Lamentamos muchísimo la tardanza. Llegamos al final de la historia de Dohko y justo se nos acumularon un montón de cosas. Mal timing, pero ya estamos listos con el final de la autobiografía. Paso a responder, primero, sus amables comentarios.
Al fin me puse al día con la historia :sonaro:
Y bueno, difícil comentar como se debe sobre tres capítulos leídos al hilo, pero vamos a intentarlo. Comencemos:
Esa idea de que la historia de Dohko fuera una historia contada por él mismo a sus alumnos me parece un gran acierto. Hasta ahora todas las anécdotas han tenido algún detalle que las distingue y le dan su toque de originalidad, en este caso la celebración familiar entre el anciano maestro y sus alumnos, no podría quedarles mejor... y sobre eso, Genbu es uno de los pocos personajes de Omega que realmente me gustaron, así que se me hizo agradable verlo ahí.
Sobre la historia misma, la escena de los soldados imperiales cobrando impuestos me recordó un poco al principio de la historia de Shaka, específicamente cuando los monjes azotan al niño que intentó ser su amigo. Podría pensarse que ambas situaciones tienen poco y nada que ver, sin embargo, yo veo el mismo abuso de poder así que fue inevitable hacer la conexión, más aún cuando en ambas situaciones se puede percibir la desesperación de las víctimas a través de la narración. Lo bueno es que al menos aquí los soldados recibieron un inmediato castigo al más puro estilo Hammurabi. Bien ahí :s46:
Destaco la descripción sobre la filosofía y espiritualidad Taonia, porque a su vez ayuda a entender mejor a los personajes. Y en relación a ese tema, me tinca que el ex-amigo de Dohko podría llevar su enojo y frustración demasiado lejos, quizás... no sería algo extraño en el mundo de Saint Seiya... ¿cómo enfrentaría el joven tigre una situación así?
Por último, debo decir que esta entrada de Shion estuvo maravillosa y estoy deseando ver el inicio de esa bicentenaria amistad con Dohko.
Eso chicos, continúen desatando ese talento e imaginación.
Saluditos :s71:
Nemeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!
Lo de la autobiografía se nos ocurrió porque era el idóneo para ello, siendo el más viejo del Santuario. No es que fuera tan creativo, sino que calzaba muy bien. Además nos permitimos jugar un poco con las diversas aristas que pueden formarse de una historia que crea un solo individuo, y que solo él sabe su vericidad.
Sí, se parece a la historia de Shaka, solo que aquí fuimos por una nota más positiva, en el que un viejo con sombrero los derrota a todos, en vez de sufrir humillación como el pobre indio.
Me gustó mucho escribir sobre la filosofía Taonia... el problema, que discutimos mucho con Placebo, es que sentimos que nos faltó más. Una filosofía tan rica como la china, en términos de naturaleza, espiritualidad, artes marciales, etc... daba para más, y sentimos que carecimos demasiado de profundizar bien. En este capítulo hay poco de eso, y creo que se debió a falta de preparación. Sentimos las molestias, aunque esperamos compensar con desarrollo de personajes, historia, etc. Ah, y sobre el futuro de los personajes secundarios de la escuela Taonia, es tal como en el gaiden de Libra, del Canvas. :D
Muchas gracias por pasar, estimada Neme (como siempre, sos the best), y espero te guste. Saludines :lol: :lol: :lol: :s46: :s46: :s46:
he leido el inicio y me gusto,felicitaciones
Muchas gracias.
¡¿Qué?! ¿Desde mayo no me pasaba? !!!
Casi no me acuerdo en qué me quedé, pero lo bueno es que no me atrasé tanto como pensaba xD
Ya por lo pronto, terminé con Virgo, me gustó mucho como quedó, qué mejor manera de poner al más cercano a dios demostrando lo humano que es también, con sus miedos y demás sentimientos. El final me gustó mucho, el que es después de la batalla de las 12 casas, insisto en que poner a los personajes en situaciones cotidianas no solo los muestra más como personas sino que también se acerca uno más a ellos, y no solo por compartir el mismo signo.
Ya empecé con Libra y me falta ponerme al día con la tercera parte, la gran duda es cómo después de tanto se acuerda de su vida xD ¿Chinos rubios en esa época? Es una importante pregunta, pero la verdadera pregunta es ¿dónde está McQueen? Ah no, que los chistes son de Dohko xD O el buen Tong Hu. Sin duda algo que olvidamos es lo muy diferente que fue la juventud de alguien como Dohko, no porque haya sido un caballero de oro y su entrenamiento, sino la época que vivió, en especial como ha sido en China, ojalá esto pueda ser explotado mejor (y no digo que en el fic, ya quizá lo terminaron para cuando me ponga al día ajaja, sino en otras cosas ya)
Como siempre excelente trabajo para los dos, venía con enojo de algo que no podía entender y esto me distrajo totalmente.
Gracias Felipe por pasarte por mi Deviantart! No he pasado porque no tenía la contraseña en donde estuve estos meses xD
Y gracias de nuevo tanto a Felipe como a Placebo por sus escritos, hasta la próxima!
Nuestra dibujante preferida! Cómo estás? No te preocupes, nunca estás forzada a venir... pero vaya que nos gusta cuando lo haces, you're great. Nos alegra que te gustara Virgo, cuya mayor participación de escritura (+ situaciones cotidianas) es desde luego obra de Placebo. Y más cuando se trata de un tipo tan poco "terrenal".
¿Cómo se acuerda Dohko de su vida? Sabes... es una buena pregunta xD No nos lo planteamos, y la verdad no es poca cosa, son más de 2 siglos. Así que... ¿qué queda? Quizás no todo lo que cuenta es tal como lo cuenta, pues está en primera persona. Quién sabe.
Pero meter a Dohko en sus memorias sirvió para eso que mencionas, relatar una época muy diferente, en un orienta muy lejano en tiempo y espacio a nuestro occidente del siglo XXI, donde las cosas eran muuuuuy distintas. ¿Más brutales, tal vez? No lo sé.
Y qué decir? Un gusto comentarte en Deviant, desde luego jeje Nos hiciste un gran honor dibujando nuestras humildes historias, y estaremos siempre agradecidos por ello. Muchas gracias por tus comentarios. Saludos! :smile5: :smile5: :smile5: :smile5: :smile5: :smile5: ^_^ ^_^ ^_^ ^_^ ^_^
Parte 4
Invierno de 1763.
Se llamaba Sion y venía de Jamir, en el Tíbet. Sion del clan Lixel-Tet, como especificó. En aquel tiempo me parecía un tipo muy desagradable, una suerte de sujeto extranjero élfico pedante de modales delicados, ojos rosas, piel de porcelana, sonrisa autosuficiente y cabello absolutamente irracional. Con su presencia todos los demás alrededor se sentían… ¿cómo decirlo? Digamos, demasiado humanos. No en la buena manera, ¿me siguen? Nos hacía sentir groseros, incivilizados, físicamente horrendos… el desgraciado ni siquiera parecía sudar.
Y para peor, portaba una armadura dorada que emitía un Cosmos absolutamente increíble. Por lo que insinuó, Hao Cheung poseía una similar oculta, y el Santuario estaba exigiendo que retornara su portador allí pronto, pues se avecinaba la Guerra Santa, según el Sumo Pontífice y necesitaban toda la fuerza posible.
—Aún no está completamente preparado —dijo mi maestro, tras servirle té al extranjero, que se había quitado la armadura. Un carnero dorado reposaba tranquilamente junto a la mesa, y me pareció que tenía vida propia. Solo años después comprendí que, obviamente, yo tenía toda la razón.
—Según el Pontífice, podrá prepararse al tiempo que la guerra se desarrolla. Creo que aún tiene tiempo para entrenar con el Manto de Oro adecuadamente. —Sorbió de la pequeña taza de porcelana, y me sentí aún menos refinado. Por decirlo de forma simple, Sion bebía té con absoluta perfección. De verdad, cero errores. Sus dedos estaban doblados en la forma correcta, su postura era recta pero conciliadora, su mano derecha sujetaba la base como si el calor no tuviera efecto en él, bebió el tiempo preciso para ser respetuoso, alimentarse y elogiar las habilidades del maestro. Creo que jamás he visto a alguien participar de la ceremonia del té tan impecablemente.
—Sin embargo, tenemos otro problema entre manos.
—Creo que nada es más problemático que la Guerra Santa, estará de acuerdo. —Otro perfecto sorbo. Comencé a impacientarme.
—Tong-Hu podrá practicar con esto.
—Si está destinado a ser un Santo de ese nivel, no requerirá demasiada práctica.
—Entiendo que lo necesiten allá pero...
—¡Oigan, estoy aquí! —Me cansé de esperar. ¿Qué diablos tenían esos dos con hablar como si no existiera? No me gustaba para nada—. ¿Podrían recordarlo? Yo tomo mis decisiones.
—En realidad, Tong Hu, al ser mi discípulo y parte de este templo…
—Lo abandonaré si es necesario entonces, maestro —contesté, intentando no parecer idiota ni arrepentirme tras decirlo. O al menos, que no se me notara—. Escuchen, ya entendí que me necesitan para vencer al tal Tao Tei; mi espíritu guardián ya me reveló hace algunas noches lo que todos sabemos, que Taoi Tei está detrás de las decisiones del Emperador, maltratando a la gente sencilla de los campos y subiendo los impuestos; y ya tengo bastante más que claro que seré un Santo, con una armadura que usted conserva, maestro… pero eso tendrá que esperar.
—Lo siento, pero el Santuario no puede…
—Ufff, ¿siempre eres tan aburrido? Te llamas Sion, ¿no? Pues, Sion, preferiría que no te refieras a mí con esa condescendencia, mira que tienes hasta menos barba que yo. Dudo que seas mayor, y ese borrego amarillo no te entrega libertad sobre mis acciones, ¿estamos claro, chico?
No supe si lo había ofendido. Era difícil saber qué emociones pasaban por el rostro de Sion, no porque las controlara bien, sino porque era demasiado diferente a un humano común y corriente, como un alienígena. Sin embargo, me sentí satisfecho con que se quedó callado, con los ojos clavados en los míos. Eran rosas, como pétalos de cerezo… y lo menciono porque lo escucharán cientos de veces, es la primera maldita cosa que dicen de Sion, y porque suena hasta poético.
El problema era que no se quedó en silencio, en realidad. Se preparaba para soltar una bomba sobre mi joven vida, y Hao Cheung lo sabía; por eso tampoco dijo nada.
—¿Sabes también que Tao Tei es tu padre, chico?
—Disculpa, ¿qué mierd.a dijiste?
Lo demás aconteció rápido, a pesar de lo que puedan pensar. Ustedes imaginarán qué cosas me pasaron por la cabeza cuando ese idiota me dijo eso, pero tampoco es que yo piense mucho. Mis puños, en aquellos tiempos, eran más rápidos que mi mente… y no en la manera elogiable. ¿Cómo diablos se había enterado?
Pues era sencillo, al parecer yo era un calco a ese tipo, y Sion lo había conocido antes de llegar al Templo de la Nube Púrpura. No pregunten cómo, no lo sé, los de su etnia hacen cosas raras de veces en cuando, con su mente. Había sacado conclusiones rápidamente tras verme con Hao Cheung, pues claramente necesitaban a alguien como yo cerca de él. ¿Por qué? Porque solo yo podía acercarme a él, desde luego…
Resultaba que el Tao Tei, el espíritu que llenaba el corazón de mi padre, era el ente de la avaricia, una criatura capaz de absorber en su sangre todo lo que deseara, con excepción de la que sea suya. Ahí es donde entraba yo. A mí, el poder inherente del Tao Tei no podía afectarme.
Así que desaté mi Cosmos sobre Sion, y él me detuvo con un muro invisible insoportable, a la vez que seguía sosteniendo su taza con perfecta pulcritud. Hao Cheung trató de proteger el templo, y de explicarme qué diablos sucedía. Tuvimos una breve pelea también, en la que me hizo pedazos, que no es necesario contar aquí… no es parte intrínseca de la historia más grande de todas. De hecho, rechacé providencialmente el llevarme esa armadura que ocultaba… no quería saber de ella.
Resultaba que Tao Tei había dejado embarazadas a cientos de mujeres a lo largo y ancho de la China, solo por diversión. Y luego las abandonaba, y las seguía humillando y denigrando con impuestos y soldados. Ese hombre era un malnacido, dicho de la manera más sencilla.
Y contra él fue que partimos de viaje a la mañana siguiente. ¿Que por qué carajos fui? No quise. Mis piernas me traicionaron y caminaron con el resto del grupo; yo no tenía idea de qué hacía. Estaba completamente vacío, y ni el carisma de Jeon-Seok, la indiferencia silenciosa de Hui, ni la presencia de Fei Yan me despertaban. El Tigre Feroz estaba totalmente dormido en mi interior, que solo recibía las explicaciones de Hao Cheung, y las instrucciones de que no dijera nada sobre mi entrenamiento secreto ni mi relación con el Tao Tei. Y el viaje… ¿para qué les digo? Fue casi aburridísimo.
INTERLUDIO
—Maestro, ¿me está diciendo que su venerable pa…?
—No. No venerable, Shiryu.
—Mis disculpas, Roshi… ¿vuestro padre, el Tao Tei, es el villano de esta historia?
—Así es. Bueno, no exactamente… es el elemento que motiva a seguir la historia a la manera tradicional. Sí era el enemigo a vencer, desde luego, pero en sí, el antagonista es mi propio destino. Y los mosquitos que se juntaban en el bosque, entre ambos templos, donde la batalla dio comienzo.
—¿Cómo fue la batalla, maestro? —preguntó Genbu, no tan interesado como su hermano en el relato del drama familiar.
—Ah, terrible, sin duda. Un ejército de animales espirituales dando vueltas por todos lados en el aire y los ríos, luchando entre sí a través de los avatares humanos que éramos nosotros; el Cosmos fluía como marejadas o torbellinos, intensa y ruidosamente. Pueden imaginar la cantidad de piruetas que todos realizamos, demostrando un amplio abanico de artes marciales.
—Padre, ¿lo está tomando como burla? —indagó Shunrei, sorprendida ante la simpleza con que Dohko hablaba sobre lo que llamaba “batalla épica”.
—No es eso… es que no ocurrió tal como uno podría imaginar. Estoy relatando cómo llegué a ser un Santo, cómo llegué al Santuario, y cuál es la relación entre ustedes, yo, y el clan de los Taonia. De hecho, la batalla, concretamente, fue bastante rápida y basada en eventos sorpresivos…
Pasábamos muchos días en la intemperie, preparándonos para el próximo combate mientras nos acercabamos a la guarida de Tao Tei. Primero había que derrotar a suficientes Taonia renegados, y así descubrir cómo llegar con su líder, a la vez que íbamos liberando pueblos… esa clase de cosas. Fei Yan era el más capacitado en las líneas de avanzada contra las filas adversarias… poseía el poder del Hakutaku, una capacidad que le permitía ver todo a su alrededor y controlar el viento a su gusto. Era un guerrero espectacular, se movía con fiereza y potencia, pero también elegancia y gracia, como si supiera exactamente qué iba a hacer dos movimientos de brazo o pierna antes, y qué se esperaba que hiciera.
Y siempre que había un herido, el espíritu del Conejo se manifestaba en Lee Jeon-Seok, nuestro particular curandero. Ya conocía algunas técnicas de acupuntura que conectaba con los puntos estelares de los Taonia, y les ayudaba a ponerse de pie. Durante cierta batalla, recuerdo que casi perdí el brazo derecho, intentando trascender con las técnicas del Tigre Feroz, sin éxito…
—¡Tong Hu! ¡Tong Hu! ¿Estar bien? ¿Qué pasa con brazo tuyo? —preguntó Jeon, poniéndose de rodillas a mi lado.
—Tu brazo, Jeon —le corregí, mientras trataba de buscar dónde me habían seccionado el hueso. El enemigo era un Taonia muy peligroso, dominado por el espíritu del Peng, un enorme pez espada que podía cortarlo todo—. Ahhh… duele mucho. Deprisa. ¿Mi maestro?
—Adelante, luchar con… perdón, luchando con el senescal —dijo el Conejo, mientras utilizaba su Cosmos de una manera magistral, utilizando hilos y hojas curativas en mi brazo, con una velocidad que apenas podía seguir.
—¿Y por qué no estoy muerto?
—Porque Hui pelear ahora. Tú has salvado. Sido salvado. Por Hui.
Mi relación con el dueño del espíritu del zorro no había mejorado… pero no me odiaba. Era más bien que ninguno de los dos sabíamos cómo expresar las cosas, y éramos unos perfectos idiotas. Y allí estaba él, despertando el fuego azul del Zorro Salvaje para protegerme, junto a su grupo de nuevos amigos, tan idiotas como él.
Las noches, en todo caso, eran de lo más interesante. ¿Por qué? Pues, por la existencia de Sion, el hombre del hobby más llamativo, extraño y ridículo.
Recuerdo que me asomaba al claro tras la medianoche, a donde Sion se alejaba para su rutina. Sin decirme nada, me decía mucho… ¿cómo decirlo? Aprendí del Santuario solo con ver el conjunto de movimientos que realizaba, frente a los espíritus del bosque, que yo estaba comenzando a comprender.
Se movía lenta, pero precisamente. Nunca había visto un arte marcial así, tan comedido, sincero, elocuente y… dioses, tan sumamente lento. No digo que no fuera espectacular, el poder bajar la pierna a esa velocidad, tomándose casi una hora, era extraordinario, pero no le veía el sentido en plena lucha. ¿De qué diablos iba a servir? Los Taonia no teníamos esos métodos, y mi particular estilo del Alegre Tigre (que ya estaba desarrollando… aunque en aquellos tiempos solo tenía una postura y dos poses de mano) era mucho más agresivo y movedizo. Sion ni siquiera pestañeaba, sus músculos no se tensaban si no tenían que hacerlo, y si tenía que ser todo grasa, tampoco le importaba. Solo su cabello se mecía con el viento, rápido e irregularmente. Su mirada parecía estudiar todo en el universo, y se tardaba una vida entera de aquel mundo el cambiar la postura de los dedos.
Pero eso no era lo más raro, sino lo que venía después. Se arrodillaba frente a su Vellocino de Oro (que por arte de magia se transformaba en una armadura), y le tocaba. Le acariciaba la cabeza con dulzura y suavidad, como si fuera dueño de infinita compasión. Era como si hablara con ella, como si la comprendiera, escuchara sus dilemas, leyera sus pensamientos… apoyaba su frente sobre la suya como un amante, y la abrazaba como si le pidiera perdón por pecados previos. Y todo eso sonaría muy bonito y poético en una historia ya bastante épica, de no ser porque era un cuerpo grandote de metal con forma de rumiante cornudo, y nunca dejaría de serlo.
—Sé que me ves —me dijo una noche, después de que había recibido una tremenda negativa de parte de Hui de entablar una conversación donde le agradecería por salvarme, o donde haría algún chiste de zorros. Lo que viniera primero.
—¿Está mal orinar en el bosque? Me parece una manera de unirnos con la madre tierra.
—Sé que me sueles ver aquí, Tong Hu. Entrenando.
—¿Llamas entrenar a entablar interacción grado dos con tu armadura?
—Sí. Ella me habla, y yo a ella… Le debo mucho, y se ha vuelto mi compañera ideal. —Sion deshizo su postura y por primera vez le vi moverse rápido de noche… demasiado rápido. Era como si volara, todos sus movimientos eran perfectamente fluidos. Era como ver ahora en… ¿HT? ¿HP? ¿Ya saben, eso de los televisores. Sí, eso, HD… como sea.
—¿Cómo puede hablar una armadura? —le pregunté tras intentar controlarme, y no parecer sorprendido por su súbita rapidez.
—Son seres vivos, Tong Hu. La diosa Atenea les concedió polvo estelar hace eones para que puedan respirar, comunicarse, soñar, vivir y morir… es el ciclo que todo Santo debe conocer.
—Así que aparte de todo, no solo debo hablar con los metales, ¿sino que también rezarle a una diosa griega?
—Así es, pero no es tan malo cuando te acostumbras —me sonrió Sion, por primera vez, y solo así comprendí que era un ser humano común y corriente (si quitamos todas esas cosas nada comunes y corrientes que les he mencionado) que quería ayudarme a lidiar con enfrentarme a mi propio padre—. Las armaduras poseen una historia, la de los portadores anteriores de su poder… yo hablo con ella para aprender esa historia, y poder sanar sus heridas cuando sufre dolor. Como el que te causé anteriormente al hablarte de tu padre… Lo lamento mucho, Tong Hu. No tenía ningún derecho a influir en tu destino. Así como no tengo ningún derecho a mirar en las memorias de estas armaduras sin su permiso.
—¿Eh?
Aprendí mucho del Santuario gracias a él. Y dioses, cómo luchaba ese tipo… no participó todo el tiempo, pero cuando lo hacía era como ver un destello moviéndose de un lado para otro, como quien enciende o apaga una fogata. Esa velocidad ridícula que había mostrado en sus entrenamientos era para ser más fluido, y a pesar de ser un guerrero defensivo (nada le hacía daño ni le tocaba siquiera), a su cénit, podía convocar una lluvia de estrellas fugaces doradas que destrozaban todo.
Cuando se unió a la parte importante de la batalla, Sion, Fei Yan y Hui causaban estragos. ¿Y yo, qué cantaba en este cuento? Pues me hacía más y más fuerte… más y más rápido y poderoso. Mi estilo del Tigre Alegre se desarrollaba por sí mismo, y mi maestro me guiaba para sacar todo el potencial de mis habilidades, incluso en plena batalla. Hasta me ayudó a realizar el mejor uso posible de mi dañado brazo, con ayuda de la “postura del mono inquieto”. Ya no tenía nada contra él… me guiaba.
—¿Sabes cómo se llama lo que te he enseñado, Tong Hu? —me preguntó, a la vez que usaba su sombrero con una habilidad imposible; podía deshacerse de cien enemigos al mismo tiempo, volando sin ayuda de un control remoto o algo así… era solo su Cosmos, y sus espectaculares patadas.
—Mono inquieto —respondí, mientras me sacaba a tres rebeldes de encima.
—Ja, ja, ja, no… me refiero a tu estilo de combate. Es el que yo aprendí, y me he empeñado en transferir a ti. Lo obtuve en las montañas de Lushan.
—¿¡Qué!? ¿Donde vivo yo?
—Sí… la verdad es que iba todo el tiempo a entrenar allí. Así fue como te vi y te conocí, y a tu potencial. Eras idóneo para el LuShanRyu.
—¿Ese es el nombre? No parece tan espectacular…
—Tal vez no, pero su ideología es la importante. El Cosmos, Tong Hu, nace del corazón, debes vivir bajo esa idea, bajo esa filosofía. El Cosmos nace y se cultiva en el corazón, no hay nada que supere el poder de tu propia consciencia y determinación. No importa lo que te digan, siempre sigue lo que te dicte tu propio espíritu, que es el de un Tigre Feroz.
Y con esa idea fue que me separé del grupo una tarde, en medio de una contienda. Protectores de la naturaleza que se preocupaban incluso cuando accidentalmente prendían un árbol en fuego, versus enemigos que usaban el poder otorgado para someter a los demás. Trama muy sencilla, como podrán comprender, así que quise animarla un poco, siguiendo mi propio corazón.
Y llegué directamente ante el Tao Tei… oh, sí, ante el enemigo final, dejando detrás de mí una montaña de rivales con las piernas rotas. Era el gran momento que definiría todo… pero la verdad, es aquí donde no puedo disfrazar la realidad. No puedo ocultar lo breve y anticlimático que fue.
En términos narrativos, estaba en el clímax de mi historia, de mi propia subtrama. Estaba sin mi maestro, me había hecho un camino propio y llegado ante ese enemigo que era igual a mí… Podría haber vivido un conflicto personal, cuando la trama se complica, cuando mi padre intenta convencerme de unirme a su banda, de que todo lo que aprendí fue inútil. Me convence de que somos idénticos, y que abandonó a mi madre con un montón de críos porque el trabajo lo ameritaba, las grandes cabezas del Imperio. Y yo vería pasar mis recuerdos con Jeon, mi relación tan tropezada con Hui, la enseñanza de Hao Cheung, la sonrisa de confianza de Sion de Aries…
Pero nada de eso ocurrió. Vi a ese enemigo, que se alimentaba de los espíritus guardianes de sus propios hombres, haciéndose más fuerte, pero menos protegido. No tuve que vencer a demasiados para llegar a él, cuando su espíritu estaba saciado. Y ni siquiera le pregunté el nombre; la única visión que vi fue la de él riéndose de mi madre… el hecho de que me dijera “ah, ¿eres uno de los bastardos?”, apenas llegué ante él, no ayudó mucho.
Le intenté dar una golpiza. Puse todo mi corazón en la batalla, chicos… nunca había luchado con tanta intensidad y poderío. Él no luchaba con el corazón, lo que podría haber sido una ventaja para mí de no ser porque era el doble de fuerte y rápido que yo. El primer gran enemigo que enfrenté, y no me importó en absoluto que compartiéramos ADN.
Y… así fue cómo agradecí tanto a mi destino. Hui llegó a salvarme el trasero nuevamente, a pesar de no poder acercarse al enemigo. Espalda contra espalda otra vez, hombro junto a hombro en un final épico. Me sonrió para darme a entender que no me deseaba más que el bien, una vida como yo quisiera vivirla; como diciéndome “yo también fui entrenado por Hao Cheung, el Dragón”.
Gracias al fuego encendido por mi gran amigo, fue que pude realizar por primera vez la técnica propia del Tigre Feroz, que reventó el pecho de mi oponente cuando se burló de nuevo de mi relación con mi madre, a la que había humillado tanto. Él me había motivado a enfrentarlo, a crecer como un guerrero… me guió a conocer el Santuario.
Y allí fue donde me dirigí, después de la batalla.
INTERLUDIO
—¿Qué? Usted… ¿no permaneció en el Templo de la Nube Púrpura? —se escandalizó Shiryu ante lo evidente.
—Por supuesto que no, o no tendría mi armadura.
—Pero, ¿cómo es posible? Se supone que usted es el… ¿cómo se llama? El super duper líder de los Taonia —aventuró Genbu.
—El Gran Maestre, y sí, me convertí en eso tras la Guerra Santa. Hao Cheung, el Dragón, falleció en aquella época… fue muerte natural; y Fei Yan se volvió loco y tomó su puesto. La hija de Jeon-Seok me rogó que ayudara a su padre a liberar a los Taonia de la arrogancia y avaricia de Fei Yan, y luego de vencerlo (y a su hermana Mudan… todavía me escandalizo al recordar las ropas que llevaba puesta esa niña, dios mío), me convertí en el Gran Maestre Taonia.
—¿Y cómo es que no está en el Templo ahora, Roshi?
—¿Proteger la naturaleza desde un templo perdido en quién sabe dónde? No tenía sentido para mí, así que cambié las reglas. Para proteger al mundo hay que estar presente de alma y corazón, chicos. Hay que ser uno con ellos. Eso fue lo que me enseñó Hao Cheung, cuyo espíritu, por cierto, está en tu espalda, Shiryu.
—Disculpe… ¿que en mi espalda está qué?
—El Dragón se llamaba así no solo por su ímpetu, ferocidad y sabiduría, sino porque también era su espíritu guardián. Tras fallecer, aquel ente reencarnó en otra persona, y por azares del destino, ese fuiste tú, Shiryu. —Dohko sonrió al recordar cuando conoció a ese joven por primera vez, no mucho tiempo atrás—. Lo supe desde que te vi. Eras aburrido, aburrido, aburrido.
—¿Y qué pasó con Sion? —inquirió Genbu. Probablemente no le interesaba, pero era posible que cualquier cosa fuera mejor que hablar del gran destino de Shiryu.
—Me tiró la armadura en la cara, y me guió hasta el Santuario. Entrenamos juntos y cultivamos nuestro poder más que nunca durante la Guerra Santa… pero esas es otra parte de la historia.
—¿Entonces lo de ahora no fue el final de la historia? Porque para ser el final de la “super duper historia más grande jamás contada”...
Shunrei le dio un manotazo a Genbu y le sirvió un poco más de té a su padre, con un par de ojos llenos de emoción. Había disfrutado el relato.
—¿Ves? Mi hija sí lo entiende. Este no es el final de todo, pues una historia nunca cesa de ser escrita. La historia está en proceso constante, cambiando y evolucionando.
—¿Significa eso que su historia no es verdad?
—Es verdad desde el momento que la relato, por eso es historia. Solo que les conté la primera parte, que culmina cuando el gran yo vence a Tao Tei, viaja a Grecia con quien se convertirá en su compa y cambia su nombre de Tong Hu a Dohko de… Nah, esa es otra historia. Ya es bastante, y recuerden que es Navidad, por lo que tienen que acostarse temprano como buenos niños.
Genbu dio un larguísimo silbido de decepción, pero no pudo ocultar sus ojos llorosos, cansados y llenos de ganas por soñar con su propia historia. Shiryu se levantó de inmediato, como un soldado de buenas notas, aplicado y favorito del general, preparado para limpiar los platos. Shunrei, en cambio, se quedó mirando a su padre un rato más.
—¿Vio otra vez a su familia? ¿Sus hermanos y madre?
—Solo a mi hermana menor, una vez. Ya había llegado a la madurez, y tuvimos una agradable ceremonia del té, junto a esta misma mesa, hace años. Luego el té se transformó misteriosamente en sake, pero ese no es el meollo del asunto, jijiji. Nunca volvieron a humillar a mamá, y eso me convirtió en el hombre más feliz del año de la Revista Saints.
—Padre… debió ser muy triste separarse…
—Lo fue, sin duda.
—Entonces nunca me abandone, padre —dijo Shunrei, antes de levantarse y ayudar a Shiryu con la limpieza. Dohko le dedicó una sonrisa llena de esperanza, devoción y sinceridad a la espalda de su hija, donde caía aquella trenza tan bella.
—Siempre estaré contigo, Shunrei. Por toda la eternidad, mis niños.
Editado por -Felipe-, 05 octubre 2018 - 18:41 .