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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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373 respuestas a este tema

#341 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 19 mayo 2017 - 21:18

Apolo es bastante arrogante,incluso para una divinidad

 

fue bueno el combate del rey shaman

 

el emperador despertó su poder heroico---------------------------no espera creo que ese fue otro---XD

 

Arun es un poco extraño

 

pobre cisne

 

 

no entendí si  Shaina sobrevivio

 


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#342 ALFREDO

ALFREDO

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Publicado 21 mayo 2017 - 13:22

Hola sep, que tal este es el ultimo review q tenia guardado, tendré q avanzar, por lo menos solo te tengo uno o dos caps antes del ultimo posteado, por lo menos tú no esperas tanto como yo que tengo users q yo yendo en el 40, recién van como en el cap 4 o el 10 XD, y se hace una eternidad esperarlo jaja.

 

Empezamos conociendo finalmente q sucedió en ese momento entre Elpheba y Seiya, lastimosamente nadie de los dos salió bien parado, no esperaba q Hades apareciera en el Pegaso, lo q me deja la duda, seiya es ahora el humano más puro?

Por otro lado sabemos q le sucedió a Albert, recordaba q Avanish se le inyecto el satan en él y fue inútil, pero no q el mismo shaman lo haya usado en géminis. Lo q sí creo q lo modifico y hasta mejoró, pues en todo este tiempo  Albert no vio morir a nadie? Me recordó mucho lo q paso con Aspros q se hechizó el mismo con el genromauken, solo q la diferencia fue q en el géminis del lc fue voluntad de él.

Fue triste el final de Albert, víctima de sus peores miedos. Lo único q me vino a la cabeza es q no se vio si tiene un hermano.

Mientras en la Atlántida, por fin los shoguns se les hacen honor. Siempre los he visto q la gente los maltrata en los fic como carne de cañón, casi igual q los plateados, aquí alcanzaron el modo milagro. Al menos más de la mitad, venciendo  a los ángeles de Apolo. Me gustó mucho las habilidades de Céfiro.

Parece q todas las batallas han cesado, solo falta ver q paso con Avanish q no estaba en la misma guarida donde estaban Senefer y Ehirimanes? Solo queda la nueva pelea en el santuario, todo terminará ahí juju…


fics2017_escena_sadica_by_bytalaris-dazo

FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

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#343 Seph_girl

Seph_girl

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Publicado 15 junio 2017 - 14:34

Alo gente bonita de SS FOROS

¡Es 15 de Junio! Así que como hice costumbre les traigo el ANTEPENÚLTIMO CAPÍTULO de EL LEGADO DE ATENA.

 

Estoy muy emocionada porque ya todo esta prácticamente terminado, sólo faltan pulir unas cosas, corregir otras y habré finalizado esta larga obra. Les agradezco a todos su paciencia y su gran apoyo.

 

Pero antes de postear el episodio, primero contestaré los reviews pendientes :)

 

Saludos Girland, gracias por pasar por aquí y comentar.
Entiendo tu sentir sobre los fanfics largos ya que he sufrido eso de estar siguiendo uno extenso y de pronto se deja de actualizar y ahí queda la cosa (muchas veces)... pero luché por ser diferente y llevar el mío a su termino y ya estoy a solo dos Caps más :D
 
Agradezco tus comentarios, y me halagas por tu calificación n.n Mi nivel de escritura no será el mejor ni profesional (hay autores en el foro con una técnica y talento muy superior) pero hago un esfuerzo para que esté lo más decente posible, y sobre todo trato de mejorar y aprender con cada historia que escribo.
 
Por lo que dices, qué más quisiera yo que me salieran todas las escenas igual de bien, pero pues... hay escenas que se me prestan para eso y otras que no XD igual el fanfic ya es muy largo por lo que sólo puedo decir que hay que quedarse con lo memorable :) y el resto pues como parte de lo que tiene que pasar para que la historia continúe. 
 
De las cosas que no me arrepentiré jamás es darle a Shiryu el puesto de Papa XD me alegra que lo aprecies. Seiya fue poseído por "Hades" no por ser el alma más pura, sino que por acto de "la maldición de Hades", tu sabes, esa que lo deja en coma en el canon original, pero aquí yo lo cambié y ya viste lo que pasó.
 
Muchas gracias por tus comentarios, ojalá no sea la última vez que te vea por aquí.
 
 
Lunatic BoltSpectrum
Gracias como siempre por tu atinado review, ojalá los últimos episodios te gusten y sobre todo espero un largo review al terminar, muajaja ¿te 
animas?
¡Un abrazo!
 
T-800
Pues en SS la mayoría de los dioses masculinos siempre son súper arrogantes, así que quise respetar eso.
Si vieras el estrés que me causó escribir la pelea contra Avanish...¡y aún no acaba! jaja pero que bueno que te gustara, a ver que opinas de lo que aun queda de ella.
Poseidón va a seguir luciéndose en este cap, ya lo verás.
Y Sí, Shaina Sobrevivió, Seiya se la quitó de encima para que la flecha no la matara también.
Gracias por pasarte por aquí :D
 
 
ALFREDO
Amigo mio, no, Seiya no es el humano más puro, si lo poseyó fue por lo de "la maldición de Hades" versión Sephgirl-universo jaja. Hace años me pereció buena idea dar ese giro sorpresa y conforme avanzaba temía el llevarlo a cabo o no, al final me decidí que sí, total. Es solo por eso XD 
 
Sí, lo que pasó con Albert es que le lanzó el satán imperial a Avanish pero no funcionó en él, así que el tipo en una forma torcida de castigarlo es que le lanzó un "satán imperial truqueado" (como dijo un lector en reviews anteriores XD) el cual en si no era para controlarlo sino para sacar su verdadera naturaleza ambiciosa multiplicada por 1000. La verdad Albert no mató ni a Nauj de Libra, ni a Shiryu, y al único que sí mató fue al Patrono Iblis, pero no lo sacó del embrujo por el plot (aparte que pues Avanish dijo que había cambiado la técnica original así que pues omitió esa parte por conveniencia del plot)
 
Pues originariamente Albert tenía un hermano gemelo, pero por cambios que decidí hacer hace años (llevo 8 con esta cosa, obvio mucho se fue modificando y omitiendo :p) no salió, pero son detalles que pondré en un listado de "COSAS QUE NO SABÍAN DE..." pero ya terminado el fanfic. Atento a leerlo.
 
Sí, decidí que los marinos tuvieran su súper momento porque adoro a Poseidón y merecía guerreros capaces esta vez XD
Así es, ya sólo quedan pocos enemigos a vencer, Avanish entre ellos ( ya verás dónde estaba el tipo jajaja).
Gracias por comentar :D, un abrazo.
 
 
Y pues un último anuncio.
El próximo 15 de Julio publicaré el Penúltimo episodio de esta historia titulado "Capítulo 66. Salve al Rey"
Y el 31 de Julio el  Final "Capítulo 67. Epílogo"
(Las fechas podrían variar por cuestiones de pocos días si es que pasa algún imprevisto)
Así que ya saben, me encantara leerlos por aquí.
Un gran abrazo y muchas gracias a todos ustedes que me leen.
 
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— ¡Señorita Tara! ¡Señorita Tara! ¡Por favor, resista!

Inmersa en la oscuridad a la que fue obligada a permanecer de por vida, la Patrono escuchó la voz de su fiel guardián.

Sabiéndose de vuelta en la caverna en la que ha vivido durante largos años, abrió los ojos sin que hubiera una diferencia para ella, pero significando un gran alivio para el hombre que la tenía en brazos.

Tendidos en el prado subterráneo junto al estanque sagrado, Ábbadon había estado cuidando de la Patrono mientras ésta ayudaba a los santos a destruir al hombre que asesinó a Hécate, su amada madre.

Limitado a sólo observar, el guardián enmascarado se acongojó cada vez que un mechón de aquel hermoso cabello azul se volvía blanco, con cada arruga que robaba la juventud de Tara y que reflejaba el sobreesfuerzo de emplear sus habilidades en la batalla. No era la primera vez que él veía tal atrocidad, pero sí la única vez en la que cuando ella abrió los ojos no recobró su hermoso aspecto.

— ¿Qué… qué es lo que hizo, señorita Tara? ¿Por qué…? —le preguntó muy preocupado. La conmoción despertó cierto interés en la autista Danhiri, quien se animó a acercarse poco a poco a donde la pareja se hallaba.

Lo logré… cumplí lo prometido —sonrió Tara, luciendo ahora como una mujer anciana—… Vengué a mi madre… y ahora podré volver a verla… y también… reunirme con Caesar…

— Señorita… —sollozó el hombre enmascarado, reteniendo cualquier ápice de reproche.

Disculpa mi egoísmo… pero era la única forma de vencerlo—explicó agotada, mientras su cuerpo comenzó lentamente a deshacerse en fina arena blanca entre los brazos de Ábbadon.

Tara había excedido su poder no sólo esclavizando a los santos de Andrómeda y Cisne, sino también protegiendo a sus aliados temporales en el Santuario. Aquel atrevimiento de rivalizar con la entidad que poseyó al santo de Pegaso fue lo que terminó por condenarla, pero así fue como logró que por valiosos segundos éste perdiera el dominio sobre el cuerpo del que se valió para volver al mundo, concediéndole a Seiya la decisión definitiva: morir por la flecha de Atena, o sobrevivir y que fueran sus propias manos las que acabaran con la vida de todos aquellos que amaba y apreciaba. Ella confió en que tomaría la decisión correcta, no necesitaba sus dones de oráculo para saber que Hades habría eludido la flecha de Atena sin tal intervención.

— No puede dejarnos, señorita —Ábbadon le pidió, apesadumbrado.

Lo lamento… en verdad lamento que te hayas enamorado de una mala mujer como yo —musitó, levantando la mano y palpar la máscara del guerrero—… Discúlpame por no ser capaz de vivir en ese mundo de luz al que querías llevarme… pero en mi corazón sé que allí no habría sido feliz…

Ábbadon calló, doliéndole las palabras de la mujer a la que no decidió amar, pero que aun así amaba con el más puro de los sentimientos.

Y tú mereces ser feliz… Lo serás… —predijo, apartándole la máscara que todo este tiempo ha ocultado su cara.

Por primera vez, Ábbadon no se tensó ni se apresuró a cubrirse. Los dedos de Tara palparon su piel, conociendo al fin la malformación de nacimiento por la que siempre se sintió avergonzado.

Basta de esconderse… —le pidió con una gentil sonrisa.

El hombre sujetó la mano de la mujer con cautela y la presionó cuidadosamente contra su mejilla.

No tengo derecho de pedirte nada… yo quien te he lastimado tanto… Pero en nombre de mi madre… por ella, por favor, mantén la promesa que hiciste… cuida de Danhiri…

Ábbadon miró a la susodicha, quien se había arrodillado junto a la mujer que no hacía mucho consideraba un espejo de sí misma, y a la que ahora parecía no poder reconocer.

Y olvida todo… no mires atrás… no guardes resentimiento… La guerra de mi padre está por terminar… Deben irse y formar parte de este mundo una vez más, no mantenerse aparte… No tengas miedo.

Con sus últimas fuerzas, Tara buscó con su otra mano la de su hermana, mientras ésta sólo observaba la temblorosa extremidad hasta que decidió tomarla, pero sólo por imitar lo que veía en el hombre de cabello negro delante de ella.

Cuida de ella… —repitió agonizante, sonriendo con dulzura a su querida gemela—. Algún día se preguntará quién es y tú, Ábbadon, deberás tomar una decisión… lo veo —profetizó, un poco consternada, como si su habilidad de oráculo hubiera vuelto sólo para mostrarle una última y alentadora visión—. Estarán bien… ambos lo estarán —dijo con alegría y derramando unas cuantas lágrimas —… Veo el mar… un barco… y a un bondadoso hombre que acogerá a ambos… él los guiará, les mostrará un camino correcto… si lo siguen tendrán una vida que atesorarán hasta el final… —Tara cerró los ojos, acelerando la descomposición de su cuerpo—. Aunque no lo parezca ahora, serán felices… mucho…  —murmuró al final.

 

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Capítulo 65

Batalla de reyes. Parte III

 

Antes de que el poder de Apolo escapara de su dedo y atravesara el corazón de Poseidón, ambos Olímpicos fueron bañados por una intensa luz proveniente de un bólido cegador que se dirigía hacia ellos.

Apolo redirigió su mano hacia aquella manifestación y lanzó el ataque destinado para Poseidón, mas cuál fue su sorpresa cuando el calcinante rayo escarlata rebotó sobre la aparente estrella fugaz que los engulló irremediablemente.

Apolo se quedó un mero segundo cegado por el paso de la feroz corriente cósmica sobre él, la cual no lo hirió o agredió de ninguna forma, pero sí le arrebató a Poseidón de las manos. Para cuando Apolo recuperó la visión, vio que en la lejanía aquel resplandor quedó estático, liberando un fulgor palpitante, como si algo fuera a nacer de él.

 

Atrapado dentro de aquel halo, el dios del mar se sobrecogió por la cálida y amigable energía que lo rodeaba. Abrió con dificultad los ojos, notando algo más allí con él que no logró distinguir rápidamente, mas cuando lo hizo su sorpresa fue enorme. Su quijada quedó trabada e imposibilitada de hacer cualquier pregunta, pues no podía creer lo que volvía a él… Después de milenios estaba allí…. — ¿Por qué?— se preguntó a sí mismo, ignorando su demacrada imagen reflejada en la reluciente figura que lo había salvado.

Entiendo —pensó, como si hubiera recibido una respuesta que sólo él pudo escuchar.

 

Apolo percibía cómo es que dentro de ese huevo cósmico un gran poder estaba creciendo en su interior y latía, cada vez con más fuerza. El Olímpico observó cómo el perdido Tridente de los Mares cruzó el universo a gran velocidad y se impactó contra el ovalo luminoso, rompiéndolo y liberando todo el poder dentro de él.

El cosmos de Apolo y su propia magnificencia quedaron eclipsados por la del dios rival, quien emergió de entre los deslumbrantes resplandores.

Los alargados ojos de Apolo se congelaron en un gesto azorado al contemplar el magnífico fulgor azul que rodeaba a Poseidón.

¡Es inaudito!— el dios clamó con desconcierto—. ¡Esa kamui… creí que había sido destruida junto a tu cuerpo en la Era Mitológica!

Poseidón irradiaba en poder al verse totalmente cubierto por su armadura divina, la original que creyó perdida tras su primera derrota ante Atena. Escamas de adamantio azulado como el zafiro con vistosos detalles dorados reflejaban la exquisita belleza de las profundidades marinas y representaban dignamente la nobleza de quien regía sobre los mares. En su espalda dos grandes aletas curvas simulaban las alas que lo alzaban como una auténtica divinidad.

El poder de las tormentas y maremotos moraban en el cosmos radiante del hijo de Cronos, siendo sobre su armadura donde algunas descargas eléctricas viajaban como estelas luminosas.

Poseidón permaneció con el rostro ensombrecido un momento, permitiéndose disfrutar aquel reencuentro con su preciada armadura. Sentía un palpitar junto al suyo, un aliento sobre sus oídos, una calidez que fue capaz de exorcizar de su cuerpo el dolor y las heridas, regresándole la forma, juventud  y vida que ya creía perdidas.

Manteniendo los ojos cerrados Poseidón habló—: Yo también lo creía así, Apolo. — Sujetó el Tridente de los Mares que flotaba frente a él, el cual sufrió una leve transformación en cuanto fue tocado por el dios, cambiando sus colores dorados por el mismo azul de su kamui—. Pero tal parece que tu sabia hermana tenía otros planes para ella. Nunca dejó de creer que algún día la necesitaría de regreso.

¡¿Atena hizo tal cosa?! ¡¿Cómo es que se atrevió a engañarnos?! —Apolo cuestionó con indignación—. ¡¿Por qué intercede por aquel que fue su enemigo durante todos estos siglos?!

— Para mí es claro. —El dios del mar abrió los ojos, mostrando una mirada que fulminaría legiones enteras del Olimpo con sólo desearlo—. Atena clama ser la diosa de las guerras justas,  el destino de la Tierra y de la humanidad se decidirá en igualdad de condiciones. —Su cosmos creció, creando una feroz tormenta cósmica que nubló los astros del universo.

Su kamui no sólo estaba allí para reparar y proteger su cuerpo mortal, sino que también le garantizaba que sería capaz de emplear todo el poder del que era dueño sin poner en peligro su existencia.

No dices más que disparates —masculló Apolo con el ceño fruncido—. Esto no cambiará nada, sigues siendo un dios inferior para mí.

— ¿Inferior, dices? He aprendido lo que los mortales veneran de un dios— apuntó su tridente hacia el corazón de Apolo con desafío—: su sentido de la justicia y su compasión. Dos cosas que alguien como tú jamás comprendería, por estar sumido en una existencia vacía y egoísta durante siglos. Tú y el resto de los dioses que se resisten al cambio están destinados a desaparecer y ser olvidados por los hombres, ya que no pueden ganarse su devoción permaneciendo sentados en sus tronos celestiales. Sólo hasta que hayas peleado al lado de ellos, hasta que hayas sangrado por ellos, es que realmente serás digno.

¿Un dios, dando su sangre por un humano? — La indignación del dios del sol se reflejó en el cosmos llameante de sus ojos—. Poseidón, es toda una ofensa tenerte ante mi presencia. Desaparece, eres tú quien merece el olvido, me aseguraré de ello. A diferencia de Atena, no permitiré que tu alma errante regrese a desafiarme. ¡Tu círculo de derrotas interminables finaliza aquí! ¡Sucumbe ante el poder de un auténtico dios!

 

/ - / - / - / - /

 

Territorio Sagrado, ante los Grandes Espíritus.

 

Yoh Asakura no tenía por qué contener la fuerza del espíritu que lo acompañaba, en ese lugar sagrado que existe entre el mundo de los vivos y la antesala al más allá, las consecuencias de cualquier batalla no afectarían a nadie, salvo a los participantes de tan titánica contienda.

 

El colosal espíritu de la tierra se abalanzó contra el gigante alado que flotaba unos cuantos metros sobre el suelo. Como réplica del primer ataque de Yoh hacia Avanish, el ángel con corona extendió una sola mano para contener el puñetazo de su rival. Para sorpresa de Yoh, el brazo de su espíritu acompañante se quebró en miles de fragmentos en cuanto impactó la mano azul del ángel.

El espíritu dorado rugió molesto y adolorido, mas rápidamente una gran cantidad de tierra se alzó del suelo para reformar el brazo destruido. En contra de todo pronóstico, pese a su inmensidad, el espíritu de la tierra lanzó golpes con sus brazos a una velocidad impresionante, sin detenerse pese a que cada que era bloqueado sus extremidades se rompían, pero con la misma velocidad eran reemplazadas por la materia bajo sus pies.

A diferencia de Avanish, Asakura decidió apoyar a su compañero, lanzando grandes ataques cortantes nacidos de su espada, logrando impactar el flameante cuerpo azul.

Cortes se abrieron en el cuerpo del gigante alado, mas en vez de salir sangre emergieron gritos de dolor de cientos de almas combatientes.

— ¡¿Pero qué…?! —Yoh exclamó confundido, buscando respuestas en el hombre que se mantenía flotando por encima de la corona de llamas blancas del coloso.

— Los espíritus de la tierra, agua, fuego y aire pueden ser los regentes dominantes de este planeta,  mas el tiempo nos ha permitido atestiguar que su grandeza y majestuosidad pueden desaparecer y corromperse ante la presencia y labor de los humanos —explicó Avanish con placer, permitiendo que por un instante el ángel mostrara su auténtica forma, la de millones de almas humanas de todas las edades, razas, géneros y tiempos, que unificadas se volvieron una fuerza imparable.

En cuanto recobró su forma titánica, el ángel azul precipitó un puñetazo contra el coloso dorado, destrozándole la cabeza.

Asakura salió disparado junto a las piedras y tierra, manteniéndose en el aire gracias a sus habilidades.

— Valerte de almas prisioneras no te servirá, las liberaré de tu dominio —sentenció, frustrado por aquel acto tan abominable.

— ¿Prisioneras? —Avanish sonrió—. No juzgues tan deprisa, Asakura. Tú y yo sabemos que un alma leal es mucho más poderosa y efectiva que una esclavizada… ¿Crees que yo me rebajaría a imitar actos tan viles como los tuyos? —le recordó pasajes de sus vidas pasadas—. Puede que sea uno de tus más odiados enemigos, pero hay cosas que hasta yo sé respetar... Estas almas, estas personas, están aquí porque así es su deseo —aclaró entre el estruendo del gigante descabezado cayendo al suelo—. He pasado los últimos siglos  conociendo a cada uno de ellos y han decidido pelear a mi lado.

En ese instante, del inmóvil cuerpo del espíritu de la tierra crecieron centenares de brazos que, como los de una araña, lograron sujetar al ángel azul.

— Desde las almas que fueron abatidas por el primer diluvio divino —Avanish continuó relatando con tranquilidad pese a ver que el espíritu dorado recobró su cabeza, la cual se duplicó numerosas veces por todo su torso, simulando ahora ser un centimanos* de la Era Mitológica—, hasta aquellas que se negaron a partir al otro mundo después del último Gran Eclipse y otras más que rescaté del Cocito cuando el Inframundo estalló en caos…

De repente, el colosal centimanos se vio acompañado por cinco réplicas de él mismo que emergieron del suelo para rodear al ángel y a su creador.

Simultáneamente, los centimanos descargaron toda la fuerza de sus golpes contra el inmóvil ángel, alzando grava y polvo como si fuera una violenta erupción volcánica que obligó a Yoh a alejarse.

El Shaman King no se engañó, por lo que permaneció atento a cualquier contraataque que no demoró en ocurrir.

De un sólo aleteo de aquellas alas de luz, el colosal ángel destruyó a tres de los seis gigantes dorados, liberándose en el proceso. Voló veloz por el cielo, siendo perseguido por brazos de roca serpentinos que no lograban más que rozar sus piernas, sin percatarse de que otros tres colosos enemigos se alzaban del suelo para suplantar a los que fueron destruidos.

A cierta altura, el ángel se detuvo y, antes de que fuera alcanzado por los numerosos brazos, de sus alas liberó una ola expansiva de energía que desintegró a  cada uno de sus titánicos enemigos, aplastándolos contra la misma tierra dentro de la que sus restos se fundieron. Kilómetros de suelo se hundieron tras el estruendoso aleteo por el cual el espíritu de la tierra no volvió a materializarse.

— Y eso es sólo un juego de niños… —Yoh escuchó a su diestra, girándose sólo para recibir un único golpe en el estómago que lo dobló hacia al frente.

Avanish mantuvo su puño contra el vientre de Asakura, la armadura sagrada no se rompió, pero el dolor por poco y dejó en blanco los ojos de su sucesor.

— Pienso que lo mejor es matarte de una vez —el peligris musitó al levantar la cabeza de Asakura, tocándole el cuello con la punta de su dedo flamígero con la clara intención de perforarle la yugular.

 

Asakura aprovechó la corta distancia y logró asestar un mandoble en el cuerpo de Avanish que le permitió alejarse de él. El filo de la espada no se vio manchado por ningún fluido, mas el ataque diagonal no sólo cortó el ropaje de su enemigo sino también la piel en su pecho, creando una abertura por la que pudo ver el interior del primer Shaman King. Allí sólo había energía en su estado más puro, una intensa y poderosa esencia espiritual indescriptible… Una gota de poder divino que la misma Gran Voluntad vertió allí.

Como si aquello no pudiera ser visto más que por los mismos dioses, Yoh Asakura sintió el castigo de tal atrevimiento en sus ojos, los cuales ardieron y se cegaron.

— Ah, debí haber esquivado eso —Avanish dijo divertido, volviendo a cubrirse con su capa resplandeciente—. Perdona que mi descuido te haya costado la vista— dijo de manera siniestra—. ¿Lo sabes no? Una vez cumplido el ritual de iniciación debes dejar tu cuerpo atrás para que permanezca en el trono del Rey, sólo para que sea lo primero que el próximo elegido se encuentre al llegar allí, una inservible pila de huesos... La última señal de advertencia —añadió, custodiado una vez más por el ángel azul—. Afortunadamente logré recuperar mis restos y con ellos recree mi cuerpo original… pero sin importar las apariencias, es sólo un cascarón que oculta la divinidad que tanto temes.  ¿Acaso ver ese montón de huesos en tu trono fue lo que te aterrorizó, Asakura? —preguntó con curiosidad.

Logrando sobrellevar el dolor Yoh mantuvo los ojos cerrados, pero con firmeza y seguridad sostuvo su katana.

— ¡No has ganado todavía como para que tenga que responder a eso! —clamó, sonriendo pese a las adversidades.

Antes de que Avanish decidiera el siguiente movimiento, un sonoro grito de guerra se anticipó a la manifestación de un gran poder que cayó de los cielos.

¡Ave Fénix!

 

El primer Shaman King alzó la vista para que en sus pupilas se reflejaran las infernales llamaradas rojas que lo cubrieron.

Asakura fue envuelto por un ventarrón de aire que lo alejó del peligro sin demasiada delicadeza. Para cuando todo dejó de dar vueltas en la oscuridad, sintió que alguien lo tenía sujeto del brazo como si él fuera un mero niño pequeño.

— Por poco y fallo —dijo una voz femenina carente de emociones—. Si está impedido para luchar lo mejor es que se abstenga de estar en la batalla.

Pero Yoh Asakura no necesitaba sus ojos para contemplar lo acontecido, no mientras continuara unido a su espíritu acompañante, quien le compartía la vista omnisciente que él tenía en aquel mundo.

— Ikki, ¿ acabas de salvarme? —Yoh preguntó risueño, anticipando el acercamiento del santo del Fénix, cuya cloth ardía con el brillo divino que ganó en el Eliseo.

— Yo lo salvé, él tiró a matar —lo acusó la joven de cabello rosado que vestía una scale bendecida por la sangre de Poseidón.

 

Mientras las llamas del fénix continuaban ardiendo en una alta hoguera que enrojeció el entorno, el ángel azul quedó impedido de auxiliarlo cuando de manera inesperada nueve tritones colosales lo empalaron con sus tridentes. El aullido de todos esos espíritus fue monstruoso, más de bestias que de hombres, quedando aletargados por los hechizos ancestrales puestos en las armas de los Pretorianos de Atlantis.

 

Tenéis subordinados que creyeron apreciaríais un poco de ayuda —dijo Atlas de Aries, quien contemplaba todo desde el suelo erosionado. Su cloth de oro lucía radiante pese a la batalla contra los ángeles de Apolo.

— ¿Subordinados? —repitió Yoh, entendiendo rápidamente —. Esos niños astutos —murmuró, agradeciendo las atenciones que siempre han tenido para con él—. Gracias por venir, como pueden apreciar no me está yendo tan bien como creía…

— No me sorprende de ti, Asakura, pero las charlas tendrán que darse después —comentó Ikki, adelantándose a la extinción de las llamas que su cosmos luchó por mantener vivas.

 

Avanish apareció indemne aun tras la prolongada estancia entre las iracundas flamas sin que uno solo de sus cabellos se hubiera rostizado.

— Vaya reunión la que aquí se está suscitando —dijo al contemplar a los recién llegados—. Héroes, santos, atlantes, humanos, todos ingenuos siervos de los dioses, y entre ellos un semidiós y un falso dios —se burló, siendo su risa lo que comenzó a reanimar a su espíritu acompañante—. Éste sí que es un panorama por el que ha valido la pena vivir tanto tiempo… —murmuró para sí, dando una orden silenciosa a sus espíritus aliados.

El ángel azul comenzó a retorcerse entre los tridentes que luchaban por retenerlo dentro del circulo que los nueve tritones formaron a su alrededor.

— Probemos la fuerza de tal alianza —Avanish decretó, siendo en ese instante en el que al ángel de flamas azules le crecieron una veintena de brazos con los que empujó a los nueve pretorianos armados para liberarse.

Al mismo tiempo, la energía espiritual de Avanish se incrementó y apuntó con su mano a los guerreros que intentaban cumplir con la demanda de los dioses.

 

/ - / - / - / - /

 

Grecia, Santuario de Atena.

 

Después de mucho luchar, la tranquilidad había vuelto al Santuario de la diosa Atena, mas el amargo sabor de la victoria estaba en la boca de todos aquellos que fueron parte de tan intensas batallas, ya sea como partícipes o meros espectadores.

 

Para cuando la presencia de Hades fue erradicada de tierra santa, todo se sumió en una lúgubre espera por las consecuencias.

 

En cuanto ocurrió, Shun de Andrómeda perdió todo sentido, cayendo en un profundo y temporal sueño infligido por la Patrono Tara quien, pese a ya no seguir el camino de Avanish, no dejaba de ser una hija que se preocupaba por su padre y por ello jamás lo expondría a enfrentar a un santo legendario como Andrómeda.

 

Asis de Sagitario permaneció en la cumbre de la Estatua de Atena, sabiendo que en aquel momento el corazón de más de uno de los presentes le guardaba resentimiento, pero él no se arrepentía de ser quien ejecutara al célebre santo de Pegaso. Sus manos no temblaron en el momento de disparar pues sintió la guía de una fuerza extraordinaria apoyando sus actos, y si por ello merecía un castigo terrenal o celestial entonces lo aceptaría sin más.

 

Aunque Shaina buscó un último  milagro más en el cuerpo tendido de Seiya, no encontró más que un semblante de paz en el rostro del finado santo. Entre lágrimas, Shaina vio cómo la mancha de Hades abandonaba los restos del valiente guerrero, pues la cloth de Pegaso volvió a recuperar su pureza y sus cabellos se tornaron una vez más castaños.

La amazona colocó con gentileza la cabeza de Seiya sobre su regazo y ahí aguardó sin que nadie se atreviera a molestar su luto. Sólo el Patriarca Shiryu permaneció a su lado, mientras el resto decidió respetar su pena y aguardaron en la cima de las Doce Casas.

 

Anna Hiragizawa sorpresivamente le confió el cuidado de su bebé al shaman Kenta, pues ella tenía algo importante que hacer. Con ayuda de Anfinn bajó rápidamente hacia el destruido templo de Virgo y, escondiendo sus verdaderas intenciones, se agazapó junto al cadáver del bravo guerrero para acomodarle las manos en el pecho. Tal acercamiento no perturbó ni incomodó a nadie, ni siquiera cuando la mujer unió sus propias manos en un humilde acto de oración de acuerdo a su religión, sin embargo, Kenta y Anfinn pudieron sentir el poder de la sacerdotisa recuperando el alma que fue arrancada del infante Syd.

Anna suspiró al saber intacta la reluciente esfera que tomó entre sus manos, sin que nadie más que ella y los shamanes pudieran verla. — Un milagro más— pensó con gratitud.

En silencio la sacerdotisa se levantó y junto con Anfinn volvieron a donde se encontraban los señores de Asgard.

Hilda miró esperanzada a Anna, quien sólo se acuclilló un momento y posó su dedo índice sobre los labios amoratados del agónico príncipe. En tan simple acto el milagro se concretó, Syd tosió repetidas veces y abrió los ojos para mirar confuso a sus padres cuyos rostros se llenaron de alegría en cuanto él pudo decirles —: Mamá… papá…

 

Aún no termina —escucharon Bud de Mizar y Shiryu de Dragón respectivamente.

 

Shiryu creyó que se trataba de la Patrono Tara, pero en la oscuridad de sus ojos distinguió la aparición de una nueva figura, una espectral niña de vestido blanco.

 

Bud miró sorprendido a su izquierda, viendo a pocos metros de distancia la oscura silueta de una mujer montando un caballo sombrío.

 

Hay un hombre que todavía debe ser castigado —dijo la niña de pálida piel, largo cabello blanco y poseedora de unos cautivadores ojos verdes.

 

El responsable de que todo esto pudiera ocurrir —dijo la valquiria, una réplica sombría de la que Bud reconocía como la norna Skuld.

 

Tú que has traído luz y una nueva vida a tantos jóvenes — escuchó Shiryu de la sonriente niña.

 

Tú que has sido marcado dos veces por la muerte —oyó Bud, viendo cómo los cabellos de la norna revolotearon y mostraron ese hilo único y especial que lo representa en el telar del destino.

 

¿Te gustaría tomar mi lugar? —preguntaron ambas entidades a sus respectivos elegidos.

 

/ - / - / - / - /

 

Territorio Sagrado, ante los Grandes Espíritus.

 

Siendo Yoh, Ikki y Caribdis el blanco de Avanish, sólo les quedó esquivar el cegador ataque de energía, mientras que desde el suelo Atlas de Aries se impulsó para atacar con ferocidad al primer Shaman King.

El puño de Atlas fue atrapado por la flameante mano de Avanish quien lo miró directamente a los ojos.

— Los legados de Poseidón y Atena depositados en un mismo hombre, Atlas de Aries. Será una pena tener que matarte —dijo Avanish, recibiendo un puñetazo en pleno rostro de parte del santo dorado.

No lo haréis —Atlas aclaró, sujetándolo del brazo llameante para arrojarlo contra la tierra.

Ikki de Fenix lanzó su cosmos flamígero, embravecido por los vientos huracanados de  Caribdis de Scylla, formando una gran flecha de fuego que cayó sobre Avanish.

 

— Pese a que les ordené el no intervenir en esta pelea se las ingeniaron para no desobedecerme del todo. —Yoh recordó la última orden que les dio a los otros cinco espíritus de la Tierra—. No pudieron sólo mirar, ¿cierto? —descubriendo la estratagema de todos ellos al haber elegido a un campeón que los sustituyera en la batalla—. Tendré que reprenderlos otra vez… pero gracias, mis queridos amigos— murmuró, seguro de que esos traviesos espíritus podían escucharlo.

 

La gran flecha golpeó a Avanish, encerrándolo dentro de una intensa hoguera dentro de la que su silueta se reincorporó rápidamente sin que el fuego fuera un tormento para él.

— Fuego —miró hacia Ikki—, aire —a Caribdis—, agua— a Atlas— y tierra —fijando la vista en el actual Shaman King—. ¿Intentas recrear para mí un nuevo Godaiseirei*?

— No soy la clase de hombre al que se le da bien hacer planes, sólo echarlos a perder — Yoh confesó, sonriendo de manera descarada—. Esto no es obra mía, pero si los Grandes Espíritus Elementales han decidido actuar de esta manera, no pienso rechazar su ayuda.

Yoh bajó una mano, señal que le permitió al espíritu de la tierra volver a reconstruirse en menos de un parpadeo y aplastar con su gran puño al pequeño hombre en llamas.

 

Más allá, los nueve Pretorianos de Atlantis luchaban con el ángel azul, que se desvivía por eludir los constantes y bien coordinados ataques de la guardia personal de Atlas de Aries, sin posibilidades de ir en auxilio de su señor.

Por fortuna, Avanish no necesitaba de ninguna ayuda para lidiar con los cuatro molestos guerreros. Con su deforme brazo logró levantar el puño del gigante, y con un pensamiento hacer estallar al coloso de tierra, desintegrándolo en arena que se esparció como una tormenta que Caribdis limpió con un simple aleteo de su scale.

Ya en el suelo, Atlas de Aries volvió a atacar a Avanish con sus más fieros golpes. El primer Shaman King se privó de la capa que sólo le estorbaba, pudiendo responder los ataques con una agilidad y velocidad que le permitió mandar hacia atrás al santo con una palmada en el pecho.

Atlas resintió la presión y el estallido de ese golpe que lo prendió por completo en llamas rojas. Las flamas se mantuvieron vivas un par de segundos solamente, mas Atlas estaba confundido al sentirse tan lastimado como si hubiera recibido una terrible golpiza.

 

En cuanto el santo de Aries fue empujado, Ikki de Fénix ya estaba relevándolo en un fiero intercambio de golpes y cosmos.

— Fénix, tu incandescente cosmos es impresionante —Avanish le dijo al bloquear cada uno de sus puñetazos—, pero para alguien que fue abatido por las llamas del mismo dios del Sol, tu fuego es sólo un cálido soplo sobre mi piel. — Con su palma derecha golpeó la barbilla del santo de Fenix.

Las llamas estallaron en la quijada de Ikki, quien fue envuelto por ellas durante el obligado retroceso.

Para cuando Avanish se precipitó hacia el santo del Fénix para rematarlo, la feroz fuerza del viento aprisionó su cuerpo, logrando contenerlo por unos momentos.

Las bestias de Scylla que danzaban dentro del torbellino abrieron cortes muy superficiales en el cuerpo del primer Shaman King, siendo Yoh Asakura quien se desplazara a toda velocidad hacia el enemigo ahora inmóvil.

En el efímero trayecto, Yoh materializó una segunda katana dorada en su mano izquierda. — ¡Corte de los dragones gemelos!— gritó, chocando ambas cuchillas una sobre la otra,  y del estruendo emergieron dos ráfagas de energía espiritual que avanzaron como hélices hasta formar dos temibles dragones dorados que golpearon a Avanish con brutalidad.

Los santos de Fénix y Aries se impulsaron para unir fuerzas, golpeando al primer Shaman King con la cosmoenergía acumulada en sus puños. Los haces energéticos castigaron al enemigo, quien al caer al suelo rodó un par de metros hasta que logró dar una pequeña pirueta y levantarse, quedando completamente de espaldas a sus oponentes.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que luché así? —alcanzó a murmurar, sabiendo que los cuatro guerreros se arrojaron sobre él desde los cuatro puntos cardinales.

— Mi humanidad… sólo en la batalla puedo recordar lo que es volver a ser un ser humano — fueron las palabras, y tal vez el conjuro, por el que símbolos escarlatas aparecieron en la blanca piel de Avanish, tatuajes tribales que en su mayoría Yoh reconoció como parte de la cultura de los Apaches. Asimismo, Atlas y Caribdis distinguieron algunos símbolos atlantes, e Ikki un par de jeroglíficos egipcios.

Los tatuajes formaban líneas verticales que cruzaban por el medio de su espalda, brazos, manos, pecho, piernas y rostro, siendo en su frente donde una águila con las alas extendidas se marcó como un símbolo de la realeza.

— Que desagradable sensación… pero al mismo tiempo, nostálgica—el peligris dijo, liberando una onda de energía espiritual, la cual formó una gran burbuja a su alrededor dentro de la que pareció detenerse el tiempo, mas no fue así. La velocidad de aquel hombre sobrepasaba la de cualquiera de los presentes, quienes pese a poder ver sus desplazamientos no podían moverse tan deprisa como para confrontarlo. Avanish repartió golpes con las palmas desnudas a los lentos rivales, en sus vientres, pechos y cabezas.

Los cuatro guerreros escupieron sangre antes de ser envueltos por las llamas que esos tres simples impactos en cada uno encendieron.

Rodeado por las cuatro hogueras, Avanish miró a Yoh al ser el primero en poder levantarse, lastimado y debilitado.

Al ver su armadura desgastada y sentir su cuerpo herido, Yoh entendió la gravedad de aquellos golpes que eran capaces de herir a guerreros que portaban armaduras divinas.

— Estás… usando nuestra fuerza contra nosotros mismos… —alcanzó a decir, reparando su armadura espiritual una vez más.

— Para alguien que es capaz de destruir un alma, es sencillo poder utilizar la fuerza que hay en ellas a su favor… Y ustedes son guerreros virtuosos con almas férreas que jamás se rinden, por eso les duele tanto —Avanish se mofó, admitiendo la habilidad especial con la que era capaz de emplear la fuerza espiritual de un oponente contra sí mismo, por lo que mientras más fuerte sea el alma de un enemigo, más daño ocasionará al cuerpo del mismo.

Si ese es el caso… —meditó Atlas al dar una rápida orden por la que cuatro de los nueve Pretorianos abandonaron la lucha contra el colosal ángel para atacar el primer Shaman King.

Conectados no sólo por líneas de sangre sino por el cosmos que compartían, Caribdis de Scylla supo lo que el santo de Aries haría, por lo que manipuló el aire para alejar a sus compañeros antes de que la inmensidad de los Pretorianos aplastaran la zona sobre la que el enemigo estaba de pie.

Los majestuosos tritones armados notaron los movimientos audaces con los que Avanish los eludió para buscar refugio en el cielo, mas los Pretorianos lo siguieron y atacaron sin piedad.

Yoh invocó nuevamente al espíritu de la tierra para que enfrentara al titán azul de Avanish, permitiéndole a toda la armada Pretoriana luchar contra el primer Shaman King.

Atlas subió al hombro de uno de sus soldados, acompañándolos en la persecución mientras el resto de los guerreros se reagrupaban.

 

— Esto no está funcionando —anunció Caribdis de Scylla.

— No es la primera vez que enfrento y venzo un enemigo temible, pero no siempre el arrojo y la tenacidad son suficientes parar ganar una batalla. — Ikki miró a Asakura acusadoramente, pues era consciente de la inefectividad de todos—. Si tienes algún plan, es momento de decirlo.

Tras unos segundos de silencio Yoh dijo—: Su cuerpo es sólo una formalidad —apuntó, aún cegado por lo que vio dentro de Avanish—. Sólo lo utiliza para tener una forma corpórea y proteger su alma ya que es el único punto débil de cualquier inmortal.

— Destruir el cuerpo, después el alma, entendido —Caribdis dijo sin encontrarle objeción o dificultad.

— Aun sin una armadura el maldito es bastante resistente —admitió Ikki con un deje de frustración—. Pero si es lo que se necesita hacerse se hará —puntualizó—. Eres el único shaman aquí así que más te vale cumplir tu parte.

— Aunque sea lo último que haga no les fallaré —Yoh juró.

 

En el cielo amarillento, los Pretorianos atacaron de manera incansable al sagaz Avanish, quien se limitó a eludir las filosas espadas y resistentes escudos sólo hasta que decidió  atacar.

El pequeño punto que él era a comparación de los colosales guerreros saltó hacia uno de ellos, pateándolo en el pecho sin demasiado esfuerzo, pero el suficiente como para mandar al gigantesco tritón a hundirse en el suelo.

Cuando otro Pretoriano precipitó su afilado tridente hacia Avanish, el primer Shaman King sólo estiró el brazo, permitiendo que la enorme cuchilla chocara contra él para que ésta se rompiera y quedara inservible.

— Nueve guerreros —dijo Avanish al ver al antiguo soberano de la Atlántida en la cima de uno de los gigantes—. Uno por cada hermano asesinado, la representación eterna de una pena que ni siquiera milenios de castigo te permites dejar atrás. Traer al asesino de reyes en persona fue un movimiento astuto —comentó sonriente y desafiante.

Será un honor ayudar a un rey milenario como vos a encontrar la paz que tanto necesitáis — respondió Atlas, despertando la curiosidad del primer Rey de los shamanes.

 

El cosmos aguamarina de Atlas lo cubrió, creciendo enormemente cada segundo  que pasaba. Centellas comenzaron a cruzar por su armadura dorada, iluminando sus ojos al despertar la chispa divina que como hijo directo de Poseidón poseía. Mas no sólo su cosmos cambió; en respuesta a tal poder, la cloth de Aries dejó atrás su forma original para resplandecer y moldearse de acuerdo al majestuoso brillo divino que irradiaba. Con dos grandes alas a su espalda, Atlas ahora pudo elevarse por sus propios medios en el aire, adelantándose a su armada personal.

Ante el paso de su Rey, las armaduras, escudos y armas de los Pretorianos cambiaron, casi replicando la majestuosidad de la cloth divina de Aries, mas en hermosos colores azules y dorados.

 

/ - / - / - / - /

 

Al borde de la eternidad.

 

Cada que un sol nacía estallaba una vez que alcanzaba su máximo esplendor. Abriéndose numerosos agujeros negros cada que el dunamis de los dioses del sol y del océano chocaban, los Olímpicos se desplazaban en medio de esa devastada fracción del universo desconocido.

Poseidón liberaba fulminantes rayos del tridente en su mano mientras que Apolo los eludía de manera zigzagueante.

Las hojas doradas que formaban el disco solar en la espalda de Apolo se soltaron de la estructura de adamantio, convirtiéndose en una centena de flechas por las que el dios no requería utilizar ningún arco para lanzarlas contra su oponente.

Las flechas se dispararon hacia Poseidón, arrastrando consigo el fuego más intenso del cosmos.

El tridente del Emperador soltó un resplandor blanco por el que las flechas se detuvieron antes de tocarlo, mas ante un deseo de Apolo éstas liberaron el calor de las llamas sagradas que llevaban en su interior un poder capaz de incinerar las galaxias.

Para el hijo de Zeus los residuos de su propio cosmos no eran más que una sutil brisa cálida, por lo que no retrocedió pese a ser alcanzado por la mortal llamarada. Sin embargo, por aquella nube hirviente se extendió el cosmos de Poseidón en forma de centellas que arremetieron contra Apolo.

El dios del sol se tensó al ser alcanzado por tan temibles descargas de poder que llegaban por doquier. Entumecido por el dolor,  logró divisar a un audaz Poseidón que precipitó las puntas de su tridente contra su cuerpo. Apolo materializó rápidamente el arco forjado por Hefesto en su mano y, milímetros antes de que lo impactara contra el arma del Poseidón, se transformó en una brillante espada dorada que resistió el envite.

Las armas de los dioses chocaron sin cesar en un duelo inmisericorde que terminó cuando la espada de Apolo partió en dos la corona en la cabeza de Poseidón y éste retrocediera con el rostro ensangrentado.

 

Apolo se permitió una pausa, sólo para vanagloriarse de ello.

Sin importar detrás de cuantas corazas te protejas, continúas siendo un dios débil.

Poseidón se tocó el rostro, manchándose los dedos con la sangre que fluía de su frente. La miró por un momento, roja, como la de todos aquellos hombres y mujeres valientes que han luchado y muerto en su nombre; roja, como la de cada recién nacido, joven o anciano que habita el planeta en el que él mismo nació, ya sea del vientre de Rea como el de la noble mujer de los Solo.

Débil —Poseidón repitió, meditabundo—. Cierto, es así como juzgué a Atena y a los santos desde la Antigüedad, y aun así ellos —dudó, pero al final pudo decirlo hasta con orgullo—… me vencieron — dejando ver una leve sonrisa que se adelantó a la incredulidad de Apolo.

El dios del sol observó anonadado cómo sobre los brazales, peto y hombreras de su kamui roja comenzaron a abrirse grandes fisuras, en un efecto tardío del intercambio de ataques del que creyó haber salido indemne.

— Como yo te derrotaré ahora— sentenció el Emperador.

El poder de Poseidón volvió a estremecer el universo conforme su dunamis lo inundaba todo. Sobre el acuoso cosmos aguamarina las imágenes de infinidad de criaturas marinas resaltaron en líneas más destellantes que las estrellas mismas, siendo siete las más inmensas y brillantes que respaldaban al dios.

El rugiente cosmos de Poseidón convirtió el Tridente de los Mares en un objeto de luz blanca y radiante.

Por un momento fugaz, Apolo sintió estar mirando un rayo del mismo Zeus, pero no, todo ese poder le pertenecía a Poseidón, quien parecía haber igualado el poder del Rey de los dioses.

No lo acepto —fue el pensamiento por el que Apolo logró salir de su estupor, alineando su espada para bloquear el tridente con el que el enemigo volvió a atacarlo.

La espada del dios del sol se partió en dos antes de siquiera golpear el Tridente de los Mares.

Apolo quedó pasmado cuando el tridente de Poseidón logró lo impensable al clavarse profundamente en su pecho, destruyendo por completo el peto de la fracturada kamui. Las tres puntas salieron con violencia por su espalda, cubiertas de icor divino.

Con cierta solemnidad, Poseidón permaneció inmóvil y silencioso, sosteniendo con firmeza el tridente mientras Apolo asimilaba lo que acababa de pasar.

El hijo de Zeus abrió la boca, en un vano intento por hablar que se obstruyó al sentir que su pecho ardía, producto de un fuego que ni él sería capaz de extinguir.

El tridente se mantuvo flameante por el cosmos del dios del mar, quien no parecía impaciente por terminar con el sufrimiento de quien fue su rival en tal contienda.

¡Inconcebible…! ¡Yo, derrotado por ti… aun después de todo el poder que obtuve… es inaceptable! —Apolo logró musitar con total furia—. ¿Por qué?... No lo entiendo… —murmuró, intentando ocultar la indignación que sentía por el destino que las Moiras marcaron sobre él. Buscó respuesta en el hermano de su padre, mas Poseidón mantenía silencio y una mirada inflexible.

Qué deshonroso y lastimero final… Supongo que ahora mi último destino será el que tú determines para mí… —rió con hilaridad—. ¿Qué harás, Poseidón? ¿Dejarás que mi dunamis desaparezca en el infinito… o decidirás apropiarte de él?… Nadie te culparía… —sonrió con complicidad.

El serio rostro de Poseidón mostró una siniestra mueca.— ¿Para qué necesitaría yo el dunamis de un perdedor como tú? —cuestionó,  liberando a Apolo de su tridente con un rápido y despiadado movimiento.

De las tres heridas en el pecho de Apolo continuaba resplandeciendo el cosmos aguamarina de Poseidón, el cual rápidamente comenzó a consumir el icor y cuerpo del hijo de Zeus, así como su kamui.

— Sin embargo… la muerte es un descanso, jamás un castigo —Poseidón dijo, recordando el último encuentro que tuvo con Atlas de Aries—. No hace mucho dijiste que admirabas mi inclemencia, ¿alguna vez imaginaste que serías juzgado por mí? —Lo miró con severidad—. He cambiado Apolo, es cierto, pero no lo suficiente como para que quedes impune de esto, y por ello he decidido un castigo apropiado para ti — sentenció, abriendo una de sus manos hacia un costado y ante ella apareció algo tras un leve resplandor.

La luz rápidamente desapareció, descubriendo un objeto ante el que Apolo quedó enmudecido.

— ¿La reconoces, cierto? —cuestionó Poseidón, tomando aquel objeto por la base circular.

¡No! ¡Tú…!

— Te haré el mismo favor que tu hermana me hizo un día, Apolo, y tal vez en el futuro aprendas una valiosa lección. —El cosmos de Poseidón cubrió la mítica ánfora que por centurias sirvió como prisión y morada de su alma.

¡Detente! —pidió con un rictus de furia total, gritando por el dolor que el cosmos de Poseidón lanzó sobre su ser, destruyendo el cuerpo bendito que la sangre de Zeus le heredó, volviendo polvo la kamui que vistió en cada una de sus batallas, extrayendo de todo ese montículo de partículas el alma divina que contenía la esencia de su enemigo y confinándola en la misma ánfora que Atena empleó en la Antigüedad.

Los furiosos alaridos de Apolo se silenciaron en cuanto la tapa del ánfora tomó su lugar y apareció un largo sello sobre el que Poseidón imprimió un hechizo poderoso que fortaleció con su sangre y cosmos; así, sólo con su divino permiso es que alguien podría removerlo.

Poseidón contempló la ánfora por largos segundos, tomándola por una de las asas, sellando así su implacable victoria.

 

Antes de poder siquiera dar un suspiro de alivio, escuchó unos repentinos y sarcásticos aplausos. Para cuando Poseidón giró un poco el rostro, alguien más lo acompañaba en la tela del espacio.

Felicidades, querido tío, venciste— dijo la divinidad que se encontraba dentro de una densa bruma carmesí, sólo su silueta oscura se dibujaba en tal cortina de poder—. Aposté contra ti, pero qué importa, adoro esta clase de sorpresas inesperadas —dijo con voz animada.

Poseidón miró con desprecio al aparecido antes de pronunciar su nombre—: Ares.

 

/ - / - / - / - /

 

Territorio Sagrado, ante los Grandes Espíritus.

 

— ¿Armadura divina? —cuestionó Avanish al ver al semidiós como todo un campeón del Olimpo.

El último obsequio de mi padre —fue la única respuesta de Atlas antes de que su cosmos estallara con violencia y volara hacia Avanish.

La cloth de Aries quedó destruida tras su batalla contra el Patrono Caesar, por lo que cuando le fue devuelta totalmente restaurada en la Atlántida, intuyó que Poseidón estuvo detrás de su renacimiento… y ahora lo comprobaba.

 

El primer Shaman King quedó sorprendido cuando el puño de Atlas se incrustó en su mejilla y le volteó el rostro. Por tal rapidez, fuerza y precisión, Avanish quedó indefenso ante los fulminantes golpes del santo de Aries, sintiendo por primera vez en muchísimo tiempo lo que era el dolor.

Alertado por Caribdis, Aries decidió atacar al enemigo con todo su poder con el fin de destrozar su cuerpo.

Aunque Avanish intentó repetidas veces bloquear los ataques de Atlas, estos no paraban de castigarlo.  Aunque por segundos el shaman salía despedido por la fiereza de los impactos, los veloces Pretorianos se encargaban de regresarlo a la trayectoria por la que su Rey surcaba, ya sea golpeándolo con los escudos o aprisionándolo entre sus gigantescas manos.

Avanish logró salir de ese círculo interminable de golpes, frenando en el aire antes de que cualquiera de los tritones lo alcanzara, expulsando su poder espiritual con el que logró mantener a raya a todos esos peces impertinentes.

Avanish permaneció en las alturas, mirando hacia abajo con una extraña calma. Su pálido cuerpo presentaba arañones y moretones negros por donde la piel comenzó a cuartearse un poco.

— Ahora entiendo por qué Caesar murió enfrentándote… no tenía ninguna oportunidad —masculló con la mirada ensombrecida, analizando, decidiendo su siguiente paso.

Ante la extraña pausa del enemigo, Atlas decidió ejecutar su poderosa técnica, una por la que los nueves Pretorianos se enfilaron a su espalda, alineando sus tridentes para formar una gran esfera de energía azul que giraba rápidamente sobre su propio eje. El santo de Aries la empujó y dirigió finalmente con su cosmos— ¡Astro Marino!— enviándola hacia el inmóvil Avanish a quien estuvo a poco de impactar.

No— dijo el peligris, y como si sus palabras llevaran un conjuro en el que le ordenaba a tal fuerza detenerse, lo hizo.

Atlas abrió enormemente los ojos al ver cómo la inmensa esfera energética quedó estática ante Avanish, irradiando en poder mas incapaz de seguir su camino o siquiera estallar.

Antes de que Avanish o Atlas actuaran, tres centellas atravesaron el cielo e impactaron la esfera de poder, ayudándola a detonar y liberar toda la energía encerrada en ella.

El ataque de Atlas  estalló, la energía engulló a Avanish, quien desapareció en su interior. La esfera de plasma creció  tanto hacia el cielo como hacia la tierra mientras el torrente que le daba forma giraba sin control, pulverizando todo lo que hubiera dentro de ella hasta finalmente explotar.

 

El místico territorio se iluminó por la explosión blanca, dejando una estela resplandeciente en todo el lugar por largos segundos.

Atlas miró a su izquierda, pudiendo ver a Yoh, Ikki y Caribdis volando en la cercanía, pues fueron ellos quienes al unir sus fuerzas lograron que el Astro Marino pudiera detonar, mas ninguno de ellos esperó realmente que aquello terminara con la batalla... y así fue.

Entre la densa estela de polvo cósmico, vieron un cuerpo descubrirse poco a poco, se trataba de Avanish pero de su pecho emergían dos cuchillas resplandecientes, una hecha de energía dorada y la segunda de un metal azul celestial.

Ikki y el resto de los guerreros se sorprendieron al ver a otros dos hombres detrás del herido Avanish, ambos sujetando las espadas con las que atravesaron al primer Shaman King por la espalda. Se trataba de Shiryu de Dragón y Bud de Mizar Zeta.

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 65

 

 

* La kamui de Poseidón está inspirada en el Fanart hecho por el artista  Maxa-art (pueden verla en su galería en Deviantart) Me encantó desde el día en que la vi.

 

*Centimanos: también conocidos como los Hecatónquiros (‘los de cien manos’), eran gigantes con 100 brazos y 50 cabezas, hijos de Gea y Urano.

 

* Godaiseirei: En el manga de Shaman King así se les llama a “Los Cinco Grandes Espíritus Elementales”, siendo estos el Espíritu del Fuego, Tierra, Lluvia, Trueno y Viento, pero por situaciones antiguas y personales que no puedo corregir, en este universo son SEIS: Fuego, Tierra, Agua, Viento, Vida y Muerte.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 16 junio 2017 - 18:06

Hermosa forma de actuar de Poseidón justo y sereno actuando como una ved hizo Athenea

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Publicado 16 junio 2017 - 18:40

pobre  Tara

 

Pose se volvió prota

 

la escena de las almas me recordó a la batalla final contra Alone

 

 

el fenix como de costumbre haciendo sus entradas geniales

 

 

pobre pegaso

 

se dio una batalla elemental

 

Apolo recibió un castigo ejemplar


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Publicado 17 junio 2017 - 11:40

como siempre excelente capitulo esperando ya el final

 

la verdad no soy de reviews largos, solo me gusta decir lo mucho que me gusto un capitulo o una historia

 

pero la trama fue excelente, cada pelea me parecio bien escrita, a pesar de la gran cantidad de personajes siento que fue una historia bien llevada, sin grandes huecos aunque es posible que hubiera alguno. y cada personaje tuvo su momento

 

saludos, felictaciones por este maravilloso escrito

 

:s50:



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Publicado 05 julio 2017 - 22:30

Hola Seph-gilr

Vaya, comenzamos con un cap. Bastante emotivo con las declaraciones de unos y otros en las crisis q se ciernen, por lo q veo aun surgen nuevos frentes de batalla. Hades en el santuario, el enfrentamiento entre shamanes y ahora Apolo vs Pose, juju.

Me gustó mucho la habilidad de Tara de recrear un momento para las mentes de sus víctimas, aunque ya se había visto anteriormente, no te lo había mencionado juju. Qué bueno q al menos una de las hijas quiera vengar a la madre, ya q el esposo ni le afectó, pero recordaba q se habían salvado tanto las dos hijas, solo q la que peleo con Souva quedó con secuelas, y si mal recuerdo también él patrono q Tara dejo en la friendzone, qué no debería estar protegiéndola XD.

Es bueno saber q Hyoga y Shun aún estaban con vidas. Si q se hicieron esperar, ahora solo falta Ikki q creo andaba en Egipto. A ver si también te acuerdas de decir q pasó con Kiki XD

 

Nos vemos por tu fic o el mío…


Editado por ALFREDO, 05 julio 2017 - 22:31 .

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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

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Publicado 15 julio 2017 - 11:19

15 de Julio al fin, y cómo prometí aquí esta el penultimo capítulo de EL LEGADO DE ATENA.
Pero ya saben, como es costumbre, voy a responder primero los reviews dejados n.n
 
Shiryu
Sí, la verdad para Poseidón siempre estuvo todo esto planeado, es un personaje al que le tengo mucha estima y me pareció genial darle este 
papel. No quería que saliera tan cursi como Atena lo es en la serie, pero sí un dios justo y honorable. Después de todos sus fracasos al fin encontró su camino.
Grato de verte por aquí.
 
T800
Aunque Tara tenía posibilidades de vivir, al final en un debate interno y con mi lector beta decidí que no se derrota a un dios del Olimpo (aunque sea una vil sombra del mismo) y se somete a varios kameis sin sufrir consecuencias.
Seee, Poseidón se volvió prota y por eso ganó, al fin, después de muchos siglos, en este universo inventado, lo logró jeje. Tendrá su recompensa.
No recuerdo mucho los detalles de Lost Canvas (tengo una memoria terrible) pero pues te creo, pero por algo SHAMAN KING esta metido por aquí también XD
Ikki siempre debe llegar en el momento apropiado.
Descanse el santo de Pegaso, pero pues las votaciones no lo salvaron y terminó en un empate así que opté por seguir la idea original.(¿Votaste? XD)
Sí, batalla elemental, ya casi viene el cometa a estrellarse XD ajaja (no, eso no pasará)
Que bueno que te agradó el castigo de Apolo xD
Gracias por comentar.
 
Lunatic BoltSpectrum
¡Gracias! Mi comentario espero no te haya ofendido de algún modo,ya sabes que aprecio cada que siempre apareces a dejar un mensaje :) Eres de los que más me ha dejado reviews en todos estos años y por eso siempre estaré agradecida.
Sí, de seguro dejé huecos en la trama que por la longitud hasta a mi se me olvidaron y/o no hubo tiempo de narrar, pero bueno, celebremos lo que sí se escribió.
Un gran abrazo.
 
ALFREDO
Créeme que a la hora de darles poderes o habilidades a personajes es un dolor de cabeza personal, pero se hace lo que se puede, y a veces ni sabes si otro personaje famoso lo tiene (ya no estoy muy actualizada en el anime estos días, shaaaaame)
Así es, la hermana de Tara quedó viva pero bastante mal, y el otro pobre sujeto al que nunca pude acomodarlo en algo (mía culpa) también.
No pensaba en incluir a los bronceados legendarios desaparecidos, pero después de tantos años en que mucha gente medio insistía en que debían hacer cosas pues bueno... se los medio cumplí, a mi manera, muajajaja.
Gracias por pasar a comentar, esto ya está por acabarse XD
Espera más sorpresas porque vas algunos caps atrás.
Saludos.
 
Y antes de arrancar con el episodio dos noticias:
1) Edité el primer post de EL LEGADO DE ATENA para colocar un INDICE de los Episodios del fanfic, así ya se ve más ordenado el tema.
2) El próximo 31 de Julio publicaré el FINAL, estense atentos.
 
¡NOS VEMOS!
 
 
 
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Avanish fue un joven entusiasta como muchos otros en la larga historia de la humanidad, quien creyó y luchó por la paz entre dioses y humanos cuando los inmortales decidieron exterminar a todos los humanos que nacieron con un don especial. Siendo tan ferviente su convicción, fue transformado y se convirtió en el primer Shaman King de la Tierra, el mediador entre el cielo y los hombres.

 

Su sacrificio, junto al de muchos otros, logró detener ese terrible genocidio, y pensó que todos podrían coexistir en ese pequeño planeta azul… Pero su visión de un mundo pacífico terminó siendo corrompida por las acciones de algunos dioses que, al reflexionar sobre el nuevo pacto con los mortales, decidieron volverlos peones, guerreros que lucharían hasta la muerte en sus nombres. Aquellos que tanto despreciaron de repente fueron convertidos en armas para satisfacer sus deseos de conquista y gloria…

 

Él alzó la voz, pero esta vez fue ignorado y humillado, y aun sin contar con la aprobación de los Grandes Espíritus decidió emprender una lucha para combatir ese cruel destino para la humanidad. Pidió a su gente seguirlo a la batalla, mas todos se negaron, temerosos del castigo de los dioses, convencidos de que mientras les permitieran prosperar y vivir no importaba que algunos tuvieran que sacrificarse en sus guerras santas.

 

Presa de la desilusión al ser traicionado no sólo por dioses, sino también por los mortales, Avanish decidió abandonar su puesto como Shaman King, siendo perseguido por su desacato.  Herido por aquellos que intentaron destruirlo, su destino lo llevó a conocer a Hécate, esa bella doncella que lo ayudó y ocultó por mucho tiempo, poniéndolo a dormir para que sus heridas pudieran sanar. Sumido en un confortable letargo soñaba constantemente con el mundo del hombre y el paso de las Eras, siendo testigo de los grandes acontecimientos y horribles desastres.

 

Al despertar, Hécate continuó cuidando de él, siendo su amabilidad lo que le permitió considerar efímeramente el que podría vivir allí con ella para siempre...

— Quédate aquí. Prometo que serás feliz —le pidió la inocente joven, sierva de Gea desde su nacimiento.

Pero él tomó una decisión diferente…

 

En ocasiones llegaba a preguntarse qué sería de su existencia si hubiera aceptado tal proposición, ¿en verdad habría sido feliz? Tal vez, es lo que sus sueños en ocasiones le mostraban, el precio de su necedad.

 

 

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Capítulo 66.

Salve al rey.

 

Poseidón miró con desprecio al impertinente dios de la guerra. — Ares, ya me preguntaba cuándo es que decidirías aparecer —le dijo, sabiendo que el aludido había estado presente, quizá, desde el momento en que inició la batalla—. ¿Acaso conspirabas con Apolo?

No te precipites, querido tío —le pidió la deidad, dejando de aplaudir—; como el dios de la guerra debo atestiguar todas y cada una de las grandes batallas que se suscitan en el universo, ¿crees que iba a perderme ésta?

Desafortunadamente ya no puedo poner un pie en la Tierra, pero no por ello la guerra dejará de ser parte de los corazones de los hombres… y de los dioses que la habitan —dijo con osadía—. He visto cada pequeño ajetreo de esta temporada desde casa, suerte para mí que tú y Apolo optaron por llevar su batalla hasta este recóndito lugar, sólo así es que puedo felicitarte en persona.

— No intentes engañarme, sé que nos separan años luz de distancia y es mejor que siga siendo así—Poseidón le advirtió, sabiendo que aquello no era más que una vana manifestación del dios de la guerra—. ¿Qué buscas aquí?

Cuánta agresividad, no todos somos como mi patético hermano, puedes relajarte —dijo, mirando con sus ojos rojos la ánfora sellada—. Pero admitiré algo para ti, mereces saberlo ya que te has coronado como el nuevo dios protector de la Tierra y de la humanidad —fingió admiración y se inclinó en una sarcástica reverencia—. La verdad es que sí tuve algo que ver en este pequeño lio —confesó aquel ser envuelto por el brumoso velo carmesí donde el miedo, el terror y la violencia tenían sus orígenes.

— ¿Qué estás diciendo? —Poseidón lo miró con desconfianza—. Explícate.

Ares alzó las manos, sobreactuando. — No por gusto, claro, aunque admito que no me desagradó. Me asignaron una tarea que implicaba tentar a cada uno de nuestros encantadores familiares y amigos a desobedecer las órdenes de Zeus… el resultado me dejó perplejo, sólo Apolo y nadie más… —explicó con fingida tristeza—. Me sorprendí con la decisión de Artemisa de abandonar sus dominios al conocer las intenciones de Apolo, eligiendo mejor huir que embarcarse en tal cruzada; parece ser que no siempre los mellizos coinciden en todo… chica lista —comentó para sí.

— ¿Quién? —exigió saber Poseidón con un deje de ira— ¿A quién respondes ahora, Ares?

¿No es obvio? —dentro de aquel brumoso velo se dibujó una sonrisa sádica y traviesa.

A la mente de Poseidón llegaron varios nombres, Atena entre ellos, pero sólo uno sobresalió por encima de los demás, sobresaltándole como si hubiera sido golpeado por un rayo.

— Zeus. —Poseidón casi dio un suspiro de resignación que logró disfrazar con un bufido de ira.

¿Y cómo decirle no al viejo?—Ares confirmó con entusiasmo—. Él que nunca llama ni me confía algo tan importante. — La divinidad se extendió y giró alrededor de Poseidón como un fantasma—. Él quería probar qué tanta es su autoridad aún sobre nosotros, por lo que no te preocupes, no se molestará porque le hayas dado a mi hermanito tal lección —el dios explicó, dando dos pequeños golpecitos al ánfora con la punta del dedo en modo de burla para quien allí dormía ahora—. Estoy seguro de que otros reinos celestiales han tenido los mismos conflictos familiares, pero eso no nos compete, hay mucha existencia allá afuera con la que se puede jugar —rió.

Típico de Zeus —pensó el dios del mar, decidido a sólo aceptarlo y no encolerizarse por los desastrosos planes de su hermano menor… Además, nada podía ser peor que aquella ocasión en que el sinvergüenza convenció a Hades de secuestrar a Perséfone. La tristeza de su hermana Deméter casi destruyó la vida en la Tierra.

Sí, típico de él salirse con la suya —coincidió Ares, compartiendo el mismo pensamiento del Rey de los mares—. Pues no sólo expuso a quien podría alzarse en su contra, sino que de esta forma logró que tú, el nuevo dios protector de la Tierra, y Atena, la actual regente del Olimpo, limaran cualquier aspereza que los separó alguna vez. —La presencia de la kamui de Poseidón era el claro símbolo de paz y alianza entre ellos.

Y por último, se aseguró de que todos vieran a quién tendrán que enfrentar si se les ocurre volver a poner sus ojos ambiciosos sobre ese pequeño pero interesante mundo. — Señaló al Emperador con las manos abiertas—. Te garantizo que el mensaje llegó fuerte y claro esta vez.

— Eso espero —amenazó Poseidón, no sólo a Ares, sino a todos aquellos que lo observaban desde algún lugar del infinito.

 

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Territorio Sagrado, ante los Grandes Espíritus.

 

Aun tras la volátil técnica de Atlas de Aries, el cuerpo de Avanish permaneció entero, mas no enteramente ileso. Sobre su blanca piel aparecieron pequeñas áreas negras, carbonizadas como su brazo llameante, en las que leves fisuras brillaban con un intenso color rojizo cual lava ardiente.

El primer Shaman King mantuvo la cabeza inclinada hacia las dos espadas cruzadas que salían de su pecho.

Su quietud dio esperanzas a los cuatro guerreros que hasta ahora han sobrevivido al enfrentamiento. Éstos sólo podían preguntarse en qué momento Shiryu de Dragón y Bud de Mizar arribaron al lugar y se movilizaron de tal forma para lograr atravesar al líder de los Patronos.

Las espadas Balmung y Excálibur lograron entrar por su espalda y emerger sin dificultad por el pecho del enemigo que tenían en común, esperando que de alguna forma eso fuera suficiente, mas Yoh Asakura fue el primero en saber que no sería así. — ¡Cuidado! —gritó, intentando advertirles.

— Eso fue inesperado —escucharon de Avanish, quien lanzó una siniestra mirada por encima de su hombro izquierdo—, pero inútil.

Shiryu y Bud intentaron mover sus armas, mas éstas quedaron adheridas dentro de las entrañas del primer Shaman King los segundos suficientes para que éste las expulsara al hacer estallar su poder espiritual.

Las espadas salieron del cuerpo del peligris cuando un torrente de fuego rojo emergió de las profundas heridas que le provocaron.

Ahora, con dos alas de fuego ardiendo en su espalda, Avanish lanzó una rápida mirada a todos sus adversarios, prestándole mayor atención a aquellos que por un momento de seguro se sintieron victoriosos.

— Los esperaba— les dijo con una sonrisa amistosa—. Con ustedes dos el Godaseirei se completa, pero ¿acaso eso debería preocuparme? —cuestionó con excesiva confianza.

— Se terminó, Avanish —dijo el Patriarca sin temor—. Todos tus guerreros han caído y es momento de que los acompañes para que juntos enfrenten su juicio final.

— Este mundo no puede perdonarte por todo lo que has ocasionado, llegó el tiempo de que pagues por tus ambiciones desmedidas —secundó Bud, ungido con el ropaje sagrado de Odín una vez más.

— Ilusos, ninguno de ustedes posee el poder suficiente para destruirme o cumplir la demanda de los dioses —Avanish aclaró sin miedo alguno—. Están aquí como representantes de la Gran Madre Gea. —Miró con tranquilidad a los seis guerreros divinos que lo rodearon en el aire en un aparente círculo inquebrantable—. Parece que ella no está dispuesta a favorecerme…

— ¿Aun después de todo lo que has ocasionado creíste que los Grandes Espíritus te tendrían consideración? —cuestionó Yoh, con el ceño fruncido—. Tuvieron piedad de ti hace miles de años, te dejaron marchar aun cuando no cumpliste tu papel de Shaman King hasta el final… Esperaban que encontraras paz en tu exilio, mas llegaste a conclusiones erróneas que pusieron en peligro a toda la humanidad. Eso es imperdonable y no volverá a pasar.

— Son padres inclementes, mas en el fondo amorosos con todos sus hijos. Ellos no serían capaces de destruirme, pero tampoco me permitirán continuar… el trabajo de ustedes es cumplir ese deseo. —Avanish cerró los ojos un instante sólo para reabrirlos de repente—. Mas nunca he sido un hijo obediente, por lo que desafiaré al destino una vez más y los aniquilaré antes de que eso suceda. ¡Los juegos se acabaron!

El grito de Avanish desencadenó su poder y retumbó en todas direcciones, mutando el entorno del territorio sagrado.

El interminable bosque de pinos se encendió de repente, convirtiéndose de inmediato en un mar de fuego rojo mientras el cielo se ennegrecía por completo; sólo el torbellino de los Grandes Espíritus continuó radiante e inmutable.

El ángel invocado por Avanish rugió, frenando su propia batalla con un aullido que era el cantico de millones de almas leales respondiendo a su señor. La entidad se volvió violentas ráfagas de viento para eludir al espíritu de la tierra a quien enfrentaba, y así viajar hasta llegar a la mano de su amo en el momento justo para que éste respondiera un ataque de Excálibur.

 

Shiryu no demoró en reiniciar la batalla, mas cuando su brazo cortante buscó la cabeza del inmortal se encontró con una cuchilla que repelió con la misma fiereza su ataque.

En el instante en que Shiryu retrocedió, Bud contraatacó con la espada Balmung al primer Shaman King, mas Avanish contrarrestó cada uno de los espadazos con la misma velocidad. El santo del Dragón rápidamente se unió al duelo de espadas.

Pese a tener a dos enemigos atacándolo con tanta ferocidad, Avanish no cambió su expresión confiada, pues parecía adelantarse a la trayectoria de cada estocada.

El primer Shaman King desplegó un veloz y brillante mandoble que obligó al par a retroceder cuando sintieron hilos de sangre resbalar por sus cuerpos.

El santo del Dragón terminó con su hombro derecho bañado en sangre mientras que Bud vio partirse en dos el casco de su armadura.

 

Avanish se permitió una breve pausa por la que el resto pudo ver la espada azul que ahora blandía en su mano izquierda, la auténtica forma del titán alado.

¡Esa espada! —Atlas la reconoció al instante, casi sintiendo un ardor en las heridas que sufrió a causa de ella.

— Correcto —Avanish señaló al atlante con la Áxalon, la espada que fue forjada con la voluntad de numerosas almas para combatir a los dioses—. Caesar la blandió con orgullo y pagó el precio de utilizarla sólo para ver cumplida su misión —le recordó mientras la espada flameaba con una energía azul muy poderosa—. Su infortunio fue el que apareciste en el camino y evitaste que asesinara a Poseidón… Lo que él no pudo hacer yo deberé terminarlo —lo amenazó, así como a cada uno de los guerreros que lo rodeaban.

 

Yoh Asakura se lanzó con valentía para atacar con sus espadas gemelas, seguido por Caribdis que revistió sus brazos con un letal aire cortante. Avanish combatió a ambos con una sublime destreza. La marine shogun aprovechó la cercanía para ver las heridas recientes en el pecho del primer Shaman King, sin entender por qué es que el enemigo no había muerto por ellas, mas Asakura sabía que se requeriría de un arma mucho más especial para llevar a cabo tal hazaña… comenzaba a dudar si es que en verdad podría destruir el alma de Avanish llegado el momento.

Una vez más, Avanish ejecutó un rápido y fiero corte que le permitió herir a ambos contendientes. Caribdis retrocedió por el espadazo que recibió en el pecho e Yoh por la patada que le conectó en la quijada, mas antes de que la Áxalon se clavara en el corazón de la marine shogun, uno de los Pretorianos de Atlantis la defendió con su escudo mientras dos de ellos precipitaron sus tridentes hacia el señor de los Patronos.

El colosal escudo redondo fue quebrado en miles de pedazos por la estocada de la Áxalon, mas salvó a la atlante de morir.

Para defenderse de los colosos Avanish aleteó una sola vez, repeliendo el ataque combinado y respondiendo con un inmisericorde corte que decapitó a los dos guerreros de Atlas de un solo tajo. En cuanto sus cabezas se separaron de sus cuerpos, los tritones se redujeron a un enjambre luminoso de energía que el resto de sus compañeros atravesaron para continuar la lucha.

Avanish se preparó para recibirlos, bloqueando los tridentes con simples movimientos de su arma, mas no contó con que entre ellos se colaría el veloz Fénix, quien logró asestarle un fuerte impacto en la cara, mientras que Bud de Mizar apareció por la retaguardia atacándolo con la Balmung, de la que emergieron centenas de rayos cortantes.

Avanish lo imitó, mas las descargas de la Áxalon sobrepasaron el poder de la Balmung y vapulearon al señor de Asgard. Antes de que Bud cayera al fuego que había inundado el suelo, se levantó una columna de tierra que adquirió la forma de una mano para atraparlo y mantenerlo a salvo unos momentos, mientras que el resto de los Pretorianos se lanzaron en picada sobre el primer Shaman King.

Avanish fue llevado al mar de fuego por la potencia de los aguerridos Pretorianos que se sumergieron con él dentro de tal infierno. Sólo habían desaparecido de la vista unos segundos cuando una infame explosión lanzó los restos de los colosos de vuelta al cielo, donde se deshicieron en partículas de energía.

Avanish emergió de las llamas rojas sin ninguna nueva herida en su cuerpo, algo que Shiryu intentó cambiar cuando arremetió con los Cien Dragones de Rozan. El antiguo dios de la Tierra sólo antepuso la mano de fuego, la cual funcionó como un escudo contra el que la furia de los dragones se estrelló sin encontrar satisfacción. El Patriarca se precipitó hacia Avanish valiéndose de Excálibur para atacarlo de manera directa.

— ¡Fuiste tú! —clamó el Patriarca en medio del duelo de espadas—. ¡Tú envenenaste la mente de Albert! ¡Lo utilizaste! ¡Lo llevaste a perder la razón!

— ¿Envenenar? —Avanish cuestionó hilarante—. Yo sólo le di el valor necesario para mostrar ante ti su verdadero corazón —corrigió, sin remordimientos—. Pensé que el gran Patriarca del Santuario sólo estaba ciego físicamente, pero acabo de entender que su ceguera va más allá—se mofó.

Furioso, el santo del Dragón logró provocar una nueva herida en el pecho del primer Shaman King, trazándose como una quemadura negra sobre su pálida piel. En respuesta inmediata Avanish incrustó la Áxalon en el costado del Patriarca tras quebrar la cuchilla de cosmos dorado que le daba forma a la legendaria Excálibur.

— No tienes por qué estar triste, te reunirás con él muy pronto —Avanish sentenció al mantener la espada dentada dentro del cuerpo del Patriarca y dejar que el fuego de todas las almas en ella lo consumiera.

Antes de que el daño fuera irreparable, Caribis de Scylla manipuló el aire para formar una garra gigantesca que sujetó al Patriarca y lo liberó de tal martirio, jalándolo en el momento justo en que las llamas del Fénix chocaron contra el enemigo una vez más.

El cosmos de Ikki pareció absorber las llamas del mar de fuego para acrecentar su fuerza, creando una tempestad que azotó contra Avanish.

En medio de la tormenta solar, Avanish buscó eliminar la fuente de tal ventisca, mas antes de poder ejecutar cualquier plan, el cosmos de Atlas estalló desde otra dirección, liberando su cosmos divino en una gran columna de luz. — ¡Ascensión de la Atlántida!

Ambas fuerzas unidas estremecieron el territorio sagrado por largos segundos en los que el fuego y la luz engulleron por completo al primer Shaman King.

 

El entorno se blanqueó por un par de segundos, y conforme la blancura disminuía para descubrir la extinción del océano llameante, una siniestra silueta se movilizó para herir a Ikki de Fénix y a Atlas de Aries de manera brutal.

Cuando Avanish volvió a plantar los pies en la tierra carbonizada, Fénix y Aries dejaron escapar un grito de dolor al ser golpeados por la Áxalon, que logró atravesar las armaduras divinas, hiriéndolos con numerosos cortes que sangraron de manera abundante.

El espíritu de la tierra atrapó a ambos antes de que se impactaran contra el suelo. El resto de los guerreros quedaron boquiabiertos al comenzar a creer que realmente enfrentaban a un enemigo invencible.

Salpicado por la sangre de sus enemigos, Avanish ejecutó un poderoso ataque en el que sus alas rojas se deshicieron en miles de agujas de fuego sagrado que se dispararon en todas direcciones. El espíritu de la tierra creó varias extensiones de sí mismo para proteger a los combatientes, mas en cuanto las agujas tocaban cualquier superficie estallaban con brutalidad, reduciendo a los gigantes en arena y así alcanzando a aquellos que intentó defender.

Los seis guerreros gritaron casi al unísono, presas de un indescriptible dolor. Todos cayeron humeantes al suelo, con sus armaduras sagradas bastante dañadas y sangre goteando por cada rasgadura en ellas.

¿Cuánto más tengo que hacerlos sufrir para que entiendan que no están capacitados para vencerme? —Avanish cuestionó con tranquilidad y hasta pena—. Es lo que me pregunto al verlos así, pero entonces recuerdo que yo mismo fui tan terco y tenaz como ustedes alguna vez… Así que adelante, levántense, no importa cuántas veces lo hagan, el resultado será el mismo.

 

Yoh Asakura fue el primero en intentarlo, logrando ponerse de rodillas, mas antes de que diera el impulso que necesitaba para ponerse de pie una mano lo sujetó fuertemente por el tobillo. — Espera, padre— le pidió aquel espíritu sagrado que nació de su propio corazón.

Aun ciego, Asakura logró visualizar claramente en la oscuridad una mano dorada cerrada sobre su extremidad—. Tengo un mensaje para ti.

— ¿Un mensaje? —repitió, confundido.

 

Ajenos a tal situación, los santos, el asgardiano y la marine shogun se alzaron con determinación y sus cosmos encendidos. Los cinco se arrojaron a la batalla sin cuartel en la que un solo hombre fue capaz de contener todos y cada uno de sus golpes, patadas, espadazos y cosmos.

Avanish respondió con la misma ferocidad de la que era blanco, mas el quinteto se las ingeniaba para protegerse entre ellos y evitar que alguno cayera fulminado al piso. Para ser guerreros que jamás habían luchado juntos, sus voluntades se vincularon de una manera especial que les permitió una coordinación armoniosa.

Consciente de ello, Avanish golpeó a los cinco al mismo tiempo, un ataque espiritual que les atravesó el pecho y bloqueó en cada uno un sentido al azar, desconcertándolos lo suficiente como para atacarlos con su energía espiritual.

 

Nuevamente dispersos por el campo de batalla, sólo las voces de sus cosmos les permitió a todos comunicarse entre sí, siendo Yoh quien dijera—: Todo se solucionará. — Su eterno mantra, aquel con el que siempre intentó mantener la esperanza en el espíritu de sus amigos—. Escúchenme, el plan no ha cambiado. Sólo necesito una abertura, aunque su cuerpo ha sido dañado, no es suficiente, aún no.

¿Cómo es posible que pese a todos nuestros intentos apenas y tiene un par de rasguños? —cuestionó Bud de Mizar tras haber perdido el sentido del olfato.

Es un ser divino —les recordó el ahora ciego Atlas de Aries—. Se requerirá de un poder mayor al que cualquiera de nosotros seis pudiéramos aspirar solos… Algo que hasta nuestra propia diosa nos ha prohibido.

No estarás sugiriendo que… —Ikki intuyó, sabiéndose incapaz de hablar al no contar con sentido del gusto.

Parece ser la única opción que tenemos. —Shiryu, ahora también sordo, entendió lo mismo que el santo del Fénix. Aunque el Patriarca se resistió a utilizar la Exclamación de Atena en el Santuario, ahora era diferente, no sólo se encontraban en una dimensión ajena a la Tierra, sino que Avanish era un enemigo cuya sola existencia seguía poniendo en peligro al mundo entero. El Pontífice jamás sabrá si su decisión contra Hades habría cambiado el destino de Hyoga o de Seiya, por lo que no estaba dispuesto a permitir que nadie más muriera por sus errores.

 

Sin permitirles más tiempo de calma, Avanish volvió a atacarlos con las agujas de fuego.

— No lo permitiré. —Aun sin sentido del tacto, Caribdis de Scylla  logró ponerse de pie, extendiendo su cosmos y ordenándole al viento y a las bestias que se desplazaban en él que protegieran a todos del infame ataque.

Para sorpresa de Avanish, sus ataques de fuego perdieron potencia y explotaron sin herir a ninguno de sus oponentes.

Sea lo que sea que tengan que hacer les daré algo de tiempo —agregó Bud, partiendo de manera temeraria hacia Avanish, quien se encontraba perdido entre una densa bruma abrasante.

No puedo moverme libremente, pero no se preocupen, no lo dejaré morir —prometió Caribdis, cuyo cosmos de tonalidades divinas acompañó a Bud en forma de ráfagas cortantes que tomaron la forma de las bestias de Scylla y de ella misma.

 

¿Estás seguro de esto, Shiryu? —inquirió Ikki una última vez al reunirse con los santos de Dragón y Aries. Aunque él no sentía inconveniente con faltar a las reglas, sabía que Shiryu siempre había sido un hombre disciplinado que las respetaba y defendía con orgullo.

Los anteriores santos de oro mancillaron su honor con el único fin de proteger el Santuario, a Atena y al mundo —respondió el Patriarca con solemnidad—. Llegó nuestro momento de imitar tal entrega, sin importar las consecuencias —concluyó, tomando la posición agazapada que quedaba en medio de la trinidad.

Nuestra diosa lo entenderá —secundó Atlas al colocarse a la izquierda del Patriarca, sin importarle que en su estigma de traidor se agregase una nueva falta.

Si esto es lo que debe de hacerse para traer la paz a nuestro mundo entonces no habrá arrepentimientos — acordó Fénix, tomando el lado derecho de la trinidad—. ¿Escuchaste, Asakura? Más vale que no lo eches a perder.

 

En la distancia Yoh Asakura asintió. —Gracias, santos de Atena —pensó agradecido—. Grandes Espíritus, por favor, no permitan que estos valientes hombres mueran aquí —pidió, desplegando su propio poder para convertir sus espadas gemelas en una sola katana resplandeciente.

 

Bud de Mizar corrió con el fuego de su vida ardiendo en la espada y armadura de Odín, arremetiendo contra Avanish quien se defendió con la Áxalon. La fiereza del tigre de Zeta combinó perfectamente con la ferocidad de los vientos de Scylla, por lo que la danza de cortes y golpes lograron rasgar repetidas veces el cuerpo del primer Shaman King, dejando sólo las marcas del filo en trazos oscuros muy superficiales.  Aquel despliegue de habilidad terminó cuando el puño flameante del antiguo dios de la Tierra descargó sus llamas contra el dios guerrero de Odín. Sin embargo, el viento dejó la ofensiva para volverse un escudo protector que reflejó las llamas y permitió que Bud ejecutara una estocada con la que volvió a atravesar el pecho de Avanish, creando un tercer orificio justo en el centro de su diafragma.

Cuando la Balmung salió por la espalda del primer Shaman King, éste sólo sonrió sin que algún dolor se marcara en sus facciones. 

Con su poder espiritual, Avanish destrozó la espada Balmung resguardada en su pecho, dejando a Bud sólo con la empuñadura en las manos. El primer Shaman King golpeó con su dedo índice cuatro veces el pecho del asgardiano, pulverizando el peto de la armadura sagrada e inyectándole un intenso dolor que desapareció el resto de los cinco sentidos del dios guerrero.

Privado de sus sentidos, Bud de Mizar supo que su tiempo había terminado… lo único que podía permitirse era el mantenerse en pie.

Avanish estuvo a poco de ejecutar al hombre que Skuld eligió como padre de Odín en este mundo, mas el estallido de tres inmensos cosmos hizo que desistiera, dirigiendo toda su atención hacia donde los santos de Atena le tenían preparado un último desafío.

 

A lo lejos, el peligris pudo ver a los santos formando la temible y prohibida trinidad que desencadenará la Exclamación de Atena.

Los cosmos de los tres santos crecieron al unísono, junto a su grito de batalla al exclamar con orgullo y solemnidad —: ATHENA EXCLAMATION!! (¡¡EXCLAMACIÓN DE ATENA!!)

 

La siempre indiferente Caribdis quedó perpleja al ver esa manifestación de poder, una recreación a escala del estallido que le dio origen al universo conocido, el milagroso Big Bang.

Bud de Mizar aceptó compartir el fatal destino del enemigo, mas de nuevo el Espíritu de la Muerte se negó a  tenderle la mano y llevarlo al Valhalla, pues intervino el viento que lo envolvió frenéticamente para alejarlo de tal colisión.

 

Avanish admiró con seriedad aquel bólido de destrucción que salió de las manos de los tres santos de Atena. El territorio sagrado vibró con violencia y los silenciosos Grandes Espíritus gimieron por la conmoción de tan devastadora técnica.

Antes de ser impactado por tal cantidad de energía, Avanish interpuso su brazo flameante, deteniendo el avance de la hecatombe.

Sin dejarse impresionar, Shiryu, Ikki y Atlas no desistieron y continuaron acrecentando su cosmos más allá del infinito.

Un último grito de lucha que retumbó como una campana del día del juicio, dibujó en el cosmos de los santos la imagen de la diosa de la guerra, desencadenando lo impensable. Avanish se sorprendió cuando su garra negra y llameante se volvió pedazos  ante sus ojos, siendo así engullido por el pequeño y deslumbrante Big Bang.

El cielo negro del territorio sagrado comenzó a fracturarse y se quebró completamente en cuanto la explosión ocurrió, arrasando con todo lo que hubiera a su paso.

 

Restregándose los ojos una última vez, Yoh descubrió que su vista se había restaurado, por lo que con más confianza se desplazó hacia Avanish en el momento en que la detonación ocurrió. — Allá vamos, Anna— pensó para sí, sin preocuparse por las energías residuales que calcinarían a cualquier ser vivo.

Sin saber el destino de los demás guerreros, Yoh tenía en claro que su vida sería un pequeño precio a pagar si con ello cumplía con el deseo de todos, por lo que avanzó depositando todo su poder espiritual en la katana de oro, encontrando a Avanish en medio de toda aquella tempestad.

 

Yoh apretó los dientes con furia al ver que Avanish estaba de pie; había perdido su brazo izquierdo por completo, las alas de fuego se extinguieron y todos los rasguños antes sufridos se volvieron largas grietas sin sangrar, sólo perpetua y pulcra luz emanaba en la delgadez de ellas, destellos del alma de Avanish y el poder brindado por la Gran Voluntad.

Avanish lucía en shock, con la cabeza inclinada hacia el cielo como quien acaba de recibir un fuerte impacto bajo el mentón, sujetando muy apenas en su mano derecha la Áxalon indemne.

Yoh fijó entonces la vista en aquel hueco en que las tres heridas logradas por Excálibur y Balmung marcaban los vértices de un triángulo invertido. Asakura atacó con su katana justo en esa ventana que le permitiría ponerle fin a la cadena de calamidades que azotaron al mundo.

 

La katana del Shaman King entró sin dificultad dentro de aquel resplandor que fue incapaz de cegarlo. En esta ocasión la punta de su katana no emergió por la espalda del enemigo, como si en verdad hubiera logrado alcanzar lo inalcanzable. Sin embargo, así como encontrarse ante un espejo, la Áxalon también libró su camino inclemente a través del pecho de Yoh Asakura.

Asakura tragó el gran borboteo de sangre que subió por su garganta, mirando de reojo hacia abajo, donde Avanish mantenía la espada dentada penetrando su cuerpo.

El primer Shaman King bajó el mentón, mostrando un gesto risueño con el cual dejaba en claro que todo lo que habían intentado resultó inútil e insignificante.

— Qué lástima —le dijo Avanish—. Creí haberte dicho que no tenías el poder suficiente para destruir mi alma, ¿creías que te subestimaba? —Empujó la Áxalón a través de Asakura hasta que la empuñadura golpeó el peto desquebrajado.

Pese a la agonía, Yoh mantuvo sujeta la katana con suma firmeza. Su vista se oscureció un mero segundo en que un vómito escarlata le manchó el mentón, mas rápidamente miró a Avanish a los ojos para decir—: ¿De qué… hablas? Y-yo sólo apunté —acompañado de una sonrisa triunfante.

 

Confundido, Avanish intentó descubrir el enigma de esas palabras, pero fue tarde. En el instante en que Asakura lo miró a los ojos, una horrible sensación lo atravesó por la espalda, lo suficientemente fuerte y desgarradora como para que por primera vez se viera obligado a soltar un quejido agonizante.

 

En la distancia de aquel desolador paraje ahora blanco, Shiryu, Ikki, Atlas, Bud y Caribdis pudieron ver cómo Avanish quedó en medio de Yoh Asakura y el espíritu de la tierra, quien tras haber adoptado un tamaño más humano atacó con lo único que el primer Shaman King no pudo prever.

La daga dorada con la que se pretendió asesinar a Atena en el pasado finalmente cobraría la vida de un dios.

— Adiviné que si me veías empuñar esa daga tú esquivarías mi intento sin dudarlo… y todo esto habría sido en vano —Yoh explicó, acrecentando su energía espiritual para someter a Avanish, cuyo poder iba decayendo rápidamente—. Al subestimarme sabía que me dejarías herirte sólo para probar que eras superior a mí, para mofarte de nosotros una última vez… Pero sólo bastó ese descuido tuyo para que mi espíritu acompañante pudiera herirte con tal reliquia… cortesía del Santuario de Atena, enviada por la mujer más peligrosa de este mundo, mi ex esposa, Anna Hiragizawa —se atrevió a bromear ante el rostro furioso de Avanish.

El primer Shaman King se tragó el resto de los alaridos que pudieron haber escapado de sus labios, miró con frustración a su enemigo con claros esfuerzos de resistirse a la derrota, negándose a soltar la espada con la que pretendió traer una revolución al mundo de los mortales.

Luchó, intentó hacerlo, mas la estocada en su espalda (un golpe directo a su alma) bastó para hacerle perder su auténtica fuerza. Siendo la única razón por la que ahora Asakura se convirtió en un auténtico peligro… ¡¿pero por qué no moría pese a que le atravesó el corazón?!

Al ver la determinación de Asakura brillando en sus ojos y en su poder espiritual, los sentidos de Avanish le jugaron una treta, pues por unos segundos se vio a sí mismo reflejado en su rival, una versión más joven e  ingenua, cuando todavía era un mortal.

Los recuerdos de su vida desde el inicio hasta el final bombardearon su mente al contemplar aquella imagen, los cuales le transmitían una verdad: Perdiste.

 

— Reconozco el susurro de la muerte cuando ésta te toma de la mano… pero ¿acaso los dioses no te pidieron llevarles mi alma? De esta forma terminarás destruyéndola… Desapareceré para siempre  —Avanish recalcó con un gesto más relajado.

— ¿Ah? ¡Cierto, pero qué descuidado! —Yoh gritó como todo un atolondrado que apenas y acababa de recordar ese detalle tan importante—. Maldición, supongo que tendré que enviarles una tarjeta de disculpas, o flores, a las diosas les gustan las flores ¿verdad?

Avanish contempló a Yoh en silencio, encontrando una mentira que nadie creería.

— Pero es como te dije antes, ese ya no será tu problema… es hora de que te vayas, esta vez para siempre —Asakura dijo, viendo que de las grietas en el cuerpo de Avanish la luz comenzaba a escapar en partículas que desaparecían a los pocos segundos en el aire.

Avanish intentó liberarse una última vez, pero cuando la daga de oro dio un giro violento en su espalda entendió que la derrota era irreversible. Miró por encima de su hombro, encontrándose no sólo con la fría mirada esmeralda del espíritu de la tierra, sino también con la del agua, el viento y el fuego sujetando entre todos la empuñadura de la daga, sobre la que empleaban toda su fuerza y energía.

Avanish entrecerró los ojos al mirar a esos cuatro seres, extensiones de los Grandes Espíritus, representaciones vivas de la misma madre Gea quien había decidido ponerse del lado de su actual campeón. Al volver la vista hacia Asakura miró a una niña de vestido blanco sujetándose a la cintura de Yoh para ayudarlo a estar de pie, encontrando también a la tenebrosa y oscura valkiria que ayudaba al Shaman King a mantener la mano cerrada sobre la empuñadura de su katana espiritual.

— Ganaron —dijo, finalmente rindiéndose al ver que su cuerpo también estaba descomponiéndose en arena clara—… Y no sólo aquí… Poseidón ha salvado el mundo de los hombres, ¿puedes creerlo? —Avanish cuestionó, sabiéndolo pese a haber ocurrido en un lugar retirado del cosmos—. Será un mundo extraño a partir de hoy… —Soltó la Áxalon y permaneció mirando con orgullo y expectación a su actual sucesor.

— Aún no termina —repuso Yoh para desconcierto de Avanish—. Todavía no puedes irte, no hasta que respondas cuáles eran tus verdades intenciones… Fue nuestra apuesta ¿recuerdas?

— Je, ya veo… La piedad que me brindas se basa en esa duda—el peligris respondió con sorna mientras desaparecía—. ¿Por qué no puedes creer que sólo fue porque estaba harto de los dioses y los humanos que los sirven ciegamente? Fui sincero… no quería que esta fuera una falsa utopía… donde las promesas vanas entre mortales e inmortales se rompiesen y todo vuelva a repetirse… Estaba seguro de que nada había cambiado, pero me equivoqué… —admitió tras un suspiro de resignación—. Realmente tú y los demás seres de este mundo han creado una Nueva Era…

Yoh Asakura no estaba convencido de sus palabras. — Dudaba de tu respuesta ya que, lo quisieras o no, tus acciones permitieron que todos llegáramos a caminar por la misma vereda… el dios Poseidón cerró una vieja herida en su alma, liberó a las atlantes confinados, hizo las paces con Atena y finalmente se ha convertido en el dios que este mundo estará honrado de tener como guardián… Se descubrió a un potencial enemigo dentro de la orden del Santuario que a la larga pudo haber corrompido una vez más ese lugar sagrado… Detuvimos la maldición que Hades dejó en este mundo… Revelaste las intenciones y ambiciones de Apolo… Eliminamos a Sennefer y Ehrimanes, las últimas semillas de Nyx que se mantenían en la Tierra, por lo que las puertas de ese reino no volverán a abrirse jamás —rememoró.

— ¿Qué esperas que te diga? ¿Que todo eso estaba planeado? ¿Que tras causar tantas muertes y devastación sólo seguía la ruta del héroe incomprendido? —Avanish preguntó, ocultando la agonía de su destrucción tras una faz arrogante, y hasta rió—. Eso, Asakura, es algo que nunca llegarás a saber —le dijo sin un ápice de remordimiento.

 

Yoh cerró los ojos un instante para decir una última cosa a su enemigo. —  A diferencia de ti, yo sí cumplo mis promesas. ¿Querías saber por qué no tomé el ritual?

Avanish no dijo nada.

— Quería seguir siendo un ser humano sólo un poco más de tiempo —fue la respuesta—. Después de tener dos vidas llenas de pena y sufrimiento, en ésta he sido muy feliz pese a las adversidades —dijo con sinceridad—… No pensé que tal capricho traería tantos problemas, pero supongo que ya no puedo demorarlo más.

— Comprendo —dijo el sereno Avanish antes de perder conciencia del ser, recordando por un momento su lejana niñez, juventud y las pequeñeces con las que podía ser feliz entonces. Pensó en lo mucho que le habría gustado vivir aquella etapa de su vida como mortal al lado de Hécate y sus hijas, para quienes jamás pudo ser un padre de familia ideal—… Cierto, ser humano es algo maravilloso... Yoh Asakura, el precio de tu victoria es perder ese invaluable regalo, ¿podrás seguir con eso?

— Serán sólo cuatrocientos ochenta y cinco años, me las arreglaré —respondió con camaradería—. Después ya veremos, un paso a la vez, viejo.

Avanish compartió esa sonrisa. — En verdad que somos parecidos, pero tú has logrado lo que yo no pude... Lo has hecho bien—fueron sus palabras finales antes de desaparecer.

En cuanto las últimas chispas luminosas se extinguieron y el último grano de polvo voló en el viento, el remolino de los Grandes Espíritus destelló con fuerza, cegando a todos los presentes, cubriéndolos con la luz blanca que se extendió por todo el territorio sagrado, arrastrando a los valientes guerreros hasta el lugar al que pertenecían.

 

/ - / - / - / - /

 

Continente Mu

Santuario del Shaman King

 

Yoh Asakura avanzó despacio por el oscuro túnel, sosteniendo la mano del gentil espíritu luminoso que guiaba su camino.

Asakura se detuvo un instante al atravesar el umbral de aquella vasta y solitaria cámara donde el trono del Shaman King se erigía al fondo. Junto al sencillo asiento de piedra pudo distinguir al Espíritu de la Muerte aguardándolo, habiendo dejado atrás la imagen de valquiria para presentarse en su forma de hombre joven de ojos dorados, encapuchado y vestido con una túnica negra que cubría sus pies.

— Señor Yoh —escuchó a su derecha, donde el líder de los Oficiales que le servían había estado esperando su llegada.

— Hola Silver, he vuelto a casa— lo saludó con una voz animada que contrastaba con su débil y demacrado aspecto.

El apache con máscara metálica y gran penacho de plumas blancas en la cabeza se atragantó por el pesar que le causaba ver al alegre Yoh dando sus últimos pasos. Aunque intentó no bajar la mirada, llegó a ver la gran herida en su armadura, así como la sangre que fluía de ella.

— … Bienvenido —respondió él, siendo la rutina de bienvenida que solían llevar a cabo cada que se veían dentro de esa habitación.

— ¿Cómo van las cosas? —le preguntó Yoh, dando un paso para reiniciar el recorrido al que Silver no podría acompañarlo.

El alto y fornido apache vio las huellas del Shaman King marcadas con la sangre que bajaba por su ropaje. — Todos en la aldea están trabajando arduamente, como siempre… Estoy seguro de que muchos de ellos lamentarán no poder estar aquí.

— No importa, de cualquier forma no me gusta la concurrencia —Asakura respondió, manteniendo la vista hacia el frente—. Además, no es como si no fuéramos a volver a vernos —aclaró, ocultando el terrible dolor que le ocasionaba la herida que la Áxalon dejó en su pecho. Con el corazón perforado, la única razón por la que continuaba de pie y andando era por la ayuda del Espíritu de la Vida que caminaba a su lado.

Tu sentido del humor nunca me ha sido del todo agradable —Yoh escuchó a pocos pasos de llegar al pie de las escalinatas que lo conducirían a su legítimo trono.

 

Anticipándose a la llegada de tan honorable soberano, Silver se apartó de la entrada del recinto y reverenció respetuosamente al invitado. Yoh giró lo más rápido que pudo en su condición para darle la bienvenida a quien menos esperó ver arribar a su morada.

Sobre las huellas de sangre marcadas en el suelo, el dios de mar avanzó con un majestuoso y firme porte.

— Mírate nada más, parece que te fue mejor que a mí —dijo Yoh con camaradería, impresionado por la portentosa kamui azul que cubría al Emperador de la Atlántida.

Poseidón sólo había necesitado de una lejana mirada para saber la condición del Rey de los shamanes y comprender lo que acontecería dentro de poco.

— Cumpliste tu deber.

— Y tú el tuyo—añadió Asakura con aire cansado—. Y ahora los dos seremos promovidos a nuevos empleos ¿no te emociona? Me tranquiliza que vayas a ser tú quien proteja a partir de ahora a la humanidad… Ya no podré involucrarme demasiado pero continuaré velándolos de otras maneras.

Poseidón jamás degradará el papel que Yoh Asakura ha tenido los últimos quince años. Pese a que el shaman intentó actuar con un perfil bajo, siempre estuvo guiando los pasos de muchos individuos para que encontraran su destino, ya fuera como santos, dioses guerreros, apóstoles o marines shoguns, entre otras cosas.

El Olímpico no pronunció palabra, sólo lo pensó y la urna sagrada en la que había confinado el alma de Apolo se materializó ante ambos.

— Ya que te preparas para marchar por una nueva senda, quizá puedas encargarte de esto en el camino. Después de todo, es deber del Shaman King encargarse de estos percances diplomáticos. —Poseidón acercó la ánfora a Yoh quien la sujetó por una de las asas—. Si alguien en el Olimpo está en desacuerdo con lo que sucedió entre Apolo y yo, que venga a tratarlo directamente conmigo.

Asakura sabía bien que nadie en este mundo (ni de ningún otro) será capaz de retirar el sello de la ánfora sagrada a menos que Poseidón lo consienta, por lo que llevar aquel objeto al Olimpo no era una ofrenda, sino una advertencia que vaya que le iba a incomodar mostrar.

— Tus hermanas seguro apreciarían más que les mandaras joyas o flores —se lamentó Yoh, quien aceptaba sin demasiados ánimos tal encomienda—. Pero yo se los diré, cuenta con ello.

Asakura arrojó el ánfora hacia atrás sin asegurarse si alguien estaría listo para atraparla. Por fortuna el Espíritu encapuchado la cachó sin ningún problema, observándola por unos segundos antes de guardarla enigmáticamente entre su túnica, un portal directo hacia el reino de la muerte y los espíritus.

Entonces el Shaman King extendió la mano hacia Poseidón en un humilde acto. El dios del mar observó la mano de Asakura que se negaba a temblar pese al esfuerzo que hacía para mantenerla en alto.

Es un inesperado acto, Poseidón no dudó en estrecharla con la suya, sellando una alianza inquebrantable que sólo dos reyes como ellos serían capaces de perpetuar. Uno aceptando su humanidad y el otro sacrificándola.

— Ten paciencia —Yoh le sugirió—. Y gracias por confiar en la humanidad otra vez.

— Nos veremos en el otro lado —dijo Poseidón con un tono amistoso, sabiendo que la próxima vez que se vieran Yoh Asakura ya no sería más un mortal.

— Sí, serán cuatrocientos ochenta y cinco años muy divertidos, lo prometo —dijo traviesamente.

 

Yoh Asakura subió los escalones para sentarse en aquel trono. Cuando sus manos descansaron sobre los reposabrazos, la niña le dedicó una dulce sonrisa, dándole un beso en la mejilla antes de soltar su mano, retirando de esa manera la bendición de la vida.

Yoh recargó la cabeza en el respaldó dejando ver una sonrisa pacífica y sin remordimientos cuando la Muerte posó la mano sobre su hombro.

¿Estás listo? —le preguntó con una voz familiar para Yoh, la de aquel amigo y rival que siempre cuestionó cada una de sus acciones, Ren Tao.

— Sí —respondió con su último aliento, manteniendo la mirada hacia adelante conforme sus ojos se cerraban lentamente—. Pero realmente me pregunto si ustedes están en verdad listos para —se dijo en tono de broma antes de perecer y comenzar un nuevo camino.

 

 

 

ESTA HISTORIA CONCLUIRÁ EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO

 


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 15 julio 2017 - 15:08

pobre Avanish es como un heroe convertido en villano

 

Ares es un loquillo

 

el plan de Zeus  fue muy arriesgado

 

buena batalla grupal

 

no puede existir un fic de saint seiya sin la EXCLAMACIÓN DE ATENA--XD

 

Anna Hiragizawa  es de temer--XD

 

el final de Yoh Asakura  me recuerda un poco a la de Frodo Bolsón

 

lastima que este fic tan bueno este a punto de acabar

 

PD:

 

ojala te animes hacer otro ,aunque sea uno corto


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Publicado 15 julio 2017 - 15:52

como siempre un excelente capitulo

 

estuvo genial el final de la pelea ahora esperando el final de la historia

 

saludos



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Publicado 16 julio 2017 - 01:10

woooow al fin llegamos al capitulo final 

 

las batallas en este fic me gustaron sobre todo porque no se basan siempreen puños y golpes sino en un transfondo de los personajes

 

el proximo será el epilogo????

 

pjala te animes a escribir otro

 

saludos


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Publicado 17 julio 2017 - 10:57

Ahora sí te pasaste Steph. Wow! Esa batalla final con Avanish estuvo tan bien descrita que me imaginaba cada pequeño detalle, explosión, embate de una manera muy vívida. Te felicito por tan excelente historia y un desenlace épico.

Ares metió mano un poquito pero por qué no puede poner pie en la Tierra? Porque ahora el tío Pose es el guardián o me olvidé de algo que pasó hace mucho?

Zeus se jugó unas cartas muy peligrosas, aunque por algo es el patrón de patrones y como decimos en México "no da paso sin huarache"... osea no hace las cosas nada más porque sí.

Igual que Avanish de quien me quedó la sensación que precisamente hizo todo para lograr lo que Yoh le dijo al final... cambiar el mundo. Su modo no fue el mejor, pero logró crear cambios que de otro modo no habrían sucedido. Sí sacrificó mucho y ahora medio entiendo el por qué de sus acciones.

Gracias por estos capítulos y quedo a la espera del broche de oro :)

Saludos

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                                                                                                       :aiacos: :golpe:                                                                                         

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#353 carloslibra82

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Publicado 17 julio 2017 - 20:24

Hola, seph, q gusto saludarte de nuevo. Me perdí bastante tiempo de comentar, pero no de leer tu fic. Dije hace mucho tiempo q es el mejor fic q había leído. Pues ahora lo ratifico. Si me parecía genial antes, ahora, con este final, y el desenlace de cada batalla, los acontecimientos inesperados, y el épico final de la batalla con Avanish fue extraordinario. No pensé jamás q fuera tan poderoso. Felicitaciones, seph, por lo original, jamás me aburrí leyendo. Q triste lo de Seiya y Hyoga, pero es parte de lo genial de tu argumento. Me encanta como de verdad hiciste a los caballeros prota originales "legendarios". A diferencia de Omega, los tuyos si están a la altura de una leyenda, mostrando un gran poder, por sobre los otros caballeros, pero sin hacerlos sobresalir demasiado, dándole más protagonismo a tus propios personajes. Fue la mezcla ideal. Cada personaje se hizo inolvidable, y muy bien plasmado. También estuvo muy bien la incorporación de personajes de otras series.El poder de los patronos, genial, y cada enemigo tenía lo suyo. En fin, perfecto... o casi, pues hay un pequeño detalle q te quiero mencionar. Me parece q en la última parte hiciste un poquito excesivamente frágiles las armaduras doradas. Es cierto, contra los patronos y sus zohares, y ángeles q aparecieron, era natural q se dañaran. Eso lo entiendo. Pero en las luchas entre dorados, creo q con tan solo un ataque se destruían al final. Perdona, es una fijación mía, me encantan las armaduras doradas, y me duele q se destruyan. Si quieres no me hagas caso, jajajaja. Fuera de eso (es un detalle sin importancia), todo genial. Ahora espero con ansias el 31 para leer un apasionante epílogo. Un gran saludo!!



#354 Seph_girl

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Publicado 30 julio 2017 - 23:39

Hola a todos chicos, en unas cuantas horas estaré publicando el Final de esta historia, pero decidí abrir este espacio para responder los Reviews que ustedes me dejaron por el Capítulo 66 y así ya el 31 de Julio publicar lo prometido.
Espero los admnistradores disculpen el doble o triple post que deberé hacer, pero es importante que el EPÍLOGO y LAS NOTAS DEL AUTOR queden separados.
 
Comencemos.
 
T800
Avanish, ¿Héroe/Villano incomprendido o un hijo de p*ta? Cada lector puede colocarlo en el lugar que desee, esa interrogante dejó para todos (fue intencional de mi parte)
No sólo el plan de Zeus fue arriesgado, el que yo decidiera meter a Apolo y esos líos también. No estaba segura pero como ya había dejado indicios continué y creo que todo resultó bien.
La batalla final quedó estupenda, la verdad no tenía idea de quienes iban a participar hasta que sucedió (sólo que sería 6 vs 1) jaja pero una vez que tuve los personajes todo salió viento en popa.
Tenía muchas ganas de usar la Exclamación de Atena en pasados caps, pero mi lector beta me frenaba con buenos argumentos, pero así como dices, no es un fanfic de SS sino hay aunque sea UNA VEZ la Exclamación de Atena así que la usé de todas maneras. Por un lado fue bueno que me contuviera hasta este momento final XD Quedó bastante bien.
El personaje de Anna me gusta mucho, funciona porque sus cameos fueron breves, pero intensos.
Yoh Bolson, jeje, "la muerte es un paso más" dice un amigo escritor XD.
Muchas gracias por tus comentarios estos años, eres uno de los pocos que dejaron review de CADA EPISODIO (quizá el único XD WOW)
Lo último que quería era alargar más esto, por eso tuve que recortar cosas y omitir otras, pues sabía bien que si demoraba más quedaría inconcluso todo... Tambien: Todo lo bueno debe llegar a su fin.
No puedo prometer que haré más fanfics, y no soy una ficker de historias cortas por lo que pudiste ver, PERO seguiré por aquí, leyendo fics y comentando, también dibujando cosas de EL LEGADO DE ATENA que quedaron pendientes en mi alma (personajes y eso XD)
Un abrazote y en verdad agradezco mucho tus ánimos. Te deseo éxito en tus próximos proyectos, los cuales estaré encantada de leer.
 
 
Lunatic BoltSpectrum
Amigo, creo que tienes el segundo lugar de reviews que me han dejado todos estos años. Pero tienes el plus de que me acostumbraste a ellos y siempre esperaba que aparecieras después de cada publicación a decirme que hice un excelente trabajo n.n Y cuando no aparecías sentía que había un desbalance en la fuerza XD.
Espero el final no te decepcione.
Muchas gracias por todo tu tiempo e interés que pusiste en esta locura. Un fuerte abrazo.
 
 
Ivan de Virgo
Así es, después de mucho (y que muchos lo dudábamos) al fin estamos a poco del CAPITULO FINAL.
Agradecida que comentes eso de las batallas. Cuando era más novata en el mundo de los fics, me aterraba el tener que escribir peleas (y flojera también, mucha, mucha flojera), pero con EL LEGADO DE ATENA le perdí el miedo (y la pereza), porque vaaaaya que escribí muchas, y sí, me las arreglaba para que con ella se exploraran subtramas y hubiera desarrollo de personajes. No siempre se pudo pero no me gusta poner peleas sólo por ponerlas :)
Así es, el proximó cap será el último de la historia, el cual espero disfruten y puedan despedirse de los personajes.
No puedo prometer que haré otro fic, ya llevo años en esto y quisiera dibujar un poco, sin mencionar que tambien quiero leer fanfics que tengo pendientes de la comunidad ;)
Muchas gracias por todo. Suerte en tus proyectos.
 
Morongo
Wep, gusto en leerte por aquí. Que bueno que te haya gustado la batalla final Vs Avanish, la cual créeme me tenía muy nerviosa porque sólo sabía que tenían que pelear 6 personajes contra él pero no quienes (con eso que unos se murieron y otros estaban demasiado heridos XD) pero al final el cosmo se alineó y me dio las herramientas necesarias para lograr la épica conclusión. Me alegra que hayas podido imaginar la batalla en tu cabeza con todos sus colores y sabores, eso significa que hice un buen trabajo, wiiiii.
No te culpo por olvidar cosas del fic, han sido 66 caps, muchos años y no publicaba muy seguido que digamos... si hasta yo sé que olvidé cosas y hasta tenía que revisar los caps anteriores para recordar con frecuencia, PERO segun Ares y los otros Dioses no DEBEN ir a la tierra así tal cual por el pacto que Zeus hizo y se menciona en el Episodio 9 (uuuu), sólo pueden si se arriesgan a encarnar como seres humanos y vivir así un tiempo... cosas del Plot pues XD
Jejeje despues de que me contaran muchas cosas que no sabía del Zeus mitológico, tengo una nueva perspectiva del personaje, por eso lo puse en ese papel. Ni idea de cómo es que será en el Kuruverso (si lo vemos algún día) pero pues aquí está mi versión.
Como ya comenté: Avanish, ¿Héroe/Villano incomprendido o un hijo de p*ta? Cada lector puede colocarlo en el lugar que desee. Lo bonito de escribir es hacerlos pensar, que hagan sus propias conjeturas y tengan sus propias opiniones en ciertas cosas :)
Gracias a ti por leer y comentar. Espero te agrade el cap que está por venir. Un abrazo.
 
 
carloslibra82
¡Alo Carlos! Yo sé que hay lectores que leen pero no comentan siempre, no te preocupes, lo importante es que lo hiciste varias veces y vuelves a aparecer en los últimos episodios para la despedida :D
Es un alivio y un gusto saber que te gustaron tanto las batallas y que tengas tan buen concepto de esta historia a la que le he dedicado tantos años y metido tanto esmero. Llegar al corazón de los lectores no es fácil y que vayan a recordar estas aventuras tampoco, por lo que es una dicha que te lleves bonitos recuerdos de todo esto.
Dí la oportunidad de que salvaran a Seiya XD, pero fueron pocos los votos que llevaron a un empante y al final seguí la idea original, por eso RIP él (el destino lo quizo así). Hyoga pues... alguien más tenía que morir contra Seiyades, por lo que el Cisne fue el elegido.
Desde el principio me dije que los santos protagonistas originales harían poco, no me creyeron y a algunos no les gustó la idea (eso me pasó por no haberlos matado desde el inicio, en fin), pero que bueno que aprecies el papel que tuvieron, el cual era ese precisamente, el de no eclipsar a todos los demas personajes nuevos que había por conocer, los cuales eran los auténticos protagonistas de esta historia. Por supuesto que por el cariño que les tengo a unos mas que a otros es que Shiryu fue el Papa del Santuario, Seiya estaba allí para la sorpresa de la maldición de Hades, Ikki por ser Ikki, y los demás pues lo siento, cumplieron su minúsculo papel.
Cada personaje nuevo tuvo lo suyo, unos más inolvidables que otros, pero que bueno que dejaron su marca en ustedes.
La antigua yo tenía planeada más participación de los "personajes invitados de otras series" pero decidí que sólo fueran cameos y detalles muy breves que funcionaron bastante bien y por lo que me pude dar el gusto y lujo de que aparecieran para dejar la conexión entre mis historias bien trazada :)
 
Jajaja, vaya que no esperaba un comentario como ese sobre la "fragilidad de las armaduras", lo cual no me ofende ni nada, descuida. No sé qué decirte... soy de una vieja escuela que le gusta destrozar cosas supongo, pero mas que reflejar lo 'debil' que pueden ser las armaduras de oro, mi intención más bien era reflejar lo 'fuerte' que eran los combatientes ;)
Muchas gracias por tu apoyo y tus atinados comentarios. Espero el Epílogo te agrade.
 
*******************
 
Y bueno, esos serían todos por ahora.
En unas horas estará online el CAPÍTULO 67, FINAL, EPÍLOGO Y DESPEDIDA de EL LEGADO DE ATENA. Muchas gracias a todos y no olviden comentar  :lol:
 
:m1:  :m1:  :m1:  :m1:

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 31 julio 2017 - 10:41

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Capítulo 67.

Epílogo.

 

Grecia, Santuario de Atena.

 

Como cada día tal cual lo ha venido haciendo los últimos años, Jack de Leo bajó a la prisión subterránea donde hombres y mujeres que agraviaban al Santuario moraban hasta cumplir su condena.

Vistiendo el uniforme formal del Santuario, sólo el emblema dorado incrustado en su cinturón permitía a otros reconocer su rango dentro de la orden ateniense.

En la entrada sólo un soldado era el encargado de vigilar la mazmorra. Era un trabajo aburrido y sin demasiado que hacer considerando que sólo había un prisionero al cual vigilar, mismo que no daba ninguna clase de problemas salvo uno que otro comentario hiriente cuando buscaban socializar con él de alguna forma.

El joven soldado se levantó de un taburete para saludar con propiedad a su superior. Jack siempre lo trataba con amabilidad, por lo que tras intercambiar un par de saludos se dirigió hacia el pasillo de celdas el cual se iluminaba por fogosas antorchas.

El santo de Leo caminó hasta la última celda de la izquierda, la más recóndita que el mismo prisionero eligió.

Jack se anunció con pequeños golpes sobre los barrotes negros, pudiendo sostener con una sola mano la charola con comida. Como era costumbre no recibió un educado saludo.

— Buenos días. Quizá aún no tengas apetito pero tuve que traerte esto un poco más temprano, hay mucho que hacer el día de hoy, espero no te moleste —Jack dijo al prisionero al deslizar la comida por la pequeña abertura existente a los pies de los barrotes, recogiendo de paso una charola vacía correspondiente a la de la cena.

El prisionero de cabello tinto permaneció sentado sobre la tabla de madera que fungía de cama y mesa dependiendo de sus necesidades. No miró inmediatamente al santo de Leo, mantuvo la vista en el trozo de madera que ya había comenzado a tallar con una pequeña y rudimentaria navaja.

— ¿Por qué debería molestarme? Ésta es una prisión, no una posada —respondió el lacónico hombre de ojos amarillentos, Nauj, santo dorado de Libra—. ¿Hasta cuándo vas a dejar esta tonta rutina? Es vergonzoso que un santo de oro se rebaje a estas tareas tan simples pudiendo hacer un mejor uso de su tiempo—reprochó como muchas otras veces lo había hecho.

Jack mantuvo buena cara pese al amargo recibimiento. Miró con infinita paciencia al hombre que durante su estancia allí se había dejado crecer el cabello y sólo hasta que le molestaba la barba y el bigote se los rasuraba. Vestía un pantalón y camisa marrón que había remendado un par de veces con hilo negro; prefería estar descalzo y pese al confinamiento su condición física y cosmos no se habían deteriorado para nada… su mal temperamento tampoco.

— ¿Y hasta cuándo tú vas a dejar de decir lo mismo una y otra vez? —respondió Jack sin intimidarse—. Lo hago con gusto, eres mi amigo. —Nauj de Libra continuó tallando la madera unos segundos más antes de levantarse y caminar hacia la reja.

La celda era pequeña, sólo el tablón colgando de la pared y la letrina abarcaban casi todo el espacio, pero aun así el hombre se las ingeniaba para utilizar el resto del lugar para ejercitar su cuerpo y meditar. Había aprendido a matar el tiempo leyendo algún que otro libro que Jack le traía, así como a tallar figuras de madera, algo que no hacía desde que era un niño y que su abuelo le enseñó.

— Además, ¿olvidas que el Patriarca me dio la tarea de mantener este sitio en orden?

— No necesitas vigilarme, no voy a escapar, ¿acaso lo dudas? —cuestionó Nauj al comer de un sólo mordisco el trozo de pan que tomó de la bandeja.

 

Cuando la amenaza de Avanish y los Patronos cesó y volvió a respirarse la paz, Nauj de Libra le solicitó al Patriarca que lo enjuiciara por el asesinato de los santos de Loto y Pavo Real, crímenes que cometió fuera de cualquier orden o deber, sino por causa de sus propios demonios. Cuando Albert de Géminis descubrió el secreto, prometió que en su momento confesaría y aceptaría las consecuencias de tal pecado.

El Pontífice le concedió la redención a base de una condena, siendo veinte años que le pesó decretar pues en los tiempos futuros habría querido contar con todos los santos posibles; sin embargo, la ley era la ley y si el santo que representaba la balanza de la justicia se lo pedía no había más opción. Nauj alegó que veinte años eran poca cosa, mas el Patriarca tomó en cuenta su ayuda y participación en las pasadas batallas para determinar la sentencia.

 

— Lo sé —respondió Jack sonriente, aceptando que así serían las cosas durante los quince años que le restaban de condena—. Sabes que también tengo una pena la cual debo cumplir y no pienso huir de ella. Ahora te dejo, tengo que ayudar con ciertos preparativos en el Coliseo —dijo, girando hacia un lado.

— Cierto, ¿acaso hoy es el día de las asignaciones? —Nauj le dio la espalda, fingiendo desinterés.

— Sí —Jack se detuvo un momento—, son pocos pero están listos, y al resto de mis pupilos les servirá como un incentivo. Te contaré con detalle mañana si gustas—añadió.

Nauj sólo movió el brazo  hacia los lados sin especificar si estaba despidiéndose de él o lo estaba corriendo del lugar con hastío.

 

El santo de Libra miró hacia la pared rocosa, como si en ella hubiera un ventanal por el que miraba fuera de la prisión. Sonrió un segundo al admitir sentir curiosidad por la clase de jóvenes ingenuos que terminarán volviéndose santos el día de hoy.

 

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Una vez que el gran portón del Santuario se abrió, entraron tres personas que fueron bien recibidas por los guardias. El respeto que Terario de Acuario despertaba sobre los soldados, sirvientes y aprendices era una mezcla de admiración y nerviosismo que los obligaba a dar lo mejor de sí en su presencia. Difícil para sus allegados el comprender en qué momento comenzó tal situación.

Vistiendo el uniforme negro que llevaba la insignia dorada de Acuario en el cinturón, Terario avanzó seguido muy de cerca por Natasha y Víctor, su recién nombrado aprendiz.

Ellos que estuvieron casi más de dos años ausentes, pudieron notar que finalmente las reparaciones y mejoras al Santuario habían finalizado.

— Bienvenido, Acuario —lo saludó una mujer que también vestía un uniforme negro y que se plantó en su camino—. Al Patriarca le alegrará saber que pudiste venir. — La máscara de oro en su cara brilló así como la insignia de Tauro en su vestimenta.

— Calíope —saludó Terario. Tras el milagro ocurrido en la batalla contra Hades su cuerpo moribundo fue sanado en su totalidad, incluyendo sus destrozados tímpanos.

— Y veo que trajiste a tu linda esposa e hijo contigo, qué bueno —bromeó la esbelta y fuerte amazona, quien se había cortado el cabello a la altura de los hombros con un estilo en el que su nuca quedaba al descubierto.

Natasha sólo sonrió con complicidad y saludó con un gentil cabeceo. Aunque aún no ha habido una propuesta de matrimonio formal, la verdad es que se había vuelto la pareja del santo de Acuario desde hacía tres años, pero ese era un secreto que ni Víctor se atrevería a revelar o confirmar.

— Víctor, has crecido —lo saludó Calíope con especial interés, palpándole la cabeza para comprobar su nueva estatura. El chico vestía la armadura de cuero café que todos los aprendices debían usar dentro del Santuario, con su respectivo casco que le cubría hasta las orejas.

Apenado y molesto por seguir siendo tratado como un niño, Víctor sólo pudo guardar silencio. ¡Tenía doce años ya! Además, después de mucha insistencia y esfuerzo, había logrado que el señor Terario aceptara entrenarlo en las artes de los santos.

— De seguro Mailu estará feliz de verte. Deberías ir a verlo, el tonto está de lo más nervioso por lo de las pruebas de esta tarde —Calíope sugirió—. ¿Sería demasiado pedir que le permitieras a tu pupilo buscar al mío? —le preguntó a Terario, quien sólo terminó asintiendo con la cabeza.

Víctor se volvió hacia su maestro y agradeció, encantado de poder volver a ver a sus amigos después de dos largos años.

— Y no olvides ir a saludar a tu hermano después, ¿de acuerdo? —le recordó Natasha antes de que el chico se alejara del lugar.

— Hay mucho movimiento —comentó el santo de Acuario al ver a la mayoría de los transeúntes yendo de un lugar a otro.

— A pesar de las circunstancias debe ser considerado un día de fiesta, no todos los días los aprendices se gradúan —respondió Calíope con un tono entusiasta—. El Patriarca dijo que las estrellas señalaron este día para la consagración de nuevos santos.

— Según entiendo un par de tus pupilos realizarán los desafíos —comentó Natasha.

Calíope asintió—. Así como la discípula de Kiki y los de otros santos de plata.

 

Tras los infortunados eventos y pérdidas ocurridas hace cinco años, la amazona de Tauro decidió cumplir la promesa hecha a Kenai de Cáncer, que a su vez fue inspirada por la antigua labor de Souva de Escorpión: volverse la cara amable del Santuario, aquella persona que alentaría a los jóvenes soñadores a iniciar, desarrollar y finalizar su camino como santos. Encaminándolos y animándolos hasta donde fuera posible.

La amazona de Tauro cedió su labor en el Templo de Curación a otra amazona para volverse una instructora de tiempo completo, una que por muy buenas que fueran sus intenciones no daría entrenamientos banales, sino los más estrictos y necesarios para preparar a sus discípulos. Detrás de su nobleza había una experta guerrera que educaría a todo aquel que esté bajo sus alas con gran disciplina y consejos sinceros.

— El viaje desde Siberia debió ser cansado —señaló la amazona—. ¿Por qué no me acompañan a ver al Sumo Pontífice? De seguro querrá saludarlos apropiadamente, síganme —les pidió, convirtiéndose en su guía.

Natasha caminó al lado de Calíope, hablando con la familiaridad que les permitía la buena amistad que formaron durante todo este tiempo.

Terario tardó unos segundos en seguirlas, pues miró en una dirección lejana a la de las mujeres, un punto perdido entre la montaña sagrada. Al sentirse víctima de una mirada tan punzante como la punta de una flecha presionando su frente, Terario supo que Asis de Sagitario continuaba con su labor de centinela del Santuario, un puesto que aceptó con gusto y el cual llevaba a cabo día a día de manera sublime sin importar el prolongado tiempo de paz que se vivía.

 

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Víctor corrió a toda prisa buscando indicios de su amigo. Entre pregunta y pregunta logró dar con él, estaba a las sombras de la Gran Biblioteca, como acostumbraba cuando deseaba tener unos momentos de ocio y holgazanería, pues nunca nadie imaginaría que estaría rondando por ese edificio dedicado al estudio.

Mailu no estaba solo, por lo que apretó el paso al reconocer a Ayaka aun de espaldas.

— ¡Mailu, Ayaka! —los llamó, anticipando su llegada.

Lentamente aminoró el paso, percatándose de que pese a los años continuaba siendo más bajo que ellos dos. En cuanto Mailu se puso de pie Ayaka se giró para recibir a su querido amigo.

— Mira Mailu, te dije que Víctor vendría —dijo la chica de ahora quince años. Ayaka había dejado su apariencia de niña muy atrás y ahora, gracias a su edad y entrenamiento, se había convertido en una joven de esbelto y fuerte cuerpo. Se dejó crecer el cabello para sujetárselo en una coleta alta; vestía la armadura de entrenamiento blanca que las amazonas debían de portar sobre una malla negra que cubría piernas, vientre y pecho. Pese a que ambos chicos conocieron su rostro de niña, el primer día en que se apareció ante ellos portando esa máscara blanca con dos puntos rojos marcados en la frente, comenzaron a olvidarlo de una manera inexplicable hasta el punto en que fue borrado de sus recuerdos.

— Vaya, supongo que perdí la apuesta —comentó Mailu, quien no hace mucho había cumplido los catorce años, y aun así era más alto que Ayaka. Su cabello blanco se mantenía corto, mas en su rostro unas delgadas cicatrices le decoraban el mentón, insignias de un entrenamiento riguroso decía él—. Tanto tiempo Víctor, me alegra verte. —Estrecharon las manos mientras Ayaska le dio un amistoso abrazo de bienvenida.

— No me lo habría perdido por nada. Temía que el señor Terario fuera a negarse pero recibió un mensaje directamente del Patriarca para asistir, así que no pudo decir que no —explicó Víctor de manera alegre.

— Me pregunto si el Patriarca no se habrá visto influenciado por cierta personita —comentó Ayaka, pensativa.

— Seguro debe ser muy duro entrenar en Siberia, y más con tu maestro —dijo Mailu.

— Fue bueno volver a ver mi patria, pero la verdad extrañaba este lugar —admitió Víctor, mirando hacia todas direcciones como si buscara a alguien más—. El señor Terario es estricto pero no creo que más que la señora Calíope.

— No tienes idea —murmuró él, con un tic nervioso en el ojo de sólo recordar las veces en las que su vida estuvo a punto de terminar durante los entrenamientos.

— Pero debes agradecerle, es por ella que estás a poco de convertirte en un santo —añadió Ayaka.

— Debo de hacerlo, temo las represalias que recibiré si fallo —tembló un instante de sólo imaginarlo—. La señora Calíope no me lo perdonaría.

— En algunos años Víctor comprenderá tus nervios, pero creo que exageras —dijo la lemuriana riendo un poco—. No me ves a mí mordiéndome las uñas.

— Es porque usas máscara —Mailu señaló en su defensa.

— Oigan, ¿y dónde está Arun? —preguntó finalmente Víctor antes de que se pusieran a discutir, como era habitual.

— Yo también acabo de llegar —explicó Ayaka—, pero encontré primero a este patético chico hecho un ovillo de miedo.

— ¡Que no estoy asustado! —alegó, sobresaltado—. ¿Arun? Debe de estar por allí. Ayer me dijo que el señor Asis le daría el día libre y así poder estar junto al Patriarca durante la ceremonia.

— Aún falta tiempo para que eso dé inicio ¿no? ¿Qué tal si vamos a buscarlo? —sugirió Víctor entusiasmado de volver a estar los cuatro reunidos.

— Si fuera tan fácil encontrarlo… —Mailu se rascó la cabeza.

— Ya lo encontré —advirtió Ayaka tras haber usado sus habilidades—. Vamos.

Antes de que cualquiera de los dos varones pudiera reaccionar, la lemuriana ya los había sujetado de las manos para transportarlos a un lugar retirado del que se encontraban.

 

— ¡Cielos! ¡Wow! —clamó Víctor, pues sólo tras un parpadeo ya estaban en otra zona.

— ¡Argh! ¡Maldición Ayaka! ¡¿Cuántas veces te he dicho que avises si vas a hacer eso?! —se quejó Mailu, quien se tapó la boca como si deseara evitar el vómito.

— Exageras, como siempre —dijo ella sin intenciones de disculparse.

 

Los tres aparecieron a las afueras del cementerio del Santuario y callaron en cuanto fueron conscientes de que una canción se escuchaba por el lugar. El camposanto, antes un sitio árido y sombrío, se había transformado completamente después de que se anexaron las últimas lápidas en conmemoración a los santos que perdieron la vida hace cinco años, y no por obra del hombre.

Había pasto dentro y fuera del perímetro del cementerio, volviéndose un lugar fresco y agradable donde árboles y plantas crecían en abundancia, el sonido de pájaros reinaba en el recinto que era recorrido por conejos y otros animales silvestres. Pero ahora ningún sonido excepto el de aquella música se escuchaba, como si la naturaleza misma sintiera que sería un gran agravio interrumpir tan bella melodía.

Era una canción tranquila, solemne y nostálgica que calmaría hasta a la bestia más iracunda y al corazón más alterado.

El trío sabía quién llevaba a cabo ese recital para los difuntos, por lo que caminaron a prisa hasta toparse con el joven de largo cabello rubio que tocaba con gentileza una harpa de madera.

Arun, con quince años de edad, había ganado un aspecto varonil pese a su largo cabello dorado y un gusto musical refinado que no iba acorde a la dura vida dentro del Santuario. A diferencia de sus tres amigos, él no siguió el camino de convertirse en un santo pese a que se le presentó la oportunidad, mucho menos quiso escudarse de ser un dios reencarnado para vivir con privilegios en el templo del Patriarca. Él había decidido pretender que era un joven normal que trabajaría a la par de sus amigos para mantener el Santuario tal y como era.

Un deseo que lo llevó a aprender del cosmos sólo para conocer los poderes con los que había nacido, mas no emplearlos para cualquier banalidad, sólo para el uso del bien común.

Arun era feliz siendo el escudero del señor Asis, discípulo del Pontífice y llevando a cabo otras tareas dentro de la comunidad de Rodorio que lo habían vuelto una persona muy querida y apreciada por muchos.

 

Sentado sobre una solitaria banca de piedra, tocando el harpa de manera tan magistral y vestido con aquella toga roja tan formal es cuando un poco de su esencia divina se vislumbraba para los ojos humanos. Sin darse cuenta, el trío de aprendices terminó sentándose para escuchar el resto de la canción que de algún modo sobrecogía sus corazones y espíritus, permaneciendo en una ensoñación incluso cuando Arun terminó de tocar.

— Eso fue… hermoso —murmuró la amazona con las piernas dobladas sobre el césped.

— Es una canción que mi madre tocaba para mí. Decía que las mismas musas se la enseñaron en sus sueños cuando estaba esperándome —explicó con nostalgia, mirando a su inesperado público con alegría—. Ayaka, Víctor, qué gusto verlos de nuevo.

Ayaka fue la primera en alzarse y abrazar efusivamente a Arun. Víctor se acercó a esperar su turno, pero en vez de eso Arun volvió aquello un abrazo grupal para bochorno del más pequeño.

Mailu sólo observó con los brazos cruzados, no estando dispuesto a ser parte de ese cursi momento. Además, él nunca ha sido tan efusivo.

— Siguen siendo taaan ridículos —musitó el moreno con hastío—. Ya no son niños pequeños para que se estén abrazando así.

— ¿Acaso estás celoso? —inquirió Ayaka sin soltarse de Arun, mientras que Víctor sólo se apartó.

— ¡No digas tonterías! —rezongó Mailu, abochornado—. ¡Si quisiera una novia serías la última en mi lista!

Los demás rieron al unísono, dispuestos a emplear las horas previas a las competencias para hablar de sus vivencias lejos del Santuario y ponerse al día.

 

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Egipto.

 

Cerca de un oasis a varios kilómetros de la ciudad de Meskeneth, una tormenta de arena se desataba con suma violencia, no siendo el desierto el que soplara tales ventiscas sino que éstas eran producto de la colisión entre dos ka.

Sin que nadie pudiera ver la batalla, un  joven y su maestro tenían el último combate, aquel en el que el aprendiz debía emplear todo lo aprendido para vencer a quien le dedicó años de su tiempo.

Dos sombras se movían a velocidades desmedidas entre la tormenta hasta que el sonido de la carne siendo cortada ensordeció a los combatientes, siendo ese el final de la pelea.

El desierto comenzó a tornarse tranquilo y la arena poco a poco regresó a las dunas brillantes. En medio de todo eso permanecieron en pie dos siluetas masculinas.

— Eso fue todo —dijo el hombre ungido por una armadura dorada alada—, a la primera sangre —recordó, siendo su brazo y mano derecha la que presentaba un profundo corte. El ataque destruyó el brazal de su alba y abrió una larga herida en su extremidad que lo obligó a soltar el sable de Horus con el que estuvo armado todo el tiempo.

— Aún no es tarde para cambiar las reglas— dijo desafiante el joven que todavía era oculto por la arena, uno que tenía en su poder la espada gemela de Horus.

Assiut, Apóstol Sagrado de Horus, dejó escapar una sonrisa, sabiendo que en otras circunstancias esa herida bien podría haber ocurrido en su cuello o en su pecho, acabando así con su vida.— Con lo que demostró me es suficiente para saber que he cumplido mi misión, aquella que me hizo jurar haría por usted, mi Faraón.

El viento se llevó lo que restaba de la espesa arena, dejando ver a un joven de dieciocho años vistiendo sólo un faldellín* de lino blanco, sandalias y un collar de oro y joyas posándose sobre sus hombros y pecho. Su corto cabello castaño y ojo oscuro sobresalían en su piel bronceada, la cual tenía tatuajes dorados que simulaban ser ornamentos en sus brazos y piernas, así como dos alas grabadas en los omoplatos de su espalda. Él era Atem, el legítimo Faraón de Egipto.

 

Enséñame a ser tan fuerte como tú, incluso más —Atem le dijo hace cinco años, el día en que recobró la conciencia después de la última batalla contra Sennefer. Fue entonces cuando Assiut descubrió que uno de sus ojos dañados podía ver de nuevo

Deseo ser un buen Faraón, no sólo en sabiduría y corazón, sino también fuerte para proteger a mi pueblo de cualquier calamidad —insistió Atem, en cuyo ojo derecho había un parche dorado sobre el que se encontraba grabado el símbolo del ojo de Horus, el  Udyat.

No quiero volver a ser sólo un espectador inútil¡Quiero poder protegerlos a todos ustedes con mis propias manos! — Assiut no pudo negarse al darse cuenta de que él mismo tenía un parche negro y liso en el ojo opuesto al del faraón, descubriendo que Atem le había dado uno de sus propios ojos para que no perdiera por completo la vista.

Por favor Assiut, ayúdame, sé mi maestro —le suplicó, incluso se arrodilló y pegó la frente en el suelo.

 

De ese jovencito llorón ya no quedaba mucho, excepto su buen corazón y genuina vocación hacia su pueblo. Aunque el Apóstol dudó, el Chaty aconsejó que lo mejor era encaminar al joven Faraón por la senda que deseaba seguir, acompañándolo y guiándolo en el trayecto, pues ya la historia de otro joven con esa misma aspiración terminó convirtiéndose en el más grande mal que Egipto ha tenido que enfrentar alguna vez.

Atem era poderoso, aunque todavía parecía ignorar su propia divinidad (o pretendía hacerlo) era dueño de un ka asombroso que fácilmente podría someterlo en una batalla real. Incluso ahora que se enfrentaron, el joven guerrero decidió no utilizar ningún tipo de protección, sólo pidió prestado el sable de Horus para el duelo y nada más.

Assiut se sentía muy orgulloso de él, aunque el mérito no era sólo suyo, fueron muchos los maestros que educaron al Faraón y hoy era el día en que finalmente accedería al trono como tal.

 

— Presiento que me dejaste ganar —dijo el joven Rey.

— ¿Por qué haría tal cosa? Sabe que no me gusta perder — Assiut añadió con complicidad—. Está listo, majestad, no hay nada más que yo pueda enseñarle. El resto deberá descubrirlo por cuenta propia.

— En verdad te lo agradezco, Assiut.

— Y ahora que he cumplido mi misión —dijo el Apóstol al acercarse al Rey de Egipto y arrodillarse con humildad—, es momento de devolverle lo que es suyo — concluyó, poniendo la mano sobre la mejilla derecha, muy cerca del ojo que le fue prestado. Si Assiut pudiera devolver lo que le fue dado lo haría con sus propias manos, pero la magia era un concepto desconocido para él.

Atem lo miró con tristeza. — Assiut, ¿de verdad piensas que sólo te di ese ojo para que pudieras entrenarme? —le preguntó, a lo que el Apóstol permaneció en silencio al ver la desilusión en el semblante de su señor.

— No dudo que serías un guerrero eficiente aun siendo ciego, pero es un obsequio que te di de corazón —explicó, poniéndole la mano sobre la hombrera dorada—. Siempre has sido mi valiente hermano mayor, no de sangre claro —se apresuró a decir, sabiendo que el Apóstol de Horus nunca se ha sentido digno de que lo llame de esa manera—, pero hay cosas en este mundo que aún necesitas ver, y será tuyo hasta el final de tus días.

— Pero…

— Es una orden, Assiut —se anticipó el joven sonriente, sabiendo que esa sería la única manera en la que el Apóstol diera el tema por finalizado—. Ahora ponte de pie, sabes que no me gusta verte arrodillado ante nadie, ni siquiera ante mí.

— Como comande, mi Faraón. — El Apóstol se alzó justo a tiempo para que Atem le devolviera la espada que le prestó—. Sin embargo, aunque me considere un desagradecido, me atreveré a pedirle algo a cambio —añadió, para curiosidad de su aprendiz—. Que el día en que yo muera usted lo tomará de vuelta —insistió.

— ¿Y por qué estás tan seguro de que morirás primero? —bromeó el Faraón.

— Una petición que le hecho a los dioses —respondió con una seriedad ante la que Atem no pudo oponerse.

— Está bien, si llegara a suceder prometo cumplir tu demanda —juró el joven Rey—. Pero basta de hablar de muertes, hoy debemos celebrar la vida, mi vida —sonrió, pues era su cumpleaños y un gran festejo les aguardaba en la ciudad.

— Ya que hablamos de obsequios —dijo Assiut, antes de que Atem emprendiera el camino de regreso a Meskhenet con un simple impulso de sus pies—, hay uno que me pidieron le entregara personalmente —. El Apóstol silbó sonoramente poniendo sus dedos en los labios.

El silbido fue respondido por un relinchido cercano que anticipó la llegada de un implacable corcel que galopó hasta ellos, frenando briosamente, alzando arena y polvo que terminó ahogando al cumpleañero.

Assiut tomó la rienda suelta del animal blanco, de una crin tan brillante y pulcra que al reflejarse los rayos del sol en ella parecía estar hecha de luz blanca.

Atem sabía algo sobre caballos, y el ejemplar ante él era, quizá, el más bello que alguna vez haya visto en Egipto.

— Los campesinos lo encontraron por los campos de cultivo cuando era un potrillo salvaje hace algunos años—explicó Assiut al acariciar la cara del caballo en un intento por tranquilizarlo—. En cuanto lo vieron supieron que era digno de usted, llegaron a creer que era hijo de la misma Astarté*. Lo criaron y adiestraron lo mejor que pudieron, pero es de un carácter bastante inquieto, seguro será un buen compañero.

Atem tomó las riendas que Assiut le ofreció, sobando ahora él la crin del corcel que lo olfateaba animosamente.

— Sé que significaría mucho para su pueblo verlo llegar con él a la ciudad y a su coronación, alteza —sugirió

— Será un honor para mí aceptarlo —dijo el Faraón, sobrecogido por el que las gentes de Meskhenet le tengan tales atenciones—. Creo que lo llamaré… Dakarai, sí —lo nombró, alistándose para subir a la montura azulada que el animal llevaba en el lomo.

— Es un buen nombre… me recuerda a la yegua que solía montar su madre.

Alba, sí —remembró el joven Rey con ligera nostalgia una vez que montó el corcel.

— Por cierto, ¿se ha puesto a pensar que una vez que sea coronado tendrá que preocuparse por conseguir una esposa?

Atem lo miró de soslayo.— Assiut, eres mi hermano mayor, no mi padre, ese trabajo es del Chaty —aclaró con apatía ante el tema.

— Él mismo me pidió que se lo recordara —confesó Assiut, divertido—. Quizá debería considerar a la princesa de Asgard como candidata.

— ¡¿Qué?! ¡Si es apenas un bebé! —se alarmó.

— Hablo de la princesa Lynae. ¿La recuerda? —el Apóstol inquirió de manera traviesa.

— Oh, te refieres a la prima del Syd.— Un ligero rubor coloreó sus mejillas al recordar el breve encuentro con la hermosa princesa asgardiana esa única vez que visitó las tierras de Odín como parte de su viaje de entrenamiento.

— ¡N-no digas tonterías! ¡Es muy pronto para eso y ella aún es muy joven! —Atem se apresuró a decir—. Además, dudo que alguien como ella pudiera vivir cómodamente en un clima tan cálido como este—meditó de manera inconsciente

— Para cuando se sienta listo para sentar cabeza, quizá ella ya habrá alcanzado la mayoría de edad— indicó Assiut para malestar del Faraón, después de todo en cinco años más cualquier cosa podría suceder.

— ¡Cuando los dioses quieran verme casado moverán cielo, mar y tierra para enviarme una esposa, así que no hablemos más del asunto! —decretó, molesto y abochornado—. Y ya vámonos, antes de que comiences a decirme cuántos hijos es que debo tener con quien sea que ella vaya a ser. ¡Kyaa! —gritó, agitando las riendas de su nuevo corcel para que éste lo ayudara a escapar a todo galope de tal situación.

Assiut sólo sonrió divertido, sabiendo que el futuro traería aún muchas más alegrías para el Faraón y la gente de Meskeneth.

 

En Egipto hoy también era un día bendito por las estrellas, pues hace dieciocho años el príncipe Atem nació y justamente sería el día en que tomaría su puesto como Faraón del reino.

En cinco años, desde la derrota de Sennefer, los supervivientes lograron dejar atrás el dolor, reconstruyendo y albergando a otros que buscaban un sitio en el cual refugiarse y prosperar, por lo que la coronación del príncipe Atem era un evento muy significativo para todos, y la celebración duraría hasta el anochecer.

A lo largo de la calle principal de la ciudad y en los muelles del río Nilo se extendieron banquetes, danzas y juegos. Muchos fueron los que acudieron a los templos de los dioses para dejar ofrendas y oraciones en favor del joven Faraón, rogando a los espíritus benignos del reino que lo protegieran y le permitieran la felicidad.

En el palacio, justo en el cenit del día, la corona de Egipto se posó por primera vez sobre la cabeza del Faraón Atem y todos los invitados vitorearon al instante.

Mientras el Faraón y su corte se dirigieron al balcón real para hacer la presentación pública, otros invitados permanecieron en el recinto para disfrutar del goce de la comida, bebida y música, siendo uno de estos Ikki de Fénix.

 

El santo del Fénix era un invitado de honor que muchos se alegraron de ver allí después de que partió hace tres años.

No les sorprendió que volviera de la mano de Nicte, pero lo que los llenó de alegría es que la férrea mujer apareciera con un vientre de siete meses de embarazo.

— Hoy estás de un muy buen humor y muy sociable —señaló Nicte, usando un vestido de lino azul que resaltaba el tono de su piel. Estaba sentada al lado de su esposo, quien no vestía ropas típicas de Meskeneth, pero sí un pantalón y camisa formal de color gris—. ¿Tiene que ver con la carta que recibiste de tu hermano? —indagó.

Ikki la miró un instante y después el estómago abultado de ella.— Tengo muchas razones para celebrar este día, mujer —dijo sin cambiar su expresión cordial—. Parece que Shun ha encontrado finalmente un sitio en el cual podrá sanar sus heridas.

Nicte se mostró interesada. Estaba al tanto de que el santo de Andrómeda había perdido a la mujer que amaba y a muchos seres queridos cuando Sennefer destruyó la comunidad de la isla Neo Andrómeda para sus malvados propósitos.

— Se asentó en un pequeño poblado cerca del antiguo Japón, donde decidió practicar la medicina que conoce.

— Ikki, eso es maravilloso, me alegra mucho— le dijo, sujetando su mano, sabiendo lo mucho que su amado se preocupaba por su hermano menor.

El santo besó la mano de su mujer, sintiéndose el hombre más afortunado del mundo no sólo por haber sobrevivido al enfrentamiento contra Avanish, sino porque todo en su vida estaba en orden y en paz. Podía ver su futuro en los ojos de Nicte y saber que será uno muy dichoso.

 

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Asgard

 

En la gran y vieja mansión de los Alberich, Aifor de Merak recibía a prestigiosos visitantes.

— Bienvenidos —dijo el guerrero de ahora diecinueve años, quien había dejado su aspecto infantil para volverse un joven gallardo que vestía una larga túnica tinta—. Príncipe Syd, me honra con su visita. — Hincó una rodilla en el suelo y agachó la cabeza con humildad.

El príncipe de ya diez años se privó del grueso abrigo blanco una vez que entró a la tibia morada del guerrero de Merak.

— Te saludo Aifor de Merak, muchas gracias por recibirnos.

Aifor se puso de pie y saludó a sus camaradas Alwar de Benetnasch y Sergei de Épsilon, quienes acompañaban al príncipe en tal visita.

— Lamento si mi petición puede causar molestias en tu casa —prosiguió el príncipe, mirando al alto guerrero a los ojos. El tímido e inseguro Syd se había convertido en un pequeño más desenvuelto y vivaz.

— Para nada, príncipe. Es un honor para esta casa recibirlo y acogerlo el tiempo que lo disponga. Supongo que está ansioso por empezar su investigación por lo que mi mayordomo podrá guiarlo hacia la biblioteca. —En cuanto Aifor mencionó a su sirviente, un tétrico pero bien vestido anciano apareció de entre las sombras de la recepción, tomando desprevenidos a los viajeros, quienes no estaban seguros de si siempre estuvo allí o se transportó entre las sombras de alguna manera—. No hay nadie en esta casa que conozca mejor esos anaqueles viejos que él —aseguró—. Fassolt, por favor, acompaña y sirve al príncipe con propiedad.

El anciano de rostro afilado y arrugado asintió, realizando una reverencia silenciosa ante Syd, quien no tuvo miedo de su aspecto y siguió el camino que le indicó.

— Ya que el príncipe estará ocupado un rato, ¿por qué no pasamos a la sala y platicamos un poco? Me gustaría saber las novedades —sugirió Aifor con atentos modales.

Alwar y Sergei aceptaron, yendo a la estancia principal de la residencia, donde muebles elegantes y estatuas lúgubres adornaban la sala alumbrada por las llamas de la chimenea.

— Hacía mucho tiempo que no entraba a este lugar —comentó Alwar tomando asiento en un sillón, mientras que Sergei permaneció merodeando la estancia con desconfianza al ser la primera vez que visitaba la mansión de los Alberich, la cual le despertaba una extraña sensación.

— Cuando la heredaste creí que el ambiente cambiaría un poco, pero veo que sigue tal cual —Alwar apreció—. Aunque ya no es tan fría y oscura, debo admitir —aseguró por el confort que sentía y que las cortinas se encontraban abiertas, permitiendo una mejor iluminación y una preciosa vista de los alrededores nevados.

— Decidí conservarla así, en honor a mi padre—respondió Aifor, heredero indiscutible de Clyde Van Alberich.

Para él también fue una sorpresa que tras el funeral del dios guerrero de Megrez, Fassolt (el mayordomo) y Brunilda (la mucama) le entregaran el testamento de su maestro, en el que claramente se estipulaba que reconocía a Aifor de Merak como su hijo y único heredero de todos sus bienes y posesiones. Cuando vio la firma de Clyde al final del acta, Aifor lloró como no lo había hecho desde que su maestro falleció; ante aquel último obsequio, no pudo contenerse más.

— ¿Incluyendo la servidumbre? —preguntó el guerrero de Benetnasch, anticipando la llegada de la anciana Brunilda, cuyo vestido negro se arrastraba en el suelo alfombrado, llevando consigo una charola con tres vasos y una botella de vino. La mucama de cabello recogido y espalda encorvada se retiró una vez dejara aquello en la mesa del centro.

— Sí, vienen con la casa y el título—respondió tras una inconsciente pausa.

Aifor Van Alberich, aún es gracioso de decir —sonrió Alwar, interesado en lo que Aifor tendría que hacer con la botella y los vasos frente a él.

Hasta Sergei miró discretamente cómo Afor sacó los brazos de entre sus ropas, mostrando las manos artificiales de las que ahora se valía para las actividades cotidianas.

Esas prótesis rojas fueron un obsequio, diseñadas por el maestro herrero del Santuario en coordinación con el señor de la Dinastía Li. Estaban hechas con una aleación de oricalco y  gammanium que por ciertas artes místicas permitían que tuvieran una funcionalidad y movilidad muy flexible, tal cual fueran los miembros originales.

El problema fueron los primeros meses, cuando Aifor no perfeccionaba su uso, por lo que por un tiempo algunos se las ingeniaban para no saludarlo de mano o pedirle que sujetara algo pues terminaba triturado en sus dedos aun con el más leve apretón.

Por ello, que pudiera tomar el vaso y la botella de cristal sin romperlos era todo un logro.

 

Cuando el dios guerrero de Merak ya se había hecho a la idea de continuar su vida careciendo de brazos, apareció un día a las puertas de su hogar Syaoran Li, jefe de la renombrada Dinastía Li, con tal regalo.

Al principio dudó pues no le debía nada que él supiera, sin embargo aceptó no sólo por la insistencia, sino por la posibilidad de volver a sentirse un hombre útil. No fue fácil acostumbrarse a ellas, y ni hablar del dolor que sufrió cuando se las implantaron en los muñones, pero ahora las había dominado después de mucho practicar. Eran muy especiales ya que además de ser tan resistentes como una armadura sagrada, si llegaran a sufrir alguna descompostura o daño por cualquier causa externa, éstas sanarían con el tiempo, incluso crecerían junto con el resto de su cuerpo con el paso de los años sin necesidad de alguna intervención a menos que llegaran a despedazarse.

 

Alwar olfateó el vino antes de beberlo al ser dueño de refinados gustos, mientras que Sergei bebió el contenido de un solo sorbo como si fuera simple cerveza de raíz.

— Sin duda naciste con suerte, siendo acogido por dos grandes hechiceros —comentó Alwar—. ¿Aún no sabes a qué se debe tal acercamiento? —preguntó, viendo con desaprobación cómo Sergei se empinaba un segundo vaso de vino.

—  Se lo pregunté la primera vez que vino aquí —respondió Aifor, sentándose en el sillón de más alto respaldo—. Me dijo que no sería el único beneficiado de esta invención —apuntó, alzando un poco el brazo artificial con el que sostenía su vaso de cristal—, el Patriarca del Santuario y otro santo de oro también obtuvieron uno según sé. Es una retribución a todo lo que sucedió, pues no pudieron hacer gran cosa en los infortunados eventos… Además de que parece que le recuerdo a su hijo fallecido o algo así. —Aifor bebió.

— Eso lo explica. Pero parece que se han vuelto cercanos, ¿no es verdad?

— Me hace una visita cada tres meses para ver mi progreso, no puedo negarme después de su generosidad. Pero sí, es un buen hombre al que puedo llamar amigo, incluso me ha enseñado a canalizar mis poderes mágicos, cosa que ni siquiera el maestro Clyde pudo hacer—explicó con clara nostalgia—. Dijo que la próxima vez traería a su esposa e hijas con él.

— ¿Sus hijas? —inquirió Alwar con una sonrisa sarcástica—. Hmm, cualquiera podría pensar que quiere emparentar contigo, ¿no lo crees?

— Cállate, no metas ideas en mi cabeza —rezongó, imaginando que por esa insinuación actuaría todo nervioso ante las mujeres de la familia Li al verlas.

Sergei no pudo evitar sonreír ante la burla.

— No hay nada de malo en pensar en buscar una compañera, incluso Sergei aquí presente no deja de merodear a una en especial —comentó Alwar con cizaña.

Sergei respingó, avanzando como un rayo hasta aparecer de pie ante el guerrero de Benetnasch en un claro gesto de amenaza.

— ¿Quién diría que el cortejo de los lobos fuera tan cariñoso?

— ¡Cierra la boca, Alwar!— Sergei le advirtió, alzando el puño con desafío.

— Hablando de romance —intervino Aifor antes de que su sala de estar se convirtiera en un cuadrilátero—, ¿qué hay de nuestra Comandante? ¿Dónde está ahora?

— De viaje —respondió Alwar con tranquilidad.

— No me digan que al fin accedió a mudarse al Santuario —presintió Aifor con cierto sobresalto.

— No, Sugita aún intenta convencerla, y Freya aún busca convencerlo a él de mudarse y vivir con ella —explicó, sintiendo simpatía por la joven pareja. Sabía que tarde o temprano alguien tendría que ceder si querían que su relación avanzara—. Tras el nacimiento de la princesa Elda, el señor Bud se encarga totalmente de los asuntos del reino, por lo que las actividades de los dioses guerreros han disminuido bastante. Así pues la Comandante pudo darse el lujo de salir unos días pese a su propia apretada agenda familiar.

— Vamos, si tu quisieras también podrías tomar vacaciones —anunció Aifor al sentir un poco de envidia.

— ¿Y alejarse de la señora Flare? —inquirió Sergei en venganza tardía—. Primero se corta un brazo.

Alwar decidió no dejarse llevar por el comentario, por lo que su silencio prevaleció pese a que era  un secreto a voces que el dios guerrero de Benetnasch siempre ha sentido un amor platónico por la princesa, uno que jamás sería correspondido, pues tras la muerte de su esposo e hija menor, era evidente que el pesar de Flare nunca disminuiría, sólo aprendería a vivir con él.

Ante la tensión en el ambiente Aifor carraspeó y buscó cambiar de tema una vez más.

 

El reino de Asgard también sufrió pérdidas terribles, mas el pueblo de Odín siempre ha logrado alzarse y seguir adelante pese a las adversidades, y lo seguirá haciendo, sobre todo con el majestuoso porvenir que está aguardándoles.

 

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Japón.

 

En cuanto vio el paraje verde con la montaña de punta nevada en el horizonte, Sugita de Capricornio se sintió de algún modo en casa. Contempló la única vivienda que a lo lejos se veía y podía jurar que era la misma en la que vivió en su niñez con su padre… ¿Acaso la había trasladado hasta este lugar?

Mientras pensaba en ello, alguien tomó su mano. — Parece que es por allá —le dijo la mujer de larga y rizada melena pelirroja—. Vamos. —Lo jaló un poco para obligarlo a reanudar la marcha.

Sugita y Freya llegaron rápidamente hasta la sombra de un frondoso árbol, en donde encontraron una lápida de piedra sobresaliendo del suelo.

El santo de coleta pelirroja sonrió con tristeza al ver el nombre de sus padres en ella, avergonzándose de lo mucho que tardó en ir a visitarlos.

— No me dijiste que tu madre estaría aquí también —dijo Freya, quien llevaba un vestido corto color uva por el cálido clima de esas tierras.

— Y no lo está, es sólo simbólica —explicó con tranquilidad—. Nunca recuperaron sus restos, así que papá colocó cerca de nuestra casa una lápida con su nombre… Supongo que creyó que sería importante para mí, a tan corta edad, entender el que ella se había marchado.

Con su armadura reluciendo por el sol, Sugita se inclinó ante la lápida y tocó con su mano la tierra frente a ella para brindar sus respetos.

En cinco años no había acudido a visitar la tumba de su padre, pues sabía que al verla la culpa lo azotaría con todo su peso.

Su padre, Eriol Hiragizawa, había sacrificado su vida para que él conservara la suya. Muchas veces se recriminó el que si hubiera sido más precavido y mucho más consciente de sus acciones quizá él no hubiera muerto en su lugar…

 

Freya aguardó solemne a su lado, orando en silencio por el eterno descanso del padre de Sugita, a quien le debía todos los momentos dichosos que han vivido ambos desde que las batallas terminaron.

De aquellos tiempos difíciles, sólo la cicatriz en el cuello del santo de Capricornio quedaba como un recordatorio de lo acontecido en Egipto. Freya prefería no verla demasiado, por lo que se concentraba en mirarlo siempre a los ojos, recibiendo sólo miradas de gran amor. Aun ahora le parecía increíble que el atolondrado Sugita se convirtiera en un hombre tan apuesto y al que amaba con tal intensidad.

 

— Te lo dije mamá —escucharon de repente, sobresaltándose un poco—. Es él —dijo una pequeña niña de seis años de edad que vestía un kimono azul con estampados dorados de soles y lunas—. ¿Verdad que sí? —preguntó insistente, jaloneando el kimono de su madre.

Sugita no alcanzó a ponerse de pie cuando ya la niña de corto cabello negro se había abalanzado a su encuentro para decirle dulcemente —: ¡Bienvenido a casa, hermano mayor!

Sugita quedó mudo por unos segundos, en los que vio en el rostro de la niña los mismos ojos que también heredó de su padre.

Presionado por el momento, el santo llegó a tartamudear —: Gra-gracias…

— Parece que sí recibiste mi carta después de todo —dijo la mujer, que vestía un fino kimono negro, estampado con flores rojas del infierno*, sobre el que resaltaba el rosario de cuentas azules que colgaba de su cuello.

— Sí, lamento no haber respondido o anunciado mi llegada —comentó, poniéndose de pie, dejando a la pequeña niña maravillada al ver a tan alto caballero de armadura dorada, justo como el de los cuentos que su madre le leía.

Jum, yo creo que sólo te decidiste una mañana al despertar y antes de perder el valor te lanzaste en este viaje —dijo Anna Hiragizawa con cierta hilaridad.

Freya sólo carraspeó, sabiendo que era exactamente cómo había sucedido. Varios meses atrás Sugita recibió una carta de parte de la viuda, en la que lo invitaba a visitarla pues debía entregarle algunos objetos de valor que su difunto esposo dejó a su nombre, pero no lo haría hasta que formalmente viniera a rendirle el respeto a la memoria de su padre ante su tumba.

Aunque Sugita no tenía interés en ninguna posesión material, la posdata final del mensaje es lo que lo hizo dudar demasiado: Tu hermana quiere conocerte.

Una hermana tan pequeña que le daba la más tierna de sus sonrisas. En sus ojos claramente se veía el gusto que le daba conocerlo por primera vez. ¿Pero por qué le dedicaba tan amplia sonrisa? Un día seguro ella entendería la razón por la que no tiene un padre y lo culparía por ello.

— No fue tu culpa —dijo inesperadamente la sacerdotisa Anna—. Ni Eira, ni mucho menos yo te culparemos jamás.

El santo la miró sorprendido, ¿acaso podía leer la mente?

— Algo mejor —respondió la sacerdotisa, anticipando el pensamiento con un misticismo similar con el que Nihil de Lymnades alguna vez le respondió la misma pregunta.

— Yo… —se atragantó, sosteniendo su casco nerviosamente.

— Tu pena es entendible, pero no la engrandezcas pensando erróneamente. No te culpo —volvió a insistir la mujer, logrando que el santo sintiera un alivio en el alma que le permitió relajar los hombros y la mente—. El único culpable es Eriol —explicó con una estricta y peligrosa mirada—.Ya me encargaré de reprenderlo cuando sea mi turno de ir al más allá —aclaró, despertando mucho desconcierto en los visitantes.

La pequeña Eira asintió, pese a su edad ella entendía que su querido padre se fue al cielo por una buena razón.

— Pero no te equivoques, como madre comprendo el sacrificio de Eriol —dijo Anna, posando la mano sobre la cabeza de su pequeña—. Es algo que yo misma estaría dispuesta a hacer por el bienestar de mi hija.

— Sus palabras me conmueven, señora Anna.

Mamá —corrigió ella.

— ¿Q-qué? —Sugita preguntó tras un titubeo.

— Puedes llamarme mamá —dijo seriamente— o madre, lo que te sea más fácil.

Sugita se enrojeció, bastante apenado. Incluso Freya no supo si reír o escandalizarse por la propuesta.

— ¡E-eso no creo que sea ne-prudente…! —el santo logró decir, bastante abochornado por la petición.

— Fui la esposa de tu padre —cortó sus quejas—, eso te convierte en mi hijo también y mi deber a partir de hoy será cuidarte como tal —decretó con una severa mirada por la que todo hijo no tendría más remedio que obedecer.

— Sí, Eira también cuidará de ti, hermano mayor —aseguró la niña, quien entusiasmada le sujetó la mano con sumo cariño.

— Tu padre tuvo sus razones para alejarte y que siguieras el camino que te convertiría en un santo de Atena, pero te aseguro que en el fondo su deseo era estar ahí para ti cuando más lo necesitaras —confesó Anna, conociendo el conflicto interno de Eriol—. Eira y yo seremos tu familia ahora.

Sugita quedó totalmente enmudecido, lanzando miradas entre Anna y Eira Hiragizawa sin saber qué decir.

Por suerte, Freya estaba ahí para él.— Dele unos minutos, creo que todo esto lo dejó bastante impactado. Pero le aseguro que está muy feliz por sus palabras, señora Anna.

Anna miró a la guerrera a los ojos, y por Odín que Freya sintió que debía respetar a esa mujer igual o tal vez más que a la misma señora Hilda.

— ¿Así que tú serás la madre de los dos niños pelirrojos?—Anna pensó en voz alta, recordando la última predicción de su esposo al ver su cabello rojizo.

— ¡¿Perdón?! —la asgardiana se sobresaltó, ¿había escuchado bien?

— Eso aún está por verse —añadió Anna con una sonrisa confiada.

— ¡¿Qué quiere decir?! —Freya replicó con cierta indignación, ¿acaso esa mujer estaba insinuando que no era sería una buena esposa para Sugita?

Anna dio media vuelta sin responder, con la intención de regresar a su casa.

— Vengan, hay mucho de lo que debemos hablar y no lo haré aquí de pie— indicó, liderando el camino—. Tomaremos té.

Eira jaló a su hermano mayor, logrando que éste la siguiera un poco encorvado por la diferencia de estaturas.

— Yo preparé tu té. Dos cucharadas de azúcar y unas gotas de limón, ¿no? —preguntó la pequeña quien caminaba al revés por no querer apartar la vista de su hermano mayor.

— ¿Cómo lo sabes? —Sugita parpadeó incrédulo, a lo que la niña sonrió con complicidad.

Poniendo un dedo sobre sus labios, esperando que sea un secreto entre ambos, Eira murmuró —: Papá me lo dijo.

 

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Grecia, Santuario de Atena.

 

En el Coliseo, el día pasó de manera lenta y estresante por las pruebas que allí se suscitaron.

Los veintidós aspirantes se dividieron en tres grupos de acuerdo a su habilidad, quedando quince en el grado bronce, seis en el plata y sólo uno en el oro. La mayoría de participantes y espectadores esperaban los habituales combates uno contra uno para medir las capacidades de los jóvenes guerreros, mas cuando los quince aspirantes a armaduras de bronce se situaron en el área de combate entendieron que tendrían que combatir todos a la vez entre ellos. La destreza que demostraron fue asombrosa, mas uno a uno quedaron fuera de combate hasta que sólo cinco se mantuvieron en pie. Entonces se marcó una pausa en la que se anunció el ingreso de un nuevo contrincante al que todos ellos deberían combatir, siendo a través de Jabu de Unicornio que demostrarían si realmente alguno merecía el lugar que aspiraban ganar. El experimentado Jabu, llevando su armadura de bronce, presionó a los aspirantes hasta el punto en que sólo dos quedaron en buenas condiciones, logrando éstos romper partes de su cloth y herirlo significativamente. Sólo hasta que el Patriarca dio por terminada la prueba es que el combate cesó sin la necesidad de que Jabu tuviera que haber sido vencido.

El turno de los plateados fue mucho más feroz, quedando dos lo suficientemente sanos como para enfrentar a Shaina de Ofiuco. La poderosa amazona no tuvo contemplaciones contra los dos aspirantes, entre ellos Mailu, quien con ferocidad combatió a la amazona más letal, y que a su vez era la instructora más estricta que se conocerá en el Santuario. A duras penas los aspirantes lograron sostener la batalla contra la fuerte guerrera a quien sólo lograron rasguñarle los brazos antes de que el combate se diera por terminado.

Por último, la única aspirante a armadura de oro no contó con compañeros en esa cruzada, por lo que pasó inmediatamente al combate contra un santo de oro, Jack de Leo.

A diferencia de lo que muchos esperaron, el santo de Leo actuó con fuerza desde el principio, sorprendiendo más de una vez a Ayaka, aprendiz de Kiki.

La ahora amazona utilizó de manera sublime su habilidad de teletransporte para salvarse de los rugientes relámpagos de Leo, así como el uso del Cristal Wall. Todo terminó cuando Jack tomó por sorpresa a Ayaka y le presionó la espalda sólo con la punta del dedo, dejando a la guerrera inmóvil al saber marcada su derrota; de tratarse de un combate de vida o muerte su contrincante le habría atravesado el corazón. Aunque muchos se desilusionaron por tal final, una última sorpresa sacudió el Coliseo cuando el casco y el peto de la cloth dorada de Leo estallaron sin causarle daño a su portador, en un efecto tardío de los golpes precisos que Ayaka dio en ella.

Sus amigos cercanos estallaron en vítores, pues sabían que esa era una habilidad que Ayaka había aprendido muy bien gracias a su maestro Kiki.

 

Al atardecer de aquel día, sólo cinco de los veintidós aspirantes se enfilaron ante el Patriarca quien, desde lo alto del podio que le correspondía, dio su aprobación a los resultados. A su lado, Shunrei y Arun miraban con una sonrisa de enhorabuena a los nuevos santos.

— El día de hoy hemos sido testigos del gran poder que su valentía y determinación les ha permitido labrar los últimos años —habló el Patriarca, que vestía su toga blanca ceremonial y el casco de oro en su cabeza. Al alzar las manos hacia el cielo, los rayos del sol se reflejaron en su brazo derecho, ahora de metal dorado—.  Nos han mostrado los dones con los que serán capaces de servir a los ideales de Atena como protectores de este mundo y de la humanidad. Desde el día de hoy ustedes serán reconocidos como santos y la bendición de Atena estará siempre con ustedes. Que la voluntad de la diosa se cumpla —sentenció.

Su orden llegó más allá del Coliseo, pues desde el Templo de Atena cinco estelas resplandecientes emergieron cual estrellas fugaces hacia el cielo para terminar descendiendo a tierra en un espectáculo en que traslúcidas figuras mitológicas danzaban por el colorido manto rosado y violeta del atardecer.

Al mirar los jóvenes hacia arriba, descubrieron que esos cometas estaban por caerles encima. Envalentonados porque Ayaka no se movió de su sitio, todos permanecieron firmes, uno que otro cerró los ojos pensando en que aquello los aplastaría, mas tras un pesado estruendo, cinco piezas aterrizaron a los pies de los nuevos santos.

Allí, frente a ellos, estaban las Cajas de Pandora de las cloths que los consideraron dignos de pertenecerles.

Mailu esbozó una amplia sonrisa al ver el emblema de su cloth plateada, sin sentirse eclipsado por la caja dorada que Ayaka palpó con humildad.

— Éste es el símbolo de que Atena los ha reconocido como guerreros de la justicia, hónrenla y respétenla hasta el final de sus vidas.

Con solemnidad los nuevos santos Cora de Paloma, Zander de Lince, Karsten de Ballena, Mailu de Can Mayor y Ayaka de Virgo reverenciaron al Patriarca y a su familia, jurando lealtad al Santuario y a los decretos de la diosa de la sabiduría. Ellos eran la primera generación de nuevos santos que verían florecer una era llena de paz, prosperidad y gran porvenir en el mundo.

 

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En un pequeño puerto de América.

 

— ¿Cuántas veces  tengo que decirte que este no es un barco de pasajeros? —inquirió frustrado un hombre con sobrepeso, cuya tarea era encargarse de que el inventario se suba y baje correctamente de la embarcación de la que era miembro.

En aquel puerto tan pequeño, el único día de entero bullicio era cuando el Dragón Azul arribaba a dejar embarques y abastecerse para continuar con su largo viaje por los siete mares.

Usualmente el robusto marinero disfrutaba del medio día que pasaban en ese sitio, pero no en esa ocasión, pues desde que atracaron una joven mujer no había dejado de atosigarlo. Ojalá fuera por motivos románticos, pero no, la terca muchacha demandaba algo que le era imposible concederle.

— Eso ya lo sé —repuso la mujer de corto cabello azul. Vestía pantalones ajustados, botas cortas y un blusón gris de mangas largas ideal para viajar.

— ¿Entonces por qué sigues de necia? ¿A dónde quieres ir que ningún otro barco pueda llevarte? —inquirió el malhumorado marino, escribiendo en una hoja aquello que revisaba de las cajas por las que pasaba—. Somos un barco de carga y por más dinero que pudieras pagarme no cambiarás las cosas.

— No busco ir a ningún otro puerto en particular —explicó la mujer de ojos rojizos y fuerte carácter—. He escuchado que el Dragón Azul es el único barco que transita por todo el ancho y largo del océano, quiero enlistarme, trabajar en él.

— Temo que eso no será posible, el Capitán no está reclutando más gente por ahora —respondió, mirando de soslayo al silencioso acompañante de la mujer que supo mantener la distancia; un hombre de cabello largo y oscuro que le cubría el ojo izquierdo, vestía ropaje holgado cuyo alto cubrecuello le escondía la parte inferior de su rostro.

— ¡¿Es porque soy mujer?! ¡¿Es eso?!— exclamó la joven con indignación—. Te aseguro que tengo una fuerza y destreza mucho mejor que la de cualquiera en esta embarcación y puedo probártelo —apostó, señalando la ancha cintura del marinero—. Incluso creo que vi a un hombre manco la última vez en su tripulación, ¿acaso él podría ser de más utilidad que alguien que tiene dos manos? —enfatizó, alzando la guardia como quien quiere empezar una pelea.

— Escucha, pequeña bocona —se impacientó el hombre, girándose hacia ella sin que ésta retrocediera siquiera un centímetro—. No sé qué clase de hombres misóginos crees que somos, pero déjame decirte que nuestro Primer Oficial es una mujer, así como lo es la médico que nos acompaña—explicó, inclinándose hacia la joven—. Y el hombre al que llamaste manco es el Segundo Oficial, te sorprendería lo diestro que puede ser con una sola mano. Sin mencionar que no he conocido jamás a un hombre que conozca las rutas del mar como él, creo que hasta puede controlar el clima el muy bastardo—rió, recordando los comentarios de sus atolondrados compañeros, infundados por todas esas indicaciones ilógicas que los habían salvado de terminar en el fondo del mar.

— ¿Entonces? ¿La razón es…? —preguntó la chica con gesto malhumorado.

— Que de seguro no sabes nada sobre los trabajos en un barco y —con fuerza sujetó la muñeca de la joven, extendiendo su mano clara y libre de impurezas—, que desconoces el trabajo duro.

En ese momento el silencioso acompañante de la mujer frunció el ceño, listo para intervenir si era necesario.

La mujer exhaló una larga respiración sin dejar de mirar a los ojos al regordete marinero. Antes de que ella lo obligara a quitarle las manos de encima, alguien apareció para interceder por el pobre marino quien de seguro habría terminado sin dientes o algo peor.

— Lucas, ¿podéis decirme qué pasa aquí? —pregunto el recién llegado que caminó lentamente por entre las cajas descargadas.

— Nada, señor. Sólo una pueblerina terca que no sabe aceptar un no como respuesta. —El hombre la soltó y pretendió volver a la revisión de la mercancía, alejándose un poco.

La mujer iba a protestar, pero al ver de cerca al hombre de largo cabello azul quedó impresionada por sus ojos, uno dorado como el sol y el otro plateado como la luna.

— No hace falta que me lo expliquéis, vuestra voz retumbó con tanta fuerza que todo el puerto pudo escucharos —indicó con gentileza el Segundo Oficial del Dragón Azul, quien también fungía como Contramaestre—. Disculpad a Lucas, es un poco hosco con las mujeres pero en el fondo es porque lo ponen nervioso.

¡Embustes y mentiras, señor! —alegó el marinero desde la distancia.

— Señorita Danhiri —la llamó su acompañante, quien se había situado a tres pasos de aquel hombre alto y misterioso.

El Contramaestre ni siquiera volteó hacia el aparente guardián de la mujer, pero percibió la advertencia marcada en su silencio.

— Calma, Ábbadon —pidió la chica, sabiendo que su custodio podría actuar de manera abrupta ante cualquiera que considerara una amenaza para ella.

— Danhiri y Ábbadon, ¿no? —repitió el hombre alto de vestimenta gris y blanca, cuyo brazo derecho brillaba por una prótesis de metal dorado—. Según entiendo os interesa formar parte de esta tripulación.

— S-sí, exacto —Danhiri dijo, sin saber por qué de repente comenzó a sentirse tan nerviosa.

— ¿Existe alguna razón en especial?

— Como ya lo dije, deseo recorrer lo ancho y largo de este mundo y sólo el Dragón Azul puede facilitármelo —repitió la chica, sin saber por qué ahora también se sentía abochornada por sus propias palabras.

— ¿Qué es lo que estáis buscando?

— ¿Buscando? —repitió la mujer.

— Alguien que desea viajar tanto es porque busca algo… ¿o es porque deseáis dejar algo atrás? —indagó.

— Busco —dudó de sí misma, mas rápidamente admitió que—, un lugar al cual pertenecer. He recorrido todo este continente buscando un sitio en el cual sentirme útil, pero no he podido… Es por eso que decidí emprender un viaje aún más largo, con la esperanza de poder encontrarlo. Admito que ese hombre tiene razón —refiriéndose a Lucas—, no sabemos nada sobre labores en un barco pero le juro que aprenderemos rápido.

Danhiri se miró las palmas de las manos y se las enseñó al Contramaestre —. Le prometo que en poco tiempo estarán tan ásperas y callosas como las de cualquiera de su tripulación, trabajaré duro.

Para sorpresa de la pareja, el Contramaestre llevó su mano metálica hacia el rostro de Danhiri, y con las puntas de sus dedos le apartó un poco el flequillo de cabello que le cubría la frente, descubriendo la horrible y antigua cicatriz que allí se escondía.

— Lo que no muestran vuestras manos se refleja en otro sitio por lo que veo —murmuró, dubitativo. Aquello era una marca que sólo un fiero combate podía conceder, contaba una historia y un currículum desconocidos por la misma mujer.

 

Ábbadon pudo haber actuado de muchas formas, mas se quedó estático al escuchar las palabras de Danhiri, viniendo a él la última predicción de Tara.

Cuando ella y el señor Avanish murieron, Ábbadon aguardó el tiempo prudente para llevar a Danhiri al exterior, siendo hasta que la joven recuperó poco a poco el habla y el entendimiento, algo que la llevó a querer salir al mundo y al mismo tiempo a hacer preguntas.

Como era de esperarse, la hija de Avanish no recordaba absolutamente nada de su vida pasada, ni a las personas que hubo en ella, pero pese a que su mente olvidó, su cuerpo no. Su fuerza y destreza física se mantenían intactas, mas no la habilidad de conectarlas con el poder cósmico innato con el que nació... y agradecía aquello.

Danhiri había vivido como una chica ingenua y normal que debía redescubrirse por su cuenta, y cuando llegó el tiempo de Ábbadon de responder sus preguntas él decidió lo que creyó mejor para ella.

No mintió al decirle que sus padres y hermana murieron como muchas otras personas víctimas de los grandes desastres que ocurrieron en el mundo cinco años atrás, mas en Danhiri no vio tristeza, ¿cómo extrañar a personas que no recuerdas?

Tras eso viajaron por mucho tiempo, siempre siguiendo la curiosidad de Danhiri por otros lugares, quien se negaba a asentarse en un sitio de manera definitiva dando sólo vanas razones como que era un sitio aburrido, demasiado ruidoso, tenía mal clima, etcétera, sólo continuaban andando... Buscando, tal cual ahora confesaba a un total extraño.

 

¿Sería acaso el hombre frente a él el que pronosticó la señorita Tara? ¿Ese que les mostraría la vereda correcta?

Cuando Danhiri comenzó con la idea de viajar en barco, creyó que realmente la predicción de Tara podría verse cumplida, pero ahora estaba seguro de su veracidad... ¿Cómo interferir?

Ése no era un hombre ordinario, podía sentirlo... ¿Acaso él también se había dado cuenta de lo mismo sobre la señorita Danhiri? ¿Qué era lo que debía hacer? Como su guardián había velado por ella como una hermana, pero ahora tenía que dejar que el destino actuara.

 

La sonrojada Danhiri logró salir de su estupor, carraspeando la garganta y apartando esa mano con su muñeca.

— Fue un accidente del que ya me he recuperado, y le aseguro que no me impedirá trabajar y dar lo mejor de mí —aseguró, reacomodándose el fleco. No mentía, esa fue la verdad que Ábbadon le proporcionó.

— En verdad que estáis empecinada —comentó el hombre sonriendo un poco, mas la mujer continuó mirándolo con determinación.

— Lucas —el Contramaestre llamó al marino, sabiendo que éste lo escucharía donde quiera que estuviese—, creo que escuché que Carim bajará en el puerto de Meskeneth para pasar una temporada con su esposa, y Rigel en Santa Catalina para estar con su hermana enferma, ¿no es así?

En efecto, ese par bajarán allí, permiso especial del Capitán— respondió el marinero, perdido entre varias cajas grandes.

— Lo que quiere decir que habrá dos puestos libres ¿Qué decís? ¿Os interesa? —les preguntó el Contramaestre.

— Pero señor Atlas, al capitán sólo busca marineros con experiencia.

— Habrá tiempo suficiente de aquí a los puertos de Meskeneth y Santa Catalina para que ellos aprendan lo necesario y tomen esos lugares. Se ven una pareja muy capaz.

— Yo no soy el Capitán, si esa es su decisión vaya y dígaselo a él.

— ¿Lo dices en serio? —preguntó Danhiri, asombrada de tal generosidad.

Atlas asintió. — Estaríais un poco apretados, pero algo podremos hacer. Es vuestra decisión. El trabajo en el mar es duro, pero os aseguro que la paga es buena. Aunque los próximos meses iréis como aprendices por lo que deberéis conformaros con alojamiento y comida.

— Con eso basta —dijo Danhiri con un semblante de felicidad y respeto hacia aquel hombre que había decidido confiar en ella—. ¿Verdad que sí, Ábbadon?

Ábbadon miró a la mujer y después al Contramaestre antes de asentir con aprobación. Asistiría a la señorita Danhiri aunque ella quisiera embarcarse hacia el infierno mismo, es lo que prometió haría, y en su lealtad se encontraba su mayor virtud.

— Entonces venid a bordo, os presentaré al Capitán. Es un hombre algo excéntrico pero de buen carácter —los ánimo a seguirlo.

Danhiri rápido tomó la valija que Ábbadon estaba cuidando hasta entonces, siguiendo a Atlas con un semblante esperanzador y alegre que su guardián jamás había visto en ella.

La mujer contempló ese gran barco cuyo casco fue pintado con un azul zafiro intenso, lo que hacía que las velas se vieran aún más blancas. La cabeza de un fiero dragón con las fauces abiertas adornaba la proa.

Danhiri estaba segura de que en ese barco encontraría aquello que buscaba con tanto fervor… y quizá algo más.

 

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A las orillas del Mar Mediterráneo.

 

En cuanto el pequeño Tyrone tocó la suave arena de la playa, inmediatamente quiso gatear hacia el mar para salpicar alegremente a su madre, quien lo sujetó con cuidado. Sin adentrarse demasiado al océano, la hermosa mujer rubia se sentó para que el agua le cubriera hasta la cintura. Su vestido blanco se transparentó en cuanto fue empapado por el mar y los alegres jugueteos del pequeño de un año que luchaba por nadar por su cuenta. Para distraerlo de sus arrebatos, la madre jugueteó con él un rato.

— Él puede nadar solo —indicó una segunda doncella de cabello rosado que vestía (inusualmente en ella) un vestido blanco y corto muy acorde a su estancia en la playa, junto con un gran sombrero que la protegía del sol—. Los niños atlantes lo hacen incluso antes de caminar, pero eso ya es algo que debería saber, señora Tetis.

El pequeño de ojos verdes miró a quien habló y rápido le sonrió para decir —: ¡Caridis juga! —invitándola a su aventura mientras intentaba salpicarla pese a que ella se encontraba de pie y el mar sólo cubría sus pies.

— Lo sé Caribdis, pero no sólo debe conocer la belleza del océano, sino también apreciar la belleza de la tierra y el cielo azul, para eso será nuestra estancia en el exterior a partir de hoy— respondió Tetis, sonriendo a quien ha sido una eficiente cuidadora de su bebé, pues respetaba horarios y métodos repetitivos que para cualquier otra persona serían tediosos o cansados. Pero en cuanto el bebé se ponía a llorar era cuando su atrofiada empatía le impedía solucionarlo. Aun así, no existía otra persona dentro y fuera de la Atlántida a quien le confiaría el cuidado de Tyrone.

— ¿Y en verdad tengo que vestir así? —preguntó la atlante al tomar los extremos de su falda  para alzarla un poco —. Es más cómoda mi scale.

— Temo que tendrás que acostumbrarte —rió un poco Tetis, acostumbrada a la inexpresiva guerrera que logró sobrevivir a la cruenta batalla contra Avanish—. Relájate un poco, ¿quieres? Disfruta con nosotros.

— Enterada —respondió, mirando el horizonte e intentando obedecer aquella orden.

— Es evidente que Caribdis desconoce lo que son vacaciones, pero es bueno que se mantenga siempre en alerta para su protección, señora Tetis —dijo una tercera persona que arribó a la playa, mas permaneciendo alejado del oleaje por no querer arruinar sus zapatos y el pantalón blanco de su traje.

¡Solento cación! —aplaudió el bebé al reconocer al hombre que tocaba para él alegres melodías.

— Eso sonó a que me lo está demandando —dijo Sorrento, quien esbozó una sonrisa.

— Es porque lo tienen muy consentido —explicó Tetis, besando la frente de su hijo.

— Tiene razones para ser tan amado y querido por todos nosotros —repuso Sorrento—. No por nada es el primer hijo del Emperador nacido en esta Nueva Era, el primero de otros que vendrán, esperemos —añadió para la mujer a la que ahora debía llamar señora e inclinar la cabeza, pues la sirena Tetis había sido elegida por el Emperador para ser su esposa y madre de su futura descendencia.

— Y los habrá —respondió Tetis, agradecida con el destino por tal honor. Aunque ella siempre tuvo sentimientos por el joven Emperador Julián, entendía y aceptaba su posición como una súbdita más dentro de su vasto ejército, uno en el que ni siquiera era la más poderosa, pero sí una de las más leales.

Ese día en que el Emperador regresó victorioso de su batalla contra el dios del sol, sorprendió a todos no sólo por volver con su sagrada kamui, sino porque lo primero que hizo fue besarla delante de los marines shoguns.

Tenía que verte  una vez más para comprender por qué estuviste en mis pensamientos en esos momentos, y por qué fue tu voz la que llegó a mí para levantarme cuando estaba por darme por vencido… Y ahora lo sé, Tetis —fue su declaración de amor después de aquel beso con el que selló su destino a su lado, un momento que cada que lo recordaba hacía que se le colorearan las mejillas.

— Por ahora puedo comunicarle que los últimos arreglos han terminado y ya puede pasar a instalarse apropiadamente en la mansión. Su majestad aguarda en la terraza principal por si desea verle —explicó Sorrento, como todo buen mayordomo.

Tetis se alzó, cargando al príncipe de la Atlántida en sus brazos.— Vamos… pero Sorrento, no tienes que ser tan formal conmigo —pidió Tetis por enésima vez desde que fue desposada.

— Le reitero que es algo que me será imposible. Así como he servido y cuidado al señor Julián, es ahora mi deber también velar por usted y el joven príncipe hasta el final de mis días.

 

 

Arriba, sobre el despeñadero a orillas de la playa, la mansión de la familia Solo se mantenía en pie y tan majestuosa como siempre lo ha sido pese a los cambios y catástrofes sufridos en el mundo las últimas décadas.

En su interior, una nueva servidumbre se había instalado para servir a la noble familia que la habitará por un tiempo, pues el rey de la Atlántida no podía permitirse el ausentarse demasiado.

Aun así, el que pudiera estar sentado en ese balcón con vista panorámica al océano, degustando una taza de café en la tranquilidad de la tarde, era porque confiaba plenamente en Enoc de Dragón Marino para mantener el orden en el reino y tomar decisiones importantes. Además, desde que Nihil de Lymnades pasó a ser el asistente de Enoc y Alexer de Kraken el administrador del reino, los tres habían sabido coordinar sus esfuerzos para mantener a la Atlántida en constante balance y continuo desarrollo.

 

Allí, en ese momento en que volvía a vestir cual acaudalado hombre de negocios, Poseidón se permitió dejarse llevar por la nostalgia y admitir que, después del paso de tantas eras, se sentía realmente feliz, como no lo había sido en mucho tiempo.

Remembranzas vinieron a él de su vida como el magnate Julián Solo, sobre todo al encontrarse en el mismo balcón en donde años atrás le propuso matrimonio a Saori Kido, siendo desde entonces que su vida sufrió grandes cambios.

¡Papá! —escuchó, girando la cabeza para ver a Caribdis de Scylla cargando a un cambiado y presentable Tyrone.

Caribdis realizó una ligera inclinación antes de acercarse a la mesa donde se encontraba el Emperador.

— La señora Tetis me pidió entregárselo.

— Cierto —sonrió Julián al mirar el reloj de oro oculto bajo la manga blanca de su saco—. Ella siempre tan puntual —dijo, alargando los brazos para tomar a su pequeño hijo, vestido ahora con un traje azul marino de saco y short muy similar a los que él utilizaba cuando era un infante.

El Emperador sentó al niño en su regazo y le alcanzó el biberón que Caribdis le extendió lleno de jugo de manzana. Tyrone comenzó a chupar la mamila rápidamente, quedándose muy cómodo en los brazos de su padre.

Cuando Tyrone nació, Tetis le hizo prometer algo. Pese a que ella entendía las obligaciones de un Rey, le pidió que sin importar lo ocupado que estuviera, siempre debía dedicarle a su hijo una hora mínimamente del día. Por todas sus experiencias como padre, dios, rey y empresario, Poseidón no lo consideró un problema.

— Puedes dejarnos, Caribdis —él le pidió, a lo que la mujer asintió y volvió al interior de la mansión.

Pasaron largos minutos en los que padre e hijo compartieron el atardecer y el gentil viento. Para cuando Poseidón dio el último sorbo a la taza de café, su hijo miró hacia un lado y al despegar su boca del biberón dijo —: Dende rojo —señalando con una mano un punto invisible en el balcón.

Poseidón miró con tranquilidad en dicha dirección y, donde todos los demás no verían a nadie, él y el bebé se encontraron con alguien que los saludó con una amigable sonrisa.

Dende rojo, hola— saludó el niño, feliz, como quien veía a un gracioso amigo imaginario. Pero ese hombre no era parte de su inocente imaginación.

¿Duende rojo? Vaya apodo el que me ha puesto tu hijo —dijo la aparición, quien vestía un elegante kimono rojo que sólo podría ser visto en antiguos emperadores de Japón—, pero si no soy tan enano como para ser considerando un duende—meditó, mirando sus pies que estaban flotando a diez centímetros del suelo—. ¿No te sorprende que siendo tan pequeño sea capaz de verme? —preguntó con camaradería.

Por supuesto que no le sorprendía, era su hijo del que estaban hablando.— Más bien, lo que me inquieta es que te trate con tanta familiaridad —indicó Poseidón, mirando acusadoramente al atolondrado Shaman King—. Has estado merodeándolo de nuevo, ¿verdad?

¿Yo? —Asakura se señaló— No, no, para nada… —quiso mentir, pero al ver el ceño del Emperador a un centímetro de fruncirse decidió confesar—. No es mi culpa que siendo tan bebé ya sea capaz de verme, yo sólo paso por allí para ver cómo van las cosas —se excusó, girando el rostro pues era un mal mentiroso.

Yoh Asakura mantenía la apariencia joven con la que murió hace cinco años, mas por su título ahora debía vestir de manera más adecuada y presentable.

— ¿Desconfías de mí? —preguntó el dios.

Sabes que no —respondió Yoh con honestidad—. Pero ya que tu reino es el más bullicioso, me gusta ver un poco y conocer a todas las nuevas personitas que llegan a nacer en este mundo. Incluyendo al pequeño príncipe. — Yoh acercó la mano al infante, quien le sujetó un dedo con alegría, siendo en ese único acto en que el Shaman King comprobó una vez más el gran poder que ese niño tendría en un futuro.

Conoceré muchas personas en los próximos cuatrocientos ochenta años que me restan de vigilia, por lo que tendrás que seguir tolerándome —dijo de manera simpática.

— No creo que este cuerpo vaya a vivir tanto —Poseidón comentó con resignación.

No importa, te prometo que vendré a saludarte sin importar tu encarnación. ¿O es que acaso una vez termine tu tiempo aquí no piensas volver? —inquirió con cierta curiosidad.

Poseidón miró a Tyrone un momento, justo en el que el pequeño se había quedado tan quieto y placido con los ojos cerrados, a pocos segundos de quedarse totalmente dormido.

— El tiempo lo dirá —fue su única respuesta al respecto—. Por ahora me concentro en esta vida y las personas que le dan sentido.

— Es una buena vida la que has elegido, Poseidón.

— Lo sé. En cuanto a ti, ¿si estás en la Tierra es porque los cielos están tranquilos? —preguntó con interés.

Lo están, no hay nada de qué preocuparse. Mientras tú cuides de la Tierra yo los protegeré del cielo —señaló hacia arriba, siendo el pacto personal acordado entre ambos.

Poseidón asintió con aprobación para volver a quedar en silencio, contemplando el horizonte. Yoh Asakura permaneció a su lado, compartiendo aquel paraje de aguas tranquilas y un sol brillante a poco de irse a descansar.

El Shaman King sonrió levemente, sabiendo que todos los seres vivos de ese mundo podrán dormir tranquilos, pues entre ellos vivían cuatro grandes dioses que los protegerían de cualquier mal que intentara poner en peligro la paz añorada y alcanzada en ese pequeño planeta azul.

Y como si en las nubes del ocaso pudiera ver imágenes alentadoras es que murmuró—:  El futuro es prometedor.

 

 

 

 

 

FIN

 

 

 

Faldellín*: un tipo de falda que utilizaban los varones en el antiguo Egipto. Llegaba por encima de las rodillas, con dos extremos cruzados y anudados a la altura de la cadera.

Astarté*: Señora de los caballos y los carruajes.

Lycoris radiata* es una flor roja brillante nativa de Asia que es vulgarmente llamada flor del infierno.

 

 

https://youtu.be/md4bU3n9v_4?t=2m1s


NOTAS DE LA AUTORA

 

Al fin, han pasado más de ocho años desde que el 15 de Diciembre del 2008 comencé a publicar esta historia y hoy, 31 de Julio de 2017, pude ponerle fin.

 

Han sido muchos años para un proyecto que en aquellos tiempos creí poder manejar y terminar sin tanta dificultad, sin embargo, ocho (casi nueve) años es mucho tiempo y pasé varias etapas de mi vida con él, como el tener mi primer trabajo formal, comprometerme, casarme, mudarme de casa, etc. Así que como iba creciendo y madurando, las ideas de mi antigua yo chocaban con mi actual persona. A veces pude arreglarlas, otras veces decidí ser fiel a lo que tenía y otras sólo seguí mis corazonadas con la esperanza de no dejar esto sin terminar, es por eso que quizá se notan muchos cambios de inicio a fin y hay algo de inconsistencia.

 

El fanfic no es perfecto, sé que tiene muchos errores de todo tipo, incoherencias y quizá cuando lo vuelva a releer completo me daré cuenta de que cometí muchos más, pero a pesar de esos problemas estoy contenta y satisfecha con lo que aquí hice y pude contar.

 

Mi pecado fue el querer abarcar tanto, eso lo sé, pero en mi ingenuidad de hace tantos años creí que no sería tan complicado lograr lo que me proponía y en retrospectiva me doy cuenta de que bien pude haber hecho como cuatro fanfics diferentes y no sólo uno, pero lo hecho hecho está.

 

En aquellos días estaba tan cautivada por fanfics en los que los autores inventaban su propia generación de santos que me dieron ganas de hacer lo mismo, con mi estilo y repleto de muchas locuras.

 

El Legado de Atena no es mi primer fanfic, pero sí es el más largo que he escrito y creo que será el último (cuando menos en mucho, mucho tiempo), ya que deseo emprender otra clase de proyectos que sólo puedo lograr en mi tiempo libre, mismo que utilicé para escribir esta historia.

 

Me divertí mucho, aprendí otro tanto y  me quedan gratas memorias de todo esto. Sólo me resta agradecer a los lectores que sin importar el tiempo por el que han seguido esta historia llegaron hasta aquí, ya sea escribiendo reviews de vez en cuando o sólo pasaban como lectores silenciosos, muchas gracias.

 

En verdad me animó mucho ver los reviews que de repente comenzaron a llegar, porque en la mayoría de los años que transcurrieron el Legado de Atena pasó desapercibido y/o ahuyentaba a los que leían el infame Prólogo, pero de repente en el 2015 comenzaron a llegar más lectores dándome sus buenos deseos, y eso de verdad me dio el último empujón que necesitaba para acabar el fanfic y que no quedara inconcluso.

 

 

 

 

 

AGRADECIMIENTOS

 

A Rexomega por haber sido el lector beta de este fanfic desde el inicio, así como ser mi Wikipedia Personal de Saint Seiya y Mitología Griega. La verdad es que sin el apoyo y los constantes ánimos que me dio este talentoso muchacho esto pudo haberse quedado estancado para siempre. Muchas gracias amigo mío, sé que llegarás muy lejos.

 

A los miembros de la comunidad de Saint Seiya Foros, sobre todo a los que rondan la Zona Fanfic, gracias por haberme aceptado y darle a esta historia una oportunidad.

 

Un agradecimiento especial a todos los foreros que en el transcurso de los años se acercaron a dejar sus comentarios, hablo de: Lunatic BoltSpectrum, T-800, Shiryu, ALFREDO, girlandlittlebuda, Morongo, Ivan de Virgo, Fenrir de Arioto Epsilon, carloslibra82, Dragon girl, Amelia, Blackdragon, Jagemcam, Seiya2523, Efebo Abel, Seiyapapa, PegasusJuanxo, Milozagal, Reiro, Fedeww, dead mask 2, Cástor_G, Ares The Destroyer, Aquiles de Sagitario, LordGianotti, -GranAbel-, Apolo the Lightbringer, Lady_Death, Chiriko_Casiopea, Killcrom, Alfanime, … , Aither y Nexus. Así como a los lectores anónimos que pudieron haber entrado sólo a leer el tema.

A todos ustedes que dedicaron su tiempo a leer El Legado de Atena, muchas gracias, espero lo hayan disfrutado y perdonen si los decepcioné de algún modo.

 

A mis amigos Nadia Zeta, Falcon, Albion Vega, Ronin, Luis-kun, Shadow Drako, Sliver, Eduardo Castro, Acuario Káiser, Link DZA y ETC_o_X, antiguos fanfiqueros de corazón quienes me apoyaron a iniciar esta historia.

 

 

CRÉDITOS

 

Historia escrita por Seph_girl (AKA Ulti_SG)

 

Personajes originales de Saint Seiya pertenecen a la historia de Masami Kurumada.

Personajes originales de Shaman King pertenecen a la historia de Hiroyuki Takei.

Personajes originales de Sakura Card Captor pertenecen a la historia de CLAMP.

 

 

CONTACTO

 

Sitios donde pueden ponerse en contacto conmigo o conocer más sobre mis hobbies y proyectos:

BLOG: http://ultisg.blogspot.mx/

DEVIANTART: http://ultisg.deviantart.com/

FF.NET: https://www.fanficti.../234966/Ulti-SG

FACEBOOK: https://www.facebook.com/ulti.sg

TWITTER: https://twitter.com/ulti_sg

 

 

 

UN PAR DE COSAS MÁS

 

No crean que al haber terminado el fanfic ya no me verán por aquí. Seguiré en modo de lectora ya que hay fanfics que sigo y otros que me encantará comenzar a leer.

Además que quiero compartir con ustedes 50 COSAS QUE (QUIZÁ) NO SABÍAN DE EL LEGADO DE ATENA y hacer unos dibujos por ahí. Así que esto no es un adiós y son bienvenidos a seguir comentando, haré todo lo posible para responder sus reviews.

 

Y hay un favor que me gustaría pedirles, si es que son tan amables de responder un pequeño cuestionario ya que me gustaría conocer sus comentarios respecto a las siguientes cuestiones:

 

1)      ¿Cuál fue tu santo/amazona favorito y por qué?

2)      ¿Cuál fue tu dios(a) guerrero favorito y por qué?

3)      ¿Cuál fue tu marino(a) favorito y por qué?

4)      ¿Cuál fue tu Patrono favorito y por qué?

5)      ¿Cuáles personajes te desagradaron más y por qué?

6)      ¿Cuál fue tu pareja romántica favorita y por qué?

7)      ¿Cuál fue la saga que más disfrutaste y por qué?

8)      ¿Cuál fue la pelea que más te gustó y por qué?

9)      ¿Cuál fue la parte que más te gustó del fanfic y por qué?

10)  ¿Qué más te habría gustado ver en la historia que no sucedió o no fue escrita?

 

*Si se les dificulta elegir sólo una respuesta en algunos de los incisos, pueden poner más de una.


Editado por Seph_girl, 31 julio 2017 - 12:02 .

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#356 Dbicho

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Publicado 31 julio 2017 - 12:27

Básicamente estoy en la cuarta pagina del Fanfic, y pase directamente del epilogo a escribir este mensaje para evitar Spoilers jaja.

 

Y lo que puedo decir es que tu fanfic engancha y mucho, y no me quedaría mas que decir que espero que no dejes de escribir mas fics.

 

PD: Aun me falta mucho para terminar de leer el fic, pero soy un lector apasionado, así que no creo que tarde mucho en llegar a leer mi mensaje de nuevo jaja.

 

PD2: Muchas felicidades por culminar tu proyecto, El legado de Atena, suerte y sigue visitando el Foro.


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Publicado 01 agosto 2017 - 00:10

-Asi que el caballero del signo mas heroico quedo encerrado,eso no me lo esperaba

 

-Asi que Terario de Acuario dejo la zona friends--XD

 

-La nueva generación es un tanto graciosa y entusiasta

 

-Ojala que saori de niña hubiese aprendido a ser como Arun---XD

 

-la Saori adulta debería aprender del ejemplo de Atem

 

-Asi que el fenix y andromeda siguen con vida

 

-Que bueno que Aifor Van Alberich logro superar el problema de sus manos

 

-pobre guerrero de Benetnasch--ni modo alguien debe

quedarse en la zona friens como es costumbre en saint seiya

 

-la familia de capricornio es un tanto extraña

 

-lastima que el legendario Jabu de Unicornio no participo en la guerra

 

-Fueron interesantes las batallas del coliseo

 

-Danhiri y Ábbadon son un duo un tanto peculiar

 

-creo que el Emperador  eligió bien

 

-El Shaman King  ni estando muerto deja de trolear

 

 

 

PD:

 

PODRIAS DEJAR ALGUNAS OPCIONES PARA TUS PREGUNTAS

 

 

.

 

 


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Publicado 01 agosto 2017 - 18:59

Cada día te vas esforzando más y los resultados mejoran sigue así y no pierdas el gusto de escribir

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#359 Patriarca 8

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Publicado 05 agosto 2017 - 22:22

Te sugeriría abrir un tema con esas preguntas en esta zona-

 

 

http://saintseiyafor...scusion-fanfic/

 

 

1)      ¿Cuál fue tu santo/amazona favorito y por qué?
2)      ¿Cuál fue tu dios(a) guerrero favorito y por qué?
3)      ¿Cuál fue tu marino(a) favorito y por qué?
4)      ¿Cuál fue tu Patrono favorito y por qué?
5)      ¿Cuáles personajes te desagradaron más y por qué?
6)      ¿Cuál fue tu pareja romántica favorita y por qué?
7)      ¿Cuál fue la saga que más disfrutaste y por qué?
8)      ¿Cuál fue la pelea que más te gustó y por qué?
9)      ¿Cuál fue la parte que más te gustó del fanfic y por qué?
10)  ¿Qué más te habría gustado ver en la historia que no sucedió o no fue escrita?
 
 
--- y de ser posible con algunas alternativas

Editado por T-800, 06 agosto 2017 - 12:37 .

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Publicado 06 agosto 2017 - 16:22

para empezar excelente final

 

pero ahora hay un problema

Me envicie y es tu obligacion sostener el "vicio" jajaja

 

-----------------------------------------------

 

 

1)      ¿Cuál fue tu santo/amazona favorito y por qué?

Kenai, Souva, Caliope, la de virgo XD

 

2)      ¿Cuál fue tu dios(a) guerrero favorito y por qué?

la comandante, bud, el lobo

 

3)      ¿Cuál fue tu marino(a) favorito y por qué?

Dragon marino, y la atlante

 

4)      ¿Cuál fue tu Patrono favorito y por qué?

no logro recordar bien

 

5)      ¿Cuáles personajes te desagradaron más y por qué?

en general dentro de su contexto me parecieron bien todos los personajes

 

6)      ¿Cuál fue tu pareja romántica favorita y por qué?

 

 

7)      ¿Cuál fue la saga que más disfrutaste y por qué?

a mi me encanto el fic completo

 

8)      ¿Cuál fue la pelea que más te gustó y por qué?

probablemente la pelea final contra Senefer y lo que poseia a los dos guerreros asgardianos,  hubo de todo ahi

 

9)      ¿Cuál fue la parte que más te gustó del fanfic y por qué?

que quedaron bien mezcladas las dos series principales mencionadas

 

 

10)  ¿Qué más te habría gustado ver en la historia que no sucedió o no fue escrita?

 

 

saludos espero ver pronto algun otro fin de SS  o de series que conozca XD






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