Qué bien que te gustara, se que Ikki es uno de tus preferidos, qué bueno que no decepcionó, en tu opinión.
En cuanto a la batalla múltiple... Si lo hubiera hecho individual hubiera sido repetitivo, ya que Ikki ya se había enfrentado a "Esmeralda" en la isla Canon, y con "Shun", sería lo mismo que cuando el verdadero Shun peleó con "Ikki". Por eso lo hice múltiple, y para resaltar el poder ilusorio de Lymnades.
Y sí, a veces lo presento como un psicópata-sociópata, es intencional. Sucedieron muchas cosas en Reina de la Muerte.
Saludos, y gracias por pasar.
Lo admito. No le puse tantas ganas al capítulo de Ikki como a los anteriores, y esperaba que nadie se diera cuenta. No fue porque no me interesara o no quisiera, sino que estaba ocupado en otras cosas ese día que lo escribí, tenía otras preocupaciones, y estaba apurado. Lo intenté hacer lo mejor posible.
Igual que bueno que te haya parecido "bien" la pelea dentro de todo; algunos comentarios son calcados del manga, pero otros son míos, los que no se contradicen con la obra original.
En cuanto a Hyoga, hoy sale ese capítulo, espero que lo haya hecho bien, porque en el manganime original es claramente una de las batallas más aburridas. Hay cosas que no pude quitar por más que lo intenté, pero los cambios sutiles (y otros no tanto) son los que espero que hagan la diferencia. Además, lo escribí al día siguiente que el de Ikki, así que tengo Temor xD
No, no, no lo repetiste mil veces. Lo repetiste n veces, y no eras el único. Solo le puse n+1, por eso "enésima" jaja
Saludos, y gracias por el buen review. Una buena crítica, eso es lo que espero también en estos comentarios :)
Hola, amigo Felipe, aquí llegué a ponerme al día con los comentarios:
Me alegro que te gustaran esos capítulos, Carlos, la verdad fueron difíciles de escribir. Y el de hoy es uno de los más complicados, porque no tuve una "fuente" (el MO) interesante en este punto. Lo que sí tienes razón es que posiblemente la madre de Ikki estuvo de más, pero la puse allí por varias razones:
1. Hacer referencia a cierta pertenencia que Shun menciona llevar en varios capítulos.
2. Mostrar el pasado de los personajes, antes de la fundación. Viendo el estado en que está la madre en sus recuerdos, te puedes hacer la idea de qué clase de temprana infancia tuvieron Shun e Ikki, cosa que también mostraré en el futuro en ciertas escenas de Hades; a diferencia de la de Seiya que fue más simpática, o la de Hyoga que fue feliz antes de la fundación. La de Shiryu es la única que me falta.
3. Que fueran tres. Dos me parecía poco, pero no se me ocurría nadie más.
4. Revelar el engaño. Como Ikki tiene poca memoria de su madre, la ilusión de ella cambia mucho físicamente a cada segundo, y eso le sirve para salir de la trampa más fácilmente.
Así que gracias por pasar, ahora veremos si me salió bien el capítulo del ganso! :) Saludos.
HYOGA IV
Aproximadamente diez horas desde el encierro de Saori de Kido.
Escuchó sutilmente su conversación entre mientras el temblor que recorría todo el fondo submarino lo ayudaba a despertar, y la llovizna limpiaba sus heridas y la humillación.
—Ikki, necesito saber a cuál de los tres Pilares vas a ir ahora —dijo Kiki. El sonido metálico cerca indicaba que estaba guardando una de las armas de Libra en la Caja—. Así podré calcular donde ir después y…
—A ninguno —contestó Ikki, quien de alguna forma se las había ingeniado para regresar al mundo de los vivos otra vez.
—¿Q-qué cosa?
—¿Te llamas Kiki, verdad?
—S-sí.
—Kiki, calcula lo que necesitas con esos que están tirados allí, yo no tengo tiempo para estar destruyendo edificios en todo el mar y venciendo Generales, es un despropósito.
—¿Acaso vas a abandonarnos?
—Iré directamente por la cabeza de Poseidón, y terminaré con todo esto.
—Eh… ¿Q-QUÉ? Pero, Ikki… Los Marina dijeron que…
—No me importa. Acabo de cauterizar la herida de Seiya, así que no tengo nada más que hacer aquí.
—Pero… aún está herido, y también Hyoga y Shun. ¿Cómo los dejarás así, a punto de morir? —preguntó Kiki. Era todavía un niño, y no comprendía a Fénix.
—Es su problema —replicó éste, su voz se alejó junto con sus pasos.
—¿Cómo? —chilló Kiki.
—Incluso si el enemigo toma la apariencia de un ser querido y te engaña, o usa ilusiones, en el campo de batalla jamás debes bajar la guardia. En el caso de ellos tres, lo hicieron por tanto tiempo, y sin mostrar ningún tipo de reacción, que los dejaron así, al borde de la muerte. Fracasaron como guerreros. ¡Como Santos!
—P-pero…
—Que vuelvan a levantarse dependerá exclusivamente de la fortaleza en su Cosmos. ¡Que demuestren que no son tan débiles!
—¡Pero aun así…!
—Basta, Kiki… Él tiene razón.
—¡Hyoga!
Se puso de pie cuando confirmó que contuvo la hemorragia de la herida. El hielo se evaporaría de un momento a otro, así que rasgó una tira de tela de su camiseta y con ella se vendó el cuello.
—Nuestra debilidad nos traicionó, ¿verdad, Ikki? Fuimos débiles, fracasos como Santos. Me confié en el campo de batalla, hice todo lo contrario a lo que Camus me enseñó a cambio de su vida, no mantuve la firmeza. —Lo único que veía era la espalda de Fénix, de donde salían cuatro colas azules, mojadas por la llovizna. Ikki no se había dignado a voltearse a mirarlo—. Vete ya, no te preocupes por nosotros.
—No necesito que un perdedor como tú me diga lo que tengo que hacer —concluyó el hermano de Shun, y sin perder tiempo corrió en dirección al mar Mediterráneo, al Templo de Poseidón.
—¡Espera, Ikkiiii!
—Déjalo, Kiki, está bien. —«Ikki, tú sí que entiendes el significado real de la compasión, ¿verdad? Por eso te vas de aquí sin volver la vista hacia un miserable perdedor como yo».
—H-Hyoga…
—Necesito que cuides un rato más a Seiya y Shun. Son fuertes, estoy seguro que se recuperarán pronto, y apenas muestren alguna mejoría, sígueme, no tardaré mucho tiempo en tener listo el Pilar para destruirlo.
—Espera, ¿a dónde rayos vas tú?
—Al océano Ártico —contestó. Necesitaba un ambiente muy frío para poder luchar en buenas condiciones, aclarar sus pensamientos y limpiar su vergüenza.
—¿No podrías esperar un poco? Perdiste muchísima sangre, ¿y quieres ir al otro lado del mundo? Apresurarte tanto podría mat…
—Tranquilo, todo saldrá bien. Tú solo ocúpate de llevar a Libra hacia mí, debemos derrumbar los Pilares para facilitarle la tarea a Ikki. Si alguien tiene la fuerza de espíritu suficiente para pelear con Poseidón, es él.
Aproximadamente doce horas después del encierro de Saori Kido.
Todo lo que tuvo que hacer fue correr en dirección norte de la forma más directa que pudo, tratando de no desviarse a pesar de los múltiples soldados rasos que se interpusieron en su camino. Dos horas para correr de un lado al otro del fondo marino era lo esperado, pero en el camino no sintió temblores ni vio bajar el nivel del océano. Fuese donde fuese que estuviera Ikki, no había destruido más Pilares, tal como dijo, pero tampoco parecía haber llegado con Poseidón, o Hyoga si no hubiera oído el estruendo del choque de sus Cosmos. De todas formas, si de alguien no debía preocuparse entre sus compañeros, era del Fénix que había superado la muerte en tantas ocasiones, pero aun así…
Pensaba en ello cuando captó la sombra de la columna protegida por el General del océano Ártico. Fue al mismo tiempo en que sintió los vellos de la piel erizarse, y un escalofrío recorrer su cuerpo.
¿Frío? Solo pensarlo parecía ridículo.
Se hallaba en un valle sin vida, tal como el del Antártico, pero muchísimo más helado. El terreno estaba al final de un sendero cuesta arriba excavado en el fondo oceánico; rocoso, desigual, cubierto de escarcha cristalina. Hasta el patio del Pilar no había montañas, corales ni algas, el entorno estaba despejado a la altura del suelo, y predominaba en él un fuerte color azul; el mar por encima era mucho más oscuro que en los otros caminos que había recorrido.
Eso se debía a la gran cantidad de icebergs y rocas congeladas de varios metros de altura que flotaban en la superficie, proyectando una sombra que se contrastaba con el conjunto blanco de montes alrededor del Pilar, y las partículas de hielo que danzaban en el aire. El ojo común no podría notarlas, pero sí los ojos de Hyoga, quien nació y se crio en las tierras más frías del mundo.
Después de una serie casi infinita escaleras en ascenso, accedió al centro del patio, una zona donde los blancos y los negros se reunían sin mezclarse, creando un entorno desfasado y extraño. Sentía frío en la piel, la única vez que estuvo en una situación similar fue muchos años atrás, pero tras un intenso entrenamiento y decenas de batallas, pensó que nunca volvería a percibir algo así en el tacto.
El nivel más bajo contaba con dos escalinatas a los lados de una hendidura similar a un túnel subterráneo bajo el ras de la gigantesca columna, bordeados por barandillas de mármol. Era una hendidura del que salía una intensa y constante corriente de aire frío, y que arriba llevaba un friso con la insignia de Poseidón, el tridente que los Santos de Oro habían buscado.
Más allá de las escalinatas había un segundo nivel, una planicie abierta de losas cuadradas, azules pero con nieve encima que no parecía derretirse, del que salían cuatro escaleras más, tan altas como las primeras, y que llevaban a la planta superior, más estrecha y bordeada por muros laterales, cristalinos como espejos pulidos y coronados por un parapeto de columnas que se extendían hasta un par de profundos y oscuros acantilados de hielo del que surgían veloces remolinos.
Y tras una última, más breve escalera, estaba el pedestal del Pilar, octogonal y flanqueado por dos hileras de columnas cilíndricas y cristalinas. Era exactamente igual al del Antártico, con la sola excepción del color, azul bajo el oscuro mar del norte, bordeado por bloques de hielo, y compuesto de cuatro vigas unidas entre sí.
Hyoga subió a la segunda planta, y cayó de rodillas apenas tocó el suelo. No sentía dolor físico, y había controlado gran parte de la hemorragia, así que debía ser el cansancio…, pero eso tampoco parecía muy probable, era un Santo. Al tocar su cuello para comprobar el vendaje, notó un molesto cosquilleo en la garganta, le costó tragar saliva y respirar.
—¿Qué rayos está pasando? —Alzó la mirada hacia el monumento, parecía estar al interior de una cúpula de hielo, se veía difuso y algo desigual, como tras un vidrio empañado.
«No…» Comprendió de pronto que no era el Pilar, sino él mismo quien estaba al interior de una bóveda congelada. No supo en qué momento se formó a su alrededor, pero no tuvo tiempo para investigarlo. Desde las caras internas de la figura salieron protuberancias afiladas, listas para atravesar a Hyoga en todos los ángulos posibles, tal como una cámara de tortura de la Edad Media.
Manipuló los átomos de hielo de encima y los calentó con su Cosmos, tal como le habían enseñado para situaciones de emergencia. Escapó de la trampa justo a tiempo, cuando ésta se destruyó atravesada por su propia materia.
—Demonios. De todos los Santos que pudieron venir aquí, justo tuviste que ser tú —dijo alguien a espaldas de donde aterrizó, en un acentuado ruso como solo había oído de una persona.
—¿Quién está ahí? —preguntó Hyoga con la voz rasposa, le dolía como si la estuvieran electrocutando por dentro.
Un hombre subía las escaleras desde el primer nivel, parecía haber salido del túnel bajo el Pilar. Sus Escamas, doradas en gran parte, tenían diseño angular, complejo, con largas hombreras puntiagudas, dobles, que se conectaban al peto a través de unas hendiduras en el mismo. Su falda era larga y segmentada en varias piezas apenas verticales, muy parecidas a tentáculos. Tenía un yelmo grande, de forma cúbica, en el que había sendos trazos diagonales que llegaban hasta unas alas pequeñas en los lados. Contaba con perneras y brazales segmentados de tono anaranjado, muy robustos en apariencia, adornados por aletas agudas y algunos tentáculos más. De la espalda caía un par de alas curvas, doradas y afiladas.
Su rostro era férreo, con una nariz hundida y mejillas rectas. Llevaba largas patillas y cejas frondosas, del mismo color castaño que su cabello ondulado, el que sacó a relucir cuando se quitó el casco para sorprender a Hyoga.
—No… ¡No puede ser! —¿Acaso era otra ilusión?
—No soy Lymnades, por si te lo preguntas —dijo el General, como si leyera sus pensamientos—. Soy yo.
Uno de sus ojos era celeste como un témpano, pero el izquierdo se había esfumado; en su lugar había un agujero que por arriba y abajo mostraba una fea y profunda cicatriz que llegaba hasta el final de la mejilla. Tenía una expresión dura, severa, fría y condescendiente, nada como la que recordaba, llena de justicia y la calidez del valor.
—I-Isaak… Estás… —No podía creerlo, debía ser una horrenda jugarreta de los dioses tras el engaño de Kaça. ¿Pero qué había hecho para merecerlo? Pero eso explicaba que el Guía de Jormungandr, Slange, supiera técnicas tan similares, era su discípulo, y Hyoga lo asesinó en Asgard.
—Hola, Hyoga. Sí, estoy vivo. —El hombre frunció el ceño, se detuvo frente a él y el Pilar—. No gracias a ti, por supuesto.
—Isaak, yo… —Hyoga se interrumpió para toser, la sensación en su garganta era cada vez peor, y no tenía nada que ver con la herida de Lymnades. También estaba algo mareado, y la visión se le estaba poniendo levemente borrosa—. Sí de verdad eres tú, entonces lo primero que debería hacer es disculparme. No solo porque maté a tu alumno, Slange de Jormungandr. He viviendo muchos años con la esperanza de que…
—Hyoga —interrumpió Isaak—. Pedazo de basura.
—¿Qué?
No recordaba haber recibido antes una patada tan llena de potencia, furia, ímpetu y frialdad al mismo tiempo. Cayó por las escaleras, completamente inmóvil como si le hubieran congelado los nervios, se estrelló en el piso y nuevamente el frío de antes lo acorraló. Estaba totalmente consciente, era dueño de sus actos, así que ese no era una ilusión.
Realmente era Isaak, su compañero de entrenamiento, su hermano del Cosmos, su amigo. Estaba vivo y muy enfurecido.
—Pensé que lo de Slange fue obvio, por ser asesinado por el que venció al Santo de Acuario. Pero viéndote ahora, si lo mató un cretino como tú entonces no aprendió nada bien.
—No entiendo… ¿Cómo es esto posible? Estás vivo, pero convertido en un Marina de Poseidón. —Se puso de pie, pero la sensación desagradable llegó a su pecho, y llevó su mano a esa zona como temiendo que su corazón se detuviera.
—Como siempre sigues diciendo sandeces —dijo Isaak, bajando las escaleras con su blanco Cosmos bailando a su alrededor, soltando chispas azules—. Ojalá no te hubieras entrenado en el Escape de Hielo, o no tendríamos esta conversación.
—¿Escape?
La trampa en la que había caído. Si no hubiera sido por ese entrenamiento puntual de Camus unos años atrás, habría muerto en ella.
Más aún. Cualquiera de sus compañeros habría muerto sin siquiera lograr conocer a su asesino. Isaak se había vuelto un hombre implacable, sin dudas ni remordimientos, pero a diferencia de Camus, su frialdad estaba envuelta en una ira electrizante.
—Yo, Isaak de Kraken, voy a matarte, a ti, aquel que me lo ha quitado todo. —Isaak levantó su mano enguantada, y ésta se llenó de cristales azules mientras la temperatura bajaba más y más. El Polvo de Diamantes.
—¿Te refieres a esto? —le preguntó mientras tocaba el peto de Cygnus—. Sí. Tú deberías ser quien lleve este Manto Sagrado. No solo conocías las verdades profundas de la justicia, sino que tu fuerza era solo comparable a la de los prados congelados de Siberia y sus Glaciares Eternos. Pero el destino ya hizo su jugada, Isaak, y el dueño de Cygnus soy…
—Silencio.
Isaak disparó el Polvo de Diamantes, Hyoga lo esquivó rodando hacia un lado, pero su pierna izquierda se congeló. No podría escapar por unos segundos, y era un blanco fácil para un segundo ataque, así que no le quedó otra opción que la del contraataque.
Propulsó su propio aire frío, pero lo que destruyó el Polvo de Diamantes fue una magnífica estatua de hielo con la forma de su rival; el hielo había tomado colores muy realistas. Hyoga sintió el Cosmos amenazante tras de sí.
—¡No me engañarás con eso! —Se volteó y golpeó con su Tornado Frío, sin embargo lo que había detrás de él era una segunda estatua, que se convirtió en una bruma fría y cristales desolados—. ¿Qué?
—Patético.
Hyoga pudo controlar el grito, pero no el dolor producido por una espada de hielo que le perforó el costado derecho del abdomen, bajo el peto congelado. Su sangre salió a borbotones, y cuando se volteó, Isaak lo recibió con un puñetazo directo en la nariz que le hizo perder el equilibrio.
Al abrir los ojos ya estaba de espaldas en el suelo, pero no tardó en ponerse de pie para evitar un Polvo de Diamantes a bocajarro.
—¡Maldición! —Por unos momentos se detuvo para limpiarse la sangre del rostro, y eso lo aprovechó perfectamente Isaak, quien no daba tiempo para tomar el menor respiro.
—¡Muere ya!
Su ataque lo impulsó hacia arriba, y se estrelló dolorosamente junto al túnel bajo el emblema de Poseidón.
***
Otoño de 2005, casi dos años después de la muerte de Natassia.
—Isaak, él será tu nuevo compañero de entrenamiento, se llama Hyoga, y nació aquí en Siberia —lo presentó Camus a un muchacho un poco mayor, de ojos celestes y cabello castaño, con un cuerpo evidentemente fortificado, y que a pesar de las ropas ligeras no parecía afectado por el intenso frío.
—Sí, maestro. —El chico se acercó con confianza y le tendió la mano, roja y llena de cicatrices, mientras sonreía con gentileza—. Soy Isaak, disculpa si mi ruso todavía no es muy bueno, pero espero que nos entendamos bien, Hyoga.
—S-sí. —Con timidez le estrechó la mano e hizo lo que pudo para devolverle la sonrisa—. Mucho gusto.
El entrenamiento en Siberia era uno de los más duros en todo el mundo. Isaak había estado entrenando ya dos años con Camus, y los múltiples aspirantes que habían llegado ahí no habían aguantado más de un mes. Pero Hyoga tenía la obligación de permanecer allí hasta hacerse fuerte, hasta poder destruir la capa de hielo que ocultaba el barco donde su madre había naufragado. El destino era muy claro, por eso lo había llevado a entrenar allí, a solo una hora de viaje del eterno lugar de descanso de Natassia.
Pero Isaak le complicaba mucho las cosas, era extraordinariamente fuerte y su poder se originaba en su profundo ideal de justicia, en su deseo ferviente de hacer lo correcto por el mundo y ayudar a la humanidad. Periódicamente Camus viajaba al Santuario (aunque en esa época no sabían de la importancia de su rol), por lo que Isaak y él tenían que entrenarse sin un guía oficial. Sin embargo, ya al año de estar allí Hyoga descubrió que no necesitaban de eso.
El mismo Isaak ejercía ese rol involuntariamente con los mismos métodos de Camus, y Hyoga seguía sus instrucciones al pie de la letra. Nunca resultaba tal como deseaba, Isaak siempre era más fuerte, veloz, resistente e inteligente, pero también justo y bondadoso, por lo que Hyoga había llegado a admirarlo casi tanto como a Camus, era como un hermano mayor con todas las respuestas de la vida.
Verano de 2008.
Al pasar tres años allí, Hyoga tuvo su primera conversación seria con Isaak sobre la meta que tenían, el Santuario de Atenas. Ambos miraban el horizonte mientras la noche empezaba a caer, y la aurora se formaba sobre el telón negro con sus luces multicolores. Camus no había aparecido durante toda la jornada, pero el entrenamiento había sido intenso, encerraron sus piernas con hielo en las montañas mientras resistían el viento ártico.
—Has mejorado mucho, Hyoga, nuestras fuerzas están a la par. —Ahora ya hablaban en griego, el idioma del Santuario que Camus les enseñó con severidad.
—No se te da la falsa modestia, Isaak, eres muy superior a mí y lo sabes. Tú serás quien porte la armadura de Cisne.
—Poco importa quien lleve esa armadura mientras sirvamos a la justicia en el mundo —dijo Isaak, mientras se ponía la capucha sobre la cabeza—. Aquel que vista primero a Cygnus irá al Santuario con nuestro maestro, y esperará a que el otro consiga otra armadura, ya que ambos estamos destinados a lo mismo. Somos hermanos, y protegeremos juntos este planeta.
—¿Por eso hemos resistido tanto este entrenamiento?
—Exactamente. Pero no solo somos nosotros, gran parte de esto se debe a las enseñanzas de Camus. —Isaak suspiró y alzó la mirada—. Nunca conocí a un hombre tan noble, poderoso y justo como él, espero llegar algún día a… ser tan virtuoso como nuestro maestro. Ser igual de imperturbable e implacable ante las fuerzas del mal que él, enfrentar con frialdad y sin piedad a los que amenazan la paz en la Tierra.
—Sí, de seguro lo lograrás. Aunque de todas formas me preocupa.
—¿Hm?
—¿No te parece extraña la actitud del maestro ante las convocatorias desde el Santuario? Pareciera que lo necesitan siempre con urgencia, como si fuera uno de esos Santos de Oro de los que tanto se habla.
—Que no te sorprenda que sea uno de ellos, Hyoga, yo lo he sospechado por muchos años.
—¿¡En serio!?
—Sí. En cuanto a lo demás, seguramente se trata de los últimos rumores en el Santuario sobre el Sumo Sacerdote.
—¿Rumores?
—Incluso en el círculo interno del Santuario hay sospechas sobre el Sumo Sacerdote, y muchos Santos han llegado a rebelarse, o al menos a presentarse reservados ante él. Se rumorea que, de seguir esto así, estallará una guerra civil.
—¿Sugieres que Camus es uno de los que no dudan del Pontífice, y por eso lo llaman tanto?
—No lo sé, es posible, pero tú sabes bien que nuestro maestro solo sigue la justicia, nos enseñó a hacer siempre lo correcto según las leyes del Santuario. Por eso tampoco debemos dudar del Sumo Sacerdote. —Isaak lo miró y sonrió como aquel que no tiene dudas en el corazón—. Pero nada de eso importa, no es cosa nuestra mientras no seamos Santos. De lo único que debemos preocuparnos es de entrenar para convertirnos en defensores de la justicia en el mundo.
—Sí, tienes razón.
***
—¡Ahhh!
Volvió a besar el suelo cuando el Polvo de Diamantes del General Isaak de Kraken lo sorprendió desde lo alto. No había logrado verlo. Cuando atacó a Isaak, éste se protegió con ambos brazos, pero ya había disparado su ataque hacia arriba, y logró manipularlo para que cayera como una estrella fugaz sobre él.
—Por todos los dioses, qué basura de Santo, parece broma que te conozcan como el que venció a Camus.
—¿Acaso es eso lo que te tiene así? ¿Es eso lo que te llevó a convertirte en un Marina de Poseidón? —Hyoga alzó la vista y se topó con el rostro de su viejo amigo, uno cuyo ojo izquierdo había sido reemplazado por una horrenda cicatriz y una cuenca vacía.
—Qué pregunta tan insulsa. Lo que me llevó a convertirme en Marina fuiste tú mismo, Hyoga, ¿o acaso ya lo olvidaste?
—Oye… Ese ojo… ¿Acaso es por lo de esa vez? —No podía dejar de mirarlo, era como el espejo de su propia culpa, de la historia que nadie conocía, ni siquiera el mismo Camus.
—¿Esto? —Isaak se tocó la cicatriz antes de ponerse el casco de nuevo, pero la imagen siguió en la retina de Hyoga—. En efecto, me la hice por tener que salvar tu trasero, esa vez hace tres años. Apuesto que nadie la conoce, la historia secreta del Santo de Cisne.
—P-por eso que no puedo pelear bien contra ti… —Hyoga se puso de pie y se limpió la sangre del rostro. Le costaba muchísimo respirar por el cosquilleo en su garganta y el tabique roto—. La culpa y la vergüenza me corroen, pero decidí pelear con frialdad en el campo de batalla, tal como Camus nos enseñó; así que lo primero será pagar mi deuda.
Caminó hacia Isaak sin miedo, y se detuvo a un metro de él. Se apuntó el ojo izquierdo con el pulgar.
—¿Qué haces?
—Destrúyeme el ojo, Isaak. Reviéntame el ojo para que tengamos la misma herida en el rostro; y luego te enfrentaré hasta que me expliques por qué diablos te uniste al ejército de Poseidón, Kraken…
—Ya veo, quieres pagar tus pecados. No estaba en mis planes, pero ya que lo propones, haré lo que gustas.
El movimiento fue veloz, y agonizantemente doloroso. Con su ojo derecho solo pudo ver las losas, antes azules y blancas, ahora completamente rojas. Ardía muchísimo, y en vez de decaer, la sensación no dejaba de hacerse más angustiante, era igual que el desesperante cosquilleo en su garganta y pecho, pero ahora parecía rascar el interior de su ojo, le picaba como si le hubieran echado varios litros de algún líquido picante.
—¿Q-qué hiciste…?
—Me pediste que dañara tu ojo. Lo hice.
—Te pedí que lo destruyeras, pero solo me golpeaste algo la superficie y me heriste el párpado… Entonces, ¿por qué…?
—Manipulo el cristal congelado en el aire, y ahora está al interior de tu ojo. Has perdido la visión, tal como querías, y el sufrimiento solo será peor.
—Congelaste mi ojo, y ahora es herido una y otra vez por diminutos cristales como pequeños clavos, ¿es eso…? Al estar congelado, no puede defenderse. —Se palpó la herida, pero el dolor fue horrible, y quitó la mano rápidamente—. Ah…, esa técnica… Camus nos dijo que algunos guerreros de hielo la utilizaban, pero nos la prohibió… El arte de la manipulación de cristal es una técnica de cobardes, ¿no lo recuerdas? ¡Y sin embargo tienes esparcidas esas cosas por todo el aire!
—Lo que Camus nos enseñó es a cumplir con nuestra misión, sea como sea, sin importar nada más que el éxito.
—Lo que haces es torturar a tus enemigos, ¡eso no es vencer!
—¿Torturar? Llevo tres años vagando por los mares del mundo, ayudando a limpiarlo de la basura que lo corroe, sin poder formar lazos con nadie, siempre en secreto, y tras haberlo perdido absolutamente todo. No sabes lo que es la tortura.
—¿Q-qué te pasó, Isaak? Por favor, responde, ¿qué te pasó después del incidente hace tres años? ¿Cómo llegaste aquí?
Hyoga tenía que pelear, en eso Camus tenía razón, debía cumplir con su deber, pero primero quería resolver sus dudas y controlar el dolor dentro de su cuerpo. Necesitaba tiempo.
—Bien. Vete con eso a la tumba, Hyoga.
Cuando comenzó a hablar, una serie de estacas salió del suelo y se clavó en el cuerpo de Hyoga por la espalda.
***
Invierno de 2011.
—¿Qué demonios intentas hacer, Hyoga? —preguntó tras darle un puñetazo tan duro como un Glaciar Eterno. Lo derribó sin que opusiera resistencia—. ¿Te volviste loco? Convertirte en Santo solo para ver a tu madre otra vez…
—No me detendrás, Isaak —contestó, limpiándose la sangre. Había decidido contarle sus verdaderos deseos a sabiendas de que el portador de Cygnus sería él, quería demostrarle que no se daría por vencido de todas maneras, y que se haría con una de las armaduras. La reacción de Isaak fue la esperada, pero aun así no pudo defenderse.
—¿Acaso en todos estos años no has aprendido nada lo que Camus, nuestro maestro nos ha enseñado? ¡Sigues teniendo esas inútiles emociones! Un debilucho como tú nunca podrá volverse un Santo.
—He deseado volver a verla todo este tiempo, ni siquiera mi maestro podrá detenerme, ¿está claro?
—¡Entonces yo mismo tendré que matarte, Hyoga!
Lo volvió a golpear una y otra vez. Hyoga tenía deseos personales tras la obtención de uno de los Mantos Sagrados, mientras que Isaak repudiaba pensar algo así. Pero la capa de hielo sobre el barco de su madre solo podría romperse con la fuerza del Cosmos de un Santo, y necesitaba ese poder; su amigo jamás podría comprenderlo.
Lo azotó contra un iceberg y luego lo congeló desde la cintura hasta las piernas, tal como en sus entrenamientos.
—Si Camus estuviera aquí te expulsaría de inmediato… No, simplemente te mataría por tu debilidad, ¡es lo que mereces!
—Él ya sabía mis intenciones, se las dije el primer día que llegué aquí…
—¡Pero debió pensar que cambiarías con el tiempo! —Isaak tenía el ceño tan fruncido que apenas se notaban sus ojos, de los que salían chispas de energía—. Yo también lo haría, ¿qué clase de perdedor eres? Te quería como un hermano, Hyoga, deseaba que te convirtieras en un hombre de bien, un verdadero Santo, y que lucharas a mi lado. Pero ahora solo veo un gusano que no puede dejar atrás el recuerdo de una mujer muerta, y a quien no le importa un rábano la gente de este mundo. ¿Me equivoco?
—No-no vas a detenerme, Isaak… P-por más que me golpees… —Se liberó del hielo y caminó hasta su amigo. Era más fuerte, más hábil, inteligente y diestro que él, pero nadie lo detendría. Le importaba el bienestar de la gente, pero había algo primero. Natassia.
—¡Entonces muere, infeliz!
Isaak lanzó un Polvo de Diamantes, y Hyoga pensó por un momento que sería su fin. Sin embargo, lo que se deshizo hasta el polvo fue algo detrás. Algo que se suponía era irrompible, y que se desplomó con un sonido grave y seco.
—I-imposible… Destruiste uno de los Glaciares Eternos…
—Eres un… cobarde miserable… —La mano de Isaak temblaba, y lo mismo sus ojos. Le dio la espalda justo después.
—Tu poder ya es digno de un Santo, eres muy superior a mí… Pero ni con eso me vas a…
—Corrientes violentas —interrumpió Isaak, comenzando a alejarse con las manos en los bolsillos.
—¿Qué?
—Camus me explicó que bajo la capa de hielo siberiano hay corrientes muy violentas, que incluso él tendría problemas en superar nadando. Son impetuosas y frías. Si te atrapan, en caso de que cometas la estupidez de bajar hasta allá para ver a tu mami, entonces ni siquiera con mis fuerzas podré salvarte.
—Isaak…
Unas horas después, Hyoga hizo una de las cosas más impetuosas de toda su vida, algo por lo que terminaría culpándose por siempre, algo que lo llenaría de vergüenza. Pero por más que Isaak fuera más fuerte, él también manejaba el Cosmos, y no sería aplastado por las palabras de su amigo.
Logró destruir con un puñetazo la capa de hielo que antes había sido mar, justo encima de donde había naufragado el barco de su madre. El boquete fue grandioso, era la prueba de que seis años de entrenamiento habían dado frutos.
Se sumergió. El agua estaba fría, la corriente intensa, y el barco al fondo de un acantilado submarino, cubierto de hielo, pero al mismo tiempo muy bien conservado gracias a las heladas aguas. Allí dormía su madre, y su belleza también debía permanecer intacta gracias al hielo. Pronto la vería de nuevo, podría decirle cuanto la extrañaba, contarle todo lo que había hecho para reencontrarse con ella.
Pero el mar era inclemente y cruel. Un huracán lo atrapó y lo desvió del camino, azotándolo de un lado a otro sin que opusiera resistencia. Sus brazos no eran tan fuertes para guiarlo, y sus piernas estaban congeladas. Isaak tenía razón, era un debilucho, y no podría cumplir con su promesa al alma de mamá. Durante esos segundos de suplicio, la corriente amenazó con acercarlo al barco, y pensó que sería un buen final si dejaba de aguantar la respiración cuando estuviera algo cerca, para que su último pensamiento fuera que estaba pronto a lograr su objetivo de vida; pero cada vez que ocurría la corriente lo alejaba, y él seguía peleando, buscando sobrevivir.
El problema es que tampoco podría regresar a la superficie para recuperar el aire. Estaba atrapado en una cárcel submarina, y probablemente moriría allí, tal como Natassia. “Te amo, mi Hyoga”. ¿Sirvieron de algo esas palabras al final?
***
—A pesar de mis advertencias, bajaste al barco, y cuando vi el boquete, no dudé en sumergirme para salvar tu maldita y desgraciada vida —dijo Isaak con voz de ira controlada.
—Logré superar la corriente después de un año más de entrenamiento, pero en esa época no era capaz. Fui un tonto —reconoció Hyoga mientras trataba de parpadear, pero no era capaz de abrir el ojo izquierdo. Salía mucha sangre de las heridas en su espalda, tras zafarse de la trampa de carámbanos de Isaak.
—Te encontré atado a las cuerdas de la vela del barco, y aunque perdiste el conocimiento, tus manos no querían soltarlas. Pensé que si ese coraje e ímpetu lo hubieras usado en favor de la justicia te habrías convertido en un gran Santo, pero por el contrario seguías siendo una basura sentimentalista. —El Kraken desvió la mirada, como si se le dificultara poner su ojo en él—. Al final te saqué porque el maestro se iba a sentir triste si tras volver del Santuario se encontraba con la mala noticia. El problema es que no podía salir llevándote contigo, la corriente era muy superior a mis fuerzas en esas condiciones.
—Nos desvió de la ruta, ¿verdad? Recuerdo abrir los ojos y verte golpeando la capa de hielo desde abajo, salía un hilo de sangre de tu ojo.
—Me lo perforé en una de las salientes, todo porque no podía dejarte morir ahí. ¿Quién diría que por culpa de eso lo terminaría perdiendo todo? El dolor fue horrible, me costó mucho sacar la cuenca de ese témpano, y luego seguí nadando hasta que encontré una zona más frágil para romper. ¡Y te saqué, basura!
—Destruiste el hielo y me sacaste. Lo recuerdo. —Sintió humedecerse el ojo sano, pero no podía llorar ahí. No volvería a hacerlo—. Al abrir los ojos y volver a respirar, sentí tu Cosmos alejarse y desvanecerse bajo el mar. No pudiste salir.
—Me quedé sin fuerzas, y floté sin rumbo bajo el océano. No sé por cuánto tiempo, pero al despertar estaba en el Templo de Poseidón. Él me había salvado, me eligió para que portara una de las Escamas Superiores. Desde ese día protegí las costas del océano Ártico de aquellos que lo dañaban y manchaban. Y también vigilé, Hyoga, te vigilé a ti, a Camus y al Santuario, obtuve información para aquel que me rescató, y descubrí la inmundicia en que también estaba el refugio sagrado de los Santos. —Isaak elevó el tono de voz, y su Cosmos desprendió cristales de una temperatura tan baja como la suya—. El Sumo Sacerdote era un usurpador, los Santos de Oro trabajaban para él, también Camus, y la Guerra Civil daba inicio contra una chiquilla que casi muere al poner un pie en el Santuario. Pero de todas maneras cumplí con mi deber, Hyoga, esperando hacerme lo suficientemente poderoso para volver y recuperar lo que había perdido, poder cumplir con mi destino, ser aquello que debía ser por derecho…
—No entiendo. Dices que sabías el estado en que estaba el Santuario, y que no estabas del lado ni de Saga ni de Saori. —Había algo extraño en las palabras de Isaak, algo que le hacían mucho ruido, pero que al mismo tiempo parecían revelar el verdadero espíritu de su amigo—. Y como Poseidón supuestamente te salvó…
—Lo hizo.
—…Entonces te pusiste de su lado, te hiciste un Marina. No quieres volver a formar parte del Santuario, y con esas Escamas, obviamente tampoco deseas mi armadura. No puedes recuperar el ojo, y ya no me considerabas tu hermano, pues me odias… ¿Qué fue lo que perdiste, entonces?
—Hemos hablado demasiado —desestimó el General.
—¡Isaak! —gritó, pero el Cosmos del Kraken se elevó por todas partes, de su aura salieron chispas azules que se concentraron en sus manos.
—Te conté todo lo que debes saber, ahora te castigaré en nombre del dios Poseidón, te hundiré en nombre de la verdadera justicia que ni tú ni Camus de Acuario protegieron.
Hyoga se puso de pie, pero con un solo ojo y tantas heridas, le costaba concentrarse completamente. En las manos de Isaak había dos esferas de energía congelada, no cabía duda de que manejaba el Cero Absoluto, y su Cosmos seguía siendo superior al suyo.
Una serie de carámbanos salió de todas partes, y Hyoga tuvo problemas para esquivarlos todos; algunos atravesaron sus piernas o sus brazos, mientras que otros eran reflejos de espejos para distraerlo de los más filosos. Además estaban los cristales congelados que seguían metiéndose en sus ojos, fosas nasales y boca.
—¿Acaso vamos a llegar a esto, Isaak?
—¡Sufre el rugido del Ártico, Cisne! La fuerza del magnetismo polar te hará pedazos con esta Aurora Boreal (Aurora Borealis). ¡Paga por tus pecados!
—¡No, Isaak! —Hyoga disparó su Rayo de Diamantes con todas sus fuerzas aprovechando las deformaciones de hielo en el entorno, intentando contrarrestar esa impresionante energía helada y cristalizada, pero para su sorpresa, la diferencia era abismal.
No solo lo estaban congelando de pies a cabeza. El cañón de hielo incluía filosos cuchillos cristalizados que lo atravesaron en todas partes para prolongar el sufrimiento. Camus estaba en contra de estos métodos, pero obviamente Isaak ya no luchaba según las enseñanzas del Mago del Hielo.
En todo caso, lo único que Hyoga sabía es que no se rendiría. Fuera lo que fuera, el pecado que cometió ya había sido saldado.
Editado por -Felipe-, 16 febrero 2016 - 01:09 .