Prologo: El Escudo de Athena
La noche estaba cerca de dar a su fin y Saga ya cruzó las doce casas. El último lugar por el que debía pasar antes de llegar hasta Athena era la cámara del patriarca. Al poner un pie en la estancia pensó en como, si hubiera logrado asesinar al patriarca actual, podría haberlo suplantado y tener bajo su mando a todos los caballeros de Athena. Una realidad que ya no podría vivir.
- ¡Alto!
Un fuerte grito detuvo a Saga antes de que saliera del gran salón. Desde donde provenía la voz se alzaba orgulloso un caballero de plata, no era alguien que hubiese visto muchas veces, pero de igual manera lo reconocía.
- Nicole de Altar, el perro faldero del patriarca.
- ¿Que pretendes Saga? - Respondió ignorando la burla del caballero dorado.
- Estoy aburrido de que intenten detenerme, Nicole.
El caballero de plata tragó con dificultad. Sabía que algo pasaba en el santuario, habían entrado en estado de alerta. Podía notar como el mal que obraba la emergencia en el santuario era Saga, también sabía que no sería capaz ni siquiera de ponerle un dedo encima, los caballeros dorados eran de temer.
- ¡Pues deberías atender a nuestras razones Saga! - Entonces Nicole lanzó desde la lejanía golpes a la velocidad del sonido, esperando golpear a su enemigo. O al menos entretenerlo.
El objetivo de Nicole era inútil. Ni siquiera podía ver como Saga se movía. se veía como si se mantuviera quieto, pero ningún golpe acertaba. Estaba claro que el caballero de Géminis se movía tan rápido que Nicole no podía seguirlo a la vista.
- No negaré que me agrada tu valentía o tal vez sea estupidez - Se burló. - Ahora desaparece de este mundo. ¡Otra Dimensión!
Nicole desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Saga se había desecho rápidamente de él. Ahora esperaba que no hubiese nadie más que se interpusiera en su camino y vaya que equivocado estaba.
El resto del camino por las doce casa fue extrañamente tranquilo. Mu y Aioria no se cruzaron con nadie más, ni siquiera en la casa de Piscis donde debía estar Afrodita resguardandola.
Cuando ya estaban llegando a las puertas de los aposentos del patriarca se encontrar con la sorpresa de que las dos grandes puertas estaban cerradas y no solo eso, sino que habían dos caballeros protegiendo el paso. Afrodita de Piscis y DeathMask de Cáncer.
- Afrodita… DeathMask… - Se lamentó Aioria.
- ¿Los mocosos de oro intentan pasar? - Les pregunta en tono de burla el caballero de Cáncer.
- Está claro que están con Saga - Intuye Mu.
Afrodita mira a ambos pequeños caballeros dorados sin decir palabra alguna, como si parte de él lamentara la situación en la están ahora, pero aún así no traicionaría la belleza que le mostró Saga. Una belleza como esa era digna de seguir, mientras que hasta ahora Athena y los demás dioses nunca le han demostrado nada.
- Acabemos con esto rápido - Dijo tranquilamente. - Rosa Sangrienta.
- Como sea - Respondió su compañero elevando su cosmos de la misma manera. - ¡Ondas Infernales!
Una rosa blanca se clavó instantáneamente en el corazón de Aioria, atravesando limpiamente la armadura dorada, mientras que las Ondas Infernales golpearon a Mu, que en un grito de dolor desapareció del plano en el que estaba, siendo transportado al Yomotsu Hirasaka.
- M...Maldición - Bramó débilmente el caballero de Leo mientras luchaba por mantenerse en pie.
DeathMask dio un paso hacia adelante, con el propósito de rematar al débil caballero dorado, pero Afrodita lo tomó del hombro y lo detuvo.
- No arruines una tranquila y hermosa muerte que puede entregas mi Rosa Sangrienta, DeathMask.
- Tsk - Movió su hombro con brusquedad quitando la mano de Afrodita y volviendo a apoyarse en las puertas, viendo como Aioria sucumbia y se quedaba sin sangre en su cuerpo. Pronto la rosa se teñiría de rojo, anunciando la muerte del caballero.
Los pensamientos de Aioria eran dedicados únicamente a su hermano y Athena, los arrepentimientos de no haber logrado hacer nada. Su consciencia no estaba tranquila. Su cosmos no estaba tranquilo.
En medio de lo que sería su muerte sin reparo, Aioria elevó su cosmos, lo elevó como no había hecho nunca, al punto de que llamó la atención de Afrodita y DeathMask, preocupandolos.
- Este cosmos…
- El Séptimo Sentido - Completó Afrodita.
Aioria mantenía la cabeza gacha mientras su cosmos crecía y crecía, a un límite desconocido por el mismo y luego puso todo su corazón y cosmos en su puño.
- Plasma Relámpago
El golpe dio de lleno a los otros dos caballeros dorados, cientos de golpes a la velocidad de la luz que no fueron capaces de esquivar. Ambos cayeron al suelo, pero se levantaron de nuevo sin mucha dificultad.
- Pensar que activaría el séptimo sentido en este punto… - Comentaba Afrodita.
- Aún así fue inútil, a penas si nos hizo daño - DeathMask parecía orgulloso.
Aioria cayó al suelo, finalmente inconsciente. Un fuerte ruido interrumpió entonces la situación, las puertas que llevaban a los aposentos del patriarca estaban destrozadas y comenzaban a derrumbarse. La técnica de Aioria había apuntado principalmente a las puertas.
- ¡No es posible! - Gritó DeathMask.
Una vez el paso quedó libre, desde la entrada del templo apareció Aioros de Sagitario vistiendo su armadura y sin prestar atención a los caballeros dorados traidores, saltó sobre ellos batiendo sus alas y atravesó los aposentos del patriarca.
- ¡Aioros! - Volvió a gritar el caballero de Cáncer.
- Ustedes no lo detendrán.
Desde el mismo lugar por donde llegó Aioros, ahora estaba el patriarca. No llevaba el casco que siempre cubría su rostro, dejando ver las arrugas de los años. Vestía únicamente la túnica que demostraba su título.
- Ustedes no merecen ser caballeros dorados - Shion hizo un movimiento con su mano hacia su costado y haciendo uso de su cosmos devolvió a Mu al santuario.
- ¿C…Cómo? Mis Ondas Infernales… ¡Ese mocoso debería seguir atrapado en el Yomotsu!
- ¡He vivido más de doscientos años! No es difícil para mi revertir una técnica como esa, una técnica que ya he visto muchas veces antes… - Por un segundo fue como si Shion se hubiera perdido en sus recuerdos, pero enseguida volvió a mirar con rencor a los traidores.
Mu estaba inconsciente y Aioria se acercaba más y más a la muerte. El patriarca se acercó al pequeño caballero dorado y arrancó la Rosa Sangrienta de su pecho, salvando su vida.
DeathMask y Afrodita no esperaron a que el patriarca hiciera algún otro movimiento o podrían ser derrotados, así que corrieron hacia él, listos para lanzar sus técnicas a quemarropa.
- ¡Idiotas! - Alzó sus manos al cielo y su cosmos golpeó a ambos caballeros, lanzandolos hacia arriba, estrellándose en el techo del templo, para final caer de cabeza contra el suelo.
Los caballeros de Leo y Aries continuaba inconscientes, incapaces de ayudar o presenciar este evento tan poco común, el ver al patriarca del santuario usar su fuerza para detener una catástrofe.
- Es… demasiado poderoso… - Se lamentaba Afrodita mientras se levantaba con dificultad.
- A pesar de ser un maldito viejo…
Shion cerró los ojos con lastima, ellos habían sido seleccionados por el mismo para ser caballeros dorados y ahora lo traicionan a él y a Athena, siguiendo a un caballero que busca la muerte de la diosa a la que deberían proteger.
Ambos caballeros dorados se levantan, un poco más heridos que antes, pero nada grave, sus armaduras de oro los protegieron, mientras que Shion no tiene nada que lo proteja más que sus mantos.
- Intenta resistir a esto, patriarca - DeathMask levantó su dedo hacia Shion. - ¡Ondas Infernales!
- ¡El veneno de mis rosas acabará con esto! - Afrodita también alzó su cosmos hacia el patriarca. - Rosa Demoníaca Real
Shion abrió los ojos al mismo tiempo que liberaba toda su energía cósmica, elevó su mano al cielo juntando todas las estrellas y luego también lanzó su ken.
- ¡Revolución de Polvo de Estrellas!
Las técnicas se estrellaron entre sí, causando una devastación de cosmos en todo el templo del patriarca. Los caballeros traidores quedaron deslumbrados por el poder del patriarca y luego una explosión de cosmos inundó toda la estancia.
A sus espaldas Aioros pudo sentir como el cosmos del gran patriarca era llevado al límite y luego explotaba, estaba preocupado por él, por Mu y Aioria, pero no podía darse la libertad de volver sobre sus pasos para asegurar el bienestar de ellos, ya había puesto a su hermano como prioridad y aquello lo había llevado a esta situación. Decidió confiar en que se encontraban a salvo, que Aioria estaba a salvo.
Cuando cruzó el umbral de entrada a los aposentos de Athena enseguida sintió una presión en el pecho. Había cuerpos tirados por todo el pasillo hasta la recámara de la diosa. Las doncellas de Athena, las saintias, habían sido masacradas, se encontraban todas muertas por la mano de Saga de Geminis.
- Maldición…
Sin tomarse más tiempo, tuvo que pasar entre los cadáveres de la orden de las saintias, esperando que cuando esta situación termine poder brindarles una ceremonia funeraria adecuada. En la puerta al final del pasillo se encontraba la líder de las saintias, Aioros se había topado un par de veces con ella. Se llamaba Olivia. El caballero tuvo que tomarla entre sus brazos para sacarla del camino y atravesar la puerta, mientras la recostaba en el suelo a un lado, se dio cuenta que a Olivia aún le quedaba un suspiro de vida.
- El… el escudo de Athena… Aegis…
Aioros miró sus ojos y se dio cuenta que habían miles de cosas más que quería decir, pero las fuerzas de la vida la abandonaban.
- Protege a la diosa…
Olivia cerró los ojos, dejando ir su vida y confiando al caballero dorado de Sagitario la protección de Athena, él sería la única esperanza en estos momentos de locura en el santuario.
- Yo la protegeré… te lo prometo.
En la habitación de Athena, la pequeña diosa dormía plácidamente, ignorante de que en frente de ella se encontraba Saga, con las claras intenciones de asesinarla.
- Una diosa como tú nunca podrá defender la Tierra, no tienes el poder ni nunca lo haz tenido - Sus ojos inyectados de una ira desconocida la miraban fijamente. De entre su armadura reveló el arma que usaría, la daga dorada asesina de dioses. - Este es tu fin.
Saga bajó la daga con el filo apuntando al pecho de la bebé, pero a mitad de la acción, otra mano frenó el arma. Aioros había llegado en el momento justo y detuvo la daga con sus propias manos, un poco de sangre brotaba de la herida que se le formó y el caer de las gotas sobre la bebé la despertaron.
- No dejaré que cometas tal acto Saga
- Aioros… Pensé que te había quedado claro que sucede cuando se meten en mis planes
- ¿Porqué haces esto? - El caballero sostenía ahora a la pequeña entre sus brazos, y se alejó unos cuantos pasos de --- Saga, acercándose a la ventana contigua. - Pensé que tus intenciones de luchar por la justicia eran puras
- ¿Quien dijo que esto no se trata justicia?
- ¿Ah?
-Athena nunca ha podido detener las guerras que atormentan a la tierra, y los humanos siempre estamos al margen de estas disputas de los dioses, luchando a su gusto - El caballero de Géminis lanzó la daga al suelo y luego volvió a mirar fijamente a Aioros. - Haré justicia con mis propias manos, gobernaré al mundo y derrocaré a todos los dioses.
- Saga…
- ¿No entiendes acaso el poder al que podemos llegar Aioros? Con las armas de Athena, Nike y Aegis, y el poder de los 88 caballeros, podríamos revelarnos contra los dioses, ya no necesitariamos que dicten nuestro destino como lo han hecho desde la era mitológica.
- Saga, haz perdido la cordura.
- Si no eres capaz de entenderlo, entonces tendré que eliminarte.
El cosmos de Saga se elevó de un segundo a otro, de la misma manera que en Star Hill, Aioros tenía claro lo que venía, la técnica que distingue a Saga como el caballero dorado más poderoso en estos momentos.
- ¡Explosión de Galaxias!
Aioros saltó por la ventana impulsado por la explosión, protegiendo a la pequeña Athena del impacto, protegiendo su vida con la propia.
La explosión lo llevó a la parte trasera de los aposentos de Athena, el lugar más profundo del santuario. Frente a él se erguía con orgullo la estatua de Athena, la cual se encontraba allí desde la era del mito. Sobre sus manos llevaba a Nike y Aegis, las armas que ansiaba Saga.
Recordando las palabras de Shion y Olivia, Aioros sabía que la solución yacía en el escudo de Athena. Con la diosa acurrucada en sus brazos se levantó y a tropezones se empezó a acercar a la estatua. El haber recibido una técnica tan poderosa como aquella dos veces la misma noche y en ambas ocasiones usando su cuerpo para proteger a alguien más.
- ¡Sé que no recibiste de lleno mi técnica Aioros!
De un poderoso salto, Saga se estrelló unos cuantos más atrás de donde estaba el caballero de Sagitario. Si antes se le veía enojado, ahora el caballero de Géminis lucía furioso, parecía incluso un poco ansioso de no lograr llevar a cabo sus planes.
Desde lejos lanzó un golpe rafaga de cosmos que golpeó a Aioros en la espalda, haciéndolo tropezar y casi soltar a Athena. Eso no lo detuvo, el caballero siguió caminando, ignorando a su agresor.
- Bien, no esperaré a torturarte, esto debe acabar ahora. - Saga juntó sus manos y luego las separó mostrando un universo en medio de ellas. - ¡Otra Dimensión!
El espacio que los rodeaba a ambos se convirtió en un diferentes universos y dimensiones, el cosmos en su mayor esplendor, el cual empujaba a Aioros a perderse entre las estrellas, no podría escapar esta vez.
Una luz cálida comenzó a nacer desde los brazos de Aioros, aquel cosmos daba la sensación de la divinidad. Comenzó a iluminarse de manera infinita hasta que cubrió la técnica de Saga y la destruyó. El cosmos de luz y bondad de Athena había salvado la vida de Aioros.
- No es… posible…
Ante la incredulidad de Saga, Aioros aprovechó su oportunidad, dejó a Athena en el suelo y se preparó para dejar inmóvil a Saga de una vez por todas.
- Esa fue la luz de Athena, siempre nos protege y lo seguirá haciendo, ¡Saga! - Preparó su puño y elevó su cosmos - ¡Trueno Atómico!
Los golpes eléctricos golpearon incansablemente a Saga hasta derribarlo, entonces Aioros se armó de la fuerza de voluntad brindada por Athena y arremetió hasta el escudo de la estatua.
- Aegis… - Lo puso entre sus manos y sintió como el artículo infundía un tremendo poder a su interior, por un segundo entendió la ambición de Saga, la posibilidad de gobernar su propio destino.
El cosmos de la pequeña diosa Athena respondió al del escudo Aegis y Aioros percibió a su vez el sentimiento de pertenencia entre el escudo y la diosa. Aegis nunca lograría ser tan fuerte si no es en manos de Athena.
Caminó a paso lento hasta la diosa y entonces apuntó el escudo a su compañero de armas. Una rebosante luz golpeó a Saga desde el escudo y todo su cuerpo se iluminó. El caballero de Géminis se mantuvo inconsciente y un espíritu oscuro abandonó su cuerpo, perdiéndose en el cielo. Su cabello volvió a ser de color azul como antes y su expresión se volvió más tranquila.
- Lo he logrado… Athena…
Aioros cayó desfallecido, habiendo cumplido su misión, salvado a Athena y purificado el espíritu de Saga, por un segundo sintió que las cosas desde ahora irían mejor, tan solo no esperaba las múltiples batallas y guerras que vivirían todos los caballeros desde ese momento.
Editado por Estrellas en Papel, 13 octubre 2019 - 21:45 .