elmultimo capitulobestuvo ilustrativo y denota lo que sucede con saga y porque no puede dominar su doble personalidad .
Gracias por el comentario, como dije me encantó escribir este capítulo, y eso que no quedó tan delirante como era originalmente, pero la idea era mostrar justamente la situación mental de Saga del Sumo Sacerdote.
saga debió haber dejado el alcohol y otros " vicios" XD
La parte que me agrado fue sobre lo de que DeathMask salvó a la bebé athena.
¿En verdad alguien del santuario se creyó semejante historia?XD
Esperando los proximos capitulos
Bueno, la idea era que fuera creíble para todos en el Santuario. Aphro cree que después de ser derrotado, DM salvó a la bebé y Shura mató a Aiolos, ya que como vemos en el prólogo, el español jamás ve a Saori, ya que ésta está adentro de la Caja de Pandora, así que también era fácil convencer a Shura diciendo que DM logró salvar a Athena, pero no matar a Aiolos.
Y en cuanto al cangrejo italiano..., bueno, era cosa de que el Sacerdote le dijera la verdad de lo que pasó, le subiera el sueldo y ya xDDD
Siguiente capítulo.
SHIRYU II
13:15 p.m. del 26 de Agosto de 2013.
—Señorita, ¿está bien? —escuchó que dijo Jabu a su espalda. También sintió el resonar de las cadenas de Andrómeda a unos metros, y oyó a Seiya toser y maldecir un poco, pero no veía nada. La mansión Kido se había vuelto una humareda, con los carraspeos y jadeos como nuevo sonido ambiente.
Trató de reconstruir los hechos en su cabeza mientras el olor a quemado aún no lo asfixiaba: el asesino enviado por el Santuario, Hyoga de Cisne, les dio problemas hasta que Shun lo ató contra el muro. Trataron de convencerlo sobre las Sombras, y Saori terminó contándole sobre Sagittarius. Luego salió de ella un enorme Cosmos, puro y lleno de esperanza. En ese momento entraron los hombres de negro y...
—¡La armadura! —gritó la intrigante muchacha. Oyó sus pasos correr hasta el librero seguido por dos personas, uno era Jabu, y por el sonido metálico el otro debía ser Shun. Una mano se posó en su hombro.
—¿Te puedes levantar?
—Sí, gracias —le respondió mientras se ponía de pie. Era Seiya.
—¿Qué diablos pasó aquí?
—Sentiste ese miedo también, ¿cierto?
—El anormal, no el de los hombres de negro comunes.
—Sí. Ese hombre estuvo aquí. —Estaba seguro, aquel de quien Seiya afirmó que estaba muerto.
—¿A quién se refieren? —preguntó una voz que forzaba el acento griego. Su Cosmos seguía enfriando el salón como si fuera parte de su respiración.
—¿No te quedó claro con todo esto, imbécil? —le reprendió Seiya con ira. Encendió su Cosmos también, iluminó un poco el salón, pero no lo suficiente para analizar los movimientos de Cisne—. ¿Ahora sí vas a creer que las Sombras vinieron aquí, que controlaron a nuestros compañeros?
—Sentí un... dolor... Tuve náuseas —dijo Hyoga. Se notaba su dificultad de aceptar que tuvo miedo como los demás—. ¿Cuál de ustedes hizo eso?
—¿Nosotros? ¿Aún crees que nosotros...? —Seiya levantó el puño, pero Shiryu lo detuvo justo a tiempo. Ya comenzaba a distinguir mejor.
—Parece ser el líder de esos hombres. Su Cosmos produce esa sensación de miedo, pena y náuseas —explicó Shiryu, más calmado.
—No está, no puedo creerlo, ¡se la llevaron! —Esa era la voz acongojada de la heredera de los Kido subiendo por las escaleras del pasadizo secreto. Vio a Jabu rodeándola con el brazo, y al humo salir por el agujero.
—¡Maldición! Se llevaron la armadura, incluso el cofre, ¡maldita sea!
—¿Cómo pudieron saber que estaba aquí? —preguntó Shun. El chico de ojos verdes extendió las cadenas por el suelo rápidamente, no pareció una acción sin motivo detrás.
—Eso no es lo importante, no deben estar muy lejos, podemos seguirlos.
—Pero Shiryu, ¿acaso viste por dónde se fueron? Porque yo no —dijo Ban ayudando a un mayordomo a levantarse.
—El Manto de Oro de Sagitario le pertenece al Santuario, así que hay que recuperarlo como sea —dijo Seiya. Como supuso, Saori fue la siguiente en hablar.
—¡No, Seiya! Mi abuelo me hizo prometer...
—¡Tu abuelo se robó algo del Santuario! Y no es la primera maldad que comete ese viejo de porqueria...
La bofetada se pudo oír en toda la mansión ya que todos se habían callado. Estuvo a punto de ponerse entre ellos pensando que la discusión seguiría de parte de Seiya, pero hasta su impulsivo compañero se quedó quieto cuando vio a Saori.
—Tú no entiendes... todavía no lo has entendido... —De los ojos esmeraldas de la chica que tanto los había molestado cuando niños, esa niñita presumida que solo sabía vivir rodeada de riquezas, ahora caían lágrimas sinceras, humildes y tiernas—. Mi abuelo no se robó ninguna armadura, sino que se la entregó su dueño...
—¿Qué dices? —Seiya se quedó petrificado, no pudo discutirle. Shiryu iba a pedir más detalles cuando sonó la voz suave de Shun.
—Ya sé por dónde se fueron. —Una de sus cadenas, la que terminaba con un aro, se despegó del suelo por sí misma. Se movía pausadamente de un lado a otro como un péndulo de radiestesia, apuntaba por la ventana hacia el norte, más arriba por la montaña.
Ninguno le preguntó cómo hacía eso la cadena. Seiya pasó al lado de Saori, Shun recogió las cadenas, y Shiryu abrió la ventana, pero el aire frío se hizo presente y los detuvo.
—¡Maldita sea! Tú eres el culpable de todo esto, ¿y ahora nos detienes? —Jabu cojeó hasta Hyoga pero éste se limitó a enfrentarlo con sus ojos glaciales.
—Mi misión era ejecutarlos por romper sus votos. Lo siento, pero no puedo incumplir con mi tarea.
—¿No entiendes que sería injusto? Ni Jabu, ni Ban, ni los demás pelearon por su propia voluntad —trató de razonar Shun.
—Pero ustedes sí. Pegasus, Draco y Andromeda, no estaban bajo el control de nadie, ¿o me equivoco?
—¡Eres un obstinado infeliz! —maldijo Seiya. Golpeó una de sus manos con la otra, empuñada—. Lo hicimos para proteger a los inocentes.
—Las reglas son las reglas. —Su voz no admitía lugar a discusión, estaba determinado como si algo le impidiera fallar. Levantó el brazo derecho y lo cubrió con una capa de hielo—. El Polvo de Diamantes acabará con ustedes de una...
Repentinamente el Santo verdugo cayó al suelo, inconsciente. Un joven de casi dos metros estaba detrás de él con la mano abierta en alto.
—Ustedes tres están en buenas condiciones, así que váyanse. —Geki vino casi completamente vendado, pero su fuerza hercúlea fue suficiente para noquear al Santo de hielo por sorpresa.
—Nosotros nos encargaremos de cuidar a la gente aquí y mantener a este tipo controlado. —Nachi llegó con una muleta pero se arrodilló para comprobar que Hyoga estaba desmayado.
—Gracias.
14:00 p.m.
Los tres subieron por la montaña corriendo a toda velocidad. A pesar de haber tenido una difícil pelea contra Hyoga, el hecho de ser mayoría les facilitó no recibir heridas graves. Seiya estaba apurado, no quería que se le escaparan, maldecía a ratos el aún no soportar el Cosmos oscuro de los hombres de negro. Shun los guiaba con la cadena del brazo izquierdo extendida como si fuera un sabueso en plena cacería. Shiryu debía mantener la tranquilidad.
***
“Los Mantos de Oro son los más poderosos en el ejército del Santuario, solo deben vestirlos aquellos destinados por las estrellas, los doce hombres más fuertes sobre la Tierra”. Recordó las palabras de su viejo maestro, siempre y sabio y reflexivo, sentado frente a la Gran Cascada como cada día.
—¿Solo ellos? Usted me dijo que las armaduras eligen a sus portadores, o algo así, ¿cómo es posible que no haya alguien tan digno aparte de esos doce? —le había preguntado en esa ocasión, sentado frente a él. Shunrei escuchaba atentamente a su lado mientras preparaba el té; Genbu aún no volvía de su entrenamiento personal.
—Los Mantos Sagrados son seres vivos, Shiryu, como tú y yo. Respiran, sienten, piensan y deciden. Ellos saben quién es mejor para portarlos —le había respondido. Su maestro medía poco más de medio metro y su piel era rosácea. Tenía cabello blanco atado en una típica trenza oriental, larga barba llena de canas y ojos de un verde grisáceo, cansados. Le había dicho que tenía más de dos cientos años, no sabía cómo creerle eso porque seguía totalmente consciente y racional; su sabiduría era impresionante, nunca olvidaba nada.
—Eso quiere decir que solo almas bondadosas pueden llevarlas.
—En teoría, sí —le respondió con una sonrisa triste. Bebió un poco del té que le tendió Shunrei—. Pero en la historia del Santuario siempre ha habido excepciones. Si un hombre malvado tratara de ponerse un Manto de Oro lo más probable es que sería rechazado y abandonado por la armadura, cuya voluntad es algo impresionante. Sin embargo, si ese hombre malvado es más poderoso que la armadura entonces podría someterla.
—¿Más poderoso que un Manto de Oro? ¿Es eso posible, maestro?
—No es algo común, claro, pero sí. Y no se trata solo de poder, sino de voluntad o de emociones. El hombre más puro sobre la Tierra, o el más noble, o el más valiente, pueden ponerse un Manto de Oro sin problemas. Pero también el más impuro o el más iracundo, cruel, triste o despiadado podrían lograrlo, quizás.
—Y si están heridos no pueden resistirse, ¿cierto? —preguntó Shunrei con voz triste. Ella no solía involucrarse en esas conversaciones, pero a su padre adoptivo no le molestaba en lo más mínimo que lo hiciera.
—En ese caso sería más fácil someterlo a su voluntad, como bien dices, mi querida niña. —El anciano maestro le sonrió con dulzura—. Aunque debo decir que los Mantos de Oro son muy difíciles de dominar, y solo hacerles una simple grieta requiere de un trabajo incansable y una fuerza titánica.
—Entonces un hombre de mal corazón tendría problemas para usar una armadura de Oro, eso es reconfortante —dijo Shiryu, bebiendo un sorbo de té.
—Bueno, sí. Pero puede pasar otra cosa, mi joven alumno. Si el usuario está muerto por dentro, puede que la armadura no oponga resistencia.
—¿Muerto? —Shunrei se había llevado las manos a la boca, y Shiryu no había podido dimensionar lo que su maestro dijo en esa época.
***
Sus recuerdos fueron interrumpidos por la voz de Shun. Su cadena iba de un lado a otro en distintas direcciones.
—Rayos...
—¿Qué sucede, Shun? No me digas que la cadena se averió. —Aunque lo dijo en tono de mofa, Seiya no sonrió.
—Al parecer se separaron. Derecha, izquierda y adelante. Afortunadamente no pasaron hace mucho por aquí —explicó Shun retrayendo las inquietad cadenas.
—¿Y el Cosmos mayor por dónde se fue?
—Allá. —Shun apuntó a la derecha con la mano herida—. Mi cadena apenas se atreve a ir por ahí. Si lo hace sería solo para matar a uno de ellos.
—El muerto ese debe tener el Manto de Oro, ¡vamos por él! —Seiya ya había empezado a correr cuando Shiryu lo detuvo.
—Espera Seiya, piensa las cosas. Él debe saber que lo estamos siguiendo, tal vez se anticipó y entregó la armadura a sus hombres. Puede darse el caso de que solo lleve la Caja, o quizás solo el yelmo, es imposible estar seguro.
—¿Cómo es posible que Sagittarius les permita hacer eso? —preguntó Shun mirando a lo lejos, a la izquierda.
—Esos hombres son solo sombras, quizás usen algún tipo de artes oscuras... —Luego lo pensó mejor—. O quizás simplemente separaron la armadura en partes. Así sería mucho más fácil dominarla.
—De acuerdo, entonces nos dividiremos. Yo voy tras...
—Ni lo pienses, Seiya —lo interrumpió—, sabes muy bien que estás bastante iracundo, y de los tres, saliste el peor parado de la pelea con Hyoga. Déjamelo a mí, tú ve adelante, y Shun a la izquierda.
—Pero...
—Nada de peros. Interróguenlos. Si muestran intenciones de dañar a alguien habrá que matarlos, pero primero hay que sacarles la información.
Nadie le discutió más.
15:40 p.m.
Había corrido lo más rápido que podía. Sin la cadena de Shun solo podía guiarse por su instinto, ya que cada vez que le preguntaba a algún civil, y después de explicarles que la armadura no debía intimidarlos, estos le respondían que no habían visto a nadie. Ni una sombra. Así que tenía que cubrir mucho espacio en poco tiempo, corriendo sin detenerse.
Cuando pasaron casi dos horas, comenzó a sentir un Cosmos extraño cerca de la bahía. Era intimidante y amenazador, cargado de rabia y pena al mismo tiempo, un sufrimiento inhumano... Era él.
Antes de acercarse más al puerto ya viciado con esa aura espeluznante, tenía que prepararse mentalmente. No podía llegar y caer de rodillas, debía mantenerse con el Cosmos en alto, ser fuerte. “Cuando te aflijas, pide a una luz que te envuelva en la oscuridad” decía su maestro. Dejó que su aura lo cubriera, era de color jade, que según su maestro implicaba calma y sapiencia. En su mente se repitió una y otra vez que a los muertos no había que temerles.
Los barcos se cargaban con distinta mercancía. Se veían marineros y turistas por doquier, pero todos cabizbajos. Avanzó hacia el muelle, donde se amontaban los contenedores, hasta que el fuego se encendió.
Todo sucedió de manera rápida y brusca. Sobre uno de los contenedores había alguien sentado y cubierto por llamas negras, no podía distinguirlo. Apenas hizo arder ese fuego los turistas empezaron a llorar desconsolados, algunos gritaron de dolor, y al rato todos estaban corriendo lejos del muelle. Incluso los marinos se mostraron desesperados por bajar de los buques como si tuvieran ataques de pánico, sudaban copiosamente, se arañaban los brazos y las sienes.
—¡Largo! No se queden aquí, ¡váyanse! —gritó Shiryu con todas sus fuerzas, aunque éstas también mermaban al ritmo que se acercaba al hombre de negro, a esa cosa cubierta por flamas oscuras que se elevaban verticalmente y danzaban sin cesar. Unos policías cercanos corrieron alertados por la multitud desesperada, pero a metros de los contenedores, se voltearon y escaparon a la bahía para vomitar. Se desmayaron. El Cosmos de la Sombra seguía incrementándose, Shiryu notó que le costaba cada vez más avanzar. «¿Cómo es posible que un humano produzca esto?»
—Dragón, acércate —dijo una voz muy grave, tanto que Shiryu se preguntó cómo pudo siquiera entender una de sus letras. Pareció venir de bajo tierra y al mismo tiempo de toda la bahía. El hombre en llamas ardía más y más con fuego negro, sentado sobre el contenedor, y recién en ese momento Shiryu distinguió una Caja de Oro en el suelo, apoyada contra el depósito.
—Tú eres quien se robó la armadura..., te pediré... —dijo con titubeo, notó el miedo apoderarse de su cuerpo, corazón y alma—...que la... devuelvas, sea quien seas.
—¿Pedir? —A la pregunta siguió la risa más tétrica que Shiryu escuchó en su vida, la risa del mismísimo demonio producida por la imaginación de cualquier humano de carne y hueso, burlesca pero cargada de desprecio.
—¡Si quieres pelear conmigo, ven e inténtalo! —pero había otra pregunta que no se atrevió a emitir hasta ese momento, no pudo evitar soltarla—. ¿Quién eres?
—Eso no se pregunta, Dragón.
—Deberías tener otras preocupaciones.
Las nuevas dos voces no provenían del hombre de fuego, sino que de un par de Sombras envueltas en armaduras negras. Eran idénticos, ocupaban antifaces en el rostro, y colas oscuras en sus espaldas. El líder, sobre el vagón, levantó el brazo, y reveló poseer un yelmo dorado adornado con alas en los lados y una punta de flecha en el frontis.
El cielo, hasta hace un momento azul, se cubrió de sombras como si le robaran toda su luz. Los gritos de los civiles se incrementaron por el miedo, y la noche se asomó casi a las cuatro de la tarde. Ambos hombres de negro lo atacaron al mismo tiempo pero levantó el brazo izquierdo para bloquearlos. El par chocó y rebotó hacia atrás con la fuerza repulsiva del escudo. Aunque los buques se alejaban de prisa de la bahía, había uno que por el contrario se acercaba. Y no era un navío como los demás, parecía casi un barco fantasma, negro y con velas oscuras rasgadas, completamente fuera de época.
«Viene por él». Tenía que actuar rápido, acabaría con ellos con la técnica con la que había vencido a Nachi. El Dragón Volador[1] era el arma más básica del arsenal ofensivo del LuShanRyu, le permitía distribuir su energía en partes iguales, cubriendo íntegramente su cuerpo. Como un dragón iracundo que devora a la presa que tiene frente a él, Shiryu saltó en horizontal y chocó contra una de las Sombras destrozándole el rostro con el puño. Su compañero intentó aprovechar la oportunidad para derribarlo, pero logró esquivar su patada y le dio con la rodilla en el estómago. Volvió a cargarse con Cosmos y le dio el mismo fin que al primero. Era el momento de usar el impulso del dragón, no podía detenerse por el temor, así que arremetió velozmente contra los contenedores donde el hombre de negro esperaba con la cabeza degollada de Sagittarius bajo el brazo.
El espectro bajó de un salto cuando lo tuvo a dos metros, y al tocar con los pies el muelle la distancia se redujo a centímetros. Sin embargo el puño de Shiryu colisionó contra el depósito haciéndolo pedazos, y sus ojos vieron como el ser infernal se desvanecía entre las llamas que pasaban por sus lados. Oyó una risa agonizante detrás de él, y se giró velozmente a la vez que daba una patada. La Sombra lo esquivó con facilidad dejando un rastro de fuego negro nauseabundo con el movimiento, era imposible ver bien su apariencia por el fuego que lo cobijaba y la sorpresiva noche sobre Tokyo. Sin embargo, sí logró percibir como de su puño ardiente salió una ráfaga de energía, negra y furiosa, directo a su cara. Levantó el escudo a toda velocidad, y aunque logró bloquear el impacto, no pudo evitar ser arrojado contra el agujero que le había hecho al contenedor, metiéndolo a su interior cargado de bloques de madera que le hubieran roto la espalda de no ser por la gruesa armadura.
Alcanzó a notar un poco al hombre de negro, su yelmo poseía en su frente un adorno que asemejaba a unos cuernos, y en el rostro llevaba un antifaz. Una sonrisa se apareció entre las llamas y Shiryu se dio cuenta que en ese pequeño espacio era un blanco fácil para un ataque directo. El espectro levantó con rapidez y brusquedad inhumana el brazo, abrió la mano y soltó un potente y feroz Cosmos sobre el depósito como un pájaro de rapiña solitario que acaba de encontrarse con un multitudinario banquete de cadáveres.
El Dragón alzó el escudo y concentró toda su aura allí. El Dragón Eterno[2] sería útil para protegerlo, aunque se le despedazaran las piernas por la falta de energía allí. La pequeña celda en la que estaba se llenaba de fuego negro y humo que le cocía los ojos. Cayó de rodillas pero usó toda su determinación y sus fuerzas para mantener el escudo erguido, el que se había transmutado en una coraza de diamantes.
—Patético, Dragón —dijo la voz inhumana y sombría.
—Silencio, ¡no caeré aquí! —Shiryu desvió con el férreo escudo el ataque de su oponente hacia arriba, agujereando el techo de acero.
Saltó a través del hueco y descendió sin perder tiempo, pero el Dragón Volador vio a su presa desvanecerse entre las sombras otra vez, y un extraño y angustiante cosquilleo se asomó en su frente.
—El Manto de Oro de Sagitario solo le puede pertenecer a alguien con un Cosmos invencible, alguien que no tema a nada, como nuestro líder. —Una nueva Sombra se apareció hablando con orgullo. Su Cosmos era mayor al de los demás, y llevaba una armadura que aunque igualmente negra, era distinta en diseño a las demás. Tenía un yelmo adornado por un cuerno, hombreras largas, un peto de tres piezas...
«Es igual a la de Jabu».
—Unicornio Negro... —saludó con tono monótono el hombre en llamas.
—Señor, su barco ha llegado. —Shiryu vio que la Sombra, un hombre de largo cabello rojo y piel oscura, traía algo bajo el brazo. Dorado, adornado con detalles florales y una flecha marcada en la muñeca...
«Es el brazal izquierdo de Sagittarius, como supuse lo separaron». No perdería más tiempo; mientras conversaban con susurros, encendió su Cosmos, imponiéndose sobre el temor y las dudas. Para deshacerse de ambos debía arriesgarlo todo.
***
—El Dragón Ascendente[3] es la máxima técnica del LuShanRyu que tienen permitido utilizar, requiere de todas sus fuerzas y sus Cosmos elevados al límite. Pero siempre que la ejecuten deben tener en cuenta sus precauciones —le había dicho su maestro a él y a Genbu varios años atrás. Era la técnica con la que uno de ellos obtendría a Draco—. Cuando la utilicen, el Dragón nacerá desde lo profundo de su cuerpo hirviendo como un volcán en erupción, sus músculos del vientre deberán ser capaces de soportar la altísima presión. En eso vamos a entrenar estos meses, pero jamás podrán evitar que su sangre corra en sentido contrario tratando de salir por cualquiera de sus poros.
Shiryu levantó el puño izquierdo y tensó el derecho hacia atrás al mismo tiempo que endurecía sus abdominales, abría las piernas y las mantenía firmes sobre el suelo distribuyendo su propio peso. Sintió su sangre arder.
—¿La sangre saldrá por nuestros poros? Debe ser una técnica peligrosa —había dicho Shiryu en esa ocasión.
—Con un gran poder vienen esos riesgos, nos entrenamos para soportarlo, ¿no es así, maestro? —había preguntado Genbu, más confiado en sus habilidades.
—El Dragón Ascendente es muy potente, los hará capaces de revertir el curso de esta Gran Cascada a mis espaldas, pero tiene un gran riesgo. Como la sangre tratará de alejarse de su pecho y estómago por culpa del sistema defensivo del cuerpo humano, el corazón, la batería principal sanguínea, quedará vulnerable por unos momentos. Un golpe dado a esa zona no debería ser tan riesgoso si llevan puesta una armadura aunque sea de Bronce, pero al utilizar esa técnica el peligro se eleva: si los golpean en ese momento y lugar sería potencialmente fatal, incluso si llevaran una armadura de Oro. Por eso solo deben usar esta técnica una vez contra cada enemigo, ya que después el rival podría ser capaz de notar esa debilidad del Dragón Ascendente.
***
Shiryu se movió lo más velozmente que pudo, solo ese golpe bastaba. Arrojó el brazo derecho hacia arriba con todas sus fuerzas, oyó al dragón rugir y lo vio elevarse hacia las alturas violentamente como si despertara de un largo letargo y buscara alcanzar la luna a toda prisa. El Cosmos hirvió en sentido vertical y atrapó a ambas Sombras, pero solo escuchó el grito de dolor del Unicornio Negro.
—Aquí nos despedimos, Dragón. —Esta vez lo pudo ver claramente, las llamas desvanecidas por el rugido del dragón y el antifaz en pedazos. Tenía piel, se notaban sus huesos y carne, una cicatriz cruzaba su rostro...
Lo recordó. Su niñez. Lo recordó..., pero en ese instante sintió un fuerte dolor en el pecho, en la zona del corazón. Vio como la Sombra atravesaba con su puño la durísima coraza del torso, y sonreía al sacarlo. De las placas de jade salieron llamas y sangre... el Dragón se acostó de nuevo, las sombras se cruzaron por sus ojos y el silencio fue lo único que escuchó...
[1] Ryu Hi Sho en japonés.
Editado por Felipe_14, 23 julio 2015 - 18:04 .