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Némesis Divino I: El juicio de las Horas


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549 respuestas a este tema

#1 Killcrom

Killcrom

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Publicado 03 septiembre 2014 - 18:53

Cabecera_Facebook_3.jpg

 

¡Saludos a todos, amigos fanáticos de Saint Seiya!

 

¡Aquí se reporta Killcrom, que de nuevo regresa al mundo del fanfiction con una obra conocida por algunos, pero nueva para la mayoría de lectores y escritores actuales!

 

Para los que no me conozcan, me presentaré diciendo que llevo en este mundo bastantes años y que a mis espaldas llevo ya varios fics. Dentro del spoiler añado alguna cosita más, para el que esté interesado.

 

Spoiler

 

SINOPSIS

 

A finales del siglo XV, los santos dorados arrastran una maldición que les hará morir por su egoísmo. La única solución parece ser someterse al juicio de una diosa desconocida. ¡Sin saber cómo deben actuar, nuestros héroes tendrán que enfrentarse a una red de amenazas que jamás en su vida habrían podido imaginar!

 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

Me complace anunciar que Némesis Divino ya tiene una página en docs.com. Acá dejo el enlace para quien quiera visitarla. También os dejo un enlace al Facebook oficial.

 

ÍNDICE

 

PRIMER EPISODIO: EL JUICIO DE LAS HORAS

 

-Prólogo: Post #2 PDF

 

-Capítulo 1 (1 de 2): Post #11

-Capítulo 1 (2 de 2): Post #18 PDF

 

-Capítulo 2 (1 de 2): Post #30

-Capítulo 2 (2 de 2): Post #39 PDF

 

-Capítulo 3 (1 de 2): Post #47

-Capítulo 3 (2 de 2): Post #65 PDF

 

-Capítulo 4 (1 de 2): Post #76

-Capítulo 4 (2 de 2): Post #91 PDF

 

-Capítulo 5 (1 de 2): Post #106

-Capítulo 5 (2 de 2): Post #115 PDF

 

-Capítulo 6 (1 de 2): Post #128

-Capítulo 6 (2 de 2): Post #140 PDF

 

-Capítulo 7 (1 de 3): Post #151

-Capítulo 7 (2 de 3): Post #162

-Capítulo 7 (3 de 3): Post #171 PDF

 

-Capítulo 8 (1 de 2): Post #177

-Capítulo 8 (2 de 2): Post #195 PDF

 

-Capítulo 9 (1 de 2): Post #203

-Capítulo 9 (2 de 2): Post #213 PDF

 

-Capítulo 10 (1 de 2): Post #221

-Capítulo 10 (2 de 2): Post #228 PDF

 

-Capítulo 11 (1 de 2): Post #232

-Capítulo 11 (2 de 2): Post #244 PDF

 

-Capítulo 12 (1 de 2): Post #253

-Capítulo 12 (2 de 2): Post #267 PDF

 

-Capítulo 13 (1 de 2): Post #283

-Capítulo 13 (2 de 2): Post #290 PDF

 

-Capítulo 14 (1 de 3): Post #299

-Capítulo 14 (2 de 3): Post #308

-Capítulo 14 (3 de 3): Post #317 PDF

 

-Capítulo 15 (1 de 2): Post #324

-Capítulo 15 (2 de 3): Post #337

-Capítulo 15 (3 de 3): Post #346 PDF

 

-Capítulo 16 (1 de 2): Post #358

-Capítulo 16 (2 de 2): Post #367 PDF

 

-Capítulo 17 (1 de 2): Post #380

-Capítulo 17 (2 de 2): Post #388 PDF

 

-Capítulo 18 (1 de 2): Post #397

-Capítulo 18 (2 de 2): Post #416 PDF

 

-Capítulo 19 (1 de 1): Post #427 PDF

 

-Capítulo 20 (1 de 2): Post #438

-Capítulo 20 (2 de 2): Post #455 PDF

 

-Capítulo 21 (1 de 2): Post #465

-Capítulo 21 (2 de 2): Post #472 PDF

 

SEGUNDO EPISODIOLA NOCHE DE LAS CALAMIDADES

 

-Capítulo 22 (1 de 1): Post #500 PDF

 

-Capítulo 23 (1 de 2): Post #509

-Capítulo 23 (2 de 2): Post #520 PDF

 

-Capítulo 24 (1 de 3): Post #531

-Capítulo 24 (2 de 3): Post #538

 

* Tras la publicación de cada capítulo completo, se añadirá un documento en .pdf para descargar.


Editado por Killcrom, 14 marzo 2017 - 23:22 .

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(Parte 3 de 3)

Publicado: ?? de ? de 2018


#2 Killcrom

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Publicado 03 septiembre 2014 - 19:25

Portada_ND1.jpg

 

capitulo-0-1124303.jpg

(Prólogo)

 

19 de diciembre de 1491

 

El foro de Atenas se llenó enseguida de curiosos a quienes llamaba la atención ese hombre recién llegado. ¿Qué hacía ahí, de pie, en mitad de la plaza? ¿Acaso esas hombreras de metal bermellón que sobresalían bajo su túnica eran parte de una armadura? Y si era así… ¿llevaba armadura porque era uno de los caballeros de la diosa Atenea?

 

Fuera cual fuese la respuesta a esas preguntas, lo que más extrañaba a la gente es que el desconocido parecía ajeno a todo menos a la lejana silueta del Partenón, a la que miraba con la cabeza en alto. Tras otear por unos instantes en el más absoluto silencio, el hombre comenzó a caminar abriéndose paso entre la multitud, sin dignarse a mirar aunque solo fuera uno de los rostros de las decenas que le rodeaban. Sus botas golpeaban el pavimento con firmeza, paso tras paso.

 

Cuando hubo andado más allá de la muchedumbre, un pequeño destacamento de soldados de la ciudad de Atenas trató de detenerle.

 

—¡Alto! ¿Quién sois, guerrero? ¿Acaso servís a Atenea? —espetó el soldado que parecía líder del grupo. Su tono, confiado, resonó con potencia sobre el viento.

 

—¿La guardia de la ciudad? —se dijo—. Como sospecháis, soy un caballero —añadió alzando el tono sereno de su voz—. ¿Con quién tengo el placer de hablar?

 

—Formamos parte de la guardia de Atenas. Mi nombre es Glauco —se presentó el líder, en cuya cabeza no se veía ni un pelo.

 

—¡Glauco! Un bonito nombre. Como os dije, soy el caballero de bronce de Hésperis—. El joven reverenció a los soldados con una sonrisa frugal en su faz.

 

—Mis acompañantes son Peleo y Sixto, apenas aprendices de la guardia ateniense. Mi papel es instruirlos. Creo que podrían aprender algo de vos, señor caballero. ¿Podemos ayudar?

 

Por algún motivo, Glauco se vio forzado a mostrarse amable. Quería superar el prejuicio creado al ver a Hésperis por primera vez. Entonces le azotó una suerte de mal presagio; como si hubiera visto en aquella alta figura a un enemigo. Y es que, aunque ahora hubiese cambiado su opinión, el porte del hombre no le había inspirado confianza. Aquel rostro sereno de sonrisa plácida le pareció insultante: las líneas adultas que recorrían su cara, los ojos añil que sobresaltaban lo pálido de su piel, esa frondosa y larga cabellera rubia y rizada que le caía hasta la cintura, y lo más llamativo, la toga negra y holgada bajo la cual vestía esa armadura de la que tan solo se veían sobresalir ambas hombreras.

 

Sabía que no le había visto antes por Atenas, pero no por ello Hésperis debía ser un enemigo. Al fin y al cabo, los caballeros de Atenea no solían verse muy a menudo por la ciudad. Lo que sí le sorprendió era que, en las pocas ocasiones que se dejaban ver, preferían no vestir sus armaduras; elegían llevarlas a la espalda, en el interior de esos cofres descomunales llamados cajas de Pandora[1].

 

—Ahora que os ofrecéis, me gustaría pedir un pequeño favor. Como podéis imaginar, estoy realizando una misión para el Santuario. No es que sea nada demasiado relevante, pero podría cumplir con mi deber antes, si es que sois tan amables de guiarme hasta el Partenón… —Hésperis sonó tan cortés que Peleo, uno de los dos acompañantes de Glauco, se ruborizó.

 

El trío de soldados acabó por asentir y guiar al caballero de bronce en su misión. Ya lejos del foro de Atenas, comenzaron el ascenso hacia el Partenón. Para entonces, la tarde empezaba a deslizarse por el horizonte.

 

El camino era largo, pero si mantenían un buen ritmo, podrían llegar en apenas una hora a su destino, quizá coincidiendo con el inicio de la noche.

 

Más allá de la urbe y sus edificios, el pavimento del sendero se diluyó en un caminito de tierra bandeado por sendas hileras de frondosos árboles e innumerables matorrales. En un punto del mismo, comenzó el abrupto ascenso por la colina de la acrópolis, que dando rodeos y serpenteando, acabó por guiar al grupo ante sus mismísimas puertas: el propileo. Tras atravesar el oscuro templete, se encontraron en la vía de piedra que acabaría por llevarles, por fin, ante el inmenso Partenón, corazón de la ciudad sagrada y a la vez más bello edificio en todo el complejo.

 

El viejo Partenón se erigía firme, con sus columnas enhiestas. El frontón y su friso aún mostraban indicios de un color oscuro, que a pesar de la poca luz que brindaba la luna, podía identificarse como azulado.

—¿Se ve poco, no es así? —preguntó Hésperis a sus guías. Sin esperar respuesta, chasqueó sus dedos, originando sobre ellos una llama amarillenta, que a pesar de lucir algo apagada, alumbró varios metros a la redonda. Tras un segundo chasquido, la llamita flotó zigzagueando sobre el grupo hasta posarse a un palmo sobre la cabeza del caballero de bronce—. Caminemos al interior, amigos.

 

El silencio de la noche fue interrumpido por los pasos de los cuatro hombres, que penetraron en el Partenón tras cruzar la primera hilera de columnas y abrir sus puertas. Ante la luz de la llama de Hésperis se expandió todo un horizonte de piedra en tonos anaranjados. En las losas sáxeas, de corte rectangular, bailaban las sombras de las columnas junto con la de la pavorosa escultura que brillaba en el centro del templo, la Atenea Partenos de Fidias.

 

Hésperis avanzó hacia la estatua, dándose cuenta de que medía mucho más de lo que imaginaba. Alzó la vista y contempló su hermoso porte. Entonces, comenzó a recitar algo[2]:

 

—«La estatua en sí está hecha de marfil y oro. En el centro de su casco se puede apreciar una figura parecida a la esfinge, y a cada lado del mismo hay grifos, que destacan por su relieve. La estatua de Atenea está de pie, y luce una túnica hasta los pies. Sobre su pecho, está tallada la cabeza de Medusa. En su mano diestra sostiene una estatuilla de Niké; en la izquierda, una lanza. Por debajo yace un escudo, la Égida, a cuyos pies una serpiente, presumiblemente Erictonio[3], repta…»

 

Los soldados, escuchándole, contemplaron también la famosa talla de Atenea. La descripción, que se prolongó un par de minutos más, coincidía en casi todos los detalles con la figura.

 

—A pesar de todo —interrumpió Hésperis—, no recuerdo que Pausanias escribiese nada sobre el inmenso tamaño de esta estatua. Podría medir como cinco o seis hombres… Sea como sea es hermosa, ¿no creéis? —inquirió con tono afable.

 

—Lo es. Todavía me acuerdo del primer día en que la vi. Mi padre, que aún servía en el ejército, me trajo aquí —explicó el otro soldado, Sixto—. ¡Qué tiempos aquellos, cuando yo era niño! —añadió con nostalgia.

 

—¿Cuando eras niño? ¿Qué edad tienes ahora? No me pareces más que un joven de… veinte años a lo sumo —opinó Hésperis. Lo cierto es que Sixto, aunque alto y delgado, aún no tenía más que pelusa en vez de barba.

 

—Tengo diecinueve años, señor… La primera vez que vine tendría sobre doce años. Mi padre recibió un flechazo en la rodilla y tuvo que dejar el ejército. Ahora yo sigo sus pasos… pero claro, no creo que eso sea importante —se disculpó.

 

—Mi nombre es Ístvan —confesó el santo tras escucharle. Interrumpió con una pregunta que dejó a los sodados en silencio—: ¿No habéis escuchado ese nombre nunca?

 

A la luz de la llamita del caballero, las hombreras de su armadura, únicas piezas visibles, brillaron entre tonos bermellón y negruzcos como cuando las lágrimas embadurnan el ojo. Ese destello llamó la atención del tercer soldado, Peleo, cuya mirada se posó sobre un detallito que alcanzó a ver en ellas. Ambas hombreras, en la parte inferior, tenían una especie de pequeña equis grabada sobre la que lucían engarzadas sendas piedras preciosas de color celeste —o eso parecía bajo la luz de la llamita—.

 

Ninguno de los tres soldados respondió a la pregunta del santo. Se formó rápido un silencio incómodo que Sixto procuró romper con tan solo un gesto de duda en sus labios.

 

—Bueno, a excepción de vuestro líder, Glauco, vosotros sois muy jóvenes. Hará unos seis o siete años existió un caballero dorado llamado Ístvan, cuya constelación guardiana era la de Escorpio —explicó el santo de mismo nombre.

 

—He escuchado algo sobre eso —asintió el capitán. Las pupilas de Hésperis se dilataron, y dibujó en su boca una sonrisa pícara.

 

—Era obvio que siendo el mayor debías conocerle.

 

—Lo que no tengo claro —se planteó el soldado—, es por qué en tantos años no he vuelto a escuchar su nombre... —Aunque no quiso mostrar evidencia de ello, el hombre volvió a sospechar de Ístvan. La coincidencia en el nombre con el viejo caballero de Escorpio, ese porte tan educado en él, y en general su actitud, repulsivamente amistosa, le hizo plantearse que su primera impresión podría no haber sido un mero prejuicio. Pero lo que casi le dio certeza de que algo iba mal fue el nombre de su constelación: ¿Hésperis? ¿Qué constelación era Hésperis? ¿Figuraba acaso en el Almagesto de Ptolomeo? De no ser así, entonces…

 

—Yo te lo contaré, amigo Glauco —espetó Ístvan tras girarse de nuevo hacia la escultura—. Ese antiguo caballero de Escorpio abandonó el Santuario de Atenea hace seis años. Tras cierto tiempo, le ofrecieron algo que no pudo negar; le pusieron al alcance de la mano uno de los grandes sueños de la humanidad. En resumen: los mismísimos dioses le hicieron un regalo—. Los ojos de Hésperis se abrieron para contemplar la Atenea Partenos en todo su esplendor.

 

—¡Veo que admirabais a aquel Ístvan! —exclamó Sixto, caminando hacia su interlocutor.

 

—¡Retrocede, imbécil! —ordenó Glauco mientras desenvainaba su kopis[4]. Peleo le imitó a pesar de que no comprendía la situación. Por su parte, Sixto se detuvo en seco, quedando entre sus compañeros y el sospechoso Ístvan, que seguía dándoles la espalda.

 

—¿Qué ocurre, señor Glauco? —preguntó el barbilampiño.

 

—¡He dicho que retrocedas, estúpido! ¡Él no es un caballero de Atenea! ¡Está hablando de sí mismo! —Gritó con sofoco—. ¡Saca tu espada de una maldita vez!

                          

Atendiendo, Hésperis comenzó a reír como si hubiese escuchado algo divertido. Se dio media vuelta y contempló con desdén a los que habían sido sus guías.

 

—Así es, Glauco. No soy ningún caballero de bronce. De hecho, no existe ninguna constelación de Hésperis. Pensé que serías más rápido en notarlo; al fin y al cabo dicen que los calvos no tienen un pelo de tontos —explicó sin perder la sonrisa—. Parece que no es este tu caso.

 

—¿Qué es lo que pretendes, traidor? —gritó. La mano que blandía su arma temblaba.

 

—Os he mentido en que no soy un caballero de Atenea. Sin embargo, he sido sincero en eso de que tenía que cumplir una misión. Y vosotros me habéis ayudado, o mejor dicho, me vais a ayudar a hacerlo.

 

Peleo, en una mezcla entre congoja y valor, se arrojó contra Ístvan espada en ristre para tratar de reducirlo. Este, con apenas esfuerzo, se retiró e hizo la zancadilla al imprudente soldado, quien cayó de bruces ante los pies de la estatua de Atenea.

 

—Sixto, me has caído bien —dijo Hésperis mirando al joven imberbe—. Quiero que hagas algo por mí: ve al Santuario y avisa de que un guerrero desconocido ha atacado el Partenón. Di que ese guerrero quiere que venga específicamente el actual caballero de Escorpio. ¡Escorpio! ¿Me oyes?

 

—¡No lo haré! —El joven parecía asustado e intentó seguir los pasos de Peleo. Dio varias zancadas y saltó para tajar a Ístvan, quien detuvo el envite del arma con la palma de la mano.

 

—No seas imprudente, chico. ¡Te estoy ofreciendo vivir! —El falso caballero dio tal revés con la otra mano al joven, que voló hasta chocar contra una de las columnas del Partenón. Con dificultad y aturdido, se levantó para contemplar la verdadera apariencia de la armadura de su ahora enemigo.

 

El traidor se despojó de su túnica arrojándola con violencia al vacío. Un destello fugaz deslumbró a los soldados. Por fin, Ístvan dejó lucir por vez primera la vestimenta de metal que había estado ocultando. De tonos escarlata oscuro y con formas abruptas y picudas, casi le cubría todo el cuerpo. Brazales, grebas, perneras, falda… todo estaba conectado haciendo de la prenda de guerra una fortaleza de apariencia inexpugnable. En la placa central del cinturón brillaba una piedra azul tallada en forma de equis. En el centro de la pechera, y para rematar embelleciendo, una enorme estrella de ocho puntas emitía destellos de plata.

 

—¿A qué esperas, Sixto? ¿Quieres que te mate? ¡Corre al Santuario! —gritó Hésperis mientras alzaba el brazo diestro.

 

Mirando quizás por última vez a su mentor, el chico comprendió lo que aquella mirada urgente de Glauco le transmitía. De seguro había puesto todas sus esperanzas en él, no ya para que le salvase alertando al Santuario, sino para que cumpliera con su deber como soldado de Atenas.

 

—¡Haz lo que te dice, Sixto! ¡Olvídanos aquí y corre! —confirmó con voz excitada Peleo, que recién levantaba del suelo con la espada firme en su mano. Por fin, el muchacho comenzó a correr, perdiéndose más allá de la penumbra a la que no llegaba a iluminar la llama de Ístvan, y abandonando el Partenón.

 

Después de un par de minutos tensos en que los hombres no dejaron de otearse, Hésperis asintió y avisó de que ya había dejado suficiente tiempo a Sixto como para alejarse.

 

—¿Sabéis por qué he decidido cumplir mi misión de noche? —preguntó con la misma sonrisa cínica que tanto había disgustado a Glauco en un primer momento. Sin esperar respuesta, siguió hablando—. ¡Porque de noche las explosiones se ven más! ¡Me pregunto cómo verán los atenienses el despliegue de luces que tengo pensado!

 

Mientras hablaba, su cuerpo empezó a irradiar una luz negruzca. Alrededor, pequeñas piedras comenzaron a levantarse, y un ligero temblor sacudió el templo. Su brazo, cubierto enteramente por el escarlata de la armadura, comenzó a adoptar la extraña forma de una espada corva y descomunal. Varias ráfagas de viento empezaron a sacudir el interior de la estancia, resonando como silbidos estridentes.

 

Sabía que el fin era inminente. Sin esperar a que su aprendiz Peleo emprendiera el ataque, Glauco utilizó su espada dibujando un arco rápido. La desesperación recorría cada fibra de su cuerpo. Aquella sería una acción inútil, y a pesar de todo lo intentó. Como esperaba, la hoja del arma chocó contra la estrella de la coraza de Ístvan sin tan siquiera rasgarla. Entonces, un trueno ensordecedor le arrojó al aire.

 

Toda la cámara del Partenón vibró con energía violenta; se estremeció agitándose entre los torrentes de aire huracanado y negro que brotaron del brazo de Hésperis. Las corrientes de viento avanzaron en espiral, con ira y golpeando incontables veces a la pareja de soldados. Tras una cadena de tres fuertes estallidos y una lluvia de destellos blanquecinos, todo quedó en silencio. En silencio y en la más profana oscuridad.

 

A las afueras del Partenón, Sixto, quien corría rumbo a Atenas, cayó contra el suelo a causa de los coléricos temblores que agitaron la tierra. Con la mano sobre su hombro herido, del que brotaba abundante sangre, se irguió y continuó avanzando. Una lágrima de impotencia resbaló por su mejilla al sentir que sus viejos camaradas, Glauco y Peleo, no volverían a ver el amanecer.


[1] Una caja de Pandora sería un tipo de mochila metálica de tamaño considerable, en cuyo interior se guardaría la armadura de Atenea correspondiente a su constelación.

[2] Descripción de la Atenea Partenos por el geógrafo e historiador griego del siglo II, Pausanias.

[3] Según el mito, Erictonio nació de Gea, sobre la que cayó el semen de Hefesto cuando Atenea, tras casi ser violada por Hefesto, se limpió. 

 

[4] «Kopis» fue un término empleado en la antigua Grecia para designar una espada con hoja curva. Estamos en 1491, pero no veo descabellado pensar que los soldados pudiesen llevar este tipo de arma entonces…

 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

Con esto termina el prólogo. Espero que os haya gustado. Podéis comentar diciendo qué os ha parecido; podéis criticar, y de hecho os lo agradeceré.

 

¡Abrazos y hasta el día 14!

 

Agradecimientos especiales a Rexomega, por su testeo y ánimos. 

Saludos con cariño a Pollux Dioscuros, del que no sé nada desde hace muuuucho tiempo; a Xenna, que es mi guía de ayuda; al bueno de Aquiles, al que dejé colgado con mi desaparición; a Atlas (¿dónde estarás?); a Neo, el fanartista oficial del fic, que siempre me ha estado apoyando; a don Espectro; a Leni, aunque ya no me quiera... y a tantos otros que ahora mismo no se me vienen a la cabeza (perdonad, por favor).

 

¡A todos y cada uno de vosotros, os dedico este trabajo!


Editado por Killcrom, 12 mayo 2016 - 19:51 .

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Publicado 03 septiembre 2014 - 19:40

suerte en tu fic


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#4 Killcrom

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Publicado 03 septiembre 2014 - 19:54

Gracias, T-800. Me pasaré por tu tema (y por el de más gente, que veo que vuelve a haber movimiento aquí. :D)


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Publicado 03 septiembre 2014 - 20:20

wow tremenda historia .... me gusto ......esperare al 14  para mas ...

 

se ve que tienes mucho en mente ...espero tu capitulo 



#6 Aquiles de Sagitario

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Publicado 03 septiembre 2014 - 20:56

¡¡Al fin volvió esta historia!! ¡¡¡Y renovada!!! Sólo espero que mi queridísimo Caballero de Sagitario no haya cambiado mucho xD

 

Un abrazo, Killcrom.


//////////////************Firma excesivamente alta****************/////////////////

#7 mihca 5

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Publicado 04 septiembre 2014 - 11:26

Muy bueno a esperar el enfrentamiento de Istvan contra el dorado de Escorpio!!

¡Si una hembra te rechaza es por el bien de la evolución!

 

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#8 Killcrom

Killcrom

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Publicado 05 septiembre 2014 - 07:15

Zeus God King, espero que puedas disfrutar con lo que tengo en mente. Por suerte, hay para 35 entregas más en recámara, y sigo escribiendo.  :lol:

 

Aquiles de Sagitario, muchas gracias por tu paciencia. Puedes estar tranquilo con don Éurito. Le siguen gustando las mujeres de 10 a 99 años. ¡Jajaja!

 

Mihca 5, gracias por tu apoyo. Habrá que ver lo que pasa entre esos dos... :)

 

 

¡Hasta el día 14, compañeros!  :s46:


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#9 Vulcanus no Kentha

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Publicado 10 septiembre 2014 - 00:00

Muy buen trabajo! Me parece admirable el redactar un fic de forma tan profesional, aun sabiendo que quizás no puedas abarcar un público muy numeroso. Me gustó mucho la introducción, la verdad no sé si estamos presenciando al enemigo o es un aliado que hace cosas indebidas xD ahahahaha no es mucho lo que se puede especular por mientras.

Sólo decir que el nombre de Peleo me confundió en un par de ocasiones xD eso es problema mio ahahahahha y algunos adjetivos utilizados para evitar las reiteraciones me parecieron algo incómodos... pero bueno todo escritor sabe lo dificil que es dejar de repetir una palabra a cada rato xD

Espero con ansias saber que pasará pronto, rescato la gran forma que tuviste de detallar el ambiente para facilitar el uso de la imaginación, cosa que a mí no se me da mucho, un saludo fraternal :)


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Publicado 11 septiembre 2014 - 12:52

Muy buen trabajo! Me parece admirable el redactar un fic de forma tan profesional, aun sabiendo que quizás no puedas abarcar un público muy numeroso. Me gustó mucho la introducción, la verdad no sé si estamos presenciando al enemigo o es un aliado que hace cosas indebidas xD ahahahaha no es mucho lo que se puede especular por mientras.

Sólo decir que el nombre de Peleo me confundió en un par de ocasiones xD eso es problema mio ahahahahha y algunos adjetivos utilizados para evitar las reiteraciones me parecieron algo incómodos... pero bueno todo escritor sabe lo dificil que es dejar de repetir una palabra a cada rato xD

Espero con ansias saber que pasará pronto, rescato la gran forma que tuviste de detallar el ambiente para facilitar el uso de la imaginación, cosa que a mí no se me da mucho, un saludo fraternal :)

 

Soy consciente de que un fic narrado así no atrae a tanta gente como otros de estilo más sencillo. La verdad, no llego a entender por qué, pero me he dado cuenta de que es un hecho.  :wacko:

 

En los siguientes capítulos se verá si es amigo o enemigo, pero me temo que aunque tenga fechas de entrega, soy lento. Me gusta describir y narrar. Quizá para un libro sea genial, pero en un fic puede ser demasiado. De todas formas, tengo que seguir haciéndolo así porque como diría un protagonista de shonen, ¡tengo que seguir entrenando para hacerme más fuerte!

 

Lo de Peleo lo puedo comprender. De hecho, había un personaje con el mismo problema en la versión anterior de este fic. Se llamaba Dice. Ya puedes imaginar... ¡Menos mal que nunca he narrado en presente!

 

Lo de los adjetivos... lo sé. Pero no se me ocurre otra forma de no repetir tanto. Cuando estoy corrigiendo y veo adjetivos, palabras o verbos repetidos, tengo que cambiarlos. No puedo evitarlo. El problema es que me pasa también con los nombres de los protagonistas, por lo que siempre suelen tener nombre, signo y algún adjetivo.

 

Si tuvieras alguna idea para evitar un poco esto, compártela, por favor.  :smile5:

 

¡El día 14 veremos cómo continúa la historia! Quizá debería poner un avance, o quizá no... ¡Espero que tengas paciencia conmigo y disfrutes de la lectura de esta historia! ¡Prometo que la terminaré, aunque será larga!

 

Por otro lado, enhorabuena también a ti por tu fic. Me ha gustado lo que he leído. ¡Animo a los pocos lectores que me lean a que también le den un vistazo! 

 

¡Abrazos!


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#11 Killcrom

Killcrom

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Publicado 14 septiembre 2014 - 09:58

¡Día 14 al fin! Muchas gracias a todos por vuestro apoyo. Aquí os traigo el capítulo 1 con mucho cariño. 

 

Pero antes, un breve resumen del prólogo.

 

Spoiler

 

 

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(Capítulo 1. Parte 1 de 2)

 

21 de diciembre de 1491

 

A Iskandar nunca le había gustado demasiado el silencio, pero el de aquella noche se le antojaba aún más desagradable que de costumbre. Las calles de la ciudad cedían sus muros al caprichoso viento, que deambulaba esgrimiendo soplidos melódicos. Además, el susurro de las hojas de los árboles parecía guardar algún secreto; un presagio de lo que el joven, pensativo, temía que sucediese.

 

Cuando él y sus compañeros llegaron a Atenas, ya había entrado bien la madrugada; estaba tan oscuro que a duras penas le salvaba unos metros la luz natural de su ropaje[1]. Y es que, por fortuna, el hecho de ser uno de los doce caballeros dorados junto a Éurito, quien estaba a escasos diez pasos por detrás de él, tenía sus beneficios: las armaduras de oro que portaban resplandecían con brillo propio, lo cual era idóneo para aquella situación.

 

Entre ambos jóvenes caminaba Sixto, el soldado que acudió el día anterior al Santuario en busca de su ayuda. No dejaba de maravillarse ante la magia de las prendas de oro, pues era la primera vez que veía no una, sino dos de ellas. Mientras caminaban, no dejaba de preguntarse si es que esas armaduras estaban vivas. ¿Cómo explicar, si no, tales resplandores?

 

Así, entre la quietud y la oscuridad circundante, siguieron avanzando en silencio gracias a aquellos halos de luz que hacían las veces de antorchas. La caminata acabó arrastrándoles por incontables calles hasta salir al foro principal de la ciudad, donde Iskandar, el santo dorado de Escorpio, se detuvo en seco.

 

—¡Esta quietud me pone de los nervios! —se quejó, apretando los puños. Aunque trataba de ocultarlo, sus extremidades temblaban.

 

—¿Qué sucede, señor Iskandar?

 

El joven Sixto, quien hacía dos días sobrevivió al desconocido guerrero de Hésperis, se mostró inquieto. Tras él y colocándose a su altura, Éurito, el santo de armadura de alas, le respondió:

 

—Compréndelo, chico. Apareces de la nada en el Santuario, herido y buscándole precisamente a él —trató de calmar el último miembro de la tríada—. Y precisamente, pronuncias ese nombre: Ístvan. ¡Tuviste suerte de que no te mataran ahí mismo los soldados de Rodorio!

 

—No es momento de bromear, Éurito —regañó el santo de Escorpio, que se dio la vuelta. Tras mirar a Sixto, procedió a seguir su discurso—. Hace ya diez años desde que se marchó. Era mi hermano —añadió Iskandar, que no dejaba de temblar bajo los ornamentos de su prenda de guerra. No era frío lo que sentía…

 

 Después de un instante dudando, miró al cielo, apenas decorado por una tímida luna creciente. Sus compañeros pudieron observarle el rostro, abatido por los recuerdos que, sin cesar, le sacudían la mente.

 

—No recuerdo qué día fue, pero sé que hacía frío cuando le vi por última vez. Mi hermano, el antiguo caballero de Escorpio, cuyo título heredé como sabes, desapareció de mi vida. ¿Y me dices que ha vuelto —se dirigió al soldado— y que ha pedido específicamente verme?

 

—Así es —respondió el jovencísimo Sixto—. Mató a mis… —las palabras no acabaron de fluir por su garganta, y bajó la mirada ahogando un sollozo. Tras ello, se llevó la mano al hombro izquierdo, herido cuando escapó del Partenón, y ahora vendado.

 

—Tranquilízate —le recomendó Éurito de Sagitario, pasando su mano por la espalda para darle un par de palmadas —. No te sientas culpable por haber sobrevivido.

 

—Gracias por tus… perdón —corrigió de inmediato-, por sus palabras.

 

—Todos somos supervivientes —Escorpio no entró en más detalles tras hablar.

 

—Aquí fue donde le conocimos —el soldado señaló el punto aproximado del ágora donde encontraron por primera vez a Hésperis—. Desde aquí fue que le escoltamos hasta el Partenón. ¿Continuamos?

 

—Podemos continuar, pero… —Éurito se llevó la mano al mentón—, no encuentro indicio alguno de cosmoenergía hostil en esta ciudad. Es más, salvo Iskandar y yo, no noto ningún cosmos que destaque en toda Atenas. La ciudad está dormida. La gente descansa en sus casas. El mismo Partenón irradia soledad.

 

Alzando la cabeza hacia la lejana colina donde se erigía la acrópolis, Iskandar trató de discernir algún edificio, pero fue en vano. Volvió a suspirar, pues reconocía en las palabras de su camarada una verdad: el Partenón estaba desierto, allí no podía haber nadie. Era imposible; de haberlo, al menos uno de los dos podría sentir un mínimo retazo de cosmoenergía en los alrededores. No era el caso.

 

—No importa. Sigamos —sugirió Escorpio—. En el peor de los casos, podremos encontrar alguna huella o pista que aclare esta situación.

 

La tríada siguió su camino hacia el Partenón en mitad de la noche. Tras andar por considerable espacio de tiempo, un incipiente bosque se dejó ver, iluminado por los resplandores dorados de las armaduras de Escorpio y Sagitario. Ya estaban cerca, pues se podía intuir también la forma de la meseta sobre la que esperaba orgulloso el Partenón, en la acrópolis de la ciudad.

 

Una primera ristra de escalones se dejó ver tras la frondosidad de los árboles, hecho que bastó a Iskandar para detenerse en seco. Su capa dejó de ondear a la par que su melena.

 

—¿Por qué te detienes, Iskandar? —cuestionó Sagitario. Sus ojos color miel expresaron inquietud.

 

—Definitivamente no percibo nada en el Partenón, Sixto.

 

—Ese hombre fue explícito. Me ordenó buscarle y traerle hacia aquí. No entiendo qué…

 

—Subamos de todas formas —le interrumpió Escorpio—. Hay algo que me crispa y no sé qué es.

 

Tras subir las primeras escaleras, el caballero de Escorpio se paró de nuevo y dio media vuelta para mirar a Éurito con gesto serio y el ceño fruncido.

 

—No, mejor subiré yo solo.

 

—Ni hablar, Iskandar. Nuestras órdenes son claras. Tenemos que corroborar el informe de este soldado —comentó Sagitario señalando al herido Sixto, cuyos ojos no dejaban de buscar a quien hablaba cada vez.

 

—Haremos una cosa —asintió el dorado de escorpión—. Subiremos juntos, pero si de verdad está ahí arriba mi hermano, quiero hacer las cosas a mi manera.

 

Éurito conocía bien a Escorpio; no en vano entrenaron juntos desde niños. Además, por tener casi la misma edad y haber obtenido el rango de caballero dorado con apenas un par de años de diferencia, habían tenido ocasión de trabajar juntos en muchas ocasiones. En el Santuario se les conocía, de hecho, como la pareja de santos mejor compenetrada. Haciendo gala de todo ello, Sagitario sonrió y asintió, pues comprendía perfectamente lo que las palabras de su buen amigo significaban.

 

Por su parte, los demonios del pasado de Iskandar no dejaban de atenazar su corazón. Este, entre pálpitos dolorosos, le susurraba a cada instante lo mucho que había querido a su hermano, lo mucho que había sufrido tras su desaparición.

 

Aquel lejano día de sus recuerdos, el viento soplaba tanto o más fuerte que en el presente. Allí, Iskandar, aún un pequeño niño de once años, subía una hilera de escalones frente la silueta de un hombre ataviado con armadura de oro.

 

—Iskandar, ¿cómo puedes tener tanta energía? Llevas corriendo desde el templo de Aries. ¿Cuántas escaleras has subido sin parar?

 

—¡5328! —exclamó el niño, apoyado en una de las columnas del abandonado templo de Virgo—. ¡Y llevo esperándote casi diez minutos!

 

—¡Qué tenaz que eres, hermanito! ¿De verdad las has contado?

 

—Sí. Hay ochocientas ochenta y ocho escaleras entre templo y templo —confirmó el jovencito—. Hermano Ístvan, ¿tú estás cansado? ¿Cómo es posible que tú, un caballero dorado, te canses?

 

—Eso es porque eres muy fuerte. Quizá se equivocaron, y mi armadura debería ser tuya… ¿No te gustaría ser Iskandar, caballero dorado de Escorpio?

 

-¡Eso suena bien! Pero no. Yo soy Iskandar, hermano de Ístvan, ¡el auténtico caballero dorado de Escorpio! —Tras sus palabras, el niño rio a carcajada limpia. Ante la mirada de ternura de Ístvan, el pequeño corrió para abrazarle.

 

Iskandar, ataviado ahora, una década más tarde, con la armadura del escorpión celeste, alzó una sonrisa nostálgica al cielo. Comprendió que entonces su hermano no estaba cansado, sino que disfrutaba viviendo con aquel niño juguetón y revoltoso. ¿Por qué se marchó? ¿Por qué le abandonó unos años después?

 

La tríada de exploradores comenzó el ascenso hacia el Partenón en silencio. La luz de las prendas doradas iluminó la misma senda vadeada por árboles que días antes ascendió el soldado Sixto con sus compañeros Peleo y Glauco. Y de nuevo, más allá de Atenas, la subida hasta la acrópolis fue muda. Entre cambios de sentido y segmentos más abruptos que otros, llegaron por fin a las puertas de la ciudad antigua: el propileo.

 

—Ya casi estamos —murmuró Sixto en voz baja. Apenas sí le pudieron escuchar sus camaradas, que ya eran conscientes de la proximidad. Tras traspasar las puertas del templo que hacía las veces de bienvenida, el soldado se sintió superado y se detuvo. Su mirada se perdió en un vacío que ni Iskandar ni Éurito comprendieron.

 

—¿Qué ocurre? —inquirió Sagitario, ladeando la cabeza. Arqueó ligeramente las alas de su armadura para enfocar la luz en él.

 

Sixto, con el rostro desfigurado, se llevó la mano al corazón y frunció el ceño. Aquello que sentía era… ¿pavor? Un sudor frío le resbalaba por todo el cuerpo, y las ganas de vomitar se hacían a cada instante mayores. Comenzó a temblar.

 

—Maestro Glauco… Peleo… Ambos murieron asesinados por ese hombre. Yo… no puedo seguir. —El soldado se dejó caer de rodillas al pavimento. Iskandar, quien desvió su mirada hacia Sagitario, hizo un gesto fugaz. El dorado de alas asintió y se acercó a Sixto para tranquilizarle:

 

—No te preocupes. Nosotros esperaremos aquí. No parece haber nadie en el Partenón, así que Iskandar irá solo.

 

Sin esperar, el santo de Escorpio abandonó el propileo para penetrar, con cierto recelo, en el complejo de la acrópolis de Atenas. Y siguió sin sentir presencia entre aquellos templos y muros en ruinas.

 

De alguna manera, intuyó la sombra del gran edificio que era el Partenón, y tras caminar un breve momento, llegó ante sus puertas, las cuales estaban abiertas de par en par.

 

La luz de su vestimenta dorada apenas llegaba a iluminar el interior de la estructura. Decidió explorar entre sus muros y columnas, a la vez que se hacía eco del silencio inmaculado que custodiaba el lugar. Tal como había previsto un buen rato antes junto a Éurito, se dio cuenta de lo solitario de aquel templo; allí no había nadie esperando. Nadie. A pesar de la decepción que le llevó a suspirar a la vez que negaba con la cabeza, dio unos pocos pasos, los justos para ubicarse en el centro de la estancia, a los pies de la estatua de la Atenea Partenos.

 

La tenue luz de la armadura del escorpión celeste alumbró la belleza de la escultura, e Iskandar, instintivamente, se inclinó. Aquella figura le llenó el corazón de valor, y comprendió que fuese cual fuese la dificultad, su papel como santo dorado no debía ser otro que enfrentarla.

 

Cuando reclinó la cabeza hacia el suelo, se percató de una mancha rojiza que brillaba ante sus ojos. ¿Sangre reseca?

 

—¿Qué es esto? —se preguntó el caballero. Sorprendido, se irguió y miró en derredor para comprobar, ahogando un grito, que había bastantes más de esos círculos de sangre. Entre pálpitos resonantes y su respiración entrecortada, retrocedió para apreciar el patrón en su conjunto.

 

Aquello que había marcado en el suelo no era fruto del azar. Alguien debía haberlo trazado deliberadamente, y la figura de Ístvan se dibujó en la mente de Escorpio.

 

—¿Es posible que…? —De repente, para horror suyo, se dio cuenta del patrón que dibujaba en realidad aquel grupo de cercos de sangre. ¡Lo estaba mirando al revés, pero el grabado era sin duda el de las estrellas de la constelación de Escorpio! ¡Allí estaban todos, los quince círculos de diámetros variables, sin faltar uno solo!

 

—¡¿Qué demonios es esto?! —exclamó el joven. Apenas podía distinguir si su sangre bullía por ira o por desconcierto. Lo único que atinaba a pensar era que aquel que había dispuesto el dibujo estaba jugando con él. ¿Podría ser Ístvan en realidad?

 

El santo dorado retrocedió un par de pasos y alzó la vista para mirar al rostro a la Atenea Partenos. Tras emitir una silenciosa plegaria, sus ojos acabaron por abrirse más: descubrió algo parecido a un fino hilo de plata que partía del pecho de la estatua para penetrar directamente en la zona de su corazón. Tras verlo brillar, mecido tenuemente por el viento, desapareció, e Iskandar quedó paralizado, sin saber qué ocurría y con el rostro desencajado.

 

---------------------------------------------------------------------------------------------------


[1] En esta historia, considero que las armaduras de Atenea pueden reflejar cierta cantidad de luz a través del cosmos de sus portadores. Solo las armaduras doradas emitirían luz sin necesidad de cosmos.

 

---------------------------------------------------------------------------------------------------

 

¡Y esto es todo hasta el día 24! No dudéis en preguntar lo que queráis y en comentar. ¡Los comentarios ayudan mucho!

 

¡Abrazos!


Editado por Killcrom, 14 octubre 2014 - 14:04 .

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Publicado 14 septiembre 2014 - 16:22

Este capitulo nos permitió conocer un poco mas sobre la historia del caballero de escorpio y su hermano 

,me agrado esa parte.aunque no me logro convencer del todo lo del brillo de las armaduras pero aparte

de eso me gusto el capitulo

 

esperando el proximo capitulo


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Publicado 14 septiembre 2014 - 19:20

guau se me ocurrio pasar a leer este fic y que grata sorpresa aunque este recien comenzando es buena la historia lo seguire a partir de ahora e nespera del siguiente


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Publicado 14 septiembre 2014 - 19:58

Así que se avecina una lucha de hermanos del escorpión
Que bueno que haya aparecido el gran centauro y espero no intervenga en asuntos familiares!!

Buen capítulo
Saludos!!

¡Si una hembra te rechaza es por el bien de la evolución!

 

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Publicado 14 septiembre 2014 - 20:56

¡Se me hizo demasiado corto el capítulo! :( Es que me gustó mucho ahahahhaa sobretodo por la forma en como describes las escenas, me sentí como si estuviera dentro del relato mismo sintiendo lo que sentian los personajes, felicitaciones por eso.

El final fue muy intrigante, al parecer ese tal Istvan es enemigo del santuario... bueno eso es bien dificil de saber por el momento, algo así como el hermano de Sasuke de Naruto (No he visto la serie) pero creo q era malo, despues mas malo, despues descubrieron que era bueno pero ligeramente malo xD hahahahaha asi que eso hace que quede mas ansioso por saber cuales fueron los motivos que lo llevaron a alejarse del santuario.

Me pareció rara la escena donde van subiendo juntos el santuario, por el hecho de que un niño anduviese metido en esos lugares y pasando por las anteriores casas como si nada xD pero aun así, el significado del recuerdo fue agradable tambien.

Esperando para el próximo capítulo, un gran abrazo :D


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Publicado 15 septiembre 2014 - 01:18

Q genial que hayas vuelto con este fic. Leí todo el anterior (Némesis Divino) y casi me da un síncope cuando anunciaste su cancelación. Pero ahora has vuelto, y me alegro mucho. Me encanta como narras, este estilo de novelas es lo máximo, y hace muy cómoda la lectura. Espero con ansias el día 24 para continuar leyendo este genial fic. Saludos!!!



#17 Killcrom

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Publicado 15 septiembre 2014 - 04:59

Este capitulo nos permitió conocer un poco mas sobre la historia del caballero de escorpio y su hermano 

,me agrado esa parte.aunque no me logro convencer del todo lo del brillo de las armaduras pero aparte

de eso me gusto el capitulo

 

esperando el proximo capitulo

 

Gracias por tus palabras, T-800. La verdad es que el brillo de las armaduras lo tuve que utilizar para solucionar el problema de la oscuridad de la noche. Vale que los personajes podrían haber llevado antorchas, pero ver a un caballero dorado no poder hacer algo tan sencillo como iluminar alrededor se me hacía raro. 

 

A la historia de los escorpiones aún le queda un poco, ¡así que con paciencia!

 

guau se me ocurrio pasar a leer este fic y que grata sorpresa aunque este recien comenzando es buena la historia lo seguire a partir de ahora e nespera del siguiente


guau se me ocurrio pasar a leer este fic y que grata sorpresa aunque este recien comenzando es buena la historia lo seguire a partir de ahora e nespera del siguiente

 

¡Gracias a ti también, Unikron! ¡Espero que mi historia pueda hacerte pasar un buen rato! Un abrazo.  :lol:

 

Así que se avecina una lucha de hermanos del escorpión
Que bueno que haya aparecido el gran centauro y espero no intervenga en asuntos familiares!!

Buen capítulo
Saludos!!

 

¡Jajajaja! No te preocupes. Los asuntos familiares son sagrados. Además, el centauro tiene los suyos también, como espero que puedas ver pronto.  :rolleyes:

 

¡El que no está medio chalado no aprueba para hacerse santo dorado!

 

¡Se me hizo demasiado corto el capítulo! :( Es que me gustó mucho ahahahhaa sobretodo por la forma en como describes las escenas, me sentí como si estuviera dentro del relato mismo sintiendo lo que sentian los personajes, felicitaciones por eso.

El final fue muy intrigante, al parecer ese tal Istvan es enemigo del santuario... bueno eso es bien dificil de saber por el momento, algo así como el hermano de Sasuke de Naruto (No he visto la serie) pero creo q era malo, despues mas malo, despues descubrieron que era bueno pero ligeramente malo xD hahahahaha asi que eso hace que quede mas ansioso por saber cuales fueron los motivos que lo llevaron a alejarse del santuario.

Me pareció rara la escena donde van subiendo juntos el santuario, por el hecho de que un niño anduviese metido en esos lugares y pasando por las anteriores casas como si nada xD pero aun así, el significado del recuerdo fue agradable tambien.

Esperando para el próximo capítulo, un gran abrazo :D

 

Me alegro de que se te hiciera corto el capítulo. La verdad, tengo material de sobra como para ser más generoso posteando y publicar capítulos completos, pero prefiero avanzar un poco más lento para tener tiempo de seguir escribiendo y revisando los próximos capítulos. 

 

La verdad, soy consciente de que a veces, me paso describiendo las escenas. Por eso, la historia avanza más lenta de lo que me gustaría. Pero no me quedo tranquilo cuando noto que algo se quedó en el aire. No sé si será un defecto o no. Supongo que el tiempo lo dirá...

 

Ístvan es... no sabría decirte. ¿Aliado? ¿Enemigo? ¿Quizá ambas cosas? Un momento... ¿se puede ser aliado y a la vez enemigo? Sea como sea, espero que la espera merezca la pena. Por cierto, lo de Sasuke... ni idea. Nunca vi Naruto. Aunque algo había leído por ahí de él...  :s46:

 

Lo de Iskandar subiendo junto a su hermano por los templos... debo una explicación. Más adelante habrá escenas con otros personajes, pero entre que llegan, diré que para mí, los templos son las casas de los santos dorados, y en ellos conviven los propios santos con sus aprendices o familiares más próximos. Eso no quiere decir que vayamos a ver a Sagitario, por ejemplo, con su abuelita haciendo ganchillo, pero sí que probablemente habrá más de un aprendiz paseando por las doce casas... quizás. 

 

Gracias por tus palabras y espero que la historia siga estando a la altura a pesar de ser lenta. 

 

Q genial que hayas vuelto con este fic. Leí todo el anterior (Némesis Divino) y casi me da un síncope cuando anunciaste su cancelación. Pero ahora has vuelto, y me alegro mucho. Me encanta como narras, este estilo de novelas es lo máximo, y hace muy cómoda la lectura. Espero con ansias el día 24 para continuar leyendo este genial fic. Saludos!!!

 

Tengo que confesar que sucedieron varias cosas que acabaron por alejarme del mundo del fandom un buen tiempo. Entre los estudios, los problemas personales y que el propio fic tenía varios problemas (periodicidad irregular y argumento poco hilado), decidí tomarme un respiro y regresar para terminar el fic con más fuerzas que nunca. ¡Lo siento!

 

Esta vez lo acabaré. Si no tengo problemas de salud graves o me sucede algo que me impida seguir la historia, podéis estar seguros de que sabréis qué hay detrás de las Horas (ups, spoiler) y más allá aún. De hecho, hoy me toca escribir justamente sobre la verdad.  :rolleyes:

 

Muchas gracias por leer mi historia, Carlos. ¡Ojalá pueda seguir haciendo que disfrutes con ella!

 

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Y con esto, respondí a todos los reviews por ahora. Podéis dar por sentado que además, devolveré los comentarios en vuestros respectivos temas. ¡Pero eso no será hasta la tarde-noche, cuando haya escrito mis 2000 palabras semanales!

 

¡Nos leemos!


Editado por Killcrom, 15 septiembre 2014 - 05:01 .

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Publicado 24 septiembre 2014 - 09:28

Día 24, y como está planificado, nueva entrega de Némesis Divino. En esta ocasión, la segunda parte del capítulo 1. Con esto se termina el capítulo, por lo que lo tendrán disponible en pdf para su descarga. 

 

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(Capítulo 1. Parte 2 de 2)

 

Los recuerdos minaron otra vez su voluntad. Escorpio cayó de rodillas al suelo, y bajando la cabeza hasta poder tocarlo con la frente, se llevó las manos a su melena. Apretando la mandíbula, recordó las palabras que había oído de su hermano el día antes de que desapareciese, seis años atrás.

 

Tras haberse enzarzado en una pelea, el jovencísimo Iskandar, sobre cuyo mentón resbalaban algunas gotitas de sangre, escupió en el suelo. Entonces, su hermano le dijo aquello:

 

—¿Qué será de ti, hermano, cuando te falte yo y no pueda protegerte? ¿Qué depararán los hados para nosotros?

 

—¿Qué dices? ¿Por qué me miras así? —preguntó aquel Iskandar preadolescente, notando un brillo untuoso en los ojos de Ístvan.

 

—Debes ser muy fuerte, hermano. Un día mi armadura será tuya, y caerá sobre tu espalda el peso de servir a Atenea hasta tu misma muerte. Hasta entonces, debes crecer mirando hacia el futuro.

 

-¡No digas tonterías! ¿Yo? ¿La armadura de Escorpio?

 

Aquel Iskandar ignoraba por completo que el día siguiente no volvería a ver a su hermano; que apenas un año después sería nombrado caballero dorado, aun sin dominar por completo los secretos de esa energía misteriosa de la que siempre oía hablar: el cosmos. Y es que desde entonces, su vida había cojeado. ¿Por qué Ístvan había desaparecido sin más? ¿Acaso obtendría una respuesta ahora que estaba ante aquella macabra representación de la constelación de Escorpio?

 

Tras quedar absorto en sus pensamientos había perdido la noción del tiempo, pero una minúscula variación en la atmósfera del Partenón pareció devolver a Iskandar a la realidad. ¿Acababa de sentir una leve cosmoenergía? Pero no era motivo para alertarse, pues conocía a la persona de la que irradiaba.

 

—¿Has venido, Éurito? ¿Dejaste solo a Sixto en el propileo? —preguntó el dorado.

 

—Así es. Tardabas demasiado. ¿Está todo en orden, compañero? —Sagitario, aunque con porte estoico, se preocupaba realmente por su amigo.

 

—No, no lo está. Ven aquí —señaló Escorpio, arqueando su mano.

 

Tras asentir a su amigo, Sagitario caminó hacia el centro de la naos del Partenón. Sus pasos reverberaban uno tras otro a la vez que la tenue luz que emitían sus alas doradas era reflejada en todas direcciones.

 

—¿Qué ocurre?

 

—Mira. —Iskandar sonó escueto, pero tras señalar al suelo, Sagitario comprendió que no eran necesarias más palabras. ¿Qué eran aquellos círculos dibujados sobre el frío suelo? ¿Por qué eran del color amarronado de la sangre seca? ¿Acaso…?—. No sé si se trata de mi hermano o no, pero alguien se ha molestado en dibujar los puntos que representan la constelación de Escorpio, muy probablemente con la sangre de los soldados que murieron. ¿Qué opinas?

 

—Es de muy mal gusto, la verdad. ¿Quién haría tal cosa? ¿Crees que pudo ser tu hermano?

 

—No lo sé, pero es un hecho que las quince estrellas principales de Escorpio están representadas en este dibujo. No puedo pensar en otra persona que hiciera algo así…

 

—Iskandar —miró Sagitario a su camarada—, odio decirte esto, pero creo que debemos regresar al Santuario. Si te das cuenta, esto es una provocación: haya sido Ístvan o no, ha profanado el templo de Atenea en la acrópolis. Nadie en su sano juicio haría tal cosa…

 

—¡Ha sido él! —rectificó Escorpio de inmediato tras girarse para contemplar la figura dorada de Éurito—. No hay duda. Ese soldado habló de Ístvan; dijo su nombre de pila. Que haya aparecido este dibujo no puede tener otra explicación.

 

«Aquí no hay nadie —pensó Éurito mientras escuchaba a su compañero—. Haya sido él o no, está jugando con nosotros» —Después de fruncir el ceño, se dirigió a Iskandar con seriedad:

 

—Debemos volver. Hay algo que no encaja en todo esto.

 

Pero Iskandar no miraba a Éurito. El santo dorado de Escorpio tenía dibujado en su rostro un gesto quebrado; era como si sus facciones dibujasen la figura del pavor, aderezada acaso con la de la nostalgia.

 

—¡Iskandar! —exclamó Sagitario. El grito que prorrumpió sirvió para sacar a Escorpio de su ensimismamiento.

 

—¿Qué ocurre? —inquirió este último, algo molesto.

 

—Debemos regresar al Santuario —insistió—. Hay que reportar esto. Luego ya veremos qué hacer, pero el Patriarca debe saber de esta afrenta.

 

Sagitario tomó a su compañero del brazo y comenzó a caminar hacia el exterior del edificio. Aunque contra su voluntad, Iskandar se dejó llevar para encontrarse a los pocos segundos al raso. Alzó la mirada, y ante las majestuosas estrellas invernales, sintió una corazonada.

 

—Nos veremos pronto, hermano. Sólo espérame…

 

Caminaron hasta encontrarse cerca del propileo. Algo molestó a Éurito e hizo que se detuviese. Iskandar, extrañado, le preguntó por lo que le sucedía.

 

-¿No lo sientes? Hay alguien más ahí dentro con Sixto —susurró, señalando al pequeño templo que hacía las veces de portón de la acrópolis.

 

—Es cierto; un pequeño cosmos brilla. Lo puedo notar. Pero no es hostil… ¿Vamos?

 

Ambos jóvenes penetraron en el oscuro propileo, inundándolo con la luz dorada de sus armaduras. En su interior se encontraron de nuevo con Sixto, quien para sorpresa de ambos, estaba hablando con un muchachito de corta edad. Ese niño le era familiar a Iskandar… 

 

—¿Milo? ¿Tú eres Milo? —preguntó el escorpión celeste.

 

-¡Oh! ¡Iskandar! ¡Al fin te encuentro! —exclamó el pequeño corriendo hacia el santo. Sin pensárselo dos veces, le abrazó. Sus ojos verdosos comenzaron a rebosar un canalillo lacrimoso.

 

—¡Milo! ¿Se puede saber qué haces aquí tú solo y a estas horas de la madrugada? —El dorado se imaginó lo peor.

 

Éurito se sintió tan extrañado que, mirando a Sixto, abrió los ojos como preguntándose qué estaba sucediendo. Tras rascarse la cabeza con desconcierto, carraspeó.

 

—¿Quién es el niño, Iskandar?

 

—Verás, él es el hermano de una amiga… —El corazón de Iskandar latió fuerte en aquel instante. No podría haber respondido con certeza por qué lo hizo; ¿era la imagen de Ístvan la que le hizo sentir nervioso, o la joven a la que aludía?

 

—¡Iskandar! —increpó el pequeño tirando de la mano del caballero—. ¡Tienes que venir a casa! ¡Selina sigue sin despertar!

 

—¿Que sigue sin despertar? ¿Me puedes decir qué ocurre, Milo? Tranquilízate…

 

—Al parecer, la hermana de este niño lleva dormida tres días seguidos —aclaró Sixto, quien había estado hablando con el pequeño un rato antes de que regresaran ambos santos al propileo.

 

—¡Así es! ¡Ella lleva dormida tres días! —afirmó Milo.

 

—Eso explicaría que estés aquí solo y tan tarde, pero… ¿cómo que lleva dormida tres días? ¿Acaso está enferma?

 

—¡Oh, vamos! —exclamó Éurito visiblemente enfadado—. ¿Tres días dormida? ¿No será que… —Aquella mirada fugaz que recibió de Iskandar le hizo callar. Comprendió al instante lo impertinente de las palabras que iba a expulsar.

 

—¿Qué tal si en vez de quejarte me acompañas a echar un vistazo, Éurito?

 

—¿He mencionado ya que debemos volver al Santuario? —insistió Sagitario—. Por si no te has dado cuenta, parece que alguien te tiene en el punto de mira. Además, necesitaríamos una autorización para ir a echar un vistazo, como dices.

 

—No puedo dejarle solo. ¿Y si tiene relación con todo esto? —Iskandar no pensaba regresar sin haber ido a casa de su pequeño amigo.

 

—¡Bah! Haz lo que te dé la gana. Solo intenta no demorarte demasiado, o te meterás en problemas. ¡Marchémonos, Sixto!

 

Mientras Sagitario se perdía en la penumbra, el soldado superviviente, Sixto, se inclinó ante Iskandar y removió el pelo del muchacho.

 

—Espero que tu hermana despierte pronto, pequeño. Y, señor Iskandar, ha sido un placer conocele—. Sin más dilación, el joven siguió los pasos de Sagitario hasta perderse en la penumbra.

 

Una vez en soledad con Milo, Escorpio pensó que quizá sería mejor si los santos de Atenea no tuvieran relación con gente común. De todas formas, para él ya no había nada que hacer; era tarde, pues conocía a Selina, la hermana de Milo, desde hacía ya dos años. Además, desde el primer día le había resultado una joven atractiva e interesante, lo que había llevado a Iskandar a entablar una amistad sincera con ella y su pequeño hermano.

 

—Oh, sí, Éurito… muchas gracias —murmuró Escorpio para sí—. Estoy en el punto de mira de alguien que profana el Partenón, y tú me dejas en mitad de la noche a cargo de un niño…

 

—Muchas gracias, Iskandar —dijo Milo con timidez. Tras coger de la mano a su amigo el caballero de Atenea, le instó a ir a su casa.

 

—Vayamos a ver a tu hermana, enano —contestó con dulzura.

 

Ambos, Iskandar y Milo, descendieron del Partenón y caminaron un buen rato por las solitarias calles de Atenas. No vieron a nadie. El frío se hizo más intenso, y el silencio entre ambos se tornó algo incómodo. Llegaron entonces a una larga avenida y tomaron la cuarta vía a la derecha: una calle estrechita por la que apenas cabían juntos. A pesar de lo angosto del pasaje, en aquel lugar las casas solían ser bonitas y grandes, y de las ventanas, en ocasiones, brotaban enredaderas que teñían de verde la gris piedra de sus muros. Por supuesto, siendo de noche, tales vistas eran apenas perceptibles.

 

Allá donde el empedrado del suelo comenzaba a hacerse pesado, Milo se detuvo y miró a Iskandar. Su cara pareció reflejar inseguridad, y por fin dijo algo inaudible.

 

—Anímate, Milo… —instó el santo al niño, que abría la puerta de su casa con cuidado.

 

Lo primero que contempló Iskandar fue un largo pasillo, que se ahondaba varios metros dejando atrás tres habitaciones. Las losas grisáceas brillaron tras que Milo encendiese un candelabro y cerrase la puerta. Avanzó dejando las velas sobre un mueble antepuesto al recibidor de la humilde morada, y miró a su invitado.

 

—Selina está en su habitación. —Milo señaló al fondo del corredor.

 

Iskandar siguió la dirección que indicaba la manita del pequeño. Cuando sus ojos se clavaron en la vieja puerta oscura de la habitación de la hermana, sintió otro vuelco en el corazón como el de antes. Murmuró algo para sí…

 

—¿Qué pasa?

 

— Nada, Milo… —pero Iskandar había sentido algo extraño allá en el interior de la sala. Ahora, aquella presencia había desaparecido por completo.

 

Al fin, el dorado caminó decidido hasta la habitación de Selina. Una vez ante la hoja oscura de la puerta, empujó despacio y contempló en la oscuridad de la estancia la silueta de la estrecha cama de madera gastada.

 

—Selina… —susurró, intuyendo a duras penas el rostro de la joven que descansaba bajo aquellas sábanas pálidas.

 

—¿Ves cómo duerme? —dijo Milo colándose en la habitación. Iskandar le siguió para directamente sentarse en una banqueta que había al lado del escritorio, de tono más claro que el resto de los muebles. Nada más posarse en ella, colocó la cabeza entre los brazos y se puso a pensar.

 

—Aquí hace frío… y además, no hay muy buenas vibraciones.

 

Iskandar levantó de la banqueta para acercarse a la cama. A un paso de esta, contempló a Selina. Ella parecía estar tan cómoda… Sin dudarlo, le acarició la mejilla, sintiendo en sus propios dedos un frío semejante al de alguien muerto.

 

—Por Atenea… ¡está helada! —Milo no escuchó el comentario, pues estaba absorto. Sus pupilas reposaban en su hermana.

 

El dorado apartó los rizos morados de la cara de la chica para poder posar sus labios en la frente. Tal y como acababa de sentir, estaba realmente destemplada. Lo irónico yacía en que respiraba con tanta serenidad que incluso parecía estar teniendo un bello sueño.

 

—Milo, creo que has hecho bien en avisarme… ¿Dices que hace tres días que duerme sin levantarse para nada?

 

—¡Ni para comer! —exclamó el niño preocupado—. Llamé al doctor, pero no hizo nada… y entonces, se me ocurrió que podría encontrarte.

 

—Esa es otra. ¿Cómo has sabido dónde encontrarme?

 

—Tras visitar al doctor —explicó el pequeño—, un hombre con el pelo largo y rizado me dijo que qué me pasaba. Se lo conté todo y me dijo que tú irías pronto al Partenón. Desde entonces, he estado allí esperando.

 

—¿Esperando? ¿Cómo es posible que ni Éurito ni yo nos hayamos dado cuenta? ¡Es más, estábamos seguros de que allí arriba no había nadie! —Exclamó. Sus ojos se dibujaron desorbitados ante la mirada aterrada de Milo, quien se asustó por el tono de voz agresiva que adoptó Escorpio.

 

—Iskandar, ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás enfadado? ¿Hice mal en buscarte?

 

—No, pequeño. Escucha… Voy a regresar al Santuario para pedir autorización. Volveré tan pronto como pueda, y haré todo lo que esté en mi mano para hacer que tu hermana abra los ojos.

 

—¿De veras? —preguntó Milo recobrando la sonrisa. Sus enormes ojos azules brillaron con esperanza.

 

—¡Confía en mí! Creo que esto es algo que sólo un caballero puede hacer. —El dorado se señaló con el pulgar. A pesar de aquellas palabras alentadoras, Iskandar comenzó a intuir que de alguna forma, todo parecía apuntar hacia el mismo lugar: Ístvan. Un escalofrío sacudió su espalda.

 

El pequeño Milo corrió hacia su hermana, le dio un beso en la mejilla y la tapó a conciencia. Después dejó la habitación, pasando por delante de Iskandar.

 

El dorado miró por última vez a Selina y se aventuró a salir. Antes de cruzar el umbral de la puerta, oyó un crujido en la ventana. Tras voltearse, vio cómo la lama de esta se había abierto un poquito. Sin prestar atención, dejó la habitación tras cerrar la puerta.

 

—Entonces, Iskandar… te esperaré —dijo el muchachito, mirando al salvador de su hermana con ilusión.

 

—Confía en mí… —Y con una sonrisa más tímida que confidente, Escorpio abandonó el humilde hogar de sus amigos para pedir autorización al Sumo Sacerdote de Atenea.

 

Cerca del solitario hogar de Milo y Selina, contemplando cómo Iskandar corría apresurado hacia el Santuario, una silueta se hacía eco de todo cuanto ocurría en derredor. Ataviada con una toga oscura como la noche, sus ojos brillaron como el fuego. De sus labios, delgados y rojizos, escapó una leve sonrisa.

 

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Y con esto terminamos el primer capítulo del fic. Espero que haya sido de su agrado. ¡El día 4 regreso con más! Y muy pronto empezarán las peleas... ¡JOJOJO!

 

PD: no se olviden de comentar, que me ayuda mucho a seguir ilusionado. ¡Gracias!


Editado por Killcrom, 14 octubre 2014 - 17:19 .

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Publicado 24 septiembre 2014 - 16:02

este capitulo me hace recordar a las peliculas de misterio donde el villano juega con el heroe  y este tiene que estar atento a las pistas que va dejando.buen capitulo por cierto el niño es el milo del clasico o solamente comparte su nombre

 

esperando el momento de las peleas


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Publicado 24 septiembre 2014 - 16:21

Vaya un pequeño Milo, ese Ístvan parece que las sabe todas lo tiene a mal traer a su hermano…me pregunto porque dejaría el santuario Ístvan???

Saludos!!

¡Si una hembra te rechaza es por el bien de la evolución!

 

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