Música de fondo relacionada con el tema(?)
-Entra Placebo a escena, con una caja de cartón. Con un cutter la abre, y saca una camiseta- ¡Lleve sus camisetas de la Update!; ¡Baratas, hipoalergénicas, y con olorcito a limón! -Ve que el público no está de muy buen humor, y decide dejar la venta para otro momento-
Pues bueno, esto es vergonzoso. No tenemos excusa, salvo por los exámenes. Lamentamos mucho el retraso de la actualización, como el contestar tarde los mensajes. Por favor, nunca dejen de apoyar este pequeño y rústico proyecto nuestro, que les entregamos con mucho amor y tallarines salteados <3
Muchas gracias a Girl, Nemesis, Raissa y Pentragram por todos sus comentarios, ya que son ustedes quienes nos impulsan a seguir :wub: :wub: :wub:
Debido a nuestra larga ausencia, ¡hoy les traemos un capítulo doble!. Preparen sus ojitos, que esto se viene intenso(??). Hoy un querido personaje hace cameo en el capítulo, veamos si logran adivinar quién es. :ph34r:
Esperamos sus patinetas rotas, sus casettes arruinados, sus videos de vhs, sus críticas autoconstructivas(?), sus perritos mensajeros, sus canciones de los 70's, sus miradas feas y sus gesticulaciones incoherentes con cierta coherencia(??)
Parte 4/5
Saga tomó un trozo del pan que su “maestro” le ofrecía, para calmar el rugido de su estómago, mientras miraba el tímido amanecer que surgía en aquel instante. Su hermano no lograba mantener los ojos abiertos, pero tenía la suficiente habilidad para comer y caminar, en un estado levemente adormilado. No es que su cuidador los tratase especialmente mal, al tomarse el tiempo de, usualmente, asegurarse de que se presentaran limpios al comedor comunitario (“comedor de los bebés” le llamaban los guardias, mientras que su hermano preferiría el cruel apodo “comedor de los huérfanos”, cosa que varias veces le ocasionaba problemas con los otros chicos), pero esta vez les había ordenado limpiarse hasta quedar relucientes, e incluso les había traído un desayuno especial. Kanon habría protestado, pero era más temprano de lo habitual, y su boca solo tenía espacio para pan de aceitunas y bostezos.
Curiosamente, Kanon había pensado huir con su hermano apenas saliera el sol, pues los guardias solían no aparecer en las salidas de rutina durante los martes, sino que se movían a la zona este por unos minutos en que parecían hasta invitarlos a escapar. Ni siquiera tuvo que despertar al “otro Saga” para convencerlo… ese chico carecía de voluntad cuando se trataba de protegerlo. Por supuesto lo amaba, no iba a negarlo (si bien no lo admitiría tampoco en voz alta), pero Saga… era como una marioneta. Mientras tuviese la opción de hacer las cosas bien, y contradictoriamente su otro yo tuviera la oportunidad de relucir con quemaduras con base en el vaho de luz que los rodeaba de vez en cuando, nadie los podría detener. No lo aceptaría nunca, pero Saga era levemente más hábil. Éste, por el contrario, consideraba que eran iguales en todo, solo que su hermanito no tenía la guía adecuada, y por ello, necesitaba cuidarlo.
Al final, no fue necesario tomar un riesgo. Nicole de Altar les dio una pequeña mano que no esperaban, un paseo mañanero tras detenerlos en la noche (en que ellos fingieron que iban al baño) e invitarlos con su mejor sonrisa.
Nicole avanzaba con pasos acelerados, que se asemejaban más a zancadas, por la forma en que casi parecía querer dejarlos atrás. Tal vez no, tal vez solo estaba emocionado, ya que su rostro mostraba determinación como nunca antes, casi brillando con la luz del sol que estaba apareciendo en aquel instante. Saga no esperaba nada de aquel paseo, salvo comer un poco más de pan y, tal vez, encontrar algo interesante que hacer. Cuando Nicole detuvo sus pasos, Saga notó la forma en que sus ojos se iluminaban con orgullo, posando su mirada en un terreno lleno de rocas, donde dos personas entrenaban con dedicación. El más maduro siguió su mirada y, entonces, lo vió por primera vez.
Su cabello era como el sol, cada fibra se movía con gracia al ser mecido por el escaso viento de la mañana. Sus manos tomaban con firmeza el arco, estirando la cuerda con elegancia, mientras que la flecha no quería ser soltada por su fuerte agarre. Un ojo se encontraba cerrado, el otro era de un azul verdoso. Su mirada mostraba la más increíble concentración, al igual que la tranquilidad lo envolvía como un aura. Saga sospechaba que podría ser el Cosmo lo que contemplaba, pero no se parecía tanto a ello, ya que no era poder lo que presenciaba, sino una luminosidad propia de la de una llama cuando se enciende, en medio de la oscuridad. Sus brazos y piernas eran más fornidos que los de los otros niños, sus pies no se movían apenas un ápice, su pecho bajaba y subía con lentitud, para inflarse completamente, dándole el aspecto de una estatua clásica. Era como ver una ilustración de los libros de historia, pero en la vida real.
Kanon observaba a su hermano, al terminar los últimos restos de pan.El gemelo adormilado terminaba de comer los restos de aceituna, aun cuando despreciaba el sabor de las aceitunas que se utilizaban en el comedor del Santuario, mientras que miraba a reacción de su hermano. No recordaba que Saga hubiera estado tan ensimismado con algo, al punto en que tenía la boca ligeramente abierta y no parecía querer pestañear, sus manos cerradas en forma de puño, expectante a la forma en que el chico frente a ellos lanzaba una simple flecha en dirección a un blanco de heno, fijo encima de un peñasco y pintado con varios círculos en el centro. Si lo miraba desde cualquier ángulo, para él solo era un renacuajo menor que ellos, jugando con un arco y creyéndose la octava maravilla del mundo, por lo que no comprendía cómo era que su hermano no quería respirar, hasta que él hubiera lanzado su dichosa flecha.
Ambos hermanos no podían creer lo que veían sus ojos, cuando la flecha dorada de aquel muchacho atravesaba el blanco y la piedra, como si de papel se tratase, en menos de lo que Saga soltaba un sonido de admiración y Kanon ponía los ojos en blanco con exasperación.
—In-increíble —dijo Saga, que todavía no cerraba la boca. Era un dicho sin importancia, pero a Kanon le hubiera encantado que una mosca la usara de nueva casa.
—¿Por qué? ¿Sabes cuántos arqueros hay en el Santuario, hermano? —Qué irritante que era. Hasta Saguita estaría desesperado por volver. ¿Acaso ese era el plan del anciano?
—¿Lo sabes tú?
—…
—Bueno, son doscientos cuarenta y uno, me lo dijo el secretario de la arquería —dijo el mismo Saga en su lugar, ante el silencio de Kanon—, y ninguno es como ese niño. Mira como se le tensan los brazos, y la postura de las piernas, y la concentración pasiva de ese ojo, parece que pudiera disparar sin ver, y eso que no es mayor que nosotros.
—Se llama Aiolos —les comunicó Nicole, fascinado por las mejoras en las habilidades de aquel joven de cabello dorado—, Aiolos, el de las flechas ligeras le dicen por estos lados. Y ese de ahí es su maestro Deion. Vayan a hablar con Aiolos mientras yo converso con él, ¿les parece?
Kanon notó algo extraño en la arrugada cara del anciano, algo que no le gustó para nada, algo llamado “insinuación”, y eso no le agradaba, él debía manejar la situación, no ese viejo. Para peor, Saguita no perdió tiempo en hacerse atrás, probablemente para reírse de él, y permitir que Saga avanzara a paso raudo al campo de tiro.
Aiolos se volteó y fijó su mirada en él. Fría, misteriosa, impávida, no parecía alguien a quien le gustara ser molestado, se notaba que era un chico dedicado que se concentraba al cien por ciento en lo que hacía. De seguro echaría a Saga y le quitaría esa cara de bobo con una sola palabra, no había duda.
—Ho-hola… me llamo Saga.
—¿Ah, sí? —dijo Aiolos, guardando la flecha que había sacado de vuelta en el carcaj, mientras su maestro estrechaba las manos con Nicole.
—Yo… yo c-creo que eres un arquero excepcional. ¿De dónde vienes? —Aiolos no respondió en dos segundos, y eso debió ser una la señal para que Saga siguiera haciendo el ridículo—, ¿eres nuevo? No creo que seas amateur, ¿llevas muchos años disparando? ¿Cuántos años tienes? ¿Cómo…? Eh…
—Pfff, está perdido. ¿Esa es tu manera de hacer amistades, hermano? —se burló Kanon en voz muy baja.
Aiolos carraspeó con seriedad solemne para ser un niño. Puso los ojos en los de Saga, frunció ligeramente el ceño… y luego se rió como un idiota. Kanon no podía creer ni entender qué diablos pasaba, esta vez fue su boca la que se quedó abierta, y unas cuantas aceitunas fueron a parar al piso.
—Ja, ja, ja, oh vaya, ja, ja.
—¿Di-dije algo malo? —se sorprendió el gemelo mayor. Sus mejillas se tornaron al rosa pálido, y bajó la mirada por un instante hasta que Aiolos le dio una ligera palmada en el brazo.
—No, no, para nada, lo siento, mi risa es… ja, ja, lo siento, algo exagerada. Tu nombre es interesante, como una “flecha”. Sagitta, ¿me entiendes? Ciertamente se parecen.
—Ah, por todos los malditos dioses —exclamó Kanon, a punto de atragantarse. Sus ojos se pusieron tan en blanco que casi ve su propio cerebro—. No otro más...
—Ah… sí. Bueno, Saga significa…
—¿Qué importa? Suena bien. ¡Saga! ¡Una flecha! Pues mi nombre es Aiolos, que viene de un dios griego que todo el mundo olvidó, así que solo me queda hacerme un nombre yo mismo.
Su sonrisa era algo tan radiante que los ojos de Saga brillaron. Era el chico más extraño, y a la vez, el más interesante que hubiera conocido… no habían sido muchos, claro.
—Aiolos suena bien también —dijo Saga, ganando confianza, tendiéndole la mano—. Un gusto. Me llamo Saga… lo que ya había dicho.
—Sí, ¿pero qué importa? —Y Aiolos volvió a golpearle el brazo con una sonrisa tonta, y Kanon volvió a quejarse, esta vez en voz alta. Se dirigió a su maestro para discutir lo ocurrido, pero este ya estaba lejos, dialogando animadamente con Deion, aunque le dirigía algunas miradas elocuentes de cuando en cuando.
—¿Qué planeas, anciano?
A la noche, Saga comió con ferocidad y durmió con tranquilidad, a diferencia de Kanon, que estaba inquieto. Quería escapar con toda su alma, pero ahora sería dificilísimo teniendo en cuenta que Saga y su nuevo amigo se habían pasado la tarde entrenando y charlando como si se conocieran de toda la vida. Nunca había visto a su hermano luchar así, con tanta precisión, como si estuviera coordinado con el arquero, cuyas habilidades eran perfectas, no dejaba una sola zona libre de protección. La sonrisa de Saga le causaba emociones mezcladas; por un lado, aunque detestaba pensar en ello, su hermano merecía ser feliz, pero, por otro lado, necesitaba a su hermano, y a su “otro hermano” para poder escapar de ahí. Si quería avanzar en su plan, tendría que hacer que el lado interesante de Saga saliera a la luz completamente, y para ello tendría que ocuparse de ese molesto chico perfecto. Y si tenía que pasar algunos años entrenando con ese viejo… bueno, quizás sería útil también. Hasta que lograra lo que su corazón más deseaba.
Aiolos y Saga entrenaron juntos por mucho tiempo, a veces en la mañana, otras en la tarde, e incluso ocultos por las estrellas de la noche, forjando un lazo que Kanon tenía problemas para romper. ¡Pero lo lograría, de seguro! Era cosa de tiempo... La principal dificultad era aquella perfecta sonrisa de Aiolos que su hermano admiraba. Lo dominaba, lo animaba a crecer, a luchar, a convertirse en un guerrero defensor de la justicia, de la paz y el amor que sería invencible. En tanto, ese maldito arquero mejoraba cada vez que Saga le decía que las flechas eran guías de luz para proteger a los inocentes. No... las flechas eran armas, mataban gente. Nada más que eso.
Sí tenía que lograr que Saga despertara de su sueño idiota, y volviera a ser dominado por él y no por Aiolos o el estúpido anciano, entonces para eso tendría que hacer algunos cambios. Romper el arco parecía lo mejor... solo necesitaba tiempo. Tiempo. Tiempo.
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2 de Septiembre de 1997.
—¡Capricornio, deprisa! Tengo una misión especial que asignarte.
Shura caminaba con la espalda completamente recta, tieso como un poste, serio como un juez, cuando tuve que llamarlo, para arrodillarse frente a mi. Miraba el piso, expectante a mis palabras. Por supuesto que ya sabía a que lo había llamado, pero necesitaba que le recordara que su trabajo no era sacar conclusiones precipitadas, sino que servir como mi arma personal, por el bien del Santuario y de la jerarquía que yo controlo.
—¿Su Santidad? —Lo miró extraño, ¿se habrá dado cuenta?, pensó. No… es demasiado obsesionado con cumplir con su deber, no lo notará.
—Sagitario intentó asesinar a la reencarnación de Athena hace solo unos minutos. Aphrodite no pudo con él, aunque DeathMask logró rescatar a la diosa antes de ser derrotado por ese hombre. ¡Debes buscar a ese traidor y darle el castigo que merece! No te atrevas a volver, hasta que tengas su sangre en tu Excálibur, ¿¡me entiendes!?
Capricornio, con solo diecisiete años, era un joven devoto a su causa, y voló desde donde estaba, asegurando con su mirada que no fallaría. Él nunca fallaba. Todo avanzaba de acuerdo al plan, aun cuando esos inútiles no hubieran podido detener al arquero. No importa, nada importa ahora, porque esta nación pronto estará comiendo desde la palma de mi mano, creyéndose todo lo que les diga, tragando mis sermones como si fuesen gotas de agua bendita Esa comadreja de Aiolos nunca logrará salirse con la suya, técnicamente puedo regocijarme de que pronto será hombre muerto, ¡no conseguirá escapar del Santuario!
“¿Hombre muerto?” ¿Desde cuando odias así a Aiolos de Sagitario? ¿Cuándo fue que comenzaste a dejar de verlo como tu mejor amigo, para considerarlo un simple peón en tus planes?. Cállate. No voy a dejar que arruines lo que estoy creando, todo por lo que voy a luchar...No, esto no es lo que quieres. No es lo que TÚ quieres en verdad. No puedo creer que hayas ordenado a Shura hacer algo así. ¿Y quién me detendrá?, ¿tú?. ¡Soy la persona más poderosa del Santuario!, ¡maté al perfectísimo Sion de Aries con mi propio puño, aún puedo oler su sangre! ¡Mi palabra es ley, es la ley de un nuevo orden, seré la voz de Athena en la tierra! Pe-pero… ¡¿qué acabas de hacer?!, ¿no ves que este no eres tú, y que tampoco soy yo? No es tarde para detener a Shura, para hacerlo regresar, aún podemos cambiar el giro de la historia y evitar esta catás…¡Ya no necesito de ti, no necesito de nadie, ni de mi hermano, un idiota que se está ahogando ahora, y que falló en el plan en que YO tuve éxito; ni de Nicole, del que no tardaré en deshacerme, pronto vendrá aquí lloriqueando que su Prodigio de Oro nos traicionó; ni del mismo Aiolos, que se metió donde nadie lo llamó! No me importa tener que pisotear los cadáveres de mis propios compañeros, ni tener que abrirme el maldito cráneo para sacarte de mi cuerpo, de MI propia mente… Acéptalo, ¡ya no tienes poder sobre mí!, lo único que alguna vez hiciste fue retrasarme, pero ya no dejaré que tu cursilería barata se interponga ante mi destino.
La otra voz se calló por un momento, al mismo tiempo que notaba algo pegajoso en mis manos. Bajo mis uñas corría la sangre que yo mismo, desesperado por callar esa maldita voz, había rasgado de mi cabeza. No podía controlar lo que el otro decía, ni el dolor que se expandía desde la coronilla hasta mi nuca. Todo ese ruido me tenía harto, sentía un enjambre de abejas volando dentro de mi cabeza, al mismo tiempo que un sudor frío bajaba por mi rostro. Cállate, cállate, cállate, cállate, cállate No. Nunca dejaré que olvides lo que has hecho, porque jamás vas a sacarme de mi propio cuerpo. Ya no soy el que antes fuí, pero no hay manera en que puedas matarme. Matarme como mataste a tu único amigo, matarme como mataste cobardemente a un plácido anciano. No podrás matarme, ni aunque lo hagas de forma lenta, como haces sufrir a tu único hermano en la prisión del cabo. Tu familia. Tu mismo rostro. Mataste como si fuera lo más fácil del mundo, hiciste lo impensable para torcer el destino...y ahora te derrumbarás el resto de tu vida gracias a ello. No me importa, ya no me importan los escalofríos de mi espalda, o el temblor en mis manos. No me importa, porque él siempre fue un estorbo, una simple ilusión de algo que nunca podría tener. “Sagitta” ¿recuerdas eso? Cuando lo conociste, te recibió con una risa cálida y una amistad inocente. Te volviste una flecha para él, algo que podría impulsar hasta lo que debía ser. Tú fuiste su amigo, y fuiste un instrumento de su talento, porque él fue quien te convenció en ser un hombre de bien, un verdadero Santo de Athena, una persona con un propósito, ¡no alguien que intentara matarla! Alguien que no tendría que luchar solo, porque tenía un camarada a su lado. ¿Acaso eso nunca significó...algo para ti? No puedes negarlo, porque sé que en el fondo, muy en el fondo, algo te duele en este instante. Te duele, te escuece y nunca podrá cicatrizar. Tu herida seguirá abierta hasta que dejes este mundo, y nunca lograrás volver a sentir lo mismo que en tus días de gloria. Aiolos de Sagitario fue una mejor persona en su corta vida, que lo que tú serás en tu inmunda y deshonesta farsa. Y deberás recordar para siempre, porque lo sabes... que el cumplió su misión. No volverás a ver a Athena, se escapó de tus manos. Todo porque te las viste con Aiolos de Sagitario, el mejor hombre que conociste y uno que jamás conseguirás imitar.
Pobre, pobre hermanito. ¿Estás dudando justo ahora, cuando el daño ya está hecho, Aiolos morirá pronto y yo me ahogo lentamente en una triste cárcel? Ya no hay marcha atrás, y tú lo sabes, lo sabes tan bien como mis últimas palabras para ti. Jamás volverás a ser el mismo, pero eso ya no debe importarte. Me importa poco estar encerrado, ya que tú eres mi pequeña marioneta. Te crees inocente, pero en el fondo lo sabes, y te sientes tan cómodo en este miserable estado, siendo controlado por mis invisibles hilos, mis palabras dóciles y dulces, que todo rastro de tu repugnante camaradería se irá desvaneciendo poco a poco. Así que dime, Saga…, no, “Aries Sion”, ¿qué se siente ser manipulado de esa forma, por la persona más cercana a ti? ¿Qué se siente ser tan idiota, como para dejarme de lado, cuando soy tu único motivo para haber llegado tan lejos? Gracias a mí “casi” matas a la diosa. Te duele, yo sé que te duele, en el fondo de tu pecho, en el fondo de tu negra alma, y lo sabes. En tus manos está la sangre de tu querido arquero, tu modelo a seguir, tu estúpido amiguito de la infancia. Sagitario era demasiado blando, demasiado bueno, demasiado amigable para saber en lo que se estaba metiendo. No sabía que eras un monstruo. No sabía que dentro de ti se ocultaba esta oscuridad, esperando ser despertada. No sabía que tú solo me necesitas a mí. Por eso pereció, por eso tenía que quitarlo del camino, pero no iba a ser yo, mi querido Saga, no tengo por qué ensuciarme las manos, si puedo hacer que tú lo hagas por mí. No finjas demencia, hermanito, porque tú sabes muy bien lo que hiciste. Lo sabes, y espero que nunca lo olvides. Como jamás, jamás en tu vida, te olvidarás de mí, porque nunca te dejaré hacerlo.
*****
Dieciséis años después…
—Perdóneme, Atenea, t-traté de hacer t-todo lo que pude, p-pero…
—Tranquilo, calma.
—T-traté de detenerlo... L-lo intenté tantas veces, y nunca p-pude decir…
—Calla, Saga. No digas nada.
—Te creo, tranquilo... Saga de la constelación de Géminis… Puedes descansar en paz como el noble guerrero que terminaste siendo. Ya eres libre.
—G-gracias, mi querida diosa... Perdóname, Aiolos...
Cuando Saga sintió que sus párpados comenzaban a pesar, la silueta de Athena se parecía, extrañamente, a la de Aiolos, brillante y alada. Sentía calma en todo su cuerpo, al ver que el Santo de Oro de Sagitario lo recibía junto a él… aquella misma sonrisa de cuando se conocieron. “Bienvenido, Sagitta”.
Edited by Placebo, 15 July 2017 - 14:47 pm.