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28.Fics-2017-Clasificatorias

Juegos y Dinamicas critica Fics

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25 respuestas a este tema

#1 Patriarca 8

Patriarca 8

    Miembro de honor

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Publicado 18 agosto 2017 - 19:20

:s96:  :s55:

Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:40 .

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#2 unikron

unikron

    el iluminado

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Escorpion
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Publicado 18 agosto 2017 - 20:19

-FIC: El legado de los caballeros
 
Pues en esta parte del fic ocurre que Hatome y sus aliados se ven una situación complicada ante un grupo de villanos que no podían derrotar por su cuenta así que Hatome decide forzar a otro grupo de héroes que lo odian por sus métodos a colaborar con el y sus aliados secuestrando a uno de ellos y extorsionarlos con matarlo para que lo ayudaran para lograrlo envia sus aliados a secuestrar a un miembro del otro grupo teniendo exito y luego enviadoles un mensaje para que vayan a hablar con el a cambio de la vida de su compañero
 
-Capitulo 183
 
En la Antártica
 
Una hora más tarde, Chaus, Saya, Sela, Hina y Miu van hacia el oeste y se encuentran con Hatome, Raizen, El Fantasma, Fox y la hechicera.
—Así que finalmente vinieron…
—Sí, ¿dónde esta Wolf?
—Hechicera, ¿se los muestras?
—Bien.
La hechicera levita la bola de energía donde estaba Wolf encerrado con su cuerpo, muy destrozado. 
—¡Desgraciado, ¿qué le hiciste?!
—Solo me divertí un poco con el.
—¡Maldito!
Chaus lo intenta golpear, pero Hatome lo detiene, le tuerce la mano y le patea el estómago, tirándolo al suelo.
—¿Es todo, niñito tonto?
Lo vuelve a patear y Sela le grita:
—¡Deja a Chaus o…!
—¡Quietos! ¡Un paso más y su querido Wolf se muere! —dice Hatome
—¿Qué quieres? —le dice Chaus, que seguía en el suelo.
—Simple. Verán, una peligrosa organización llamada Leviathan está haciendo experimentos aquí, y son demasiados para que yo y mis aliados los derrotemos por nuestra cuenta, así que nos ayudaran a derrotarlos.
—¿Por que lo haríamos?
—Simple. Si también pelean por la justicia, no dejarán que Leviathan, una organización que solo pretende poder para sí mismos, se salga con la suya. Y dos: si se niegan, mataré a su amiguito.
—Está bien —dice Chaus levantándose. 
—¿Qué dices?
—¡Silencio! ¡Hay que hacerlo! Y ahora, libéralo…
—Sobre ello, hechicera, sácalo de aquí. —dice Hatome.
—Como digas… —Envía lo bola de energía lejos, con Wolf en ella.
—¿Qué haces?
—Se los voy a devolver después de que hayamos derrotado a Leviathan. Mientras tanto, lo mantendré como seguro y no intenten hacer algo. Si lo mato, tomaré a otro de ustedes como rehén, así que no intenten nada.
Poco después, Chaus era recriminado por sus amigas:
—¿Por que aceptaste, eh?
—Ahora estamos bajo su total control. Seguro nos tratará de eliminar.
—¿Qué? ¿Ahora le temes, como lo hacia tu padre?
—Basta. Déjenlo. Seguro hizo esto por Wolf…
—Sí. Por favor, confíen en mí.
—Lo hacemos. Pero confiar en ese anciano… eh…
—Miren, por lo que sé, será muchas cosas, pero no un mentiroso.
—Espero que tengas razón, Chaus.
Horas más tarde, El Fantasma pensaba:
—Genial. Esto acelerara todo. Iba a pensar en detalle cómo enfrentaría a mi hermana, pero ahora que está tan cerca… ¡Ahhh, tendré que decirle pronto! ¡Y no sé cómo reaccionará y…
En eso Hatome llega diciéndole: 
—Vaya, ¿por que tan tenso, eh?
—¿De qué hablas?
—Puedo notar que estás nervioso, ¿eh?
—No sé de que hablas.
—Será por tu hermana, que esta aliada con esos sentimentalistas, ¿no?
—¡¿Como lo…?!
—¿Creías que no iba a notarlo? Sus cosmos son muy parecidos, ¿sabes?
—Escucha. Sabes que jamás me uniría a unos débiles sentimentalistas…
—Sí, lo sé, pero ellos más tus liitos emocionales te podrían hacer débil.
—¡Ahhh! —Hatome lo agarra del cuello.
—¡Escúchame bien! ¡Arregla tus liitos, que te necesito centrado en esto! Y dos: no muestres ninguna debilidad, o créeme, lo lamentarás…
Lo suelta y se va, y El Fantasma piensa:
«Ahh, lo que me faltaba… Tengo que tener cuidado. La última vez que le desobedecí acabe con el brazo y tres costillas rotas. No quiero imaginar lo que me hará si no hago lo que dice… ¡Ahh! ¿Cómo manejo esto? ¡Ahh! ¡Jajajaja! al vez es hora de relajar mi mente… —dice al ver a Chaus caminando por ahí.
—¡Oye!
—¿Quién…? Vaya, que desagradable sorpresa… El Fantasma…
—¿Qué, sigues enojado por secuestrar a tu amiguito?
—Vaya, qué tonto… Intentando emular la actitud del Fantasma original, ¿eh? Eres solo una copia barata.
—¡Jaja! ¡Miren quién habla de copia barata! ¿Sabías que mi maestro y tu padre se conocían, y se consideraban buenos aliados, y mi maestro muchas veces habló bien de él diciendo que era alguien muy valiente y con un coraje y determinación inquebrantables? Y tú, ¡jaja! ¡Una mala copia de él, un sentimentalista llorón que se hace tan cobarde! ¡Apenas uno de sus amiguitos está en problemas te vuelves muy fácil de someter! ¡Jajaja! ¡Patético!
—No me provoques, Fantasma. ¿Sabías que no solo secuestraste a Wolf, sino que también tu maestro fue cómplice de la muerte de mi padre?
—¿Cómplice? Si no hizo nada…
—Exacto. No hizo nada por ayudarlo después de hacerse llamar su amigo…
—¡Jaja! ¿Qué dije? ¡Llorón sentimentalista! ¡Jaja!
—¡Tú lo pediste! —Golpea a El Fantasma y este también lo golpea. Tienen un intercambio de golpes:
—¡Toma esto! ¡Golpe de luz!
—¡Tormenta congelante!
Las técnicas colisionan y explotan hiriendo a los dos, cuando la hechicera interviene atacando a Chaus.
—¡Basta!
Chaus, furioso, se levanta y la agarra de su túnica.
—¿Qué? ¿Vas golpear a una anciana indefensa? ¿Eso te enseño tu padre, eh?
—Tú, vieja bruja, has sido cómplice de ese anciano maldito desde siempre por lo que sé…
—Lo conocí cuando era un muchacho, y sabes que él a tu edad tenía ese mismo carácter.
—¡Silencio! ¡Ya verás!
—¿Me golpearás? Vamos, ¿ese es tu honor? ¿Golpear a alguien indefenso, eh?
—¡Ah!
La suelta.
—Todos aquí son unos retorcidos. ¡Un día lo pagarán!
Se va corriendo y El Fantasma le dice a la hechicera:
—¿Estás bien? Gracias.
—Si, tranquilo, no pasa nada. Pero ¿por qué ibas a pelear con él? Es más fuerte que tú. Te habría vencido.
—Lo sé, pero quise molestarlo para despejar un poco mi mente.
En eso Hina andaba por ahí:
—¿Donde se habrá metido Saya? Seguro sigue obsesionada. ¡¿Qué rayos?!
Ve a El Fantasma y la hechicera hablando:
—¿Por qué? Vamos, sabes que puedes confiar en mí, Souma.
—¿Que por qué lo llamó Souma? ¿Acaso no puede ser? Domina el hielo y Souma odiaba el frío, y el jamás se uniría a ese anciano. Y está muerto.
El Fantasma se quita la mascara:
—Es mi hermana. Ahora que esta aquí, me tendré que enfrentar a ella pronto sobre esto. Y no será fácil.
—Quizás se enoje, pero terminará entendiéndote como tus padres, ¿no crees?
—Lo mismo pensaba, pero mis padres me advirtieron de que ella no lo entendería tan fácil, porque al parecer mi ausencia fue muy difícil para ella. Y ahora que la vi, actúo de una forma que jamás la había visto. Realmente estos años sin mí le afectaron más de lo que creía, y para colmo aliada con esos sentimentalistas… ¿Cómo se pondrá cuando se entere de que soy un aliado del viejo, eh? Y también el viejo me amenazó si mostraba debilidad…
En eso Hina estaba muy sorprendida por lo que vio.
—¡No puede ser! ¡Souma esta vivo y el es El Fantasma! ¿Pero cómo? Si por lo que sé, El Fantasma ha existido hace más de 40 años… ¡Y no lo puedo creer, es un lamebotas de ese anciano y fue cómplice de secuestro y tortura! ¿Y desde cuándo lo es? ¿En qué se ha convertido? ¡Me va a escuchar!
Hina va hacia donde estaban El Fantasma y la hechicera: 
—Vaya, qué sorpresa, Souma. ¡Estas vivo!
—¿Hina, qué haces?
—¿Qué hago? ¡Me sorprende ver que aún vives! ¡No lo puedo creer! En otras circunstancias me habría alegrado, pero esto… ¡Eres un aliado de un asesino y psicópata! ¡Secuestraste a Wolf y…!
—Sabía que esto iba a pasar, anciana. Aléjate. Esto se puede poner feo.
—Bien, pero ten cuidado, Souma.
La hechicera se aleja.
—¿Te preocupa la seguridad esa vieja bruja?
—No puede pelear. Un posible campo de batalla es peligroso para ella.
—Eso sí te preocupa, pero no te importa en lo absoluto el haber secuestrado a Wolf y ser cómplice de su tortura…
—No es nada nuevo para mí. Lo he hecho antes. Conozco al viejo desde hace 5 años.
—¿En qué te has convertido? Primero, ¿cómo estás vivo? ¿Y por qué te convertiste en esto?
—Después de mi supuesta muerte fui capturado por el clan de asesinos y torturado por ellos por años, hasta que mi maestro me rescató.
—¿Qué maestro?
—El Fantasma original.
—Fue por él que te aliaste con el anciano…
—Pues sí. Lo conozco desde hace 5 años como te dije…
—¿Y de cuántas atrocidades suyas has sido cómplice?
—Créeme. Con lo sensible que eres, no quieres saber de lo que es capaz…
—Pero tú lo ayudas. ¿Acaso te gusta?
—Si y no.
—¿Cómo?
—No negaré que ha sido gracioso ver como le da su merecido a imbéciles como el que secuestré recientemente. ¡Jajaja!
—¿Gracioso? ¡Tú eres un monstruo! ¡Láser lunar!
El Fantasma esquiva el ataque.
—Bien. ¿Quieres pelea?
Se pone la máscara.
—¡Rayo de fuego!
—¡Láser lunar!
Las técnicas colisionan y explotan hiriendo a los dos.
—¡No puedo creerlo! Ese no es el hombre que una vez amé… ¿En qué te convertiste?
—¡Déjame terminar antes de juzgarme! Aunque lo que dije de que se me hace gracioso, no es solo eso. También me ha salvado la vida varias veces.
—¡Lo hace porque le eres útil y…!
—¡No me repitas lo que ya sé! ¡Si ya no le sirvo me matará!
—¿Que caso le tienes miedo?
—Bueno, no negaré si me asusta. Es más fuerte que yo y sé muy bien las cosas de las que es capaz, y ciertamente no quiero que esas cosas se vuelvan contra mí. Está loco. Y tratándose de batallas, no tiene ningún límite.
—¿Y por qué no te unes a nosotros? Podemos vencerlo.
—¡Jaja! ¡Ingenua! ¡Ningún sentimentalista jamás lo vencerá! Como me decía mi maestro, además ahora no soy mejor que él. Por eso me quedo con él. Además, así  preservo mejor el legado de mi maestro.
—¿Legado?
—¿No era obvio? Tengo su traje y su nombre. Lo asesinaron hace meses, y además él me enseñó a dejar las emociones a un lado y mis malos hábitos también.
—Malos hábitos que te hacían humano y una buena persona…
—Eso es mi pasado.
—¿Como estarían tus padres?
—Ya lo saben. Les revelé que estoy vivo recientemente y no tuvieron ningún problema.
—¿Y Saya cuando te vea, o si Shaun te viera?
—A Saya la enfrentaré a su momento. A ti no te debo nada. Ahora mucho menos, que estás con otro hombre.
—Lo hice por seguir adelante después de tu muerte.
—¿Mi muerte?
—Mira, en lo que a mí respecta, después de oírte se que el hombre que ame murió ese día. Ahora no eres más que el El Fantasma: un ser cruel y despiadado lamebotas del viejo. ¡Es todo lo que eres ahora!
Hina se va corriendo con lágrimas en los ojos.


#3 Sagitario_no_Mika

Sagitario_no_Mika

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Publicado 19 agosto 2017 - 00:24

Fic: La Marcha del Olimpo

 

Capitulo Dos: La decisión de Atena

 

 

Y las grandes puertas del salón abriéronse dando paso a Atena, quien pudo ver como estaba estructurado el salón.

Era un enorme salón tan grande como el santuario entero, al frente se encontraban once sillas dispuestas una alado de la otra y una mas grande en el centro, todas revestidas de terciopelo rojo vino, decorado con oro, lapislázuli, jade, zafiros, entre otras piedras preciosas. En el centro se encontraba Zeus, de aspecto imponente y mirada seria, aparentaba un hombre de 30 años, pero la presencia que emanaba de el hablaba de miles de años de experiencia. A cada lado de el se encontraban 6 sillas con los principales dioses del Olimpo, todos vestidos con clásicas prendas griegas.

A la derecha de Zeus la primera silla estaba vacía, pertenecía a Poseidón, en la siguiente se encontraba Hera, de semblante respetable y bella, tenia una mirada estricta; luego seguía Ares, un hombre fornido que mostraba interés, continuaba Dionisio, el conocido dios del vino, que miles de años antes le había sido cedido el puesto por Hestia. Luego venía Hefesto, su apariencia era tosca y fuerte, al final se estaba Démeter, diosa de la agricultura.

Hacia el lado izquierdo de Zeus, estaba otra silla sin dueño, aunque ésta pertenecía a Hades, le seguía Afrodita, la más bella entre todas las diosas, continuaba una silla vacía, esta lugar le pertenecía a Atena, seguidamente estaba Apolo, un joven hombre bello pero denotaba preocupación, luego su hermana gemela Artemisa quien mostraba un semblante independiente, por ultimo Hermes quien mostraba una leve sonrisa traviesa.

A cada lado del salón se reunían todos los demás dioses, aunque menores en importancia también fueron convocados a la reunión, por lo que Atena entendió que ese día se discutiría algo muy importante.

Atena camino al medio de la sala, dejo las ánforas en el suelo e inclino el cuerpo para saludar a los dioses, pero Zeus no actuó como ella esperaba, pues se levantó y dijo con seriedad:

Zeus: ¿Qué es esto Atena? ¿Acaso es un afrenta? Libera inmediatamente a mis hermanos – notó la sorpresa de Saori, estaba algo dudosa, así que finalizo diciendo – Es una orden.

Atena estaba sorprendida no esperaba esa reacción, pero se encontraba en una mala posición, debía obedecerlo sin rechistar, al menos frente a los demás dioses, un paso en falso y todos lo entenderían como una afrenta directa hacia Zeus. Lo pensó muy rápido y decidió obedecer.

Inmediatamente los cuatro dioses salieron de las urnas y al verse en el salón del Olimpo sin decir palabra alguna se dirigieron a su respectivos puestos, realmente no necesitaban explicación entendían que la situación era relevante y sobretodo no podrían a discutir en ese lugar, a diferencia de Atena tenían modales. / Uy Atena estas quedando mal parada -.-"/

Luego Zeus mas calmado que hace unos segundos dijo: Ven Atena, siéntate.
Así lo hizo Atena, pues la corte estaba por empezar.

Zeus se levanto y dijo con voz alta pero respetuosa: Hoy queridos hermanos y hermanas, tengo un anuncio de suma importancia que darles, mi hijo, Apolo, quien posee el don de la adivinación a notado algo preocupante en el futuro, una guerra se avecina – todos en el salón se sorprendieron, aún mas Atena – una guerra tan grande e importante como nuestra luchas contra los Titanes y los Gigantes, tendremos un enemigo en común y tendremos que unirnos para combatirlo, no conocemos nada acerca de ellos por lo que debemos prepararnos y luchar nuevamente como una sola entidad para reafirmar nuestra hegemonía. !Todos por el Olimpo!

Y los dioses gritaron al unisono – ¡Todos por el Olimpo! Luego de unos segundos Zeus golpeo el suelo con su cetro en señal de que guardaran silencio.

Zeus: Ahora Apolo les explicará con mas detalle lo que vió en sus profecías – dijo mientras se sentaba.
 

Apolo tomó la palabra y se levantó del asiento.
Apolo: Hace cuatro días mientras estudiaba las estrellas, pude notar que la luz que emanaban las galaxias mas lejanas del Este se apagaban intempestivamente dejando un rastro de oscuridad absoluta que se dirige hacia nosotros. Los únicos capaces de logran tal hazaña solo somos los dioses.

 

En la Sala, Imnuta minutos antes, se empezaba a sentir murmullo departe de los presentes.

 

Apolo: Calma! No los estoy acusando. Tampoco se trata de los dioses primigenios, es algo mas, sospecho que se trata de dioses mas antiguos que el mismo Caos. Su existencia se encontraba “inerte” hasta hace muy poco. Probablemente con el correr de los milenios han logrado despertar y reunir energía suficiente para dirigirse hacia nosotros. Por la forma en que avanzan y la cantidad de galaxias que destruyen intuyo que son un ejercito grande y poderoso e intentarán instaurar aquí su hegemonía.

Calculo que tardarán 16 años en llegar.

Mi consejo es que preparemos un plan de ataque y fortalezcamos nuestros ejércitos. - Finalizó

Hades y Poseidón escuchaban atentamente toda la información, ciertamente el asunto pintaba mal para todos, pues no sabían a que se enfrentaban. Athena quien también prestaba atención elucubraba como podría ésto afectar a los humanos.

Zeus: Ya han oído a mi hijo, es momento de preparar nuestras armas, y nuestra milicia. No podemos perder esta guerra, por nuestra supremacía y nuestro orgullo ¡Viva el Olimpo!

Al unísono todos: ¡Viva!

Zeus: Nos veremos en 15 años y TODOS deben estar listos. Declaro el fin de esta Sesión.

Uno a uno los dioses salían del salón con una sola cosa en mente, la próxima gran guerra.

Zeus miró a sus hermanos, Hades y Poseidón, y a Atena haciéndoles una leve señal para que lo siguieran, debía aclarar las rencillas entre ellos de una vez.

Zeus entró en una pequeña sala lejos de los demás dioses y con el Hades, Poseidón y Atena,

Zeus: Ya conocen las razón por la cual los he traído aquí – dijo- deberán dejar a un lado sus problemas personales, no pueden estar discutiendo en medio de lo que se avecina.

Hades: tomando la palabra – Entiendo tus palabras hermano, pero es tu hija, Atena, quien nos ha puesto en esta posición, poniéndose de parte de los humanos y avergonzando nuestro orgullo sellándonos.

Poseidón: Estoy de acuerdo con Hades, esta niña solo ha causado conflictos entre los dioses.

Zeus: - Dirijiéndose a Atena – ¿Que tienes para decirnos?

Atena: Padre, soy la protectora de los seres humanos, mi misión es cuidarlos y velar por ellos, Hades y Poseidón amenazaron en reiteradas ocasiones a la humanidad y he cumplido con mi deber.

Zeus: Ciertamente es tu deber, pero no puedes oponerte de esa forma, has actuado mal y me has avergonzado a mi, tu padre, frente a todos los dioses, eres inteligente, existen mejores formas de actuar, pero te has comportado como una pequeña adolescente. Tu comportamiento amerita un castigo. Pero antes. - Dirigiéndose a sus hermanos – Los humanos son inferiores, pero su vida y existencia les pertenecen a todos los dioses, no debieron tratar de eliminarlos sin conciliarlo con todos, en especial conmigo – Seria y amenazantemente dijo – No vuelvan a decidir sobre el futuro de la humanidad sin consultarme. Ahora pueden retirarse.

Poseidón y Hades se fueron por separado. En sus actuales situaciones solo eran como espíritus, Para luchar en la guerra debían renacer en un cuerpo humano.

Cuando Zeus quedo solo con Atena ella dijo:

Atena: ¡Padre! Los humanos son criaturas con sentimientos, no puedes tratarlos como objetos, ellos merecen mas que eso.

Zeus: ¡Silencio! Tus acciones no son aceptables para una diosa, tu comportamiento es desafiante, incluso a mí que soy tu padre, y jefe entre los dioses, intentas convencerme de no ser responsable. Estar tanto tiempo entre los humanos te ha vuelto débil – dijo esto con un aire de decepción – No obstante, los humanos nos serán útiles en la próxima guerra, serán nuestra milicia, y estarán en primera línea.

Atena: Entiendo la importancia en la próxima guerra, pero no enviare a mis santos a luchar para que los asesinen, no conocemos a nuestro enemigo, no tenemos ni una mínima idea de su número y . . .

Zeus: !Ya basta! No me importan los humanos pero entiendo que están cumpliendo con tu obligación, sin embargo que estén en primera linea es una buena estrategia, pero eso ya se verá en su momento, aun faltan dieciseis años, y por lo que sé apenas si tienes algunos santos.

Atena: Pero, padre . . .

Zeus: Si dices querer tanto a los humanos entonces arma tu batallón, entrénalos y selecciona solo los mejores. A nosotros los dioses nos divierten los humanos, no tenemos intención de eliminarlos, pero aquellos que están por venir los eliminaran sin duda, debes elegir, si participar con nosotros los Dioses Olimpicos, tu familia, o luchar sola y perder.

Atena conocía la respuesta, no era una pregunta difícil, pelear sola contra un enemigo numeroso y desconocido era un suicidio, en cambio al luchar mano a mano con los dioses habría esperanza en la victoria, pero tendría que aceptar las vejaciones hacia sus queridos humanos, algo doloroso para ella, las cartas estaban sobre la mesa, y ella decidió que aceptaría el sufrimiento que estaría por venir a cambio de una esperanza para la humanidad.

Atena: Acepto colaborar con uds, incluso si debo sacrificar a mis santos.

Zeus: Buena respuesta, hija, al fin te estas comportando como la diosa que eres. Aún así tienes pendiente un castigo. . .

Fin del capítulo.


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Mi Fic: La Marcha del Olimpo

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#4 Shiryu

Shiryu

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Publicado 20 agosto 2017 - 11:14

Suerte a los participantes que gane el mejor

Editado por Shiryu, 20 agosto 2017 - 19:01 .

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#5 Ivan de Virgo

Ivan de Virgo

    El Caballlero Dorado Legendario de Virgo

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Publicado 30 agosto 2017 - 23:06

Fanfic:   Saint Seiya The Last Generation

 

 

Un Gran Sacrificio

 

 

 

- Un día después de escuela -

        

Ivan y su hija Kurumi regresaron de la escuela, la niña estaba muy entusiasmada por la nota excelente que ella había obtenido en el examen final, Kurumi corrió hacia su madre mostrándole la prueba sin embargo Madison ni se inmuto.

 

- No me interesa.

     

    Una respuesta cortante y fría salió de los labios de la madre, Ivan abrazó a su hija y la mandó a cambiarse a su cuarto, sus otros hijos fueron donde Kurumi muy asombrados por el logro de la niña de 5 años.

 

- Madison, al menos muestra algo de asombro, Kurumi es tu hija…nuestra hija.

 

 

- ¿El hecho de haberla traído a la vida contra mi voluntad me convierte en su madre? – Preguntó Madison leyendo su libro

 

 

- ¿Qué tienes con ella? Quisiste abortarla y ni aun así te libraste de ella, Kurumi no ha hecho nada malo para merecer tu frialdad y odio, ella ya tiene suficiente con el desprecio de todos fuera de casa – Dijo Ivan seriamente

 

 

- No quería que esa bestia naciera, porque pasaran muchas cosas malas…para todos.

 

 

- ¿A que te refieres con eso?

 

         Madison cerró su libro y subió a su habitación sin responder a la pregunta de su novio.

 

- ¡MADISON!

      

   Al instante una chica agarró el hombro del caballero dorado, esa chica se llamaba Ryuzu y era un androide creado en otra dimensión.

 

 

- Ivan-sama, deje de malograr su garganta ya que es inútil – Dijo Ryuzu monótonamente

 

 

- Madison siempre fue fría en todo aspecto, es difícil hacerla cambiar de pensamiento – Dijo Salia

        

Salia era una antigua compañera de combate de Madison, tras la batalla contra Chronos ambas decidieron acompañar a Ivan.

 

 

 

- Habitación de Kurumi -     

     

    Ivan estaba al lado de Kurumi quien lloraba de impotencia al ser tratada de una manera tan horrible por parte de las personas a su alrededor.

 

- ¿Me tratan así solo por ser inmortal? – Decía entre lágrimas

 

 

- Yo siempre estaré contigo. Siempre te apoyaré en todo, así que deja de llorar por favor.

 

 

- ¿Por qué todos admiran al caballero Seiya?

 

 

- Bueno, ha salvado al mundo en reiteradas ocasiones, se ha convertido en toda una celebridad – Respondió Ivan con una sonrisa forzada

      

   Kurumi se quedó pensando por un momento, el caballero dorado le dio un beso en la frente a su hija y se retiró de la habitación; luego de unos momentos la niña salió de su habitación y entró en la recamara de su hermana mayor Tohka.

 

 

- Habitación de Tohka -

       

  Tohka leía un libro de comida, la niña de 7 años era muy inteligente para su edad y también tenía un apetito enorme al igual que su padre. Kurumi entró en la habitación y su hermana mayor la recibió con amabilidad.

 

- Hola hermanita ¿Qué deseas? – Preguntó Tohka sonriente - ¿Cocinarás algo para mí?

 

 

- ¿Me ayudarás a ser querida por los demás? – Preguntó Kurumi tímidamente – Escuché que las personas empiezan a quererte cuando salvas su vida de seres malignos, al igual que Seiya.

 

 

- ¿Y cómo piensas salvar la vida de las personas?

 

 

-Papá tendrá una misión mañana por la mañana, se encargará de derrotar a uno de los guerreros de Chronos, Yohana de la Injusticia, si la derroto todos dejarán de odiarme – Explicó Kurumi

 

 

- ¿Y dónde se encuentra ella?

 

 

- Según papá, su presencia se ha sentido últimamente por la ciudad, quizás si hacemos ronda por las zonas aledañas a la residencial, la encontraremos – Respondió

 

 

- La venceremos en público y serás una heroína, todos dejarán de odiarte – Dijo Tohka con entusiasmo – Te ayudaré.

 

 

 

 

- Al día siguiente -

      

   Era un día Sábado a las 5 A.M Kurumi y Tohka salieron de su casa dentro de la residencial de los caballeros dorados en busca de la guerrera de Chronos; una vez fuera se alejaron de la residencial unas cuatro cuadras.

 

- ¿Tienes una foto de ella? – Preguntó Tohka

 

 

- ¿Por qué tendría una fotografía de ella? Escuché que papá solo dijo el nombre.

 

 

- Entonces esta búsqueda es en vano – Dijo Tohka cayendo al piso graciosamente – Regresemos ya que no haremos nada sin saber cómo es, pero primer compremos algo.

    

     Kurumi no tenía un sustento fuerte para defender su idea, al ser niñas ellas no sabían percibir el cosmos de las demás personas por lo que les iba a ser difícil encontrar a Yohana.

 

- Tienes razón – Dijo Kurumi agachando la cabeza

     

    Ambas se detuvieron en un puesto de comida, pidieron dos hamburguesas y estaban regresando a casa tranquilamente.

 

- Creo que es inútil, siempre seré odiada por todos – Dijo Kurumi muy triste

 

 

- No te sientas mal hermanita, aunque todos te odien yo siempre estaré contigo, porque los hermanos se defienden ¿Verdad? – Tranquilizó la niña

 

 

- Todas me odian porque soy inmoral pero ustedes ni papá no ¿Verdad?

   

      De pronto una chica se paró justo enfrente de las niñas, esa chica era la personificadora Yohana de la Injusticia.

 

- Tener esa clase de conversación en público es muy peligroso ¿Saben? Podrían ser atacadas por enemigos como yo…Yohana de la Injusticia.

 

 

- ¡¿TU ERES YOHANA?! – Se sorprendió Kurumi

   

      Kurumi estaba de miedo, al ver la reacción de su pequeña hermana, Tohka se puso delante de ella para protegerla.

 

- ¿Qué es lo que quieres? Largo – Exclamó Tohka

 

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- Lastimosamente solo me interesa la niña…aunque eres tan adorable que también te llevaré conmigo – Dijo Yohana sonriendo malignamente

 

 

 

 

- Casa de Ivan –

       

  Ivan se dirigía rumbo a la misión que Saori le había encomendado, sin embargo encontró la puerta semi-abierta.

 

- Ryuzu ¿Sabes quién ha salido?

     

    El androide quien estaba al lado de Ivan negó con la cabeza.

 

- Ahora que lo menciona, escuché los pasos de Tohka y Kurumi esta mañana, pensé que se dirigían al baño así que no tomé importancia - Respondió

 

 

- ¡HAY QUE ENCONTRARLAS RÁPIDO!

 

 

- Lo acompañaré.

        

Ivan y Ryuzu salieron a la calle corriendo muy desesperados con el objetivo de encontrar a las niñas; luego de caminar unas cuadras se detuvieron.

 

- Siento el cosmos de Yohana…tengo un mal presentimiento – Dijo Ivan

 

 

- Yo también presencio cosmos enemigo a 1 cuadra.

 

 

- Transfórmate en collar ahora.

     

    Ryuzu aceptó y se transformó en el collar de Ivan, luego el caballero dorado corrió hasta que se topó con Yohana sosteniendo a Kurumi y Tohka de ambos brazos.

 

- ¡SUELTA A MIS HIJAS!

 

 

- Kurumi es una niña muy interesante, Chronos se pondrá contento al saber que ella es inmortal – Dijo Yohana malvadamente – Mientras que la otra niña es muy adorable por lo que la haré mi sirvienta…ADIOS.

 

         Yohana creó un portal dimensional y estaba desapareciendo, sin embargo Ivan se metió en dicho portal desapareciendo junto con la personificadora.

 

- Isla de la Reyna muerte -

        

La isla de la reyna muerte era el lugar en donde Chronos tenía su castillo y se reorganizaba luego de la pequeña batalla entre el dios contra Ivan y Salia.

      

   La isla era un pueblo pequeña sin mucha tecnología, su estilo era muy similar al de Asgard; lleno de casas rusticas y pequeñas calles que más parecían laberintos, ya casi saliendo había un pequeño desierto.

 

 

(Castillo de Chronos)

     

    Yohana estaba dentro del castillo de Chronos, ella acababa de entrar sosteniendo a Kurumi y Tohka en sus manos, el resto de personificadores se sorprendieron por la misión cumplida de la chica.

 

- ¿Dónde está Chronos?

 

 

- Se dirigió al olimpo a llamar a más guerreros, no tardará en venir – Contestó Rosario

 

 

- Vaya Yohana, eso fue muy rápido – Exclamó Algos – Así que ella es Nightmare ¿Verdad? No parece muy feroz como dicen.

 

 

- Recuerda que las apariencias engañan.

 

 

(Entrada del Castillo)

 

 

- Ryuzu, no adoptes forma humana hasta que te lo diga; este lugar es muy raro, no me puedo contactar con el resto y además no encuentro salida alguna – Decía Ivan

 

 

- Analizando la supuesta barrera de Chronos, está hecho como una jaula para caballeros, es decir, aquellos que entran no salen a menos que abran un portal dimensional – Respondió Ryuzu

 

 

- ¿Puedes crear portales dimensionales?

 

 

- Pero claro Ivan-sama, me ofende que me pregunte tal cosa – Dijo Ryuzu algo alegre para la ocasión – Aunque bajo estas circunstancias tendré que consumir mucho cosmos.

 

 

- Perfecto, déjame el resto entonces.

     

    Ivan entró al castillo por la puerta grande y encontró a todos los personificadores en la sala del trono.

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- ¡Yohana dejaste que ese caballero te siguiera! – Exclamó un personificador muy enojado

 

 

- ¡RECUPERARÉ A MIS HIJAS!

 

 

- Caballero dorado fuiste un tonto al entrar a la boca del lobo, este lugar será tu tumba – Dijo Yohana – Para empezar, estas rodeados de personificadores, esta barrera reduce tu cosmos a la mitad y no te permite comunica con el exterior además solo un ser con cosmos al máximo puede abrir una brecha dimensional, es decir estás sin salida.

 

 

- No me importan esas cosas, salvaré a mis hijas Tohka y Kurumi, “Invocación de Espíritus”

      

   El caballero dorado dio un gran salto y lanzó su técnica al suelo nublando la vista de sus enemigos, al instante pateó a Yohana y rescató a sus hijas, después comenzó a salir del castillo pero su corazón fue perforado por elk sable de luz de Yohana.

 

“Fuego Infernal” – Exclamó Algos del Dolor

    

     Ivan cayó al suelo pero eso no sirvió para detenerlo ya que de igual manera escapó del castillo ocultándose por los pasajes de la ciudad.

 

- No debe escapar, de lo contrario Chronos nos matará por haber dejado escapar a Kurumi –Ordenó Yohana

        

Desesperadamente y con sus dos hijas en brazos Ivan corrió escabulléndose por los pasajes de la ciudad, por otro lado Yohana lo seguía a paso firme y destruía todo lo que tenía enfrente con el objetivo de acabar con el caballero dorado y ganarse su aprobación.

 

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- Papi…

      

   Kurumi veía como su padre era dañado y perforado por las lanzas de Yohana, el caballero dorado de Virgo estaba sin aliento y limitándose a esquivar las técnicas de sus enemigos.

 

 

- Todo estará bien Kurumi, te prometo que saldremos de esta – Dijo Ivan cansadamente – Tohka, no te asustes.

 

 

- Ivan-sama, no puedo seguir limitándome a mi estado de gema, por favor déjeme ayudarlo –Insistía Ryuzu

 

 

¡NO! Debes acumular cosmos para abrir el portal de escape – Respondió

       

  De pronto, Algos apareció lanzando lanzas de fierro los cuales traspasaron al caballero dorado en la barriga y cerca al corazón, después Rosario lanzó bolas de fuego haciendo que Ivan se golpee contra el muro, no obstante sus hijas salieron ilesas.

 

- Ya no me queda cosmos ni siquiera fuerzas para seguir corriendo, esta situación es igual a la de Aioros…

 

 

 

 

 

-FLASHBACK-

       

  Airoso estaba escondido en un callejón de la ciudad cercana al santuario, en sus brazos tenía a Saori Kido quien en ese entonces era solamente una bebé, él estaba siendo perseguido por el caballero dorado Shura de Capricornio.

 

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- Años Después -

        

Shaka de Virgo y su discípulo Ivan estaban conversando acerca de lo sucedido con Aioros y su muerte, ambos se encontraban sentados observando la hermosa mañana desde la casa de Virgo.

 

- Entonces maestro ¿Por qué Aioros se sacrificó por Athena? Primero es la vida de uno mismo y luego la de los demás – Preguntó el pequeño Ivan - ¿Lo hizo porque era su diosa?

 

 

- Antes de su muerte, Aioros frecuentaba a la bebé Athena y la cuidaba de todo ser maligno –Respondió – Más que su diosa, yo creo que él la veía como su hija y es por eso que decidió dar la vida por Athena. Ivan, algún día tú también darás la vida por un ser querido.

 

 

- Se equivoca, yo jamás daría la vida por alguien, primero prefiero vivir.

 

 

- Si Dove estuviera en grave peligro y para rescatarla tendrías que morir ¿La salvarías? –Preguntó Shaka serenamente

 

 

- ¡POR SUPUESTO!

 

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- Lo ves… ¿Y si alguien más importante que tu vida estaría en peligro?

 

 

- ¿Alguien más importante que mi propia vida? Eso no existe maestro Shaka – Contradijo muy confundido

 

 

- Si existe…son los hijos – Respondió Shaka sabiamente – Cuando tienes hijos dejas de vivir por ti para vivir por ellos.

 

 

- En ese caso nunca tendré hijos, primero soy yo y después el resto.

 

 

- Algún día lo entenderás Ivan…algún día lo entenderás

 

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-Fin del FLASHBACK-

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

- Isla de la Reyna muerte -

 

- Ahora entiendo lo que me quería decir mi maestro Shaka, al tener hijos te preocupas más por ellos, te olvidas de ti mismo y no dudarías en sacrificarte por salvarlos de los problemas – Pensó Ivan de Virgo sonriendo – Ahora sé lo que debo hacer.

       

  El caballero dorado estaba protegiendo a sus hijas Tohka y Kurumi poniéndose delante de ellas, él se encontraba arrinconado por los 8 personificadores.

 

- Todo acabará aquí…Virgo – Exclamó Algos

      

   Rosario clavó una lanza en el pecho de Ivan, sin embargo éste siguió de pie protegiendo a Tohka y Kurumi.

 

- Ya ríndete caballero dorado, no te hagas el fuerte – Dijo Rosario

        

Yohana de la Injusticia se acercó moderadamente al caballero dorado sonriéndole malvadamente.

 

- Esto consigues por hacerte el héroe – Dijo – Una vez que te maten, haré sufrir a Tohka y encerraré a Kurumi en los confines del universo para toda su inmortalidad ¡MATENLO!

   

      Antes de que los personificadores puedan reaccionar, Ryuzu adoptó su forma de humana superando la velocidad de la luz, se adelantó a Ivan y detuvo los rayos de cosmos con sus dos pinzas gigantes que salieron de su espalda.

 

- Nadie matará a Ivan-sama.

 

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         Al instante Ryuzu creó un tornado con sus dos pinzas derrumbando a los personificadores, después dio un salto con Ivan, Tohka y Kurumi en brazos; desde el cielo creó un espiral oscuro destruyendo todo el área de los personificadores.

 

- ¡RYUZU! Te dije  que ahorraras poder para abrir el portal de escape.

 

 

- Lo siento pero no puedo dejarlo morir así por así, lo defenderé aunque sea contra su voluntad.

 

 

- De todos modos huyamos hacia la orilla, así de esa manera podrás abrir el portal más tranquilamente – Dijo Ivan

 

 

- Concuerdo Ivan-sama, por cierto, usted vendrá con nosotros ¿Verdad? – Preguntó Ryuzu

       

  Ivan ignoró la pregunta de Ryuzu, su mirada se tornó más nostálgica hacia sus hijas, le era difícil creer a Ryuzu sin embargo la androide ya sabía lo que su amo tenía en mente.

 

(En la orilla)

       

  Ivan había llegado a la orilla de la isla, su condición física era terrible, había sido perforado en varias partes del cuerpo por Yohana, había recibido varios golpes por parte de Rosario y su resistencia estaba casi al límite por las técnicas lanzadas de Algos.

 

- Ivan-sama, permítame curarlo – Dijo Ryuzu quien tenía forma humana

 

 

- ¡NO LO HAGAS! No debes perder más fuerza o de lo contario no podrás abrir la brecha dimensional para que ustedes salgan de aquí – Respondió el moribundo Ivan

 

 

- ¿A qué se refieres con…?

       

  Ryuzu hizo una pausa en su oración ya que sabía a lo que el caballero se refería.

 

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- ¡KURUMI! Ven aquí – Exclamó Ivan mirando a los enemigos acercándose a lo lejos

 

 

- Sabía que me iba a gritar, todo esto es mi culpa – Pensó Kurumi tímidamente

 

 

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         Kurumi se puso enfrente de su padre, cerró muy fuerte los ojos ya que pensaba que le iba a pegar por meterlo en este lio, sin embargo fue todo lo contrario, Ivan de Virgo abrazó cálidamente a su hija sorprendiendo a la niña.

 

- Perdona a tu madre por tratarte mal, perdona a todas las personas que te miran despreciablemente, por favor sé una buena niña y nunca te desvíes por el lado del mal – Dijo Ivan– Te quiero mucho hija mía.

    

     El moribundo caballero golpeó en la nuca a la pequeña Kurumi y ésta se desmayó; Tohka fue donde su padre y empezó a recriminarle dicha acción.

 

- ¡Papá! No debiste hacer eso, Kurumi es muy buena – Exclamaba la pequeña Tohka

        

 

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Virgo volvió a repetir la acción anterior, abrazó a Tohka cálidamente y mostrándole una amable sonrisa.

 

 

- Mi adorable Tohka, por favor lidera a los demás Espíritus – Dijo – Has nacido con ese don del liderazgo así que te dejaré eso a ti, no dejes que tus amigas y hermanas se desvíen por el lado del mal ¿Ok?

 

 

- Si papa…entiendo pero…

      

   Ivan golpeó a Tohka en la nuca desmayándola, cuando alzó la mirada vio que los personificadores estaban muy cerca de ellos.

 

- Ryuzu llévatelas por el portal, ya no pierdas el tiempo…vete.

 

 

- Pero Ivan-sama, usted puede acompañarnos – Suplicó Ryuzu

 

 

- Si voy, los personificadores seguirán el rastro del portal y sabrán donde vivimos exactamente así que será yo quien los distraiga ¡VETE!

     

    Entre lágrimas Ryuzu levantó a Tohka y Kurumi, estaban  desapareciendo por el portal.

 

- Gracias por todo, Ryuzu…me hubiera gustado despedirme de Natsumi y Rias pero ellas están ocupadas, adiós.

 

 

- No le diré adiós Ivan-sama, nos volveremos a ver.

      

   El portal desapareció junto con Ryuzu y las niñas, sin embargo el rastro aún se podía observar. Los personificadores habían llegado.

 

- Daré mi vida para que no vuelvan a seguir el rastro a mis hijas…te llevaré al mundo de la muerte, Yohana… “Apocalipsis Destructor”

 

 

- Dar la vida por los seres que amas ¿Eso es ser humano? – Preguntó Yohana

 

 

- No lo sé, mi hermana Chloe hubiera sido mejor Virgo pero desapareció en una misión y nunca más la vi, pero…quizás tengas razón.     

      

   La isla completa se destruyó y el caballero dorado Ivan de Virgo estaba muerto. La armadura dorada volvió al santuario de Athena en donde se supo al instante la muerte del dorado.

 

 

 

 

 

 

- Residencial de los caballeros dorados -

        

Ryuzu llegó al lugar con Tohka y Kurumi conscientes, al llegar vio que todos estaban reunidos incluyendo la propia Athena.

 

- Parece que nos hemos tardado, Chronos intentó cerrar la brecha dimensional pero logramos salir, mientras tanto ustedes despertaron ¿Están bien? – Preguntó Ryuzu a Kurumi y Tohka

 

 

- Sí pero…

 

 

- ¿Dónde está papá?

     

    Tohka y Kurumi preguntaron respectivamente, sin embargo no eran los únicos con esas dudas.

 

- ¡RYUZU! ¿Por qué Ivan murió? ¿No se supone que ibas a protegerlo de todo? ¿Acaso no hiciste esa promesa? – Exclamaba Miranda de Escorpio entre lágrimas

 

 

- ¿Qué fue lo que pasó, Ryuzu? ¿Por qué Ivan está muerto? – Preguntó Athena llorando

 

 

- Yo…

     

    Ryuzu estaba a punto de hablar pero Kurumi dio un paso adelante con una mirada muy triste.

 

- Es mi culpa, yo no quería ser odiada por ustedes así que obligué a Tohka a que me ayudara a derrotar a la personificadora pero ella nos terminó secuestrando, papá intentó salvarnos y dio su vida a cambio – Explicaba Kurumi

 

 

- La personificadora se estaba teletransportando a una isla, Ivan y yo decidimos seguirla pero cuando llegamos nos dimos cuenta de que la barrera de Chronos estaban activada e impedía comunicarnos con el resto – Dijo Ryuzu

 

 

- Así que todo es culpa de esa mocosa…Kurumi ¿Verdad? Qué asco de niña, por su culpa su padre tuvo que morir.

 

 

- ¿Cuándo dejará de existir?

        

Miranda y Dakota murmuraban delante de Kurumi a propósito, ella se sentía mal hasta tal punto de que fue donde su madre a abrazarla pero está la ignoró.

 

- Mamá ¿Qué debo hacer? – Preguntó Kurumi entre lágrimas

 

 

- Lo mejor que puedes hacer es huir muy lejos de nosotros y nunca más volver…así es Kurumi, vete y no regreses jamás – Sentenció fríamente su madre

 

 

- Madison, eso no debes decirle a tu hija – Contestó Ryuzu

 

 

- Cierra la boca, androide.

 

 

- Madison… - Pensaba Athena

        

Kurumi estaba llorando suplicando no ser expulsada por su propia madre.

 

- Mamá, sé que es mi culpa pero por favor no me abandones.

 

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- ¡LARGATE MALDITA BESTIA INMORTAL! Yo no soy tu madre, jamás te quise traer al mundo…lárgate antes de que te encierre en lo más profundo del infierno.

       

  Kurumi salió corriendo de la residencial, corrió tan rápido que ni siquiera la propia Athena pudo alcanzarla, finalmente desapareció de la vista de todos.

 

 

- Madison eso es algo inaceptable como mi caballera – Dijo Athena muy molesta

 

 

- Yo jamás juré lealtad hacia ti, ahora que ese idiota está muerto ya no hay razón para quedarme, tengo que asegurarme de que su lado maligno haya desaparecido.

 

 

- ¡¿Abandonarás a tus hijos?! – Preguntó Salia muy molesta

 

 

-Ya te dije la misión que tengo, encárgate de ellos.

       

  Diciendo esas cosas, Madison se fue de la residencial. Poco tiempo después Kaneki también desapareció pero en su caso, fue para siempre.

 

 

 

FIN


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#6 blackdragon

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Publicado 31 agosto 2017 - 00:11

SAGRADO CORAZON

 

Libro segundo

 

11 MIL LEGUAS A YOKOHAMA

 

 

 

 

 

 

 

Capitulo 2


DOWN UNDER...

O una noticia inesperada de la tierra de abajo...






Para la vision apocaliptica de Ikki, recomiendo como fondo 

We dont need another heroe

de Mad Max 3

La saga de  pelis que inspiro parte de este fic

Gracias por leerlo

 

 

 

 

 

 

 

¿Vienes de la tierra de Down Under?

 

Donde las mujeres resplandecen y los hombres saquean

 

¿No puedes escuchar, no puedes escuchar el trueno?

 

Será mejor que corras, es mejor que te refugies”

 

DOWN UNDER

 

Men at work

 

Colin Hay y Ron Strykert.







 

Apuntes personales de Paloma Solo.


Jueves


Cero y van 4 veces que veo una prueba casera....a decir verdad era la cuarta prueba que usaba....respire antes de ver el resultado....y allí el pequeño cuadrito me hizo quedar helada....


Mas de 5 semanas.....


¿ Y ahora que?..... sentí un sudor frió , ¿Como lo tomaría Ikki?......digo solo lo habíamos visto, no se suponía que ya estuviese aquí......




- ¿Y bien? - Julius me toco la puerta - ¿Que paso?..... - Abrí la puerta y.....


- Positivo....... - el me sonrió.....


- ¡VOY A SER TÍO!!!!! - me mordí el labio al oírlo....


- ¿Crees que se alegre? - pregunte temerosa


- ¡¿Claro porque no?! - me dijo viéndome...









Se enjuago de nuevo la cara y vio al espejo otra vez....esa pesadilla.....desde el día que regreso con el medallón y había salvado a Paloma, esa pesadilla empezó a suceder....en el espejo... veía a ese niño de nuevo......pero atrás de el......todo negro....una total desolación....cientos de personas en zonas completamente áridas ....como si nada quedase.....el verlas pelear por comida.....agua.....y gasolina para las extrañas maquinas de transporte todo terreno.....le recordó al verlas, a aquella película que a escondidas de niño había visto trepado desde las ramas de un árbol de la mansión Kido : Mad Max.


En eso vio vio el niño volteaba a verlo como si supiera que el estaba atrás ....le miraba con dolor y rabia, como si no le gustara lo que veía ....tal vez, el niño le avisaba que el futuro no era nada halagador.....









 

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Pero en eso una enorme nube lo cubría y al despejarse, unos extraños caballeros cuyas armaduras jamas había visto estaban en la desolada tierra.....en eso se lanzaron en combate contra una horda de viejos conocidos con armaduras que el reconoció......Asgard, Poseidon, del ex santuario de Atena, guerreros que ahora lucían mayor edad y que eran seguidos por lo que parecía nuevos jóvenes guerreros que les secundaban...pero ademas los extraños de las armaduras de oro blanco....los que habían visto cuando los cercaron en la carretera esos Zetas....todos eran capitaneados por alguien que le dejo helada la sangre.....un joven que portaba la armadura del Fénix como jamas la había visto.... había en ella una evolución enorme, ya que una par de alas salían de esta, pero no de metal.....eran autenticas alas de plumas rojo fuego entremezcladas con amarillos y anaranjados..... combatía con una maestría que le recordaba mucho a él....en eso la batalla terminaba y ante sus ojos.....el grupo de aquel Fénix derrotaba a los extraños guerreros.....los sobrevivientes clamaban al joven líder.......


En eso vio venir a un encanecido Julian portando la armadura de Poseidon, este abrazo al chico....y la ultima frase...fue la que quedo grabada en la cabeza de Ikki......


- Tu padre estaría orgulloso..... - al oír eso vio claramente al chico voltear y sonreirle......y fue cuando le vio...igual a el...solo el color en los ojos.......

- Recordé sus palabras tío... - la voz del chico era parecida a la de él - Confiar en mi mismo....







El toquido de la puerta lo hizo volver a la realidad.... sacudió su cabeza y la visión desapareció del espejo.....y al abrir.....


- Tenemos que hablar.... - Paloma entro respiro hondo y.... - bien....estoy embarazada - lo dijo volteando a ver de frente a Ikki

Se quedo viéndola.....entonces por eso eran las visiones...era el futuro que el próximo Fénix le enviaba....el Hado haría que lo que conocían como la civilización actual colapsase totalmente......parpadeo antes de hablar....

- ¿Y bien? - Paloma le miro de nuevo, Ikki suspiro y....

- Tuve una visión - le dijo sin mas ni mas - es niño....y debo entrenarlo.... - ahora era Paloma quien parpadeaba al oír eso.....

- ¡¿ENTRENARLO!?, ¡Pero si apenas tengo un mes y algo Ikki, Como...!!!!! - este le tomo por los hombros

- El futuro no viene muy bueno....el Hado desaparecerá todo rastro de esta era....sera el caos total..... - le tomo el menton - él es la esperanza....es quien va a derrotarlo....ahora mas que nunca debo cuidarte..... - le abrazo con fuerza - porque tal vez....en ese futuro...no este para protegerles....
















Ferrocarril Transcontinental
En algún lugar del desierto en E.U.
1874
Viernes


Ya tenemos 4 días rumbo a San Francisco, tenemos que llegar antes de que el Vasco de Gama zarpe a Yokohama.....tenemos el tiempo en contra, pero confió en que lleguemos a tiempo....en eso vi a Shun con una cara de tristeza en el fondo del vagón donde viajamos de polizones....creo como me temía que el ver nuestras "maniobras" para avanzar como templarios, han hecho dudar su rectitud en seguir las normas de caballero de Atena......


- ¿ Todo bien Shun? - le pregunto sonriendo para n hacerle sentir mal

- Tenían razón tu y Jabu - volteo a verme - esto....no es yo que yo creí que..... - bajo la cabeza y vi pequeñas lagrimas en sus ojos, le puse una mano en el hombro....

- A veces los templarios tenemos que romper las reglas de los caballeros Shun - me miro al yo decir eso - es necesario....si queremos que la descendencia siga con vida....

- Porque nunca había oído de ella y...de ustedes... - lo mire comprensivo

- Desde la muerte de maese Molay quedamos en la clandestinidad - suspire diciendo esto - no fue fácil el ser de un santuario y ser templario sin que lo notasen, en cuanto a la descendencia...desde que el emperador Poseidon lleva a Afrodita a la Galia, lo que es Francia hoy, los vigilantes como se nos llamo en un principio hemos velado por ellos para no perder la linea de sangre....


En eso y antes de que Shun me dijese mas un estruendo se oyó en la parte de arriba y en eso vimos caer del tren al desierto a un extraño caballero de armadura gris....supe en ese momento quienes eran....

- ¡CORIBANTES!!!!!!! - dije en ese momento Hagen hacia otro frio congelante y lanzaba a 2 Coribantes mas al desierto.......


- A VER SI CON ESO SE CALIENTAN VAQUEROS!!!! - Hagen se asomo por encima del techo del vagon - siento que los hallan interrumpido en su platica.....


- GARRA DE TIGRE DE LA SOMBRA DEL VIKINGO!!!!! - Bud con esto terminaba de despachar a otros 2 Coribantes... - ¿Todo bien abajo? - dijo asomado al dintel del techo igual que Hagen

- No fíjate que me faltaba que me saludaran - Isaac lo dijo en tono de burla, ya Bud le iba a contestar cuando en eso se oyó un golpe de lanza y al asomarnos, vimos a un Coribante sonriente mientras nuestro vagón se desprendía del tren......

- MALDITO NOS LA VAS A PAGAR!!!! - Jabu le grito apretando un puño amenazándolo...


- Hasta luego Templarios y no se preocupen nosotros cuidaremos a esos científicos .... - sonrió al decirlo el Coribante....y en eso vimos a alguien conocido por nosotros salir de ese vagón y ponerse a lado de nuestro enemigo....


- Nos vemos tontos..... - Dino se echo a reír triunfante.....



Sorrento se aferro a la rueda del freno, ya que nuestro vagón se deslizaba por una cuesta hacia abajo y el este se fue frenando.....lentamente bajamos por la vía hasta que el vagón suelto se paro, gracias al freno aplicado por Sorrento.....



- ¡RAYOS ESOS DESGRACIADOS NOS HARÁN PERDER 2 DÍAS - Isaac estaba furico - y no quiero pensar que le harán a esos pobres científicos....

- Bueno, sera mejor continuar la marcha - Bud cargo su mochila.

- Espero que encontremos pronto algún pueblo para comprar caballos - Jabu lo dijo mientras bajamos nuestras mochilas del tren.....


en eso mientras bajamos nuestras pertenencias y algo de víveres para el camino...Hagen volteo a un pequeño cerro cercano y se hinco....


- ¡ODIN EXISTE, ODIN EXISTE!!!!!! - dijo feliz de ver lo que tenia enfrente....


Nuestro los ojos en ese instante se posaron en ellos, un pequeño pique de Nativos americanos Siux, capitaneados por su jefe y a lado un hombre blanco montando un potro pinto......


- ¡OH POR DIOS BUFALO BILL!!!!!!! - dijo feliz Sorrento....


- Thathanka Iyothanka..... - Bud lo dijo parpadeando los ojos por el asombro


- ¿QUIEN?..... - pregunto Shun sin entender...


- Toro sentado - remato Jabu asombrado como todos de verlos - Por Dios....es Toro Sentado.....
















Datos sobre los Coribante, Toro Sentado y Bufalo Bill en el blog:

http://avesagradacor...down-under.html






DOWN UNDER:

Manera de llamar a la zona de Austrlia, Nueva Zelanda ect..., dada a conocer por MEN AT WORK en la canción del mismo mote





VIDEOS


DOWN UNDER MEN AT WORK

 

vevo

 

 

 

 

 

We Don't Need Another Hero HD Special Edition - Tina Turner

SOUNDTRACK DE MAD MAX 3
 
(Para que se den una idea de la desolación que el Hado hará a futuro... según la visión que tuvo Ikki)
 

 


Editado por blackdragon, 31 agosto 2017 - 22:47 .


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Publicado 31 agosto 2017 - 08:29

Cuando se puede empezar a votar

Editado por Shiryu, 31 agosto 2017 - 08:30 .

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Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:41 .

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Publicado 01 septiembre 2017 - 00:18

FANFIC:

EL LEGADO DE ATENA

 

 

En las profundidades del reino de Poseidón, quince años atrás.

 

Dos jóvenes atlantes descansaban junto a la pequeña laguna donde habían aseado sus cuerpos tras una larga jornada de entrenamiento y búsqueda de alimentos. Una vez limpias, comieron su almuerzo habitual: pescado y agua.

Mientras masticaban, la que poseía el cabello azul miraba con fijeza el firmamento del mundo en el que le tocó nacer, mientras la de cabello rosado veía su reflejo proyectado en el agua.

— ¿Sabes? —la chica de cabello azul reanudó la charla tras un prolongado silencio—. Me enteré que Asteros está hablando con los demás para intentar subir a la superficie.

— ¡¿Qué?! —fue la sorpresiva respuesta de su amiga—. ¿Es cierto lo que dices, Levi?

La joven atlante llamada Leviatán asintió— Sí. Me ha pedido que lo acompañe y… yo le he dicho que sí —confesó.

— Ah, Levi… eso es… yo…

— Ni siquiera se te ocurra intentar convencerme, Karón —intervino la atlante, poniéndose de pie para darle la espalda—, ya tuve suficiente con los sermones de mi madre.

Karón se levantó, intentando acercarse a la jovencita con la que había compartido tanto durante toda su vida.

 

Cuando Karón nació, la mujer que la llevó en su vientre murió durante el parto. Por fortuna, días antes otra joven había dado a luz a una niña, por lo que los ancianos le suplicaron que sirviera de nodriza a la pequeña huérfana, de lo contrario moriría sin más remedio. Por supuesto que muchos alegaron que quizá eso sería lo más piadoso, incluido el padre biológico de la bebé.

Pero la mujer no sólo accedió a la petición, sino que se convirtió en una madre para ella, por lo que fue capaz de criar a ambas como hermanas y grandes amigas.

Aunque las dos niñas crecieron con temperamentos impetuosos, Leviatán sin duda fue la más dominante. No les faltó amor ni cariño de sus padres y su pueblo, pero como todo niño atlante que crecía en cautiverio, fueron influenciables por los relatos de los más ancianos y el rencor de los adultos.

 

— Levi… deberías considerarlo más… ¡Ay, le pedí a Asteros que no te dijera nada, pero el muy truhán no cumplió su promesa! —Karón confesó con tristeza.

Leviatán se giró de inmediato hacia ella, con gesto de reproche — ¡No tenías ningún derecho de hacer eso!

— Sabía que si te enterabas te pondrías necia y querrías embarcarte —Karón explicó, con el ceño fruncido—… Si le pedí que no te lo dijera es porque no tiene caso que las dos nos arriesguemos… porque yo también accedí.

— ¡¿Y pensabas irte sin decírmelo?! —Leviatán cuestionó, molesta—. ¿Creíste que no me iba a dar cuenta?

— Habría encontrado la manera y lo sabes —Karón respondió con un gesto travieso.

— En ese caso no tienes nada que alegar. Las dos iremos —pronunció Leviatán.

— Levi, déjame intentar convencerte…

— No —Leviatán intervino—. Después de todo lo que hemos hablado y soñado sobre ello…  no puedo creer que hayas intentado dejarme atrás —musitó, dolida.

— Sabes que es peligroso y no hay garantía de que suceda algo bueno… Quizá es como dicen los ancianos y sólo sea un suicidio… Los que han subido allí, no han vuelto… —Karón le recordó.

— Lo sé, puede que sólo sea un camino hacia la muerte pero también…es porque no hay forma de volver… —agregó Leviatán.

— Si la hay, te prometo que yo volveré por ti —pidió la de cabello rosado.

Leviatán permaneció en silencio, y aunque solía doblegarse ante la mirada amable de su hermana, esta vez tuvo la fuerza de voluntad para negarse—. Las dos volveremos y liberaremos a los demás. Aunque tengamos que acabar con la vida del tirano que nos encerró aquí.

Karón mostró un gesto asustadizo — ¿Pelear contra un dios? Eso…

— ¡Es posible! —se adelantó Leviatán—. Las historias nos lo dicen, ¿no? ¡Atena y los santos combatieron y lo vencieron! Y el viejo Beulnos lo ha dicho siempre… en nuestra sangre corre la sangre de un dios olímpico —se miró las manos con detenimiento—. Si pudiéramos usar ese poder… seguramente seriamos capaces de eso y más.

— Levi… no creo que la violencia sea la llave que nos libere de aquí —la de cabello rosado dijo con timidez—. Ni el rey Atlas, con todo su poder, fue capaz de liberar a su pueblo de este castigo.

— No tienes porqué mencionar a esa momia inútil —Leviatán reaccionó despectiva.

— Sabes que mi padre es uno de sus custodios y yo… yo lo he visto. Y cuando lo contemplo, pese a ser un muerto en vida, no veo un rostro de angustia sino de completa paz… yo creo que él… está esperando…

— ¿Y qué espera exactamente? ¿La muerte? —Leviatán preguntó de manera irónica—. Se ha tardado.

—  Quizá el perdón o… ayuda. Yo lo he pensado, y si pudiera salir de aquí, buscaría a Atena…

— ¿A Atena? —Leviatán repitió con incredulidad—. ¿Esa bruja que lo hechizó en primer lugar? No me hagas reír. ¿Crees que ella vendría a ayudarnos? ¡Ha tenido siglos para hacerlo y continuamos aquí! ¡No seas incrédula, los atlantes sólo fuimos una herramienta para ella y una vez que cumplimos nuestra parte nos desechó!

— Estos son dominios del Emperador del mar, ella no tiene poder aquí pero… debe haber alguna manera, yo lo sé… —Karón musitó, afligida.

Leviatán suspiró, fastidiada— Eres demasiado idealista. Pero ¿qué sucederá si no hay una forma ‘bonita’ para resolver esto? —cuestionó, sarcástica.

— Si gastamos todos los otros recursos… entonces sí estaría dispuesta a luchar —Karón accedió con una mirada valerosa.

— Cuando me miras así es como verme en un espejo —Leviatán sonrió, dándole ligeras palmadas en la cabeza—. Está bien, en el mejor de los casos, mientras buscas tus respuestas, yo me encargaré de encontrar la forma de despertar nuestro verdadero potencial.  En el exterior seguro habrá mucho que podremos aprender —Leviatán sonrió ampliamente, a lo que Karón respondió casi de la misma forma.

 

Así fue como sellaron un pacto, pero aunque hubieron muchos planes y esperanzas, el principal obstáculo era ese remolino.

Ellas, y otros jóvenes atlantes más, subieron por el pináculo de piedra. Conforme más se acercaron a ese agujero oscuro, más temor causaba. Dos de ellos claudicaron y volvieron, pero el resto prosiguió pese a que los sonidos del agua corriendo ensordecían.

La muerte era una posibilidad en aquel viaje, pero era un temor que no pesaba demasiado en los corazones de esos chicos; en cambio la esperanza de la libertad y un mundo nuevo al cual surgir, los impulsaba a no tener remordimientos.

Para cuando Leviatán y Karón llegaron a la cima, en donde el viento ya levantaba sus ropas y cabellos, se tomaron de la mano.

Karón hizo un fuerte amarre en la que sus muñecas quedaron atadas —Para que no me vayas a soltar —le dijo a Leviatán.

— Nunca —fue su respuesta antes de que ambas saltaran y sus cuerpos sintieran el escalofriante viento que las alzó hacia las aguas oscuras.

 

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Capítulo 44.

Imperio Azul, parte VIII

Más allá del pasado y el odio.

 

 

Atlántida, reino de Poseidón

 

Leviatán, Patrono de la Stella de Coto, respiraba rápidamente como reflejo de cansancio, acompañado por sollozos y algunas lágrimas que mojaron sus mejillas.

Permaneció de pie, sin abandonar la posición en  la que había efectuado su técnica, manteniendo los brazos estirados a la altura de los hombros.

 

Todo a su alrededor estaba devastado, aunque el ambiente recobró su color natural y el cielo sobre su cabeza volvió a mostrarse tranquilo.

 

¿Se lamentaba por atacar a su vieja amiga? Sí, pero había tanta rabia en ella desde que abrió los ojos en la superficie, que no solía escuchar a su conciencia cuando ésta se lo suplicaba.  La voz de su antiguo yo le pidió que intentara ser comprensiva, convencerla de que no era culpa de Karón, que tal vez había sido hechizada, pero en cuanto la marine shogun la atacó y trató como a una enemiga, esa voz se volvió inaudible y sólo siguió los instintos de la bestia a la que le debía su nombre.

 

Cayó de rodillas, lamentando su acción e infortunio. Se cubrió el rostro con las manos intentando ocultar su llanto y acallar sus gemidos de dolor.

Todos estos años en que vivió con el señor Avanish, creyó haber sido la única sobreviviente de ese grupo de temerarios e ilusos chicos que se dejaron devorar por el remolino infernal.

Recordó la horrible sensación, la violenta forma en la que sus cuerpos se golpearon unos contra otros, el modo en que el agua presionaba sus cuerpos. En el vértigo y el sufrimiento, sintió que perdió a Karón, y aunque tanteó desesperada en el agua, no logró aferrarse a nada, ni a nadie.

El aire le fue arrebatado por el frío y los intensos dolores. Pese a que fueron pocos segundos, pareció toda una vida de sufrimiento en la que el mar la castigó. Ensordecida, cegada y muda fue apaleada por esa feroz corriente que tenía el único propósito de arrebatarle la vida a todo aquel que intentara escapar.

 

Algunas veces, contadas en realidad, esa fuerza dejaba una ligera chispa de vida en algunos de los cuerpos destrozados. Esos afortunados, o desdichados,  tenían segundos de paz sumergidos en el vasto mar hasta que finalmente morían ahogados.

Leviatán fue de esos casos excepcionales, pero aún más extraordinario es que su cuerpo logró salir a flote como un tronco fuera del agua.

Estaba muerta, o por lo menos en un estado muy cercano a la muerte, sin embargo, de alguna manera, alguien sopló aliento de vida a su cuerpo y así logró salvarse.

 

No fue el cielo azul o el sol que tanto describían en los cuentos lo primero que vieron sus ojos, no, sus glóbulos oculares no estaban preparados para la luz del exterior por lo que resultó una terrible y agonizante experiencia mantenerlos abiertos.

Totalmente ciega y desorientada, alcanzó a escuchar la voz de un par de infantes y la de un hombre que hablaban en un dialecto extraño para ella.

Aterrorizada y traumatizada por su anterior vivencia, quedó desconcertada cuando alguien le tocó la cabeza y paternalmente susurró — Descansa, estás a salvo —en el idioma de sus antepasados.

 

El señor Avanish la salvó ese día… fue mucha su pena cuando recobró la conciencia y se supo la única sobreviviente de su grupo. Aunque el par de gemelas que la cuidaban y acompañaban intentaban acercársele, ella estaba lejos de sentirse animada o deseosa por entablar amistad, lo único que podía hacer era pensar con rabia y frustración.

Aborrecía la luz que lastimaba sus ojos, por lo que sintió desprecio por ese nuevo mundo al que le perdió todo interés.

La madre de las gemelas se limitaba a darle de vestir y comer, solía colocar bellas flores en su habitación, esperando despertar su curiosidad por salir del cuarto al que decidió confinarse.

Sin embargo, cuando hablaba con el hombre que se presentó como Avanish, todo sonaba diferente. Su amabilidad y carisma rompían con la armadura de frialdad e indiferencia en la que Leviatán intentó ocultarse.

Le sorprendió que él le hablara como si la conociera de toda la vida, y más se impresionó cuando le confesó que sabía todo de ella, su origen y procedencia. Él le regresó el ánimo de continuar con su deseo, le prometió que si lo seguía, le mostraría la vereda por la que sería capaz de lograr sus metas.

Leviatán, motivada por el odio que desbordaba de su pecho, accedió gustosa, prometiéndose que pasara lo que pasara, vengaría a su gente…

 

— No hay marcha atrás —se dijo a sí misma, descubriéndose la cara para mirar al cielo, aún con un deje de arrepentimiento.

Por encima de sus tristezas, debía satisfacer el hambre voraz del monstruo interior que había alimentado todos esos años con sus deseos de venganza.

 

Leviatán se giró hacia la parte del palacio que había destruido, decidida a avanzar por entre las ruinas para dirigirse hacia donde se encontraba Poseidón, cuando un escalofrío le recorrió la espalda y tensó su nuca.

Fue una sensación sofocante, difícil de explicar. Lentamente volvió a alzar la vista hacia el cielo.

— No… esto es… imposible… —susurró.

Una porción del cielo acuático se ondeó, como si algo atrás de la capa de agua empujara con fuerza. Tomó la forma de un globo enorme el cual finalmente reventó, lanzando una gran cantidad de agua, pero al mismo tiempo liberó sonoros estruendos que simularon rugidos bestiales.

Allí, en el aire, saliendo de las aguas de manera gloriosa se encontraba Scylla, montando a sus seis gigantescas bestias encarnadas en cuerpos de aire tormentoso.

El oso y el águila encabezaban la montura, mientras que el lobo y el murciélago se enfilaban a su derecha, dejando a la serpiente y a la abeja protegiendo su flanco izquierdo.

Al principio, el cosmos aguamarina de la guerrera de Poseidón la envolvió con una brisa celestial que la dotaron de la apariencia agraciada y mítica de la ninfa del mar, pero conforme descendía, la imagen de la auténtica marine shogun quedó a la vista. Su cuerpo, aunque magullado y sangrante, permanecía fuerte y digno para combatir.

Scylla y sus bestias permanecieron en el aire, mirando hacia donde Leviatán las admiraba.

 

— Qué poder… —fueron las palabras que escaparon de los labios de la Patrono. Por supuesto que se reprendió a sí misma por sentirse un poco temerosa bajo tal manifestación—. Pero sigues sin estar a mi altura. Las seis bestias que te respaldan no son nada contra la fuerza del poderoso leviatán —dijo de inmediato, apuntándola acusadoramente.

¿No has tenido suficiente? —escuchó la voz de la marine shogun en su mente.

Habría sido más conveniente para ti haber muerto por mi tormenta —la Patrono accedió a entablar un enlace telepático.

Si las dos no morimos hace años dentro de ese remolino infernal, ninguna fuerza marina será capaz de hacerlo —la marine shogun añadió, mirándola fijamente a los ojos desde la distancia—. Levi, detente ya.

Leviatán se sorprendió al escuchar que la llamara de esa forma.

¡Karón! ¡¿Entonces es cierto?! ¡¿Sólo estabas fingiendo no reconocerme?!

Es algo más complicadoque eso, Leviatán. Yo de verdad olvidé —confesó, para desconcierto de la Patrono—, todo. Las moiras tenían un destino para mí, sólo eso puede explicar cómo es que logré sobrevivir. Pero no sólo mi cuerpo se encontraba destrozado, sino también mi mente sufrió graves lesiones —se dispuso a relatar, a como ella escuchó de otras personas—. Unos humildes pescadores me encontraron recién habían abandonado la costa, por lo que al querer ayudarme, regresaron a tierra donde el destino se apiadó de mí, ya que justo en esa playa el emperador Poseidón se encontraba. Él me salvó —aclaró, manteniendo una profunda calma en sus palabras.

— ¡¿Cómo es eso posible?! ¡Mientes! ¡¿Acaso no sabía tu identidad?!

— Aun ahora, es algo que no termino de comprender… no me atrevo a cuestionar a mi dios… Pero a él le debo mi vida.

— Seguro por algún motivo nefasto —comentó la Patrono, incapaz de pensar lo contrario—… es posible que él te haya bloqueado todos tus recuerdos, hasta reducirte a esto.

Estás muy equivocada. Yo iba a morir, eso nadie lo duda, pero el señor Poseidón compartió conmigo una pequeña chispa de su cosmos divino —se palpó el pecho por unos segundos, cerrando los ojos—. Desde entonces, es su propio cosmos lo que me mantiene con vida —explicó—. Y aunque  eso me permitió sanar de mis heridas, cuando recobré la conciencia no tenía idea de mi nombre, ni mi origen… no tenía recuerdos de mi pasado, tampoco podía sentir nada… Alguien me dijo un día, que parecía un cascarón sin alma… pero no por ello me rechazaron, todo lo contrario: me cuidaron, me alimentaron, me dieron un nombre…Caribdis*.

Vaya sentido del humor de tu dios, ¿no te parece? —comentó con sorna.

Me es claro que no has cambiado nada…

¡Pensabas como yo! —Leviatán reclamó.

Con pesar, hay memorias en las que no puedo negarte eso… Pero no miento cuando digo que yo ya no soy “Karón”. Sin memorias, formé una nueva identidad, labré una vida aquí aun con mis limitadas capacidades empáticas. Entonces, hace menos de un año, los recuerdos comenzaron a volver a mí… pero aún ahora los veo y siento que son de otra persona, un sueño de alguien más, una pesadilla… esa era la Karón que tú recuerdas y la que jamás podría volver a ser.

¡Son sólo tonterías! ¡¿Por qué no mejor aceptas que decidiste traicionar a tu propia gente?!

 

Enfurecida, la Patrono hizo estallar su cosmos de manera violenta, expulsando el odio en su ser en forma de saetas cortantes hacia Caribdis.

La marine shogun envió a su águila de viento para que transformara esa violenta ventisca en una suave brisa.

 

— ¡¿Cómo pudiste vivir contigo misma sabiendo lo que debían estar pasando tu padre… nuestra madre?! —Leviatán espetó, desplegando una y otra vez su cosmos huracanado, que era abatido por las alas del águila de Scylla.

Caribdis se mantuvo a la defensiva para proseguir con su mensaje.

Todos esos recuerdos me permitieron experimentar, por primera vez en mi estancia en la superficie, una gran confusión… Me cuestioné, así como me cuestionas ahora, “¿Por qué el Emperador me permitió vivir?”, “¿Cómo tolera tenerme a su lado?”, “¿Por qué a una infiel le daría la scale de Scylla?”. Los relatos de los ancianos se contradecían con las memorias que forjé aquí… la imagen del despiadado y cruel tirano no tenían cabida en la bondad y justicia que visten al Emperador del mar al que yo sirvo…

 

Caribdis pausó, al ver cómo Leviatán se impulsó hacia ella empleando su cosmos torrencial para elevarse al cielo, custodiada por un dragón de aire.

La marine shogun se desplazó velozmente, evitando cualquier colisión.

Por primera vez, conocí lo que era el miedo —prosiguió, pese a los intentos de Leviatán por hacerla callar—… No estaba segura de qué hacer… los recuerdos de Karón entraban en conflicto con los míos… como un espíritu errante que luchaba por poseerme… pero conforme más recordaba de esa chica que nació en el encierro, hay algo en lo que ambas pudimos concordar: tal vez haya una forma pacífica para reparar el pecado de nuestro pueblo.

— ¡¡Sigues siendo una estúpida que sólo fantasea con situaciones ridículas!!¡¡¡Eso nunca pasará!!! —Leviatán gritó con su auténtica voz, la cual liberó un intenso golpe de aire que logró herir a Caribdis pese a encontrarse rodeada por sus bestias —¡¡Es suficiente!! —exclamó furiosa— ¡¡Sal de mi cabeza!! ¡¡No quiero escucharte más!! —exigió, luchando por bloquear la voz que llegaba a su mente.

Soy tu enemiga, no es mi obligación el complacer tus demandas —respondió Caribdis, aferrándose al enlace psíquico—. Sin embargo, para que el fantasma de Karón abandone finalmente mi cuerpo y mente, hay algunas cosas que sé, debo decirte… una vez termine, sólo quedará quien soy ahora y no volveré a pensar jamás en ti.

 

Pese a su explicación, Leviatán no podría frenar sus deseos por matarla. Pero aunque sus ataques energéticos resultaban poderosos, las bestias de Scylla respondían protegiendo a su ama, y  al mismo tiempo contraatacaban para mantener a raya a la Patrono.

—  Yo, estaba dispuesta a confesarle al señor Poseidón la verdad, que había recobrado mis memorias. Me sentí tan avergonzada, no era capaz de reunir el valor… por lo que decidí esperar el momento correcto para pedir por mí, por mi pueblo... Si fue capaz de mostrar tanta piedad por una sola pecadora como yo, quizá había llegado el tiempo en que pudiera hacer lo mismo por sus hijos que sufren en la oscuridad… Pero ahora, tú lo has arruinado todo —dijo, en un claro reclamo pese a la falta de sobresalto.

— ¡No digas idioteces! —gritó la atlante de cabello azul— ¡A diferencia de ti, que has estado jugando a la familia feliz, todos estos años no he hecho más que esperar este momento! ¡Prepararme en cuerpo y alma para ello! ¡No permitiré que me acuses de esa manera!

Tu decisión… sólo ha terminado por condenarnos —sentenció Caribdis—. Traer aquí a tantos delos nuestros con la intención de una guerra… eso él jamás lo perdonará, esta vez su castigo divino será exterminarnos. Tú lo has desencadenado.

— ¡Cállate! ¡Si tanto miedo tienes, entonces deja de luchar contra mí! ¡Unamos fuerzas y terminemos de una vez con su vida! —Leviatán pidió, en un último intento de aferrarse a tan vieja amistad.

— Eso no está a discusión—Caribdis respondió fríamente—… soy fiel al señor Poseidón, y aunque él me ejecute con todos ustedes, cuando menos quiero que la última vez que me presente ante él, sea con orgullo de haber cumplido con mi labor como una marine shogun. Eso no me lo vas a quitar, Leviatán.

 

La Patrono resintió el instante en que Caribdis rompió con el enlace psíquico, de manera tan profunda y personal que fue como revivir el mismo dolor que la abrumó ante su pérdida años atrás.

Con un grito desgarrador, Leviatán dejó que su rabia escapara sin control de su cuerpo, lo que detonó el nacimiento de un nuevo tifón que le dio vida y forma al ancestral monstruo marino, leviatán.

El cosmos de la Patrono se incrementó, sobrepasando los niveles demostrados con anterioridad. Sea de manera consciente o inconsciente, su poder sería capaz de consumir a la marine shogun en su próximo ataque.

— ¡Si así es como lo prefieres, así será! —exclamó la Patrono—. ¡Tú no vas a detenerme más! ¡Mira bien, este es el poder que logré obtener para cumplir nuestro sueño! ¡Desaparecerás con el soplido de mi furia!

— Qué ilusa —habló la marine shogun—, al creer que con tan poca habilidad serás capaz de ponerle un dedo encima al Emperador.

Caribdis cerró los ojos por unos segundos en los que su cosmos actuó sobre las seis bestias de Scylla, las cuales se fundieron en un cúmulo de aire comprimido que adoptó una forma gigantesca y sublime: una espada.

— Te enorgullece decir que has despertado el poder durmiente que la sangre de nuestro Emperador dejó en nuestros cuerpos —musitó la marine shogun, abriendo lentamente los ojos—… pero alguien como tú, que utiliza esa fuerza para ir en contra de los designios del dios del mar, jamás alcanzará la verdadera grandeza de ese vínculo… Éste, Leviatán, es el auténtico poder de un atlante.

La energía cósmica que comenzó a fluir a través de la marine shogun de Scylla se sentía totalmente diferente. Sus ojos resplandecían con un color verde aguamarina que le cedían un aspecto intimidante.

Por un momento fugaz, Leviatán se paralizó ante esa manifestación, pues aunque su mente no lo aceptaba, su cuerpo, sangre y alma sabían reconocer perfectamente el poder que respaldaba ahora a la marine shogun, uno por el cual debería arrodillarse y suplicar clemencia.

Logró salir de su estupor por la misma ira que le estrujaba el corazón, y sin demorar desplegó su ataque mortífero — ¡Cólera de leviatán! —desapareciendo dentro del dragón de viento que se precipitó hacia Caribdis y su espada.

Espada del cielo —Caribdis susurró apenas para sí, como respuesta al inminente ataque.

El monstruo marino se arrojó contra la espada  de viento. El choque de ambas fuerzas provocó una extraña esfera de silencio en el que el tiempo pareció alentarse.

Dentro de ella, el abominable monstruo marino se detuvo cuando la gigantesca hoja de aire le atravesó el pecho.

 

La marine shogun vio cómo la bestia marina se desbarató en fieros ventarrones de aire en un último intento de hacerle daño.

Caribdis pestañeó un par de veces en los que sus ojos volvieron a la normalidad, tras serenar su cosmos. La espada de aire se esfumó como si hubiera sido una mera ilusión. Ocultó su dolor y cansancio físico para permanecer incólume ante la enemiga a la que había derrotado.

El cuerpo de Leviatán se mantuvo suspendido en el aire pese a que ya no hubiera nada visible que la sostuviera en el cielo.

La Patrono se encontraba de una pieza, pero su barbilla se inclinó tanto que casi tocaba su propio pecho.

— Me es difícil creer… que todo haya terminado… de esta forma —musitó la Patrono, sin poder alzar la cabeza o mover su cuerpo, del cual poco a poco su armadura se desprendía en diminutos trozos—. No pude… siquiera… llegar hasta… donde Poseidón se encuentra… —se lamentó, mofándose de sí misma—. Pero… a través de ti… pude… conocer… su lado más temible… e inclemente… —rió un poco, conforme la sangre comenzaba a correr por su piel y ropa vuelta jirones—. Te llamaste a ti misma… ‘una verdadera atlante’… eres una hipócrita… Yo soy la única… que debería ser reconocida así… pues yo… he hecho todo esto… he sacrificado todo… por mi gente… En cambio tú…. tú… —se esforzó por mirarla a los ojos, una última vez— … no hiciste… nada.

Fueron las últimas palabras que terminaron con el aliento de la agonizante guerrera. Su cuerpo se precipitó finalmente hacia el suelo, pero en un último acto de hermandad, Caribdis empleó sus habilidades psíquicas para que su descenso fuera lento, hasta depositarla con suavidad en el suelo.

 

La marine shogun volvió a tierra, permitiéndose respirar con dificultad. No pudo más y su cuerpo la obligó a desplomarse en el suelo.

Allí, tumbada junto al cadáver de su enemiga, contempló la mano abierta de Leviatán por unos segundos. Motivada por sentimientos que reconocía no le pertenecían, sino a su antigua yo, Caribdis alargó su propia mano para sujetarla, como aquel día en que inevitablemente sus caminos se separaron.

Ella no dijo nada, ni siquiera derramó una lágrima…

 

*-*-*-*

 

Sugita de Capricornio apartó la vista de su rival por pocos segundos. Contempló el extraño fenómeno que se suscitaba en el suelo, donde la telaraña carmesí se extendió hasta casi alcanzarle los pies. Él retrocedió, impulsado por el miedo a lo desconocido, pero la estructura espinosa se abrió camino hasta casi abarcar la mayor parte del campo de batalla, obligando al santo dorado a permanecer muy cerca de los límites marcados por las paredes rocosas.

— ¿Qué sucede? ¿Te impresionas con tan poco? —Engai comentó, divertido—.  ¡Vamos, atácame! —lo incitó, sabiéndolo amedrentado—. ¿No? Entonces yo tomaré la iniciativa.

A un pensamiento, una línea de la telaraña se alzó como si fuera una cadena, la cual lanzó velozmente contra el santo dorado.

Sugita atinó a agacharse, sintiendo cómo la ramificación espinosa pasó muy cerca de su cabeza, estrellándose sonoramente  contra el muro, donde dejó una profunda marca.

No tuvo tiempo para meditarlo cuando más de esos látigos espinosos se alzaron en su contra. Sugita era un guerrero de gran destreza, por lo que logró salir ileso. Las ramas  se incrustaban en el suelo en cada golpe fallido, destruyendo la superficie rocosa con tremenda facilidad.

Cuando esos látigos mostraron la intención de encerrarlo en una jaula, Capricornio empleó la luz de Excalibur para abrirse camino. Las ramas carmesí se quebraron fácilmente en numerosos trozos, pero jamás esperó que al momento de hacerlo, cada fragmento generara una explosión. Unidas, resultó un estallido que impactó en el santo, el cual fue lanzado hacia donde las cadenas carmesís se preparaban para atacarlo.

En su aturdimiento, Sugita logró eludir un par de golpes, pero sobre su espalda recibió dos latigazos que lo azotaron contra el suelo. Las ramas se electrificaron con el contacto de su cuerpo, por lo que no sólo debió sufrir por los potentes golpes sino por la energía eléctrica que inyectaron en su ser.

 

Capricornio logró reponerse, elevando su cosmos y empleando una vez más su brazo afilado. Aunque en esta ocasión, pudo impulsarse para evitar la  onda expansiva de las explosiones, alejándose del arbusto viviente repleto de espinas.

Algunas ramas se enredaron entre sí, moviéndose como extremidades de una araña, golpeteando continuamente el suelo para avanzar.

— ¿Lo entiendes ahora? No tienes escapatoria alguna. Mi magia emplea ataque y defensa a la vez, es un sistema perfecto contra aquellos que sólo saben moverse a la ofensiva.

Sugita se mantuvo alerta, estudiando sus opciones.

— Me he percatado que tu mayor habilidad reside únicamente en tu brazo derecho —rió—. Un golpe de espada magnifico, pero en tus manos es apenas un reflejo de la magnificencia que podría alcanzar. Es un desperdicio todo lo que se ha vertido en ti, pero pronto, te prometo que yo despertaré el verdadero potencial que se te ha dado, usándolo finalmente para mis propósitos.

El Patrono desencadenó una tormenta eléctrica sobre la zona, en la que los rayos rojos buscaban calcinar al santo de Atena.

— ¡No sé lo que pretendes exactamente conmigo! ¡Pero jamás serviré al mal! —Sugita clamó, moviéndose velozmente para eludir los relámpagos.

— Niño, lamento decirlo pero, ¡no te necesito vivo! —aclaró el Patrono.

Sugita vio como los relámpagos  comenzaron a girar sobre sí mismos, formando un tornado con sólo diez metros de altura que se precipitó hacia él.

Con su cosmos encendido, el santo de Capricornio fue envuelto por dicho tornado carmesí, el cual se alargó y subió hasta el cielo en cuanto hizo contacto con él, causando un estruendo que le lastimó los tímpanos.

Fue arrastrado violentamente por  esa energía que giraba de modo salvaje y lo elevaba por los cielos. Sentía su cuerpo vapuleado por las numerosas descargas que lo golpeaban sin piedad, rasgando su carne como si miles de garras estuvieran arañándolo.

Aunque perdió por escasos segundos la orientación, esperó encontrarse a la altura suficiente para efectuar un plan.

Elevando su cosmos, Sugita logró romper el flujo carmesí,  desbaratando el tornado rojo, cuyos relámpagos se dispersaron en todas direcciones tras tornarse de color dorado. Sin un suelo bajo sus pies, Sugita sabía que sólo le esperaba una larga caída hacia la muerte.

Engai reflexionó si debía o no interceder por el muchacho, tenía pocos segundos para decidirse, pero al contemplarlo caer, entendió que el chico estaba lejos de estar indefenso.

— A esta distancia, la proyección será más grande —el santo se dijo así mismo al preparar su técnica que esperaba poder efectuar en el aire. Su blanco: la telaraña escarlata que había abarcado por completo la profundidad del arrecife— Excalibur Justice!

La red dorada que creó el santo de Capricornio parecía pequeña, pero conforme se precipitaba a tierra se volvió tan grande que  fácilmente abarcó en su totalidad el campo de batalla.

El Patrono de Fortis miró con cierta sorpresa esa devastadora cuadrícula de oro, en cuyo descenso partió las rocas como si fueran hojas de papel, cayendo como una plancha aplastante que desbarató por completo la telaraña roja y prosiguió su camino hasta niveles profundos del subsuelo.

El campo de protección que cubría al Patrono logró resistir, pero en cuanto vio las centenas de trozos rojizos apunto de estallar en el suelo, y otros más flotando a su alrededor, entendió la verdadera intención del santo de Atena.

Las explosiones, unidas, formaron una luz roja que se disparó como un volcán haciendo erupción.

Aun en el aire, Sugita de Capricornio fue alcanzado por la onda expansiva que detonó dentro del interior del arrecife, empujándolo hacia el norte de tal embocadura del suelo marino.

Cegado y aturdido por la rugiente erupción, el santo de Capricornio cayó pesadamente en el suelo, resintiendo dolores por todo su cuerpo. Se apresuró a ponerse de pie, contemplando la negrura del humeante suceso que le impedía ver el interior del arrecife.

Se negó a bajar la guardia, siendo eso lo que lo salvó de ser golpeado por un rayo escarlata que fulminó el suelo.

Sugita escuchó un leve murmullo— Allí viene —, que le causó escalofríos, pero lo obligó a anticipar la descarga roja.

Engai apareció de entre la humareda que se negaba a disiparse. Su campo de fuerza continuaba manteniéndolo a salvo e ileso.

Sonriente, el Patrono pisó suelo firme y desvaneció la esfera protectora— Aplaudo tu intento, jovencito. Por un instante me preocupé, sin embargo, mientras posea el escudo más fuerte de todo este mundo, ese tipo de estrategias nunca funcionarán —aclaró, tocando con el dedo índice una de las piedras rojas que manipulaba a su antojo—. Mis compañeros me consideran un guerrero inferior dentro de las filas sólo porque no se me bendijo con uno de los Zohars, pero el señor Avanish es sabio y prefirió brindársela a alguien más, sabiendo que yo no la necesitaría —comentó.

Sugita optó por una pose de combate nuevamente—. Si lo que dices es cierto, supongo que ya sé cómo será el final de esta batalla. Tú que dices poseer el escudo más fuerte, y yo que poseo la espada más poderosa, terminaremos por destruirnos mutuamente.

— ¿Tú? ¿La espada más fuerte? —Engai se mofó—. Tus pasados intentos no han causado ningún rasguño en mi barrera, ¿de verdad crees lo que dices?

— Lo intentaré las veces que sea necesario, pese a que te digas invencible, no renunciaré a la victoria.

— Te ves bastante decidido… creo que llegó el momento de borrar esa seguridad que resplandece en tu mirada —Engai invocó con un pensamiento otra piedra roja que se mantuvo a la altura de su pecho, pero era tan pequeña, como una lágrima,  que podría pasar desapercibida de no ser por el resplandor carmesí que emitía.

El santo de Capricornio elevó su cosmos, desenvainando el resplandor de Excálibur, con la cual dio dos golpes de espada que formaron una radiante cruz que se precipitó contra el Patrono.

Engai sonrió ampliamente ante el haz de luz. La lágrima escarlata fundió su aura con la del Patrono, permitiendo que ésta, de algún modo, desvaneciera el ataque dorado, como si hubiera sido absorbido por una puerta, dentro de la cual dio media vuelta para volver a salir por ella.

— ¡Esto no puede ser! —Sugita exclamó al instante en que su técnica le fuera devuelta, y con una intensidad mayor.

El poder de Excálibur golpeó su cuerpo, arrancándole un grito de dolor agonizante, empujándolo sin piedad, resintiendo la energía cortante que se esparcía hasta el interior de sus entrañas.

Ante la aparatosa caída, perdió su casco. Sugita permaneció de espaldas sobre el suelo rocoso por unos instantes en los que escupió un poco de sangre, mientras abundantes líneas carmesí comenzaron a emerger por debajo de su cuerpo.

El santo dorado se movió lentamente, temiendo que alguna de sus extremidades hubiera sido separada de su cuerpo, pero para su alivio y fortuna, continuaba de una sola pieza. Logró apoyarse sobre sus rodillas para, en un rápido impulso, volver a estar de pie, pero  tambaleante.

En su armadura dorada se marcaban algunas líneas de fractura, pero la cloth de Capricornio también se mantuvo unida.

Aunque lo más sensato sería abstenerse de atacar, Sugita alzó el brazo con la clara intención de hacerlo, pero el Patrono se adelantó, diciendo — ¿Acaso eres tan estúpido, muchacho? Si empleas nuevamente tu espada contra mí, ocurrirá exactamente lo mismo.

— ¿Y eso te preocupa? — cuestionó el santo, confundido por la advertencia.

— No me malentiendas… estoy destinado a tomar tu vida, en eso no hay marcha atrás —aclaró, elevándose nuevamente en el aire—. Si fuera sólo cuestión de matarte, no habría fallado hace catorce años, pero mi magia requiere un proceso más complejo que eso. Y ya que he visto el patético límite de tu fuerza, no tengo porqué retrasarlo más.

La energía del Patrono formó un círculo bajo sus pies, el cual se desvaneció momentos después.

 

— Cuando formaba parte del consejo de hechiceros, me llamaban el mago de la sangre, ¿sabes por qué? —cuestionó, respondiendo de forma inmediata—. No porque haya sido el más sanguinario o el más violento, sino porque mi magia toma fuerza extraída de mi propia sangre… pero también de la de mis enemigos —aclaró justo en el momento en que Sugita sintió una horrenda pesadez en su cuerpo.

El santo miró accidentalmente hacia el suelo, encontrando que un círculo perfecto se había dibujado a su alrededor. Intentó moverse pero el esfuerzo que le tomó mover un poco los brazos le resultó un martirio

— Y como ya te has cubierto con tu misma sangre, me has facilitado el trabajo.

Sugita quedó pasmado ante el lacerante dolor que le atravesó el muslo izquierdo y su brazo derecho. Dos ramas carmesí emergieron súbitamente del suelo y como espadas se clavaron en el santo dorado, obligándolo a caer en el centro del círculo, en cuyo interior, la sangre de sus múltiples heridas comenzó a moverse, formando símbolos arcaicos difíciles de comprender.

Sugita buscó desesperadamente ponerse de pie, pero era incapaz de hacer algo excepto respirar agitadamente contra el suelo polvoriento.

— Admito que desde muy joven, mi madre… mi mentora, me explicó que mi sangre no contenía las propiedades necesarias para asegurar hechizos poderosos —comentó, observando desde el aire cómo los trazos en el suelo se efectuaban perfectamente—… Saber eso me devastó. Aunque ella, en su deseo de que nuestra familia permaneciera en lo alto de la comunidad, me enseñó a utilizar esas propiedades de la sangre de otros —Engai acarició con un dedo el pequeño rubí del tamaño de una lágrima—. Era sencillo, sólo esperar a que el enemigo fuera herido, manchaba un poco mis dedos con ese fluido vital y podría emplear ataques mágicos basados en las propias capacidades del  infeliz. Pero pronto descubrí que era un método imperfecto, pues sólo podía emplearla de forma temporal. “¿Embazarla?” pensé, pero fue un fracaso. “¿Transfusiones?” resultaron inútiles. Conservar vivo el recipiente era un fastidio, y la sangre de un cadáver era ineficiente.

El Patrono de la Stella de Fortis materializó numerosos rubíes que parecían haber estado detrás de un campo invisible. Cincuenta, quizá cien, Sugita pudo verlos cuando dejó descansar su mejilla en el suelo.

— Me tomó un tiempo, pero tras mucho esfuerzo y dedicación logré perfeccionar un método infalible y apropiado. En la sangre de cada individuo hay conocimiento, vida, experiencias y sobre todo poder… ideé un proceso que me permite perpetuar todo eso en la forma de estas piedras rojas….

— ¿Qué…? —alcanzó a musitar Sugita, atragantado por el esfuerzo de su cuerpo por moverse—. … ¿Estás diciendo que tú… que todas esas joyas… las creaste con la sangre de otras personas?

— En mi inocente inicio, sí, sólo tomaba una gran cantidad de alguien poderoso y fabricaba estas hermosuras. Lamentablemente, con el tiempo y uso perdían fulgor hasta reducirse a polvo rojo inservible… Estar con el señor Avanish me ha permitido llevar mi magia a otro nivel, él me dio el conocimiento para que estas joyas se conservaran eternamente… El secreto estaba en no desperdiciar ningún mineral ni esencia que reside dentro de cada ser vivo, tenía que mezclarlo todo, fundirlo todo… carne, sangre, huesos, vida y su alma —sonrió siniestramente.

— ¡No…! ¡Eres un monstruo! —el santo clamó, mirando con horror los rubíes que flotaban en el cielo. Pensó en todas las personas que habían sido sacrificadas y reducidas a meros objetos por el anhelo de poder de ese hombre.

— Como entenderás, a partir de ese glorioso momento me he dedicado a encontrar individuos con poderes que me son de utilidad. He tenido que hacerlo de manera muy discreta, el señor Avanish lo pidió… aunque pronto llegará el día que tenga la libertad de elegir a alguien y volverlo parte de mis fuerzas en ese instante —rió, ansioso por ese futuro prometedor—. Pero concentrémonos en un evento más próximo, en éste… ¿Ahora entiendes lo que voy a hacer contigo? Volveré todo lo que eres en poder, un poder del que yo tendré control y lo emplearé a voluntad. Hiragizawa nunca entendió la visión de mi proyecto, pero pronto se lo mostraré, juro que lo aniquilaré con la fuerza que extraeré de ti —volvió a reír, imaginando el momento.

Tras un simple pensamiento, el círculo de sangre en el que se encontraba atrapado el santo, empezó a emitir un fulgor carmesí del que descargas eléctricas chasqueaban sonoramente.

Sugita sintió una horrible sensación que presionó sus órganos internos, casi provocándole el vómito.

— Hace más de quince años, las fuerzas primigenias que le dan equilibrio a este mundo perecieron a manos de los mortales —Engai relató, fascinado por el encontrarse tan cerca de su triunfo—. Los espíritus del Fuego, de la Tierra, del Agua y del Viento sucumbieron a manos del joven que es conocido como el Shaman King de la nueva era, Yoh Asakura. Pocos años después fue el turno del espíritu de la Vida, cuya esencia se trastornó gracias a los mismos seres humanos, volviéndose un peligro que estuvo por acabar con este planeta. Irónicamente el único hilo de esperanza que mantenía en pie este mundo era el espíritu de la Muerte… pero al tiempo fue liberado, y gracias al poder de Hades que se extendía por el globo a causa del gran Eclipse, se convertiría en la fuerza que exterminaría la vida de éste miserable mundo. Supongo que ya debes conocer el resto de la historia…

 

El santo de Capricornio comenzó a gritar de dolor, resintiendo el paso de la magia y el poder del Patrono a través de sus entrañas.

 

— Me has preguntado por qué te llamo “monstruo”, pero para ello tenemos que regresar un poco en el tiempo… al momento en que el espíritu de la Vida fue derrotado, en donde una pequeña fracción de su esencia fue recuperada por tu padre, quien dijo, y cito: al sostenerla en sus manos entendió que tal pureza ancestral no debía extinguirse —dramatizó—. Se sintió culpable ya que él fue uno de los responsables de que haya enloquecido y desatado todo ese mal —Engai juntó las manos y en ellas acunó un objeto imaginario, como si  representara el momento relatado.

— Su esposa entendió su pesar, par de idiotas, por lo que accedió a llevar a cabo el deseo de su esposo. Ella, Kaho Hiragizawa, quien se encontraba con pocos meses de gestación, permitió que se depositara en su vientre esa esencia primordial… limpiando así un poco la conciencia de Hiragizawa y dando a luz, meses después, a un niño al que llamaron Sugita.

 

Pese a la agonía, Sugita logró escuchar claramente lo dicho sobre sus padres, abriendo los ojos con un gesto de sorpresa.

 

— ¿Qué abominación nació realmente de ella? No estoy seguro, en apariencia es como cualquier chico que haya visto en mi vida —Engai habló cínicamente—. Desconozco si es el espíritu reencarnado, si es el inocente ser humano, o una fusión de ambos. ¡Lo único que importa es que pronto todo lo que él es y se esconde dentro de él cabrá en la palma de mi mano!

 

En la mente de Sugita todo se tornó confuso, con tanta información que asimilar, sus propios pensamientos caóticos y el terrible dolor que lo aplastaba, hubo un instante en que perdió el sentido y todo se tornó oscuro, donde un sin número de imágenes se proyectaron una tras otra a gran velocidad. Vio muchos momentos y rostros avanzando, voces incesantes que hablaban al mismo tiempo y no era capaz de entender, hasta que una de ellas resaltó por encima de todas las demás….

 

¡¡Arriba!!

 

El chico de ocho años cayó sobre su espalda tras recibir el violento ken de su maestro, quien caminó por el fango del terreno para aproximarse a él.

— ¡¡Arriba!! —repitió la orden con voz severa y autoritaria.

Sugita rodó sobre sí mismo al ver cómo es que el pie de Deneb se precipitó sobre su cara. El susto lo obligó a levantarse para esquivarlo y retroceder, manteniendo una distancia prudente de su mentor.

 

Tras años de convivencia y entrenamiento, finalmente había dado inicio la etapa de combate. Su mentor no mostraba consideración alguna durante la agresiva instrucción, y pese a las palizas dadas exigía que su alumno se levantara al día siguiente y continuara con el mismo ritmo.

 

Deneb se lanzó hacia él, con su brazo derecho extendido y rígido, al mismo tiempo que Sugita contraatacó imitándolo. Sus brazos chocaron una y otra vez, repeliéndose como espadas, generando estruendos similares, pero la maestría de Deneb sobre la Excálibur era absoluta y su poder era mayor. Eso lo sabía bien el joven discípulo, quien tras cada choque acumulaba profundas heridas en su brazo, después de todo su técnica aún no era lo suficientemente fuerte para igualar o superar a su maestro.

Al sentir que pronto perdería la movilidad de su extremidad, Sugita descuidó a propósito su defensa, permitiendo que su maestro encontrara una abertura para atacar su pecho, siendo su intención atrapar con sus manos desnudas el brazo-espada.

Deneb dejó escapar una ligera sonrisa al anticipar la trampa, pero se permitió caer en ella.

Él mismo le había mostrado no sólo las formas en las que es capaz de emplear su técnica, sino también cómo un rival sería capaz de combatirla. Su alumno ya conocía sus ventajas pero también las debilidades, supuso que era tiempo de enseñarle algo más.

 

Sin permitirle a Deneb liberarse, Sugita utilizó todas sus fuerzas en un rodillazo que quebró el brazo de su maestro, el cual se dobló ante la fractura. Mas ningún grito o gesto de dolor cambió la dura expresión del hombre de cabello oscuro, quien desplegó una patada doble sobre la quijada del muchacho.

Sugita se alejó, visiblemente exhausto pero todavía de pie. Fue capaz de inutilizar la mejor arma de su maestro, por lo que se había deshecho de un gran problema.

Deneb no prestó atención a la rigidez de su brazo, que caía inútil sobre su costado— Muy bien, parece que has entendido tu mayor desventaja a la hora de luchar.

—Es por eso que debemos acabar rápido con nuestros enemigos, ¿cierto? Antes de darles la oportunidad de entenderlo —añadió Sugita, orgulloso tras haber herido a su mentor—. De otro modo la derrota será inminente.

El ceño de Deneb se tensó con enfado— Sólo un guerrero mediocre creería que una incapacidad como ésta será lo que decida el final del combate. Permitir que los demás crean eso está bien, pero… sería deshonroso que todo terminara por un simple descuido.

Ante la expresión incrédula de Sugita, Deneb elevó su cosmos dorado el cual fue visible a su alrededor. El maestro lanzó una patada al aire de la que se liberaron ráfagas cortantes que devastaron el suelo.

El pupilo eludió el repentino ataque a duras penas— ¡¿Con la pierna izquierda?! —inmediatamente la pierna derecha de Deneb se levantó y del mismo modo las estelas cortantes se esparcieron por el aire.

En un intento de contrarrestarlas, Sugita empleó su propia Excálibur, logrando que ambas fuerzas se neutralizaran. De la gran columna humeante, la figura de Deneb emergió de los cielos, siendo su brazo izquierdo el que se abalanzó sobre su aprendiz.

Ante la impresión y la seguridad de que moriría, Sugita tropezó torpemente en el fango, cerrando los ojos con fuerza.

El sonido de pequeñas rocas cayendo del cielo y del escombro abatiéndose por la zona, acaparó todos sus sentidos, pero los segundos pasaban y el bombeo acelerado de su corazón le indicaba que todavía seguía con vida.

— Mocoso, ¿no tienes las agallas suficientes para enfrentar a la muerte como todo un hombre? Sí que te hace falta madurar, chiquillo engreído —escuchó de su maestro.

El niño abrió los ojos, observando los dedos unidos de su maestro  justo a la altura de su frente.

Sugita prefirió callar, creyendo que cualquier error en sus oraciones provocaría tremendas consecuencias.

— Pero tu mediocridad tiene remedio, que esta sea una lección Sugita— Deneb se incorporó sin apartar la vista de su discípulo—. Aquellos que creen que el poder de Excálibur reside únicamente en alguno de nuestros brazos, están equivocados. Excalibur es algo que jamás podrás ver o tocar, pues su poder no reside en una espada como la que Atena entregó a su santo más fiel en la era mitológica; el verdadero poder de ella se encuentra en tu interior —dijo, inclinándose para tomar una roca del tamaño de su puño, con la que jugueteó unos momentos—. La fuerza de esta técnica  se encuentra estrechamente unida y equilibrada a la de tu cosmos, también a tu voluntad y corazón. Es una extensión más de tu cuerpo, de tu alma, y existen muchas maneras en la que puedes emplearla a tu favor.

Deneb arrojó la roca al aire, la cual caería irremediablemente sobre su cabeza por la fuerza de gravedad. En vez de eso, un diminuto relámpago dorado emergió de su cosmos, el cual redujo a la insignificante piedra en polvo.

Sugita se cubrió los ojos ante la llovizna polvorienta que se precipitó sobre él.

— ¿Cómo hizo eso? —pronunció perplejo—… Ni siquiera se movió.

— Ya hemos hablado de que el cosmos es la energía del universo que existe dentro de tu cuerpo. Aquellos que dominen a Excálibur y su propio cosmos serán capaces de utilizar ambos en una armonía perfecta, pudiendo lograr algo tan simple como lo que acabas de ver. Aunque hay una advertencia Sugita, fundir ambos elementos puede darte gran poder destructivo, pero es un arma de doble filo que puede traer consecuencias devastadoras, sobre todo para ti. El hacer estallar tu cosmos interior acompañado por el poder de Excalibur podría destrozar tu cuerpo desde dentro, excederte en ella acabará contigo.

Sugita tragó saliva ante la advertencia, pero asintió al entender el peligro.

— Engaña a tu enemigo todo el tiempo que puedas, permite que caiga en la ilusión de vencerte acabando con la que creerá la fuente de tu poder, porque al final será desagradable para él darse cuenta de su grave error. No emplees esto a menos que sea realmente necesario, ¿has entendido? Morir en una batalla está bien, pero no por cometer estupideces.

— ¡S-sí, fuerte y claro maestro! —respondió rápidamente, un poco asustadizo—… Pero, ¿podría habérmelo dicho desde el principio, no lo cree? —reprochó, entornando un poco los ojos.

— De nada hubiera servido —Deneb dejó escapar una risa amigable—. Has demostrado tu habilidad sobre Excálibur utilizando únicamente tu brazo derecho, realmente creí que descubrirías por ti mismo el resto, pero te di demasiado crédito —murmuró sarcástico, acompañado de una mueca burlona.

Sugita bajó la cabeza, apenado— ¡Ah! Pero ya se lo demostraré, verá cómo es que pronto podré hacer lo mismo que usted, eso téngalo por seguro —se levantó tras desmarañarse los cabellos, demostrando gran entusiasmo.

Deneb asintió, creyendo en que así sería. Ha sido testigo de la perseverancia de su pupilo en estos años y su gran progreso, algo torpe claro, pero realmente cree que será un mejor santo de lo que él alguna vez fue.

 

La imagen de su maestro se nubló poco a poco, mientras forzaba su mente para regresarlo al tiempo y espacio correctos, siendo atacado por el dolor, el cual alejó con un grito con el que expandió su cosmos y apartó las extensiones que lo sometían al suelo, logrando salir del círculo mágico dentro del que se encontraba atrapado.

 

Engai se sorprendió al ver que su magia perdió influencia sobre él.

— ¿Por qué te empeñas en retrasar lo inevitable? —preguntó—. ¿Piensas continuar luchando? ¡¿Con qué?! Tu brazo derecho está deshecho, y aunque tuvieras otra técnica con la cual sorprenderme, yo poseo muchas herramientas con las cuales volveré a someterte. Pero mi favorita sin duda sería ésta —manipuló los rubíes para que la joya más diminuta de todas se moviera hasta la altura de su rostro—. Debería hablarte un poco de esta pequeña preciosidad, es una de las que más admiro, pero que a la vez me entristece —fingió un gesto de tristeza total para después abandonarlo—. Ya has sentido en carne propia su poder, fue un obsequio más de mi amable benefactor. Habiendo terminado mi entrenamiento, el señor Avanish me entregó un pequeño frasco que contenía una sustancia carmesí… a simple vista era sangre, pero me bastó con siquiera sostenerla en mi mano para comprender que no le pertenecía a alguien ordinario. Cuando logré formar una joya con ella, el resultado fue así de diminuto, sin embargo, dentro de ella existe mucho poder…. pues fue forjada con la sangre de un dios.

— ¿Un dios? —el santo repitió con incredulidad.

— O el avatar de un dios, no lo sé —El Patrono comentó con fastidio, omitiendo que también desconocía la identidad del donador—. Es una lástima que sea una joya tan mediocre en comparación del resto que nos rodean. He tratado de utilizarla muy poco para evitar que desaparezca… pero ya no importará, no cuando estoy por obtener la de un espíritu primigenio, y sin mencionar que el señor Avanish prometió darme a alguno de esos pequeños e indefensos dioses que han reencarnado, para fabricar una hermosa joya con poderes perpetuos.

Sugita de Capricornio calló por unos segundos en los que Engai no paró de sonreír— Eres un hombre despiadado que no tiene respeto por la vida de los demás… —el santo murmuró, mirando con lástima las piedras rojas que se mantenían en el cielo—. Juegas con ellas y las sometes a una experiencia tan atroz… eres un maldito que no merece vivir  —sentenció, con una mirada de desprecio que jamás había contaminado sus ojos.

Por un momento fugaz, Engai resintió un escalofrío justo como cuando el líder de los hechiceros lo condenó a muerte. Sin duda, él había heredado la cruel mirada de Hiragizawa.

¿Qué es esta horrible sensación? —se preguntó Engai ante la sensación de deja vu.

 

De forma imprevista, Sugita se despojó de su armadura dorada, la cual se retiró a un lugar lejos de la vista de cualquier de los dos combatientes.

— ¿Hay alguna razón para que  te prives de tu armadura? —cuestionó el mago, confundido por el acto—. ¿Debo tomarlo como una señal de rendición?

— No —respondió el joven santo, cuyo cuerpo magullado lograba permanecer en pie—. Sencillamente… no quiero que sufra más daño por mi culpa —aclaró, manifestando su cosmos dorado—. El Patriarca me entregó esa cloth… lo último que puedo hacer por él es regresarla lo más entera posible.

— Parece que estás preparado para morir —Engai comentó.

— No, de hecho, estoy preparado para tomar mi primera vida… —corrigió. Su cosmos permaneció como un delgado resplandor alrededor de su cuerpo, un halo insignificante en comparación a lo que ya antes ha demostrado.

— Qué lástima, es un privilegio que no pienso darte. No le entregaré mi vida a nadie de la familia Hiragizawa… en cambio, tomaré la de ellos. ¡Todas! ¡La del padre y la de los hijos!

Engai movilizó las ramas carmesí sobre el santo dorado. Sugita no intentó huir, enderezó  la espalda para encarar a la telaraña que buscaba cerrarse sobre él.

En cuanto las puntas afiladas del arbusto viviente se aproximaron a su cosmos dorado, éstas comenzaron a desintegrarse sin lograr su fin.

El mago quedó boquiabierto al ver cómo es que el efecto de desintegración no paraba sólo en los extremos afilados, sino que el recorrido se extendía con rapidez como una enfermedad por toda la estructura escarlata. A su paso, no quedaba ningún fragmento que pudiera estallar como ocurrió en anteriores ocasiones en las que el santo de Capricornio cortó las ramificaciones.

 

Intuitivamente, Engai alejó las que aún no habían sido contaminadas por el cosmos del santo dorado.

— ¡¿Pero qué es lo que has hecho?! ¡Acaso tú…! —exigió una explicación, a lo que Sugita sólo le respondió con una leve sonrisa.

— ¿Qué sucede? ¿Acaso no dijiste que no le temías al filo de mi espada?— cuestionó con ligero cinismo—. Ahora que finalmente la he sacado de su funda, te mostraré el auténtico poder de Excálibur empuñada por mi mano.

Sin permitirle reaccionar, Sugita dio una veloz patada giratoria, liberando una onda invisible que terminó por pulverizar el resto de las ramas espinosas, quedando únicamente un inofensivo polvo escarlata suspendido en el aire.

El Patrono quedó confundido al ver la nube roja que caía sobre su escudo. Sus sentidos no lo engañaban, percibía una transformación en la fuerza del santo dorado que no podía explicar. ¿Acaso era capaz de utilizar el poder que le obsequió su padre antes de nacer?

— Esto no puede ser… ¡¿cómo pudiste cambiar tanto si hace unos momentos estaba a punto de matarte?!

— Admito que eres un enemigo formidable… y en otras circunstancias te habrías salido con la tuya… —explicó con un claro cansancio en su voz—. Pero será tal cual te dije al inicio… el final de esta batalla será el que ambos nos destruiremos mutuamente… y no necesito ser un vidente para saberlo.

El cosmos de Sugita finalmente se engrandeció a su alrededor, cegando momentáneamente al Patrono.

Excálibur no es algo que sólo se encuentre en mi brazo derecho o en cualquiera de mis extremidades —Sugita repitió lo que su maestro le dijo esa vez, mientras su cosmos dorado se volvía cada vez más brillante, casi blanco— … reside dentro del universo que hay en mi cuerpo, es una con mi cosmos... Sola no es más que un arma atrapada en un pedestal de piedra, pero en cuanto mi espíritu la blande, no hay mal que no pueda desvanecer con ella —pausó unos segundos en los que resintió unos cortes que comenzaron a abrirse en su piel a causa de su propio cosmos—. Y tú vas a desaparecer... —sentenció.

El Patrono veía cómo es que el suelo bajo el joven santo comenzaba a destruirse, cómo si un tornado de navajas machacara la dura roca.

— Sólo hasta ahora me permites ver el resplandor de tu auténtica fuerza… —musitó el mago, sobrecogido al saber que eso apenas era un vestigio del verdadero poder que podría obtener. Lo único que se interponía en su camino era la voluntad de  ese chico.

— Esa mirada —Engai sonrió ante el reflejo del pasado, ocultando el temblor que le ocasionaba—… es la misma que tu padre me dio antes de matarme —comentó—. Me es claro que es tu última jugada, si no caigo ante tu siguiente técnica quedarás a mi merced… y aunque tuvieras éxito y me destruyeras, también morirás —rió divertido, dándose cuenta de las lesiones que, segundo tras segundo, se marcaban en el cuerpo del santo, víctima de su propio energía.

— No temo a la idea de morir, pero me aterra que por mi fracaso alguien como tú pueda seguir caminando en este mundo… Tus asesinatos terminan aquí, ¡prepárate! —gritó, sabiendo la fuerza con la que debería lidiar, y las consecuencias.

Engai reaccionó tal cual Sugita esperaba. El Patrono empleó su energía sobre la gema que mantenía en alto su escudo y también sobre la diminuta lágrima carmesí.

— ¡Será un placer verte desaparecer, víctima de tu propia mortalidad! —Engai clamó con un gesto sádico— ¡De tus restos al final obtendré mi deseo!

El santo de Capricornio no titubeó, llevó su cosmos hasta el límite, cuidando de no romper esa barrera hasta visualizar el momento justo— ¡¡Resplandor final!! —gritó, lanzando un golpe de espada con su brazo izquierdo, el cual liberó un volátil y enorme resplandor que se proyectó hacia el Patrono.

Toda esa fuerza golpeó una barrera fuera del campo protector de Engai, aquella que serviría como un espejo que reflejaría toda esa potencia de regreso hacia su ejecutor… o cuando menos es lo que él esperaba.

Del rostro de Engai se borró toda sonrisa ante la demora de su gema a la que miró acusadoramente. Del rubí destellaba un intenso fulgor carmesí, dentro del cual vibraba sin control.

 

Sugita de Capricornio permaneció con el brazo extendido hacia su enemigo, mientras que por su cuerpo continuaba fluyendo todo ese poder devastador que le cortaba la piel tanto del exterior como desde el interior.

 

El Patrono sentía su rostro sudoroso por el duelo de cosmos. Su labor era únicamente concentrar toda su magia en esa pequeña gema. Sintió que le iba a estallar la cabeza, pero en un esfuerzo sobrehumano, ésta comenzó a actuar.

 

Sugita vio con horror cómo es que su energía estaba siendo contrarrestada para serle devuelta en cualquier instante.

— ¡No, no, no! —se dijo a sí mismo, empezando a desangrarse por las profundas heridas que las navajas invisibles le ocasionaban—. Aunque tenga el poder de un dios en la palma de su mano… ¡no es un dios!… ¡no lo es!… Ese poder es limitado—intentaba convencerse, sin claudicar en su ataque—… ¡Mientras el mío es infinito! Lo siento mucho maestro… pero no es ninguna falta morir en batalla por una causa justa, usted lo dijo —meditó al final, dispuesto a atravesar esa barrera que siempre le prohibieron cruzar.

Su cosmos se volvió completamente blanco, cerrando los ojos en un último acto de concentración. Sugita detectó una energía extraña a su alrededor, la cual sintió subir por sus pies hasta abarcar todo su cuerpo. Por un momento se asustó, pero pronto encontró que no era una presencia desagradable, ni desconocida… algo había en ella que le resultaba familiar.

 

Engai vio con horror cómo es que la  diminuta gema empezó a cuartearse, lo que significaba que estaba a pocos momentos de terminarse su poder. Era algo imposible, según sus cálculos aún le quedaba un largo tiempo de existencia, pero al forzarla de tal manera en esta batalla había acelerado su punto de extinción.

— ¡¡No seré vencido por un engendro como tú!! —el Patrono gritó encolerizado, empleando hasta la última gota de su fuerza en devolverle su ataque, ¡lográndolo!

Sugita vio con disgusto que el resplandor volviera a él, pero en un acto reflejo, juntó sus manos como si sostuviera una espada invisible frente a él. Subió las brazos hasta por encima de su cabeza, lanzando un repentino golpe vertical con ella, liberando un torrente mucho más brillante que el anterior, el cual, al golpear contra la energía del ataque reflejado, la empujó hasta fundirse en un solo ataque que volvió a ascender hacia Engai.

El Patrono quedó perplejo ante aquello, pero en cuanto intentó defenderse, se le paralizó el corazón un instante al ver cómo es que la lágrima carmesí se desmoronó frente a sus ojos.

La quiso sujetar entre sus manos, pero lo único que atrapó fue polvo rojo antes de que esa marejada luminosa lo engullera por completo.

Su campo protector no resistió el primer embiste, y el poder del santo de Capricornio barrió con los objetos que en su interior se resguardaban.

Engai vio que el resto de sus gemas desaparecían en el interior de esa luz. Su propio cuerpo comenzó a deshacerse también, pero en contra de lo pensado no sintió dolor alguno… tal vez murió de forma inmediata y su última visión era la de contemplar cómo su cuerpo era reducido a nada. Ni siquiera la Stella que llevaba puesta resistió.

En un último delirio, miró hacia donde el santo de Capricornio debía encontrarse, para decirse a sí mismo— Eso fue impresionante… y aun así… sólo es un débil soplo de su verdadera fuerza…Qué abominable…—desapareciendo dentro del torrente blanco.

 

Para cuando la luz y los estruendos cesaron, en el medio del deteriorado campo de batalla, Sugita de Capricornio permanecía de pie, aún en la posición de esgrima en la que sujetaba una espada inexistente en sus manos. Respiraba con dificultad mientras toda su piel y ropa se encontraban manchadas por su propia sangre.

Indudablemente es el vencedor, pero con un sabor a derrota. La victoria no contuvo la sangre que manaba por sus heridas, ni detuvo su dura caída al suelo, donde cerró los ojos lentamente y se quedó inmóvil.

 

FIN DEL CAPITULO 44

 

Caribdis*. Es un horrible monstruo marino, hija de Poseidón y Gea, que tragaba enormes cantidades de agua tres veces al día y las devolvía otras tantas veces, adoptando así la forma de un remolino que devoraba todo lo que se ponía a su alcance.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Publicado 07 septiembre 2017 - 17:31

The doom of the Knights of Athena

 

Los santos escuderos se encontraban discutiendo en los aposentos del papa, qué sucedería de ahora en adelante, después de haber contenido a Prometeo en un ataúd de hielo. Ellos se disponían ir a buscar a la diosa Athena, ahora que todo había terminado.

 

―Me pregunto si ahora que la diosa reencarno será necesario un nuevo pontífice ―se cuestionaba Gabriel.

―Nosotros ganamos su favor no es así, significa que solo uno de nosotros tres que somos los guardianes de los tesoros podemos ser papa ―inquirió Surt.

―Me temo que no es así, vosotros ahora son santos normales y además creo supuestamente se debería seguir la línea de la simiente ―agregó Ganimedes.

―Lo dices por ti ―dedujo Enoc―. No sé qué dirá la diosa Athena, pero si debemos escoger a alguien para recuperar las habilidades del papa, pues sus funciones son imprescindibles.

―¡Claro que no, no me gustaría que volviera a ser uno de mi simiente! ―replicó el copero―. Creo que no podría con esa responsabilidad.

―Me pregunto si somos los únicos sobrevivientes ―dijo Gabriel.

 

Fue entonces cuando las puertas se abrieron y un hombre de vestimenta dorada entró. Su rostro no se le veía debido a su casco con forma de pez que traía puesto, dándole un aspecto enigmático. Cuando quiso dar un paso se desvaneció desconcertándolos a todos.

 

―¿Quién es?

―¿A dónde fue?

―¡Miren está en el trono!

―¿En qué momento paso por nosotros?

 

El desconocido santo se había sentado en el asiento del papa por alguna razón se mantuvo en silencio quedándose ahí sin dirigir la palabra, cuando se puso de pie ante ellos.

 

―Solo quería sentir como hubiese sido la vista que tendría si me hubiera quedado en el santuario ―dijo al momento de quitarse su casco y revelar un rostro muy nítido de ojos ámbar y una larga cabellera celeste―. Soy Oannes de Piscis, es un gusto conocerlos.

Los cuatro quedaron estupefactos cuando escucharon su nombre al recordarlo como el hombre que intervino en el recuerdo de Afrodita, donde desapareció junto con ella.

―¿Cómo sentarte en ese trono? ―cuestionó Enoc―. ¿Cómo llegaste hasta aquí?

Oannes sonrió levantándose cuando comenzó a relatar su historia tan intrigante para los jóvenes santos escuderos.

 

CAPITULO 43.- LOS ENIGMATICOS SANTOS DE ORO; GEMINIS Y PISCIS.

 

Mientras sucedían incontables batallas en la cima del santuario, al mismo tiempo también había actividad más abajo en uno de los doce templos. Esto aconteció tan solo hace una hora.

                          ***

 

Por unos frondosos senderos, un muchacho de alborotados cabellos marrones y ojos verdosos, de nariz puntiaguda y tez bronceada, descubierto de su torso superior corría rápidamente, cargando una urna de Oro. Con demasiado sudor, su piel algo irritada, producto de algunos golpes y vendajes, lo hacían ver convaleciente.

Un terrible presentimiento lo había despertado de golpe, después de haber sido derrotado por Seiryu del Dragón, Bardo de Sagitario había caído por un rio y terminó siendo salvado por su amante, la doncella Pallas. Quien lo llevó hasta su reino solo para mujeres, en Tesmicira. Donde Ceres, la gran sacerdotisa de las doncellas, le proporcionó unos ungüentos mágicos, que le fueron curando aceleradamente, pero gracias a su cosmos de un santo de Oro, no necesitó esperar que los medicamentos terminaran su trabajo. Después de unas horas, ya se encontraba medianamente bien, y estaba arribando al santuario.

Él sabía que se había perdido la acción, pues grandes cosmos se introdujeron en su ausencia, mientras que otros regresaron. No paso mucho tiempo en que llegara al templo del búfalo gigante, donde esperaba encontrar a su maestro, pero solo vio un enorme cráter en el suelo y un agujero en el techo, se dio cuenta que por primera vez su cuerpo se sentía ligero estando en el centro del recinto. La barrera energética ya no surtía efecto, desde hace un buen rato, solo sentía unos pequeños residuos que lo guiaron hacia el subterráneo. Donde en él, encontró la efigie de la armadura de Tauro, algo chamuscada y apocada, estaba cubierta sutilmente en algunos miembros de un velo grisáceo, al ver ese efecto reconoció de inmediato quien había sido el responsable. Pues su mismo ropaje de sagitario también sufrió el mismo el efecto y gracias a su reposo en su interior se había recuperado o al menos eso dedujo, pues también se recuperó rápidamente. Quizás Seiryu había muerto y eso restableció sus víctimas de sus ataques, pero entonces la armadura de Tauro aún no tenía mucho tiempo de haber sido afectada, pues no parecía un residuo sólido. ¿De dónde hubiese venido?

Por delante del ropaje, vio una compuerta giratoria. La cual flotaba lentamente, mostrando un mundo espacial desde el otro lado, de ahí podía sentir el rastro del cosmos de su maestro, el del Dragón y el de otra persona. Un aura que jamás pensó en volver a percibir, su antigua compañera Euribia. Cuando quiso acercarse hacia la compuerta, esta se destruyó desde el interior, y su edificación voló en mil pedazos. Algo inusual justo cuando iba atravesarla.

Después de analizarlo por unos momentos, decidió continuar, pues sabía que algo sucedía más arriba. Siguió corriendo y no tardó mucho en llegar al templo de los gemelos. Jamás encontraba a nadie ahí, cada vez que bajaba desde su templo al de su maestro. No debiese tener complicaciones en ese lugar abandonado, pero a medida que corría sentía un descarga de emisión de luz, una refracción que afectaba el recinto como señal intermitente entre luz y sombra. Cuando salió, se vio frente a la entrada nuevamente, por primera vez estaba teniendo problemas para salir de ahí, justo en un momento importante, lo que resulto que se desesperara y volvió a introducirse, sintiendo la misma refracción de luz y sombra hasta que se detuvo al ver a un sujeto en vuelto en el ropaje de Géminis, por primera vez estaba frente al guardián del tercer templo. Percibiendo un aura pasiva y enigmática, siendo un poco más alto que él, casi llegando a los dos metros, de su rostro no se podía ver nada debido a su yelmo que ocultaba su aspecto, viéndose solo de la nariz para abajo, una mueca inexpresiva. Su cosmos era silencioso debido a que él era la fuente de esa emisión de refracción, emitiendo ondas que cambiaban la densidad del lugar.

 

―Ya veo, con que finalmente regresaste ―musitó frunciendo el ceño―. Se puede saber qué diablos pretendes, haciendo retrasar a un camarada, justo cuando se siente un gran peligro en la cima de las doce casas.

 

No hubo respuesta de parte de su anfitrión, solo un movimiento sutil de su mano izquierda, extendiendo la palma liberó una onda de energía que lo hizo retroceder violentamente al pobre Bardo, cayendo su urna de su espalda.  Éste se levantó enfadado y ordenó a su ropaje del centauro cubrirlo, ensamblándose en su cuerpo una vestidura alada. Su cosmos dorado, igualó el aura radiante de su aparente camarada.

 

―¡Si no me dejas pasar lo haré a la fuerza!

―Vuestra presencia allá arriba es innecesaria, mejor retírate ―respondió por primera vez con una voz masculina―. Un juicio divino se está llevando a cabo, en el cual ninguno de nosotros debemos interferir, si no somos elegidos―. Yo Andrós de Géminis no permitiré que nadie interrumpa eso.

―¿Qué dices? ―cuestionó sin entenderle―. ¡Tú sabes que está pasando y has decidido permanecer al margen!

―Debemos esperar a que termine ese juicio para ponernos a disposición de la nueva autoridad del santuario, hasta entonces será mejor quedarse lo más alejado del templo de Athena.

―¿Qué?.... Nueva autoridad. Cada vez me confundes más, Géminis ―respondió con desconfianza―. Mejor hazte a un lado, debo ver con mis propios ojos lo que sucede allá arriba, incluso he perdido hasta mi maestro, justo cuando iba a entrar al pasaje estelar para buscar su ultimo rastro de cosmos.

―Yo mismo me he encargado de destruir todas las compuertas estelares, después de todo son mis creaciones. Ya te dije que nadie debe acercarse al templo de Athena, excepto los elegidos.

―Con que fuiste tú ―eso disgustó aún más a Bardo, encendiendo su aura―. ¡Entonces te apartaré a la fuerza con mis puños… ¡Trueno Atómico!

 

Dando un puñetazo en forma extendida, hizo disparar cientos de rayos en forma de meteoros dorados, los cuales avanzaban en dirección frontal contra Géminis, quien se quedó quieto sin defenderse. Pues a medida que impactaban los meteoritos dorados, estos se hundían, desapareciendo en una red invisible hasta que Bardo terminó su ataque, quedando confundido con el resultado.

Entonces, Géminis emitió su refracción y una brecha dimensional se abrió desde su pecho. Originando los mismos meteoros dorados, los cuales salieron disparados en contra de Bardo, quien se cubrió con sus enormes alas como un sólido blindaje, resistiendo todos los impactos.

 

―¿Qué sucedió? ¿Acaso también puede utilizar el trueno atómico?

―Vuelve por donde viniste, si vas con ese nivel allá arriba, solo conseguirás lastimarte más de lo que ya estás.

―¡Maldito! ¡Si no te puedo apartar de un ataque directo, entonces te atacaré por todas partes!

 

Bardo alzó sus alas de oro, llenándose de un aura ígnea. Dio vida a una silueta en forma de centauro, para a continuación, crear a partir de él, cientos de bestias de cuatro patas en un cuerpo etéreo de fuego, los cuales rodearon a Géminis sin que este se inmutara.

 

―Centauros… por más que me rodees no conseguirás nada.

―Estos centauros no son cualquier cosa ―dijo al alzar su brazo derecho, señalando a uno―. ¡Vamos, número uno ataca!

 

Un centauro se movió, corriendo velozmente hacia Géminis para tratar de embestirlo. Sin embargo desapareció cuando llego a él, de la misma manera que los meteoros y volvió a salir cuando Géminis creo una red dimensional, la cual salió en contra de su creador, chocando contra otro centauro y provocando una terrible explosión de combustión ígnea.

 

 ―Ya veo con que eso hace, ahora solo debo evitar que me toquen.

―Y yo debo encontrar la forma de evitar que retuerzas el espacio, cambiando la dirección de mis ataques.

―Con que al fin lo dedujiste, pero no creas que podrás tocarme mientras me esconda en esta distorsión.

―Eso lo veremos… ¡Centauromaqia!

 

Bardo ordenó a todas sus bestias correr a través de su oponente, lanzándole múltiples flechas de fuego, las cuales devolvía curvando el espacio, entonces cambio de táctica y el alado dirigió a todos los centauros atacarlo en todas las direcciones, para provocar una única explosión. Concentrándose en un solo punto, fue entonces cuando Géminis se puso en una posición erguida y con sus dos manos abrió una gran brecha dimensional en los cielos. La cual succionó a todos los centauros hacia el interior de ese abismo, donde solo se veía la misma nada.

 

 

¡Another Dimensión!

―Se los llevó a todos… ¡Imposible, los desapareció en ese abismo!

―Ahora es tu turno de caer…

 

Géminis volvió a abrir su gigantesca brecha dimensional en el techo, para que la fuerza de gravedad intente arrastrar a Bardo hacia la oscuridad de ese abismo. No obstante éste clavo su flecha en el suelo y se sujetó fuertemente a ella como un ancla. Mientras trataba de resistir la terrible presión que lo intentaba llevar hacia otro mundo.

 

―Crees que es tan fácil escapar, no me hagas reír ―dijo Géminis cuando estiró su brazo derecho, liberando unas ondas que distorsionaron la estructura del lugar, haciendo que el suelo se desquebraje, levantando algunas rocas junto con el cuerpo de Bardo que salió desprendido hacia arriba, terminó siendo atrapado en ese limbo―. Ni siquiera con tus alas escaparás, debiste retirarte. Ahora permanecerás flotando en el espacio eternamente.

 

Andrós de Géminis cerró la brecha dimensional y se quedó en silencio, mientras empezó a caminar hacia una esquina de su recinto hasta llegar a un balcón donde podía apreciar por una ventana el exterior del santuario, centrando su atención en la cima de las doce casas, se quitó su casco evidenciando una mirada preocupada.

Un confundido y preocupado Andrós de Géminis se hallaba pensando qué debería hacer, estuvo mucho tiempo perdido, por lo que salir al mundo exterior, le parecía bastante extraño y aún no sabía que bando elegir, en su juventud solo seguía las ordenes de su maestro, por eso permaneció al lado del santuario, pero ahora él ya no estaba. Por su sexto sentido sabía que una batalla muy importante se estaba librando en la cima de las doce casas la que decidiría quien gobernaría el santuario. Algo de noción tenía debido a las memorias de su hermana que se fundieron en su interior.

Lo que realmente le molestaba era que al salir más allá de su recinto su estado de ánimo empeoró, ya que desde que destruyo a su hermana tenía una jaqueca y un fuerte dolor en el pecho que le venía cuando intentaba alejarse del templo demasiado.

 

―Desde que regresé no he podido tranquilizarme, a pesar de haber descansado ―razonaba el joven de cabellos cortos, sentándose en el suelo―. ¿Qué me hiciste Gyné?

 

Entrando en un estado de euforia, ya no le toleraba más ese malestar y decidió aplicarse lo único que podía hacer,  destruir su  mente lo suficiente hasta que su cosmos y su cerebro reiniciaran a un estado de inmunidad en su cuerpo, asimilando y retroalimentando una evolución en sí mismo. Se señaló con su dedo índice sobre su frente y un destello palpó su cerebro por unos instantes, produciendo en su interior un agudo dolor craneal.

 

―Espero que esto funcione.

Su dolor fue tanto que exclamó un gran alarido, escuchándose su rugido como eco en todo el templo. Su visión se distorsionó y cayó de rodillas, cayéndole gotas de sudor. Cuando escuchó una risa ensordecedora por todo el lugar que rápidamente lo comenzó a hostigar.

 

―¿De dónde viene esa risa? ―se cuestionó cuando miró a un costado y notó como el casco de oro parecía emitir esa risa diabólica, fijándose en el rostro que tiene unos ojos rasgados y una boca torcida en una mueca―. La cara derecha de Géminis se está mofando de mí.

 

Andrós comenzó a enloquecer cuando su propia mano izquierda quiso ahorcarlo, se dio cuenta que no podía controlarla, pero no solo eso. Si no que su pierna diestra tampoco quería ponerse de pie. Algo muy extraño estaba pasándole, pues solo tenía el control de la mitad de su cuerpo. En ese lapso de agonía, de su brazo incontrolable, se alzó hacia arriba y libero un rayo de energía que causo un pequeño cráter en el techo, viendo como caía la luz de la luna como un pequeño pilar de resplandor platinado sobre su cuerpo.

Muy pronto por encima de él, una grieta dimensional hizo caer a alguien, un muchacho de alas de oro totalmente inconsciente por delante de él.

 

―Bardo… No es posible.

―Si es posible. Si tú te hiciste una versión de mi Genromauken. También puedo usar el Another dimensión de forma inversa―dijo una voz femenina muy grave desde su propia boca, quedó totalmente atónito al reconocerla―. ¡Hermana!

―Sí.

―Salvaste a ese tipo, pero yo te destruí.

―No Andrós, en mis últimos momentos deposité un fragmento de mi conciencia en tu cuerpo, en caso de no sobrevivir. Quise trasladar mi conciencia a tu sistema nervioso.

―¡Maldita! ―exclamó lleno de furia al sentirse impotente.

―Estúpido. Tú igual cometiste un error, al aplicarte tú mismo el Genrouken. Debilitaste tu cerebro y eso hizo brotar mi control sobre tu cuerpo, muy pronto regresaré por completo. El dolor que te causaba tu cabeza solo era superficial para adaptarme a tu cuerpo.

―Eres una…

 

Andrós vio como un gancho en el estómago le freno en seco cualquier insulto hacia su hermana y este gritó con todas sus fuerza, expulsando la parte superior de su ropaje, se postro en el suelo con los dos brazos al sentir que su cuerpo se le tensaba, no pudo moverse, mientras sintió como algo le creció por la espalda. Como dos muslos debajo de cada hombro hasta que tomaron forma de brazos que le salieron como extremidades extra y su rostro se empezó a estirar tanto que, por su nuca, que algo sintió y vio por un vitral de una ventana como un nuevo rostro le había brotado.

 

―¡Gyné! ―exclamó horrorizado―. Te has manifestado, cambiando mi fisionomía.

―Más que eso, esto es el resultado de mis estudios sobre el cuerpo humano. Ahora podremos convivir sin pelear por la armadura de Oro.

 

El vio como el ropaje se ensambló, acomodándose en su nuevo cuerpo de cuatro brazos, quedando parcialmente cubierto por su ropaje que hizo lo posible por cubrir todo su nuevo cuerpo. Fue en ese entonces cuando de tantos gritos, un aturdido Bardo despertó, abriendo los ojos contempló la silueta de ese nuevo individuo, poniéndose de pie de sopetón al quedar pasmado por lo que veían sus ojos. Tanto que se los frotó varias veces, sintiéndose amenazado y con un gran pavor.

 

―¿Qué está pasando? ―se cuestionó el recién despertado al alejarse un poco―. ¿Acaso este es tu verdadera apariencia, Géminis?… ¡Eres un monstruo!

 

Bardo divisó con atención como su cuerpo tenía cuatro extremidades por arriba y por debajo, tenía forma redonda, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos humanos, y todo lo demás en esta misma proporción.

Su aspecto era más atemorizante y vigoroso, al grado que le pareció que creció en tamaño. Pues sentía que era un enano comparado con él.

 

―Bardo de Sagitario, no es así ―dijo una voz femenina.

―¿Qué?

―Debes salir de aquí, cuanto antes. Ahora vete de aquí antes que sea demasiado tarde.

―¡Eres una abominación! ―respondió al sacar su arco desde atrás de su espalda y una flecha debajo de su hombrera―. No puedo dejar que un alguien como tú salga de aquí.

 

Bardo ensambló su arco y su flecha apuntando a la cabeza del ser de dos sexos que tenía por delante de él. Se armó de valor, elevando su cosmos al máximo. Disparando su flecha como una centella de luz, la cual fue detenida un segundo antes de llegarle al rostro por uno de los brazos de esa bestia de proporciones opuestas.

 

―No puede ser, ¿cómo lo hizo?

―No puedo morir, sin haber experimentado la vida fuera de este templo, por lo menos un día ―respondió Andrós devolviéndole la flecha con una fuerza y velocidad superior a la Bardo imprimió con su arco.

 

Pues le clavó la flecha en un ala que lo dejó adherido a una columna, mientras sagitario veía como caminaba ese ser de forma errática y sin sentido hasta aproximársele al golpearlo con sus brazos a la velocidad de luz, sacándole inclusive astillas de oro que volaron en el proceso como pequeñas plumas, arrastrando a Bardo mucha más atrás al destruirse el pilar de donde estaba enganchado. El santo del centauro quedo tumbado al suelo con bastantes fracturas, aunque con su armadura ilesa.

 

―Su fuerza aumento demasiado… ―dijo al ponerse de pie con dificultad―. No solo eso, también su velocidad, eso quiere decir que su cosmos debe ser ahora inalcanzable.

―¿Qué crees que haces, Andrós?

―Solo quiero impedir que nos mate.

 

Las dos personalidades rápidamente comenzaron a discutir, mientras decidían como moverse. Entretanto Bardo aprovecho el momento y reunió fuerzas una vez más, para alzar su arco y coger la flecha de oro, esta vez pensando en múltiples objetivos.

 

―¡No eres el único que puede multiplicarse! ―exclamó al disparar su flecha y que en el despliegue se dividiera en varias saetas.

 

Cada una tomó varias direcciones hasta impactar en cada extremidad. Bardo al ver ese extraño ser empalado y medio inmóvil, irradio su cosmos almacenando una gran cantidad de energía como una esfera de fuego, la cual hizo estallar para dar nacimiento a varios centauros en llamas. Los cuales se dispersaron hasta impactar en el cuerpo de Géminis.

Muy pronto con cada embestida de los centauros, el ser de cuatro extremidades quedo como una pila de fuego, moviéndose a los costados. Bardo vio estupefacto como expulsó de un gran alarido, todas las flamas que lo quemaban antes de que le causaran serias quemaduras.

 

―Maldición, nada funciona…y ahora qué haré.

 

Sin verlo venir, fue golpeado por un fuerte rayo de energía que lo paralizó por unos momentos, mientras Géminis recuperaba el aliento.

 

―No tienes más recursos, Sagitario ―preguntó decepcionado de su oponente―. Esas técnicas no parecen la gran cosa para un santo de Oro. Ahora veo que en realidad eres solo un santo que ha alcanzado el nivel superficial de los caballeros dorados. ¡Observa bien lo impotente que eres!

―Maldito seas, monstruo deforme ―respondió Bardo cuando recuperó su movilidad, trató de alcanzar una flecha cuando se dio cuenta que su arco ya no estaba y divisó como tenía un brazal de plata―. ¿Qué?

 

Bardo se miró a sí mismo, para notar que su armadura de Sagitario ya no estaba y traía su antigua cloth de plata del Centauro, por alguna razón desconocida. Este se sintió asustado y profundamente decepcionado de volverse a mirar con su primera vestimenta sagrada. Como si hubiese retrocedido en el tiempo.

 

―¿Por qué? ¡He vuelto a ser un santo de plata!

―Nunca dejaste de serlo, ni siquiera usabas las técnicas de sagitario. Ya que no las has descifrado, solo utilizaste vuestras técnicas del Centauro potenciadas con el poder de la armadura dorada.

―¡Pero qué demonios está pasando en ese lugar!

―Bardo, definitivamente eres el santo dorado más insignificante entre los doce sí es que realmente recibiste ese título ―respondió su aberrante adversario.

―¡No! ―exclamó Bardo enérgicamente al grado herirse el mismo para intentar despertar de esa pesadilla, con un puñetazo en el rostro que hizo brotar una mancha roja en toda su cara.

 

Cuando se miró a si mismo se dio cuenta que aun traía su ropaje dorado y se tranquilizó postrándose en un pilar, totalmente debilitado.

 

―Es suficiente Andrós ―dijo la voz femenina―. Este hombre aún debe comenzar a vivir su vida como santo dorado.

―De todas maneras, solo lo aturdí para centrar toda mi atención en la persona que ha llegado.

 

Un cosmos azulado en forma de niebla envolvió el lugar, como una densa capa de vapor la cual se hizo sentir su presencia al escuchar el marchar de unas botas metálicas, el santo andrógino de Géminis percibió como el nuevo visitante envolvió con su aura toda el templo de los Gemelos, como si él mismo se hubiese convertido en el anfitrión, desterrándolo a él.

Cuando llegó a ponerse a un lado de Bardo, quien divisó su silueta como un niño al ver la figura imponente de un hombre de facciones ligeramente robustas, de armadura de oro con aletas y un casco  con forma de pez, el cual ocultaba la mitad de su rostro, el cual no podía verse con exactitud debido al brilloso cosmos azulado que emitía.

 

―Tú eres… Si has venido con la intención de subir, te recomiendo que unamos fuerzas. Géminis es abominable y nunca podrás pasar por tu cuenta.

―En este lugar, vosotros se han estado perdiendo mucho tiempo en su núcleo el cual es muy engañoso en esta realidad ―vociferó una voz masculina al despejar su propia niebla y verse nuevamente en el templo de géminis―. Ahora me dejarán pasar.

 

Andrós se observó a sí mismo, viendo que había recuperado su aspecto normal. Aunque aún sentía la presencia de su hermana como una voz en su cabeza, la cual le advirtió que no se fiara con ese hombre, pues a diferencia de Bardo, este parecía ser un verdadero caballero dorado.

 

―Conozco a este sujeto, usted es si mal recuerdo. El caballero que debiese defender el templo de los peces Gemelos y lo abandonó hace trece años.

―Aún me recuerdas a mí, Oannes de Piscis. Es verdad ustedes los gemelos fueron los últimos discípulos de mi maestro, Dastan de Escorpio.

―Eso quiere decir que son condiscípulos ―agregó Bardo―. No creas que eso te permitirá pasar con este tipo.

―Muy bien si quieres seguir adelante… ―dijo el santo de Géminis con una mirada cabizbaja hasta que cerró sus ojos―. Pase por aquí por favor.

 

El santo de Géminis se hizo a un lado, para sorpresa del santo de Sagitario, quien reaccionó muy molesto.

 

―¡¿Qué?! ―exclamó Bardo frunciendo el ceño―. ¿Por qué a él le permites pasar sin siquiera pelear?

―Aunque lo intentara estoy seguro que no podría hacer nada en contra de él ―dijo al abrir los ojos, fijándose en el santo de Piscis―. A cambio deseo pedirle un favor, debido a que usted era considerado el curandero del santuario.

―¿Qué deseas que haga?

―Que me cure de mi estado, tengo a mi hermana metida en mi sistema nervioso. Como consecuencia de haber destruido su cuerpo, para poder permanecer siendo yo durante todo el día.

―Si mal recuerdo, vosotros nacieron aquí. Mi maestro me dijo una vez que quedaron impregnados de la radiación de este lugar donde el tiempo y el espacio fluctúan cambiando la realidad.

―Dices que este templo no cambia producto del cosmos del santo de géminis. Si no que lo hace por su cuenta ―expresó Bardo.

―El centro del recinto es una ventana a otro universo el cual produce cambiar la realidad, mutándose producto de las emociones y sentimientos de sus visitante. Sin embargo al estar impregnado desde su infancia tanto Gyné y Andrós se han fusionado con esta dimensión la cual no permite que salgan pues se han hecho simbióticos, por alguna razón un fuerte lazo los une a este lugar que solo permite que se desprendan de él. Durante el día o la noche.

―Puede ayudarnos, es un injusto que sigamos transfigurándonos tanto que hemos desarrollado una rivalidad con tal de salir cualquiera de los dos. Solo por querer vivir fuera de aquí.

―Creo que podíamos intentar algo, pero los dos tendrían que estar de acuerdo.

―Es lo único en que no nos opondríamos entre los dos.

―No obstante, ahora es imposible. Cuando termine lo que vengo a hacer, si bienes conmigo, intentaremos que los dos se separen ―respondió Oannes―. Vosotros dos permanezcan aquí, no tiene caso que suban. Yo solo he venido porque tengo que ver a la diosa Athena.

―¿Qué? ¿Por qué hemos de obedecerte? ―cuestionó Bardo enfadado con su orden.

―Será mejor que salgan de aquí, antes que terminen engullidos en esa realidad alucinógena ―recomendó Piscis emanando desde sus codos unos tentáculos acuosos―.

 

¡Ceto of Alrisha!

“Azote del Gran Pez”

 

El santo de Piscis golpea con sus látigos de agua a Bardo y Andrós, engulléndolos en una marejada tan violenta desapareciéndolos en un oleaje que fue los sacó del recinto como un tumultuoso tornado que los elevó hasta los cielos hasta hacerlos caer estrepitosamente fuera del recinto.

                                    ***

 

 

―Eso sucedió ―respondió Piscis al terminar de relatar su llegada al santuario.

―¿Por qué has regresado ahora?

―Todavía no explicas, ¿Dónde fue que estuviste todo este tiempo?

―Solo he venido con la misión de ver a la diosa, y además no les debo tantas explicaciones.

―Eres de la nobleza como yo ―dedujo Ganimedes intrigado por su semblante―. Acaso estuviste con la diosa Afrodita todo este tiempo.

 

Cuando escucho su nombre su cabeza se calentó por unos momentos y permaneció estremeciéndole el pecho, como si algo brotara en él. Encendió su aura rodeándose de un cosmos acuamarina.

 

―¿Qué haces?

―Tú, eres el que ella desea ―dijo Oannes al verlo fijamente con una mirada diferente―. Debes venir conmigo.

 

Oannes quiso capturarlo en una burbuja de agua que creo entre sus manos, pero Enoc la reventó con su espada en múltiples burbujas que explotaron convirtiéndose en una cortina de vapor.

 

―¡A entrado en un trance!

―Vosotros tres apártense de mi camino o los mataré ―exclamó con una voz de estruendo en medio del vapor.

 

Sin que los demás se diesen cuenta, un mortífero golpe tumbo a Gabriel en el suelo y Surt contra un pilar, mientras en un instante se aproximó a Enoc y lo atacó directamente con un gancho sacándole el aire, para a continuación dirigirse al copero. Cuando este sello sus movimientos aprovechándose de la humedad a su favor.

 

―No iré a ningún lado, que no quiera.

―Tienes un control limitado todavía ―respondió con una mueca, cuando hizo hervir su cosmos produciendo un torrente que los ahogó a todos, donde fue cubriendo toda la sala con una agua que se originó del aire―. Sumérjanse en esta burbuja gigante.

 

Piscis ascendió por la obertura en el techo, sellando todo el recinto en una burbuja gigantesca la cual daba vueltas como un remolino en su interior, impulsándolos a los cuatro por distintas partes del templo. Solo Ganimedes logró quedarse quieto, alzando sus extremidades hizo que dos lanzas de hielo salieran desde sus palmas para reventar la burbuja desde el interior. Entonces subió al techo del templo a enfrentar a Oannes.

 

***

Después de haber estado subiendo desde el templo de los Gemelos no le costó mucho llegar a los aposentos del papa en tan solo unos minutos. Gyné se detuvo al ver como por arriba del templo, alguien le cerró el paso aterrizando desde los cielos. La silueta de una mujer de coleta azabache y tez nítida como la nieve, portando una armadura platinada con alas en su espalda.

 

 

―Así que aún quedan otros remanentes que eliminar.

―Tú eres, Pallas.

―¿Cómo sabes mi nombre?

 

Ella permaneció callada al esconder su penoso encuentro con el santo de sagitario, el cual prefirió callar. Mientras comenzaba a recordar, como fue que Bardo se hizo presente deteniéndolas a las dos desde atrás.

 

Cuando Bardo abrió los ojos, se dio cuenta que estaba afuera del recinto de los gemelos y a su lado estaba un inconsciente Andrós, quien por alguna razón se le desacopló su cloth, la cual se ensambló en su forma object. Mientras el cuerpo de Géminis se transformó en el de una mujer, quedando totalmente desnuda ante Bardo.

―Supongo que ella debe ser la hermana de Andrós que me salvó ―dijo Bardo ruborizado al mirar su hermosa figura, cuando decidió quitarse su ropaje también―. Las cosas que tengo que hacer, estas cosas solo me pasan a mí.

Sagitario tenía pensado en darle su vestimenta de entrenamiento, quedándose solo con su ropaje, al ver que la armadura de Géminis la había abandonado. Cuando se quitó su vestimenta, se acercó a ella bajando sus dos piernas como si se dispusiese a recostarse sobre ella, pero en realidad buscaba vestirla. Solo que se quedó embrujado mirando su cara, cuando ella despertó y lo vio desnudo a él, respondió ofensivamente de un finísimo golpe a la velocidad de la luz, lo impactó sobre un pilar.

―¿Qué haces? ¡Eres un degenerado malagradecido! ―exclamó la rubia de ojos angelicales.

―¡Mis ojos, no puedo ver!

―Que te sirva de lección, debí dejar que Andrós te matara.

―¡Solo quería vestirte con lo único que traía puesto!

Gyné divisó sus vestiduras en el suelo, las cuales recogió vistiéndose al no tener otra prenda a la mano. Mientras Bardo se frotaba los ojos muy adolorido.

―Está bien, te creeré por esta vez. ¡Te regresaré tu vista, pero a cambio te haré olvidar este encuentro inoportuno!

―Puedes nublar la mente… ¡Espera eres una santia!

―¿Qué dices? ―dijo Gyné antes de continuar su lavado del cerebro―. Como osas confundirme con una, yo soy una amazona.

―Es que jamás había visto una mujer tan bella que no fuera de la nobleza, incluso diría que rivalizas con ellas.

―Eso quiere decir que eres de los poco que conoce a una de las doncellas de Athena ―dijo Gyné sintiéndose intrigada por saber sus memorias.

Ella lanzó un rayo de energía que le conmocionó el cerebro por unos momentos, mientras husmeaba en la cabeza de Bardo, descubrió que mantenía un romance en secreto con una doncella de Athena, la cual no conocía pero la encontró muy osada para su edad. Sin embargo no le dio mayor importancia y le borro su recuerdo de haberla visto desnuda.

―¿Qué sucedió? ―se cuestionó Bardo al abrir los ojos, viendo que Gyné traía sus vestiduras―. ¿Por qué me las has quitado?

Bardo se ocultó sus testículos mientras ocultó su silueta detrás de su armadura de sagitario. Cuando Gyné le contó que tuvo hacerlo debido a que ella no traía ropa.

―Sera mejor que te vistas, debemos subir los doce templos. Athena está en la cima ―dijo Gyné dándole la espalda. Para adelantarse a subir.

―¡Espera, es idea mía o tenías otras intenciones conmigo!

―Estúpido, mejor quédate aquí.

Ella continuo corriendo, mientras él la llamaba cuando se dio cuenta que mejor se diese prisa al vestirse. Mientras Gyné se cuestionaba subiendo por qué la armadura de Géminis no le correspondió, acaso mientras exista su hermano no podrá portarla. Solo Athena podría contestarle esa pregunta.

 

Eso hizo a Gyné permanecer en silencio cuando se vio en medio de los dos amantes en secretos, pero su confusión desapareció cuando recordó las palabras de Pallas.

Que quisiste decir con que todavía hay remanentes, acaso te refieres así a los de mi clase.

No tengo por qué explicarte nada vociferó Pallas dispuesta a reanudar la pelea.

¡Espera, Pallas! Exclamó Bardo confundido―. ¿Desde cuando eres una santia?

 

No hubo respuesta cuando por alguna razón los tres desaparecieron de en medio de las escalinatas que conectaban con el templo del papa. Sin saber quién los había trasladado.


Editado por ALFREDO, 08 septiembre 2017 - 22:39 .

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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

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Publicado 08 septiembre 2017 - 16:50

 
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Editado por T-800, 05 enero 2019 - 21:43 .

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Publicado 08 septiembre 2017 - 21:58

Ya que el compañero T aun no cierra este tema, paso a dejar mi nominado:

 

FanFic: Saint Seiya La torre del mundo humano  (si gustan se pasan, pero bueno, eso, que está parado...)

 

Capítulo 9: III – Cuestión de trabajo

 

Fui bruscamente despertado. Odiaba eso. Era desesperante que interrumpieran mi precioso sueño. Deberían tener una buena razón para hacerlo si es que no querían morir en el intento. Quien lo hizo fue Parsath, el Santo de Tauro, y si no fue alguien de menor rango y específicamente él, debía ser una situación de riesgo. Nunca hablaba conmigo de no ser estrictamente necesario por su ocupación, entonces comprendí una parte de la situación en la que nos encontrábamos: se habían presentado casos de envenenamiento. Él me lo explicó todo, lenta y detalladamente. 
        Al comienzo solo se presentaron síntomas en un par. Pero ellos trataron de  ocultarlo. Su silencio los sentenció. La muerte se apoderó de ellos y fue ahí cuando Loki se hizo presente. Yo aún estaba durmiendo. Reveló lo que tenía planeado para esta habitación con el mismo tipo de rima molesta que siempre regalaba con sus pruebas. De lo que pudo descifrar el médico con ello, solo descubrió lo que supuestamente sería la causa de muerte. Veneno. Estamos en una jungla, así que probablemente sería algo que tocaron o comieron. Ese es el problema.
        Comenzaba la parte difícil del trabajo, aunque en realidad era la más divertida para mí. Aún vivían algunos de los infectados, así que era una gran oportunidad. Me acerqué a uno de ellos. Era un Santo de Bronce, Unicornio supongo. No me interesa cuántos tengan cuernos en el Santuario, siendo sincero. El interrogatorio fue corto. Le pregunte qué es lo que había ingerido y en cuanto me respondió, de inmediato fui con la siguiente víctima. He de decir que, de esta, me daba algo de gracia la situación en la que se encontraba. Nunca esperé ver a Nereida, una santa Dorada, en situación tan vergonzosa.
 
        —Y bien, Nere ¿Bajaste la guardia? Jajaja —comente sarcásticamente. Estaba preocupado por mis compañeros, pero la costumbre salía a flote.
        —Cállate de una vez Miare. Cof. No tienes permitido hablarme así. Cof —Sentía que su orgullo se apoderaba de sus palabras. No, no era eso. Supongo que debía ser entonces el producto de las muchas discusiones entre nosotros.
        —Seré lo más directo posible. ¿Algo que hayas ingerido en este lugar? —No tenía tiempo para una estúpida pelea. Un trabajo era un trabajo.
        —Veiss repartió setas que había encontrado. Y simplemente tomé una —hablaba un poco despacio. No era producto de su debilidad, pues siempre era así. Sin embargo era desesperante.
        —Vaya, lo mismo que me dijo el otro pobre tonto. Tendré que hablar con Veiss, seriamente —estaba dándole la espalda, a punto de irme. No tenía nada más que decirle.
        —No vayas a acusarle de nada, Miare. Cof. Ni pienses en asesinarle. Cof. Él no tuvo mala intención. Cof —Su tos se hacía cada vez más fuerte. Eso significaba que el veneno estaba avanzando, y muy rápido. 
 
        Me detuvo. Sus frías palabras fueron lo suficientemente heladas como un “Ataúd de Hielo”. Helaron por completo mi interior. Un frío intenso. La verdad, no. Simplemente me sorprendió su comentario dado que ambos alguna vez trabajamos juntos. Quizás fue por eso que lo dijo. Aunque, ambos siendo dorados desde hace muchos años, debería aprender a confiar en mí. Aunque, precisamente sea porque no soy alguien de confianza. Al menos no para mis compañeros de rango. Me puse a reflexionar unos segundos en mi mente. Cada segundo que perdía era vital. 
 
        —Nereida, ¿en realidad crees que soy malvado? —murmuré, sin embargo no funcionó. Me había escuchado.
        —N... 
        —Silencio —la interrumpí antes de que terminara de hablar—. Basta de conversaciones innecesarias. Descansa. Parsath vendrá y te cuidará en un instante.
 
        Lo dicho, ella es desesperante. Ahora la comprendo menos que antes, aunque no me interese, para nada. Para nada, he dicho. Y, hablando de lo que yo alguna vez dije, el pobre médico del Santuario se acercó a su compañera de armas. Tenía mucho trabajo por lo visto, al igual que yo. Debía apresurarme, los medicamentos no se preparan especialmente rápido. Y pese a ello, seguía “perdiendo el tiempo” en lugar de buscar de una vez por todas a Veiss. 
        Lo encontré, sorpresivamente no estaba muerto. Aún no. He de suponer que fue uno de los primeros en ser envenenado y la cuenta atrás estaría más próxima a terminar en él. Le pedí una cosa, una sola: mostrarme qué fue lo que ingirieron los demás y/o donde encontrarlo. La respuesta fue sumamente rápida. Para suerte mía, había conservado uno. Que curiosamente le rechazaron. Me dijo que Shiou no lo quiso. Que mal. Hubiese sido bueno verlo retorcerse del dolor, verlo débil e incapaz. Aunque eso entristezca a… Maldición. Céntrate de una vez, Miare. 
 
        —A ver, ¿de qué especie será? —Comencé a observar aquella seta. Obviando los detalles, parecía un champiñón comestible más. Era blanco, aunque estaba manchado con tierra.  
 
        La miraba detenidamente mientras lo desempolvaba. Cada detalle marcaba una diferencia sustanciosa. No podía pasar nada por alto. De mi Caja de Pandora saqué los tres libros que siempre llevaba conmigo. Ninguna lectura amena, libros del trabajo. Uno para las plantas en general, una para las setas y el último, de anotaciones sobre especies que eran influidas por el cosmos. Sí, existe un libro así. Es una reliquia del Santuario, escrito por alguien de hace más de un siglo. Bueno, mi copia no. Esta es una versión re-editada por Aiza, por suerte conservó las ilustraciones originales, sino sería más complicado.
        Me apresuraba lo más que podía. Tenía ambos libros abiertos —los de las setas y las anotaciones—, página tras página iban recorriendo mis dedos. El objeto de mi estudio lo mantuve en medio de los dos libros para revisarlo rápidamente. No lo encuentro. Mi vista era rápida y gracias a las imágenes no perdía demasiado tiempo, pero no era ese el problema. Si no lo encontraba, significaba que era una especie cread… Eh, espera, creo que lo acabo de encontrar.  
 
        —Es la “Cosumicus inveniatus”, una especie de hongo enteramente blanco, a excepción de unos pequeñísimos puntos rojos en su sombrero. Es una especie rara en Europa, al parecer —cerré uno de los libros y de inmediato busqué el índice del otro—. A ver, a ver,… Cosu… Como odio a este autor, ¡ni la molestia se tomó de ponerlo en orden alfabético! Aquí está. Está en la página doscientos noventa y cinco… página doscient…
 
        Era un descubrimiento impresionante, además, tuve la razón. Esta especie sí afectaba al envenenado con relación a su cosmos. “Mientras el que ingirió la seta no manipule cosmos, este no será afectado por la muerte que se daría en el caso de que sí lo pudiese hacer”. Vaya explicaciones las del señor este. “Los síntomas que se presentarían son: fiebre alta (debe combatir al veneno especializado), una progresiva tos, y bajo nivel de cosmos (el veneno es más potente conforme el nivel de cosmos del afectado, y para combatirlo, necesita también de su cosmos)”. Continué leyendo el siguiente apartado, Consecuencia. Supongo que esa “singularidad” en el nombre ya se debe prever algo: muerte. “Si el afectado no recibe tratamiento rápido esté morirá si su cosmos se acaba”. 
 
        —En que lío más bueno nos hemos metido… Y he aquí lo que me interesaba, el último apartado: Tratamiento. Necesitamos… ¡Listo! ¡A buscar…! Primero debo guardar todo esto.
 
        Volví pronto con Parsath y el Patriarca a informarles lo que había descubierto. Le pregunté dónde estaba Nadeko ya que necesitábamos un poco del polvo estelar —ella siempre lo cargaba en su bolso— para el antídoto. El Patriarca me dijo que casualmente se había quedado en la anterior planta. Que curiosa coincidencia viniendo ambas situaciones del mismo causante, Loki. Parecía que hablase del rey de Roma, ya que curiosamente, ella llegó junto con su presuntuoso alumno y una chica muy bella a espaldas de él. No había tiempo que perder así que, antes de averiguar sobre aquella muchacha, me acerqué a Nadeko para pedírselo.
 
        —Miare, dime qué está ocurriendo, necesito saber qué es lo que ocurre con Nereida, Dreud y los demás —estaba preocupada.
        —No tengo tiempo para hablar contigo, maldita sea. Necesito que nos regales un poco del polvo de estrellas. Es imprescindible para curarlos.
        —Confiaré en ti Miare. Ten. Pero si no lo usas para salvar a los nuestros y uno más muere… No te lo perdonaré. Y, es más, si le das un uso egoísta… sabrás lo que te esperará al salir de esta prisión… —ella era aterradora cuando nuestros compañeros estaban en peligro, aunque no era la más atemorizante del Santuario.
        —Tonterías. No te preocupes por ello. 
 
        Lo tomé y me di la vuelta a conseguir lo último que me faltaba. Una especie de planta marina o alga. Que tenía el peor hábitat posible, el suelo submarino de un lago. Y frente al que nosotros nos encontrábamos no era precisamente el menos profundo. En cuanto dije que lo que necesitábamos era flora de aquel lago, apareció alguien dispuesto a encontrarlo. El Santo de Delfín. ¿O era de Ballena, Pez este, Pez aquel?… Era de un animal acuático, eso sí. Me explicó que su compañero de misiones había fallecido a causa del veneno y tal, y que quería ayudar y… bla, bla, bla. Lo empujé hacia atrás y, sin pensar, entré yo a buscar lo que quería.
        Ya lo decía la frase aquella: “Si quieres algo, es mejor buscarlo tú mismo”. No sé ni porque me había metido a este lago. Fue un impulso casi involuntario. Bajé muchos metros hasta por fin llegar al fondo. Tuve suerte de que seguía siendo veloz nadando. Si no, ese hubiese sido un problema. Cogí lo que necesitaba y volví a la superficie. Habré tardado un par de minutos como máximo. Solo me faltaba una cosa: preparar el antídoto.
        Con mi ropa mojada y yo completamente empapado no podría hacer nada. Si tan solo una gota del agua de lago llegase a contaminar la mezcla, sería fatal. Necesitábamos a  alguien que sepa preparar mezclas. Solo se me ocurría una persona y esa debía ser mi última opción: aquél a quien quise ver débil y burlarme de él. Aunque no lo quiera, Shiou es el único de nosotros que sabe preparar antídotos, aparte de mí por supuesto. Muchos podrían mezclar los ingredientes, claro. Pero él sabe la cantidad exacta que debe usar, y debo reconocer, es mejor que yo en eso. Y solo en eso. 
        Apuñalándome en el corazón, y aún más fuerte en mi orgullo —nuestra rivalidad era más que conocida en el Santuario—, le pedí ayuda. Él aceptó, no de buena manera ya que era una petición mía, pero lo hizo ya que sabía que era de vital importancia. Yo descansé bajo un árbol mientras él preparaba los antídotos. Le había prestado mi libro de anotaciones. Lo veía revisarlo muy tranquilo mientras usaba las proporciones que creía correctas. Cuando termino, él personalmente llevó el preparado a Parsath. 
        Sorprendentemente la mezcla se había tornado de un color cercano al turquesa. Dados los componentes, nunca me esperé eso. Polvo de estrellas, la seta tal y aquella planta submarina. Pensé que sería un color más bien verdoso, debido a la clorofila de las hojas que había. Me equivoque, de nuevo. Antes de que mi ropa se secase por completo, nuestra diosa, la Señorita Ariadne, despertó de su sueño.
        Ella se levantó y curiosa, como una niña más, se acercó a ver la causa de tanto barullo. Vio con tristeza como algunos de sus guerreros se encontraban moribundos y otros ya eran solamente cadáveres. Supongo que habrá pensado que era una mala líder por dormir mientras ellos sufrían. Como consejera suya, Tiana hizo bien en apartarla y consolarla. Por lo menos era más competente como consejera que como dorada, en mi nada humilde opinión. La más débil de nosotros…
        Tenía puestos sus guantes quirúrgicos Parsath. De su Caja de Pandora él sacó una botella pequeña de alcohol y varios trozos pequeños de algodón. Y lo más importante, las jeringas para inyectar el antídoto. Mientras el cuidadosamente colocaba las agujas en estas y las probaba, quienes se encontraban a su lado se asustaron. Fue gracioso ver el miedo humano por las agujas. Uno por uno fue inyectando tranquilamente el preparado. Primero los de menor rango hasta luego ascender. Por pura suerte ninguno más murió allí. No, no fue suerte, fue ciencia.
        Cuando por fin estuvieron fuera de peligro, la mayoría de nosotros, los dorados, nos acercamos a Nadeko y a su invitada. Para aquel entonces ya había vuelto a colocarme mi camiseta —se había estado secando desde aquel momento en que me metí al lago—. Ella llevaba una armadura y no era nuestra. Otros insectos más se acercaron a nosotros. Odiaba esa cualidad humana: la curiosidad. Hubiera querido eliminarlos para que no estorben pero eso me causaría demasiados problemas con sus maestros y era simplemente aburrido tener que tratar con ellos. 
 
        —Nadeko, explícate. ¿Porqué has traído a una enemiga ante nosotros? —dijimos algunos de nosotros al unísono.

Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecería:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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