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Anécdotas de Oro


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144 respuestas a este tema

#121 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 31 mayo 2018 - 13:22

Después de un largo conflicto sobre quién respondería qué xD y un montón de problemas personales por la universidad, mi pie roto, etc (en serio, han pasado tantas cosas en un mes que parece ridículo), al fin volvemos con el final final de Virgo, y les aviso que Libra ya está en proceso de desarrollo. Y espero que sea genial, pero diferente a todos los demás, pues el buen Dohko se lo merece.

 

Primero pasaré a responder sus amables comentarios.

 

Spoiler

 

Placebo manda a decir que los quiere mucho y "que son los mejores <3"

 

Ahora... el epílogo que prometimos.

 

Epílogo


Octubre de 2013.

Habían pasado varias semanas desde que la batalla había terminado, y el Santuario ya había retomado la vida habitual, así como el silencio. Shaka nunca había sido consciente de la presencia de sus compañeros, pero, ahora que gran parte de los Santos de Oro habían muerto, sentía como varios sonidos a los que estaba acostumbrado se habían silenciado. Ikki de Fénix se creía muerto, después de su combate que tanto duró en el Templo de la Doncella, en la que por fin abrió los ojos; Saga de Géminis, haciéndose pasar por el amable Sion que lo había acogido en el Santuario, también había caído, quitándose su propia vida al recobrar su humanidad. Shura de Capricornio, Camus de Acuario, Aphrodite de Piscis, DeathMask de Cáncer, y decenas de otros guerreros del Santuario en los que, creía, nunca tomaría especial atención, también perdieron la vida. Pero, ¿acaso se sentía mal por ellos? ¿Por el noble Shura, que se sacrificó por Shiryu? ¿Por Camus y la última lección que le dió a su alumno antes de morir?, ¿por Aphrodite y la venganza que Andrómeda tanto ansiaba? ¿DeathMask y…? Bueno, él tal vez sí merecía morir, pensó con una sonrisa. Le recordaba a alguien de su pasado.

¿Por qué se sentía así? No lo sabía con exactitud, ya que desde hacía mucho tiempo había decidido renunciar a dedicar sus emociones o pensamientos a la existencia de sus compañeros o del mundo alrededor. Cuando Ikki explotó con él, llegando al punto más lejano del universo, donde estuvieron seis horas que se hicieron siglos… Shaka tuvo mucho tiempo para pensar. Para dudar. Sobre su pasado, presente y futuro. Tantos años había vivido mentiras o absolutas certezas, creyéndose un ser superior, sin la presencia de aquella cosa tan preciosa y humana como era la duda. Desde el temor que lo invadía en su infancia, a manos de aquellos lejanos monjes cuyos rostros había olvidado y de su terrible antecesor, que siempre tendría en la memoria, hasta la sensación de que el mundo entero estaba compuesto de un montón de monos corriendo en la palma de su mano.

En la soledad del espacio, de lo más recóndito y lejano de la realidad, empezó a recordar el momento en que vio por primera vez a sus compañeros, a los que tenían cerca de su edad. Vio como llegaban por la bahía mientras flotaba sobre el mar, esperando a que sus maestros terminaran con su reunión (la que decidiría todo el futuro). Hablaban sobre la vida o lo que sea, mientras él se mantuvo lejos. ¿Por qué se mantuvo lejos? Hasta Muu, que no se caracterizaba por su camaradería, se había acercado a esas personas. Para hablar. El único, además de Shaka, que no se había integrado al grupo era Aphrodite, e incluso aquel sueco cubierto de rosas prestaba atención a lo que sus compañeros decían. Shaka no hablaba desde que era muy pequeño, no se acordaba cómo sostener una conversación en la que no tuviera que temer por su integridad física o psicológica. Pensaba en ello y en el rostro de Seth por igual…

Dudas en su corazón. Dudas y más dudas. Se veía a sí mismo flotando sobre los niños, y podía recordar con claridad la única vez en que un niño había tratado de ser su amigo. Llegó a pensar, en su adultez, que estaba por sobre ese niño y todos los demás, o sobre el concepto de amistad, o sobre cualquier sentimiento. Pero, así como ese chico que los monjes habían torturado cruelmente, o como aquellos que estaban destinados al sufrimiento en el mundo de los humanos, él era un hombre; mientras Ikki lo atenazaba, debió dudar de su poder, de su supremacía, de sus habilidades, creencias y tormentos pasados. Todo cambiaba, giraba como una rueda. Y él no era perfecto… eso era lo más importante.

La perfección no existía. Ni él, ni su maestro, ninguno de los otros Santos de Virgo del pasado, ninguno era perfecto. Sufrían, como todo el mundo. Los humanos nacen, viven, mueren y cometen miles de errores durante décadas, las que se repiten a través de las generaciones… ¿Y él se creía superior a eso solo porque le dijeron que era especial?

Ikki le mostró que también era especial. Que todos lo eran. Diferentes y humanos. Ni el gran templo donde vivía era una fortaleza impenetrable, como su mente y corazón no estaban hechos de piedra. Cuando era niño, aprendió a “encerrarse” en el Khan para protegerse, tanto su corazón como su cuerpo, hasta que llegó a un punto en que encerró al mundo de él. Luego, Ikki de Fénix hizo explotar ese escudo, y el mundo apareció ante sus ojos, que por tantos años había mantenido cerrados.


Así fue como se encontró a sí mismo caminando por la extensidad del Santuario, con la extrañeza de sentir de nuevo su cuerpo funcionando fuera del templo, sus manos acariciando la humilde túnica que le cubría, y sus pies descalzos pisando el concreto, mármol y polvo sobre el cuál habría flotado hace un par de meses.

La ciudad de Rodorio. Estaba rodeado de gente de verdad. Seth, los monjes, los niños, y el Sumo Sacerdote Sion, antes de que Saga atravesara su pecho, también eran personas, como él. Pero la tibieza de sus corazones era distinta; Nicole de Altar, también una víctima de Géminis, le tocó un hombro una vez, para salvarlo de Seth, y su mano era cálida. La de su maestro, por otro lado, le provocó un dolor tan grande que hasta ese momento, veinte años después, aún no podía evitar cierto malestar en su estómago cuando lo recordaba.

En la plaza había gente de todos los tipos. Padres, madres, niños y abuelos. Pintores, agricultores, pescadores, carpinteros, alguno que otro Santo sin llevar armadura, intentando pasar desapercibido. Cuando lo vieron pasar, hicieron el protocolar gesto de no mirarlo directamente ni parecer tan sorprendidos. Shaka hubiera preferido que fueran esos chicos… Seiya y los demás, pero estaban en la Fuente de Atenea, recuperando las heridas que les habían causado… que él mismo les había provocado por su estúpida certeza en tonterías. ¿E Ikki, el hombre que lo había salvado? Decían que estaba muerto, pero Shaka quería creer que seguía vivo. Creer. Fé, esa era otra cualidad que aprendió con una simple explosión. Una acción tan simple como pensar que algo es posible, y aferrarse a ello como si lo usaras para evitar caer en un acantilado. Como si tu vida dependiera de ello. La fé que los habitantes de Rodorio le tenían a los Santos, representado en la forma en que le rezaban a Atenea, la verdadera Atenea que había llegado al Santuario, para que las cosechas no menguaran con el viento o el sol; la fé era lo que les hacía seguir adelante, sin importar cuántas guerras azotara el Santuario o cuántas personas perdieran la vida.

Shaka, Santo de Oro de Virgo, caminaba y caminaba. Pensaba y pensaba. El mundo no dejaba de girar, pero no como Seth sugería. Giraba en un ritmo especial, una forma única en la que los seres humanos, más allá de la maldad que existiera, siempre tratarían de convivir en paz entre ellos. La paz y la bondad se reflejaban en los niños, los animales y las familias, en las sonrisas que podían apagarse temporalmente, pero que nada lograba extinguir del todo.

Se sentó en la pileta que marcaba el centro exacto de la plaza, mientras que aquellos pensamientos ocupaban su mente. Se sentó sin cruzar las piernas, sino como una persona de las que ahí abundaban. A su lado había una mujer con un bebé a quien le sonrió, dándole de comer. Más allá había un anciano, en el límite de su vida, leyendo un periódico, sujetándose con ayuda de un bastón. Sus cuerpos eran muy diferentes, pero así como el suyo, eran únicos; cuando era niño llegó a creer que solo su cuerpo era sagrado, único bajo el cielo y sobre el infierno… pero ese hombre de edad había vivido toda su vida con sentimientos que se marcaron en su piel; la mujer cuidaba de otro ser vivo con toda su alma, lo había creado con su propio cuerpo; y el pequeño, que ahora le intentaba agarrar el cabello con su manita, era un ser maravilloso, fruto del universo, que no necesitó nacer de una rosa. Shaka entendió que el mundo no era como creía, sino que era mucho más hermoso. No solo con los ojos, sino que con todos sus sentidos podía percibirlo.

“Ikki, si es que sigues vivo… agradezco tu enseñanza. Es la lección más dura que he aprendido”, pensó con cierto entusiasmo.

En ese momento, sintió algo en sus pies. Una pelota de goma le había golpeado, lanzada por un niño de ojos verdes. El mundo se silenció y el chico, con la boca abierta, tuvo miedo de acercarse. Como el miedo en los ojos de ese chico de su pasado. No más.

Nadie iba a torturar a ese niño por una injusticia nunca más, como habían hecho en los recuerdos de antaño; en eso no había cambiado ni tenía dudas.

Así que sonrió, tomó el balón, y se lo ofreció con gentileza y calidez de corazón. Y el niño, asintiendo con otra sonrisa, la aceptó.


Fin.


Editado por -Felipe-, 31 mayo 2018 - 13:23 .

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#122 Dbicho

Dbicho

    El Lag nos hace violentos, los videojuegos no.

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Publicado 02 junio 2018 - 06:24

*Aplausos*, *Mas aplausos*.

 

Un gran epilogo para uno de los mas grandes capítulos de Anécdotas.

 

Vimos los inicios de Shaka, desde que era solo un pequeño niño, idolatrado por unos pseudo-monjes quienes le obligaron a prácticamente no tener una niñez sana. Luego quedo bajo la tutela de otro pseudo-maestro, que lo único que quería era usar su poder.

 

Y al final tenemos al Shaka Post-batalla del Santuario. El como su visión del mundo cambio. Y como es que Ikki reventó su burbuja que tanto lo protegía y aislaba del resto.

 

Es un tanto melancólico ver al final que el se da cuenta que estuvo rodeado de buenas personas (sin contar a mascara) y que ahora no pueda contar con la mayoría de ellas.

 

Sin embargo ese final donde el niño teme ante la figura de Shaka y que este con una sonrisa le devuelve la pelota, demuestra como ustedes dicen que el no sera mas la misma persona que era antes que Ikki le mostrara el mundo fuera de su burbuja.

 

Me hubiese gustado en el epilogo un pequeño cameo de la saga de Hades, donde estaba frente a los tres revividos, si eso salia hubiese sido un aaarg, me entienden no? jajaja.

 

En fin exijo un crossover entre Mito y algunas escenas de Anécdotas xD.

 

Como dije, maravilloso final para uno de los mejores capitulos, que a cada que avanzan se van superando aun mas.

 

Felicidades!!!

 

Pd: Si Nicole es un Saint, ya me di cuenta que el nombre casi no importa xD

 

Saludos!


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#123 Nemesis_Venganza

Nemesis_Venganza

    La chillaneja

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Publicado 04 junio 2018 - 20:40

Que bonito epílogo, me deja con una sensación de nostalgia tremenda.

 

Sé que los dorados no son los protas del canon, pero para mi siempre serán el grupo más interesante, ¿porqué? porque no son perfectos, ellos son los que pierden, los que son juzgados, los que dudan, los que se equivocan, aprenden, se vuelven a equivocar y así una y otra vez, es decir, son mucho más humanos que los protas de turno que suelen encarnar ideales de héroes. Dicho de otra manera, los encuentro más reales y eso me encanta ^_^

 

Pero volviendo a nuestro buda rubio, esas reflexiones finales post santuario son tan lindas, supongo que por eso me dejan la sensación de nostalgia o algo similar. Me agrada ver cómo se sintió uno de los sobrevivientes de la batalla luego de que esta acabara y se debe intentar volver a la normalidad, comenzando a notar todos los vacíos que dejó la misma. Se perciben las emociones de Shaka cuando piensa en todo lo que fue su vida, lo bueno y lo malo, y todo lo que aprendió del camino recorrido... oh, y esa escena final recordando al pequeño niño Hindú, fue como para terminar con más nostalgia aún. Lindo.

 

Los felicito por esta tremenda anécdota, muy trabajado el lado emocional y psicológico del personaje para que los lectores comprendiéramos su comportamiento y nos haga sentido el Shaka de la saga santuario y tambien post- santuario.

 

Saludos y más felicitaciones a los dos peques :s71:

 

 

 

 

 

 

PD: ¿¿así que Afrodita no se integraba mucho al grupo de aprendices?? :ninja:  ...

(lo siento, no puedo controlar a la fan.girl que vive en mi)

 

 


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  "Murió porque no, murió porque sí, murió pa' que tú no estuvieras ni ahí"

 


#124 girlandlittlebuda

girlandlittlebuda

    Souldgodiana de corazón

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Publicado 04 junio 2018 - 22:59

Que hermoso! Hermoso epílogo.

Me encanto ese momento autoreflexivo, esa rápida retrospectiva que hace mi rubilindo de su historia de vida, de su "relación" con sus compañeros, ese reconocimiento y agradecimiento que hace a Ikki y ese final es muy emblemático. Un final que recupera un momento que sin duda lo marco y lo hace tener otra perspectiva de quién es y cuál es su misión en la vida

Excelente!


Finalmente puedo decir que en general estos cuatro capítulos y el epílogo me fascinaron.

Sólo tengo una discrepancia con respecto a la personalidad arrogante y arisca con la que se suele representar o asociar a Shaka (incluido su fic). No porque no crea que él es así, desde mi perspectiva es sólo una cara o faceta de él y no es una presunción inventada por mí, basta con que recordemos esa pequeña escena del manga en la que está frente a la estatua de Buda.

Comúnmente se tiene la idea de que su combate con Ikki lo hizo cambiar; pero como lo dije anteriormente, desde mi punto de vista ese batalla lo llevo a recordar parte de sí. Nadie cambia de la noche a la mañana.

No me enrollo más y paso a dar mi reconocimiento a ambos por esta increíble historia, por su talento, su tiempo y su dedicación.


Gracias mil a ambos!

Editado por girlandlittlebuda, 05 junio 2018 - 22:38 .

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"Aunque nadie puede volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar a partir de ahora y hacer un nuevo final"


#125 Placebo

Placebo

    ouch, the edge

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Publicado 10 junio 2018 - 15:49

Spoiler

 

Para que se pongan en contexto

 

-Entra Placebo, con un bastón y arrugas pintadas con maquillaje- Ayyy, esta juventud de hoy en día...esperando capítulos de fanfics no canónicos. Bueno, hemos llegado a Libra, y ustedes saben lo que significa eso; lo que pasa en la casa de Libra, se queda en la casa de Libra. -A lo lejos se escucha a Felipe gritando "¡NO ES ESE TIPO DE FANFIC!"- Okay, okay. Empezaremos con un capítulo laaaaaaaaargo, porque el protagonista tiene un chilión de años. -Lanza el bastón lejos y se endereza la espalda- Ufff, mucho mejor. Este fanfic tendrá interludios, así que no se los pierdan! 

Esperamos sus comentarios escritos en tinta china, enviados por barco, bote, diligencia a caballo, paloma mensajera, y susurrados directamente en nuestros oídos(??).

 

 

 

 

 

 

 

 

LIBRA

 

Parte 1

 

 

Diciembre de 2010.

La Navidad en China no era la celebración más importante. Era difícil que la gente supiera por qué razón occidental exactamente estaban celebrando, o en honor a quién. De todas maneras, grandes ciudades como Beijing o Shanghai adornan sus calles, y especialmente mercados, con los decorativos tradicionales que ven a través de la televisión o en internet, traídos principalmente de Estados Unidos. Incluso en algunos pueblos más pequeños, los niños adornan pinos de fantasía y ponen calcetines en las murallas esperando a Shengdan Laoren, el “viejo de la Navidad”, para que les traiga obsequios. No es más que eso, sin embargo. En ocasiones, las familias salen a comer comida extranjera, como pizza, durante la Nochebuena, pero no pasa de ser una celebración similar a lo que en zonas lejanas y sin relación con el mundo anglosajón sería el Halloween.

De todos modos, no significa que no pueda aprovecharse. Hay un sitio oculto entre los montes de Lu Shan, en la región de Jiangxi, al centro del país, entre cinco poderosas montañas que le susurran al cielo cubierto de estrellas y una luna pálida que se refleja en los estanques. A pesar de estar más allá del tercer milenio, la gente allí aún vive de manera tradicional, viven de la ganadería, la agricultura y la pesca. Es un pueblo humilde de pocas personas, conectados a la naturaleza, los árboles, los ríos, lagunas y la piedra. Se le conocía como Goroho en japonés, Wulaofeng en chino… Los Cinco Picos Antiguos.

Allí también vive una familia de cuatro personas, importantes como ninguna, que, sin embargo, se consideran tan comunes como cualquiera. Para la noche de Navidad decidieron sacar el mejor arroz que ellos mismos habían cultivado, un buen Baijiu (licor tradicional chino) y varios vegetales de buena calidad, comprados a una vecina comerciante que conocían desde hacía años.

Había un chico y una chica, que se amaban como pocas personas podrían llegar a hacer, a pesar de su corta edad. En este tiempo, sin embargo, aún no lo sabían, y se trataban con tímida cordialidad, decoro y una oculta, pero inocente pasión adolescente que no tardaría en desbordarse. Él se llamaba Shiryu, que significaba “Dragón Púrpura”, tenía catorce años y había llegado de Japón para entrenar la doctrina del Cosmos; era un joven lleno de valor, una nobleza sin par, y un gran valor por la amistad. Ella se llamaba Shunrei (en chino Chun Li) lo que significa “Belleza Primaveral”, que, precisamente, con trece años era una muchacha hermosa como la más bella flor de loto, fuerte de corazón y pura de espíritu. Había sido encontrada, una tarde de abril, flotando en el río Pong en su cesta de recién nacida, por el anciano que protagoniza nuestro relato. Él era amado como un padre por Shunrei, y por Shiryu; y así también él los amaba a ellos como hijos, así como a Genbu (en chino Xuanwu), el muchacho de quince años que se sentaba a su lado, cuyo nombre significaba “Tortuga Negra”. Era aguerrido, noble y divertido, venido del norte del país para “volverse más fuerte”, y le era difícil entender la filosofía detrás, como a una tímida tortuga que se oculta con su caparazón, pero su ideal era robusto como ésta. Se consideraba hermano de los demás, y también le consideraban uno de ellos, pues su deseo era igualmente vivir con nobleza y determinación, a pesar de los desafíos de la vida, que su maestro conocía tan bien. Tantos años no pasaban en vano.

Su nombre era Tong Hu, pero ya hacía muchos años había optado por la transcripción japonesa de los caracteres en su nombre para olvidar… lo que había perdido. Shunrei le llamaba “padre”, Shiryu y Genbu se dirigían a él como Roshi, “viejo maestro”. Pero el mundo lo había conocido antaño como el “Tigre Joven”, el Santo de Oro de Libra, Dohko. A sus 258 años de edad, todavía le parecía extraño llamarse Dohko, pues había dejado la juventud también mucho tiempo atrás. Sin embargo, era divertido bromear con ello. Dohko siempre se tomaba la vida con humor, pues era una sola, y consideraba que había que valorarla con todo el alma y el corazón… a pesar de que jamás habría esperado pasar de los veinte años de edad.

Bebía su tercer vaso de baijiu cuando Shiryu le dirigió la mirada, algo nervioso, después de un cuchicheo incesante con su hija. Ella sonreía y miraba sus propias rodillas bajo la mesa. La barbilla de Shiryu tembló, y se le subieron algunos colores a la cara.

—Oh, no. —Dohko casi escupe su licor en la mano de Genbu, que se apartó exageradamente a un lado—. No… ¡aún son muy jóvenes!

—¡Maestro, casi cae en mi brazo, rayos!

—¿M-maestro? —preguntó Shiryu, sin entender. Shunrei se quedó atónita. ¿Creían que era un asunto muy fácil, acaso?, se preguntó Dohko.

Pero él ya tenía más de dos siglos de edad. Si no era ya el momento para ser abierto de mente y celebrar el amor, nunca lo sería.

—Está bien, está bien, feliz navidad… u-ustedes tienen todo el d-derecho… Lo cuidaré… o la cuidaré, claro… —Dohko se detuvo para servirse otro vaso más, que se tragó junto al arroz que todavía no acababa—. ¿Es lo o la?

—¿De qué habla, padre? —Shunrei tuvo problemas para abrir la boca… y de pronto, también abrió los ojos muy grande. A diferencia de su más lento alumno, su hija era sumamente lista. En este caso, eso era una maldición—. ¡Padre!

—¡Pues de…! ¿Qué querían decirme?

—¡Jajajajaja! —rio Genbu, que también había captado el meollo del asunto. Casi mete la cabeza en el bol de arroz—. Pobre maestro, casi le dan un ataque, tórtolos.

—¿Tórtolos? —Shunrei le dirigió una mirada asesina a su pelirrojo hermano, a la vez que su rostro se ponía del mismo color.

—Hace mucho que he querido preguntarle… —Shiryu inclinó levemente la cabeza, sonrojado y algo titubeante— sobre su vida. Sé que es una falta de respeto a un hombre de… a usted. Sin embargo, la admiración que le dirijo es imperturbable, y si quiero ser como usted algún día…

—Espera. ¿Eso es todo? ¿Quieres saber sobre mi pasado? —Sobre la poblada barba canosa de Dohko de Libra, se asomó una sonrisa levemente avergonzada, y principalmente dichosa.

—Si no es mucha molesta, viejo maestro.

—Oh bueno… mañana es día de descanso en casi todas partes, no veo por qué no. Shunrei, mi querida niña, ¿fue esto tu idea? ¿También quieres saber sobre mí?

—D-desde luego que sí, padre. Si sabe todo sobre mí, lo lógico es que yo sepa sobre usted.

—Por un instante pensé que no lo sabía todo… pero bueno… es una historia larga. Eso es, por supuesto, ridículamente evidente. —Dohko dejó la comida y las verduras de un lado, al igual que el vaso humilde de madera. Se acomodó la elegante túnica negra que vestía para la ocasión, y se puso de pie con el rudimentario bastón, que era parte del cuento. Contra todo protocolo, se sentó sobre la mesa para dirigir la voz a sus tres chicos a la vez. Se preguntó qué debía contarles—. Imagino que debería empezar con el principio. Hm. Pero no tan al principio, o sería irreverente y terriblemente incómodo, hasta que ustedes tengan mejores clases de biología.

—¡Padre! —reprendió Shunrei, la flor de sus ojos.

—Comenzaré entonces. La llamaré “la historia de mi tatuaje”. Sí, ese es un nombre radical, como dicen ustedes los jóvenes, ¿verdad, Genbu? —Al viejo maestro le encantaba avergonzar a sus estudiantes, haciendo el gesto típico de los surfistas y fingiendo que no sabía lo anticuadas que eran sus referencias. Por supuesto que lo sabía, pero era mucho más divertido ver cómo se cubrían la cara con las manos y suspiraban incómodamente.

 

Otoño de 1760.

Corría el año 1769, en plena dinastía Qing. En la historia de la humanidad, esta sería conocida como la última de las dinastías de emperadores en lo que, en occidente, se conoce como China, pero allí era llamado Zhongguo, lo que significa “Reino Medio”. Acababa de finalizar la revolución de Altishahr Khojas contra el Emperador Qianlong, que se había defendido eficientemente. La paz reinaba para el imperio… y eso también significaba paz para el pueblo de Lu Shan y sus cinco enormes montañas. De hecho, en términos económicos jamás habían estado con más recursos… lo que no quería decir, de ninguna manera, que estuvieran “bien”. El dinero tenía que salir de alguna parte, y ese detalle tan único, tan particular del ser humano, es lo que da origen a la historia que, en realidad, nada tenía que ver con las monedas.

Su casa estaba al oeste del río, con fácil acceso para sus cultivos y la pesca de truchas. Vivía allí con sus cuatro hermanos y hermanas, y con su madre, Xia Li (“Belleza Veraniega”). A su padre no lo conoció, y no preguntaba sobre él. Quería creer que fue un samurai o algo así, pero probablemente sólo había sido otro granjero azotado por la peste.

La historia en sí misma comenzó un día de otoño, cuando el emperador Qianlong decidió que era necesario comenzar a aumentar la cantidad de impuestos y tributo que debía ser entregada. Para ello había designado un grupo de cobradores imperiales, que supuestamente necesitaban tener una variedad de códigos morales y éticos, y la justicia necesaria como para no tomar más de lo que debían cobrar.

En las grandes ciudades centrales del país, sobretodo en la capital Beijing, en la cual residía el emperador, los impuestos se podían pagar con solo el contenido de un campo, ya que la gente solía tener tres o cuatro plantaciones por familia, y conocían bien las formas en que podían invertir y usar su dinero para generar ganancias que los hicieran vivir cómodamente. Pero el pueblo de Lu Shan no tenía grandes terratenientes, ni inversionistas de aquellos lugares más allá de los mongoles, solo vivían con la calma humilde y característica de los pueblos pequeños, junto a las altas montañas, así que no era necesario indicar lo mucho que esa recolección de impuestos les afectaba para la economía de sus hogares, sobretodo cuando las familias como la de Dohko, en aquel tiempo llamado apropiadamente solo Tong Hu, vivían en el campo de alguien con un poco más de suerte que ellos y trabajaban en una plantación no tan grande como para generarle grandes ganancias a su dueño. Si tenían que ser sinceros, el dueño de la plantación los dejaba vivir ahí solo por buena voluntad. Era uno de los pocos hombres que tenían su propio terreno, y todos en Lu Shan harían, naturalmente, lo que fuera para ayudar a Xia Li, aún cuando supieran que nunca podrían desposarla. Los hombres detenían sus obligaciones de tener una esposa, ya que el caso de ella era especial; muchos sentían lástima al ver cómo hacía lo posible para sacar adelante a aquellos cinco niños, mientras que otros afirmaban que la “pérdida” de su esposo la convertían en una mujer maldita, que empezaría a parir quimeras cuando volviera a quedar embarazada. Era un secreto a voces el porqué, pero nadie había tenido el valor de contárselo a sus hijos, ni siquiera a los dos mayores.

Ese día era la recolección de impuestos. Xia Li no tenía cómo pagar, y de ello eran conscientes sus hijos. Particularmente el chico del medio, un feroz y bravo muchacho de diez años, que no estaba dispuesto a permitir que su familia siguiera sufriendo tormentos o pagar de más (dentro de lo que podía entender por “pagar de más”), solo por la falta de un padre o todas las cosas horribles que hablaban de su madre, la persona más importante de su breve existencia. O al menos… en ese tiempo creía que sería una existencia breve.

Algunas mujeres ya lloraban afuera de la casa, rogando por piedad y compasión; luego, claro, venían los golpes. Tong Hu no entendía las razones detrás, pues no lo habían criado de esa manera, pero para la sociedad que lo rodeaba, las mujeres eran sólo las criaturas que procreaban y criaban hijos. ¿Por qué tenían que ser tan diferentes? ¿Por qué las trataban así los hombres de afuera?

Finalmente pasó lo que tenía que pasar, y golpearon la puerta de su humilde hogar. El cielo aún no oscurecía, pero igualmente las sombras pasaban frente a los ojos de Tong Hu. Su hermano mayor, Tong Yen, le detuvo y le hizo retroceder. Él era un estudioso, se pasaba el día sobre o frente los libros, no podría hacer nada más que, por enésima vez, ser la víctima de la tradicional golpiza de los guardias del Emperador. O de la persona a cargo, que subía tanto los precios, de la que tantos rumores corrían.

—¡Familia Tong! ¡Abran en nombre del Emperador!

Tong Yen abrió la puerta, y dos soldados lo tomaron de la camisa y arrojaron al suelo. Uno de ellos sacó una gran y afilada espada del cinto.

—¡No! —gritó su madre, saliendo de casa a pesar de las protestas de sus hijas, que lloraban tan desconsoladas, o al menos eso era lo que podía recordar.

—Llevan dos meses de atraso, es algo que no podemos permitir —dijo el soldado que cargaba la espada. En ese tiempo, los capitanes eran también los ejecutores, en lugar de obligar a los de menor rango a mancharse las manos.

—Juramos que pagaremos, pero las cosechas no han dado los frutos que esperábamos —se excusó Tong Yen, antes de ser golpeado en el suelo por el otro soldado, mientras otros, alrededor, se largaron a reír.

—¿Y eso qué nos importa? Todo esto es del Emperador, no de ustedes.

—Pagaremos… solo denos un poco más de tiempo. Por favor —rogó la madre, que se abrazó a su hijo mayor. Nadie les daba mucho dinero ni ayudaba demasiado… les temían. Le temían. Si no era se hubiera entrometido con aquel hombre…

—No nos hagan nada. Menos a mi madre —suplicó Tong Yen, poniéndose raudamente de pie para evitar que su madre sufriera algún daño. Los soldados lo rodearon.

—No es algo que puedan pedir… le están robando al Emperador. Y saben lo que se paga por robarle a los demás.

Uno de ellos golpeó a Tong Yen en la rodilla, haciéndole caer, mientras otro le tomaba del brazo izquierdo. Tong Hu, desesperado, trataba de escaparse de los brazos de sus hermanas, y pasar por encima de su otro hermano, que golpeaba las murallas mirando por la ventana. Reían. Los muy malditos se reían de su infortunio.

Tong Hu y su madre gritaron de dolor cuando a Tong Yen le cortaron, de un solo tajo, la mano izquierda, pintando de rojo los verdes campos de Lu Shan, por primera vez en mucho tiempo. Los más ancianos de la aldea movieron la cabeza de lado a lado… ya conocían ese sentimiento y habían vivido aquellas situaciones; los más jóvenes hicieron el intento de ayudar, pero las espadas de los soldados del Emperador los detuvieron.

—Y que les sirva de advertencia… a la otra oportunidad que no paguen, tomaremos su cabeza —amenazó el capitán imperial.

—Así será, señor —sollozó Xia Li, cobijando a su valiente hijo mayor—. Usted es bueno con nosotros, gracias.

—¿Bueno? Mujer estúpida… ya verás lo que es bueno.

Obviamente el espectáculo no había acabado. Xia Li fue tomada de los brazos por tres soldados sudorosos, y tirada sobre la hierba como una vulgar prenda. El ruido de las armaduras cayendo en el suelo y las túnicas desatándose, perseguiría a Dohko durante el resto de su vida, a sabiendas de que los demás aldeanos, probablemente, en poco tiempo lo olvidarían.

Pues así era el mundo en aquellos tiempos.

 

Sin embargo, para Tong Hu, eso daba igual. Ella había comenzado a gritar cuando el primer hombre la forzó a adoptar cierta posición de lo más horrenda. El soldado sería el primero en probar si estaba o no maldita, como él mismo sugería a gritos de satisfacción. Xia Li intentó protegerse con todas sus fuerzas, pero los demás soldados eran más fuertes que ella.

—¡¡Dejen en paz a mí mamá!! —gritó Tong Hu, corriendo hacia ellos. La hoja de un soldado cercano a él silbó, en dirección al niño. Y allí fue cuando todo cambió.

El muchacho de cabello oscuro tropezó, y así esquivó el filo de la espada, lo que le permitió seguir corriendo. Cuando se detuvo frente a la humanidad del hombre que ya casi estaba desnudo, lo miró con la ferocidad de la más grande bestia, y siempre recordaría que fue la primera vez que dejó ver a su animal interior.

—¿Y este cachorrito? —se burló el soldado, seguido por las risas de sus amigos.

—Aléjate de mi mamá.

—No te metas, enano, son solo negocios.

—Aléjate de mi mamá.

—Oh, qué molesto, no estoy de humor para niños, sino mujeres, así que hazte a un lado y ¡ah! ¡ahhhhhhh! —gritó el hombretón cuando Tong Hu le mordió la mano que se le acercó. Tomó una rama del suelo, y la clavó en la pierna de uno de los sujetos que aprisionaba a su madre, pero el otro fue más rápido, y le mandó al suelo con un guante que se cubrió de joven sangre.

—¡Hijo! —gritó Xia Li, y el feroz nombre del muchacho se repitió en la boca de sus hermanos y hermanas. Pues “joven tigre” no podía significar cualquier cosa.

Con los labios rotos, Tong Hu se puso de pie, y repitió las palabras de su propio juramento. “Aléjate de mi mamá”. Cinco soldados con las espadas desenvainadas se acercaron a él, y concluyó que allí culminaría su corta vida. En aquella época, el respeto por la infancia no era como ahora… no había respeto alguno por un futuro que probablemente no llegaría. La inocencia se había acabado.

Así fue que Tong Hu, el joven hijo de Xia Li, tomó la vara y la blandió como un sable, a pesar de que no desconocía su destino. Con un movimiento veloz, el espadazo del soldado cortó la pobre ramita que simbolizaba la fuerza en crecimiento del joven Tong Hu, y las hojas de las hierbas danzaron con el viento, que acababa de cambiar.

La espada no había detenido su curso. Se acercaba al niño que no pretendía saber qué sería de su destino. Sin embargo, cuando tocó su mejilla, la mitad de la hoja salió volando a un lado, clavándose en el pecho de uno de sus compañeros, y el soldado atacante cayó al piso por efecto de la física. Su cara había cortado la espada de un guardia imperial…

No. Eso no tenía sentido. Tong Hu, a pesar de su corta edad, era perspicaz y sabía que habían cortado el sable antes de que lo tocara. No necesitaba comprobarlo, pues sentía el universo, y su mantra especial, “aléjate de mi mamá”, al fin se silenció al volverse innecesario.

—¿Quién es ese cretino?

—¿Qué demonios hizo ese tipo?

Cuando Tong Hu se volteó, más allá de su madre y el hogar en que había nacido y crecido, entre la mata de hojas y los troncos del bosque, se hallaba un monje aparentemente vagabundo, un errante, vestido con una larga toga negra, un cinturón raído de color gris, y un enorme sombrero de paja dorada que cubría enteramente sus ojos. A su alrededor bailaba una llama imposible de color azul, y su larga barba llena de canas era como la cola de un dragón vetusto, ya cerca de su hora para partir al cielo.

—Aléjense de ellos, si no quieren perder la cabeza.

El Dragón Milenario se quitó el sombrero, y menos de un segundo después el mismo sombrero había cortado la mano derecha de todos los soldados. ¡Al mismo tiempo!, pensó el joven Tong Hu. Ni siquiera había salpicado la sangre, solo caía a goterones sobre la hierba desde sus muñones, y las manos extirpadas estaban tiradas entre sus pies. El sombrero pronto volvió a la cabeza del Dragón Milenario, y no tuvieron tiempo de conocer las facciones de su héroe.

 


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#126 Shiryu

Shiryu

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Es ameno

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#127 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

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Publicado 11 junio 2018 - 13:52

Como lo prometido es deuda, me acerco humildemente a este sagrado recinto a presentar las debidas disculpas por no peregrinar hasta aqui antes y me postro ante la magnificiente obra de Felipe y Placebo.

Me sorprendí que pude terminar hoy el capítulo de Aries y esa es la razon por la que comento, pues como ya habia mencionado a Placebo, yo comentaría cuando acabara un signo, como mínimo.

Mu me ha parecido muy... miedoso. Bueno, es un niño que no conoce mundo y eso es razonable. Ademas de desconfiar de un señor que dice ser su pariente y que aparecio despues de la muerte de su padre para llevarselo a una torre sin salida alguna. Con esas descripciones Sion da miedo... ._.

Un punto que me gusto es que Sion haya tenido la intención de palmearse la cara repetidamente. En parte es gracioso, pues dada la progresión que seguía, si se hubiese pegado tanto ya no habría un Sion que salvase a los animalitos.

Despues de ello, solo resalto la capacidad que tuvieron los autores para describir cada escena del acercamiento entre los que serian alumno y maestro. Cada escena tensa, cada acercamiento... está tan bien redactado. Es precioso.

En los siguientes días estaré tratando de ponerme al corriente. Vuelvo cuando acabe con el torito y su maestra, de la cual me spoilee gracias a Raissa.

Pd. Es curioso que siendo Libra el signo 7 se haya posteado su primer capitulo en esta página que es la número 7. :ninja:

Saludos. :lol:

Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecería:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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#128 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 06 julio 2018 - 21:54

Oh, señor Sagen... usted estimula mi imaginación.

 

Es genial que vayas signo por signo. Sería aún más genial que pronto... muy pronto, pases a Tauro. Por un asunto de coherencia, vamos.

Claro que es miedoso, por todo eso que describes. Incluso para un niño de cinco años debe ser muy creepy la situación xD Claro que, como dices, la cosa va para ambos lados. Sion tampoco está muy cómodo con estar, de un momento a otro, a cargo de un infante pariente lejano.

Gracias por los halagos, Sagen. Nos vemos entonces.

 

Saludos :D

 

 

Y ahora... seguimos con la historia de Librita.

 

Parte 2

 

INTERLUDIO

 

—¿Dragón Milenario? —preguntó Shiryu, asombrado por la historia. Durante el rato que duró la primera parte del relato, apenas había tomado sorbo de su bebida—. ¿El que fue su maestro, Roshi?

—Él mismo, Shiryu.

—Un momento, yo escuché que usted había sido entrenado por un dragón… ¡uno de verdad! —protestó Genbu, buscando en los ojos de Dohko la mentira o la verdad, lo que llegase primero.

El anciano mostró una sonrisa brillante, que no había sido golpeada por el vendaval de la edad, mientras miraba a sus alumnos con un aire de chiquillo travieso. Sus ojos eran verdes y cansados, pero la llama de la audacia no se había apagado.

Lo cierto era que él mismo había alimentado el mito de que aquel hombre que le había salvado en la niñez era un verdadero dragón, de color blanco y del tamaño del Buda del Templo de Primavera, que residía bajo las aguas del Mar de la China. Lo había hecho especialmente durante los años que siguieron a la Guerra Santa. No sabía por qué, pero supuso que, en el momento, se le había hecho gracioso, o estaba aburrido. En cualquier caso, Dohko de Libra no había inventado aquel cuento. Como todos los rumores, nacían de una sola persona, un solo individuo con muchísima imaginación. A él solo le pareció gracioso.

—En muchas formas, Hao Cheung era un dragón de verdad, mi querido Genbu… pero no. No escupía fuego por la boca, ni tenía garras de obsidiana, ni escamas blancas, ni medía cien metros de largo —explicó el viejo maestro, intentando componer su mejor expresión de disculpa—, fue un relato que se salió de mis manos.

—¿Entonces no lo era?

—No. Hao Cheung ni siquiera era un monje errante, como pensé al principio. Un vagabundo. Era una persona increíblemente importante. El hecho de cortar las manos de todos los soldados en un instante, como retribución a lo que habían hecho a mi hermano mayor, decía mucho de él. —Dohko se acomodó sobre la mesa, y se frotó las rodillas para que no se le durmieran—. No. Le decían “dragón” porque sus movimientos eran fuertes, pero muy gráciles a la vez. Además, pocas personas conocí que fueran más sabios que él. Y hay otra razón, pero si se las digo arruinaré la historia.

Sus tres chicos se miraron entre sí, probablemente buscando el significado del apodo entre las miles de opciones. Algunas geniales, otras ridículas, otras escandalosas, y solo un puñado con un épico sentido Taonia.

—¿Hao Cheung fue su maestro? Entonces… ¿él se lo llevó? —El rostro de Shunrei adoptó una expresión sumamente triste al pensar en ello. Ella había sido abandonada por su familia original, y los asuntos de esa clase eran como picaduras de insecto que nunca dejaban de molestar.

—Voy a omitir esa parte de la historia, porque no es el meollo del asunto. Omitiré cómo Hao Cheung espantó a los soldados y rescató a mi madre. Omitiré los detalles de su tiempo en mi hogar, no muy lejos de nuestra vivienda actual, mientras se hacía pasar por un vagabundo. Omitiré cómo trajo a un misterioso curandero coreano que reparó la herida de mi hermano. Omitiré cómo llegué a admirar a esa persona, poco a poco, que se comportaba cordialmente con nosotros, que nos ayudaba a cocinar, a limpiar la casa, a cosechar… que venía a reclutar. Omitiré los detalles que llevaron a Tong Yen a decidir refugiarse para siempre en sus libros en casa, obviar una familia propia y cuidar a nuestra madre, y también omitiré la triste despedida que ella y yo tuvimos, durante el invierno.

—M-maestro… —murmuró Shiryu. Genbu y Shunrei también lo miraban estupefactos. No todos los días verían las mejillas del Roshi manchadas de breves lágrimas.

—Sí, mis jóvenes chicos… aún recuerdo el rostro de mi madre con pesar, y por eso no quiero rememorar esa noche en que me fui con Hao Cheung. ¿Por qué un niño de diez años abandonaría toda su vida, para irse con un viajero con sombrero de paja que parecía sacado de un violento videojuego? ¿Por qué un chico sin pertenencias dejaría el beso y los brazos de su madre por un viaje a un templo viejo, lleno de monjes fanáticos de la tinta y los animales, y sin nada más que un bolso con dos prendas de ropa, que en el viaje se comió un lobo? ¿Por qué me apartaría de una vida tranquila de campo por la reclusión en un edificio espiritual, para entrenar como guerrero? La respuesta es muy sencilla. —Dohko alzó la voz, carraspeó y se preparó para continuar la historia, sonriendo con complicidad—. Porque eso me llevó a estar aquí.


Invierno de 1760.

Había aprendido a admirar a ese hombre. Había visto parte de lo que era capaz de hacer, y el joven Tong Hu le había enseñado lo poco que él conocía del mundo, en regreso. Podía parecer poco, pero aquel anciano parecía querer saber todo sobre todo, valoraba la sabiduría y el conocimiento más que cualquier otra cosa.

En tanto, también se había enterado de varias cosas. Por ejemplo, Hao Cheung era un Taonia. ¿Qué era un Taonia? Se enteraría de ello durante la caminata por los bosques bajo las montañas de Wudang, al oeste de LuShan. Dormían cobijados por las estrellas (no era como si Tong Hu no estuviera acostumbrado, pues el techo de su casa estaba dañado y gastado, la lluvia jamás lo había respetado como barrera), comían conejos o peces (un día, un enorme jabalí sirvió de almuerzo, aunque Tong Hu no supo nunca de dónde salió), se entretenían mirando especies de animales que el chico no conocía; además, aprendió muchísimo sobre plantas, conocimientos que le servirían durante toda su vida. Era un aprendiz muy rápido, parte de eso fue lo que llevó a Hao Cheung a reclutar al joven, además de su extremo coraje y valor, y su extraordinario talento nato. No cuestionaba sin argumentos, era respetuoso generalmente y muy honesto; si bien, algo travieso. Bastante, en realidad, y era por eso que entrenarlo también era un reto para su maestro.

Sin embargo, Hao Cheung era un erudito hasta en los detalles más sencillos de la interacción social. Había deducido que Tong Hu quería evitar pensar en su madre, en el abandono por una mejor oportunidad. A él mismo se le había hecho muy difícil intentar convencerla de que, si dejaba LuShan, podía convertirse en un guerrero que la protegiera, y a sus hermanas, de aquellos que usaban su poder y autoridad en contra del pueblo llano. No porque no lo hubiera hecho antes (al contrario, Tong Hu no era el primer chico que reclutaba para convertirse en Taonia), sino porque era una familia muy especial, con una madre que ya conocía, aunque ella no lo recordase.

Tong Hu se impacientaba. Mientras comía la cola de un pez frito (cuidando de no clavarse por tercera vez una espina entre los dientes) y planeaba qué tipo de gusano podría meterle a Hao Cheung bajo el sombrero mientras dormía, para convencerlo, optó por la pregunta respetuosa:

—¿Se da cuenta de que llevamos diez días caminando y todavía no me dice que es un Taonia?

—Me doy cuenta perfectamente, sí.

—¿Y bien?

—Y bien, sí. Perfectamente.

—Vamooooooos.

—Ahora no.

La respuesta no había sido guiada por la antipatía, sino por la precaución. Tong Hu no podía saberlo ni advertirlo, pero el Dragón Milenario había entrenado por mucho tiempo para estar conectado lo suficiente con la naturaleza, para saber cuándo era invadida.


Tres hombres de ojos negros, desnudos de la cintura para arriba, portando espadas en el cinto y luciendo pantalones oscuros, aparecieron frente al hombre y el niño a la luz del sol, tan sigilosamente como si hubiera sido de noche. Parecía demasiado entrenados como para ser simples bandidos. Sus brazos eran parecidos a robles, sus abdominales tan fuertes como el acero, y sus movimientos eran fluidos pero agresivos, como los de una garza a punto de atacar.

—¿Seguirás con esta tontería, Dragón? —preguntó uno de ellos, con actitud de fingida lástima.

—¿Llevas más niños a vivir una mentira? —inquirió otro, que lucía el largo pelo castaño atado en una cola de caballo. Fue el primero en sacar la espada—. ¿Igual que a nosotros nos engañaste?

—¿Mentira? —se irguió Hao Cheung, sin soltar su trozo de pescado—. Fu Zan, te llevé allí para que sacaras todo lo mejor de ti mismo, para enseñarte lo que los mayores sabemos, y nosotros aprender de ustedes, los más jóvenes.

—¿Y qué dices que aprendiste de mí, viejo?

—Que no puedes ver más allá de tu nariz. —Apenas terminó la oración, Hao Cheung apartó a Tong Hu con su mano izquierda y se sacó el sombrero con la derecha.

Mientras caía, Tong Hu pudo ver, casi en cámara lenta, cómo se movía el Dragón para enfrentar a uno de los hombres, al que no había dicho nada, que cargaba con la espada. Hao Cheung dobló una de sus piernas hasta que marcó un ángulo recto, mientras la otra se extendía. Los brazos abiertos, uno hacia atrás y el otro hacia adelante. Era una postura sumamente incómoda, a los ojos de Tong Hu.

Y sin embargo, esa curiosa postura le sirvió para sacarse de encima en un santiamén tanto al tipo que no había dicho nada, como al primero que había hablado, que atacó rápidamente, levantando la espada, detrás del otro, por sorpresa. Ambos guerreros de pantalón negro, cayeron ruidosamente sobre la hierba cubierta por piedras, hormigas y champiñones. Tenían cortes en la piel, por la que sangraban profusamente, aunque no parecían muertos.

Fu Zan se arqueó como una serpiente y atacó también. Su afilada espada blanca chocó contra el sombrero de paja de Hao Cheung, que en lugar de romperse, aferró la hoja como las fauces de un león sobre su pequeña presa. El anciano (que no parecía tan viejo en ese momento) se giró con un feroz y ágil movimiento, como el agua de una cascada derramándose sobre gruesas piedras, y dio un patadón que Fu Zan bloqueó con el brazo derecho. Tong Hu no perdía detalle, a pesar de lo rápido que ocurría todo el espectáculo.

—No te entrené para que te unieras a él, muchacho.

—No, me llevaste al Templo y me entrenaste para ser un esclavo de los árboles, a pesar de todo el cambio que podíamos hacer.

Nueva postura. Cambiaron la espada y el sombrero de mano, mantuvieron las poses extrañas, y el subsecuente choque provocó chispas que asustaron al pequeño Tong Hu. El eléctrico, llamativo y sonoro impacto se repitió decenas de veces… o quizás muchas más.

—¿Esclavo? Cuidamos la naturaleza, tanto plantas como animales y personas.

—Cuidar a otros es una pérdida de tiempo, y un despropósito; si los espíritus nos dan tanto poder, ¿por qué no usarlo en favor de nosotros mismos?

—Eso no es un Taonia.

Cambiaron de postura. Hao Cheung era poderoso y flexible como un dragón. Los movimientos de Fu Zan eran similares a los de una astuta y letal serpiente. Esta vez, la espada del joven se enterró en la rodilla del viejo, y el sombrero rasgó el hombro del primero.

La carne de Fu Zan se desgarró y sangró. En cambio, la de Hao Cheung parecía hecha de acero, o de imperturbable hierro, y resistió la espada como si hubiera sido una hoja de magnolia soplada por el viento. No derramó ni una sola gota escarlata. Más aún, la espada sufrió una escandalosa trizadura.

Tong Hu ahogó un grito cuando vio a los dos compañeros del enfurecido Fu Zan saltar por la espada del viejo, y atacar con las espadas, a pesar de las heridas. Se sorprendió aún más cuando los dos cayeron en la hierba nuevamente, esta vez inconscientes, al igual que Fu Zan, fulminado por la mano derecha de Hao Cheung, que quebró el filo en su rodilla con los músculos de su propia pierna.


Dos personas aparecieron allí. Dos chicos. Uno era rubio, robusto, de cabello corto, con sonrisa fácil, nariz chata y dientes que parecían afilados. El otro lucía anteojos, tenía cabello negro y era más moreno y pequeño que su compañero. Parecía extranjero.

—No creo que nos necesitará, ¿verdad, maestro? —preguntó el rubio, mirando a Tong Hu de reojo. A éste le pareció que tenían la misma edad.

—¿Tú bien estar, señora Hao? —inquirió a su vez el otro chico, con un chino atropellado.

—“Señor” —le corrigió el Dragón, con una sonrisa—. Y recuerda que el pronombre formal de la segunda persona es “usted”, Jeon.

—Sí... señor —asintió el chico, con una reverencia. Hao Cheung se dirigió al único de los niños que no entendía nada.

—Tong Hu, te presento a Hui Chang y a Jeon-Seok. Ambos son estudiantes de Taonia como lo serás tú. Y ellos —indicó con la mano a los tres jóvenes tirados— también lo fueron, pero se unieron a un hombre que se hace llamar Tao Tei, que fue expulsado de nuestro Templo, porque sus ideales eran completamente opuestos a lo que…

—E-espere… no entiendo nada —interrumpió Tong Hu—. ¿Qué es un Taonia?

—Taonia somos…. eh… cuidar natureza. Cosmos —intentó explicar Jeon-Seok, con un cada vez más evidente acento proveniente del sur de Corea. A pesar de sus tropezones orales, su expresión facial no indicaba que tuviera problemas con algo.

—Naturaleza —corrigió Hui, apoyando sin contemplaciones sus brazos en las espaldas de Tong Hu y de Jeon, como si fueran amigos de toda la vida, con una sonrisa de oreja a oreja—. Somos guerreros protegidos por los espíritus animales de la naturaleza, y protegemos a las personas de esta nación, de gente como Tao Tei y los demás rebeldes. Eso es un Taonia.

—No te adelantes, Hui, que tú aún no eres elegido por algún espíritu —sonrió Hao Cheung, y Hui le devolvió el gesto con una risita traviesa.

—Tao Tei ser rebil… rebelde. Quiere usar poder por Tao Tei mismo, no para otras personas. Tai Tei abandonó el templo con amigos. Rumores… d-dicen que estar detrás, líderes políticos.

—Hay quien dice que maneja todo China detrás de las sombras, incluso al Emperador —dijo Hui, tratando de ayudar a su compañero—. Nuestra misión actual, de nosotros los jóvenes, es entrenar e investigar el paradero de Tao Tei para detener sus fechorías con el pueblo llano.

—Ese ser nuestro trabajo.

—Eso somos, Tong Hu. Si quieres proteger a tu gente y evitar que más injusticias se propaguen por nuestro mundo, además de aprovechar tu feroz bravura en el bien de los inocentes y el balance natural, ser un Taonia es una gran opción… incluso si conlleva un sacrificio enorme. —El Dragón Milenario se arrodilló con agilidad, como si no acabara de tener una pelea contra tres jóvenes a la vez—. ¿Qué dices, ahora que has visto y oído todo esto?

Tong Hu bajó la cabeza con tristeza, pero era evidente en sus ojos que había algo más. El fuego de la justicia ardía en ellos, no podía apagarse, era una llama eterna y brillante como el sol, mucho más ardiente que el sentimiento de pérdida. Lo que Tong Hu deseaba, más que nada, es que la injusticia no se repitiera en el mundo.

—Quiero ser un Taonia, señor.

—Ese es el espíritu —congratuló Hui, y algo espectacular ocurrió después.


Detrás de Hao Cheung, entre los árboles y debajo de las montañas que servían de cortina de fondo, apareció en un enorme palacio de muros blancos y columnas violetas. Se apareció como si una bruma casi invisible la hubiera ocultado poco antes de diseminarse; como si se hubiera sumergido en el mundo detrás del reflejo en un estanque de aguas inquietas.

—Esta es la Tierra Encantada de los Taonia, con el palacio que se aparece solo ante los elegidos —explicó el Dragón, acariciándose la larga barba, sin quitar los ojos de Tong Hu—. Se llama Templo de la Nube Púrpura, y es dirigido por mí… el Gran Maestro de los Taonia, el Dragón Hao Cheung.

—¿U-usted? ¿E-el gran….?

—El templo se mueve constantemente a lo largo y ancho de la Tierra Encantada, que es una dimensión paralela a nuestro mundo —dijo Hui, caminando al castillo, a la vez que invitaba a Tong Hu con la mirada y una sonrisa cómplice—, por lo que puede aparecer al azar en cualquier parte, pero para el Gran Maestro no presenta ningún problema el saber dónde.

Construido al clásico estilo de la época, tenía torres en cada esquina, un amplio patio junto a los salones en el centro, portones adornados con animales grabados de todo tipo, armerías, habitaciones, plazas de entrenamiento, armerías, sitios de relajación y descanso (como estanques y prados), y una gran estatua de dragón sobre la torre principal.

Un joven de largo cabello blanco, esbelto y de mirada enfocada, su rostro mostraba pequeños tatuajes en su frente y bajo sus ojos, sin que pareciera importarle las miradas extrañas que pudieran darle. Se dirigía a la entrada con dos grandes cubetas llenas de agua en las manos, cuando Tong Hu, nervioso, le dedicó un saludo con un grito y un movimiento de mano.

—¡Hola!

—Hm —fue toda la respuesta del chico, que le proporcionó a Tong Hu una mirada tan fría que podría haber sido despectiva, mientras Hui y Jeon reían.

 

 

INTERLUDIO

—Así comenzó mi entrenamiento en el Templo de la Nube Púrpura —dijo Dohko de Libra, a quien los tres chicos no habían dejado de escuchar atentamente. Se bebió el resto de lo que quedaba en el vaso y se acomodó nuevamente sobre la mesa. Comenzaba a servirse otro trago, cuando sus alumnos no pudieron resistir las ganas de acosarlo con preguntas.

—¿Y luego qué sucedió, Roshi?

—¿Derrotó a Tao Tei, padre?

—¿Qué tiene que ver un monje espiritual con un Santo?

—¿Existía gente rubia en la China del siglo XVIII?

—¿Por qué..? —Shiryu pensó por un momento su pregunta, pero no podía decidir entre toda la información que quería obtener. Dohko no pudo evitar reír al ver la indecisión de su alumno—. ¿Por qué no le dijo algo a ese chico de cabello blanco? Su comportamiento era muy antipático y de mala educación. No tenía derecho a ignorarlo, Roshi.

—Jejeje, bueno, Fei Yan era una persona muy especial. Algún día les contaré la historia que tuve con él, pero de momento, solo conocerán esta: la historia de mi tatuaje. Y respecto a sus preguntas hay respuestas para todas ellas también, menos la de la gente rubia, por favor, Genbu, sé profesional. Les contestaré ahora lo de la relación de esto con un Santo. Me comencé a entrenar como Taonia, como un guerrero que cuida la naturaleza, pero… en secreto, incluso para mí mismo. Secretamente estaba recibiendo otro tipo de entrenamiento también, uno ligado mucho más profundamente al Cosmos, y a las esperanzas que Hao Cheung tenía en mí. Eso fue lo que llevó a que Sion llegara al Templo también…

—¿Qué? ¿Sion, el Sumo Sacerdote? ¿Él y usted se conocen desde…? ¿¡Qué!? Espere…

—Jujujuju, bueno, nuestra historia es larga y llena de diversas aristas y dinámicas, cada una más intrigante y épica que la anterior. Pero denme un respiro… necesito ir al baño después de tanto baiju.

—¡¡Padre!!

—Tengo más de dos siglos de edad, puedo ser lo descarado que quiera, hija mía. Además, jeje, la siguiente parte de la historia transcurre tras un salto de tiempo. El buen drama no puede faltar en la historia de Dohko de Libra. Así que espérense ahí, ansiosos, hasta que vuelva… en unas dos horas.


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#129 ℙentagrλm ♓Sнσgōкι

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Publicado 11 julio 2018 - 09:26

Aún no voy al día, pero creo que ya iba tocando el pasarme por estas maravillosas historias que nos contáis, Felipe y Placebo. No dejáis de sorprenderme.

 

Como llevo repitiendo unos cuantos meses, la humanidad de un personaje es lo que lo hace real. Con una construcción sólida, unos eventos que le hagan avanzar de forma lógica... Todo eso lo habéis traído a la Palestra con el último capítulo de Virgo y su correspondiente epílogo. Si bien es cierto que no he podido evitar ver a Seth como una especie de mezcla entre Deathmask y Saga de Géminis versión mala malosa, este fue el que hizo avanzar a Shaka de un estado de indiferencia a otro de clarividencia. Shaka no era nada, hasta que se creyó un Dios, para luego regresar a la humildad que mostraría en la Saga de Hades a posteriori.

 

El análisis mental que Shaka ofrece es digno de elogio. El tiempo corre, y Shaka no pasa por él como si nada, sino que aprovecha y aprende lecciones que pueden servirle. Para bien o para mal, pues no todo lo que se aprende en esta vida es bueno.

 

Las apariciones de los conocidos Santos Shion, y sobre todo, un formidable Nicole de Altar, con esa seriedad tan cómica, han sido perfectas. Por otra parte, los cameos de otros santos, ya fuesen personajes originales como Paris o Verona, o de Aiolos, cumplieron las expectativas. También es cierto que no tenían mucho que hacer aquí. Sirvieron para hacer avanzar la trama.

 

No tengo mucho más que decir esta vez, Felipe. Así como la otra, me extendí de manera inútil, esta voy a ser claro y conciso. La montaña rusa no hace más que subir, lo cual me alegra, pues se nota que vais cogiendo sobriedad a la hora de escribir, sacando historias más adultas y más enfocadas en el punto humano que falta en Saint Seiya.

 

Un saludo, señores.


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Publicado 17 julio 2018 - 01:20

Vuelvo a comentar que casi no lo hago aunque siempre leo. 

 

Una vez más se superaron. Virgo fue marco un ascenso de peldaño. No mi favorito (sigue siendo Tauro), pero se notó. Entiendo muy bien entonces la apreciación de Penta.. mi amigo Penta. Ahora, si hay algo que me gusta de este fic, dentro de las muchas cosas que me gustan, son como manteniendo el espíritu han ido cambiando el estilo  y el enfoque capítulo a capítulo. Eso es muy difícil de lograr: mantener la unidad narrativa. 

 

Yendo a Libra particularmente, un aplauso para la presentación de la presentadora  :09: . El inicio teatral, la escenografía y el maquillaje estupendos, el paso de comedia, simplemente genial. Tan sencillo como fiel a quienes lo llevan a cabo. 

 

La historia empieza muy bien, gran acierto de la interacción familiar, me gusta Shun rei y ese Dohko tan... Dohko. Aunque creo ver también a algún que otro Roshi. Ahora bien, sólo esta frase

 

"Allí también vive una familia de cuatro personas, importantes como ninguna, que, sin embargo, se consideran tan comunes como cualquiera."

 

justifica que el capítulo haya sido escrito, independientemente de lo narrado. Y lo mejor es que no es sólo esa frase, sino mucho más.

 

"Obviamente el espectáculo no había acabado. Xia Li fue tomada de los brazos por tres soldados sudorosos, y tirada sobre la hierba como una vulgar prenda. El ruido de las armaduras cayendo en el suelo y las túnicas desatándose, perseguiría a Dohko durante el resto de su vida, a sabiendas de que los demás aldeanos, probablemente, en poco tiempo lo olvidarían."

 

Toda esa escena está tan bien lograda que uno puede verla al leerla. Y la crudeza que tiene... hace rato no leía algo que trasmitiese tan vívidamente el contexto de desesperación. 

 

Después en el segundo si bien me pareció en comparación al segundo menos impactante, hay un par de cosas que quiero remarcar.

 

De nuevo un pasaje exquisito: 

 

—Voy a omitir esa parte de la historia, porque no es el meollo del asunto. Omitiré cómo Hao Cheung espantó a los soldados y rescató a mi madre. Omitiré los detalles de su tiempo en mi hogar, no muy lejos de nuestra vivienda actual, mientras se hacía pasar por un vagabundo. Omitiré cómo trajo a un misterioso curandero coreano que reparó la herida de mi hermano. Omitiré cómo llegué a admirar a esa persona, poco a poco, que se comportaba cordialmente con nosotros, que nos ayudaba a cocinar, a limpiar la casa, a cosechar… que venía a reclutar. Omitiré los detalles que llevaron a Tong Yen a decidir refugiarse para siempre en sus libros en casa, obviar una familia propia y cuidar a nuestra madre, y también omitiré la triste despedida que ella y yo tuvimos, durante el invierno.

 

Recordó por momentos a la muerte de Alde, pero diferente. 

 

Y luego si que la historia empieza a levantar vuelo, al menos para mí, en la otra historia (creo, quizás esa es la historia que van a narrar) ¿Qué pasó con la familia de Tong Hu? ¿Su hermano que decidió olvidar? ¿La madre abandonada pero no olvidada? ¿Sus hermanas? ¿El destino del pueblo?

 

Así como quiero saber sobre los taonias... ¿Qué son? ¿por que a Dohko lo entrenaron de forma diferente? ¿Y ese muchacho de pelo blanco, tan pequeño Gintoki, que papel va a jugar?  

 

Pedido de la tribuna: como nos dieron la canción de Sion, queremos la historia del Templo de Nube Púrpura; un castillo con tales cualidades tiene que tener una historia más que interesante. 

 

 

Y creo que eso es todo, Mii, Felipe, de nuevo felicitaciones. Quedamos a la espera de la próxima entrega. 

 

 

Saludos.


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#131 Placebo

Placebo

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Publicado 24 julio 2018 - 21:37

Spoiler

 

Parte 3

 

Invierno de 1763.

Tres años habían transcurrido desde que llegara a aquel templo, a aquel sitio donde me habían prometido hacer una diferencia. Donde la grandeza se manifiesta como poder de la naturaleza, y donde los grandes espíritus vivían en armonía y comunión junto a los Taonia. Era increíble, pero aún no era ninguna de esas cosas. No había hecho ninguna diferencia más que convencer a Hui de que los dientes se lavaban en todas direcciones, y no solo de lado a lado; y lograr que Jeon se aprendiera cincuenta ideogramas completamente irrelevantes del idioma chino. Eso sería.

La naturaleza… sí, muy bonita, especialmente dado que el Templo de la Nube Púrpura nunca se quedaba en un solo lugar. Pero eso no significaba que se sintiera en “armonía” con ella, menos ahora que atravesaba por plena adolescencia. De hecho, ni siquiera era un Taonia, ¡ni siquiera había hablado con algún espíritu!

Muchos de los compañeros que conocía bien desde hacía tres años, con los que entrenaba a diario bajo el sol o la lluvia, las diversas (y fascinantemente creativas) artes marciales de los Taonia, habían conseguido su lugar en el templo gracias a los Tatuajes en sus espaldas. Sus espíritus los habían encontrado. Jeon o Fei Yan, por ejemplo. Claro que sería necesario explicar qué era eso de los Tatuajes en primer lugar.

La filosofía de los Taonia se basaba en la conexión interna con la naturaleza, y el equilibrio en entre el ser, la mente y todo lo que le rodea. Sólo después de un desarrollo constante en términos mentales y físicos, sin dejar de lado la importancia de mantener un alma cordial y simple, podría considerarse al estudiante como alguien digno de recibir la protección de un espíritu guardián animal, uno de los cientos o miles en el reino espiritual.

No existía una forma exacta para saber qué espíritu nos escogería, pero se rumoreaba que sentías un ardor o dolor muy fuerte cuando eso ocurría, sobretodo en la espalda. Todo Taonia que se respetara tendría un “tatuaje” en la espalda, el espíritu guardián transfigurado en el mundo físico, que sería su guía y fuente de poder durante el resto de su vida.

En los tres años de mi estadía como estudiante, creí que estaba perdiendo el tiempo.

No, eso suena demasiado cruel. No estaba perdiendo el tiempo, ya que había aprendido más de lo que otros chicos de mi aldea podrían siquiera soñar saber. Podía romper un tronco de roble a base de patadas con facilidad, podía destruir piedras con un cabezazo, podía desprenderme de mi cuerpo físico cuando ralentizaba mi respiración, podía comer cincuenta tazones de fideos picantes sin enfermar del estómago, incluso estaba comenzando a entender lo que Jeon decía cuando usaba su lenguaje natal. Los amigos que había hecho en el Templo de la Nube Púrpura eran lo más interesante que me había pasado; nunca hubiera pensado en conocer a un chico de un país donde hablaran tan extraño y pudieran curar un dedo roto en menos de una semana, como tampoco me esperaba ver a alguien cuyo cabello fuera del mismo tono del trigo, así como sus dientes tan afilados como los de un animal. Si los hubiera visto en LuShan, habría dado la alerta de que un par de demonios estaban invadiendo la aldea.

En todo caso, sentía que aprendía cosas que los demás no, y que avanzaba rápidamente, pero al mismo tiempo no sentía que avanzara nada. Hao Cheung me llevaba al corazón del templo, un sitio con velas de todos los colores y aromas, donde los cuadros de los líderes Taonia anteriores te miraban con gentileza y protección, y allí me entrenaba en solitario, hasta muy entrada la madrugada. En ese tiempo suponía que lo mismo pasaba con todos los demás, y los secretos de ese entrenamiento no tenía permitido comentarlos con nadie. Era muy conveniente pensar que todos tenían la misma oportunidad que yo, pero el mundo no es justo para nadie, ni siquiera para quienes eran estudiantes desde antes que yo llegara al templo.

Pero vamos con esos Tatuajes. Jeon-Seok no era particularmente habilidoso en el combate cuerpo a cuerpo, no era un guerrero nato, pero vaya que estaba conectado con el medioambiente, en especial con los animales más frágiles del bosque, donde entrenaban de vez en cuando. Resultaba que estaba en China buscando conocimientos sobre acupuntura, porque le interesaba la medicina. La verdad era que era un curandero excepcional. Una tarde, salvó a una pequeña liebre de caer en una trampa que estaba hecha para generar el desangramiento del animal cuando fuera atrapado. Por supuesto, casi pierde la mano salvando a ese pobre animal.

Así de sencillo fue para él encontrar a su espíritu animal, pero lo que seguía era lo más terrible del proceso; soportar el dolor de la transfiguración de un espíritu sobre la piel, sobre el frágil cuerpo de un humano, podía durar desde un par de horas hasta una semana entera. No podías negarte a que pasara, porque era el más grande honor para un estudiante, pero si podías quedarte en una especie de “cuarentena” cuando pasara, para que los demás no vieran tu dolor.

En el caso de Fei Yan, mismo caso, aunque él no contó muchos detalles. No le convenía, más bien. Entrenando en el río, intentando ser amable con ese tipo tan apático y poco sociable, le intenté convencer a nadar y… accidentalmente cayó al río. Uno de los ríos menos limpios de donde fuera que nos había dejado el Templo de la Nube Púrpura ese día. Tomó una fiebre grave y soñó… algo. El caso es que tras ese día, el espíritu del Bai Zé lo tomó como su compañero. También sufrió los dolores tan característicos del proceso de tatuado natural, pero nunca le vi quejarse.

 

INTERLUDIO

 

—Ustedes dos lo saben mejor que nadie, ¿no? —preguntó Dohko a sus jóvenes alumnos, que ya habían pasado por el proceso, cuando culminaron su entrenamiento básico Taonia, y la naturaleza los eligió como emblemas del equilibrio.

—Dolió como mil demonios —dijo Genbu, sonriendo, mientras se sobaba casualmente la parte baja de la espalda—. Pero no me quejo, aumentó mi Cosmos de golpe.

—Yo tampoco me quejo —asintió Shiryu, compartiendo una sonrisa cómplice con Shunrei.

—Claro, la armadura de Dragón será para uno de los dos, y justo te tocó ese Tatuaje a ti. Pero no te des por victorioso aún, hermano, la competencia todavía no termina.

—No es una competencia —sonrió Dohko—, ambos se entrenan para ser dignos guerreros.

—Solo que algunos corren con más ventaja que otros —se burló Shunrei, soltando una risita tímida como si fuera primera vez que hacía ello. Genbu la conocía mejor, y su cara se tornó tan roja que pareció a punto de empezar una de sus clásicas discusiones con la chica.

—Ya, ya, chicos… lo importante es que, a pesar del dolor, Jeon y Fei consiguieron su Tatuaje, el símbolo de su espíritu guardián y su existencia como Taonia. Hui y yo, en cambio, estábamos un poco más retrasados, y cuando llegamos a la meta… digamos que fue el principio del cambio. También fue el principio de la secuencia de eventos que me llevaron hasta ese punto de manera directa.

 

Invierno de 1763.

Cuando llegó el turno de Hui para ser elegido, fue un completo desastre. Recuerdo que estábamos desayunando cuando nos contó que, en la expedición de la semana anterior, un zorro lo había seguido casi como si quisiera hablar con él. En cuanto había terminado su segundo tazón de bollos de carne, se puso pálido. Antes de que Jeon pudiera preocuparse, Hui ya estaba arañando sus  brazos para soportar el dolor, al mismo tiempo que vomitaba violentamente todo lo que había comido. Jeon corrió hacia su compañero, para comenzar a examinarlo. Casi con miedo, levantó la túnica que portaba, para revisarle la espalda.

—¡Está pasando! ¡Al fin espíritu lo ha escogido! —Después de soltar este grito, todos los otros estudiantes se amontonaron a su alrededor, cuchicheando entre ellos sobre qué era lo que estaba apareciendo en su espalda; incluso Fei miraba entre la multitud, en su cara se presentaba una expresión de asco al ver el contenido estomacal de Hui.

Hao Cheung se acercó rápidamente, para comenzar a detener el estómago del rubio, ya que temía que comenzara a sangrar. Todos guardaron su distancia, a pesar de que era algo a lo que todos ya estaban más que acostumbrados. A pesar de las numerosas veces que podían contemplar escenas de ese tipo, siempre era un evento especial.

—A-al fin… El feroz y valiente Tigre será mío —comenzó a decir Hui, a pesar de que su rostro se deformaba del dolor.

—Pfff, quiere el Tigre —susurró Fei Yan, a quien solo oí porque le estaba poniendo atención en ese momento—. Uno de los más grandes espíritus. ¿Qué se cree este mestizo? Está delirando.

Recuerdo que me llevé la mano a la boca, en horror. No podía decir nada. ¡No podía decir lo que me había ocurrido esa misma noche!

—Hui, deja de hablar, será mejor que vayas a descansar —recomendó Hao Cheung, que pidió con la mirada a los demás guerreros, respetuosamente, que se dedicaran a sus propios asuntos.

—¡No! —Hui se sobrepuso a su dolor, para tomar de los hombros a Jeon-Seok, aplicando tanta fuerza que casi parecía querer romperle los huesos. Lo sacudió un par de veces, con desesperación en su rostro y voz— ¡Diles a todos que es el poderoso tigre quien me ha escuchado, Jeon, no seas cruel y dilo de una vez! —¿Cuántas veces había dicho lo mismo? ¿Cuántos desayunos habían sido protagonizados por el deseo ferviente de Hui de ser el Tigre elegido? El fiero y bravo animal considerado uno de los más poderosos, Hui se creía el único capaz de abrazar su poder. ¡Yo no podía decir nada!

—H-Hui, cálmate. Te estás desangrando en la… —La expresión asustada de Jeon solo aumentó más cuando su compañero empezó a sangrar por la nariz. Por suerte, alcanzamos a agarrarlo antes de que perdiera el conocimiento.

¿Qué puedo decir? Me sentí la peor persona del mundo aquella noche, mientras hacía lo posible para resistir el ardor de mil soles encima de mi espalda. No solo había omitido la verdad a quienes eran casi como mi nueva familia, sino que, inconscientemente, le había robado su mayor sueño a mi mejor amigo. La noche anterior a aquel incidente, había soñado lo que Hui más quería.

 

Me encontraba en un campo de arroz, cuya agua me llegaba hasta las rodillas. El cielo estaba nublado, pero no llegaba a ser totalmente oscuro. El viento rugía a su alrededor, al mismo tiempo que se transformaba en la lluvia más fría que había sentido. Las gotas cambiaban de forma, se unían y componían imitando diferentes objetos, como palillos de madera, escudos, platillos de balanzas y la sonrisa de mi madre.

Traté de pestañear, pero sólo conseguí hacerlo lentamente, mientras que comprobaba que podía mover las piernas, para luego encontrarse con una manada de tigres, tanto blancos como dorados, con rayas negras como el ébano, que surgían desde el fondo del agua. Se acercaban en formación de círculo, ronroneando gravemente como un mantra ancestral, uno que podía entender mientras dormía. Me arrodillé sobre una poza, sin saber cuándo recuperaría la movilidad de mi cuerpo, mientras que uno de los tigres, uno de rostro oscuro y audaz, se acercaba a mi rostro. Miré directamente en los ojos del tigre, verdes como esmeraldas, sin sentir miedo a ser devorado. La frente del animal se posó sobre la mía, y casi pude sentir la suavidad de su pelaje y el calor de su cabeza.

 

Desperté cubierto de sudor, aferrándome a la sábana de mi futón para no gritar del dolor. Comprendía lo que había pasado, como si hubiera estado despierto todo ese tiempo. Había traicionado a mi mejor amigo, y había sellado mi futuro como Taonia, y como Santo. Aunque en ese momento no sabía qué tan bueno sería en lo primero, ni qué diablos era lo segundo.

Llegado el momento, cuando el gran Tigre Feroz apareció en mi espalda, casi como si rugiera de felicidad, yo me sentía culpable. Hui fue más violento que nunca cuando se lo dije durante nuestro entrenamiento matutino. Los demás se acercaron para comprobarlo, pero lamentablemente (tanto para mí como para él) estaba un poco mejor preparado. No me fue muy difícil enfrentarlo y derrotarlo. Él sabía que así sería. Intenté disculparme, pero no quiso escuchar a nadie, ni nada.

Él, que contaba con un astuto zorro rojo en la espalda.

 

Pasaron tres meses, veloces como el viento de otoño. Durante ese tiempo, Hui ni siquiera me dirigió la palabra, y eso me ayudó a concentrarme mejor. No solo seguí con el entrenamiento usual de Taonia, abrazando la naturaleza, conociendo sus secretos, aprendiendo a escucharla, comprendiendo su idioma universal, y mejorando mis habilidades espirituales, sino que continué aquel otro entrenamiento. Aquel con el que Hao Cheung era tan reservado… A esas alturas, y gracias a mis meditaciones, me era bastante más que claro que no era un entrenamiento usual. Algo me estaba enseñando, más allá de los conocimientos Taonia.

Un día decidí preguntarle, y el Dragón Milenario esquivó elegantemente la pregunta, siendo un poco más brutal con sus ataques. Yo, por supuesto, me defendí como pude, y ambos descubrimos que me había vuelto bastante bueno en ello. Con la postura del tigre en la que me había especializado, podía convertir la defensa en ataque, podía danzar como un tigre jovial, era agresivo pero efectivo, rápido y voraz, con el uso de mis poderosas manos. En esos tiempos, mis manos podían hacer maravillas, y eran tan veloces que parecía que se multiplicaban, incluso para mis ojos.

De esa forma fue que logré convencerlo de que me dijera. De que me explicara de qué diablos se trataba todo. Así fue como me relató qué eran los Santos y el Santuario, muy a grandes rasgos. Eran guerreros que luchaban por la justicia, en nombre de la diosa griega Atenea, utilizando el Cosmos para partir las estrellas con sus puños, la tierra con sus pies y todo lo demás. Hao Cheung era un aliado del Santuario, y buscaba entrenar a alguien para un cargo muy especial en sus filas, ahora que se acercaba algo que llamó “Guerra Santa”. Sin embargo, los Taonia tenían su propio problema…

Se enfrentarían finalmente a Tao Tei. Lo tenían casi en sus garras, y al parecer, yo sería vital en las dos batallas, por razones que no me molesté en entender.

Me iba hablando de eso cuando se escuchó un gran barullo afuera. El escándalo eran las voces que se despertaban de sus compañeros, de cien Taonia que salían de sus camas a enfrentar al invasor, anunciado por una gran trompeta en la torre más alta del templo. Era rarísimo, porque hallar el templo móvil ya era lo suficientemente difícil, como para que además un extraño pudiera entrar. Lo peor era que la alarma seguía sonando, lo que significaba que todavía no lo podían expulsar.

Hao Cheung y yo salimos también al patio. Mi cabeza daba vueltas, pensaba en mil cosas: me necesitaban para enfrentar a Tao Tei, mis problemas con Hui, todos los misterios que rodeaban a aquel dichoso Santuario, cuál era la diferencia entre un “Santo” y un Taonia, entre otras cosas, hasta que vi al invasor.

Fue la primera vez que vi al Carnero mayor, a un Santo con armadura de Oro, a alguien con esa apariencia tan extraterrenal (incluyendo piel pálida, cabello verde y ausencia de cejas) y mi amigo del alma, que compartiría su destino estelar conmigo, todo al mismo tiempo. Era la primera vez que veía a Sion de Aries, que en ese momento era un joven Santo que había detenido a todos los que intentaron ponerle las manos encima, sin usar las suyas.

—Buenas noches. Busco a Hao Cheung.

—Soy yo —asintió el Dragón, justo cuando me vi tentado a servirle de escudo.

—Necesitamos hablar sobre la armadura. E imagino que ese chico es el nuevo portador, ¿no?

—¿Yo qué? —Un murmullo estaba recorriendo las filas de Taonia, estupefactos por todo lo que ocurría. Yo decidí actuar como idiota—. ¡Soy Tong Hu, y así debes referirte a mí! ¡Y no soy un “chico”!

—Así será. ¿Tong Hu? Mis disculpas. ¿Podemos hablar en privado los tres? ¿Y podrían ordenar a este chico que deje de intentar atacarme? —dijo con toda la inhumana calma del mundo, indicando a Hui con la cabeza, que daba golpes y gritaba frente a un muro invisible tratando de acercarse.

—Por aquí, por favor —asintió Hao Cheung, y se introdujo nuevamente en el templo mientras yo me quedé mirando al extraño, que caminó entre los Taonia como si fuera un rey entre hombres, con la imponencia y autoridad de un dios de oro, con experiencia y sabiduría, a pesar de que no podía ser más viejo que yo. Era imposible.

Dejó a Hui echando saliva por la boca, mirándonos intercaladamente. Jeon y Fei decidieron no interferir más que con miradas confundidas y severas, respectivamente. Seguí a mi maestro, y Sion a nosotros. Ese fue el verdadero inicio de todo. Esta vez va en serio. Este sí es el verdadero inicio de la historia más grande de todas.

 

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#132 -Felipe-

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Publicado 24 julio 2018 - 21:43

Penta y Beau, paso también a agradecerles, por si no lo hice lo suficiente por interno. Que le encuentren esos detallitos positivos, esas cosas que comparan y conectan con otras, las frases que de alguna manera nos salieron bien. En el caso de lo de Shaka, especialmente que se notara cómo pasa el tiempo con él, cómo va creciendo, aprendiendo y fallando; y en el caso de Dohko, que se resaltara el asunto de los dos frentes narrativos.

También las fallas y los defectos, desde luego, que para eso vamos creciendo y aprendiendo (en nuestro caso, como "escritores").

 

Así que eso... saludos, amigos. Y ojala guste la parte 3.


Editado por -Felipe-, 24 julio 2018 - 22:18 .

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#133 Nemesis_Venganza

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Publicado 11 agosto 2018 - 22:08

Al fin me puse al día con la historia :sonaro:

 

Y bueno, difícil comentar como se debe sobre tres capítulos leídos al hilo, pero vamos a intentarlo. Comencemos:

 

Esa idea de que la historia de Dohko fuera una historia contada por él mismo a sus alumnos me parece un gran acierto. Hasta ahora todas las anécdotas han tenido algún detalle que las distingue y le dan su toque de originalidad, en este caso la celebración familiar entre el anciano maestro y sus alumnos, no podría quedarles mejor... y sobre eso, Genbu es uno de los pocos personajes de Omega que realmente me gustaron, así que se me hizo agradable verlo ahí.

 

Sobre la historia misma, la escena de los soldados imperiales cobrando impuestos me recordó un poco al principio de la historia de Shaka, específicamente cuando los monjes azotan al niño que intentó ser su amigo. Podría pensarse que ambas situaciones tienen poco y nada que ver, sin embargo, yo veo el mismo abuso de poder así que fue inevitable hacer la conexión, más aún cuando en ambas situaciones se puede percibir la desesperación de las víctimas a través de la narración. Lo bueno es que al menos aquí los soldados recibieron un inmediato castigo al más puro estilo Hammurabi. Bien ahí :s46:

 

Destaco la descripción sobre la filosofía y espiritualidad Taonia, porque a su vez ayuda a entender mejor a los personajes. Y en relación a ese tema, me tinca que el ex-amigo de Dohko podría llevar su enojo y frustración demasiado lejos, quizás... no sería algo extraño en el mundo de Saint Seiya... ¿cómo enfrentaría el joven tigre una situación así?

 

Por último, debo decir que esta entrada de Shion estuvo maravillosa y estoy deseando ver el inicio de esa bicentenaria amistad con Dohko.

 

 

Eso chicos, continúen desatando ese talento e imaginación.

 

Saluditos :s71:


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#134 maximomeridio

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Publicado 12 agosto 2018 - 10:58

he leido el inicio y me gusto,felicitaciones

#135 Αλάλα

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Publicado 02 octubre 2018 - 20:11

¡¿Qué?!  ¿Desde mayo no me pasaba?  !!!

 

Casi no me acuerdo en qué me quedé, pero lo bueno es que no me atrasé tanto como pensaba xD

 

Ya por lo pronto, terminé con Virgo, me gustó mucho como quedó, qué mejor manera de poner al más cercano a dios demostrando lo humano que es también, con sus miedos y demás sentimientos. El final me gustó mucho, el que es después de la batalla de las 12 casas, insisto en que poner a los personajes en situaciones cotidianas no solo los muestra más como personas sino que también se acerca uno más a ellos, y no solo por compartir el mismo signo.

 

Ya empecé con Libra y me falta ponerme al día con la tercera parte, la gran duda es cómo después de tanto se acuerda de su vida xD ¿Chinos rubios en esa época? Es una importante pregunta, pero la verdadera pregunta es ¿dónde está McQueen? Ah no, que los chistes son de Dohko xD O el buen Tong Hu. Sin duda algo que olvidamos es lo muy diferente que fue la juventud de alguien como Dohko, no porque haya sido un caballero de oro y su entrenamiento, sino la época que vivió, en especial como ha sido en China, ojalá esto pueda ser explotado mejor (y no digo que en el fic, ya quizá lo terminaron para cuando me ponga al día ajaja, sino en otras cosas ya) 

 

Como siempre excelente trabajo para los dos, venía con enojo de algo que no podía entender y esto me distrajo totalmente. 

Gracias Felipe por pasarte por mi Deviantart! No he pasado porque no tenía la contraseña en donde estuve estos meses xD

 

Y gracias de nuevo tanto a Felipe como a Placebo por sus escritos, hasta la próxima!


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#136 -Felipe-

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Publicado 05 octubre 2018 - 18:41

Lamentamos muchísimo la tardanza. Llegamos al final de la historia de Dohko y justo se nos acumularon un montón de cosas. Mal timing, pero ya estamos listos con el final de la autobiografía. Paso a responder, primero, sus amables comentarios.

 

Al fin me puse al día con la historia :sonaro:

 

Y bueno, difícil comentar como se debe sobre tres capítulos leídos al hilo, pero vamos a intentarlo. Comencemos:

 

Esa idea de que la historia de Dohko fuera una historia contada por él mismo a sus alumnos me parece un gran acierto. Hasta ahora todas las anécdotas han tenido algún detalle que las distingue y le dan su toque de originalidad, en este caso la celebración familiar entre el anciano maestro y sus alumnos, no podría quedarles mejor... y sobre eso, Genbu es uno de los pocos personajes de Omega que realmente me gustaron, así que se me hizo agradable verlo ahí.

 

Sobre la historia misma, la escena de los soldados imperiales cobrando impuestos me recordó un poco al principio de la historia de Shaka, específicamente cuando los monjes azotan al niño que intentó ser su amigo. Podría pensarse que ambas situaciones tienen poco y nada que ver, sin embargo, yo veo el mismo abuso de poder así que fue inevitable hacer la conexión, más aún cuando en ambas situaciones se puede percibir la desesperación de las víctimas a través de la narración. Lo bueno es que al menos aquí los soldados recibieron un inmediato castigo al más puro estilo Hammurabi. Bien ahí :s46:

 

Destaco la descripción sobre la filosofía y espiritualidad Taonia, porque a su vez ayuda a entender mejor a los personajes. Y en relación a ese tema, me tinca que el ex-amigo de Dohko podría llevar su enojo y frustración demasiado lejos, quizás... no sería algo extraño en el mundo de Saint Seiya... ¿cómo enfrentaría el joven tigre una situación así?

 

Por último, debo decir que esta entrada de Shion estuvo maravillosa y estoy deseando ver el inicio de esa bicentenaria amistad con Dohko.

 

 

Eso chicos, continúen desatando ese talento e imaginación.

 

Saluditos :s71:

Nemeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!

Lo de la autobiografía se nos ocurrió porque era el idóneo para ello, siendo el más viejo del Santuario. No es que fuera tan creativo, sino que calzaba muy bien. Además nos permitimos jugar un poco con las diversas aristas que pueden formarse de una historia que crea un solo individuo, y que solo él sabe su vericidad.

Sí, se parece a la historia de Shaka, solo que aquí fuimos por una nota más positiva, en el que un viejo con sombrero los derrota a todos, en vez de sufrir humillación como el pobre indio.

Me gustó mucho escribir sobre la filosofía Taonia... el problema, que discutimos mucho con Placebo, es que sentimos que nos faltó más. Una filosofía tan rica como la china, en términos de naturaleza, espiritualidad, artes marciales, etc... daba para más, y sentimos que carecimos demasiado de profundizar bien. En este capítulo hay poco de eso, y creo que se debió a falta de preparación. Sentimos las molestias, aunque esperamos compensar con desarrollo de personajes, historia, etc. Ah, y sobre el futuro de los personajes secundarios de la escuela Taonia, es tal como en el gaiden de Libra, del Canvas. :D

Muchas gracias por pasar, estimada Neme (como siempre, sos the best), y espero te guste. Saludines :lol: :lol: :lol: :s46:  :s46:  :s46:

 

 

he leido el inicio y me gusto,felicitaciones

Muchas gracias.

 

 

¡¿Qué?!  ¿Desde mayo no me pasaba?  !!!

 

Casi no me acuerdo en qué me quedé, pero lo bueno es que no me atrasé tanto como pensaba xD

 

Ya por lo pronto, terminé con Virgo, me gustó mucho como quedó, qué mejor manera de poner al más cercano a dios demostrando lo humano que es también, con sus miedos y demás sentimientos. El final me gustó mucho, el que es después de la batalla de las 12 casas, insisto en que poner a los personajes en situaciones cotidianas no solo los muestra más como personas sino que también se acerca uno más a ellos, y no solo por compartir el mismo signo.

 

Ya empecé con Libra y me falta ponerme al día con la tercera parte, la gran duda es cómo después de tanto se acuerda de su vida xD ¿Chinos rubios en esa época? Es una importante pregunta, pero la verdadera pregunta es ¿dónde está McQueen? Ah no, que los chistes son de Dohko xD O el buen Tong Hu. Sin duda algo que olvidamos es lo muy diferente que fue la juventud de alguien como Dohko, no porque haya sido un caballero de oro y su entrenamiento, sino la época que vivió, en especial como ha sido en China, ojalá esto pueda ser explotado mejor (y no digo que en el fic, ya quizá lo terminaron para cuando me ponga al día ajaja, sino en otras cosas ya) 

 

Como siempre excelente trabajo para los dos, venía con enojo de algo que no podía entender y esto me distrajo totalmente. 

Gracias Felipe por pasarte por mi Deviantart! No he pasado porque no tenía la contraseña en donde estuve estos meses xD

 

Y gracias de nuevo tanto a Felipe como a Placebo por sus escritos, hasta la próxima!

Nuestra dibujante preferida! Cómo estás? No te preocupes, nunca estás forzada a venir... pero vaya que nos gusta cuando lo haces, you're great. Nos alegra que te gustara Virgo, cuya mayor participación de escritura (+ situaciones cotidianas) es desde luego obra de Placebo. Y más cuando se trata de un tipo tan poco "terrenal".

¿Cómo se acuerda Dohko de su vida? Sabes... es una buena pregunta xD No nos lo planteamos, y la verdad no es poca cosa, son más de 2 siglos. Así que... ¿qué queda? Quizás no todo lo que cuenta es tal como lo cuenta, pues está en primera persona. Quién sabe.

Pero meter a Dohko en sus memorias sirvió para eso que mencionas, relatar una época muy diferente, en un orienta muy lejano en tiempo y espacio a nuestro occidente del siglo XXI, donde las cosas eran muuuuuy distintas. ¿Más brutales, tal vez? No lo sé.

Y qué decir? Un gusto comentarte en Deviant, desde luego jeje Nos hiciste un gran honor dibujando nuestras humildes historias, y estaremos siempre agradecidos por ello. Muchas gracias por tus comentarios. Saludos! :smile5: :smile5: :smile5: :smile5: :smile5: :smile5: ^_^ ^_^ ^_^ ^_^ ^_^

 

 

 

 

Parte 4

Invierno de 1763.

    Se llamaba Sion y venía de Jamir, en el Tíbet. Sion del clan Lixel-Tet, como especificó. En aquel tiempo me parecía un tipo muy desagradable, una suerte de sujeto extranjero élfico pedante de modales delicados, ojos rosas, piel de porcelana, sonrisa autosuficiente y cabello absolutamente irracional. Con su presencia todos los demás alrededor se sentían… ¿cómo decirlo? Digamos, demasiado humanos. No en la buena manera, ¿me siguen? Nos hacía sentir groseros, incivilizados, físicamente horrendos… el desgraciado ni siquiera parecía sudar.

    Y para peor, portaba una armadura dorada que emitía un Cosmos absolutamente increíble. Por lo que insinuó, Hao Cheung poseía una similar oculta, y el Santuario estaba exigiendo que retornara su portador allí pronto, pues se avecinaba la Guerra Santa, según el Sumo Pontífice y necesitaban toda la fuerza posible.

    —Aún no está completamente preparado —dijo mi maestro, tras servirle té al extranjero, que se había quitado la armadura. Un carnero dorado reposaba tranquilamente junto a la mesa, y me pareció que tenía vida propia. Solo años después comprendí que, obviamente, yo tenía toda la razón.

    —Según el Pontífice, podrá prepararse al tiempo que la guerra se desarrolla. Creo que aún tiene tiempo para entrenar con el Manto de Oro adecuadamente. —Sorbió de la pequeña taza de porcelana, y me sentí aún menos refinado. Por decirlo de forma simple, Sion bebía té con absoluta perfección. De verdad, cero errores. Sus dedos estaban doblados en la forma correcta, su postura era recta pero conciliadora, su mano derecha sujetaba la base como si el calor no tuviera efecto en él, bebió el tiempo preciso para ser respetuoso, alimentarse y elogiar las habilidades del maestro. Creo que jamás he visto a alguien participar de la ceremonia del té tan impecablemente.

    —Sin embargo, tenemos otro problema entre manos.

—Creo que nada es más problemático que la Guerra Santa, estará de acuerdo. —Otro perfecto sorbo. Comencé a impacientarme.

—Tong-Hu podrá practicar con esto.

—Si está destinado a ser un Santo de ese nivel, no requerirá demasiada práctica.

—Entiendo que lo necesiten allá pero...

—¡Oigan, estoy aquí! —Me cansé de esperar. ¿Qué diablos tenían esos dos con hablar como si no existiera? No me gustaba para nada—. ¿Podrían recordarlo? Yo tomo mis decisiones.

—En realidad, Tong Hu, al ser mi discípulo y parte de este templo…

—Lo abandonaré si es necesario entonces, maestro —contesté, intentando no parecer idiota ni arrepentirme tras decirlo. O al menos, que no se me notara—. Escuchen, ya entendí que me necesitan para vencer al tal Tao Tei; mi espíritu guardián ya me reveló hace algunas noches lo que todos sabemos, que Taoi Tei está detrás de las decisiones del Emperador, maltratando a la gente sencilla de los campos y subiendo los impuestos; y ya tengo bastante más que claro que seré un Santo, con una armadura que usted conserva, maestro… pero eso tendrá que esperar.

—Lo siento, pero el Santuario no puede…

—Ufff, ¿siempre eres tan aburrido? Te llamas Sion, ¿no? Pues, Sion, preferiría que no te refieras a mí con esa condescendencia, mira que tienes hasta menos barba que yo. Dudo que seas mayor, y ese borrego amarillo no te entrega libertad sobre mis acciones, ¿estamos claro, chico?

No supe si lo había ofendido. Era difícil saber qué emociones pasaban por el rostro de Sion, no porque las controlara bien, sino porque era demasiado diferente a un humano común y corriente, como un alienígena. Sin embargo, me sentí satisfecho con que se quedó callado, con los ojos clavados en los míos. Eran rosas, como pétalos de cerezo… y lo menciono porque lo escucharán cientos de veces, es la primera maldita cosa que dicen de Sion, y porque suena hasta poético.

El problema era que no se quedó en silencio, en realidad. Se preparaba para soltar una bomba sobre mi joven vida, y Hao Cheung lo sabía; por eso tampoco dijo nada.

—¿Sabes también que Tao Tei es tu padre, chico?

—Disculpa, ¿qué mierd.a dijiste?


Lo demás aconteció rápido, a pesar de lo que puedan pensar. Ustedes imaginarán qué cosas me pasaron por la cabeza cuando ese idiota me dijo eso, pero tampoco es que yo piense mucho. Mis puños, en aquellos tiempos, eran más rápidos que mi mente… y no en la manera elogiable. ¿Cómo diablos se había enterado?

Pues era sencillo, al parecer yo era un calco a ese tipo, y Sion lo había conocido antes de llegar al Templo de la Nube Púrpura. No pregunten cómo, no lo sé, los de su etnia hacen cosas raras de veces en cuando, con su mente. Había sacado conclusiones rápidamente tras verme con Hao Cheung, pues claramente necesitaban a alguien como yo cerca de él. ¿Por qué? Porque solo yo podía acercarme a él, desde luego…

Resultaba que el Tao Tei, el espíritu que llenaba el corazón de mi padre, era el ente de la avaricia, una criatura capaz de absorber en su sangre todo lo que deseara, con excepción de la que sea suya. Ahí es donde entraba yo. A mí, el poder inherente del Tao Tei no podía afectarme.

Así que desaté mi Cosmos sobre Sion, y él me detuvo con un muro invisible insoportable, a la vez que seguía sosteniendo su taza con perfecta pulcritud. Hao Cheung trató de proteger el templo, y de explicarme qué diablos sucedía. Tuvimos una breve pelea también, en la que me hizo pedazos, que no es necesario contar aquí… no es parte intrínseca de la historia más grande de todas. De hecho, rechacé providencialmente el llevarme esa armadura que ocultaba… no quería saber de ella.

Resultaba que Tao Tei había dejado embarazadas a cientos de mujeres a lo largo y ancho de la China, solo por diversión. Y luego las abandonaba, y las seguía humillando y denigrando con impuestos y soldados. Ese hombre era un malnacido, dicho de la manera más sencilla.

Y contra él fue que partimos de viaje a la mañana siguiente. ¿Que por qué carajos fui? No quise. Mis piernas me traicionaron y caminaron con el resto del grupo; yo no tenía idea de qué hacía. Estaba completamente vacío, y ni el carisma de Jeon-Seok, la indiferencia silenciosa de Hui, ni la presencia de Fei Yan me despertaban. El Tigre Feroz estaba totalmente dormido en mi interior, que solo recibía las explicaciones de Hao Cheung, y las instrucciones de que no dijera nada sobre mi entrenamiento secreto ni mi relación con el Tao Tei. Y el viaje… ¿para qué les digo? Fue casi aburridísimo.


INTERLUDIO


—Maestro, ¿me está diciendo que su venerable pa…?

—No. No venerable, Shiryu.

—Mis disculpas, Roshi… ¿vuestro padre, el Tao Tei, es el villano de esta historia?

—Así es. Bueno, no exactamente… es el elemento que motiva a seguir la historia a la manera tradicional. Sí era el enemigo a vencer, desde luego, pero en sí, el antagonista es mi propio destino. Y los mosquitos que se juntaban en el bosque, entre ambos templos, donde la batalla dio comienzo.

—¿Cómo fue la batalla, maestro? —preguntó Genbu, no tan interesado como su hermano en el relato del drama familiar.

—Ah, terrible, sin duda. Un ejército de animales espirituales dando vueltas por todos lados en el aire y los ríos, luchando entre sí a través de los avatares humanos que éramos nosotros; el Cosmos fluía como marejadas o torbellinos, intensa y ruidosamente. Pueden imaginar la cantidad de piruetas que todos realizamos, demostrando un amplio abanico de artes marciales.

—Padre, ¿lo está tomando como burla? —indagó Shunrei, sorprendida ante la simpleza con que Dohko hablaba sobre lo que llamaba “batalla épica”.

—No es eso… es que no ocurrió tal como uno podría imaginar. Estoy relatando cómo llegué a ser un Santo, cómo llegué al Santuario, y cuál es la relación entre ustedes, yo, y el clan de los Taonia. De hecho, la batalla, concretamente, fue bastante rápida y basada en eventos sorpresivos…



Pasábamos muchos días en la intemperie, preparándonos para el próximo combate mientras nos acercabamos a la guarida de Tao Tei. Primero había que derrotar a suficientes Taonia renegados, y así descubrir cómo llegar con su líder, a la vez que íbamos liberando pueblos… esa clase de cosas. Fei Yan era el más capacitado en las líneas de avanzada contra las filas adversarias… poseía el poder del Hakutaku, una capacidad que le permitía ver todo a su alrededor y controlar el viento a su gusto. Era un guerrero espectacular, se movía con fiereza y potencia, pero también elegancia y gracia, como si supiera exactamente qué iba a hacer dos movimientos de brazo o pierna antes, y qué se esperaba que hiciera.

Y siempre que había un herido, el espíritu del Conejo se manifestaba en Lee Jeon-Seok, nuestro particular curandero. Ya conocía algunas técnicas de acupuntura que conectaba con los puntos estelares de los Taonia, y les ayudaba a ponerse de pie. Durante cierta batalla, recuerdo que casi perdí el brazo derecho, intentando trascender con las técnicas del Tigre Feroz, sin éxito…

—¡Tong Hu! ¡Tong Hu! ¿Estar bien? ¿Qué pasa con brazo tuyo? —preguntó Jeon, poniéndose de rodillas a mi lado.

Tu brazo, Jeon —le corregí, mientras trataba de buscar dónde me habían seccionado el hueso. El enemigo era un Taonia muy peligroso, dominado por el espíritu del Peng, un enorme pez espada que podía cortarlo todo—. Ahhh… duele mucho. Deprisa. ¿Mi maestro?

—Adelante, luchar con… perdón, luchando con el senescal —dijo el Conejo, mientras utilizaba su Cosmos de una manera magistral, utilizando hilos y hojas curativas en mi brazo, con una velocidad que apenas podía seguir.

—¿Y por qué no estoy muerto?

—Porque Hui pelear ahora. Tú has salvado. Sido salvado. Por Hui.

Mi relación con el dueño del espíritu del zorro no había mejorado… pero no me odiaba. Era más bien que ninguno de los dos sabíamos cómo expresar las cosas, y éramos unos perfectos idiotas. Y allí estaba él, despertando el fuego azul del Zorro Salvaje para protegerme, junto a su grupo de nuevos amigos, tan idiotas como él.


Las noches, en todo caso, eran de lo más interesante. ¿Por qué? Pues, por la existencia de Sion, el hombre del hobby más llamativo, extraño y ridículo.

Recuerdo que me asomaba al claro tras la medianoche, a donde Sion se alejaba para su rutina. Sin decirme nada, me decía mucho… ¿cómo decirlo? Aprendí del Santuario solo con ver el conjunto de movimientos que realizaba, frente a los espíritus del bosque, que yo estaba comenzando a comprender.

Se movía lenta, pero precisamente. Nunca había visto un arte marcial así, tan comedido, sincero, elocuente y… dioses, tan sumamente lento. No digo que no fuera espectacular, el poder bajar la pierna a esa velocidad, tomándose casi una hora, era extraordinario, pero no le veía el sentido en plena lucha. ¿De qué diablos iba a servir? Los Taonia no teníamos esos métodos, y mi particular estilo del Alegre Tigre (que ya estaba desarrollando… aunque en aquellos tiempos solo tenía una postura y dos poses de mano) era mucho más agresivo y movedizo. Sion ni siquiera pestañeaba, sus músculos no se tensaban si no tenían que hacerlo, y si tenía que ser todo grasa, tampoco le importaba. Solo su cabello se mecía con el viento, rápido e irregularmente. Su mirada parecía estudiar todo en el universo, y se tardaba una vida entera de aquel mundo el cambiar la postura de los dedos.

Pero eso no era lo más raro, sino lo que venía después. Se arrodillaba frente a su Vellocino de Oro (que por arte de magia se transformaba en una armadura), y le tocaba. Le acariciaba la cabeza con dulzura y suavidad, como si fuera dueño de infinita compasión. Era como si hablara con ella, como si la comprendiera, escuchara sus dilemas, leyera sus pensamientos… apoyaba su frente sobre la suya como un amante, y la abrazaba como si le pidiera perdón por pecados previos. Y todo eso sonaría muy bonito y poético en una historia ya bastante épica, de no ser porque era un cuerpo grandote de metal con forma de rumiante cornudo, y nunca dejaría de serlo.

—Sé que me ves —me dijo una noche, después de que había recibido una tremenda negativa de parte de Hui de entablar una conversación donde le agradecería por salvarme, o donde haría algún chiste de zorros. Lo que viniera primero.

—¿Está mal orinar en el bosque? Me parece una manera de unirnos con la madre tierra.

—Sé que me sueles ver aquí, Tong Hu. Entrenando.

—¿Llamas entrenar a entablar interacción grado dos con tu armadura?

—Sí. Ella me habla, y yo a ella… Le debo mucho, y se ha vuelto mi compañera ideal. —Sion deshizo su postura y por primera vez le vi moverse rápido de noche… demasiado rápido. Era como si volara, todos sus movimientos eran perfectamente fluidos. Era como ver ahora en… ¿HT? ¿HP? ¿Ya saben, eso de los televisores. Sí, eso, HD… como sea.

—¿Cómo puede hablar una armadura? —le pregunté tras intentar controlarme, y no parecer sorprendido por su súbita rapidez.

—Son seres vivos, Tong Hu. La diosa Atenea les concedió polvo estelar hace eones para que puedan respirar, comunicarse, soñar, vivir y morir… es el ciclo que todo Santo debe conocer.

—Así que aparte de todo, no solo debo hablar con los metales, ¿sino que también rezarle a una diosa griega?

—Así es, pero no es tan malo cuando te acostumbras —me sonrió Sion, por primera vez, y solo así comprendí que era un ser humano común y corriente (si quitamos todas esas cosas nada comunes y corrientes que les he mencionado) que quería ayudarme a lidiar con enfrentarme a mi propio padre—. Las armaduras poseen una historia, la de los portadores anteriores de su poder… yo hablo con ella para aprender esa historia, y poder sanar sus heridas cuando sufre dolor. Como el que te causé anteriormente al hablarte de tu padre… Lo lamento mucho, Tong Hu. No tenía ningún derecho a influir en tu destino. Así como no tengo ningún derecho a mirar en las memorias de estas armaduras sin su permiso.

—¿Eh?


Aprendí mucho del Santuario gracias a él. Y dioses, cómo luchaba ese tipo… no participó todo el tiempo, pero cuando lo hacía era como ver un destello moviéndose de un lado para otro, como quien enciende o apaga una fogata. Esa velocidad ridícula que había mostrado en sus entrenamientos era para ser más fluido, y a pesar de ser un guerrero defensivo (nada le hacía daño ni le tocaba siquiera), a su cénit, podía convocar una lluvia de estrellas fugaces doradas que destrozaban todo.

Cuando se unió a la parte importante de la batalla, Sion, Fei Yan y Hui causaban estragos. ¿Y yo, qué cantaba en este cuento? Pues me hacía más y más fuerte… más y más rápido y poderoso. Mi estilo del Tigre Alegre se desarrollaba por sí mismo, y mi maestro me guiaba para sacar todo el potencial de mis habilidades, incluso en plena batalla. Hasta me ayudó a realizar el mejor uso posible de mi dañado brazo, con ayuda de la “postura del mono inquieto”. Ya no tenía nada contra él… me guiaba.

—¿Sabes cómo se llama lo que te he enseñado, Tong Hu? —me preguntó, a la vez que usaba su sombrero con una habilidad imposible; podía deshacerse de cien enemigos al mismo tiempo, volando sin ayuda de un control remoto o algo así… era solo su Cosmos, y sus espectaculares patadas.

—Mono inquieto —respondí, mientras me sacaba a tres rebeldes de encima.

—Ja, ja, ja, no… me refiero a tu estilo de combate. Es el que yo aprendí, y me he empeñado en transferir a ti. Lo obtuve en las montañas de Lushan.

—¿¡Qué!? ¿Donde vivo yo?

—Sí… la verdad es que iba todo el tiempo a entrenar allí. Así fue como te vi y te conocí, y a tu potencial. Eras idóneo para el LuShanRyu.

—¿Ese es el nombre? No parece tan espectacular…

—Tal vez no, pero su ideología es la importante. El Cosmos, Tong Hu, nace del corazón, debes vivir bajo esa idea, bajo esa filosofía. El Cosmos nace y se cultiva en el corazón, no hay nada que supere el poder de tu propia consciencia y determinación. No importa lo que te digan, siempre sigue lo que te dicte tu propio espíritu, que es el de un Tigre Feroz.


Y con esa idea fue que me separé del grupo una tarde, en medio de una contienda. Protectores de la naturaleza que se preocupaban incluso cuando accidentalmente prendían un árbol en fuego, versus enemigos que usaban el poder otorgado para someter a los demás. Trama muy sencilla, como podrán comprender, así que quise animarla un poco, siguiendo mi propio corazón.

Y llegué directamente ante el Tao Tei… oh, sí, ante el enemigo final, dejando detrás de mí una montaña de rivales con las piernas rotas. Era el gran momento que definiría todo… pero la verdad, es aquí donde no puedo disfrazar la realidad. No puedo ocultar lo breve y anticlimático que fue.

En términos narrativos, estaba en el clímax de mi historia, de mi propia subtrama. Estaba sin mi maestro, me había hecho un camino propio y llegado ante ese enemigo que era igual a mí… Podría haber vivido un conflicto personal, cuando la trama se complica, cuando mi padre intenta convencerme de unirme a su banda, de que todo lo que aprendí fue inútil. Me convence de que somos idénticos, y que abandonó a mi madre con un montón de críos porque el trabajo lo ameritaba, las grandes cabezas del Imperio. Y yo vería pasar mis recuerdos con Jeon, mi relación tan tropezada con Hui, la enseñanza de Hao Cheung, la sonrisa de confianza de Sion de Aries…

Pero nada de eso ocurrió. Vi a ese enemigo, que se alimentaba de los espíritus guardianes de sus propios hombres, haciéndose más fuerte, pero menos protegido. No tuve que vencer a demasiados para llegar a él, cuando su espíritu estaba saciado. Y ni siquiera le pregunté el nombre; la única visión que vi fue la de él riéndose de mi madre… el hecho de que me dijera “ah, ¿eres uno de los bastardos?”, apenas llegué ante él, no ayudó mucho.

Le intenté dar una golpiza. Puse todo mi corazón en la batalla, chicos… nunca había luchado con tanta intensidad y poderío. Él no luchaba con el corazón, lo que podría haber sido una ventaja para mí de no ser porque era el doble de fuerte y rápido que yo. El primer gran enemigo que enfrenté, y no me importó en absoluto que compartiéramos ADN.


Y… así fue cómo agradecí tanto a mi destino. Hui llegó a salvarme el trasero nuevamente, a pesar de no poder acercarse al enemigo. Espalda contra espalda otra vez, hombro junto a hombro en un final épico. Me sonrió para darme a entender que no me deseaba más que el bien, una vida como yo quisiera vivirla; como diciéndome “yo también fui entrenado por Hao Cheung, el Dragón”.

Gracias al fuego encendido por mi gran amigo, fue que pude realizar por primera vez la técnica propia del Tigre Feroz, que reventó el pecho de mi oponente cuando se burló de nuevo de mi relación con mi madre, a la que había humillado tanto. Él me había motivado a enfrentarlo, a crecer como un guerrero… me guió a conocer el Santuario.

Y allí fue donde me dirigí, después de la batalla.


INTERLUDIO


—¿Qué? Usted… ¿no permaneció en el Templo de la Nube Púrpura? —se escandalizó Shiryu ante lo evidente.

—Por supuesto que no, o no tendría mi armadura.

—Pero, ¿cómo es posible? Se supone que usted es el… ¿cómo se llama? El super duper líder de los Taonia —aventuró Genbu.

—El Gran Maestre, y sí, me convertí en eso tras la Guerra Santa. Hao Cheung, el Dragón, falleció en aquella época… fue muerte natural; y Fei Yan se volvió loco y tomó su puesto. La hija de Jeon-Seok me rogó que ayudara a su padre a liberar a los Taonia de la arrogancia y avaricia de Fei Yan, y luego de vencerlo (y a su hermana Mudan… todavía me escandalizo al recordar las ropas que llevaba puesta esa niña, dios mío), me convertí en el Gran Maestre Taonia.

—¿Y cómo es que no está en el Templo ahora, Roshi?

—¿Proteger la naturaleza desde un templo perdido en quién sabe dónde? No tenía sentido para mí, así que cambié las reglas. Para proteger al mundo hay que estar presente de alma y corazón, chicos. Hay que ser uno con ellos. Eso fue lo que me enseñó Hao Cheung, cuyo espíritu, por cierto, está en tu espalda, Shiryu.

—Disculpe… ¿que en mi espalda está qué?

—El Dragón se llamaba así no solo por su ímpetu, ferocidad y sabiduría, sino porque también era su espíritu guardián. Tras fallecer, aquel ente reencarnó en otra persona, y por azares del destino, ese fuiste tú, Shiryu. —Dohko sonrió al recordar cuando conoció a ese joven por primera vez, no mucho tiempo atrás—. Lo supe desde que te vi. Eras aburrido, aburrido, aburrido.

—¿Y qué pasó con Sion? —inquirió Genbu. Probablemente no le interesaba, pero era posible que cualquier cosa fuera mejor que hablar del gran destino de Shiryu.

—Me tiró la armadura en la cara, y me guió hasta el Santuario. Entrenamos juntos y cultivamos nuestro poder más que nunca durante la Guerra Santa… pero esas es otra parte de la historia.

—¿Entonces lo de ahora no fue el final de la historia? Porque para ser el final de la “super duper historia más grande jamás contada”...

Shunrei le dio un manotazo a Genbu y le sirvió un poco más de té a su padre, con un par de ojos llenos de emoción. Había disfrutado el relato.

—¿Ves? Mi hija sí lo entiende. Este no es el final de todo, pues una historia nunca cesa de ser escrita. La historia está en proceso constante, cambiando y evolucionando.

—¿Significa eso que su historia no es verdad?

—Es verdad desde el momento que la relato, por eso es historia. Solo que les conté la primera parte, que culmina cuando el gran yo vence a Tao Tei, viaja a Grecia con quien se convertirá en su compa y cambia su nombre de Tong Hu a Dohko de… Nah, esa es otra historia. Ya es bastante, y recuerden que es Navidad, por lo que tienen que acostarse temprano como buenos niños.

Genbu dio un larguísimo silbido de decepción, pero no pudo ocultar sus ojos llorosos, cansados y llenos de ganas por soñar con su propia historia. Shiryu se levantó de inmediato, como un soldado de buenas notas, aplicado y favorito del general, preparado para limpiar los platos. Shunrei, en cambio, se quedó mirando a su padre un rato más.

—¿Vio otra vez a su familia? ¿Sus hermanos y madre?

—Solo a mi hermana menor, una vez. Ya había llegado a la madurez, y tuvimos una agradable ceremonia del té, junto a esta misma mesa, hace años. Luego el té se transformó misteriosamente en sake, pero ese no es el meollo del asunto, jijiji. Nunca volvieron a humillar a mamá, y eso me convirtió en el hombre más feliz del año de la Revista Saints.

—Padre… debió ser muy triste separarse…

—Lo fue, sin duda.

—Entonces nunca me abandone, padre —dijo Shunrei, antes de levantarse y ayudar a Shiryu con la limpieza. Dohko le dedicó una sonrisa llena de esperanza, devoción y sinceridad a la espalda de su hija, donde caía aquella trenza tan bella.

—Siempre estaré contigo, Shunrei. Por toda la eternidad, mis niños.


Editado por -Felipe-, 05 octubre 2018 - 18:41 .

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#137 Nemesis_Venganza

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Publicado 13 diciembre 2018 - 15:13

Buenas y lluviosas tardes,

 

Me demoré pero al fin vine a leer la continuación de Libra. Era justo y necesario.  

 

Debo decir que me agrada la dupla que hacen Shion y Dohko. Hay algo en las parejas disparejas que me atrae jaja, debe ser que a pesar de las discusiones y malentendidos (que entretienen), al final igual logran entenderse. Ahí está lo interesante de la diversidad, no? 

 

Quedo conforme con leer que el padre del año recibió su justo castigo. Eso de andar embarazando mujeres y después abandonarlas a su suerte junto a los hijos como todo un Mitsumasa Kido, no se hace. Tampoco abusar y reprimir al pueblo  :m1:

 

En aspectos más "técnicos", la caracterización de Dohko en sus etapas de joven y viejo está muy buena, mi mente cambia automático la imagen del personaje cuando el relato va de pasado a "presente". 

 

Finalmente, quedé como con una sensación de nostalgia. Tal vez porque trata de recuerdos y personas queridas que Dohko tuvo que dejar atrás para cumplir con su destino, y por las palabras que dice a Shunrei de que siempre estaría con ellos. Si, porque recuerdo que luego viene la guerra santa y el muro de los lamentos, y ya sabemos lo qué pasó ahí.

 

Consulta ¿falta una cuarta parte?, porque no vi la palabra "FIN" ahí, así que... ¿se viene más de Dohko? :ninja:

 

 

 

Les dejo un abrazo y las felicitaciones correspondientes.

 

Hasta la próxima :s71:


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  "Murió porque no, murió porque sí, murió pa' que tú no estuvieras ni ahí"

 


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Publicado 18 diciembre 2018 - 17:08

De nuevo a la par, la historia estuvo bastante interesante y el personaje de Dohko muy creíble, desde su juventud hasta el 'presente'. Así que su gran amigo Sion era tan perfecto que era odioso xD "el desgraciado ni siquiera parecía sudar", "las ropas que llevaba puesta esa niña, dios mío". Jaja, estas frases me matan.

 

La verdad, es que esta historia tuvo de todo, Dohko al obtener lo que su amigo/compañero quería, saber quién era el verdadero enemigo merecía el "whaaaat" más largo de la historia... En fin xD La verdad es que estuvo tan bien que me quedé enfrascada en la historia que no sé si errores tendría, hasta los personajes secundarios son palpables y sientes cómo Dohko los recuerda y tú también quieres ser parte de eso.

 

¿Acabará ahí? No puede ser que ya hayamos pasado la mitad de los dorados principales xD

Esta vez en serio voy a ponerme también a la par con los dibujos :v Necesito practicar y qué mejor que estas historias. Gracias por traerlas, chicos! En espera del siguiente, saludos!


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Publicado 30 enero 2019 - 18:14

Spoiler

 

 

No ando muy elocuente hoy, así que este capítulo tendrá una dedicatoria.

Para ustedes, 200 años en el futuro. (Que será el tiempo que nos tardaremos en volver a actualizar) (?)

 

 

 

Escorpio

 

Parte 1

 

Verano de 1989, Mykonos, Grecia.

—Melos, hijo mío, ¿qué haces despierto? —El hombre de cabello negro se encontraba leyendo cerca de la chimenea, cuando notó que el niño no estaba durmiendo a la hora que correspondía—. Ya sabes qué opino sobre que estés despierto a esta hora. Oh, vamos, no pongas esa cara.

El rostro de su hijo le indicaba que no planeaba hacer algo malo, solamente no quería ir a dormir. El hombre le extendió los brazos, para que se acercara. Lo sentó en sus piernas, para que pudiera calentarse cerca del fuego.

—A ver, dime, ¿que te preocupa tanto? —Su hijo ladeó la cabeza hacia un lado, luego hacia otro, sin saber si debía decir lo que estaba en su mente. Su padre intentaba desenredar la compleja maraña de cabello de su hijo, en un intento de tranquilizarlo.

Bampá, hoy no se veía bien, mi madre, ah… —Se rascó la cabeza, al notar que estaba hablando en desorden. Su padre asintió, para darle a entender que podía comenzar de nuevo—. Mi madre no se veía bien, Bampá. Estaba muy pálida, y no quería quitarse ese pañuelo de la cabeza, aún cuando se ve rara. ¿A dónde se fue todo su cabello?

Infló las mejillas, pensativo, mientras su padre tiraba suavemente los nudos de su cabellera.

—Estaba débil, Bampá, nunca la he visto alegre, o de pie, ¿por qué tiene esos…? —Gesticuló al dorso de su mano, para que su padre le diera una pista.

—Tubos, Melos, se llaman intravenosas. —Melos volvió a rascarse la cabeza, al tiempo que Nikolos pensaba en una definición más simple—. Son tubos que llevan nutrientes a la sangre de Ianthe. Como no tiene muchas fuerzas, entonces no puede comer sola.

Melos apoyó la cabeza en el pecho de su padre, mirándolo.

—No recuerdo a mamá de pie, nunca. Es porque tiene… ¿calcinos? Los demás niños dicen que como ella tiene calcinos, entonces por eso yo soy… raro. —Nikolos suspiró. No le gustaba para nada que la gente le metiera esas ideas en la cabeza a su hijo.

—Cáncer, Melos, ella tiene una enfermedad llamada cáncer. Y no eres raro, solo te cuesta un poco más entender. Todos somos distintos y tenemos diferentes capacidades. No entiendo por qué les cuesta ser comprensivos contigo. —Depositó un beso sobre la cabeza de su hijo, para tomar sus manos como lo había hecho anteriormente su padre con él—. Te aseguro que tus habilidades deben ser algo extraordinario, hijo. Tú serás extraordinario.

Lo habían criado con todo el amor posible, él no esperaba ser menos con su propio hijo. Sobre todo cuando hacía años que debía ejercer el puesto de padre y madre a la vez.

—Eres mi hijo, Melos,  y la enfermedad de Ia no tiene nada que ver con tu condición. No los escuches cuando digan eso, ¿está bien? —Melos asintió, bostezando.

—¿Entonces mamá se pondrá bien? —Nikolos miró el fuego, evitando responder esa pregunta. Después de cinco o seis años luchando con esto, ya no estaba tan seguro de qué responder. ¿Qué hacer en esos casos? La mentira era la opción más sencilla, y también la más compleja, porque las mentiras se descubren siempre, tarde o temprano, y solo servían para demorar lo inevitable.

Pero por ahora, ¿qué opciones tenía?

—Sí.

 

Las horas de Melos pasaron mientras pensaba en su madre, y en las razones para que ella usara un velo en la cabeza, para que ya no caminara, o para que comiera a través de tubos. Los días pasaron mientras Melos se preguntaba por qué los otros niños le llamaban raro. ¿Acaso era su cabello? A papá siempre le costaba mucho desenredarlo. Luego, las semanas pasaron mientras las horas para ver a mamá se reducían, y cuando lo hacía, ella lloraba. No le decía por qué. Nadie le decía, y él ladeaba la cabeza para que ella se la acariciara. Él también lloraba a veces. No sabía por qué.

Finalmente, dos meses pasaron mientras todo lo anterior ocurría. Sentarse frente al fuego, sobre las piernas de su padre, y llorar. ¿No podía entender, o no quería entender? Ya no veía a su madre, ella pasaba todo el tiempo en esa cama, conectada a cosas y llorando con él… hasta que de pronto, ya no lo hizo más. Eso sí Melos lo entendió.

Su madre estaba en una gran caja negra, de la que no volvería a salir. Esa noche, Melos comió diez manzanas para así no dormir.

 

Seis meses después. Invierno.

Cuando su padre se despidió de él, Melos supo que tampoco lo volvería a ver. Un montón de mentiras. ¿Era porque era raro? ¿Porque le decían “retozado”? No lo sabía, pero su padre había caído gravemente enfermo tras el deceso de su madre. “Por amor”, decían los vecinos de Rodrio, pero estaban muy equivocados. Melos sabía que las enfermedades ocurrían por quedarse despierto hasta tarde, por no taparse los pies durante el invierno, por comer cosas del mercado sin lavarlas, y por esa cosa llamada cáncer.

Y, de todos modos, ¿por qué la enfermedad implicaba ya no estar? Melos no dudaba nunca en hacer preguntas, tanto de día como de noche.

—¿Por qué te vas? —preguntó por enésima vez.

—No porque lo desee, hijo mío —respondió Nikolos, acostado en la cama. Algunas vecinas le lavaban la frente con toallas frías, y su rostro estaba rojo como manzana. Melos no sabía cómo actuar. Le gustaban las manzanas, pero no de esas.

—¿Pero por qué? —Una extraña idea anidó en su cabeza. No quería irse, y eso le hacía llorar sin entender por qué—. ¿Es por mi culpa? ¿Es porque…?

—Nunca has sido culpable de nada, hijo. —Nikolos apartó a una de las mujeres y se enderezó en la cama. Le acarició al niño la cabeza, igual que lo hacía Ianthe—. No eres más que culpable de dar a tu padres tanta felicidad.

Los ojos de Nikolos también estaban llenos de lágrimas. Él también lloraba. Cuando le ocurría a Melos le dolía el pecho y le costaba respirar. Odiaba llorar, pero no podía evitarlo. Si otros lloraban, él lloraba; si él lloraba, su madre lloraba, pero su padre tenía el rostro seco. Ahora no, y eso no lo podía comprender aún.

—Si son felices, ¿solo me están… por qué se van en…? —Trató de arreglar la pregunta en su cabeza, se le complicaba cuando eran demasiadas palabras, pero debía demostrarle a su padre lo mucho que había mejorado con ello—. ¿Por qué se van y me dejan solo?

—Por cosas que, cuando seas mayor, entenderás. —Melos odiaba esa respuesta, y Nikolos se dio cuenta a tiempo para cambiar la idea, a la vez que le acariciaba el rostro húmedo y el cabello tan oscuro que había sacado de Iantha—. Cuando te vuelvas fuerte y sepas cómo funciona el mundo. Pero el mundo aún no está preparado para ti, para un muchacho tan valiente, galante, rápido y triunfal.

—¿Y si te vas, volverás para verme grande? ¿Cuando sea grande?

—En realidad nunca me iré, hijo. —Esta vez, Nikolos le tocó el pecho con las últimas fuerzas que le quedaban, antes de caer agotado de nuevo sobre el colchón—. Siempre te estaré mirando con tu madre. Voy a buscarla, y si nos necesitas, es cosa de que nos encuentres en tus sueños.

—¿Los veré al dormir? —se entusiasmó Melos, encerrando la mano de su padre con las suyas, pequeñas y esperanzadas.

—Por supuesto que sí. Solo tienes que pensar en nosotros y acudiremos cuando sueñes. Solo debes recordar alejarte de los otros sueños, los malos y llenos de dolor, y podrás vernos cuantas veces desees, hijo mío.

Otra pregunta arribó a su corazón, dos noches después. Afuera, el viento era terrible, golpeaba las ventanas y Melos no era tan alto como para alcanzar a cerrarlas. Estaba frío, había caído nieve el día anterior. Por eso Melos se había quedado debajo de una cobija, solo con sus pensamientos, aprendiendo a ordenarlos y a expresarlos frente a un pedazo de vidrio donde podía mirar sus propios labios. Estando así fue que llegó a una pregunta crucial.

—¿Qué va a… pasar… suceder con mi? ¿Conmigo?

Nikolos elevó la voz, mirando al techo. Parecía más brillante que nunca, como si supiera todo sobre el mundo y no conociera el dolor.

—Seguirás creciendo hasta convertirte en la estrella más resplandeciente del firmamento, aquel que dará sentencia al mal sobre esta Tierra…

—¿Qué cosa? —preguntó Melos, sin entender absolutamente nada. Sin embargo, grabó aquellas palabras a fuego en su memoria.

—Lo que quiere decir tu padre es que estarás bien cuidado, bajo mi mirada —asomó una voz que hizo a Melos estremecer. Mostró un intento ridículo de ocultarse, y se sintió idiota por ello.

Era una mujer apoyada en el marco de la puerta a la habitación. Llevaba una capa sobre todo el cuerpo, pero no era de lana, sino de tela, como si la usara solo para protegerse de un sol inexistente. No parecía capaz de sentir frío, no temblaba como las demás personas presentes ni se echaba el aliento en las manos cada dos minutos. Melos solo podía contemplar sus ojos… eran cafés, llenos de múltiples y vivos sentimientos, como si de ella brotara solo pasión, emoción y un fuego más ardiente que el de la fogata en la chimenea.

—Maestra Melantha, no quería que… me viera así —dijo Nikolos.

—Me has servido por más de una década con un vigor y pasión que pocos entienden, y menos son capaces de comprender —dijo la tal Melantha, y Melos sintió el escalofrío de nuevo. O, en realidad, la palabra más precisa sería una sacudida, una gran impresión producida por el calor que emanaba de esa mujer—. Te perdoné el que no quisieras mi presencia tras la muerte de tu mujer, respeté tu luto; sin embargo, esto ya es muy diferente.

—No tiene por qué bajar a ver a un servidor, maestra… no con mi hijo aquí.

—Te prometí que me haría cargo de él, pero eso no significa que te descuide. Es cierto que te pago un sueldo, pero también eres una persona importante. —Melantha se quitó la capa, que cayó a los pies de un asustado y asombrado Melos—. ¿Crees que me importan tanto los protocolos? Me la paso en el bar por una razón, Nikolos. Además, el deber de un Santo es tener en cuenta a todas las almas de la Tierra. Siempre será así.

Era alta y muy esbelta, con músculos marcados debajo de sus sencillas ropas. Sus pocas ropas. Un pantalón corto rojo bien ceñido a la cintura que dejaba al descubierto desde los muslos hacia abajo; una camiseta negra de ejercicio, escotada y sin mangas, como las que usaban las gimnastas que vivían en el viejo televisor; muñequeras oscuras y varias vendas a lo largo de sus bien torneados brazos.

Era de piel bronceada, y su cabello era escarlata como los rubíes; le llegaba un poco más abajo de la nuca, y parecía menos enredado que el de Melos. Tenía una cicatriz cruzando el lado izquierdo de sus labios, una nariz redondeada y una mirada increíblemente atractiva, incluso para el pequeño. Él solo podía pensar en una cosa:

“Hace mucho calor”.

Eso pensó después de que lo sacaran de la habitación, dejando solos a Nikolos y Melantha, que hablaban de él. Eso pensó cuando ella salió, un rato después, diciéndole que él viviría con ella, en la montaña cerca del pueblo. Eso pensó cuando ya no pudo ver a su padre y supo que no lo vería otra vez, igual que a su madre en el cajón negro. Eso pensó cuando se preguntó si podía despedirse, y no se lo permitieron. Eso pensó cuando golpeó al chico que más se burlaba de él, hasta que los nudillos de sus manos se rompieron y sangraron.

El sufrimiento lo acompañaría hasta el último fin de su existencia. Llorar se convertiría en un lamentable defecto.


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Publicado 07 febrero 2019 - 12:14

Aprovecho también de disculparme por la demora larguísima en contestar y volver a publicar. Primero fue por nuestros exámenes, luego por el trabajo, y luego tuvimos bloqueo de escritor. Pero estamos volviendo... de a poco. Todo sea por llegar a piscis xD

 

También les agradezco sus amables comentarios, tan leales a nuestro humilde proyecto, a pesar de nuestras demoras. Se les quiere :')

 

P.D. Neme, sí son cuatro partes, aunque se nos olvidó poner el "Fin", mala nuestra. Raissa, esperamos esos brillantes dibujos que nos alegran la vida.

 

 

Ahora, vamos con la segunda parte de la historia del bicho.

 

Parte 2

 

Primavera de 1990. Santuario, Grecia.

Vivir con Melantha se había vuelto una experiencia digna de ser contada, incluso si Melos Rodias no tenía nadie a quien contarla. Era un niño de seis años que debía hacer cien sentadillas, cien flexiones, cien saltos, cien lagartijas y cien de otras varias cosas al día. Todas las tardes, Melos llegaba a casa cubierto de magulladuras y sangre reseca, recordando las frases que gritaban los soldados rasos a la vez que se ejercitaba. Así aprendía más palabras y a formar frases articuladas, pues los soldados, a pesar de su inmensa capacidad de crear insultos, eran muy fluidos en su vocabulario, y Melos aprendía.

Aunque llegaba cansado de todo el trabajo, Melos Rodias siempre llegaba feliz, pues no tenía que pensar en todo lo que le hacía sufrir. Su cabeza estaba ocupada en otros asuntos; cuando Melantha le enseñaba historia, literatura o leyes básicas, sí que entendía, por lo cual se sentía más feliz que nunca en su vida. Y lo que más le gustaba era lenguaje, a pesar de que Melantha siempre le aconsejaba que no aprendiera todo lo que decían los soldados. ¡Pero era tan fluido!

Melantha no se parecía a su mamá. No solo porque se veía en muy buenas condiciones, y Melos estaba seguro de que ella no necesitaría de esos tubos extraños, sino porque podía compartir con ella. No sabía a qué se dedicaba exactamente, pues siempre salía de la cabaña que compartían con una gran caja blanca en la espalda, y llegaba horas después, cansada, pero con ganas de enseñarle más, más y más. Cuando él acertaba y mostraba que sabía cosas, ella le felicitaba revolviendole el pelo como mamá hacía, o con una palmadita sobre el hombro como hacía bampá. Pero, al mismo tiempo, era diferente, pues a veces sentía que le daba fiebre cuando ella le felicitaba. ¡Era demasiado cálida! A veces, Melos pensaba que era como un verdadero horno.

A veces salían a otros sitios. Melantha decía que vivía la vida al máximo, y el mejor lugar para eso estaba en los suburbios del pueblo. En el bar Tres Agujas, por ejemplo, llamado así por su mejor y más famoso trago, del que se decía que con tres sorbos te dejaba inconsciente. Melantha siempre bebía seis o siete antes de empezar con el agua. Bampá probablemente no habría estado de acuerdo con que él estuviera ahí, pero a Melos le gustaban mucho tres cosas: primero, los adultos ahí no se burlaban de él, pues estaban demasiado ocupado con los dados y las bromas que Melos no entendía; segundo, siempre que Melantha le dirigía la palabra se echaba cinco mentas a la boca, y así Melos se sentía muy a gusto; y tercero, Melantha no era como los otros tipos que iban allí, que bebían con caras tristes y se quedaban dormidos sobre la barra, sino que reía, jugaba a los dardos, bromeaba con los demás, murmuraba cosas secretas con los chicos (y chicas, en ocasiones) que luego los acompañaban a casa, y comía más papas fritas que nadie. Y su principal preocupación era siempre Melos… brillando todo el tiempo.

Pero no solo era diversión, sino que también educación. Siempre le estaba enseñando cosas que él no sabía, como que las letras theta y zeta en realidad se pronunciaban distinto, y que en otros países la gente tenía la noche y el día invertidos. O algo así. Lo más increíble que aprendió fue que Melantha significa “flor oscura”, y que Ianthe significa “flor violeta”. Cuando dejaba de recordar, le encantaba pensar en aquella similitud, aunque a Melos Rodias le gustaban más las flores rojas y brillantes, no las violetas ni las oscuras. Melantha estaba de acuerdo.

También aprendía sobre números y ciencias, pero eso Melos no lo entendía. ¿Para qué servían esas terribles “multilaciones” y divisiones? ¿Por qué había que saber cuán rápido caían las cosas, si todas caían, de todos modos? Lo bueno era que no tenía que recordar a mamá y a bampá cuando pensaba en distintas cosas… pero de noche, cuando le escocían los ojos y lloraba, no dejaba de pensar en ellos, de recordarlos y preguntarse dónde estaban, y si lo observaban. ¿Estarían tristes? ¿Estarían decepcionados de que él fuera “raro”y no brillara tanto como bampá decía que haría? Le gustaba creer que sentían algún tipo de orgullo, pero eso no evitaba que llorara hasta que Melantha le escuchaba desde su habitación. No importaba qué tan cansada llegara de su misterioso trabajo, o cuántas heridas le tuviera que limpiar con algodón y mucha agua, ella siempre llegaba hasta su cama, lo abrazaba, y él sentía muchísimo calor. O le traía chocolate caliente cuando venía de divertirse, siempre era Melos su prioridad. Y con aquel mismo calor. Pero no era incómodo ni molesto, sino que muy reconfortante. El sufrimiento se apagaba cuando ella le hablaba y le decía lo que a él le encantaba oír:

—Nunca permitiré que dejes de brillar.

—¿Yo brillo? —inquirió, rascándose la cabeza.

—Por supuesto que brillas, igual que tu papá y tu mamá, que ahora son estrellas. Igual que las flores, las aves, los animales…

—¿También las “liepes”? —preguntó Melos, ayudándose con las manos para expresar lo que le costaba pronunciar. Ahora era consciente de lo que le costaba y lo que no.

—Sí, también las liebres. Todos brillan, y el tuyo es un resplandor rojo tan ardiente o más que el sol, pero cuando estás triste, tu brillo se apaga. Y no me gusta la gente apagada; me gusta que brillen al máximo día a día, dando todo de sí mismos, ardiendo igual que las estrellas escarlatas. Si tú brillas, entonces tú estás viviendo. Si brillas, te estás dando una razón a ti mismo de por qué estás vivo.

—¿Por qué? —preguntó Melos, que no se guardaba las preguntas—. Tú llegas cansada y hera… herida. Herida a veces. ¿Siempre brillas? ¿No “frues”?

—¿Si sufro? Claro que sí, soy humana. —Los ojos de Melanthe eran castaños, pero durante esa noche, mientras le observaba y le acariciaba las manos, liberando tanto calor que Melos se sintió en una playa o sobre las nubes, le pareció que brillaban de otro color. De un rojo carmesí—. Los humanos van al mundo y sufren, pero en el sufrimiento también puede haber brillo. Solo tienes que vivirlo al máximo y repararlo para ser feliz. Llora y vive. Ríe y vive. ¡Enfádate con la vida si quieres, pero vive! Nunca des un día por perdido, porque tú nunca lo vas a estar.

—¿Porque mamá y bampá mirando me…? digo, ¿porque me están mirando?

—Ellos y yo también. Así lo prometí. Haré de ti la más grande estrella del firmamento.

 

A la mañana siguiente, Melos despertó de su cálido sueño con un gran escándalo. Se puso las zapatillas y salió a la calle, donde mucha gente corría de allá para acá, gritando nombres que Melos no conocía. Melantha había salido temprano esa mañana al mercado con la chica que se había quedado en casa esa noche, así que no podía explicarle qué sucedía. Si no lo hacía ella… ¿podría Melos saber cosas?

Decidió comprobarlo preguntándole a un soldado, que le indicó la dirección del “evento del año”. Melos corrió hacia allá, pues ya sabía cómo correr decentemente. Sentía ansiedad, emoción, algo de felicidad, y no pensó en el rostro de bampá elevado al cielo en todo el trayecto.

Había mucha gente reunida. Muchísima gente, como Melos no había visto nunca. Algunos eran soldados, otros eran niños como él, otros eran empleados, amigos de su padre. Había llegado a aquella conclusión ya; que su padre era empleado de Melantha. Sin embargo, no sabía qué significaba eso.

El caso era que todos estaban alrededor de tres personas que, al igual que Melantha, emitían un extraño calor desde sus cuerpos. Uno era viejo, y alzaba las manos como si estuviera rezando. Los otros dos eran idénticos, lo que la gente llamaba “gemelos”, por lo que recordaba. Era como si a uno de ellos lo hubieran copiado en otro cuerpo., y cada vez que uno de ellos gritaba, la gente vitoreaba con ellos, ovacionando con palabras que Melos no entendía, como “Sagen”, o “Camo”. Ambos estaban dentro de un par de esferas de luz de las que intentaban zafarse, en medio del Gran Coliseo.

—¿Pero qué está pasando? —preguntó al aire, intentando que alguien le contestara, pero la gran mayoría estaba más ocupada en gritar los nombres de esos hombres robustos de cabello negro, y un par a insultar al anciano, que aparentemente se llamaba Nicole. Eso sí lo oyó claro.

Y era correcto decir que la mayoría estaba ocupada, pues una persona sí le contestó. Un niño, siendo más exactos. Uno de su misma edad, de cabello castaño, ojos azules y varias venditas en la cara redondeada. Todo en él era una sonrisa.

—¿No lo sabes? ¡Son los que compiten por la armadura de Géminis!

—¿La qué de qué?

—¿Qué no sabes nada? —preguntó el chico, riendo. Melos se sintió terrible por unos instantes. ¿Lo estaba molestando también, como los otros niños? ¿Cuán rápido podría salir corriendo?

—Yo…

—Ay, no te preocupes, yo te lo explico, amigo. —El chico se apoyó sobre la espalda de Melos, y éste, en lugar de sentirse atacado, se sintió muy cómodo. Se sentía “bien”, no había maldad allí—. Por cierto, mi nombre es Aiolia, ¿y el tuyo?

—Milo —respondió Melos, nervioso. Sin embargo, la manera de decirlo le sonaba mucho, pero mucho mejor… igual a “manzana”, como las que siempre les daban sus padres.

—Pues, Milo, uno de esos dos se convertirá en un Santo que protegerá a la humanidad. Mi gran hermano también lo será, seguramente… quizás tú y yo podamos también. ¡Mira! ¡Parece que Saga va a ganar, está saliendo de la prisión de Nicole!

—¡Los dos muy brillans son muy…! —Melos se detuvo, y le subieron los colores al rostro. Se dispuso a corregir la oración, hasta que Aiolia lo interrumpió:

—Pues obvio que lo son. ¡Eso es Cosmos! —gritó Aiolia, al mismo tiempo que Nicole alzaba la mano de Saga en señal de victoria, mientras su gemelo golpeaba el suelo, lleno de frustración—. Claro, ninguno de los dos se compara con mi gran hermano, pero sí que son hábiles… En fin, ya terminó el show. Ya vámonos.

—¿Ir? ¿A dónde vamos?

—Pues a pasarla bien. ¡Conozco un bosque cerca donde aparecen leones a veces!

—P-pero…

—Vamos, hay que vivir al máximo, ¿no lo crees?

Melos… o Milo, recordó lo que Melantha había dicho. Y no necesitó saber más.

 

Hacía muchísimo tiempo que no se sentía tan vivo. Corrió más rápido que nunca con su nuevo amigo, que no parecía notar lo nervioso que se ponía cuando pronunciaba palabras largas. O tal vez no le importaba, sencillamente. Durante varias semanas fueron al bosque, a ver a los leones gigantes que de vez en cuando rondaban por allí. Eran un espectáculo impresionante, que le hizo a Milo olvidar todos sus temores y pesadillas. No acababan, pero no las recordaba al despertar, lo que era maravilloso.

Continuaba practicando y aprendiendo con Melantha, a quien no le habló sobre el bosque. Era un secreto de amigos, como decía Aiolia, que se manejaba como un mono en su hábitat, sabía dónde había que estar, desde dónde mirar, las mejores maneras de escapar si uno de los felinos los veía, etc. Y, además, le ayudó a soltar la lengua y a hilar oraciones con una facilidad que hacía tiempo no habría soñado con alcanzar, todo gracias a que, a diferencia de los demás (incluso Melantha, que ponía énfasis en enseñarle), Aiolia ni siquiera parecía notar una dificultad. Así, Milo comenzó a olvidar, poco a poco, lo que le hacía sufrir. O al menos, pensó que olvidaba, y eso era bueno.

Aprendió a defenderse de otros. Aprendió palabras que servían para que otros no le molestaran. Aprendió frases completas que generaban discusiones, pero también aprendió que no había razón de tener miedo, si brillabas. Todo eso lo aprendió de Aiolia y otros niños. Aprendió a controlar su brillo. Milo brillaba más que nunca, porque a nadie le parecía importar que brillara o no. Eso es lo que Milo aprendió. Sin embargo, también aprendió que no es conveniente brillar demasiado cuando no se está listo para ello. En especial cuando hay fieras involucradas. Y no referido a leones, necesariamente. Milo brillaba más que nunca, porque a nadie le parecía importar que brillara o no. Eso es lo que Milo aprendió. Sin embargo, también aprendió que no es conveniente brillar demasiado cuando no se está listo para ello. En especial cuando hay fieras involucradas. Y no referido a leones, necesariamente.

 

Fue cuatro meses después de conocer a Aiolia cuando él y Milo se adentraron en el bosque, en una zona recóndita que no habían registrado antes. Los árboles eran altos y el cielo estaba rojizo. Podían oír con claridad tanto el murmullo del río más cercano como los pequeños gemidos de algunos cachorros de león que a esa hora dormían. Era la oportunidad perfecta para observarlos sin llamar la atención de nadie en el Santuario, más aún teniendo en cuenta que estaban, técnicamente, a las afueras del mismo.

—Oh no —dijo Aiolia, deteniéndose súbitamente antes en el claro, antes de acercarse más a los cachorros. Se agachó y escondió en la maleza, y Milo lo imitó.

—¿Qué pas…?

—¡Chitón! —le calló el muchacho. No era como cuando observaban, sino que parecía distinto, atemorizado o aterrado por algo. Milo se asomó y comprendió lo que ocurría.

Y aprendió. Aprendió que la gente es, a veces, malvada simplemente por serlo. Había gente en el mundo que no tenía valores ni moral, y que a pesar de hacer el mal no recibían castigo. Gente que no tenía razón de existir, pero que existían igualmente. Como los que siempre lo trataron mal.

Sobre la hierba yacía el cadáver de una leona con tres manchas de sangre en el lomo, producto de disparos. Milo sabía lo que era un cadáver más que bien. Esa leona no volvería a hacer nada. Había un cachorro tirado cerca de ella, arrastrándose y gimiendo. Había otros cachorros que gruñían y mordían a los atacantes, que los tenían alzados del suelo, armados con armas de fuego, abofeteando a los pequeños en la cara mientras reían y se burlaban.

Gente malvada sin castigo.

—Cazadores, malditos sean —dijo Aiolia. Parecía dudar entre salir de la maleza y defender a los cachorros vivos.

—No quiero ver esto. Malditos —susurró Milo. Pensó. Aiolia debió pensar lo mismo.

¿Salir y luchar, como Aiolos y Melantha les habían estado enseñando? No era mucho, y aún eran niños… pero esos cachorros de león también lo eran. Y su madre había ido al cielo a brillar. Milo deseaba que brillara, y para eso, los cachorros tenían que vivir con todo lo que podían, dar todo de sí mismos en la vida, y resplandecer como nadie antes. Así le habían enseñado, y él había aprendido.

Ambos salieron con gritos y movimientos de brazos que habrían sido ridículos si los hubieran visto en otros. Milo y Aiolia miraron el suelo en busca de piedras, pero el sol les atinó en el rostro y juntos miraron arriba, donde uno de los cazadores los insultaba y trataba de atraparlos. Les haría daño, y la piedra no les ayudaría. Optaron por usar los puños.

Milo descubrió que era una persona fuerte. Cuando golpeó al cazador en la pierna, a la altura del muslo, sintió algo desgarrarse junto a sus nudillos. También vio su mano brillar con un destello dorado. También escuchó el grito del hombre, y también sufrió su puñetazo en el hombro, que lo arrojó al piso con un terrible dolor. Aiolia había saltado para darle una patada a otro de ellos en la mejilla, pero entre tres más lo contuvieron contra la hierba, cerca de la mamá león, y uno de ellos le azotó con la culata de su arma. Y los insultaban.

—Mamá… bampá… —musitó Milo, a la vez que trataba de zafarse de los cinco hombres que le repetían, una y otra vez, que se metieran en sus asuntos. ¿Por qué no iba a hacerlo? Se habían metido en los asuntos de los leones, que no hacían daño a nadie. Les habían quitado a su madre. Milo estaba recordando, y eso no era bueno—. ¡Váyanse al diablo!

Milo golpeó a uno de ellos en el rostro y lo mandó a volar, dejando una estela dorada detrás. Sin embargo, los otros hombres cargaron con patadas esta vez contra el niño. Era injusto. ¡Eso era! ¡Había injusticia en el mundo! ¿Por qué algunos podían hacer lo que quisieran, incluso pasando a llevar a los que no habían dañado a nadie, y les quitaban a sus familiares, mientras otros sólo podían ser víctimas?

El niño miró a Aiolia, que mordía la mano de un hombre. La sangre corría por su cabeza, pero no le parecía importar. También brillaba dorado… ¿pensaría lo mismo, entonces? ¿Lo mismo que él? Estaban solos, ¿qué podían hacer? Aiolia no respondía.

Fue entonces cuando recordó otra vez. Suplicó perdón a sus padres, que brillaban en el cielo. No porque no fuera capaz de defenderse, sino por lo que pensaba hacer en el futuro. Castigar a los que hacían daño a otros. Brillaría como nadie más, lanzando luz roja para detener a todo el que hiciera el mal, sin importarle las consecuencias. Los que hacían cosas malas debían ser castigados de la peor manera. ¡Eso era lo que más deseaba en ese momento!

El cachorro que antes se había arrastrado hacia su madre saltó y mordió el brazo del sujeto que estaba más cerca de Milo. Al niño le pareció que la criatura resplandecía como el fuego, pero luego se dio cuenta de que tenía la mirada borrosa por los golpes, y que lo que brillaba era lo que había detrás. Una silueta rápida y feroz, que parecía dispuesta a castigar como él deseaba.

—Les daré tres mississippi's: el primero para que suelten a los niños y los cachorros, el segundo para que retrocedan, y el tercero será una ventaja para que huyan. ¡Desde ahora!

—¿Y tú quién caraj…? ¡Oh, m.ierda!

Era Melantha, pero vestía muy distinto a como Milo la veía normalmente. Llevaba puesta una gran armadura que la protegía, de vibrantes tonos rojos y amarillos, y que parecía imitar varias ascuas de fuego unidas entre sí, despegándose de ella. La maestra llevaba una botella en la mano derecha cuyo líquido burbujeaba en cuando hizo en contacto con el sublime y aplastante calor que se desprendía de Melantha, cuyos ojos ardían como el fuego.

—Ya desperdiciaron un mississippi y no los han soltado, así que no les aseguro que tendrán la ventaja. Bueno… ¡Mississipi dos!

—He visto de esos tipos con armaduras —dijo aterrado uno de los cazadores, que soltó a Aiolia de inmediato. Pero los demás seguían sobre Milo.

—Seguro viene de una tonta fiesta de disfraces, ¿crees que puedes intimidarnos? ¡Solo hacemos nuestro trabajo, niñita!

—¿Niñi…? Dioses, ¿por qué tienen que ser tan obtusos y opacos? Y luego lloran cuando se les castiga... ¡Está prohibido cazar en esta zona, tarados! Y se fue el último mississipi, así que prepárense.

Los hombres alzaron sus armas, y ante el asombro de Milo y Aiolia, todo lo que Melantha tuvo que hacer para dejarlos desarmados fue chasquear los dedos de la mano izquierda. A eso le siguió una seguidilla de gritos, y los hombres al fin retrocedieron cuando sus escopetas se derritieron, se volvieron metal fundido sobre la hierba, emitiendo un calor furioso.

Un tonto que merecía más castigo que los demás tomó a dos de los cachorros, intentando huir con las manos llenas. Un segundo después (o un “mispipi” como le llamaba Melantha) cayó noqueado, y la mujer estaba a su lado con una mano levantada. ¡Jamás le vieron moverse!

Melantha volvió a chasquear los dedos, y una súbita y maravillosa tromba de fuego apareció frente a ojos de todos, torbellinos llameantes por todos lados, emitiendo un calor extraordinario. Milo temió lo peor, no por él mismo, sino por los leones y todos los árboles que probablemente arderían al contacto con las flamas. Melantha no se veía preocupada, aunque ellos no merecían juicio ni castigo. Sin embargo… confiaba en ella.

—¡Está bien, está bien! —dijo el jefe de los cazadores, tirándose al suelo con las manos sobre la cabeza para evitar las chispas ardientes que se confundían con el viento, emitidas desde los tornados de fuego. Melantha seguía haciendo tronar los dedos, y más de esos remolinos aparecían…

Hasta que súbitamente desaparecieron, como si nunca hubieran estado allí, justo después de que Melantha los noqueó a todos en un parpadeo de tiempo. Luego se despejó el cabello rojo de la frente y le sonrió a los dos niños como si hubiera contado una broma que solo ella sabía.

—No se preocupen, los guardias ya vienen en camino para llevarlos.

—P-pero… el fuego, los árboles iban a indianecer… incendiarse —se corrigió Milo.

—Por supuesto que no, fue un truquito de fuego mágico, una ilusión para atemorizarlos, como ese mago que vimos en televisión la otra vez, ¿recuerdas? —Melantha le revolvió el cabello y Milos lo entendió. Y aprendió. “No hay por qué rebajarse al nivel de los criminales para castigarles, y nunca hay que castigar inocentes”

—Eso fue genial, wow… ¿es usted una Santo de Bronce? —preguntó Aiolia, boquiabierto.

—Así es, mi nombre es Fornax Melantha, y tú eres… ¡Oh, por todos los aguitados dioses, eres el hermano de Aiolos!

—Síp, ¿y usted? —preguntó Aiolia, como un idiota, mientras Melantha se revolvía esta vez su propio cabello, con brusquedad, y se acercaba a la botella que había dejado en el suelo. Milo se limitaba a sonreír, pues jamás había visto algo tan increíble. ¡Una Santo que protegía a las personas!

—Aiolos va a matarme, maldita sea. ¡Y a ustedes también por meterse aquí sin permiso! —La mujer puso una mano sobre la espalda de cada uno, soltó un largo suspiro, y comenzó a caminar con ellos a la vez que escuchaban a los guardias llegar con los ilegales—. En fin, fue una buena vida, hay que disfrutarla hasta el fin. ¡Vamos a comer algo después de darle el funeral que merece a esta madre leona tan valiente!

—Oye, Milo, ¿tu maestra de verdad cree que mi hermano va a matarla? —susurró Aiolia, entre divertido y escéptico.

—Yo no sé…

—¿Milo? ¿Y a ti quién diantres te dio permiso para cambiarte de nombre? Solo lo permitiré esta vez, debido a que de verdad es un nombre resplandeciente.

Y mientras caminaban, los cachorros los seguían con ojos dorados.


Editado por -Felipe-, 07 febrero 2019 - 12:15 .

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