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-* El Legado de Atena *- (FINALIZADO)


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#321 Ivan de Virgo

Ivan de Virgo

    El Caballlero Dorado Legendario de Virgo

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Posted 14 February 2017 - 22:33 pm

Te pareces mucho a Kurumada, publicas un capitulo cada 243 años XD pero cuando lo haces nos traes capitulos interesantes y este no es la excepción.

 

Primero, me atrae mucho el tamaño de letra, es algo pequeño para mi estilo pero a la vez es agradable para una lectura

 

Segundo, Kenai tiene razon al tratar de decir que los dioses no deben interferir con la vida de los humanos ya que sería algo muy...WTF tratar de salvar a los humanos de sus destinadas muertes ya que el ciclo de la vida se rompería por completo

 

Sagitario debe ser uno de los dorados más fuertes o eso da a entender ya que pudo rastrear el cosmos de Shunrei y los demás quienes en su mayoria son humanos normales y por lo tanto no tienen un cosmos igual al de los caballeros

 

Bueno, tendré que esperar otros 300 años para poder leer la continuación de esta gran historia

 

saludos


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#322 Seph_girl

Seph_girl

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Posted 15 February 2017 - 11:15 am

Como prometí, responderé los reviews que no pude ayer:
 
T-800
  • Jaja, quizá tengan final feliz, quizá no XD, ya pronto verás qué pasa con esos Patronos.
  • Kenai de Cáncer tenía que lucirse un poco antes de que terminara la pelea. Estaba insegura de si tenía que pasarle lo que le pasó o no, pero al final me decidí hacerlo... querían muertes, pues ahí están XD
  • Freya tenía que hacerle honor a su familia cuando menos una vez, pura mala suerte ha tenido en este fic, pero se reivindica un poco con esto.
  • El destino de Clyde estaba marcado desde hace mucho, sólo hacia falta el escenario adecuado. Cuando menos se fue luchando como todo guerrero asgardiano querría XD
  • Calíope también había tenido muy malas rachas en este fic, por lo que tenía que brillar cuando menos una vez antes del final XD En una idea anterior (muchos años atrás) tenía pensado que ella sola destruyera a Sennefer, PERO no tenía contemplado que el Patrono se volvería tan excesivamente fuerte y molesto, por eso tuvo que ser todo en trabajo en equipo XD, un poquito de esto, un poquito de aquello y entre todos acabaron con el infeliz, jajaa AL FIN.
 
Gracias por comentar siempre :D
 
Tsakam Chuch:
Bienvenido y gracias por escribir.
Así es, ya estamos en los últimos episodios y no hay vuelta atrás. Sé que me he tardado años en esto... aún me cuesta creerlo, pero se me salió de control un par de cosas y bueno... lo importante es que ya casi, este año se acaba (si no es que me da amnesia, muero repentinamente o algo así)
 
Ivan de Virgo:
Jajaja, ¿tú crees? Y eso que desde Noviembre he estado publicando cada mes... había ocasiones en las que no lo hacia como hasta en 3 meses. Pero me puse una meta para poder llevar esta historia ya a su desenlace, y parece que lo estoy logrando.
Ojalá pudiera escribir más rápido como muchos lo hacen por aquí, pero no puedo XD Gracias por tu paciencia y me alegra mucho que estés siguiendo esta historia, y sobre todo que pese a la espera te guste :)
 
Con respecto al tamaño de la letra, con este fic manejo la clásica Times New Roman en tamaño 12 en Word, (en otras historias manejaba más pequeña XD y en Arial) un amigo hace muchos años me lo recomendó.
 
Kenai tuvo sus momentos sabios en la vida, aunque era un sujeto muy relajado jeje.
Sagitario es poderoso ahora que subió a ese nivel "legendario" con una god cloth XD, no del tipo SS Soul Of gold (porque para mí es raro que 12 dorados kamei batallaran tanto con un solo dios como Loki mientras que Seiya kamei zarandeó tanto a Hades en el Kurumanga...), sino una mezcla conveniente para el plot ^_^  la cual espero no perturbe o moleste a nadie, es una visión personal de ese nivel XD
 
Prometo que a mediados de Marzo publicaré el capítulo siguiente, ya voy como a la mitad ;)
 
*****************
 
Y aprovecho el espacio para agradecer a aquellos que han votado por esta historia en los Premios SSFOROS Fanfics 2017.
No se olviden de participar ya sea inscribiendo sus fics y/o votando por sus historias favoritas ya que el organizador hace su esfuerzo para traernos dinámicas al subforo y es triste ver los tema medio vacíos a veces, ¡así que ánimo! Que hasta los tiempos se han extendido para que no haya excusas jeje.
 
Y pues presumo la linda firma que me dieron, la cual colocaré en su respectivo capítulo.
 
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Saludos a todos, que estén bien  :lol:

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#323 Patriarca 8

Patriarca 8

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Posted 15 February 2017 - 17:06 pm

61:

 

-pobre Aifor,

 

-este fic es un poco gore

 

-Souva incluso muerto no deja de ser un loquillo

 

-Asakura me recordo a Manigolo cuando lanza a uno de sus aliados

 

-Adonisia es una psicopata  peligrosa

 

- la amazona de Virgo se unio con la naturaleza--literalmente--muerete de envidia regulus--XD

 

-buen combate el de sagitario

 

-el combate del patriarca fue heroico

 

-Seiya de Pegaso--tantos años en la friend zone al final lo convirtieron en un villano--XD


Edited by T-800, 15 February 2017 - 17:06 pm.

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#324 ALFREDO

ALFREDO

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Posted 15 February 2017 - 21:02 pm

Hola Seph-girl

Veamos por donde comenzar, por la ambigua reaparición de Shiryu, por un lado aunque es mi prota favorito, como q siento un poco pena por Albert, ya es la segunda vez q no puede matar a uno de sus objetivos, ya solo falta q aparezca el patrono q se hacía pasar por su lado malo XD

Por otro lado, también vaya incubación está haciendo Adonisia, tal parece convirtiera a Shai en una especie de bomba o plaga que desate una intoxicación masiva, Nauj y Jack hacen buen equipo sin duda, al ser tan opuestos son muy complementarios es lo q los hace atractivos verlos pelear juntos.

Lo q si ya me estaba preguntando, era q fue de Terario otro de mis personajes preferidos en este fic, ya ni recuerdo cuando fue la última vez q lo vimos, creo q cuando venció al patrono en asgard y ayudado por Kiki si mal recuerdo. No esperaba verlo como títere.

Mientras q seguimos preguntándonos q le paso a Seiya, al parecer posesionado por un algún dios, nos despedimos de Hecate q murió muy tristemente en soledad. Por un momento pensé q vendría Avanish para proteger a su esposa y se hubiera armado la grande entre estos dos, pero no me diste ese placer XD

¿Cuándo fue que Asis consiguió sangre divina en su cloth, no recuerdo q el niño q protegía sangrara en su ropaje?

Mientras q en el mundo marino tampoco la están pasando bien, los shogun fueron barridos por los ángeles de Apolo, cosa q no esperaba q con sus escamas 2.0 se convirtieran en divinas, pero tal parece les falta cosmos, lo q si me sorprendió q haya regresado Atlas de Aries, ahora todas están volviendo a la vida XDD


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

Fichas de personajes


#325 Seph_girl

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Posted 15 March 2017 - 11:58 am

Hola linda gente de SS FOROS, aquí, como prometí, pasando para postear el siguiente CAPÍTULO de esta historia, pero primero respondamos los reviews pendientes :D

 

T800
- Aifor está vivo, seguro será duro adaptarse a una incapacidad así pero no temas, no todo quedará mal para él.
- Jeje no considero que el fic sea Gore, pero pues en algunas batallas me dejo llevar y la violencia se apodara de mí jujuju, igual han sido pocas veces n.n
- Souva tenía que decir algo menso una última vez antes de desaparecer finalmente y ver el rostro de Caliope era la cereza del pastel. Lo extrañaré.
- Tengo memoria de teflón para ciertos detalles, por lo que no recuerdo la escena de Manigoldo que mencionas, pero fue accidental, lo juro :)
- Adonisia nació para ser la psicópata en vez de Cáncer al parecer XD
- Shai dio su última sorpresa y así recuperar un poco la honra antes de acabarse el fic.
- Sagitario tenía que verse poderoso con una god cloth, pero no le durará mucho la racha ya que se tiene que enfrentar a alguien más...
- Shiryu tenía que imponerse, por mucho que sientan lástima algunos por Albert jaja, tiene que demostrar por qué es el Papa.
- Si, pobre Seiya... era una idea vieja que no desheché cuando pude y no usarla después de molestarlos tanto con que "Seiya está enfermo, está raro" me habría causado mucha comezón creativa.
Gracias por siempre pasarte por aqui.
 
ALFREDO
Tú vas uno o dos caps atras de mis publicaciones, ¿verdad? (o eso me parece o.o)
Bueno, no importa, lo importante es que te paseas por aquí y dejas review n.n
Lo siento por Albert, pero su destino estaba trazado desde hace mucho tiempo, lo único que cambió es quién va a derrotarlo, por lo que Shiryu fue elegido al final para tal tarea.
Todo lo de Adonisia fue en una loca inspiración que me dio por allí y me ha gustado mucho escribirlo, ya en el cap 62 termina esa subtrama y no sé si van a odiarme o qué, pero me encantó escribirlo. La verdad Libra y Leo si se complementan muy bien, desde el primer cap en que se conocieron han hecho una conexión muy peculiar, no serán los más fuertes pero seguro los recordarán un poquito los lectores.
Terario había quedado muy lastimado desde su último enfrentamiento, quedó sordo y aparte ya se había lucido jajaja tenía que permitirle cámara a otros personajes, pero ahí está XD nunca se fue, sólo estaba en la banca de la maldad.
Ya, en el cap 62 pongo con todas sus letras lo que le pasó a Seiya, no es la gran cosa y como nunca deseché la idea la tuve que poner a fuerzas jajaja ya era muy tarde, espero no me juzguen tan feo. 
Creo que varios esperaban que Avanish salvara a su mujer... pero el tipo ya había gastado esa carta sorpresa para salvar a una de sus hijas, aparte que él está tratando con otros asuntos. No te apures, habrá enemigos para Seiya Evil y Avanish en los próximos episodios.
En el cap en que Sagitario irónicamente vuelve a salvar a un niño dios de las manos de un Géminis con daga mata dioses, jaja mencioné que Arun tenia una herida en la frente, y cuando Asis lo llevaba en brazos el niño entre lloriqueos y demás allí dejó sus manchitas de sangre y hasta lágrimas (que en Soul of Gold vimos que también sirven de alguna manera) Esa God Cloth fue "accidental" pero los resultados fueron los mismos jajaja, la necesitaba para el plot XD
 

Mientras q en el mundo marino tampoco la están pasando bien, los shogun fueron barridos por los ángeles de Apolo, cosa q no esperaba q con sus escamas 2.0 se convirtieran en divinas, pero tal parece les falta cosmos

 

memes-de-denle-una-cerveza3.jpg

 

EXACTO, tú sí sabes ;__; A tu salud.
Jaja Atlas originariamente no regresaba, pero decidí que sí por ciertas cuestiones... ni modo, pero ya juro que es el último "muerto" que vuelve XD... (espero)
Muchas gracias por dejar tu atinado Review.

 

ANTES DE PUBLICAR, UN PAR DE COSAS

- Según mis cálculos, el fic terminará en el Cap 65 o 66 XD, por lo que como ven ya no estamos tan lejos. El Capítulo 63 va a un 50%

- Les muestro la linda firma que el fanfic obtuvo gracias a sus votos en el concurso de fanfics en la categoría de MEJOR PAREJA ROMÁNTICA (Calíope de Tauro X Souva de Escorpión). No olviden en PARTICIPAR en la dinámica, ya sea inscribiendo sus fics y/o votando por sus historias favoritas.

 

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- Y hablando de votaciones y dinámicas yo estoy por dejarles una aquí, una simple VOTACIÓN para ver qué hago con un PERSONAJE en el final de la historia. Raro, yo sé, pero entre que no me decido, opté que sería bueno dejarlo a la decisión de ustedes, lectores. El Link para que voten lo dejaré al FINAL DEL EPISODIO, ya que les aconsejo que voten sólo hasta leer éste episodio xD

Esperaré un MES (la próxima publicación, espero yo) y la votación se cerrará, decidiéndose así el destino de dicho personaje (en la encuesta dirá de quién se trata)

Para que sea válido el resultado espero que como mínimo 10 personas participen. Y sí llega a haber empate pues igual supongo que deberé dar yo el voto decisivo al final de cuentas. Anímense a votar :)

 

Y ya sin más, les dejo el ansiado CAPÍTULO, el cual será uno largo. Disfruten y comenten.

 

******************

 

Ese día, minutos atrás…

 

Seiya de Pegaso cerró los ojos, entregando de manera voluntaria la victoria a Elphaba de Perseo, víctima del infame Satán Imperial.

Él esperaba que una vez que Elphaba quedara libre podría revertir la maldición de Medusa y continuar la lucha en su lugar, pues sabía bien que sus días como combatiente habían terminado…

Algo atravesó su corazón, el dolor fue insoportable pero ningún alarido emergió de su boca. Cayó en la oscuridad total y todo dolor desapareció de repente. Imaginó que eso era todo, que la Espada de Perseo cumplió su labor y el más allá era el próximo destino… pero no fue así, pues de repente sus sentidos volvieron a conectarse con su cuerpo, sacándolo de la ilusión del descanso y alivio eterno.

Cuando Seiya abrió los ojos apenas pudo creer el escenario frente a él: Elphaba de Perseo y Giles del Reloj muertos a sus pies.

Vio el rostro de horror impreso en el pálido rostro de Elphaba, cuyo peto tenía un gran boquete ensangrentado por el que podía verse su corazón aplastado; sin duda su muerte fue lenta y agonizante. Víctima de una muerte instantánea, Giles tenía el cuello roto,  en su cara se perpetuó la desesperación que sufrió y se llevó consigo al otro mundo.

— … ¿Pero qué…? ¿Cómo…? —Seiya retrocedió abrumado, mirándose las manos cubiertas de sangre que aún goteaba de sus dedos, y las numerosas salpicaduras escarlatas en su blanca cloth—. No… Esto es… No puede ser… ¡¿Qué sucedió?! — se cuestionó, estupefacto.

— … No… ¡Yo no…! —desesperado intentó encontrar una respuesta a toda esta situación. ¡Él había decidido perdonar a Elphaba! ¡¿Por qué era ella quien se encontraba muerta en el suelo?!

El santo se dejó caer de rodillas junto a ella, temblando de desesperación y terror al no entender lo que pasó.

Estoy conmovido, nunca imaginé que alguien como tú pudiera poseer un corazón tan bondadoso. En verdad pensabas dar tu vida a cambio de la suya, pero temo, Pegaso, que eso está fuera de discusión — escuchó de pronto.

Seiya se alarmó y miró en todas direcciones con evidente espanto al reconocer esa voz… La recordaba perfectamente, ¿cómo olvidarla? Pero ¿podría ser cierto o es que finalmente había terminado por enloquecer?

— ¡No…! ¡No puedes ser tú! — El santo se levantó con la guardia en alto, buscando a un enemigo que se mantenía indetectable—. ¡¿Hades?! —clamó con furia, alistando su cosmos para combatir cualquier amenaza.

Pero en cuanto la chispa de su cosmos se encendió fue que el dolor volvió a su corazón como fuego que lo consumía. Seiya intentó ignorar sus dolencias. — Maldito… ¿permanecías con vida?— pudo decir, luchando contra el dolor que le hizo vomitar sangre y caer de rodillas una vez más al suelo—. ¡¿Dónde estás?! ¡Manifiéstate!

En respuesta, su propio brazo le sujetó la garganta con brusquedad.

— Estoy aquí, Pegaso.

— ¿Qué…? ¿Qué significa esto…? —cuestionó, atragantado y sorprendido por el que su extremidad no respondía a su voluntad.

— Es vergonzoso… es inconcebible que yo, un dios, hijo de Cronos y Rea, se haya visto obligado a permanecer oculto dentro de tu sucio cuerpo desde el día en que me enfrentaron en los Campos Elíseos.

— ¡¿Dentro de mí?! ¡Eso no puede ser, no!— Seiya de Pegaso se revolvió por el intenso tormento que le quemaba la caja torácica.

En el momento en que cambiaste lugares con Atena, recibiendo mi estocada final, te marqué con mi odio; uno que se ha fomentado desde la era mitológica y que finalmente te ha alcanzado —explicó la lúgubre voz—.  No herí sólo tu corazón, sino también tu cosmos, tu alma. Tu cuerpo se volvió mi santuario, uno en el que he debido permanecer silencioso y empequeñecido para que entidades como Poseidón y el Shaman King no se percataran de mi presencia hasta que llegara el momento propicio.

Seiya se puso de pie en contra de sus deseos.  Con voluntad buscaba oponerse al dios, sin importarle que fuera destrozado por el esfuerzo.

— ¡¿Cuáles… son tus intenciones Hades?... No posees un reino, espectros, ni aliados… —preguntó, respirando con dificultad —. El mundo ha cambiado… ¡Y tú no tienes nada en él!

A través de tus ojos pude ver todo lo que les ha acontecido a los hombres en los últimos tiempos. Una nueva guerra santa se ha desatado, siendo los humanos la mano ejecutante; los dioses ignoraron mi advertencia y ahora existen más como tú que ponen en peligro nuestra divinidad.

Mi intención era esperar hasta que todos los bandos se destruyeran entre sí, eliminar a los vencedores e iniciar mi renacimiento. Pero mi despertar se ha adelantado gracias a tu elección, Pegaso. A pesar de las molestias que me he tomado por mantenerte a salvo y fuera de cualquier adversidad tú siempre estás buscando tu propia destrucción. Ahora, la sangre de esta mujer será el sacrificio perfecto para iniciar con mi cruzada…

Ante las palabras de Hades ya emergentes de la boca del santo de Pegaso, la sangre alrededor de Elphaba comenzó a deslizarse por el suelo, subiendo por los pies de Seiya hasta llegar a su cabello, el cual se tornó del color de la oscuridad.

 

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Capítulo 62

Lealtad.

 

Asis de Sagitario miró con desconfianza a aquel que se veía como Seiya de Pegaso, o cuando menos una versión ensombrecida del renombrado santo.

Seiya sostuvo su mirada sólo un segundo para después dirigirla hacia el Templo del Patriarca. Sagitario lo notó, tomándolo como un mal presagio.

— Tú no eres el santo de Pegaso —sentenció para atraer su atención—. ¿Quién eres?

Seiya volvió a mirarlo antes de responder con brevedad —: Sólo en cuerpo.

— Así que Pegaso ha caído víctima de la maldición —Asis dedujo al escuchar una voz diferente saliendo de la boca de Seiya.

¿Cómo osas confundirme con uno de los impuros esbirros de Nyx?Pegaso cuestionó con claro desagrado, empleando su velocidad para aparecer al final de las escalinatas junto a Asis, quien se sobresaltó—. Ningún humano debe estar por encima de mi vista —murmuró instantes antes de que sus ojos destellaran en un resplandor rojo.

Sagitario sintió el impacto de una fuerza extraordinaria que lo despegó del suelo, siendo arrojado escaleras abajo.

El santo de oro se sobrepuso con agilidad, perturbado por lo que acababa de pasar. Había sido capaz de vencer a un heraldo del Olimpo gracias al despertar de su nueva cloth, ¿qué clase de adversario era el que había poseído al santo de Pegaso para que lo sorprendiera de esa manera?

Posees una armadura celestial, ¿por qué?Seiya se preguntó al verlo detenidamente—. ¿Acaso Atena volvió a cometer el infame error de derramar su sangre para fortalecer a las huestes humanas?

— No sé de qué diablos estás hablando, pero intuyo que no tienes buenas intenciones al venir aquí.

¿No lo puedes descifrar? Sin importar mi posición actual mi deseo sigue siendo el mismo, seré yo quien termine con estos infames conflictos de una vez por todas.

— ¿Qué dices? —Sagitario pestañeó con incredulidad.

Los dioses se han rendido a las falsas promesas de los hombres, ¿y qué es lo que ustedes han hecho? Aprovecharse de su credulidad para eliminar a cuantos les ha sido posibleSeiya espetó.

Por su forma de hablar… y este cosmos… ¿Acaso... acaso él es…? —Asis pensó para después completar en voz alta —: ¿Eres un dios? ¡¿Cómo es posible?!

Sin mostrar emoción alguna el dios respondió —: Si te cuesta creerlo te lo haré entender del único modo que los santos de Atena comprenden las cosas. —sus ojos volvieron a destellar, liberando una ráfaga invisible que esta vez Asis logró resistir con la viveza de su propio cosmos. Pese al esfuerzo el santo terminó siendo empujado hacia el mural que conmemoraba a los doces santos dorados que dieron sus vidas frente al Muro de los Lamentos.

El cuerpo de Sagitario quedó empotrado en medio del muro, logrando despegarse a tiempo para eludir un segundo ataque que hizo explotar la obra de manera violenta.

Desplazándose entre los pedazos que volaron en todas direcciones, Asis atacó al estoico Seiya en la cabeza.

Para sorpresa del santo, Seiya atrapó su mano a pocos centímetros de su rostro, iniciando un duelo de fuerza por el que el dios no mostró sobreesfuerzo alguno.

En el pasado los subestimé y por ello fui derrotado —musitó la deidad al utilizar su mano libre para generar una esfera escarlata que impactó contra el estómago de Sagitario—. Lo perdí todo… No volveré a cometer ese error.

La pequeña esfera se introdujo en el cuerpo de Asis, quien salió despedido hacia el cielo por el impacto inicial, mas no todo terminó allí, la diminuta luz roja liberó una  explosión cósmica dentro de su cuerpo, siendo sus residuos  los que emergieron de entre sus poros como llamas rojas.

El dolor fue abismal, por lo que no fue capaz de contener el grito que lo acompañó todo su descenso a tierra, donde cayó de cabeza como un cometa escarlata. Aún consciente, pero muy lastimado, el santo de Sagitario giró pecho a tierra y luchó por reincorporarse, dejando que el casco cayera de su cabeza.

Su armadura estaba intacta, pero bajo ella sentía su cuerpo desgarrado y sangrante. Por un momento pensó en que la situación no podía complicarse más, pero se equivocó cuando escuchó una voz conocida.

 

— ¡Señor Asis!— Siendo el inoportuno Arun quien había salido del Templo del Patriarca  en el momento justo en que el santo de Sagitario fue atacado por el sombrío dios.

— ¡Lárgate de aquí, ahora! —Asis exclamó con todas sus fuerzas, esperando que su furia lo ahuyentara y le hiciera entender al chico que había cometido  una gran estupidez.

Arrastrada al sitio por el insensato movimiento de Arun, Shunrei apareció para abrazarlo en un intento por llevarlo al resguardo, pero ya era tarde, Seiya se volvió y miró al individuo que en principio buscaba.

Arun quedó paralizado de la impresión, de alguna manera mirar dentro de ese par de ojos oscuros le permitió predecir las siniestras intenciones de Hades.

Hilda de Polaris apareció presurosa junto a Shunrei, en su gesto había una mezcla de confusión y horror, pues momentos atrás percibió un cosmos que sólo podía pertenecer a su hijo Syd, pero al llegar allí sólo se encontró con el oscuro santo de Pegaso, de cuya presencia caótica vislumbraba vestigios del cosmos del príncipe asgardiano.

Los ocho shamanes que acudieron a auxiliar al Santuario, acompañaron a la sacerdotisa de Odín para ser testigos de lo que acontecía. Para sus sentidos muchas cosas eran un enigma, pero la clara peligrosidad de la situación los hizo dudar de si serían o no capaces de defender a los presentes.

— ¿Por qué tú…? —Hilda intentó encontrar la pregunta apropiada, por lo que guiada por sus instintos cuestionó enfurecida —: ¡¿Qué es lo que le hiciste a mi hijo?!

La entidad la contempló un instante antes de responder—: Con mis actuales limitaciones no seré capaz de salvar este mundo e imponer el orden que necesita —explicó, volviéndose hacia los indefensos humanos—. Debo recobrar mi autentica esencia… ¿Quién diría que las actividades encubiertas de Apolo me ayudarían a descubrir un método por el que podré  recuperar mi magnificencia? La fuerza de otros dioses me permitirá regresar a ser como era antes. ¡Yo, Hades, genuino dios del Inframundo, resurgiré! —clamó con el rostro impasible—. Ahora. —Sus ojos volvieron a brillar e hicieron que el cuerpo de Arun flotara  un poco, con la intención de atraerlo hacia él.

 

Asis logró ponerse de pie, ya estaba por impulsarse hacia el autodenominado Hades cuando un sonoro rugido detuvo toda acción de los allí reunidos.

El aullido retumbó de tal forma que cualquiera pensaría que el cielo se rompería y se desplomaría sobre ellos.

Los mismos cimientos del Santuario temblaron cuando el inmóvil coloso de oro que protegía Grecia repentinamente lanzó un gruñido de advertencia. La entidad que sólo había mostrado un rostro sin facciones y que permaneció como silencioso espectador de todo, finalmente mostró unas grandes fauces de las que liberó un aullante soplido de guerra, sabiéndose Hades blanco de su ira.

 

¡Oh no, no puedes! —el shaman Kenta gritó, preocupado al ver la reacción del espíritu de la Tierra.

Por su inmensidad, el espíritu se vio limitado a controlar la tierra y roca de la montaña para atacar al dios, de otra manera cualquier movimiento de su cuerpo terminaría por destrozar el Santuario de un sólo manotazo.

Estalagmitas nacieron del suelo con una potencia descomunal, mas para Hades fue fácil eludirlas al ascender al cielo, desde donde contempló sin miedo alguno al entrometido coloso.

¿Te atreves a retarme, o es que tu maestro te lo ha ordenado?Hades inquirió, sabiendo que aquello era una manifestación viviente de uno de los seis espíritus sagrados de este mundo, una extensión de la misma gran madre Gea que dejó en posesión de los débiles humanos.

El retador coloso no se amedrentó y lanzó un potente rayo de energía blanca por la boca hacia el dios.

Los ojos de Hades destellaron antes de ser alcanzado por la devastadora corriente, creando un escudo que lo protegió de cualquier daño.

Me has permitido ver que no eres un simple gigante, percibo una fuerza divina en ti… sería un desperdicio el destruirte, por lo que sólo tomaré tu esencia y la haré mía para fortalecerme —le advirtió, a lo que el titán sólo frunció el entrecejo con evidente disgusto.

Antes de que Hades ejecutara cualquier movimiento, vio que siete siluetas voladoras se interpusieron en su camino y lo rodearon, siendo una octava la que pasó de largo para aproximarse al rostro del testarudo espíritu con el que pareció discutir.

 

Hades miró a los shamanes que volaban gracias a las posesiones espirituales que mantenían. Ninguno de ellos presentaba un peligro para él.

Shamanes… los de su clase son el tipo de seres humanos que más desprecio —musitó al ver que tramaban atacarlo con armas espirituales.

Se atreven a pensar que pueden manipular a la muerte, engañarla, someterla y tomar de mi reino las almas de los caídos para compensar sus propias debilidades… Qué ilusos al creer que tienen más influencia que yo sobre los condenados.

Dos shamanes decidieron atacarlo por la espalda, mas cuando los ojos de Hades destellaron ambos perdieron todas sus posesiones espirituales, precipitándose a una caída que claramente los mataría. Una compañera se lanzó en su auxilio, sucediéndole lo mismo que a aquellos que intentó salvar.

Los guerreros shamanes sabían que no tendrían ninguna oportunidad, pero debían proteger al espíritu de la Tierra incluso a costa de sus propias vidas.

Hades ni siquiera se movió cuando los cuatro restantes lo atacaron; manipuló a los fieles espíritus de cada shaman para que estos mismos los obligaran a quitarse la vida, por lo que al mismo tiempo los cuatro hombres se abrieron el estómago ante el dios del Inframundo, cayendo irremediablemente al vacío.

 

El Oficial Kenta intentaba hacer entrar en razón al titán, pero él no tenía ningún poder sobre la sagrada entidad más que el intentar apelar a su conciencia, algo inútil considerando que el espíritu quería luchar.

El Oficial se giró al escuchar a sus compañeros morir, viendo que Hades se aproximaba. En medio de ambas entidades era claro que Kenta terminaría aplastado por ese par de titanes, pero el destino todavía tenía otros planes para él.

 

Después de haber salvado a los tres shamanes que cayeron al perder sus posesiones, Asis de Sagitario voló a toda velocidad hacia Hades, metiendo sus brazos por debajo de los hombros del dios para llevarlo lejos en un intento de alejarlo del Santuario y sobre todo del gigante.

¡No permitas que lo destruya! —fue lo que le suplicó una de las mujeres que salvó al dejarla en el suelo—. ¡No dejes que lo devore!

 

El espíritu comenzó a moverse en un obvio intento por perseguir a los guerreros, mas en cuanto escuchó un sonido muy familiar terminó por quedarse quieto, después de un involuntario y peculiar sobresalto.

Kenta también lo oyó, el sonido de unas cuentas chocando entre sí con una extraordinaria claridad, como si alguien estuviera meciendo un rosario justo contra su oreja.

Shunrei, Hilda y Arun lo escucharon de igual forma, mirando escaleras abajo del templo por donde dos personas estaban subiendo.

El de atrás era un Oficial, evidente por su ropa tribal, la máscara metálica en su rostro y la placa que colgaba de su pecho. Éste parecía ser la escolta de la mujer que subía los peldaños calzando zapatillas de tacón alto.

— Al fin, parece que llegamos a la cima —dijo la acalorada mujer de largo cabello rubio cuando llegó a la explanada.

Shunrei e Hilda la miraron con extrañeza, sin saber qué decir, mucho menos cuando ésta se giró hacia ellos. Ella llevaba puestas unas gafas oscuras para el sol, por lo que su mirada quedaba en el misterio.

¿Acaso era una shaman? Pensaron por venir acompañada de un Oficial, pero al verla vestida con ese sencillo vestido negro de tirantes que le llegaba hasta la pantorrilla y la estola azul con bordados dorados rodeando su cuello, no parecía serlo…

Lo más insólito para ambas era que ella traía consigo un bebé durmiente en una cangurera que colgaba contra su pecho.

Al parecer Arun fue el único que se percató de que la enigmática mujer sujetaba en una de sus manos un largo rosario de cuentas transparentes, el origen de los sonidos que atraparon la atención de todos.

— Y justo a tiempo —completó ella, sacudiendo el rosario que sostenía.

La rubia giró hacia donde el espíritu de la Tierra sabía que la observaba—. Oye tú —le habló pese a la distancia—, si viniste aquí era para proteger, no para causar alboroto. Tu trabajo terminó, ¿no lo sabías? Regresa a tu lugar, ahora —ordenó.

El gigante pareció cohibirse como un niño asustado ante una figura de autoridad. Pese a su inmensidad y ferocidad, había mucho que compartía con su padre, entre esas cosas era el respeto y absoluto terror hacia su madre.

El Espíritu de la Tierra dudó unos instantes, como si fuera a atreverse a replicar, mas cuando la mujer rubia sacudió con fuerza el rosario, el sonido que desencadenó simuló el de un despiadado látigo que le recordó quién era la que mandaba, sintiéndose obligado a obedecer sin más.

De un instante a otro el coloso comenzó a desmoronarse en inofensivas pizcas de tierra, las cuales se dispersaron en el aire para volver a ser parte de las montañas, dejando a la sacerdotisa de Odín y a la esposa del Patriarca sorprendidas ante el poder de convencimiento que poseía la misteriosa mujer.

 

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Cielo sobre el Mar Mediterráneo.

 

Albert fue abatido por el cosmos de Shiryu de Dragón, rompiendo su zohar y magullando su cuerpo con gravedad. Mientras caía en dirección al mar, pensó por un momento que todo terminaría allí, pues comprobó que la fuerza del Patriarca era algo que no podría superar, después de todo ese era el poder que es capaz de oponerse al de los dioses… Pero ese fugaz y derrotista pensamiento se borró de su mente por un agudo dolor de cabeza. Albert palpó con desesperación su frente, como si intentara extinguir las flamas azules que ardían sobre el símbolo marcado en ella.

¡No! ¡Esto no ha terminado! —se dijo a sí mismo, volviendo a despertar su cosmos y así frenar su caída a pocos centímetros de zambullirse en el océano.

— No lo acepto… no acepto ser derrotado de esta manera —murmuró, mirando con odio al santo del Dragón, quien aguardaba en las alturas.

 

Shiryu detuvo cualquier ofensiva, no por piedad, sino porque sus sentidos se percataron de una terrible presencia proveniente del Santuario. Al principio lo detectó como una nueva amenaza, mas rápidamente fue invadido por un espantoso déjà vu. — Este cosmos es… No puede ser, ¡es imposible! —clamó, alarmado al reconocer la presencia de Hades, dios del Inframundo, a quien él y sus hermanos enfrentaron en el pasado.

Ante el enigma, Shiryu estuvo a punto de marcharse, olvidándose por completo de su actual contrincante.

— ¡No te atrevas a darme la espalda! —Albert gritó —. ¡Esto no ha terminado!

Shiryu giró sólo el rostro hacia donde sabía se encontraba el Patrono. — Albert, ¿acaso no lo percibes? Hay un gran peligro cerniéndose sobre el Santuario, uno que jamás pudimos prever y que nos pone en un terrible riesgo a todos… Si aún una parte de ti genuinamente se preocupa por sus habitantes es momento de demostrarlo. Abandona tu inútil cruzada, es la última oportunidad que te doy… ¡Reacciona de una maldita vez! —advirtió con un gesto casi suplicante.

El Patrono también sentía el gran cosmos proveniente de Grecia y entendía la peligrosidad del mismo, mas el dolor en su cabeza lo llevó a decir —: No tienes por qué temerle, yo mismo erradicaré todo mal de este mundo. —Sonrió de manera siniestra, sin que su cosmos dorado se debilitara.

Rodeado por un brillante cosmos, el cuerpo de Albert se ensombreció por completo, volviéndose una autentica sombra de la que sólo la blancura de sus ojos y dentadura se mantuvieron tal cual. En su oscura silueta se proyectó el paso de las estrellas, nebulosas y galaxias a gran velocidad sólo para desaparecer en la oscuridad de su ser, entonces comenzó—: Galactic extinction! (¡Extinción galáctica!)

 

Shiryu entendió la gravedad de tal poder cuando sintió que una fuerza extraordinaria estaba jalándolo hacia donde Albert se encontraba. Por los sonidos de su alrededor pudo saber que el agua del mar, el aire y cualquier materia cercana comenzó a ser succionada por la técnica del Patrono de Géminis, quien había llevado la Otra dimensión a un nivel monstruoso por el que su cuerpo se convirtió en un agujero negro que sería capaz de devorar el mundo entero si se lo proponía.

— ¡¿Qué es lo que intentas hacer?! —espetó Shiryu, resistiéndose a ser arrastrado por la fuerza del agujero negro—. ¡¿En verdad es tanto tu afán por vencerme que arriesgarás al mundo entero sólo para conseguirlo?!

— No me malentiendas, esta no es una técnica suicida —aclaró son sorna—. El mundo sobrevivirá, sólo arrancaré de él todo organismo inútil de su faz—explicó mientras su sombra absorbía remolinos de agua y aire.

— En verdad que has perdido la razón… Sabes bien que no te dejaré hacer algo como eso. — Shiryu atacó sin miramientos —. Rozan Hyaku Ryu Ha! (¡Cien Dragones de Rozan!)

Albert extendió los brazos y permitió que los dragones se aproximaran, absorbiendo la energía del ataque con la que pudo aumentar la intensidad y alcance de su técnica, así como triplicar el tamaño de su propio cuerpo ennegrecido.

Shiryu se percató del incremento de aspiración cuando fragmentos de roca comenzaron a separarse de una isla cercana para acabar dentro del agujero negro, sabiendo que tenía pocos segundos para sellarlo antes de que ocasionara daños irreversibles.

Como si hubiera podido leer su mente, Albert añadió—: Si tanto te preocupa la seguridad del mundo, cruza este umbral voluntariamente. ¡Juro que lo cerraré una vez desaparezcas en la Otra dimensión! —el Patrono se mofó con un gesto demencial.

— Ojalá pudiera creerte —el santo dijo con tristeza, eligiendo su próxima acción.

— ¡Tú nunca has confiado en mí! — Albert reprochó con resentimiento—. ¡Ni como tu discípulo, ni como tu aliado! ¡Siendo ahora  tu enemigo no esperaba menos de ti!

Escondiendo la aflicción que le causaban las palabras de aquel que entrenó como a un hijo, Shiryu se alistó para realizar un último ataque.— Mis errores contigo los pagaré en el futuro… Ahora es tiempo de que tú pagues los tuyos, Patrono.

El santo de Dragón se lanzó a toda velocidad hacia Albert, quien intensificó su cosmos, distorsionando más la realidad a su alrededor  con lo que esperaba capturar a su enemigo y aplastarlo.

¡Excalibur! — El brazo del santo lanzó un golpe de espada que cortó más allá de las capas dimensionales, buscando la fuerza de origen que desenfrenó tanto caos… encontrándolo.

 

Los remolinos de agua, tierra y aire se desvanecieron de forma estruendosa, volviendo cada elemento a su sitio mientras que los sólidos cayeron en el mar.

El santo del Dragón mantuvo su brazo derecho rígido, pues había atravesado por completo el pecho del Patrono de Géminis, su mano cubierta de sangre emergía por la espalda del guerrero peliazul.

El entendimiento de Albert demoró pocos segundos en asimilarlo, pero cuando lo hizo apenas y le quedaban fuerzas como para sostener la cabeza. Se negó a mirar el rostro del Patriarca, quedando su mentón prácticamente sobre el hombro del que fue su mentor. Ambos guardaron silencio, en espera del último respiro quizá… mas Albert tenía una última cosa que hacer.

En un esfuerzo final, logró levantar la mano, tocando con su palma ensangrentada la cabeza del Patriarca. Shiryu se lo permitió al no percibir agresión en ello, por lo que pudo ver las imágenes que Albert proyectó en su mente y escuchar la voz de sus pensamientos.

Shiryu vio el momento en que Albert fue engañado por el Patrono Iblis y su intento por combatir a Avanish, mas el señor de los Patronos revirtió su técnica y fue el santo de Géminis quien terminó siendo esclavo de su propia maldición.

— Albert… entonces tú no… —Shiryu se sobrecogió, manteniendo su inmovilidad—. ¿Has vuelto a ser tú?

Agradezco que haya sido precisamente usted quien me haya derrotado —Albert le dijo a través de sus pensamientos. La marca que antes flameó en su frente terminó por extinguirse en cuanto su corazón fue destruido, dejando sólo una capa de piel quemada bajo el fleco de su cabello.

— Yo… No sabía… De haberlo sabido…

No se martirice por esto —Albert lo interrumpió—. Es lamentable que pese a mis esfuerzos, al final lo eché todo a perder—se lamentó, libre de rencores hacia su antiguo maestro—. Hice todo lo que alguna vez juré no haría… que Atena me perdone por todo lo que he causado…

— No fue tu culpa, estabas bajo la influencia de ese maldito hechizo —Shiryu dijo de manera comprensiva.

He ahí el problema, Patriarca… Todo lo que dije, todo lo que hice… es lo que estaba guardado en lo más profundo de mi ser. No hice nada que no deseara… la marca borró todos mis temores e inhibiciones, sacó lo mucho que reprimía y negaba de mi mismo, torciéndolo y volviéndome el monstruo que siempre temí llegar a ser… Pese a que me daba cuenta de eso no podía detenerme… fui consciente de todo lo que hacía, pero no podía detenerme… En verdad lo siento. Todos tenían razón al dudar de mí… Al final no pude escapar de mi destino…

— Ya todo terminó —musitó Shiryu, abrazando contra sí a su antiguo pupilo, olvidando por un momento el tiempo y el espacio en el que vivían, trasladándose a viejos panoramas en el que el pequeño Albert se frustraba por sus propias carencias y debilidades durante su aprendizaje; la mayoría de las veces intentó consolarlo con palabras sabias y disciplina, pero en otras se permitió un acercamiento paternal como ese.

— No te preocupes más —le dijo con los ojos humedecidos, esperanzado de que si las palabras del guerrero eran ciertas, los dioses le darían un destino justo a su alma—. Deja el resto en mis manos, yo arreglaré todo, te lo prometo — siendo las últimas palabras que fueron escuchadas por el Albert Géminis en vida.

 

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Interior del Templo de Atena.

 

El humeante y carbonizado cuerpo de Adonisia de Piscis cayó de espaldas en cuanto el resplandor en el pecho de Shai de Virgo cesó.

Terario de Acuario se tambaleó un poco, terminando con una rodilla en el suelo mientras la cúpula de cristal dentro de la que se resguardó junto a sus compañeros se deshacía en copos de nieve. El pelirrojo tosió un poco de sangre, pero ver que las marcas azules en su piel desaparecían les permitió a los demás santos entender que había sido liberado del embrujo que sometía su voluntad.

Jack y Nauj le dieron su espacio, siendo el santo de Leo quien tuviera la urgencia de acercarse al espíritu de la amazona de Virgo.

— ¿Shai? —la llamó, a lo que el espíritu se giró lentamente hacia él.

Jack —ella pronunció su nombre con un gesto risueño.

— ¿Qué es lo que…? —Leo intentó hacer una pregunta adecuada, pero terminó diciendo—: Lo cierto es que no comprendo lo que pasó… ¿en verdad eres tú?

El espíritu asintió.— Soy yo… una proyección de mi alma cuando menos. Me alegra que estén a salvo.

Nauj avanzó hacia el cadáver de Adonisia, observándolo con cuidado. — Esta bruja sigue con vida —anunció con desagrado.

El ataque de Virgo no sólo había calcinado su cuerpo, sino también su mente, era evidente por sus ojos desviados y la saliva que salía de sus labios malformados. La mujer apenas respiraba mientras su cuerpo temblaba de manera errática, como si hubiera olvidado cómo funcionaba cada parte del mismo.

No por mucho, sólo lo suficiente para que nos encarguemos de un par de cosas —Shai se elevó aún más en el aire, abriendo los brazos sobre los que su cosmos dibujó enormes alas en el firmamento, dándole la apariencia de una autentica divinidad—. Formo parte de este lugar, mas es su vida la que lo mantiene en balance —explicó—. Adonisia nunca dejó de tener una influencia mayor sobre su invernadero, pero pude actuar gracias a la energía que tomé de los espíritus que están cautivos aquí, de lo contrario no habría podido hacer nada por ustedes. —Con solemnidad la amazona juntó las manos por encima de su cabeza—. De haber recibido el entrenamiento adecuado, Piscis se habría dado cuenta de que aprisionó las almas de todas sus víctimas en este lugar, por lo que al formar parte de ellos pude tomarlo como una ventaja. Empleé esa energía para impedir que Terario siguiera siendo su marioneta, y el resto en una técnica cuyo alcance depende de los pecados existentes en el corazón y alma del enemigo a vencer, por eso fue tan devastadora para ella...

Los santos notaron cómo es que del centro de algunas rosas pequeñas esferas luminosas comenzaron a aparecer, para tímidamente iniciar su ascenso hacia el cielo.

De no ser por el poder de estas pobres almas, seguramente todos seríamos parte de este infierno. Cumpliré la promesa que les hice, gracias por todo. Ahora, sean libres —dijo a los espíritus luminosos.

Las numerosas almas se animaron unas a otras a seguir el camino que sentían debían seguir. Después de años de ser prisioneras, la recompensa a su sufrimiento había llegado de la mano de lo que para ellos era una diosa.

Los santos dorados se mantuvieron inmóviles para no entrometerse con el ascenso de las esferas de luz, la mayoría de ellas silenciosas, pero de otras se llegaban a escuchar risitas y hasta agradecimientos.

Todas y cada una subieron al cielo azul de aquella dimensión y desaparecieron de la vista de los presentes.

 

Shai descendió hacia Terario, quien apenas y se estaba poniendo de pie. Aunque había permaneció inconsciente la mayoría del tiempo, el santo de Acuario de alguna manera entendía lo que había pasado, y más importante, que era libre gracias a la amazona de Virgo, cuya voz era la única que ahora podía escuchar.

Toma esto —dijo ella. Del suelo, una rosa blanca se alzó en el aire, desfloreciéndose ante Terario hasta quedar sólo una semilla roja—. Sé lo que Adonisia le hizo a tu amiga, por lo que no te preocupes, aún hay tiempo para ella, sólo asegúrate de que trague esto.

El santo de Acuario tomó la semilla sin pensarlo dos veces. Asintiendo con agradecimiento.

— Ya sólo queda una última cosa que hacer aquí —Shai dijo, mirando a sus camaradas para después señalar el capullo que, pese a la distancia, era fácil de ubicar pues ya había comenzado a expulsar un espeso vapor rojo—. En mi condición soy incapaz de hacerlo yo misma, por lo que deben ser ustedes quienes terminen con esta pesadilla.

— No estarás diciendo que… —Jack no pudo terminar su frase.

Shai asintió.— Aunque Adonisia muera, ese capullo infernal no lo hará con ella y no desaparecerá cuando este invernadero sucumba. Es mi corazón y sangre lo que le da vida, nos volvimos un solo ser, por lo que deben destruirnos antes de que libere el veneno que ha llegado a niveles tóxicos muy elevados —explicó con pesar—. Si se acercan ahora, de seguro morirán.

— No —se negó Jack.

No hay otra manera —Shai aseguró.

— Debe haberla —el santo Leo insistió—. Debe existir una forma en que podamos salvarte.

Adonisia es la única capaz de controlar su crecimiento, ella morirá pronto. Cuando eso pase esta dimensión desaparecerá y esa monstruosidad estará en nuestro mundo. ¿Deseas eso? ¡¿Qué germine allí?! ¡No, yo no quiero! —exclamó, desesperada—. ¡No deseo traer más mal al Santuario! ¡No después de que lo que tuve que hacer a causa de los Patronos…! Por favor, ustedes son santos de Atena, deben proteger el Santuario a toda costa de cualquier calamidad.

El santo de Leo miró el suelo apesadumbrado. Nauj cerró los ojos y rogó para que el cabeza hueca entendiera que no existía alternativa, por muy cruel que fuera. Terario guardó silencio, tomando una decisión él mismo.

Se los ruego… De cualquier forma mi vida ha terminado, mi cuerpo ha sido degenerado a un nivel irreparable, no hay nada que pueda hacerse. ¡Por lo que me niego a convertirme en una plaga que acabe con la vida de otros! ¡Por favor, permítanme cumplir con mi deber, protegerlos aún si con ello debo sacrificar mi vida!  —suplicó, antes de soltar un quejido y su cuerpo se encorvara como si hubiera sido golpeada en el estómago.

El espíritu de Shai se desvaneció sin explicación alguna, alertando a los presentes de un inconveniente.

Nauj rápidamente miró hacia sus pies, donde pudo ver a Adonisia estirando la mano en dirección al capullo rojo. Desde el suelo la mujer le dedicó una sonrisa y mirada perturbadora. —Mi último regalo— ella sentenció, mas antes de que el santo pudiera hacerle algo, con sus propias uñas se degolló la garganta para adelantar su muerte.

Sin la fuerza de las otras almas para mantener su voluntad, Shai volvió a su cruel condición, la de una rosa más que seguía la voz de su señora, y en su cabeza sólo una orden resonó —: Florece para mí, Muerte Roja.

 

— ¡Maldita sea! —bramó el santo de Libra al ver morir a la amazona y que inmediatamente la dimensión se empequeñeciera, regresando a ser sólo el interior del Templo de Atena.

Los tres santos miraron hacia el altar donde el capullo se perdió entre la espesa bruma roja que expulsó con un potente soplido.

Los tres retrocedieron por instinto, mas al saber que no podían sólo huir Nauj fue el primero en concentrarse para expulsar su cosmos y generar un campo de energía con el que pudo encerrar el veneno carmesí y su fuente.

Jack le prestó su fuerza y lo imitó, reforzando los muros que contendrían la hecatombe.

— ¡Debimos actuar antes! —Libra recriminó, intentando mantener el control.

Jack mantuvo silencio, recayendo en él la culpa, por lo que con ahínco empleó lo que le restaba de poder para fortalecer la barrera.

El vapor rojo se densificó tanto que nada podía verse dentro de éste. Nauj pensó en una o dos formas de tratar el problema, pero ninguna evitaría que el veneno liberado se propagara.

Jack se sorprendió cuando Terario le sujetó la mano y colocó en ella la semilla dorada que había obtenido de Shai. — En las habitaciones del Templo de Acuario hay una mujer cuya vida depende de si come o no esto —explicó con brevedad.

Leo lo miró confundido, pero cerró su mano para salvaguardar la pequeña semilla.

— Por favor, llévasela cuando esto termine —pidió, dándose vuelta, posicionándose en un punto distante de la barrera—. Déjenme entrar —Acuario pidió, para sobresalto de los otros santos.

— ¡¿Te has vuelto loco?! —Libra inquirió, olvidando que Acuario había perdido el oído hace tiempo.

Terario adivinó sus palabras sólo viendo su rostro furioso, por lo que añadió—: Una abertura, sólo un instante. Ciérrenla de inmediato, yo me encargaré de esto.

— ¡Es un suicido! ¡Debo ser yo quien lo haga! —espetó Jack, imaginando las intenciones de Acuario.

— Ninguno de los dos podrá neutralizar debidamente la fuente de este mal. Confíen en mí, cumpliré el deseo de Virgo, el Santuario no sufrirá a causa de esta abominación —pidió sin mirarlos, sólo aguardando a que cumplieran su petición —. Deprisa, no podrán contener esto por siempre.

Libra y Leo se miraron un instante, decididos a confiar en Terario.

 

Fue menos de un segundo lo que esa delgada brecha se abrió, y en menos tiempo Terario de Acuario entró, confiando en su cosmos y la capacidad de su aire frío para permitirle tal cruzada. En el interior de aquella zona se prohibió el respirar, sencillo para quien nadó kilómetros bajo los casquetes polares sin perder el aliento desde que era un niño, sin embargo, el ambiente de muerte era pesado de sobrellevar, por lo que ejerció toda la fuerza que tenía para avanzar.

Tuvo que hacerlo despacio, pues la corriente que arremolinaba el vapor encerrado le impedía caminar a prisa. Sus pies tocaron unos restos, sin duda los de Adonisia, los cuales ya eran huesos sin carne tras haber estado en contacto con el vapor venenoso por pocos segundos, y seguían deteriorándose.

Los malestares lo asaltaron a medio camino, sintiendo que comenzaron a sangrarle los ojos y las encías, pero eso no hizo más que fortalecer el escudo con el que su cosmos y aire frío le permitieron avanzar dentro de la Muerte Roja, sabiendo que debía reservar la energía suficiente para el final del camino.

En los escalones del templo, gruesas ramas con espinas se clavaban al suelo, palpitando como si fueran un corazón; de las filosas puntas goteaba agua escarlata, la cual ha ido acumulándose hasta formar un largo charco de veneno infernal que se extendía cada vez más rápido.

Terario subió los peldaños hacia el pedestal, encontrándose con un impactante escenario en el que el gran capullo había florecido, mostrando sus hermosos y brillantes pétalos carmesís, y de su centro emergía el escultural cuerpo de la amazona de Virgo. El torso femenino se estremecía en espasmos continuos, reflejo de la posible lucha por liberarse, más jamás lo lograría, no ahora que sus piernas y brazos se habían fundido con los pétalos de la maligna flor, formando una sola entidad. Su cabello ahora escarlata bailaba frenético por el movimiento del veneno que ella misma desprendía, su piel se había tornado del mismo color rojo sangre de la rosa a la que estaba unida, sus ojos estaban blancos y vacíos cual perlas y de su boca abierta emergía continuamente una gran cantidad de vapor marrón por el que mantenía un gesto de tormento eterno.

Al santo de Acuario le costó creer que la mujer que momentos atrás se mostró como un ángel de luz que guió las almas al descanso eterno, ahora se encontraba transformada en un demonio del Hades que vomitaba una plaga mortal en el mundo. Sus emociones lo golpearon un segundo, pero tal visión lo motivó a terminar con esa mentira, y darle a la guerrera la apariencia que en verdad merecía.

Extendió sus brazos y colocó sus manos sobre las mejillas de lo que alguna vez fue Shai de Virgo y sobre ellos dejó su cosmos arder.

 

Visiblemente exhaustos, Libra y Leo continuaron entregando su energía vital para mantener la nube de veneno en su lugar, pero segundo a segundo sentían que los esfuerzos por reprimir su avance sólo incrementaban su fuerza y anhelo por estallar.

Ambos sintieron el cosmos de Acuario llegar al infinito y colisionar contra el de Virgo que se defendió con la misma intensidad, mas el vapor rojo impedía ver la situación que vivían. Libra y Leo se esforzaron aún más, pues no deseaban que el sacrificio de sus compañeros resultara en vano. Además, la batalla cósmica que libraban sólo hizo más difícil mantener estable el muro de contención.

Nauj pegó las rodillas al suelo, jadeando, mientras Jack buscaba algo de fuerza a la que pudiera aferrarse para no caer desmayado. Para ambos las batallas habían sido intensas y sus cuerpos ya no podían más, sólo sus cosmos los mantenían conscientes.

Entre parpadeos, el santo de Leo vio un copo blanco viajando entre el vapor rojo, y a los segundos le siguieron más.

— ¡Nauj, mira!— intentó despabilar a su compañero, pero éste apenas y se concentraba en no perder el sentido, pedirle otra cosa era imprudente.

Poco a poco, el interior de la barrera se vio repleta de una ventisca de nieve en vez de una tormenta carmesí. La bruma escarlata fue desvaneciéndose, conforme ganaba una tonalidad clara y el cosmos de Virgo desaparecía.

En cuanto el choque de poderes cesó y no hubo vestigios del veneno rojo, Nauj apoyó las manos en el suelo para descansar y recobrar el aliento, mientras que Jack logró mantenerse de pie, tambaleándose al borde del desmayo, pero se negó a caer en la inconsciencia, tenía que ver lo sucedido, el milagro que Terario de Acuario logró.

 

Entró a la zona invernal, resintiendo el intenso frío, mas sobreponiéndose al distinguir a Terario de pie entre la neblina blanca. Estaba de espaldas, mirando hacia el pedestal de la diosa con una firmeza ejemplar, pero de un instante a otro se descompensó, viniéndose abajo. Leo logró aminorar su caída, ayudándolo a sentarse en el suelo cubierto de nieve.

El santo de Acuario estaba completamente helado, su armadura congelada, su cabello cenizo y su piel azulada, pero aún se movía y sus respiraciones marcadas por el vapor que emergía de sus labios y nariz, eran una señal esperanzadora. Terario mantuvo los ojos cerrados, sintiendo la tranquilidad de que había logrado su propósito y un compañero confiable tenía lo necesario para salvar la vida de Natasha.

 

Entonces, Jack pudo ver la maravilla que ahora se erigía en los aposentos de Atena, una majestuosa rosa de hielo dentro de la que el cuerpo inmaculado de una ninfa descansaría por toda la eternidad.

Jack se conmovió por el rostro durmiente de la bella doncella de hielo, el cual transmitía una paz indescriptible, reflejo de su satisfacción por haber cumplido con su deber como una guerrera de Atena hasta el final y su eterno agradecimiento hacia a aquel que logró cumplir su último deseo.

 

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En algún lugar del espacio y el tiempo.

 

Ángeles y marinos miraron a Atlas, santo de Aries y antiguo rey de la Atlántida. Los heraldos de Apolo perdieron todo interés en los heridos marines shoguns, sabiendo que el nuevo adversario poseía un poder y renombre mayor.

Rápidamente formaron una fila horizontal al pie de la escalinata que conducía al palacio de la ciudadela, desde donde Atlas los observaba con un gesto sereno.

El rey Atlas en persona —saludó con irónica propiedad el ángel de nombre Admeto—. A diferencia de estos mortales, tu nombre te precede santo de Aries…

Vuestros nombres también merecen consideración, por lo que sólo os lo diré una vez: abandonen el reino de Poseidón o afronten las consecuencias —advirtió con voz pasiva.

Qué pretencioso, cree que tiene el poder para enfrentarnos a nosotros cuatro —rió Castalia, apuntándole con el dedo—. Aunque poseas la sangre de un Olímpico eres un guerrero incompleto, un solo brazo no te bastará para detenernos.

No estoy solo —Atlas corrigió sin cambiar el tono de voz, mirando por encima de los ángeles y cruzando miradas con Enoc, Sorrento, Caribdis y Nihil.

¿Ellos? —cuestionó Admeto sin voltear hacia los abatidos marines shoguns—. Si crees que te serán de utilidad creo que en verdad estás desesperado —sonrió—. Pero me intriga que seas justamente tú quien se interponga en nuestro camino, después de lo que Poseidón te ha hecho…

Mancillar mi pasado no os servirá, ángel— lo interrumpió de inmediato—. Lo único que importa en este momento es vuestra decisión, pues la mía es confiar en los guerreros de la Atlántida. Creeré en ellos tanto como su Emperador lo hace.

Los enterraremos a todos juntos entonces —musitó Admeto al dar una discreta señal con el mentón.

A gran velocidad Admeto, Castalia y Arctos rodearon a Atlas de Aries, atacándolo al mismo tiempo con sus cosmos. El santo sólo tuvo que saltar para evadir la sonora explosión. Entre el humo emergió Castalia quien intentó capturarlo con sus tentáculos de agua, mas el semidiós los destruyó con descargas de cosmos dorado.

El alto Arctos apareció a su flanco izquierdo lanzándole poderosos golpes que logró bloquear con su único brazo.  Admeto se unió al intercambio de ataques, quedando impresionado por el que el Atlas lograra defenderse de ambos al emplear también la agilidad y fuerza que había en sus piernas.

De un certero puñetazo y un tremendo puntapié, el santo de Aries empujó a los dos ángeles hacia extremos opuestos, justo a tiempo para que Castalia lo aprisionara en una gran esfera de agua.

¡Qué molesto eres! —renegó la fémina, esperando asesinarlo del mismo modo que a Behula de Chrysaor, pero su oponente era hijo de Poseidón, no existía fuerza acuática que pudiera doblegarlo.

Atlas sopló dentro de la burbuja de agua y ésta se transformó en un torrente feroz que se disparó hacia Castalia. El ángel movió con desesperación las manos para cristalizar el agua y evitar el impacto.

 

En el suelo, los marines shoguns miraban asombrados cómo el santo de Aries combatía a los tres emisarios del Olimpo, siendo algo realmente humillante para sus espíritus.

El cuarto ángel llamado Céfiro no acompañó al resto de sus semejantes ya que tenía otra encomienda: eliminar a los marines shoguns, sólo después podría unirse a la batalla.

Enoc lo miró a los ojos adivinando su intención, por lo que impulsado por el coraje y su orgullo atacó al guerrero enmascarado primero que nadie.

¡Cataclismo marino! —gritó, lanzando su rugiente cosmos en forma de un maremoto que golpeó al enemigo.

La figura de Céfiro desapareció entre la fuerza demoledora que destruyó numerosos edificios de la ciudadela, mas en cuanto el maremoto se aplacó volvió a materializarse sin ninguna clase de herida.

Antes de que Enoc se lanzara al ataque directo, Sorrento y Caribdis le impidieron el paso para advertirle—: ¡Eso no servirá contra él, Enoc! —Siendo Sorrento el más preocupado.

— ¿Entonces qué lo hará? —cuestionó molesto.

La respuesta llegó tras un sonoro latigazo cuando Nihil de Lymnades golpeó al ángel con su ataque de fuego.

Céfiro, acostumbrado a que sin importar quién lo atacara nada lo lastimaba, se permitió ser alcanzado por aquello que pensó sólo lo atravesaría sin más, pero cuando sintió el impacto en su espalda se dobló de dolor. Sus ojos brillaron con desconcierto e incredulidad, girando rápidamente hacia donde el marine shogun que le había provocado tal sensación estaba de pie. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez pudo sentir dolor? Tanto como para olvidar lo que era el tacto, por lo que no sabía si agradecerle a su enemigo o enfurecerse con él, siendo esa duda lo que lo mantuvo inmóvil por unos segundos.

Sabiéndose blanco del ángel, Nihil se alistó para contraatacar con el látigo de fuego.

Céfiro estuvo tentado a recibir más de aquellos golpes por gusto, pero rápidamente apartó esos pensamientos banales y se impulsó a terminar con Lymnades.

Aun con las manos casi deshechas, Sorrento pudo poner la flauta en su boca y tocó la melodía que debilitó al ángel antes de que lanzara su ataque, siendo lo que salvara a Nihil de terminar destrozado en el suelo. El marine shogun sólo salió despedido hacia el cielo nocturno, cayendo pesadamente contra el suelo con la scale fracturada y aparentemente inconsciente.

La música molestó a Céfiro, por lo que se giró de inmediato hacia el origen de ésta. Señaló a Sorrento justo antes de desaparecer de la vista de los tres guerreros.

Adivinando el movimiento del enmascarado, Caribdis desplegó su aire tormentoso, sirviendo como barrera que el ángel no pudo pasar con facilidad. Céfiro se vio frenado unos instantes, mas poco a poco se abría camino hacia el centro del huracán.

¿Aun afectado por la melodía de Sorrento tiene tanto poder? —pensó Enoc, abrumado—.  ¡Maldición!

Caribdis era consciente de que moriría si continuaba empleando su cosmos de esa forma, el Emperador se lo advirtió, y aun así se negó a abandonar la lucha. Suplicarle al Emperador que le brindara un poco de su poder, mismo que la ha mantenido con vida desde que escapó de la prisión submarina, no era una elección… pero entonces escuchó una voz en su mente.

Descendiente mía, si el dios del mar no puede brindarte su fuerza en estos momentos, permite que sea mi cosmos el que te sostenga y te brinde vitalidad para luchar.

Caribdis pestañeó extrañada, reconociendo la voz de Atlas de Aries, sintiendo el vínculo existente entre ambos al ser ella miembro de la dinastía maldita del primer rey de la Atlántida.

Caribdis de Scylla estaba confundida; ¿el aceptar la ayuda de Atlas significaría traicionar al Emperador Poseidón? En su indecisión, el ángel Céfiro se apropió de los vientos controlados por Scylla y los utilizó para atacar a los marines shoguns.

Caribdis saltó hacia el ángel decidida a servir de escudo. Recibió la mayor parte del daño, mas no evitó que Enoc y Sorrento fueran alcanzados por las ráfagas cortantes.

Sorrento no dejó de tocar, esperando que Dragón Marino actuara, por lo que fue golpeado por el cuerpo de Scylla cuando ésta salió disparada por el ataque. Ambos terminaron rodando lejos, quedando un poco sepultados bajo el último muro que derribaron a su paso.

 

Enoc concentró todo su cosmos al lanzarse contra Céfiro, aprovechando la oportunidad que le dio el marine shogun de Siren con su sinfonía.

¡Ira de Leviatán! —clamó, lanzando infinidad de golpes a la velocidad de la luz que golpearon violentamente al ángel.

Céfiro recibió las ráfagas, que dejaron rasgaduras en su manto sagrado y le abrieron heridas en la frente. Conmocionado por ver su sangre correr después de centurias, se dejó arrastrar por la brillante técnica, elevándose en el cielo hasta que recobró su auténtica fuerza. Libre de la maldición de Siren, el ángel se precipitó hacia Enoc, volviéndose un torbellino imparable.

El guerrero de Poseidón sólo tensó el cuerpo cuando el tornado lo engulló, cortando su armadura y carne. Para cuando Céfiro volvió a su apariencia humana, Enoc se tambaleaba, repleto de heridas sangrantes por todos lados. El marine shogun cayó de rodillas en un charco de sangre.

Si pudiera, Céfiro habría expresado asombro y alabado la resistencia del guerrero, pero el castigo del dios Apolo le privó de muchas capacidades, entre ellas la de hablar. Se acercó a Enoc alzando el brazo con el que pretendía decapitarlo.

 

Con las manos en el piso y a punto de fallecer, Enoc aún alcanzaba a escuchar la batalla librada por los otros ángeles y el santo de Aries en la lejanía. Levantó un poco la vista y contempló al atlante luchando contra tres heraldos de Apolo…

En vez de que el marine shogun se sintiera agradecido o en deuda por su intervención, Enoc estaba lleno de resentimiento… Aún le costaba creer que le debieran la vida del Emperador a un santo de Atena, sobre  todo a uno que traicionó a la Atlántida en la antigüedad. ¿Acaso ellos morirían y todo quedaría a manos de Atlas de Aries? ¿Es eso lo que tenía que pasar? ¡No! Se juró a sí mismo que los marines shoguns no volverían a ser humillados por ningún enemigo, se había entrenado en cuerpo y alma para ver cumplida esa promesa y aun así parecía insuficiente. ¡¿Qué es lo que el destino quería de él?! Su vida ha estado llena de agonías, fracasos e infortunio desde que tiene memoria, siendo su título de Dragón Marino lo único por lo que podía sentirse orgulloso y agradecido con las Moiras. ¡¿Planeaban arrebatarle eso también?! ¡Jamás!

La intensidad de sus emociones logró que su corazón recobrara un fuerte palpitar, convencido de poder demostrar que los santos y Atena no eran los únicos capaces de lograr milagros. La Atlántida había cambiado, tanto que hasta el dios del mar vertió voluntariamente su sangre sobre el ropaje sagrado de sus súbditos y eso significó más para él que cualquier otra cosa en el mundo.

Enoc frunció el ceño cuando notó que Atlas de Aries le devolvió una rápida mirada, una que podía interpretarse de reproche, quizá hasta de lástima, pero por un instante vio en esa faz el rostro del Emperador para recordarle una cosa—: Confianza absoluta — había dicho el dios en aquel momento que les otorgo su bendición—. Desde este día se convertirán en mis armas más poderosas.

El marine shogun cerró las manos sobre el suelo, sujetando varios pedazos de su armadura rota con tanta fuerza que ciertos fragmentos se le encajaron en las palmas.

— Y no le fallaremos —el guerrero musitó, sintiéndose dueño de un nuevo poder—. ¿No es así? ¿Sorrento? ¿Caribdis? ¿Nihil?

 

/ - / - / - /

 

Atlas de Aries había logrado sobrellevar la batalla contra los tres enviados de Apolo, mas los ángeles comenzaron a superarlo. Cuando los tentáculos de agua de Castalia le sujetaron las piernas, Admeto logró propinarle un poderoso golpe en el abdomen mientras Arctos lo secundó con un puñetazo en la cabeza que lo lanzó hacia la explanada interior del palacio.

Aturdido por el impacto, Atlas se movió lentamente en el suelo sólo hasta que percibió el poder abrasador de Arctos quien le apuntó con la mano.

A diferencia del marine shogun de Hipocampo, Aries logró ver el descomunal rayo cósmico que nació del dedo índice de su enemigo, por lo que respondió con un estallido de cosmos para repelerlo. Durante el duelo de energías, Admeto apareció por su flanco izquierdo y lo atacó con el paso de su carruaje ardiente. Atlas buscó desesperadamente esquivar ambos ataques, mas cuando sus piernas y torso se congelaron por obra de Castalia le fue imposible.

La explosión cósmica sirvió a los ángeles para reagruparse, mirando con expectación la humareda desatada. Castalia era la única que parecía convencida de haber ganado, por lo que cuando vislumbraron al santo de Aries entre el humo, Admeto fue el que sonrió.

Me preguntaba cuándo es que ibas a comenzar a pelear en serio —dijo con un aire arrogante.

Atlas de Aries permaneció con los brazos extendidos tras haber bloqueado los ataques anteriores con las palmas de las manos. El brazal de su brazo izquierdo desapareció por completo mientras la piel de su mano quedó completamente quemada, siendo su brazo derecho lo que asombró a Castalia, pues el muñón ahora estaba unido un brazo dorado que se movía con gran naturalidad.

¿Por qué te contienes, Atlas de Aries? ¿Acaso nos subestimas? —cuestionó Admeto con curiosidad.

Atlas escupió un poco de sangre acumulada en sus encías antes de responder.— No seré yo quien os destruya, ese no es mi deber.

¿Qué dices? —preguntó Castalia.

Como os dije antes, confiaré el resto a los guerreros de la Atlántida —dijo, anticipando el despertar de un poderoso cosmos.

 

/ - / - / - /

 

Cuando Céfiro precipitó su brazo contra el cuello de Enoc, éste interpuso el antebrazo para frenar la ejecución. El ángel abrió enormemente los ojos, teniendo que retroceder cuando el cosmos creciente de Dragón Marino lo empujó con fiereza.

Desde el aire, Céfiro observó que el cuerpo de su adversario se encontraba revestido por una brillante energía, la cual curó sus heridas recientes y se solidificó para brindarle una nueva armadura en cuanto el marine shogun dio un paso firme.

La scale de Enoc había vuelto a vivir, luciendo más ostentosa que antes, sus tonos dorados cambiaron a una brillante gama de colores azules, nuevos relieves marinos sobre cada placa, las hombreras se engrandecieron mientras que de su espalda crecieron dos enormes alas de dragón metálicas.

 

Alertados por tal despertar, el resto de los ángeles se elevaron para ver al renovado marine shogun.

¡Inaudito! —dijo Admeto, asombrado del cosmos que ahora el guerrero Enoc poseía—. ¿Acaso él…? ¡No! ¡Poseidón no se atrevería! —miró hacia Atlas, quien no tenía que usar sus ojos para ver lo que pasaba en sus dominios.

— No somos nadie para cuestionar las decisiones de los dioses —respondió el santo, dejando la lucha en manos de los auténticos defensores de Poseidón.

 

Admeto estaba por espetar contra Atlas cuando un golpe lo lanzó lejos en el cielo. Castalia y Arctos miraron a Enoc levitando justo donde instantes antes estaba su compañero.

¡Qué velocidad! —alcanzó a pensar Castalia antes de que el marine shogun se arrojara en persecución de Admeto—. ¡Vamos! — le pidió a Arctos, dispuestos a ir detrás de Enoc, mas cuando un violento huracán les impidió el pase y el sonido de una flauta paralizó sus sentidos, entendieron que ellos tendrían que lidiar con otras dificultades.

 

/ - / - / - /

 

En el momento en que el cosmos de Enoc dio un paso más allá de lo humano, Sorrento, Caribdis y Nihil abrieron los ojos al escuchar la orden de su comandante. Animados por el ardiente cosmos de Enoc, cada uno logró reponerse lo suficiente para atender el llamado, aquel que les exigía no rendirse y seguirlo en la nueva vereda que el Emperador Poseidón había abierto para ellos.

Nihil de Lymnades  obedeció al instante, con una facilidad que haría que cualquiera se preguntara si él habría podido despertar ese poder primero que nadie, mas por respeto y consideración hacia su superior es que aguardó hasta el momento propicio.

Sorrento de Siren se alzó, decidido a jamás quedarse atrás de ninguno de sus compañeros, después de todo él era el más veterano de la élite y el amigo más allegado al dios del mar… No iba a defraudarlo otra vez.

Caribdis de Scylla deseó imitar al resto de los marines shoguns, mas su cuerpo permaneció como el de una muñeca rota e inservible tras haber perdido toda energía, pero aún podía sentir que la proposición del santo de Aries estaba allí, como una mano que esperaba paciente a ser aceptada, siendo así que tomó una decisión. No importaba que la consideraran una traidora al final, con tal de defender el reino de Poseidón afrontaría cualquier consecuencia futura. El vínculo con el Patriarca Atlas le permitió moverse nuevamente y dar ese gran paso al lado de sus hermanos de batalla.

 

/ - / - / - /

 

El ángel Céfiro fue testigo del renacimiento de Dragón Marino, y aunque intentó ir detrás de él una voz lo detuvo. Al principio creyó que lo había imaginado, pero la insistencia lo obligó a girar hacia el suelo, donde vio a un hermoso hombre llamándolo.

Céfiro, aquí— le dijo aquel joven risueño de piel blanca, ojos avellana y largo cabello oscuro que vestía como en la antigüedad: una corta túnica roja y calzado de correas negras.

El ángel pestañeó incrédulo, sabiendo que era imposible que ese hombre estuviera justamente allí, sin embargo, su raciocinio no fue suficiente para evitar  ser atrapado por la nostalgia del pasado y el inmenso amor que sentía hacia él, Jacinto*, el origen de su condena.

Hechizado por el precioso joven, el ángel descendió despacio a su encuentro, dudando, desconfiando, pero mientras más observaba y se aproximaba al joven, más se convencía de que era él… Para cuando sus pies tocaron tierra, su corazón latía con emoción al reencontrarse con su antiguo amor. En verdad era él, su presencia, su voz, incluso su aroma eran los mismos que recordaba.

Fue claro por la expresión de su ceño que Céfiro intentó hablar, pero el sólido cubre bocas en su quijada impedía cualquier sonido. El ángel palpó la máscara metálica con desesperación, tratando de quitársela, tenía tanto que decir que sus expresiones serían insuficientes.

En un intento por tranquilizarlo, Jacinto le tocó la mejilla. Céfiro se paralizó al ser capaz de sentir ese tacto, miró a Jacinto a los ojos y se sobrecogió de alegría, pues por unos instantes volvió a sentirse en ese páramo silvestre donde pasaron extraordinarios momentos.

Está bien, sé por lo que has pasado —murmuró Jacinto con amabilidad, acariciando la frente del ángel—. Sé que te arrepientes y créeme, no te guardo ningún resentimiento. Pero me apena ser la causa de tu sufrimiento —confesó con agobio.

Céfiro le sujetó el brazo, olvidándose de que tal movimiento podría destrozar a cualquiera, mas la extremidad de Jacinto estaba intacta, pudo tocarlo sin que su ser se volviera viento cortante. Cautivado por tal milagro, Céfiro se perdió en la profundidad de los brillantes ojos de Jacinto.

Ya has sufrido demasiado, lamento que Apolo no lo vea así… pero estoy aquí para ayudarte. —Jacinto le sujetó el rostro como si fuera a besarlo de un momento a otro.

Céfiro lo miró con desconcierto, pero aun así permaneció a su lado, completamente a su merced.

Haré una oración por ti —murmuró el apuesto joven—: Por el nexo de la antigua hermandad entre la muerte y el sueño, ábranse Puertas del sueño negro.

Céfiro sintió que algo se manifestó a su espalda. Para cuando miró por encima del hombro vio un enorme portal, cuya abertura comenzó a absorber aire, polvo y escombros de la cercanía.

¡Una trampa! —pensó tardíamente al ser liberado del conjuro que nubló por completo su entendimiento.

Para cuando volvió la vista hacia al frente, era el marine shogun de Lymnades quien estaba allí de pie, luciendo una renovada scale azul adornada por un par de alas esqueléticas de metal. Céfiro intentó moverse, pero su cuerpo había quedado totalmente inmóvil por el cosmos de Nihil.

— No mentí cuando dije que iba a ayudarte —dijo el estoico marine shogun al ponerle una mano en el pecho —. Si un dios te condenó a una existencia tan miserable, quizá otro pueda liberarte. Descansa en paz, Céfiro.

Nihil empujó al ángel sin decir nada más. Céfiro fue absorbido por las Puertas del sueño negro que conducían directamente al reino de la muerte, allí las fuerzas del más allá se encargarían de asignarle un justo lugar en el otro mundo.

 

/ - / - / - /

 

Castalia encaró a la marine shogun de Scylla cuando ésta le dijo—: Tú mataste a Behula —con un semblante carente de emoción.

Embellecida por la sublime scale azul que ahora la cubría, la guerrera de cabello rosado permanecía en el aire junto a la que había escogido como rival. Las alas de murciélago de su espalda se engrandecieron y se volvieron más flexibles a los movimientos de su portadora.

¿”Behula”? ¿Ese era el nombre de esa patética mujer? —el ángel cuestionó, sin verse intimidada al estar frente a la usuaria de una god cloth.

— Mataste a mi amiga —Caribdis volvió a insistir, sin demostrar odio, enojo o tristeza en su faz.

Castalia rió. — No te preocupes, ¡me encargaré de que te reúnas con ella pronto!

Los tentáculos de agua arremetieron contra Caribdis de Scylla, mas ésta sólo movió los brazos para liberar a la tormentosa águila, que remolineó el aire convirtiendo toda el agua en inofensiva llovizna.

Castalia cruzó los brazos sobre su rostro para resistir los residuos del viento huracanado.

— A mi hermana —prosiguió la marine shogun, tocándose el pecho—, y eso me oprime aquí… No entiendo por qué. Es incómodo, casi doloroso —intentó explicar—… Y cuando te miro la sensación sólo empeora. Quiero que desaparezca… Quiero que desaparezcas —enfatizó.

Antes de que Castalia pudiera mofarse, sintió un extraño ardor en el cuello que liberó una sensación tibia en su piel. De inmediato el ángel se atragantó, sujetándose el cuello y notando la sangre manchándole las manos.

— Dime, ¿crees que es lo que ella sintió cuando tú la ahogabas? —Scylla preguntó tras haber utilizado al murciélago para degollarla—. ¿Estás sufriendo igual que ella? No lo creo…

El viento con forma de un poderoso oso capturó a Castalia, oprimiendo su cuerpo como si deseara exprimir todo lo que había dentro de ella. Con los ojos desorbitados la guerrera intentó liberarse, pero en su atragantamiento y dolor todo se volvía oscuro. Entendió tarde que el poder de la marine shogun la había superado de manera abismal y que la muerte era su futuro inminente.

Las presión del viento cortante terminó por hacerla pedazos sanguinolentos que cayeron al suelo. Aun tras la despiadada escena, Caribdis continuó con una expresión imperturbable contemplando los restos de su oponente.

— … La incomodidad continúa —murmuró para sí, buscando el significado de los sentimientos que poco a poco querían aflorar en su ser—. ¿Por qué, si la destruí? No lo entiendo… Behula ya no está aquí para explicarme todo esto… ¿Por qué Behula, por qué tenías que morir? —cuestionó, callando al sentir algo corriendo por sus mejillas.

Limpió rápidamente su rostro, pensando que se trataría de sangre, pero no, sólo eran incoloras lágrimas que no dejaban de salir de sus ojos.

 

/ - / - / - /

 

Luciendo una renovada scale azul, Sorrento tomó como adversario al ángel de armadura negra. Con un nuevo par de alas adornando su espalda, el marine shogun parecía poder desplazarse con mayor rapidez.

El alto Arctos miró al flautista, quien se preocupó por plantarse como su rival. El marine shogun apareció tocando su melodía, una que comenzó a lastimarle los oídos y rápidamente se convirtió en una sensación dolorosa. Sorprendido de que la música lo afectara, el ángel lo atacó de inmediato, liberando el rayo mortal que acabó con Tyler de Hipocampo, mas Sorrento desapareció en el aire, eludiendo la técnica y volviéndose indetectable para quien sea.

Arctos se concentró en encontrarlo, mas de él sólo podía escuchar la sinfonía, la cual parecía venir de todas partes.

Cuando el dolor comenzó a ser insoportable se tapó los oídos, gritando mientras su cuerpo temblaba en agonía extrema, sólo hasta entonces escuchó la breve risa de Sorrento de Siren. — Descuida, la conclusión está próxima… serás el primero en escuchar el final de mi Dead End Climax (Clímax Mortal).

En el instante en que la tonada se volvió aguda e insufrible, una onda sonora de choque golpeó con brutalidad al ángel Arctos, arrastrándolo con una fuerza tremenda que rápidamente comenzó a despedazar su armadura y su cuerpo. Entre funestos alaridos y crujidos, Arctos terminó convertido en polvo.

 

/ - / - / - /

 

Admeto logró salir del estupor que le provocó recibir ese golpe que le fracturó el pómulo y la quijada. Sus sentidos se desubicaron unos instantes, pero pudo percibir un zumbido en el aire que le indicó que alguien se aproximaba. El ángel frenó de manera repentina, dejando que su cosmos liberara centenas de saetas de fuego contra aquello que lo perseguía. Las llamas se extinguían en cuanto tocaban la god cloth del imparable Enoc.

¡Esto es inaudito! —bramó Admeto una vez más con sangre en los labios—. ¡El señor Apolo tiene razón, este mundo debe ser destruido cuanto antes!

El ángel atacó con su puño, mas el marine shogun frenó el poderoso golpe interponiendo sólo su pie, transmitiendo un incómodo dejá vú al heraldo del Olimpo.

Sin sonreír o mostrar alguna satisfacción, Dragón Marino lanzó un golpe diagonal que impactó fieramente a Admeto, pulverizando el peto de su armadura. Un segundo golpe con el otro brazo deshizo el resto de la inmaculada gloria y le dislocó algunos huesos.

Aturdido y moribundo, el ángel estaba por desplomarse hacia el suelo cuando Enoc lo tomó del cuello con una brusquedad y saña capaces de quebrarlo en dos si lo deseara, mas sólo permaneció así, sujetándolo con una fuerza inclemente.

Atragantado y al borde de la asfixia, Admeto luchó por liberarse, pateando a su adversario con todas sus fuerzas, mas sus intentos resultaban insignificantes y lastimeros para el  guerrero de Poseidón.

¡E-esta es la prueba! —se esforzó por decir, adolorido por la temible presión en su garganta— ¡Poseidón finalmente ha enloquecido… y justo como Atena se atrevió… a tal infamia!

Dragon Marino sólo lo miró con frialdad.

Permitirles a ustedes tal bendición… Inconcebible ¡No son dignos!… Pero qué podía esperarse de un dios igual de indig…

Enoc le impidió terminar la frase, aplastando fuertemente el cuello, tanto que de los lagrimales del ángel comenzaron a salir gotas de sangre.

— Te atreves a hablar de los dioses con una familiaridad irritante… Pero comienzo a cuestionarme qué es lo que en verdad te mortifica más: el que un mortal pueda superar a un ángel del Olimpo… o que tu dios sea incapaz de compensar tu lealtad como a mí se me ha honrado.

Admeto hubiera replicado, mas las palabras no salían y la muerte estaba próxima.

— En un reino, lo común es que los súbditos den la vida por su señor… pero cuando un Rey decide sacrificar su sangre para el beneficio de su pueblo es algo que va más allá de lo ordinario, marca una diferencia —musitó Enoc al desdichado que bien podría ya no estar entendiendo nada—. La Tierra ha cambiado, por lo que tú y los tuyos deberán entender que al fin este mundo tiene al dios protector que merece.

Admeto murió, estrangulado por la firme mano de Enoc. Su cuerpo se deshizo en débiles estelas de luz que desaparecieron en el aire.

 

Para cuando Atlas de Aries abrió los ojos dentro de su palacio, se vio cara a cara con los cuatro marines shoguns que se reunieron delante de él.

No hubo necesidad de palabras cuando el santo asintió con la cabeza en un claro gesto de aprobación y respeto hacia los guerreros que han sido bendecidos por el Emperador Poseidón.

Pero la guerra aún no había terminado…

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 62

 

* Hay varias versiones sobre el mito de Céfiro y Jacinto, pero para esta historia tomé aquella en la que Jacinto también era amado por el dios Apolo, así que por celos Céfiro fue el responsable de la muerte del joven. En su tristeza Apolo convirtió a Jacinto en la flor que lleva su mismo nombre, mientras que a Céfiro lo castigó convirtiéndolo en una entidad de viento, incapaz de volver a tocar y hablar con otros seres.

 

 

 

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¿DEBE ESTE PERSONAJE MORIR EN EL LEGADO DE ATENA?

 

LA ENCUESTA CADUCÓ. GRACIAS POR QUIENES VOTARON :D


Edited by Seph_girl, 20 April 2017 - 00:40 am.

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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Posted 15 March 2017 - 16:17 pm

-pegaso como recipiente de hades es algo que no me lo

 

esperaba ,buena idea----------un momento eso quiere decir que hades se tomo

 

ciertas libertades con Shaina.------------XD

 

 

-Shamanes combatiendo al rey del imframundo---genial

 

 

-shyriu no llego a ser tan buen maestro como dohko

 

 

-shai murio como una  heroina

 

 

-menos mal que lograron eliminar al fail de Cefiro y al parecer 

 

lo enviaron a un lugar donde

 

seria torturado por toda la eternidad----XD


Edited by T-800, 15 March 2017 - 16:21 pm.

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Posted 15 March 2017 - 16:35 pm

jamás he visto shaman king pero se nota que te gusta ese anime ya que lo relatas muy bien

 

es interesante que Hades y Seiya hablen en un mismo cuerpo, supongo que esa conversación fue dentro de su mente verdad?

 

tambien me agrado las apariciones de sorrento y compañia, por alguna razon la saga de Poseidon me gustó mas que a las otras sagas anteriores a ellas

 

Por cierto, el tamaño y tipo de letra con que escribes me ha servido de inspiracion para mi nuevo fic

 

 

Votaré dentro de unos dias, puede ser mañana o pasado pero LO HARÉ ya que a mi parecer Seiya es el gran protagonista del anime, si bien dejarlo vivo sería hermoso darle la muerte tambien sería epico y emocionante, lo pensaré  y daré mi voto

 

saludos


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Posted 21 March 2017 - 15:20 pm

como siempre excelentes capitulos, al fin me coloque al dia y una excelente batalla seguida de otra

 

a la espera de la continuacion

 

saludos :s50:



#329 ALFREDO

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Posted 21 March 2017 - 21:51 pm

Hola seph-girl

Veo que por fin reanudamos el combate de los dos malosos de Senefer y Erimanes q fue lo comenzó este gran arco final.

Bastante emocionante, pero necesito hacer un refresh q es lo q era ese artilugio q permitió q Aifor recuperase del control de su cuerpo, se q originalmente era de Sugita de Capricornio y fue pasando de mano en mano hasta llegar a Clyde q se lo incrusto en Aifor, jaja.

Al menos Clyde murió cumpliendo su cometido, fue bonita su despedida, siendo llevado por una valquiria.

Por otro lado, la pelea de Senefer. Que decir, si q hizo falta todo un trabajo en equipo para derrotarlo,  mas q Ehirimanes ya q se unieron los dos equipos y aun así este casi siempre tuvo la ventaja. Cada uno aporto su grano de arena en un momento crucial, eso me gusto por un momento pensé q algunos serian carne de cañon en especial la amazona de tauro, durante los caps anteriores.

Kenai de Cancer si q lo dio todo, incluso estuvo a punto de llevarse el golpe del triunfo por su cuenta, lastima q falló. Pero me alegro al saber q Asiut también regreso en ese último momento.

Aunque no entendí muy bien, fue un dios quien poseyó al apóstol o el mismo faraón?... De cualquier manera Senefer fue exiliado de su poder solo para contemplar en su estado más decadente al shamanking, q regreso para dejar más balanceada la cosa. Creo q ahora así, estos ya no resucitan jaja.

 

Gran cap, nos vemos…


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

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Posted 17 April 2017 - 19:11 pm

Paso de carrerrita a publicar y mañana prometo responder los reviews pendientes y dejar algunas notas :D
sí que por ahora disfruten de este episodio (Quedan 3 más y ya.) Saludos  ^_^ 

 

******************

 

Días atrás…

 

Por unos segundos en su mente aturdida, creyó que todo lo acontecido los últimos siglos había sido sólo una funesta pesadilla al despertar en una de las alcobas del Palacio de Poseidón y no en una mazmorra o a la orilla del río Aqueronte.

Sólo hasta que miró las vendas en su cuerpo es que el dolor se inyectó en él para hacerle entender un par de cosas: estaba vivo y todo lo anterior no fue un sueño.

Abrió los ojos de par en par y se irguió de un sobresalto que no tomó por sorpresa al médico que velaba su recuperación.

Paralizado por un agobiante dolor en el pecho, Atlas no logró abandonar la cama en la que se le permitió reposar tras su última batalla. Sudó copiosamente por el ardor de las heridas, mirando a la única persona que quizá podría esclarecer la situación.

— Debes tomarlo con calma, aún no has sanado lo suficiente— le pidió el humano que vestía una túnica azul sobre la que resaltaba una estola blanca en el cuello, tal y como los antiguos sacerdotes de la Atlántida usaban en la antigüedad.

El hombre de cabello oscuro y barba rizada se acercó con cautela, sabiendo lo impulsivos y aguerridos que pueden ser los guerreros de los dioses.

Atlas miró hacia los altos muros blancos de la habitación, buscando algo con desesperación, una respuesta que necesitaba oír.

¿Por qué…? —logró decir, encorvado por las dolencias provenientes del centro de su pecho, donde la espada Áxalon lo hirió de manera mortal.

Atlas removió la sábana azul e intentó levantarse, mas cayó pesadamente de rodillas vistiendo únicamente pantalones y vendajes. Pretendió levantarse apoyando las manos en el suelo, viendo que sólo una de sus palmas llegó a tocar el piso. Desconcertado, el santo de Aries miró su hombro derecho, encontrándose con un muñón vendado.

— Lo siento, no hubo forma de salvar tu brazo— dijo el médico de manera comprensiva, poniendo sobre los hombros del santo una túnica roja para mantenerlo en calor—. Pero es gracias a la benevolencia del Emperador que estás con vida— le dijo, sabiendo que su supervivencia fue más por obra divina que por cualquier tratamiento médico—. Alégrate.

Alégrate resonó en su cabeza con tal fuerza que le causó una gran incomodidad. ¿Realmente debía sentirse agradecido? Perder un brazo no era la razón de su angustia, sino el haber sido salvado por el dios al que traicionó hace tanto tiempo… ¡¿Por qué lo hizo?! ¿Piedad, perdón o sólo una extensión más de su castigo? ¡Tenía que saberlo!

Sacando fuerzas de su flaqueza, Atlas logró levantarse y andar hacia la salida de la habitación. El médico trató de detenerlo con advertencias que se perdieron en los oídos del atlante, quien avanzó descalzo por el interior del Palacio.

No encontró guardias en el camino, y aunque los hubiera los habría manipulado para que lo dejaran avanzar en paz, pues quisiera o no aún tenía cierta influencia sobre la voluntad de los marinos de su padre, lo comprobó cuando envió a los marines shoguns a luchar contra el coloso de Sennefer y los otros Patronos que invadieron la Atlántida.

Débil de cuerpo, mas  no de espíritu, Atlas siguió el camino que lo llevaría a encontrarse con su salvador, quien se movía en la distancia sin intenciones de ocultarse de él o evadir la reunión que estaban destinados a tener para así concluir su historia.

Los pasillos del Palacio no trajeron recuerdos nostálgicos que frenaran los pasos de Atlas, mas cuando puso un pie en el exterior, se quedó inmóvil ante el gran Corredor de los Reyes. Éste era uno de los pasillos exteriores principales del Palacio de Poseidón, donde la historia de su familia estaba plasmada en once bellas fuentes incrustadas en altas paredes de mármol.

Los dos grandes muros paralelos estaban seccionados por columnas para formar diez paredes en las que se encontraban detallados grabados y relieves sobre las que delgadas capas de agua caían de manera constante. En cada una de las fuentes se plasmaba la mayor hazaña de cada uno de los antiguos reyes de la Atlántida, sus hermanos Diáprepes, Azaes, Méstor, Elasipo, Autóctono, Mneseo, Evemo, Anferes y su gemelo, Gadiro.

Atlas avanzó despacio por ese corredor, mirando las representaciones de sus hermanos y sus notables epopeyas… Tras siglos de luchas y destrucción, jamás esperó que ese lugar continuara tal cual recordaba, y por supuesto no le sorprendió que la pared que debía contener su imagen sólo fuera un muro liso sobre la que el agua caía.

Sin embargo, cualquier tristeza de antaño desapareció en el instante en que contempló la onceava fuente al final del Corredor de los Reyes, la más amplia y bella sobre la que se encontraba la imagen de Clito, su madre. En el medio del mural la hermosa dama estaba de pie, con las manos sobre su vientre de donde resaltaba el símbolo del tridente de Poseidón; a su espalda se encontraba una alta colina y las olas del mar a su alrededor protegiéndola; en la falda de su vestido se plasmaban los diez pequeños niños que engendró con el dios del Mar, quienes al crecer se volvieron los soberanos de la Atlántida.

De los once, ese mural era su favorito, fue siempre el favorito de todos, incluso el de su padre, quien aún ahora lo contemplaba con cierta devoción.

Atlas pasó sus ojos del mural hacia la espalda de Poseidón, quien estaba sólo a un par de metros de distancia más adelante. No sentía que el Emperador estuviera ignorándolo, pero sí que esperaba que fuera él quien pronunciara la primera palabra.

 

La frustración que lo había acompañado durante todo el recorrido por el Palacio desapareció conforme caminó por el Corredor de los Reyes, por lo que con una mente más clara y mejor actitud, es que logró hacer la pregunta que lo atormentaba con una voz pasiva, en el idioma de los atlantes—: ¿Por qué me habéis salvado?

Poseidón aguardó unos segundos antes de responder.— La muerte es un sosiego que no merecéis, por lo que continuad viviendo y expiando la condena de vuestros pecados —citó para vergüenza de Atlas, dando una larga pausa para poder proseguir—. Por vuestro reniego a la vida sospecho que esas son las de palabras que queréis escuchar de mí, ¿no es así?

Atlas se sintió aún más confundido en ese momento.

Teníais todo el derecho de dejarme perecer —concluyó Atlas con la mirada baja.

Vos también, y aun así me protegisteis— el Emperador añadió, para sorpresa del atlante—. No podía actuar diferente —confesó—. Mas no significa que os haya perdonado —dijo, girándose finalmente hacia él para sostener su mirada.

Atlas no temió por su vida, por lo que estaba dispuesto a aceptar cualquier nueva condena que fuera a imponérsele. Se arrodilló y aguardó una sentencia.

No obstante, considero que el castigo ya ha sido suficiente —Poseidón explicó con un gesto serio y autoritario—. Vuestra gente ya ha sido puesta en libertad y estarán al cuidado de la Atlántida hasta el final de los días; serán tratados con igualdad y se les dará lo necesario para que puedan tener una vida próspera.

¿Es… eso cierto? —Atlas cuestionó, perplejo.

Poseidón asintió.— No deseo cosechar más sombras que en el futuro puedan ennegrecer mi reino, ya es tiempo de concluir el círculo de odio que las Moiras crearon a nuestro alrededor.

Atlas se agachó con claro agradecimiento; si bien pudo aceptar con dignidad la penitencia de Poseidón en la era mitológica, el que su dinastía fuera también condenada por su decisión era algo que lo atormentaba cada momento de cada día.

En cuanto a vos, Atlas de Aries, asesino de reyes, en compensación de la ayuda que otorgasteis a mi reino en la última batalla, yo os libero de la condena impuesta por el Olimpo —determinó con tono imperioso.

El santo apenas pudo creer que estaba escuchando tales palabras, pensó que sería algo imposible, que ni aun viviendo eternamente Poseidón lo indultaría… y ahora no sabía qué decir. En su incredulidad le costó respirar, sintiendo que estaba a punto de sollozar por el sobrecogimiento en su ser, por lo que mantuvo la cabeza gacha como honesta respuesta de agradecimiento, pues ningún santo tenía permitido reverenciar a otro dios que no fuera la sabia Atena.

Poseidón lo miró allí, postrado y temblando de manera involuntaria, sabiendo bien que esa era la forma en la que Atlas actuaba desde que era un chiquillo orgulloso.— En cuanto vuestras heridas hayan sanado deberéis idos —añadió, avanzando de regreso al interior del Palacio—. Regresad al lado de la diosa a la que decidisteis servir y no volváis —dijo, pasando a un lado del santo arrodillado, pudiendo escuchar un débil Gracias que sintió de corazón.

Poseidón se detuvo al quedar de espaldas del santo de Atena.— Eso es todo lo que tenía que decir como Emperador, pero como padre diré una cosa más —dijo, sin mirar atrás—: Vive, Atlas. Deja la oscuridad de tu vida aquí y abraza la luz de la nueva era— fueron las últimas palabras antes de desparecer dentro de la inmensidad del Palacio.

 

 

 

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Capítulo 63.

Batalla de reyes. Parte I

 

 

Grecia, Santuario de Atena.

Exterior del Templo del Patriarca.

 

— ¿Quién es usted? — Shunrei pudo preguntar al fin, con un respeto infundido por lo que acababa de presenciar. Ante la orden de la mujer de gafas oscuras, el inmenso titán se retiró como un niño regañado.

La rubia permaneció de espaldas, girando sólo un poco la cabeza para responder, mas sus palabras fueron interrumpidas por el shaman Kenta, quien descendió a toda velocidad en la explanada del Templo.

— ¡Señora Asakura, está aquí!

La misteriosa mujer súbitamente giró el rostro hacia el imprudente shaman, quien, pese a no ver sus ojos por las gafas negras, se atragantó al imaginar claramente una mirada furiosa.

Hiragizawa —corrigió ella—. Señora Anna Hiragizawa* —puntualizó—. Recuerda que el imbécil de tu jefe me abandonó —recalcó.

— ¡Ci-cierto, disculpe mi imprudencia señora… Anna! —Kenta se disculpó con claro nerviosismo—. Es una alegría verla después de tantos años. Es bueno contar con su ayuda —agradeció inclinando la cabeza, siendo entonces consciente de algo—. ¡Pe-pero señora Anna…! ¡¿Por qué trae consigo a un bebé?!

Anna palpó la espalda de la bebé durmiente pese a los sobresaltos y alborotos del entorno; lucía tan tranquila pegada al pecho de su madre, y sólo el chupete rosado en su boca se movía al compás de sus respiraciones.

— ¡Es peligroso! —Kenta reiteró.

— El lugar más seguro para un bebé es al lado de su madre —la mujer respondió con indiferencia—. Además, el mundo está derrumbándose, ¿con quién iba a dejarla con la certeza de que estaría a salvo? ¿Con patanes como ustedes? —resopló—. Son tan incompetentes como el inútil de su jefe.

Señora Anna, por favor, no tiene que hablar así del señor Asakura —pidió el otro Oficial que la acompañaba, quien apenas llegaba al lugar. Sólo hasta entonces es que mostró que llevaba a alguien en brazos.

— ¡Syd! —Hilda de inmediato corrió hacia el hombre, arrebatándole el pequeño cuerpo de su hijo—. ¡Syd, por favor abre los ojos! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué no reacciona?! —preguntó con desesperación, trayendo un momento de silencio por el que todos pudieron centrarse en el peligro que los rodeaba.

Hilda comenzó a sollozar al ver el pálido aspecto de Syd y sentir el frío de su cuerpo. ¡No podía ser que su hijo estuviera muerto! ¡No lo aceptaba!

— Aún no es tarde para él —Anna habló, manteniendo la distancia—. Si regresamos lo que esa criatura le arrebató, es muy posible que pueda salvarse.

— ¿De-de verdad? —Hilda preguntó con un brillo de renovada esperanza, lo que le permitió hasta entonces sentir un débil palpitar en el pecho del niño que apenas respiraba.

— Mantenlo con vida hasta entonces, del resto ya nos encargaremos cuando llegue el momento —Anna aseguró con una confianza absoluta.

Si ella lo dice es que es verdad —Kenta intervino, sabiendo que debían hacerse las presentaciones adecuadas—. Ella es Anna A-Hiragizawa —casi cometió el mismo error, lo que habría costado dos costillas rotas en el mejor de los casos—, el señor Yoh debió haberla llamado para que nos ayudara con la situación aquí, ¿o me equivoco? —preguntó, ya que él no estaba enterado del por qué la sacerdotisa había sido convocada, sólo se alegraba de que hubiera llegado en el momento en que más la necesitaban.

— En efecto —Anna se quitó las gafas de sol, mostrando unos alargados y fríos ojos negros enmarcados en un bello rostro—, el Rey de los Tarados me suplicó que viniera a este caluroso sitio ya que estaba seguro de que algo grave iba a pasar, y vaya sorpresa, esta vez no se equivocó.

Anna se apartó un poco, mirando el horizonte hacia donde proyectó sus sentidos, siguiendo con interés la batalla que se suscitaba muy a lo lejos.

— ¿Entonces puede ella explicarnos lo que está ocurriendo? ¿Por qué Seiya ha cambiado de esa manera? No lo entiendo —Shunrei inquirió, aferrada a Arun, quien veía con preocupación al moribundo Syd en los brazos de su madre.

Kenta tardó unos segundos antes de responder—: Todo indica que el santo de Pegaso ha sido poseído por una entidad maligna a la que ya escucharon llamarse a sí mismo Hades, dios del Inframundo.

— ¡¿Es eso posible?! —La esposa del Patriarca se sobresaltó, pues sabía que el dios nombrado había sido eliminado por Atena en los Campos Elíseos.

Yo… no estoy seguro —Kenta confesó, avergonzado.

— ¿En verdad esa entidad que se encuentra dentro de Seiya es Hades? —Shunrei le preguntó a Anna, intuyendo que ella era la que tenía las respuestas correctas—. ¿El mismo Hades que invocó el Eclipse hace más de quince años?

— ¿Eso les dijo? —Anna preguntó casi sonriendo—. Por lo que puedo percibir es apenas una sombra de lo que el Olímpico fue… Una parte de él que de algún modo logró sobrevivir a la destrucción de su verdadero ser y estuvo oculta en el interior de ese hombre llamado Seiya… Lo increíble es que pudo pasar desapercibido para los sentidos de Yoh y de otros shamanes —comentó, meditando si realmente Yoh lo desconocía o sólo fingió no darse cuenta, pero rápidamente apartó tales pensamientos al no creer que el susodicho fuera tan inconsciente al tratar con un asunto tan delicado—. Pero eso no quiere decir que no sea un peligro —admitió con seriedad—. Es obvio que ha decidido alimentarse de esencias divinas en un intento de fortalecerse, si se lo permitimos podría convertirse en algo peor que el Hades que alguna vez sus guerreros enfrentaron.

¿Podría volverse más fuerte? —preguntó Kenta, aterrado por tan sólo pensarlo.

—  Por ahora la fuerza de su cuerpo huésped y el alma que robó de este niño parecen haberse amalgamado bien a su propia esencia... Así que sí, puede convertirse en una calamidad, por ello deben eliminarlo antes de que eso ocurra.

— ¡¿Matar a Seiya?! No, Shiryu jamás lo permitiría —aclaró Shunrei, negándose al plan.

— No hay otra manera —dictaminó Anna con frialdad—. Un exorcismo no servirá… ni siquiera Yoh creo que sea capaz de hacerlo, no es algo que haya enfrentado antes. Por lo que puedo ver, la esencia de Hades se implantó en el corazón del santo de Pegaso de tal forma que se ha vuelto una parte indispensable de él… removerlo lo mataría y en el mejor de los casos quedaría siendo sólo un despojo incapaz de valerse por sí mismo. No es que sea pesimista, es sólo que no hay opción.

— ¿Es verdad todo lo que has dicho? —escucharon de una voz que se adelantó a la aparición del Patriarca en la plataforma que todos ellos compartían.

— ¡Shiryu! —Shunrei se alegró un instante, pero pasó a la angustia al percatarse del cuerpo sin vida que él traía en brazos.

La sacerdotisa Anna reconoció el poderío del santo del Dragón, no sólo por su armadura sino por el aura que lo rodeaba, sin duda estaba ante el líder de los santos de Atena. — Si hubiera otra manera se los diría —juró.

Shiryu dejó el cuerpo de Albert en el suelo, permitiendo que Shunrei se acercara y confirmara el deceso del santo de Géminis. Intentó contener el llanto delante de su esposo, pero sus sollozos no pudieron esconderse. Aun sin saber que Albert actuó por influencia de una técnica mental, Shunrei no podía odiar a uno de los santos que vio crecer en el Santuario, siendo Albert el más cercano a Shiryu desde que era un niño. En verdad lamentaba su muerte.

Apesadumbrado por el dolor que compartía con Shunrei, el santo de Dragón se alejó de ellos con la clara intención de ir en ayuda de Asis de Sagitario, pesando en su ser el que este día no sólo había asesinado a un discípulo, sino que también tendría que acabar con la vida de un querido hermano.

 

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La Atlántida, reino de Poseidón.

 

Dentro del Sustento Principal, Poseidón buscó aislarse de todo para centrarse sólo en la protección de la Tierra, que era amenazada por la prominencia solar que Apolo dirigía contra ella.

Al no tratarse de un evento natural, el poder del dios del Sol incrementó de manera notable las llamas y la radiación que sólo otra fuerza igual o superior sería capaz de contrarrestar, siendo el cosmos de Poseidón la única razón por la que la Tierra no había sido arrasada por ese castigo divino.

No obstante, en el tiempo en que ha sostenido ese duelo distante, comprobó algo humillante, sobre todo cuando tosió al sentir una punzada ardiente en el pecho. Julián Solo saboreó la sangre que le manchó los labios, prueba de que había llegado al límite que tanto temía.

Desde que encarnó al primero de sus avatares en la antigüedad, Poseidón se había percatado de que un cuerpo  humano no era un recipiente ideal que pudiera soportar la carga del auténtico poder de un dios como él… Pero ese había sido el castigo de Atena, sellar no sólo su alma de manera permanente sino también el verdadero alcance y magnificencia de su cosmos.

En las pasadas guerras santas en que se batió contra la diosa de la Sabiduría, ambos se encontraban en igualdad de condiciones, atados a cuerpos mortales; pero todo era distinto ahora que intentaba combatir a un dios como Apolo, quien podía soportar la pesada carga del universo sin consecuencias.

 

¡Emperador! —alcanzó a escuchar dentro del inmenso pilar, era la voz de Tetis, quien había permanecido como custodia de las puertas que selló en cuanto ingresó.

Julián sacudió la cabeza e ignoró el llamado de su súbdita, agradeciendo que ella ni ninguno de sus guerreros pudiera ver las marcadas gotas de sudor en su rostro.

 

En el exterior, Tetis palpó la puerta sellada con preocupación, como si algo dentro de ella supiera el peligro que corría su señor.

— ¡Señor Poseidón, por favor responda! —suplicó, queriendo escucharlo decir que todo estaba bien, mas su prolongado silencio no hacía más que acrecentar sus temores.

— Él está bien, pero no por mucho tiempo —la sirena oyó, girándose a la defensiva, dispuesta a enfrentar a quien quiera que se hubiera atrevido a llegar hasta allí.

— ¡¿Tú?! — Tetis lo reconoció, siendo un hombre que durante años acudió a reuniones con el Emperador—. Yoh Asakura, ¿qué es lo que estás haciendo aquí? —preguntó con cierta desconfianza.

— Intentando ayudar, arreglar ciertas cosas —explicó, conservando las manos dentro de los bolsillos de su holgado pantalón—. Y también intento disuadir a tu señor de que el suicidio no es la mejor estrategia…

— ¡¿Qué?! —La sirena se sobresaltó.

— Él está intentando romper la barrera que mantiene cautivo su verdadero ser, piensa que es la única manera que tiene para vencer al enemigo y detener la hecatombe solar —el Shaman King explicó sonriente, como un niño que había revelado un secreto que no debía.

No te entrometas en esto. —Yoh recibió la inmediata reprimenda del dios del Mar, quien habló a través del cosmos—. Aléjate, ambos deben hacerlo —ordenó.

— ¡Emperador, no lo haga! —Tetis clamó, angustiada.

Justo en ese instante arribaron al sitio Enoc de Dragón Marino, Sorrento de Siren, Caribdis de Scylla y Nihil de Lymnades, seguidos por Atlas de Aries. Como si todos ellos pudieran ver a través de los muros del Sustento Principal, entendieron inmediatamente la situación por la que Tetis se encontraba tan afligida.

Escúchenme bien, mis marines shoguns —dijo, sabiéndolos allí reunidos y triunfantes tras la batalla con los ángeles—. El peligro que se cierne sobre el mundo ha superado mis expectativas, y por ello deberé hacer uso de mi poder real, uno que no me permitirá permanecer más tiempo aquí, con ustedes, en esta forma —explicó, sin dudar de la decisión que había tomado.

Los marinos se sobresaltaron, mientras que el Shaman King y el santo de Aries permanecieron expectantes.— ¡Aunque este cuerpo vuelva a la tierra, yo triunfaré! ¡Dejaré el resto en sus manos! —anunció, determinado a liberar el poder que durante siglos ha permanecido dormido dentro de su ser.

El Sustento Principal vibró con gran fuerza antes de encenderse completamente por el cosmos aguamarina del dios del Mar, desmoronando construcciones aledañas del Palacio y agitando el océano del planeta entero. Tethis sintió su scale vibrar al punto de la ruptura y un intenso calor lastimándole el cuerpo, mas en vez de alejarse se empecinó en permanecer allí.

El resto de los presentes se admiraron del poder creciente del emperador Poseidón, el cual parecía no tener límites; sin embargo, conforme se volvía más poderoso, mas abandonaba la humanidad que le daba forma.

Los marines shoguns dudaron sobre qué hacer, sabiendo que cualquier intento por contradecir al dios sería desacato, pero aun así ¿estaría bien sólo obedecer sin más?

Antes de que Sorrento obligara a Tetis a retroceder, la sirena aferró sus manos a las compuertas del Pilar en un desesperado intento de abrirlas, cerrando los ojos con dolor al sentir sus manos quemarse con tal solo tocar la superficie.

— ¡Tetis, ¿qué estás haciendo?! ¡Morirás, apártate de allí en este instante! —clamó Sorrento al ver que la sirena manifestó su colorido cosmos, el cual junto al radiante Sustento Principal era un insignificante punto luminoso.

— ¡No lo haré! —gritó ella, desistiendo de abrir las puertas del Gran Pilar pero manteniendo las manos sobre éstas, dejando que su cosmos fluyera y se fundiera con el del Olímpico—. Lamento no poder obedecer su mandato Emperador… pero no puedo traicionar mi corazón, es mi más ferviente deseo el ayudarlo. Aunque mi fuerza sea un simple grano de arena dentro de la infinidad de su cosmos, deseo pelear a su lado, ya que… —se atragantó por las lágrimas se le acumulaban en los ojos— ¡Este reino no sería lo que es sin usted aquí! —exclamó con valentía—. ¡No pienso vivir en un mundo donde mi Emperador no pueda disfrutar la vida que se permitió aceptar! ¡No dejaré que termine de esta manera! —sentenció.

No hubo respuesta por parte del Emperador, quien se sentía sobrecogido por la lealtad y amor expresado por Tetis.

— ¡Ella tiene razón!— Enoc avanzó hacia Tetis, posando su mano sobre el hombro de la sirena al momento en que encendía su cosmos, buscando la armonía con el del Emperador del Mar—. ¿Acaso ha olvidado lo que nos dijo aquel día en el Templo Principal, mi señor? —cuestionó respetuoso—. Somos sus armas, nuestros cosmos arden con un sólo fin y ese es el brindarle la victoria en sus metas. ¡Permita que nuestras vidas completen la fuerza que necesita sin llegar al sacrificio! ¡No es un pensamiento digno de usted el consentir que Apolo se imponga de esta manera, la batalla apenas ha comenzado!

Sorrento cerró los ojos y sonrió un poco al escuchar las palabras de Enoc, quien tenía las agallas suficientes para hablarle de esa forma al dios del Océano y no temer las represalias… sin duda ese coraje era la razón por la que fue nombrado comandante del ejército marino. El marine shogun de Siren avanzó y posó su mano sobre el hombro libre de Tetis, imitando a sus camaradas.

— Dijo que confiaría en nosotros ciegamente, Emperador, ¿acaso cambió de opinión? —preguntó, como lo haría a un amigo.

Nihil tomó por el brazo a la estoica Caribdis, guiándola hacia donde el resto de los marines shoguns estaban para unir sus cosmos al de ellos.

 

— No es como si fuera a morir en el sentido propio de la palabra—el Shaman King explicó al santo de Aries, quien aguardaba convenientemente a su lado—. Los dioses no mueren con tal facilidad, sólo demoraría su regreso a la Tierra, pero parece que malinterpretaron mis palabras.

Atlas miró de reojo al Rey de los shamanes, notando la sonrisa traviesa en su rostro.— ¿Es esta la reacción que esperabas? —le preguntó ante la declarada maquinación.

— No, pero esto resultó mejor —confesó, mirándolo fijamente a la cara un instante para después retornar su atención al radiante Sustento Principal—. La humanidad y los dioses caminando de la mano, olvidando el pasado y perdonando los rencores… un panorama que Avanish cree imposible se muestra ahora en nuestro mundo pese a tantas paradojas… Ganamos —musitó, para extrañeza que Atlas—. Ahora sólo nos queda solucionar tres grandes problemas que ensombrecen nuestro futuro, y este pequeño contratiempo no puede demorarnos —Asakura aclaró con semblante despreocupado y entusiasta—. ¿Me escuchó emperador Poseidón? —lo llamó, avanzando un par de pasos, sabiendo que sería escuchado por el dios—. Dejemos en manos de los habitantes de este mundo su protección mientras nosotros lidiamos con problemas de nuestra liga, ¿qué opina?

 

Poseidón siempre intentó ser paciente al interactuar con el Shaman King, mas antes de que objetara su burda insinuación, él percibió el gran poder que vibraba junto al suyo, uno que segundo a segundo crecía y provenía de los corazones de sus marines shoguns.

 

—Yo creo que en verdad podemos confiar en ellos  —aseguró Yoh Asakura, esperando la respuesta del dios del Mar.

 

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Grecia.

 

Asis de Sagitario retuvo y alejó lo más que pudo a Hades del Santuario, de Arun y del titán. Mas su poderoso rival no toleró ser tratado de tal manera, por lo que al encender su cosmos rojizo éste comenzó a quemar al santo de oro.

Asis resistió lo suficiente, y aunque la cloth divina le evitó grandes daños, no lo salvó de que las palmas de sus manos y su mejilla izquierda se carbonizaran por las llamas cósmicas.

Cuando vio que el gigante de oro desapareció del cielo, lo tomó como la señal que necesitaba para reiniciar el combate. Al soltarlo, se aseguró de patearlo en la espalda para crear una distancia prudente y así ejecutar la volátil técnica—: ¡Furia de Quirón!

Creando un segundo sol en el firmamento dentro del que Hades desapareció. Tras la detonación cósmica, el resplandor blanqueó el entorno un par de segundos en los que la fantasmal silueta de Hades se colocó frente a Asis, quien no logró reaccionar cuando fue vapuleado por numerosos meteoros rojos.

Antes de terminar estampado en el suelo rocoso, Asis desplegó sus alas, generando una ola expansiva que disminuyó la velocidad del resto de los cometas que se aproximaban, permitiéndole esquivarlos e impulsarse hacia su oponente.

Del puño de Asis se liberaron miles de truenos dorados, a lo que el dios respondió lanzando más meteoros rojos, imitando por reflejo la técnica del santo de Pegaso.

Relámpagos y meteoros chocaron entre sí, siendo Asis quien se desplazó de manera temeraria entre los estallidos para alcanzar a Hades, golpeándolo brutalmente en la cara. Aprovechando la conmoción momentánea del enemigo, el santo de oro logró impactar una decena más de puñetazos en los puntos vitales de aquel hombre poseído, fallando el último de ellos cuando sintió una presión abismal en todo su cuerpo.

Los ojos de Hades mantuvieron un destello rojo con el que parecía someter los movimientos de Sagitario.

Asis luchó, pero apenas y lograba mover un centímetro de su cuerpo por cada segundo que pasaba, y en una batalla de tal magnitud hasta en un parpadeo la muerte podría alcanzarte.

Hades permaneció en silencio, sin importunarle el labio partido del cuerpo que poseía, después de todo él no sentía ninguna lesión como propia.

El peliblanco sintió que el cosmos de Hades lo oprimía cada vez más, como si esperara pulverizar cada uno de los doscientos seis huesos de su esqueleto. Cuando escuchó la armadura de Sagitario crujir y vio las primeras grietas en ella, creyó que todo estaba perdido. Apretó los dientes mientras intentaba liberarse de tal presión.

Los humanos siempre se empeñan en retrasar lo inevitable —musitó el dios, preparado para asestar un golpe fulminante contra el indefenso santo de Sagitario, mas un rugiente cosmos desplazándose por el cielo detuvo la ejecución.

Hades desapareció antes de que un serpentino cosmos esmeralda lo alcanzara, desplazándose hacia un punto lejano a aquel en el que el santo de Dragón apareció en el aire.

Libre del cosmos del dios, Asis voló junto al Patriarca, agradeciendo en silencio su intervención. Imaginando que le exigiría una explicación intentó hablar, mas con una simple señal el Patriarca contuvo sus palabras.

— Conozco la situación, mucho mejor de lo que tú crees… Por eso es que sé bien que no podré hacerle frente a esta entidad yo solo. Necesitaré que me respaldes, ¿te sientes capaz? —lo cuestionó.

— Como si hubiera nacido para este momento —fue la respuesta del santo dorado.

— Entonces, permíteme un último descuido… Es algo que debo hacer —le pidió, avanzando un poco hacia el enemigo, quien lo contemplaba con indiferencia.

Para sus sentidos tan agudos y la forma que tenía para percibir al mundo en la oscuridad, Shiryu sentía una gran confusión al estar ante aquel poder que reconocía como el que Hades manifestó en los Campos Elíseos, pero también distinguía el que le daba fuerza a la constelación de Pegaso, mezclado con una tercera presencia que sólo había sentido una vez en Asgard hace muchos años. Esas tres esencias se fundían en una caótica entidad que estaba empecinada en concluir las ambiciones del dios del Inframundo.

Por ello y más es que Shiryu sintió la necesidad de hacer una absurda petición.— Seiya, si puedes escucharme necesito que lo demuestres, hermano. Si continúas allí dentro dame una señal, la que sea —pidió, sin avergonzarse de tal suplica.

El dios no reaccionó de ninguna forma, escuchó atentamente para limitarse a decir—: En los Campos Elíseos juré que acabaría con el alma de Pegaso… Él ya no existe, y pronto ninguno de ustedes lo hará.

 

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Más allá del infinito, en un espacio diferente y fuera de la comprensión de cualquier mortal se encuentra el hogar de los dioses, seres inmortales que nacieron del cosmos y fueron bendecidos con la sabiduría del universo y el poder del dunamis.

Dentro de uno de estos espacios gobernaba Apolo, renombrado dios del Sol e hijo del omnipotente Zeus.

Su morada era un inmenso templo sin techo y sobre el que un radiante sol siempre se encontraba en su cenit, bañando con su luz las blancas paredes. El suelo parecía estar hecho de mercurio, sirviendo como un espejo metálico que reflejaba la maravilla del ambiente, la pureza de los muros, el precioso rojo del cielo y las algodonosas nubes anaranjadas de aquel eterno atardecer. En el centro de tan magnifico templo de base rectangular se encontraba Apolo, de pie y en total solitud.

La figura del dios resaltaba aun entre los vibrantes colores del cielo, su cabello rojo y rizado coronaba su cabeza, mientras una tiara de oro le cubría la frente. Su esbelto y largo cuerpo se encontraba envuelto por una larguísima capa blanca que se mecía con el paso del aire sobre ella.

Ante su total quietud era increíble imaginar que se encontraba en pleno duelo de poder contra el mismísimo dios de los Mares, Poseidón, quien lo combatía desde el planeta Tierra.

Lo cierto es que Poseidón era alguien a quien debería temer o con quien tendría que evitar cualquier tipo de confrontación, mas confiado en que él se había fortalecido mientras el hermano de su padre se había vuelto débil, el dios del Sol tenía la certeza de que su voluntad se cumpliría.

En el momento en que sus heraldos comenzaron a perecer, no hubo tristeza, ni pena en sus derrotas, sólo un desprecio aberrante al saberlos vencidos por míseros humanos, avivando  más las llamas de la prominencia solar que dirigía contra la Tierra.

Seguía sin comprender por qué era el único dios dispuesto a no tolerar más las infamias que estaban cometiéndose en ese desdichado mundo. No sólo los humanos habían osado atentar contra los dioses crédulos que confiaron en sus artimañas; los impíos esbirros de Nyx estaban intentando volver a este plano a través de la corrompida Tierra; una abominación sin precedentes crecía en el interior del santo de Pegaso; y Poseidón había perdido lo último que le quedaba de cordura al decidir proteger un mundo tan corrupto y enfermizo del que jamás dejarán de brotar calamidades.

¿Era por miedo a Zeus? Desde que el rey de los dioses proclamó ese infame pacto con los humanos todos los Olímpicos parecieron haber perdido la dignidad… Nadie objetó pese a que en el fondo algunos lo desaprobaban, incluso el padre de los dioses se atrevió a darle a Atena el control del Olimpo… a ella, quien fue la iniciadora de tanto desorden al permitirles a los humanos descubrir las bondades del cosmos.

Quizá los demás dioses podían soportarlo, pero él no… No más.

— Es extraordinario ver que alguien que dice despreciar el pacto de Zeus para con el hombre, haya decidido beneficiarse tanto de él.— Apolo escuchó una voz que no lo tomó desprevenido, nadie entraba a sus dominios sin él saberlo, por mucho que este individuo intentara ocultarlo. Pero el intruso no deseaba esconderse, mucho menos atacar a traición, por lo que apareció frente al dios del Sol momentos antes de que éste abriera sus grandes e inclementes ojos azules.

— Apolo, ha pasado mucho tiempo —dijo el hombre joven envuelto por una austera capucha blanca que resplandecía como si estuviera hecha con hilos de luz.

El Olímpico no respondió pronto, sabiendo que sería indigno de su parte pronunciar el nombre de la despreciable entidad invasora.

¿Cómo osas dirigirme la palabra o siquiera mirarme a los ojos, falso dios de la Tierra? —cuestionó el imperturbable dios del sol—. ¿Planeas acaso volver a interponerte a mis deseos tal cual lo hiciste en la Antigüedad? No estuviste a la altura antes, no lo estás ahora. Arrodíllate y quizá te permita morir sin dolor.

Avanish sonrió, apartándose el capuchón de la cabeza con la mano vendada, dejando al descubierto su rostro y largo cabello gris.

Atrapados en un breve déjà vu, ambos dioses recordaron esa vez en que sus vidas colisionaron y cambiaron el mundo de los mortales para siempre. Para Apolo, Avanish era una ofensa que su padre Zeus le impidió remendar.

— Sigues mirándome de esa forma tan narcisista —Avanish indicó, para nada intimidado ante el alto Olímpico, cuyo cosmos ardía más que mil soles—. Pero te equivocas, no estoy aquí para ser el héroe de la raza humana, no esta vez —respondió con tranquilidad—. La humanidad ya no está sola y ha aprendido a defenderse por sí misma… puedo sentirme en paz con eso —murmuró, descubriéndose el hombro izquierdo, dejando ver que de entre las vendas negras y calcinadas que cubrían su extremidad, comenzaban a salir delgadas flamas rojas.

Venganza —Apolo afirmó, ese era el sentimiento que dominaba al falso dios de la Tierra—. ¿Acaso piensas admitir que todo lo que has hecho en la Tierra hasta ahora fue para llegar a este preciso momento? —el dios inquirió con cierto desagrado.

Avanish sonrió aún más, reprimiendo la risa.— Es cierto que a ti te debo todo lo que soy —dijo, arrancando los vendajes que reprimían el fulgor de las llamas perpetuas de su brazo izquierdo, mostrando una piel marchita y flamígera desde la punta de los dedos hasta la cicatriz punzante que se plasmaba a la altura de su corazón, eterno recuerdo de su batalla con el dios Apolo en la era mitológica—. Pero no eres el centro de mi todo… Aunque debo admitir que esperaba que el destino me diera esta oportunidad… Contaba con que me darías la oportunidad.

— Me acusan de asesinar a los dioses que decidieron habitar en la Tierra de acuerdo a las normas del tratado, mas también te has aprovechado de la situación todo este tiempo, enviando a tus ángeles cada que profetizabas el advenimiento de alguno de ellos y así consumir sus cosmos para fortalecer el tuyo —acusó, apuntándole con el dedo flameante—. Confiabas en que nadie se percataría de ello, pero fue demasiado ingenuo de tu parte ya que compartías el territorio de caza con mis propios depredadores —explicó, divertido—. Tuvimos que librar nuestra batalla con mucha discreción, pero ya que has decidido dejar de ocultar tus verdaderas intenciones nada me impide destruirte. ¿Recuerdas?  —enfatizó—. Todo dios que se atreva a incumplir el pacto queda sometido a la voluntad de los mortales y de las deidades que vivan en ese mundo llamado Tierra, por lo que tu muerte no será un agravio contra el Olimpo, sino justicia respaldada por los mismos dioses.

— Temo que esa es una justicia que no te corresponde impartir, mi honorable predecesor —interrumpió una nueva voz que se dejó escuchar por el lugar, siendo Avanish quien se sorprendiera al reconocerlo y volverse, pues había quedado en medio de Apolo y los recién llegados.

— Además, tú y yo debemos finalizar el juego que tenemos pendiente, ¿recuerdas? —inquirió el actual Shaman King, Yoh Asakura.

Apolo no centró su atención en el insignificante shaman, sino en la otra entidad que venía detrás de él.

Has venido, Poseidón.

 

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Grecia.

 

— La maldición de Hades… —musitó Shiryu, recordando el crudo momento en que Seiya recibió la estocada mortal del dios del inframundo para proteger a Saori Kido. En ese momento lo creyeron muerto y su regreso a la vida fue considerado como el último milagro labrado por la diosa antes de abandonar la Tierra… Pero ahora esa bendición se transformó en un maleficio para todos aquellos que mancillaron el orgullo del hijo de Cronos.

El santo de Dragón cerró los puños con fuerza, entendiendo que no existía alternativa… Como Patriarca, era su deber guiar a los santos a enfrentar cualquier amenaza que pusiera en riesgo la vida y prosperidad del mundo, por lo que no había momento para dudar, enfrentaría al enemigo sin importar bajo qué rostro se escondiera.

— No dejaremos que se propague en el reino de Atena —dijo, a lo que Asis entendió la instrucción oculta.

Shiryu desató la fuerza de los Cien Dragones de Rozan que desaparecieron ante el despliegue de cosmos de Hades. Asis vislumbró el momento justo en que pudo desplazarse para acortar la distancia entre él y el dios, mas Hades no se dejó sorprender y volvió a inmovilizar al santo con una sola mirada, al mismo tiempo en que extendió el brazo izquierdo para bloquear el Dragón Ascendente que el Patriarca intentó clavarle en la quijada. Sagitario aprovechó la colisión para liberarse y arremeter contra el dios.

Hades reaccionó como el santo de Pegaso lo habría hecho, bloqueando con sus manos los golpes del enemigo, reflejos que ese cuerpo dominado ya traía consigo y al que poco a poco se sentía más afín. Los dos santos lo cubrieron de siderales golpes que él contenía con una velocidad superior.

En las manos de Hades nacieron dos destellos rojos que impactaron contra sus adversarios. Asis lo recibió en la frente y Shiryu en el pecho, sufriendo la misma cantidad de dolor cuando el cosmos escarlata estalló dentro de sus cuerpos, incendiando sus armaduras en llamas rojas. Ambos cayeron estrepitosamente al suelo, siendo el Patriarca quien pudiera ponerse de pie primero, mientras Sagitario convalecía.

Es muy fuerte… pero a la vez es como dijo esa mujer, no es el mismo Hades al que enfrentamos, sólo una parte de él… De lo contrario ya estaríamos muertos —el Patriarca pensaba mientras trataba de elegir su siguiente movimiento.

Hades se adelantó y dejó caer sobre ellos una violenta marejada de cosmos.

Shiryu lo vislumbró claramente, ese estruendo y cauce torrencial sobre él lo transportó al Monte Lu y la cascada en la que por años se entrenó, sabiendo que era capaz de invertir la poderosa corriente.

¡Asis, apunta! —lo alertó con un mensaje telepático, a lo que el santo de Sagitario se incorporó de inmediato, maldiciendo la vista nublada que tenía tras el último ataque recibido.

Invocando su poderoso cosmos, Shiryu ejecutó el—: Rozan Sho Ryu Ha! (¡Dragón Naciente!)— siendo su puño el que invirtiera el cauce de poder y lanzara de vuelta la furia de Hades al cielo.

El hasta entonces imperturbable rostro de Hades alzó las cejas con asombro, interponiendo la mano para protegerse del torrente cósmico y consumirlo. Pero en ese mísero lapso de concentración absoluta, algo le impactó en la frente. Apenas logró ver el resplandor que le golpeó el casco y lo arrancó de su cabeza.

Hades echó la cabeza hacia atrás, pudiendo ver la flecha dorada clavada en el centro del yelmo, siendo solo tres milímetros de la punta lo que sobresalía en el interior de la protección. Un delgado e insignificante hilo de sangre cayó por su entrecejo, dividiéndose el cauce en dos por el tabique de su nariz. No sintió dolor, jamás lo haría estando dentro de ese cuerpo ajeno, mas el acto provocó que la ira recorriera su ser.

Ante la indicación del Patriarca, Sagitario sólo tuvo una oportunidad, siendo el rostro del dios el único blanco posible, mas por un inoportuno temblor en su mano derecha es que erró por varios centímetros. Anticipando el fallo, Shiryu ya se había impulsado hacia Hades, quien tenía la vista en el casco que volaba lejos de él. Preparó su brazo derecho y apuntó el expuesto cuello del dios con Excalibur.

Un chorro de sangre saltó violentamente en el aire cuando la espada cortó carne, arterias y hueso.

Shiryu contuvo el grito de dolor que tensó su mandíbula, apretando con la mano izquierda el muñón sangrante por debajo del codo que la magnífica espada de Hades dejó a su paso cuando ésta se manifestó.

El dios buscó herirlo de manera consecutiva, mas el santo de Sagitario se abalanzó y logró empujar al Patriarca antes de que fuera herido por segunda vez. Aunque ambos salieron del rango de alcance, Asis fue tocado en el costado por la veloz espada del dios, cayendo pedazos de su armadura para dejar a la vista un profundo corte del que la sangre salió a gran presión por unos segundos.

No habrá una segunda oportunidad como esa —el dios decretó con el ceño fruncido. Dejó que su cosmos carmesí fluyera por la hoja de su espada, lanzando un golpe a distancia que liberó una fulminante ráfaga cortante hacia los santos.

Preocupado por la seguridad del Pontífice, Sagitario sólo tenía en claro que debía alejarlo del enemigo, mas Shiryu chasqueó los dientes y se zafó del agarre para encarar el ataque carmesí, interponiendo el escudo del Dragón. Asis quedó boquiabierto cuando la coraza de jade no se partió en dos.

Shiryu voló a toda velocidad contra el dios nuevamente, anteponiendo el escudo para cubrirse de cualquier ataque a distancia, mas Hades aguardó, preparándose para cortar la cabeza del Patriarca del Santuario, lo calculó todo en ese nanosegundo, pero un destello inesperado cambió toda su visión cuando del muñón sangrante del santo apareció la reluciente hoja de Excalibur echa de cosmos dorado.

El dios antepuso atinadamente la espada divina contra su pecho, deteniendo el paso de Excalibur, quedando ambas unidas en un duelo de poder.

— Sin importar que hagas mi cuerpo pedazos, nunca me detendré —el Patriarca aseguró con valentía y fervor—. No soy el mismo muchacho ingenuo de hace quince años, ¡ninguno de nosotros lo es! —Un veloz golpe con el escudo logró que ambos separaran sus cuerpos sólo para iniciar un sideral duelo de espadas.

 

/ - / - / - /

 

Más allá del infinito. Reino de Apolo.

 

— ¿Ustedes? ¿Aquí? —cuestionó Avanish a los reyes.

— Lamento mucho la interrupción a su morada, señor Apolo —Yoh Asakura ignoró a su predecesor, hablando con fingida propiedad al dios—. Pero le gustará saber que estoy aquí para llevarme a este indeseable sujeto de su reino, ya que de seguro deberá atender con formalidad a este distinguido visitante. —Señaló con la palma de la mano al silencioso Poseidón, quien portaba su majestuosa scale dorada y miraba fijamente al hijo de Zeus.

Ambos dioses quizás ni escucharon al parlanchín shaman, mucho menos les importó que Yoh Asakura y Avanish desaparecieran del lugar cuando dos gigantes manos de fuego rojo emergieron del suelo para cerrarse sobre ellos y trasportarlos a otro destino.

 

Avanish no logró preverlo, pero una vez que esa mano flameante se cerró, le concedió a Asakura el llevarlo a donde planeaba sin oponer resistencia.

Las llamas no lo hirieron de ninguna forma, por lo que cuando se desvanecieron entrecerró un poco los ojos por el resplandor blanco que giraba no muy lejos de su actual posición. Reconoció el torbellino invertido sobre el cielo eternamente amarillento, los altos tótems de piedra incrustados en el árido suelo y el espeso bosque alrededor del torrente al que ellos llamaban Los Grandes Espíritus.

¿Qué es lo que vuelve dios a un dios?... Fue lo que me preguntaste justo aquí, antes de que iniciaras tanta locura y caos —habló Yoh, algunos metros frente a él, con el torbellino de luz respaldándolo.

— ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Por qué interfieres? —Avanish cuestionó, manteniendo una débil sonrisa—. Si Apolo no es exterminado este mundo será arrasado por la fuerza del universo.

— Como ya dije, no es tu deber enfrentar tal amenaza, ni ninguna otra, deberías saberlo —el Shaman King respondió con afabilidad—. Además ya tengo mi respuesta, lo que me pediste meditar durante el largo desafío.

— ¿En verdad? —Avanish cuestionó con curiosidad—. Si estás tan ansioso por decírmelo, entonces hazlo sin demora, dame la respuesta que has obtenido.

— Es bochornoso —sonrió como un niño mientras se rascaba un poco la cabeza, más súbitamente cambió la expresión atolondrada a una más seria  y determinada—. Los lazos que crea con los seres humanos, esa es mi resolución.

Avanish no objetó, mantuvo una expresión serena pese a la mirada retadora del actual Shaman King.

— Un dios que no cuenta con vidas que proteger, —prosiguió Yoh, recordando el despertar de Horus en Egipto—,  ni seres que lo amen de manera incondicional —y la unión de los marines shoguns ante el Sustento Principal—, no puede llamarse a sí mismo dios.

Avanish soltó una repentina y mordaz carcajada.— ¡Cuidado Asakura, esas palabras te condenarían a un castigo eterno si te escucharan las entidades equivocadas! Pero yo lo respeto —celebró, apaciguando la risa—… La verdad, no es la clase de respuesta que esperaba de ti, pero no por nada continúas siendo un ingenuo ser humano.

— Un humano que te ha vencido en tu propio juego —Yoh le recordó—. Intentaste que este mundo colapsara desatando la ira de los dioses, pero ellos accedieron a escucharme y decidieron confiar en que la humanidad resolvería la situación —explicó con seriedad—. No fue fácil, te concedo eso, y en algún momento creí que fracasaría, sin embargo, hubo dioses benévolos que me apoyaron y lograron mantener la paz entre sus hermanos… y a ellos les estaré agradecido eternamente. Por lo que yo gané.

— ¿Y qué ganaste exactamente, Asakura? —cuestionó Avanish con hilaridad—. ¿Cuántos seres humanos quedan en este mundo ahora? ¿A cuántos defensores de esta Tierra has perdido? ¿Crees que el descontento con los reinos celestiales cesará sólo con palabras hermosas y promesas superficiales?

— En eso tienes razón, tuve que prometerles algo a cambio de que se apegaran al pacto pese a tus enfermas maquinaciones.— Apenas y movió la mano cuando una espada brillante se manifestó justo ahí para empuñarla. El mango era de un metal rojo, mientras que la hoja estaba hecha con una densa energía espiritual blanca —. Y eso es entregarles tu alma para que hagan lo que les plazca con ella.

— ¿En verdad valgo tanto como para que mi insignificante alma apacigüe tantos agravios? —preguntó irónico—. O eres muy buen orador o simplemente un cruel manipulador… —dijo, sonriendo de manera siniestra.

— No fui yo quien inició estas absurdas batallas. Por más que adornes tus acciones y te digas que buscas la salvación de este mundo, sólo los has llevado más cerca del exterminio.

— Tú también cometiste actos deplorables en tus vidas pasadas creyendo que hacías lo correcto para ti y los tuyos. ¿Quién eres tú para juzgarme, Hao Asakura? —dijo el señor de los Patronos.

— Admito que tú y yo no somos tan diferentes… —dijo el Shaman King con humildad—. Pero en las múltiples vidas que he tenido que surcar, he aprendido más cosas que las que tú pareces comprender —le apuntó con la punta de su espada—. La más importante, que las almas de los mortales no están hechas para cargar con el peso de la inmortalidad, no importa qué tan fuertes o voluntariosos sean, qué tan nobles o virtuosos actúen, al final, éstas sucumbirán por las debilidades más básicas de nuestra esencia: ira, miedo y soledad.

— Es por ello que se nombra a un nuevo Shaman King cada quinientos años, los Grandes Espíritus son sabios y entienden las limitaciones de los hombres. Pero tú te negaste a abandonar el puesto como el primero de nosotros, impulsado por la rabia de tu herido corazón, y vaya que entiendo eso— Asakura pausó, pero sin que su mano armada perdiera firmeza.

— Nuestras vidas son cortas y por eso vivimos con una intensidad que nos lleva a cometer muchos errores, pero a la vez a apreciar cada momento de nuestra existencia y experimentar cada emoción con plenitud. Ante los dioses somos seres diminutos e imperfectos, nos acusan de primitivos y salvajes, pero existen otros que entienden el espíritu humano y su deseo de vivir con tal pasión, siendo así que pueden perdonar nuestra ingenuidad e intentan guiarnos a un futuro mejor. Es lo que dioses como Odín, Horus y otros más están viviendo ahora, tras estas breves y temporales vidas  que se han permitido vivir entre nosotros, estoy seguro de que comprenderán de mejor forma a los seres humanos y aprenderán a ser mejores guías del hombre si ese es su deseo, terminarán por darnos un auténtico valor que va más allá de los prejuicios del pasado.

— De verdad tienes mucha esperanza en ellos ¿verdad? En los dioses. Si es así, dime ¿por qué es continúas siendo un simple mortal? Si los aprecias tanto como dices, ¿por qué es que te resistes a convertirte en uno? —Avanish preguntó—. Responde Asakura, es algo que en verdad deseo saber antes de que todo esto llegue a su fin.

— Sólo si tú me cuentas el auténtico motivo por el que hiciste todo esto —respondió el Shaman King con un gesto más amistoso.

— Destruir los ciclos enfermizos de este mundo —le recordó—. ¿Crees que miento?

— No, sólo que no me has dicho todo… Y por lo que pude ver en el Templo de Apolo, vaya que aún le guardas un gran resentimiento.

— Supongo que todo monstruo termina odiando a su creador —bromeó Avanish—. Pero no, jamás pondría en peligro a este mundo por algo tan insignificante como la venganza, disculpa por ver la oportunidad y no resistirme… Creí que apreciarías el favor.

— ¿Cómo puedes decir que te preocupas por este mundo si lo has llevado al borde un precipicio? Permitiste que seres del Abismo estuvieran a punto de apropiarse de la Tierra —recriminó.

— Aunque te cueste creerlo, todos y cada uno de los que decidieron seguirme tenían el potencial necesario para cambiar al mundo que conoces, ya sea por sus ideales o su poder. Sennefer jugó de manera astuta, sus métodos fueron agresivos y brutales, lo admito, mas yo pude ver a través de las apariencias y todos esos seres condenados a la oscuridad habrían vivido prósperamente si se les hubiera dado la oportunidad —comentó con cinismo—. Después de tantos milenios encerrados, volver a un mundo de luz los haría apreciar la vida como tú tanto profesas.

— Todo se acabó, Avanish, acéptalo —cortó Yoh—. Todos tus guerreros han sido derrotados, ¿qué esperas conseguir ahora? Estás solo.

— ¿Solo? —inquirió, sonriendo con sadismo—. ¿Me estás retando finalmente? Cuando aparecí ante ti, justo aquí donde pudiste intentar detenerme, no lo hiciste por miedo a que los espíritus de la Tierra pudieran salir lastimados, ¿qué hay de diferente ahora?

— El que ahora estoy seguro de que el mundo resistirá cualquier calamidad que le presentes.—Yoh se rodeó con su poder espiritual, brillante como el alba—. ¡Cuando los hombres, espíritus y dioses pelean por el mismo fin nada podrá vencerlos!

En menos de un parpadeo, Yoh Asakura se lanzó contra el primer Shaman King, dirigiendo la hoja de luz hacia la frente del peligris, quien sólo estiró la mano e interpuso la punta de su dedo llameante para detener el paso de la espada. El impacto embraveció el viento de alrededor, remolineando el cabello y ropa de ambos, así como doblando las troncos de los árboles que forraban el terreno sagrado.

— Tienes razón en una cosa, el pequeño juego entre ambos terminó… Creí que tendría más tiempo, pero superaste mis expectativas, bien hecho —Avanish dijo, sujetando entre sus dedos la espada de Asakura—. Pero si quieres vencerme tendrás que mostrarme algo mejor que esta mediocre posesión. La frágil alma de un samurái no será suficiente —musitó al quebrar la cuchilla de luz con un ligero apretón de su pulgar.

Yoh abrió los ojos sorprendido, escuchando el aullido de dolor de Amidamaru.

Con sólo pensarlo, Avanish manipuló los fragmentos en los que quebró esa alma y los lanzó como navajas hacia Asakura, quien atinó a transformar la empuñadura rota en un gran escudo para protegerse y volver a unir el alma de su más fiel espíritu acompañante.

— Sé que alguien de tu nivel puede invocar algo mejor —Avanish aguardó—. Vamos, ¿qué no planeabas confiar en los espíritus de la Tierra? ¿Por qué no aparecen e intentan proteger a su Rey como la última vez? —alzó la voz, incitando a que esas seis entidades se manifestaran.

— Solo uno será suficiente — dijo Yoh al desvanecer el escudo para inclinarse y tomar un puño de tierra sobre la que dejó su poder fluir, creando una katana japonesa con una empuñadura de jade y hoja dorada echa de intensa luz—, el que nació de mi alma y el que más ansía combatir desde que todo esto comenzó, ¡el espíritu de la tierra!

En el instante en que la empuñó, el suelo tembló ante el rugido de su poder liberado.

 

/ - / - / - /

 

Grecia.

 

Asis de Sagitario observaba el duelo mortal de espadas que el Patriarca y Hades mantenían por el cielo. Siguiéndolos de cerca buscaba la mejor oportunidad para intervenir, mas a la velocidad con la que se movían era imposible encontrar un instante ideal dentro de ese huracán de ráfagas cortantes. Con su vista de francotirador enfocada en ambos, mantenía el arco siempre listo para actuar en favor del Pontífice, quien de manera magistral había logrado resistir los embistes del dios del inframundo.

Sin embargo, cuando Hades tensó el entrecejo, la batalla cambió; sujetó con ambas manos la empuñadura de la espada, desatando un poderoso mandoble que obligó al santo a defenderse con el escudo del Dragón.

La fuerza empleada por el dios fue terrible, Shiryu sintió que su brazo izquierdo se rompió por el impacto por el que el escudo finalmente se agrietó, siendo empujado hacia la montaña más cercana, de la que demoró en salir por la profundidad en la que se vio atrapado.

Desde la distancia, Hades apuntó al santo con su espada y de ésta salió un fino resplandor de cosmos, el cual impactó en la flecha dorada que Asis lanzó como blanco sustituto. El proyectil se despedazó en diminutas partículas al ser tocado por el cosmos del dios, generando una explosión que enterró momentáneamente al Patriarca entre la montaña.

Para cuando Hades se giró hacia un lado, Sagitario ya estaba sobre él ejecutando una técnica relampagueante que logró contener al interponer la palma de la mano.

La mano del dios reflejó el cosmos de Asis contra él, mas el santo se entercó en avanzar pese al soplo cósmico que hacia su piel arder, así que en un batir de sus alas logró dar el impulso que le permitió sujetar al enemigo por la muñeca y desplazarse hasta su espalda para sujetarlo con fuerza e impedir que pudiera mover los brazos con libertad.

Al retener las extremidades del enemigo, Asis le concedió al Patriarca la fugaz oportunidad de un golpe letal. Shiryu lo escuchó en su mente, y lo vio tan claro como si sus ojos hubieran recuperado la vista. El descubierto peto de la cloth negra y detrás de ella el corazón corrompido por la maldición de Hades, ¿si lo perforaba todo terminaría? Seiya moriría sin duda, pero ¿y Hades?

Ese segundo de vacilación y el siguiente que le tomó el impulsar los pies, es lo que determinó el fracaso de los santos.

El resplandor en los ojos de Hades liberó un arrollador relámpago de su cuerpo, el cual unió el cielo con la tierra como un terrible presagio. El abrasador cosmos hirió a Sagitario, quien salió expulsado por centellas que castigaron y paralizaron su cuerpo.

Shiryu continuó su veloz ascenso, percatándose del cambio en el cosmos del dios, el cual dejó de sentirse como un torbellino devastador para transformarse en un siniestro agujero negro que lo consumiría todo.

El Patriarca pasó a través de Hades sin que Excalibur hubiera golpeando algún punto de su ser, en cambio, él escuchó su peto crujir y sintió su piel empaparse por la larga herida diagonal que se le abrió en el tórax. El dios buscó atravesarle el corazón por la espalda, mas el santo de Dragón giró sólo para recibir la estocada en el lado opuesto del pecho y así eludir la muerte unos segundos más.

Con una sola mirada, el silencioso dios lo condenó a morir al mover la espada a través de la carne del santo hacia su cabeza. Sólo alcanzó  a subir dos centímetros cuando una cadena se le enredó en el puño armado y de un certero movimiento manipuló la extremidad de Hades para que éste retrocediera y sacara el arma del cuerpo del Patriarca limpiamente.

Aquella abrupta separación casi dejó en la inconsciencia a Shiryu, mas rápido se sintió atrapado por alguien que se apresuró a llevarlo a tierra, donde ya el convaleciente Asis de Sagitario estaba levantándose.

El santo dorado no tenía idea de quiénes eran los individuos que aparecieron para auxiliar al Patriarca, pero en el resplandor de sus armaduras divisó las mismas propiedades divinas que existían en la cloth de Dragón.

— Ya estamos aquí Shiryu— escuchó de aquel que lo llevaba en brazos, en su debilidad tardó en reconocerlo, pero cuando lo hizo fue clara su exaltación.

— ¡¿Hyoga?! —Shiryu permaneció incrédulo, atragantándose por la sangre de sus heridas e impidiéndole hablar. Hyoga había desaparecido desde el inicio de todo esto. ¿Por qué ahora…?

— Seiya, cuida de Shiryu —pidió Hyoga a Asis de Sagitario una vez que pisó tierra. Por reflejo el santo dorado se acercó para sujetar al Patriarca del brazo y servirle de apoyo momentáneo.

— Nosotros nos encargaremos de Hades de una vez por todas, y salvaremos a Atena— el santo de Cisne añadió, elevándose a toda prisa para asistir en el combate a Shun de Andrómeda.

— ¿Ese hombre acaba de llamarme Seiya?— Sagitario preguntó un poco extrañado.

El Patriarca también se percató de ello, así como el que Hyoga mencionara a Atena en ese momento…

Por un lado debería estar contento por volver a saber de sus hermanos, vivos y con bien, pero la intranquilidad en su corazón le hacía desconfiar de la conveniente aparición.

— Es… como si no vieran lo mismo que nosotros —dedujo en voz alta, siendo así que en la oscuridad de sus ojos, una mujer se presentó ante él.

De hermosa apariencia y cosmos distinguido, la mujer de cabello azul y tiara en la cabeza le habló a través de su mente.

Está en lo correcto, Patriarca del Santuario. ¿Pero acaso eso importa? Ellos están aquí para ayudarlo ante un enemigo tan temible.

¿Quién eres tú? —el Patriarca preguntó, manteniendo esa conversación en secreto.

Mi nombre es Tara, Patrono de la Stella de Euribia.

¿Una Patrono? ¿Aún quedan más de ellos? —Shiryu pensó, siendo un pensamiento que no quedó oculto para la doncella.

La última— mintió, por el bien de su hermana y Ábadon—. Mas no es mi intención continuar con absurdas confrontaciones. La lucha del señor Avanish ya no es la mía, está solo —anunció con frialdad. Así como el primer Shaman King había abandonado a su madre Hécate a su fatal destino, ella decidió hacer lo mismo.

Sabiendo que sus pensamientos no estaban a salvo, Shiryu dejó de intentar ocultarlos.— ¿Qué les has hecho? —preguntó.

Fueron resguardados como una prevención por si los dioses decidían soltar su castigo divino sobre nosotros… Y ahora que está sucediendo pueden cumplir con su función. Sin embargo, no dejan de ser mis prisioneros —explicó—. Muñecos sin voluntad no sirven en una pelea de esta índole, pero tampoco puedo permitir que sus juicios se nublen sólo por la cercanía que tienen con Seiya de Pegaso… Y veo que no me equivoqué, ellos harán lo que usted no tiene el valor de hacer.

¡Sólo estás controlándolos! —Shiryu se mostró molesto.

Esa no es mi habilidad —confesó sin remordimiento—. Sólo elegí un momento apropiado de sus vidas y recreé para sus mentes y sentidos el escenario de su pasada lucha en los Campos Elíseos. Así, mientras usted ve el rostro de un querido amigo, ellos ven lo que realmente es, a Hades, dios del Inframundo.

¡¿Por qué haces esto?!

¿Reniega de mi ayuda? —Tara cuestionó—. ¿No le basta con saber que ya no seré más su enemiga y que al final de la batalla dejaré libre a sus amigos? Supongo entonces que quiere una respuesta más honesta… La única razón por la que estoy aquí es para ver a ese monstruo destruido —explicó con gran resentimiento—, quiero matarlo así como él asesinó a mi madre, y esta es la única manera que tengo para hacerlo

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 63

 

 

* Mejor conocida como Anna Kyoyama, es un personaje oficial de la serie de Shaman King. Para este fic ella estuvo casada con Yoh Asakura cuál era su sueño desde pequeña, mas Yoh terminó la relación de manera abrupta al poco tiempo de que se volvió Shaman King. En consecuencia, Anna terminó volviéndose a casar con el viudo Eriol Hiragizawa, antiguo líder de los hechiceros y padre de Sugita de Capricornio.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Posted 18 April 2017 - 16:26 pm

Capítulo 63.

 

-menos mal que Atlas hiso las paces con su padre

 

-asi que enviaron a la zona friends a Anna Hiragizawa

 

-Anna reconoció  el poder heroico y legendario de Shiryu--XD

 

-el emperador Poseidón tiene un ejercito leal

 

-Apolo se ha metido en un gran lio

 

-que me late que Hyoga matara a un ser que conoce--XD


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Posted 19 April 2017 - 10:10 am

Steph!! Volviendo a tu historia y se está poniendo bueno esto!! La despedida de Souva no fue nada más para Caliope, por fin quedé tranquilo por su muerte jaja.

Al buen Géminis le aplicaron un Satán truqueado, buen giro diste ahí. El tipo en lo profundo era malo pero Avanish lo desató, definitivamente me gustó el por qué y cómo fue derrotado al final.

Adonisia me puso incómodo en algunos pasajes, eso habla maravillas de tu capacidad como escritora. En realidad me creí su locura y su muerte me dio muuuuuucho gusto.

Se vienen cosas duras en el desenlace. ¿Quién ganará?

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                                                                                                       :aiacos: :golpe:                                                                                         

          :s7: :s67: :s83:


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Posted 19 April 2017 - 13:09 pm

Excelente tienes buenos cimientos sigue asi tu evolucion sera muy agradable leer


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Posted 20 April 2017 - 00:38 am

Que este post no los confunda, publiqué el 17 de abril un nuevo capítulo, si no lo han leído todavía  sólo regresense un par de Posts y ahí estará  ^_^

He estado atareada esta semana, por lo que sólo aparecí y publiqué, pero regreso para responder Reviews pendientes y hacer comentarios n_n

 

Primero los Reviews.

 

T800
CAP 62
- La verdad es que de unos años para acá tenía mis dudas si aplicar o no esta idea del "Seiyades", pese a que estaba desde el inicio del fanfic, pero cuando llegué al punto de que no podía haber marcha atrás tuve que seguir adelante... y parece que ha causado más opiniones positivas que negativas, me alegra n_n
Jajaja, según leí y me enteraron por ahí, Hades es de esos pocos dioses Olímpicos que no era tan lujurioso, por lo que no creo que haya pasado nada perverso con Shaina, seguro mejor permanecía en modo OFF cuando había intimidad XD
- Por niveles, no se podía extender una pelea entre Shamanes Vs Seiyades, ya que Seiyades es mucho más poderoso que ellos, jaja lo máximo que pude hacer era que no se murieran con un parpadeo del tipo :p
- Ni modo, así como el maestro Docko tuvo su fracaso con Okko, Shiryu quedó con una manchita jaja, para el próximo pupilo tendrá más experiencia XD
- Adoré escribir el final de Shai, sé que algunos esperaban que se salvara pero... no, a veces las cosas deben ocurrir xD
 
CAP 63
- Tenía que pasar XD, así Atlas puede tomar su puesto como santo de Aries y dejar la Atlantida atrás.
- Jaja ni modo por Anna, la verdad cuando estaba ideando la trama y con los cambios que se alejan de la historia original de la serie de Shaman King, es lo que decidí que sucediera, pero pues le fue bien, se volvió a casar con un hombre rico e importante que le dio una hija, jaja ahora es una viuda joven con gran influencia en el mundo XD Le sabrá sacar provecho de seguro.
- Adoro a Poseidón, tenía que darle un ejercito leal XD
- Lo de Apolo fue otro riesgo que tomé, estaba planeado desde el inicio del fic y pues no aborté la idea cuando pude así que sólo queda seguir adelante.
- Jaja ya verás en el próximo episodio qué pasa con Hyoga.
 
Gracias por comentar :D y siempre estar tan al pendiente de esto.
 
 
IVAN DE VIRGO
- Hace años que vi SHAMAN KING y me gustó mucho en su momento, creo que me emociona o da nostalgia escribir las escenas donde los personajes originales de la serie hacen sus cameos :)
- Así es, la conversacion que tuvieron Seiya y Hades fue al puro estilo anime en que Seiya hablaba y cualquiera lo escucharía, pero la voz de Hades solo lo escuchaba él en su cabeza XD
- Aún falta ver un poco más de los marinos y de Poseidón (se nota que amo al sujeto? XD)
- Que bueno que el tamaño de la letra te haya inspirado en tus trabajos :D espero leerlo pronto.
- ¡Gracias por votar! Creo que no logré que 10 personas votaran...Solo Seis lectores al parecer quisieron cooperar.
Juro que no he visto como va la votación, pero ahorita al cerrarla lo haré :D y veré qué decidieron XD Estoy lista para cualquier escenario de todas formas.
 
Gracias por escribir :)
 
 
Lunatic BoltSpectrum
¡No te desaparezcas tanto! Jaja muchas gracias por aparecer y dejar review. Sigue al pendiente y actualizandote, ya casi acaba esto y espero estés por aquí para verlo y comentar :)
 
 
ALFREDO
- Chico, que no sé si vas como tres caps atrás por decisión o falta de tiempo jaja, y si te spoileaste por allí pues ni modo XD
- Sí ya, volvemos con ese par de demonios que no han hecho mas que molestar desde el día en que decidieron hacer dupla.
- Jaja no te apures, hasta yo ocupo hacer refresh de mis propias ideas y releeo escenas cuando no tengo en claro qué hice hace meses o años. La verdad es que el amuleto que tanto ha rondado de aquí allá era originariamente de Aifor de Merak y es lo que le ha brindado protección de muchas cosas sin saber desde bebé, pero Ehrimanes hizo que se lo quitara cuando hicieron el trato y así poseyó su cuerpo. De ahi el amuleto lo tuvo Freya Dubhe de Alpha un rato y finalmente se lo dio a Clyde sabiendo que él podría usarlo para algo favorable, y pues así lo hizo.
- Sí, Clyde tenía que irse XD estaba destinado ha. Lo que las vallkirias vengan por los guerreros de Odín que están por morir es un elemento que me agrada poner, es muy mitológico :)
- Adoré escribir toda la pelea final en Egipto, fue tardado, hubo muchos escenarios y subtramas para que al final el trabajo exhaustivo de todos los presentes ayudara al gran cometido. En el guión original que tiene muchos años, estaba que CALIOPE debía ganarle sola al Patrono jajaja pero mi yo del pasado no contaba con que el personaje y la historia iba a evolucionar tanto para que el nivel de poder de Sennefer fuera tanto, así que hice muchos cambios y el resultado ahi quedó, estoy satisfecha con eso.
- Lo que pasó con Assiut en el ultimo momento, fue el clásico momento tipo Seiya agonizando y Atena le da un buff de recuperación de cosmos para dar los últimos golpes y vencer al enemigo, Horus no sanó sus heridas, pero reanimó y fortaleció su ka/cosmos y le dio uno de sus ojos místicos para ello XD
Y sí, Sennefer murió ya, despues de taaaantos caps y años al fin jajaja Hizo su papel y es sin duda mi Patrono favorito XD
¡Gracias por leer y comentar! Actualizate pronto xD ya casi acabo.
 
 
Morongo
¡Tanto tiempo! ¿Dónde andabas? XD
Bueno, lo importante es que te diste una vuelta y pareces haberte actualizado.
- Sí, el regreso espectral de Souva siempre estuvo planeado, incluso la despedida, en el borrador era más seca la cosa, pero decidí darle un toquesillo mas simpático y meloso, me alegra mucho que te haya agradado su última aparición.
- Jaja "satán truqueado", buena esa. Sí, la verdad es que el papel de Albert podría haber sido breve y morir casi a inicio del fic o tener ese papel de futuro enemigo, hice mi elección XD. Es  un fic de SS y si Géminis no sale de loco no es un fic de SS (jaja ntc) Qué bueno que lo notaste y aprecies lo que quería dar a entender con él n.n Wiiii.
- Baia, baia, el papel que decidí darle a Adonisia me preocupó, pero no me arrepiento, vaya que los ha impactado y seguro es de esas cosas que quizá recuerden de este fanfic. Creo que todos bailaron sobre su tumba en cuanto leyeron que se murió XD Fue malvada hasta el final.
Ya falta poco para acabar el fic, quedan finiquitar las últimas tres peleas y ya, un Epilogo que espero les agrade.
Gracias por dejar review y no te pierdas mucho, jajaja cada mes hay nuevo cap y he estado cumpliendo. Solo faltan 3 más y ya.
 
 
Shiryu
Gracias por tus ánimos :)
 

////////////////////////////

 

Ahora algunos Comentarios  :lol:

 

Primero, aquí les muestro las firmas que la historia ha ganado en la Dinámica de fanfics. Muchas gracias quienes han votado. No olviden pasar por allá e inscribir sus fanfics y votar por sus historias favoritas ¡esta muy sólo, no sean malos! 

 

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Ahora, sin duda estamos a TRES EPISODIOS para que EL LEGADO DE ATENA llegue a su fin... Estoy emocionada, estoy nerviosa, pero sobre todo estoy feliz de que podré acabar este laaaaaaaaargo proyecto que se me salió de las manos.

 

APROVECHO para agradecer a quienes votaron en la ENCUESTA que dejé en el episodio de MARZO... Al final sólo 6 personas votaron y aunque había esperado mínimo 10 votantes, decidí tomarla en cuenta de todas formas... ¿pero qué veo al revisar? UN EMPATE, así es EMPATE  :lol:  Así que bueno... a final de cuentas tuve que dar el voto decisivo para que quedaran 4 vs 3 votos.

El resultado ya lo verán en los próximos episodios (no se spoileen jaja pero si van y revisan no lo digan demasiado  :t420: ) Que consté que yo lo intenté.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


#335 Shiryu

Shiryu

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Posted 20 April 2017 - 07:39 am

Sígueme en la tierra oscura verás que no te defraudará

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#336 ALFREDO

ALFREDO

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Posted 20 April 2017 - 23:43 pm

Hola Sep-girl. La verdad es q me gusta tener por lo menos uno o dos cap antes del último q lleves posteado, es para q no se me haga la espera tan larga. Por eso cuando actualizas, avanzo un chapter y este es el de ahora.

Comenzando cerrando los epílogos de Senefer y Ehirimanes. Este shamanking es bastante extraño, no entiendo por qué tiene esas facultades casi divinas de controlarlo todo. Sera por qué no conozco el anime XD Pues ahora se me hizo muy deux machine, de arreglarlo todo fácilmente.

Lo q si recuerdo a los personajes del shamanking muy vagamente, vinieron con los demás, pero los perdí cuando comenzaron las peleas, q hicieron todo este tiempo XD.

Por un lado me alegro q Aifor y Sugita se salvaran jaja. Por otro lado se me hizo raro q matara fácilmente a Ehirimanes, bueno después de todo estaba debilitado o no.

Este cap estuvo más kilométrico de los q recuerde eso sí. Muchos cortes jaja. Adonisia perdió el control de su invernadero juju. No sabía q su aspecto fuese horrible, pobre de Jack. Él más puro la vio y yo q me imaginaba a Adonisia como Paradox de Géminis. No sé por qué, pero en algo me la recuerda juju.

Me gusto lo de estado espiritual de Shai semejante al hablar con la tierra. Pero no sabía q tenia esas habilidades de controlar a otros como Terario, inclusive la considera una de tus gold más débiles. Creo q me equivoque.

Lo q si también me agrado más el choque entre Terario y Nauj, entre lanzas juju. Lástima q fue interrumpido, pero ya me lo esperaba ya q era transitivo jaja.

La pelea entre Asis y Paris fue algo corta, supongo que es debido a la tremenda diferencia q ahora tienen, lo q si no sabía q Paris, realmente era el héroe mitológico, solo pensaba  q tenía su nombre en honor a él. Significa q en tu fic existen Hector y Aquiles XD. A esas alturas no me sorprendería verlos.

Mientras la pelea de Shiryu y Albert fue sobre el mar, me la imagine muy dragonbolesca, ya q estaban flotando. Albert fue derrotado?

Por ultimo parece q todo acabo, y se acerca la pelea final en el santuario donde todos converjan con ese extraño ser q no sé de dónde diablos apareció y se metió en el burro.


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FANFIC: La condenación de los caballeros de Athena

Capitulo final N°66.- Publicado!

Fichas de personajes


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Posted 21 April 2017 - 12:02 pm

como siempre un maravilloso capitulo

 

geniales las peleas y la historia

 

3 capitulos !!!

 

:t707:  :t707:  :t707:  :t707:

 

saludos



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Posted 15 May 2017 - 13:03 pm

Alo, alo, gente de SS FOROS
Aquí estoy de nuevo para traerles un nuevo capítulo. Pero como siempre primero respondamos los reviews pendientes y después comentarios y anuncios que debo hacer n_n
 
Shiryu
No prometo nada, pero puede que un día me de la vuelta por allá y lea algo de tu trabajo.
 
ALFREDO
- Sí ya me quedó claro que dejas a propósito caps sin leer, ojalá que cuando postee el capitulo final (que no tarda) leas todo de una vez y 
comentes :)
 
- Jaja sí, Yoh salió muy DeuxExMachina en esa parte PERO la verdad el sujeto tenía que hacer algo de perdida en este fanfic, siendo que el 
SHAMAN KING (en su historia original) es como que una deidad o el dios de ese mundo... pero en mi mundillo he hecho una mezcla muy loca así que sólo tenle paciencia jeje n.n Quería que hiciera cosas XD Perdónalo, no es su culpa sino mía.
 
-Los otros personajes de shaman king que aparecieron solo tuvieron cameos, desde el principio los dije, algo personal y gusto que me di n.n Nunca estuvo planeado que esos resolvieran nada, solo recordarles que esto es un crossover raro.
 
- Ay, Ehrimanes ya tenía que irse también XD era un latoso, aparte todo mundo estaba lastimado, debilitado o inconsciente, y con eso que se regenera y demás es por lo que un poder superior tuvo que hacer algo, aparte que Clyde había pedido ese favor a Yoh Asakura de salvar a Aifor (favor con favor se paga XD)
 
- Sí, fue un cap kilométrico el que leíste pero... confieso que así es la longitud normal que yo manejaba antes de iniciar este fanfic, PERO decidí que de 10 paginas a 12 lo haría en este proyecto, pero... no es mi estilo, ya a estas alturas o en episodios que considero importantes, decidí dejarlo así largos XD Pero ya te falta poquito, créeme.
 
- Sí, el que Adonisia fuera fea estaba desde el inicio, jaja un detalle que acepté dejarle y sólo hasta el final tenían que saber, por eso se molestaba muchisisisisimo cuando alguien le veía la cara (Albert y Jack lo vieron en todo su esplendor) y tiraba a matar, nada de buscar amor.
 
-Aclaro que Shai no puede controlar a otros, lo que pasa que al estar ella "unida" al invernadero maldito, logró manipular "la flor" que mantenía a Terario en estado zombie, y así es como pasó a ser su soldado momentáneamente ;)
 
- Con respecto al ángel Paris pues, no sé en qué momento de mi vida de fan decidí/entendí que los ángeles pudieran ser representaciones de personajes de la mitología clásica, así que cuando anduve haciendo ángeles busqué personajes mitológicos que sirvieran y ya XD. Sí, seguro en el Olimpo hay un Héctor y Aquiles, pero el fic ya es muy largo por si solo para indagar más en esas cosas jaja.
 
- En el próximo cap se explica qué caraE&%os le pasó a Seiya... (que miedo, me iré a esconder en alguna parte)
 
Saludotes :D
 
 
Lunatic BoltSpectrum
Gracias por pasar a leer. Aaaw me conmueven las caritas llorando pero sí, ya le quedan pocos episodios a esta historia... es necesario O_O
Espero estés por aquí para leer lo que falta n_n
 
 
Y AHORA, ALGUNAS NOTAS
 
Sé que había dicho que quedaban tres episodios, PERO mientras escribía el cap 65, me di cuenta que iba a estar muy, muy largo (más que los últimos episodios que han salido), por lo que lo dividiré en dos episodios y así agregar unas escenas que quiero que aparezcan.
Por lo tanto, EL LEGADO DE ATENA terminará en el Capítulo 66 y tendrá un Epilogo (Cap 67)
Si todo sale bien es posible que para el mes de JULIO esté publicando el Gran Final.
Pero por ahora hay peleas que ustedes tienen que leer y yo cosas que debo seguir escribiendo.
 
Un gran saludo a todos y muchas gracias por su apoyo, paciencia y cariño.
No se les olvide comentar :) 
 
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Capítulo 64

Batalla de reyes. Parte II

 

Templo de Apolo

 

Cuando los falsos dioses de la Tierra desaparecieron de aquel reino lejano del cosmos, el silencio prevaleció entre ambos Olímpicos.

Los alargados ojos del dios del Sol se entrecerraron demostrando curiosidad, pues era la primera vez que veía a Poseidón envuelto por tan burda materia. Aunque la fuerza de su dunamis* irradiaba en cada átomo de tal cascarón, el brillante cosmos del hijo de Cronos se veía eclipsado por tan débil apariencia.

Creí que no te atreverías a presentarte ante mí —dijo Apolo con tranquilidad— y que como Atena, a quien ahora pareces imitar, enviarías a tus subordinados en un iluso intento por detener mi prominencia solar. Pero parece que aún hay un vestigio de dignidad en ti, Poseidón.

— Lo dice quien envió a sus ejecutores a por mi cabeza —recordó Poseidón con indiferencia; eso no importaba más—. El mundo que habito necesita de ese sol para subsistir, sería fácil extinguirlo, pero no la solución apropiada —comentó el hermano de Zeus, apoyando el tridente en el suelo.

Sobreestimé a mis heraldos y pagarán su fracaso en el Tártaro —el dios dijo con severidad—. Veo que has dejado el peso de mi castigo divino sobre los hombros de tus humanos —supo Apolo, sintiendo que un poder inferior había tomado el lugar de Poseidón como sustento del pequeño planeta azul—, mientras tú has venido con la intención de eliminarme.

— Estoy en mi derecho —aclaró el dios del Mar—. No pienso parlamentar, tú encendiste esta Guerra Santa y te conozco bien como para saber que no retrocederás.

También creía conocerte, Poseidón —alegó Apolo con sosiego—, y te respetaba lo suficiente como para evitar cualquier conflicto entre nosotros… Pero de aquel dios inclemente que castigaba la corrupción de la humanidad, sólo queda un lastimero recuerdo. Atena eligió bien tu castigo y te destruyó por completo… Me basta con nuestro previo enfrentamiento para tener la certeza de que yo venceré.

— Eres tan mordaz e ingenuo como tu padre, Apolo. —Poseidón frunció el ceño, dejando que su cosmos aguamarina se manifestara como gigantescas olas respaldándolo—. Espero no busques su ayuda, mucho menos su perdón.

Hay mucho de mi padre en mí, mas no su ingenuidad, ni su clemencia —dijo el dios, manifestando un radiante cosmos que mezclaba el cálido tono del amarillo y rojo con un contrastante blanco, el cual osciló la dimensión de su reino tras su despertar—… Él dista mucho del gran Rey que alguna vez fue, sus últimas decisiones no me dejan duda de que ha llegado el tiempo de que se cumpla el destino que las Moiras trazaron para él y que con tanto esmero se ha dedicado en posponer.

— La ambición es grande en ti Apolo —Poseidón comprendió—, siempre supe que ansiabas derrocar a Zeus, como muchos otros, mas te sabía lo suficientemente cobarde como para sólo soñarlo… Si te atreves a hablar de tus anhelos tan abiertamente es porque algo ha cambiado.

Una débil sonrisa se marcó en el bronceado rostro del Olímpico.— El último pacto de mi padre con la humanidad será aquello que lo condenará, pues es gracias a él que he podido fortalecer mi cosmos —levantó la mano derecha y la cerró con determinación—, ya no hay razón para temer a los hijos de Cronos.

El inmenso y majestuoso templo de Apolo se incendió completamente, transformándose en torrentes de fuego divino que arremetieron contra Poseidón como si una infinidad de dragones soplaran a la vez.

Poseidón arremolinó su cosmos como un oleaje salvaje que colisionó con las llamas cósmicas, causando una estridente fractura en el reino de Apolo que tiñó el firmamento de colores escarlatas y azules, mientras que el suelo de mercurio pareció extenderse hasta el infinito.

Aquel primer choque de poderes hizo que uno de los pies del dios del Mar retrocediera un mero centímetro, algo que inquietó a Poseidón y deleitó a Apolo.

En cuanto las grandes llamas y el océano se consumieron entre sí, Apolo extendió un brazo hacia el cielo, creando tres esferas luminosas, una roja, una amarilla y una blanca, estrellas que él podía contener en las puntas de sus dedos. Las estrellas comenzaron a girar a su alrededor como satélites alrededor de un planeta.

¿Creíste que al venir hasta aquí la contienda se tornaría a tu favor? —cuestionó el hijo de Zeus con una satisfactoria calma—. Espero que ya hayas comprendido que tu valentía no cambiará nada. La Tierra desaparecerá de este universo, borrando todas las ofensas pasadas, presentes y futuras hacia los dioses…y una vez que te derrote, la fuerza de tu cosmos formará parte de mi dunamis—decretó.

La diminuta esfera carmesí se dividió en cuatro, cruzando el firmamento para transformarse en gigantescas estrellas rojas que se precipitaron hacia el Emperador del Mar.

Poseidón movió su tridente dos veces y los soles fueron cortados por la mitad, extinguiéndose tras un apocalíptico estallido que dejó al dios del mar envuelto por una violenta atmosfera roja.

Resintiendo el calor de tales explosiones, y al ver que su scale vibró por la radiación desatada, Poseidón descubrió algo.— ¿Acaso tú has…? — calló, admitiendo que el poder de Apolo superaba con creces lo que recordaba en él.

¿Comprendes ahora mi ascenso? —se burló Apolo, permitiendo que Poseidón concibiera el auténtico sentido de sus palabras.

— …Te has apoderado del dunamis de otros dioses —musitó Poseidón con evidente desagrado—. ¡¿Te das cuenta del agravio de tal acto?!

Despojar del poder del universo a seres que han deshonrado su existencia complaciendo a los mortales no es una falta, sino un acto de purificación —Apolo dijo en el momento en que la estrella amarilla en su mano se agigantara y soltara un fulminante rayo dorado.

Poseidón liberó de su tridente un fulgor incandescente que impactó contra la llamarada. El choque de ambos torrentes celestiales deformó el mundo que pisaban, derritiéndose por tal colisión. Ambos dioses quedaron varados en la infinidad del espacio, cuyo entorno era un lienzo para agresivas pinceladas de colores cálidos y fríos.

Y ahora es tu turno, Poseidón —el dios del Sol sentenció—. Al venir aquí te anticipaste a mis planes, pero no hay razón para postergar lo que ya he determinado. Destruiré ese sucio caparazón que pareces apreciar tanto… —Los ojos de Apolo brillaron con la fuerza del sol amarillo, cediéndole un poder mayor a su ataque.

Poseidón sintió el tridente de los mares temblar en su mano cada que el rayo solar se acercaba más a él.

Poseidón sabía bien que si tales amenazas eran ciertas, su existencia misma quedaría a merced del dios del sol. Perder el cuerpo del mortal conocido como Julián Solo sería condenarse a algo peor que a lo que Atena lo sentenció en la Antigüedad… pero al mismo tiempo, no podría salir victorioso de tal batalla si continuaba limitándose por preservar su actual forma… y es por ello que tomó la única decisión posible.

Los ojos azules de Poseidón desbordaron cosmos como llamas aguamarinas, borrando toda humanidad en ellos. Apretó con decisión el tridente en su mano y todo el poder que emergía de éste se transformó en una única y delgada línea de luz que fue capaz de partir en dos el fuego divino de Apolo, cortándolo y pasando a través de él con un único objetivo.

Apolo interpuso la palma de la mano ante aquel resplandor. El impacto lo obligó a doblar el brazo hasta quedar contra su pecho mientras sus dedos contenían la incandescente luz que disparó centellas en todas direcciones, siendo uno de esos haces el que le golpeara el rostro y le abriera una profunda herida diagonal en la mejilla derecha.

El icor divino corrió rápidamente por el rostro de Apolo y manchó la gargantilla de oro que cubría su cuello. El dios del Sol terminó aplastando todo ese poder, triturándolo entre sus dedos hasta volverlo polvo estelar. Miró de soslayo su mano humeante y las leves magulladuras sobresaltadas en la piel.

— Los hijos de Zeus no han hecho más que causarme disgustos con el paso de las eras —Poseidón dijo con una retumbante voz. Ahora el cuerpo del Olímpico se había incendiado completamente en cosmos, siendo las flamas aguamarinas contenidas por la scale dorada. En el rostro llameante sólo dos intensos brillos eléctricos resaltaban a la altura de las cuencas oculares.

— ¡Ninguno volverá a desafiarme!—determinó, retándolo con el Tridente de los Mares.

 

/ - / - / - / - /

 

Territorio Sagrado, ante los Grandes Espíritus.

 

Avanish entrecerró los ojos al ver la katana dorada en manos de Yoh Asakura, una posesión espiritual del más alto y sagrado nivel al emplearse la fuerza de uno de los grandes espíritus naturales de la Tierra para darle forma.

El primer Shaman King no tenía ninguna influencia sobre ese joven espíritu. De tratarse del elemento de la tierra original de seguro habría podido ponerlo de su lado o someterlo con unas simples palabras… Pero éste ya no era el mundo en el que nació pese a las similitudes.

— ¿Eso será todo? —Avanish inquirió, para nada inquieto por el poder que fluía del shaman y su arma espiritual.

— Tendrá que serlo —Yoh sonrió, confiando en sus habilidades y en lo que estaba por venir.

El rey Asakura volvió a movilizarse con una sublime velocidad equiparada a la de los imbatibles santos de Atena.

Avanish empleó su brazo carbonizado para repeler la hoja brillante. Pese a la apariencia frágil de la deformada y flameante extremidad, la negrura de ésta era lo suficientemente resistente para no ceder ante los violentos espadazos del enemigo. Esta vez requirió los cinco dedos y no sólo uno para contener la ira del Rey de los shamanes.

Aunque cada espadazo hacía temblar el suelo, el señor de los Patronos no retrocedió ni un milímetro, sólo le bastaba la agilidad de su brazo llameante para mantener a raya a su oponente.

— No será suficiente —reiteró Avanish con decepción, dando un fuerte manotazo para quebrar la ofensiva del shaman y precipitar su mano llameante contra el pecho descubierto de Yoh.

Cuando el puño flameante estuvo por tocarlo, una brillante placa de metal se materializó alrededor del cuerpo del Shaman King, expulsando un viento huracanado que impulsó  a Avanish hacia atrás.

Manteniéndose en el aire, el peligris vio con aprobación que Yoh había invocado una segunda posesión con la que materializó una esplendorosa armadura samurái dorada. Aun sin casco, la máscara negra se mantenía adherida a su rostro, dejando  a la vista sus ojos, boca y un poco de piel alrededor de estos.

— ¿Crees que así aumenten mis posibilidades? —preguntó Yoh, permaneciendo con los pies en la tierra.

— Una posesión sagrada… nacida de Egipto si no mal recuerdo. La finada faraona Inet les transmitió ese conocimiento a ti y a tus amigos en tiempos oscuros —relató Avanish, conocedor de dicho evento.

— Una armadura cuya resistencia es la equivalente a la fuerza del alma de quien la invoca, ¿sabes lo que significa? —Asakura blandió la espada a su costado, sujetándola con las dos manos—: Que en mí es realmente una armadura indestructible.

— Pero por cuánto tiempo —cuestionó Avanish con sorna—. En tu condición de humano la energía que requieres para sostener tu inquebrantable defensa es limitada —recalcó con malicia.

— El tiempo que sea necesario —Asakura respondió tras volver al ataque.

La nueva posesión le concedió al Shaman King  un incremento de velocidad y fuerza que combinaron a la perfección con su rugiente espada. Cada embiste empujaba al antiguo dios de la Tierra, quien se dedicaba a defenderse con su brazo demoniaco.

Entre los rápidos sablazos, los ojos de Avanish destellaron y las llamas en su brazo se desataron en un gran torrente que envolvió a Asakura y lo precipitaron al piso.

Los pies de Yoh se enterraron en el suelo mientras interponía su espada contra la terrible corriente cuyo fulgor derretía todo lo que su radiación alcanzaba.

Con un rápido mandoble Yoh liberó una ráfaga cortante que partió en dos la llamarada conforme ascendía hacia el enemigo.

Avanish la esquivó desapareciendo de su camino, reapareciendo junto a Asakura, a quien sujetó del rostro con su llameante mano. La fuerza con la que estrujó a Yoh pudo haber acabado con cualquier hombre o bestia, mas la máscara negra impidió que triturara y derritiera el rostro de su oponente. El antiguo Shaman King estampó la cabeza de Asakura contra el suelo una sola vez, reteniéndolo allí. Antes de que el Shaman King pudiera reaccionar para defenderse, la capa de luz que envolvía a Avanish se deformó a su espalda y adaptó una forma siniestra y bestial, como si hubiera sido poseída por un monstruo de diabólico rostro y letales zarpas con las que retuvo sus brazos y piernas al suelo.

— Es cierto que tu protección es espléndida y sería muy efectiva contra la mayoría de los enemigos de este mundo, pero creo que estás olvidando contra quién estás luchando. —Inclinado sobre él, Avanish lo miró con soberbia y perversidad—. El primero con el título, el único con el nombre… Para mí destruir un alma es algo insignificante, ¿puedes verlo? —preguntó en cuanto la armadura facial de Yoh comenzara a cuartearse entre sus dedos—. ¿Sentirlo? Con esta posesión le has concedido una gran protección a tu cuerpo físico, es verdad, pero expones lo que es realmente importante, tu propia alma, por lo que el dolor debe ser terrible, ¿verdad?

La mandíbula de Yoh permaneció tensa, reflejando que con cada nueva fisura en su máscara lo castigaba un dolor que sobrepasaba todo lo que hubiera sentido antes.

— El que llegaras a pensar que me vencerías tú solo es risible, Asakura. Tu poder espiritual es grande, equiparable al que yo poseía cuando era mortal, pero he sobrepasado todo lo que puedas conocer por la bendición de la Gran Madre, la Gran Voluntad. —El inmortal miró un momento hacia el torbellino de luz que giraba delante de ellos—. ¿Qué me dices ahora? ¿Acaso no te arrepientes de haber evitado el ritual? ¿Dar ese paso a la inmortalidad y al poder?

Cuando los dedos de Avanish llegaron a tocar finalmente sus mejillas Yoh dijo—: Jamás lo haré… aunque fue mi objetivo durante dos encarnaciones, en esta vida he aprendido que lo imposible puede ser efectuado si se tiene la voluntad suficiente… y los aliados adecuados —sonrió pese al dolor.

Aquello sirvió como una orden que desató un terrible sismo por el que el suelo bajo ellos se alzó, elevándolos en el cielo mientras un brazo gigantesco de tierra emergía.

Avanish miró sobre su hombro, observando las crestas del coloso que no hace mucho se manifestó para proteger a los hombres de la maldición de Sennefer.

Avanish se transportó lejos de él, viendo cómo Asakura se reponía sobre la palma del gigante, al mismo tiempo que el coloso abandonaba su forma pétrea para volverse de resplandeciente energía dorada.

— Creí que tu intención era protegerlo, y ahora lo expones sin más… Espero no estés haciéndolo pensando en que me contendré —Avanish aclaró.

— Él no va a morir —explicó Yoh sabiendo los riesgos, pero confiando en que todo resultaría bien. Pasó su mano por el rostro y la máscara destruida se reconstruyó al instante—. Ni él dejará que me mates, aún no es tiempo.

— Entonces deberé asesinar tanto al padre como al hijo —sentenció Avanish, esperando el siguiente ataque.

En cuanto Yoh se colocó encima de la cabeza del titán, éste extendió los largo brazos  hacia el frente y acumuló energía en sus manos, soltándola en un potente y amplio rayo que blanqueó el territorio sagrado unos segundos, barriendo con todo árbol y montaña que estuviera en el horizonte.

 

Al volver los colores a la normalidad, una flama azul se mantenía flotando en el aire, envolviendo al ileso Avanish, quien sólo miró en silencio a sus oponentes.

La llama se extendió y volvió a adquirir la flexible apariencia de la capa unida al primer Shaman King, manteniendo un fulgor azul celeste.

— Si estás tan empecinado en combatirme, supongo que podremos alargar un poco más nuestro juego, Asakura —Avanish dijo, respaldado por aquella capa flameante que rápidamente comenzó a ensancharse para adquirir una nueva forma —. Las reglas seguirán siendo las mismas, pero esta vez seré yo quien imite lo que tú hagas.

Yoh Asakura observó cómo un ser de energía azul se formó detrás de su enemigo, de la misma magnitud que el espíritu de la tierra, mas con una aspecto más humano pese a la carencia de facciones; en su espalda crecían diez majestuosas alas emplumadas echas de luz, mientras que en su cabeza cargaba una corona de llamas blancas.

— Luchemos como shamanes entonces —Avanish sonrió con complicidad.

 

 

 

/ - / - / - / - /

 

Al borde de la Eternidad.

 

Del tridente de Poseidón emergió la destrucción en infinidad de saetas aguamarinas que, al dirigirse contra el hijo de Zeus, fueron devoradas por cientos de soles que nacieron y murieron ante Apolo con el único fin de servirle de escudos. Las detonaciones nucleares generaron olas masivas de incandescente cosmos que cubrió a ambos contendientes.

Rompiendo la nubosidad, el tridente de Poseidón viajó como un arpón hacia el dios del Sol. Apolo divisó la agresión, por lo que interpuso ambas manos, repeliendo con su poder el paso del furtivo proyectil, frenándolo a pocos metros de distancia.

Como si tuviera voluntad propia, la estridente arma luchó por continuar su camino pese a que el cosmos de Apolo buscaba destruirla. Poseidón apareció para recuperar su tridente y darle el empuje necesario para superar el cosmos del enemigo.

Ante el resplandeciente filo, Apolo movió su túnica, la cual se encendió con un intenso fuego blanco que le concedió una dureza y flexibilidad extraordinaria capaz de repeler el golpe directo de Poseidón.

Sólo el primer estallido metálico sorprendió al dios del mar, quien continuó con certeros ataques con su tridente divino.

El manto que cubría el cuerpo de Apolo se extendió aún más, perdiéndose en la distancia del infinito y repeliendo cada estocada con la misma efectividad como lo haría con una espada. El dios del sol no tenía que moverse en absoluto para defenderse de los aguerridos movimientos del enemigo.

Tu poder te precede, Poseidón —admitió Apolo, aún ardiéndole la herida en su mejilla—, es una lástima que tu tiempo se agote, tu recipiente está por volverse polvo y entonces serás una presa fácil—dijo al alejarse, dejando una estela blanquecina en su recorrido—. Pero, por el respeto que alguna vez te mereciste, te derrotaré antes de que eso ocurra. —El cosmos de Apolo creció aún más, reflejándose en el brillo de su túnica resplandeciente, obligando a que Poseidón entrecerrara los ojos—. Seré yo quien te consuma por completo.

De cada hebra de luz que conformaba la capa del dios del sol  se liberó una diminuta pero letal estrella; así el vasto espacio alrededor del hijo de Zeus se volvió enteramente blanco conforme cada astro se liberó y a velocidad divina se dirigió hacia a Poseidón como una mortífera lluvia de estrellas.

Rodeado por tan devastador poder, Poseidón en vano intentó protegerse con su cosmos, pues cada que uno de esos haces golpeaba su barrera cósmica ésta se debilitaba. Al final, sólo su tridente logró resistir el embiste de todas ellas.

 

Para cuando el poder de Apolo se apaciguó y las estrellas a sus órdenes sucumbieron, la imagen de Poseidón se descubrió una vez que los vapores estelares se disiparan.

Aunque el dios del mar sujetaba su tridente con firmeza, el resto de su cuerpo herido temblaba de manera involuntaria. De su scale sólo los dañados brazales y peto permanecieron unidos a él. Las majestuosas llamas de cosmos que antes lo cubrían de la cabeza a los pies quedaron reducidas a pequeñas flamas que apenas se mantenían encendidas en sus piernas, brazos y en el lado izquierdo de su rostro; la piel que quedaba a la vista estaba tan reseca y agrietada que daba la impresión de que con cualquier golpe se rompería como si fuera una figura de cerámica.

Poseidón tragó el sabor de la sangre que se escurría por el lado izquierdo de su boca y miró a Apolo con la visión borrosa, pero aun así fue capaz de notar la sonrisa de satisfacción que se marcó en la cara de éste.

Esa insignificante curvatura en los labios del hijo de Zeus encendió en Poseidón una ira imparable que reavivó la fiereza de su cosmos, con el que volvió a cubrirse por completo, acelerando más el desgaste de su carne al punto en que su brazo izquierdo se desintegró en ese instante.

 

El poder del dios del Mar creció hasta abarcar gran parte del espacio a su alrededor, levantó el tridente y ante su comando el manto del infinito reaccionó como si fuera un océano de aguas negras, arrastrando las estrellas y otros astros hasta formar un rugiente y monstruoso remolino.

— Desaparece — ordenó Poseidón antes de que la fuerza que giraba a su espalda desatara el poder de su dunamis. De las feroces aguas que arrastraron el universo emergieron millones de colosales fieras marinas que desde la Antigüedad no han sido vistas por los hombres y que parecía siempre estuvieron ocultas en la oscuridad de las galaxias.

Todos y cada uno de esos seres se dirigieron contra Apolo. Leviatanes, sirenas y tritones lanzaron ráfagas de cosmos mientras que el resto de la horda marina avanzó como una estridente estampida hacia el dios.

Con un sólo latir de su cosmos, alrededor de Apolo creció un inmenso sol anaranjado, siendo él el núcleo de tan incandescente escudo contra el que las ráfagas y ejercito divino colisionaron.

Los primeros millares de seres que se impactaron contra las llamas fueron desintegrados por el cosmos del dios del sol, convirtiéndose en polvo estelar. Sin embargo, cada criatura que moría fortalecía al resto del ejército de criaturas; Apolo se percató de ello hasta que la horda comenzó a ejercer una presión en el escudo solar dentro del que se resguardaba, volviéndolo cada vez más pequeño.

Se sorprendió cuando una centena de colosales krakens y calamares pudieron acercarse tanto como para intentar golpearlo con sus tentáculos.

¡Cuánta insolencia! —vociferó el dios, por primera vez sobresaltado, liberando el cosmos que le daba forma al sol a su alrededor, produciendo una titánica explosión que barrió con gran parte de las bestias.

 

Detrás de su ejército, Poseidón se mantuvo sereno y resguardado por ellos, volviendo a invocar más criaturas, manifestaciones de su dunamis, para enviarlas de nuevo al ataque.

Apolo debió desplazarse de un lado a otro, exterminando a centenares de monstruos con cada movimiento de sus manos, miles con las llamas de su cosmos, millones tras la explosión de las estrellas, pero la horda no parecía disminuir. Intentó en varias ocasiones llegar hasta Poseidón, mas las criaturas se amontonaban como murallas que a toda costa protegerían a su rey.

 

El dios del Mar comenzó a atacar desde la lejanía con resplandecientes ráfagas de poder emergente de la punta de su tridente, logrando golpear más de una vez a su agobiado rival.

En cierto momento, la horda marina se aglomeró alrededor de Apolo, dejándolo fuera de la vista del Rey del Mar, que se alistaba para un último movimiento, sin embargo, el hijo de Zeus se adelantó.

 

Poseidón quedó pasmado cuando un rayo resplandeciente salió del muro de monstruos que contenía al dios del Sol, despedazando a la mitad de ellos para seguir a través del espacio, incinerando a todos los que osaran estar en su camino, ya sea por voluntad o por accidente.

Fue tan rápido, incluso para los sentidos de Poseidón, que apenas y pudo percatarse del proyectil hasta tenerlo incrustado en el estómago.

Poseidón se negó a gritar, pero el dolor y gravedad del impacto fue evidente cuando su ejército desapareció sin dejar rastro, volviendo a fundirse de nuevo con la oscuridad del espacio.

Poseidón contempló confundido la flecha dorada que se alojaba en su vientre, para después mirar hacia donde Apolo se mantenía expectante con un hermoso arco entre sus manos. La mirada del dios del sol era sombría y maligna, acompañada de una sonrisa de confianza al saber que finalmente había derrotado al hermano de su padre.

El cosmos de Poseidón, momentos antes iracundo y majestuoso, se empequeñeció, tanto que quedó a la vista un maltrecho hombre que parecía haber envejecido cincuenta años más; su cuerpo se desmoronaba en pequeños trozos secos y de las heridas no emergía sangre, sino luz aguamarina, dunamis, la esencia divina de su ser.

Con la mano y fuerza que le quedaban, intentó retirar la flecha de su cuerpo, pero no logró moverla ni un milímetro.

Es inútil —dijo Apolo, quien ya flotaba sobre él—. ¿Acaso no reconoces esa flecha? —le preguntó, mostrando el precioso arco de adamantio dorado que sujetaba—. El trabajo de Hefesto debería ser reconocido por ti —recalcó—. Si esto me permitió derrotar a Python*, hija de Gea, un descendiente de Cronos deberá sucumbir de igual manera.

Por supuesto que Poseidón conocía la labor de Hefesto y sólo por ello desistió de extraerla, sin mencionar que el poder de Apolo estaba presente en esa flecha sagrada inamovible… Le costaba admitirlo, pero en verdad el hijo de su hermano se había vuelto una deidad muy poderosa.

Débil y furioso ante tales humillaciones, Poseidón sujetó su tridente e intentó atacar al dios del sol, mas Apolo lo anticipó, golpeó y pulverizó el brazo derecho del anciano Olímpico con el extremo de su arco de adamantio.

 

No hubo dolor por la extremidad perdida, toda la agonía se centraba en el centro de su vientre, con tal intensidad que reprimía su cosmos y cualquier fuerza restante que pudiera emplear para defenderse. Los ojos de Poseidón luchaban por no ceder ante la pesadez de los párpados, pero todo parecía haber llegado a su fin…

Apolo lo sujetó por el cuello, alzándolo hasta donde su brazo quedó completamente estirado. Sus ojos celestes contemplaron una vez más el cuerpo maltrecho del que Poseidón tanto se engrandece sin entender la razón, era tan frágil, tan imperfecto… tan profano para un dios.

Aun con la más leve presión de sus dedos, Apolo sintió que el cuello del avatar se deshacía en partículas de materia que llegaron a rozar sus mejillas.

Poseidón, acabaré ahora con tu sufrimiento— sentenció con gesto de desagrado. Encendió su cosmos y cubrió con éste a su enemigo—. Te liberaré de la prisión en la que mi querida hermana te ha obligado a permanecer, la penitencia que te ha hecho perder el juicio y que te ha degradado a esto. La fuerza de tu cosmos se unirá al mío, lo intensificará más allá del mismo Zeus y cualquier otro Olímpico.

 

Poseidón cerró los ojos por el abominable dolor que sentía conforme su fuerza vital era arrebatada. Al borde del desmayo no podía moverse, ni ver u oír, la lucidez de sus pensamientos, su individualidad y existencia se perdían entre el breve abrir y cerrar de sus párpados.

Pesó en su alma el terminar así… Aun cuando prometió que saldría victorioso, parece que tal hazaña requería de algo que él aún carecía. En sus desvaríos, propios de un moribundo, pensó en Atena y para ella fueron sus últimos pensamientos, pidiéndole que de algún modo salvara a la Tierra y a la humanidad que ella tanto se esmeró en que los considerara una raza digna de defender. Fue una petición sincera, efectuada desde lo más profundo de su corazón, pues se había dado cuenta de que ella siempre tuvo razón en algo, él nunca contó con lo necesario para ser el dios encargado de mantener el bienestar de ese pequeño planeta azul.

 

El radiante cosmos de Poseidón desaparecía con rapidez, siendo devorado por el abrasador dunamis del hijo de Zeus.

Apolo permaneció solemne, sujetando la garganta de Poseidón como si fuera una copa de la que estaba por tomar un elixir que le concedería un poder mayor al que jamás hubiera soñado. Enarcó una ceja cuando el cuerpo destrozado de su enemigo dio un inesperado espasmo.

¡No importa cómo, pero tiene que regresar! — Esas fueron las palabras exactas que Tetis clamó antes de que él abandonara la Atlántida.

¡…tiene que regresar!—se repitió en los oídos del agónico dios, quien sólo había respondido con una mirada gentil antes de partir—. ¡No importa cómo…!

No… no puede terminarse así —el Olímpico se dijo a sí mismo, abriendo los ojos con vivacidad—… No hay nadie más que pueda evitar tal catástrofe… ¡Nadie!

 

Confiando en la victoria y embelesado por el momento, Apolo no vio venir la patada que Poseidón le impactó en la quijada.

La agresión lo tomó totalmente desprevenido, hasta conmocionado por ser víctima de ese movimiento salvaje que le partió el labio inferior y lo llevó a escupir su sangre divina. En su estupefacción, vio cómo las manos de Poseidón se cerraron sobre sus brazos, quedando cara a cara.

El dios del mar reconstruyó en un instante sus extremidades perdidas, empleando su dunamis reunió las partículas de sus propios despojos para volver a darles forma.

La flecha incrustada en el estómago de Poseidón comenzó a cuartearse lentamente, reflejando la lucha del dios por liberarse de la maldición en ella.

— Jamás te permitiré utilizarme como una herramienta para tus fines —susurró lleno de ira.

¿Y qué es lo que pretendes hacer para evitarlo? —cuestionó el arrogante dios del sol, sin buscar liberarse de aquellas aguerridas manos.

— ¿Quieres mi cosmos, Apolo? Lo tendrás. — en un extremo esfuerzo en el que sus heridas se abrieron todavía más, la energía que rodeaba a Poseidón recobró un intenso brillo.

¿Cómo es esto posible? —preguntó Apolo, resintiendo el agresivo dunamis de su oponente—. Estabas a punto de perecer y aun así puedes manifestar tal cantidad de poder.

— No espero que lo entienda un dios como tú, que ha vivido recluido en un paraíso personal sin un propósito, entérate que yo no tengo permitido perder…

 

El poder de ambos dioses luchó fuertemente uno contra el otro, pues Poseidón intentaba extinguir las llamas del sol con el titánico poder del océano que lo respalda.

— ¡No volveré a fracasar!

 Apolo de inmediato entendió que Poseidón planeaba hacer estallar su dunamis sin importarle perder la vida en el proceso, una técnica de autodestrucción ante la que sólo logró sonreír con lástima

¿Tanta es tu desesperación, Poseidón? ¿A esto llega tu amor por los humanos? —se mofó sin pelear—. ¿Pero de verdad crees que yo podría morir por tu iluso intento? —preguntó Apolo con cruel calma.

— Los siglos tal vez te han hecho olvidar el alcance de mi verdadero poder Apolo, pero pienso recordártelo, así como a todos los Olímpicos que seguramente observan y esperan mi caída— aclaró, convencido de que era la única salida. Si de cualquier forma moriría, lo haría acabando con la amenaza que representaba Apolo para su reino y todos aquellos que juró proteger.

Apolo rió con presunción al ver la decisión de Poseidón en su mirada.— No es que yo quiera impedir que acabes con tu vida Poseidón, pero antes de arrojar tu existencia al vacío ¿por qué no miras más de cerca?— pidió, conforme su túnica blanca se deshacía por la colisión cósmica.

Saldré lastimado, eso no lo niego, pero sobreviviré gracias al obsequio que llevo siempre conmigo— sonrió malicioso, conforme las placas de adamantio dorado, blanco y rojo que protegían el cuerpo del dios del sol quedaban a la vista.

Poseidón frunció el ceño con rabia, atragantándose al reconocer el brillo divino en esa armadura. — ¡Kamui*!

 

De la espalda de Apolo emergió una estructura circular, de la que crecieron afiladas puntas doradas que simularon la corona de un sol.

Los ojos de Apolo brillaron y su luminoso cosmos creció nuevamente, con tal intensidad que los brazos que Poseidón regeneró volvieron a volverse cenizas por el contacto que mantenía con él.

Antes de pensar en siquiera retroceder, Apolo sujetó la flecha que aun se encontraba incrustada en el cuerpo del Olímpico, enterrándola aún más dentro del reseco cascarón.

 

El grito de dolor de Poseidón complació a Apolo, quien miraba con gesto placentero el quebradizo y furioso  rostro de Poseidón.

¿Ya has terminado de comprender? No importa cuánto te aferres a vencerme, estabas condenado a la derrota incluso antes de pensar en venir a enfrentarme.— Apolo generó una llamarada en la punta de su dedo índice, el cual apuntó hacia el corazón de Poseidón—. ¡Muere ahora Poseidón, únete a Hades en el olvido! —sentenció.

 

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Santuario de Atena, Grecia.

 

Para cuando los heridos Jack de Leo y Nauj de Libra emergieron del templo de Atena, no esperaban encontrarse con un variopinto comité reunido en  la derruida explanada.

Shunrei fue la primera en acudir a su encuentro, seguida por el shaman Kenta al ver que entre ambos cargaban de los brazos a un agónico Terario de Acuario.

 

Cuando Anna Hiragizawa decidió pasar a través del Templo del Patriarca y acceder a esa vista panorámica del Santuario, todos la siguieron. Asimismo, a la caravana se les unieron los curiosos niños y un malherido Bud, quien al ver la situación de su hijo no fue capaz de permanecer más tiempo convaleciente. Impedido para luchar, lo que menos podía hacer era unir sus esfuerzos a los de Hilda para mantenerlo vivo.

 

La sacerdotisa Anna avanzó con su bebé a la orilla del lugar, poniendo las manos sobre la losa de piedra que dividía la zona peatonal del vacío. Miró hacia abajo con detenimiento por unos segundos hasta que alzó los dedos y los tronó con mandato.

El sonido alertó al shaman que fue asignado a acompañarla en la incursión, un poco amargado al ser tratado como si fuera un esclavo.

— Anfinn, hay algo allá abajo que necesito que me traigas.

¿Qué? —fue evidente su extrañeza.

— Deprisa —insistió ella sin mirarlo, ni con intenciones de dar más explicaciones.

¿Y qué es exactamente lo que debo traerle? —preguntó tras un suspiro de resignación, conociendo el carácter de la sacerdotisa.

— Lo sabrás en cuanto lo veas. Anda, no me hagas esperar.

El shaman invocó alas espirituales en su espalda antes de descender a aquel vacío, siguiendo una ineficiente pista.

 

Ayaka, la niña lemuriana, fue la primera en anticipar una inesperada aparición. Se giró hacia las escalinatas de la explanada y allí, materializándose tras los efectos de la teletransportación, vio a su maestro Kiki, vivo y a salvo.

— ¡Maestro! —gritó ella, corriendo a su encuentro sin importarle nada más. Para su suerte, el maestro herrero de Jamir fue liberado del maleficio que dominaba su voluntad en cuanto la flor incrustada en su pecho se marchitara por sí sola.

Kiki se tocó la frente con evidente malestar, como de quien acababa de despertar y con una terrible resaca. Ayaka llegó en el momento en que él bajó una rodilla al suelo y lo abrazó, con lágrimas de felicidad mojando su cara sonrosada.

Con recuerdos confusos y mente cansada, Kiki pudo reconocer a su efusiva pupila, respondiendo el abrazo con una genuina paternidad.

— Ayaka… Yo… ¿Qué es lo que sucedió? —le preguntó, mirando en redondo— … Estamos en… ¿el Santuario…?

— ¡Maestro, si lleva días desaparecido! —lo reprendió la niña, mirándolo con ojos llorosos—. ¡No vuelva a hacerme eso, por favor! —suplicó, limpiándose las mejillas—. ¡Me tenía muy preocupada!

— Lamento haberte asustado —le susurró, exhausto, sabiendo que ella no podría responder sus dudas, pero tenía el presentimiento de haber visto a Hyoga y a Shun en algún lugar…

 

Con Víctor yendo al lado del santo de Acuario y Ayaka reuniéndose con su maestro, sólo Mailu permaneció junto al afligido y conmocionado Arun.

El rubio Arun nunca había presenciado nada como lo que ese día ha traído, ni siquiera cuando fue perseguido por ángeles y Patronos. Tantos heridos, tristeza, peligros y sufrimiento pesaban en su corazón… y comenzaba a jurar que cada que posaba los ojos en alguien escuchaba voces, ¿sus pensamientos tal vez?

Arun permaneció con la vista clavada en el suelo, temiendo estar perdiendo la cordura. Sus manos temblaban por la ansiedad, algo de lo que Mailu se dio cuenta.

El chiquillo de piel oscura vio tanta aflicción en él que sintió que debía hacer algo por su amigo. Él, quien fue vendido por su madre a la bruja Althea por uno de sus remedios milagrosos, no ha tenido una infancia normal, ni llena de afecto, pero en el corto tiempo que ha permanecido allí en el Santuario, conviviendo con Ayaka y los demás, sólo se le ocurrió una manera de lograrlo. Le sujetó la mano, como si lo hubiera hecho por accidente y no se diera cuenta de ello, incluso miró hacia otro lado para evitar dar cualquier explicación bochornosa.

Arun apretó la mano de su amigo y permaneció así hasta que escuchó que alguien lo llamó a lo lejos.

 

El Oficial Anfinn volvió a la plataforma en poco tiempo, mostrando a Anna lo que él creía ser el objetivo de la búsqueda. La sacerdotisa asintió con aprobación y contempló la daga dorada en la mano del shaman, la misma con la que antiguos hombres intentaron asesinar a un dios.

Mas antes de que la mujer decidiera lo que se haría con ella, se volvió, sorprendida al escuchar el inesperado aleteo de un búho en las cercanías. Anna contempló con curiosidad al niño rubio que ahora estaba ante la efigie de la diosa en la que Niké y el escudo dorado se encontraban sellados, en espera del reclamo de su legítima dueña.

 

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Acepte o no mi ayuda, ésta es suya —concluyó la Patrono Tara, quien sólo podía ser vista y escuchada por el Patriarca del Santuario.

La semidiosa, invadida por el espíritu de la venganza, decidió compartir las bendiciones de su poder con los santos de Dragón y Sagitario. Ellos, sin saber la razón, dejaron de sentir dolor y la sangre que fluía fuera de sus cuerpos se detuvo sin más. Tal y como apoyó a sus antiguos compañeros en batalla, Tara les privaría de afrontar la realidad que sus cuerpos sufrían, deteniendo el tiempo de cada uno y sólo hasta el final enfrentarían los pormenores de sus heridas de guerra.

 

En el cielo, Hades se liberó de la cadena de Andrómeda, mirando con desprecio al osado santo. Shun, engañado por las habilidades de Tara, lanzó la cadena triangular que ferozmente golpeó la espada del dios miles de veces, siendo el mismo número de ocasiones en que fue repelida por el implacable filo.

Un mortífero rayo emergió de la espada divina, Andrómeda hizo girar la cadena circular a su alrededor para protegerse, mas fue embestido por el atronador cosmos de Hades.

¿Ustedes, de nuevo? —inquirió, anticipando la llegada del santo del Cisne, quien lo atacó desde un punto más alto con la Ejecución Aurora.

El aire frío lo golpeó de lleno, mas ante su imbatible poder se encontró con un muro que jamás congelaría. Hades expulsó cosmos, atrapando a Hyoga en un torbellino de poder dentro del que se le dificultó defenderse de los meteoros rojos.

Hades descubrió que Dragón y Sagitario regresaban a la batalla.— ¡No importa cuántos más vengan a enfrentarme, esta vez no ocurrirá ningún milagro! —clamó, desatando una mortífera tormenta de relámpagos que enrojeció el cielo, atrapando a los cuatro santos en una telaraña de muerte y los atacó con innumerables cometas—. ¡Atena no vendrá a salvarlos!

 

Se vuelve más poderoso a cada momento —Tara advirtió, permaneciendo al lado del Patriarca en su forma astral.

Aun cuando estaba libre de dolores, Shiryu no podía moverse con libertad, ya ni siquiera era capaz de acercarse al dios que se había rodeado por una iracunda tempestad.

Entonces, el cosmos de Shun estalló desde tierra, liberando un denso vapor que inmediatamente se transformó en una rugiente tormenta — Nebula Storm! (¡Tormenta Nebular!) — la cual impactó la colérica corriente emanada por Hades.

El cielo se inundó con  una ventisca mortal que destruyó las montañas que los rodeaban. Anticipando que el santo de Andrómeda terminaría cediendo ante el creciente poder de Hades, Asis se Sagitario decidió actuar.

— ¡Abriré un camino hacia el enemigo Patriarca, no fallen!

— ¡Asis! —Shiryu intentó detenerlo, intuyendo una acción suicida, mas no consiguió frenar al santo, quien se dirigió a la mortífera tormenta maximizando todo su cosmos.

Envuelto por un capullo de su propio poder, y con la bendición de la Patrono Tara, Sagitario logró abrirse camino entre el choque de ambas fuerzas sólo para llegar al centro de la colisión y liberar una ventisca al mismo tiempo en que las alas de su cloth se abrieron de forma majestuosa y radiante.

¡Impulso Celestial! — El poder de Asis se fusionó con el de Shun de Andrómeda, logrando ambos dominar el tifón y  abrir un delgado camino hasta el avatar de Hades.

Shiryu, Hyoga y Shun lanzaron sus más poderosas técnicas a través de aquel corredor dentro de la tempestad, la cual Sagitario pudo dominar por un momento para inmovilizar al enemigo.

La fuerza de los tres santos legendarios golpeó de lleno a Hades, quien salió expulsado a gran velocidad por el firmamento. Sin control alguno y recorriendo kilómetros de distancia, el dios terminó cayendo de espaldas dentro del Coliseo del Santuario.

 

Tara compartió con Shiryu la lejana visión del dios levantándose en aquel lugar, con el rostro bañado en sangre y nada más.

No es suficiente… se necesitará más que este nivel de cosmos para destruir a una abominación como esa —replicó Tara, volando junto a los tres santos que se dirigían hacia el Coliseo —. Puede haber una solución...

Shiryu lo sabía,  pero en su mente sólo apareció una respuesta, imposible para él saber si fue por conciencia propia o por influencia de la Patrono.

Creo que la llaman Exclamación de Atena —murmuró Tara en ese pensamiento compartido.

¡Está prohibida! — el Patriarca de inmediato rechazó la idea.

¿Por qué preocuparse por el honor de los santo cuando su mejor e invicto campeón ha sido corrompido por el maldición de Hades? ¿En verdad prefiere la extinción en vez de la deshonra?

Jamás lo entenderías— reclamó Shiryu, habiendo presenciado la ejecución de tan abominable técnica en el pasado—. Además, la destrucción que desataría podría ser devastadora para todos.

Tal vez tenga razón, pero no hacerlo quizá le traiga un dolor aún mayor… Aquí hay cuatro santos capaces de lograr la trinidad — Tara murmuró, mencionando sus opciones—, tengo el control de dos de ellos, sólo tendría que convencer a uno más.

Para cuando divisaron la circunferencia del Coliseo, lo vieron incendiado por el flamígero e iracundo cosmos de Hades. El dios permanecía de pie  en medio de la fosa de llamas rojas que poco a poco parecía consumir la humanidad de su avatar.  En las mejillas del dios comenzaron a aparecer grietas de las que su propio cosmos emergía, como una clara señal de que su poder continuaba en aumento.

 

Asis de Sagitario quedó rezagado del grupo, pero aun cuando pudo haberlos alcanzado sin esfuerzo, se contuvo al ver en su camino al shaman Kenta. El santo frenó estrepitosamente ante el alado shaman quien le señalaba con las manos que se detuviera.

— ¡¿Qué rayos haces?! —el santo cuestionó con clara urgencia.

Debes venir conmigo, ahora —respondió el shaman lo más autoritario que podía ante un santo dorado.

— No tengo tiempo para sus tonterías —Asis fue tajante, pero el shaman insistió al ponerle una mano en el pecho.

¿Quieres destruir a Hades antes de que sea demasiado tarde? Entonces ven conmigo.

 

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Arun caminó hacia el Templo de Atena una vez que soltara la mano de su amigo, más precisamente hacia la estatua de oro que en el exterior se encontraba bajo una capilla.

Mailu se cruzó de brazos ofendido y avergonzado, pensando en que había sido malinterpretado su gesto lo dejó ir solo hasta allá.

El niño rubio se detuvo a pocos pasos de la efigie de oro, mirando el casco brillante sobre el que un búho de ojos grises se posó tranquilamente.

Entre tantas situaciones, a nadie pareció importarle, ni extrañarle, excepto a la sacerdotisa Anna quien decidió mantener la distancia y las apariencias.

— ¿Quién eres? — cuestionó Arun, mirando al búho con suma curiosidad. Después de dudar si aquello no era más que locura, el infante accedió a seguir sus instintos y acercarse a donde escuchaba emerger esa dulce y pacifica voz. Había algo tan familiar en ella que le dificultó creer que podría estar en peligro.

Él pareció recibir una respuesta que lo conmocionó, pues abrió los ojos con sorpresa y su boca quedó entreabierta por largos segundos.

— ¿Tú…? —preguntó de nuevo, temeroso—. ¿Mi hermana? Yo-yo no… ¡Ah!

Arun tragó saliva varias veces, intentando comprender  lo que se le estaba revelando. Aunque se mostró temeroso al inicio, terminó por comprender algo de vital importancia que le permitió confiar y ser valiente.— ¿En verdad podré ayudar a todos?

La respuesta sólo él la escuchó.

— Sí quiero —dijo él, mirando con determinación el gran escudo circular en la mano de la estatua, así como la estatuilla que había en la otra palma de ésta.

— El Santuario es mi hogar ahora… y quiero vivir aquí, con todos ellos, para siempre —dijo, tocando con sus delgadas manos los sagrados tesoros de la diosa.

 

Cada santo, shaman, hombre, mujer, niño o adulto vivo dentro del Santuario sintió un alentador palpitar en el corazón en el momento en que Arun tocó el escudo de Atena.

Santos como Jack de Leo, quien en cuanto pudo corrió al Templo de Acuario para cumplir la promesa hecha a Terario, resintieron un cálido y gentil cosmos expandiéndose por su ser, sanando sus malheridos cuerpos y reanimando sus cosmos.

Para cuando Natasha abrió los ojos en el onceavo Templo del Zodiaco, Jack a su lado veía que su brazo fracturado se reponía con propiedad y el resto de sus lesiones se desvanecían sin dejar rastro.

 

Bud de Mizar, Nauj de Libra, Terario de Acuario, Kiki de Jamir, Shiryu de Dragón, Asis de Sagitario, Shun de Andrómeda, Hyoga de Cisne y todos los demás sobrevivientes heridos en tan oscuro día fueron alcanzados por una milagrosa bendición.

 

Anna Hiragizawa y el shaman Anfinn miraron al niño de cabello rubio que ahora brillaba como el mismo sol y permanecía aferrado al escudo y a la estatuilla con un gesto de claro sobreesfuerzo y rápido cansancio.

Señora Anna, ¿qué es lo que está pasando?  —preguntó el shaman enmascarado.

Anna se volvió a colocar las gafas de sol para resistir el intenso resplandor dorado, cubriendo a su hija protectoramente entre sus brazos.— Lo que siempre pasa cuando la voluntad de los hombres y los dioses coinciden en este mundo: un milagro.

 

Asis y el shaman Kenta aterrizaron en la plataforma ligeramente cegados por tal manifestación de poder.

Arun pudo haber sentido la llegada del santo de Sagitario, pues abrió los ojos y miró sobre su hombro sólo para verlo y sonreírle ampliamente.

Yo también puedo dar mi mayor esfuerzo — Asis pudo leer en ese gesto puro e inocente antes de que el niño cayera desmayado.

 

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Consciente de la situación en la cima del Santuario, la Patrono Tara anticipó el siguiente movimiento de Hades.

— Irá a por el niño…

El despertar de ese poder llevó a la oscura entidad dentro de Seiya a responder por mera voracidad y no con sensatez. Una esencia divina que devorar para fortalecerse, la ansiedad por un dunamis que consumir nubló sus pensamientos racionales para dirigirse hacia allá.

Las cadenas de Andrómeda buscaron detenerlo a toda costa, mas no fueron capaces de sostener al veloz dios que pasaba por encima de los templos zodiacales como un bólido imparable.

Shiryu se adelantó y dejó que la cólera de su cosmos golpeara al imbatible dios. Hades sólo cruzó los brazos sobre su rostro y pasó a través del torrente de dragones, encajando un salvaje rodillazo en el vientre del Patriarca, quien vomitó sangre tras sentir reventados ciertos órganos internos. Sólo el poder de Tara de ignorar el dolor lo mantuvo consciente, pero quedó postrado sobre el techo del templo de Leo.

La intervención de Shiryu permitió que la cadena circular se aferrara al tobillo de Hades, frenando su ascenso un instante y permitiendo que la punta triangular reventara su hombrera negra, hiriéndolo levemente.

Hyoga se desplazó delante del dios, esperando congelarlo con su cosmos llevado al Cero Absoluto, mas fue inútil ante la mirada de Hades que lo paralizó, impidiéndole cualquier movimiento. La espada del dios pasó a través del torso del santo de Cisne, partiéndolo  limpiamente por la cintura.

La Patrono resintió el espadazo mortal como si lo hubiera recibido ella misma. Sabiendo que mantener vivo al santo del Cisne requeriría de una fuerza que no se podía permitir perder, dejó que la muerte actuara sobre él de una vez. Fue sincera con el Patriarca sobre liberar al santo del Cisne y Andrómeda una vez que aquello terminara, pero no poseía el don de regresar a alguien a la vida por mucho que lo intentara. Además, no estaba dispuesta a anteponer la sobrevivencia de totales extraños por encima de su propio deseo. Sólo tenía que resistir un poco más y esperar a que la pieza que decidió colocar en el tablero hiciera su jugada.

El cuerpo del santo de Cisne cayó partido sobre la casa de Libra, conmocionando a Shiryu y a Shun quienes gritaron su nombre con dolor, rabia y frustración.

 

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Shunrei sostuvo a Arun y anunció que estaba con vida, sólo exhausto por el esfuerzo que realizó para todos.

Asis de Sagitario miró al chico inconsciente unos instantes sólo para fijar su vista en aquello que destellaba aún en la mano alzada de la estatua de oro.

— ¿Es esto a lo que te referías, shaman? —inquirió Asis a Kenta, quien esperó a que la sacerdotisa Anna y Anfinn se acercarán al lugar.

— No, de hecho, la solución que planeábamos darte está acá —respondió Anna, asegurándose de que Anfinn mostrara la daga de oro que se dice es capaz de matar a un inmortal —. Pero parece que tu diosa ha decretado una mejor solución a través de este niño.

Sagitario miró la daga al mismo tiempo en que presentía que el arribo de Hades era algo inminente, y con todos ellos allí reunidos seguro la explanada se volvería una carnicería dantesca.

— La elección es tuya —lo apresuró Anna, también consciente del siniestro destino que se cernía sobre todos los presentes.

Sagitario no vaciló, tomó la reluciente flecha en la que la efigie de Nike se había transformado por voluntad de la diosa Atena.

Saltó rápidamente hacia la gran estatua de la diosa, posándose sobre ella al ser el punto más elevado en el que puede estar de pie, sólo por un viejo hábito de una antigua profesión que no recordaba. Tensó el arco con determinación y poder, dejando que sus sentidos restaurados encontraran al mortífero enemigo.

 

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La furia al unísono de Dragón y Andrómeda  empujó a Hades de regreso al templo de Virgo, el cual se derrumbó en  cuanto el cosmos del dios rugiera con mayor intensidad y sometiera a los santos con incontenibles meteoros rojos.

Shiryu y Shun cayeron en lados opuestos, agotados, pero sin deseos de rendirse.

 

Hades los miró con desprecio un momento, sólo para darse cuenta de que a lo lejos estaba siendo acechado por una seria amenaza.

Sobre la gigantesca estatua que se erigía en la cima de la montaña sagrada, Asis elevó su cosmos, poniendo toda su fuerza en esa flecha de esperanza, despertando el fulgor divino que le dio forma y una misión concreta.

 

Hades no miraba allí al santo, ni la flecha, sino el rostro de la diosa viva que durante milenios le ha impedido cumplir sus ambiciones.

¡¿De nuevo te atreves a retarme, Atena?! —espetó el dios hacia el cielo —. ¡Éste ya no es tu reino, lo abandonaste! — bramó, alzando la espada oscura con la que iba a defenderse.

En ese instante, bajo los hombros de Hades aparecieron un par de brazos que lo sujetaron para inmovilizarlo.

— ¡Shaina! — se exaltaron Shiryu y Shun al reconocer a la aguerrida mujer.

Tara retuvo la respiración. Tras haber aprendido de sus errores pasados, la Patrono había ideado un plan alternativo imaginando que sería la última oportunidad que tendría para vengar a su madre. Transmitiendo una secuencia de imágenes claves en la mente de la amazona de Ofiuco, le hizo entender a ésta algo vital. Así pues, cuando Shaina encontró la oportunidad, se aferró con todas sus fuerzas a Hades.

¡Mujer ingenua, apártate! — El dios expulsó más de su colérico cosmos, hiriendo a la amazona quien dejó escapar un grito al sentir que su cuerpo iba a deshacerse. La armadura de plata que aún la protegía estalló irremediablemente, mas ella continuó aferrada al sombrío guerrero.

— Nunca —logró musitar, ahogada por el dolor que sufría—… ¡¿Me oyes?! Estaré junto a Seiya hasta el final…

Con el corazón a punto de estallarle, el cosmos de Shaina la revistió para mantener una voluntad firme y una fuerza inflexible con la que intentaba impedir que el dios escapara de su destino.

Ese acto de sacrificio logró algo en Hades, un fugaz momento en que se quedó estático y confuso, invadido por recuerdos que no le pertenecían y sentimientos que su avatar tenía muy arraigados en su ser.

En su perplejidad Hades pudo ver una silueta fantasmal acercándose con las manos extendidas hacia él, siendo sólo el dedo índice de la Patrono Tara que le tocó la frente musitando—: Kairos

 

En la distancia, Asis encontró el tiro certero, por lo que disparó sin contemplaciones pese a los gritos de aquellos que se preocupaban por la vida de la amazona de Ofiuco.

 

Shaina estaba decidida a sacrificarse si con ello podría terminar con el mal de Hades de una vez por todas. Por más que le doliera en el alma, ella no podía permitir que esa entidad corrompiera más al heroico y amable hombre que amaba. Tenía que detenerlo sin importar el costo, es lo que el santo de Pegaso también querría…

 

Un poderoso rayo de luz emergió del arco de Sagitario. Hades sufrió una ligera convulsión que pudo confundirse con un intento por escapar de la fatalidad que blanqueó su faz y de la que creyó escuchar—: Decide, Pegaso…

 

La amazona cerró los ojos y murmuró—: Todo está bien… siempre supe que tenía que ser así —remontándose a las veces en las que ella le sirvió de escudo.

En el último instante, Shaina sintió que Hades la sujetó de un brazo y la jaló de tal forma en la que simuló un malogrado paso de baile por el que la amazona giró. Sin soltarse de las manos, hombre y mujer quedaron separados sólo por la distancia de sus brazos estirados.

Conmocionada, Shaina miró a Hades quien soltó la oscura espada en un claro signo de rendición. El dios le devolvió la mirada, y aun tras su apariencia de cabello negro, sus ojos brillaron con la humanidad y valentía característica del santo de Pegaso una vez más. Aquel hombre mostró una débil sonrisa con la que le susurró un mensaje con su auténtica voz antes de que el fatal resplandor le impactara en el pecho.

— ¡SEIYA! —ella gritó con todas sus fuerzas, reconociendo que el santo obtuvo el control sobre su cuerpo una última vez.

 

La flecha de Atena entró justo por el mismo lugar en la que la espada de Hades lo hizo hace quince años.

Hades exhaló un grito desgarrador, abrumado por el que la flecha entró a su pecho pero no emergió inmediatamente por su espalda. Dentro del avatar, el cosmos de la flecha divina estaba consumiéndolo todo, obligándolo a abandonar ese cuerpo, ordenándole desaparecer.

Aquellos con sentidos especiales pudieron ver con claridad la batalla cósmica que estaba por despedazar el cuerpo del santo de Pegaso. Mientras la energía majestuosa de la flecha intentaba exorcizar la oscuridad de Hades, éste se aferraba al alma de Seiya, dispuesto a arrastrarlo con él hacia el olvido, ambos desaparecerían en la nada… Algo que Seiya aceptó con valentía.

Víctima de tal agonía, Hades se movió frenéticamente por los escombros del destruido templo zodiacal, temblando y tropezando, alejándose de aquellos que estaban aproximándose al lugar sin saber qué hacer.

Hades, hemos sido enemigos desde la era del mito —escuchó desde su interior—. Si para que en este mundo se respire una autentica paz ambos debemos desaparecer, entonces que así sea.

Hades cayó de rodillas, y al poner las manos en el suelo dio un gran alarido cuando la flecha finalmente logró salir por la espalda del santo de Pegaso, perdiéndose en la distancia como una estrella fugaz que se apagó tintineante en el firmamento.

 

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 64

 

 

* Dunamis: se le nombra así al cosmos de los dioses en el Episodio G.

 

* Python/Pitón: en la mitología era una gran serpiente hija de Gea. En algunos relatos se dice que Hera le ordenó perseguir por todo el mundo a Leto (madre de Apolo y Artemisa) hasta que le diera muerte. Para proteger a su madre, Apolo le suplicó a Hefesto un arco y una flecha que le fueron concedidas. Así, Apolo arrinconó y mató a Pitón.

 

* Kamui: Nombre que se le da a las armaduras de los dioses.

 

* Aunque entiendo que el Escudo de Atena parece servir sólo para salvar y/o sanar a la diosa, decidí que alguien como Arun pudiera expandir esa habilidad como una curación general.


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EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 67. "Epílogo"


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Posted 16 May 2017 - 00:04 am

Antes que nada, quiero felicitarte por iniciar esta historia, por continuarla y llevarla a su recta final.

Aunque soy muy afecta a leer fics, les tengo algo de resquemor a los muy largos. Por un lado, se debe a que no tengo muy buenas experiencias con ellos. Desafortunadamente en otro sitio me encontré con varios inconclusos. Por otro lado, es que ya no no tengo tanto tiempo para leerlos de principio a fin. Hubo una época en que me devora uno en dos o cuatro días, hasta me desvelaba, lo que me trajo varias llamadas de atención. Actualmente me inclinó por los fics cortos.

Dejando de lado mis preferencias y comentando tu obra, de la cual tuve oportunidad de leer algunos capítulos a través de las dinámicas, destacó que has hecho un excelente trabajo, escribes muy bien (mereces una calificación de diez o más si se pudiera), tienes gran habilidad para crear personajes, escenas y desarrollar la trama. Admiro tu imaginación y creatividad. Sin embargo, hay algo que me llama la atención y lo pude observar nuevamente en el capítulo 63, hay partes en donde percibo que le pusiste pasión y corazón y otras que están como muy pensadas y le restan emoción. Ejemplos del primer caso, el reencuentro de Atlas con Poseidon y del segundo, el enfrentamiento de los shamanes. Aunque no conozco a los personajes, pienso que a través de ti pude haberme conectado con ellos, pero no fue así. No se si este equivocada y si es asi, disculpa por mi observación.

Enfocándome en el capítulo 63, que fue el que leí, resaltó el reencuentro de Atlas y Poseidon, la lealtad de sus marinas y la determinación del Dios de los mares. Tu Apolo también impone y hace temer. Geniales ideas las de hacer a Shiryu el Patriarca del Santuario (sin duda cumple con el perfil para serlo) y que Seiya se convirtiera en el nuevo avatar del Dios del inframundo. Me quedó con la duda por qué pasó eso. El Seiya de tu fic también posee un alma pura?

Espero tener la oportunidad de leer el final de tu fic y que tras un merecido descanso, inicies una nueva historia, no sé, algo más corto o que pruebes con otros géneros.

Y ya me despido deseándote mucha suerte en todos tus proyectos.

Hasta la próxima.

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Posted 16 May 2017 - 12:40 pm

saludos como siempre excelente capitulo esperando la continuacion

el fin esta cerca :s50:






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