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Anécdotas de Oro


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144 respuestas a este tema

#21 Placebo

Placebo

    ouch, the edge

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Publicado 15 marzo 2017 - 22:53

Spoiler

 

[Música ambiental]

One, two, one two, testing...testing... 

Alright!, ahora que ya estamos listos, les agradezco de todo corazón sus comentarios en nuestro fanfic. Sé que tal vez no es el mejor (aunque Feli es muy crá(?)), pero realmente nos ayudan a crecer como fanfickers y como personas.<3

Comenzamos ahora con la primera parte de Tauro, un poco diferente a la de Mu, pero con el mismo corazón dorado  de siempre.

Esperamos sus mensajes, cartas molotov, palomas mensajeras, aviones de papel, amenazas de muerte y chicles en el pelo(??)

 

TAURO

Parte 1:

 

 

Mayo, 1993,  en los límites de Rio de Janeiro.

 

—¡Atrapen a ese mocoso!

 

Los pies del “pequeño” niño volaban entre la gente, casi sin tocar el asfalto al volverse a levantar para agarrar la mayor velocidad posible. El primer trecho habían sido las escaleras, pero eso no era nada comparado con el pavimento en mal estado, en una dirección que solo hacía que su carrera se viera peligrosamente cercana a un choque fortuito contra algún bus o taxi, cuyo conductor se molestaría únicamente en sacar su cabeza por la ventana y gritar algún improperio hacia el jovencito que casi quedaría aplastado contra su parabrisas.

 La favela era su mundo, tal vez no tan despampanante como los lugares usados para el turismo, pero era un mundo que conocía bien. Cada esquina era un reto, cada calle y avenida una nueva oportunidad. Derecha e izquierda, una nueva decisión. Si se movía por una avenida, podría meterse en más problemas de los que ya estaba, si seguía por una calle, se encontraría con un grupo de policías que lo llenarían de preguntas inútiles y no serviría en absoluto para salvarlo de lo que iba a suceder.

 

Cuando creía que los había perdido, oía como un “¡Alto ahí, roedor!” le hacía recordar que no podía tomar el tiempo ni de tomar aire. Si se volteaba, estaba muy seguro que vería un grupo de hombres persiguiéndolo, probablemente armados cada uno con una navaja o algo mucho, mucho más letal. El ardor de sus pulmones le recordaba que, aunque de forma casi accidental, estaba aún vivo, y si quería permanecer así era mejor no dejar de correr. 

Era un chico fuerte, al ser su cuerpo mucho más grueso y alto que los otros chicos de su edad, pero hasta alguien tan intrépido como él sabía que un cartel tan poderoso como ese, que dominaba todo el conjunto de favelas que conformaba ese enorme trozo de ciudad frente al mar e incluso reinaba por sobre el resto de carteles que se dividían entre cada borde, no era algo que un renacuajo de ocho años pudiera espantar con un par de golpes y un grito.  Sus vecinos hacían lo que podían para ayudarlo, haciendo que siguiera el camino que le correspondía; el camino del bien, el camino recto. Orfanato gubernamental, escuela pública, recursos que habían pertenecido a otras personas, “comida” insípida que, según las autoridades de la escola, debía darle la energía suficiente y llenarle el estómago como para hacer lo que debía hacer.

 

Todo eso sonaba muy lindo, pero no respondía las dudas que no le dejaban dormir (además de los ronquidos de los otros chicos que dormían en la misma habitación que él). Podía quedarse hasta siempre en el orfanato, terminar la escuela y sentirse alguien que iba por el camino que debía ir… ¿y luego qué? No era el chico más listo, su barrio no era el mejor lugar para vivir y, estaba muy seguro, prefería ser atrapado por un cartel que terminar limpiando ventanas en alguna oficina del gobierno o detrás de los barrotes de la comisaría local, esperando a que alguien tuviera la decencia de pagar su fianza

.

 

No estaba especialmente orgulloso de ello. Claro que no, porque una vocecita en su cabeza le repetía que eso estaba mal. Se había sentido mal por ello, en serio se había sentido mal por dos o tres minutos, quizás diez, pero en el fondo de su corazón sabía que abandonar el orfanato y la escuela era la única solución para no volverse loco entre lo rutinario que se veía todo y lo incierto que era su futuro.

 

 

Sus vecinos cuidaban de él, pero ahora mismo no podían hacer nada, excepto cerrar la puerta y, esperaba, rezar porque el pobre chico no tuviese el final que todos esperaban. Ya podía imaginarse sus frases, resonaban en su cabeza cada vez que tropezaba con una piedra o chocaba con alguna persona vendiendo algo. “Era tan joven”, “tenía tanto por delante”, “eso es lo que pasa cuando dejas la escuela”. Las madres lo usarían como mártir y como ejemplo sobre lo que no hay que hacer, a sus hijos. Los adultos harían un pequeño altar en la calle y dejarían su foto al frente. Nadie lloraría mucho por él, a lo más tendría un par de flores frente a su foto,  porque se volvería otro niño al que los problemas lo encontraban, aunque intentase correr tan rápido como para hacer que sus pulmones se incendiaran.

 

No podía esconderse en el orfanato, no podía devolver lo que llevaba en sus manos y definitivamente no podía pedirle ayuda a la policía. Estaba frito, tan frito que podían servirlo con arroz y frijoles negros para el almuerzo. Su mente no le ayudaba en nada, ni sus pulmones cansados de recibir y expulsar el aire tan pronto. Sus pies ya no se alejaban tanto del piso y sabía que eso era una muy mala señal. No quería morir, pero su cuerpo ya no aguantaba más. Tal vez fue por eso que no opuso resistencia cuando unas manos lo tomaron del brazo y lo metieron dentro de una casa, cerrando con llave tan pronto como su cuerpo fue lanzado contra el piso, dejando descansar su sistema de una vez e intentando regularizar su respiración. Se sentía en llamas, ardiendo en cada lugar de su cuerpo y luchando por no dejar de respirar. 

 

 

—¿Qué carajos estabas pensando?, ¡podrías haber muerto en menos de lo que te toma cruzar la calle!

 

Escuchó esa frase a la mitad porque sus oídos estaban demasiado tapados por la presión. Tomaba bocanadas de aire y las soltaba tan rápido que le dolía el pecho. No sabía dónde estaba, ni quién le estaba hablando, pero lo importante es que estaba vivo. A salvo, para correr otro día. Estaba demasiado cansado como para asustarse, pero, al menos, estaba encima de un piso de madera que le aseguraba poder quedarse sentado por otro par de minutos. Un suspiro lo sacó de sus pensamientos, al ver que un par de piernas se doblaban frente a él. No solo eran un par de piernas, las más gruesas que había visto, sino que una persona entera lo miraba con una mezcla entre preocupación y enojo que solo podía recordarle al de una madre frente a su hijo… O al menos eso recordaba haber visto en la calle algunas veces.

 

—Vaya, tienes cara de haber corrido un maratón. Ni siquiera quiero intentar adivinar desde dónde vienes escapando de ellos, pero debes tener por seguro que, lo que sea que hayas hecho, Da Silva no te lo va a perdonar tan fácil.

 

 

Se sentó un momento para poder mirar mejor a la persona que estaba frente a él. Una mujer alta, de tez morena y cabello rizado tomado en un rodete, que se acercaba a la ventana y deslizaba las cortinas a un lado, vigilando la calle. Quería decir algo. Gritarle que no necesitaba su ayuda, no necesitaba la ayuda de nadie, pero no se sentía con fuerzas de siquiera abrir la boca. La mujer vestía una blusa de aspecto corriente que dejaba al descubierto un par de brazos gruesos como troncos, piernas cubiertas por una falda considerablemente larga y una espalda tan ancha que podría hacerle sombra en un día soleado. Su expresión al mirarlo no se comparaba con la mirada que dirigía hacia lo que esperaba fuera de su humilde casa, de barro y ladrillo, decorado con cuadros de músicos. Esa mirada de preocupación se había transformado en una expresión de rabia que casi la hacía irreconocible. Una de sus manos estaba aferrada a la cortina y la otra a su falda, su puño temblaba como si quisiera impactarlo contra la cara de alguien.

 

—Están todos frente a la casa, cada uno armado hasta los dientes. De verdad no sé en qué tipo de lío te metiste, ternerito, pero tengo ciertas cuentas que saldar con ellos y esta es la oportunidad perfecta.

La mujer casi atravesó la puerta cuando la pateó. Sus ojos estaban oscurecidos por la ira, sus pasos eran pesados encima de sus cómodas sandalias. El chico se levantó lentamente para no forzar demasiado sus piernas. Hasta ese momento no sabía cómo había corrido tan rápido, porque ni siquiera alguien que se metía en tantos problemas como él podía correr así, como si hubiera volado por encima del piso. Se acercó a la puerta, apoyándose en el marco y mirando la escena con toda la curiosidad del mundo.

 

 

—Esa rata callejera es nuestra, mujer. Sabes que no queremos problemas contigo, pero ese chico tomó lo que no es suyo y no sería correcto dejarlo impune. —Entre el grupo de matones se encontraba un hombre gordísimo, vestido con una simple playera hawaiiana y un par de pescadores blancos. Hubiera pasado desapercibido de no ser por los anillos en sus dedos, que sostenían con despreocupación una pequeña pistola, y por la terrorífica cantidad de hombres que lo rodeaban, cada uno cargado con armamento digno de la guerrilla—. Entrégalo rápido y puede que no le cortemos más de un dedo… si es que tiene suerte. —La sonrisa del hombre era todo menos reconfortante. Macabra como ella sola, al ver como la “simple” idea de partirlo en trocitos se hacía rutinaria para él, el niño sintió como sus piernas volvían a flaquear. Por Nossa Senhora de Copacabana, ¿en qué se había metido?

 

—Este no es tu territorio, Joao, tenemos un trato y lo sabes. Tienes el control sobre las otras favelas, pero St. Maria do Espritu Santo es mi territorio. —Al decir esto, el aire maternal de aquella mujer se había desvanecido por completo. Recogió su falda con ambas manos y la ató un poco más arriba de la mitad de sus grandiosos muslos, dejando expuestos los vendajes de sus piernas. Sus pies se posicionaron en una postura que imitaba a la de un boxeador mientras sus manos se empuñaban de forma tensa, como un arquero a punto de disparar la primera flecha, postura de pelea que el chico miraba con la boca y ojos abiertos, sin saber qué esperar de un enfrentamiento entre un ama de casa y el cartel de droga más poderoso de la zona—. En cuanto ese chico cruzó la esquina, entró a mi territorio, y tú sabes que yo protejo lo que es mío, así que intenta hacerle algo y partiré tu cráneo en dos, porco.


Editado por Placebo, 15 marzo 2017 - 22:56 .

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CERVEZA GRATIS Ahora que tengo tu atención, ¡pásate por Anécdotas de Oro. y aprende sobre el (probable) pasado de los Gold Saints!


#22 girlandlittlebuda

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    Souldgodiana de corazón

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Publicado 15 marzo 2017 - 23:56

Capítulo fuerte e intenso.

Sentí algo de ansiedad al imaginarme al pequeño Alde siendo perseguido por esa pandilla. La mujer que lo oculto tiene "harto valor y determinación" para enfrentar a esos desalmados, por algo es la líder de esa favela.

Qué tan valioso será lo que robo el Torito, al punto de que ponga en peligro su vida?

Me dio la sensación de que Alde espera algo más, que se reusa a vivir por vivir. Eso es algo a destacar de un pequeñin y me gustó bastante.

Una observación. En su fic mencionan que Alde tiene 8 años, pero él es uno de los Golds que obtuvo su armadura a los 7 años. Asumo que en su historia se tomaron la libertad de hacer ese cambio. No hay problema, pero sería conveniente que en cada gaiden pongan una nota aclaratoria a ese respecto (como lo hicieron al principio).

Gracias por la música ambiental. No soy mucho de escuchar ese género, pero "por su culpa" ya lo estoy conociendo.

Hasta la próxima
Capítulo fuerte e intenso.

Sentí algo de ansiedad al imaginarme al pequeño Alde siendo perseguido por esa pandilla. La mujer que lo oculto tiene "harto valor y determinación" para enfrentar a esos desalmados, por algo es la líder de esa favela.

Qué tan valioso será lo que robo el Torito, al punto de que ponga en peligro su vida?

Me dio la sensación de que Alde espera algo más, que se reusa a vivir por vivir. Eso es algo a destacar de un pequeñin y me gustó bastante.

Una observación. En su fic mencionan que Alde tiene 8 años, pero él es uno de los Golds que obtuvo su armadura a los 7 años. Asumo que en su historia se tomaron la libertad de hacer ese cambio. No hay problema, pero sería conveniente que en cada gaiden pongan una nota aclaratoria a ese respecto (como lo hicieron al principio).

Gracias por la música ambiental. No soy mucho de escuchar ese género, pero "por su culpa" ya lo estoy conociendo.

Hasta la próxima

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"Aunque nadie puede volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar a partir de ahora y hacer un nuevo final"


#23 Αλάλα

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    Raissa Ozsari

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Publicado 16 marzo 2017 - 19:16

Interesante el escenario, para comenzar. Este te atrapa de repente, y es que a Alde también lo querían atrapar xD La verdadera pregunta es, ¿dónde está McQueen? Digo xD ¿qué es lo que tiene Alde para que sea perseguido por esa clase de personas? Muchas veces se pasa desapercibido a ellos pero, ¿habrá pensado incluso el personaje en la clase de problemas en los que se estaba metiendo?

 

Qué pintoresca señora, y sin duda qué valentía para enfrentarse a un tipo armado con solo sus puños y su grande cuerpo. ¿Habrá visto algo de Alde para hacer algo de esta magnitud? ¿Querrá lo que tiene él? xD

 

Muy buena introducción, en espera del siguiente :D


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#24 Patriarca 8

Patriarca 8

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Publicado 16 marzo 2017 - 21:33

-ese mocoso era un delincuente--------creo que empiezo a entender

porque algunos caballeros le temen a la policia---XD

 

 

-que me late que esa señora tiene mayor cosmos que jabu----XDDD

 

 

-buen capitulo


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#25 Macairo de Cancer

Macairo de Cancer

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Publicado 22 marzo 2017 - 21:29

¿Y diai? ¿Para cuando el siguiente capítulo?


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Fanfic parodia: "Saint Effect"

Parte 1: La Misión Suicida Parte 2: El Regreso de Zeus


Parte 3: El Capítulo Final (Aún no escrito)


#26 -Felipe-

-Felipe-

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Publicado 26 marzo 2017 - 21:27

PRIMERO que todo, Placebo y yo nos disculpamos por no responder a sus comentarios y varias un poco la regularidad de publicación. La cosa es que tuvimos muchas ocupaciones y no pudimos arreglar los detalles de la segunda parte que necesitábamos hasta ahora.

 

SEGUNDO, quiero aclarar algo para este, los pasados y los siguientes capítulos, y que tiene que ver con el tiempo, para evitar confusiones. Fue nuestro error no aclararlo bien desde el principio.

a. Este fic "comparte universo" con mi otro fic, Mito del Santuario. Allí, la acción principal (que en el manga original ocurre en 1986 y luego 1990), comienza en 2013.

b. Un gran cambio con respecto a la obra de Kurumada, es que los Santos de Oro no obtuvieron sus armaduras a los 7 años, sino a los 13, mínimo (así como los Platas como a los 14-15, y los Bronces a los 16-17). Por eso Alde, con 8 años (y Muu en el capítulo anterior, con 5, siguen siendo solo niños).

c. El tercer cambio tiene que ver con la edad de los personajes. Al principio de Mito, Muu tiene 29 años, y Alde 28. Por eso, si sacan las cuentas, entenderán por qué Aries transcurre en 1988 y Tauro en 1993.

 

TERCERO, los reviews.

Spoiler

 

CUARTO. El capítulo.

 

 

-Parte 2-

 

Todo quedó en silencio al ver como una especie de aura rodeaba a su salvadora, al tiempo que la banda se preparaba para disparar balazos. Si bien el aire se sentía más pesado, no era tanto como el peso que la mujer ejercía sobre el piso que ya se resquebrajaba, parecía poseer la fuerza de un elefante en aquel momento.

El primer embate fue tan veloz que el chico no logró entender qué pasaba exactamente: la mujer se había disparado casi con la fuerza de una bala y, tras girar sobre su propio eje, había insertado su rodilla y pierna en las caras de dos hombres. Otro giro más antes de que cayeran al piso, y un tercer hombre, armado con una navaja, era proyectado al piso por la fuerza de su sandalia. En cierto momento el chico contuvo la respiración, cuando vio que uno de ellos apuntaba su arma de fuego directamente a la nuca de la mujer. Pudo soltarla solamente cuando vio que la mujer tomaba el cañón del arma y lo partía en dos, golpeando al otro con lo que había quedado de su revólver, en el preciso instante en que los primeros dos sujetos terminaban de estampar sus traseros contra el suelo, que ya había perdido tantas piedras tras los pasos rápidos de la mujer que ahora era solo tierra y lodo.

Aquella mujer no intentaba acercarse a ellos, sino que esperaba hasta que estuvieran lo suficientemente cerca y los hacía tocar el piso antes de poder siquiera apretar el gatillo de sus armas. Era tan ágil que lograba esquivar las balas de las armas más grandes, los hacía retroceder a base de patadas y puñetazos, el chico incluso juraría que le había visto dar un par de cabezazos en medio de toda esa masacre, con la misma fuerza de un toro enfrentándose a un desdichado torero. Avanzaba con violencia entre los matones, se habría paso hasta el gran jefe de todo ellos, Joao Da Silva, con la furia de un boxeador alcanzando su tan ansiado título.

El chico nunca había visto a alguien tan pálido como el líder que controlaba el conjunto de favelas en que habitaba. Súbitamente, la mujer lo tenía atrapado en una llave de cuello, y no denotaba ningún miedo en su rostro sobre lo que aquel hombre pudiera hacer para defenderse.

—S-sabes que pu-puedo dispararle al chico de-desde acá, ¿ve-verdad? —La mano del hombre se deslizó lentamente hacia su pistola, con la esperanza de dar el tiro certero que lo liberara de ahí. Su voz temblaba con el miedo de una persona que estaba a punto de recibir un castigo peor que la cárcel, pero la salvadora no mostraba signos de piedad alguna.

—Inténtalo, no me cuesta nada retorcer tu asqueroso cuello. Podemos hacer un trato, pero vas a seguirlo al pie de la letra o partiré cada hueso en tu cuerpo tan rápidamente que no lo notarás hasta que desees caminar. —Apretó su cuello levemente, pero fue suficiente como para que él soltara la pistola y se quedara lo más quieto posible—. Ahora sí nos entendemos.

—¿Q-quién es usted? —preguntó el chico, acercándose a paso lento mientras los otros, los que podían, se alejaban a toda prisa. La mujer le devolvió una mirada ya tranquila, gentil a pesar de tener a un hombre enorme agarrado del cuello.

—Me llamo Verona, pero puedes decirme Vero, ternerito. Solo soy una simple guitarrista que sabe cocinar un excelente plato de arroz con frijoles. ¿Quieres un poco?

 

Sabía lo que significaba esa pregunta, muchos se la habían hecho en el pasado, y quería decir “te puedo cuidar un tiempo, para sentirme una buena persona”. Normalmente la rechazaba con gentileza, a veces con menos elegancia, y por eso se la había pasado en orfanatos, parques, terrenos baldíos, techos, cerros, siempre corriendo, corriendo, corriendo.

Pero había algo distinto en esa mujer, algo único que cambiaba por entero el significado de esa pregunta, y no tenía que ver solo con el rugido de su estómago. Llamarlo ternerito parecía más que una forma amistosa, provenía de una señora con sandalias y rodete que además sabía pelear, luchaba por su gente a una velocidad imposible, y estaba rodeada por una tenue luz blanca que no le pasó desapercibida.

“¿Quieres un poco?” significaba, en este caso, que esa mujer deseaba cuidarlo como a ninguna otra persona, que podía enseñarle a darle un sentido a la vida frenética que llevaba, que podía darle un propósito a su existencia ocupando un lugar en el vasto universo. Significaba que no tenía razones ulteriores ni intenciones secundarias. Por eso le sonrió de vuelta, contestando con un suave “sí” que calentó sus corazones. Era ridículo confiar así en un extraño, tal vez se había golpeado muy fuerte la cabeza, tal vez se había cansado de correr, tal vez el halo brillante a su alrededor era prueba de que podía protegerlo de las atrocidades del mundo, y enseñarle a defenderse de los mismos. Recordaría por muchos años como Verona noqueaba a Joao con un movimiento de su dedo sobre la nuca del líder del cartel, tan rápido que pareció no moverse en lo absoluto. Eso era lo que se conocía como Cosmos.

 

Porque esa mujer que interpretó para él cada día una nueva canción en su guitarra llena de folclor histórico, había sido algo más mucho tiempo antes. Así como le gustaba bañarse con agua fría, le gustaba defender a la gente, por lo que se había reclutado en un misterioso sitio que llamaba Santuario; así como adoraba darle un suave coscorrón en la cabeza y un beso en la frente cada vez que sus instintos lo llevaban de vuelta a las calles y luego regresaba a la calidez del hogar, Vero adoraba entrenar su mente y su cuerpo para algún día vestir algo conocido como Armadura de Atenea; así como ella reía con las comedias por radio y los chistes que de niño él aprendió, Verona rio, décadas atrás, con la satisfacción de seguir la tradición de unos supuestos Santos de Oro de llamarse por una estrella; así como disfrutaba el talento del chico y la sonrisa que le dirigía tras el rasgueo más famoso del pueblo, ella disfrutaba las relaciones de amistad y compañerismo en el corazón de Grecia; así como Verona se había arrepentido de no invitar al chico a su casa las veces anteriores que lo vio corriendo por doquier dado el miedo, la vergüenza y los nervios, la dama de tersa piel morena se había arrepentido de su supuesto destino: no se convertiría en Santo, sino que seguiría su vocación, tocando la guitarra al tiempo que ayudaba a toda la gente que pudiera en ese sitio abandonado de Sudamérica.

Eso veía Verónica en sí misma… pero el chico no se preocupaba con tantas y diversas comparaciones. Para él, ella era su madre y nada más. Lo descubrió con la primera sonrisa.

—¿A todos les dices “ternerito”?

—No todos tienen el honor de ser un dulce ternerito. Tú lo eres ahora… así que vamos a decir que yo soy una mamá vaquita, ¿no?

 

***

Dos años después.

 

Su maestra se había encargado de recordarle durante todo el viaje  los detalles necesarios para estar listo cuando llegara el momento, sobre toda la sucesión de Santos que debía recordar. Un montón de nombres danzaban en su mente, revoloteando y cambiándose de lugar, para la tristeza del pobre chico, que ahora estaba asustado de que fueran a rechazarlo y mandarlo en el primer vuelo a Brasil. Esa mujer, que ahora leía una revista con toda la paz del mundo, miraba como se esforzaba por documentar todo lo que le había resumido desde que el avión había comenzado a elevarse.

Al parecer, ni el género, ni la nacionalidad tenían que ver con la fuerza y lealtad de cada uno de esos guerreros, el único punto en común que podía descubrir era que cada uno tenía muy claro cuál era su vida; el más grande de todos los propósitos: proteger a la diosa Athena y asegurar su permanencia como protectora de la humanidad. Tener un propósito era todo lo que ese chico quería, así que no se atrevía a quitar los ojos del papel, mientras que su maestra le daba un discurso sobre lo que debía hacer y sobre lo que le podían preguntar, sin quitar los ojos de la revista que hojeaba con despreocupación.

—Ox, Ni-ne-tte, An-to-nio, Li-sha…

—Se te olvida un par, ternerito. Recuerda que un Santo caído es siempre, sin duda alguna, un compañero al que debes recordar, aun cuando tengan varios siglos de diferencia.

La goma de borrar hacía desaparecer un par de líneas, pero se sentía como si tuviera el poder de borrar toda una pieza de la historia de su signo. Le daba mucha vergüenza decirlo, pero leer le costaba muchísimo, casi tanto como escribir todos esos nombres y siglos de historia, en seis horas y media.  En aquel cuaderno se presentaban Santo, tras Santo; cada uno de ellos había intentado hacer su labor de la mejor manera, incluso si la muerte les llegaba inesperadamente. Nadie se andaba con rodeos; si quería seguir este camino y servir a su diosa, debía estar dispuesto a memorizar, escribir, leer, proteger y morir en cualquier momento.

Su maestra le había advertido que tendría que levantarse temprano ese día, y estar muy despierto y atento a lo que pasara dentro del avión. En ese momento todos los pasajeros dormían con sonoros ronquidos, cubiertos con las mantas que la aerolínea se había dignado en entregarles. Realmente no le importaba viajar en una aerolínea de baja categoría, ni le molestaba que su maestra estuviera tan corta de fondos como para tener que utilizar ese tipo de transporte, porque cuando ella estaba cerca de él, sentía que el mundo podría acabarse a su alrededor y no le importaría en lo más mínimo. Sabía que todo saldría bien.

Ella siempre estaría para ayudarlo, incluso cuando la turbulencia del avión le asustara lo suficiente como para necesitar sujetarse de su brazo y apoyarse en su pecho, escuchando sus palabras tranquilizantes y maternales.

 

—Atención, en tres horas y media llegaremos a nuestro destino. Por precaución, mantenga siempre su cinturón frente a posibles turbulencias.

Branko, que así se llamaba el muchacho sin apellido, levantó la mirada del papel sintiendo que sus ojos escocieron por la falta de pestañeo. Su maestra (su madre, si era más honesto consigo mismo) le miró con toda la calidez del mundo. Su hombro se veía como el lugar perfecto para apoyar su cabeza, así que dejó a un lado el cuaderno en que escribía y abrazó su brazo, sintiéndose preparado para lo que sea que viniera.

Cuando llegó hasta el lugar donde comenzaría su aventura, su estómago comenzó a traicionarle como nunca había hecho, al igual que el temblor de sus rodillas, que le sorprendió por primera vez. No había forma de que estuviera listo para ello, para dejar todo atrás, incluso para soltar la mano de su madre, que tan fuerte apretaba en este momento.

Estaba todo lleno de rocas, muros y columnas de granito, piedra y hasta algunas estatuas de bronce por allí y por allá. No lucía para nada como las calles de Brasil donde se había criado y había comenzado su entrenamiento bajo la mujer que significaba todo para él, la que lo había convertido en algo más. Si antes se preguntaba qué habría después de huir, robar, correr y volver a alimentarse, la respuesta ahora se le hacía evidente, y era conseguir con su poder que la gente no sufriera desde niños que lo que había vivido en sus primeros años. Evitaría a los huérfanos de ser posible… Bueno, ya no podía quejarse de serlo porque no se consideraba uno: ya había hallado a una madre. Una madre que pronto dejaría de ver.

Entre unas montañas con caminos angostos y sinuosos había un portal natural rocoso, pero ya Verona le había explicado que esa era la entrada mística que lo llevaría al Santuario, al centro de donde provenían los guerreros que defendían a los inocentes y luchaban contra el mal. Allí, frente a la puerta fue donde se detuvo por primera vez desde que bajaron del avión.

—¿Qué pasa si no soy un santo digno de Athena, Vero? —preguntó sin demora. ¿Cómo no cuestionárselo? Ya había visto de lo que su instructora era capaz, y por más rápido que se hubiera vuelto con sus brazos, no creía que llegaría a ese nivel. Y sin eso, no podría proteger a nadie jamás, ni a la misma Verona, cuando volviera a su lado, lo más pronto posible.

—Yo sé que lo serás, ternerito —respondió con un tono de “es obvio”, que le hizo sonreír, como solo era ella capaz—. Siempre he sabido que serás un Santo digno de admiración, no por intimidar a los demás con esos músculos que tienes, sino que por ser el chico más honesto y honrado que pude haber criado. Por eso no tengo dudas.

 

 

 

 

 

-EXTRA-

 

—Permite a Atenea conducir tus puños por la ruta de la bondad, la templanza, el valor y la rectitud. Esta Caja de Oro lleva en su seno una esperanza que te pertenece, y te convierte en el Santo Taurus…

—Aldebarán —completó el joven de trece años—. Mi nombre será Aldebarán.

—Taurus Aldebarán, entonces. Digno nombre para un joven destinado a tanta grandeza y brillo, puedo verlo —aseguró Sion, el Sumo Sacerdote.

Dos años entrenó con su madre, una aliada del Pontífice que prefería tocar en las favelas de Brasil; dos años más se instruyó en el Santuario, y tras unos últimos doce meses de vuelta con Verona, Sion de Aries los reunió en la selva amazónica para hacerle entrega, a quien una vez se llamó Branko, de la armadura de Tauro, que ahora cargaba, corriendo a toda prisa, en dirección a la Bahía de Guanabara en Río de Janeiro. Se suponía que debía reportarse en el Santuario, se reencontraría con los chicos que conoció allí, y con los que formó ciertos lazos, como el alegre y chistoso Aiolia, el burlesco pero leal Milo, y en especial el chico que poco reía, pero que le brindaba siempre toda su gentileza, un amigo de esos que sabía que apreciaría por siempre. Los extrañaba, pero aún no podía verlos ni regresar a Grecia.

Durante ese año se enteró de los regresos de Joao Da Silva a las andanzas con un gran séquito de nuevos aliados, incluyendo unos misteriosos hombres de negro, sembrando caos en las calles de Brasil desde las sombras. Verona le rogó que se preocupara de completar su arduo entrenamiento y que ella se encargaría, como quien lega a otro el hacer una tesis universitaria, pero no había hallado la guarida de Joao, y no podía hacer más que salvar a algunos mientras otros sufrían sin que llegara a tiempo. Era solo cosa de que un arma arribara en mal estado desde África al puerto, que la droga no fuera del gusto a su paladar, o que simplemente tuviera una jaqueca, para que Joao hiciera correr sangre en las favelas. Como siempre, los que más sufrían eran los niños que nunca tenían nada que ver con ello… y Branko esperó con paciencia y obediencia a su maestra. Si hacía una mala jugada, tiraría al tacho de la basura todos los años de sacrificio, debía estar listo primero para realizar un acto “heroico” como Francisco José do Nascimento el Dragäo do Mar, Zumbi dos Palmares, o más adecuado para un niño, Ronaldo.

Así fue como tras correr por tres horas con la excusa a Sion (protocolar, todos sabían lo que haría, pero algo debía registrarse) de que debía despedirse de unos amigos, llegó a Santa María do Espíritu Santo, su pueblo hipotéticamente natal, o al menos el que recordaba. Las calles pobres, pobladas de niños sin padres, padres sin hijos, hermanos solitarios incluso mientras jugaban con balones de cuero viejo… ese era su hogar. Allí sintió una multitud de Cosmos oscuros, perversos y tristes provenientes de todos lados, y supo que había llamado lo suficiente la atención con la Caja de Pandora dorada en su espalda cuando desde el cerro Pedra Bonita surgió un relámpago que reconoció al instante como la Ilusión Diabólica, una técnica prohibida hace siglos por el Santuario debido a su capacidad de manipular su mente. Dada la distancia y la velocidad del disparo, nadie podría evitar que acertara en su sien, con excepción, claro, de los Santos de Oro como él. En menos de un minuto esquivó el tiro tras comprobar que no dañaría a nadie, dio algunos cientos de zancadas y se detuvo frente a una atemorizada Sombra de la isla Reina de la Muerte, un sitio que funcionaba como cárcel para la peor calaña del globo, mercenarios, ladrones y gente miserable que cobraba por ayudar a cometer delitos. Sion de Aries se negaba a matar a esas personas, y Aldebarán compartía ese sentimiento… lo que no ameritaba que sus dientes sufrieran la misma suerte. Le permitió conservar seis cuando le dio la información que necesitaba.


Joao da Silva se había hecho con una gran fortuna sirviendo de lazo y mediador entre algunos de los puertos más importantes del océano Atlántico para el mercado de prostitutas, drogas y especialmente armas. Para ello no solo había contratado gente con entrenamiento militar, sino una quincena de Sombras de Reina de la Muerte. Ahorró muchos ingresos con la mano de obra más barata de todas, lo que hizo hervir la sangre de Aldebarán y hacerle correr con aún más rapidez que antes al puerto de Niterói, al noreste de Río.

Fue en ese momento cuando el joven Santo decidió´convertirse en más que un héroe. Esos niños, de entre cinco y once años, no tenían más familia que ellos mismos, eran meninos y meninas de la calle, igual que él, que no conocían más realidad que correr, ser pisoteados, correr, recoger pedazos de comida, correr, correr y sobrevivir en algún callejón desolado en medio de dos edificios dentro de edificios al interior de otros edificios permeables a la lluvia.

A esos niños les daría una oportunidad, él sería su opción de conocer un nueva vía de vida tal como su madre lo había sido con él.

A esos niños fue a los que vio, andrajosos, con las manos con callos y ampollas, los rostros sucios, los ojos cansados y llorosos, los cuerpos que no habían descansado o tomado un baño en semanas, descargando armas de los contenedores que bajaban desde los más raros y diversos barcos de carga, rodeados por media centena de hombres que sutilmente ocultaban armas en sus gabardinas, unos horripilantes guerreros con armaduras negras que podía hallar detrás de callejones, buques y bajo el agua, y en medio de todos, el más buscado de Brasil, al menos por él. El hombre que lo había perseguido, y de alguna manera, guiado a su Vero.

—¿Y este? —preguntó uno de los mercenarios. Joao, detrás, hizo como si fuera uno más entre ellos.

—Buenas noches, señores —saludó con cortesía aunque le hervía la sangre por ver a los niños, que solo porque son lo más puro en la raza humana, sabían reconocer (y más en sus condicione) cuándo alguien les ofrecería su vida para ayudarlos. Simplemente lo sabían desde que pisaban la calle—. Mi nombre es Taurus, aunque alguien aquí pudo o no conocerme con el nombre de Branko hace muchos años; ese alguien podría o no tener acelerado el pulso, y tratando de levantar su arma con la derecha, porque puede o no haberme reconocido; hace un tiempo, pude o no robarle un elefantito de marfil que perteneció a un magnate de los Mirinho, un elefantito lleno de cocaína que adorna una repisa de mi madre, tan caro que lo usaré para construir un hogar para estos chicos;un elefante por el que alguien pudo o no perseguirme hasta que una dueña de casa le dio la paliza de su vida, imposibilitándole doblar el cuello a la izquierda… Ya dejen de intentar disparar, hace cinco segundos que les reventé los cañones, las balas no pasarán… Les decía, me preguntaba si conocen a alguien con esas características aquí. ¿Pueden ayudarme?


Tras medio minuto, dos cosas habían sucedido. Uno, Aldebarán se convirtió en una mancha de luz que barrió con todos los hombres armados, luego con las Sombras que trataron de usar a los niños aterrorizados de rehenes, luego el resto, y finalmente le propinó un golpe tan fuerte a Joao en la nuca que probablemente se olvidaría de él, así como de muchas cosas. Era menos de lo que merecía, creía firmemente en que los niños no trabajaban, ¡ellos vivían!

Dos, cuando el robusto y joven guerrero se acercó a los chicos que, a través de su percepción infantil entendieron que había gente buena y mala en el mundo, les preguntó si se irían con él a un lugar donde podrían aprender a cocinar para luego comer un excelente plato de arroz con frijoles.

¿Quieren un poco? —les preguntó. Y ellos no dudaron ni un instante.

El orfanato a cargo de Aldebarán de Tauro se fundó en el centro de Río solo un mes después, y un solo elefante bastó para pagar por muchísimos años el más delicioso arroz con frijoles de Brasil.


Editado por -Felipe-, 18 abril 2017 - 19:19 .

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Publicado 26 marzo 2017 - 21:52

Verona al parecer fue una buena maestra

 

lastima que se le olvido decirle que siempre

 

 

debía estar atento para evitar ataques a traición---XD


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Publicado 27 marzo 2017 - 01:59

Comienzo diciendo que me encantó la maestra de Alde. Conste que soy bastante exigente al aceptar personajes OC en fics protagonizados por los Golds Saints. Verona es bastante singular: fuerte, determinada, temeraria, dulce, cálida y honesta. Creo que el Torito es muy semejante a ella (y eso que no es su mamá biológica). Me fascinaron sus respectivos apelativos: "ternerito" y "mamá vaquita".

Como bien lo señala Teoch, Verona es una muy buena maestra, sobre todo porque condujo a Alde a encontrar su sentido de la vida (ese algo que estaba buscando) y que radica en su misión como Santo de Athena.

También me gustó que le inculcará a Alde recordar y honrar a sus predecesores. La historia del mundo se forja con la intervención de los actores del pasado, el presente y el futuro.

Me quedé con dos dudas. Entendí que Verona renunció a la posibilidad de ser un "santo" (o Amazona?), pero cómo es que siguió teniendo contacto con el Santuario? Y ella ya había percibido antes algo en Alde para decidir protegerlo y prepararlo como guerrero de Athena?

Una última observación respetuosa, si bien ya les hice saber que me encantó su personaje OC, me gustaría que en el próximo capítulo se le diera mayor protagonismo a Alde, ya que he percibido su participación un tanto al margen.

Eso es todo. Y estaré en espera de la continuación.

Hasta la próxima.

PD: No tengo inconveniente en que se refieran a mi solamente como "girl".

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#29 Placebo

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Publicado 29 marzo 2017 - 19:59

Música de fondo, be prepared(?)

Spoiler

 

-Suben los telones de terciopelo, aparece Placebo con un terno negro y un corbatín rojo- ¡Buenas noches, everyone!

Estamos aquí reunidos porque, whoa!, hemos llegado al final del segundo capítulo de nuestro fic. 

Lamentamos mucho la tardanza del capítulo y agradecemos mucho que hayan leído hasta ahora. ¡un aplauso para nuestro público!

-Suenan aplausos pre-grabados- Sin más preámbulo, vamos con la cuarta parte de "Tauro". me disculpo por el drama del capítulo (my fault) y por cualquier transfondo que puedan ver en las palabras de Mu. :ph34r: 

Esperamos con ansias sus comentarios, palomas mensajeras con metralletas, pokebolas voladoras a la cabeza, patadas en el trasero (al estilo Loki), capítulos repetidos de Los Supercampeones, comentarios escritos al revés y leídos al derecho y muchos, muchos chocolates con review (o solo chocolate, eso sirve también :wub: )

 

Parte 4 (Final)

 

 

 

Branko no rechazó la tradición de cambiar el nombre a la estrella más brillante de Tauro cuando su propia madre, y el Pontífice Sion de Aries, le hicieron entrega de la brillante Armadura de Oro que se hallaba bajo el Corcovado. El Santo de de Tauro vivió muchísimas aventuras, luchó contra enemigos de toda clase y cada vez, cumplió a cabalidad la promesa que se había hecho, juró que protegería a todas las personas que pudiera para que no hubieran más niños como él en el mundo, o al menos intentarlo con todas sus fuerzas. Había hallado un motor para vivir.

 

El guardia del Templo del Toro se hizo un nombre en la historia del Santuario. Sus compañeros lo querían y confiaban ciegamente en su amabilidad, lealtad, determinación, honor y simpatía, ninguno era como él…. Pero su majestuosa y heroica misión acabó lamentablemente el 22 de marzo de 2013, durante la batalla contra el Emperador de los mares, Poseidón. Tras luchar contra tres poderosos enemigos a la vez, estando sordo y gravemente herido, protegiendo a la villa Rodrio y sus habitantes de la completa destrucción, que solo se antepondría a un ataque al Santuario, Aldebarán de Tauro pereció ante sus frustrados compañeros de Oro Muu, Aiolia, Shaka y Milo, que nada pudieron hacer para evitarlo.

 

 

25 de Marzo de 2014.

 

—No, no es posible...

 

Quería creer que no era cierto. Tal vez todo era un falso presentimiento y pronto recibiría una llamada que le confirmaría su teoría. Pocas veces el Cosmos se equivocaba con ese tipo de sucesos, pero esas ocasiones eran milagros que devolvían el alma al cuerpo. El dolor se extendió por su pecho, como si fuera parte de un inmenso mar, parecido al que podía ver desde el balcón de su casa. Sus manos dejaron a un lado la guitarra, para tomarse la cabeza. Podía sentir como sus lágrimas caían encima de su regazo, donde unos años atrás había sentado a su discípulo.

 

No quería creerlo, pero el inconfundible cosmos de su alumno se había extinguido, tan rápido como una patada al pecho.

 

-Mi ternerito..., mi pequeño Aldebarán...

 

Aquel niño, al que había amado como a su propio hijo, se había ido de este mundo, tan rápido como en un pestañeo. Unos días antes la había llamado desde una cabina telefónica, para indicarle que todo estaba bien, que acompañaría a su diosa al cumpleaños de Julian Solo y que pronto iría a visitarla, ansioso por probar esa feijoada  que le hacía sentir en casa cuando probaba la primera cucharada. Intentó levantarse de su asiento, pero volvió a caer en él, para asimilar la rapidez en que el dolor se expandía por su ser. Era peor que cualquier golpe, peor que aquellos años donde vivía al filo del terrorismo, arma en mano para sobrevivir por “la causa”. Esto se sentía peor que la vez en que recibió una puñalada en pleno seno izquierdo, no existía dolor con el que pudiera compararlo. Se iba a volver loca si no se detenía, el aire no llegaba a sus pulmones y se ahogaba con el llanto, la habitación estaba cada vez más oscura y el polvo se elevaba hasta que casi lo tragaba.

 

. Ya había perdido un hijo en el pasado, pero sentir aquello de nuevo no hizo más que terminar de matarla en vida. Tal vez por eso sintió cierto alivio cuando comenzó a desvanecerse en el plano de la inconsciencia, esperando no tener que volver a despertar otra vez.

 

Cuando sintió la presencia de esa persona, estaba vigilando que la tetera no estuviera demasiado cerca de la orilla de la cocina. Al abrir la puerta se encontró con alguien que conocía demasiado bien, sin siquiera haber charlado más de un par de veces. No era necesario, porque su pequeñín le había hablado horas y horas sobre sus compañeros de equipo, sobretodo sobre aquel Santo de cabello violáceo y ojos verdes cuya sonrisa, decía él con un orgullo que le hacía brillar los ojos, aparecía levemente cuando hablaba con él.

 

—Buenas tardes, Verona. Soy…

 

—Sé quien eres y sé a qué vienes. Pasa—Se dio vuelta para dejarlo pasar, sentándose en la silla más cercana, para mirar como su visitante la miraba con cierta duda y cerraba la puerta detrás de él.—Puedes sentarte, si no te molesta.

 

El extraño se sentó frente a ella con el ruido de las partes de su armadura chocando contra la humilde silla de madera. No es que estuviera enojada con él, por supuesto que no era su culpa que su hijo hubiera… terminado su misión de esa forma, pero no podía evitar sentir que la presencia de alguien del Santuario no hacía más que hervirle la sangre.Si las miradas mataran, estaba segura que sería conocida como “la guitarrista que mató al Santo de Aries, a base de rabia”.

 

Aquel hombre tenía unas ojeras impresionantes, dignas de alguien que no había dormido en semanas. Miraba las paredes de la pequeña casa con demasiado interés en las fotos de guitarristas, cantantes y una que otra donde aparecían ella y su dulce ternerito. Cuando sus ojos se posaban en alguna de esas fotos, podía notar como su serio rostro cambiaba por un segundo, sus ojos se humedecían y su boca se tensaba con amargura. Parecía querer meterse en la foto, ver el momento con sus propios ojos. Logró sacarlo de su ensimismamiento al aclarar su seca garganta, mirando de reojo que la tetera no se hubiera apagado.

 

—Verona, yo… vengo en nombre del Santuario, para darte nuestro más sentido pésame. —Puso una carta encima de la mesa, algo abultada con el contenido que poseía—. De parte de las autoridades, se te envía la remuneración por las servicios que Taurus Aldebarán ejerció por última vez, debido a que dejó estipulado que sólo tú debías recibir....

 

—¿Y eso de qué me sirve? No necesito dinero, Aries, necesito saber qué le ocurrió a mi hijo. —No quería ser maleducada, pero lo que el Santuario trataba de decirle era poco menos que levantar la alfombra y dejar el problema en el olvido—. Él hablaba mucho sobre lo cercanos que eran,  así que no creo que hayas venido solo a darme una disculpa formal.

 

El hombre de cabello violeta bajó la mirada un momento, suspirando de forma casi imperceptible, mientras que buscaba algo en una parte de su capa. Sobre la mesa apareció una hoja, con la letra inconfundible de su querido ternerito. Sin preguntar nada la tomó entre sus manos y repasó cada una de las curvas que la tinta había marcado en el papel. Su pequeñín le escribía sobre lo mucho que la extrañaba, como extrañaba las calles rotas y casas coloridas de la favela, esa misma favela que había pasado de ser una simple residencia para ella cuando ese chiquillo apareció en su vida. Esa letra redonda, enorme, que se salía de los renglones y luego volvía a subir.

 

Mamãe Vaquinha”

 

Cerró los ojos un momento para poder tranquilizarse. Cuando se conocieron ese apodo se convirtió en una identidad para ella. Ya no era solamente una guitarrista que vivía en la favela, gracias a él había podido sentir la verdadera alegría de ser madre. De al fin ser madre, de poder abrazar a su hijo y tener alguien que pudiera buscarla cuando necesitara su amor.

 

—Aldebarán fue… —Esa persona no era un desconocido para ella y, sin embargo, ahora mismo no sabía con quién estaba hablando. Su rostro ya no era la imagen fija de la templanza, se desmoronaba lentamente, luchando por no dejar ver su reacción. Lo vio tomar aire antes de decir algo, sus ojos se humedecen a una velocidad preocupante y casi sentía pena por él—. Aldebarán fue uno de los mejores Santos que el Santuario ha tenido, también fue la persona más bondadosa, compasiva y leal que he conocido. Murió defendiendo lo que creía, con su último aliento hizo lo posible para cumplir con su deber, incluso cuando sospechó que iba a costarle la vida, Verona. —El Santo de Aries cerraba sus ojos con fuerza, su ceño fruncido en una mueca de dolor, sus manos se aferraban a su casco hasta que sus dedos se ponían blancos por la presión—. No vine en nombre del Santuario, señora, vine porque él fue uno de los mejores compañeros que alguien podría haber tenido y es mi deber que ud. pueda saber el tipo de persona que fue al morir. —Su mandíbula se tensó al decir estas palabras, sin poder levantar la mirada para enfrentar la suya. La persona frente a él hacía un esfuerzo por contener las lágrimas, pero no iba a hacer nada para impedirlo. Este era el momento para ello, el momento perfecto para que las dos personas que más lo quisieron pudieran llorarlo en paz—. No pude hacer nada para evitarlo, ninguno de nosotros pudo, Aiolia, Milo, yo…

 

La tetera chillaba por ser escuchada, así que se levantó de la mesa para poder dejar de ver la imagen de ese hombre hecho pedazos por la pérdida de la estrella más brillante del Sanuario. Tomó un par de tazas de su alacena y empezó a servir el té, con la lentitud suficiente para darle un momento a solas a Aries. Llevó ambas infusiones a la mesa y dejar una de ellas frente a su visitante. Debía ser que la edad le ablandaba el corazón, pero no soportó ver ese rostro, ni esos ojos enrojecidos, ni sentir ese temblor en su voz.

 

—Mi ternerito murió siendo la persona que debía ser. —Ahora era ella quien no podía evitar llorar frente a alguien más, pero no tenía fuerzas para contenerse, ni mantener el orgullo que le quedaba—. Nunca dejaré de estar orgullosa de él, ni de decir que fue el mejor hijo que una madre podría tener. Ese chiquillo estaba destinado a algo mejor que sus circunstancias, y lo logró con el sudor de su frente y la amabilidad de su corazón. Mi hijo vió algo bueno en ti, Aries, así que, supongo que su cercanía no fue en vano. —Se levantó de la mesa, para ir hacia un armario donde guardaba los cacharros varios que se habían amontonado con el paso del tiempo. Volvió a sentarse a la mesa, con una caja polvorienta en las manos, cuya tapa deslizó para revelar una cantidad exorbitante de fotografías en las que aparecía su amado hijo—. Mirabas con mucho interés las fotos de Aldebarán hace un rato. Tengo unas cuantas que podrían gustarte, Ari…, digo, Muu. —No intentó limpiar sus lágrimas, pero le dedicó una sonrisa a ese Santo entristecido. Uno de los dos debía ser fuerte, y ella tenía mucha experiencia con el dolor.

 

 

El Santo de Aries le devolvió la sonrisa. Su compañero había caído en el campo de batalla, no volverían a verlo, pero todavía vivía en sus memorias y pertenencias. El chico llamado Branko que había robado y huido durante su infancia ya no estaba, pues desde hacía mucho tiempo se había convertido en la estrella más brillante del cielo de Verona, el astro más gentil y heroico del firmamento del Santuario, la sonrisa más resplandeciente. Muu sacó una fotografía de su cinto, en ella aparecían Kiki, su pequeño discípulo, y su “tío Aldebarán”, con su negro terno, poco antes de viajar para la fiesta de cumpleaños que acabaría en una guerra. No importaba ya, ahora solo era recordarlo con la viveza de aquel guerrero que había hallado un motivo para vivir. Vero sonrió igual que él, avergonzado por la ajustada corbata, en la fotografía, y la pegó con las demás en la pared principal. Ambos la contemplaron unos minutos hasta que Muu y Verona comenzaron a degustar sus famosas frijoladas para acompañar el té.


Editado por Placebo, 29 marzo 2017 - 20:02 .

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CERVEZA GRATIS Ahora que tengo tu atención, ¡pásate por Anécdotas de Oro. y aprende sobre el (probable) pasado de los Gold Saints!


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Publicado 29 marzo 2017 - 20:33

Ante las dudas, quiero mencionar también que lo que sucedió con Aldebarán no está basado en lo que pasó en el manga o el anime, sino en la versión de mi otro fic, Mito del Santuario. El capítulo en el que "aquello" sucede, por si gustan saber y entender el trasfondo (aunque no es estrictamente necesario), está aquí:

 

http://saintseiyafor...10#entry1590371

 

 

Saludos a todos :D


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#31 Patriarca 8

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Publicado 29 marzo 2017 - 20:55

-no sabia que el santuario pagaba remuneración ---yo pensaba que eran tacaños como saori---XD

 

 

-los caballeros  de esta generación si que se toman a pecho la muerte

de sus compañeros---menos mal que no vivieron en el universo

de lost canvas en donde morían como moscas


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Publicado 30 marzo 2017 - 19:10

COMENTARIO 2: Hola Placebo! Deseo que todo vaya súper. Ya me comían las ansias por tener actualización del fic. Entiendo que a veces hay inconvenientes que nos hacen postergar determinadas cosas. Así que no os preocupéis.

 

Paso a mi review, el cual dividiré en dos partes:

 

Sobre el capítulo.- Me llama la atención que decidieran cerrar la historia de Alde con su muerte. Esperaba que fuera la continuación centrada en su infancia, como con el caso de Mu y, como se los hice saber en mi anterior comentario, que se le diera voz a él; pero, creo que eso ya son más expectativas mías de las cuales hablaré más adelante. 

 

No obstante todo lo anterior, me gusto que usaran como recurso para construir la personalidad de Alde y  para conocerlo a terceras personas, en este caso a su maestra-madre y su mejor amigo. Hubiera sido ideal conocer los puntos de vista de sus otros camaradas. ¿Será que Mu hablo en nombre de todos?

 

Aplaudo de nuevo esa excelente descripción-narración y sobre todo esas sensibilidad y capacidad para transmitir emociones. Pude sentir la congoja de Verona y el dolor de Mu, el cual no estaba muy dispuesto a mostrarlo (mi carnerito se estaba reprimiendo).

 

Que hermoso que Alde fuera recordado así, de esa manera! Creo que ese es uno de lo mejores legados que podemos dejar y con los que podemos trascender después de la muerte. Ay! creo que voy a llorar junto con Verona y Mu.

 

 

Sobre los fics de los golds saints.- Estas son observaciones  que hago a partir de la lectura de otros fics, esperando que les sirvan de algo. Aclaro que es mi muy particular punto de vista.

 

1.- Hay cuatro golds saints que son marginados y/o olvidados por las/los fanfickers (no cuentan los del genero yaoi, porque esa es otra historia) y son específicamente Aldebaran de Tauro, Death Mask, Shaka de Virgo y Afrodita de Piscis. Hay tan, pero tan pocos de ellos que casi los cuento con los dedos. Afortunadamente,  de esos pocos, la mayoría tienen una calidad excelente. Tengo mis hipótesis a ese respecto, pero que no vienen al caso. Lo que quiero destacar es que si bien muchos escritores se guían por gustos personales, se agradece cuando piensan en el lector, en lo que está buscando. 

 

2.-Sobre las personalidades OCC de los golds saints.- En otro lugar leí que los autores tienen plena libertad de hacer con su historia y los personajes lo que quiera; para mi eso es válido cuando se trata de una historia totalmente original; sin embargo, creo que cuando se basan en una ya escrita esperaría que se respetara en un mínimo al personaje original (de esa regla se salvan un poco, sólo un poco, los fics de comedia), acepto hasta cierto punto las modificaciones (en la personalidad, escenarios, situaciones, contexto), pero... cuando me lo presentan como alguien totalmente diferente o con los consabidos clichés, ya no me cuadra nada. Le doy la oportunidad a la historia; pero  -Ay! como pongo peros- lastimosamente no entra en mis favoritos. 

 

3.-Sobre las historias de cada golds saints.- Sabemos nada o casi nada de cada uno de  ellos que la tarea de reconstruir sus historias de vida es una tarea bastante complicada; por ello, felicito a quienes como ustedes toman el reto de escribirlas. También le reconozco a Kurumada el que haya dado una que otra pista para que los fanfickers puedan retomarlas o basarse en ellas; dicen que nadie descubre el hilo negro y es sorprendente -al menos para mi- quienes identifican esas pistas y con ellas crean hermosas historias de los golds. Cada escritor tiene su estilo para hacerlo y/o su versión de los hechos, eso se respeta. Desde mi visión ustedes van por ese camino y espero que así sigan. Lo único que pido redondeando con el primer punto es que no marginen a mis golds "olvidados", porfa denle voz a ellos.

 

 

Eso es todo.

 

Estaré en espera del próximo capitulo. 

 

PD1: Tal vez un día  seguiré la recomendación de Teoch y me anime a escribir un fan fic.

PD2: Será que me da miedo estar del otro lado de la barrera y me es más cómodo ver la corrida  sentada?


Editado por girlandlittlebuda, 30 marzo 2017 - 19:15 .

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#33 Αλάλα

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Publicado 06 abril 2017 - 20:40

Malvado foro, no podía ingresar y hasta así me daba flojera leer xD

Pero ya con todo en orden de nuevo, debo decir que este fic de Aldebarán me gustó mucho, incluso con los cambios *-*

Qué buena mujer Verona, estoy segura de que Aldebarán no pudo tener mejor persona que ella para que le cuidara. No me esperaba que también fuera ella una guerrera xD Pero el desarrollo que le dieron fue bastante tierno.

El detalle de las fotografías, de las pequeñas escenas como Alde con su traje negro y las cartas, fue un toque más realista para hacer palpable la situación. Esto merece un par de dibujos xD -pero soy muy vaga :'v-

Ahh, ahora viene mi santo preferido, Saga, estaré esperando, y ahora sí que ya no tengo excusa para no venir apenas actualicen xD Que espero sea pronto, saludos a ambos!!


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#34 Placebo

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Publicado 18 abril 2017 - 21:25

Acompañamiento musical(?)

 

¡IMPORTANTE!:

¡En la segunda parte de Tauro hay un extra que Felipe escribió con todo su increíble (y muy lindo) talento para los extras grandiosos y geniales.!

Les ruego que lo revisen, porque vale la pena leerlo, en verdad que si.

No digan que no les avisé(??)

 

Spoiler

 

 

Ahora sí. 

Llegó el momento de la verdad.

¡Música emocionante, por favor!

 

-CHAN CHAN CHAAAAAAN (?)-

 

-Aparece Cami en el escenario, con una tarjeta roja en la mano y esquivando los tomatazos-

 

Bueeeeeeeeeeenas noches, personas del universo.Al fin hemos vuelto a sus vidas, con un capítulo nuevo.

Recién salido del horno, puede sentirse lo humeante y esponjosito que está.  (Se ruega NO comer el capítulo, por más rico que se vea. Sabe mal, muy mal(?)) Lamentamos mucho el retraso de este capítulo, por favor no nos maten :c

 

Agradecemos con todo el corazón su apoyo a nuestro fic. Les enviaremos una canasta de fruta por su lealtad

Es gracias a ustedes que nuestro fic se vuelve más lolein, con cada signo zodiacal que pasa.

 

Sin más que decir, ¡vaaaaaamos con....GÉMINIS!

 

 

GÉMINIS

Parte 1

 

Abril de 1983.

Hace muchísimos años se estipuló que entre los Santos de Oro que protegen el Santuario, el de Géminis tendría el destino más ruin. En esa profecía había fuerzas que iban más allá del entendimiento humano, pero que afectaban a los Santos cuando nacían dobles, gemelos como presentaba la constelación de Cástor y Pólux. Aquellos que brillaran bajo esa estrella lucharían y se darían muerte entre sí por la única armadura de Gemini, y nunca hallarían el amor fraterno.

Originalmente estaba Dióscures, uno de los primeros Santos. Antes de nacer se estaba gestando con un gemelo que luego se volvió parte de él, y así, ambos hermanos se criaron en un solo cuerpo, uno en la vida real, y otro en la mente. Ninguno de los dos llegó a entablar relación con el otro, y por sus pecados antes y después de que el cuerpo muriera, en la primera Guerra Santa con Hades, fueron los que recibieron la maldición histórica.

Aun así, Dióscures (o tal vez su hermano) entrenó a los mellizos Magnus y Ethos antes de fallecer en la guerra. Ethos era el menor, ciego de nacimiento, que desbordaba emociones a raudales y la gente lo consideraba el más puro de los sacerdotes de Delfos; pureza que Magnus, a quien llamaban el Vampiro por una malformación, utilizó para sus propios intereses, subiendo escalones entre los Santos de Oro por supuestas buenas acciones, hasta que se convirtió en Sumo Sacerdote. Al enterarse, Ethos fue consumido por la ira y tomó en secreto tanto la vida del Sumo Pontífice como el control de Grecia, hasta que fue muerto por el legendario Santo de Pegaso.

 

En el siglo VII, Amaias era un alma generosa que deseaba más para su género, lo que le hizo ganar el epíteto de loca, y más tarde histérica, en los registros del Santuario; una sedienta de sangre que asesinó sin remordimientos a su hermano Amicus, un líder que combatía cuerpo a cuerpo, sin recursos cósmicos más que en sus puños. Por siglos, se crearon muchísimas teorías y explicaciones a lo que ocurrió con los mellizos, costó mucho trabajo darle crédito a Amaias como una precursora de la igualdad de derechos, y se hallaron libretas arcaicas que mostraban el amor obsesivo, más allá de lo fraterno, que sintió Amicus por ella; incluso llegó a decirse que mató a aspirantes a Santos de Oro y atacó a algunos titulares para que ella fuera la única, y que se dejó matar por Géminis para que el mundo la viera como una mujer tan poderosa como para acabar con el imponente Amicus.

 

Una generación después, sin saberse de dónde, apareció Caín, un hombre bondadoso y lleno de justicia, según los rumores; nada parecía extraño con él, hasta que quedó claro que no era el único Santo de Géminis. A veces, cuando no estaba presente, surgía un joven casi idéntico a él de no ser por el color de ojos y cabello, llamado Abel, que intentó adueñarse del Santuario desde el interior, hasta que fue controlado. Qué sucedió finalmente con ellos fue información que no se registró nunca, pero sí se sabía que Caín y Abel jamás aparecieron juntos en el mismo lugar y tiempo.

Luego llegó uno de los Santos más inteligentes de la historia, Aqua de Géminis, quien aparte de ser terriblemente despiadado en la batalla, escribió muchísimos libros de la biblioteca pública, investigó incansablemente sobre toda clase de materias, desde medicina a psicología, e incluso llegó a decirse que las mismas personas le parecían sujetos de estudio, incluyendo su hermano Bautista, un titán en la guardia del Santuario, a quien le dejó horribles marcas en la piel como consecuencia de su lealtad plena y probablemente las agujas que usaba en combate.

 

Hubo dos temibles gemelas llamadas Ágape y Ágata, que se convirtieron respectivamente en la Santo de Géminis y en una Berseker del Batallón del Miedo, convirtiéndose en un símil de la guerra entre los hermanos Atenea y Ares. La victoria de la astuta y manipuladora Ágape sobre la imponente y emocional Ágata fue lo que cambió el rumbo de esa Guerra Santa, que era en ese momento una derrota para el Santuario. Con el tiempo, Ágape se volvió más y más lúgubre.

 

A mediados del siglo XVIII, Aspros cuidaba enteramente de su hermano Deuteros, presa de humillaciones y abusos, pero al crecer se volvió envidioso y un apasionado codicioso, por lo que fue asesinado por su gemelo, que tomó su lugar, antes de que atravesara el corazón de Sage, el entonces Sumo Sacerdote. Aspros volvió de los muertos, y como si la profecía permaneciera indiferente a las leyes de la naturaleza, tuvo su venganza y terminó con Deuteros.

El Sumo Sacerdote Sion de Aries creía en el destino estático, permanente y eterno, nada podía afectarlo pues las estrellas que lo marcaban estaban por sobre la voluntad humana, al igual que los poderosos dioses. Pero su asistente, Nicole de Altar, tenía una mirada algo diferente: si bien no estaba convencido, creía que debía existir una posibilidad de cambiar lo que estuviera prescrito, y sus esperanzas estaban puestas en dos huérfanos de solo siete años que hasta ahora habían sobrevivido gracias a la existencia del otro. El Santo de Plata, alto y robusto, de labios oscuros, ojos profundamente negros y largo y espeso cabello del mismo color que ya mostraba algunas canas, era un hombre de experiencia evidente y apariencia bien cuidada que jamás dejaba nada al azar. Los había sacado de un orfanato católico al norte de Grecia desde que le habían informado repetidamente sobre las particularidades enigmáticas de los gemelos Laskaris que sorprendían y atemorizaban al mismo tiempo.

 

Pues aunque Saga era mayor que su hermano solo por tres minutos, su mente, actitud y vocabulario lo hacían ver casi una década más viejo; era un niño constantemente rodeado por un aura de solemnidad, seriedad y calma que le hacía poco merecedor de las simpatías de otros niños. Sin embargo, el problema iba más allá, pues cuando esos niños lo acusaban de que a veces ese chico serio se comportaba como un loco y era capaz de causar pequeñas quemaduras en las cortinas, camas, juguetes y murallas con solo acercarse, lucían realistas, genuinamente temerosas, si bien carecían de pruebas contundentes.

 

El otro, Kanon, siempre seguía a su hermano donde fuera que se dirigiera, y las monjas decían que él era quien incitaba las peleas entre los otros niños con maniobras sutiles y astutas bromas de las que solía salir impune. La mitad de sus compañeros decían que él era causante de provocar la locura en su hermano con palmadas en la espalda y sonrisas viles; mientras otros aducían que, por el contrario, él lo tranquilizaba. Además, se rumoreaba que era capaz de moverse muchísimo más veloz que cualquier infante, e incluso adultos, y que si en un segundo estaba holgazaneando en el campanario, al siguiente ya se había sentado frente a la mesa a tomar desayuno en el primer piso.

Nadie creía en lo que los chicos, con miedo y excitación evidentes, juraban y rejuraban, pero claro que levantaba sospechas, tanto de la opinión local como de la prensa, que se divertían creando historias a expensas de los Laskaris. No era el caso del Santo de Plata de más alto rango, el que apoyaba al Sumo Pontífice y se encargaba tanto de la biblioteca como de la Academia y la Palestra. No… Nicole de Altar había percibido allí el uso natural, prodigioso y algo peligroso del Cosmos, la fuerza energética que rige el universo. Disfrazado —actividad que ya no realizaba hacía muchísimos años— de párroco, se infiltró en el orfanato. Tenía una corazonada, y eso iba mucho más allá del destino: provenía de la propia experiencia.

 

Se presentó como un representante de una escuela especial que había hallado interés muy particular en los gemelos Laskaris. Le permitieron mirarlos mientras jugaban en el patio, durante un descanso, y después de cinco segundos de encontrarlos con la mirada, sentados en soledad en una banca, comiendo entremedio de una multitud de niños de distintas historias, la perplejidad se asomó en su expresión.

 

Vio talento. Increíble, brillante y puro talento.

 

El que comía en silencio, y con los ojos cerrados, una naranja, debía ser Saga, el mayor. El aura que lo rodeaba era verde, enorme no solo para un niño, sino incluso para un soldado raso adulto; sin embargo, también era irregular, controlado apenas, como si en cualquier momento fuera a cambiar abruptamente. Por lo demás, para tener siete años, tener la mano llena de jugo y masticar una naranja, era obvio que si le lanzaba una piedra desde esa distancia directo al cráneo, podría esquivarlo sin problemas. Tuvo la tentación de hacerlo mientras los observaba. Hasta le dio la impresión de que la naranja estaba en una posición ideal para usarla de medio de defensa ante los otros niños; comerla era solo una excusa.

 

El otro era cubierto por un manto de energía azulado, y con cada movimiento ocular de seguir la pelota con la que jugaban los otros niños, su aura se movía acorde. Probablemente no tenía la menor idea de que había una cosa electromagnética a su alrededor, pero no parecía el tipo de chico que se complicaría la existencia por ello, sino que le facilitaría la vida.

 

Nicole se acercó a ellos con suma precaución.

 

—¿No van a jugar, niños? —Al terminar de inquirir, el Santo de Altar retrocedió un par de pasos. Recibió una mirada significativa, atemorizante como el de una víbora frente a su presa de parte de Kanon, como si estuviera a punto de devorarlo. ¡Si solo le había hablado!

 

—¿Alguien te preguntó, viejo? —preguntó a su vez Kanon. Su voz era aguda pero muy violenta, como si cada letra fuera un zarpazo.

 

—Esa no es la forma de hablar a los mayores —dijo Nicole, rascándose la barba, tratando de recuperar el control—. No la que enseñan aquí, al menos.

 

—¿Y tú qué podrías saber? —Kanon se paró de puntillas para encararlo. Su cabello era negro, largo y descontrolado; sus ropas estaban maltratadas, manchadas con comida y polvo. Sus ojos verdes eran demasiado desafiantes para un chico tan joven.

 

—Se muchas cosas. Una de ellas es que un mocoso como tú no podría amedrentarme con una voz tan chillona.

 

—¡Kanon! —exclamó Saga en voz alta, deteniendo a su hermano gemelo antes de que se abalanzara sobre el misterioso anciano—. Espera, no creo que diga mentiras.

 

—¿Que qué?

 

—La niebla. ¿No ves que también la tiene?

 

Saga Laskaris clavó sus ojos sinceros, calmos, dulces incluso, junto a los de Kanon en el viejo Nicole, que no pudo hacer otra cosa más que perder el control otra vez. ¿Niebla? ¿A qué se refería? ¿Tal vez al Cosmos? Entonces podían verlo en otras personas, y Saga había visto más allá del disfraz. Se oyeron risas de niños muy cerca, pero ninguno de los gemelos se inmutó.

 

—Tienes razón, veo la niebla. —Kanon sonrió con una malicia inexplicable, sobrenatural, pero aún envuelta en el gesto inocente de los niños traviesos. Se llevó la mano al bolsillo con un gesto veloz que ocultó con un movimiento exagerado de su otra mano; es decir, el truco más viejo en el libro.

 

—No hagan algo de lo que, de seguro, se arrepentirán mucho.


Editado por Placebo, 18 abril 2017 - 21:28 .

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CERVEZA GRATIS Ahora que tengo tu atención, ¡pásate por Anécdotas de Oro. y aprende sobre el (probable) pasado de los Gold Saints!


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Publicado 19 abril 2017 - 16:05

buena historia  la de los dorados de geminis

 

¿la Niebla es el cosmos o lo que fuman ? 


Editado por T-800, 19 abril 2017 - 16:05 .

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#36 girlandlittlebuda

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Publicado 19 abril 2017 - 23:53

Hola Placebo y Felipe!

Es fabuloso de encontrar actualización.

Quisiera dejarles un review más detallado; pero, después de mi recorrido por las Doce Casas acabé agotada.

Sólo diré que me pareció una interesante recreación del árbol genealógico de los Golds de Géminis. Es bastante terrorífico. Pareciera toda una estirpe -perdón si ofendo a alguien con mi comentario- de psicópatas o desequilibrados mentales.

No entendí por qué fue la maldicion que dio lugar a todo esto.

Estaré en espera de nuevos capítulos.

Hasta la próxima.

Editado por girlandlittlebuda, 19 abril 2017 - 23:53 .

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"Aunque nadie puede volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar a partir de ahora y hacer un nuevo final"


#37 Nemesis_Venganza

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Publicado 21 abril 2017 - 18:26

Hola a todos, vengo a dejar mi pequeño comentario.

 

Como saben (o quizás no), adoro a los dorados originales y soy de las tantas personas que sueñan con conocer sus historias, así que estoy ultra feliz y agradecida con su trabajo. He leído algunas cosas previas como "café matutino" y "Quién cuidará de kiki", por ende venía entusiasmada ya que ambos me gustaron mucho (el segundo quedó en "continuará" eso si :s46: ) .

 

Al grano ahora, genial la recreación de la increíble y triste historia del signo géminis. También lindo conocer la relación de Saga y Kanon en su infancia, cuando aún se lograba percibir algo de lo que pudo ser amor fraterno... esperaré la continuación, quiero ver como se las arregla el santo de altar con los gemelitos y de qué manera se irá desarrollando la trama entre ambos.

 

 

¡Saludos! :s71:


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#38 Αλάλα

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Publicado 22 abril 2017 - 13:44

Primero, leí ya el extra Hasta había olvidado preguntar qué era lo que robó xD Y es que la lectura se vuelve tan amena que algunos detalles se olvidan por querer leer más. Me encantó el añadido y, aparte de llenar lo que faltaba, es bueno saber que los niños tuvieron un lugar para ellos y con solo un elefante -yo quiero uno para comprar cosas que me faltan :v-

 

Y ahora, omg, Géminis <3 Me derrito por Saga (si lee Placebo me entiende, si lee Felipe, perdón el empalago (?), creo que fue al único santo que también en un fic le puse apellido, el cual era Kazatzidis, del gran cantante Stelios Kazatzidis, hasta creo que le quedaría bien la voz xD

Me encantó la introducción haciendo un recuento de los santos que han llevado las armaduras, en parte me sorprende ver un par de mujeres, lo que no significa que no me guste, por el contrario xD y más la pequeña historia dada, bastante variedad e inclusive con los ya conocidos.

Me pregunto si Nicole podrá soportar la actitud de Kanon xD Parece que tendrán una relación difícil -pero si es que ni con su propio hermano pudo xD-.

Bastante bueno el comienzo de los gemelos, atenta al siguiente.

Y a ver si de verdad hago unos dibujines xD

 

Saludos!


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#39 -Felipe-

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Publicado 01 mayo 2017 - 16:44

Primero responderé los comentarios y me disculparé por la tardanza.

 

Spoiler

 

 

Muy bien, señoras y señores, les tenemos ya la segunda parte de GÉMINIS. Lamentamos mucho la espera, la Universidad nos tenía un poco maniatados pero algo pudimos hacer. Al parecer (no es seguro), a diferencia de ARIES y TAURO esta historia será de cuatro partes en lugar de tres, así que con esto estaríamos tal vez llegando a la mitad.

 

 

 

-Parte 2-

 

El chico de mirada maliciosa sacó un cuchillo del bolsillo, y saltó poco después dirigiendo el filo hacia el cuello de Nicole, que pacientemente lo esperaba, mirándolo en cámara lenta. Para el Santo de Plata de Altar el chico tardaría un buen rato en llegar, pero se sorprendió genuinamente de que era más veloz que un niño cualquiera, e incluso un adulto. Lo más raro era el aura celeste que lo rodeaba… que de pronto se incrementó, así como el chico en su ruta.

Nicole giró su rostro hacia donde debía estar el otro gemelo, sintiendo un ligero cambio en el ambiente. Era demasiado pequeño como para tener esa expresión, pero el salvajismo de su sonrisa y la tensión en toda su postura, sólo era equiparable al tono de sus ojos, que hasta hace unos momentos eran unos simples ojos verdes, pero ahora su tono se asemejaba a los de un par de espinelas; el rojo carmesí era acompañado por una sombra oscura, casi como si miraba en el fondo de un charco de sangre, el par de rubíes ardían sobre un fuego cruel. Aquel huérfano se había convertido en un tigre a punto de lanzarse sobre su presa, esperando por el impulso correcto.

Los latidos del anciano se elevaron al notar como una carga tan fuerte de energía podía ser liberada por dos enanos de apenas siete años. Con apenas dos manotazos, los había agarrado de la nuca y lanzado contra la misma tierra que se encontraba bajo sus pies, con cierta preocupación de no romper algo que su cuerpo fuera a necesitar. Si les partía las narices a ambos, Sion se enteraría sin duda.

Por un momento, Saga estaba confundido, miraba a todos lados como si no supiera qué acababa de pasar, pero Nicole no tuvo tiempo de responder. Kanon gritó como si quisiera llamar la atención, probablemente de algún encargado. Ese chiquillo endemoniado gritaba como si el anciano le hubiese dicho que le iba a quitar la ropa, o algo mucho peor. Un sudor frío le recorrió la espalda cuando escuchó los pasos que se acercaban con rapidez, imaginándose que la madre superiora y su séquito se acercaban a él, armadas con sus famosas reglas de un metro y sin ninguna complicación en acudir al llamado de un pobre niño a punto de ser “abusado” por un desconocido; peor aún, procedente de una micro-nación pagana, que para colmo hacía competencia con el Vaticano.

El anciano volteó a ver a quienes corrían hacia él, para luego notar que el chiquillo malicioso había vuelto a ser eso, apenas un niño travieso que tironeaba a su hermano para que le siguiera el paso, aun cuando este aún mostraba en su rostro que no terminaba de entender lo que Nicole había observado, atrapado por el ensueño de la confusión más indescifrable que solo le permitía mirar a Nicole fijamente, como si le pidiera una explicación. Por ahora su única salida era hacer uso del tan conocido Mach 5 que a sus compañeros de mismo rango les encantaba presumir, y huir de ese lugar con la mayor velocidad posible. Esos gemelos tenían todo el potencial de ser la próxima revelación que traería prosperidad al Santuario, pero Nicole estaba seguro de que algún día, sin importar las condiciones o los años que pasaran, se vengaría de ese chiquillo problemático.

Sin embargo, había algo más, y Nicole meditó sobre ello las siguientes horas, mientras se escondía de las religiosas disfrazado esta vez de un monje tan poco relevante como muchos otros que caminaban en fila india hacia alguna capilla, templo, pintura o baño. ¿Qué pasaba con esos gemelos? Aparte de desesperante, el chico de mirada traviesa se traía algo entre manos, algo muy grande y grave. El otro, el que parecía anciano en un cuerpo de infante, no lucía como alguien que ataca a un extraño, sino como alguien que no sabe cómo funciona la gravedad en un repollo. La mirada de ese chico se había tornado a la más malévola que hubiera visto, los ojos de un demonio peor que su maldito gemelo…

Ese tal Saga no era normal, y Kanon lo sabía. ¿Alguna demencia natural? ¿Algún tipo de hipnotismo infantil, o código de gemelos? Era algo que de alguna forma, con algo, Kanon manipulaba, un algo que no era un algo normal, un algo endemoniado que podía usarse para golpear a un supuesto alguien del sacerdocio, un algo más allá de la común mentalidad.

Fue en ese momento cuando la nariz de Nicole se movió involuntariamente al percibir el mal olor, a la vez que la Madre Superiora gritaba desde el otro lado de la gran plaza. Ese grito no podía ser normal, pues venía de una anciana que solía hablar en una voz controlada y profunda. Ese grito le hizo mover los pies y correr antes de que la mujer cerrara la boca, y así Nicole comprendió que su nariz fue movida por el olor a combustión típico de la travesura que va más allá de la picardía. La que, en términos coloquiales, se llamaría “maldad”. Le tocó a sus ojos contemplar esta vez el espectáculo, y se iluminaron con el brillo rojo del granito, el ladrillo y la piedra quemada, el ardor de una flama que bailaba, riéndose de él en lo alto del campanario que no cantaba al mismo son, pues la campana se hallaba envuelta en el fuego.

«Malditos enanos», sentenció.

— Esto no es una buena idea, hermano.

— Oh, vamos, hermanote. Aprende a divertirte un poco, ¿qué te cuesta hacer algo malo, de vez en cuando?

Las hábiles manos del más perverso de los Laskaris tomaban cada una de las cerillas que encontraba en la caja y las encendía rápidamente, para dejarlas caer sobre la yesca que había reunido en el piso, con la dedicación de un artista preparando su obra maestra. El brillo de las llamas crecía bajo la mirada de Kanon, el fulgor rojo iluminaba la sonrisa que se formaba en su rostro. La admiración que sentía por el fuego se remontaba hacia desde que tenía uso de razón. A veces, incluso sabiendo cómo sus células se destruían y sus nervios eran pellizcados por el dolor, se encontraba a sí mismo intentando tocar una leve llama, disfrutando de la ilusión de tener el poder de controlar la destrucción que el fuego le otorgaba. El trabajo de una vida, el esfuerzo de una nación...todo ello sucumbía ante una simple llama, que avanzaba mejor que cualquier ejército.

—No me gusta cuando pones esa cara, Kanon. Sé que esto no va a terminar bien.

—Exacto. Tranquilo, solo nos necesitamos entre nosotros. Los demás que se pudran.

—No va a terminar bien.

Saga no tuvo tiempo de seguir intentando traer un poco de razón a la cabeza de su hermano, porque las llamas se extendían en el campanario, y era hora de correr, si no se quería morir calcinado. Kanon tenía siempre la misma reacción ante las cosas; agarrar la muñeca de su hermano, jalarlo con él y emprender la huída hacia algún escondite que él ya había preparado con antelación. La forma en que los dedos de su hermano se cerraban contra su brazo, la fuerza casi bruta con la que apretaba, era todo el indicio que Saga necesitaba para entender que, otra vez, se había dejado atrapar por los engaños de Kanon.

 

Dejaron el fuego, las monjas y el extraño anciano atrás. Se colaron por las rendijas y las más pequeñas ventanas con increíble elasticidad, enfriaron sus cuerpos al subir a los tejados de la capilla y sentir el viento alejar el mal sabor de boca. Ese estúpido viejo que los amenazó y que pudo luchar contra ellos. Todo lo dejarían atrás después de ello. Todo, para siempre.

Saltaron la reja apenas los bomberos comenzaron a llegar, llamando la atención mientras se acercaban al sitio bajo el cielo más rojo. Habían tomado sus pertenencias más importantes, lo poco que tenían de ropa y algo de comida que les duraría dos o tres días. ¿Sobrevivirían durante ese tiempo? Kanon creería que sí, tenía a su hermano al que podía manipular para que tuvieran alojamiento en cualquier parte, mientras estuvieran juntos nada sucedería. Eran invencibles en tanto estuvieran del mismo lado.

En cambio, Saga Laskaris pensaba diferente. ¿Podría correr con esa persona, aquel que conocía más que a nadie, a sabiendas de que era capaz de incendiar un edificio? Claro, nunca le hacía daño a nadie… eso lo hacía él mismo, al parecer. No sabía cómo, pero había cometido pecados mucho tiempo, y Kanon era el único que lo sabía; jamás lo había denunciado a nadie, no podía ser de otra manera, pues eran gemelos, se conocían completamente, y se ayudarían con sus problemas mutuamente hasta solucionarlos. Nada los detendría, y llegaría el día en que pudiera estar orgulloso de su hermano, así como de sí mismo. Solo necesitaba, tal vez, dejar de correr…

 

Y ambos se detuvieron. A la vez, sin pensarlo ni decirse nada. Entre las personas en la calle que miraban sorprendidas el incendio y el caos en el orfanato, había una que nunca habían visto, una persona que como los demás, jamás habían conocido, o simplemente no recordaban. ¿Qué tenía esa mujer de cabello oscuro de especial? No lo sabían, a plena vista era alguien común sin nada que destacara, solo una mujer treintona de cabello oscuro que, como el resto de la gente, miraba con horror el espectáculo llameante. Ambos se preguntaron a la vez, para sus adentros, por qué diablos se habían detenido por una persona tan vulgar, tan simple.

La mujer de cabello oscuro los miró por un instante, se volvió al fuego, y pronto retornó la mirada a los niños idénticos. Esos ojos que los observaban se abrieron como platos… ¡esos niños tenían algo único, algo familiar, algo suyo! Se acercó a pasos lentos y estiró la mano, como si fuera una loca en medio de la calle, consciente de lo extraño, pero sin poder detenerse. ¿Acaso el mayor error de su pasado se convertía en su presente y futuro?

Kanon dio un paso adelante, y Saga uno atrás. Cruzaron miradas entre sí, y resolvieron que pasara lo que pasara solo eran ellos, y siempre habían sido solo ellos; nada los separaría. El gemelo mayor miró otra vez a la mujer, y sintió una mano invisible detrás de la cabeza devolverlo a la realidad: ella no era nadie. Solo otra mujer de cabello oscuro.

Se alejaron por la avenida principal antes de meterse a los callejones. La mujer entendió que el pecado no se borraría, que el pasado no regresaba, y como si terminara un sueño, volvió a mirar el cielo cubierto de humo. Le preguntó a los cercanos cómo se había producido, pensando ya en otra cosa, y todos se unieron a responderle y crear todo tipo de rumores, excepto un viejo vagabundo que no dijo nada, sino que pasó de largo hacia la avenida. Se adentró en un callejón.

¿Qué llevaba a dos hermanos a escapar de sus vidas pasadas, abandonar todo en favor de rogar por comida en la calle o por un techo bajo el cual dormir? La respuesta, para ambos, era el que se tenían el uno al otro, aunque no necesitaban decirlo en voz alta, pues prácticamente tenían desarrollada una telepatía única de los gemelos, aquella en que pueden comprender una mirada como un insulto, como hambre, el gusto por una camisa en un mostrador o el olor de un filete a lo lejos sin apenas expresar demasiado con el rostro. Ambos sabían lo que el otro pensaba, y así también consideraban que nadie podría meterse en sus mentes, que allí estaban a salvo.

Kanon era consciente de que usaba a Saga para sus fines; sabía de su problema desde que eran muy pequeños, y solo él sabía como utilizarlo sin dañar a su hermano, estaba totalmente seguro de que no lo hacía. Después de todo, lo importante era que ambos sobrevivieran, y si bien Saga parecía más apto y capaz, nunca lo había dejado atrás, y estaba agradecido de ello.

Saga sabía que algo estaba mal con él, pero no estaba seguro de qué. En ocasiones solo desaparecía, su mente se bloqueaba y se sentía prisionero en un torbellino de emociones que no era capaz de controlar. Luego de eso había fuego, o una nariz sangrando y la sonrisa maliciosa de su hermano menor. Tenía que cuidarlo o se metería en problemas, Kanon necesitaba protección a todo momento… el asunto era que quizás él mismo lo necesitaba todavía más.

En cualquier caso, eso podían guardárselo para sí mismos. Pero un experimentado como Nicole de Altar, que ayudaba al Sumo Sacerdote, había luchado contra un sinfín de rivales, dirigía la biblioteca y a todos los Santos inferiores a los de Oro (incluso ellos lo respetaban), tenía una capacidad especial para leer los corazones, habían sido demasiados los que había visto en su larga vida. Tras una semana de atenta observación, que incluyó encender sus Cosmos antes de dormir, tal vez como una especie de ritual, entendió que ellos podían hacer cosas muy grandes, si bien no quería mencionar la palabra “destinados”.

Decidió que, fuera como fuese que se dieran las cosas, aquellos chicos debían convertirse en hombres grandes, hombres que determinarían el curso del Santuario, sin importar cuánto le frustraba el pequeño percance con ellos y las monjas. Nicole aún los consideraba niños molestos, insolentes y engreídos, especialmente a Kanon, y por ese motivo decidió ser un poco más brusco de lo normal para convencerlos de que podían usar ese lazo suyo para el bien. En cualquier caso, que eso de manipular la doble personalidad del hermano (porque no podía ser otra cosa) era un error que nadie debía cometer, ni por todo el instinto de supervivencia del mundo.

 

Saga y Kanon se colaron a una camioneta que los llevó al gran campo junto al monte Parnaso, al norte de Atenas. Corrieron por el verde buscando, tal vez, ,una cabaña donde alojarse la noche. No tenían idea de cómo vivir, ya se les notaba lo famélico.

Los enfrentó con la mirada, saliendo de atrás de un olivo donde había estado recostado, esperándolos. Los gemelos se quedaron boquiabiertos y paralizados por un par de segundos de confusión y miedo, hasta que hicieron la carrera en la dirección contraria usando su Cosmos, que se tornaba en estelas verdes y azules. Lo que los había aterrorizado era la armadura color de luna que vestía el anciano, con grandes hombreras segmentadas y perneras en forma de copón, un faldón medieval, un yelmo con alas brillantes, y una joya esférica azul, de largas dimensiones, en la mayor parte del peto, de color zafiro, bordeado por alerones curvos. Cuando el Santo dio un paso adelante y se tocó la gema del pecho, reflexionó sobre la vida que buscaba darle a ese par de chicos, una en la que probablemente morirían.

Pero ya no había marcha atrás, confiaba en que ellos serían la respuesta a la maldición de Géminis. La figura azul resplandeció, y Nicole extendió la mano hacia ellos para que la luz los abrazara con un velo traslúcido.


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#40 Marielys

Marielys

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Publicado 01 mayo 2017 - 22:45

​Haré un intento por compartirles mi perspectiva:  :t781:  El narrador suele usar un lenguaje sencillo con pinceladas poéticas. La parte de los aries la ví en tonos grises y un ritmo lento. 

En cuanto a la de los tauros, me pareció que se abusó de la descripción de la apariencia robusta de Verona, por cierto ella y Alde le dieron color a la obra y más todavía Saga y Kanon ¡Animo!


Editado por Marielys, 02 mayo 2017 - 21:39 .

Gracias Ricardo por el avatar.




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