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El Mito del Santuario


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805 respuestas a este tema

#441 -Felipe-

-Felipe-

    Bang

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Publicado 16 febrero 2016 - 11:35

Saludos, Piscis. ¿Qué tal?

 

Sí, a Sorrento le daré un trasfondo, aunque quizás sea algo implícito.

 

Qué bueno que te gustara el pilar, la verdad es mi favorito. Le da un aire medio de ensueño que empeora los efectos de la sinfonía sobre Shun. Sobre Pan, tiene que ver porque era un afamado flautista en los mitos, no tiene nada que ver con Poseidón. Es un adorno personal del guardián de ese Pilar. Por cierto, todos los pilares tienen sus templos, y son distintos, es donde viven los Generales, y entrenan a sus Guías.

 

¿Crees que exagero? Es muy posible, pero igual es poco con las descripciones que hice en el volumen anterior xD Si las lees, ahí si vas a poder criticar mucho. Pero tienes razón en que tal vez me he pasado un poco, pero es fruto del agotamiento acumulado. No es solo pelear contra tipos tan fuertes como los Santos de Oro, sino el correr y correr. Y sería peor si supieran que Saori está en el Sustento Principal.

Tal vez lo modere un poco o mucho en las próximas versiones, en todo caso :)

 

Sí, en el próximo capítulo viene la batalla en sí. Y voy a tener que editarla porque quedó algo simple, mucho diálogo. En todo caso sería como en dos semanas. Ahí sabrás si fue afectado o no.

 

Hay que estudiar, amigo, hay que estudiar. Hasta que podamos registrarnos en algún Santuario para pelear por una millonaria, no hay de otra. Saludos :)

 

 

 

**************************************************

 

SEIYA VI

 

Aproximadamente catorce horas desde el encierro de Saori Kido.

Al despertar, su primer pensamiento no tuvo nada que ver con los Pilares. Lo único que tenía en mente era derrotar a Poseidón. Desde ahí, ni siquiera supo cómo llegó al Templo, sus pies se movieron por sí solos a través de los caminos ya conocidos hacia el Mediterráneo, mientras su mente se ocupaba de ocultar la ira por lo ocurrido en el Antártico. No solo odiaba al cadáver de Kaça de Lymnades que dejó Ikki por disfrazarse de Seika y engañarlo tan vilmente, usando lo más preciado que tenía, sino que se odiaba a sí mismo por su poca frialdad. Dejó que sus sentimientos nublaran su juicio y se olvidara de que sería imposible que Miho le mintiera con algo así. Seika estaba muerta, y todavía no lo superaba.

 

En el Templo apenas había algunos guardias en pie, pero ninguno hizo el ademán de detenerlo; retrocedieron aterrorizados apenas lo miraron a la cara, y muchos se quitaron las armaduras y se retiraron cabizbajos. Los demás estaban en el piso con las Escamas quemadas como si las hubieran electrocutado.

El Cosmos de la culpable estalló de pronto en una cámara interior. Seiya entró, y recordó que la vez anterior había salido por la propia puerta de entrada, frente a Shun y Tethys, gracias a un aura impresionante que debió construir una especie de laberinto de luz y sombra como el del Templo de los Gemelos. Pero esa presencia ya no estaba allí.

—¡Seiya! —gritó alguien.

En ese momento un Cosmos inexplicable envolvió todo el Templo. Seiya vio un chispazo, resplandores como relámpagos a través del techo, y una luz cegadora que reemplazó las flamas de las antorchas. Conocía esa sensación, la de aquella mujer que tenía la obligación de proteger, y que parecía estar todavía viva a pesar de enfrentarse supuestamente a Poseidón. Desde algún lugar lejano, Saori se había manifestado tras una gigantesca puerta que parecía hecha de una corriente, y llegó acompañada de la más hermosa de las canciones. Recordó las nanas que su hermana entonaba cuando niña, y los bailes infantiles de Miho en el orfanato. Sin embargo la voz no era de ellas, sino de la diosa que trataba de dar vuelta la guerra.

Apenas se detuvo y todo volvió a la normalidad, Seiya corrió a pesar de los intensos dolores en todo el cuerpo, y la hemorragia de su estómago no se cerraba; se sentía mareado y pesado. Cruzó el portón al chocar contra él, hasta toparse con un tipo alto sentado en un trono de zafiros como si fuera un rey, o algo. No era tan importante como la chica en el piso con la armadura destruida.

—¡Shaina, resiste! —Seiya disparó sus Meteoros para distraer al idiota de pelo castaño y acercarse a Ofiuco. Pero por alguna razón, los destellos azules se detuvieron a centímetros del objetivo, convertidos en bolas de fuego que flotaban sin que hiciera el más mínimo de los movimientos. Luego se desvanecieron como si nunca hubieran estado allí.

Era Poseidón, inmóvil e impasible, lo observaba como si fuera una criatura extraña. En su mano derecha tenía el mismo maldito tridente que la rara sirena se llevó ese día cuando enfrentó a los Cíclopes.

Su compañera casi no respiraba, su armadura estaba quemada y bajo ella se veía correr la sangre. La serpiente del brazo diestro estaba partida en cinco piezas, igual que muchos de los huesos de Shaina, aunque no había rastros de combate físico. Tenía la piel blanca y los vellos erizados, como tras un gran susto.

—Oye, ¿tú le hiciste esto? —preguntó al Emperador de los Mares, a quien conocía al fin. Estaba rodeado de un aura azulada tan grande que abarcaba todo el salón. El golpeteo de su dedo sobre la silla sonaba como olas en una mujer de mala vida de mar, y una fina película de agua lo protegía, aunque estaba totalmente seco. Pero… más que eso... no era para tanto.

—¿Hm? —gimió Poseidón, mirándolo como si no tuviera sentido. ¿Acaso era tan confuso que alguien le hablara así?

—¡Te hice una pregunta! ¿Tú le hiciste esto a Shaina?

—¿Quién eres?

—Soy Seiya —contestó, dejando el cuerpo de Shaina apoyado sobre una de las columnas—. Pegasus Seiya.

—¿Pegaso? —preguntó Poseidón. Sus ojos se desviaron hacia abajo y luego a la derecha. Una gota solitaria de sudor cayó por su mejilla, y frunció el ceño; respiró profundamente, y lo que se suponía era un dios se vio por el más breve de los instantes más patético que cualquier ser humano, como si un fugaz recuerdo lo golpeara y avergonzara.

—Sí. Y todavía no respondes a…

—Pegaso —repitió el Emperador, el que se suponía había planeado todo el asunto de las lluvias, los asesinatos y todo ese caos. No lo parecía.

—Sí, ¿qué hay con e…? —Seiya no pudo terminar la oración cuando sintió el angustiante dolor de la articulación de la rodilla rompiéndose. Cayó al suelo sin remedio, sin haber sentido nada que lo golpeara—. ¿Pero qué demonios…?

—Por alguna razón me molesta mucho ese nombre —admitió Poseidón con los ojos cerrados y una sonrisa mínimamente avergonzada en la cara—. Debes irte si no quieres sufrir lo mismo que ella, y esta vez nadie vendrá al rescate.

 

Cuando Seiya apoyó su mano en el piso para darse impulso, descubrió que era el recipiente para una cascada de sudor que caía de su rostro, y del que no se había percatado antes. ¿Tenía miedo? No, imposible, le había temido más al lado malo de Aiolia. Pero al tocarse las mejillas las notó empapadas, igual que su frente.

—¿Rescate? ¿Acaso Saori…? —No pudo seguir hablando cuando la boca se le llenó de saliva y tuvo que derramarla en el piso rápidamente para no ahogarse. Al toser, manchó de rojo el dorso de su mano—. N-no puede, cof, s-ser...

—¿Preguntas por Athena? También eres leal a ella, entonces, pero eso solo llevará a tu muerte.

Seiya alzó la mirada para enfrentarlo al menos con los ojos, pero tuvo que desviarla cuando Poseidón pareció moverse en un vaivén vomitivo, como si ambos estuvieran en la cubierta de un barco en medio de una horrible tormenta. Pero era obvio que no se había movido un ápice.

«¿Qué rayos está pasando?»

—¿D-dónde está Saori…? —preguntó antes de limpiarse la sangre de la nariz que salía sin ninguna razón.

—Llámala por su nombre, humano. —Poseidón golpeó el piso una vez con el tridente, y la herida en el estómago de Seiya se abrió todavía más; la sangre salió como de un grifo, el castigo por ofender a una divinidad.

Luego ocurrió algo impresionante. El muro detrás del trono se deshizo en pequeñas partículas que cayeron como una suave y silenciosa lluvia, y después el agua se evaporó como si nunca hubiera estado allí. En un par de segundos, y solo con el golpe de la vara, un objeto físico cambió de forma y luego desapareció, lo que equivalía a unas cuantas leyes de la física tocadas.

 

Había una larguísima pasarela detrás, bajo el mar que parecía cielo, y que tras una curva a la derecha se conectaba con una calle bordeada por enormes edificios de dos pisos que se extendía hasta el Sustento Principal, a lo lejos, pero aparentemente cerca dada su inimaginable altura y grosor; ese Pilar gigante que debían destruir cuando todos los demás cayeran, los que olvidó para ir hacia el Templo. Imaginó que Shun y Hyoga podrían hacerse cargo.

—¿Qué haces? —preguntó justo antes de quitarse una lágrima ridícula que salió de la nada.

—Premiándote por tu valor —contestó Poseidón, girando el cuello hacia el titán que era avatar de su poder—. Allí está Athena, Pegaso.

—¿Qué dijiste? —Seiya se puso de pie velozmente, y con la misma rapidez se estampó de boca contra el suelo. No entendía cómo diablos le hacía todo eso, le impedía absolutamente estar en otra postura que no fuera de rodillas.

—Encerré a Athena en el Sustento Principal hace unas quince horas en este mundo. Lo decidió por sí misma, está recibiendo gran parte del agua que debería caer sobre la Tierra para darle tiempo a ustedes de… derrotarme —añadió el dios luego de una sonrisa por lo bajo.

«Saori, eres una tonta»

—¿¡Qué m:erda estás hablando!? Entonces sácala de allí, ¿qué esperas? ¿O es que tu poder no da para…? ¡Ahh! —Seiya se agarró el cuello con ambas manos, sintió que se ahogaba con su propia saliva, lágrimas y sangre que de una u otra forma terminaban en su garganta. También fue despegado del piso por una fuerza monstruosa, una que jamás podría igualar, o siquiera acercarse, aquella que está por encima de los hombres, que controla hasta las más mínimas partículas de su cuerpo. No importaba cuánto esfuerzo pusiera, no podía concentrarse ni siquiera para encender su Cosmos.

—Deberías ser más respetuoso.

—Ah… me aho… ah… —Temió que los ojos se salieran de sus órbitas por un dedo mágico detrás de ellos, una presión divina que jugaba con todos sus órganos internos y amenazaba con torturarlo poco a poco… Pero Saori debió pasarlo peor, mucho peor, recibiendo tanta agua—. Libérala… Libe… ¡¡¡Ahhh!!! —¿Quince horas recibiendo el agua del mundo? No importaba qué tan bien supiera nadar, el que sobreviviera dependía exclusivamente de su Cosmos y aguante, pero era obvio que hasta eso tenía un límite. El Sustento Principal se llenaría.

—Estuvo drenando el agua, evaporándola con su propio Cosmos mientras resistía las intensas corrientes con la esperanza de sobrevivir al mismo tiempo que salvaba a los demás —explicó Poseidón como si hubiera leído sus pensamientos—. Una idea interesante, novedosa, pero inútil. Pensé que se ahogaría dentro de unas seis o siete horas, pero aguantó el doble.

—Ja… Ja… —Seiya se concentró al máximo para poder reunir su Cosmos en su puño derecho. Era todo lo que necesitaba, pero le costó casi todas sus fuerzas físicas, ya no daba más—. No debiste… confiarte… E-esa chica es… ter-terca, aunque no lo pa… ah…

—Pero imagino que lo sentiste hace unos instantes. Para salvar a sus Santos, tanto esta chica como los que pelean con los Generales sobrevivientes, mi sobrina hizo estallar el resto de su aura con una canción. —El Emperador bajó la cabeza, y Seiya se preguntó si realmente pensó que se creería esa falsa tristeza—. Y no siento más su presencia. En estos momentos Athena camina por la ruta de los muertos, su cuerpo va al Inframundo y su alma a recibir su castigo divino en el Tártaro, y ni mi hermano podría salvarla de ello.

—Ella no ha muerto… —No sentía su Cosmos, pero no se iba a creer eso de que había muerto; si la flecha de Aiolos no lo había logrado, menos un poco de agua—. Tú, por otro lado…

Levantó el puño lo más sutilmente que pudo, entre quejidos, sin soltar su propio cuello con la otra mano.

—Su misión era protegerla, imagino que debe sentirse muy mal el fallar así. No tienen nada que hacer aquí.

 

Seiya disparó el Meteoro tan fuerte que se le quebró el brazo, y luego los huesos de la mano y los dedos; solo sintió el ridículo e intenso dolor, pero la serie de estrellas fugaces voló hacia Poseidón con tantos bríos que esta vez no podría simplemente detenerlos. Sería imposible.

—Estás atacando a un dios, Pegaso, parece que sigues olvidando el pecado que eso conlleva. —Los ojos del Emperador del Mar resplandecieron con un rayo azul que brilló junto a los zafiros en el tridente y el trono.

—¡Me da igual lo que seas! —gritó Seiya, al fin libre de las ataduras cósmicas del dios, justo antes de disparar mil veces más—. ¡Eso no impedirá que te vuelvas polvo cósmico, basura de dios!

Los Meteoros se detuvieron justo frente a la nariz de Poseidón, convertidos en bolas de fuego. Lo siguiente que supo Seiya es que uno de ellos lo golpeó en el estómago, no pudo percibir cuándo.

Con un rostro de confusión se tocó el pecho y lo encontró cubierto de su propia sangre. Antes de preguntarse qué había pasado sintió un impacto en la zona trasera de la rodilla que le hizo caer, y nuevamente otro que reventó una de sus hombreras antes de que tocara el piso con sus manos.

Cuando por fin reaccionaron sus sentidos a lo que pasaba, estaba siendo apedreado y fusilado una y otra vez por sus Meteoros. No podía contarlos, pero sabía que algunos de ellos lo golpearon más de una vez, y una más, controlados por una fuerza que no llegaba a comprender. Su mente no conseguía reconocer el dolor; solo estaba concentrada en uno de sus sentidos: la vista, que se topaba con las astillas de gamanio, las gotas de sangre, de sudor, y esas tontas lágrimas que no eran su culpa, sino del absurdo poder de Poseidón que las controlaba. Todavía se estaba derrumbando mientras era perforado por las estrellas fugaces, lo que quería decir que su velocidad era mayor a la que el mismo Seiya había impreso.

Cuando su nariz se estampó contra la piedra negra de la sala, recién ahí se dio cuenta de que estaba enfrentando a un dios, no cualquier rival, alguien que superaba a los Generales y a los Santos de Oro. Lo había golpeado con su propia técnica por el simple hecho de que era pecado tocar a un dios.

—Pegaso, no voy a tolerar otra falta imprudencia así. —Poseidón no había sufrido el más mínimo daño, y volvió a verse como detrás de una catarata, en un vaivén aturdido, tan grande como pequeño al mismo tiempo—. Por mi respeto a tu lealtad, y a aquella que te considera tan importante, no te quité la vida. No tendrás esa suerte nuevamente.

—Ugh… ugh, maldi… maldita sea… —Normalmente a esas alturas ya lograba al menos ponerse de rodillas, pero le estaba costando un montón solo mover un dedo. No sentía absolutamente nada más que dolor, y tenía nulo control sobre su cuerpo; lo que no significaba que se fuera a rendir.

 

—Debes saber que ante la presencia de un dios solo tienes un movimiento posible: retroceder. Si me atacas, tu golpe regresará mil veces más fuerte, pues un dios no puede ser mancillado por un humano. —Golpeó el suelo con el tridente y Seiya sintió un horrible retorcijón en su interior, como si enroscaran sus órganos sin tocarlos—. No hagas nada estúpido, no te adelantes, no me desafíes, no luzcas ni una sola pizca de tu Cosmos; solo puedes realizar cualquier gesto que signifique retroceder, ¿está claro, Pegaso?

—No… D-de hecho, c-creo que deberías po-poner una o dos velas aquí… —se burló Seiya, sin atreverse a reír por el dolor. Finalmente consiguió el gran milagro de poner el brazo entero en vertical, izar su peso y arquear una rodilla.

—¿No estás dispuesto a rendirte, Pegaso? —cuestionó el dios con una ceja levantada, como si no pudiera creer que alguien cuerdo pudiera actuar así, como si su hubiera perdido el juicio.

—¿Ren-rendirme? ¿Rendirme yo? Qué estupidez… —Seiya cerró el puño, lo miró y descubrió que brillaba como el oro. También lo que le quedaba del Manto Sagrado, con el mismo tono que la armadura de Aiolia, con su mismo calor y gran determinación. Tenía consciencia absoluta de todos los rincones de su universo interior, como cada vez que despertaba. Eso lo impulsó a erguirse una vez más.

—Pensé que tu armadura era de Bronce —comentó Poseidón, sin sorpresa.

—Lo es, pero gracias a la sangre de los Santos de Oro, toma este brillo al hacer arder mi Cosmos al máximo, el Séptimo Sentido. —Enfrentó la mirada de Poseidón tal como Aiolia lo habría hecho, y también Shaina, con la vehemencia que conceden las infinitas posibilidades de hacer lo que quisiera—. Mientras viva no abandonaré la lucha. ¿Cómo podría mirar a los Santos de Oro a los ojos, o a Saori, si me rindiera ahora? —«¿Cómo podría acercarse a la tumba de Seika?»

—Será como desees, Pegaso —decidió Poseidón, cerrando los ojos otra vez con su molesta falsa tristeza—. Sufre el castigo divino.

Seiya trató de usar su Meteoro, pero parecía haber usado todo su poder en hacer reverberar su armadura. Había alcanzado el Séptimo Sentido, pero no podía canalizarlo a través de sus puños, uno estaba hecho trizas, y el otro no respondía.

Poseidón golpeó el brazo del trono con su dedo, y un resplandor azulado tan brillante como el mismo sol se expandió hasta atraparlo en un remolino de luces destructivas, como ser atrapado por un tifón submarino. Pero incluso si no podía atacar, la armadura lo defendería; en ese momento era supuestamente casi tan resistente como una de las doce armaduras de Oro.

…O eso pensó. Solo aguantó por la mitad de un segundo hasta empezar a deshacerse como si fuera de cartón, los trozos cayendo o siendo disparados hacia todas partes por una fuerza que rechazaba todo lo que considerara enemigo. Y si continuaba, no solo sería su armadura.

 

Dos sombras saltaron desde algún lugar lejano mencionando su nombre, y se interpusieron entre él y el resplandor antes de que se convirtiera en huesos. Las luces azules fueron desviadas hacia arriba por dos figuras con manchas grandes en los brazos izquierdos.

—¿Y ustedes? —preguntó Poseidón.

—Draco Shiryu —respondió una de las figuras que de pronto tomó forma de un tipo con pelo largo, y un escudo que brillaba como las esmeraldas. Sin perder tiempo se acercó a Seiya y lo tomó de la espalda antes de que se desplomara. Y sí era Shiryu, aunque su armadura estaba seriamente dañaba, su piel estaba cortada, y se frotaba los ojos cada dos segundos.

—Cygnus Hyoga —se presentó el otro, un rubio con una armadura que daba frío ver. Sangraba por todos lados como si lo hubieran convertido en alfiletero. De pronto conjuró una muralla de hielo frente a Poseidón para darles tiempo. —Seiya, ¿estás bien?

—Ja, ja, ja… ¿te parece que estoy… bien? Tonto gans… ¡Ah…!

Eran sus compañeros de las estrellas, con quienes hizo una promesa en el Templo del Centauro de que serían siempre hermanos, hasta el último día. Al menos ellos podían moverse; Seiya iba tardar un poco poder mover los dedos.

—¿Él es Poseidón? ¿Aquel que ha traído tantas desgracias al mundo?

—No, Shiryu, según supe puede que haya otro controlando sus acciones.

—Ju, qué tonterías —resopló Poseidón detrás del muro de hielo, como si se hubiera sentido ofendido por el comentario de Hyoga.

—Eso no cambia nada. Si Seiya muere, nosotros también lo haremos, pero no sin pelear. —El Cosmos era brillante cual catarata de oriente bajo el sol—. Y nos enteramos que Athena también está en peligro, más razón para dar pelea.

—Nuestra misión es detener a Poseidón y ayudar a Athena, eso no cambiará por más golpes que recibamos. —El aura de Hyoga era blanco como gotas de nieve en un cielo nocturno, frío como glaciares.

—Mírense, están cubiertos de heridas, y a sus espíritus se les acabarán las fuerzas muy pronto. Sus piernas tambalean, no pueden mantenerse en pie. Ofiuco fue salvada por Athena; y Pegaso por ustedes. ¿Sirve de algo que se presten esos refuerzos unos a otros si están moribundos? Además soy un dios.

—Mi maestro dice que si un dios siente la necesidad de llamarse a sí mismo un dios, entonces no merece serlo. —Shiryu disparó el Dragón Ascendente que subió desde bajo tierra apenas la pared de hielo se deshizo por los rayos de zafiro.

—Moribundos o no, ¡eso no cambia nada! —Hyoga atacó con el Rayo de Diamantes, aprovechando los cristales que quedaron del hielo deshecho.

—Si quieren morir juntos cumpliré su deseo, pero no se atrevan a atacar a un dios, ¿cuántos pecados quieren acumular?

—¡No, cuidado! —advirtió Seiya, pero descubrió que la voz nunca salió.

—¡Shiryu, Hyoga…! —Pero si se oyó la de Shaina, que había recobrado la consciencia, aunque parecía solo ser capaz de mover los labios. De nada sirvió.

Ambos ataques se detuvieron frente a Poseidón, y con un golpeteo de su maldito dedo, instantáneamente se movieron hacia Shiryu y Hyoga, atrapándolos en un vórtice albiverde que los golpeó repetidas veces, atravesando sus cuerpos y destruyendo sus armaduras, a pesar de que ya habían tomado colores dorados.

La espalda de Shiryu ardía con flamas verdes, e intentaba cortar las luces con una extraña espada que tenía llameando en el brazo; y Hyoga estaba rodeado por un remolino de nieve y conjuraba carámbanos tanto a su alrededor para tratar de contener sus propios ataques, como cerca del trono, pero estos se derretían en el momento en que aparecían.

«Vamos, vamos, Cosmos, se supone que eres infinito, ¿o no? Entonces ya enciéndete una vez más, con un demonio, ¡brilla, Cosmos! Brilla…»

 

Cuando a Shiryu y Hyoga se les acabaron las fuerzas, Poseidón liberó su resplandor de zafiros. Pero antes de que fueran castigados por la luz de los dioses, un cegador destello cruzó el salón desde el portón detrás de ellos en forma de una saeta luminosa tan ardiente como llamas del sol, dejando una estela de plumas tan brillantes como polvo de estrellas.

Poseidón levantó la mano por primera vez, y el destello se disolvió antes de que lo tocara, pero consiguió darles tiempo a Shiryu y Hyoga para que cayeran al piso todavía vivos.

Y era el mismo sol el que se había aparecido en la estancia, sobre ellos; una esfera ardiente y radiante que opacaba incluso la luz casi divina de Poseidón. Y es que no podía ser divina si era opacada, pensó Seiya. Cuando se dio cuenta, sin entender la lógica detrás de eso, ya se había puesto de pie. Acercó su mano a la bola llameante que sorprendía incluso a Poseidón, y tocó las espuelas de lo que parecía un caballo.

Vamos, Seiya, adelante… —apremió una voz etérea que recordaba haber oído antes, no hacía mucho. Una voz distante, y al mismo tiempo muy cercana. Una voz tan experta como gentil y cálida. La voz de un héroe.

—Gracias —respondió, sin controlar sus labios.

 

Y varias piezas muy pesadas le cayeron encima, pero irónicamente, cuando movió las alas, se sintió extremadamente ligero.


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#442 Presstor

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Publicado 16 febrero 2016 - 16:20

buenas felipe,al ponerme al dia con esta buena tanda de capitulos y viendo que estas llegando al climax de

la historia...aunque debo decir que los pobres no deberian ni poderse mover con lo hecho polvos que estan

creo que ahi te has pasado un poco con las heridas...pero sin ninguna queja asi es muy epico XD

 

sobre la historia de kanon,estoy de acuerdo con los apellidos de caballeros ellos tienen,y cuando ganan una armadura

pasan a llamarse como su constelacion.

 

no acaba de gustarme eso de la doble personalidad de saga...en eso preferiria influencia divina

 

y eso le ha mermado mucho su poder no?

 

y haber si lo entendi bien,dominar a alguien como kanon ikki uso  100 veces la ilucion diabolica

y eso le ha mermado...tengo ganas de ver como termina esto....pero no le mates otras vez

que deja de tener gracia XD,tengo ganas de ver como termina en el manga no acabo de gustarme

nada un saludo,y sigue asi



#443 Patriarca 8

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Publicado 16 febrero 2016 - 22:11

SEIYA VI

 

Lo bueno:

 

-el burro sigue caminando a base de terquedad aunque su estado

fisico parece estar en un estado lamentable.

 

-Jajaja, me pregunto porque todos llaman idiotas o insultos

similares a los olimpicos

 

-al parecer el burro tambien se da cuenta de que saori es

una tonta,¿habra alguien inteligente en este fic? XD

 

-Seiya no sabe que significa rendirse...aunque siendo sincero parece

que no sabe varias cosas  :lol:

 

-La aparición de la armadura de sagitario

 

 

Lo....no tan  bueno:

 

—Mi maestro dice que si un dios siente la necesidad de llamarse a sí mismo un dios, entonces no merece serlo. —Shiryu 

 

Aquí Shiryu cometio un grave error ,en vez de decir eso.

 

debió haber dicho mi maestro el caballero heroico de Libra que fue uno de

los responsables que la  Athena del siglo anterior ganase  la guerra  contra Hades

me ha dicho telepaticamente que viene en camino y que sera mejor que liberes a Saori o de lo contrario sentiras el poder heroico que infunde " temor " entre los olimpicos  :t420:

 

PD: Tomar tomar bebidas alcoholicas en exceso es dañino para la salud  :ph34r:


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#444 Piscis no Afrodita

Piscis no Afrodita

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Publicado 17 febrero 2016 - 08:13

Con las buenas buenas Felipe Hau ar llu? Fain? Gud, greit

Bueno, hora de comenzar

Buen capítulo me ha gustado, una especie de "batalla" buena, dada a las pocas posibilidades de una de sus partes, y las diferencias cósmica, pero buena al fin

Colle, a mi parecer, aca si te contuvistes a la hora de relatar los daños con los pobres bronces al cual los tratas cono nada, por un principio imagine que escribirías no se, que

"Seiya abrió la boca para hablar pero no pensó que se abriría la herida que le ocasiono Kaça y un mar de sangre se disparo von fuerza hacia fuera, mientras que al mismo tiempo se le caían las cordales" que se yo, ah y claro mejor escrito, pero algo asi XD

Oye, hay una oracion que me choca y es esta:

"También eres leal a ella, entonces, pero eso solo llevará a tu muerte"

No se, siento que la coma, que precede a la palabra entonces esta demas, porque no logro dar con una frase coherente allí por mas que leo, quizas sea mi culpa y soy muy quisquilloso, y si es asi hasmelo saber

Muy oportuna la llegada de los otros dos, a mi parecer si no llegaba hay llegaba un Seiya, que hasta ahora, no me caía muy bien, pero hubieron frases que estuvieron muy buenas como la de las venas, Seiya no respeta XD me recuerda a mi XD

Oye una pregunta, dado a que tu historia el episode g si sucedió en alguna ocasión, supongo que portar una armadura dorada si da un power uno bastante alto, o me equivocó porque si Seiya y Cia, van a luchar como en algun momento hicieron en el anime clásico y el MO, mas sin contar que este es mas poderoso que el de los dos antes mencionados, entonces deben tener un power up a la altura, no se digo yo :/

Bueno, esperare el siguiente capitulo, que supongo que sera el de ikki, a ver si ya acabas con este par de idiotas, y luego sigue lo bueno

Saludos y espero que estes bien :)

#445 SagenTheIlusionist

SagenTheIlusionist

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Publicado 18 febrero 2016 - 14:01

Saludos Felipe, me dieron ganas de leer tu fic recien a estos tiempos jaja, pero nunca es tarde. :ninja:

Prologo:

Por mi parte me gustó mucho el capítulo. La inclusión de personajes como Nicole, una reformulación de esa escena, me pareció muy buena. Me encantó el como explicaste algunas partes, tales como el mensaje de Aioros o las heridas que este tenía.

La fluidez con la que escribes es espectacular, ya te ganaste un lector :lol:


Saludos

Si deseas leer un fanfic, puedes echarle un vistazo a mi historia, se agradecería:

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                              "Los Reinos de Etherias"      Ya disponible hasta el Cap. 34

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#446 carloslibra82

carloslibra82

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Publicado 18 febrero 2016 - 23:55

Ups, amigo Felipe, estoy de vuelta, después de tenerte abandonado bastantes capítulos. Y no es q yo sea importante, pero siempre me gusta dejarte mis comentarios. Perdón por mi ausencia, ahora me pongo al día:

Hyoga V: Tengo q decirlo, me gustó más tu versión q la del clásico. La actitud de Hyoga era más coherente q la de la historia original, arrepentido por lo q le pasó a Isaak, pero sin dejar de lado su responsabilidad como caballero. No me gustó mucho la cobardía de Isaak para pelear, pero sus ideales eran más creíbles, queriendo superar, por respeto, a Camus. Y finalmente, Hyoga pudo superarlo. Me da pena el pobre Kiki, tan maltratado, pero tan valiente. Tengo una pregunta: ¿cómo es q Isaak es el único General q sabe q el responsable de la guerra es Kanon? Sé q tampoco se explica en el original, pero, ¿tienes alguna explicación? Gracias de antemano

Shaina IV: Mi comentario es: ¡pobre Shaina! Realmente, amigo Felipe, Poseidón da miedo. Mucho más q en el original. Con sólo leerlo, se me erizó la piel. No se me ocurre como podrán siquiera inquietarlo, es intimidante. Parece q los dioses en tu fic son temibles. Además, me pareció ridículo el comentario de Shaina en la serie: "Poseidón no tiene ningún entrenamiento como guerrero" , como si Saori fuera una guerrera experta, jajajajajaja. En tu fic es más lógico

Kanon, la ambición de una sombra: Este lo haré de una vez. me gustó la historia de los comienzos de Saga y Kanon. Pero concordando con no sé quien comentó, no me agradó lo de la esquizofrenia, preferiría otro origen de su problema. Pero bueno, es tu fic, amigo. Asimismo, me agrada que Kanon no sea malo pq sí, que haya ayudado en primera instancia a la gente. No me parece ese afán de Kurumada de hacerlo malo pq sí no más. Además, te felicito por el ingenio q tuviste y la genialidad por lo de la manzana dorada. Fue un gran acierto por tu parte, q le da mucha lógica a la historia. También explicas muy bien lo de la cárcel del Cabo Sunion, la liberación de Kanon y su llegada al fondo del mar. Y me causó mucha gracia leer los insultos de Kanon hacia Poseidón en sus pensamientos mientras hablaba con él. Es un verdadero gusto leer lo q escribes. Sólo quiero hacerte un alcance: vi q esta parte la tuviste q dividir en tres, pero pienso q la división te quedó un tanto desproporcionada, la tercera fue mucho más larga q las otras, y además la más informativa. No digo q me tengas q hacer caso, es sólo una suegerencia. Lo otro q no entendí es lo de la ilusión de Ikki: el usarla lo debilita? Lo deja a merced del enemigo? Pq pasa eso? Aunq eso le daría lógica a la paliza q en la serie recibe Ikki, ya q ahí se da pq sí no más. Ah, y de dónde sacaste el apellido Lascaris? O sólo se te ocurrió? Me gustó ese detalle. Y lo otro: creo q exageraste con lo de la daga (sus efectos). Perdón, es mi opinión, jajajaja

Shun VI: Debo decírtelo otra vez, te ensañaste con el pobre Shun. No veo como podrá hacer algo contra Sorrento, q es uno de los Generales más poderosos, q incluso venció a Aldebarán. Más fuerte q en la serie, ya q aquí la corriente nebular no le afectó. Y más determinado, ya q aquí no le teme ni a Kanon. En este capítulo, tengo q aplaudirte por un detalle q me encantó: El canto de Athena aterrorizó a Sorrento. Eso le da un lugar como diosa, tal como Poseidón, creando el mismo efecto q Poseidón crea. Has realzado a Saori, eso es un gran acierto de tu parte

Seiya VI: Ahora es pobre Seiya, ese Poseidón es aterrador. Pero el burro, como todos le dicen, es terco, y da más pelea, pese a su imposibilidad de hacer algo. Realmente, ni siquiera con la armadura de Sagitario veo como van a poder cambiar las cosas, a ver q se te ocurre. Tal vez lo de la flecha de Sagitario lo enfoques de otra forma, no sé. Espero con ansias lo q va a seguir.

Bueno, eso es todo, perdón por este review tan largo, pero quise quedar al día. Espero no aburrirte con su lectura, ya q jamás me he aburrido con tus fics. Saludos, amigo Felipe!!



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Publicado 20 febrero 2016 - 13:51

Aviso:

 

Publicado el PDF arreglado, ULTRAeditado, revisado, etc etc del volumen 2 que corresponde a la batalla de los 12 Templos, al que llamé "Tiempo de Oro". Tiene también algunos extras como las fichas de los personajes (con sus habilidades hasta el final de este volumen), como estas de ejemplo:

Spoiler

 

También tiene el mapa del Santuario que me pidieron por ahí. No soy bueno para esas cosas, así que está dejado como quedó no más xD

Spoiler

Está en PDF, como el primero, descarga de Mega. Por alguna razón, a diferencia del primer archivo que me costó 120 megas, este solo pesa 4, usando un programa mucho más ligero. Lo he revisado, y está completo, pero pido por favor a quienes lo bajen, que me AVISEN SI ESTÁ INCOMPLETO O TIENE ALGUNA FALLA. Deberían ser 280 páginas.

En un rato voy a editar los capítulos publicados con la edición también.

 

Esta es la portada (tengan piedad xD):

Spoiler

 

Y ya que estamos, aprovecho de responder los reviews. Mañana publicaré el siguiente capítulo, porque tengo que editar algunas cosas.

 

buenas felipe,al ponerme al dia con esta buena tanda de capitulos y viendo que estas llegando al climax de

la historia...aunque debo decir que los pobres no deberian ni poderse mover con lo hecho polvos que estan

creo que ahi te has pasado un poco con las heridas...pero sin ninguna queja asi es muy epico XD

y eso le ha mermado mucho su poder no?

Hola Presstor! Un gusto leer tus comentarios.

Tienes toda la razón, y eso lo comenté a otra persona también. Tal vez exagero con los daños de los personajes, pero como dices, si bien no es realista, le da el toque de drama que quizás se necesitó en la saga de Poseidón original, donde nadie sufrió mucho hasta que se toparon recién con el dios.

 

Con respecto a Saga, él tiene las dos cosas, tal vez no me expliqué bien ahí. Así como en el manga, Saga tiene esquizofrenia, tiene doble personalidad, así lo mencionan Shaka y Mu, pero también está la influencia de la manzana que sacó a relucir esa otra personalidad que se había sellado tras el entrenamiento de Nicole.

 

La Ilusón Diabólica daña mentalmente al oponente, solo físicamente, pero te deja también más "paranoico", con mejores reflejos ya que al verse vulnerable, el cuerpo reacciona más rápido y más violento a las potenciales amenazas. Lo mismo le pasó a Aiolia, Nachi, Ban, Geki y Jabu cuando fueron afectados en este fic. (También Hyoga, pero él estaba llorando demasiado para notarlo). El problema es que con un tipo como Kanon que se maneja en habilidades mentales, fue necesario golpearlo muchas veces para dominarlo, lo que por contra, también incrementó su sistema de reflejos, advertencias y sobrevivencia MUCHO, por lo que si Ikki se le llega a acercar es hombre muerto. Por eso Fénix menciona que es un riesgo grande.

 

Y no te preocupes con lo del final de Ikki, soy consciente de que eso de matarlo puede ser trillado jaja Además, recuerda que Hades será un reboot, por lo que puede haber sorpresas que te gusten (como al fin algo de vida normal de los Santos, por ejemplo... quizás).

 

Saludos! :)

 

 

 

SEIYA VI

 

Lo bueno:

 

-el burro sigue caminando a base de terquedad aunque su estado lamentable

 

Hooola, T.

- Tanto así que, si ves las fichas, notarás que todos tiene cualidades especiales. La de Seiya, con el puntaje máximo, es terquedad jaja.

- No. Los dioses son idiotas para estándares humanos, y viceversa. No hay de otra. Aunque por otro lado, el nivel de respeto de Seiya a la divinidad es prácticamente nulo xD

- Qué bueno que te haya gustado esa aparición, porque no estaba seguro si debía cortar el capítulo allí. Qué bueno que resultó.

 

- Tienes toda la razón, esa era la frase correcta, pero creo que quedaba implícito que se refería al destructor de dioses con superciendragones maestro Yedi, heroico y sensual padre de la chinita hot que también infunde temor xD

 

Saludos!

 

 

Con las buenas buenas Felipe Hau ar llu? Fain? Gud, greit

Bueno, hora de comenzar

Buen capítulo me ha gustado, una especie de "batalla" buena, dada a las pocas posibilidades de una de sus partes, y las diferencias cósmica, pero buena al fin

Gud afternun, Piscis, aim fain, and llu?

 

- Sí, me pasé, ya me está quedando claro jajaja No sé como lo voy a hacer con Hades entonces... Menos mal que los personajes tienen entre 16 y 18 años ahora, o me demandarían por explotación infantil. Y aún así me "contuve" jaja.

 

- Gramaticalmente, aunque se escuche raro, tengo entendido que está bien, el "entonces" va entre comas, pero claramente hubiera sido mejor ponerlo al principio. Anotado para el PDF.

 

- Seiya no respeta a nadie que no le de motivos para ello, sea dios o el papa. Ni siquiera a Saori mucho, a diferencia del manganime. Con respecto a tu pregunta, sí da power up, siempre y cuando el personaje sea menos poderoso que un Santo de Oro. Por ejemplo, en Aiolia no hará mucha diferencia si usa o no Gold Cloth, pero en Seiya sí, como se vio en el bosque.

 

 

Saludos, que tengas un buen día! :)

 

 

 

Saludos Felipe, me dieron ganas de leer tu fic recien a estos tiempos jaja, pero nunca es tarde. :ninja:

Uh, un nuevo lector!!! Yay!!! :D

 

Bueno, Sagen, espero sigas leyendo hasta que te pongas al día, o hasta donde quieras. Las críticas siempre ayudan, así que te lo agradezco, además que mientras más gente, mejor.

 

Saludos :)

 

 

 

Ups, amigo Felipe, estoy de vuelta, después de tenerte abandonado bastantes capítulos. Y no es q yo sea importante, pero siempre me gusta dejarte mis comentarios. Perdón por mi ausencia, ahora me pongo al día

Carlos, no hay motivo para que pidas disculpas. No estás con una pistola en la cabeza leyendo... todavía. Tómate tu tiempo, aparte eres el lector más antiguo de Mito (vienes desde Alpha), así que tienes todas las libertades jaja

 

Sobre Hyoga, esto no es arrogancia, pero cualquier versión de cualquier fan sería mejor que esa pelea de Kuru. Hay peleas aburridas, y después está esa. Isaak es un tipo complicado, con una obsesión malsana con su maestro, pero al menos no torturó tanto a Kiki como en el clásico, que parece que se olvidaron que tenía 8 años. Es un tipo noble, pero algo extremista.

Y sobre tu duda, él era parte del Santuario, así que (por las dudas) investigó un poco, y como Sorrento, se dio cuenta que había algo raro con "Salem", pero tampoco dijo nada, con tal de que se cumpliera el objetivo. No sabe que es Kanon, ni sabe que provocó toda la guerra civil, pero sí sospecha que está detrás de la guerra santa.

 

Shaina: Sí, pobrecita jajaja Pero así debería ser un dios, lamentablemente, y eso que ni siquiera es un dios como tal todavía.

 

Kanon: Ahí me basé en el manga, como le dije a Presstor. Saga siempre tuvo doble personalidad, en todas las obras de SS oficiales, pero aquí fue impulsada por la influencia divina de la manzana.

A mí no me gustan los personajes que sean malos porque sí, y eso que hay algunos en mi fic (las Sombras de Deathqueen, por ej), pero no me gustan. Más si es un personaje tan importante como Kanon.

Aunque no se si fue "genialidad". Desde el principio del fic tuve el plan de una influencia divina, pero Saintia me inspiró para que fuera la manzana, y cayó como anillo al dedo. Cualquier cosa, mis agradecimientos son para Kuori.

 

Sobre lo de la división, no te preocupes, eso solo fue para el foro para que no se hiciera larga y tediosa la lectura. En la versión PDF, y en mi doc también, es un solo capítulo largo. Solo lo separé para comodidad de este foro en particular.

Ikki se debilita espiritualmente cada vez que usa la Ilusión Diabólica (antes no le importaba, porque tenía su Cosmos negro y todo eso, pero desde que tiene su armadura de "vida y no de muerte", sí que es importante. A Kanon y Saga les da lo mismo, fueron afectados por agentes externos. En la víctima se aceleran los reflejos y el instinto de supervivencia, pero no por efecto de la técnica en sí, sino por la defensa natural del cuerpo al verse débil y vulnerable. Ikki lo tuvo que golpear 100 veces para que hiciera un buen y largo efecto en un maestro mental como Kanon, pero también tiene la contra de que después lo van a vapulear jaja

 

Laskaris significaba "ejército" en griego muy antiguo. Sobre la daga, como le expliqué a T, fue para resolver el que nunca se hubiera usado. ¿No crees que sería muy fácil matar a un dios si tuvieras una daga de esas así como así? Es un arma que sirve contra un dios, y que requiere de sangre de dios para funcionar, no es una daga de Supernatural que todo el mundo tiene para matar ángeles jaja (si es que entiendes la diferencia, sino disculpa). Debe tener sus contras, especialmente sobre gente normal, aunque comprendo que no les guste mucho :P

 

 

Shun: Saori puede aterrorizar si quisiera, pero usa su Cosmos para la paz, el amor y esas cosas. A Sorrento lo aterrorizó porque nunca se esperó un Cosmos tan cálido y temible a la vez en su enemiga. Temible, puede ser, todos los dioses son así, pero tan dulce? Eso fue lo que lo aterrorizó, el no saber qué hacer. En todo caso se explicará en detalle en el próximo capítulo de Shun.

Sobre Seiya no comentaré nada, lo verás tu mismo jaja

 

Tus críticas son de las mejores, Carlos, no te preocupes. Un gusto leer tu review, saludos y gracias!! :)

 

 

 

EDIT: Agregué también el volumen 1 otra vez, pesa 4 megas, pero tiene unas fallas en las imágenes de los extras, o no se ven, o se ven mal. Solo eso, pero por si quieren una versión MUCHO más ligera.


Editado por -Felipe-, 20 febrero 2016 - 14:23 .

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Publicado 21 febrero 2016 - 11:12

Listo. El siguiente capítulo es de Aiolia, es muy corto, y cierra la trama del Santuario hasta nuevo aviso. Cambié la letra a la que uso en los PDF, siento que es más cómoda de leer; si a alguien se le hacía mejor la anterior, que me lo haga saber para volver al anterior formato.

 

 

 

AIOLIA IV

 

Aproximadamente catorce horas desde el encierro de Saori Kido.

—¡Miren eso! —alertó Aiolia al frenar en la escalinata.

Frente a ellos, una bola de fuego volaba a la barrera de lluvia en medio de la noche, a unos cincuenta metros del Templo del Centauro. Subieron apenas sintieron la extraña presencia y captaron la luz en lo alto de la montaña, abandonando por primera vez su puesto en la entrada del Templo del Carnero donde aún lamentaban su inutilidad y la muerte de Aldebarán.

De todas formas ya no tenía caso estar allá abajo, pues fuera de la cúpula, a esa altura, todo era agua, como si estuvieran de visita en un acuario; en unas horas la lluvia había anegado todo Rodrio y los alrededores del Santuario, con excepción del último piso de la gran iglesia en un monte, donde se refugiaba la gente con el cadáver de Aldebarán y los otros Santos y soldados caídos. Allí también estaba Lithos, dando instrucciones con valor a pesar de los daños que sufrió y la pérdida de su brazo, junto a las doncellas de Athena. Organizaba e intentaban mantener el orden en el pueblo, mientras los Santos de Bronce descansaban en los alrededores, vigilando ante posibles ataques enemigos. Para todos los efectos, Marin era la líder del Santuario en ese momento, y constantemente la veían correr sobre el agua para mantener a los Marina lejos del territorio ateniense.

 

En las escalinatas que llevaban al Templo de la Cabra, los cuatro Santos de Oro miraban asombrados la esfera de luz que trataba de atravesar la barrera que el dios de los mares había puesto para humillarlos, para hacerles saber que frente a la divinidad los humanos, incluso los más fuertes, no tenían oportunidad.

Pero Seiya y los demás habían bajado al reino submarino. Desde hacía unas horas podían sentir sus Cosmos en el campo de batalla, al principio llenos de valor e intensidad, pero se habían ido apagando progresivamente, y por unos minutos agonizantes, ni siquiera Shaka pudo percibir la presencia de los jóvenes a pesar de estar en meditación. Las lluvias habían menguado y el nivel del agua bajado poco a poco, lo que significaba que estaban haciendo avances, pero en esos momentos apenas quedaba de Seiya, Shiryu, Hyoga, Shaina, Shun y un Ikki resucitado unas ínfimas y vibrantes llamas. Incluso el pequeño discípulo de Muu había bajado con el Manto de Libra por petición de su maestro y de Dohko.

Pero a esos chicos poco les importaba su situación. Ellos combatían hasta dar todo de sí, hasta el límite de sus fuerzas. Lo que Aiolia no podía soportar era que nuevamente se estuvieran sacrificando, haciendo un trabajo que ellos, los de Oro, debían hacer. El trabajo de todos los Santos era mantener la paz en el mundo, pero Athena había bajado también, y el principal deber de los doce de Oro era protegerla. Pero después de un gran estallido hacía como una hora, había desaparecido todo rastro del aura de Athena.

 

Sin embargo, ese bólido de fuego quería dar la vuelta a la situación, y tras retroceder unos metros, embistió para recuperar el orgullo de los Santos de Oro y representarlos en la batalla. Aunque las gotas de lluvia no se habían dispersado ni un centímetro cuando lo atacaron…

—¿¡Qué este Cosmos tan inmenso!? —preguntó Milo, incapaz de hacer que sus uñas crecieran después de atacar por tanto rato la barrera de lluvia con sus Agujas. Durante la pelea de Aldebarán se terminó rompiendo los dedos.

—Este poder… ¡Está más allá de lo natural! —dijo Muu, cubriéndose la cara con la mano como visera tras la intensa luz que transformó la noche en día.

—Imposible… —susurró Aiolia.

Como una saeta, la esfera de luz atravesó la capa de lluvia, superó la supuesta divinidad, y tomó rumbo al mar Mediterráneo a toda velocidad, dejándolos con la boca abierta. Había tenido que hacer explotar su Cosmos para conseguir la meta que ellos habían fallado, pero lo había logrado.

Aiolia se internó rápidamente en la habitación de la armadura, en el Templo del Centauro. Sobre un pedestal, tras un mueble lleno de viejos carcajes de su hermano, debía descansar el dorado corcel que vestía como protección, pero el ente alado que durante dieciséis veló por Athena no estaba allí. Eso confirmaba las sospechas de los Santos de Oro.

—Aiolia…

—Sí, Muu. Era Sagittarius —les comunicó, al regresar a las escaleras. El aura que emanaba del centauro era tan intensa y ardiente que no se distinguía ningún detalle, ni las refulgentes alas ni las patas que seguramente se habían alzado en la carrera para mostrar lo encabritado que estaba, desesperado por atravesar la barrera. Era el vigor dejado por su maestro y hermano mayor.

—¿Pero cómo es posible? Para que la armadura se moviera con tanta fuerza y desesperación debería seguir instrucciones de su dueño —dijo Milo.

—Según se, Sagittarius se movió por sí solo para proteger a Seiya, el año pasado —recordó Shaka, y Aiolia asintió.

En esa ocasión, el alma de Aiolos se había aparecido para ayudar a Seiya, y también para darle una lección a Aiolia. Había pasado por encima de las estrictas leyes de la muerte, pero solo por unos instantes. Lo que estaba haciendo ahora era solo posible si su dueño le daba esa instrucción, o si estaba en peligro.

 

La noche volvió a su oscuridad nubosa, y las gotas de lluvia retomaron su curso natural de catarata. La bola de fuego se había perdido en el horizonte, pero su Cosmos todavía podía sentirse.

—Increíble —musitó Muu, con una sonrisa cansada—. Consiguió hacer algo que nosotros intentamos todo el día.

—¿Será que al no ser alguien de carne y hueso pudo pasar con más facilidad la barrera? —inquirió Milo, aunque el sudor corría por su rostro por la impresión.

—Al final ni siquiera el avatar de Poseidón, con todo ese gran poder, pudo detener a mi hermano Aiolos —se enorgulleció Aiolia, inflando involuntariamente el pecho—. Recuerda que las armaduras también están vivas.

—Es como si el alma de Aiolos habitara en su armadura —comentó Shaka, sentándose en el suelo con las piernas cruzadas, y encendiendo su Cosmos tal vez para rastrear a los Santos de Bronce de nuevo—. Pero aun así es sorprendente, con dos presencias pudo superar la barrera de Poseidón, pero para ello se necesitaría una increíble voluntad que ni siquiera la misma muerte podría derribar.

—Gracias, Aiolos —dijo Muu con ojos cristalinos y barbilla temblorosa—. Ya que nosotros no podemos cumplir con nuestro deber, tú llevas nuestra voluntad hacia los jóvenes Santos de Bronce. Por favor, ayúdalos.

 

Aiolos de Sagitario siempre había demostrado esa voluntad especial. Antes de la Titanomaquia había enfrentado por sí solo al Ejército del Sol, derrotando a los soldados de Ra con el Quiebre del Infinito, quemando al dios que debía estar a cargo de las energías solares en Egipto.

También selló a Tifón, el más antiguo de los Titanes primordiales, antes de que despertara por completo, usando una de sus armas. Las flechas de Sagitario eran capaces de canalizar el Cosmos incluso de las almas, absorbiendo las energías positivas para enfrentar al mal. Como Saga descubrió, también podían llevarse esas energías a un receptor externo, como intentó hacer con Athena para hacerse más poderoso. Pero para vencer a Tifón en el monte Etna, utilizó las almas de aquellos que habían perecido en esa batalla, y que se habían ofrecido voluntariamente para controlar el despertar de un ente que intimidaba incluso a Zeus.

Si llegaba junto a los Santos de Athena, ¿podría hacer algo así? Se suponía que solo el dueño de Sagittarius podría usar todo el potencial de las flechas, y por supuesto Poseidón no era cualquier cosa. Pero si Aiolos envió su armadura, debía ser porque confiaba en las posibilidades que tenían, tenía fe en una victoria. Aiolos de Sagitario era algo terco a veces, pero no sacaba sus flechas a menos que supiera que existía una posibilidad de clavarla en el blanco. Si no…

Guardar la flecha significa que debes buscar un mejor ángulo de tiro, con paciencia y sin rendirte jamás. Nunca pierdas el objetivo”, solía decir. Pero lo más sorprendente es que una vez más decidiera aparecerse por sí mismo, enfrentando las rígidas leyes de la muerte. ¿Cuánta voluntad debía tener su maestro para volver al mundo de los vivos tantas veces? ¿O acaso había otra razón?

No solo había ayudado a Seiya en el bosque unos meses atrás, y por eso no se había desmayado de la sorpresa (además de su orgullo, claro). Ciertamente su hermano ya había hecho algo así. Durante la Titanomaquia, cuando más difícil era la situación, cuando Hiperión de Ébano lo estaba destruyendo con sus llamaradas negras, estaba seguro de haber visto el alma de Aiolos dándole ánimos. Le recordó que los Santos no se rendían, y le prestó sus alas para ascender hasta el nivel de los titanes sellados para contraatacar hasta vencerlo.

Pero cruzar la barrera divina era algo totalmente diferente. Las armaduras, por más voluntad que les diera su dueño desde más allá de la muerte, requerirían un empujón mayor para hacer algo así, empezando con que su amo lo necesitase, lo que no tenía lógica, pues éste estaba muerto. Y también el aporte de algo divino, pero ni Aiolos ni Sagittarius eran… Eran…

«A menos que…»

 

—Aiolia —le llamó Muu, desde un mundo más allá de sus recuerdos.

—¿Qué? —preguntó Aiolia, tratando de parecer normal, pero solo sus ojos estaban en clavados en la barrera de agua que había dejado el Manto de Sagitario.

—No podremos atravesarlo así —le dijo el Carnero. Y Aiolia advirtió que la electricidad recorría tanto sus piernas como su puño derecho. ¿Por qué?

—Esto… —Después de mirar a Muu, que lo observaba con tristeza, puso sus ojos nuevamente en la barrera, y descubrió con asombro que había una pequeña fisura entre las gotas de lluvia, como si estas se apartaran unos centímetros y luego retomaran su curso habitual de catarata sobre el perímetro del Santuario. ¿Acaso la armadura de Sagitario había dejado ese agujero cuando atravesó la barrera con su increíble voluntad?

Un Santo no sería capaz de pasar por esa apertura, pero él, incluso antes de pensarlo, ya se estaba preparando para saltar y atravesar con fuerza bruta. Era cosa de su propio cuerpo, que se creía capaz. Y Muu le recordaba, en su infinita sapiencia fastidiosa, que los humanos tenían límites, y que había situaciones en las que no se podía intervenir.

—Por un lado sería mejor que estuviésemos aquí —musitó Shaka, pero con suficiente fuerza para que todos lo oyeran.

—¿De qué rayos estás hablando ahora? —protestó Milo.

—Recuerden: desde el principio Dohko nos sugirió que permaneciéramos en el Santuario, aunque no era el plan de nadie que Poseidón nos encerrara, por supuesto. —Shaka bajó la cabeza y su Cosmos se incendió un poco más—. En estos momentos, Seiya, Shiryu, Hyoga y Shaina están frente a Poseidón, que tiene un aura majestuosa, que ha superado y extinguido el de Athena.

—Athena no puede estar muerta —le advirtió Aiolia. No podía estar muerta, no concebía que pudiera fallarle así a aquella a quien había intentado asesinar—. ¡El Santuario sigue en pie!

—Es cierto, y esperamos que no sea el caso, pero debemos estar listos para cualquier situación. Y lo que el Sumo Sacerdote deseaba era que permaneciéramos aquí en caso de que el verdadero enemigo de Athena renaciera.

—Él no va a aparecer si Athena está muerta —le recordó Milo—. Su único deseo es acabar con ella personalmente.

—Tal vez no él, pero sí sus súbditos —dijo Shaka, alzando la voz, lo único que confirmaba que estaba despierto—. Aprovechar la batalla entre los dioses sería una estrategia evidente. Los Cosmos de los Santos de Bronce se están apagando, son superados por el del Emperador Poseidón, no sé cuánto podrán lograr incluso con el apoyo de Aiolos. Pero en caso de que el dios del mar gane, o la Oscuridad regrese a este mundo, debemos estar listos.

—Los Santos de Oro no podemos permanecer inmóviles ante esta situación difícil. Eso es lo que diría mi hermano —dijo Aiolia—. Nosotros no nos rendimos ante la dificultad.

—No solo nosotros. A pesar de que sus Cosmos cada vez están más débiles, no se han extinguido. Los Santos de Bronce siguen luchando, aunque tampoco deben sentir la presencia de su diosa. —Milo miró hacia el horizonte, más allá de la isla Canon, en el mar Mediterráneo—. Si ellos no lo hacen…

 

Y como para confirmar sus palabras, los cuatro levantaron las cabezas con tanta brusquedad que pudieron haberse roto el cuello, cuando percibieron un gran Cosmos en las lejanías de la zona alta del Santuario. Desde su posición podían ver hasta el sector medio del jardín de rosas de Aphrodite, pero el increíble Cosmos venía de un lugar un poco más abajo.

—¿Qué es esa energía? —preguntó Aiolia.

—Es inusual, tiene prisa, está desesperada —notó Shaka, concentrando su aura en los alrededores del Templo del Ánfora. Abrió la boca con asombro al descubrir el origen—. ¡No puede ser! —Y entonces fue Shaka el que hizo algo muy extraño: contra todos los pronósticos, un atisbo de sonrisa se presentó en sus labios como una mueca leve.

—¡Shaka!

—¿Qué es?

Una bola de fuego salió volando desde el Templo del Ánfora, dibujó una parábola en la noche que nuevamente la transformó en día, y como un bólido se dirigió hacia la apertura en la lluvia, dejando una estela dorada con motas blancas como nieve.

La cruzó sin detenerse, y viajó también al mar Mediterráneo.

—Eso fue… —Aiolia ya tenía problemas para contener la emoción. Aquello que su hermano Aiolos le había enseñado era verdad: los Santos de Athena tenían una voluntad indomable, y no solo hablaba de sí mismo. Ni siquiera la muerte los podía detener se les necesitaba.

—¿Así que tú también? —preguntó Milo, sonriendo y cruzándose de brazos. No se dirigía a ninguno de ellos, sino a aquel que ya había partido.

—También tú vas en ayuda de los jóvenes Santos de Bronce, aprovechando el camino que dejó Sagitario —dijo Muu, satisfecho. Ahora podían relajarse un poco más; la victoria no era algo que pudiera considerarse imposible.

—Gracias, hermano —murmuró Aiolia—. Y a ti también, Camus.


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Publicado 22 febrero 2016 - 09:41

-Fue un capitulo moderadamente entretenido

 

-Se me olvidaba que los sucesos del episodio G también sucedieron

dentro de tu fic ,me pregunto sin en el futuro veremos una escena fumada XD


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Publicado 23 febrero 2016 - 04:53

¿así que lo que no hace un vivo lo hace un muerto? mmmm... algo rarillo eso...



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Publicado 24 febrero 2016 - 11:50

-Fue un capitulo moderadamente entretenido

 

-Se me olvidaba que los sucesos del episodio G también sucedieron

dentro de tu fic ,me pregunto sin en el futuro veremos una escena fumada XD

-Era de transición, sin mucha "masa", así que me alegro que entretuviera.

-Los sucesos del G ocurrieron, pero no exactamente igual. Los Golds no alcanzaron niveles fumados de poder porque simplemente los Titanes eran más débiles, lucharon con fuerzas muuuuuy reducidas, y ni siquiera murieron, fueron sellados nuevamente. Así que no esperes cosas tan locas de su parte xD

 

Saludos, T :)

 

 

¿así que lo que no hace un vivo lo hace un muerto? mmmm... algo rarillo eso...

Por supuesto que sí, pero es la única explicación que se le ocurrió a Aiolia. Fue la presentación, simplemente, lo "visible". Para él, la única forma para que una armadura atraviese una barrera divina, sería que fuera porque Aiolos rompió las leyes de la muerte otra vez, y la armadura está buscando a su dueño, y hay cierta verdad en ello, tal vez, pero va mucho más allá. La explicación es uno de mis misterios a largo plazo (como Marin, o Niké), y dará una respuesta a la actitud extraña de Sagittarius durante los años que estuvo con Kido, y al mismo tiempo explicará por qué Aiolos eligió a Mitsumasa. No sé, tal vez lo explique al final de Hades o poco después...

 

Antes que nada, señores, tranquilos. Mitsumasa Kido no es Zeus jaja xD

 

Gracias por pasar, ñ, saludos! :)

 

SHUN VII

 

Aproximadamente quince horas desde el encierro de Saori Kido.

Saori respondió a sus plegarias con una oración que le salvó la vida y lo reconfortó. Y también con palabras que llegaron a su corazón cuando el Cosmos de esa mujer, a quien juró proteger esa noche de Año Nuevo en el Templo Corazón, estalló como una supernova que debió percibirse en todo el fondo marino, y que lo remeció más que la caída de cualquier Pilar.

—¿Saori? —le preguntó a la diosa. ¿Qué la motivaba a seguir luchando así, enfrentando el destino? Como dijo Sorrento, las peleas no tenían sentido, no iban a ninguna parte más que otras peleas. Los Santos vivían en el conflicto, e hicieran lo que hicieran, desde la era mitológica no habían cambiado la situación—. Saori, por favor respóndeme.

Shun, no puedo responderte eso. —Parecía estar a un metro suyo, y al mismo tiempo tan lejana como un eco, pero definitivamente era ella, y solo eso importaba. Era la única persona en la Tierra que lo entendía tan bien, que sabía exactamente por lo que pasaba, y ahora le hablaba desde algún lugar del Templo de Poseidón, tal vez agonizando, dada la explosión de su Cosmos—. Lo único que se puede hacer es tener confianza en la justicia y creer en un mundo mejor. Poseidón me advirtió que es difícil, y también lo he pensado, la duda nos asalta en los peores momentos. Pero si perdemos la fe…

—No nos quedará nada —completó Shun la oración. Lo sabía en el fondo de su corazón.

—Yo creo en la justicia, y también en ustedes. Esta guerra no es inútil, sin importar que nos digan lo contrario. Por favor, levántate, Shun. Si abandonas esta lucha, la esperanza de la victoria se perderá para siempre. Levántate.

El canto de una amiga le hizo sonreír; la oración de una diosa le ayudó a no rendirse; el auxilio de aquella que más había luchado en su vida le exigió que no se durmiera, como hizo al final de la batalla en Piscis.

 

El canto cesó, y todo volvió a la plácida normalidad del fondo marino. Ya no había rastro de la presencia de Saori.

—¿Por qué? Athena sigue viva, y continua ayudándolos como si tuviera una oportunidad de victoria. Es imposible. ¿Entonces por qué…?

Sorrento no parecía estar haciendo algo más que una pregunta retórica sin un claro destinatario, pero Shun se irguió aunque nunca pensó en hacerlo, y respondió en lugar de la mujer por la que daría su vida; no por obligación, sino por un deseo ferviente en su causa. Si se rendían, perdían toda esperanza. Al menos debía seguir peleando hasta que se agotaran sus fuerzas.

—Porque ella es así. Y nosotros también. —«Gracias una vez más, Saori».

—¡Andrómeda! ¿Todavía tienes fuerzas para levantarte? ¿¡Por qué!? —Y por primera vez, Sorrento retrocedió un paso, justo antes de llevarse la flauta otra vez a los labios.

—No estoy realmente seguro… pero creo lo que ella cree. Debemos pelear hasta el final, porque si no lo intentamos, perdemos toda posibilidad.

—¡Tonto! No tienen posibilidades, ese es el punto. Con tu poder no puedes vencerme, menos en esas condiciones, mira tus piernas —ordenó Sorrento. Si bien Shun no obedeció, notaba cómo temblaban—. El aura de Athena dejó este mundo, no pudo derrotar a… Poseidón.

Y ahí estaba ese titubeo otra vez.

—¿Por qué peleas tú, Sirena?

—¿Q-qué? —Aparentemente la pregunta lo tomó por sorpresa. Antes estuvo completamente seguro de sus habilidades y victoria, pero tras oír el canto de Saori, tras sentir su Cosmos, parecía haber perdido toda su confianza y gran parte de su presencia imponente.

—Dices que el mundo está mal como está, y apruebas la victoria del dios Poseidón, pero tomas un rol activo en ello. Podrías dejarlo pasar, pero no es así. ¿Qué te lleva a pelear contra nosotros?

—No tiene caso platicar esta tontería. —Sorrento presionó la embocadura con sus labios, y abrió las alas antes de encender su Cosmos—. Escucha la Sinfonía que te llevará al más allá; Athena no podrá salvarte esta vez.

—¡Protégeme, cadena! —ordenó Shun, y aquella que colgaba de su muñeca izquierda se elevó y danzó a su alrededor. La hizo girar a la máxima velocidad de la que era capaz en sus condiciones, incluso con los huesos de la mano rotos. Sin embargo, todavía tenía que hablar algunas cosas—. ¡Sentiste el Cosmos de Athena!

—¿Qué hay con eso? —preguntó Sorrento, aunque entonaba la Sinfonía al mismo tiempo. El General hizo como si no tuviera importancia, pero lo miró expectante, como si deseara oír algo en especial. La melodía no le hizo daño.

—Sentiste sus ideales, ¿verdad? ¿La pureza de sus sentimientos? Ella es una diosa con emociones y pesares humanos, es lo mejor de ambos mundos, y por eso puede comprendernos tan bien. —Shun tomó entre sus dedos el prisma de ataque, pero esperó a que su oponente hiciera algún movimiento agresivo—. ¡Es cierto que el mundo está en decadencia, no tiene sentido ocultarlo! Pero todavía hay gente de buen corazón, todavía hay niños, todavía hay animales sin mancha… ¿Deben pagar por los pecados de otros?

—Parece que no conoces el mundo. ¡Las guerras no se han detenido desde que Athena construyó el Santuario! Tampoco la pena y la muerte, cada vez hay más gente malvada que contamina la tierra y los mares; que hace al mundo pedir a gritos una nueva oportunidad. ¡El más fuerte es el único que puede cambiar eso! Así es la ley de esta Tierra.

—¿Crees que Poseidón es invencible?

—Poseidón es un monstruo comparado con los humanos.

 

La voz de Sorrento se quebró dos veces durante su discurso, pero Shun fue lo suficientemente atento como para notar que venía de su cuerpo. Parecía obvio, pero ya desde hace un rato le parecía que la música era algo anormal, disonante, como si se percibiera desde otro lugar. Desde niño era aficionado a la música tan tranquila como esa, en la fundación los otros niños se burlaban de él por ello, pero había seguido con ese gusto y había aprendido a diferenciar los instrumentos.

La Sinfonía empezó a hacerle daño mientras pensaba en una respuesta, así que hizo arder su Cosmos y su cadena tomó tintes dorados. Giró tan rápido que la perdió de vista completamente mientras giraba a su alrededor.

—¿Crees q… con …a ca…a pod… d…rte de… onía? —preguntó Sorrento, y el plan resultó, ya que apenas lo oía.

—El sonido se propaga por el aire, así que puedo crear un vacío alrededor con la Defensa Giratoria para que las ondas de tu flauta no alcancen mis oídos.

Sorrento respondió algo, pero Shun no pudo oírlo. Eso significaba que solo tenía que aguantar la respiración un rato hasta que el músico bajara la guardia. No sabía cómo derrotarlo, pero al menos le daría tiempo para…

—Estás muy seguro de ti mismo, ¿eh?

Shun estuvo seguro de que esa voz no vino del mismo lugar que la música, la que nuevamente empezó a oír. Y el dolor fue tan intenso que requirió de toda su fuerza de voluntad el no deshacer la defensa, pues no pudo evitar soltar alaridos que solo empeoraron la situación; y no podía llevarse las manos a las orejas.

—¡Ahhh, no puede ser! ¿Acaso mi cadena…? ¡¡¡¡Ahhhhh!!!

—Mi Flauta Mágica no es algo tan simple. —Sorrento aceleró la melodía y aumentó la intensidad. Si bien seguía siendo una hermosa tonada, lo hería como nade antes, golpeándolo al interior de su cabeza con un martillo—. La Sinfonía no pasa a través del aire, ¡resuena directamente en tu cerebro!

 

De pronto, la armadura de Andrómeda que ya había tomado tono dorado, crujió y se empezó a trisar. Ambas cadenas se hicieron polvo tras una explosión que le destruyó los guanteletes, y finalmente el resto del Manto Sagrado se cayó a cuajos como si la sangre de los Santos de Oro no hubiera tenido importancia, ni tampoco su Séptimo Sentido.

Pétalos azules se arremolinaban a su alrededor, arrojados por querubines y hadas que parecían burlarse de él con sonrisas inocentes como las que Sorrento mostró al principio. El universo daba vueltas, y un sinfín de descargas eléctricas lo azotó en el piso con latigazos de sonido, solo superados en violencia por los golpes horrendos en sus oídos que amenazaban con reventarle la cabeza.

—La dulce melodía que oyes es prueba de que es imposible doblar el destino y enfrentar a los poderosos. Los débiles mueren, los crueles mueren, los injustos mueren… Tú eres una excepción de la que no me arrepiento. Los que sobrevivirán serán aquellos que llenaran la superficie de la luz que merece.

—¡¡¡Ahhh, ya!!! —gritó Shun. Pero no estaba suplicando que se detuviera, sino que le pedía a su cuerpo que aguantara un poco más—. Rayos… ¡¡AHHHH!!

—Despídete de este mundo, Andrómeda, ¡escucha el Clímax!

—No… ¡Todavía no!

 

La música se detuvo de golpe cuando la Flauta Mágica dejó de ser tocada. Un vapor rosáceo se expandía por todo el campo de batalla como una nebulosa, y se arremolinaba alrededor de Sorrento. El viento sopló fuerte, se llevó los trozos de armadura que habían caído y su propio Cosmos se incrementó hasta el punto sin retorno en que podía controlarlo.

—¿Qué? ¿La Corriente Nebular otra vez? —Sorrento sonrió como un niño, y caminó entusiasta hacia Shun a través de los remolinos—. Pensé que estaba claro que con eso no podrías vencerme.

—Sí. Antes la Corriente no te afectó… pero esta vez será diferente.

Sorrento se detuvo, y la sonrisa se apagó de su rostro, fue reemplazada por una mueca de confusión, frunciendo el ceño y abriendo la boca. La música no se seguía reproduciendo.

—¿Qué está pasando?

—Eres muy fuerte, Sorrento de Sirena, ciertamente no eres fácil de vencer. Pero incluso en alguien como tú la Corriente debió dejar algún daño. —Shun abrió la mano, y el vapor se tornó un poco más violento. Lo dirigió a un punto especial detrás del pequeño templo al costado.

—Tu Cosmos está muy débil, te lo dije hace rato y…

—¿Es solo eso? —Desvió los ojos hacia el templo y concentró el remolino allí, sin desatar los movimientos de Sorrento—. Más bien es otra cosa, ¿verdad? No he podido hacerte daño porque tu flauta me lo sigue impidiendo, y puede hacerlo porque no la he golpeado una sola vez.

—Andrómeda… acaso…

 

Shun cayó al piso de rodillas. La Corriente Nebular drenaba lo que restara de su Cosmos, pero no esperaba que le quedara tan poco como para que ya estuviera sin energías. Sin embargo, se mantuvo firme y no soltó a sus presas.

—S-sabía que la flauta sonaba extraño, como… si estuviera en o-otro lugar. Tu Flauta Mágica toca por sí sola, ¿verdad? Debes darle órdenes con tu Cosmos, pero luego hace el trabajo por sí misma, transformada en una ilusión de ti. —Shun cerró dos dedos, y un segundo Sorrento fue arrastrado desde la parte trasera del pequeño templo, como por un lazo invisible—. Me costó encontrarlo, y sacrifiqué a Andrómeda en el proceso, pero me dejaste sin opciones.

Tenía las mismas Escamas, el mismo físico, y la flauta en las manos, pero los ojos estaban vacíos y su cuerpo completamente inerte, atrapado por el vapor de su Cosmos. A su vez, el Sorrento real había perdido el instrumento.

—¡No puede ser! Ni siquiera Aldebarán descubrió el truco hasta que se lo mostré… —Sorrento no daba la impresión de estar sorprendido, pero el ojo entre-cerrado y la barbilla temblorosa lo delataban, aunque sonriera con confianza—. La verdad es que eres admirable, Andrómeda.

—Si detengo esa flauta no podrás tocar… ¡Esta pelea ya no tiene sentido! No me hagas hacer algo que no quiero…

—Esa es justamente la debilidad de la que hablaba, Andrómeda, y es la que es vencida por los fuertes. Por eso es que te dije que no tenías oportunidad. —El General del océano Atlántico elevó sus alas, y sus manos se llenaron de Cosmos—. Ninguno de ustedes la tuvo jamás.

 

Shun recordó las palabras de Ío, las enseñanzas de sus compañeros y los pensamientos de Saori. La bondad tal vez era su debilidad, pero no significaba que no pudiera convertirla en su fortaleza. Además, no es como si Sorrento fuera Kaça de Lymnades. No era una mala persona.

—¡No trates de atacarme! La Corriente reacciona ante los movimientos del enemigo y se hace más violenta, hasta transformarse en una tempestad. No tiene por qué terminar así.

—Somos enemigos, ¡por supuesto que tiene que terminar así! Tu energía es solo una porción de la que deberías tener, no te alcanzará para detenerme.

—¡Por favor, Sirena! —intervino al tiempo que la Corriente incrementaba su intensidad y detenía los brazos de Sorrento, que ya comenzaban a atacar—. Si esta técnica se convierte en la Tormenta perderás la vida. Pero mi objetivo es destruir el Pilar, no matarte. Por favor, desiste, ríndete…

—Yo también tengo un objetivo, Andrómeda. —Sorrento sonrió, pero esta vez fue un gesto casi intimidante—. Debo proteger este Pilar y matar a los intrusos, además de proteger… a los puros de corazón…

—Como Saori.

—¡Basta! —gritó, y de sus ojos salieron chispas rojas que hicieron trastabillar a Shun, lo que a su vez hizo aumentar la fuerza del remolino. Ya estaba en la etapa más peligrosa—. No hables de ella, sus trucos no funcionaron conmigo.

—Sirena…

—Además, no creas que vas a matarme con esa Tormenta de la que hablas. —El General avanzó, y la sangre corrió por las intersecciones entre las diversas piezas de sus Escamas por el gran esfuerzo—. Mírate otra vez, tu vida pende de un hilo, y con solo tocar la flauta una vez más, se acabará. No queda mucho tiempo para que no puedas liberar más Cosmos…

—P-pero no tengo la… in-intención de matarte.

—¿Sigues con eso?

—Lo veo en tus ojos —dijo Shun, convencido totalmente de sus palabras—. Has sufrido mucho en tu vida, y tienes ira acumulada, la disfrazas con tu idea de que solo el fuerte sobrevivirá. —Liberó un poco más de energía, aunque no sabía cuánto le quedaba. Lo importante era tener sujeta a la Flauta Mágica—. Pero no eres una mala persona, no quiero considerarte un enemigo. Un ser maligno sería incapaz de entonar esta música tan hermosa, ni de crear estos pétalos que flotan a mi alrededor, o los bellos ángeles que nacen desde tu corazón. Esta melodía… Dijiste que era hermosa también, lo que significa que tienes un corazón puro, ya que así la oyes… ¡Por eso te enterneciste con el canto de Saori!

—Silencio —cortó Sorrento, y con su Cosmos logró manipular la flauta hasta que llegó a sus manos, flotando aprovechando la Corriente. Esta vez atacaría con todo su poder—. No parece el momento para que empieces a hablar del bien y del mal, ¿verdad? ¿Qué gracia tiene?

—No lo hagas, por favor.

Los brazos de Sorrento crujieron con el esfuerzo de llevar la flauta a sus labios. Su Cosmos alcanzó su punto más alto, y Shun perdió el control sobre su impetuoso vapor. Los corales alrededor fueron arrancados del piso.

—Escucha el Clímax sin Escapatoria.

«No… yo no quería herir a nadie, en realidad… Pero si quiero destruir ese Pilar, haré lo que sea».

—¡Explota nebulosa, Tormenta Nebular!

 

Y perdió de vista absolutamente todo. Lo último que vio antes de que el mundo se convirtiera en el centro de un mar tempestuoso, de un tornado violento que azotó todo lo que tuvo cerca, fue el grito de las hadas y ángeles, la evaporación de las flores azules, y a Sorrento disparado hacia arriba, atrapado por la Tormenta sin que sus alas pudieran salvarlo.

Todo lo que oía era caos, y su energía vital era drenada hasta el punto en que sentía que estaba perdiendo masa, volviéndose más ligero y tan débil que no podía sostener su propio cuerpo, ni siquiera sus dedos. El templo voló en pedazos y algo crujió abruptamente como si lo hubieran partido.

Y mientras oía los gritos de Sorrento, se preguntó cómo destruiría el Pilar si moría allí. No lo había planeado excesivamente bien, liberó más energía de la que esperaba, y mucho antes.

Después de esos segundos de absoluta anarquía, el mundo volvió a la azul normalidad. Shun estaba frente al Pilar, intacto, por supuesto. Sus brazos cayeron, pero el viento seguía saliendo de su cuerpo, moviendo sus cabellos. Sus palmas y rodillas se estamparon dolorosamente contra el piso, y ahí notó que estaba más delgado, sus brazos y piernas habían perdido carne y se notaban sus huesos. Le faltaba aire y su cabeza le daba vueltas.

Estuvo a punto de estamparse la frente contra el piso también, si no es por la mano pequeña que se la sostuvo justo a tiempo. Shun miró a su lado, al joven alumno de Muu completamente agotado, reflejo en las gotas de sudor y la sangre coagulada en su piel, pero sonreía como un chiquillo todavía.

«Es tan diferente a su maestro», pensó Shun, fuera de sí.

—¡Shun! Vamos, resiste, no te mueras aquí.

—Kiki… no puedo más…

—¡No! ¿Qué diría tu hermano? Me va a matar si no te ayudo, al menos hazlo por mí —trató de bromear el chico para darle ánimos, pero no funcionaba, aunque no lo culpaba por intentarlo.

—Debes… destruir el Pilar, Kiki. Tú serás un Santo algún día, así que es tu deber también… ¡Hazlo, Kiki!

—¡¡No puedo hacer eso!! —protestó el muchacho, sonrojándose—. No tengo tanta fuerza para levantar esas cosas doradas, ¡tú debes hacerlo! No te rindas aquí, ¡vamos!

—Si te rindieras serías un hipócrita, dado todo lo que predicaste antes —dijo una voz conocida, acercándose mezclada con el sonido de los vientos que todavía continuaban soplando.

 

Shun trató de ponerse en guardia a pesar de que sabía que sería inútil. Sin embargo, por alguna extraña razón, logró levantar la cabeza y empuñar la mano. Por un instante hasta sintió que ganó peso.

—¡¡Ahhh!! —gritó Kiki, aterrado—. ¡No puede ser, esta tipa sigue viva!

—So-Sorrento…

—Ja, ja, ja, “tipa”. Nunca pensé que un duende me diría algo así —se mofó Sirena, acercándose con sus Escamas muy levemente dañadas, pero con su energía en casi perfecto estado, y su cuerpo solo sutilmente afligido. No daba más muestras de dolor que el agarrarse un brazo con el otro, y un débil cojeo.

—¿A quién le dices…?

—Tranquilo, Kiki —intervino Shun, con un suspiro cansado al encontrar la sonrisa de Sorrento. Su burla fue completamente inocente, juguetona, como la de un niño, y su Cosmos no emitía ni pizca de agresividad—. No es nuestro enemigo.

—¿Qué?

—Tu poder es increíble, Andrómeda, jamás había sido golpeado así. —El General se sentó en una roca grande que se había separado del templo del que nada quedaba, adornada por corales despedazados—. Ja, ja, admito mi derrota.

—Pero… mi Tormenta no pudo acabar contigo —lamentó Shun, no supo si avergonzado o satisfecho por la conversación—. A pesar de usar todo mi poder y mi vida, sobreviviste.

—Es cierto —confesó Sorrento, limpiándose la sangre del rostro—. Pero el asunto es que mi Flauta Mágica reduce el poder del oponente desde que empieza a tocar, absorbiéndolo.

—¿Q-qué? —Shun logró doblarse hasta sentarse, apoyando su brazo en la espalda de Kiki.

—No es que lo desee, lo hace por sí sola, y mi deber es usarla como Bipan de Sirena —dijo Sorrento, y de su falda sacó el instrumento que tantos problemas le había causado. O más bien, los instrumentos—. Tu técnica estaba destinada más a destruirla a ella que a mí, ¿verdad?

 

Shun miró la flauta quebrada en dos partes, se preguntó si esa fue realmente su intención durante la pelea, pues todo era caos, y si había sido su subconsciente.

—No lo sé —admitió, notando que sus brazos y piernas recuperaban masa.

—Al romperse, liberó la energía succionada. El Cosmos no se puede borrar así como así, solo pasa de un lugar a otro, del aire a nuestros cuerpos, de éstos al ataque hacia el enemigo, o al universo otra vez. Pronto recuperarás tus fuerzas de antes de llegar aquí al Atlántico.

—¿Es decir que…?

—¿Si hubieras tenido todo tu poder habrías acabado conmigo? No lo sé, tal vez ni siquiera así me habrías quitado la vida, pero ante la duda, admito mi derrota —sonrió Sorrento, como si fuera un amigo de hace muchos años—. Después de todo, ese despliegue de poder fue increíble para alguien con un Cosmos reducido. Así que toma un arma y destruye este Pilar cuando gustes, yo voy a otro lugar.

—¡Espera! —Si era sincero, nada de lo que estaba pasando tenía el mínimo sentido, lo que se hacía evidente por la divertida expresión en la cara de Kiki, que no entendía nada, y casi se arrancaba los cabellos rojos—. ¿Por qué me dices todo esto? Podrías matarme fácilmente ahora, y no tienes razón para abandonar tu misión.

—Mi misión se destruyó desde el momento en que fue contradictorio. Eres un alma pura, no puedo matarte, pero también eres un invasor. Poseidón no tomó en cuenta eso, y se debe a que tal vez Poseidón no esté detrás de toda esta guerra.

—¿Qué dices?

—En cuanto a lo otro… —Sorrento suspiró y miró al cielo, en dirección al Mediterráneo donde antes se sucedió esa gran explosión—. ¿Cómo podría oponer resistencia a eso?

—¿A-Athena?

—Me ganaba la vida como músico, tocando mi flauta en plazas públicas de diversos puertos, y conocí todo tipo de gente. Una niña que siempre escuchaba mi música en la mañana, fue violada y golpeada hasta la muerte por un ebrio que tuvo como excusa que no sabía lo que hacía; una anciana perdió todo en la guerra, y no tenía dinero para ropa decente, pero me daba un poco de agua entre canciones para aliviar mis labios. Murió en una esquina, sola y cubierta de nieve. Y todo un orfanato fue quemado en un atentado, y no pude hacer nada para acallar los gritos de todos esos niños. Niños, Andrómeda. Poseidón no los destruiría, y haría un trabajo tal vez mejor que Athena.

—Saori… —Había una cosa que sabía de ella, algo que compartió con él esa noche en que Shiryu sugirió que bajara a Rodrio.

—¿Sabes que oí en esa canción de antes? Niños. Ella ama como una niña sin mancha, y hay tal pureza en su ideal, tanta convicción en sus Santos… No lo sé, me gustaría creer en su causa. Quiero creer que esta diosa con sentimientos humanos puede hacer alguna diferencia.

—¿Te estás poniendo del lado de ella? —preguntó Kiki con desconfianza.

—No, chico, soy leal a Poseidón, soy un Marina —repuso Sorrento, pero en sus ojos brillaba la luz de la fe—. Sin embargo, puede que todo esto sea obra de un ente ajeno. Y tal vez Athena sea capaz de controlar eso. Quiero sentir nuevamente ese brillo tan cálido, esa oración tan llena de esperanza incluso en la más oscura de las horas. Quiero creer, Andrómeda. Y tu voluntad inquebrantable me hizo dar cuenta de que posiblemente estuviera equivocado. El fuerte tiende a sobrevivir, pero a veces los débiles logran cosas inimaginables, como cambiar el destino, lo que llamaríamos milagros. Quiero ver si es posible que algo así ocurra, así que por eso te he dejado vivir.

Cojeando, el General se retiró en dirección al norte. Shun le preguntó qué haría, pero Sorrento no respondió. Seguía siendo su enemigo, en realidad, pero había aceptado una supuesta derrota. ¿Una derrota contra Shun o contra su propia percepción de la vida?

Cuando Kiki le entregó el deslumbrante nunchaku que había usado en el Pacífico, Shun decidió que no podía saberlo. Solo el futuro le daría la razón a uno de ellos. Usando las pocas fuerzas que había recuperado, golpeó la base del Pilar.


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#452 Presstor

Presstor

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Publicado 24 febrero 2016 - 19:34

buenas,en serio no sabes lo epico que me resulta el tema de las armaduras,siempre eh pensado que estas

guardan un monton de secretos  que nunca nadie ha podido decifrar del todo

esa parte parte fue muy emocionante cuando aparacen las doradas y el intercambio de poder

con poseidon,tambien las llegadas de shun eh ikki  conteniendo a poseidon mientras los otros sacaban a atena

no se como te lo montaras pero ahi en mi opinion si que tiene que haber un intercambio de ostias

entre los 5 y poseidon aunque solo sirva para el auntentico despertar del dios de los mares y ellos

tal y como estan no sean rivales para el

 

aqui te digo de los combates que eh leido,siempre eh preferido cuando es un personaje secundario que cuenta la lucha

mas que el puntos de vista del  protagonistas,un ejemplo seria cuando narraste la batalla de ikki y saga a traves de los ojos de seiya

 

sobre el capi de shun,buena forma de resolver un batalla complicada sorrento es una perra dura de pelar y shun es demasiado amable

pero no estuvo mal ese duelo de ideologias...

 

supongo que veremos el desenlase de kanon eh ikki,bueno debo decir que aqui kurumada desprovecho un buen momento

para hacer que ikki mostrase una nueva tecnica,vamos yo esperaba eso, termine un tanto decepcionado de la historia original

haber como lo terminas XD

 

unas dudas me han saltado...en tu fic sucesos como el lost canvas y el episodio G sucedieron pero de manera completamente distinta

en el mito de la historia que cuentas cada vez que nace una atena nace un pegaso?

ese rollo mistico entre atena y pegaso siempre eh pensado que es una broma de zeus XD,que tuvo algo que ver con el primer pegaso

y eso se ha mantenido a lo largo de las eras....

 

nada un saludo y hasta el proximo capitulo



#453 carloslibra82

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Publicado 26 febrero 2016 - 08:28

Amigo Felipe, muy interesantes capítulos
Sobre Aioria, me gustó la forma en la q sacaste la armadura de Sagitario de la barrera. Es otro más de tus misterios, q es una de las cosas q más me hace amar tu fic. Me pregunto pq no se les ocurrió a ninguno de los dorados salir por la abertura q dejó Sagitario, como lo hizo la de Acuario. Lo único q faltó fue Aioria diciendo: "Mu, tal parece q ni Poseidón con todo su increíble poder y siendo un Dios fue capaz de detener a mi hermano Aioros" Habría sido bueno, jajajaja, es una broma
Sobre Shun, no sé si te he dicho q te has ensañado con él, jajajajaja. Sinceramente, creo q exageraste con eso de q estaba más delgado. ¿Me lo podrías explicar? Sorrento siempre demostró ser poderoso, pero creo q aquí lo es aún más. Sé q derrotó a Aldebarán, pero debo entender q es más fuerte q un dorado o es subjetivo? Me encantó lo del truco del falso Sorrento, y de como la Tormenta iba dirigida a la flauta más q a Sorrento. Y me gustó el cambio de actitud de Sirena. Se vienen muy buenos capítulos para terminar este arco. Saludos!!


#454 -Felipe-

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Publicado 01 marzo 2016 - 12:02

buenas,

Aquí hay muchas armaduras con un misterio detrás. Sinceramente el de Sagitario no es la gran cosa (de hecho para algunos va a ser una burrada, si no lo cambio, pero lo tenía planeado así desde el principio xD), y por supuesto, Pegaso.

Ya vas a ver como hago esa parte del manga que mencionas, no se si te decepcione o te agrade, pero lo haré lo mejor posible.

 

¿Sabes? A mí también me gusta ese estilo, done un tercero ve el combate, pero también es por comodidad. Es casi como el narrador clásico, y eso me favorece las cosas. Hasta el momento recuerdo uno de Seiya así (el Shiryu vs Nachi), uno de Shun (Hyoga vs Seiya y Shiryu), uno de Shiryu (Shun vs las Sombras), uno de Shaina (la pelea masiva en el Santuario), unos cuantos de peleas de Ikki, uno de Milo para Hyoga, y viceversa, y un par más. Trataré que sea más seguido, por como te digo, comodidad.

 

¿Quisiste decir pera en vez de perra? jaja Pensé que los iba a aburrir más ese capítulo. A mí me latió un poco escribirlo, es difícil meterse en la cabeza de Shun y hablar a través de él cuando no crees ni la mitad de lo que predica.

 

Lo siento :P todavía falta para Ikki. Y como te dije hace un tiempo, no le haré técnicas nuevas a Ikki, porque tampoco sé qué más hacer, y por una regla que tengo: "no sacar técnicas del ass", básicamente. En muchos fics he leído que llega una batalla final en donde, no sé, Seiya saca una súper técnica llamada meteoro de quasar, hiper cometa, o qué se yo, de la que nadie escuchó y que es una versión más poderosa de una técnica anterior, como lo que hicieron los protas de Omega en la batalla final contra Saturn. ¡DETESTO ESO! Por eso tampoco me gustó nunca el Aurora Thunder Attack, porque era lo mismo que las demás técnicas, pero de potencia intermedia. ¿Qué sentido tenía?

 

- Todas las técnicas de Seiya se las enseñó Marin, aunque el Meteoro podría haberlo aprendido llevando la armadura unos meses. Uno para varios enemigos, otro concentrado, y uno más físico.

- En LuShan hay cinco montañas, cada una tiene el conocimiento de una técnica. Ascendente es vertical, el Volador es horizontal, el Eterno es para defensa (ahí le inventé una técnica aprovechando el escudo), el KoRyu como técnica suicida, y ... el otro. No necesita más que eso, y hasta ese "otro" dragón voy a tener que modificarlo para que no sea simplemente "el ShoRyuHa pero más mejor" xD

- Hyoga se entrenó en hielo y vientos fríos, así que tiene una técnica para cada cosa. El Aurora Execution es una versión más potente y fría, sí, pero que no puede usar cuando quiera. El Rayo de Diamantes utiliza la Tierra de Cristal, es combinada, y hace uso del terreno helado. Eso es por su versatilidad. Todo se lo enseñó Camus, con excepción del Kholodny Smerch, que Hyoga creó porque se le facilitaba no solo el hielo, sino el viento.

- A Shun, como viste, le quité todas las técnicas que usó contra Ío, ahora son simples variaciones de su Nebula y su Nebula Chain. Esto es, una técnica don las dos cadenas para la defensa, y otra para el ataque. Y cuando se hace más fuerte, una cadena para cada cosa, Rolling Defense, y Thunder Wave. Es la evolución natural de las cadenas, no necesito ponerle nombres a cada cosa que hace, no quiero que sea Haruto jaja Además, usa el Cosmos para paralizar y luego atacar. Todas las técnicas de cadena las aprendió de Daidalos y de su propia armadura.

- Ikki, como dije hace tiempo, no fue entrenado en nada. De hecho, esta es su ficha hasta antes de la saga de Poseidón

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Allí se hace uso de la Ilusión Diabólica. Además tiene una explosión de Cosmos. ¿Qué más podría darle? Una técnica tipo Cometa para innecesaria si tienes una que ya abarca todo el espacio posible. No tiene métodos para defenderse. ¿Algo para quemar? Ya todo lo cubre con su HooYoku Tensho. Como ves, trato de que el uso de técnicas sea algo natural, tipo artes marciales, donde una cosa te puede servir para varias cosas, no que cualquier cosa que se ocurra ponerle nombre, y que puedan inventarlas en el momento.

Así que, lamento si no estás de acuerdo, pero así fue como plantee la historia :(

Sin embargo, recuerda que cada armadura tiene una técnica propia, que le enseña a su portador automáticamente si la lleva un tiempo. Guiño, guiño.

 

En sí, el Canvas y el G sucedieron en gran parte igual, solo con los niveles controlados (Aiolia nunca llegó al invel que tuvo en el G, de hecho un gran cambio es que ni siquiera enfrentaron a Kronos), y Regulus jamás usó las técnicas fumadas esas que se le ocurrieron, aunque sí tuvo muchas hazañas, razón de que cuando niño Aiolia lo admirara. Tampoco hay ley de la máscara que molestara a Yuzuriha. Fuera de eso, la historia fue más o menos parecida. (Quizás algún día haga una lista de las cosas que ocurrieron y que no).

En cuanto a lo de Pegaso, mi contrato me impide responder, pero ya verás algún detalle en los próximos capítulos.

 

Saludos, Presstor, gracias por el review :D

 

 

 

Amigo Felipe, muy interesantes capítulos

Me encantó lo del truco del falso Sorrento, y de como la Tormenta iba dirigida a la flauta más q a Sorrento. Y me gustó el cambio de actitud de Sirena. Se vienen muy buenos capítulos para terminar este arco. Saludos!!

 

Gracias!!! Es bueno que a ALGUNOS les convenza eso ¬¬.... jajaj, broma :D De hecho a mí no me convencía al principio porque no sabía como revelar la razón, o siquiera si lo haría.

Ahora, en un momento Aiolia intenta saltar, y Muu lo detiene, porque simplemente no sería capaz, por un tema físico. Las armaduras son chiquititas, y por eso Aquarius pasó por el rastro que dejó Sagittarius en la lluvia. Aiolia no podría ni saltar. La frase no la podía poner, porque no están encerrados por las mismas razones que en el manganime origina xD

 

Usé el mismo recurso con la pelea en Piscis. Como he dicho un par de veces, no me gusta el recurso de sacar técnicas super poderosas de la nada y no tener nada en contra (Hyakuryuha cofcof). Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y precio. Una técnica como la Nebula Storm requiere drenar lo que quede del poder de Shun, ya que la corriente prácticamente actúa por sí misma, reaccionando ante los movimientos bruscos del enemigo. Por eso se pone más flaco y cansado cada vez que la usa, se drena todo de sí.

Traté de dejar el poder de Sorrento en la subjetividad. Todo tiene que ver con la Flauta Mágica. ¿Podría haber vencido Alde con su Greatest Horn, o Shun con su Nebula Storm, a Sirena sin su Cosmos ya debilitado por la flauta? Depende de ustedes evaluarlo hasta que haga las fichas de los Marina xD

 

Nota curiosa: Quería hacer a Sorrento como Soujiro de Rurouni Kenshin, y que cuando se diera cuenta de que el poder no lo era todo, reaccionara igual que él, con pánico y todo eso. Lo cambié :)

 

Gracias, Carlos, saludos :)

 

 

 

 

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En fin. Quedan 5 capítulos de este tercer volumen, pero antes, voy a dejar en spoiler las fichas de los Bronces y Platas PdV hasta el fin del volumen 2 (y nuestra diosa), ya que además creo que mejoré un poco los diseños de los personajes. Por si no se leen bien, desde las 12 en punto, según las manecillas del reloj, los atributos son:

COMBATE (habilidades físicas), MENTALIDAD (técnicas mentales, fuerza mental y derivados), LIDERAZGO, ESTRATEGIA (inteligencia y similares), DETERMINACIÓN, ATAQUE, DEFENSA, RESISTENCIA.

Spoiler

 

 

Ahora sí. Este capitulo es largo, pero me entretuvo escribirlo.

SEIYA VII

 

Aproximadamente quince horas desde el encierro de Saori Kido.

Un temblor remeció el fondo submarino, lo notó en el vaivén de sus amigos en el suelo y el crujido sonoro, pero sus pies no lo sintieron. Significaba que Shun o Ikki habían destruido el último Pilar. ¡El Sustento Principal ya era vulnerable!

Tal como aquella vez en el bosque, las alas doradas en su espalda eran como extremidades extra que podía controlar. Las movió dos veces para mantenerse en el aire flotando mientras un brillante fuego lo cubría de pies a cabeza.

—¡Es Sagittarius! —exclamó Shiryu, con asombro, desde el suelo. Un hilillo de sangre corría por la comisura de sus labios abiertos.

—¡La armadura de Sagitario cubrió a Seiya! —dijo Shaina, detrás de él, aun apoyada en un pilar. Se veía más brillante desde allí, ya que él mismo la alumbraba al igual que al resto del palacio.

Cuando puso sus ojos en Poseidón, notó que éste golpeaba incómodo el trono con su dedo, aunque su rostro indicara estoicidad. Debía ser extraño que un moribundo de pronto se levantara portando una armadura de Oro y el Cosmos recuperado por la voluntad de un difunto.

El Manto Sagrado resonaba sutilmente como hacía su armadura de Pegaso normalmente, algo que se debía a la conexión especial con su dueño. Si Sagittarius hacía lo mismo, significaba que estaba muy entusiasmada para luchar, y que había escogido un portador temporal para vencer al mal. El símbolo azul en el peto que representaba una flecha liberaba destellos intermitentes, muestra de la respiración agitada de la armadura, tan reducida y alerta como ellos ante un dios.

—¿¡Qué estás esperando, Seiya!? —gritó Hyoga, con cristales de su propio hielo repartidos sobre su cuerpo.

«¡Maldición!». Qué tonto estaba siendo; en lugar de preocuparse por los detalles de su armadura o preguntarse por qué diablos estaba allí, debía atacar. La vez que la utilizó, tres Santos de Plata cayeron fulminados de una sola vez apenas encendió su Cosmos y levantó una mano.

—¡Toma esto, Poseidón! —Los Meteoros volaron como saetas, azules aún, y fueron tantas que no pudo contarlas; su brazo se movía por sí solo a una velocidad inimaginable mientras su cuerpo descendía hasta el piso. ¿Tal vez miles? ¿Millones?

—Deseo ver hasta dónde llega tu osadía, Pegaso. —Escupió la última palabra con un tono de desprecio tan repentino que hasta pudo ser inconsciente, pero no pasó desapercibido para Seiya.

 

Las estrellas fugaces se detuvieron a un metro del trono, convirtiéndose en esferas de luz tan numerosas que podían tomarse por un muro azul.

—¿Qué? —Seiya no esperó esa reacción, pero un nuevo grito de Hyoga le hizo comprender que no podía rendirse solo con eso. Obviamente Poseidón era superior a los Santos de Plata, así que volvió a disparar miles de veces más hasta que sintió dañar los músculos de su brazo, intentando encontrar una apertura en la defensa de Poseidón, imaginando que éste sería incapaz de controlarlas todas.

—No levantaré ni un dedo contra ti —declaró el dios, desde atrás de varias paredes azuladas, pero su voz se alzaba como si estuviera en todas partes, o hablara a través de parlantes—. Has desafiado demasiado la autoridad de los dioses y tu pecado no puede cuantificarse. Tu castigo será morir por tus propios puños, y ya que eres tan terco, de seguro los arrojarás muchas veces.

—No, no, no, ¡debe haber una apertura! ¡Voy a golpearte al menos una vez, remedo de dios!

—Tendrás una muerte lenta, como mereces; y por tu propia culpa.

Poseidón levantó una mano, y Seiya perdió el equilibrio como si una ola lo hubiera golpeado. Luego un millar de flechas de luz le siguió, lo golpearon más duro que nunca, una y otra vez, miles de veces. Con sus brazos trataba de desviar algunos Meteoros, como manotazos de ahogado, pero no tenía caso. Era como ser fusilado arriba de un barco, en medio de una tormenta, le causaba una sensación vomitiva y horrendamente dolorosa.

 

De pronto las alas se abrieron por sí solas y lo arrastraron bruscamente a la derecha, lejos de los últimos golpes. Shiryu, con una fuerza envidiable, lo atrapó antes de que se estampara contra un muro.

—¡Seiya!

—Oh, Shi… —se interrumpió para toser sangre, y luego se reacomodó los huesos del brazo para olvidarse del dolor—. Maldita sea, nunca había… cof, cof —Y se interrumpió otra vez.

—Seiya, huye de aquí —le pidió Shiryu, antes de desplomarse nuevamente en el piso. Lo miró avergonzado, ya no le quedaban demasiadas fuerzas más que para estar vivo. ¿Qué le había pasado antes de llegar al Templo?

—Shiryu tiene razón, sal de aquí, Seiya —suplicó Shaina.

—¡No! —Arrastrando los pies, avanzó hasta ubicarse nuevamente frente a su enemigo, que ahora lo contemplaba con una expresión de ligero disgusto—. Cómo podría rendirme, ¡qué clase de hombre sería si lo hiciera!

Poseidón frunció el ceño y apuntó su tridente hacia él. Varias masas de agua se alzaron a su alrededor, transparentes y brillantes ante la luz de afuera.

—Tú mismo te sometes a una tortura ridícula, Pegaso. Si lo quisiera podría matarte con un pensamiento —mintió, obviamente, se notó en sus ojos humanos, poco convencidos—, pero no tiene sentido rebajarme a eso. ¿¡Seguirás desafiando a los dioses así, hasta morir por tu propia estupidez!? —De pronto sonrió, pero sin perderse el aura de enojo—. Solo me das la razón respecto a la humanidad.

—Así es, y ya es hora de que lo comprendas —amenazó Seiya, levantando el puño otra vez, cargado de Cosmos a pesar del temblor incesante de su codo—. En lo que te deberíamos dar la razón, es que los humanos nunca nos rendimos si se trata de proteger lo que queremos, o de evitar que arrogantes como tú tengan más poder del que ya tienen. Al menos yo soy así.

 

Su primer Meteoro, así como en el bosque, tuvo el poder de un Santo de Oro, y alcanzó una velocidad muy cercana a la luz. Si había sobrevivido a sus propios golpes se debía justamente a la resistencia sinigual de la armadura de Oro. Por eso es que se decía que las batallas entre los doce miembros de la élite podían extenderse hasta por mil días…

Pero todo tenía un límite. Y si antes Poseidón emitía un aura imponente y era capaz de manejar el agua de su oponente hasta ahogarlo con su propia saliva, ya no le era fácil. Además estaba impaciente, y sujetaba con mucha más fuerza el tridente. Se estaba agotando.

«Dios o no, todos tienen un límite, incluso tú, maldito. No puedes matar a un Santo de Oro así como así sin sentir un retroceso, y nuestra determinación es infinita». Tal vez ni siquiera era un dios como tal. Hacía algo raro, miraba sutilmente las masas de agua a su lado, y apartó una de ellas con un gesto de muñeca. ¿Era que le importaba tan poco hacerse más débil, o había algo más?

No tenía tiempo para pensarlo. Golpeó el aire y un millón de rayos azules, con algunas chispas doradas, voló hasta Poseidón, pero éste las retornó sin esperar ni mirar. Seiya dejó su postura en el momento que vio que no había encontrado la apertura y se cubrió con las alas como si fueran sus brazos. Ya tendría otra oportunidad, era cosa de tener paciencia y esperar hasta que mostrara un punto débil. Guardar la flecha en el carcaj hasta tener otra oportunidad de tiro.

Esta vez fue un pequeño cerrito de hielo el que detuvo su trayectoria. El Santo de Cisne no era capaz de moverse, pero con su mano proyectaba su energía por el piso. Seiya no deseaba que la ira de Poseidón se dirigiera contra ellos, pero no tenían nada para protegerse…

Aparte de él mismo, claro. No iba a permitir que les hicieran daño. Las alas de Sagitario habían bloqueado gran parte de los golpes con absoluta eficiencia, y solo tuvo tres segundos para reponerse y olvidarse de su dolor.

—¿Continuarás? —preguntó Poseidón. Una gota pequeña, ínfima de sudor pasó cerca de su ceja izquierda, notoria gracias a los Cosmos despedidos por ellos que la hicieron relucir. Volvió a apartar un cuerpo vertical, transparente que apareció a su izquierda, pero esta vez clavó sus ojos en él, como si temiera perderlo de vista.

Seiya sonrió, se acercó y levantó otra vez el brazo derecho, pero se detuvo a medio camino. Le pesaba una tonelada, más que sus alas, así que fingiendo que no importaba, alzó el zurdo.

—Seiya… —dijo Shiryu débilmente, a unos metros. Seiya lo comprendió, y se avergonzó.

 

¿De verdad tenía caso que siguiera disparando Meteoros uno detrás de otro así como así, esperando una oportunidad? Una cosa era ser testarudo y no dar el brazo a torcer, pero otra era ser iluso. ¿Se consideraba más resistente que Poseidón? ¿Creía sinceramente que mostraría una apertura antes de que se cansara? El Emperador del mar ni siquiera se había levantado, no podía ser tan idiota de subestimarlo.

—Realmente podría matarme —musitó para que solo él se oyese. Si el dios lo quisiera, acabaría con él usando todo su poder, pero parecía considerarse tan superior que no valía la pena el esfuerzo. No era solo verborrea con aires divinos, sino que para Poseidón, sí era más fácil que el propio Seiya se matase. También era una humillación a los humanos, y una confirmación de que no valían la pena.

—¿Qué sucede? —preguntó el dios, y la expresión de enojo se apagó al fin. Sonrió con orgullo, y bajó el nivel de su Cosmos, seguro de su victoria. También se esfumaron las masas danzantes de agua. Aun así, lo mantuvo lo suficiente para que siguiera sintiéndose en todo el salón, como golpes de olas y corrientes submarinas.

—Con mis Meteoros no podré —admitió Seiya, bajando la zurda con pesar.

El arco… —susurró una voz, la misma que lo llamó desde la bola de fuego que era la armadura.

—¿Eh? —Miró a todos lados, pero solo encontró los rostros confusos de sus compañeros y el altivo de Poseidón.

El arco… en la falda…

Era como un eco que resonaba en su corazón, no en el entorno, así que dejó de mirar a todos lados como un idiota y llevó su mano rápidamente al cinto de Sagittarius. Ni siquiera eran realmente palabras, sino más bien como pálpitos que oían sus oídos, pero que en su cerebro eran perfectas palabras, tanto con su tono de voz como el de...

«Aiolos».

En la parte trasera del faldón se hallaba un curioso artefacto pentagonal inserto en una ranura con la misma forma. Al extraerlo con la mano izquierda, se desplegó por sí solo, separándose y doblándose en seis segmentos hasta formar el bello arco que había visto por primera vez en su niñez, detrás de la cortina durante esa reunión con el viejo Kido. La cuerda, tan brillante que parecía más gruesa de lo que era, se tensó desde los extremos, corriendo por un pasaje interno a lo largo de todo el arco en un circuito. Tenía un mango rectangular entre dos adornos que simbolizaban plumas.

—Así que ahí estabas, je, je —sonrió para sus adentros. Mientras luchaba en el bosque con Aiolia, lo había buscado con disimulo, hasta tirado en la hierba, pero sin éxito—. Ahora solo falta…

—¡Seiya! —alertó Hyoga, y Seiya levantó la vista.

 

Poseidón encendió su Cosmos, se alzó como una llama celeste hasta atravesar el techo dejando escombros que cayeron a los lados del trono, repelidos por un campo de fuerza; su rostro era la viva imagen del odio y el miedo, con los dientes chocando unos contra otros, el sudor en su frente y los ojos pequeños bajo el ceño fruncido. Fue un cambio repentino y brusco que hizo temblar el piso.

—¿Qué está pasando?

—Pegaso… —susurró el Emperador, y se aplastó el rostro con una mano, muy acongojado—. Pegaso, P-Pegaso... —¿Acaso estaba recordando algo? ¿Qué le había hecho antes a ese tipo, que no recordaba?

—¡Seiya, es tu oportunidad! —avisó Hyoga nuevamente, muy concentrado en la batalla a pesar de sus múltiples heridas.

La hombrera… —susurró la voz en off, mucho más débil que antes, pero lo suficientemente clara todavía.

Seiya buscó bajo la hombrera izquierda con la mano derecha rota, y se topó con un instrumento demasiado nostálgico como para no ponerle atención.

La flecha, que se alargó apenas salió de su inusual carcaj, era idéntica a la que penetró el pecho de Saori el año anterior, con un mástil liso y firme, plumas doradas, misteriosamente maleables un momento e impávidas después; y la punta triangular, filosa como ningún arma que hubiera visto antes.

Colgó la flecha en el arco y trató de recordar la última vez que usó uno, en su entrenamiento con Marin, mientras apuntaba a la cara sudorosa de Poseidón tapada por su guantelete metálico.

 

“El arco es sinónimo de potencia guerrera, exige tanto destreza como fuerza física, así que no creas que con esos musculitos vas a tensar siquiera la cuerda, o que con esos ojos que todavía no sabes abrir bajo el agua vas a acertar la flecha”, le dijo una vez Marin, llevando uno o dos años en Grecia, no recordaba bien cuándo. El segundo kanji de su nombre se traducía como «flecha», así que insistió que Marin le enseñara arquería a pesar de que no estaba en el plan de estudios. El primer día falló cada uno de sus tiros, ni siquiera se acercaron al blanco, y el segundo casi le arranca la nariz a un guardia que estaba a veinte metros a la derecha. Su maestra también le había dicho otra cosa, muy importante, pero no podía recordarla.

Disparó la saeta después de doblar el arco con todas sus fuerzas, y el silbido en el aire le dio la esperanza de poder cumplir su misión. Le agradeció a Aiolos de todo corazón.

Todavía no… —Seiya retrocedió al oír el susurro, un paso antes de notar que tanto soñar había hecho brotar un fruto podrido.

—¡No puede ser! —El misil se quedó estancado en el aire, a metros del dios.

—¿De verdad pensaste que ibas a poder hacerme daño, Pegaso? ¿Con esta flecha? —dijo Poseidón, acentuando la última palabra, alejando la mano de la cara y pasándola suavemente por la punta dorada, que rápidamente se torció junto al mástil hasta que apuntó a quien sostenía el arco—. Ya te lo dije. Aquel que ose atacar a un dios, ve su ataque reflejado, porque algo humano no puede acercarse a la divinidad.

 

Un segundo silbido indicó el retorno de su supuesto pecado. Intentó llevar sus alas hacia adelante para protegerse, pero al pensarlo la flecha ya estaba casi en su pecho, mucho más rápido de lo esperado. Tampoco podía esquivarla.

—¡Seiyaaaa! —Un cúmulo de diversas sensaciones se colmaron en su mente golpeada por los gritos de sus amigos. También tuvo una serie de reacciones que no pensó tener.

Lo primero fue ver su propia sangre salpicándole la cara; lo segundo fue el aterrador dolor en su pecho, y lo tercero fue bajar la cabeza para ver la flecha de Sagitario enterrada en su corazón, tal como había sufrido Saori en la Elíptica. Ese era el poder que ella y los Santos de Oro temían, uno que no podía enfrentarse con la lógica humana. La saeta era peculiar, capaz de atravesar la armadura de Oro limpiamente. Eso ya lo sabía, pero no esperaba…

—Maldita sea… —masculló, y se derrumbó sobre sus gigantescas alas. Cerró los ojos y permitió que la consciencia se lo llevara al recuerdo que quisiera, o a ninguno en absoluto. Había perdido; ni siquiera en completa ventaja el arma de un ser humano podía acercarse a un dios, por más que estuviera distraído.

—¡Resiste, Seiya, resiste! —exclamó alguien.

 

 

***

El Templo de Poseidón fue reemplazado por el del Centauro; y el dios por un niño, uno de cabello castaño, pómulos redondos y ojos verdes que lo miraban con absoluta admiración. Bueno, no precisamente a él.

Habló sin controlar sus labios, pero no era su voz la que salió, sino una más grave y madura. Experta.

—Cosmos. Eso es lo importante, la gran energía del universo que se replica en todos los seres vivos. Si no haces arder tu Cosmos, si tu fuerza de voluntad y tu convicción no queman los átomos de lo que quieres destruir, la más filosa espada, la flecha más rápida, y el puño más duro, no serán más que un arañazo, un pinchazo y una caricia en tu enemigo.

Con su brazo izquierdo sostenía el mismo arco, y con la mano derecha tensó la cuerda con una flecha común de madera de castaño. Apuntó al blanco con sus brazos mientras todavía miraba sonriente a su hermano menor. En lugar de clavarse, la saeta pasó a través del objetivo y terminó más allá del muro del templo.

—Increíble… —susurró Aiolia con ojos soñadores, mirando por la ventana a la flecha seguir su curso hasta perderse lejos de la montaña.

—Pude hacer eso porque el Cosmos me lo permitió, la fuerza que recorre el aire, el agua, la tierra, los animales, las plantas y los seres humanos como un todo. Con una mentalidad de absoluta determinación, con la certeza de nunca rendirse, es posible controlar los átomos de lo que sea ajeno a ti, y manipularlos como si fueran tuyos. —Sacó otra flecha de su carcaj y la puso en el arco, frente a otro blanco—. Por supuesto lo más importante es la explosión de tu propia energía interna gracias al poder de tu mente, tus ideales, valores, deseos, experiencia y voluntad, tratando de acercarte siempre lo más posible a la energía liberada durante la Gran Explosión que originó todo lo que ves. Incluso a los dioses.

 

***

¿Cómo había olvidado algo tan básico como eso? No podía simplemente disparar una flecha esperando que hiciera todo el trabajo y se clavara en la cabeza de un dios como si fuera cualquier cosa. No solo era irresponsable y de holgazán, sino también un error de novato que podía explicarse por todos los golpes que había recibido. Tal vez. En cualquier caso, Marin lo mataría si lo viera.

«Un momento, estoy vivo». Su corazón todavía latía, así que abrió los ojos y por lo pesados, notó que estuvo durmiendo. O inconsciente. Frente a un dios era la misma cosa.

Se puso de pie una vez más con la flecha incrustada en el peto, del que salía un caudaloso chorro rojo. ¿Cuánta sangre había perdido desde que peleó con Baian? Quizás debía estar muerto a las alturas, pero quería creer que el universo lo estaba manteniendo vivo para que cumpliera su misión.

Shiryu, Hyoga y Shaina se retorcían de dolor en el piso, cerca del trono de Poseidón, y lejos de donde los había visto antes de caer. ¿Se habían acercado para vengarse o algo así? El Emperador no parecía tener la intención de matarlos, sino que se limitaba a apuntar la palma de su mano hacia ellos, mirando el gran Sustento Principal, más allá del pasillo detrás del salón. Para él debía ser como espantar unas moscas con un brazo, o encender la radio ante una crítica idiota.

—Ya no te queda rastro de energía, Athena. ¿Al fin has sucumbido? A pesar de haber arrojado un rayo de esperanza a tus Santos con ese resplandor, no queda duda de que al final fue inútil. La batalla llegó a su fin.

—¡Déjalos!

 

Poseidón clavó sus ojos celestes en él y levantó una ceja. Su boca cambió a una mueca de profundo disgusto.

—Pegaso… —murmuró chirriando los dientes. Seiya se preguntó una vez más qué le había hecho antes para que se refiriera en esos términos siempre sobre él.

—D-déjalos en paz… Yo s-soy tu oponente… —La herida dolía mucho, la punta se había clavado y desgarrado la carne de su pecho, e impedía que más sangre de la que ya caía saliera, para peor.

Poseidón dejó en paz a sus compañeros, y estos solo soltaron chillidos de dolor; estaban inmóviles.

—¿Sobreviviste? Supongo que esa flecha es la famosa arma entre los doce Mantos de Oro, pero al disparar sin Cosmos, tu armadura pudo resistirlo.

«Así que lo notó». Eso solo lo hizo sentir peor. La flecha de oro, incluso sin haber quemado su Cosmos antes, y solo por el impulso de Poseidón, había sido capaz de atravesar la armadura de Oro.

—Faltó mucho para que tocara mi corazón, no cantes victoria. —«Solo unos milímetros más y estaría muerto».

—¿Y para qué te pones de pie?

Sabía que le dolería como los mil demonios, y que al hacerlo la hemorragia empeoraría, pero no podía lanzar la flecha si la tenía incrustada en su pecho. Por lo que sabía, Sagittarius solo contaba con una saeta, así que no podía perderla; por algo era el arma definitiva del Santuario. A Saori era imposible quitársela, pues absorbía su Cosmos y estaba pegada a su divinidad, pero en un humano normal, solo causaría infinitos pesares. Así le explicó Aiolia el que su hermano y maestro pudiera usarla en sus diversas batallas.

Se sintió mareado, casi se derrumba de nuevo y le sangró la nariz cuando se quitó la flecha del pecho desgarrándose la piel; pero no perdió tiempo y la colocó en el arco. Esta vez no fallaría, no podía fallar.

«Brilla, Cosmos… Brilla más que nunca».

 

—Ja —rio Poseidón, una risa contenida, elegante, humillante—. Con ese nivel no es suficiente para hacerme cosquillas. Como todos los humanos tropezarás con la misma piedra otra vez. Soy un dios. Tú un humano. ¿No comprendes todavía la diferencia? —Puso sus manos pesadamente sobre los brazos del trono, y por vez primera desde que Shaina entró por la extraña puerta de agua, el dios de los mares se puso de pie. Era alto y de porte orgulloso, y emitía un aura tan intensa como el de Saori cuando les reveló su origen divino, pero mucho más violento y dinámico, como olas salvajes—. Si disparas, la flecha se clavará en tu corazón y se cumplirá lo que este dios profetizó: morirás por tu propia terquedad e insolencia. Entenderás así que ningún humano, por más que explote su energía, puede ponerse al nivel de una divinidad. El abismo es demasiado grande para sus pequeños cerebros.

«Obviamente nunca has oído del Cosmos».

—Cierra el pico y prepárate.

No lo hagas, Seiya —dijo Shaina, comunicándose a través de su Cosmos—. Por favor, no lo hagas.

Esta vez sí te matará —secundó Shiryu, demasiado prudente esta vez.

Seiya, detente —terció Hyoga. Y si el hombre de hielo le decía eso, tal vez era un mensaje para que se detuviera.

Pero la flecha le decía otra cosa, una y otra vez: “Dispara”. Mezcló su aura con la suya, manipuló sus átomos y los aceleró como Marin le había enseñado, y la flecha ahora ardía como el magma.

Disparó en un segundo. En el siguiente, la saeta se volteó y tomó rumbo de regreso. Sus ojos casi se le salen y dirigió por reflejo su mano hacia su pecho, pero no lo lograría a tiempo por perder la postura de tiro.

Sintió un golpe en el cuerpo, pero no fue agudo y doloroso como esperaba, sino que lo percibió en su pecho y extremidades, como un suave empujón, y fue cálido como la energía que solo puede salir del corazón humano.

Al bajar la mirada se encontró con la chica que conoció cuando era niño, y que años después tenía como objetivo de vida el matarlo de la forma más horrible. La mujer que decía odiarlo, pero que después reveló sus sentimientos en el bosque, tras el ataque de Aiolia. Al igual que en esa ocasión, servía de escudo para protegerlo de todo daño.

 

“Porque te amo. Qué tontería… ¿cierto?”, había dicho mientras perdía la consciencia sobre la hierba.

 

Shaina temblaba de pies a cabeza, respiraba con dificultad y derramaba sangre desde su boca hacia su pecho ya escarlata. Con sus últimas fuerzas, levantó ambos brazos y los posó sobre sus hombros para no caer.

—¿Pero qué demonios estás haciendo, Shaina? —cuestionó Seiya con la voz cortada, los labios empapada por sus propias lágrimas. Al tocar la espalda de la chica bajo su cabello negro, notó el mástil de la flecha atravesándolo.

Al separarse un poco de ella descubrió la punta, solo un centímetro de ésta, saliendo por su peto, bajo su seno izquierdo.

 

“El caso es que, si te amara… sería un estorbo, ¿verdad?”, susurró en esa ocasión, cerrando los ojos.

 

—S-Seiya…

—¿Por qué diablos hiciste eso? Maldición, resiste, por favor…

—T-tranquilo, está… bien…

—¡Shaina! Vamos, vamos, no te mueras…

—¿No entiendes… q-que no puedes morir?

—¿Q-qué? —Con la mano le quitó el cabello del rostro, y vio algo que nada tenía que ver con aquel que inspiraba miedo y respeto a los soldados y Santos de Bronce. Era dulce, bello, y lleno de compasión y fe.

—C-como tu superiora… te-te… prohíbo morir… Seiya, eres nuestra única… esperanza a-ahora…

 

“De verdad tienes un Cosmos cálido y cariñoso... Puede crecer mucho más y conseguir milagros al defender la justicia de Atenea... Sinceramente lamento mucho enamorarme de ti.” Esas fueron sus últimas palabras antes de desmayarse, mientras Aiolia los miraba confundido.

 

—¿Por qué me proteges de nuevo? ¿Por qué haces esto por mí? —preguntó como un idiota. ¿Qué ganaba con hacerla hablar más? Para peor, ella ya estaba arqueando su brazo para llevarlo a su espalda, y en el fondo… conocía la respuesta a la pregunta—. Yo… yo no…

—No te preocupes por esa tontería, Seiya. C-como te dije, eres lo único que nos queda… P-para detener a Poseidón alguien debe disparar la flecha de Aiolos, y ese… so-solo puedes ser tú ahora… —Con una fuerza arrolladora, digna de un Santo de Plata, comenzó a arrancarse la saeta a través de su cuerpo, encendiendo débiles destellos de Cosmos para facilitar la titánica acción.

—¡Espera! Buscaré otra forma. Si te la quitas así…

—¡No hay tiempo!

Y ni siquiera tuvo fuerzas para gritar. Las flechas de Aiolos absorbían el Cosmos de sus víctimas, y como Saori era una diosa, tardó doce horas para tener el permiso de todos los Mantos de Oro y robarle su esencia. Con Shaina, una humana con apenas unas chispas de energía, la flecha no opuso tanta resistencia.

Prácticamente ató la mano de Seiya alrededor de la flecha, y al perder el equilibrio y toser sangre, volvió a abrazarlo. Éste estaba paralizado.

—Qué tonta mujer —se burló Poseidón, todavía de pie frente a ellos, pero mirando de reojo el Sustento Principal. Al mismo tiempo parecía que los estudiara como criaturas extrañas, expectante a su acción cuando les arrojara un sebo—. ¿De verdad piensan atacarme otra vez? ¿Cuánto más quieres alargar tu tortura, Pegaso?

—Si la flecha vuelve a regresar, l-la recibiré como tu… e-escudo de… nuevo. ¡Así que dispara… cuantas veces sea n-necesario! Cof, cof.

—Pero de qué estás…

—En estos momentos… e-es lo único que puedo hacer para ayudarte… N-no dejes que mi esfuerzo, cof, cof, sea en vano, Seiya…

 

Posiblemente se había dañado un pulmón, su respiración era cada vez más acelerada y agobiante. Por más que hablara de ser su escudo, no aguantaría mucho más tiempo de pie. Se sostuvo como pudo, recostándose sobre el pecho de Seiya mientras él tensaba la cuerda una vez más con la flecha ensangrentada.

—Te lo advierto. Si lanzas la flecha, esta vez pondré una gota de mi poder. —Nuevamente las masas de agua se alzaron para bailar y mofarse de la humanidad, y Poseidón las estudió rápidamente, cerciorándose de que ninguna lo estorbaba—. No solo atravesará a la mujer, sino que también destruirá tu corazón. Estar frente a un dios te ha aplastado la convicción, y sacrificarás a una compañera para realizar un último y vacío esfuerzo.

—Justamente es ese riesgo lo que incendiará más mi Cosmos y llenará de espíritu esta flecha, no fallaré… ¡Además, como ella dijo, no hay otra opción!

Concentró bruscamente su Cosmos en la flecha y disparó apresuradamente una vez más. Al pestañear, descubrió el dardo escarlata apuntando hacia la cabeza de Shaina, reposando a la altura de su corazón.

Sus piernas estaban cansadas y pesadas. Había tenido en cuenta la opción de que no funcionara, y era lo más probable viendo lo preocupado que estaba por Shaina y la prisa con que había disparado por falta de concentración y energías. La alternativa de esquivar o bloquear era imposible, pero cuando soltó la cuerda, usó sus últimas fuerzas en las piernas para doblarlas hacia atrás, listo para voltearse.

Cuando escuchó el silbido de la saeta dorada y sintió el repentino cambio en el flujo del Cosmos, abrazó a Shaina y giró sobre su eje mientras veía acercarse la amenaza a máxima velocidad. Logró intercambiar unos pensamientos finales con la Santo de Plata que había llegado a apreciar tanto, aquella dueña de un rostro que daba gusto mirar antes de morir.

—¡Seiya…!

Agradezco la intención, ¿pero qué clase de hombre sería si usara a una mujer como escudo? Lo siento, pero tendré que desobedecer la orden que diste.

—N-no…

 

Cerró los ojos y oyó un grave quejido. Supuso que fue suyo, pero su boca estaba cerrada contra la frente húmeda de Shaina. Así que…

—¿Quién…?

—¡No puede ser!

Al girar la cabeza se encontró con un hombre de largo cabello negro teñido con motas rojas, del mismo tono que su espalda cubierta de sangre que salpicaba a borbotones desde la herida en su hombro derecho, por donde salía la punta de la flecha dorada. No había sido capaz de cruzar completamente, tuvo que pasar a través de su brazo diestro arqueado, del cual salían llamas verdes como chispas de una fogata, como una máquina dañada.

—¡Shiryu! ¿Qué estás…?

«¿Otra vez me salvas la vida, Dragón?»

 

Poseidón comenzaba a enfurecerse, no daba crédito a lo que veía, a que su “tortura pasiva” tardara tanto. Quizás consideraba dar juicio personalmente a sus pecados, y eso terminaría con todas sus esperanzas. Al final, dependían justamente de la divinidad y orgullo de su enemigo para sobrevivir.

—Tu brazo tiene algo extraño... La flecha iba impulsada por mi voluntad, debió atravesar tanto tu brazo como tu hombro, y terminar con esos dos.

E-Excalibur… —musitó el valiente Dragón, arrancándose sin dudar la saeta del brazo con la otra mano antes de soltar un grito desgarrador. Fue tanta la sangre que salió, que formó una poza escarlata bajo sus pies.

Una vez más Seiya se preguntó qué le habían hecho antes de llegar ahí para que reaccionara de esa manera tan anormal. La flecha se tragó su Cosmos también.

—¡S-Shiryu! —clamó Shaina, sin soltarse de su brazo—. No era nece…

—Shaina, Seiya tiene toda la razón —dijo con voz débil pero clara, como si temiera hablar fuerte—. Sonará machista, pero siendo hombres no podemos tomar a las mujeres por escudos, por más que sean Santos, es una tontería…

—Así es… —Hyoga, tras un alarido de coraje muy poco usual en él, golpeó el piso y se puso de pie también. Se acercó a Shiryu, tambaleándose, y tomó la flecha en su mano—. Dispara de nuevo, Seiya… Shiryu y yo seremos tus escudos.

—¿Qué? ¡Hyoga!

—¡Que dispares de una buena vez! —Lo golpeó con el puño que sostenía el arma en el pecho, y Seiya se vio obligado a recibir ese objeto bañado en la sangre de sus compañeros—. El número no importa, hazlo cuantas veces sea necesario, y nosotros te protegeremos hasta que Poseidón esté lo suficientemente débil como para no poder redirigir la flecha de Aiolos.

—¿Qué dicen? —se alzó la voz furibunda e imponente del dios del mar. Su Cosmos iluminó tanto que se destacaron las gotas de sudor en su rostro, las que había visto antes, y apartó el agua a su alrededor listo para arrojarla sobre ellos.

—¿Crees que no nos dimos cuenta? —sonrió Hyoga, y luego se volteó cara a cara contra el dios, abriendo los brazos mientras le daba la espalda a Seiya—. Así que no dudes, Seiya, y dispara hasta que derrotes a este hombre.

—Si nos ataca personalmente, también recibiremos los ataques. —El cabello de Shiryu se elevaba al ser afectado por las olas de energía de Poseidón, pero su voz se mantenía firme a pesar de sus múltiples heridas. Imitando a Hyoga, abrió los brazos delante de ellos—. Sabes muy bien, Seiya, que nuestro deber está primero; nuestras vidas no importan mientras podamos ayudar a la gente en la superficie. Así que ataca a ese hombre con todas tus fuerzas, no vaciles ni un segundo.

—¿Hombre? ¿¡Me están tratando como un vulgar humano!? —El Cosmos de Poseidón se elevó, le siguió un temblor, y el techo sobre él crujió hasta reventar como si lo hubieran bombardeado. Los pilares también se empezaron a trisar, y una esfera de luz celeste se creó sobre la cabeza del Emperador. Parecía tomarse tiempo para preparar un ataque tan fuerte que no dejaría nada de ellos, estaba enfurecido como la más horrenda de las tormentas.

 

—No eres un dios, Poseidón… no todavía… —dijo otra voz, mucho más viva y suave que las de Shiryu y Hyoga.

Seiya vio a Shun cojeando hacia ellos, sin armadura, con heridas y lesiones graves, y una hemorragia en las orejas. Detrás de él, un niño pelirrojo temblaba tanto que parecía a punto de desmayarse, mirando al dios con ojos llorosos.

—¡Shun! ¿Tú también?

—Kiki, usa tus últimas fuerzas, por favor, y teletranspórtate una vez más; ve con Ikki y ayúdalo. Gracias por traerme.

—S-s-s-sí… —Y en un haz de luz tenue, el muchacho desapareció.

Shun caminó hasta ponerse delante de Shiryu, se inclinó e imitó la postura de sus compañeros.

—Parece que otra persona está detrás de todo esto y manipula a este dios… No es completamente una divinidad… ¡Seiya, puedes vencerlo!

—Shun… —Esas palabras le causaron una esperanza tan maravillosa como la sonrisa luminosa de Seika después de perderse en la oscuridad. Lo que habían estado sintiendo era cierto, Shun lo acababa de confirmar. Poseidón no tenía total control de su poder, ni siquiera sabía qué era el Cosmos exactamente, por eso le costaba tanto eliminarlos…

—Ya oíste, Seiya. Recuerda las capacidades especiales de esa flecha… No te dejaremos solo —dijo Shiryu, que no dejaba de sangrar.

—¡Date prisa y dispara! —apremió Hyoga, mirándolo de reojo con su único ojo sano.

—Seiya… —Shaina se inclinó hacia adelante para protegerlo una vez más.

 

No. No iba a sacrificarlos, pero tampoco se iba a rendir. Poseidón parecía haber perdido el norte, estaba concentrado en hacer estallar su Cosmos una y otra vez como una serie de explosiones controladas, pero sin ser capaz de concentrar esa fuerza en un ataque reducido… No se había recuperado de su agotamiento por pelear con ellos, quizás se debía a mantener las lluvias sobre el mundo, o a la caída de los Pilares.

Lo único importante es que era un hombre con el poder de un dios, pero no uno de ellos, y debían aprovechar esa situación única. Aiolos le había prestado su poder; sus amigos se sacrificaban por él, Saori le había salvado la vida con su último estallido de Cosmos, todavía guardaba esperanzas de sacarla del Sustento Principal. Aiolos, a través de sus memorias en Sagittarius, le había recordado lo que era el Cosmos, la infinita fuente de los milagros humanos, y Marin…

Marin le había enseñado a disparar. Y a nunca rendirse. Como por arte de magia, finalmente recordó esas otras palabras de su entrenamiento de arquería.

 

“Igual que un relámpago o un rayo de sol en la mañana, la flecha es la luz que ilumina las tinieblas. Por lo tanto también es conocimiento, Seiya. Lanzar una flecha con el arco implica conocimiento universal, es decir, tanto del arma como del objetivo, y también de uno mismo”.

Seiya puso la flecha en el arco y los demás absorbieron Cosmos del entorno hasta el límite de sus vidas, quemándolo desde el aire, el agua y las piedras, agotando sus vidas. La flecha de Sagitario tenía la capacidad de asimilar otros Cosmos. En este caso se alimentaba de las últimas reservas de Shiryu, Shun, Hyoga y Shaina… No… No las últimas.

«El Cosmos es infinito». Nacía de todo el universo mientras tuvieran ánimos de luchar.

“La flecha es una línea recta que evoca la determinación; es un camino directo, sin desvíos, a la realización. Muchos dioses usaban flechas para alcanzar y vencer a los humanos, pero nadie negó jamás que un hombre pudiera usarla contra algo o alguien superior. No es imposible mientras tengas la voluntad para disparar hasta que se apague el fuego de tu vida, la que ilumina la oscuridad, Seiya”.

 

—Si alguno de ustedes muriera por mi culpa, jamás me lo perdonaría. ¡No pienso fallar!

—¡No te atrevas, Pegaso! —Poseidón, de cuyos ojos salían relámpagos azules y blancos, formó una esfera de una energía tan brutal en su mano libre que hacía deformar el aire a su alrededor mientras bajaba el brazo. El piso crujió y se quebró bajo sus pies, pero todavía parecía algo incómodo controlar y dirigir ese poder tan espectacular que sin duda los mataría si llegaba a lanzarlo.

Aunque todavía no fuera un dios completo, sí residía el alma de uno en su interior, y la ira del Emperador de los siete mares claramente temía lo que Seiya podía hacer. Lo que “Pegaso”, podía hacer.

«Mis amigos ya no tienen fuerzas, no puedo herirles, pero tampoco tengo las fuerzas para protegerlos delante de ellos si la flecha regresa… Esta es la última vez que disparo. Flecha de Sagitario, no vuelvas a este arco, clávate en Poseidón y mándalo al otro mundo… ¡Acierta!».

—¡¡Brillen, Cosmos!! Aiolos de Sagitario, dame tu fuerza… ¡Flecha de oro, no erres el camino porque nunca más te dispararé!

Arqueó la cuerda hasta que se destruyó los músculos y huesos del brazo, y tras un pitido majestuoso la saeta voló hasta Poseidón. Por alguna razón, éste no fue capaz de controlar la esfera de energía, y comenzó a disiparse de sus dedos.

¿Era cosa de la flecha? ¿Aiolos intervino? No tenía idea, pero no era lo importante. Al final todo había sido tan extraño… En ese momento, Seiya creyó ver un gran cisne, un majestuoso dragón, una bella nebulosa y una negra víbora volando alrededor de la luz dorada.

—¿Qué pasa? ¡No puedo…! ¡¡¡Ahhh!!!

Con un sonido seco, la luz penetró la oscuridad, y la flecha se insertó en el yelmo dorado del dios de los mares.


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#455 Piscis no Afrodita

Piscis no Afrodita

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Publicado 01 marzo 2016 - 17:23

Antes de comenzar con las opiniones de 3 capítulos solo dire:

"Maldita Universidad :'v"

Bueno comenzando con el capitulo de Aioria, pues debo decir que me ha gustado bastante, no logre evitar sentir un poco de emoción exactamente en la parte donde los dorados siente que el final de la guerra no era tan turbia como la creían, que si habia luz al final de tunel, fue emotivo :')

No digo mas porque como bien dijistes es bastante transitorio y no hay mucho que discutir sobre el

El capitulo de Shun

Me encanto, estuvo excelente todo me gusta la profundidad de el marina en cuestión, fue (o es) bastante buena la manera en como afecta la situación al personaje, su percepción fue cambiada (esa seria la respuesta que le doy a Shun, mas alla de la derrota en combate, creo que se dio cuenta que su percepción estuvo un poco errada porque de cierta forma lo estaba mas no del todo, o eso pienso yo...) de manera coherente y no tan forzada como se esperaria (vamos un capitulo para cambiar toda, o parte, de una ideologia suena dificil y hasta imposible, yo jamas lo lograria :'v )

por otra parte (que es a la que menos le pestre atencion la verdad XD) la batalla estuvo buena, no esplodorosa dado a la manera tan ilimitada en como sirena lucha, pero buena

Y Shun, sigue igual, no me gusta mucho porque su compasion quizas excede lo que puedo aguantar o creer (asi es Felipe, yo soy toda una lacra xD), pero su participacion fue buena, a pesar de todo

Como dato curioso, sorrento o Shun, no recuerdo porque no le preste demasiada atencion a eso (como ya dije jajaja) dice que de alguna forma el sonido de la flauta se activa con el cosmos y esta comienza a emitir su sonido (mas fumado imposible y es aqui donde vendria el dato, que quiero que me aclares...), estonces de alguna forma Shun debia atacar a la flauta, cuando sorrento saca a relucir donde esta la flauta, resulta que estaba en la falda.... osea Shun se concentro en atacar su.... ¿entrepierna? Wat? XDDD

A ha ha eso fue lo que paso con el 1% baia baia

Ahora el Capitulo de Seiya

Muy bueno, la batalla ha estado excelente

Algo que siempre me llamo la atención era la perspicacia de Seiya, la cosa es que siempre fue opacada por su testarudes, pero seiya siempre fue mas inteligente de lo que aparentaba, y en este fin se acentúa mucho mas (quizas porque todo se ve a través de sus ojos, si lo viéramos en 3 persona como leí por allí, no diera la misma sensación y viéramos al Seiya testarudo de siempre, a veces no es tan conveniente, o al menos no para mi si se quiere dar conocer mas a fondo a un personaje, quizás esa es la ventaja de esta manera de escribir), lo cual es bastante acertado para mi gusto

Me gusto la forma en como dieron su cuerpo para defender a Shaina, mas alla de ser guerreros no se pierde la sensibilidad humana, y el que quieran defender a una fémina de esa forma, me causa empatía con ellos, laik.

La constante mención de Julian sobre Pegaso, bastante extraña, eso significa varias cosas, o al menos dos:

1)Poseidon ya comienza a manifestarse en la tierra

2)Pegaso es mas famoso de lo que esperaba

Lo que me lleva a preguntar ¿el pegaso del pasado de alguna forma tambien fue determinante en alguna guerra contra este dios?¿O solo por la batalla contra Hades y su fama de ser el único en golpearlo le hace ya bastante conocido?

Espero tu respuesta

Chamo... Acuario es tan lenta como para no llegar en unos momentos despues de Sagitario? Vamos Felipe, pudo haber llegado unos instantes despues de la de centauro, el tiempo que duro en salir acuario no fue tanta como que tarde tanto en llegar... o es que las ballenas policias lo detuvieron por exceso de velocidad y andar ebria? No entendi :/

Bueno Felipe, un saludo, me hubiese gustado comentar antes pero, estoy lleno y ahora es porque tuve un "brake" corto y me dio tiempo de leer :/ nos veremos hasta nuevo aviso bai

#456 Patriarca 8

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Publicado 01 marzo 2016 - 21:27

SEIYA VII

 

 

 

Lo bueno:
 
-Qué tonto estaba siendo; en lugar de preocuparse por los detalles de su armadura . ----Jajaja,no se porque pero creo que has visto la peli de Deadpool y seiya le mando una indirecta al autor del fic
 
-La resistencia de seiya
 
-seiya demostrando que tambien es inteligente y no desperdicio por completo las
lecciones de su maestra.
 
-la Excalibur sirvio de algo después de todo 
 
-el momento emotivo en cuando todos se convierten en escudos humanos con tal vencer a su oponente.
 
-Este capitulo si estuvo entretenido
 
 
 
Lo....no tan  bueno:
 
-pobre Shaina la volvieron a mandar a la zona friend a pesar de estar sacrificándose para
que el burro salve a la chica que le gusta.

Editado por T-800, 01 marzo 2016 - 21:36 .

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#457 -Felipe-

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Publicado 06 marzo 2016 - 11:52

Antes de comenzar con las opiniones de 3 capítulos solo dire:


Espero tu respuesta

Así son las universidades. Unas pequeñas malditas.

 

- Qué bueno que te haya gustado el de Aiolia, hay opiniones dispares. Yo estoy en la vereda negativa xD

 

- Sí, Sorrento no se puso de su lado ni nada, como bien dices, simplemente aceptó que había algo raro y que Shun merecía una oportunidad. Él sigue con su ideología, pero no es de los tipo "las consecuencias son lo que importan". Si los motivos para la guerra no le parecen correctos, entonces lo que venga después no es correcto tampoco.

Y Shun sí, puede llegar a ser desesperante, pero recuerda que es... guiño, guiño, el ser más puro de la Tierra xD

 

- Ya, para aclarar. La Flauta Mágica de Sorrento es como las cadenas de Andrómeda, actúa por sí sola desde que empieza la batalla. En sí Sorrento no lleva la flauta, sino que esta se materiaza como un segundo Sorrento para tocar. La que Sorrento toca y que lleva en la falda (por el LADO xD) es ilusoria. A él no le gusta nada ese sistema, porque lo considera poco honesto, pero no puede evitarlo.

 

- Seiya es un prodigio de combate, aunque no lo parezca, quizás el más hábil de los cinco Bronces. Tiene una personalidad idiota y puede ser algo bruto en la vida normal, o para pensar, pero en sí es un genio en la lucha, y aunque no sea consciente, recuerda perfectamente las enseñanzas de Marin. Por eso me gusta tanto este Seiya y me esforcé en hacerlo así, porque DETESTO al Seiya de Kuru.

 

- Sobre Poseidón y "Pegaso", mi contra me impide hablar por ahora, pero diría que como en dos semanas vas a tener un adelanto de lo que ocurre, aunque no es la respuesta completa. Paciencia :)

 

- Lo otro, también lo aclaro. Al principio del capítulo de Aiolia sale volando Sagitario, pero lo ve cerca del Templo de la Cabra. Luego se hace algunas preguntas, baja al Templo de Sagitario, se queda un rato meditando, y en consecuencia pasa como una hora entre que salgan las dos armaduras. Quizás debí hacerlo notar mejor, y creo que borré algunos registros de hora, esos en cursiva. En la versión PDF lo agregaré, gracias por recordarlo.

 

Pues eso. Saludos, y suerte en tus estudios! :D

 

 

 

 

SEIYA VII

- En mi defensa, vi Deadpool pero mucho después de ver el capítulo jaja Pero y sabes, es Seiya!

 

- Si ves las fichas de más arriba, verás que le mejor atributo de Seiya es justamente la resistencia, y la determinación. Nivel Oro, y eso al final del volumen 2.

 

- Eso es lo que comentaba a Piscis. Seiya es un genio del combate, y recuerda muy bien las enseñanzas de Marin aunque se haga el idiota y en su vida normal sea un bruto, pero no dejar de ser un prodigio.

 

- El detalle de Excalibur lo agregué en el momento exacto en que lo escribía, se me ocurrió en el instante. Fue la explicación que se me ocurrió para que la flecha no lo partiera en dos, además de que ahora se clavó en su hombro, y no en su pecho.

 

- Ah, la pobre Shaina. Seiya no se puede obligar a sentir por ella lo mismo que ella por él, y eso también le duele, pero ¿qué le vamos a hacer? Son jóvenes de 17 y 20 años, quizás qué cosas cambiarán en el futuro.

 

- Saludos, T. Gracias por el review :D

 

 

*******************************************************************************

 

IKKI IV

 

Aproximadamente dieciséis años desde el encierro de Saori Kido.

Dolía muchísimo. Mientras la armadura de Fénix se caía a pedazos con la seguidilla de explosiones cósmicas sobre cada centímetro de su cuerpo, sus huesos se machacaban y sus músculos se desgarraban. Trataba de usar todo lo que restaba de Cosmos en defenderse y resistir, pero tenía problemas hasta para tomar aire, y así no conseguiría nada.

Frente a él veía numerosas ilusiones de estrellas y planetas; cada que Kanon desplegaba su energía, una decena se destruiría, junto con una pieza de Phoenix. Y su poder parecía incansable, estaba en muchas mejores condiciones que Ikki… y posiblemente también era mucho más poderoso incluso al máximo de sus fuerzas. De un segundo a otro estaba lejos del Pilar, con la cabeza sumergida en la cascada, a punto de ahogarse, aunque no lo mataría con eso. Sería demasiado rápido. En todo caso, en poco o largo tiempo terminaría muerto, y no podría llevar a cabo su misión, la más importante de todas: avisarles a sus compañeros del peligro en que estaban. De todo lo que dijo Kanon, había algo preocupante. Si derrotaban a Julian Solo, el alma de Poseidón se metería en su cuerpo a la fuerza, sin control, destruyendo todo a su paso por no abrir el ánfora, incluso la Tierra que amaba… Podía oírse tonto, pero había posibilidades de que Seiya y los otros realizaran ese milagro, y si eso ocurría, la situación empeoraría en lugar de mejorar.

Debía detenerlos antes de que cometieran ese error. Hizo arder su Cosmos y lo expulsó de manera brusca para contrarrestar la Explosión de Galaxias. Solo requería un segundo para contraatacar a Kanon, apenas este viera desequilibrada su técnica. Lo obtuvo rápidamente, e incendió las llamas del Aleteo Celestial.

La llamarada pasó por los espacios entre los planetas y estrellas, se topó con Kanon y lo golpeó. El General Marino soltó un grito fuerte, y el Aleteo Celestial, su técnica más poderosa, comenzó a extinguirse como si de una hoguera se tratara bajo la lluvia, dejando una humareda que la Explosión de Galaxias desvaneció con su violenta potencia de ataque.

«No le hizo ningún daño». Kanon no tenía nada que envidiarle a su gemelo, como denotaba en sus memorias. Mientras caía de rodillas, ya sin armadura, Ikki lo vio acercarse furioso, tan veloz como un rayo. Solo la existencia de Saga explicaba que no fuera un Santo de Oro. Ya estaba muy grave, y todo por culpa de un solo hombre, más violento que Shaka y más preciso que Saga, repotenciado por la suma de Ilusiones Diabólicas que usó, mientras él sentía las consecuencias en su alma, más débil a cada segundo, sin que el Séptimo Sentido fuera suficiente.

—¿Cómo te atreviste a meterte en mis memorias? —Kanon lo agarró de la camisa y le golpeó el rostro tan fuerte que estuvo seguro de que le meció el cerebro. Le torció la nariz hacia un lado y le quebró algunos dientes.

—¡¡¡AHHH!!!

—Si mueres te las ingeniarás para regresar, pero te mataré todas las veces que sea necesario hasta que no tengas fuerzas para escapar del infierno. —Le torció un brazo hacia atrás con solo tocarlo, y jalándolo, lo arrojó hacia arriba con todas sus fuerzas. Ikki se vio ascendiendo sin parar.

—Maldición… cuando caiga, la gravedad lo ayudará a destruirme, debo… contraatacar antes que… ¡¡¡Ahhhhhh!!! —Percibió un doloroso puñetazo en la nuca que fue seguido por el impacto frío contra el piso a medio metro de él.

 

¿Qué había pasado? No había saltado para golpearlo mientras subía, el piso estaba demasiado cerca. Había usado el truco de Saga: abrió un agujero de gusano en el aire que conectó con otro a la altura de su pecho. Al atravesarlo, terminó donde había comenzado.

Luego le dio una patada en la cervical que lo arrojó a la derecha, pero entró a otra dimensión y salió por la izquierda, directo hacia un golpe directo sobre su pecho que lo estampó contra el Pilar, donde vomitó sangre hasta atragantarse. Ese poder destructivo no tenía igual.

—Mald… maldita sea… —«No puedo ni moverme, ¿cómo es posible?»

—Fénix, pudiste haberte arriesgado a usar la técnica de antes mientras estaba atrapado por tu Ilusión Diabólica, pero perdiste la oportunidad, tu única chance de acabar conmigo. Pero… tal vez exageré, ja, ja.

 

Kanon, riendo, subió las escaleras y esperó a Ikki hasta que resbaló hasta el piso. Le puso un pie en el cuello, y se acomodó descuidadamente con un brazo sobre la rodilla.

—N-no te… s-saldrás con la tuya…

—Sí, le aguaste los planes a Saga y dejaste a Shaka fuera de combate. Pero por lo que se, el primero te destruyó, y el segundo prácticamente te salvó la vida. ¿Crees que conmigo será diferente? No eres nada, Fénix.

—Al menos sí soy un Santo… Kanon Laskaris… —Ikki levantó un dedo y lo llenó con sus llamas de vida. Trató de conectar otra vez la Ilusión Diabólica, esta vez en su modo más cruel, pero Kanon le agarró la muñeca a una impresionante velocidad, y le quebró cada uno de los dedos en un solo parpadeo poniendo especial atención en que doliera lo más posible—. ¡¡¡Ahhhh!!!

—No trates de hacerte el listo, ja, ja —rio Kanon, físicamente distinto a Saga dado su disfraz, pero tan ambicioso y destructivo como él—. Burlarte tampoco te servirá. Como dije, exageré… No tenía caso enfadarme por leer mis memorias, ya que desde el principio no podrías escapar. Todos están ahora en el Templo, así que nadie podría oírte. —Y como para confirmar sus palabras, se puso a golpearlo a máxima velocidad, una y otra vez, en cada rincón de su cuerpo. Con cada palabra que pronunciaba, cien o más golpes le dañaban sin matarlo, para que sufriera más—. Nadie sabrá mi secreto, y cuando el dios del mar mate a todos tus compañeros será cosa de matarlo con la Daga de Physis, y entonces me convertiré en un dios. Nada pudiste hacer para evitarlo, ¡así que vete al otro mundo con la certeza de que fallaste!

 

—Eso no cambia el pecado que cometiste —dijo una voz suave, pero llena de rencor e ira controlada.

Un General apareció subiendo las escaleras con sus Escamas ligeramente dañadas, pero su Cosmos parecía intacto aunque había luchado, se percibía el rastro cósmico de Shun en su armadura. A su lado, el discípulo de Muu cargaba la Caja de Pandora que Kanon nunca predijo.

—¡Sorrento! —Kanon soltó a Ikki, y trató de imitar lo mejor posible a Salem nuevamente, después de dejar tanto rato de actuar—. ¿Terminaste con el intruso del Atlántico sur? Este me ha dado muchísimos p…

—No te hagas el idiota, Salem de Dragón Marino. ¿O debería decir Kanon de Dragón Marino?

—¿De qué estás hablando? ¿Le vas a creer a este Santo de Athena? No voy a tener otra vez esta conversación contigo, ¡retírate!

—Tú no me das órdenes. No tienes ningún derecho —reprochó Sorrento, bajando la mirada hacia Kiki—. Chico, ábrela.

—S-sí.

El pequeño estaba increíblemente cansado, temblaba aterrorizado de pies a cabeza y repartía miradas rápidas hacia Ikki, sus pies y el Mediterráneo. El último era el que más miedo parecía producirle. Se demoró más de la cuenta en abrir la Caja, y no fue capaz de levantar el escudo que quería arrojarle.

 

Algo inspiró a Ikki en ese momento, y renovó parte de sus fuerzas. Si ese niño se estaba esforzando tanto, ¿entonces por qué no él? ¿Se iba a dejar golpear así nada más?

Se puso de pie y corrió hacia la brillante armadura de Libra. Kanon trató de interponerse, pero Sorrento abrió sus alas y le bloqueó el camino.

—¿¡Pero qué diablos estás haciendo, imbécil!? —exclamó Kanon, con la cara deformada por la ira.

—Es obvio. Queda solo un Pilar en pie, así que hay que derribarlo lo más pronto posible —respondió el joven, y sonó muy sincero—. No permitiré que se lo impidas, Kanon.

«Shun, convenciste al enemigo de pasar a nuestro lado en vez de matarlo. Eres de verdad indispensable».

—¡Maldito seas! —gritó Kanon a viva voz, todavía con cabello blanco—. ¿No te das cuenta de que si haces eso el Sustento Principal será vulnerable? ¿Traicionarás a nuestro makit y darás tus fuerzas al ejército de nuestros enemigos? —Encendió su Cosmos para intimidarlo, pero Sorrento imitó el gesto, y su aura índigo brilló tan intensamente como la azul de Dragón Marino—. ¿De verdad vas a darles la victoria de esta guerra a los Santos?

—¿ vienes a hablar de traicionar? ¿ hablas del Emperador? Toda esta guerra ha carecido de sentido desde el inicio. —Sorrento dio un paso adelante, y sus auras eran casi equitativas, trenzándose en una danza guerrera—. No responde a la voluntad de Poseidón… ¡Él ni siquiera está realmente aquí!

—¿Cómo te…?

—¡Bien dicho, para ser un Marina! —interrumpió Ikki. Tiró de la cadena del escudo con todas sus fuerzas y lo arrojó a la parte más alta del Pilar, donde Kanon no pudiera alcanzarlo.

—¡Detente, Ikki, detenteee! —gritó Kanon, descontrolado. Trató de pasar por encima de Sorrento, pero éste lo detuvo a pesar de estar físicamente mucho más disminuido que su contrincante—. ¡Déjame pasar, hijo de pu.ta!

 

Cuando el destructivo escudo hizo contacto con el Pilar, no sucedió lo que se había repetido seis veces antes. Tanto que Kiki pegó un alarido, aterrado, sin alejar la vista de la dirección al Mediterráneo, cayendo sobre sus posaderas poco después. Sorrento y Kanon detuvieron su pelea y se quedaron paralizados con los ojos hacia el mismo lugar; e Ikki se sintió incapaz de cerrar la boca.

Mientras el último de los siete Pilares se caía a pedazos y una llovizna caía sobre ellos, el Cosmos más impresionante que Ikki hubiera sentido en su vida hizo explosión, en el lejano Templo de Poseidón. Fue un estruendo cósmico similar al que ocurrió con Athena unas horas antes, como un último estallido de un aura de proporciones universales que luego se apaga de golpe, como si en principio nunca hubiera estado allí. Como un globo que se infla, creciendo en capacidad y tamaño hasta que no da más de sí, y luego simplemente explota y desaparece.

—Eso… eso fue…

—No p-puede ser… E-ese fue e-e-el Cosmos de J-Ju… —tartamudeó Kanon, y finalmente no pudo terminar el nombre.

—Ah… ahhhh… —Kiki se aferró de la Caja de Pandora, todavía afectado por la ola de energía que recorrió seguramente todo el océano, si los había alcanzado allí al norte del atlántico—. ¿To-to-todo acabó entonces? ¿Ga-ga-ga-ganamos…?

—Ese era el Cosmos de Julian Solo, el avatar de Poseidón —le explicó Ikki, tomando un puñado de cenizas del piso antes de que fuera barrido por la lluvia. Ya no era una simple llovizna, sino que parecía que el cielo estaba a punto de caer sobre ellos, como una cascada tamaño mundial—. Seiya lo logró, pero eso significa que en cualquier momento el alma de Poseidón se manifestará a la fuerza en ese cuerpo, sin ningún control sobre sus acciones, y si llega a hacerlo…

—Todos moriremos, sin ninguna duda. Maldición… maldita mierd.a… —Los puños de Kanon soltaron chispas de fuego, y de sus ojos surgieron llamas negras, llenas de odio y frustración. Temblaba, y su Cosmos con él—. Malditos sean todos ustedes… Ikki… Tú…

—Kiki, lleva esta armadura al Templo y espérame allí —le dijo apresurado, antes que sufriera las consecuencias de la ira del Mok Bipan.

—¿Q-qué? ¿La armadura?

—Ahora el Sustento Principal está vulnerable, así que Libra es nuestra única esperanza para sacarla de allí.

—¿La se-señorita Saori? —preguntó Kiki.

—Es la única que podría vencer a Poseidón si despierta completamente, ya que solo una verdadera diosa podría contra otra divinidad. —Ikki clavó sus ojos en el General, que desprendía un Cosmos tan criminal e infernal que pondría en vergüenza al líder de las Sombras que fue—. Pero para eso necesita otra cosa, ¿no es así, Kanon? ¡Así que escúpelo!

—¿Qué? ¿De qué estás hablando, Fénix? —inquirió Sorrento, todavía algo tembloroso. Kanon no se dignaba a hablar.

—¡Habla, Kanon Laskaris! El ánfora donde fue sellado Poseidón, ¿dónde demonios lo dejaste después de que te lo pasó Drbal? ¡HABLA!

—…Ju.

—¿Qué dijiste?

—Je, je, je, ¡ja, ja, ja, ja! —empezó a reír repentinamente el General Marino, sin perder ni una pizca de su aura de odio y el semblante sin razón. Parecía un demonio bufonesco con una mueca de lo más grotesca entre la desesperación, la ira y la locura—. Mi ambición se fue al desagüe, así que qué importa… ¡El ánfora de Athena está en el lugar más seguro de todo el fondo submarino!

—No… ¡no puede ser, imposible!

—Así es, imbécil… ¡dejé la prisión de Poseidón en la mismísima prisión de Athena, ja, ja, ja! Y no importa. La última vez que se pelearon, se requirió del sacrificio de un montón de Santos para darle la chance de sellarlo; pero la actual reencarnación de Athena no tendrá una mejor oportunidad, es una chica idiota que no puede defenderse ni a sí misma, ja, ja, ja.

Y por primera vez se quitó el disfraz. Se hizo más robusto, su cabello tornó a negro, sus ojos a verdes y más grandes, y su rostro se llenó de cicatrices pasadas.

 

«No». Debía pensar rápido, no quedarse pegado en las consecuencias.

—Kiki, lleva el Manto con Shun y los otros.

—¿Qué? —El chico todavía no entendía de qué hablaba, pero tampoco tenía por qué entenderlo mientras cumpliera su misión—. Pero si acabo de…

—¡LARGO! —ordenó, y el pelirrojo desapareció tras un destello de luz con la expresión del más absoluto terror en el rostro.

—Ja, ja, ja, no sirve de nada… Poseidón va a despertar, y ni siquiera Athena podrá encerrarlo, ja, ja, ja. ¡Athena quedará encerrada para siempre y Poseidón va a destruir sin desearlo el planeta que ama, ja, ja!

—Todo esto es tu culpa por engañarnos a todos —dijo Sorrento, furioso por ver el verdadero rostro de su compañero de armas y oír su voz; pero apenas dio un paso hacia él, Kanon le agarró la cara con la mano—. ¡Hm!

—No estorbes, Nishlish. —Y con un veloz movimiento que Ikki no pudo percibir completamente, golpeó en el estómago a Sorrento y lo arrojó con una ira asesina hacia el precipicio al oeste, sin que el alado opusiera resistencia. Tal era el poder que había obtenido desde la sed de venganza—. Tú sigues, Fénix. De no ser por venir a molestar aquí habría podido evitar que tus compañeros hicieran esa estupidez, y todavía podría convertirme en un dios.

Ikki trató de no pensar en la facilidad con la que se había deshecho del otro General, y encendió su Cosmos para pelear. Kiki podía avisarles del peligro, así que ya había cumplido con su deber. Pero eso no significaba que fuera a dejarse morir a golpes. En cualquier caso, todavía tenía un recurso extra contra Kanon, pero no le dio tiempo para usarlo cuando éste lo atacó como una bestia desquiciada.

«Arde, Cosmos».

 

Ikki se defendió como pudo de la tormenta de choques de Cosmos bajo la lluvia. Era imposible contar la cantidad de ataques que recibió o los que bloqueó y evitó, pero estaba seguro de que solo pudo devolver la mitad o menos.

Kanon le dislocó un hombro con las manos, pero el contraataque fue un golpe directo al mentón que le hizo perder el equilibrio. Aun así lo aprovechó con una patada que Ikki no pudo evitar, y luego se enfrascaron en una nueva batalla que se trasladó al aire.

—Te lo dije, Fénix, nunca tuviste oportunidad de cumplir tu meta, pero por culpa de todos ustedes, ahora ninguno de ustedes logrará nada.

El General lo agarró del cuello y lo estampó contra lo que restaba del Pilar derrumbado. Allí le aplastó el pecho con un rodillazo cargado de Cosmos que casi lo destruye en pedazos de no ser por sus manos cargadas de fuego.

—¡Hasta aquí llegaron mis ambiciones! —siguió Kanon, tratando de aplicar más presión para aplastarlo—. ¡¡¡Pero al menos iré al otro mundo con la satisfacción de hacerte trisas, voy a poner fin a tu pu.ta inmortalidad!!!

El resquicio del Pilar se hizo polvo bajo él, y las cenizas que había guardado se elevaron y cayeron sobre su pecho, otorgando una protección especial después de haber muerto.

«Es fuerte… En igualdad de condiciones su poder es muy superior al mío».

—Ah… E-estoy al límite de mis fuerzas…

—Tantos años desperdiciados porque no pudieron dejar sus narices fuera de esto. ¡¡Arruinaron mis planes, Fénix, ya se empieza a sentir la presencia del dios de los mares, en todo este maldito océano!!

 

Era verdad. Podía sentirse una altísima presión en el aire, las gotas de lluvia eran más pesadas y duras, como granizo líquido; y un Cosmos se asomaba poco a poco desde el piso bajo ellos. Lleno de ira, Kanon canalizó las fuerzas oscuras de la Ilusión Diabólica, arrojó a Ikki al piso y arrastró su cara por las losas, hasta que lo volteó para conectar la técnica milenaria en su cabeza.

Sin embargo, Ikki lo contrarrestó con su propia versión, y ambas Ilusiones chocaron y se eliminaron entre sí. Después lo golpeó en el pecho a la altura del corazón, y para su sorpresa, la hombrera izquierda de Dragón Marino se hizo mil pedazos. Eso significaba que había alcanzado un nivel altísimo, pero poco evidente por el monstruo que estaba enfrentando.

—¡Ya deja de resistirte y muere de una vez, igual que mi plan!

—¿Tu plan? —preguntó Ikki cuando al fin tuvo la oportunidad, al hacer retroceder a Kanon unos pasos—. ¿Estás seguro que todo esto es cosa tuya?

La cara del gemelo se contorsionó en una mueca de confusión.

—¿De qué diablos estás hablando ahora?

—¿Qué? ¿De verdad no te diste cuenta en todos estos años? —Sabía que no, pero le hizo la pregunta de todas formas, y aprovechó de tomar aire mientras se ponía de pie—. ¿Nunca descubriste la verdad?

—Deja los trucos, distraerme no te servirá. —Kanon hizo el ademán otra vez de atacar, pero Ikki lo detuvo con su dedo.

 

Un dedo que apuntó al templo derruido que servía como hogar temporal. Tras la intensa batalla solo quedaban algunos escombros empapados por la lluvia, pero una luz dorada se notaba apenas bajo ellos.

Kanon no se dignó a voltear para ver a qué se refería.

—Mira eso.

—No voy a caer en un truco tan simple y…

—¡Solo mira, imbécil, y date cuenta que esto nunca ha sido solo cosa tuya!

Y como si le hubiera dado una bofetada, Kanon torció el cuello hacia las ruinas del templo. Luego clavó sus ojos en Ikki otra vez como si temiera un ataque sorpresa, e inmediatamente los volvió a llevar, saltones, a las piedras.

La luz era tenue y poco obvia bajo el azul oscuro del océano y la ausencia de corales, pero estaba allí, y Kanon la vio por primera vez. Al menos conscientemente.

—¿Q-qué… qué es…?

—¿No lo sabes? Por supuesto que sabes lo que es, así que ve y tómala.

—N-no… Es un truco… —dijo Kanon, mientras caminaba hacia las ruinas. Ikki solo pudo ver su cabellera negra mientras rebuscaba entre el granito, el yeso y las piedras. Ciertamente no se habría fijado en ese objeto de no ser porque se estampó contra el Templo un rato antes, y terminó de armar el rompecabezas.

—¿De verdad no sabes lo que es? —volvió a preguntar, al fin con aire en los pulmones desde que empezaron a molerse a golpes.

Kanon se volteó con el pequeño objeto dorado en las manos temblorosas, abiertas como si no quisieran tocarlo completamente. Era del tamaño de una bola de tenis, y contaba con un tallo y una hoja amarilla, más radiante que cualquier armadura de Oro ahora que estaba lejos de la oscuridad.

—La… La Manzana de Discordia… Pero… ¿por qué…?

—Kanon.

—¿¡Por qué está aquí!? —gritó, e hizo el ademán de arrojarla al piso, pero en el preciso momento en que casi cae, la atrapó y volvió a temblar—. Qué tonto eres al… u-usar esta ilusión… La ma-manzana está en el Templo de los G-Gemelos…

—Esa es una manzana. Esta es otra —explicó, seguro de sus palabras y de que la pelea cambiaría desde ese momento.

El Cosmos en el Mediterráneo cada vez se intensificaba más, pero no de forma evidente, sino como un murmullo subterráneo o un eco grave… No parecía manifiesto todavía.

—¿Otra manzana? ¿De qué…?

—Tú mismo me lo contaste. Cuando volviste a la base militar, después de hablar con la tal Discordia, viste una pelotita amarilla bajo uno de los capitanes. La mencionaste solo esa vez. ¿Por qué hablar de algo tan insulso como una pelota?

—¿Cu-cuándo dije yo eso?

—Tú no, pero sí tu subconsciente, el que golpee con mi Ilusión. La diosa te dijo que periódicamente lanzaba manzanas a la Tierra, una ya llevaba mucho tiempo en la base, oscureciendo el corazón de todos, en silencio. Incluyendo el tuyo, claro.

—¿Qué? ¿Estás sugiriendo que esa bruja me estaba manipulando? ¿¡De qué mierd.a estás hablando, miserable!? —Hizo el ademán de enfrentarlo otra vez, pero la manzana se tambaleó y nuevamente se detuvo para protegerla; justo antes de quedarse mirando las manos, confuso ante sus propio reflejo—. ¿Por qué no...?

—¿…Puedes soltarla? —terminó la pregunta con un dejo de sorna—. Es simple. Lleva tantos años contigo sin que te des cuenta que es casi parte de ti a estas alturas, y no puedes desprenderte de ella al ser consciente.

—¿Discordia me ha estado… manipulando?

—Yo no diría eso. Todo este plan sobre Poseidón, y sobre Athena, y tu idea original de conquistar el Santuario fueron completamente tuyos, de eso no hay duda. Pero la voluntad para llevarlo a cabo, la ira, la venganza, la gran y voraz envidia, eso fue cosa suya.

—¡Yo hice esto por mi propia voluntad! —repuso Kanon, cubierto de sudor y con un tic desesperante en el ojo izquierdo—. Yo fui el que siempre quiso… yo…

—Lo dijiste en tus memorias. Eras un hombre digno de ser Santo, alguien lleno de justicia y deseos de un buen mundo para todos, opacado por la sombra de alguien superior en fuerza. Tu único pecado fue envidiar a tu hermano, y Discordia se aprovechó de eso. —Ikki dio un paso adelante que le dolió más que cualquiera en toda su vida, pero comprobó que Kanon no reaccionaba más que a sus palabras—. Incrementó a niveles anormales tu recelo, tu orgullo, tu pasión, tu ira, y deformó tu concepto de justicia. ¿Te pareció normal cambiar tan de repente al ver ese intento de violación en la base? ¿Fue normal el matarlos a todos allí por eso, Kanon?

—No… no estás hablando en serio… ¿Fui un títere de…?

—No de ella, sino de ti mismo. Tus pecados son tuyos, Kanon, no lo dudes, pero el motivo de ellos… No es que seas una mala persona en el fondo; al menos eso opinaba Aiolos, y tu hermano, y también tu maestro.

—C-cállate… ¡Cállate!

—Al fin y al cabo no eres más que un chico con sentimiento de inferioridad. El problema es que también resultaste muy fuerte e inteligente, y por eso estamos en esta situación, bajo un mar donde flotan centenas de muertos por tu culpa y la de una diosa que debe estarse riendo de tu ca…

—¡¡¡CÁLLATE!!! —Kanon encendió su Cosmos tan abruptamente que ni él pudo controlar la Manzana, y ésta se hundió en una de las mil pozas que ya se habían formado.

Gritó varias veces mientras concentraba su energía en las manos, y al cruzar las muñecas, creó una erupción que hizo temblar todo el Atlántico. La siguiente Explosión de Galaxias haría uso de todo su poder.

Pero lo mismo el próximo Aleteo Celestial. No se dejaría simplemente morir, debía ir con sus compañeros y ayudarlos. Ambos oponentes chocaron sus técnicas en el centro de una llamarada de radiación dorada, tan destructiva que se formó un cráter bajo ellos, y se llenaron de agua hasta las cinturas.

Sus oídos retumbaban y sangraba su nariz, pero no permitía que las flamas destructivas alcanzaran su cuerpo desprotegido, o lo pasaría muy mal. Ni siquiera tenía realmente sus extremidades, mover los dedos hacia adelante era un infierno, y prácticamente reaccionaba por inercia cuando el huracán de fuego entre ellos se le acercaba, y lo repelía.

Pero había descubierto que su Cosmos ardía más que nunca, mientras que el de Kanon disminuía por su propia indecisión, por su pérdida del control de su voluntad, la fuente del universo en el cuerpo.

 

Las llamas ascendieron a toda velocidad y se apagaron a unos cien metros. Ikki cayó de rodillas, indefenso, mientras Kanon hizo lo propio agarrándose la cabeza con ambas manos. Chillaba y temblaba por la frustración.

—Esto se acabó.

—M-maldición… ¿por qué…?

—Se acabó, Kanon. —Se puso de pie dándose impulso con ayuda de unos escombros cercanos, y se dio media vuelta, pero lo vio de reojo—. No te esfuerces de más, ya es inútil para ti.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó con la cara sujetada por sus manos como si fuera a caérsele—. ¿Vas a huir, maldito cobarde?

—No es eso. Es que simplemente no vale la pena, y tengo otras cosas que hacer. Ya fuiste vencido, y no precisamente por mí.

—¿Qué? ¡No, no vas a ningún lado! —Kanon se puso de pie y trotó hacia él, pero una vez más Sorrento se interpuso en su camino—. ¡Sirena! ¿Tú otra v…?

—Yo tampoco quería creer en ella —dijo el hombre de alas con expresión de absoluta serenidad, solo manchado por las heridas físicas.

—¿De qué estás…? —Pero esta vez no fue interrumpido. Kanon se calló por sí solo para escuchar a su ex compañero.

—¿Sabes? Cuando la conocí sentí un temor que jamás había sentido, o eso pensé en ese momento. —Sorrento miro hacia el cielo, sin miedo a un ataque del oponente, como si soñara—. No era temor, lo confirmé cuando cantó para todos nosotros hace unas horas. Saori Kido atesora en su interior un amor tan increíble, tan infinitamente grande y puro, que una vez que se siente se vuelve una tontería esa supuesta purificación que íbamos a llevar en todo el mundo, en nombre de la justicia y la prosperidad. Esa diosa, en su humanidad, se llegó a sacrificar por una idea, y por millones de personas que no conoce, solo porque sabe que hay bondad en el fondo de sus corazones… Solo porque su amor es así. Creo que… si todavía queda una pizca de ese sentimiento en esta Tierra, no podemos arrebatárselo.

—S-Sorrento… —Y Kanon volvió a caer de rodillas, patético, a centímetros de la dorada Manzana. No supo si en sus ojos había lágrimas de pena, de culpa o de una extraña furia y frustración.

—Ni siquiera tú podrás quitarle eso a Athena, por eso quiero creer que aún está viva, y que es la única que puede salvar a la humanidad del Emperador del mar fuera de control. —Sorrento se volteó, pero no miró directamente a Ikki, sino que solo le dio la espalda al Marina—. Si no puedes entender ese sentimiento tan puro, tendré que estar de acuerdo con el Fénix: aun con todo lo que has hecho, eres tan poca cosa que no vale la pena pelear contigo.

Kanon lanzó un grito desgarrador, e Ikki interpretó ese gesto como su oportunidad para correr hacia el Mediterráneo, a su última batalla.


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Publicado 06 marzo 2016 - 14:48

IKKI IV

 

Lo bueno:

 

-la golpiza que le dan al fenix

 

-la facilidad con que Kanon vencio a sorrento

 

 

Spoiler

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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Publicado 12 marzo 2016 - 13:17

Pensé que te gustaba Ikki, ¿por qué gustó la golpiza? xD

Sí, bueno, diría que en condiciones normales están a la par, pero Kanon estaba enfadado y Sorrento algo debilitado. Igual fue interesante.

 

Nada de eso jaja No me interesa lo que digan shakistas y saguistas; en este casi, Kanon está a la par de ellos,, no dije que fuera más poderoso. Ser más preciso que Saga no significa que su hermano no tenga otras cualidades en que lo supere, lo mismo con el rubio.

 

No entendí que tiene de extraño o_o

 

Ah... bueno, si no me dices que es no puedo arreglarlo para más adelante. ¿Qué es lo que no te gustó de Sorrento? Como sabes, todas las críticas son aceptable :)

 

...Mok Bipan es "Gran General", el glosario está al principio de esta saga de Poseidón :D He usado muchas veces ese término.

 

 

Ok, lo explico: "Discordia" arroja manzanas a la Tierra cada cierto tiempo, solo para molestar. Una de ellas cayó en un terreno baldío, Kanon la encuentra, conversa con ella, y luego la deja en el Templo de los Gemelos, lo que causa que el lado malvado de Saga resurja y haga todo lo que hizo.

Pero tras esa conversación con la manzana vuelve a la base militar y ve que todo el mundo está haciendo tonterías, incluido una violación de uno de ellos a una muchacha que debían salvar, y nadie hacía nada. Por si no lo notaste, Kanon menciona que hay una pelotita dorada en el suelo, por lo que ya había una segunda manzana allí, causando la guerra del Golfo. Lo que pasó es que, sin notarlo, después de matarlos a todos se tentó con la segunda manzana y se la llevó, lo que llevó al líimte sus deseos egoístas, lo que causó... todo SS. No supo que tenía la otra manzana hasta que Ikki se lo hace notar.

 

Espero que haya quedado más claro. Saludos :)

 

 

 

 

HYOGA VI

 

 

Aproximadamente dieciséis horas desde el encierro de Saori Kido.

Una explosión los derribó, y el suelo retumbó un segundo después, muestra evidente de que, por coincidencias de la vida, el último Pilar había caído gracias a Ikki casi al mismo tiempo.

El dios de los mares ya no existía. No literalmente, pero lo que veía delante de él bien podía ser parte de la decoración de no ser por la respiración pausada, cada vez más lenta, agonizante. En el casco de Poseidón yacía la flecha dorada de Aiolos de Sagitario, clavada la punta completamente en el símbolo del tridente; a través de su frente del que caía un hilo de sangre roja, como la de ellos. Su cabello cubría sus ojos, su cabeza estaba inclinada, su postura no tenía imponencia ni orgullo, sino que casi perfecta nada. Una nada que no emitía Cosmos, ni una pizca tras la explosión. Miró a sus compañeros.

Shun era el menos sorprendido, no había vivido lo mismo que ellos en ese salón, y además venía con la confianza del saber que el enemigo era más humano que dios todavía. Se acercó a Shaina para ayudarla a levantarse, y llegó más rápido de lo esperado.

«Cierto, ya no tengo percepción de profundidad», comprendió. No sabía si su ojo sanaría, estaba más dañado de lo que podía aguantarse, aunque tampoco se había tocado el párpado para no sufrir las distracciones típicas ante la desolación.

Shiryu se puso de pie, tambaleándose, y a cada paso emitía un quejido de dolor. Apartó la ayuda de Shun, aduciendo que no quería tocar a nadie. Hyoga no sabía qué le había pasado, pero parecía dañado gravemente en sus sentidos.

Seiya ayudó a Hyoga a levantarse, y juntos admiraron la situación de aquel que tantos problemas les había causado. Seiya había sido, junto con Shaina, de los primeros en llegar y que más había sufrido, pero ahora debía sentirse extraño ante algo que aparte, del físico, no se parecía en nada a la divinidad que devolvía sus ataques. Por supuesto las sensaciones de mareo, de desolación y de agobio se habían esfumado; también el descontrol en sus líquidos internos.

—El Cosmos de Poseidón ha desaparecido completamente —dijo Shiryu.

—Sí —reafirmó Seiya—. Esa presencia todopoderosa de antes se fue, y dejó solo al hombre que controlaba.

—U-un hombre… con una flecha en la cabeza… ¿Está…?

—No, Shaina, todavía siento su respiración —reveló Shiryu, agarrándose un brazo con el otro—. Pero fuera de eso es como un muerto. No sé cuánto penetró la saeta, pero para un ser humano sería fatal. Creo que solo el hecho de recibirla como dios lo mantiene agonizando.

—Entonces tenemos vía libre para continuar —dijo Hyoga, aferrándose del hombro de Seiya y usando todas las fuerzas que le restaban para no derrumbarse—. Si seguimos ese corredor llegaremos al Sustento Principal, y ahora que Ikki destruyó el último Pilar, estará indefenso.

—No creo que Kiki tarde mucho, así que derrumbaremos con las armas esa maldita cosa muy pronto.

—Hay algo más, Seiya —intervino Shun—. Kiki me dijo que Saori está allí adentro, y puede que todavía esté viva.

—¡Pues claro que está viva! No te preocupes, mientras uno de nosotros usa el arma, otro puede sacarla de ahí, así que…

—¡Hay otra cosa! —interrumpió Andrómeda otra vez, y comenzó a avanzar junto con él—. Debemos darnos prisa, Seiya; adelántate si quieres, estás en mejores condiciones que nosotros.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Shaina, aun sangrando por la espalda y caminando a tropezones, más gracias a Shun que a ella misma—. Ya está vencido, así que…

—Julian Solo está vencido —corrigió Shun—. El avatar de Poseidón. Pero si no hacemos algo pronto, parece que la situación puede salirse de control, aunque Kiki no conocía los detalles.

—¿Julian Solo? Es el heredero de la familia Solo, una de las más poderosas e influyentes de Grecia —recordó Hyoga, mientras se acercaban al avatar inmóvil—. Saori iba a asistir a su cumpleaños…

—21 de Marzo… Eso lo explica todo —reflexionó Shiryu. Ahí se encontró Saori con Poseidón, y por eso estuvieron juntos en el Templo.

 

Repentinamente Julian Solo se golpeó la cara, su dedo índice se estampó con su frente justo bajo la flecha.

Se detuvieron de golpe, Hyoga notó como todos intentaron tomar posturas defensivas, pero solo Seiya lo consiguió, sujetando el arco firmemente. El avatar de Poseidón parecía sufrir en silencio, se manchaba la mano con su propia sangre, pero era como una estatua que solo cambió de posición.

—Vamos —animó Seiya. En silencio, con precaución y debilidad sin control, los demás lo siguieron, pasando junto al enemigo, que respiraba con cada vez más dificultad. Hyoga tuvo que girar el cuello para contemplar su fragilidad.

Quizás la mejor opción era matarlo ahora que estaba en esas condiciones. Tal vez evitarían que el alma de Poseidón volviera y produjera un caos, pero no estaba seguro de que Seiya y Shun, o incluso Shiryu estuvieran de acuerdo con matar a un humano inocente. Y no tenía fuerza para discutir.

Todavía más, ninguno de ellos tenía la fortaleza física o mental para seguir peleando, ni siquiera contra alguien indefenso.

 

Pasaron unos minutos dolorosos para que pudieran acercarse al Sustento Principal, atravesando el largo corredor sin guardias. Al llegar junto a Shiryu había descubierto que todos habían huido, se habían rendido, o fueron derrotados.

Seiya se negaba a adelantarse, y prácticamente arrastraba a Hyoga, igual que Shun con Shaina. Shiryu tenía fuerzas sobrehumanas, incluso para los estándares de un Santo, y fingía que estaba en iguales condiciones que ellos aunque tuviera el brazo dislocado, los sentidos dañados y la piel cortada en todos lados. Pronto iba a necesitar un bastón, como su maestro.

—¡El Sustento Principal es enorme! —exclamó Seiya, sin precaución de que hubiera enemigos cerca. Silbó y miró la majestuosidad del edificio, al menos veinte veces más grueso que los otros Pilares. En lugar de perderse en el mar que parecía cielo, era como si lo atravesase y destruyese.

—No siento la energía de Saori, ni siquiera aquí tan cerca —musitó Shun.

—Aún está viva, esa chica sobrevivió a una flecha hecha para matar dioses; un poco de agua no le va a quitar la vida.

—Quizás, pero en cualquier caso debemos… ¡¡¡Ahhhh!!!

 

Fue como ser golpeados por la más potente y grande de las olas, aunque no fuera agua en realidad. Una serie de huracanes los agarraron y azotaron contra el piso, y se sintieron pequeños, muy pequeños. Ni siquiera podrían haber usado sus brazos para protegerse, aunque lo desearan y tuvieran sus fuerzas intactas.

Hyoga notó breves relámpagos surgir de las paredes en la base del enorme Sustento Principal, unidos a corrientes de aire que no pudo ignorar mientras era derribado al piso. Y supo que debió ser el único en descubrirlo, además de Seiya, pues sus alas lo habían protegido de gran parte del impacto.

Shun, Shiryu y Shaina no corrieron con la misma suerte, y no movieron ni un músculo desde que se estamparon contra el piso, completamente inconscientes o tal vez algo peor. No tuvo tiempo ni energías para comprobarlo.

—P-pero… ¿pero qué demonios… f-fue eso…? ¿Qué es esta… energía tan abrumadora…? —balbuceó Seiya, poniéndose de pie con el arco empuñado.

Hyoga solo pudo mover la cabeza, el resto de su cuerpo estaba paralizado. En la salida de Templo se destacaba la silueta del dios de los mares, Poseidón, o tal vez solo su avatar, no podía estar seguro. Seguía tan inmóvil como antes, aún con los ojos cerrados y la flecha anclada en la frente; solo había bajado el brazo, pero extrañamente su respiración parecía haberse detenido. En cuanto al aspecto físico, era para todos los efectos un cadáver de pie, pero a su alrededor danzaba un aura azul tan agresiva que le erizó el vello de la piel solo contemplarlo; no es que fuera tan potente como antes de la explosión, sino que parecía una unión de Cosmos controlados, una pira de fuego tan ardiente como un volcán que se arremolinaba alrededor de un objeto, Julian Solo en este caso.

No era el Cosmos de un humano, sino que sugería ser la esencia de los océanos, tenía el aroma de la brisa marina y el descontrol del oleaje tras un gran terremoto; era la fuerza de la naturaleza concentrada en un solo hombre. Era como estar frente al mar bajo el sol, y nada más.

—Es como si su poder se extendiera cien veces, pero sin pertenecer a nadie —dijo Seiya, guardando el arco y tratando de encender su Cosmos, aunque solo brotaban algunas ascuas—. ¿Acaso el espíritu de Poseidón está entrando otra vez en ese cuerpo, poco a poco?

—S-Seiya… —trató de avisarle, pero su voz fue poco más que un murmullo. En el piso sintió un temblor y supo que Poseidón iba a disparar.

 

No fue mucha energía, fue más bien como el resquicio de alguna explosión breve en su Cosmos, pero se materializó como una bola de fuego azul que voló hacia Seiya. El problema es que ese tipo no debía sufrir daños, su objetivo era uno muy diferente, así que Hyoga descargó su aire frío y se impulsó hacia la trayectoria, recibiendo el ataque en lugar de su compañero, usando todo el hielo posible para escudarse. Tal como supuso, la bola de energía quebró y atravesó el muro, y cuando lo golpeó no fue tan duro como para asesinarlo, pero sí lo suficiente como para hacerle retroceder y tambalearse.

—¡Hyoga! ¿Qué haces?

Se palpó el estómago y descubrió que con solo ese rumor de Cosmos fue capaz de abrirle las heridas de su batalla con Isaak. Su camisa antes azul era de tono bermellón, y su ojo izquierdo volvió a sangrar solo por la presión.

—¿P-pero qué estás esperando? T-tal como te d-dijimos antes, s-seremos tus escudos hasta que… hagas lo que ti-tienes que hacer…

—Hyoga, ¿por qué estás…?

—Solo vete, imbécil. Vete al Sustento Principal y destrúyelo con las armas de Libra. —Una de sus rodillas se estampó contra el piso, pero la levantó con ayuda de una pequeña estatua congelada—. Luego libera a Athena; si está viva, es la única que puede enfrentar a ese sujeto.

 

El enemigo seguía soltando llamas azules como un sol, recibiendo los vientos celestes que salían de la columna. No sabía por qué, pero era como si el poder de Poseidón estuviera contenido dentro de esa cosa, y saliera poco a poco para meterse en el cuerpo de Julian Solo.

—Hyoga, no voy a dejarte aquí. —Seiya se acercó a él, pero lo apartó de un manotazo que al golpear en su peto dorado casi le rompe los dedos.

—¿Cuál es nuestro deber, Seiya? —preguntó, aunque no esperó la respuesta de su compañero—. Tú lo sabes y yo también, así que abre esas alas y tírate sobre esa cosa si es necesario para sacar a Saori de allí. M-m-mira, ya viene una… nueva ola, a-así que date prisa.

—¿Te quieres suicidar?

—Muh… N-no es importante, después de todo… s-seguiré siendo tu escudo ante los ataques de ese… esa cosa… Incluso después de muerto, ¡a-así que corre y cumple con tu deber de Santo!

El deber. Eso es lo que Camus le había enseñado, incluso a través de las artimañas de Lymnades; había sido una enseñanza el perder el norte así. Nunca debía dudar, solo tenía que pensar en hacer lo correcto, cumplir con las leyes de la justicia. Isaak también le había inculcado eso en su niñez.

Seiya al fin lo entendió, y se dio vuelta luego de maldecir, antes de avanzar lentamente hacia el Sustento Principal como si siguiera dudando, pero supiera que había cosas que se anteponían a la amistad o la lealtad.

El mundo, por ejemplo.

 

Otra llamarada, esta vez más intensa y caliente, saltó desde el cuerpo inmóvil de Poseidón. ¿Estaba atacándolo a él, o a Seiya? No importaba, en realidad, pero indicaría si el dios estaba realmente consciente o no.

El problema es que no podría comprobarlo. Esas ascuas tenían la fuerza de todo el mar concentradas, lo inmovilizaban como un enorme lobo ante un ciervo temeroso e indefenso. Ese Cosmos abarcaba y replicaba toda la fuerza del planeta, era imposible de enfrentar o detener, y eso que solo era una porción que salió de su cuerpo, un ínfimo resquicio que lo atacó como el vapor de una olla de presión, o la expulsión de agua de una ballena.

Y eso de servir de escudo incluso después de muerto… ahora mismo lo iba a comprobar. Esa segunda ola lo mataría, sin duda alguna. Sin armadura, sin ganas ni fuerzas para mover los brazos o esquivarla, eso acabaría con él, tal vez no dejaría ni polvo. Si era sincero no quería morir, pero tampoco sería un pez contra la corriente, no podía enfrentar el destino ya escrito para él.

«Quizás solo un último intento más», pensó, con una sonrisa en la cara. Con el poder de su mente creó una capa de hielo a su alrededor, al mismo tiempo que las llamas lo consumían. Eran llamas muy extrañas, doradas y pesadas, danzaban a su alrededor bajo la capa de hielo que parecía haber creado demasiado tarde.

Pero por alguna razón, cuando sus reflejos lo llevaron a levantar los brazos para protegerse cuando tuvo la bola de fuego a un centímetro, descubrió que era imposible que hubiera disparado dos veces. Además, ni siquiera debió mover esos brazos cansados, ni siquiera por obra de sus reflejos. Y por supuesto las primeras no fueron azules, sino doradas.

Así que, ¿qué fue la primera llamarada tan cálida? Había tal intensidad de luz a su alrededor que tardó en contemplar su cuerpo, pero sí supo que su mentón chocó con algo metálico al inclinar la cabeza.

Hyoga… —dijo una brisa de viento, muy fría pero reconfortante, como el abrazar a su madre mientras se le congelaban los huesos. No tenía nada que ver con la que salía del Sustento Principal.

—¡Hyoga! —Esa fue la voz de Seiya. ¿Por qué demonios la estaba oyendo si debía estar muerto?

La luz se difuminó y pudo contemplar el cuerpo todavía paralizado del rey del mar, que por alguna razón no cumplió su objetivo. Volvió a mirarse, y se topó con una resplandeciente armadura dorada con algunos detalles aguamarina, como unos símbolos parecidos a olas en la parte alta del peto reluciente. También contaba con hombreras, brazales y todo lo demás, incluyendo un casco en su cabeza. Había visto esa armadura por primera vez en el Templo de la Balanza, usada por aquel que lo congeló para enseñarle una lección. No sabía si era oricalco congelado como el de Cygnus, pero Aquarius también lo cobijaba con una capa de relajante hielo.

—C-Camus… —susurró, decidido a no llorar esta vez, sino a aprovechar la oportunidad que su maestro le había brindado lo más pronto posible.

Por eso mismo detuvo la carrera de regreso de Seiya con un gesto de su mano, que podía mover con mucha más facilidad que antes.

—Ni te atrevas a volver, Pegaso.

—Hyoga, ¿esa es la…?

—No solo Aiolos ha venido a ayudarnos, sino también mi maestro. —Abrió los brazos y pudo encender su Cosmos otra vez, como antes de recibir la ira del Emperador—. Seguiré siendo tu escudo mientras rompes el pilar, pero seré uno tan duro como los glaciares eternos de Siberia; ni Poseidón me doblegará tan fácilmente. Yo cubro esta posición mientras cumples con tu deber.

—E-está bien, Hyoga… Confiaré en ti.

 

Mientras Seiya se volteaba otra vez, una nueva flama, todavía más intensa, se liberó del cuerpo de Poseidón y voló con una ruta imprecisa. En ese momento, Hyoga supo lo que tenía que hacer.

El Cero Absoluto era capaz de congelar toda la materia, sin importar qué fuera. No era nada fácil alcanzarlo, pero por alguna razón confiaba ciegamente en que en ese instante, impulsado por el aura de su instructor, lo poseía, al igual que el dominio del máximo poder de los seres humanos. Por eso levantó los brazos sobre su cabeza e hizo congelar los átomos a su alrededor hasta que se reunieron en sus manos; todos los vientos del norte soplaron a su favor. Como ocurría normalmente, tomó consciencia de la cantidad y calidad de sus fuerzas, del mundo a su alrededor y de la inmensidad del universo. Eso era el Séptimo Sentido.

—¡Vuela, Cosmos! Antes de que Poseidón despierte realmente debes volar al más alto de los cielos. —Cayó granizo ante sus ojos, su nariz se congeló y pudo ver los cristales congelados subiendo hasta sus manos. La temperatura descendió al mínimo, el aire se congeló hasta que sus dedos entrelazados se pegaron, y el cisne siberiano se preparó para alzar el vuelo—. Camus de Acuario… ¡Armadura de Oro de Aquarius! Solo una vez antes que Seiya cumpla su misión, ¡denme sus fuerzas!

Bajó los brazos con todas sus fuerzas, y sufrió el retroceso de una Ejecución de la Aurora tal vez más potente que la que utilizó, al borde de la muerte, en el Templo del Ánfora. Esta vez no era solo su determinación, sino que también la voluntad inquebrantable de Camus lo asistía, siempre en pos de la justicia.

Ambos golpes chocaron a medio camino, y para su sorpresa, se quedaron ahí. La llama azul de Poseidón se transformó en una esfera deforme de hielo que quedó flotando a unos metros de él. Pero de inmediato, Hyoga supo que todavía era el comienzo de esa batalla, y la bola de energía avanzó poco a poco, rompiendo el hielo de su cubierta, liberando chispas sobre los cuerpos de Shun y Shaina.

Claro, Hyoga nunca detuvo la corriente de aire frío; la mantuvo disparando, congelando la bola de luz tantas veces como fuera necesario, y parecía liberarse una milésima de segundo antes de que una nueva oleada de hielo la alcanzara. Con apoyo en los pronósticos, lamentablemente, seguía avanzando.

«Ya entiendo. Ni siquiera con el poder de Camus podré contener esa cosa por siempre», comprendió. En algún momento se acercaría tanto que no podría disparar la Ejecución lo suficientemente rápido como para detenerla. Y Poseidón seguía liberando relámpagos azules, uno pronto lo alcanzaría o empujaría la esfera tanto que lo destruiría con todo y armadura de Oro.

Kiki todavía no llegaba, así que debía darle más tiempo a Seiya, cuya aura se alejaba interrumpidamente como si se detuviera cada dos segundos para ver a Hyoga y comprobar que no debía ayudarlo. Pero debía saber que no tenía que ayudarlo, su misión era otra.

Descubrió que sus pies estaban enterrados en el piso congelado, y que tal vez jamás podría separar sus manos. La unión de ataques lo estaba superando; en uno o dos segundos lo aplastaría, y no solo la fuerza de Poseidón, sino también su propio aire congelado, el que probablemente podría atravesar la defensa dorada.

—¡¡Hyoga!! —gritó otra vez Seiya. ¿Acaso se había rendido de esperar? Al cabo de llegar al punto desde donde debía atacar el Sustento Principal, se devolvió inmediatamente—. ¡Esa cosa va a estallar, resiste!

—¡Vete de aquí o serás congelado hasta la muerte!

—¡No abandonaré a un compañero!

—¡¡¡Que te largues, terco!!!

La llama congelada se acercó a medio metro de distancia de sus nudillos, así que disparó diez veces más su aire frío a la velocidad de la luz, pero no lo lograría a tiempo; en algún momento sería sobrepasado.

 

Cuando la ira del dios destruyó completamente el hielo a su alrededor, una coraza resplandeciente, redonda y giratoria, sirvió de pantalla para sus poderes. Pudo ver el fuego azul de Poseidón pasar por sobre sus cabezas, desviado por el escudo dorado, justo después que Seiya llegara a su lado. El mar por encima se arremolinó y liberó centellas blancas, luminosas y temibles, pero ninguna lo alcanzó.

—¿Quién…?

—¡Shiryu! —exclamó Seiya.

Delante de ellos, de rodillas, Shiryu sujetaba el escudo de la armadura de Libra que servía como uno de los platillos. Sabía de su potencia destructiva, pero ahora demostraba que defensivamente no era poca cosa. Había detenido la unión de sus poderes.

En ese momento, una balanza resplandeciente descendió, se separó en piezas (más que cualquier otro Manto), y cubrió a Shiryu de pies a cabeza. En cierta forma parecía la armadura de un samurái. Las hombreras, desiguales y segmentadas, se unían al peto con sellos orientales; la de la izquierda era recta y la de la derecha oblicua, cubría su antebrazo y sostenía el otro escudo en la espalda.

Las barras triples iban insertas en su espalda, y las dobles en el faldón, que también guardaba los tridentes, transformados en las uñas. Las espadas, reducidas, estaban pegadas a las pantorrillas, mientras los tonfas se unían a los antebrazos. El casco tenía la apariencia de un tigre salvaje y rugiente.

—Ah… M-menos mal… —dijo Kiki, a una distancia prudente de ellos, con la Caja todavía colgada a la espalda. Parecía a punto de desmayarse del cansancio—. Llegué a tiempo… E-entonces cumplí mi misión…

—¡Kiki! —gritó Shiryu, que pudo ponerse de pie con toda facilidad, llevado por el Cosmos de Dohko al interior de la armadura.

—P-parece que hasta… y-yo serví… para algo… ja, ja… —Dicho esto, tras un arduo trabajo que debió hacer para probar que era un digno aprendiz de Santo, Kiki se derrumbó bajo su propio peso y el de la Caja, llenándolos de orgullo.

—Bien hecho, Kiki —aprobó Seiya, que clavó sus ojos sobre Poseidón, igual que ellos. Brotaron algunas chispas y rayos más del dios, mas no parecían destinadas a atacarlos. Quizás estaba esperando. Quizás solo tenían suerte. Quizás ambas.

—Gracias, viejo maestro. Haré buen uso del Manto que me legó. —Shiryu esta vez se dirigió a ellos; su voz seguía agotada, pero no tanto como para sugerir que se había rendido—. Habrán notado que por más flechas o Cero Absoluto que usen, individualmente es imposible batirlo, y si vamos contra el Sustento Principal con estas armas, Shun, Shaina y Kiki serán vencidos.

—Sí, por más energías que pongamos en defensa o ataque, ese tipo siempre resulta superior —admitió Seiya, al fin.

—Lo único que podemos hacer es actuar conjuntamente, derribarlo de una sola vez y aprovechar el tiempo que esté en el suelo para liberar a Saori, hasta que se levante otra vez con todo su poder.

Un estallido los hizo tambalear, y Hyoga notó que una de las hombreras de Aquarius se quebró solo con la onda expansiva que salió de Poseidón. El viento soplaba todavía más fuerte, lo que indicaba que pronto aparecería el verdadero dios de los mares.

Verdaderos tsunamis de Cosmos los atacaron, pasando por encima y por sus lados, desviados por las energías de las armaduras de Oro, pero las roturas indicaban que no resistían lo suficiente, y que se haría peor. Hyoga se sentía cada vez más pequeño, y la saliva se aglutinó en su garganta antes dañada por Isaak. Sentía que perdía fuerzas, estaba más débil e incómodo; se le acababa el aire mientras encendía su aura, y de pronto su piel parecía derretirse como si fuera solo de agua. Hasta se le separaron los dedos solo por ello.

—Probablemente esta sea nuestra última oportunidad de derribarlo.

—Usaremos todo lo que nos queda, excepto las fuerzas para mantenernos en pie. Será el todo o nada.

—¡Vamos, a la vez!

 

Al tiempo que los tres Mantos de Oro comenzaban a crujir y desarmarse, sus Cosmos ardieron más que nunca en toda su vida, podían estar seguros de ello. Era un incendio de sus almas que no dolía, sino que los impulsaba a dejar todo lo que los constituía de lado; todo lo que los hacía Santos. Sus espíritus resonaban juntos, sus corazones eran flechas que apuntaban hacia un solo punto, replicando la Gran Explosión que dio origen a todo.

—¡Que arda tu fuego, caballo alado!

—¡Asciende hasta lo más alto, dragón celestial!

—¡Despliega tus alas, cisne!

En ese momento debieron morir, Hyoga incluso sintió su corazón pararse por una presión destructiva; lo único que los mantuvo de pie fue la determinación férrea de Camus, el corazón justiciero de Aiolos, y el espíritu sabio de Dohko. El agua nunca había sido tan dolorosa antes, los aplastaba y cada gota era un puñal en su piel, aunque Poseidón seguía sin moverse. Todavía no estaba realmente allí, y con eso ya era suficiente para atemorizarlos.

Pero el temor estaba bien, indicaba sabiduría ante la adversidad, lo que no significaba que se rindieran. La Ejecución de la Aurora, el Dragón Ascendente y el Cometa Pegaso eran prueba viva de ello, la marca de que estaban vivos frente a la esencia de un dios.

Poseidón hizo aparecer su tridente de la nada, tales gotas de agua que nacen del rocío, y tomaron forma del arma de una divinidad. Lo alzó con un movimiento mecánico del brazo, férreo pero interrumpido por espasmos. De sus tres gloriosos dientes salieron destellos celestes y blancos, más luminosos que soles, pero éstos desaparecieron una centésima de segundo después de surgir, como si cubrieran el tridente con una gran manta negra que apaga las llamas del candelabro.

Hyoga congeló sus extremidades, Shiryu lo golpeó en la quijada, y Seiya se ocupó del corazón con un golpe certero. Julian Solo cayó al piso dejando tras de sí una estela relampagueante.

Sin embargo, ninguno de los tres alcanzó a ver el golpe contra el suelo, solo lo oyeron, ya que apenas hicieron contacto, no lo pensaron dos veces y corrieron en la dirección opuesta. Ni siquiera se miraron entre sí, sabían exactamente lo que estaba pasando. El aire estaba tan pesado que los hacía sudar litros dar algunos pasos. Su cansancio era mil veces más intenso de lo normal, sus piernas pesaban un par de toneladas, y oyeron el rugir de las olas en el fondo submarino tan fuerte que serían aplastados en cualquier momento. La caída de Poseidón no fue nada, solo les compró algo de tiempo, pero estaban contra el reloj. Durante el avance de la pierna derecha y el retroceso de la izquierda podían tener un segundo más para alejarse del cuerpo de Julian Solo, o bien podían recibir la ira del dios despierto completamente. Ambas opciones eran igualmente probables.

En el Sustento Principal no había puertas visibles, aunque Athena debió entrar de alguna manera. Probablemente Poseidón la ocultó, pero no perderían más tiempo buscando esa entrada a sabiendas de que sería imposible entrar por allí. Destruir el titán de piedra era la única opción, y Shiryu estaba al tanto de ello. Por eso extendió la cadena del escudo en su brazo en plena carrera y lo arrojó sin detenerse, con un grito fiero.

Cuando la coraza giratoria hizo contacto con la superficie de la columna, un crujido sonoro produjo un eco que estremeció sus espaldas, y Shiryu fue arrojado con violencia al piso por la onda retroactiva del escudo. Éste, junto con la cadena, se hizo pedazos en medio de una gran explosión que le quebró las falanges, y habría sido toda la mano de no ser por sus reflejos que soltaron los eslabones a tiempo.

—¡Shiryu! —gritaron Hyoga y Seiya, pero no perdieron tiempo en confirmar el estado de su compañero que yacía retorciéndose, gimiendo dolorosamente con la mano sujeta.

El Sustento Principal no tenía el menor rasguño, ni siquiera un lógico raspón por la fuerza centrípeta, como si hubiese rechazado todo acto de alevosía o tuviera un campo de fuerza a su alrededor. Tomaron rápidamente cada uno un arma. Hyoga ya había meditado que, aunque con un arma habían destruido los Pilares, el Sustento Principal sería más difícil, aunque nunca esperó que no tuviera ni siquiera una mancha tras el golpe. Era como si se negara  a sufrir daño, una fuerza sobrenatural que lo protegía de toda intención violenta.

La presión se hacía cada vez más molesta, sentía fuertes retorcijones en el estómago y de cuando en cuando perdía de vista el objetivo… Pronto descubrió que había olvidado completamente cuál era la izquierda y cuál la derecha. La barra doble de Seiya y el tonfa que él sostenía tendrían que hacer el trabajo pronto, pues aunque no se voltearan a mirar, sabían que Poseidón se alzaba. ¡Esta vez el verdadero!

Saltaron sobre el Pilar y con sus botas se posaron en su superficie, pero al golpearla con las armas, el brazal de Aquarius, junto con el tonfa y los huesos de su brazo se hicieron añicos al primer choque. Lo mismo ocurrió con Seiya, aunque Sagittarius resistió mejor tal vez por obra del arma. Hyoga entendió que no había ningún campo de fuerza, pero que apenas los átomos de las armas de Libra hacían el más pequeño de los contactos con alguna molécula del Sustento Principal, ésta la repelía y devolvía el ataque con el doble de potencia. Se trataba de una dureza y resistencia anormal, mayor a la de cualquier diamante o Manto de Oro, pues no concebía ni siquiera la posibilidad del roce. La explosión se producía en el instante después del retroceso, cuando la energía cinética de las armas se convertía en potencial bruscamente, y sus cuerpos no eran capaces de soportar el cambio.

 

Shiryu los detuvo con sus fuertes brazos, y sin mediar palabras sacó otras tres armas de los distintos compartimientos de su armadura: una espada de su pie para Hyoga, una barra triple de su espalda para Seiya, y un tridente para él. No tenían motivo para hablar, eso solo sería tiempo desperdiciado en palabras huecas que los alejaba de su misión, y hasta Seiya comprendía eso. Todos podían sentir lo que sucedía unos metros atrás… Oyeron un paso y un golpeteo. El pie de Poseidón y la base de su tridente contra el suelo.

No podían mirar atrás, era como si la tierra se derrumbara progresivamente y ya hubiera un gran abismo tras los tacos de sus botas. Con una o dos armas habían conseguido exactamente el mismo resultado: cero. Si lo pensaba fríamente, con tres probablemente sería igual, pero ninguno caviló la posibilidad, pues jamás habían estado tan desesperados en toda su vida. Sabían que solo tenían dos opciones: morir en un par de segundos, o sacar a Saori, la única con mínima posibilidad de enfrentar al dios que se ponía lentamente de pie.

El suelo desapareció bajo sus pies aunque lo seguía viendo cuando bajaba la cabeza para tomar aire, en esos breves segundos de nerviosismo extremo; y el mar sobre su cabeza bien podía estar en su interior… No había norte ni sur, este ni oeste, solo presión ilimitada que le escocía los oídos y remecía su cabeza. Flotaba y se movía tan lento como si estuviera dentro de una furiosa y gran ola en medio de una tormenta… y tenía frío. Muchísimo frío. Ni el recuerdo de un abrazo de su madre era capaz de solventar ese grado tan bajo, no tenía razón de ser, era una congelación inclemente, imposible de resolver, más allá de toda lógica física. Era una temperatura menor a la del Cero Absoluto que congelaba toda la materia. Era la temperatura del miedo.

La esperanza se disolvió cuando el Mar bramó con crueldad. Las tres armas de Libra se despedazaron aunque golpearon a la vez el mismo punto, y con igual sincronía Hyoga, Seiya y Shiryu cayeron sobre sus posaderas, sin fuerzas físicas. Se les hizo difícil respirar desde ese momento, las partículas de aire eran reemplazadas por moléculas de agua hirviendo que convivían perfectamente con el aura frío que rodeaba toda la atmósfera. Hyoga no quería voltearse, sabía que eso lo desanimaría, pero oía perfectamente los pasos de Poseidón, lentos y orgullosos, acercándose, aunque el ruido de las olas en su cabeza y los relámpagos que atravesaban el cielo debieron ocultarlos.

Se tomaron la cabeza y se retorcieron en el suelo cuando percibieron su interior derretirse. Ni siquiera les salió la voz cuando gritaron, al ser aplastados por un dedo invisible, enorme, que descendió desde la superficie. Miró de reojo con su perfil bueno por solo un milisegundo, y Hyoga descubrió que el dedo no era más que un tridente en llamas azules que sostenía un hombre con mil sombras, todas danzando a la vez en un sinfín de olas que se alzaban a su espalda. Tampoco podían permanecer con los ojos abiertos mucho rato, pues era como si hubieran olvidado completamente como ver bajo el agua, y les ardía en las corneas.

Con ayuda de las armas, lograron tomar un impulso y arrastrarse lejos de la mano hecha agua que trataba de aplastarlos, y se acercaron hasta que sus espaldas hicieron contacto, sentados los tres.

—¡porqueria! —rompió el silencio Seiya, por primera vez, golpeando el piso con una debilidad tan extrema que ni siquiera le sacó astillas, igual que las armas con el Sustento Principal—. Esto no sirve…

—Desde el principio no tuvimos posibilidad con el Sustento Principal —dijo Shiryu, de cuya boca caía sangre a borbotones.

—Tal vez debimos aceptar la realidad —meditó Hyoga, justo antes de sentir que una marea le retorcía las piernas. Le tocó posicionarse frente a Poseidón, pero contra todas sus enseñanzas, tuvo temor de mirarlo, así que permaneció con el ojo fijo en la espada rota cerca de su rodilla—. La victoria de Poseidón era absoluta, y lo despertamos para que eso se confirmara.

—¡No voy a rendirme! —exclamó Seiya, manoteando y pataleando, quitando algo invisible de su cuerpo como si evitara ahogarse—. No quiero morir así, no voy a morir así, diablos.

—Pero Seiya…

—¡Cállate, Shiryu! —Seiya se puso de pie, pero cayó rápidamente al piso de nuevo—. ¡Ah, con un demonio! No… No voy a rendirme jamás, no cuando todavía hay tanto que hacer…

—No podemos hacer nada… En unos segundos seremos aplastados.

—¡Le prometí al espíritu de Seika que protegería este mundo! Yo cumplo mis promesas, así que voy a sacar a Saori de ahí y juntos venceremos a… ¡¡¡AH!!!

Seiya se llevó las manos a la boca, y por entre sus dedos se escurrió una abundante cantidad de sangre que manchó su peto y perneras. Sus ojos casi se salieron de sus órbitas, pero había tal determinación en ellos que Hyoga supo que hasta sin cabeza ese chico se pondría de pie.

Así, con la armadura de Oro trisándose, Pegaso alzó el vuelo nuevamente, con el cabello empapado sobre su cara por el sudor. Su deseo era tal vez proteger a la Tierra y sus habitantes, pero por encima de ello, aunque no lo aceptara, Seiya deseaba cumplir sus deseos, quería superarse y seguir viviendo para reír y llorar. Quería sobrevivir más que nada, y convivir con otras personas; quería sentir y vivir al máximo todas sus emociones; quería ver a Athena nuevamente y saber que la había rescatado, y a tantas otras personas… Quería saber que era útil, un hombre en quien se podía confiar. Hyoga lo había descubierto muchos meses atrás, pero ahora ya confirmaba que Seiya de Pegaso era tal vez un egoísta, pero en cuya humanidad resaltaba el estar bien y superar los límites del cansancio para que lo que amaba, el resto de las personas de corazón puro, estuvieran a salvo también. Sobrevivir era sinónimo de cuidar a los otros, y de reafirmar —a Saori, a su hermana, a Marin o a sus compañeros— que no iba a rendirse jamás, pasara lo que pasara, y que con la fe de confiar en las posibilidades más mínimas, creería en los milagros. Él no quería ser un mediocre que no cumple lo que promete o es vencido en la adversidad, no creía en la derrota. Seiya confiaba ciegamente en que una victoria era segura siempre que existiera la posibilidad, y para él, lo imposible no existía, la probabilidad nunca bajaba realmente a cero. Para nada realista, pero tal vez era lo que necesitaban.

—¿Qué estás haciendo, Seiya? —preguntó Shiryu, levantando la coraza que le restaba para detener las olas que los golpeaban. Con cada impacto uno de sus huesos se resquebrajaba ruidosamente, y el agua ilusoria los tenía sin aire hace ya varios minutos.

Seiya clavó los ojos en Poseidón, y los mantuvo así unos segundos en que la presión, en lugar de aumentar, se mantuvo en silencio, expectante. Hyoga y Shiryu aprovecharon la oportunidad para verlo también, y contemplar su grandeza.

 

Ya no tenía la flecha en la cabeza y su cabello se alzaba tanto como la llama de su Cosmos. Parecía abarcar todo el universo, estaba más allá de lo que podían ver o sentir, pues simplemente lo cubría todo. Era la suma de todos los ríos, lagos, océanos, glaciares, estanques y vapores de todo el mundo, y por eso, aunque veían a un hombre con armadura anaranjada con zafiros, lo que traducían en su cabeza era la imagen del planeta donde habían nacido y crecido, de un bello tono azul en sus tres cuartas partes de superficie, acercándose delante de un telón negro estrellado. Al principio solo podían ver una bolita celeste, pero al cabo de unos segundos que en su mente fueron horas, esa bolita se convirtió en una masa que eran capaces de ver en todo su esplendor como si fueran gigantes del mismo porte de la Tierra, pero al mismo tiempo eran pequeños insectos aplastados por billones de toneladas de mar y misterios submarinos. Seguían viendo a un hombre, aunque a la vista ya no le daban importancia… Al menos no a lo de delante.

Detrás de ellos seguía estando el Pilar, y en ellos puso Seiya sus ojos tras un par de segundos de desafío silencioso con el dios de los mares.

—Arrójenme ahí.

—¿¡Qué!?

—Arrójenme ahí —repitió Seiya, abriendo las alas mientras su armadura se tornaba roja por darle la espalda a una divinidad—. ¡Rápido, chicos!

—¿Estás loco? Eso sería un suicidio.

—Si las armas de mi maestro no pudieron hacerle un rasguño, ¿qué te hace pensar que tú…?

—¡Porque soy humano! —respondió Seiya, y se ubicó entre medio de los dos con ojos llenos de pasión y determinación. Esta vez les habló a sus corazones, un medio más rápido, pero también más compatible con sus emociones—. ¿Ya olvidaron el concepto del Cosmos?

—¿Seiya?

Un temblor los sacudió e hizo tambalear, y al mismo tiempo que el piso desaparecía para ser reemplazado por un vacío sin estrellas, estremecedor y tan rugiente como la más grande ola, una lluvia les cayó sobre las cabezas; cada gota era como un golpeteo del tridente, y supieron que el planeta ya estaba sobre ellos, aplanándolos poco a poco, dolorosamente.

Puede que las armas de Libra no lo entiendan tan bien como nosotros los humanos, pero todos en este mundo estamos hechos de átomos. Todo lo que vive en este universo es obra de la explosión que lo creó, y lo mismo ocurre con los objetos como ese pilar… También las grandes estrellas, sin importar qué tan imponentes se vean sobre nosotros, todo es un montón de átomos conectados. Al final, todo es destruible a nivel molecular, siempre que entendamos bien la teoría de ello… Voy a destruir esa cosa y voy a sobrevivir porque el Sustento Principal no es distinto a mí, y tampoco es resistente. Es un grano de arena más en el universo, y si mi Cosmos logra arder hasta ser como dos granos de esa arena, entonces esa columna será papilla...

—Pero Seiya, eso no… —«No tiene razón de ser, solo son palabras bonitas», pensó Hyoga. Pero por alguna razón creyó en cada una de ellas, motivo de que no terminara la oración.

Creo en ello. Por eso lo logaré, Hyoga. No tengo otra razón, ni siquiera tengo respaldo para ello, pero aunque mi cuerpo estalle lo seguiré intentando, porque esa cosa se puede destruir, y yo puedo hacerlo. Arrójenme con todas sus fuerzas, porque con toda certeza voy a destruir el Sustento Principal, y saldré vivo incluso si muero.

—Seiya, eres un idiota —dijo Shiryu con una sonrisa, y se puso de pie para encender su Cosmos esmeralda. Hyoga le imitó mientras eran golpeados por olas que ya habían acabado con sus músculos y huesos, pero no su determinación. Tal vez esas palabras bonitas habían tenido un efecto inesperado e irracional, quizás no todo se regía por el orden de la lógica.

 

—H-humanos… —balbuceó una voz que solo tuvo sentido en sus cabezas, pues se oyó solo como el golpeteo de una ola contra una roca. Fue tan imperioso que no pudieron evitar mirar atrás, y se encontraron con la imagen aterradora del mundo azul eliminando su sentido de orientación, de equilibrio, de sensaciones y de humanidad. Dios estaba en la Tierra con un tridente en la mano, que era a la vez como un arma de metal de casi dos metros, y una estrella resplandeciente de zafiros, del mismo tamaño del planeta, concibiéndose en un espacio de su mente como algo irracional que los devoraba.

De los tres grandiosos filos salió una oleada que hizo desaparecer todos los edificios, esta vez de verdad, justo hasta antes de llegar a Shun, Shaina y Kiki. Era todo el océano, todo lo que habían visto en esas horas imposibles, resumido en un solo punto de ira descontrolada. Algunos cuerpos de agua, como los del templo, se levantaron de nuevo para protegerlos, quizás la voluntad del mundo, pero nada fue capaz de bloquearlo.

Sin embargo una pequeñísima estrella fugaz, un bólido rojo que salió del fondo del telón negro, se estrelló en un rincón del planeta azul, y tras abrir sus alas de fuego logró apagar una de sus sombras.

—¡IKKI! —El Santo de Fénix tenía a Julian Solo sujeto por las axilas, pero ambos brazos dejaron de parecer en su lugar, colgando de sus hombros, al hacer contacto con el dios. Su rostro era la mueca de dolor más horrorosa que Hyoga hubiera visto en su vida.

—¡La única forma de acabar con este tipo es encerrándolo en el ánfora que tiene Athena! —El rostro de Poseidón no indicaba nada, era un ente inmisericorde de ojos celestes, pero sin pupila, solo un azul eterno como el océano que tras una vuelta completa se encontraba con su propio límite—. ¡Aprovechen estos segundos y sáquelos a ambos para acabar con todo esto!

—P-pero…

—Pero nada, Seiya, ¡haz tu maldito trabajo!

 

Hyoga y Shiryu no quisieron escuchar más. Como antes, todo se reducía a la más mínima posibilidad, que cada vez se hacía más pequeña, pero que a pesar de todo seguía existiendo. El Pilar era indestructible hasta que todos los Pilares del océano caían, y aun así era virtualmente imposible de derribar. Poseidón, uno de los dioses olímpicos, estaba justo sobre ellos, con un poder que abarcaba todo lo que conocían. Las armas de Libra no le hicieron el menor raspón, pero Seiya se creía capaz de atravesar el Sustento Principal solo porque sí, porque tenía fe que nada era imposible… Y la única capaz de encerrar, y ni siquiera vencer, al dios, era una diosa cuyo último suspiro, todos pudieron escuchar una hora antes con una explosión de Cosmos que los salvó. Y eso con ayuda del ánfora que desapareció en Sinigrado y que por alguna razón tal vez estaba allí… La probabilidad era en sí incalculable, tenía una pila interminable de ceros tras la coma, pero…

Hyoga sabía que en alguna parte, en un punto tan lejano como la superficie de esa esfera azul que ahora hacía volar a Ikki en pedazos y destruía sus Mantos de Oro como si no fueran más que papel… había algún número uno. Una cifra ínfima de esperanza a la que abrazarse.

—¡Vamos, Seiya!

—¡Vuela, Pegaso!

Ikki lo sabía mientras era arrojado por el aire y atrapado por la cadena de Andrómeda antes de que se estampara de cabeza contra el piso, hecho ya polvo de humano. Shun también sabía de esa posibilidad mientras protegía a su hermano con unas fuerzas que no supo de donde salieron, pero su Cosmos, hecho un misterioso vapor rosa que abarcó todo el corredor, se evaporó en un gas azul, y también fue aplastado por una enorme mano hecha oleaje.

Las armaduras de Libra y Acuario también sufrieron explosiones sucesivas en varias zonas hasta que solo quedaron cuajos de ellas, pero ya sus dueños habían utilizado el Tornado Frío y el Dragón Ascendente para arrojar a Seiya hacia el malnacido objetivo, convertido en un cohete. Las alas de Sagittarius también se deshicieron en un festival de plumas doradas que se mezclaron con los rayos albos y la lluvia cuyas gotas se mecían a todos lados y caían desde todas direcciones. El mar era un caos sin sentido, y Hyoga pudo ver que cerca de una columna cercana estaba lloviendo hacia arriba. Él y Shiryu también sabían que la esperanza solo se sostenía de un mísero uno al final de una hilera de miles de ceros representados por dedos enormes de ríos, gotas del tamaño de planetas y un tridente que ejercía un dominio absoluto sobre el universo…

 

Pero para Seiya las matemáticas no funcionaban así. Él seguía volando, no como un cohete, sino como una estrella fugaz. Para él no había un uno tras ceros casi infinitos, sino que miles de nueves en alegre fila tras otros dos, unidos como él y Saori Kido, invencibles en cuanto a determinación y osadía.

No tenía lógica, pero él lo creía así, y era un pensamiento tan firme que por eso seguía volando, porque para él tenía todo el sentido del mundo que el ataque de un dios no surtiera efecto y que sus alas fueran capaces de protegerlo convertidas en plumas desamparadas. Los dioses debieron inventar la lógica, pero los humanos habían superado sus límites, y Seiya era la viva prueba de ello. O tal vez fue una diosa la que intervino para que el corcel dorado se convenciera de ello.


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Publicado 12 marzo 2016 - 17:36

A MAGO le va a poner palote este capítulo...

 

 

Insisto... ¿dónde están las mujerzuelas?






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