de silencio, varias sombras oscuras aparecieron de la nada, como fantasmas de la niebla que lo rodearon en un instante, aquellos sujetos no se les veía los ojos, pues traían unas diademas que los tapaban pero lo más raro era que todos portaban la misma armadura negra con colas de plumas metálicas en la espalda.
 

Fin del capítulo 13.

 

 
 

Notas extras:

El punto debil del cristal wall es mencionando en el ND por Suikyou, mientras q el agujero negro del Startud Revolution se mencionan en el LC por Lune.


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

Fichas de personajes


#15 Αλάλα

Αλάλα

    Raissa Ozsari

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Publicado 15 agosto 2016 - 15:47

Nombre del fic: Saint Seiya: Santuario sin escudo

Link: http://saintseiyafor...rio-sin-escudo/

Capítulo:

 

Capítulo VI: Complicaciones.

 

Tigern de Libra, quien guiaba a Virgo, Aries y Tauro, sintió que algo extraño sucedía en el Santuario. Pidió a Witta de Aries comunicarse con Sonechka, y en ese momento se enteraron de lo que había sucedido.

Volvieron con rapidez, y en unos segundos allí se encontraban.

 

Ver que la estatua de Athena ya no se encontraba en lo alto de las doce casas les hizo sentir una sensación horrible en el estómago.

Piscis les comunicó que Sali fue quien causó tal hecho. Tigern dedujo que quizá esa era la razón por la que la sangre de Athena estaba derramada aquel día que desapareció. Sin embargo, no creía posible que un enemigo lograra usar la armadura de la deidad.

 

Con los caballeros de oro presentes allí reunidos, Tâleb apareció corriendo, atrajo con el ruido de sus pasos las miradas de los guerreros.

 

—Athena estaba aquí…—Señaló hacia donde estaba hace poco tiempo.

—No seas mentiroso—Asker apareció tras él, y justo al terminar su frase, le dio un golpe en la nuca, Flecha cayó sobre sus rodillas.

—¿Todavía sigues con esa historia?—con seriedad, preguntó Tigern, dio la vuelta para mirar al caballero arrodillado.

—Entiendo que es algo difícil de creer, pero allí estaba. Ella misma me indicó que vino a llevarse la armadura—Bajó la mirada, sabía que nadie le haría caso.

 

Asker, cansado, le lanzó una patada justo en el mentón. Tâleb de Flecha cayó sobre su espalda y se quejó del dolor con un gruñido. Ningún otro caballero le prestó atención a la situación, pues solo creían que era un niño que solo buscaba que le dieran interés a lo que decía.

 

—Vuelve a decir algo como eso y, no te desterraremos, te mataremos—Asker frunció el ceño tanto que parecía desfigurarle el rostro, y para enfatizar, le apuntó con el dedo.

 

Sonechka se aclaró la garganta, a él también le cansaba la situación.

 

—Hace poco los caballeros de Camaleón, Oso y Cuervo me comunicaron que, donde están los renegados, no se encontraba Athena. Lo único que se me ocurre es que ha de estar con Sali. Si utiliza su sangre para tomar la armadura, lo más probable es que también la tenga para sus otros propósitos, sean los que sean. Necesita de ella—Se cruzó de brazos y le dio una vista rápida a sus compañeros.

 

—Si están atacando varias ciudades es más difícil encontrarlas. Sin embargo, ha habido ataques a Rodorio. Con la protección del Santuario Sali tomaría ventaja, estoy seguro de que quiere tomar el lugar de Athena. Con esto, no debe estar muy lejos de aquí—Concluyó Tigern, esperando a que a su amigo y compañero de armas ideara un plan.

 

Algunos momentos de silencio pasaron, mas terminaron cuando Gad de Copa ofreció dividir a los guerreros en cuatro grupos para cubrir cada punto cardinal.

 

—Irán entonces acompañados por un caballero de oro—estuvo de acuerdo Sonechka. Organizó entonces con rapidez los grupos y evitar perder tiempo.

 

Witta de Aries fue con Asker, y en este grupo se ofreció Kamil sin importarle haber llegado hace poco de Brasil. Tigern fue con Alex de Cefeo y André de Cisne. Brynjar de Virgo marchó con Du de Tauro y Gad de Copa. Por último, fue Sonechka con Viveka de Lagarto. No había más caballeros disponibles, pues Milivoj de Oso estaba recuperándose del veneno, mientras Ethan de Cuervo le cuidaba. Géminis seguía desaparecido y de Tâleb nadie quería saber nada.

 

Todos estaban preparados para marchar, hasta que notaron que Asker tomó del cuello a Tâleb y le lanzaba una mirada llena de furia. Antes de que Brynjar pudiera decir algo, el joven de Flecha ya estaba rodando por las escaleras que daban hacia la casa de Piscis. Cayó un par de metros hasta que por fin pudo detenerse por su propia cuenta.

 

Asker continuaba con el camino, acercándose hacia el caballero de plata. Estaba dispuesto a encerrarlo él mismo. Igual que antes, nadie le detuvo ni comentó nada al respecto. Al cabo de un rato, el joven de Lira abandonaba a Flecha en la prisión de Cabo Sunión. El chico mostraba grandes lágrimas en sus ojos amarillos, pero eso a Asker no le conmovió.

 

—Espero que al regreso dejes de decir tantas estupideces—Pidió Lira antes de marchar.

 

Sin más que poder hacer, Tâleb se echó en una de las rocas para poder pensar y encontrar una salida a tan complicado tema.

 

Los cuatro grupos marcharon apenas Asker regresó. Witta y sus compañeros fueron hacia el norte, Tigern al sur, Brynjar al oriente y Sonechka al occidente.

 

Al sur viajó el grupo de Tigern. Llegaron a Chipre, al lugar que, por el idioma, Athena podría pasar desapercibida. Arribaron al norte de este lugar,  Kyrenia. Un lugar en la costa con vistosos barcos. El lugar era bastante turístico, por lo que, llevando sus armaduras, tuvieron que ir escondiéndose. Era lo mejor, pues así evitaban comenzar la batalla en un lugar abierto y ocupado por personas que no podían defenderse.

 

Alex de Cefeo dirigió su mirada café claro hacia el sur del lugar, hacia la cordillera de Kyrenia. Sintió un fuerte cosmos que emanaba de allí, por lo que hacía aquel lugar fueron.

En el monte Pentadáctylos, o ‘Cinco dedos’, había bastantes castillos y atalayas. Aquel lugar les pareció interesante, pues antiguamente algunos de estos lugares se usaban como punto de estrategia al poder divisarse, como ejemplo, carreteras importantes.

 

En el castillo de San Hilarión, el cual tuvo como centro una lucha por el control de Chipre, se intensificó un cosmos, sintiéndose pesado y oscuro. Era bastante similar a lo que Tigern recordó cuando vio por primera vez a Sali, por lo que sospechó que se trataba de ella.

Se adentraron. En ese momento caía la noche y poco podían ver. Sin embargo, a lo lejos y en el horizonte observaron el mar y las luces iluminar la ciudad. Era relajante y les recordó lo humanos que eran. Al dar la vuelta hacia el devastado castillo, el sentimiento se sintió lejano.

 

Del castillo no quedaba mucho, paredes destruidas, techos caídos y algunas figuras que los visitantes podían ver. Mas lo curioso de todo fue ver un agujero en el suelo. Se adentraron en este y notaron que era como si alguien hubiera construido un sótano, y muy reciente.

Tigern no podía creer la estupidez que cometió. Cayeron en el peor lugar para luchar. Para colmo, escuchaban cómo el agujero era cerrado.

Estaban a varios metros bajo tierra. Alguien apareció tras ellos, solo pudieron sentirlo, y no verlo.

 

—Tres caballeros. Bronce, plata y oro. Luego de matar a soldaditos y aldeanos, al fin podré poner uno de cada cual en mi colección. Vamos, ¿por qué no luchan?—Preguntó el desconocido. Por su voz se podía notar que era un hombre joven, más no un adolescente o un infante. Era alguien con experiencia, y el mayor de los tres, Tigern, logró notarlo.

 

Estaba oscuro, incluso más negro que la noche. Les quedaba guiarse por el ruido de los movimientos, por el cosmos y por lo que se les ocurriera.

Pero al instante notaron más problemas. El cosmos del hombre disminuyó, no se escuchaba ni el cómo respiraba.

De los tres, Tigern era el único que podía despertar el séptimo sentido, pero ni eso le estaba sirviendo de ayuda. Además, el lugar estaba reducido y ejecutar cualquier ataque lograría lastimar a los demás. Quedaba un combate cuerpo a cuerpo.

 

De repente un golpe se escuchó. André de Cisne fue golpeado en el abdomen y el desplomo hizo regresar a Libra de sus pensamientos. Estaba lento, odiaba cometer errores y peor tan básico como el que ocurrió hace poco. Pero logró controlarse y se concentró en evitar más equivocaciones.

 

—¡Vamos, hagan algo!—exclamó el enemigo. Golpeó de una patada a Cefeo en el pecho y trató de atacar en el costado a Tigern, pero el caballero logró detener el golpe con el escudo de su brazo—. Tú debes ser el de oro. Contigo será la batalla entonces, pues tus inútiles compañeros ya están en el suelo.

 

Cisne y Cefeo estaban levantándose. No hallaron qué hacer y Tigern no les dirigió.

El desconocido decidió atacar a los jóvenes. Notó a Cisne como el más fácil en derrotar.

El hombre tenía la ventaja total. Podía notar todo como si fuera de día y el sol estuviera allí. Su cosmos, concentrado en sus ojos, le permitía ver con claridad a los guerreros.

Vio los ojos naranja claro de Cisne clavados en él con angustia, el cabello azul pastel manchado con un poco de sangre y la piel blanca sucia de polvo.

De Cefeo vio su largo cabello castaño y los ojos cerrados. La piel morena clara y sudorosa por la falta de aire.

 

—¿Dos golpes y ya están derrotados?—Incitaba el hombre que portaba la armadura de Leo bañada en ese color negro. Tigern le atacó pero le detuvo con facilidad.

—No es posible que veas con tanta facilidad, apenas noto manchas moverse—murmuró el joven de Libra, ideando todavía qué hacer—. Déjalos—Pidió, esperando poder acabar con el asunto él solo.

—No. Los tres irán a mi colección. Uno de cada rango.

 

Dicho eso, el de armadura negra siguió con su ataque a Cisne. Ejecutó su ataque, que a pesar de sentirse presente en todo el lugar, no se vio nada de este.

André bramó tan fuerte que Cefeo se encogió del miedo. Tigern se molestó por no haberlo evitado.

 

—El terror de la oscuridad—indicó el nombre de su técnica el caballero de Leo—. Poco le queda de vida. El corazón pronto le dejará de latir.

 

Una descarga eléctrica, como si todos los rayos del mundo cayeran sobre el cuerpo, fue lo que recibió el pobre broncíneo. Gracias a la oscuridad, Alex y Tigern no pudieron ver cómo la figura del Cisne quedó quemada y ensangrentada. No solo eso, sino también el rostro desfigurado y los ojos fuera de sus órbitas. Apenas se le escuchaba cómo luchaba por respirar.

 

Cefeo era el siguiente de la lista. Tigern se abalanzó antes de que algo pudiera sucederle, pero Alex le gritó que no se entrometiera, pues él se creía capaz de luchar.

 

—¡Canto de la ballena!—Colocando sus manos al frente, el gorjeo fuerte generó una especie de barrera invisible que evitó que Cefeo fuera golpeado por el de armadura negra.

 

Un tanto desorientado, Leo no vio venir los golpes que Alex le imprimía. El canto le resonaba en la mente todavía y no lograba enfocarse en ver lo que hacía su enemigo.

Cefeo golpeó en la mejilla izquierda, el mentón y el corazón varias veces, dio una patada como remate en el rostro y con esto logró echarlo al suelo.

Esto hizo enojar a Leo, quien no pensó antes de atacar.

Un montón de finos rayos oscuros atravesaron la habitación, logrando cortes en Tigern y Alex, incluso en el lastimado André que evitaba fallecer en ese lugar.

 

Alex logró pasar entre medio del ataque y logró asestar un fuerte rodillazo en el abdomen de Leo negro. Con la cabeza inclinada, Cefeo vio la oportunidad de atacar la nuca y con la mano extendida, golpeó esta parte con la mayor fuerza posible.

El desconocido terminó en el suelo, pero no estaba herido para nada.

 

—¿Es acaso eso todo? Creí que los caballer…

 

Pero Leo se silenció de repente. Cefeo no entendía qué sucedía pues nada podía ver allí.

El enemigo se desplomó y el fuerte golpe se escuchó cuando chocó contra el suelo. Se oía cómo escupía sangre por la boca y luego el reposo llenó el lugar.

De haberlo visto, Cefeo se hubiera vuelto loco de enojo: Tigern había usado una de las armas para atravesar la cabeza del hombre.

 

—¿Qué ocurrió?—Preguntó desconcertado el joven de Cuba, Alex sentía que algo estaba pendiente y que algo raro sucedió.

—No lo sé—mintió Libra. Había desobedecido la regla de no usar las armas y el combate justo. Incluso se negó a la petición de Alex de no entrar en aquel enfrentamiento—. Ya terminó. Es lo que importa.

 

Tigern se echó al suelo, con la mirada hacia este y evocando lo que ocurrió a André de Cisne. Lo último que había escuchado era que apenas respiraba, y ahora él estaba en total silencio.

Regresaron a la superficie, con el cadáver del chico en sus brazos. Le dieron entierro y emprendieron camino hacia Grecia. Aunque la batalla no fue ardua, extenderse más hacia el sur sería perder tiempo. Quizá, al volver, alguno de sus compañeros tendría noticias.

 

Mersin, Turquía.

 

Brynjar de Virgo, Du de Tauro y Gad de Copa arribaron en la costa del sur de Turquía. En aquel lugar, estaba todo destruido. La hermosa ciudad estaba hecha añicos, las tiendas y cafeterías ahora eran el refugio de las ratas y otros animales que reclamaban el lugar a falta de humanos.

 

Las estrechas calles estaban vacías, los edificios destruidos y toda la vida que allí estaba, como los jóvenes reunidos o el gran comercio, estaban desaparecidos.

 

En medio de donde llegaron, estaba una pila de gente muerta amontonada. Arriba, en lo alto de una edificación no tan alta, estaba una joven portando la armadura de Pegaso. Con las manos llenas de sangre, sonrió a los caballeros y les saludó.

 

—Bienvenidos, caballeros en busca de Athena. Aunque Pegaso siempre ha sido quien le ha resguardado, en esta ocasión no se me ha asignado la tarea. Sin embargo, les puedo decir dónde se encuentra ella. ¡Está más cerca de lo que creen! Lo único que tienen que hacer: arrancarme la cabeza.


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Publicado 16 agosto 2016 - 17:46

Voto por los fics de Killcrom y Rexo, porque los considero los mejor escritos y más alejados de lo "típico" en el fanfic de SS, son algo así como "senpai" para mí xD

 

También el de Seph_girl, que no había leído, pero está buenísimo, un gran descubrimiento.

 

Y el del organizador, T-800, porque básicamente se construyó su propio universo.


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Publicado 17 agosto 2016 - 12:54

A ver. Hay muchos fic bastantes buenos, guardando las diferencias claro.

Votaré por los fic que leído, unos más que otros:

Voto por Killcrom: sin más su historia, narrativa y demás, lo ponen en un nivel… mmm, como dice cierto personaje "interesante".

T-800: he tenido el gusto de leer su historia, como así también su remake. Con todo y su partes altas como bajas a mostrado su avance con ficker. Sin contar que ha sabido llevar la dinámica y tener tiempo para su fic.

Unicron: Vaya que en cierto modo es como un clon de T. No importa lo que pase, seguirá con su fic y sus demás historias alternas del mismo. Un voto a la constancia de Unicron.

Sin más mi último voto va para Seph. Debo admitirlo que he leído poco de su fic, más su historia es de muy buen agrado.

Referencias especiales al buen Tetza y Talaris.


:t530:…
Saludos.

¡Si una hembra te rechaza es por el bien de la evolución!

 

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