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El Mito del Santuario


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805 respuestas a este tema

#621 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 07 mayo 2018 - 23:20

DOHKO II

 

 

23:00 hrs. 16 de junio de 2014.

Tres llamas de la Torre Meridiano se habían extinguido, y ahora la de Cáncer ardía a media intensidad. Eso significaba que Dohko, Santo de Oro de Libra y Sumo Sacerdote del Santuario, llevaba casi tres horas mirándose fijamente con Sion, el ex Pope y Santo de Aries. Su mejor amigo.

Y no significaba que fueran perezosos o no tuvieran nada mejor que hacer bajo la noche frente al Templo del Carnero, sino que se mantenían en una lucha silenciosa, ancestral y muy dura, cerciorándose de hasta los más mínimos movimientos y gestos nerviosos y musculares en su oponente, segundo a segundo, minuciosamente. Cada vez que Dohko pensaba en moverse hacia la izquierda para clavar por sorpresa un golpe mortal en Sion, éste tensaba ligeramente los dedos y miraba a su derecha; cada vez que Sion mostraba el menor atisbo para perseguir a Saga y los demás, de los que al parecer había perdido el rastro cósmico que solo los Espectros podían sentir, Libra arrastraba un centímetro el bastón hacia adelante, indicando que podía detenerlo a la misma velocidad. En lo posible, apenas cambiaban el vaivén de su respiración, que se mantuvo constante a través de las tres horas que llevaban allí, en perfecta sincronía, ritmo y tiempo.

Hasta que, como los dos viejos gruñones y tercos que eran, decidieron que era una reverenda estupidez. Ambos miraron hacia abajo y luego cerraron los ojos, no supieron quién lo hizo primero, pero una risita tonta por lo bajo les indicó a los dos antiguos guerreros que ya era momento de pasar a una nueva etapa, y que ninguno de ellos haría trampa alguna.

—Vaya, a pesar de la edad tienes los ojos ágiles aún, Dohko.

—No te creas tanto, si tuvieras la vejiga que tengo yo apreciarías mucho más mi destreza en seguirte los movimientos de oveja, Sion.

—Veo que no tienes bromas nuevas, sigues siendo un tonto y terco payaso.

—Y tú… por el contrario, has cambiado mucho —dijo Dohko, por primera vez con la pena que le agobiaba impresa en la voz, pero sin perder la sonrisa traviesa del rostro—. No entiendo qué te llevaría a tomar una decisión tan estúpida.

—¿Importa, acaso? Si seguimos hablando tu vieja vejiga estallará, y lo siguiente, nuestra batalla, no será todo lo divertido que crees.

—Vas al grano, ¿eh? Pues, muy bien. —Dohko soltó el bastón, que rodó por el suelo, y levantó las manos cansadas y arrugadas para imponer la postura ofensiva que prefería para iniciar, con las piernas separadas, las manos en direcciones opuestas, el dorso inclinado y la mirada penetrante en el rival—. Careces de todo tipo de sentido del humor, viejo amigo. ¿Estás listo, Sion?

Éste tampoco había cambiado sus trucos. Su pose era defensiva, elegante pero agresiva en el contraataque, como un animal sereno que protege a los suyos, con solo el brazo izquierdo alzado, la mano afilada hacia abajo, y ambas extremidades derechas firmes en la tierra o contra la cintura.

—¿Lo estás tú, Dohko?

 

El antiguo salto de Libra inició el primer asalto, atacando con el puño derecho que Sion de Aries bloqueó fácilmente, apenas moviendo la mano izquierda, con los ojos clavados en su oponente, que lo perseguía. La tierra bajos sus pies se dispersó.

Se columpió en el brazo de Sion aprovechando su baja estatura, recordando fugazmente que nunca había sido muy alto en primer lugar… pensamientos inútiles que le llegaban de vez en cuando, no sabía si por la vejez o por la nostalgia, revivida ahora por su viejo compañero de armas, al que le golpeó con la otra mano la barbilla, fuertemente. Sion contraatacó, se liberó del agarre de Dohko con su telequinesis (tan desagradable esa habilidad en el combate, y tan útil cuando se era un aliado), y con el mismo brazo ahora libre propinó un puñetazo que lo estampó contra el piso de piedra frente al Templo del Carnero.

El Sumo Sacerdote sintió la sangre, proveniente de su nariz, manchar su barba y bigote poblados de canas, y quizás el tabique algo doblado, pero eso, evidentemente, no iba a frenarlo. Aprovechó el impulso, tomó el bastón y lo utilizó como arma, realizando un barrido horizontal que Sion evitó, flexionando la espalda hacia atrás con suma calma. El bastón se convirtió en una distracción sobre la que Dohko saltó para subir un poco más, sabiendo que las reglas de la física no aplicaban tan estrictamente con los Santos como con los humanos comunes, especialmente cuando se preferían ignorar: “la ciencia es una burra”, pensaba Dohko cada vez que realizaba una jugada fuera de lo normal, como planear hasta quedar sobre el rostro de Sion, que le sonreía con absoluto orgullo. Para sorpresa de Libra, su viejo amigo estaba en clara posición horizontal, despegado del suelo, listo para propinarle una patada desde arriba, sobre su espalda.

Dohko golpeó el puño de Sion y comenzó a girar sobre su propio eje en medio del aire, bloqueando la patada de su contrincante mientras descendía hasta el suelo, donde volvió a brincar, pues el otro ya se había puesto de pie, con ayuda de la jodida teletransportación de la que también hacían gala los de su gente. De hecho, así pudo descubrir que apenas había alcanzado a rozar la piel de Sion, y que, en realidad, éste solo lo hizo para hacer gala de sus habilidades; podría haber resistido el golpe con toda facilidad. Pero Dohko no iba a rendirse.

Inició con un puñetazo derecho, que Sion bloqueó; luego un golpe izquierdo, también bloqueado. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, todos atrapados en las manos expertas del antiguo Sumo Sacerdote, que apenas se inmutaba. Dohko arrojó una pequeña esfera de Cosmos mientras esquivaba un gancho zurdo, que Sion también evitó, y ganó el tiempo suficiente para contraatacar con una serie de patadas dirigidas al cuello de Aries. Cientos de ellas. Miles, incluso. Sion, que las bloqueó con el brazo derecho contra el rostro, perdió la sonrisa, pero finalmente se sacó de encima al Santo de Libra, agarrándolo de la vieja y roída túnica, golpeándolo en el rostro con su frente, y azotándolo contra una columna derruida.

Ambos descansaron del asalto. El tiempo volvió a la normalidad, y las piedras que flotaban sobre la tierra, impulsadas por el Cosmos que proyectaban los rivales, cayeron otra vez.

—Vaya, Dohko, esos fueron dos segundos bastante intensos —dijo Sion, sin una gota de sudor en el rostro—, pero también demostrativos: estás viejo. Muy viejo. Qué decepción. ¿Cómo diablos viviste tanto?

—Je, je, je, je, ¿qué dices? Solo estoy un poco oxidado, es todo —respondió Dohko, atrapando el bastón que había soltado, antes de que tocara el suelo.

—Tonto anciano, ni siquiera me has movido un centímetro de este sitio.

—Tranquilo, ya podrás conocer otros lugares mejores, viejo amigo. ¡Que inicie el segundo asalto!

Sion levantó la guardia, las rocas volvieron a saltar por todos lados, y Dohko brincó con gran fuerza, no hacia su oponente, sino hacia arriba, donde convocó las energías espirituales que había desarrollado con tantos años para compensar su vejez. Alrededor de su brazo conjuró la enorme extremidad del Espíritu del Gigante Ancestral, el “Jù Zǔ Líng”, dorada y enlazada a su alma, con la que hizo un barrido horizontal que pulverizó un par de columnas sin tocarlas, y creó una gran fisura en el camino, debido al potente viento generado.

El ex Santo de Aries bloqueó la enorme mano espiritual usando la fuerza de todo su cuerpo, mostrando por primera vez los gestos conocidos del esfuerzo. “Solo un metro, al menos”, pensó Dohko. Con moverlo solo un metro de su lugar ya iba a sentirse satisfecho, porque la verdad era que… estaba viejo. Lo sabía. La edad no era cualquier cosa, no pasaba sin efectos. Sion, gracias a los poderes del dios Hades, tenía un cuerpo de 18 años, y un poder de… no quería ni pensarlo.

—Así que esta es la técnica que desarrollaste durante estos años, ¿eh, Dohko? Liberas a tu espíritu y convocas a un gran gigante de luz que controlas con tu decrépito y arrugado cuerpo, no está mal. —Sion recuperó la sonrisa, esta vez era una terrible e intimidante—. Solo que no es suficiente.

—No necesito lo “suficiente”, Sion. El sabio se conforma con lo poco, pero no solo se conforma, sino que se contenta.

—No dices más que estupideces sin sentido.

No se completó el metro, pero sí logró arrastrarlo hasta que Sion de Aries fue arrancado del suelo. Antes de que se teletransportara, Dohko usó su brazo izquierdo, libre del Gigante Ancestral, y disparó una potente ráfaga de Cosmos externo, el de su propio cuerpo, en lugar del alma.

Sin embargo, Sion le devolvió ese poder con una mano, con un movimiento casual, como si espantara una mosca. Dohko fue lanzado hacia atrás, mientras sentía cómo su oponente se acercaba, tras destruir rápidamente los cinco dedos de la mano de gigante, que el actual Patriarca sintió como dolor físico en los de su cuerpo. Trató de recomponer la verticalidad sin perder tiempo, y con ambas manos hacia adelante disparó su Cosmos, una ola de luz verde y dorada, que Sion escudó con sus propias fuerzas cósmicas, de tono violeta.

Una gran llama dorada, como una esfera incandescente, se materializó entre ambos guerreros de la antigüedad, el efecto clásico de la Guerra de Mil Días… Sin embargo, la igualdad no duró mucho… A Sion solo le bastó dar un paso adelante para que Dohko se viera contra las cuerdas, la llama se vino contra él y tuvo que esquivarla con una voltereta hacia un costado, donde el antiguo Pope lo esperaba con el puño en alto, a gran distancia de su viejo sombrero de paja, que volaba lejos tras el impacto.

«Desde el Monte de la Tranquilidad, este de los Cinco Grandes Picos, convoco el Talento del Inmortal, el dragón que no muere». Así, Dohko utilizó el Dragón Eterno, tornando su brazo izquierdo en una coraza de diamantes que impedía al mal cruzar… excepto a Sion que, en lugar de atacar directamente el escudo de Cosmos, lo azotó con una potentísima y dolorosa ráfaga que nació desde abajo, elevándolo por los aires como si fuera un muñeco de trapo.

Cuando miró hacia un lado, vio a Sion listo para destruirlo con un solo golpe, cargado de furioso Cosmos oscuro. En la posición en la que estaba, y con las heridas que acumulaba en tan pocos segundos, Dohko se hallaba en la incómoda situación de no poder esquivar ni detener el ataque. Por lo tanto, estaba muerto.

 

Por eso le sorprendió tanto que el Dragón Eterno bloqueara el puñetazo de Sion, y que el choque cósmico lo arrojara hacia una de las puertas del Templo del Carnero, pues su técnica ya se había desactivado hacía rato. Lo que significaba, evidentemente, que uno de sus seres más queridos se graduaba de estúpido y terco al mismo tiempo.

Apenas lo vio de pie delante de él, con el brazo adolorido, cargando la Caja de Pandora en la espalda, agotado de tanto correr, y muy lejos de China, Dohko no se guardó el pequeño regaño que nacía desde sus más profundos temores.

—¿¡QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ, SHIRYU!?

—M-maestro, no se preocupe, yo me haré cargo de él —dijo Shiryu, un tonto sin remedio, como si de verdad se creyera el cuento. Aunque, en el fondo, sabía que no podía culparlo, pues no sabía quién se hallaba frente a ellos, sonriendo con suma arrogancia y sorna, y tampoco podía percibir su terrible Cosmos.

—No… ¡No! ¿¡Por qué?!

—¿Maestro? —Shiryu se volteó, y Dohko lo agarró fuertemente de la pierna, hasta que le hiciera daño—. ¡M-maestro!

—Le dije a Shunrei que no te dejara venir… le sugerí a Atenea que prohibiera a todos ustedes que volvieran al Santuario… yo, como Sumo Sacerdote, también te ordené eso. Entonces ¿qué haces en este lugar, Shiryu?

Su terco alumno se apartó, con profunda tristeza plasmada en su rostro, pero Dohko halló también un poco de ira concentrada.

—¡L-lo mismo digo, maestro! ¿Por qué el Santuario nos marginaría a los Santos de Bronce de una batalla tan crítica?

—Sabes bien que no son los Santos de Bronce, ¡son solo ustedes cinco! Esa es mi voluntad y la de Atenea, ya no deben luchar más.

—¡Pero maestro…! —intentó protestar Shiryu nuevamente, pero Dohko lo calló con un golpe de su bastón contra el suelo, clavando en su alumno la mirada. No quería ver a Sion en ese momento tampoco, que seguramente estaba muerto de la risa.

—Ya lucharon bastante, sufrieron mucho más de lo que deberían, salvaron a Atenea por sí solos, se ganaron el derecho de vivir pacíficamente. Shiryu… es obvio: no queremos que mueran, y eso ocurrirá si están en el Santuario. Todos moriremos. La misma Atenea se encuentra preparada para morir, esta guerra será un verdadero infierno, ¿y tú quieres mantener la terquedad y quedarte a luchar, solo para morir?

—¡Sí! —exclamó Shiryu, como un imbécil. Un imbécil que amaba como a un hijo. Un imbécil, como todos los hijos son para los padres, pensó Dohko, al igual que los padres son idiotas para los hijos. Era el efecto de los sentimientos, aquella cosa que Dohko encontraba tan fascinante vivir, en todas sus dimensiones—. Sí, no me interesa morir, estoy listo para eso, ¡pero quiero pelear a su lado! Juntos evitaremos que Atenea muera, y derrotaremos a ese sujeto que le hizo daño.

—Je, je, je, este chico tuyo es hilarante, Dohko, ja, ja, ja. Continúen, por favor, esto está muy divertido.

Dohko decidió ignorar al idiota Sion, tenía un asunto mucho más importante entre manos, y si la carta de amenazar con sus propias muertes y la de Atenea no era suficiente, solo le quedaba una esperanza.

—¿No comprendes el amor, Shiryu? —Como esperaba, eso tomó a su alumno desprevenido y mudo—. ¿No entiendes que, si mueres, Shunrei se pondrá muy triste? ¿No sabes que ella es capaz de todo por nosotros? Yo tengo mi misión, pero tú debes quedarte con ella… Entiendo que luchas por la justicia para defender a mucha gente, a millones de personas… pero al final, uno hace las cosas especialmente por una sola persona, uno batalla por el egoísta amor de esa persona… de mi hija… ¡y no creo que sea algo malo! Por eso debes irte de…

—Estos monólogos me darán jaqueca…

Dohko se había distraído por un solo segundo, enfocándose al cien por ciento en Shiryu, lo que Sion aprovechó para atacar con una gran ráfaga de Cosmos, que casi los revienta a ambos. No había sido cualquier cosa. El bastón que Dohko siempre llevaba llegó al rescate, lo hizo girar a una suprema velocidad para detener el potente ataque mientras Shiryu apenas conseguía girar el cuello a tiempo.

El bastón, una reliquia de los Taonia, apenas consiguió resistir el impacto, salió disparado por los aires y se estrelló contra el símbolo de Aries en el frontis del Templo del Zodiaco. Afortunadamente, antes de ello, logró repeler el ataque de Sion, que solo se dignó a encogerse de hombros.

—Maldito seas, atacando así —protestó Shiryu—. ¿Acaso no tienes honor?

—¿Honor? Ja, ja, ja, Dohko, ¿este es tu alumno? No me digas que es de esos nobles sin mancha tan optimistas, ja, ja. De la clase de Sísifo, ¿te acuerdas?

—¿Cómo te atreves? Mi nombre es Shiryu, soy el Santo de…

—No me interesa —interrumpió el Espectro. Shiryu estuvo a punto de atacar y probablemente matarse, de no ser porque Dohko lo detuvo. Era tiempo de explicar.

—Ni siquiera lo intentes, Shiryu… Este hombre es Sion, y nadie en todo este Santuario puede oponerse a él.

—Sion… Espere, Sion es… ¿¡Aries Sion!? —gritó Shiryu, aterrado, paralizado en el acto por la mención de aquel nombre—. ¿Me está diciendo que este hombre es el antiguo Sumo Sacerdote? ¿Él es…?

—Sí, el maestro de Muu, que fue asesinado por Saga hace dieciséis años, y que luchó conmigo en la anterior Guerra Santa. No puedes enfrentarlo, Shiryu. Ni siquiera yo puedo.

—¡Al fin te das cuenta! O más bien, al fin lo admites. Dioses, es una terrible decepción, hace 243 años nuestro poder era el mismo, ninguno de los dos era superior al otro, y pensé que ahora tendríamos una Batalla de Mil Días. —Sion se apoyó sobre una de las columnas que habían sobrevivido al impacto, cruzándose de brazos, lleno de orgullo, pedantería y absoluta confianza en sí mismo. Hasta se atrevió a cerrar los ojos, como si le diera asco mirarlos—. Pero estás tan viejo, tan débil… ¡tan inútil! Ya no tienes la fuerza de antaño, se te pudrieron los músculos mientras vigilabas la torre de los Espectros. ¡Ni siquiera sé por qué sigues vivo, no eres como mi gente! Supongo que Atenea te quiso vivo tanto tiempo para hacer su trabajo, sin contemplar que te verías así a esta edad.

—No lo entiendes…

—En cambio, mi cuerpo tiene dieciocho años, gracias al señor Hades, y mi poder es el Cosmos acumulado durante casi 250 años, desde que obtuve mi armadura de Aries hasta mi predestinada muerte. Es decir, ¡gracias al Rey del Inframundo, estoy en mi máxima condición posible!

Con la última frase, Sion abrió los ojos y los envió a ambos a volar, como para comprobar sus palabras. No importaba qué artes marciales utilizara, el LuShanRyu se había vuelto inútil contra alguien como Sion; desde el principio del combate lo fue. Pero… Dohko había aprendido que no todo en la vida era la fuerza, y fue lo primero que le restregó en la cara a su viejo amigo, tan sabio y noble en su madurez, tan calmo y humilde en su juventud, ahora convertido en un maldito egocéntrico que se vendió al enemigo.

Usando todas las fuerzas físicas que le restaban, Dohko se aferró al suelo para no alejarse más, mientras sujetaba a Shiryu del brazo.

—¡Patético! —Dohko invocó momentáneamente al Gigante Ancestral, solo un destello, y el ataque de Sion fue completamente anulado, para su sorpresa. El ex Santo de Aries lo miró con incredulidad… sabía que algo se saldría de control.

—¿Q-qué dices, maldito anciano?

—Esa juventud, esa vida falsa que te dio Hades, el enemigo que nos arrebató a tantos compañeros en la anterior guerra… ese corazón podrido, ¿te hacen feliz?

—¿Felicidad? No entiendo qué dices. Y esos pobres infelices que mencionas, todos murieron por su debilidad. Mírame, ¡con este poder no necesito felicidad!

—¡IMBÉCIL! —le gritó, harto de su falsa pedantería—. La vida es un regalo preciado que solo se vive una vez, que debe disfrutarse al máximo mientras vivamos en la Tierra, no es algo que desperdiciar o vivir cuantas veces queramos. La vida es el resplandor de un precioso milagro, del que no permitiré… —Dohko hizo estallar su Cosmos por primera vez, no permitiría más burlas de su excompañero, pelearía en serio— que te burles. ¡Shiryu, mira bien, te mostraré el quinto secreto del LuShanRyu, el que nunca conociste!

—¿Quién va a escuchar las palabras de un viejo decrépito y moribundo? ¡Con solo un ataque más se te detendrá el corazón y ya no hablarás más! —Sion se impulsó hacia adelante, rodeado de bolas de luz que le tomó la mitad de un segundo crear.

Pero no sería suficiente contra lo que se venía, a diferencia de Shiryu, que ya lo sospechaba, como se evidenciaba en su cara de diez metros.

Cinco montañas se hallaban en LuShan, cada una conservaba uno de los talentos del dragón de los Taonia, y Shiryu sabía que el del sur, el Monte del Balance, esgrimía el Talento del Sabio, el último arte del dragón que solo se permitía utilizar al Gran Maestro de la doctrina.

Y desde hacía ciento catorce años, Dohko de Libra era el Gran Maestro.

—Me parece muy triste que un hombre como tú se haya olvidado del valor de la vida refugiándose en la frialdad de la muerte… ¡así que muere y vuelve a ser tú en el descanso eterno! —Dohko hizo explotar su Cosmos una y otra vez, separó ambas piernas y ubicó sendos brazos en paralelo, formando garras, la izquierda abajo con la palma hacia arriba, y la derecha a la inversa. Fuego esmeralda lo rodeó, hacía años que no sentía una sensación tan llameante y satisfactoria, la de utilizar cien veces el clásico Dragón Ascendente al mismo tiempo, rasgando el espacio y desatando su espíritu y su pasión—. ¡Rujan en el cielo, Cien Dragones[1]!

Sion detuvo su carrera, demasiado tarde para esquivar el ataque. Aunque uno conociera la técnica de los Cien Dragones, el arma maestra del dragón, jamás era posible evitarlo a tiempo, pues la ejecución requería de la velocidad de la luz, y se manifestaba como un ejército de dragones esmeraldas que surcaban los cielos, con garras capaces de destrozar las estrellas y colmillos que podían desgarrar la tierra.

Desde luego, el ex Santo de Aries conjuró la técnica principal de la constelación de Aries, el Muro de Cristal, la defensa perfecta del Santuario. O casi perfecta, más bien, pues ninguna técnica era infalible, eso lo sabían ambos desde hacía dos siglos; el punto débil del Muro era móvil, aparecía y desaparecía a lo largo y ancho de toda la hermosa pared de rubíes y “plasma líquido”, pero a los ojos de Dohko, que tantas cosas habían visto, incluyendo la muerte de sus hermanos a manos del Rey del Inframundo al que Sion ahora servía, un mísero punto débil era cualquier cosa.

Los dragones rugieron tan estruendosamente que Shiryu quedó sentado sobre sus posaderas, haciendo esfuerzos por sostenerse, y tal vez comprendiendo por qué solo se le permitía a una persona por generación subir al Monte de la Nobleza para aprender el Talento del Sabio… la sabiduría era solo una de las manifestaciones del poder, ¡y probablemente la más divertida al final de la vida!

—Increíble, es como si hubiera usado repetidamente el Dragón Ascendente de una sola vez —escuchó decir a Shiryu, que, como siempre, era bueno para inflar su viejo ego—. ¿Este es el poder de mi maestro?

—¡M-maldita sea, no puedo…! —Sion cedió, por más fuerzas que usara. Era el fin para él.

—El Muro de Cristal es presa fácil para los Cien Dragones, lo sabes perfectamente.

El “vidrio” crujió, luego se trituró, y finalmente se deshizo mientras los cientos de dragones avanzaban, arrasaban con Sion, y lo aplastaban con fuerza voluminosa. ¡Esta vez sí que lo movió más de un metro!


[1] HyakuRyu, en japonés.


Editado por -Felipe-, 07 mayo 2018 - 23:20 .

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#622 Cannabis Saint

Cannabis Saint

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Publicado 12 mayo 2018 - 22:45

Muy bueno! Saludos

#623 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 18 mayo 2018 - 22:20

Gracias!

 

 

 

SHAINA III

 

23:15 hrs. 16 de junio de 2014.

El Santuario retumbaba una y otra vez con violentas explosiones que venían de todos lados. Shaina sintió el Cosmos de Muu muchas veces en Aries, antes de subir por la Eclíptica a una gran velocidad. En su Templo quedaron dos guerreros, uno de los cuales era obviamente el Sumo Sacerdote Libra, mientras el otro era un misterio terrible, y las explosiones que se generaban por sus choques lanzaron piedras incluso a sus pies. También hubo unos cruces de Cosmos en lo alto de la montaña y en el Templo de la Doncella. ¿Qué más?

Ah, sí. Seiya estuvo en el Santuario horas atrás. Ya no. Eso era afortunado, o ella misma habría tenido que expulsarlo para cumplir las órdenes de Atenea. Así que podía enfocarse completamente en la situación que tenía entre manos.

El Santo de Cruz del Sur que reemplazaba al experimentado y extrañado Georg se llamaba Kazuma. Pero era mexicano. Como Dío. Ninguno de sus nombres sonaba mexicano, pero su acento era marcadísimo, muy similar entre ellos; así que cuando el nuevo Santo de Plata apareció, con todo ese aire de macho que lo caracterizaba, recordó a aquel que había sido resucitado como Espectro, y a quien Shaina había devuelto al infierno hacía algunas horas. En pocas palabras, si a Kazuma se le hubiese ocurrido llamarle Shainita, le hubiera golpeado la nuca.

Pero, en cierta forma, se alegraba de no haberlo hecho, porque eso le habría bajado mucho el ego, y el Santo de Cruz del Sur luchaba de forma admirable. Utilizaba el fuego con maestría, era uno de esos guerreros que golpeaban el aire con tanto brío y energía que generaba chispas, las cuales encendía con su Cosmos para crear grandes y brillantes llamas rojas.

—¡Imposible! —gritó Úrsula, que con su Crisantemo Doloroso creaba masas de agua con un sinfín de formas que Shaina no se molestó en entender, las cuales fueron completamente evaporadas por el fuego de Kazuma, que danzaba a su alrededor cual serpiente ardiente—. ¿Cómo puede ser que mi ataque no apague su fuego?

—¡Y mis murciélagos están ardiendo! —secundó Reybould de Upyr, quien no cesaba de enviar criaturas de Cosmos hacia el enemigo, y que se extinguían apenas se acercaban a medio metro de Crux.

—Me apena mucho tener que hacerles esto… ¿tus mascotas tienen nombre?

Ante la estupidez que Kazuma acababa de decir, Shaina sonrió, y con muchas dificultades logró ponerse de pie de nuevo. Contempló el mundo a su alrededor, notó que los otros Santos y soldados también se habían animado con este nuevo guerrero en el campo de batalla y luchaban con más energías, con más ánimo y mejor uso del Cosmos y sus habilidades. Tanto, que Ichi derrotó a cinco Esqueletos en un abrir y cerrar de ojos, y ahora bailaba con un intrigante, pero desagradable meneo. Unicornio y Osa Mayor hicieron lo propio, así como Holokai de Telescopio y su única amiga, Yuli de Sextante, que luchaban cerca de la Armería, ambos con golpes a larga distancia muy certeros, que les convertía en excelentes asistentes.

Una treintena de Esqueletos rodeó a Shaina y un cuarteto de soldados rasos que habían acudido raudos a asistirla. Dos de sus hombres murieron en el posterior enfrentamiento, otro quedó gravemente herido, pero siguió luchando, y el último, un cadete que todavía ni tenía barba, venció a cinco enemigos, mientras que Shaina se encargaba de otros veinte con ayuda de sus Truenos. Era increíble que un solo hombre, mientras fuera mínimamente capaz, pudiera cambiar tanto el curso de la batalla y los corazones de los soldados.

Sin embargo, no podía invertir la fuerza física de los peleadores, por más ánimo que les diera. Aunque el Cosmos fuera inmortal, el cuerpo tenía algunos límites, y cada cierto tiempo necesitaba descanso. Shaina tropezó cuando todavía la quedaban cinco enemigos, y el soldado que le quedaba perdió la lanza a manos del hacha de uno de los Esqueletos.

—M-maldición… necesito un minuto…

—Señorita Shaina, huya, yo los detendré —aseguró el cadete, con todo menos seguridad en la voz. Tenía una pésima postura marcial, pero su valentía y estupidez eran innegables.

—desgraciadoes miserables, vengan por mí, no se acerquen a él… —Shaina volvió a tropezar cuando trató de atacar de nuevo. ¿Acaso tanto cansancio era debido a esa sensación de antes? ¿El despertar de su verdadero Cosmos?

—¡Las Siete Estrellas del Norte[1]!

Una serie de siete pequeños meteoritos muy luminosos cayó alrededor de la Santo y el guardia, clavándose en los cinco enemigos que había a su alrededor. Los que recibieron dos golpes fueron fulminados inmediatamente, mientras que los otros tres, muy heridos, sucumbieron ante el Aullido de los Muertos de Nachi.

—Señorita Shaina, lo mejor será que descanse un momento —dijo la que había atacado, Frauke de Osa Menor, ayudándole a levantarse. Era una jovencita de rostro regordete y sonrisa fácil, generalmente afable, que ahora conservaba una expresión de extrema congoja ante una situación que nadie esperaba.

—Es cierto —secundó Nachi, asistiéndola también, y Shaina lo permitió, pues realmente no le quedaban fuerzas—. Me informaron que el señor Asterion expulsó a los enemigos cerca de la Fuente, y ya viene hacia acá, para reunirse con el señor… eh, el señor… ¿Crux?

—Se llama Kazuma, Lobo —le recordó Shaina, aunque lo cierto es que pocos conocían al último Santo de Plata. Lo reconfortante era que, con la pronta asistencia del Sabueso, el juego se pondría de su lado, porque ningún Espectro superaría a tres Santos de Plata. Y si aparecía Marin…

—Es como una película —dijo Frauke, mientras la arrastraba hasta el establo, ya hacía rato abandonado por los caballos, que galoparon con sus amos para ayudarlos en la batalla; Shaina podía ver varios jinetes enfrentando a los Esqueletos—. Esas en que los muertos se levantan y…

—¡Maldita sea, cuidado!

Un enemigo los sorprendió saltando desde el techo, con un enorme garrote en la mano que bajó con toda su violencia, pero afortunadamente fue perforado por el Zoom Flash del hawaiano Santo de Telescopio, desde lo alto de una torre de vigías donde se había apostado, para usar sus habilidades de francotirador. Era un Santo de Bronce muy útil, más allá de que siempre llegara con una nueva anécdota extraña al comedor, o una nueva versión de cómo se había quemado la cara, o…

“Vaya”, dijo Shaina, para sus adentros. Para su sorpresa, aunque en cualquier otra circunstancia diría que no se sabía ni sus nombres, lo cierto era que los conocía más que bien, a cada uno de sus Santos de Bronce. Eso significaba que Atenea había tenido razón al convertirla en la comandante, pero no dejaba de extrañarle que ella no se había dado cuenta hasta que los vio luchar.

Yuli, Seiya, Shun, Hyoga, Shiryu, Ikki, Jabu, Nachi, Ichi, June, Frauke, Holokai, Geki, Ban, Nam, Ían, Venator, Gliese, Higía, Kitalpha, Retsu… sabía sobre todos los Santos de Bronce, al menos, un poco. A diferencia, claro, del hombre que usaba el fuego como un cuchillo de cocina, y la lengua como el peor poeta del mundo.

 

—No me gusta lastimar mujeres, pero si es mi trabajo, no lo evitaré —aseguró Kazuma, acercándose a saltos, sobre los Esqueletos, hacia Úrsula, que lo enfrentaba con inmensas masas de agua con forma de ballenas.

—¿P-por qué no sirve? Es ridículo, somos Estrellas Terrestres, ¡solo los Santos de Oro deberían ser un desafío para nosotros!

El Santo de Cruz del Sur frenó frente a Úrsula, que detuvo su ataque, presa del temor, con una expresión que Shaina había visto muchísimas veces. En tanto, el otro Espectro, Reybould, estaba distraído con los constantes ataques de Ban, Jabu, June, Ían y Nam, que no habían abandonado la lucha. La Espectro de Ceto estaba sola.

—Creo que tienen mal hecha la escala, ustedes los Espectros. Para vencer a un Santo de Plata, ¡necesitan esto! —dijo Kazuma, apuntándose al pecho hinchado de orgullo por alguna tonta razón.

—También necesitan un cerebro. —Sorpresivamente, Úrsula cerró los brazos y dos enormes masas de agua como martillos se cerraron entre sí con Kazuma en el centro, que comenzó a flotar al interior, dolorido y confundido por la trampa—. Por eso dije que los Santos no merecían siquiera que les dirigiéramos la palabra, cometí un error. Al interior de esta prisión, solo serás otra pobre alma en desgracia.

Shaina pudo ver cómo burbujeaba el agua de la improvisada prisión, para el asombro de Úrsula. ¡Bullía con el increíble calor cósmico de su interior, digno de los Santos de Plata! Como el de Dío, de Algheti, de Sirius, de Al-Marsik…

—¡No puede ser! El mar se está evaporando…

—¿Mar? —preguntó con sorna Kazuma, tras separar las dos masas de agua de su cuerpo—. Esto no es mar, le falta corazón para eso. En cambio, mi Flama Forajida[2] sí tiene bien claro de dónde nace la fuerza.

Luego, clavó un potente puñetazo en el estómago de Úrsula, y Shaina tardó en notar que había fuego en la mano derecha, pegada a la Surplice de Ceto. Como una cerilla que transmite fuego a una gran planta, con el contacto del puño en su cuerpo, Úrsula se bañó en intensas llamas rojas que pronto la convirtieron en una humareda, tan rápido que apenas debió sentir dolor.

El Santo de Cruz del Sur puso las manos sobre las rodillas, resopló varias veces y se rio como un idiota contento, después de un largo silbido:

—Fiuuu, ja, ja, ja, ay mamá, qué difícil es la guerra en serio, ja, ja.

 

El humo de las tumbas quemadas de los Santos aún no desaparecía; podía respirarse bien, pero los combatientes lejanos apenas se distinguían como siluetas algo borrosas. Una de ellas era rodeada por las figuras negras de decenas de mamíferos voladores, que habían dejado a los Santos de Bronce heridos en el suelo, retrasados por cientos de encapuchados muertos y Esqueletos, que no dejaban de aparecer. ¿De qué diablos se trataban esas cosas? ¿Eran acaso almas humanas que Hades utilizaba para sus propios fines, como carne de cañón?

Yuli y Holokai dispararon contra la mayoría de los murciélagos de Reybould, pero su precisión disminuía con el tiempo, y cada vez estaban más ocupados con otros enemigos o aliados que defender.

—Tonta Úrsula, ¿cómo se le ocurre perder con un solo enemigo? —Upyr se acercó hacia Shaina, mientras Kazuma retrocedía hasta que estuvo entremedio—. No lo intentes de nuevo, esta vez simplemente haré que cada uno de mis murciélagos se muevan por separado, actuarán como verdaderos vampiros, y no podrás quemarlos a todos. Miren, si me dejan llegar hasta la Eclíptica, hasta dejo vivo a uno de ustedes.

—Con la técnica de esta armadura, el Destello Espiritual —Kazuma conjuró una gran esfera de fuego en lo alto de su brazo alzado hacia arriba, pero estaba ya bastante cansado como para que la pudiera mantener mucho tiempo encima— acabaré con las moscas esas de una sola vez.

—No, no lo harás. — Reybould pronunció solo cuatro palabras y durante ellas miles de nuevos murciélagos aparecieron, la forma máxima de su Cría Asesina—. No con tantos.

—Lupus, Ursa Minor, retírense, la explosión será demasiado como para que los Santos de Bronce la aguanten —ordenó Shaina, poco convencida de su propia sobrevivencia. Podía decirle a Kazuma que no utilizara la técnica monstruosa esa que a Georg tanto le gustaba, porque la explosión contra tantos murciélagos sería terrible, pero es que tampoco tenían muchas opciones en ese momento, y Reybould de Upyr era la única amenaza real que quedaba.

—Lo siento, pero no podemos hacerlo, señorita Shaina, nuestro rol es seguir luchando hasta el final —dijo Frauke, encendiendo su Cosmos, moviendo las manos para convocar la fuerza de las siete estrellas—. Polaris siempre brilla en el norte.

—Aunque huyamos nos encontraremos con otro enemigo después —dijo a su vez Nachi, pequeño, pero valiente y estúpido, como todos en su camada japonesa de Bronce que tan bien había resultado—. Mi deber, de todos modos, es proteger las escaleras que llevan a la señorita Saori. Así que no moriré aquí.

Y Shaina no quiso discutir más. No por falta de energías, sino porque, ya había cumplido con el protocolo de ordenarle a los subalternos que se largaran, pero sabía perfectamente que nunca lo harían.

—Vuelen, mis crías, y destruyan todo —indicó Reybould, y con un suave gesto de la mano, sus monstruosidades de Cosmos volaron en todas direcciones, pequeñas, casi invisibles e imperceptibles por los Santos. ¡Los atacarían por todos lados!

—¡Shaina! —oyó exclamar a Yuli, que hizo todo lo posible por destruir los murciélagos con su Ojo de Spindle desde lejos, sin demasiado éxito—. ¡Maldita sea!

Kazuma, Nachi y Frauke atacaron con todo lo que pudieron, brillando en sus Mantos plateados, celestes y rosas, respectivamente, tratando de protegerla, pues era el último bastión antes del camino que llevaba a la Eclíptica, que seguía retumbando. Esos malditos murciélagos esquivaban los ataques como si de verdad fueran…

«Claro». Shaina se levantó de un salto, a pesar del dolor muscular infernal que sintió, encendió el poco Cosmos que tenía a disposición y convocó el Fragor de Aslepios con un agresivo movimiento de brazos.

La onda magnética golpeó también a sus compañeros, incluyendo al guardia tan bravo que todavía no se movía de su lado, pero el objetivo, evidentemente, era otro. De manera esférica y exponencial, el Fragor creció hasta que tocó a los animales. Sobre sus cabezas se hallaba ahora una nube de criaturas deseosas de sangre.

—¿Q-qué? —masculló el Espectro, ante los murciélagos paralizados, tratando de reactivarlos con bruscos movimientos de los brazos. Sonrió cuando se dio cuenta de las circunstancias—. Ja, ja, solo será momentáneo.

—Será suficiente —sentenció Shaina, llena de fe. Justo en ese momento sintió Cosmos aliados acercándose a toda velocidad, haciéndose paso entre filas de guardias y Esqueletos, y pronto comprendió que se convertiría en una hipócrita. Aunque la verdad era que no esperaba que ellos, de entre todos, apareciesen.

La Cadena Nebular relampagueó como una tormenta, dio miles de vueltas por segundo, acabando con cada uno de los murciélagos de Reybould, que no alcanzaba a comprender nada. Cuando trató de convocar más, descubrió que sus brazos estaban totalmente congelados.

Kazuma se adelantó como un bólido, y lanzó su Destello Espiritual sobre Upyr con todas sus fuerzas, tras haberlo aguantado más de lo que Shaina habría podido en las condiciones en que estaba. Con un grito afligido, Reybould cayó también a manos de los Santos, y con aquello la situación al fin se calmó en la periferia del Santuario, al menos de momento. Los Esqueletos y muertos comenzaron a desvanecerse.

El Santo de Cruz, muerto de la risa, cayó de espaldas sobre una columna que, de suerte, le sirvió de almohada.

 

—¡Señorita Shaina! —Shun fue el primero en llegar a su lado, arrodillándose para ayudarle a levantarse, lo que ella rechazó, con notoria suavidad—. S-se…

—¿Qué hacen aquí?

—De verdad los Espectros llegaron hasta aquí —dijo Hyoga, que cargaba una extraña vaina amarrada en el pecho, lucía como un espadón enfundado—. Y aquel humo desde el este… ¿quemaron las tumbas?

—Pregunté qué hacen aquí, Hyoga. —Shaina se puso de pie y los miró con la hipocresía en la cara, en lugar de la clemencia, estaba al tanto de ello—. ¿No recibieron las órdenes de Atenea? Se les prohibió volver al Santuario.

—Sí, sí, ¿crees que nos importa? —espetó el Cisne, siempre altanero y lleno de orgullo—. Nuestro lugar está con ella.

—Tranquilo, Hyoga… entendemos a la señorita Saori, no quiere que suframos más, pero… —Shun tenía una mirada profunda y dulce, pero también llena de dolor, como si algo terrible le hubiera ocurrido antes de venir—. Lo siento, señorita Shaina, no podemos abandonarla. Tenemos que subir.

—El lugar de los Santos de Bronce y Plata está fuera de los Doce Templos…

Síp, así es, exactamente —dijo Kazuma con la mano levantada, aún tirado en el suelo, con los ojos cerrados y la sonrisa en la cara. Shun y Hyoga no lucían como personas que supieran quién diablos era él.

—¡Pero señorita Sh…! —Shun estuvo a punto de protestar, pero el Unicornio lo detuvo con una mano en el hombro. Detrás de ella estaba la amiguita que le hizo ojitos durante todo el viaje a las islas Egeas—. Jabu… ¡June!

—Shun, ella tiene razón. Nuestro lugar es aquí, no querrás faltarle el respeto a Atenea, ¿verdad? —dijo June, muy malherida, apenas podía mantenerse en pie, pero con la voz firme de siempre.

—Así es, si la señorita Saori dice… ¡maldito seas, ganso, vuelve aquí!

—No estoy para bromas ni perder el tiempo, Jabu —sentenció Hyoga, que ya se alejaba hacia los Doce Templos, cargando esa extraña espada en la funda azul. A Shaina le pareció que brillaba cada vez más.

—¡Hyoga! ¿Qué es eso de ahí?

—Ah, una llave para levantar un barco —explicó el aludido, como si nada—, por eso necesito que Atenea me diga dónde está, y aprovecho de matar a los traidores que subieron a…

—¿El Navío de la Esperanza?

Y con esas simples palabras, Hyoga se detuvo. En su rostro se notaba que no esperaba que alguien supiera de qué demonios hablaba, pero ella había leído todos los libros y notas del alcaide de Cabo Sunión, su maestro Al-Marsik, incluyendo sobre la totalidad de la flota del Santuario. En especial, sobre el más grande barco que tenían.

—¿C-cómo sabes…?

—Atenea me eligió comandante por varias razones, Cisne. Y soy tu superiora, así que ten más respeto a la próxima —exigió Shaina, acercándose a él, con la pierna coja y el pelo quemado, pero intentando verse lo más digna posible—. Ella misma me habló sobre tu misión, solo que recién ahora ato cabos. Es la famosa llave, ¿verdad?

—Sí. La espada Balmung.

—Hyoga, no entiendo nada —intervino Shun, que no parecía suficientemente intruso como para preguntar antes. No como ella, que fue la que explicó:

—El Navío es el arma que esperaba revivir Atenea para adentrarnos en terreno de Hades, aunque él nos atacó primero, esta vez… así que también hice mi tarea. El Navío de la Esperanza está bajo el Cabo de Sunión, petrificado en la piedra que está conectada a lo que fue el Sustento Principal. Ahora que éste fue destruido, no será tan difícil sacarlo de ahí. —Se le ocurrió la forma perfecta de parar a Hyoga, que era apelar a su razón, y todo nacía de ese choque de poderes tan destructivo en el Templo del Carnero—. Imagino que lo sientes: no podrás pasar por Aries.

—…Bien —cortó Hyoga, cambiando de dirección, esta vez caminando hacia el Mediterráneo, haciendo teatro como siempre.

—Qué carácter —dijeron Kazuma e Ichi ¡a la vez! Lo que le faltaba…

—Espera, nosotros también vamos para allá —le detuvo Shaina, que se ubicó entre medio de sus hombres y mujeres, para darles las nuevas instrucciones—. Los Cosmos de los Santos que luchaban en la Fuente se movieron al Mediterráneo, e imagino que escuchan las explosiones y saben que nuestra batalla está lejos de acabar. Yo, por ejemplo, capto perfectamente ahora a Asterion debilitándose más y más… ¡Shun, Hyoga! Ustedes irán por el barco, lo necesitaremos cuando la invasión a los Doce Templos termine, y les aseguro que terminará. June, Jabu, vayan con ellos.

—¿Y los demás? —inquirió Geki.

—Vendrán conmigo, con excepción de Holokai y Yuli, que quedará a cargo, protegiendo este sitio. Los soldados rasos también se apostarán aquí.

—Como digas, cuidaremos estas escaleras con nuestras vidas, Shaina —dijo la Santo de Sextante, generalmente pegada a sus libros, pero esta vez, determinada en su misión, tal como los demás. El otro francotirador también asintió.

—Descansen este rato, porque esto no está cerca de terminar. Los demás, ¡andando! —ordenó Ofiuco, antes de irse a un rincón a arreglarse los huesos que tenía mal puestos por culpa de Algheti. Ya era hora.


[1] Nördliche Sieben Sterne, en alemán.

[2] Flame Desperado, en inglés.


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#624 Cannabis Saint

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Publicado 20 mayo 2018 - 09:28

Muy buen capítulo aunque no lo sentí tan emocionante! Gran adición la del santo de Cruz, jaja a esperar los próximos capítulos, ahora si se ve que la segunda parte será muy diferente de la saga interno, me agrada! Asi si que no se que pasara! Muy emocionante

#625 Presstor

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Publicado 26 mayo 2018 - 12:34

hola,aprovecho que tengo un rato para escribir sobre estos capis, en general la trama va avanzando bastante bien

aunque y al tomarte ciertas licencias no se con exactitud que va a pasar

pero voy por partes...

 

me hizo gracia imaginarme a al maestro yoda...quiero decir dokho….haciendo malabares y saltos imposibles

 

 

pero creo que los mas interesante es lo de hyoga,hasta ahora y el papel de la espada balmug 

aunque no estoy seguro del fansservice con los guerreros de asgard

aunque imaginarme a hilda en plan valquiria me gusto

 

y este ultimo...ya finalizando la batalla del santuario....en eso debo no quede del todo satisfecho...

en esas creo que los espectros debieron haber sido mucho mas fuertes....

habiendo puesto en mas apuros a shaina y compañía....y ahi llegando los dos legendarios salvando

los muebles de la mejor manera  vistosa  de cada uno 

 

quizás sea fans service,,,pero ese es un tipo de fansservice que normalmente suelo apoyar con violencia XD

asi desde el punto de vista de shaina los fuertes que son aunque sus armaduras sean de bronce....

 

intersante lo del navio,y ver como se desarrolla

bueno un saludo.sigue asi y hasta otra...



#626 -Felipe-

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Publicado 26 mayo 2018 - 18:32

Muy buen capítulo aunque no lo sentí tan emocionante! Gran adición la del santo de Cruz, jaja a esperar los próximos capítulos, ahora si se ve que la segunda parte será muy diferente de la saga interno, me agrada! Asi si que no se que pasara! Muy emocionante

El buen Kazuma, espera ver más de él en próximos capítulos!

Síp, la saga Inferno sí que será diferente. En Santuario preferí mantener varios aspectos.

 

Muchas gracias por comentar!! :D

 

 

hola,aprovecho que tengo un rato para escribir sobre estos capis, en general la trama va avanzando bastante bien

aunque y al tomarte ciertas licencias no se con exactitud que va a pasar

pero voy por partes...

 

me hizo gracia imaginarme a al maestro yoda...quiero decir dokho….haciendo malabares y saltos imposibles

 

 

pero creo que los mas interesante es lo de hyoga,hasta ahora y el papel de la espada balmug 

aunque no estoy seguro del fansservice con los guerreros de asgard

aunque imaginarme a hilda en plan valquiria me gusto

 

y este ultimo...ya finalizando la batalla del santuario....en eso debo no quede del todo satisfecho...

en esas creo que los espectros debieron haber sido mucho mas fuertes....

habiendo puesto en mas apuros a shaina y compañía....y ahi llegando los dos legendarios salvando

los muebles de la mejor manera  vistosa  de cada uno 

 

quizás sea fans service,,,pero ese es un tipo de fansservice que normalmente suelo apoyar con violencia XD

asi desde el punto de vista de shaina los fuertes que son aunque sus armaduras sean de bronce....

 

intersante lo del navio,y ver como se desarrolla

bueno un saludo.sigue asi y hasta otra...

Hola Presstor, veo que andas ocupado. A diferencia de Dohko, que tien tiempo para todo.

Lo de los guerreros de Asgard... no sé si es fanservice. Yo los veo como cameo. Ni siquiera sé si seguirán saliendo xD

 

Sobre lo otro, los Espectros que aparecieron son solo Espectros terrenales. Con algunas excepciones, durante este arco solo saldrán Espectros terrenales, los que un par de Santos de Plata y fuertes y valientes de Bronce en conjunto sí pueden enfrentar. Quise darles batallas a ellos también, porque si hacía que solo lo vencieran Hyoga o Shun, que ya tienen y tendrán muchas más batallas, se me hacía un poco injusto. Por eso, en este capítulo, es Kazuma el que salva el día. Shaina ya ha visto suficiente al pato y Andrómeda como para andarse sorprendiendo a estas alturas xD

 

...Aunque debo decir que en el borrador, sí era Hyoga el que vencía a Reybould (a Úrsula siempre fue Kazuma su asesino). Hyoga aparecía mucho antes, y Shun era el que llegaba tarde. De hecho fue un cambio de última hora, porque quise mostrar el poder de los Santos de Plata, y como Shaina ya estaba muy débil... Así que, honestamente, entiendo perfectamente tu punto jaja

 

Saludos, viejo! :D

 

 

El capítulo que traigo hoy es... largo. Bastante largo, pero importante. Les traigo la segunda parte del famoso Dohko vs Sion, protagonizado en este caso por Shiryu de Dragón.

 

 

SHIRYU II

 

23:15 hrs. 16 de junio de 2014.

Los Cien Dragones. Qué técnica más espeluznante, causó una destrucción tal como Shiryu no hubiera esperado de una técnica del LuShanRyu, o no de las que ya conocía. Ni el Dragón Ascendente, ni el Dragón Volador, solo quizás el Dragón Celestial… Cuando aprendió esa última técnica, que el viejo maestro le pidió sellar para siempre, se enteró de que había una quinta técnica, reposando en el Monte del Balance, pues cinco montañas se hallaban en tierra de LuShan. Proveía al aprendiz de conocimientos avanzados para un Taonia, por lo que Shiryu no podía aprenderlo, y como la técnica más poderosa, el Dragón Celestial, había sido sellado, solo pudo quedarse con las otras tres: el talento de la espada, el talento del inmortal y el talento de las flores.

La primera tenía el punto débil de hacer hervir la sangre al revés, por lo que Shiryu no pudo realizar la técnica muchas veces, al principio, sin quedar agotadísimo; la segunda otorgaba fuerza, pero también descontrol, necesitó mucho tiempo para dominar el fuego a su alrededor; y la tercera era una defensa, la cual no servía si se estaba demasiado débil… en el caso del talento del cielo, era una técnica suicida, de la que Shiryu solo se salvó por el sacrificio de Shura, que no permitió que el dios de los dragones se lo llevara al paraíso.

¿Pero qué ocurría con esta? El “talento del sabio”, le llamó Dohko, temible como ninguna, un centenar de dragones devorando el suelo, las columnas, el viento y la sangre, junto con el Muro de Cristal de Sion que, además, no parecía tener un punto débil o un efecto de retroceso. La enseñanza básica era que cualquier técnica tan fuerte o compleja, incluso entre los Santos de Oro, requería el pago de un precio…

El Sumo Sacerdote, sin embargo, había usado su Cosmos de manera explosiva, liberando Cien Dragones de absoluto esplendor, rauda fiereza y terrible potencia, sin ningún efecto negativo dañino. Y de Sion no quedaba ni rastro, había sido enterrado bajo los escombros del patio central del Templo…

—S-Shiryu… —dijo el viejo Santo, jadeando repetidamente, con una rodilla en el suelo y el rostro cubierto por sudor—. S-S-Shiryu…

—¡Maestro! —Shiryu corrió hacia él y lo ayudó a levantarse, pero Libra trataba de apartarlo con la mano con débil impaciencia—. Maestro, ¿qué ocurre? Debemos irnos, Atenea nos está…

—V-vete de aquí, Shiryu. O Sion… t-te matará también…

—¿Qué dice? Pero si ese hombre está… ¡no puede ser!

Shiryu no podía creerlo, pero el maestro de Muu, el hombre que lo convirtió en quien era, el líder del Santuario por dos siglos salía de entre el humo generado por el ataque de Dohko, caminando con absoluta calma, intactos su cuerpo y la Surplice de Aries, sonriendo como el ser más orgulloso de la Tierra… No había arrogancia en su mirada, sino plena confianza en ser superior, y Shiryu y Dohko no podían negar esa verdad. A su alrededor brillaba una tela de luz, tenue y delgada, como si estuviera casi pegada a su cuerpo, delineando su silueta en resplandor púrpura.

—¡No puedo creerlo! ¿Cómo pudo sobrevivir ante el ataque de Cien Dragones de mi maestro?

—No lo esperaba… pero parece que de verdad estoy viejo, je, je —dijo Dohko antes de caer de rodillas de nuevo, agotadísimo. Shiryu intentó ayudarlo, pero desistió al saber que no podía perder de vista al enemigo en ningún momento.

—Me das una decepción tras otra, anciano. Destruiste ese fino Muro de Cristal, e imaginé que sería una técnica tan poderosa que requerí conjurar el Vestido de Cristal[1] para minimizar los daños… y no pudiste siquiera hacerla tambalear. —Sion separó los brazos y los alzó, mostrando los detalles de aquel velo semi-transparente, intacto, en perfectas condiciones—. No pudiste con mi segunda barrera, Dohko, lo que quiere decir que ni siquiera fue necesario crear el Vestido de Cristal.

—Sí, no hay duda de que tienes la fuerza que acumulaste durante todos estos años, Sion… ¡pero viví más que suficiente, no como mi discípulo!

—¿Quieres que lo deje ir? Hm, no creo que quiera.

—Shiryu, vete de aquí, es una orden —dictó Dohko, pero Sion tenía razón. No abandonaría el lado de su maestro.

—Jamás. Estoy preparado para mi muerte desde que obtuve mi armadura. ¡No nos vencerá si luchamos juntos, maestro!

—Pfff, ja, ja, ¿no ves, Dohko? Es terco como lo eras tú —se burló Sion, que de pronto tomó una desconocida postura de combate mientras su Cosmos ardía a su alrededor, brillante como amatistas—. Y si bien fue conmovedor, la verdad es que no puedo retrasar más mi misión, una vida eterna me espera.

Levantó el brazo derecho hasta que quedó perpendicular a su cuerpo. Colocó extendidos y juntos el dedo índice, corazón y anular, mientras separaba el meñique y el pulgar. Dobló el brazo izquierdo hacia sí, apoyando la mano abierta en su pecho con la palma hacia abajo. Las piernas se mantuvieron pegadas, rectas y firmes, como si nada pudiera moverlo.

—¡Shiryu, largo de aquí, ahora! —alertó el viejo maestro, casi al borde de la desesperación. El Santo de Dragón no podía sentir el Cosmos de Sion. ¿Acaso era tan peligrosa su técnica? ¿No podían simplemente esquivarla?

—Dohko, sabes muy bien que nadie escapa al torbellino de polvo estelar.

—¡HUYE, SHIRYU!

—Lo que reconstruye las armaduras, también puede destruirlo todo. ¡Con esta Revolución de Polvo Estelar[2] acabaré con ustedes!

Un anillo de luz se materializó alrededor de la muñeca derecha de Sion, que realizó un movimiento veloz hacia adelante, y ocurrió algo que Shiryu apenas pudo percibir con los ojos, pero, aun así, le resultó temible: el anillo se extendió hacia afuera, y de su centro comenzó a surgir una ráfaga impresionante de cientos de meteoritos, estrellas oscuras girando a máxima velocidad, descontroladas y potentes, volando por todas partes, generando sonidos como explosiones repetidamente, una y otra vez.

De pronto, todas las estrellas se dirigieron hacia ellos a una velocidad a la que Shiryu, de ninguna manera, podría reaccionar. Dohko sí lo hizo, y lo arrojó hacia atrás con el brazo de su Gigante Ancestral, mientras él intentaba contener el poder de aquella técnica tan devastadora… Y falló.

La Revolución de Polvo Estelar lo agarró entre cien meteoritos, lo hicieron girar miles de veces por segundo mientras lo arrojaban hacia arriba ante la atónica mirada de su discípulo. Sus ropas se estaban desgarrando, las estrellas se tornaron rojas por su sangre, Dohko permanecía gritando detrás de una cortina de polvo estelar. Shiryu, en medio de unos pilares derruidos, varios metros atrás, intentó levantarse para poder socorrerlo, pero sus piernas no reaccionaron… ¡no por cansancio!

«Tengo miedo… no puede ser, ¡tengo miedo!». El poder de Sion era temible, mucho peor que los Cien Dragones que había visto, superior a cualquier cosa no divina que hubiera enfrentado.

 

El Sumo Sacerdote se estampó contra el suelo, con la túnica de arriba rota, al igual que los zapatos, y cubierto por sudor y su propia sangre carmesí. Incluso había perdido algunos cabellos de la barba y la trenza, que ahora volaban entre medio de las estrellas giratorias que empezaban a perderse en el cielo. Estaba inmóvil, y Shiryu notó con un pavor indescriptible como sus arrugados dedos se habían vuelto casi de hueso… ¡eso lo motivó a correr por él!

—¡No, maestrooo!

—Qué estorbo eres, mocoso.

Lo próximo que Shiryu supo es que estaba estampado contra el frontis del Templo del Carnero, junto al bastón Taonia que su maestro había cargado, y mientras la Caja de Pandora de Dragón había ido a parar al otro lado del patio. Sus labios sabían a sangre, le dolía un montón el estómago y se le dificultaba hasta abrir los ojos.

Pero eso no lo había detenido antes, y tampoco lo haría el miedo.

—Qué molesto, pensé que con una Revolución al veinte por ciento acabaría con este vejestorio, pero veo que me equivoqué en los cálculos —dijo Sion, levantando de la desgarrada camisa a su viejo compañero de batallas como si fuera un muñeco de trapo, sin ningún tipo de respeto u honor—. Imagino que no podrás defenderte de un golpe fatal en la nuca, ¿verdad?

—¡Despierta, Draco!

Al llamado de Shiryu, que saltó con todas sus fuerzas cubierto por fuego verde, el Manto Sagrado de Dragón salió de la caja y cubrió su cuerpo, a pesar de sus propias y cuantiosas heridas de batalla. Con el Dragón Volador intentó arrasar con Sion, pero éste simplemente desapareció de su vista antes de que lo tocara, soltando a Dohko en la dura y fría piedra. No había sido rapidez, fue como si Sion nunca hubiese estado allí. ¿Acaso eso era la teletransportación?

El ex Santo de Aries apareció a un par de metros a la derecha, alto y soberbio, con ojos como pétalos de rosa, elegantes y bellos, pero con espinas peligrosas. Riendo, se encogió de hombros como quien no creyera que Shiryu fuera más una amenaza que una mosca en el hombro.

—Mocoso torpe, no me interesas, vete de aquí, que no tengo asuntos contigo. ¿Tan tontos son los Santos ahora?

—Búrlate de mí todo lo que quieras —dijo Shiryu, poniéndose en guardia a pesar del evidente temblor en sus piernas—, pero no permitiré que lastimes más a mi preciado maestro.

—¿Y qué podrías hacer tú? Mira ese Manto, hasta un estropajo es más digno. ¿Acaso es de Bronce? —Ante sus propias palabras, el Espectro soltó una risita corta, hiriente, petulante. No se parecía en nada al noble Muu, ni al hombre del que había escuchado tantas cosas buenas desde su niñez, el guerrero digno que había luchado por la humanidad y Atenea, y se había puesto al frente del Santuario—. No me digas que eres un Santo de Bronce… ¿Acaso estás ciego que no ves a quién enfrentas?

—No me importa lo que digas, ¡te venceré!

Shiryu brincó con el poder del Dragón Volador nuevamente. Sion lo esquivó con inaudita facilidad, pero el Dragón se estampó contra una columna, tomó impulso y volvió a atacar, y repitió el proceso una y otra vez mientras Aries lo esquivaba con uno o dos pasos a un lado, ganando cada vez mayor velocidad.

—Vaya que eres molesto… —Sion le propinó un fuerte puñetazo en la cara a Shiryu, que se tambaleó, pero no perdió de vista el objetivo, ni tampoco el impulso que había ganado.

Diez veces. Cien veces. Quinientas veces brincó, tantas que Shiryu ni siquiera lo intentaba, era llevado por sus impulsos, utilizando violentamente la fuerza de su Cosmos para intentar conectar un golpe en Sion. Éste se teletransportó detrás de su oponente cuando perdió una pizca milimétrica de potencia, y casi le rompe la espalda de no ser por el fuego que había encendido a su alrededor.

No se rindió. Shiryu retomó un nuevo asalto, repartiendo golpes y patadas que Sion evitaba con simpleza, con una sonrisa en el rostro, con un brillo aterrador en la mirada, como si le pareciese divertido lo que ocurría. ¿Cómo pudo ser ese el mismo hombre que estuvo a la cabeza del ejército ateniense por tanto tiempo? ¿Cómo podría un guerrero así vender su alma a Hades por un poco más de vida? ¿Tan temible era el otro mundo?

Shiryu trastabilló y Sion volvió a aparecerse detrás de él, desconociendo que su movimiento había sido a propósito. Convocó el Dragón Eterno para protegerse del terrible golpe del Espectro, que realizó con un solo dedo y que casi le quiebra el escudo en pedazos, pero consiguió resistir el impacto. Por una fracción de segundo, Shiryu consiguió su oportunidad.

—Recibe esto y muere, ¡el Dragón Ascendente!

Sintió en sus nudillos la mandíbula de Aries, que se elevó por los aires llevado por un torbellino de jade, con el que a tantos enemigos había derrotado. Sin embargo, tuvo una sensación incómoda durante ese mismo instante, como si le hubieran robado algo de sí… como si le faltara algo…

Además, aunque conectó el golpe, no sentía que hubiera utilizado fuerza, como si hubiera apalizado una almohada, lo que se confirmó apenas un momento después, mientras Shiryu bajaba el puño pensando que lo había perdido. Sion de Aries habló desde el aire:

—Ja, ja, ya veo… la armadura de Dragón, ya recuerdo bien.

Shiryu se sintió atemorizado, un mal presentimiento se albergó en su corazón, como si supiera que algo había salido realmente mal. Saltó para volver a realizar su Dragón Ascendente, esta vez dispuesto a desatar toda su furia en el ataque, pero al elevar la mirada, encontró los ojos penetrantes de Sion hurgando en su alma, y una sonrisa altiva que destruía su espíritu de combate.

El Espectro de Aries se esfumó e instantáneamente apareció junto a Shiryu, en medio del aire, con las piernas separadas, el brazo izquierdo contra la cintura, el estómago firme y el puño derecho hacia atrás. La postura de su pesadilla.

Con la liberación del miedo hecho técnica, y los instintos a tope, Shiryu alcanzó a usar los brazos como coraza, pero recibió el impacto y giró miles de veces, perdiendo la noción de las direcciones, chorreando sangre y con la cabeza dándole vueltas, antes de aterrizar sobre las afiladas rocas de lo que antes había sido el exterior del Templo del Carnero, sufriendo dolor tanto en el cuerpo como en el espíritu.

—S-Shiryu… ¡Shiryu! —gritó su maestro, con la poca vida que le quedaba. Le escuchó arrastrándose hacia él, esforzando su cuerpo más de lo que podía.

En tanto, Shiryu no pudo hacer otra cosa más que golpear el suelo, presa de la frustración. Casi se larga a llorar.

—No puede ser… este tipo copió mi Dragón Ascendente apenas lo vio, tan solo un segundo antes… y fue mucho más potente que el mío, ¡maldita sea!

—Ja, ja, ja, ¿copiarte la técnica? —se mofó Sion otra vez. Hasta su risa carecía de malicia, era como si el universo fuera merecedor de su superioridad—. Los Santos de Bronce actuales son tan ególatras…

—N-no, Shiryu… no es así, no la copió… la-la verdad es que Sion conoce el Dragón Ascendente desde… d-desde mucho antes que tú…

—¿Qué dice? —preguntó Shiryu, impactado ante las palabras de su maestro, que perdió las fuerzas a dos metros de él, y no pudo acercarse más—. ¿Acaso usted le enseñó el…?

—N-no. Sion es… S-Sion es un descendiente del pueblo de Mu… p-posee un don que aparece entre ellos cada mil años… —Dohko de Libra tragó saliva y sangre ruidosamente, parecía a punto de desvanecerse, pero no detuvo su explicación—. Así como Muu, era el rep-reparador de armaduras… cof, cof, pero tenía la capacidad única de leer las m-memorias grabadas en ellas…

—¿Las memorias? No entiendo de qué habla, maestro, ¿cómo es eso de que puede leer las memorias de las armaduras?

—Los M-Mantos Sagrados son seres vivos, Shiryu, lo sabes muy bien… y cada vez que Sion toca una armadura puede acceder a sus recuerdos… C-como artesano del Santuario, guardó decenas de memorias en su mente, de las vivencias de todos los que portaron dichas armaduras, cof, cof, cof… Shiryu… Sion de Aries fue llamado el “Santo Perfecto”, p-porque accedió a las técnicas guardadas de las armaduras, no solo a las experiencias de s-sus portadores… ¡por eso no puedes luchar con él!

—¿¡Qué!? Imposible, ¿me está diciendo que aparte de sus propias técnicas, este tipo conoce…? —Shiryu no podía creerlo, no había conocido nunca a nadie así, y jamás pensó que lo haría—. ¡No puede ser!

—Así es, ochenta y ocho técnicas más, las que vienen guardadas en cada una de las armaduras, y que los Santos podemos aprender sin siquiera entrenamiento… En el caso de D-Draco… es el Dragón Ascendente…

—Ja, ja, ja, bien, eso es correcto, aunque nunca toqué el Manto de Fénix, así que sería más preciso decir que son ochenta y siete solamente —aclaró Sion, como si eso cambiara en algo la situación. Se irguió orgulloso sobre ellos, rodeado por un aura violeta que danzaba como la más viva flama—. Mocoso, desiste, porque mi paciencia contigo se acabó. Ya terminé de jugar.

Para sorpresa y horror de Shiryu, Sion levantó un dedo y una sustancia gaseosa brotó de él, seguida por otras, a la vez que el espacio se abría y dejaba un estrecho abismo negro a su alrededor, idéntico al truco que utilizaba DeathMask.

—S-son… im-imposible, las Ondas Infernales de Cáncer…

—Tengo muchísimos para acabar contigo, y este es solo uno de ellos, mocoso. —Sion cerró el portal oscuro que llevaba al Yomi, y luego brilló en su puño derecho el resplandor eléctrico del Rayo Relámpago de Leo. Seguidamente, el brillo se convirtió en una esfera electromagnética que se expandió a su alrededor, igual a como cuando Shaina invocaba su Fragor de Asclepios—. También puedo abrir un Agujero Negro que te haga girar hasta la muerte, o clavarte un sinfín de tortuosas Agujas Escarlata… Espero que entiendas que, con tu patético poder de Santo de Bronce, sin importar qué hayas hecho en el pasado, es imposible detenerme, pues he acumulado un conocimiento de dos cientos años. Y tú… ¡solo eres un niño!

Shiryu cayó de rodillas, que ya no pudieron sostenerlo más tiempo. El terror había anidado en su cerebro, sus pensamientos eran caóticos como nunca, los vellos de su piel se habían levantado, y hasta un par de cabellos cayeron sobre sus puños temblorosos, buscando cobijo en sus rodillas. ¿Qué clase de estúpido había sido?

—Shiryu, no… —musitó Dohko, con evidente lástima. Se lo había advertido desde el principio, pero nunca pensó que la diferencia sería tan amplia. Sion era un guerrero antiguo con experiencias impensables. Mientras que Shiryu era… era…

—¿Quieres morir o no, mocoso?

—No. —Shiryu era… terco. Y nunca, en toda su vida, se había rendido o había abandonado una batalla. ¿Cómo miraría a Shunrei a los ojos si huía o dejaba de luchar? ¿Cómo podría dirigirle la palabra a su venerado maestro? Aún había sangre en sus venas y aire en sus pulmones. ¡Aún había Cosmos en su corazón!

 

Lo hizo estallar con todas sus fuerzas, intentando conectarse con el universo a su alrededor, sintiéndose parte del todo, una partícula con el poder del Big Bang, un ente que dominaba al dragón. Tal como había hecho contra DeathMask de Cáncer, Shura de Capricornio y Krishna de Chrisaor. Los hombres pueden morir solo de una forma, y es contra su miedo.

Su armadura esmeralda comenzó a desbordar destellos dorados, su escudo se fortaleció a pesar de las heridas pasadas, su Cosmos despertó a la séptima consciencia y se tornó en una llama de oro.

—¡Shiryu, no lo intentes, por favor! —rogó su maestro, a quien jamás podría defraudar. Le demostraría que era un alumno digno que podía combatir y morir a su lado, hasta el último aliento.

El universo perdió velocidad mientras él saltaba con el brazo derecho en alto. En él albergaba el fuego antiguo de la espada de la piedra, la letal hoja sagrada que le legó el Santo de Capricornio: Excálibur. A medida que movía el hombro, el aire se iba cortando a su paso, rebanando el Cosmos del universo con un sable gigante.

Sion frunció el ceño y levantó también su brazo, que se rodeó de llamas negras a la misma velocidad en que Shiryu avanzaba, como si todo el mundo hubiera parado para atestiguar su enfrentamiento. Lo que el Dragón tenía en su brazo era el espíritu bravo de Shura, su ardiente sangre de soldado, mientras que Sion solo podría imitar un recuerdo en una armadura perdida.

“Oye, mocoso… ¿sabías que Shura revivió conmigo?”

Shiryu escuchó esas palabras en su mente, a sabiendas de que venían del ex Santo de Aries, pero no perdió el impulso, estaba más allá de ello. Si aquellas terribles palabras eran verdad o no, era algo en lo que pensaría después de cortar a Sion en dos partes por meterse con su maestro.

El choque de ambos brazos fue estruendoso y se mantuvo por dos o tres largos segundos, provocando un chispazo llameante como el del reflejo del sol en las hojas de dos espadas en duelo, incrementado varias veces. Shiryu cerró los ojos, pero no cesó en su avance. Luego, sintió un agonizante dolor en los músculos de su brazo, su extremidad comenzó a doblarse hacia atrás, y una explosión le siguió.

El Santo de Dragón cayó hacia atrás, dejando una estela de sangre que vomitó en el camino desde la boca. Para su creciente horror, aparte del dolor en la mano, se dio cuenta de que conservaba solo las hombreras encima, pues el dañado peto había sido partido en dos, y sus mitades ahora yacían a sus lados en el suelo, al igual que las de su yelmo. El resto de su armadura perdió el esmalte dorado… Sion se mantuvo intacto y soberbiamente erguido.

Había sido aplastantemente derrotado.

 

—¡Shiryu! —exclamó el Sumo Sacerdote, llegando al fin con él, dejando sangre de sus rodillas en el maltratado cemento.

—M-maestro… l-lo siento, n-no pude… no pude… —Shiryu sintió sus ojos humedecerse, se sentía como el más grande inútil de la historia.

—Tranquilo, está bien —le reconfortó inútilmente el anciano, fingiendo una sonrisa—. No era algo que alguien en este Santuario pudiese hacer, de todos modos.

—Dohko, les daré un minuto para despedirse —informó Sion, cuya aura se elevó un poco más hacia arriba, parecía haber terminado de jugar. Ni siquiera tenía una gota de sudor en la cara—. Aprovéchenlo bien, porque siendo una molestia que podría causarnos problemas, ya no puedo dejar con vida a tu alumno.

—Eres tan amable, Sion, siempre puede contarse contigo —se burló el anciano maestro, que jamás perdió su buen humor en su vida. Puso sus ojos verdes, llenos de simpatía y compasión, en los de Shiryu—. Mi tonto alumno, escúchame muy bien, intentaré darte otra oportunidad… por favor, vete de aquí apenas puedas —susurró.

Ante esas palabras, dignas de un padre, que repetía por última vez, Shiryu ya no pudo contener las lágrimas.

—No lo haré, nunca lo haré… Maestro, ¡yo soy un Santo de Atenea! Usted me educó para esto… no puedo huir, incluso si usted me lo ordena.

—¿Recuerdas lo que te dije? Los hombres somos egoístas y luchamos por el amor, mi hija te espera en China… no puedes dejarla, ¿entiendes?

—Mi cariño es tanto para ella como para usted, que es como mi padre —dijo Shiryu, al fin comprendiendo el motivo por el que un guerrero arriesga su vida en el campo de batalla—. Aunque muera, ella seguirá viviendo, pero no puedo dejar que el hombre que me crio simplemente muera por mí… n-no podría mirarla a los ojos… ¿Es eso el egoísmo del que hablaba, maestro? Si es así… soy un egoísta.

—Shiryu… —El Gran Maestro del LuShanRyu también derramó lágrimas, su labio inferior temblaba, pero su mirada se mantuvo firme—. Yo ya soy viejo…

—¡No me importa! De seguro Seiya y los demás también están luchando, usted está luchando, ¿cómo podría quedarme a vivir en paz mientras ustedes mueren? Mis compañeros, usted y Shunrei son todo para mí… ¡N-no voy a abandonar el combate, viejo maestro! N-no… no lo haré…

—Je… Je, je, je, vaya que eres testarudo, ¿eh? No usas la razón, solo piensas en los demás como un tonto… ese es tu mayor defecto, pero también tu mejor virtud. —El anciano posó su mano desgastada y herida en la de Shiryu, que sintió el calor de su Cosmos, los sentimientos que ambos compartían por su misión, la lucha por la paz y la justicia del mundo—. Debo decir que estoy muy orgulloso de haberte entrenado, y muy arrepentido también, Shiryu.

—¡No diga eso, maestro! —Shiryu no pudo decir nada más, siguió llorando. Escuchó brevemente la risita petulante de Sion, pero la de Dohko, cálida y divertida, la eliminó por completo del universo.

—Je, je, je, eres un estúpido. Está bien, querido Shiryu, tendré que disculparme con Atenea, entonces. ¿Seguro que quieres morir conmigo?

—Será un honor, maestro —dijo Shiryu, calmado súbitamente, sonriendo por primera vez desde que llegó a Atenas. No había nada de malo en morir con quien lo había convertido en lo que era, en demostrarle que estaba feliz de ser su alumno. ¡De ser el Dragón!

 

Y morirían dando todo de sí mismos, hasta su último aliento. Shiryu y Dohko se pusieron de pie y enfrentaron con la mirada a Sion, que golpeaba repetidamente el piso con su bota, brillando como gemas infernales.

—¿Terminaron ya de despedirse? Por ser ustedes, usaré la Revolución de Polvo Estelar para extinguir sus vidas, creo que se han ganado ese honor.

—¡Sion! ¿De verdad vas a atacar hasta la muerte? Piensa bien tu respuesta —dijo Dohko, lo que causó extrañeza incluso en Shiryu. ¿No era evidente ya?

—Sabes muy bien que esta vez sí —contestó el Espectro, tras pensarlo por un breve instante. ¿Acaso había algo más que Shiryu desconocía? ¿No había peleado con toda su fuerza antes?

—Puedo ver por tu postura que así es, esta vez atacarás a matar, sin un atisbo de duda. Pues ya hazlo. ¿Acaso nos tuviste lástima antes?

—¿A un vejestorio y a un mocoso de Bronce? —Sion convocó las estrellas a su alrededor, tan rápidamente que Shiryu no le vio formar la postura hasta que aquella técnica estuvo lista para ser disparada—. ¿Cómo no hacerlo? Pero ya se acabó.

Y las arrojó. La Revolución de Polvo Estelar fue mucho más destructiva que antes, los meteoritos se multiplicaron y elevaron su velocidad… Shiryu no pudo ver más a su alrededor que aquellas estrellas fugaces de polvo estelar girando. Lo que Muu usaba para reconstruir, Sion lo invocaba para destruir todo…

Sin embargo, tras unos segundos, todo lo que Shiryu supo es que su visión se cegó por un impresionante destello, sus oídos se taparon por un sonido metálico, y que, desde luego, seguía respirando. ¿Qué diablos había ocurrido?

 

A medida que la luz fue disipándose, el Santo de Dragón vio algo que le pareció fascinante, como un milagro. Escudos, cadenas, un yelmo, los báculos… una balanza dorada flotaba entre ellos y Sion, destellando como el sol, recibiendo la Revolución sin sufrir el menor daño. Sintió el mismo calor que cuando apareció en el fondo del mar, frente al dios Poseidón, o cuando sus doce armas deslumbraron en la destrucción de los siete pilares.

—¡Libra! —exclamó Shiryu como un niño pequeño—. El Manto de Oro de Libra nos ha salvado, ¡no puedo creerlo!

—¿Libra? —Al principio, Sion estaba tan anonadado como ellos, pero pronto se puso a burlar otra vez, en su manera tan digna y superior—. Pfff, ¿en serio? ¿Para qué demonios llamaste a esa cosa, Dohko? ¿Cuánto más quieres retrasar su muerte?

—¿Retrasar? ¿Eso crees, Sion? —Dohko se mantenía firme… su plan era muy claro, había depositado su confianza en su alumno.

—Por supuesto, y sabes muy bien que el destino de las estrellas es inevitable. ¿O qué haría Libra aquí? Por todos los dioses, ¡mírate! Ya eras bajo, pero ahora mides como medio metro; aunque las armaduras se adapten al cuerpo del portador, con ese cuerpo tan decrépito sería inútil, menos con una armadura tan pesada como esa. Ya entiende. Eres… ¡tan viejo! Jamás podrías usar su poder, es solo un pedazo de basura aquí, ni siquiera podrá defenderte de un ataque como los míos.

—Eso es porque es para mí —sentenció Shiryu, conocedor del plan… aunque, a decir verdad, no sabía cómo resultaría. Pudo utilizar a Libra contra Poseidón porque, en esa ocasión, estaba siendo guiado por el Cosmos de Dohko, y su Séptimo Sentido estaba a tope, no sabía si podría replicar algo así en las condiciones en que estaba, pero si ese era el plan, no tenía otra opción—. Yo usaré la armadura de Libra.

—¿Tú? Pero qué tontería, ¡eres un niño de Bronce! Es cierto que tu Cosmos es inusualmente alto, pero no podrías utilizar el poder completo de Libra con tan poca experiencia con ella. —Así de simple Sion confirmó sus sospechas.

Para su sorpresa… Dohko también lo hizo. “Así es”, murmuró en silencio, y Shiryu sintió que se le subían los colores al rostro. ¿Acaso no se trataba de ello? ¿De verdad no le permitiría usar la armadura y morirían allí?

Sin embargo, cuando Shiryu se volteó hacia su maestro… vio algo inesperado. Súbitamente, incluso Sion retrocedió, y el mundo cambió. Los hombres solo pueden morir de una manera, y es ante su miedo… pero lo que estaba ocurriendo… imposible que no le intimidara.

El suelo tembló y crujió, las piedras se elevaron, llevados por una energía tan llameante y dorada como la que liberaba la armadura de Libra. Dohko estaba envuelto en una luz sublime, terrible, mientras reía como un chiquillo, casi de forma insolente.

—Ja, ja, ja, ja, demonios, tenía tantas ganas de hacer esto frente a Hades, pero como siempre, arruinas toda la diversión, Sion, je, je, je… tendré que disculparme con Atenea por esto. Muy bien, ¡me obligaste a hacerlo frente a ti!

Su Cosmos crecía más y más, como si múltiples explosiones, convertidas en luz dorada, brotaran de su pequeño cuerpo, cada vez más confundido con una sombra o silueta brillante. Sion retrocedió un poco más. Ondas expansivas circulares surgían del Sumo Sacerdote, brillando y elevando la temperatura… un Cosmos lleno de vida, nada similar al que utilizó antes… No, más que eso. ¡Nada similar a ningún Santo que Shiryu hubiera conocido!

—Imposible, este Cosmos… ¡no lo tenías antes! Diez, veinte… cincuenta, cien o… ¿dos cientos? ¡Tu Cosmos crece como si todos esos años pasaran a la velocidad de la luz frente a mis ojos… ¿¡Qué diantres estás haciendo, Dohko!?

—¿Por qué crees que Libra vino hasta aquí apenas la llamé? ¿Por qué crees que alcancé tan alta edad? ¿Por qué crees que me mantuve tan tranquilo mientras vigilaba la torre, y solo salía a luchar cuando era estrictamente necesario? —El brillo que surgía del cuerpo de Dohko alcanzó su límite, al igual que su asfixiante calor. Shiryu se vio obligado a retroceder diez pasos, pues parecía una bomba lista para estallar, en medio de la cual estaba un hombre de luz, como si el Gigante Ancestral se hiciera paso en el mundo humano—. Todas esas preguntas serán respondidas en unos segundos más, mi estimado Sion.

Las columnas se derrumbaron. Un remolino se formó en el piso, tanto de aire como de Cosmos, mientras el cuerpo de Dohko parecía explotar en mil pedazos, para el horror inicial de Shiryu… sin embargo, en su lugar quedó una criatura de luz, un ente dorado que con su presencia hacía temblar el Templo de Aries hasta que el bastón de los Taonia al fin cayó… y retrocedió hasta Shiryu, que lo tomó al vuelo, antes de volver a hacerse hacia atrás, por la pura presión. Sion tampoco daba crédito a sus ojos.

El ente dorado tomó forma humana en medio del absoluto caos cósmico y los anillos de luz y fuego que se extendían alrededor. Shiryu sintió… ¿cómo describirlo? Un absoluto vigor, un fabuloso poder, lleno de vida… Incluso pudo oír el rugido de una bestia al tiempo que las llamas se dispersaban para mostrar al dueño del sonido.

Había un hombre ahí, de pie. Adulto. De hombros anchos, desgarrando la vieja camiseta blanca que había usado su maestro, con brazos hercúleos como vigas, llenos de cicatrices. Sus manos empuñadas eran como mazas. Su cabello, castaño cobrizo, era caótico, se movía con el viento que él mismo generaba y alcanzaba poco más abajo que su grueso cuello.

Debajo, los pantalones del anciano se habían convertido en shorts, cubriendo piernas dignas del mejor artista marcial. Pudo notar que la frondosa barba blanca se convertía en una corta y desaliñada, muy oscura. Los músculos de su espalda eran marcados y… algo comenzó a aparecer en ella, entre sus omóplatos. Algo que rugía, similar al tatuaje de dragón que Shiryu cargaba como Taonia.

¡Era la imagen del rostro bravo y vibrante de un tigre feroz!


[1] Zhuyin Páo, en chino; Crystal Gown, en inglés. La traducción del chino sería Po de Cristal; el Po es una tradicional túnica china.

[2] Stardust Revolution, en inglés.


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#627 Presstor

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Publicado 27 mayo 2018 - 06:41

Este capitulo ha salido redondo,ha sido épico,dramatico,cargado de intensidad

aunque no estoy seguro del lore….han estado en algún momento de la historia todas las armaduras

en el santuario?? yo pensaba que no...que por algun u otro motivo nunca han estado 87 armaduras en el santuario

y ya ni digo que las tocase a todas....esa habilidad es demasiado op XD

 

en cuanto al anterior capitulo,,,me referia al punto de vista de los otros caballeros de bronce y plata

supervivientes...que posiblemente entre algunos de ellos no se acaban de creer los milagros que han logrado

con sus propias fuerzas...que ese punto de vista...la verdad no recuerdo haberlo visto a lo largo del relato

alguno que plateado,,,si la memoria no me falla

 

bueno....que 

 

eh disfrutado mucho el capitulo.... un saludo

y hasta el proximo


Editado por Presstor, 27 mayo 2018 - 06:44 .


#628 Cannabis Saint

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Publicado 27 mayo 2018 - 17:36

Muy buen capitulo! Sorprendente realmente creí que el viejo Dohko se quedaría viejo pero impresionante! Jaja una batalla de bestias se viene! Un poco OP Shion pero creo asi deberían ser los santos legendarios! Gran capitulo, a esperar los próximos! Saludos

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Publicado 02 junio 2018 - 06:41

Buenooop

 

A bases de algunas trasnochadas pude llegar hasta aquí....¿y valió la pena?, valió cada maldito segundo.

 

Es como estar leyendo el Mo clasico, pero con modificaciones xD

 

Bueno aquí vamos.

 

En capitulos anteriores resalto. ¨Eso significaba que Dohko, Santo de Oro de Libra y Sumo Sacerdote del Santuario, llevaba casi tres horas mirándose fijamente con Sion, el ex Pope y Santo de Aries. Su mejor amigo.

 

Si yo estaba de espectador gritaría, ya matense a golpes de una vez!..... nah mentira. De ese capitulo rescato la gran arrogancia que le das a Sion y la gran perseverancia del viejo Dokho. Mas de eso el capitulo estuvo genial.

 

Ahora pasando a este ultimo....

 

Sion el ¨Santo perfecto¨. La gran habilidad del muviano que se presento en el gaiden del Lc, plasmado a la perfección aquí. Pero sin duda lo que mas me sorprendió fue que pudiera copiar con exactitud las técnicas. Menudo repertorio tiene el carnero a la hora de atacar y también su férrea defensa de cristal.

 

¨Lo que Muu usaba para reconstruir, Sion lo usaba para destruir¨ esa frase imaginando al espectro lanzando la revolución estelar a máxima potencia... uuf.

 

Bueno, mucho Sion ya xD.

 

Dokho, vemos nuevamente al viejo maestro con la misma semblante que cap anteriores, tratando que el Dragón se aleje de la batalla, aunque no lo logre. Su máxima técnica era inutil ante su viejo amigo, debido a su edad... sin embargo luego llega el climax y pum! Dokho joven. Y eso que el esperaba usarlo contra Hades! jajajaja.

 

Gran capitulo, esperando el resto.

 

Pd: Me fascina cuando llamas Taonia a Shiryu o a Dokho, le da un toque extra a la historia.


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#630 -Felipe-

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Publicado 10 junio 2018 - 16:26

Comenzamos entonces. Puede ser que la de hoy sea la batalla que más he disfrutado escribir y que, como lector, me parece más épica, en los años que he escrito Mito.

 

Este capitulo ha salido redondo,ha sido épico,dramatico,cargado de intensidad

aunque no estoy seguro del lore….han estado en algún momento de la historia todas las armaduras

en el santuario?? yo pensaba que no...que por algun u otro motivo nunca han estado 87 armaduras en el santuario

y ya ni digo que las tocase a todas....esa habilidad es demasiado op XD

 

en cuanto al anterior capitulo,,,me referia al punto de vista de los otros caballeros de bronce y plata

supervivientes...que posiblemente entre algunos de ellos no se acaban de creer los milagros que han logrado

con sus propias fuerzas...que ese punto de vista...la verdad no recuerdo haberlo visto a lo largo del relato

alguno que plateado,,,si la memoria no me falla

 

bueno....que 

 

eh disfrutado mucho el capitulo.... un saludo

y hasta el proximo

Hola Presstor, como estás?

Respondo a tu duda: No, las 88 (87) armaduras nunca han estado juntas en el Santuario, pero sí han estado, en algún momento a otro, en el Santuario. Durante 200 años Sion tocó las armaduras en distintos momentos de su vida, tanto antes de la guerra santa (incluso antes de convertirse en Santo de Oro), como después de la misma, durante su vida como Sumo Sacerdote. Solo le bastó tocarlas una vez para adquirir sus conocimientos, y solamente Fénix estuvo fuera de sus manos. ¿Y es OP? Desde luego que lo es xD

 

Ohhhhh ya te entendí. Te explico... aunque no te gustará, porque la razón de que no tengan punto de vista los demás Bronces y Platas, y solo Shaina, no es nada más que mi terquedad. No me gusta tener muchas perspectivas diferentes, igual que R.R.Martin en sus libros. Por ello, solo un cúmulo de personajes que me sirven de "protagonistas", que en este caso es Shaina y solo Shaina. ¿Es injusto? Sí, y mucho, y espero que me disculpes por ello, pero esa es la única razón: no quiero tener muchos personajes Punto de Vista... lo lamento.

 

Aunque sí ha habido otros Santos de Plata con Punto de Vista. Fueron Ptolemy de Flecha, al principio del volumen II, y Jamian de Cuervo, al inicio del presente volumen IV. Claro que, en ambos capítulos (que sirivieron de Prólogos), los dos personajes murieron... pero algo es algo. Si sirve de consuelo, escribí el volumen Cero casi enteramente de perspectivas de Santos de Plata, incluyendo a Rigel de Orión, Orfeo de Lira, Mayura de Pavo, Daidalos de Cefeo y otros incluso tan menores como Dío de Mosca y Capella de Cochero.

 

Saludos amigo mío, y gracias! :D

 

 

Muy buen capitulo! Sorprendente realmente creí que el viejo Dohko se quedaría viejo pero impresionante! Jaja una batalla de bestias se viene! Un poco OP Shion pero creo asi deberían ser los santos legendarios! Gran capitulo, a esperar los próximos! Saludos

¿Dejarlo viejo? Podría ser una opción, pero creo que desplegar todo el poder de un Santo de Oro me ganó esta vez... la luz amarilla, tú sabes. Como dices, así de OP deberían ser los viejos legendarios, y como verás hoy, no solo Shion es así.

Saludos y gracias!

 

 

Buenooop

 

A bases de algunas trasnochadas pude llegar hasta aquí....¿y valió la pena?, valió cada maldito segundo.

 

Es como estar leyendo el Mo clasico, pero con modificaciones xD

 

Bueno aquí vamos.

 

En capitulos anteriores resalto. ¨Eso significaba que Dohko, Santo de Oro de Libra y Sumo Sacerdote del Santuario, llevaba casi tres horas mirándose fijamente con Sion, el ex Pope y Santo de Aries. Su mejor amigo.

 

Si yo estaba de espectador gritaría, ya matense a golpes de una vez!..... nah mentira. De ese capitulo rescato la gran arrogancia que le das a Sion y la gran perseverancia del viejo Dokho. Mas de eso el capitulo estuvo genial.

 

Ahora pasando a este ultimo....

 

Sion el ¨Santo perfecto¨. La gran habilidad del muviano que se presento en el gaiden del Lc, plasmado a la perfección aquí. Pero sin duda lo que mas me sorprendió fue que pudiera copiar con exactitud las técnicas. Menudo repertorio tiene el carnero a la hora de atacar y también su férrea defensa de cristal.

 

¨Lo que Muu usaba para reconstruir, Sion lo usaba para destruir¨ esa frase imaginando al espectro lanzando la revolución estelar a máxima potencia... uuf.

 

Bueno, mucho Sion ya xD.

 

Dokho, vemos nuevamente al viejo maestro con la misma semblante que cap anteriores, tratando que el Dragón se aleje de la batalla, aunque no lo logre. Su máxima técnica era inutil ante su viejo amigo, debido a su edad... sin embargo luego llega el climax y pum! Dokho joven. Y eso que el esperaba usarlo contra Hades! jajajaja.

 

Gran capitulo, esperando el resto.

 

Pd: Me fascina cuando llamas Taonia a Shiryu o a Dokho, le da un toque extra a la historia.

Bicho, un gusto tenerte de nuevo acá, al igual que en Anécdotas. ¿Qué tal?

Bueno.. sí, es como el MO en muchas formas, obviamente jaja pero intento que sea, al mismo tiempo, una obra fanfic aparte en sí misma. Original, de alguna manera ambigua.

Sí, la habilidad es la misma que la del Canvas, pero llevada al máximo. Tanto para el ataque, como para la defensa, pero nunca superadas por su propio Muro y su Revolución.

Sobre los Taonia, y mucho más de Dohko, lo conocerás en la obra hermana de siempre: Anécdotas de Oro, cuyo primer capítulo de Libra salió pocos minutos antes que esto jaja

Así que saludos y un abrazo, compa! :D

 

 

 

 

-----

 

DOHKO III

 

23:35 hrs. 16 de junio de 2014.

¡Ah, qué bien se sentía! ¡Pero qué bien se sentía! Sería hipócrita y todo, pero la juventud era algo hermoso, incluso si para él no era algo realmente único o pretérito. El caso de Dohko de Libra era, de todos modos, algo muy particular.

Gritó con todas sus fuerzas, dejando pasmados tanto a Sion como a Shiryu. Se puso a tensar los músculos para comprobar qué tan dañados estaban, pero al parecer había sanado en gran parte sus recientes heridas, desaparecido con aquel pequeño cuerpo eliminado. Los brazos, las piernas, el torso, todo estaba como lo recordaba de su juventud, así como el tigre tatuado en la espalda, la muestra de que sería un Taonia hasta la muerte. Hasta había recuperado su bronceado color natural de piel…

Golpeó el aire rápidamente, y Sion recibió un pequeño corte en la mejilla que le hizo sangrar, mientras todavía lo observaba con espanto. Había recuperado rapidez también, eso era positivo. Al dar un paso hacia adelante, sin embargo, descubrió que no estaba totalmente acostumbrado a ver el mundo desde arriba, con tantos años de pequeña estatura. Bueno, qué importaba. Dohko gritó otra vez.

—M-maestro… ¿es usted? ¿Está bien, ma-maestro? ¿Qué es esa apariencia?

—No… ¡no! Dohko, tú no perteneces a mi clan, no eres un descendiente de Mu ni tienes la virtud de Hades. ¿¡Cómo es posible que recuperes, así como así, aquella apariencia joven!? ¿Qué clase de truco estás usando?

—¿Truco? ¿Apariencia? Ja, ja, no sé de qué hablas. —Vaya, hasta su voz había recobrado el tono de antaño, grueso y duro como el de un roble—. Este soy yo, Sion, nada más y nada menos. Y no te preocupes, Shiryu, estoy bien. De hecho, ¡estoy mejor que bien!

—Maestro…

—¡Explícate! —ordenó Sion, desprovisto por primera vez de su dignidad y su orgullo, con la furia y el desconcierto clavados en su rostro—. Dijiste algo del sello y de tu avanzada edad, así que explícate ahora, Dohko. ¡Habla!

Misopethamenos[1]. Imagino que has escuchado de esa habilidad, ¿no?

Misope… ¡no puedo creerlo! —exclamó Sion, casi en shock. Como el Sumo Sacerdote, sabía perfectamente de qué se trataba eso—. Aquella habilidad solo pueden poseerla los dioses.

—En efecto. De hecho, el Misopethamenos que tenía hasta hace unos momentos era el de Atenea, que ella misma me concedió. Vaya… —Dohko se golpeó la cabeza con suavidad, a la vez que sutilmente volvía a sentir la textura de su propio cabello, sin canas, como las que tanto le dolió perder—, ¿no te conté? ¿Por qué habrá sido?

—Maestro, ¿de qué está hablando? —inquirió Shiryu, pues Sion había quedado mudo del asombro—. ¿Qué le entregó Atenea hace doscientos años?

Dohko sintió nostalgia en su corazón, su espíritu creciendo con memorias del pasado, observando en el aire nocturno del Templo del Carnero los rostros de tantos amigos y compañeros caídos. Tenma, Albafika, Rasgado, Manigoldo, Sísifo, Asmita… incluso Kagaho. La Guerra Santa había ocurrido hace siglos, pero su corazón brillaba y ardía con sus recuerdos, aquello que le daba significado a la vida, las emociones y los sentimientos de lo que permanecía vivo en el alma.

—¿Recuerdas cuando Hades clavó su espada en mi pecho? Así empezó todo, Sion, cuando el castillo se derrumbó.

—¿Qué Hades QUÉ? —exclamó Shiryu, tal como su maestro esperaba. No se lo diría, pero le hizo gracia su reacción—. Espere… ¿de qué habla, maestro?

—Para revivirme, Deuteros de Géminis me infuso con sangre de Atenea que había robado del Monte Estrellado —explicó Dohko, ignorando a su pupilo, tratando de no reír—, lo que me dio poder a costa de un degenerativo problema cardiaco. Para revertir ese proceso y cumplir adecuadamente con mi misión de vigilar el sello en la torre de los Espectros, Atenea me concedió su propio Misopethamenos tras terminar la guerra, ¿recuerdas ese día? No. Estabas inconsciente tras la última pelea. Me rogó que no te dijera, pues como Sumo Sacerdote no era algo que protocolarmente podrías aceptar, ya que eso quitaría a Atenea gran porte de sus dones, y ella sirve a todos por igual. De todos modos, no tenía importancia, por eso no dije nada. Tú y yo viviríamos en tiempos de paz, como los únicos sobrevivientes de esa guerra tan cruel.

Misopethamenos es una habilidad que permite a los dioses una vida en extremo longeva, pues sus corazones laten con menos frecuencia que los de los humanos —dijo Sion, tranquilizándose poco a poco, a la vez que incrementaba su desazón, pues solo podía recordar cuando Atenea le nombró Sumo Sacerdote, antes de viajar al cielo a enfrentar en persona a Hades—. Eso significa que tú…

—En efecto, Sion. Mi corazón late aproximadamente cien mil veces por año, en lugar de hacerlo por día. Mi cuerpo envejeció lo que correspondía como humano, me hice débil, pero mi alma fortaleció a la vez que mi metabolismo se hacía lento. Lo que, en resumen, significa que solo han pasado 243 días para mi verdadero cuerpo, y que todavía tengo 18 añitos de edad, ja, ja.

—Ya entiendo… p-por eso mi maestro se movía solo lo suficiente, por eso salía tan poco de LuShan, y prefería el entrenamiento de su espíritu… para poder hacer descansar su cuerpo y, cuando llegara el momento, liberar su poder en frente de Hades.

—Ja, eso fue más bien una exageración, querido Shiryu. A todo esto, ¿por qué diablos estás aquí todavía? Vete ya, sube los Doce Templos y escolta a Atenea. Como Sumo Sacerdote, les libero de su prohibición a ti y tus amigos.

—¿Qué? ¡Pero maestro! Usted dijo que moriríamos juntos y… y… —Shiryu se calló, justo cuando Dohko hizo arder su Cosmos. Se dio cuenta rápidamente, como correspondía, de que ya no había necesidad de quejarse.

—Ja, ja, ¿de verdad te parece que voy a morir aquí? —le preguntó con el pecho hinchado de orgullo y su mejor voz de tenor. Vaya, ¡qué bien se sentía! Jamás esperó que pudiera volver a actuar con tanta soltura—. Discúlpate con Atenea en mi lugar por liberarme del sello antes de tiempo, y aprovecha de acabar con los Espectros que anden pululando por allí, ¿está claro? Huelen horrible.

—S-sí… Sí, maestro.

—Pero ten cuidado: como dijo Sion, Shura está aquí, acompañando a Saga y Camus, que ahora trabajan para Hades, así que hay toda clase de tipos malos en medio del Santuario. De mi parte, simplemente acaba con todo lo que lleve Surplice, ¿bien?

—Como usted diga, maestro —respondió Shiryu, sonriendo con soltura. Se había percatado del aura de Dohko y de lo mucho que había cambiado la situación.

—¡No irás a ningún lado, mocoso! —gritó Sion, teletransportándose al punto donde Shiryu había empezado a correr. Dohko lo vio perfectamente, ¡era genial tener una vista decente de nuevo!

Se movió algunos pasos hacia atrás, saltó, y detuvo el puño del Espectro antes de que le atravesara el cuello a Shiryu, ante el asombro de ambos. Para ello, se pegó a su brazo el poderoso escudo de la balanza, que parecía tan feliz como él de ver a su antiguo compañero en esas condiciones.

—¡Imposible! Me teletransporté… ¿acaso ya es inútil contra ti?

—Sí, bueno, solo tuve que moverme bien rápido. Así que el que no irá a ningún lado serás tú. ¡Vete, Shiryu! ¡¡¡Liiiiiiiibraaa!!!

 

Mientras la brillante armadura de Oro se separaba en piezas, Dohko le dedicó a su pupilo una mirada significativa. ¿Acaso no volvería a ver a ese estúpido chico que había criado, y que tan embobado miraba a Libra brillar sobre ellos mientras se alejaba corriendo? ¿Morirían antes de reencontrarse?

«Nah», se dijo Dohko. Honestamente, por arrogancia o lo que fuera, sentía que todo saldría bien mientras Libra luchara con él. Perneras, brazales, esas hombreras tan desiguales que Sion odiaba, los escudos con cadena, las tonfas, las barras dobles en sus tobillos junto a las poderosas espadas, las triples en su espalda, los tridentes, el peto con el símbolo de su constelación, y el yelmo que imitaba a la cabeza de un tigre. Todo era perfecto en Libra, y respiró varias veces para acompasar su respiración con la de su más antiguo compañero de batallas. ¡Cómo extrañaba gritar su nombre!

Libra, la joya dorada que otorgaba armas a los Santos de Oro cuando era una necesidad, y Dohko… que hacía doscientos años no vestía el Manto. ¡Qué bien podía sentirse el aire pasar a través de su cuerpo, en el fondo de su espíritu, mientras daba pasos hacia adelante y empuñaba los guantes!

—¡Soy Dohko de Libra! —rugió el guerrero, a sabiendas de que eso le daría energías para vencer sobre todo lo que quisiera—. Ahora, Sion, estamos en las mismas condiciones. ¿Vas a querer probar tu suerte de nuevo?

—No lo creeré hasta verlo, maldito —dijo Sion, con el ceño fruncido y ambos ojos titubeantes—, pero si es así, podría matarte sin remordimientos. Ya veremos si estás a mi altura o si solo estás alardeando de más, ¡Dohko!

 

Sion se teletransportó detrás de Dohko, que cuando hizo el gesto para voltear, se giró rápidamente otra vez para esquivar el puño del enemigo, que había vuelto a moverse de forma instantánea. ¡Era tan genial tener buenos ojos de nuevo! Trató de usar una patada que, evidentemente, Sion esquivó, mientras canalizaba electricidad en su puño diestro, el Rayo Relámpago de Leo.

Dohko, por su parte, contraatacó con el Tigre Feroz[2], una técnica tan brava que no podía evitar sentirse encendido cada vez que la utilizaba, un puñetazo de su propia cosecha que proyectaba la ira de su espíritu. Desde su época entrenando en el templo Taonia, había aprendido que no existían los sentimientos negativos o positivos, y que la ira era fuerza en cualquier caso, mientras estuviese controlada.

Ambos ataques chocaron, y sendos guerreros fueron repelidos hacia atrás. No se detuvieron por ello, ni por un pequeño segundo, y volvieron a atacar con bravura uno a otro, mientras la energía del impacto entre el Rayo y el Tigre aún se conservaba al medio del campo. En esta ocasión, se lanzaron Cosmos, y el choque derribó todo lo que había alrededor, incluso cavando un agujero bajo sus pies. El suelo tembló con agresividad, presa de la fuerza en los brazos de ambos luchadores.

—¿Eso es todo lo que tienes, Sion? —le desafió Dohko, que, a pesar de estar en una batalla contra el enemigo de Atenea, y de que la supervivencia del mundo yacía en juego, egoístamente estaba disfrutando del combate, uno para el recuerdo—. ¿Al menos podrías hacer algo más aparte de chocar golpes?

—¡Diablos! N-no hay duda de que recuperarse tu fuerza de la juventud… más que eso, se incrementó con los años, ¡es igual a la mía! Pero ¿acaso entiendes que eso causará una Guerra de Mil Días? Seguiremos y seguiremos…

—O ambos moriremos. Yo lo haré feliz, ya viví más que suficiente, pero será el fin del sueño de la eterna juventud para ti.

Al mismo tiempo, a sabiendas de los más pequeños movimientos del uno y el otro, aplicaron más fuerza y la bola de energía en el centro estalló, iluminando todo el patio, cegándolos. Desde luego, a ninguno de ellos le afectaba esa situación.

 

Sion retrocedió en el aire mientras Dohko lo perseguía, y el primero cruzó los brazos sobre el pecho. Libra no podría esperar otra cosa más que el Gran Cuerno tan demoledor de Tauro, que arrasó hasta con el viento, cambiando su dirección, y fue frenado por el escudo de su brazo izquierdo, mientras arrojaba el Dragón Ascendente con el derecho, que se estampó contra el Muro de Cristal. El terreno se convirtió en un caos, y ambos guerreros perdieron el sentido del norte.

La telequinesis del descendiente de Mu lo azotó contra el piso y Dohko retornó la cortesía con un manotazo de su Gigante Ancestral, que sorprendentemente aún podía utilizar a pesar de ya haber liberado su espíritu, y era bastante más grandote que antes.

—¿Vas a seguir con esto, Sion? —dijo Dohko, adelantándose, saltando sobre las piedras voladoras, mientras preparaba su Tigre Rugiente[3], una técnica con las dos manos hacia adelante, que desataba el poder de su espíritu como una onda de choque de tan grave registro que el Muro sería inútil—. ¡En serio te vendiste a Hades!

—¡Por supuesto, no tienes idea de cómo es el reino de la muerte! —Sion logró defenderse con la onda expansiva del Fragor de Asclepios de Ofiuco y contraatacó con las Rosas Reales de Piscis, sacándolas de quién sabe dónde—. El pasado ya quedó atrás y las estrellas han dictado un nuevo destino para mí.

—Las estrellas importan una mier.da, ¡lo que importa es tu corazón! —Nunca había compartido esa fijación que Sion tenía con el destino y los astros; para Dohko, el futuro lo construía uno mismo con las propias decisiones. Las estrellas solo eran, para él, bonitas bolas gigantes de gas que daban energía a los Santos y ya.

A medida que las rosas se acercaban, en medio del caos espacial, Dohko se colocó en lo que (suponía) era posición invertida, apoyando las manos sobre una de las rocas grandes que volaban por allí. Girando sobre su propio eje y liberando su alma para convertirla en remolino, invocó la Danza de los Alegres Tigres[4], una de sus mejores armas para el contraataque.

Las rosas carmesíes se desviaron hacia todos lados, estampándose contra suelo y columnas, mientras Dohko seguía girando y “bailando” con la gracia de un Taonia, elegante y agresivo a la vez, jovial como un felino. Sion siguió lanzando su Cosmos de manera brusca (pues no podía simplemente disparar las técnicas de otros cada vez que quería, no era un maldito dios), que Dohko disipaba o eliminaba. Los ataques se devolvían a Sion a veces, casi por suerte, y éste los bloqueaba con el Vestido de Cristal.

Cuando se detuvieron, Sion se irguió recto, sin una gota de sudor en su rostro blanquecino, con las manos en una posición que abandonaba un poco la defensa e incursionaba levemente en el ataque también. En tanto, Dohko adoptó una postura de asalto, con la pierna derecha flexionada, la izquierda extendida hasta que el Santo casi toca el suelo con las posaderas; sendos brazos abiertos, apuntando a direcciones contrarias, la derecha con la palma hacia arriba y la izquierda hacia abajo. No perdía de vista al objetivo ni por un segundo.

—¿Se te acabó la energía para copiar, Sion?

—Por supuesto que no, y hasta podría usar la técnica de Libra contra ti. ¿No sería fascinante?

—Soy el maestro de esa técnica, devolvértela me resultaría hasta cómico.

—También la conozco a la perfección… No funcionará.

Dohko despegó con el Dragón Volador, listo para arrasar con Sion y todo lo que se encontrara a su paso, pero su contrincante lo sorprendió con un truco, cuyo uso solo podía considerarse como hacer trampa: era la técnica de su antiguo discípulo la que estaba preparando.

—¡No te atrevas, Sion!

—¡Hasta aquí llegaste, Dohko!

 

Cuando era joven, Dohko de Libra conoció a un joven italiano de ascendencia japonesa que cuidaba de sus amigos y compañeros en un orfanato, en Florencia. Tras ver su inmenso potencial, Dohko lo llevó al Santuario, lo entrenó hasta que se volvió un Santo de Bronce… y eventualmente llegó a considerarlo un hermano menor. Ese joven guerrero tenía por técnica favorita la que Sion consiguió realizar.

Las estrellas fugaces se hicieron paso y Dohko las empezó a esquivar con todas las evidentes dificultades que esperaba. No seguían un patrón, no tenían la misma potencia ni velocidad, era una técnica cuya ejecución se presentaba al azar, y por eso se le consideraba un arte tan peligroso, incluso para un Santo de Bronce.

El bólido de fuego del Dragón Volador perdió fuerza a medida que ocupaba su energía en evitar los ataques. Era tal como en el pasado, tal como cuando su dueño original remataba sus peleas, atacando con miles de golpes por segundo. La nostalgia, los recuerdos, el dolor… Dohko de Libra dejó de disfrutar el combate durante pocas fracciones de segundo, en medio de estrellas púrpuras y negras.

—¡No, Sion! —exclamó con todas sus fuerzas y pasiones—. Se acabó el juego, ¡no te permitiré humillar con ese color la técnica de Tenma!

Se sacó el escudo del hombro derecho y lo arrojó con tanta facilidad que, en otras circunstancias, le habría impresionado. El arma giratoria, de la que se decía que podía destruir estrellas, y que había demolido dos pilares de Poseidón, arrasó con las estrellas fugaces como si fueran llovizna, y Sion tuvo que teletransportarse (y detener su técnica) para evitarlo.

Sin embargo, apareció donde Dohko esperaba que lo hiciera, y éste lo arrolló con el Dragón Volador a la vez que sacaba el tridente de su funda en el faldón, con el que podía realizar un maravilloso combate a distancia. Generalmente no usaba sus armas, pero la situación ameritaba muy drásticas medidas, que Sion contraatacó con su telequinesis, separándolos a ambos, y la pelea, con ello, cambió por fin.

—¿Así que ahora sacarás las armas, Dohko? ¿Tan desesperado estás?

—Tus técnicas no son como las originales. —Dohko insistió con el Dragón Volador y el Tigre Feroz, mientras Aries lo evitaba con defensas y poderes mentales—. Adquieres las habilidades por el toque de tus manos, al igual que las memorias de sus portadores… pero tú, que tanto amas los dones de las estrellas, tienes un defecto.

Sion separó los brazos y disparó dos rayos de luz hacia los lados, desgarrando el espacio y abriendo la Otra Dimensión de Géminis; al mismo tiempo, concentró su poder y selló un espacio a su alrededor, creando una zona de perfecto dominio, que se conocía como la Danza de la Rueda Divina, la principal arma de Virgo. Con la primera dominaba el espacio hacia afuera, a larga distancia, y con la segunda evitaba que el oponente se acercara, si no quería perder los sentidos.

—Balbuceas por balbucear, anciano, no podrás acercarte ni alejarte de mí, o te perderás en el tiempo y el espacio, no tienes escapatoria —amenazó Sion de Aries, ya presentando los primeros signos del gran cansancio, con el rostro húmedo de sudor por el innombrable esfuerzo realizado.

Eran quizás las mejores técnicas de entre los Santos de Oro al mismo tiempo… lo que causó una risita en el guerrero que se enorgullecía de ser el Gran Maestro de los Taonia, que nunca se sentiría intimidado otra vez, al igual que durante la anterior Guerra Santa.

—¿Eso harás? Insensato, las estrellas que amas nos dan poder, conectadas a los Mantos correspondientes… ¡por eso nunca podrás imitar de verdad el poder de aquellas técnicas, porque no son tuyas! —Dohko cambió la postura a la del clan de la grulla en medio del aire, con los brazos alzados y el tridente cruzando por la espalda, justo a mitad de camino entre la apertura del espacio y la zona que la Rueda dominaba, a tres metros de Sion—. Sus espíritus no pueden ser copiados, solo es conocimiento y recuerdos lo que tomas, no el alma de los guerreros. ¡El Cosmos verdadero nace desde el corazón!

Aplicó toda la fuerza de su espíritu en el tridente de Libra, que hizo girar sobre su cabeza hasta formar un remolino, apoyado por la Danza de los Alegres Tigres. La presión extrema cerró el portal dimensional en menos de un segundo, mientras que, con la extensa barra doble de libra, sujetada por los pies, Dohko deshizo el centro de la Rueda, golpeando la concentración de su enemigo y superando su limitado y copiado poder, bloqueando ambas técnicas al mismo tiempo.

 

El Espectro tomó entonces a Dohko con su telequinesis, aprovechando el gran esfuerzo que realizó para la proeza, y lo azotó repetidamente contra el piso, hasta que Dohko convocó al Espíritu del Gigante Ancestral, envolviéndose rápidamente en su gran sabiduría, en la potencia y calma de su propio espíritu, con la técnica que creó para los casos en que su fuerza física fuera insuficiente.

El gigante de luz se puso de pie, enfrentando la presión de la telequinesis del Espectro de Aries, que afectaba la mente del Santo de Libra. Éste, en el corazón de aquella silueta luminosa, probablemente vista desde cualquier parte del Santuario, le dedicó a su antiguo amigo una mirada significativa, así como unas palabras que solo podían nacer de sus verdaderos sentimientos:

—¿Estás seguro de seguir con esto, Sion?

—Para obtener la vida eterna, mi misión… —Aries también le respondió con la mirada mientras le hablaba, pero sus ojos rosas parecían dubitativos e inquietos, incluso a lo lejos— es acabar contigo, el Sumo Sacerdote… Es solo lo que debo hacer, Dohko, no tengo más salida.

—¿Seguro? ¡Sion! —El Gigante Ancestral cayó de rodillas ante el poder mental de Sion, el más poderoso entre los Ochenta y Ocho, intentando, en lo posible, no sucumbir ante la estrategia de que su oponente dañara su cerebro—. Luchamos juntos en el pasado, nos conocemos desde muy jóvenes, sangramos en compañía, crecimos como Santos admirándonos el uno al otro… —Dohko logró poner a la figura dorada de pie, el poder de su espíritu. Era el único que se especializaba en ello, además del Santo de Cáncer; mientras que Sion le atacaba psicológicamente, con ondas mentales como las que solo Aries era capaz de ejecutar… sin embargo, la emoción que Dohko sentía, mientras luchaba en cuerpo, mente y alma para someter al Carnero Mayor no encontraba origen en el poder de éste, sino en su propia memoria, la que atesoraba como la más hermosa joya—. Dime, Sion, ¿¡cómo podría solo creer que alguien como tú se vendería a Hades!?

—No tiene importancia, Dohko. —Con el rostro taciturno y quebrado por las palabras de su viejo amigo, Sion abrió la mano derecha, levantó el brazo y abrió un portal en el espacio, listo para dejar pasar toda la potencia del mejor ataque de Aries, la Revolución de Polvo Estelar—. Si no sabes cómo es el inframundo, jamás entenderás lo que siento… Yo… t-tengo esta misión. —Sus ojos seguían nerviosos, buscaban en el aire algo, constantemente, mientras arrojaba ondas psíquicas sin parar—. Incluso las almas cambiamos.

—¿Qué diría Muu?

—No lo metas en esto. Además, no puedes decir nada, habiendo recuperado ese cuerpo joven… q-que pronto desaparecerá. —Las estrellas fugaces comenzaron a salir, girando con unos bríos que antes no se habían visto, destrozando el suelo y toda estructura erguida, incluso golpeando y arrancando pedazos del primer Templo, que antes había protegido con vigor—. Hagamos esto… D-Dohko… ¡Dohko!

 

El Sumo Sacerdote percató en algo cerca de Sion durante una milésima de segundo, tan pequeño que podría haber pasado como una partícula de polvo, tan poco llamativo que pudo haber sido cualquier brisa, tan efímero que nadie lo consideraría más que un suspiro… pero Dohko había visto ya demasiadas cosas en el mundo. Así que lo procesó y comprendió en su mente.

Sacó la espada dorada, su arma favorita de entre las seis, a la vez que miraba al escudo, el tridente y la barra antes arrojados, lanzar centellas alrededor, entregándole puntos de mira, enfoques y objetivos tan estratégicamente establecidos, que de otro modo habría sido imposible ver, tan entrada la noche. En tanto apagaba, poco a poco, el volumen del Gigante Ancestral, Dohko concentraba su Cosmos en la espada…

—Sion, esto será lo último. Ambos moriremos, o seguiremos sin parar, hasta que mil días y noches pasen sobre nosotros. ¿Listo, viejo amigo?

—Vaya que parloteas… D-Dohko —titubeó brevemente el Carnero otra vez, mientas controlaba las estrellas de la Revolución con su habilidad psíquica—. No has cambiado nada.

—Ja, no sabría qué decir de ti, además de que no te queda bien la Surplice. —Lo meditó un poco… y dio con palabras que sí pensaba decir, al mismo tiempo que arrojaba la espada hacia arriba e, instantáneamente, adelantaba ambos brazos, con las manos en forma de garras, y sentía el tatuaje en su espalda arder con bravura ante una verdadera batalla final, en la que todo sería dado—. Tigre y Carnero, Sion, de eso se trata todo esto… yin y yang. La virtud del Taonia, el valor del guerrero más allá de la muerte… ¡Los pétalos de cerezo están cayendo!

—Y el viento no tardará en enviarlos a volar otra vez —contestó Sion. Eso era lo que Dohko esperaba, a pesar de la cara llena de fría determinación, pedante orgullo e infinito desprecio por la vida que expresaba el Espectro.

Si Dohko no lo hacía pronto, Sion le destrozaría el cerebro; si Sion no lo hacía, perdería su espíritu dañado… era el fin, y adoptaron las posturas para el espectáculo.

—¡Gira y brilla hasta el final, Revolución de Polvo Estelar!

—¡Rujan y destruyan el mal, Cien Dragones!

 

Y así, el mundo cambió por completo. La noche se convirtió brevemente en día, surcado por estrellas fugaces de tonos violetas y dragones de jade, cruzándose, destruyendo, chocando con pasión y fiereza, elevando los Cosmos hasta el paroxismo, guiados por sus sentimientos opuestos, y al mismo tiempo conectados. Sion no veía más que a Dohko; Dohko no veía más que a Sion. Una apabullante esfera de energía dorada y negra se presentó al centro, mientras el Templo del Carnero se caía a pedazos al recibir los impactos de los dragones y los meteoritos sin control. El piso tembló, las grietas se convirtieron en fisuras, y un enorme cráter consumió el barro, la tierra y la piedra que los dos guerreros acariciaban con sus Cosmos.

El Muro de Cristal y el restante escudo de Libra, colgado en el brazo izquierdo de Dohko, sirvieron de defensa hasta que sus ataques superiores se impusieran, lo que ocurriría en cualquier instante. El cielo desencadenó infinitos resplandores, el caos y el orden bailaron en el equilibrio, y la balanza de Libra dejó de inclinarse a un lado. El antiguo guerrero lo estaba disfrutando como un egoísta…

¡Así era la vida!, pensó Dohko. La vida de verdad. Con sus últimas fuerzas, un par de segundos después de realizar sus feroces técnicas finales, Libra brincó, lo más alto que pudo, buscando la mirada perdida de Sion, que aún desplegaba su poder con todo brío, así como lo que Dohko esperaba… el Prisma de Cristal[5], un truco fantástico que liberaba el Muro de Cristal hacia afuera en lugar de hacia adentro, como el Vestido, manifestándose como un gran cubo teseracto de amplias dimensiones, brillante y de luz infinita, que se desplegó alrededor de ambos guerreros a medida que la explosión de poderes se hacía inminente, intentando encerrarlos en la destrucción, evitando que Dohko hallara lo que buscaba, o que atrapara lo que necesitaba.

La suerte estaba de su lado, sin embargo, como siempre lo había estado. Era lo que esperaba, los reflejos del Prisma que forzó a Sion ejecutar, así como los brillos de las armas de Libra desparramadas, en medio de la noche… y la mirada guía del ex Santo de Aries, dueño de poco control sobre sus acciones, pero que seguía siendo lo suficiente, le ayudaron a confirmar sus temores, justo cuando atrapó la espada de oro que segundos antes había elevado al aire.

—¡Que se incendie mi corazón! —bramó Dohko antes de bajar la hoja dorada y descargar una furiosa ola de luz en medio del impacto entre estrellas y dragones, que finalmente implosionó al interior del Prisma, atrapándolos a ambos.

 

Sion, Espectro de Aries, cerró los ojos cuando la ráfaga dorada pasó junto a él. Por un momento intenso y breve, apenas el Prisma se quebró, sintió paz.

Y Dohko, Santo de Libra, sonrió satisfecho cuando el poder destructivo de Libra alcanzó aquella pequeña criatura azul que revoloteaba por todas partes, y que Sion tuvo la cortesía de indicar.

Luego de ello, la luz desencadenada les impidió ver nada más.


[1] Media-muerte, en griego.

[2] Mouko, en japonés.

[3] Gouko, en japonés.

[4] Yuuko Enbu, en japonés.

[5] Crystal Prism, en inglés.


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#631 Dbicho

Dbicho

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Publicado 19 junio 2018 - 15:06

Bueno, que mas que decir sobre este ultimo capitulo.

 

Sublime lucha entre dos viejos amigos y conocidos como lo son Dokho y Shion..

 

Me gusto mucho, pues le das mas variedad a las batallas, como el hecho que Shion use mas técnicas ¨copiadas¨ y que con el transcurso de la batalla le vaya indicando a Dokho donde se encuentra la Mariposa del Inframundo, la ultima que vigilaba esa zona del Santuario.

 

Y el choque final entre la revolución y los cien dragones, lo imagine como en el anime.

 

PD: El aire del canvas se huele mucho, algo que se agradece. 

 

PD del PD: Ese guiño al Pegasus Ryu Sey Ken, versión espectro no me la espere.

 

Gran capitulo compa, en breve me paso por anécdotas.

 

Un Saludo!


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#632 -Felipe-

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Publicado 22 junio 2018 - 10:53

Muchas gracias bicho, se hace lo que se puede :D

 

Mariposa?? Yo no he dicho nada de eso... mi nombre es Cosme Fulanito.

 

Lo del Canvas era necesario, siendo que las versiones de Shion y Dohko de ese manga me encantan. De ahí también sale lo del Pegasus Ryusei Ken del infierno.

 

Genial que pases por allá también. Un abrazo compa.

Saludos!

 

 

MUU IV

 

23:42 hrs. 16 de junio de 2014.

Cuatro llamas de la Torre Meridiano se habían apagado cuando Muu de Aries percibió la inmensa explosión en el Templo del Carnero, mucho más abajo de aquel del Cangrejo, donde se encontraba. Su corazón estaba colmado de sentimientos tan opuestos como los objetivos de Sion de Aries y Dohko de Libra. ¿Qué debía sentir si el primero moría? ¿Alivio al deshacerse de uno de los traidores o una terrible pena por la caída de su figura paterna? No lo sabía ni quería saberlo.

Por ello, prefirió entrar a la zona de muerte del que DeathMask era dueño, ya desprovisto de almas enjauladas (que desaparecían cada vez que alguno de sus pares entraba a su casa; solo se enteraron de su existencia gracias a Shiryu) y en paz. Aunque allí se suponía que tenía que encontrar a Saga y los otros, que ya se le habían escapado tanto en el Templo del Toro como en el de Los Gemelos, lo que halló fue diferente.

Parecía que una bomba atómica había caído solo en ese lugar, todo estaba en ruinas adentro. No había suelo ni techo, pues ésta había creado una fisura en el otro, un abismo sin fin en los pasillos del Cangrejo. Pocas columnas quedaban intactas, las habían rajado con filosas espadas, congelado y vaporizado, como si ellas hubieran sido las enemigas. Miró arriba, al cielo nocturno cuyas luces ahora iluminaban el hogar más sombrío de los doce. Notó un breve rastro de Cosmos en el aire, materializado como pequeñas partículas destellantes… Eso solo podía ser el rastro del Exorcismo de Shaka, una técnica que generaba un brillo intenso a la vez que goleaba físicamente. ¿Acaso él había participado de la batalla y eliminado a los tres traidores a la vez? ¿O ellos mismos habían causado su propio deceso?

—Atenea —dijo al aire, a la vez que, a través de su mente, conectándose con su diosa por telepatía—. ¿Me oye, Atenea?

Te oigo, Muu, me alegra saber que estás bien. Sé… que has pasado por cosas terribles —le confió la diosa, probablemente no en referencia a lo físico, sino a lo emocional, a su encuentro con Aldebarán.

—No se preocupe por ello. Más importante, ¿sabe algo de Saga y los otros? Les perdí de vista, pero creo que Shaka actuó aquí.

Sí. Shaka tuvo un encuentro con ellos desde el Templo de la Doncella, pero ni él está muy seguro de qué les ocurrió al final. Ni siquiera yo puedo percibir los Cosmos de los Espectros.

—Ya veo. Sin embargo, la amenaza persiste, ellos no son los únicos Espectros que entraron al Santuario. Solicito permiso para proteger este sitio, antes de que los invasores lleguen con Aiolia.

Si quieres, puedo enviar a Kanon también… sé que no es un asunto fácil, pero…

—No, Atenea, no lo es —admitió Muu, notando las dudas en la voz de Saori Kido, mientras se ponía en guardia antes de pensarlo, sintiendo un mal presentimiento en todo el cuerpo—. Pero respeto su decisión y la acepto. Sin embargo, prefiero que él la proteja directamente en el Ateneo, no aquí, dejándola indefensa.

Como tú digas, Muu… infórmame de cualquier cosa. Y ten mucho cuidado, por favor.

—Lo tend… ¡maldición!

 

Sintió como si alguien con una fuerza descomunal lo tomara de las muñecas y los tobillos, y lo arrojara contra un muro, clavándolo allí, pero no pudo ver a nadie. La presión era incomparable, era como si lo aplastaran contra la pared a la vez que lo ataban de pies a cabeza. Intentó teletransportarse lejos, pero le fue imposible, como si hubiera olvidado repentinamente cómo usar esa habilidad que tan natural le era, como si hubiera perdido la capacidad de ver u oír. Eso solo le había ocurrido durante los entrenamientos con su maestro.

Eso significa que alguien, con una poderosísima telequinesis (incluso mayor a la suya), lo tenía inmovilizado, y nada podría hacer mientras no tuviera acceso a sus capacidades mentales. Sintió que la pared detrás suyo crujía. ¿A qué sitio siniestro del hogar de DeathMask le llevaría?

—N-no puedo deshacerlo… si me atacan de esta manera, no podré evitarlo —admitió para sí mismo. Jamás pensó que lo estarían escuchando.

—Ja, ja, ¿este es Aries? Qué burla son los Santos de Atenea, ¿qué clase de tretas tuvieron que usar para vencernos en el pasado?

Era una voz grave que provenía de la entrada. La luna estaba cubierta por las nubes, pero las pocas estrellas dejaron ver poco a poco al que se había burlado y a sus compañeros. ¡Sus innumerables compañeros!

Un ejército de Espectros de verdad, con Surplice y oliendo a muerte, surgieron de entre las sombras, riendo de buena gana, como fantasmas de penumbras, como si siempre hubieran estado allí. El que los dirigía parecía ser el de voz grave, era un tipo enorme, casi como Tauro, de brazos gruesos y espalda ancha, y lucía una armadura llena de púas y afiladas uñas en todos lados, como tres en las grandes hombreras, tres en cada pernera y brazal, seis alrededor del yelmo, que asemejaba a una cabeza con la boca abierta y uno más arriba, como un cuerno. Lo más destacable era un ojo pintado en rojo, a diferencia del resto de la Surplice en tonalidades burdeos y negra, que lucía al frente del yelmo, sobre los ojos oscuros del Espectro de boca grande y nariz ancha. También parecía algo desgarbado, en especial, comparado con sus compañeros.

¿Cuántos eran? Probablemente unos veinte, contando rápido. Sus armaduras eran distintas, así como las bestias que representaban, pudo notar insectos, arácnidos, reptiles, demonios, trols, monstruos alados… todos lo tenían a su disposición.

—Así que ustedes son los que vi entrando con Aldebarán. Por fin se muestran, 108 Espectros de Hades.

—En realidad somos diecisiete, pero yo, Lube de Cangrejo, Estrella Terrestre de la Amplitud[1], tendré el honor de dar el primer golpe en el Templo del Cangrejo —dijo uno de ellos, que tenía patas de jaiba en el casco, y que le agradeció con un gesto a su líder la oportunidad. Acercó uno de sus dedos a la rodilla derecha de Muu, que estaba elevado, y lo tocó con suavidad—. Con mi Flecha de Pinzas[2].

Muu sintió entonces un terrible pinchazo en la pierna, como hubieran agarrado su rodilla y se la retorcieran desde adentro, pero era suficientemente digno para no emitir ningún sonido.

—No gritas, ¿eh? Pues ahora me toca a mí, Neilu de Fauno, Estrella Terrestre de la Música[3] —dijo otro, uno bajo con largas piernas que terminaban en lo que parecía piel de animal. Sus dedos eran delgados como flautas, y los extendió hacia la cabeza de Muu—. A ver si te las arreglas con el preludio de mi Canción del Bosque.[4]

De pronto, un horrendo sonido chirriante llegó a los oídos de Muu, como un golpe musical, y sintió cómo le sangraron los oídos. Fue una sola onda sónica que podría haber evitado, de no ser por estar atado con esa terrible telequinesis.

Un Espectro se le acercó. Su yelmo cubría enteramente su cabeza, impidiendo que se viera cualquiera de sus rasgos.

—Me toca a mí, Mills de Elfo, Estrella Terrestre de la Inferioridad[5]. —De sus dedos salieron pequeñas lianas verdes con espinas, con las que ató el cuello del Santo de Aries lenta, casi sensualmente—. Terror Natural[6].

—A-ah… ah… d-dem… —Ahora le estaba costando respirar, y su garganta parecía a punto de triturarse. Los verdaderos Espectros eran temibles.

 

—Muy bien, muy bien, ya tuvieron su oportunidad para hacerle gritar, pero mejor le haré hablar. A un lado —ordenó el líder, el hombretón con el ojo en el casco y los músculos hercúleos—. Aries Muu, soy Giganto de Cíclope, Estrella Terrenal del Salvajismo[7]. Lo preguntaré directamente: ¿sabes dónde están Saga y los demás o no? Lucharon aquí, y aunque logramos esquivar sus ridículos ataques contra el Templo, también les perdimos de vista cuando cayó esa luz desde Virgo.

—¿A qué viene eso? ¿Ustedes los están siguiendo?

—¿Crees que los Espectros del Escuadrón de Radamanthys, uno de los tres Magnates del Inframundo, confiaría en escoria como esa? Saga y los demás solo son los peones, pero si los perdemos, nos haremos visibles ante Lady Pandora.

—No sé quién sea esa Pandora —dijo Muu, permitiéndose una sonrisa digna de Kiki, socarrona, cualquier cosa para ganar tiempo y resolver cómo soltarse de la atadura psíquica—, pero me parece vergonzoso que se les escapen solo tres personas. ¿No son los poderosos Espectros de Hades? Y que los usen solo para que su ama no los vea… Patético.

La pared detrás de Aries se reventó cuando Giganto aplicó un potente y veloz puñetazo en su estómago, lanzándolo a otra pared, esta vez en una de las habitaciones internas del templo. Se había confiado… jamás pensó que realmente sería tan fuerte físicamente, sintió que se le subió algo vomitivo a la garganta y que se le quebraban algunas costillas, a pesar de llevar un Manto de Oro.

Cuando intentó contraatacar, rápidamente alguien lo paralizó con telequinesis otra vez. Los diecisiete Espectros entraron a la habitación… ninguno de ellos parecía ser el psíquico.

—Si te burlas de nuevo, mi Gran Nudillo[8] te reventará el cráneo, dalo por hecho —le amedrentó Giganto, haciendo crujir los huesos de las manos, mientras mostraba una sonrisa orgullosa y triunfadora—. Estás a mi merced, Aries, así que contesta con sabiduría esta vez: ¿es verdad que no sabes dónde están Saga y los demás?

—Imagino que piensas matarme tanto si respondo lo que deseas o no —dijo Muu, buscando de nuevo su sonrisa anterior a pesar del intenso dolor que le recorría el estómago—. Siendo así, ¿para qué lo haría? Tus argumentos son terribles.

—Maldito seas… Bien. Te lo buscaste. —Giganto se preparó de nuevo, alzó el puño derecho en el que reunió una abrumadora cantidad de luz rojiza. Sin embargo, realizó un movimiento más con la mano izquierda, algo que no esperaba—. Haré que lo sufras antes… con mi Agarre Gigantesco[9].

Muu sintió una fuerza avasalladora en el cuello que casi le rompe la tráquea, peor que el Terror Natural de Mills, pues Giganto solo le estaba tocando suavemente por encima, cerca del esternón. Era tanta la presión que se hizo similar a que si le agarraran el cuello con unas enormes pinzas calientes.

Muu sabía que no podía tomar el Gran Nudillo a la ligera, menos cuando había tantos Espectros además de él rodeándolo. Debía ser rápido, impecablemente rápido, con una capacidad de reacción que superara la imaginación. Mantuvo la mirada firme en la mano derecha de su contrincante, que ya se acercaba a su rostro… ¡debía ser rápido, aunque el cuello le doliera tanto!

El nudillo del medio de Giganto tocó su nariz. Probablemente le rompió parte del cartílago mayor, pero nada más que eso. Apenas llegó el impacto, en ese efímero instante de tiempo, el psíquico le soltó para que Muu no opusiera resistencia física al impacto, tal como hizo la vez anterior, pero esta vez, Aries estuvo preparado. A una velocidad altísima, convocó el Muro de Cristal a la altura de su nariz y repelió la mayor parte del golpe, reflejándolo contra Giganto, que fue bruscamente perforado por el impacto, a la altura del hombro derecho. Así también consiguió liberarse de su Agarre Gigante, justo a tiempo para teletransportarse.

Eso era el equivalente a una velocidad mayor a la luz, doblando el espacio para ir de un punto de este a otro de manera instantánea. Pudo haberse alejado hasta los portones del Templo del Cangrejo, la entrada o salida, o a las afueras del palacio, pero optó por aparecerse justo en medio de ellos, rodeado por su brillante Cosmos dorado, protegiéndose esta vez de la telequinesis invasora que antes lo había sorprendido.

—I-imposible, reflejó mi ataque en una milésima… no, casi una millonésima de segundo —masculló Giganto, herido en el hombro, que al menos había sido lo suficientemente rápido para esquivar su ataque y evitar un golpe fatal en el pecho—. ¿Acaso esa es la velocidad de la luz?

—La mente humana es mucho más rápida que cualquier característica física, y yo me especializo en las habilidades mentales —dijo Muu, rodeado por dos decenas de Espectros, examinándolos detenidamente a unos y otros—. Lo siento, pero no me dejaré matar tan fácilmente por ustedes.

—Bien, suficiente —dijo un Espectro que, como Mills, tenía un casco íntegro en la cabeza, con tres largos cuernos—. Mi nombre es Ochs, Espectro de Gorgona y Estrella Terrestre Caminante[10]. Me especializo en detener a otros, Aries, así que con mi Ojo de Carga[11], no podrás hacer mucho más con tu cuerpo.

La técnica del Espectro se materializaba como dos ojos terribles, similares a los de Medusa en los mitos, que podían convertir en piedra el cuerpo de los invasores. Sin embargo, no era para nada similar a lo que habían hecho antes para paralizarlo, y Muu regresó el Ojo de Carga solo con cerrar los ojos y enviar una onda de Cosmos que estampó a Ochs contra un muro aún intacto.

—¡Cretino miserable! —gritó Lube, arrojando su Flecha de Pinzas a la altura de sus antebrazos, que Muu evitó antes de azotarlo contra otro muro con su telequinesis. No había terminado su movimiento cuando Neilu le lanzó su Canción del Bosque por la espalda, repetidamente.

Muu se teletransportó detrás del Espectro y le quebró el cuello con un rápido movimiento psíquico, antes de esquivar a dos enemigos más que trataron de matarlo con lo que parecían lanzas de energía y una bola de fuego. Luego, Mills de Elfo trató de enterrarlo vivo con algo que llamó Mezclador Terremoto[12], que destruyó el suelo bajo sus pies con las lianas de sus manos, pero a Muu solo le bastó flotar con sus poderes para evitarlo.

—No se metan, ¡nosotros nos encargaremos de él! —gritó uno cubierto por cicatrices y una Surplice que asemejaba a un escarabajo, que arrojaba lanzas rápidas creadas con los brazos—. ¡Aries! Yo, Caleo de Luciérnaga, Estrella Terrestre de la Velocidad[13], ¡juro que te atravesaré con mis Lanzas Luminosas[14]!

—Y yo, Golea de Salamandra, Estrella Terrestre de la Victoria[15], juro que serás calcinado con mi Calor Furioso[16].

Era obvio que ambos confiaban uno en el otro. Mientras Caleo llenaba el aire de flechas que Muu evitaba teletransportándose, Golea lo llenaba de fuego, restándole oxígeno. Sin duda eran un dúo peligroso… pero no para un Santo de Oro.

El Santo de Aries descendió rápidamente entre las lanzas, golpeó a Golea en el estómago con telequinesis, sin tocarlo, para que el fuego se detuviera antes de que volviera peligroso, y luego uso el Muro de Cristal, muy rápidamente, para desviar las Lanzas Luminosas hacia el Espectro de Salamandra, matándolo, ante el horror de Caleo, que las había lanzado.

—¡Lube, Mills, Ochs, Droi, Cube, Caleo! —gritó Giganto—. ¡No lo dejen ir, acaben con Aries!

Los demás Espectros vieron que con dos no bastaba, y juntos se acercaron en círculo cerrado a Muu, incluyendo a Giganto. El Espectro llamado Cube, que no había visto antes, se puso a entonar una extraña melodía súbitamente, pero cuando Muu iba a convocar a su Extinción de Luz Estelar para eliminarlos a todos… algo lo detuvo. Más bien, todos sus movimientos frenaron.

Cayó de boca al piso, salpicándolo con algo de sangre, mientras su cerebro se ponía a procesar velozmente lo que no había creído: su defensa era inútil, el psíquico entre los Espectros siempre pudo paralizarlo con su telequinesis, no importaba cómo se defendiera. ¡Pero eso era casi imposible!

 

—¡Giganto, es suficiente! —bramó una voz dulce, melodiosa, pero terrible y demandante, digna de un líder aterrador, desde las sombras. No era ninguno de los Espectros que Muu había visto—. Por lo que sé, nuestra misión es tomar la cabeza de Atenea, con o sin Saga… ya se divirtieron.

—¿Qué? —inquirió el aludido, a quien parecía no importarle la herida en el hombro de antes—. El señor Radamanthys me eligió para liderar esta misión, tú solo estás aquí de metiche…

—¿En serio? Si no fuera por mí, Muu habría terminado con ustedes uno por uno, tal como hizo con Neilu y Golea. Son dos bajas ya, Giganto.

—¡Mariposa! Soy el líder, yo merezco encargarme de…

—¿Osas contradecirme, Giganto? —Su voz no daba pie a respuesta indeseada. Muu no sabía por qué, pero se sintió intimidado por esa figura a la que 15 Espectros estaban mostrando tanta obediencia…

¿Quién diablos era?

—E-está bien, Mariposa, nos iremos al Templo del León —aceptó Giganto, que se reunió con los Espectros sobrevivientes y miraron de reojo a Muu, mientras se dirigían a la salida tranquilamente, sin intentar esconderse en las sombras otra vez. El Cíclope parecía seguro de lo que ocurriría—. Vaya, Aries, te tocó la peor carta. Él es Myuu de Mariposa, la Estrella del Hada[17], el Espectro más poderoso de entre las Estrellas Terrenales, uno que fácilmente tiene el poder de una Estrella Celestial.

—E-esperen ahí —dijo Muu, tratando de perseguirlos, pero estaba totalmente inmovilizado en el suelo. Los Espectros ya se adentraban en la oscuridad.

—La verdad siento pena por ti, Aries… Mariposa es el ser más temible de todo el Inframundo, ya entenderás por qué, je, je, je.

 

Y solo cuando ya se habían ido, casi al instante, Myuu de Mariposa se mostró ante el Santo de Aries. Era… La mejor forma de describirle era como una grotesca masa de protuberancias que estallaban y agujeros de los que crecían nuevos hongos, de color negro y rojo. Era tan grande como Muu, se deslizaba por el suelo dejando una especie de baba oscura a su paso, despidiendo un olor nauseabundo y ruidos que parecían los de una olla hirviendo.

Sin embargo, hablaba perfectamente:

—Al fin nos dejan solos, ¿eh, Muu?

—¿Q-qué diablos eres? —dijo Aries, haciendo hasta lo imposible por liberarse de la telequinesis, sin éxito—. ¿Qué clase de Espectro está adentro de esa cosa?

—Me ofendes, Muu… esa “cosa” soy yo, solo que todavía estoy creciendo y evolucionando, lo que es una lástima, porque quería enfrentarte con mi cuerpo real. Pero, para hacer las cosas más interesantes, ¿por qué no mejor te suelto?

Apenas Muu se vio libre de las invisibles ataduras, se teletransportó hacia atrás, sin saber cómo atacar a esa masa de hongos que se arrastraba como un basural. Jamás había visto algo tan horrible, Kiki gritaría como loco tras ver a Myuu. ¿Acaso los 108 Espectros eran criaturas tan extrañas?

—Así que eres un Espectro. Entonces no tengo otra opción más que destruirte para perseguir a tus compañeros.

—Espero que estés a la altura, porque eres realmente famoso, Muu, cualquier psíquico querría pelear contigo… Así que, ¿comenzamos?

La criatura monstruosa también era sumamente veloz. Atacó con lo que llamó Erupción Horrenda[18], una lluvia de ácido corrosivo que definitivamente lo habría dejado en malas condiciones de no haber reaccionado a tiempo con el Muro de Cristal, con el que intentó reflejarlo. Sin embargo, eso no ocurrió.

Los chorros tóxicos que salían de los agujeros en lo que Myuu decía que era su cuerpo, se pegaron al Muro de Cristal sin atravesarlo, desgastándolo poco a poco como si lo fundiera. ¡Jamás había visto luchado contra una técnica así! Para peor, los líquidos que estaban chocando con los pedazos del techo o el muro ya caían sobre Muu, así que debió teletransportarse a otro lado.

En medio del aire apareció, y abrió un portal con su mano derecha, usando la técnica que Sion de Aries le había enseñado personalmente… no era su favorita, pero parecía la más útil en ese momento: la Revolución de Polvo Estelar.

Liberó cientos de estrellas fugaces de sus rutas cósmicas, y las dirigió con sus poderes hacia la gelatina andante que era Myuu. No lo tenía previsto, pero cumplió su objetivo, el monstruo estalló en mil pedazos en medio de luces doradas y veloces que impactaron contra él en menos de un segundo.

 

Cuando Muu estuvo listo para irse y se dio la vuelta, se topó con una extrañeza más para la colección. No entendía qué estaba pasando, pero Kiki se habría quedado embobado mirando lo que él miraba: un sinfín de mariposas azules, bellas, enigmáticas y, aparentemente, inofensivas… pero le causaba un gran pesar el verlas revoloteando por ese lugar. ¿Qué ocurría? Eran… fascinantes. Y eran tantas…

Por supuesto, eran una distracción. Cuando logró reaccionar y mirar arriba, donde oía ese ruido tan extraño como el de una cucaracha o una mosca, todo junto, ya era tarde: un enorme gusano, un verdadero bicho, armado con una Surplice a lo largo de su asqueroso cuerpo, cayó sobre él, y a duras penas consiguió evitar, con un salto, que lo aplastara. ¿Qué clase de pesadilla estaba viviendo?

La nueva criatura tenía enormes ojos muy similares a los hongos de antes, tenía decenas de patas, era tan largo como para cubrir toda la habitación, lucía una armadura negra con detalles rojos y una serie de púas por el torso hasta la cola; bajo su cuerpo derramaba el mismo líquido viscoso de antes, y sus fauces estaban repletas de filosos colmillos y una baba aparentemente corrosiva. Si eso era Myuu, no quería saberlo.

—¿Te sorprende, Muu? —preguntó el insecto, moviendo apenas la mandíbula plagada de dientes y veneno—. Esta es mi siguiente etapa, gracias por acelerarla con tu ataque. Aunque, a decir verdad, pensé que sería una técnica más potente.

—¿Q-qué… eres tú?

—Soy Myuu de Mariposa, nada más y nada menos. Ahora, querido Muu, me gustaría que durmieras para toda la eternidad, tengo trabajo que hacer. Hilo de Seda[19].

Myuu procedió a liberar una inmensa cantidad de un hilo delgado, brillante, fino y sedoso, igual que el de una telaraña, del que le sería imposible evitar con sus poderes psíquicos, ¡estaba cubriendo todo el Templo del Cangrejo!

Todo se llenaba de blanco, y Muu no podía romper los hilos, pues se pegaban a sus brazos y rostro. Activar el Muro se volvió imposible cuando Myuu desactivó su telequinesis. Parecía que el hilo tenía vida propia, sabía exactamente dónde atarlo, más y más, saliendo interminablemente, para acabar con él… ya estaba teniendo muchas dificultades para ver… pronto no respiraría.

—Es inútil que te resistas, Muu, de mi Hilo de Seda es imposible escapar con la fuerza, incluso de un Santo de Oro. Como ves, puedo seguir y seguir lanzándolo, ya estará todo este lugar sumido en el blanco de la muerte. No podrás escapar.

—M-maldición, me estoy… ahogando. —Muu se vio en problemas, el Hilo de Seda lo había atado de pies a cabeza, su telequinesis estaba inutilizada, al igual que su cuerpo—. ¿De verdad… voy a morir así? ¿Aquí? M-maldición…

—Te sofocarás hasta la muerte al interior del capullo que crearé para ti. Será una muerte digna para un psíquico como tú, completamente inmovilizado. Pero, Muu querido, déjame decirte que me siento muy defraudado ante tu performance. Esperaba un reto mayor.

Todo se volvió blanco. Muu comenzó a perder la razón, se empezó a sumir en un sueño de constricción y cayó de espaldas, envuelto en hilo y más hilo. No podía salir. No podía hacer nada.

«A-Atenea».


[1] Chikatsu, en japonés; Diquo, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Ou Peng, las “Alas doradas que se cepillan contra las nubes”, un hombre experto en atrapar flechas.

[2] Claw Arrow, en inglés.

[3] Chiratku, en japonés; Diyue, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Yue He, el “Silbato de Hierro”, un músico guerrero.

[4] Forest Song, en inglés.

[5] Chiretsu, en japonés; Dilie, en chino. En la novela Al Borde del agua, es la estrella correspondiente a Wang Dingliu, la “diosa viva del relámpago”.

[6] Natural Terror, en inglés.

[7] Chibou, en japonés; Dibao, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Bao Xu, el “dios de la muerte”.

[8] Big Knuckle, en inglés.

[9] Giant Hold, en inglés.

[10] Chisou, en japonés; Dizou, en chino. En la novela Al Borde del agua, es la estrella correspondiente a Li Gun, el “gran sabio del cielo”.

[11] Charge no Eye, en inglés. El no es japonés para “de”.

[12] Earthquake Mixer, en inglés.

[13] Chisoku, en japonés; Disu, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Ding Desun, el “Tigre marcado por flechas".

[14] Light Spear, en inglés.

[15] Chishou, en japonés; Dijie, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Gong Wang, el “Tigre de cuello floreado”.

[16] Furious Heat, en inglés.

[17] Chisyo, en japonés; Diyao, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Du Qian, el que “toca el Cielo".

[18] Ugly Eruption, en inglés.

[19] Silky Thread, en inglés.


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Publicado 26 junio 2018 - 18:19

Saludos

 

Estaba preparando un largo soliloquio sobre cómo en un abrir y cerrar de ojos aparecieron una gran cantidad de capítulos después de mi último review (empezaba, sin una chispa de gracia, con: "Señor Felipe, tenemos que hablar..."), cuando me di cuenta de la fecha. Llevo medio año sin comentar, así que solo me queda agachar la cabeza mil veces por segundo, por esto y por otras cosas. No sé qué me ocurre, que cuantos más planes tengo para un año, menos cosas acabo pudiendo hacer. 

 

En esta tanda de capítulos (te quedo debiendo los de la página 32), no sé si por razones subjetivas sobre las que sin duda me acabaré extendiendo, sentí que el capítulo más flojo fue el de Radamantis. ¡Cuidado! Nada que ver con que sea un capítulo centrado en un antagonista, no solo por mi tal vez conocida tendencia hacia los villanos, sino por lo mucho que aporta a esta historia ver que el enemigo es un personaje más, no solo la tormenta que hay que resistir. 

 

Mi problema es algo que ya hemos hablado en al menos una ocasión desde que comenzó este arco. La saga de Hades tiene parte de su encanto en todos los misterios que va resolviendo, más que otras sagas memorables como puede ser ese arco que es molde de media franquicia, para bien o para mal. En este caso, no es que haya un gran misterio revelado en este capítulo, sino que me muestra algo que se infló como un globo a lo largo de las Ovas de Hades (me disculparás que hable de estas y no del manga, ya que las vi primero, como buen hereje), para luego desinflarse en el final, aunque creo que en el manga te lo contaban antes. Me refiero, cómo no, a que las baladronadas de Radamantis son exageradas hasta el villano ochentero de toda la vida, que los espectros tienen fama de inútiles y que el juez no es ese enemigo terrible capaz de hacer frente a tres santos de oro. Todo por una barrera y un guion acelerado. 

 

Por supuesto, lo de la barrera lo entiendo. Me gusta la idea de que los jueces sean superiores a un santo de oro, no necesariamente que vayan a vencer contra cualquiera sea lo que sea lo que pase, sino que uno de la élite deba esforzarse lo indecible, tal cual un protagonista, para derrotarlo si es que le toca ese papel. Incluso podría considerar interesante que deban juntarse dos y que no ganen por puro poder bruto, sino por una cuestión de habilidad. Sin embargo, colocar a tres y hacer que pierdan sin aportar nada más a la trama, más allá de convertirse en convenientes kamikazes, sin que hubiera una explicación de por medio, es ya otra cosa. Es llegar a un punto donde se usan personajes con ya tiempo en pantalla para decir: Mira, el nuevo es muy poderoso, es invencible, solo que no lo es. Y luego muestras a un dios que solo hace lo mismo que el enemigo anterior. No llama mucho la atención algo así, ¿cierto?

 

Sobre el otro tema, el del guion, yo sé que puedes hacer un buen trabajo con los espectros. Kurumada creó la materia prima, sea lo que sea lo que podamos decir sobre su uso, Shiori añadió su granito de arena, así terminara teniendo que tirar de dioses, gente con sangre de dioses, un Saga v2 y una búho psicópata para llenar las expectativas de los combates. En el arco del Infierno quedará en tu habilidad dar el mejor uso a todos estos elementos, pero eso todavía no pasa. Ahora que leo el capítulo de Radamantis, mi mente llena lo que sigue con el desenvolvimiento de la saga en el original, donde un par de batallas importantes, si no me falla la memoria, se resolvieron con el perezoso de recurso de Una técnica no funciona dos veces contra un santo. Así que en resumen, leo el capítulo y más que percibir en Radamantis alguien orgulloso, siento que la obra me está diciendo que el enemigo es peligroso, aunque sé que no es la intención. Si por algo vale la pena escribir desde el punto de vista de los personajes, es para mostrar la historia bajo la falible lupa humana.

 

Pandora es otra que se resiente. Está todo eso de que Hades manda a los santos revividos porque no quiere que sus espectros mueran. ¿Una mentira, como en el original, o un vistazo al resultado de la Guerra Santa anterior, donde Hades empezó a lidiar con un ejército que ya no puede revivir a placer? Estaré a la expectativa de la respuesta a esta incógnita, así como si logras la titánica hazaña de hacer que Pandora deje de caerme mal como personaje. A la mujer le pasó algo similar a Radamantis: apareció como alguien de temer, Ikki pasó por encima de ella porque Ikki debe verse bien siempre y terminó siendo solo una víctima, que puede estar bien, un antagonista no es debería ser solo un robot que acata órdenes, pero qué poco duró como ese personaje de temer... Y digo esto a pesar de que tampoco seguí con mucho entusiasmo su papel en Lost Canvas. Soy extraño.

 

Algunos datos interesantes que recuerdo son el asunto del despertar de los espectros, sus vidas pasadas y alguna pista sobre el extraño comportamiento de los revividos. Aldebarán, en especial. No sé si esta idea (¿Sacada de Old Twins?) servirá para explicar por qué Shion no le dijo a Mu sin más que la sangre de Atenea revive la armadura de Atenea, o si esto no estará aquí de por sí, pero siempre es mejor a la idea de que Hades use de peones a gente que se redimió antes de morir, sin tener un seguro. Los dioses de Saint Seiya, a veces, son demasiado ingenuos. Hay otra cuestión, que Radamantis parece tener una ambición más allá de Pandora, veamos cómo le va. 

 

Los capítulos de Shun y Shaina ya me gustaron más, incluso si no puedo poner la mano del fuego por cuán indispensables son. En el caso del primero, si hay una buena razón para ver a los santos de plata revividos, es el insólito enfrentamiento entre Daidaros y Shun. Mientras leía toda la escena de Shun tratando de impedir que Tatsumi le dé una paliza Tatsumi tratando de impedir que Shun saliera, ya estaba pensando en ese asunto de que los santos de bronce no luchen tras haber dedicado su infancia a prepararse para luchar. Entonces, poco a poco, fui entendiendo lo que pasaba e interesándome al ver confirmadas mis sospechas (no siempre ocurre). Es un buen reto para Shun el tener que superar tal desafío, en lugar de solo retomar su actitud pacífica; el flashback también sirve de soporte, a ratos siento que eso de decir que siguen Atenea como idea antes de como diosa es para que no los tachen de secta, pero se acepta. Si algo negativo puedo decir, es que en el punto de la resolución me quedé pensando que faltó algo. 

 

¿Qué puedo decir de tus capítulos de Shaina que no sepas ya? Al estilo de ese gran y desaprovechado personaje que fue Pavlin de Pavo (perdonemos a sus padres por el nombre), tuvo que enfrentar a tres santos de plata y salió airosa, con la venia de la providencia equina... ¿Será casualidad que Poseidón sea el dios de los caballos? No, no importa el comentario random que suelte, ni importan los malos chistes que cuele entre ladrillo y ladrillo de tinta, lo que importa es que da gusto leer un capítulo de Shaina en El Mito del Santuario. Buen capítulo, con una dinámica que creo que le faltó al anterior y un giro final inesperado... ¡Inesperado para este despistado lector! Más o menos al principio Shaina hablaba del sucesor de Georg y yo no caía en quién podía ser, ni siquiera cuando habló en español. Luego vi a Kazuma y pensé: ¿Soma era de México, no? Por alguna razón me suena que es así. Buena entrada para el buen Kazuma, y una prueba del potencial desperdiciado de la franquicia al no tener, ni siquiera en su versión animada, una continuidad más pensada, donde en una obra se acuerdan de los santos de acero y en otra de los dioses guerreros. 

 

Pero como se ve que hoy estoy algo pesado, sí que diré algo sobre el capítulo de Shaina, que creo que ya te pregunté antes (y puede que te lo vuelva a preguntar más veces). ¿Será siempre su papel proteger aquello que está más allá del foco de la trama (en este caso, la montaña y sus sempiternas Doce Casas) o hay lugar para ella como sexta protagonista en el futuro?  

 

Me parece que es en el capítulo de Saga donde descubrimos que no es que los espectros no tengan cosmos, sino que el suyo es imperceptible, tal vez debido a la surplice. En parte, sentí un pinchazo de decepción, ya que intuía que en ese tema habría mucho más (siento que el Hades, como un reino aparte del mundo de los vivos, es desaprovechado en Saint Seiya, aunque no es que yo lo fuera a hacer mejor). Pero entiendo que decir que un ser vivo no tiene cosmos sino otra cosa es algo más fácil de decir que de hacer, sobre todo si queremos que tenga sentido con esas veces en las que a un muerto le apetece volverlo todo patas para arriba en el mundo de los vivos. Como el testamento de Aioros, a prueba de paradojas y lanzas marcianas. 

 

Retomando el inutil, es como el de Radamantis uno de esos capítulos que serán mayoría en este arco, parte Lo que debe suceder (el duelo fratricida que vimos en las Ovas), parte Lo que sucede en El Mito del Santuario. Por ejemplo, la batalla en sí es lo que tenía que suceder, pero el bucle espacial en el que confieso haberme perdido es de tu cosecha (¿Saori Kido, siendo algo más que una espectadora e hincha levanta-cadáveres en esas batallas? ¡Has alterado el orden de las cosas!), y se agradece, mientras que esa frase de Y sin embargo... nos remonta a que esto es parte de toda una historia, no unas OVAS, con todo excelentes, sacadas a destiempo y pasando por encima de algún detalle conocido (¡Oh, Cristal, ese gran olvidado!). Suena a paradoja, pero aquí no me chirrió que se tardara tanto tiempo en revelar que Kanon es... Kanon, tal vez porque ayuda a alimentar ese clima de desconfianza entre al menos Shura y Saga. Me gusta que el santo de Capricornio no se limite a seguir al ex-bipolar porque sí desde un principio, aunque él y Camus tendrán que hacer más para quitarse de encima el estigma de becarios que arrastran desde hace ya más de una década. 

 

Paso al siguiente capítulo no sin destacar esos puntos suspensivos que, sospecho, veré con frecuencia hasta que lleguemos a cierto punto. Luchan contra las órdenes que reciben, y sin embargo, como diría Kanon, les toca acatarlas. Total, el premio es la vida eterna, ¿qué puede salir mal? Un milenio entero de remakes, un desastre de presidente aquí y allá...

 

En el capítulo de Milo es donde más cosas tenía que decir, porque es mi escena favorita del personaje. Bajo una mirada severa, como la que tendré el día de hoy, podría quedar fuera de lugar, sobre todo si el seguimiento de escenas fue tal cual en el original (que creo que así es), pero que cada vez que la veo, siento que queda bien, que funciona. Veamos, porque en lo de Radamantis me extendí por amplio margen de lo que quería expresar. ¡Soy un desastre!

 

Al principio, me extrañaba que Milo se dirigiera a Kanon como Laskaris, porque tenía muy presente esa interesante (por coherente con lo que siempre hemos visto) visión en la que el apellido de un santo no es otro que se constelación, la cual es más que un rango. Es hasta a mediados que me doy cuenta de que no hay razón para que Milo se refiera a Kanon como Gemini Kanon, y teniendo este un apellido, si se le llama por él es como desconocerlo como santo. Buen punto.

 

A medias, acepto lo de que la palabra de Atenea no baste. A medias porque es la diosa a la que Milo sirve, pero ya sientas el precedente de que Atenea es un símbolo o, si se prefiere, la encarnación misma de un ideal, como Poseidón pudiera serlo de la idea de una utopía eterna y Hades de que en la muerte hallaremos la paz, a la vez que tu Kanon es, a un mismo tiempo, un mal más fácil y más difícil de condenar. Me explico en un momento.

 

En el original, si no me falla la memoria, resulta difícil considerar a Kanon responsable de la locura de Saga, con todo y la escena que ambos comparten, porque es algo que vino de pronto. Ya había ocurrido el arco del Santuario y este podía explicarse sin la presencia de Kanon. Así, el crimen por el que de verdad sería recordado, que no es poca cosa, sería haber sido enemigo de Atenea y haber despertado a Poseidón, que arrasó con un millón de personas y cuatro ciudades en quince días de diluvio. 

 

Aquí, de una parte, Kanon fue más activo, como su papel tras todo el asunto de Drbal, y de otra, el daño del arco de Poseidón se siente más cercano por esa trágica batalla de Rodorio. Es un hecho que en una obra suele tener más peso que un personaje querido muera (el bueno de Aldebarán, nada menos), a que nos digan en una nota a pie de página que murió mucha gente desconocida, o que nos muestren escenas de cataclismos como en las películas de Saint Seiya. Precisamente porque leemos una obra ficticia es que los personajes tienen mayor importancia cuando los conocemos, que ellos mueran es más difícil de olvidar, de perdonar, y sin importar qué tan responsable es Kanon de la batalla de Rodorio, se le va a relacionar sí o sí con ello. Si a eso le sumamos que aquí el diluvio fue por mucho más devastador y se hicieron notar más sus efectos (tengo ese vago recuerdo, por lo menos), Milo tiene muchas razones para estar furioso. 

 

A favor de Kanon, está que todo humano es falible (Saori nunca dejará de ser Saori, es una ley universal que trasciende todo el universo, justo acabo de verla... Mejor no pienso en ella) y que Eris alimentó su ambición. Como en esa película de DC, recordarás cuál, en la que nos dicen que los humanos pueden ser muy malvados, y los dioses muy cizañeros, por decirlo en términos simples.

 

Así que, para no seguir mareando la perdiz (en este punto alguien podría estar creyendo que Kanon me cae mal, siendo el santo de oro más trabajador de la saga de Hades con el permiso de Dohko Phantomslayer), diré que entiendo cada frase, cada suceso, cada postura hasta la mitad del capítulo... Luego todo me empieza a chirriar, como si se hubiera ido más lejos de lo que la escena necesitaba. En parte, entiendo que era el punto (que Milo no se quede solo en "Lo que la escena necesita, el papel que alguien tiene que ocupar" sino que hubiera en él una ira genuina, a la vez justificable e insensata), pero... A ver si lo sé describir, es como leer una reproducción del anime clásico, donde la sangre salía a borbotones, y acordarte de que hay toda una guerra por delante, de que Milo está torturando a alguien mientras el enemigo asciende las escaleras tan campante. Y no recuerdo si en El Mito del Santuario Kanon se comió con patatas el tridente de Poseidón, pero el título de tanque no se lo quita nadie luego de esto, si bien no dudo que entre las interpretaciones que se puedan sacar esté la de "No es que uno sea fuerte, es que el otro es débil". 

 

Nada importa, porque otra ley universal transdimensional implica a Milo diciendo que podría empatar o perder contra alguien, cuando el protocolo dicta que todos son "Los más fuertes". 

 

En resumen, aunque me gusta la escena tal cual en las OVAS, este capítulo funcionó, se deja ver tanta violencia. La parte de las doncellas, no, sentí que querían que sintiera lástima por el sufrimiento de Kanon, cuando esto es lo último que aquel querría. El cierre, con el paso de Laskaris a Gemini Kanon, quedó perfecto. 

 

Uf, toca Ikki si voy bien, y tengo mucho que divagar con él. ¡Tenme paciencia!

 

Más que el capítulo, que quedó bastante bien (hasta recordé que Aiacos puede ser imponente, no ese Juez que Ikki mató), me gustaría tocar un viejo e incómodo asunto: Los santos de bronce. Tengo sentimientos encontrados sobre el poder variable de estos. En principio, verlos luchar desde abajo luego de combatir a santos de oro, generales marinos y dioses, tiene algo de extraño, de repetitivo si se quiere, porque te deja la sensación de que los protagonistas pueden ser así de poderosos porque son los protagonistas, no porque lo sean (que, sabemos, lo son al final del día). Pero luego pienso en la alternativa, de un Trunks cortando en pedazos al emblemático villano del arco anterior, de Seiya tratando a personajes como Hades o Poseidon tal cual fueran santos de plata, en fin, de que se tenga que volver a un personaje conocido tan poderoso que mata a golpes a Zeus, para que parezca una amenaza, y me doy cuenta de que no me gustaría leer un Saint Seiya así, siempre sacando malos más y más poderosos, hasta que se pierda todo atisbo de interés o impresión. Claro que ese soy, el tipo que quiere ver buenas historias en torno a los dioses y poco disfrute tendría en verlos como ratas de un RPG cualquiera.

 

Así que sí, te compro a tu Aiacos imponente y tu Ikki cohibido; tu Pandora que, estoy seguro, Ikki no mandará escaleras abajo porque tiene los arrestos más grandes de Oriente. Y no solo por lo que digo arriba, de los riesgos que supone un incremento geométrico del poder arco por arco, sino porque es parte de la situación de Ikki y eso es excelente. No sé si la razón por la que Ikki revive ya se había sugerido (cosa que es arriesgada, otro que hiciera un Reboot de Saint Seiya se saltaría esa cualidad de Ikki, antes que explicarla y hacerla parte real del personaje), pero me gusta que ese ¿guiño? a la obra original que fue el destino de Kagaho de Bennu encuentre su cierre aquí. Me quedé con ganas de ver el momento en el que el espectro le diga a Ikki: Toc, toc. Lo de enfrentamiento contra el yo interno, que me parece que se sugirió entre comentarios, no me llama tanto, quizá porque en el shonen moderno lo tengo muy visto (protagonista enfrentado a su alter ego), pero pasará lo que tenga que pasar. No más, no menos.

 

Un par de detalles: ¿Ya habías introducido a Pandora y la medalla Yours Ever de Shun de algún modo en la historia, o son elementos que son recordados en este momento, como preludio de lo que acontecerá?

 

Como vi más abajo que el misterio de la muerte sentida por Ikki no fue un mal viaje mío, lo dejaré aparcado, mientras aprovecho para preguntar por el nombre de la localización de Heinstein. Turingia, tengo apuntado por aquí. ¿Es inventado o hay una pista en el manga? Lo mismo sobre el área de la Torre de los Espectros, que creo que también nombraste. Si está en el manga, me tocará golpearme contra la pared, pues llevo un par de años queriendo abrir un tema para especular sobre la situación geográfica de ciertos lugares en Saint Seiya.

 

En el capítulo de Hyoga no tengo tanto que decir, no en esta parte al menos. Aquí, solo destacar que tomar Sinigrado como escenario fue todo un acierto, genera más interés que pensar "Este es Hyoga y está en Siberia, porque es lo suyo estar en Siberia." No me quedó muy claro si esa distinción entre Santo y Noble siempre estuvo en Hyoga y me he convertido en la persona más olvidadiza del mundo o es aquí donde empieza a hacerle énfasis, para que el santo de Cisne tenga un desarrollo de personaje aparte de matar a sus seres queridos. La intervención de los santos de plata queda como un entremés de lo que vendrá, pero se los dejo pasar por la buena pelea que dieron, para ser esta una simple distracción. El ejército de Hades está usando la cabeza, ¡corran! ¡Corran todos por sus vidas insensatos!

 

Las últimas palabras de los santos de plata alimentan mi idea de que las resurrecciones son parte de un gran plan. Sé que suena raro que hable de eso como algo que hay que deducir, pero seguiré viéndolo así hasta que la historia misma lo confirme o niegue.

 

Mientras trato de hacer memoria sobre si debería recordar a una criatura azul que apareció por ahí, te dejo un par de frases donde vi errores en este capítulo:

—¿Segura que está bien, Jacob? —le había preguntado por teléfono, cuando todavía tenía buena señal.
—La primera vez acabé contigo; esta vez será lo mismo, solo que más de forma mucho más simple.
Hubo una explosión de fuego y hielo levantó una gigantesca nube de nieve. El Santo de Cygnus se volteó para buscar a Freyja, que lo observaba con los ojos como platos, intentando controlar a los alborotados caballos, pero una voz desconocida le hizo girarse nuevamente. 

 

Te fallo en el capítulo de Shaka, como era de esperar. Hay algo en mí que se niega a dejarme entender bien a los escritores de este sitio que profundizan en el budismo, lo que no quita que admire el esfuerzo de los que se arriesgan.

 

Más allá de que me perdí en alguna explicación, la parte del noble camino no sentí que fluyera del todo con el personaje, tal vez porque caigo en el error de recordar primero el Shaka de Kurumada, tal vez porque lo leí de prisa. Sí retuve la parte en la que se habla de los sentidos, en particular, el Séptimo. Yo también lo veo como uno que se enfoca en captarse uno mismo, más que el entorno, pero me voy a ninguna parte y empiezo a decir que el Octavo va por el mismo camino, conocer tu propio ser en mayor profundidad. Siempre es bueno ver que se profundice al respecto, ver la fuente del poder de los personajes como algo más que una herramienta al servicio de la trama.

 

En general, me gustó la evolución de Shaka desde el encuentro de Ikki, que supongo que entendería mejor si leyera Anécdotas (vi por ahí un Seth de Virgo, por ejemplo), así como la parte en la que observa todo el Santuario. A Shaka le gustarán los fuegos artificiales, pero es claro que también tiene poder, y lo sabe, lo que nos lleva al un enfrentamiento indirecto entre Saga y Shaka. El eterno versus prohibido, pero aquí se trata de contar una historia.

 

Como en la batalla en el templo de Géminis, los sucesos en el templo de Cáncer son una escena que tenía que ocurrir, solo que con sus buenos añadidos. Recuerdo que las descripciones lo bastante gráficas como para sumergirme en la escena, un efecto que no terminó de lograr el capítulo de Radamantis (ya he mencionado mis tendencias subjetivas en este punto). El recurso para tardar en recordar el nombre de Shaka, un poco extraño, pero funcionó para tener ese momento en la Colina del Yomi. Sirve de paso para recordarnos que aquí Deathmask no tuvo la redención exprés. Faltaba una Helena en su vida.

 

Me gustó el manejo de las ilusiones dentro del capítulo. En particular, que Saga usara una técnica para convencerse a sí mismo y a sus compañeros de que seguían en el templo de Cáncer, no sin antes mostrar un par de escenas bastante reveladoras sobre el trío maravilla. ¿Por qué Shura piensa en Izo? ¿Es su maestro también en El Mito del Santuario? ¿Ya se había insinuado y no me había dado cuenta? ¡La fiabilidad de mi memoria peligra minuto a minuto! Más adelante, por supuesto, estos renegados santos de oro tendrán que pelear sobre la proverbial mano de Buda contra tres adversarios. Nicole, Aioros y... ¿Un ojo de cristal? Trato de adivinar, pero para no variar, si debía saberlo lo olvidé, y Camus no ayuda, se queda callado. 

 

Veremos qué depara el futuro para estos y otros renegados. Que estén controlados a medias le quita parte del encanto a su sacrificio, si es todo parte de un plan, pero como en realidad no sacrifican nada porque al final les perdonan todo, incluida la Athena Exclamation, empiezo a sentir que es al revés. Al intervenir, a sabiendas de que serán manipulados, reciben un sufrimiento y una vergüenza más real y palpable, sobre todo a futuro.

 

Ahora me tocaría Hyoga, pero ni el mejor café del mundo permitiría leer más de mis divagaciones. Te quedo debiendo ese capítulo y los de la página 32, donde procuraré ser más escueto y ponerme al día. Y es que, como digo siempre, comentando tantos capítulos se me escapa algún detalle que quería comentar, como la afición de los espectros por Death Note o que aquí Hades no solo revivió santos de oro y de plata, sino también guardias del Santuario. ¿Será el deseo subconsciente de Shun de devolver la vida a los que cayeron en batalla? No, lo dicho, yo y mis divagaciones...

 

Esperando regresar pronto esta vez, me despido por ahora. 

 

¡Adeus!


Editado por Rexomega, 26 junio 2018 - 22:04 .

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Publicado 01 julio 2018 - 23:07

Ufff, amigo Rexo, cómo lo hago para responderte a manso comentario? No sabes cuánto lo agradezco.

Dejaré la respuesta en spoiler, con tu permiso, ya que hoy va capítulo también. Vamos por partes:

 

Spoiler

 

SHUN IV

 

23:43 hrs. 16 de junio de 2014.

Shun de Andrómeda, June de Camaleón, Hyoga de Cisne y Jabu de Unicornio estaban a cargo de una de las misiones más extrañas que el primero había vivido. Por lo que su poco comunicador amigo le había dicho, así como por la información con la austera comandante de los Santos, había un barco debajo del cabo de Sunión. ¡Un verdadero barco, llamado Navío de la Esperanza! Por lo que dijeron sus compañeros, era una herramienta indispensable para enfrentar a Hades en su territorio, conocida por la señorita Saori, y despertada con una llave, que resultó ser una espada mágica de territorio asgardiano. En cualquier caso, Shun había visto tantas cosas raras desde que se había convertido en Santo, que algo así no era realmente tan difícil de concebir.

De hecho, lo que en realidad le preocupaba al Santo de Bronce de Andrómeda, que le acongojaba el corazón desde hacía mucho rato, era algo totalmente distinto, aunque directamente relacionado con la guerra con Hades. June, la única que podría entender cómo se sentía, corría a su lado. Ya estaban prontos a llegar a la bahía que daba entrada al Mediterráneo, y el cabo se divisaba en el horizonte nocturno junto a decenas de barcos que funcionaban solo con motores, electricidad o simplemente la fuerza del mar.

—June.

—¿Shun?

No iba a aguantarse mucho si no se lo decía. Su corazón se oprimía, y si tenía que enfocarse luego en la misión de Hyoga, enteramente, debía sacarse el pensamiento traidor de la cabeza, en primer lugar.

—Vi… vi a…

Pero era terriblemente difícil decirlo. Una cosa era vivirlo, cuando la adrenalina y el caos de la batalla le impiden a uno pensar con claridad. El peso y la maldición de la facultad llamada memoria, solo cobraba un sentido significativo cuando el evento recordado ya había pasado.

—Shun, ¿qué sucede? —preguntó su amiga, sin dejar de correr. Hacía algunos meses también habían corrido por esa ruta, cuando se dirigían a eliminar a los Cetos que amenazaban las islas egeas. En esa ocasión estaban en silencio (especialmente ya que Venator de Delfín hablaba demasiado), pero ahora, él intentaba romperlo con una noticia aterradora—. Sabes que puedes decirme lo que quieras.

—Vi al maestro Daidalos… —dijo, después de reunir las fuerzas suficientes— f-fue revivido por Hades… y…

—No es así —interrumpió June con expresión solemne.

—¿No es así? June… vi al maestro Daidalos con mis propios ojos. El dios del infierno le revivió y yo… —Sintió que se le humedecían esos ojos. No quería tener que recordarlo, pero era imposible. ¡Aquella persona era lo más cercano que había tenido a un padre!

—¿Lo mataste?

—¡Mis cadenas reaccionaron violentamente contra él! —Tenía que ser honesto consigo mismo. Se lo debía tanto a June como a su propio Manto, que tanto le había costado dominar, y que probablemente le odiaría si le culpara injustamente—. No. Para ser sincero, no las detuve… ¡lo maté, June!

No frenó su carrera ni un solo segundo. Tampoco lo hicieron Hyoga y Jabu, que corrían delante de ellos conservando un respetuoso silencio. June se mantuvo impasible. Shun lloró mientras daba zancadas más cortas y rápidas, para no tropezar sobre la arena.

—¿Seguro?

—¡Por supuesto que sí! June, m-maté a mi propio padre. Maté al hombre que me crio c-como a un hijo, que me enseñó todo lo que se. Asesiné a mi maestro…

—Asesinaste al hombre que buscaba asesinarte.

—¡No lo entiendes! Era Daidalos, tomé su vida y…

—Tú eres el que no lo entiende, Shun. —June se quitó el brazal derecho, sin dejar de correr, y mostró una grave quemadura que iba desde el codo a la muñeca, roja y dejando la pie en carne viva—. ¿Sabes qué es esto?

—N-no…

—Es el resultado del Espejo Ardiente[1], la técnica de la armadura de Casiopea. Me lo causó una Espectro mientras luchábamos en la Fuente.

—Pero… ¿eso significa que tu maestra también…?

—No, Shun, eso es lo que quiero que entiendas. Esa mujer que lucía como una versión joven de Caph de Casiopea, así como aquel que se parecía a Daidalos de Cefeo, no eran realmente ellos. —June se detuvo, y así también frenó Shun, aunque Hyoga y Jabu se adelantaron para darles privacidad sobre un tema que probablemente ya habían superado—. Daidalos y Caph desobedecieron a Géminis por dieciséis años, y a pesar de enfrentarse a un Santo de Oro como Aphrodite, pelearon hasta el final, hasta sus muertes seguras. ¿Crees que gente como ellos se vendería a Hades?

—¿Crees que son impostores?

—¿Con la misma personalidad? Puede ser. Si lo son, no me importaría acabar con ellos. Y si son realmente ellos, entonces les hicieron un lavado de cerebro o algo así, por lo que, estoy segura, querrían que los devolviéramos a la tumba en lugar de ir contra todos sus ideales. ¿No te parece?

—S-sí… supongo que sí. —Shun dejó de llorar y se limpió los restos húmedos que habían quedado impresos en sus mejillas. En realidad, tenía toda la lógica posible, aunque se dejaran un poco de lado los sentimientos producidos. Ya Lymnades le había dado bastantes problemas con eso.

—Entonces no te compliques. Somos Santos contra Espectros. Los que veas usando Surplice se mueren… Ahora, ¡andando!

June tenía una manera de explicar las cosas que le relajaba, le motivaba, y le hacía sentir como idiota. Todo al mismo tiempo.

 

Llegaron al mar y usaron uno de los botes del Santuario, que llevaron algunos soldados rasos enviados por Shaina, para acercarse al cabo de Sunión. Hyoga remaba con impaciencia, mirando cada dos segundos el espadón junto a sus rodillas. Shun permanecía inquieto… No sabía qué iba a encontrarse. Sus pensamientos, que antes se enfocaban en la muerte de Daidalos, ahora giraban en torno al extraño asunto de la espada mágica asgardiana de oricalco que era la llave para encender un barco, como un motor, que navegaría por el infierno. Así de ridículo sonaba en su mente.

El cabo de Sunión era solo la punta en la superficie de una inmensa estructura que culminaba en el territorio que perteneció a Poseidón. Se componía de varios sitios importantes para la historia del Santuario.

Arriba del gran peñasco estaba el misterioso templo que servía en la antigüedad para adorar y venerar al dios Poseidón, que tras la guerra en el Ática pasó a manos de Atenea y se convirtió en un faro. Con el tiempo, solo quedaban ruinas de ese sitio.

Luego, unos metros bajo el nivel del mar, estaba la prisión donde se encerraba a los criminales de guerra de Atenea, así como los traidores. El último alcaide de la prisión fue Al-Marsik de Ofiuco, maestro de Shaina; sin embargo, durante la invasión de Poseidón, no solo el viejo Santo falleció, sino que también todos los reos, por lo que estaría totalmente vacía hasta que se enviara un equipo para reconstruirla.

Aún más abajo comenzaba el Sustento Principal, la más alta torre del reino submarino y centro del poder del Emperador de los Océanos, que había sido destruida por Seiya, Shiryu y Hyoga, y cuyos escombros derrumbaron también el antiquísimo Templo de Poseidón. El Sustento Principal también marcaba la parte más alta de la cúpula que ocultaba el santuario marino de cualquier intrusión humana, por lo que ésta también desapareció cuando el coloso fue destruido, y ya no había manera de respirar oxígeno en las zonas que pertenecieron a los siete Generales.

El sitio que buscaban, sin embargo, se hallaba supuestamente a medio camino entre el techo del Sustento Principal y la prisión de Sunión.

 

Hyoga fue el primero en sumergirse, pues era el mejor nadador. Antes de que todos se lanzaran, debían cerciorarse de que había algo que buscar. Shun, Jabu y June se mantuvieron en silencio un buen rato, mientras esperaban. No les preocupaba que algo le sucediera a Hyoga (en principio, dudaban que ese hombre fuera físicamente capaz de ahogarse), pero no tenían mucho que decir. En pocas horas habían visto demasiadas cosas horrendas para no pensar en ello, y había una sensación molesta y terrible flotando en el aire, un pensamiento siniestro que ninguno de ellos podía esquivar, cual lluvia de flechas: era muy posible que esa noche muriesen. Si bien el clima estaba frío y las estrellas apagadas, aquella idea les causaba pequeños temblores.

Finalmente, Jabu abrió la boca:

—Chicos, ¿saben qué harán después de esta guerra, si sobreviven?

La pregunta los dejó mudos por un instante, pero Shun no tardó demasiado en contestar, pues la respuesta era algo en lo que ya había pensado por mucho tiempo, incluso antes de obtener la armadura de Andrómeda.

—Quiero ayudar a las personas de alguna manera alternativa… no sé cuál, pero es todo lo que quiero.

—Ja, ja, ja —rio Jabu gentilmente, como si hubiera esperado la respuesta—. Eso lo sabemos. No estás hecho para esta clase de cosas.

—¿Estás diciendo que Shun no es capaz para el combate? —inquirió June, que se había ofendido en lugar de él.

—Para nada —se defendió el Unicornio, alzando bien las manos—. Todo lo contrario, de hecho. Seiya, Geki, Ichi o yo… somos brutos sin cerebro. La respuesta a nuestros problemas la encontramos en nuestros puños y vivimos de ello, pues no tenemos demasiadas opciones. Shun es distinto; incluso Shiryu te ha querido quitar la armadura, porque cree que mereces algo mejor.

—Sí, lo sé… no estoy seguro de cuál es mi destino, pero considero que luchar no es la respuesta. Quiero ayudar. ¿Quizás estudiar algo?

—Tal vez medicina o algo así, cualquier cosa menos ser un luchador bañado en sangre. Eres noble y listo; un pacifista. No me sorprendería que fueras el alma más pura de la Tierra, ja, ja.

—S-sí… —No supo por qué, pero Shun se sintió levemente angustiado por un segundo. ¿Acaso había vuelto a pensar en Daidalos sin notarlo? No entendía muy bien qué le sucedía—. ¿Y tú, June?

—Restaurar la isla, Shun —contestó Camaleón sin pensarlo dos veces—. Los maestros Daidalos y Caph cuidaron la isla con todas sus fuerzas, entrenando nuevas generaciones y fomentando las virtudes del Santuario, hasta que Saga y Aphrodite lo destruyeron todo. Soy un Santo, mi lugar está en el campo de batalla… pero mi deseo principal como Santo es convertir a la isla en el sitio glorioso que otrora fue.

—Sí… te ayudaré con todo, June. También es mi deseo.

—Sé que lo harás; no te desharás de mí tan fácil —dijo June, antes de clavar una mirada asesina en Jabu, como si no quisiera que realizara algún comentario tonto, aunque Shun no entendía por qué lo haría. A veces se le pasaban cosas que los demás comprendían perfectamente—. ¿Y tú, Unicornio?

—Si sobrevivo a esto voy a abrir un rancho.

Shun y June no pudieron evitar sonreír ante el comentario; de hecho, la Santo de Camaleón estuvo a punto de soltar una carcajada. Parecía completamente fuera de lugar, pero la noche se hizo mucho más amigable de un segundo a otro.

—¿Qué cosa?

—Un rancho. Con caballos y toda la cosa de rancho —se defendió Unicornio, ligeramente avergonzado—. Lejos del Santuario. Un rancho.

—Jabu, hay establos en el Santuario, podrías cuidar a esos caballos en lugar de comprarte otros —dijo June, que comenzaba a lagrimear de la risa.

—Además… ¿no tienes una historia con los caballos ya? —se burló Shun, en referencia al pasado de Jabu como montura de Saori Kido, en la época en que ella se inventaba nuevas formas de humillarlos a diario, en lugar de velar por ellos día y noche como una diosa. En esa época, ni por asomo se habría atrevido a burlarse de Jabu.

—No molestes, Andrómeda —sonrió Jabu, a su vez—, mira que, a diferencia de tu particular constelación de doncella, mis estrellas son las de un poderoso equino. Tiene sentido que me encariñe con los caballos.

—Oye, yo también vi Equus, si los caballos son tu pasión, lo son y ya.

—Ja, qué mujer tan original, una broma sobre Equus

—Bajen.

Ninguno de los tres dijo la última palabra, y se entumecieron por unos breves instantes, hasta que se dieron cuenta de la cabellera dorada que se asomaba por sobre el mar, así como los ojos de hielo que los atravesaba como lanzas.

—¡Hyoga! ¿Lo encontraste?

—Creo que sí —respondió el Cisne, apenas mostrando los labios sobre el agua oscura—. Será mejor que tomen mucho aire, pues está más o menos profundo. Jabu, dame la espada.

 

Aunque ninguno de los tres era tan experto como Hyoga, se habían entrenado también, y eran capaces de aguantar largos minutos sin respirar bajo las olas. Shun, en particular, había obtenido su armadura justamente gracias a eso, mientras las cadenas de las que se enorgullecía lo atacaban cuando intentaba salvar a Leda, en lo que lucía como tanto tiempo atrás…

Mientras más bajaban, gracias a la presencia del enorme monolito rocoso y la cárcel que filtraba el oxígeno, el oleaje era menor y podían descender de manera más expedita y veloz.

Cuando la prisión quedó tan arriba que ya no pudieron divisarla, los Santos de Bronce comenzaron a tener problemas para mantener la respiración. Shun no sabía cómo lo hacía Hyoga ni dónde los llevaba, pero esperaba que fuera pronto o llegaría al punto sin retorno y se ahogaría.

Pensaba justo en ello cuando el Cisne les hizo una señal, apuntando con su dedo a un sector del muro de piedra bajo el mar. A simple vista no parecía diferente del resto, pero una inspección más detallada hizo a Shun notar que las rocas lanzaban pequeños destellos en ese lugar, y que de entre los surcos salían breves corrientes de aire que provocaban burbujeos.

Hyoga procedió raudamente a congelar esa pared con su Polvo de Diamantes, y Jabu, con su Galope, la reventó con eficiencia, construyendo con ello la entrada a una cueva secreta que los cuatro atravesaron. El Cisne creó una fina capa de hielo detrás de ellos para que no entrara el agua…

 

Evidentemente estaban en una caverna subterránea y submarina a la vez. Con todo y oxígeno. Era una gigantesca galería rocosa, muy húmeda y oscura, surcada por algunos riachuelos y lodo. Jamás esperaron encontrar algo así, en lo que pudieran pisar firmemente bajo el Mediterráneo. La única vida eran algunas lombrices inofensivas que se ocultaron ante su presencia. El resto era silencio.

Claro que eso fue algo que notaron muchísimo después. Apenas entraron, les fue imposible poner atención en cualquier cosa que no fuera el colosal navío que se ocultaba allí adentro, enterrado entre dos pequeños montes. ¡Un verdadero barco de guerra! Construido de madera, era robusto, grueso, amplio (mucho más que cualquiera que Shun hubiera visto, no parecía descabellado que llevara cómodamente a 88 Santos y soldados rasos allí), y bello. Shun no lo podía creer…

Los cuatro Santos se separaron sin decir una palabra, mudos del asombro, para acercarse por distintos lados a la monumental construcción, que parecía una nao, o una galera del siglo XV… de no ser porque obviamente era muchísimo más vieja. A pesar de ello, parecía en perfectas condiciones, quitando las piedritas que tenía encima y algo de barro por allí y por allá.

Tenía tres mástiles que casi tocaban el techo repleto de salientes filosas. Lucían firmes como robles, pintados con anillos dorados. Sobre el mástil mayor se hallaba la cofa del vigía, elegantemente adornada con relieves de batallas, acompañada por una vela blanca y pulcra. Sin embargo, las banderas que colgaban de las tres vergas tenían un dibujo, una insignia en negro del rostro de un mochuelo, animal sagrado de la diosa Atenea, con las alas aparentes detrás.

Hyoga golpeó la coraza un par de veces, con todas sus fuerzas (a pesar de las protestas de Jabu y June), para comprobar que su resistencia era impresionante, pues el Santo se rompió los dedos. Luego de reacomodarlos, descubrió que había cañones en las lombardas, negros y en cuantiosa cantidad, unos cuarenta por lado, más de dos veces lo que tenían los barcos piratas.

Unicornio se cercioró de que el timón en la popa no se había atorado, sobre la cámara del capitán, que en su caso pertenecería a Saori. También había una bodega y varias estatuillas pequeñas de mochuelos, de bronce, repartidos por todos lados. La Santo de Camaleón apenas pudo levantar una pesadísima ancla con la misma forma del cetro de Atenea, junto al fogón, cargado contra el castillo del navío.

Cuando Shun llegó al bauprés delante del buque, su asombro se transfiguró en una sonrisa de triunfo. Atada a ésta se hallaba una preciosa estatua de un ser femenino, probablemente de gamanio puro (dado su color dorado), luciendo un vestido al estilo griego antiguo, con ojos hermosamente detallados, cabello largo y ondulado que podía causar la ilusión de viento, un par de alas abiertas y una corona de laureles en la mano derecha extendida. ¡Era Niké, la diosa de la Victoria!

—Hace dos siglos, unos Santos de Bronce como nosotros levantaron el Navío de la Esperanza con ayuda de un trozo de oricalco que un asgardiano robó de Atlantis —relató Hyoga, que subió a la popa y se ubicó detrás del timón, delante del que había una efigie misteriosa que antes no habían visto, como si hubiese reaccionado ante la presencia del Cisne—. Ahora, la leyenda de este barco regresará.

La efigie era un gran cubo de madera, con el baluarte de Niké dibujado en ella. Lo más llamativo era el impresionante Cosmos que desprendía, y las sensaciones que provocaba. June, Jabu, Hyoga y Shun se sentían… conectados. Esa era la mejor forma de describir el sentimiento, pues todos sabían lo que el otro sentía.

Cuando Hyoga sacó la espada de la funda, descubrió que la efigie era el centro del buque, y, por tanto, todos los demás lo supieron también. No solo se sentía como si fueran uno, sino que también estaban conectados con el barco, como si fuera otro ser vivo más. Y eso no era lo único.

—Hyoga… este barco desprende un registro cósmico extraño… diverso —le llamó la atención Shun, mirando sus propios brazos—. Mis cadenas detectan más de un Cosmos en ese barco, al mismo tiempo que uno, pero no están confundidas…

—Lo sé —asintió el Cisne, cerrando los ojos mientras levantaba la espada de oricalco, la maravillosa Balmung—. En este navío se hallan los resquicios de las almas de otros Santos, como nosotros, que lo utilizaron en el pasado y fallecieron en batalla. El barco parece reaccionar ante nuestra presencia como si fuéramos iguales a ellos.

—Oye, ganso… ten cuidado —advirtió Jabu, cuyo Cosmos despertó al tiempo que el de sus compañeros, por sí solo, a medida que Hyoga acercaba el filo de la hoja al cubo detrás del timón—. El barco podría tratar de absorber tu alma para sumarla a las del navío.

—También lo sé.

 

Hyoga clavó la espada en una ranura inexistente sobre la efigie. Una luz azul, como un sol de zafiros, resplandeció y los cegó inmediatamente, a medida que eran repelidos por una fuerza cósmica fantástica, arcaica y legendaria; la suma de miles de almas de Santos que eran sus hermanos de las estrellas.

El barco pareció rugir mientras temblaba, y así, hacía vibrar la caverna. Lo que solo podía ser la estatua de Niké entonó un himno maravilloso que ninguno de los Santos podría replicar. El brillo azul, la melodía y el caótico vaivén los confundía y hasta atemorizaba, pero también los reconfortaba, como si miles de manos invisibles se apoyaran sobre sus espaldas.

Las cadenas de Andrómeda volaron desde sus brazos y se ataron a alguien o algo que Shun no podía ver. Luego, tiraron hasta que Hyoga chocó con Shun, que notó que su compañero había congelado sus propias manos para no hacer contacto directo con la espada, pues desataban un brillo blanco y frío que contrastaba con el azul. Segundos después, mientras el rugido se hacía más estruendoso y los Santos ya empezaban a trastabillar y perder el equilibrio por el movimiento del suelo, Shun se dio cuenta de que las cadenas no habían atado a Hyoga para sacarlo del barco, sino que se habían atado a él mismo, June y Jabu, para jalarlos hacia el navío.

El barco los quería a todos juntos… y juntos aparecieron en la cubierta, sobre el nivel del mar, bajo la luz de las estrellas que al fin se dignaron a aparecer, rodeados por el resplandor etéreo del timón. De alguna manera habían escapado, no solo de la caverna, sino también del mar, al parecer de manera brutal y rápida, pues tenían las armaduras y el cabello ligeramente empapados, y llovían piedras alrededor del Navío. Probablemente habían destrozado la caverna al salir, y ya nada debía quedar de lo que había sobre el Sustento Principal…

—Shun, haz que nos suelten las cadenas —pidió Hyoga, con seriedad—. No hay mucho tiempo que perder y todavía tenemos demasiado que hacer; este es solo el primer paso.

—Escucho batallas al norte —advirtió Jabu, colocándose el yelmo, intentando quitarse el asombro—. Shaina y los demás están luchando.

—Sí, y no hay que dejar que los Espectros vengan aquí y vean el barco que, de todas formas, ya está bastante camuflado por la noche —notó June, pues las luces y detalles dorados del buque se habían apagado súbitamente, y ahora lucía como una sombra cualquiera en el mar—. Hasta que venga la señorita Atenea.

—Shun y yo iremos por Atenea y acabaremos con los Espectros que entraron a los Doce Templos —ordenó Hyoga, libre por primera vez de Balmung, que debía estar en alguna parte al interior del barco—. Ustedes dos deberían ayudar a Shaina y prevenir que se acerquen aquí, hasta que el ejército se reúna.

—Está bien —asintió Jabu, quien, junto con June, y con ayuda de las cadenas, tomó el ancla y lo soltó en el mar—. Tengan cuidado, muchachos.

—Shun. —June se acercó a él y tomó su mano con la suya. Era cálida y estaba llena de emociones que para Shun eran como torbellinos—. No te perdonaré si te sucede algo. Nos volveremos a ver, Andrómeda.

—Lo mismo digo, Camaleón.

 

Shun y Hyoga dieron un gran salto hasta la bahía más cercana, y seguidamente tomaron rumbo hacia Atenas, y el Santuario. Realmente habían despertado a un barco que podía recorrer el inframundo, y Atenea los llevaría a todos allí. Parecía surreal. En sí mismo, todo el asunto de los muertos reviviendo era surreal…

Más surreal aún era la presencia de aquel muchacho tirado en la arena, oculto de la luna detrás de un pequeño cerro, cubierto por los árboles. Apenas podía verse, pero las cadenas reaccionaron a su presencia. Junto al cuerpo tirado había un caballo blanco de pie, esperando órdenes pacientemente, pues no parecía reaccionar, aunque su pecho evidenciaba respiración.

—¿Quién es ese chico? —preguntó Shun, mientras se acercaban. La respuesta fue obvia justo después de formularla, y Hyoga fue el primero en expresarla.

—¡Seiya!


[1] Kafterós Kathréptis, en griego.


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Publicado 10 julio 2018 - 21:49

SHAINA IV

 

23:43 hrs. 16 de junio de 2014.

Se hallaban cerca de la costa del Mediterráneo, donde se encontraba el puerto del Santuario. No lo usaban demasiado últimamente, pues habían sido más invadidos que invasores, y por ello algunas personas comunes se habían apostado allí para vivir sus vidas, dependiendo de la pesca y la actividad forestal gracias a los bosques que se encontraban cerca. Algunos habían perecido, lamentablemente, a manos de los sucios Esqueletos de Hades, que estaban reviviendo muertos, convirtiéndolos en fantasmas para que aterraran a sus familiares hasta la muerte. Sin embargo, muchos otros habían sobrevivido, y afortunadamente ya los habían desalojado los soldados del Santuario, dirigidos por Higía de Ave del Paraíso, encargada de la Fuente de Atenea.

—¡No bajen los brazos, chicos! —ordenó Shaina, mientras sus compañeros daban toda la lucha posible. Desde que se reunieron con el lejano grupo de Asterion, y ya que habían dejado a los soldados rasos con Holokai y Yuli en el Coliseo, ahora eran dieciséis contra decenas y decenas de Esqueletos. No se encontraron con más Santos revividos por Hades, por fortuna, así que podían enfocarse solo en asesinar sin remordimientos ni sentimientos de culpa todo lo que llevara puesto Surplice.

—¡Solo quedan estos y acabamos aquí, señores! —exclamó el Sabueso, quien estaba cubierto de vendas en los brazos y era apoyado por dos Santos de Bronce que Shaina no conocía aún—. Eviten que se acerquen al corazón del Santuario, ¡quiero a los Espectros lejos de Atenea!

—¡Sí, eso mismo que dijeron! ¡Sí! —dijo Cruz del Sur, el tercer Santo de Plata con el que contaban—. Peleen y… ¡Sí!

—¡Mejor cállate, Kazuma!

A pesar de la evidente diferencia numérica, podía decirse que estaban ganando. Ni siquiera los fantasmas encapuchados, aquellos que parecían sacados de película de terror barata, resultaban un problema. Al final, no eran infinitos. Todo salía bien.

Geki y Ban cargaban con todas sus fuerzas en primera fila, a pesar de las graves heridas en sus brazos. Eran apoyados por Frauke, capaz de arrojar sus Siete Estrellas con precisión para atacar a quienes se le escaparan a los dos grandotes, y por Kitalpha de Caballo, un muchacho bravo que llegó con Asterion, que no parecía prestar mucha atención a su propia salud mientras se lanzaba en medio de los Esqueletos envuelto en una gigantesca esfera de fuego azul que explotaba cada cierto tiempo.

En otro sector, Ichi se dejaba rodear por los enemigos para envenenarlos de manera rápida y eficiente, mientras a su alrededor se generaban potentes vientos que eliminaban a los que estaban demasiado cerca. Eran Nachi y su Aullido de los Muertos, Nam y su Cuchilla X, Gliese (que parecía haber dejado temporalmente atrás su rencilla con Hidra) con su Nube, y la doctora del Santuario, Higía, con su poderoso Tifón. ¿Sería problemático que dejara la Fuente sola? Tal vez ya la habían dejado asegurada, o quizás la habían destruido. Le preguntaría más tarde.

Los padres de familia, Ían y Venator, apoyaban en todos los frentes; el primero generaba ondas con su Tierra Fiebre que sepultaban a los Esqueletos bajo tierra, y el segundo producía poderosas olas con su Chapotazo del Ángel[1] a pesar de lo lejos que estaban del mar.

¿Y los dos nuevos? Uno, el moreno con cara de malas pulgas era el Santo de Paloma; el segundo, sonriente y parecido a Shun, era el de Liebre. Shaina recordó que cuando se anunció que se oficializaría a dos nuevos Santos de Bronce, hace menos de una semana, Atenea se opuso. Una nueva guerra se avecinaba y no quería a chicos tan jóvenes e inexpertos involucrados. Hasta tuvo que intervenir el silencioso Shaka para convencerla de que en tiempos difíciles se requería toda la ayuda posible.

Además, al parecer esos dos querían pelear. Shaina desconocía qué clase de técnicas utilizaban, pero se defendían bastante bien de los enemigos a la vez que le servían a Asterion de escudos. Uno de ellos, Paloma, maldecía una y otra vez mientras retrocedía con el Santo de Plata., que probablemente había cargado con el peso de las batallas anteriores.

El Mediterráneo estaba quedando libre. El extraño en el Templo del Carnero debió haber sido controlado por el Sumo Sacerdote de Libra. Hyoga y Shun, con toda probabilidad, conseguirían levantar el aguitado barco. Ya no había Espectros cerca de los Doce Templos. Seiya estaba en el Santuario… Todo estaba saliendo bien. Con precisión y eficiencia, los dieciséis guerreros que se habían reunido allí estaban venciendo, reduciendo el número de los enemigos, dejando cadáveres de Esqueletos en su camino y provocando la desaparición cada vez más progresiva de fantasmas, sin preocuparse de quienes eran.

Por eso fue tan llamativo el abrupto cambio de ritmo. De un momento a otro, en el caos de la batalla, Shaina vio a sus compañeros caer de rodillas, uno a uno, lentamente, sumiéndose en el humo y el polvo que se dispersaba por todas partes. El primer anuncio vino justamente de los dos chicos nuevos, cuando Paloma cambió las maldiciones en español por estruendos de tos.

—¡Miguel! —gritó el otro chico, Liebre, mostrando sus grandes incisivos, a la vez que comenzó a derramar lágrimas, debido tal vez al polvo o la situación en la que, súbitamente, se encontraron—. ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? ¡Miguel, reacciona!

—La put.a madre… cof, cof, ¿qué mier.da me pasa? —dijo el que estaba en el suelo, con reacciones que Shaina vio justo después replicadas en Venator, Nam, Geki, Frauke, Nachi, y el mismo Asterion, que se desplomó junto a ellos—. ¡Thelma, largo de aquí! Llévate cof, cof, al señor Asterion, algo, cof, cof, cof, ¡algo malo hay aquí!

Shaina comprobó rápidamente que los demás estaban respaldados por otros compañeros, pero de entre esos tres, solo el emocional Thelma estaba ileso, y no lucía capaz de reaccionar correctamente en ese momento, así que corrió hacia ellos. Tomó a Asterion en su brazo, que tosía amargamente, con un rostro de desazón, sin entender tampoco qué sucedía. Sus signos vitales disminuían, al igual que su Cosmos.

—¡Arriba, Geki! —escuchó gritar a Ban, que debió usar su potente físico para la defensa en lugar del ataque—. ¡No me dejes peleando solo, viejo! ¡Geki!

—¡Ichi, retrocede y ayúdame! —rogó Gliese, que aumentó la densidad de su Nube para socorrer a Nam, que rodaba en el suelo tratando de respirar. El Santo de Hidra se preparó para ayudarla, antes de caer también, fuera de la Nube—. ¡Ichiiii!

—G-Gliese… no sé qué me pasa, pero q-quiero que s-sepas… ah… —Ichi realizó el mismo movimiento que Nam, encima de un… gas. Un gas púrpura que no tenía nada que ver con el resto de los humos que se desprendían.

—Ichi, grandísimo animal, ¡tienes que ayudarme! —repitió la alemana, presa de los efectos poco después. Shaina creyó ver lágrimas de impotencia en su rostro desde que cambió su foco de Ichi a Venator, que estaba tirado, protegido por un Ían que se tambaleaba y caía de rodillas poco después.

Cof, cof, los que tenemos familia… n-no podemos caer —le dijo el Santo de Regla a su compañero, afectado segundos antes, y, por tanto, en mucho peor estado. Pero el Santo de Delfín no contestó, pues su tos era muy intensa ya.

—¡Maldita sea! —chilló Kazuma, en la retaguardia, revolcándose en el suelo, en soledad. Shaina era la única Santo de Plata ilesa.

—¡Shaina! —alertó Higía, luchando con una velocidad y eficiencia muchísimo mayor que antes, con su Cosmos al límite mientras protegía a los caídos—. Es el gas, ¡lo está provocando alguien!

Podía ser su trabajo como doctora el predecirlo, o que hiciera uso de mascarilla por su trabajo, o que simplemente le gustaba, pero Ave del Paraíso estaba resistiendo el efecto del ataque misterioso y sabía lo que ocurría. El vaho violeta que surgía de la tierra, debilitando rápidamente a los Santos, sin afectar los Esqueletos que acababan de adquirir un segundo aire y dar vuelta una batalla que tenían perdida. Ban, Kitalpha, Gliese y Nachi estaban resultando salir ilesos por azares del destino, así que se alejaron de inmediato de los puntos más intensos donde se percibía el gas.

Sin embargo, Shaina no abandonó a los dos Bronces novatos ni a su hermano de Plata, el Sabueso… y por ello, no tardó en empezar a sentir los síntomas. Era como tener la nariz tapada, el aire apenas entraba o salía, y cuando trató de respirar por la boca, la notó seca. La visión comenzó a nublársele y la garganta a escocer.

—Shaina, p-puedo captar a alguien —advirtió Asterion, con los ojos dorados como cada vez que usaba sus habilidades—. L-los Esqueletos cof, cof, cof, tienen pensamientos simples… p-pero hay alguien aquí que cof, cof ríe… se ríe de nosotros.

Cof, cof, cof, ¿dónde está, A-Asterion?

—A-allí… —Su hermano movió el brazo e indicó con un dedo un punto hacia la derecha, cerca de los pinos más grandes en el bosque.

 

Los Santos intactos estaban pendientes de ellos y reaccionaron de inmediato. El Tifón de Higía se transformó en un vendaval que espantó los vahos por unos breves instantes, así como a un montón de enemigos que bloqueaban el paso. Gliese le apoyó con su flotante Nube, de la que comenzaron a salir rayos rojos que entumecieron a los Espectros, a la vez que, con sus brazos, que no requería para atacar, sacaba a Ichi de la zona de combate. Ban se arrojó por el camino creado con ímpetu feroz al punto que Asterion había indicado, convertido en bólido de fuego gracias a su Bombardero. Algunos árboles se quemaron solo con su cercanía, y revelaron una sombra que tomó al León del cuello y lo golpeó en el abdomen. Nachi reaccionó con sus filosos vientos, causando cortes en el misterioso enemigo del que solo veían la silueta.

—¡Ban! ¡Suéltalo, maldito! —gritó Lobo. El gas púrpura aumentó su potencia alrededor de la silueta misteriosa que parecía reír; Ban dejó de retorcerse en su mano, y su amigo corrió para socorrerlo a pesar de su cansancio y las advertencias de Higía.

—L-lárgate de aquí, N-Nachi, no seas cretino… —consiguió decir Ban.

—¡A un lado! —Una voz se alzó por sobre todo el caos auditivo, y una figura usando armadura de equino, ascendió junto a su voz, cargando una enorme bola de fuego azul entre sus dedos—. ¡Nachi, ahora!

¡Aullido Perfecto[2]! —El Santo de Lobo liberó un poderoso viento cortante, el que seguidamente manipuló como un remolino, que impactó contra la sombra, justo entre los brazos.

La Supernova de Kitalpha cayó sobre el enemigo, que soltó a Ban antes de que la explosión lo consumiera, a la vez que se quejaba por el sorpresivo daño sobre sus brazos. La nubosidad violeta del suelo dejó de incrementarse, pero se mantuvo en el lugar, envenenando a los Santos lentamente. Lo positivo fue que el enemigo al fin se dejó ver, ante la luz del Cosmos de Kitalpha y los demás.

Era un Espectro de postura inclinada, con una creciente joroba en la espalda. Tenía rasgos mezquinos, duros, y su expresión indicaba poca seriedad. Su nariz era larga, hacía juego con las extremidades que colgaban de sus hombros, cubiertos por horrendas hombreras similares a garras de demonios. Estas mismas garras deformes aparecían a lo largo de toda la Surplice, que era de tono verde violáceo y, dado los reflejos sobre su superficie, de textura quizás escamosa. El yelmo imitaba a un pez o un anfibio, y un largo y poco estético apéndice que colgaba de su ingle le daba una apariencia grotesca.

—Vaya, si no me hubieran detenido, mi Perfume Profundo[3] ya habría acabado con ustedes. Como ya no puedo eliminarlo, tendrán una muerte más lenta ahora… se nota que los Santos de Atenea son unos estúpidos.

—T-tú… ¿quién eres? —preguntó Shaina con algunas dificultades. Aunque no estaba en tan mal estado como Asterion o los novatos, ya comenzaba a perder visión y facultades auditivas.

—Soy Niobe, Espectro de los Profundos[4], Estrella Terrestre de la Oscuridad[5] —se presentó el enemigo, que de pronto dejó de sobarse los brazos y empezó a reír como un demente, como quien ha oído la mejor broma del mundo. Se rio tanto que, al arquear la espalda, casi cae hacia atrás. Fue una risotada tan terrible que los Santos, con la suficiente conciencia restante, se sintieron atacados solo por ello.

—E-está confiado en su v-victoria —dijo Asterion, intentando ponerse de pie con ayuda de Shaina—. Tal parece que n-no somos… sus primeras víctimas…

—¿Es eso cierto? —preguntó Shaina, quitándose el cabello de la cara, aunque eso no la ayudaba a ver mejor—. ¿A quién mató?

—Je, je, je, a varios ya… mi Perfume Profundo es un don que el señor Hades me concedió, y que tiene en la máxima consideración. Je, je, je, ¡ja, ja, ja, ja! —El Espectro esquivó un ataque furtivo de Higía con toda facilidad, luego el Lazo de Bombas[6] de Ban (una serie de pequeñas bolas de fuego que Niobe bloqueó con sus puños) y finalmente esquivó el Aullido Perfecto de Nachi. Su confianza le entregaba mucha agilidad—. ¿Es todo? Patético, por eso los del cementerio ni siquiera me sintieron.

—¿Cementerio?

—J-Jamian… —musitó Asterion, súbitamente rojo de ira, haciendo sonar los dientes entre sí y empuñando las manos—. Este tipo mató a nuestro hermano Jamian, Shaina… cof, cof, cof así como a Golge. Los envenenó como está… ah…

—Haciendo ahora, lo sé. —Shaina encendió su Cosmos, pero debió apagarlo justo después. Sus sentidos no reaccionaban, estaba muy débil—. Miserable.

—¡Maldito cobarde! —exclamó Kazuma.

—Mi Perfume Profundo entra a través de los poros de la piel, por lo que taparse la nariz o la boca solo retrasa el efecto, ja, ja, ja —dijo Niobe, dirigiéndose a Higía y Gliese, quienes, a pesar de sus defensas, ya comenzaban a flaquear—. Luego penetra en el sistema nervioso, quita los sentidos y mata. Así de sencillo. Lamentablemente para ustedes, son tantos que el Perfume tuvo que dividirse entre ustedes, lo que acabará con sus vidas más lento que con los del cementerio, je, je, je… Incluso el Santo de Aries tuvo problemas con ello, y de no ser por el inútil Aphrodite con sus venenos, que neutralizaban el mío, habría asesinado a un Santo de Oro. Y no, no me importa que me leas la mente, Santo, ¡soy más que capaz de vencer de todas maneras, sin una gota de sudor, jajajajaja!

«¿Trató de envenenar a Muu?»

—Pero nosotros somos Santos de Atenea —intervino Nachi. A su lado estaba Ban, que se envolvió literalmente en fuego—. La señorita Saori confió en nosotros, y daremos nuestra vida por ello si es necesario, para obtener la victoria.

—Lo que mi compa quiere decir, Espectro, es que los Santos no perdemos. Le prometimos a Atenea que cumpliríamos sus deseos, desde el día en que se reveló ante nosotros en la casona… ¡O sea que vivimos por ella!

León y Lobo habían salido ilesos por pura suerte, pero eso no evitaba que les acobardase tomar el liderazgo. Kitalpha, Gliese e Higía eran el mismo caso.

—Por Atenea, vengaremos a Golge —aseguró Ave del Paraíso, creando dos Tifones en sus manos, que giraron violentamente, destrozando Esqueletos cercanos.

—Por Atenea, protegeremos a nuestros compañeros —dijo Gliese, invocando una Nube inmensa y brillante.

Y entonces Shaina lo comprendió. Los Santos de Plata se enorgullecían de su hermandad, pero los de Bronce no estaban lejos de ello. Sea que vinieran del mismo orfanato, o que se conocieran como enemigos en la guerra civil, o que mantuvieran rencillas personales, habían formado el mismo vínculo. ¡Y se conocían a la perfección!

 

El Aullido de los Muertos se liberó como una lluvia de filosos cristales, junto a la explosiva Supernova y los furiosos Tifones. Niobe, muerto de la risa, se quedó impávido mientras los Esqueletos saltaban a interponerse en los ataques, lo que generó un caos de estallidos y explosiones que nublaron completamente la vista de Shaina. Lo último que vio antes de perder lo que le quedaba de visión fue a León Menor, corriendo con su Bombardero otra vez. Qué idiotas eran los Santos de Bronce.

—M-malditos sean —oyó decir a Niobe, detrás de la cortina de humos—. Eso es lo que quieren, ¿no? ¡Quieren morir rápidamente! ¡Ahh! M-me… quemo…

—T-Thelma… levántate amigo —dijo esta vez Miguel, el Santo de Paloma a su lado, que ayudaba a su compañero a ponerse de pie. Shaina no entendía nada, esos dos estaban casi muertos, y ahora se veían casi perfectamente. Comprendió entonces que estaba recuperando sus facultades sensitivas, así como la respiración normal, que le permitieron percibir un extraño olor a quemado.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Shaina, justo cuando una gran roca gris salió del suelo y golpeó a Niobe en la barbilla. ¡La técnica de Asterion!

—¡¡Ahhhh!! Qué demonios… ¡no puede ser! ¡Mi Surplice se quema! Quién… ¡¿Quién hizo esto?!

 

Y la situación volvió a cambiar. Todo salía bien.

Asterion había usado su Gran Colmillo, pero un poco antes había estado tirado a su lado; ahora se hallaba en el campo de batalla, progresivamente más limpio de la presencia del Perfume, frente a Niobe y los chicos que luchaban contra los enemigos, cada vez más agotados. Como si nada, la técnica de Niobe era reemplazada por el olor a quemado. El humo se dispersaba, a la vez que ayudaban a los que habían combatido.

—Espectro de Profundos… esto se acabó —dijo Asterion. Sus ojos brillaban como oro, al igual que su Cosmos alrededor.

—No sé cómo estás de pie, pero es lo de menos, je, je, je. —Niobe juntó las manos y concentró una gran cantidad de humo violeta, como el Perfume que ya había desaparecido—. ¡Recibe mi Fragancia Profunda[7]! —exclamó, y un agresivo tornado de color púrpura salió de sus manos—. Nadie sobrevive a este ataque, un solo respiro y no podrás vivir un segundo más, ¡jajajajajaja!

—Bueno… eso lo dudo.

El nuevo ataque pasó a través del ilusorio Asterion, que acababa de duplicarse, perdiéndose en el mar. Luego, una decena más de figuras idénticas rodearon a Niobe, durante la estrategia favorita del Sabueso. Así, Shaina recordó lo peligroso que era.

—¿Eso es todo? —preguntó socarronamente.

—No puede ser, ¿cómo puedes estar de pie? ¿Y los demás? —Niobe dio un paso hacia atrás, confundido—. El Perfume debió tenerlos al borde de la muerte.

—Y así sería de no ser porque me enteré de cómo funcionaba tu técnica a la vez que, como un imbécil, nos la describías —explicó un Asterion, que se multiplicó un poco más, a medida que recuperaba fuerzas. Kazuma, detrás, se acercó al centro de la batalla, saludando como un tarado… y un inigualable aliado.

—Hola. Soy el que quemó tu Surplice. Muy loco, ¿no?

—¿En qué momento…? ¿¡Qué demonios pasó aquí!? —La Surplice de Niobe aún echaba mucho humo desde hacía un rato. Shaina nunca vio venir su ataque.

—Que tu Perfume Profundo no pudiera con tantos, pero sí con Golge y Jamian tan rápido, implicaba que era un olor limitado —explicaron los Asterion en perfecta sincronía—. Pero el Cosmos es infinito, y el de los Espectros no podemos sentirlo…

—Lo que significaba que tus técnicas no son tuyas, sino que es el hedor que proviene de tu Surplice —añadió Kazuma, rodeado por su aura llameante, que todos podían sentir. Era la calidez de la que los Espectros carecían—. Pues, lo quemé.

—Así como te ocurrió con el señor Muu, tu ataque puede ser neutralizado. En este caso, por fuego. Y ahora por mí. —Las imágenes de Asterion se pusieron en la posición de batalla que Shaina conocía. El Sabueso estaba muy herido físicamente desde hacía horas, pero obviamente todavía restaban fuerzas para realizar la peligrosa técnica de la constelación de Lebreles.

—Me has causado demasiados problemas, miserable, ¡mi Fragancia Profunda acabará contigo, y luego seguiré con tus queridos compañeros! —Niobe disparó un remolino de su humo venenoso, que pasó a través de decenas de Santos ilusorios, sin tocar al real, más atrás que los demás. La distancia era irrelevante para su Gran Jauría[8].

—Lo dudo. ¡Vibra, mi Cosmos!

Shaina sabía lo que se venía a continuación, a pesar de que no era una técnica demasiado completa. Pero, en el fondo, sabía que funcionaría. Era una liberación a lo bruto de todo su poder, materializado en decenas de perros hechos de Cosmos, que jamás perdían a su objetivo.

Los sabuesos atravesaron la Fragancia Profunda y golpearon al Espectro, sin un daño aparente. En tanto, la Fragancia halló al Santo de Plata y lo derribó agresivamente.

—¡Señor Asterion! —gritaron Miguel y Thelma, corriendo hacia el Santo que yacía en el piso, seguido por los demás chicos de Bronce. Kazuma y Shaina, en tanto, se mantuvieron firmes en sus posiciones, observando al Espectro que estaba de pie.

—Jajajajajaja, ¿eso fue todo? Ni siquiera sentí cosquillas por esos cachorros, ja, ja, ja, ja. —Niobe volvió a arquear la espalda de la risa, y justo cuando estuvo a punto de dar un paso adelante, Shaina le interrumpió con algo que no podía sacarse de la cabeza, desde que vio por primera vez el efecto de esa técnica.

—Yo no lo haría si fuera tú.

—¿Q-qué dices? ¿Me amenazas cuando este tipo apenas me pudo tocar?

—La Gran Jauría es… una técnica muy cruel, que pertenece a la armadura de Sabuesos, así como la tuya a tu Surplice. Si bien me parece lógico que mueras así, no lo hace muy digno.

—¿Muerto? ¿Dices que estoy muerto? —preguntó el Espectro, antes de volver a reír, inclinado la cabeza hacia arriba. De pronto… se detuvo. Así como su risa.

—¿Crees que Asterion recibiría así, sin más, tu ataque? La Gran Jauría es un golpe demoledor de todo su Cosmos… tu cuerpo ya fue destrozado.

—M-mi cuerpo… d-destrozado… cómo… —La espalda arqueada de Niobe hizo explosión. Al tratar de huir, su pie se separó de su muslo. Ya era el fin, ya no necesitaba decir algo más.

Niobe, Espectro de Hades, murió cuando su cuerpo de hizo pedazos, justo después de que tratara de recuperar la verticalidad de su cuerpo. Jamian y Golge ya habían sido vengados, así como las decenas de soldados rasos que olieron el Perfume.

 

—Me llevaré al señor Asterion —dijo Higía, tomando al Santo de Plata sobre su espalda con toda facilidad. Asterion tenía graves problemas para tomar aire, pronto perdería por completo la conciencia—. La Fuente aún sigue viva, a pesar de los daños estructurales. Absorbió demasiado veneno, no creo que pueda continuar.

—¿Vivirá? —preguntaron los novatos de Bronce. Higía no respondió mientras se llevaba al Santo de Plata.

—No hemos terminado, señores —dijo Shaina, quitándose al fin el pelo de la cara. Aún tenía que recuperar fuerzas y esa energía de antes… el máximo Cosmos de los Santos—. Creo que los Espectros se han recluido en el inframundo, terrenos de Hades, y es allí donde debemos ir, con o sin Asterion. Sin embargo… admito que fue admirable lo que hicieron —añadió, mirando a Ban, Nachi, Kitalpha y Gliese de reojo, que se pusieron nerviosos—. Los felicito.

—Casi me hacen llorar, ¡jua, jua, jua, jua! —rio Geki, dándole fuertes palmadas en la espalda a Ban, que casi le hacen caer. Nachi retrocedió para no recibir el elogio.

—Sí, fue sencillamente hermoso —dijo Ichi, poniendo una mano sobre Gliese, que se la espantó de un manotazo. Kitalpha se permitió una sonrisa.

—¡Chicos, oigan! —gritó una voz. Al voltearse hacia el bosque, pudieron ver a Jabu y a June correr hacia ellos, empapados de pies a cabeza, pero con una sonrisa en los rostros—. ¡Chicooos, lo logramooos!

—¿¡Lo levantaron!? —les preguntó Shaina, también a gritos.

—¡Sí! —contestó June—. ¡El Navío de la Esperanza está…! ¡CUIDADO!

—¡NACHIIIIIIIIIIIIIIIII!

 

A veces, las situaciones parecen positivas, y un hedor nauseabundo las cambia a pútridas. Luego, con las adecuadas palabras de aliento, se recupera el orgullo y, tras un combate que parece perdido, la gente puede encontrarse con que vale la pena seguir. Que pelear por un ideal es todo lo necesario para enfrentar cualquier dificultad.

Sin embargo, también era evidente que el mundo era cruel, y que el karma no parecía existir. A veces… cosas malas simplemente sucedían. Como lo que le ocurrió a Nachi de Lobo, valiente en combate, frente a sus ojos, atravesado su pecho por un rayo de luz oscura que le fulminó de inmediato.

Ni Jabu, ni Geki, ni los amigos del joven muchacho pudieron hacer nada, ni reaccionar ante el nuevo enemigo que flotaba sobre ellos. Era un joven, rubio, bajo y sonriente, como un ángel travieso de cuyo yelmo caía una larga cola como de mono. Los había paralizado completamente con su mano extendida. ¡Un Espectro!

«¿Telequinesis?», se preguntó Shaina. Su adrenalina se aceleraba para liberarse, con ayuda de su Cosmos que estalló. Notó de reojo que los demás estaban en la misma situación, y cuando ella y Kazuma se liberaron por pura fuerza de voluntad, una mujer enorme los enterró en la arena con sendos manotazos, como si fueran muñecas.

Antes de que pudieran levantarse, Ban de León Menor fue liberado por el chico e intentó atacar a la mujer después de quitar la vista de su amigo caído. ¡Era un tonto!

—No, no, no se muevan, por favor —dijo el chico de arriba, mientras la mujer golpeaba a Ban en el estómago, y luego le quitaba progresivamente la vida con una serie de puñetazos en la cara—. Aprendan la lección.

—¡PAREN, HIJOS DE PUT.A! —gritó Jabu, fuera de sí.

—Somos Espectros Celestiales —dijo la mujer, soltando el cadáver de un león valiente y tonto ante los gritos de horror de sus amigos, aún inmovilizados por el muchacho de arriba—. De la guardia de Aiacos de Garuda, Magnate del Infierno. No son nada frente a nosotros. Solo vinimos a decirles eso.

—Esto les servirá para saber que no deben avanzar más. No importaba lo que hicieran… siempre pudieron morir, así de fácil, como esos dos.

 

Cuando Shaina y Kazuma se pusieron de pie, con sus Cosmos soltando chispas de furia, ya era demasiado tarde. El chico de arriba se perdió entre los bosques, y la enorme mujer desapareció como si se hubiera ocultado en una sombra proyectada en el piso. Espectros Celestiales… ¡verdaderos Espectros!

Todo era inútil.

Los Santos de Bronce cayeron sobre los cuerpos de guerreros muy jóvenes… demasiado jóvenes, para que fuera su hora. Elegidos por Atenea, luchando por Saori Kido hasta la muerte, por una promesa ingenua. El llanto se convirtió en el único sonido del Mediterráneo. El Cosmos desencadenado de Ofiuco tuvo que callarse… nada pudo hacer. Todo era inútil… Incluso llorar, como Shaina tanto deseaba.


[1] Angel Slpash, en inglés.

[2] Perfect Howling, en inglés.

[3] Deep Perfume, en inglés.

[4] Deep Ones, en inglés. Representa a criaturas marinas de los mitos de H. P. Lovecraft.

[5] Chian, en japonés; Di’an, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Yang Lin, el “Leopardo Multicolor".

[6] Bomb Lariat, en inglés.

[7] Deep Fragrance, en inglés.

[8] Megále Agéle, en griego.


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#636 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 17 julio 2018 - 21:00

Ban y Nachi han caído... pero la historia, lamentablemente para ellos, continua.

 

 

HYOGA III

 

00:02 hrs. 17 de junio de 2014.

Hyoga detuvo su carrera por los Doce Templos, al igual que Seiya y Shun, a su lado. El corazón pareció achicarse al interior de su pecho, y se llevó una mano allí con el gesto inútil de controlar el dolor. Nunca llegó a conocerlos completamente, y aun así… No. Eran sus hermanos, de todas formas.

Shun comenzó a gimotear a su lado y Seiya, que según les había dicho, poco antes los había visto luchar en la periferia del Santuario, soltó una siniestra maldición mientras destruía una columna junto a las escaleras.

—Chicos… eso fue… E-eso fue… —La voz de Shun fue bajando junto con su cuerpo, que cayó de rodillas—. E-eso… n-no puede ser…

—Sí, Shun. Sus Cosmos desaparecieron —le contestó Hyoga. ¿Había sonado demasiado frío?, se preguntó. No. Lo cierto era que le dolía también, pues compartió parte de su infancia con ellos. Eran las primeras víctimas cercanas de los Santos de Bronce, desde el inicio de la Guerra Santa. O más bien, desde que eran Santos.

—Nachi… Ban… sus muertes no serán en vano —juró Seiya, mirando algún punto invisible hacia arriba.

Hyoga recordó que, cuando niños, Seiya llamaba “Nachito” al Santo de Lobo, y se burlaba de su pésima habilidad como pateador de fútbol. Nachi, de regreso, se mofaba de la terrible capacidad de Seiya de contener el balón en sus manos cuando jugaba de arquero. El Lobo era pequeño y escurridizo, ni el mismo Hyoga lo percibía cuando le quitaba la pelota… y al crecer, se convirtió en un nervioso devoto de Saori, tras la interrogación de una de las Sombras de Reina de la Muerte.

¿Y Ban? Agresivo y sin cultura oratoria. Inventaba palabras cada vez que podía, lo que irritaba a Shiryu. Le gustaba jugar al básquetbol en vez del fútbol, sus ronquidos solo eran superados por los de Seiya, y jamás pronunció correctamente todas las letras del abecedario griego, por lo que prefería hablar en japonés. No era particularmente respetuoso con Saori, pero deseaba protegerla con todas sus fuerzas, llegando a orarle en una ocasión.

Era increíble poder recordar esas cosas que Hyoga jamás pensó que recordaría. Pensó que los olvidaría, pero ya era evidente que, por más en contra que estuviera de la idea, y que Camus no fuera particularmente fan de ella, había formado fuertes lazos con sus compañeros de Bronce. Algo muy diferente a lo que tuvo con Isaac.

—¿D-deberíamos…?

—¿Bajar? No, Shun. Debemos seguir subiendo.

—Les debemos a Ban y Nachi continuar con nuestros ideales… los de todos nosotros —dijo Seiya, limpiándose furtivamente las lágrimas—. Tomaremos a Saori sin que nadie nos lo impida (ni siquiera los de Oro), venceremos a los traidores que buscan su cabeza, y la llevaremos en el barco que descubrieron a matar a Hades. Para que todo esto termine de una maldita vez. Se los debemos, Shun.

—…E-está bien …sí.

Y los tres retomaron el camino después de aquellas palabras. Nachi y Ban no eran las víctimas, sino que solo las primeras. La Guerra Santa sería la más sangrienta de todas, como auguraba todo el mundo.

 

A la salida del Templo de los Gemelos, una ráfaga esmeralda los atacó, y casi con algo de esfuerzo la esquivaron, saltando sobre unos pilares. Perfectamente sabía Hyoga a quién pertenecía ese Cosmos, y lo comprobó poco después cuando vio a su compañero bajar las escaleras a toda prisa, pero le costaba verlo actuar así.

—Por los dioses, Shiryu —dijo Shun, aún nervioso por lo ocurrido.

—¡Shiryu, espera! —dijo Seiya, bajando para controlar al Dragón, demasiado confundido e inquieto.

—Seiya, Shun, Hyoga… c-chicos, lo siento por atacarlos… m-me alegra verlos —musitó, a la vez que intentaba esquivarlos para, evidentemente, seguir bajando por las escaleras—. Con permiso.

—¿A dónde vas, Shiryu? ¿Qué ocurre? —Shiryu le dio un sorpresivo empujón a Pegaso, y éste tuvo que contenerlo con su brazo—. ¡Shiryu!

—¿Van subiendo? Bien, ¿qué pasó en el Templo del Carnero? Ya no siento el Cosmos de mi maestro. ¿Cómo estaba? ¡Díganmelo!

—¿Tu maestro? —intervino Shun, visiblemente preocupado—. Shiryu… no había nadie en el Templo del Carnero. De hecho, estaba hecho pedazos, no había ni un solo rastro de Cosmos allí. ¿Estás seguro de que…?

—¡Cómo no voy a estar seguro, Shun! —exclamó el Dragón, elevando la voz, cerrando el puño tembloroso.

—Oye, Shiryu, no tienes por qué hablarle así a Shun —intentó calmarle Seiya, que parecía no entender que, en aquella situación específica, había otras maneras de actuar—. Él dice la verdad, no había más que escombros en el Carnero.

—M-mi maestro… él me dijo… m-me dijo que estaba preparado para morir, pero nunca pensé que de verdad… ¡a un lado! —Shiryu golpeó el brazo de Seiya para avanzar, y Shun intentó detenerlo.

—Shun —le frenó Hyoga, poniéndole una mano sobre el hombro. Le dedicó un gesto de negación, a la vez que Seiya, en silencio, comenzaba a subir lentamente.

Tras unos segundos después de entrar al Templo de los Gemelos, que tantos problemas les había causado en el pasado, los tres Santos oyeron un profundo suspiro y unos pasos de regreso.

El hombre que venía de vuelta sí se parecía a quien generalmente actuaba como su líder y estratega, el Santo de Dragón noble y devoto a su causa. Su mirada era firme y segura, y sus brazos ya no temblaban.

—Lo lamento, chicos, no quise hacerlos esperar… —Shiryu pasó nuevamente junto a Hyoga y Shun, esta vez cuidando de no pasarlos a llevar, y se acercó a Seiya, que se volteó a él con su misma mirada—. El maestro no querría que yo hiciera este tipo de pataletas. Y… Ban. Y Nachi. ¿Verdad?

—Sí —asintió Seiya, con los ojos café clavados en los verdes del Dragón, que asintió de vuelta.

—Entonces lo haremos por ellos. ¡Adelante!

 

Diez minutos después se adentraron en el abandonado Templo del Cangrejo. Nunca las vio, pero le habían contado que ese lugar estaba lleno de almas en pena que DeathMask había cosechado y encerrado para su propia diversión, transformadas en máscaras dolientes. Jamás entendería por qué el anterior Papa, Sion de Aries, habría admitido a ese enfermo.

Durante ese trayecto, Shiryu les habló del Sumo Sacerdote Sion, resucitado y convertido en enemigo, trabajando para Hades, al igual que todos los otros traidores que habían revivido y buscaban la cabeza de Atenea. Era muy difícil de creer todo lo que ocurría.

En todo caso, no era lo más llamativo del Templo del Cangrejo. Estaba hecho pedazos, había trozos del techo y las murallas por todos lados, un estado mucho peor que el del Templo del Carnero.

—¿Qué fue lo que pasó aquí…? —se preguntó Shun, revisando sus cadenas, que se mecían débilmente.

—Parece resultado de una gran batalla. De ida y vuelta —notó Shiryu.

—Conozco este rastro de energía —advirtió Seiya, tocando algunos muros que quedaron relativamente intactos, en las que se habían impresos sombras o manchas, como tras una bomba nuclear—. Hubo un gran resplandor… debió ser el Exorcismo de Shaka.

—¿Lo lanzó desde el Templo de la Doncella? —inquirió Hyoga, que no trató de ocultar su sorpresa. Era el único entre los que entró a la Eclíptica el año anterior, que no se enfrentó a Shaka, y por lo tanto no conocía el alcance de su poder. Lo único que sabía era que era enorme y tenebroso.

—Sí, pero el primer golpe no fue el Exorcismo, sino uno que nació de aquí —dijo Shiryu, revisando atentamente los escombros, como si estuviera buscando algo activamente en vez de reaccionar.

Sin darse cuenta, Hyoga comprendió que había estado haciendo lo mismo desde que había entrado al templo. Cuando puso atención, notó que uno de los pilares estaba excesivamente frío, y que otros sectores del piso estaban en las mismas heladas condiciones. Shiryu soltó un suspiro cuando notó algunas muescas en las murallas.

 

Fue… la Explosión de Galaxias de Saga, la que destruyó la mayor parte de este sitio —explicó Muu… o al menos su voz, sorprendiéndolos a todos. Parecía que se había comunicado con ellos telepáticamente.

—¿Muu? ¿Dónde estás, Muu? —preguntó Seiya, justo cuando, detrás de él, se escuchó un grave crujido.

Detrás de una columna había una… la mejor forma de describir esa cosa era como un capullo. Como de insecto. Un capullo blanco y enorme que temblaba y se retorcía de un lado a otro, construido de lo que lucía como hilo de seda.

Esperen un segundo —dijo la voz de Muu.

El capullo comenzó a brillar con luz dorada. Crujió más fuerte y se movió más rápido, hasta que abrió una fisura en la superficie de la extraña cosa de seda. Un par de manos enguantadas de dorado surgió de la fisura y abrió más el capullo, que luego reventó en medio de la luz, que se hizo incandescente.

Muu de Aries, el Santo de Oro, apareció en medio de la luz. Estaba encovado y visiblemente agotado. Su cabello y rostro estaban empapados de sudor, y respiraba con fuerza, como si quisiera recuperar aire.

—Por poco… no lo cuento —admitió el reparador de armaduras—. De haber estado unos segundos más me habría asfixiado hasta la muerte… Es un enemigo muy peligroso ese Espectro.

—¿A q-quién te refieres, Muu?

—Myuu de Mariposa —contestó Aries, que revisó con la mirada el templo por completo de una sola vez. En su voz y expresión facial no había rastro de ira, molestia o desazón, a pesar del mensaje que entregaba—. Ya veo, me tomó como un rival poco digno y se fue con los demás Espectros. Ya deben estar en Leo.

—¿Con Aiolia? —dijo Seiya, animado de un momento a otro—. Bien, ¡ahí es donde debemos ir entonces! ¡Andando!

—¿A dónde crees que vas, Seiya? —le detuvo Muu, con mirada penetrante y una voz estruendosa y calma, reflejo de total autoridad—. Creí haberte dicho que no tenías permiso para estar en este Santuario… lo mismo que ustedes tres.

—¿Qué? ¿Tú también?

—¡Pero, Muu!

—Ya lo intentaste antes, Muu, y hasta superé tu ataque porque mi lugar está en otro lado —dijo Seiya, altanero como nadie—. Me corresponde estar con Saori.

—¿Superar? Seiya, usé mi Extinción de Luz Estelar solo como una cortina, para que mi maestro no te matara en mi lugar. Te teletransporté a la playa, a las afueras del Santuario, para que no volvieras… ¿Por qué estás aquí? Lo mismo va para ustedes.

Seiya no respondió.

En su lugar, realizó un movimiento digno de él. Uno completamente idiota.

Disparó el Meteoro directo a la cara de Muu, que, con toda la calma del mundo, como si se lo hubiese esperado, se protegió con una pequeña cortina de luz alrededor de su cuerpo, bloqueando cada una de las estelas azules que seguían y seguían saliendo del veloz puño de Seiya.

—Cretino idiota… —suspiró Hyoga.

—¡Detente, Seiya! —gritó Shun, mientras Shiryu se adelantó para frenarlo, lo que fue detenido a su vez por Muu.

—Espera, Shiryu… Seiya, ¿no entiendes que son las órdenes de Atenea? La diosa que buscas proteger a toda costa. Es ella la que ordenó que ustedes, los cinco que la salvaron de Saga, vivan una vida normal, al menos mientras esta guerra dure.

—¡No me importa la vida normal! Ban y Nachi, nuestros amigos de la infancia pelearon hasta la muerte, nunca les pidieron que se fueran. Lo que quiero es proteger a Saori, también en su lugar, y para eso necesito estar con ella. —Seiya detuvo los Meteoros e intentó saltar por sobre Muu, que deshizo la barrera, cerró los ojos y realizó un movimiento sutil con la mano.

Seiya cayó al piso en posición vertical, tal como había saltado, completamente paralizado en su postura, debido a una potente telequinesis. Ni Hyoga ni los demás interfirieron esta vez… Seiya tenía que demostrar lo que ellos pensaban.

—Lo lamento sincera y profundamente por sus compañeros caídos, pero las órdenes son órdenes. Si sigues con esto, Seiya, te teletransportaré más lejos que una playa… o usaré la fuerza.

—Je, je, Muu… —intervino Hyoga, que se imaginó una escena ridícula en la cabeza—. Podrías enviar a Seiya a tu torre en el Himalaya, o al fondo del mar, y ten por seguro que en una hora lo tendrías aquí molestando de nuevo.

—No, —sonrió Shun—, estaría ya con Saori.

—No puedes detenernos, Muu —le aseguró Shiryu, que miraba lo mismo que Hyoga en ese momento, y el pasmado Aries—. Y, como ves, menos a él.

—¡No me importa lo que digas! —gritó Seiya, a la vez que daba un paso hacia adelante, a pesar del efecto de la telequinesis de Muu, que levantó una mano para aplicar más presión, con la sorpresa impresa en la cara—. ¡Ni siquiera me importa lo que diga Saori, mi lugar es con ella! Maldita sea, Muu… Suéltame…

—Es difícil creerlo… Seiya está superando mi telequinesis solo con su fuerza de voluntad. —Pegaso ya había dado dos pasos, y sus brazos se movían con dificultad hacia adelante. Su rostro era gracioso… pero lleno de pura determinación.

—Sé que Saori piensa en nosotros cuando toma esas decisiones —dijo Shun, acercándose a Muu y apoyando una mano en su brazo—. Y también sé que tienes que responder ante ella. Pero entiéndenos, no podemos vivir vidas normales si sabemos que ella sufre. Que nuestros compañeros luchan. Que nuestros amigos pueden morir. Es algo que, al menos yo, no podría soportar. Es inconcebible.

—Somos Santos, Muu, al igual que tú. Nuestra misión es una sola.

—Muu… Que me sueltes, te digo. ¡Nadie me apartará de Sao…!

Seiya no terminó la oración, pues se estampó de cara contra el suelo, lo que dio paso a una serie de chillidos y maldiciones en japonés que Hyoga nunca aprendió mientras vivió en el orfanato. Muu lo había liberado.

—Ustedes son una cosa especial, ¿no es así? —El Santo de Oro se permitió una ligera sonrisa, lo que no era demasiado habitual. Solo en ese momento, Hyoga pudo percibir todas las heridas de batalla que Muu tenía en la cara y los brazos. Así como ellos, debió haber pasado por muchas situaciones durante esas horas—. Seiya, Aldebarán estaría orgulloso de ti.

—¿A-Aldebarán? —dijo Seiya, levantando la cara como si nada hubiera le pasado—. Muu, ¿acaso Alde…?

—Confío en ustedes, jóvenes Santos de Bronce. Haga lo que haga, creo que no podré sacármelos de encima, así que tendré que disculparme con Atenea cuando la vea. —Muu se volteó hacia la salida del templo—. Vamos, Aiolia nos espera.

Antes de comenzar, Hyoga y los demás notaron un segundo capullo abierto, no tan lejos del de Muu. En completo silencio lo ignoraron, y comenzaron a avanzar.

 

Sin embargo, no alcanzaron a correr mucho hasta que se detuvieron otra vez. Justo a las afueras del Templo del Cangrejo. El olor a sangre era terrible, y no parecía provenir de la “esencia natural” de la casa de DeathMask, de la que Shiryu hablaba. Y se sentía tan fuerte no por la cantidad, sino por la cercanía; no lo habrían notado de haber ido corriendo a toda prisa.

—¿Q-qué es ese olor?

—Ahora entiendo por qué mi cadena estaba tan inquieta. —La cadena de Shun apuntó a un costado del camino formado por las ya conocidas escaleras—. Es por ese hedor, una presencia ajena.

—Dudo que los Espectros que me atacaron no sintieran ese olor —reflexionó Muu, acercándose a la orilla—. ¿Saben qué significa?

—Que ocurrió después de que ellos pasaran —contestó Hyoga, de inmediato.

—Y que las víctimas fueron emboscadas —añadió Shiryu, apuntando a un sitio entre las rocas—. Tres víctimas.

—Tres Espectros —corrigió Seiya.

Aunque ninguno de los tres llevaba Surplices (solo lucían camiseta y pantalón negros, que no parecían hechos de tela, sino de algo pegado a sus cuerpos), no eran conocidos del Santuario revividos, ni siquiera soldados rasos. Eran extraños, pero evidentemente también eran Espectros de Hades.

O, más bien, cadáveres de Espectros. Los habían fulminado de un solo golpe, no habían alcanzado a reaccionar de ninguna manera. Pero lo más llamativo, y que puso nervioso a Hyoga, fue la forma en que los habían asesinado.

Al más cercano le habían arrancado la cabeza de cuajo. Como el mismo Shiryu comprobó, el corte había sido perfectamente limpio, con una espada afilada, o algo similar que a todos se les hizo evidente.

A otro le habían roto el cuello. Eso no decía mucho del asesino, pero era fácil de adivinar con saber quiénes fueron los otros dos.

Porque al tercero lo habían congelado hasta la muerte. Hyoga notó que, dentro del ataúd de hielo en que lo habían metido, el Espectro conservaba los ojos abiertos en shock. Se le habían separado las piernas y las manos en la caída, pero el hielo aún no se derretía, ni aparentaba que lo haría…

No sabía qué pensar. Conocía al artista de esa “obra” perfectamente, desde su niñez. Ese hombre había asesinado a un Espectro. ¡Aunque se supone que él era un Espectro! Lo habían revivido con tal fin… eso le dio a Hyoga una hipótesis.

Podría ser que estaban fingiendo estar del lado de Hades, pero todo indicaba lo contrario, y el dios de los muertos no se arriesgaría a ello. Y si los controlaban de alguna manera… no. Incluso si eso estaban haciendo, la explicación más lógica era que los Santos revividos por Hades, trabajaban para él, pero no tenían lealtad alguna hacia sus supuestos compañeros, los 108 Espectros. Así que habían asesinado a esos tres para… hacerse pasar por ellos. ¡Matar a Atenea sin que los descubrieran!

O quizás… para que no los vigilaran. ¿Los vigilaban, en todo caso? Según Muu sí, pero aún dejaba muchas interrogantes abiertas. Y dadas las caras de Seiya y Shiryu, con quienes cruzó una mirada significativa, también pensaban como él.

Solo Shun, más inocente, parecía no querer creer en lo que veía, y retornó a las escaleras, preparado para continuar el avance. Sin embargo, era más que evidente que Saga de Géminis, Shura de Capricornio, y su maestro, Camus de Acuario, estaban traicionando a Atenea. Y también a ellos. A todo el Santuario.

Y Hyoga no se los perdonaría…

—¡Avancen! —ordenó Muu. Y los cinco, en silencio, subieron en dirección al Templo del León.


Editado por -Felipe-, 17 julio 2018 - 21:00 .

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#637 Presstor

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Publicado 18 julio 2018 - 14:42

hola¡¡ cuanto tiempo sin escribir...…  eh dejado demasiados capitulos Sin reseñar 

aquí estamos,con muertes significamentes ,enemigos poderosos eh imponentes 

y una situación complicada,,,que se le dio la vuelta...y volvió a ser peor 

aquí tenemos a violate,una de mis espectros favoritas....shaina sera rival para ella? habrá que ver...

y hablando de shaina...la verdad me ha gustado mucho como la has tratado...a ella y a june

tengo curiosidad como trataras esa parte,,,y que sea interesante

 

lo del barco...me ha gustado...aunque es un poco fumada XD....habran cañones de cosmos jaja

sigo diciendo que hyoga es el mejor te sale...y creo que lo haces sin querer jaja

 

bueno tengo ganas de ver esas interaciones y esa técnica prohibida por atenea...fue tanto en el manga como en el anime

me parecio muy épico....

bueno un saludo y con ganas de seguir leyendo



#638 Cannabis Saint

Cannabis Saint

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Publicado 19 julio 2018 - 23:25

Muy buen capitulo, los espectros del canvas tienen un gran manejo y una gran aparición, se vienen cosas interesantes, Mu vs Myu, Shaina vs Violate aparentemente, la historia avanza a buen ritmo y mucha acción, se agradece el esmero que has puesto en la historia, y grande los viejos legendarios, como deben ser los papis, jaja! Lastima por Ban y Nachi, ahora los segundones me caen muy bien, aunque lo correcto es que haya bajas, un saludo;
PD, se me hace extraño no ver a las saintias como Delfin y Caballo, me he acostumbrado a SSho, jaja!

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Publicado 22 julio 2018 - 17:31

Bueno, bueno, bueno señor Felipe, hace tiempo que no te hago un review acá.

He leído unos cuantos capítulos, te podrás dar cuenta por la cantidad de likes que te dí. O tal vez no. Tal vez no les tomaste importancia y habrás dicho: "Oh, que bien, más likes de ese tal SoA, que pesado el tipo".

 

Habré leído desde que Seiya pelea por su armadura, hasta cuando los santos de plata toman un día teóricamente cotidiano. Ni idea de qué numeración tendrían.

Comentaré muy por encima mis pareceres porque te lo mereces (? y porque me acuerdo muy poco los detalles que leyendo el capítulo llamaron mi atención.

 

A ver...

 

No sé si ya lo había comentado antes, pero el cambio de Cassios por Dante como rival final, me parece bueno y justo para lo que es la trama.

Tambien está esa habilidad de las sombras. O quizás no sea de las sombras, quizás sea del propio comandante de las sombras Ik... No, es imposible que él sea quien guíe a las sombras de la Isla de la Reina Muerte. Seguro que como Felipe escribió esto el culpable del ataque a la mansión no haya sido más que UNA culpable llamada Esmeralda.

¡PLOT TWIST! :s35:

 

Sigamos...

Me fastidió un poquitin la presentación de ese tal capítulo de Seiya... digo... "capítulo largo" no es muy descriptivo. En tu caso es "capítulo MUY largo". Así sí Lord Feli. Debe describir con ese realismo que demuestra en cada capítulo.

TRES. Tres benditos plot twist. Desde la muerte de Seika, el ataque de los Sombras al orfanato y el ataque de los Santos control... digo, místicamente embelesados por la incomparable belleza de Esmeralda.

 

Ehm... ¿Puedo decir algo? ¿Sí? ¿Sí puedo? Vale, lo diré loooool.

¡¿Cómo osas mostrar en esta obra sacrílega a los santos de plata como seres pensantes y racionales que no son más que sacos de golpes que justo pasaban por allí?! ¡Mereces la pena de muerte!

(Que no Feli, que te salió muy bien, al fin Santos de Plata buenos. Aunque el bueno solo es Argol).

 

Sé que no he comentado tanto los capítulos de Shiryu y Saori, pero son muy... buenos, eso sí, pero repiten la fórmula de presentación. Aparecen sombras, un santo pelea contra otro controlado y tuturú... Eso sí, muy buenas descripciones.

 

Próximamente leeré más capítulos, no te preocupes... Quizás en menos de un año tengas mi siguiente review :s46:

 

Saludos Feli.


Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecería:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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Publicado 26 julio 2018 - 16:38

REVIEWS

Spoiler

 

 

Ahora el capítulo. Es corto, pero importante, a su manera (aunque en mayor medida es un calco xD), pero es el primero del gato dorado para esta saga. Enjoy.

 

AIOLIA I

 

00:03 hrs. 17 de junio de 2014.

Medianoche. Lithos debía estar muy lejos ya. Las estatuas Goldie y Blondie rugieron cuando las escorias entraron a su territorio, pero no los necesitaba. Aunque no percibiera sus Cosmos, Aiolia de Leo podía sentir el olor a muerte que despedían, y le asqueaba. Era momento de que él actuara y pusiera orden, porque no iba a permitir que esas criaturas tan asquerosas llamadas Espectros siguieran pisando con sus sucios pies el territorio sagrado de la señora Atenea.

Sacó una cuenta rápida. Eran catorce. Sin embargo, Muu le había comunicado telepáticamente que eran diecisiete, y había asesinado dos (a la vez que explicaba que estaba encerrado en una especie de crisálida… ya le preguntaría respecto a eso). No era de los que solía equivocarse, así que debía andar con cuidado.

Aiolia salió del Templo del León, justo al borde de los escalones, para mirar desde arriba a los invasores.

—Eres Aiolia de Leo, ¿no? —preguntó el que parecía el líder, un gigantón con esteroides—. ¿Dónde están Saga y los otros?

—¿Esos son los modales de los Espectros? No saludan, no se presentan. —El Santo de Leo estaba actuando como un hipócrita, tampoco se caracterizaba por sus modales, pero la primera regla de la batalla era intimidar al rival y mostrar autoridad. Fue una de las pocas cosas que no le enseñó Aiolos—. Patético.

—Ja, ja, ja, ¿te crees gran cosa, Leo? Muy bien, soy Giganto de Cíclope, je, je. Ahora sí, contesta, ¿dónde están Saga y los otros?

—¿Hm? ¿Saga y los otros?

—Saga de Géminis, Shura de Capricornio y Camus de Acuario, tus antiguos camaradas —respondió iracundo el Cíclope, que había caído demasiado fácil en su provocación—. Solo dinos si pasaron por aquí o no.

—¿Pasar por aquí? ¿Qué clase de estupidez es esa? Esos tres son enemigos, y yo no dejo pasar a ningún enemigo por mi Templo del León. Además, pensaba que Shaka los había destruido con su Exorcismo hace un rato.

—Eso también pensamos, pero no encontramos sus cadáveres en el Templo del Cangrejo. Los Espectros podemos localizar y registrar las Surplices de los demás, y no hallamos ni los restos de éstas. Eso significa que se adelantaron y pasaron por este lugar. Je, je, ¿acaso el león dejó pasar a sus antiguos amiguitos, aunque busquen matar a su diosa?

—Como te dije, ningún enemigo puede pasar por este Templo del León sin mi permiso. Y ellos, definitivamente, no lo tienen. Si es que siguen vivos —añadió sin dejar que las dudas se mostraran en su rostro. Confiaba en las capacidades de Shaka, pero también sabía que Saga, Shura y Camus habían sido Santos de Oro con increíbles habilidades, fuera de lo común.

—Entonces pasaron a través de otros medios…

—Es imposible —interrumpió Aiolia como si fuera una sentencia, pues de ello sí estaba seguro—. Saga puede abrir pasajes dimensionales, pero el Cosmos de nuestra diosa impide a todo hombre salir o entrar de alguno de los doce Templos sin cruzar por sus propios pies. Ni siquiera Muu, el más hábil psíquico del Santuario, puede usar la teletransportación de un templo a otro mientras la barrera de Atenea esté activa.

—No puede ser… ¿Entonces dónde diablos están? ¿Acaso desaparecieron?

—¿Por qué se preocupan tanto por ellos? —preguntó Aiolia, que en realidad estaba sinceramente interesado en el asunto—. ¿No están del mismo lado?

—Saga, Shura y Camus son completamente leales a Hades, pero no dirigen la misma fidelidad a nosotros, no confían en los verdaderos Espectros. Je, je. —Giganto soltó una risa breve, pedante, como quien que se ha olvidado de las derrotas pasadas y cree que tiene la victoria en la mano—. Sinceramente nosotros tampoco confiamos en ellos. Son solo basuras inservibles, como son todos los Santos… pero hasta que no cumplan con tomar la cabeza de Atenea en nombre de nuestro señor Hades, no podemos quitarles el ojo de encima.

—¿O sea que vinieron aquí, al mundo de los vivos, solo para servir de espías? Me parece bochornoso.

—¡Ya te dije que no te creas tanto el cuento, León! —voceó Giganto, lleno de ira—. No podrías contra todos nosotros. En realidad… solo con uno de nosotros basta. ¡Cube de Dullahan, Estrella Terrestre del Yin[1]! ¿Por qué no le cantas una canción de cuna al gatito con tu Mensajero de la Muerte[2]? Je, je, je, je.

Sin embargo, el Espectro que respondía al nombre de Cube no se movió. Se mantuvo mirando fijamente a Aiolia con los ojos de bicho en su casco, sin moverse ni emitir sonido.

—¿Cube? ¿Qué demonios te ocurre, Cube?

—Está siendo sensato —dijo Aiolia. El Santo de Leo golpeó una zona delante de los escalones y, moviendo la mano hacia la derecha, creó una línea de relámpagos que se apoyó sobre el suelo, soltando destellos—. Seré sensato también con ustedes. Todos aquellos que crucen esa línea de rayos tocarán el primer peldaño del Templo del León, lo que equivaldría a pisar mi territorio. Por tanto, morirán. —Aiolia se cruzó de brazos y esperó, mientras trataba de adivinar quién sería el primer idiota—. Si no quieren morir, lárguense de aquí.

—¿Esa línea? —preguntó un Espectro que, básicamente, tenía una jaiba por cabeza—. Pfff, ¿crees que algo así va a intimi…? ¡AHHHHHH!

—¡Lube!

Qué estupidez. El tal Lube había sido el primero. Cuando puso un pie más allá de la línea, perdió la pierna entera a causa de un puñetazo de Aiolia que ninguno de ellos alcanzó a percibir. Eso solo era el inicio, pues ahora se esperaba dos posibles reacciones de esas escorias.

La primera era que, intimidados, se largaran del Santuario de una vez por todas, o que se quedaran temblando en su sitio esperando que algo los salvara. Misma cosa, implicaba que tenían algo de cerebro.

La segunda fue la que, segundos después, cinco idiotas tomaron. Incluyendo, por algún motivo llevado por una estupidez que Aiolia no lograba concebir, al propio Lube que acababa de perder la pierna izquierda. Atravesaron la línea como tontos.

—¡Escuchen el rugido del león! —No había terminado de decir esas palabras cuando las armaduras de los enemigos comenzaron a desintegrarse y la sangre empezó a salpicar para todas partes.

Leo utilizó el Plasma Relámpago, convertido en un resplandor para los ojos de los enemigos, eran realmente millones de golpes que disparó en un solo segundo. Un Espectro atrevido, convertido en una suerte de chispa de luz, como una luciérnaga, intentó confundirse con su Plasma e ingresó al Templo del León por encima de los que estaban siendo destrozados por el ataque.

Aiolia se cargó con el Destello Relámpago, corrió hacia atrás, reventó el pecho del intruso, y volvió a su lugar para terminar el Plasma. Al mirar furtivamente hacia arriba, constató que la “luciérnaga” recién estaba saliendo de su hogar, fulminada en el aire, cuando sus compañeros aún no terminaban de morir.

—¡Lube!, ¡Ferris!, ¡Don!, ¡Yugos!, ¡Micham! —exclamó Giganto, cuando los cinco cadáveres cayeron ante sus pies.

—¡También Caleo! —añadió un Espectro de más atrás, al ver al sexto intruso estamparse contra una columna cerca de Blondie—. ¿C-cómo…? ¿Cuándo lo hizo?

—Qué poder tan avasallador… A-Aiolia de Leo… —le elogió otro, uno que temblaba de lo aterrorizado que estaba.

—El León Dorado nos muestra sus colmillos —dijo Giganto, retrocediendo sensatamente un par de pasos, pero sin quitar de su cara la expresión de desafío—. Si no vamos con cuidado, ese resplandor de antes acabará con nosotros.

Es una vergüenza que se pongan así por solo un Santo… para mí, Aiolia de Leo es solo un minino inofensivo, jijiji ­—dijo una voz extraña, que no pertenecía a ninguno de los presentes. No podía percibir su Cosmos, pero sonaba como si viniera de ultratumba. ¡Aiolia tenía razón al sospechar que había alguien más, oculto en las sombras!

Giganto sonrió, y junto con los otros siete sobrevivientes, corrieron hacia las escaleras del Templo del León con toda confianza. Les quedaba fracción de segundo para tocar el primer peldaño, cruzando la línea de rayos.

—¡Imbéciles! ¿No se dan cuenta de que sufrirán el mismo destino? —Aiolia se quitó la capa y preparó otra vez su Plasma Relámpago, hasta que… se quedó quieto por una milésima de segundo. ¿Qué era esa súbita sensación?

 

Como en cámara súper lenta, vio a los ocho Espectros en el aire, cruzando la línea y preparándose para entrar a su casa. Sin embargo, Aiolia sintió algo muy raro respecto a algunos de ellos… Era algo que no podía explicar. ¡Nostalgia!

Esa nostalgia… ¿Eran las posturas? ¿Algún olor? ¿Algún Cosmos que sí podía percibir? ¿Solo una intuición? ¿O quizás una idea errónea? Estaba casi seguro de que había algo extraño con algunos Espectros, de entre esos ocho que permanecían aún en el aire, mientras Aiolia discutía con su subconsciente.

Lo relevante era que había tardado una décima de segundo más de lo esperado. Los Espectros ya estaban bastante más allá de la raya. El puño de Aiolia se tardó en disparar el primer fulgor del Plasma, que nunca llegó a puerto.

¡Lo habían detenido completamente! Eran látigos, como tentáculos horrendos y pegajosos atados decenas de veces alrededor de su cintura, pecho, brazos, piernas y cuello, que brotaban desde bajo el suelo como enormes lombrices. Presionaban sobre la armadura y su cuerpo con una fuerza temible, inmovilizándolo casi por completo. De no haberse distraído con esas presencias misteriosas, jamás habría caído en una trampa tan idiota como esa.

«Aiolos nunca hubiese caído».

—Ja, ja, ja, ja, ja, Aiolia —rio Giganto, acompañado por los otros Espectros sobrevivientes, con toda la calma y autoridad del mundo—. Pasaremos sin tu permiso esta vez; pero prometemos no romper nada de tu casa, por tu amabilidad, je, je.

—M-malditos… ¡no se muevan! ¡No atravesarán este templo!

—Pero ya lo hicimos —dijo la voz del Cíclope detrás de él, alejándose con los demás—. Raimi de Gusano, Estrella Terrestre del Ocultamiento[3], es uno de los más peligrosos entre nosotros. Con su Atadura de Gusano[4] te ahogará hasta la muerte. Nos vemos en el infierno, Aiolia de Leo, ja, ja, ja, ja.

—A-alto… —ordenó Aiolia, sin éxito, mientras trataba de sacarse las ataduras de encima—. ¡Alto, dije!

Los Espectros se fueron. Aiolia había fallado en su misión por una estúpida distracción. Era un fracaso. Había encontrado al Espectro número quince que faltaba, de la peor manera.

 

No lo intentes, mi Atadura de Gusano es infalible, el mismo Hades me dio esa capacidad con mi Surplice, jijijiji. —La risa de Raimia venía de bajo tierra, comunicada a través de un tentáculo que había salido del suelo como las demás, frente a él. Un ojo diabólico se hallaba en la punta de la lombriz—. Te ahogarías hasta la muerte, como te dijeron, pero yo prefiero los métodos más directos.

Un nuevo tentáculo se hizo paso a través del suelo y se dirigió a su cabeza, por lo que Aiolia tuvo que doblar dolorosamente el cuello para esquivarlo. La larga cosa atravesó una columna y luego se estampó en el techo. ¡No era cualquier cosa, si no lo hubiese evitado, habría perdido la cabeza!

Nuevos tentáculos surgieron del suelo, buscando aniquilarlo… pero Aiolia era consciente de que solo podía cometer un error y nada más. Encendió su Cosmos a medida que los apéndices brotaban, hasta el límite, haciendo arder su cuerpo con un calor que derretiría los polos, enfocando su mente en el objetivo de recobrar su honor perdido. Era veloz… ¡tenía que serlo!

—Ah… ahhhh… ¡Ahhh! —gritó, desatándose con ayuda de pura fuerza bruta. Los Santos no solo entrenaban el Cosmos y la mente, sino también el cuerpo—. ¿¡De verdad crees que un gusano podría matar a un león!?

Los tentáculos que lo atacaban crujieron y se hicieron trisas por la presión que Aiolia aplicó desde el interior. Luego, con el Destello Relámpago que le permitía superar su propia velocidad por unos instantes, se movió hacia adelante, evitando los ataques múltiples, y agarró, con ira y desahogo, el apéndice por el que Raimi se comunicaba.

Al jalarlo hacia arriba con todas sus fuerzas, el maldito Espectro salió volando, haciendo temblar el techo en el impacto, estampándose con el piso, y siendo sepultado por los escombros que su cuerpo había provocado, encima de los tentáculos rotos. Habría sido un movimiento estéticamente bello de no ser porque no le interesaba en lo más mínimo cómo aplastar a ese gusano, y eso había sido pura suerte.

—N-no puedo creerlo —dijo Raimi, a tropezones, salpicando de sangre bucal el suelo—. P-pudo soltarse de mi Atadura de Gusano con su fuerza… e-es imposible…

—Levántate y pelea dignamente —le ordenó Aiolia, que miró por primera vez a su adversario. Su Surplice era horrorosa, contaba con un yelmo que imitaba a un gusano con colmillos abriendo la boca, y los tentáculos con ojos eran decenas. Salían de una sección con forma de escudo en su espalda.

—¡No te creas tanto, Leo! —Raimi, un hombre calvo de ojos pequeños, con nariz casi inexistente y largos colmillos inferiores que salían de entre la comisura de sus labios, volvió a atacar con uno de sus apéndices.

Aiolia tomó fácilmente el tentáculo en su mano, jaló, y azotó con brusquedad a Raimi nuevamente contra el techo, repitiendo el proceso cinco veces con los muros. Nadie se burlaba del León Dorado.

Al derribarlo contra el piso, le aplastó la espalda con el pie, haciendo crujir la protuberancia de la cual nacían las lombrices.

—Imagino que, como gusano, es apropiado que te aplasten hasta la muerte.

Raimi golpeó el suelo, acelerado por el miedo, y volvió a ocultarse bajo éste. Otra vez se le escapaba… pero sabía que era estúpido. El Espectro seguiría y seguiría hasta matar a Aiolia, pero éste estaba seguro de que, apenas lo viera, lo asesinaría.

Leo se quedó inmóvil, esperando que Raimi lo atacara por la espalda de un momento a otro, mientras fingía buscarlo con la mirada adelante y a los lados. Como esperaba, no pasaron ni dos segundos hasta que una horda de tentáculos lo asaltaran por la retaguardia.

A toda velocidad, Aiolia de Leo golpeó el suelo, cargándolo de electricidad y furia. El piso tembló, y antes de que los tentáculos conectaran con él, los “tentáculos” de Aiolia, formados de rayos, brotaron de bajo los adoquines.

—…Muerde, Colmillo Relámpago.

Raimi fue atravesado, pulverizado y electrocutado hasta la muerte, y su Surplice fue destruido durante una fracción de segundo, incluyendo los tentáculos que lo habían atacado, que se destrozaron antes de que el más largo le tocara siquiera uno de sus cabellos.

Era su victoria… pero de todos modos había dejado escapar a muchos de los Espectros, y había perdido demasiado tiempo también. Además… tuvo una sensación muy extraña cuando destruía a Raimi, como si hubiera visto una sombra de más en los muros, proyectada por la luz de su Colmillo. Había estado demasiado concentrado en pulverizar al Gusano. ¿Acaso alguien más se le había pasado? ¿Raimi no era el 15?

 

—¡Aiolia! —le llamó una voz conocida., apartándolo de sus pensamientos.

Esquivando los charcos de sangre y los cadáveres, apareció Seiya, el amigo que consideraba un hermano menor. A su lado estaban Shun, Hyoga y Shiryu, y la primera reacción mental de Aiolia fue ordenarles que se largaran por orden de Atenea… ¿Así de manso lo tenían con los mandatos sin sentido?

Sin embargo, cuando vio a Muu detrás de ellos se calmó de inmediato. Si hasta Muu se pasaba las reglas por donde no iluminaba el sol, entonces Aiolia tenía permiso para hacer lo que se le diera en gana.

—Chicos. Muu.

—¡Venimos tras los Espectros! —explicó Shiryu, algo acelerado para su gusto.

—¡Hay tres tirados, muertos, detrás del Templo del Cangrejo! —añadió Shun, sin una pizca de calma.

—¡Y a veces no me cepillo los dientes después de comer! —siguió Seiya, que había captado la dirección del mensaje con su soberana y fuera de lugar estupidez, que le hizo ganarse un manotazo de Hyoga—. ¡Ouch! Me alegra que estés bien, Aiolia.

—Veo que tuviste mucho trabajo —notó Muu, con el cabello desordenado y sudor en la frente. Daba para tomarle una buena foto—. ¿Se te pasaron algunos?

—Sí, ocho. No… quizás nueve —se corrigió, recordando esa extraña sombra.

—No es problema, Shaka se los cargará igualmente —dijo Seiya, con toda su seguridad. Y podía ser cierto, pero ese no era el verdadero problema.

—Qué extraño de ti, Aiolia —se aventuró con algo de osadía el Cisne—, que dejes pasar a los enemigos de esa manera. ¿Qué ocurrió?

Con los enemigos, el Santo de Leo podía ser todo lo intimidante que quisiera, pero con los amigos, como esos jóvenes Santos de Bronce y el aburrido de Aries, no tenía por qué ser tan orgulloso.

—Me distraje… y eso es lo que me preocupa. Más cuando mencionaron eso de los tres que hallaron muertos más atrás… Imagino que no llevaban Surplice.

—No, no lo hacían —asintió Muu, dando un paso hacia adelante, como si no quisiera subir mucho la voz—. Esos tres iban entre ellos, ¿verdad?

—Posiblemente. Aunque no podía estar seguro por sus máscaras y ausencia de Cosmos, pude notarlos, y eso fue lo que me distrajo. Shaka no se caracteriza por su compasión, pero aun así… estoy muy preocupado. Es solo intuición, claro, pero hay algo que me tiene muy nervioso sobre esos tres. Y sobre Shaka. Pero, ni idea de qué es lo que es.

—Nuestro rol es quedarnos en nuestros templos, pero creo que dejamos eso muy atrás ya, Aiolia. Usaremos tu método. Sin reglas.

—Vamos, chicos —ordenó Seiya, como si pudiera darle órdenes a dos Santos de Oro. Ninguno le recriminaría, claro—. A ayudar a Shaka.


[1] Chi’in, en japonés; Diyin, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a la feroz Gu Dasao, la “Tigresa". La estrella que le corresponde es “Yin”, que puede significar feminidad, negatividad, oscuridad, entre otras acepciones.

[2] Death Messenger, en inglés.

[3] Chifu, en japonés; Difu, en chino. En la novela Al borde del agua, es la estrella correspondiente a Shi En, el “Cachorro de tigre de ojos dorados".

[4] Worm’s Bind, en inglés.


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