Ok, hoy me tocó escribir un capítulo que me dejó bastante deprimido y que me tocará publicar en poco más de dos meses, según mis cálculos. No fue lindo, quedé triste, y estoy hasta algo molesto. Así que nada de comentarios negativos hoy, ¿está claro?
xD
Como siempre, empiezo con los reviews.
Dos muy buenos capítulos, espero q Milo no deje mal parados a los santos de oro, aunq no lo creo.
Ojalá que no, Carlos xD Y lamento eso de que te hayas confundido, pero toma como idea que el término Guerreros Azules y la ciudad de Bluegrad (Sinigrado) son las únicas cosas que he tomado del manga, así que no importa si no manejas lo de Hyoga en el País de los hielos. Y si bien tomo personajes del anime, la influencia mayor para esta parte es la película de Asgard, no el anime ni el manga.
Sí, en mi fic la historia del LC (algo modificada, pero en general en su totalidad) es la Guerra santa anterior, así que sí, se hace referencia implícita a Kardia y Degel (que ya había hecho Shaka unos cuantos capítulos atrás durante la reunión dorada). Como siempre, amigo, muchas gracias por tus comentarios :D
Me agrado el capitulo aunque también
me dio un poco de risa (en el buen sentido de la palabra)
Jajajaja, sí, todas esas opciones son probables. Yo nunca pondría mi vida en las manos de nadie que venga de Siberia xD
Gracias como siempre por pasarte a leer continuamente y comentar :D
Saludos
En los últimos meses, siempre que pienso en comentar algún detalle, lo dejo pasar y de pronto hay un nuevo capítulo, pero sigo leyendo esta historia. A ver si recuerdo algunas cosas:
Tranqui, no hay problema :) Lo más importante es que lo leas... (y luego comentes ¬¬) xD
Voy a ser sincero, no sé a qué frase te refieres de Lord Tywin, y si la puse debió ser inconsciente jaja. ¿La de Quaithe? Esa sí que sí :D
Por el momento nadie ha criticado a los Cetos, y eso es bueno, porque justamente lo hice para no hacer a tantos enemigos durante estas misiones. Bien que se note.
Sobre las técnicas de Shaina, siempre me gusta investigar algunas cosas antes de ponerlas en el fic, me gusta que todo tenga cierta lógica y coherencia (cuando se puede. Que porque la sangre fluya al revés cuando Shiryu hace el Shoryuha y por eso los golpes le duelen más es una de las excepciones) Sobre lo que dices de que debió decirle las cosas a Shun y June... y siendo yo también fan de la encantadora de serpientes... sí, puede que estuviera mal, pero es que ni siquiera ella sabe algunas cosas. Nadie sabe quien estaba en esa prisión, y si Shun o June lo investigan mejor que ella, pues bien. Ella misma ha aceptado de mala gana que gente como Algol y Marin resolverían las interrogantes mejor que ella.
Curioso que menciones lo de los 8 Santos. Esos 8 aparecen en otro de mis fics, SS Alpha, donde son los que van a destruir la Atlántida. Pero en sí como jamás me ha gustado la historia del país de los hielos (porque el prota es el que menos me gusta, porque todos menos Alexei son clones sin personalidad, y porque nadie menciona sus tremendas incoherencias cuando critican lo que no es canon), no seguí esa ruta de la historia. Por otro lado, me gusta bastante la idea que tenías, ¡y también tenías a HIlda y Freya como hijas de Drbal! (Aunque yo las tengo como hijastras).
Para la saga de Hades tengo planeado muuuuuuuuuuuuuuuuuchas cosas. Espero poder llevarla bien. En cuanto a lo actual, si bien hasta ahora he cambiado bastante la saga de Poseidón (agregando mil cosas entre Santuario y la saga como tal del manga) luego creo que seguirá un curso bastante similar. Pero eso sí, lo de mostrar a Poseidón como un dios como tal (ya que estoy de acuerdo en que Kuru no lo hizo bien) será uno de mis grandes desafíos, todavía estoy craneándome cómo lo haré. Por ejemplo, Killcrom en su historia lo hace muy bien, pero yo no sé si pueda manejarlo igual o semejante, porque ya Kuru plasmó una idea de Poseidón y al cambiarla puede que modifique otras cosas. Mi plan es hacerlo mucho más imponente, temible y fuera de liga, ojalá que resulte.
Sobre las citas... la verdad es que ese capítulo poco lo revisé antes de publicarlo, ya que estaba demasiado metido con el PDF del primer volumen, así que que no te extrañe que en estos capítulos haya muchas fallas similares.
Por lo demás, muchas gracias :D
hola! me alegra que lo pusieses en en pdf,esta historia tiene mas pasion que la original
y eso como fan se agradece,lo volvere a leer y a ver que me dicen mis allegados que se animen a leerlo
Bueno, Presstor, ojalá harta gente lo lea y de su opinión. Es lo que ayuda a mejorar al que escribe, así que sería básicamente pedirte un favor a cambio de entregar una historia que sea interesante de leer.
Lo de los Dorados, SÍ, habrá una explicación, de hecho tiene mucho que ver con ese capítulo que escribí hoy que me tiene cabizbajo. Ojalá resulte la idea, pero es una de las cosas ultranecesarias que cambiar ya que tampoco le encontré lógica jamás.
Lo de los rangos fue una idea que hice primero en Alpha para que Tethys tuviera un motivo de existir y para que Poseidón no parezca el peor de los tres hermanos. Se supone que tiene ser su igual.
Muchas gracias por el apoyo, los comentarios y la lectura :D
Carambas este fic! me parece como interesante! empezare a leerlo y tratar de alcanzar desde la pagina 1 hasta esta pagina jaja Saludos pinta bueno ojala me quede gustando.
¡GRACIAS! Y curioso que lo menciones, ya que aprovecho de informar que edité los primeros 41 capítulos para que queden como están en el PDF, revisados, con un buen porcentaje de faltas ortográficas y gramáticas menos y todo eso. Lamentablemente de ahí para adelante incluso en el que voy a publicar ahora seguirán medio... feos... pero es cosa de tiempo para que sean revisados y actualizados también. Ojalá puedas leer y te guste.
Saludos! :D
Ahora el capítulo. Este sí me entretuvo escribirlo.
MILO III
19:45 p.m. del 2 de Enero de 2014.
Por más que lo intentó no pudo perseguir al causante de esa tormenta de nieve. Los Marinas de Poseidón jugaban sucio, atacaban y luego huían, eran de verdad despreciables. Y con esa tormenta que causó, perdió de vista a Ichi, Gliese y a Freyr, quienes tal vez fueron secuestrados (o descuartizados) por los soldados, ya fueran los de Asgard o los del mar.
Pero al menos había logrado verlo. Era de baja estatura y cabello rojo como flamas. Sus hombreras eran triples, superpuestas entre sí, y llevaba un gran yelmo integral que cubría casi todo su rostro. El peto robusto llegaba hasta casi la cadera, y lo cruzaba una franja de tono índigo de manera horizontal; el resto eran piezas sencillas que dejaban al descubierto gran parte de las piernas y cintura. Uno de esos Guías del mar, como Kaldur de Behemot.
Pero ya era el colmo, no iba a esperar más tiempo. Así que se adentró entre las montañas, cruzó los bosques sin que le importara nada de lo que dijera la gente (tampoco es como si les entendiera), y subió la colina del Valhalla. La tormenta de nieve no había amainado, y ahora se mezclaba con una suave lluvia que solo lo enfurecía más, pero el calor que le brindaba el Manto de Oro entibiaba su alma, y su peso le ayudaba con el equilibrio.
Por doquier había torres rectas y marrones, fortines medievales de piedra erosionada, e imponentes muros escarpados de ladrillos pintados con lágrimas de nieve. En el puente levadizo se encontró con unos diez guardias que sacaron lanzas y espadas para detenerlo.
—Stoppe i navnet til Herren Drbal!
—Silencio…
Los dejó paralizados de rodillas con la Restricción, y avanzó. Ni siquiera el viento nórdico sería capaz de moverlos de su sitio por un buen rato.
Entre un par de estatuas de grifos de piedra gris había un gran portal con rejas de hierro que cruzó doblando los barrotes con las manos. Se adentró en el palacio y atravesó un larguísimo corredor oscuro. Al final, dos Guerreros Azules lo esperaban en silencio, con su aura encendida y una postura defensiva perfecta. Uno tenía largos flecos rubios y tez oscura, con una armadura azul plateado; y el otro llevaba un yelmo con forma de cabeza de tigre, con un Ropaje de colores negros y azules.
A ninguno le dio mucha importancia. Apenas intentaron detenerlo con un Cosmos de aire frío que Camus consideraría adorable, los hizo a un lado con sus Agujas Carmesí, y los clavó en las murallas a los costados.
—¡Quiero hablar con Drbal de Heimdall! —anunció a toda voz, lo suficiente como para que cualquier extranjero le entendiera—. ¡Ahora!
Extrañamente, uno de los que estaba incrustado se soltó, y su aura fría se tornó en llamas incandescentes a pesar de la mueca de dolor en su rostro. Milo preparó su mejor técnica, hasta que un vozarrón los detuvo a todos.
—La ham ga!
Los dos guerreros titubearon, se miraron uno al otro y luego a Milo, con el semblante marcado por el resentimiento. Finalmente, se quedaron en sus puestos tratando de mantener el equilibrio, y lo dejaron pasar. Un tono de voz así, con un anuncio tan enérgico, sumado a la reacción de los soldados, solo podía significar algo similar a “déjenlo entrar”, o “apártense”.
Abrió la gran puerta de roble con la fuerza de sus brazos, y puso sus pies en la sala del trono. Una sala amplísima, con muros de piedra negra y rodeada de pilares azules; tenía un piso de adoquines grises que en su centro estaba adornado con una gran pira circular con flamas azules enterrada en el suelo. Más allá de una escalera alargada estaba el trono en lo alto; la silla parecía de madera blanca, y estaba tapizada con una tela de terciopelo roja; los reposabrazos representaban calaveras humanas, y el altísimo respaldo tenía la imagen de un rostro angelical. La sostenían dos estatuas de grifos como los de la puerta, tras los cuales había una larguísima cortina blanca que caía desde el techo de piedra; en su tela se hallaba dibujado el escudo de armas de la familia: un escudo hexagonal de color negro bordeado por un marco de plata donde se hallaba una estrella de cuatro puntas, dos cuervos negros con grandes alas a los lados, y una fantástica espada blanca sobre el emblema. No pudo evitar quedarse mirando el escudo en lugar de aquel que había hablado antes.
—Es Polaris, nuestra guía, la estrella más cercana al polo norte —dijo un hombre enorme en las escaleras notando su mirada, en perfecto griego. Apareció súbitamente frente a él, incluso su Cosmos fue imperceptible cuando entró.
—Vaya que he tenido problemas para tener una charla con usted —contestó Milo, tratando de no parecer sorprendido por la aparición—, Drbal de Heimdall.
El gobernante de Sinigrado medía fácilmente más de dos metros, envestido en una larga túnica turquesa con detalles blancos y un cinturón de plata sobre la cual llevaba una capa azul marino con hombreras doradas; también portaba una diadema con alas de cuervo a los lados sobre la corta cabellera blanca, y la misma estrella del norte en el frontis de la corona; tenía un rostro huesudo y piel pálida, con largas y encrespadas patillas cerca de la nariz ganchuda, bajo un par de ojos de color violeta. Detrás de él se erguía una sombra extensa y muy negra a la luz de las llamas azules que lo hacían ver imponente y terrorífico.
—Por ese aguijón en su casco, asumo que es el Santo de Oro de Escorpión, ¿o me equivoco? —preguntó con una sonrisa soberbia.
—Scorpius Milo, no tan a su servicio —se presentó quitándose el yelmo al que hacía referencia. Ese Cosmos tan agresivo e imponente le hizo estar alerta desde el comienzo.
—Veo que está cansado, señor Milo…
—No me recibieron muy amablemente, si soy sincero, señor Drbal.
—Lamento tan poco acogedor recibimiento, pero espero que comprenda. Di órdenes expresas para que los Santos del Santuario no se acercaran a estas tierras olvidadas por Atenea, y mis soldados son increíblemente leales; Loki en particular es alguien brusco, pero obediente. Acepte mis disculpas, solo cumplían con su deber. —Drbal hizo una ligera inclinación con la cabeza antes de sentarse en el trono. Las alas de su diadema alcanzaban mayor altura que las de los grifos a los costados de la silla.
—Pero aun así me pedirá que regrese, ¿no es cierto?
—He cortado toda relación política con el Santuario de Atenas, y espero que se respete esa decisión. Así que sí, señor Milo, preferiría que volviera a sus tierras soleadas.
—Créame, no hubiera venido a interrumpir su gobierno frío con mi presencia y piel bronceada por el sol si no fuera importante. Al final, es su culpa.
—¿Mi culpa?
Hubo un pequeño cambio en el flujo del Cosmos, casi imperceptible, pero lo suficientemente notorio como para tornar una de sus uñas de rojo.
—Poseidón, el dios de los océanos, está bajando nuevamente del Olimpo. Constantes terremotos y apariciones de Marinas a lo largo y ancho del mundo lo prueban, y su vía de salida es a través de cierto objeto sellado aquí en Sinigrado.
—¿Poseidón, el dios del mar? —Aunque su semblante mostraba confusión y dudas, sus ojos eran reflejos de burla insistente.
«Malnacido…»
—Sí, por favor le pido que refresque su memoria. El alma de Poseidón está sellado en Asgard, y me encantaría saber el motivo de que usted no informara a Athena que se ha estado escapando poco a poco, manifestándose en la Tierra.
—Oh, ya veo… —Drbal dio suaves manotazos a los reposabrazos de su trono blanco, mientras miraba el techo con descaro.
Dejó correr casi un minuto en que nada sucedía. Shaka o Mu podrían estar horas de pie allí esperando una respuesta, pero Milo no tenía tanta paciencia.
Carraspeó.
—Así que ha venido aquí a interrogarme sobre mi manera de hacer política y cuidar a mi gente.
—¿Su gente? La aparición de Poseidón es algo que incumbe a todos en el planeta. Envié a un Santo de Bronce en primer lugar, pues en su niñez había sido invitado en este palacio, pero tampoco he sabido nada de él.
—¿Santo de Bronce, dice?
—Hyoga de Cisne. —Ya era demasiado, el brazo de Milo temblaba ansioso por atacar a ese hombre cuyo Cosmos se volvía sutilmente cada vez más violento, aunque su actitud y postura indicaran lo contrario—. ¿No saben nada sus Guerreros Azules al respecto? Tal vez también podrían decirme dónde tienen a Ichi de Hidra, Gliese de Tucán y al sacerdote Freyr.
—Por lo que sé, ese ataque se debió a un hombre vestido de rojo; los míos usan armaduras azules. Y mi hijo debe estar perfectamente bien, solo debe estar perdido en algún bar, ya está en esa edad…
«Muy bien. Última oportunidad».
—Me gustaría ver el sello de Poseidón para asegurarme de su estado. Quizás está saliendo por otro lado y no por Sinigrado, y por eso usted no lo notó.
—Es posible, pero lamentablemente no puedo permitírselo.
—¡Es el enemigo de Athena!
—¡Y Athena no tiene nada que hacer en Asgard! —Súbitamente la sombra tras el trono se extendió, al mismo tiempo que el temible Cosmos de Drbal. No tenía nada de normal, era impresionante, similar al de un Santo de Oro.
¡Pero seguía creciendo! Su diosa le encomendó que no iniciara una guerra así como así entre ambos pueblos, debía tratar de parlamentar un poco más.
—Quizás… su capitán de guardia sepa algo sobre mis compañeros.
—¿Por qué será que todos se quejan de Loki? —Drbal diluyó su Cosmos, pero la sombra seguía amplia, aunque había detenido su crecimiento. Miró el piso con desesperación—. Mis hijos siempre andan diciendo que no confían en él, y que algo trama. —Suspiró pesadamente, y de pronto pareció un anciano normal, solo que con un Cosmos increíble—. Quizás sea bueno que hables con él, así se acabará todo este asunto de las sospechas. Quizás sí trame algo, no voy a negar la posibilidad y hacerme el ciego.
¿Se habría equivocado con él? Era un loco maleducado con pésimas ideas y decisiones respecto a la relación con el Santuario, pero no podía cerrarse a la opción de que Drbal no tuviera nada que ver con el despertar de Poseidón, y que Loki de Fenrir fuera el que trajo a los Marinas.
—De acuerdo, hablaré con el Guerrero Azul. —Milo hizo bailar su capa de oro, y se dio media vuelta para salir.
—Sí. Tienes mi permiso.
Algo en su voz le causó un escalofrío que recorrió su espalda como una ducha helada. El Cosmos temible se incrementó de golpe, y a sus lados vio la sombra propagarse por los muros como la noche tras el ocaso. También sobre su cabeza, en el techo, la oscuridad se había apoderado de las piedras.
Milo miró atrás, Drbal estaba de pie con los brazos abiertos, y en lugar del azul oscuro de antes, su capa brillaba con un resplandor rojizo y ondeaba a todos lados, expandiéndose como si midiera mucho más. Por un breve instante, captó una serie de estrellas y planetas allí, pero no pudo seguir contemplándolo cuando una ráfaga de energía oscura salió disparada de su cuerpo.
La velocidad de la luz alcanzó su pensamiento. ¿Podría esquivar ese ataque tan extraño? No, abarcaba demasiado espacio, era un resplandor gigantesco con una gran sombra, no se podía evitar. ¿Podría bloquearlo? No sabía cómo, ya que no parecía un ataque de potencia, era algo diferente, su instinto le decía que no se acercara a esa luz. ¿Contraatacar? Posible, pero no seguro.
Así que decidió dar un paso atrás e intentar escapar. Pero no pudo, una fuerza indescifrable lo atraía a Drbal como una aspiradora a una mota de polvo, sus botas empezaron a arrastrarse por el piso de adoquines. Entonces, en medio del resplandor, vio un espacio infinito, una zona del Cosmos sin cielo ni tierra donde las energías que percibía pertenecían a criaturas que no conocía.
«Otra dimensión» descubrió con una pizca de temor. La técnica de la que el Manto de Gemini era dueño, la que todo Santo guardián del tercer Templo era capaz de conocer, la capacidad de abrir un pasaje a otro punto del infinito. Pero… ¿Por qué?
—¡Serás sellado para siempre en el espacio de Odín por entrometerte en lo que no te incumbía, Santo de Athena!
No podía retroceder, bloquear ni evitar ese mundo sin fin. Solo quedaba una cosa por hacer…
—¡Vuela por el infinito, Aguja Escarlata!
Arrojó diez de una sola vez, convencido de que ese hombre tenía un poder al nivel de un Santo de Oro, o sencillamente superior. No sabía si alcanzarían su objetivo o se perderían en la dimensión extraña, pero valía la intentarlo para salir de allí y cumplir con su deber. Al menos una Aguja debía conseguirlo.
—¡Colmillo Espléndido (Gorgeous Fang)!
Una estrella fugaz púrpura bajó por la mancha de oscuridad y se acercó por la espalda luminosa de Drbal. Éste juntó los brazos, cerró la succión dimensional, y alzó una mano para disparar un rayo de energía roja a quien se había atrevido a romper su concentración. Cuando la luz se condensó en sus dedos, Milo entendió que la velocidad del gobernante no era constante, y cuando una proyección de su mano salió disparada hacia Ichi de Hidra para destruirlo, supo que debía elevar su Cosmos hasta el Séptimo Sentido si quería salvar a su compañero, y que tenía la posibilidad de hacerlo.
Saltó y agarró a Ichi de un brazo, jaló y juntos esquivaron el rayo de luz que se estrelló contra el muro izquierdo.
—¿Creen que pueden quitarme todo lo que he conseguido? ¡Ni ustedes, ni Athena, ni nadie va a arrebatarme mi mundo! —gritó Drbal, disparando otra vez, haciendo oscilar el nivel de su aura entre el nivel de un Santo de Oro y el similar a uno de Plata promedio.
—Buen trabajo, Hydra —felicitó a su raro (pero leal) compañero, mientras tiraba de él y se acercaban a toda velocidad a la salida. Detrás de ellos, los muros se habían pedazos—. Sobreviviste.
—Ssssí, sssseñor, lo hice… ¡Hay que sssalir de aquí! —le gritó al oído con una voz de serpiente, exagerando las S como cada vez que se ponía muy nervioso.
—¿Freyr?
—No lo he visto, ssseñor.
—¿Y Tucana?
—Afuera, sacando a la gente del castillo, ssseñor.
—¡Bien!
—No me quiso cerca de ella…
No les tomó importancia ni a guardias ni a Guerreros Azules, ni siquiera a los muros que se topaba en su camino. Su instinto se propagó a través de sus pies, y su voluntad por sus dedos rojos, incandescentes. Dejó a Ichi a salvo en la ruta de salida para que ayudara a Gliese mientras él se llevaba consigo la mayor cantidad de enemigos tras de sí.
De esa forma escaló los muros y subió las escaleras. Sintió el frío intenso en su rostro y la oscuridad de los salones dio paso a la de la noche. Había llegado al patio principal del Valhalla.
Era una amplia ciudadela cuadrada de dos plazas detrás del palacio, en su zona más alta, enfrentado las ventiscas y las lluvias árticas. Solo disponía de una decena de columnas cúbicas, y en la parte central frente a un acantilado, un bello y humilde altar de piedra de forma octogonal, levemente elevado por un monte y unas escalinatas, bordeados por seis pequeños monolitos congelados.
Y más allá, esculpida en el afloramiento rocoso como una protuberancia gigantesca, estaba la estatua del dios vikingo de la gente de Asgard. Llevaba una túnica larga y tallada, con una capa sobre los hombros y brazos que caía por su espalda, cuyos pliegues eran notorios gracias a la nieve que adornaba la imagen y le entregaba un brillo albor; los hombros eran cubiertos por una segunda capa de oro que alcanzaba la mitad del pecho, de la que colgaban sendos carámbanos de hielo, al igual que en el resto de la figura; del mismo tono y material era el cinturón, con una hebilla circular de increíble grosor.
En el brazo izquierdo, doblado por el codo, había un imponente escudo redondo atado a la extremidad con correas talladas en el antebrazo, en forma de cruz; su parte exterior estaba orientada hacia el barrando. En el derecho, alzado, sostenía una intrigante espada rodeada de un aura mística. Apuntando hacia abajo, y midiendo casi tanto como la estatua, Odín la sostenía por la base de la hoja esculpida desde la mano; y sobre esta se hallaban la cruceta con forma de V y la empuñadura congelada.
Su rostro tenía largo cabello cano, barba y bigote; sus ojos eran dos cuencas vacías donde estaban esculpidas las tupidas cejas, y sostenida en las orejas llevaba la tiara dorada. Incluía una protección para el tabique nasal, y se extendía por los lados por dos cuervos con alas extendidas. Sobre la cabeza alcanzó a notar unas protuberancias congeladas.
El coloso no tenía ni pies ni tobillos, llegaba visiblemente solo hasta las rodillas, y desde la izquierda salía la mitad de un drakar de madera, la quilla de un barco nórdico con una serie de remos hacia los lados, mientras apuntaba al frente; tenía una mancha gaseosa en la proa. No. No una mancha.
—¡Pero qué diablos! —Agudizó la visión para distinguir mejor.
Al igual que el mascarón de un galeón, en la proa del barco se hallaba la figura de una mujer, quieta y con los ojos aparentemente abiertos, atada a la quilla, aunque no se notaban amarras de ningún tipo. Pero no era un ornamento común de decoración, ya que su cabello blanco era mecido por el impetuoso viento del este, y de la misma forma su vestido blanco se movía con gracia, sin una pizca de nieve en su tela. Era una mujer de verdad… ¡viva!
«La hermana de Freyr… ¡Hilda!» descubrió con horror.
—¿Una visión fascinante, verdad? —preguntó alguien detrás de él.
Se volteó para encontrarse con un trío de hombres con Ropajes Azules, iluminados por el fulgor de su propio Cosmos iracundo. Uno de ellos eran un gigantón barbudo armado con bumerangs; otro era el tal Ullr, el espadachín; y el tercero sonreía con orgullo y altanería, portando una armadura azul violáceo en lugar de su túnica negra.
Protegía íntegramente su cuerpo, con perneras y brazales atados con correas oscuras; quijotes y guardabrazos culminados en puntas agresivas; un gran cinturón circular bajo las tres placas del peto, y encima de una falda vikinga roja. Llevaba una gola abierta en forma de V a los lados del cuello, tres emblemas sobre el peto, y un par de hombreras con puntas. Además, cargaba un sable medieval en el lado izquierdo del cinto.
—¡¿Qué diablos hiciste, miserable?!
—Curioso que lo preguntes, ya que lo habrías descubierto si hubieras sido atrapado en mi técnica.
—¿Qué le hiciste a Hilda? —volvió a preguntar.
—Su mente está atrapada en Otra Dimensión, y su cuerpo está allí, inmóvil y paralizado, fuera de la realidad misma; aunque sus ojos contemplarán los sucesos que llevarán a Sinigrado a conquistar un mundo de luz.
—¡Es tu hija!
—Hijastra —corrigió el malnacido, sacando el sable de su vaina—, y peligrosa sin duda. Ya estaba sospechando sobre mí, y quería tomar mi lugar como regente de estas tierras. Me he esforzado muchísimo para llegar a esta posición.
Sus dos Guerreros Azules dieron un paso al frente con actitud amenazante.
—¿Posición? ¿Esfuerzo? ¡¿De qué m.ierda hablas?! —Milo hizo crecer sus uñas y dio un paso adelante.
—¡Surtr Ullr, Thrym Rung! —bramó Drbal, y sus dos guardias se esfumaron en el aire.
Una navaja voladora apareció detrás de Milo, pero la esquivó con facilidad apenas percibió el más mínimo cambio en el viento. De pronto sintió mucho calor detrás, y comprendió que Rung había arrojado su arma para forzarlo a acercarse a Ullr y su espada llameante. Puso su energía en las piernas y dio un gran salto por encima del delgado Guerrero Azul, solo recibiendo algunas chispas en su cabello.
—¿Esto es todo lo que tienen? ¡Reciban el ataque carmesí!
Las Agujas Escarlata se incrustaron en Ullr apenas se dio la vuelta para enfrentarlo nuevamente; y cuando cayó al piso, el gigantesco Rung lo embistió por sorpresa con toda la fuerza de sus músculos hercúleos. Milo fue arrastrado un par de centímetros antes de agarrar el brazo del barbudo y levantarlo del piso.
—Umulig!
—Sí, lo que digas…
Milo lo azotó contra el piso de piedra blanca, y le vio escupir su sangre a borbotones cuando le destrozó algunos puntos vitales con las Agujas Carmesí. En ese momento Ullr volvió a atacar, y con un movimiento giratorio y veloz de su espada generó un remolino de fuego que avanzaba a saltos hacia él.
—Creo que no debí subestimarte tanto antes. —Milo arrojó tres Agujas rojas directamente al remolino, que luego giraron siguiendo su ruta a altísima velocidad. Segundos después, se escaparon de la centrífuga y se clavaron en Surtr, cuando éste intentaba lanzar una segunda llamarada desde atrás.
El flujo del Cosmos cambió. Milo se volteó y evitó a tiempo un sorpresivo corte vertical de parte de un sable pequeño pero lleno de temible Cosmos. Drbal había aprovechado la pelea con los dos oponentes, y su obvia cobardía ya era algo despreciable. La Aguja Escarlata salió de su dedo y atravesó la rodilla de Heimdall dejando un haz de luz rojizo.
—¡¡¡Ah!!!
—¿Te duele? Saca a Hilda de ahí y haré que no te duela nunca más.
—¡Imbécil! ¿Te tienes tanta confianza? —Drbal temblaba y sudaba bastante después de recibir la Aguja en su cuerpo, lo que solo significaba una cosa. Levantó nuevamente la espada—. En nuestro estado, Ullr y Rung son tan poderosos como los Santos de Oro, y yo puedo superarlos.
«¿En este estado?»
—Los Marinas de Poseidón adquieren habilidades increíbles cuando están cerca del agua, ¿acaso también recibes esos beneficios?
—¡No podrás contra los tres al mismo tiempo! —gritó Drbal, a la vez que los otros dos descargaban su poder a través de sus armas.
—Y una mierd.a…
Esquivó una temible carga de energía de Heimdall con dificultades y le dio un rodillazo en la barbilla; antes de caer, disparó seis Agujas Carmesí para golpear el búmeran que ya iba a toda potencia, lo desvió hacia Ullr, y le dio una fuerte y veloz patada a Rung después de paralizarlo con la Restricción. Cuando Surtr evitó ágilmente el búmeran (aunque recibiendo daños por la corriente de aire), Milo le reventó el peto con sus Agujas Escarlatas y repitió el proceso con Drbal, a pesar de llevarse un dolorosísimo rayo de luz en el estómago que le revolvió las entrañas y le hizo tambalear.
Pero no iba a rendirse.
—I-imposible… —dijo Drbal, desde el suelo manchado de su sangre, la que salía a borbotones de las heridas múltiples que ya tenía en el cuerpo; intentaba recuperar la verticalidad con las extremidades temblorosas—. He hecho demasiado para obtener todo esto, y ese hombre me dijo que sería el gobernante de todo el Santuario. ¿Cómo puede estarme haciendo esto un Santo?
—¿Ese hombre? ¿De quién diablos hablas?
Ullr y Rung hacían todo lo posible por alzarse, pero si lo lograban sabía que no sería problema. En cambio Drbal estaba haciendo hervir su Cosmos más y más con cada segundo que pasaba, y si volvía a utilizar esa Otra Dimensión…
—Odín no me ha entregado a Balmung a pesar de que quiero salvar a su gente y sacarla de este mundo tan frío… ¡¿Por qué?!
—Muy bien, vas a hacer dos cosas antes que la locura provocada por mis Agujas termine se devorarte. —Milo contuvo el dolor y extendió la uña de su dedo índice izquierdo—. Primero vas a liberar a Hilda, y después vas a decirme de quién estabas hablando, y quien te dio este poder. ¿Estamos claros, mise…?
Tuvo que callarse cuando sintió una punzada en la espalda acompañada de un frío muy intenso, tanto que lo paralizó por completo y lo dejó como presa fácil para el dolor que se extendía por todo el cuerpo.
Unos pasos lentos y seguros se escucharon a su lado, y movió sus ojos para encontrarse con una mano que se le posó en el hombro, y lo forzó a estrellarse de rodillas en el piso. Al fin pudo verlo… Cabello rojo, baja estatua, hombreras triples y un tono rojizo en la armadura, era el mismo que lo había atacado antes y que no pudo cazar.
—Anillo de Ouroboros (Ouroboros Ring) —pronunció con calma el Guía del mar, mientras se ubicaba junto a Drbal (quien se puso de pie con facilidad, como si antes hubiese fingido) y lo miraba con fríos y duros ojos de azul cobalto.
—Te presento a Slange de Jormungandr, Escorpión. Él es el Guía, o Tolem, que se encarga de proteger el… eh…
—Luk —musitó Slange, sin expresión gracias a que su yelmo casi tapaba toda la cara, solo dejando los ojos y parte de la nariz al descubierto.
—Exactamente. Lo que sería el océano ártico, y es dueño de un Cosmos frío que congelaría hasta estos mares.
—Él es… quien te ha ayudado… —dijo Milo con dificultades, sentía la lengua entumecida y el dolor recorría sus huesos. Su técnica era diferente al Anillo de Hyoga y Camus, pues no veía nada que lo paralizara, como si fuera el mismo aire.
—Él es el mensajero enviado para ayudarme a contenerlos a ustedes, un asesino de Poseidón, pero no es quien me brindó mi poder y habilidades.
—Herr Drbal —dijo una voz grave y rasposa.
Un hombre de capa blanca, armadura azul verdosa y una corona con ojos de rubíes apareció desde la puerta del patio, y saludó con una ligera inclinación de cabeza. Detrás de él, dos guardias asgardianos arrastraban un joven rubio como si fuera un tronco.
—¡Hyoga! —El Santo de Cisne estaba magullado y debilitado, con la cabeza gacha y las rodillas dejando un camino escarlata, parecía inconsciente o muerto.
—Ah, Loki, qué bueno que llegaste a presenciar esto —dijo Drbal, poniendo una mano sobre el hombro del líder de los Guerreros Azules.
—Como lo solicitó, ya acabé con el joven peligroso que se le escapó a Rung, mi señor —dijo Loki en un pésimo (pero comprensible) griego, mirando de reojo y con una sonrisa altiva al gigantón barbudo que aún se quejaba de sus heridas—. Al principio pensé en encerrarlo junto con Freyr, pero consideré apropiado que este Santo de Oro lo viera.
—Buena decisión, así romperemos el espíritu de estos insolentes que se han atrevido a desafiar al dios Odín —congratuló el gobernante—. ¿Y Freyja?
—Cygnus sacrificó su cuerpo para que ella pudiera escapar, mis hombres ya están buscándola.
—Excelente. ¿Ves, Escorpión? Tus intentos han sido inútiles; después de su guerra civil han quedado debilitados, y nos entregarán el Santuario ya sea por su voluntad o por la fuerza, es su decisión.
El Anillo de Ouroboros era ridículamente frío, pero incluso las bajas temperaturas eran diferentes entre sí, dependientes del Cosmos. Un segundo hilo de aire frío meció sus cabellos.
—Llegaste a obtener todo esto… ¿Cómo es posible?
—Te lo diré mientras Odín determina enviarle su espada al vencedor de esta contienda, ya no tendrá como oponerse a mí, ni al Emperador Poseidón.
—¿Poseidón?
—Hace trece años yo era ya el líder de los Guerreros Azules, el más grande guerrero de la historia de Sinigrado que cuidaba de la familia real y de su gente; pero ni con todo mi poder podía protegerlos del invierno eterno de Asgard, ni del deshielo de sus mares, ni de la falta de luz solar. Por más que los gobernantes rezaran a Odín, e hicieran creer al pueblo que era una prueba que debíamos desafiar para un sinfín de tonterías, eso no cambiaba las cosas. Solo un poder superior podría salvarnos de este tormento de tantas generaciones…
Slange agarró a Hyoga de sus cabellos súbitamente, quizás llevado por un presentimiento o una gran percepción, pero después de inspeccionarlo un par de segundos, le dio un golpe en la cara y volvió a su lugar original.
—Hva skjedde? —preguntó Ullr.
—Nada —contestó Slange, y Drbal prosiguió con su relato.
—Entonces apareció en el Valhalla un Cosmos subterráneo, intenso y muy impetuoso, digno de un guerrero del más alto calibre, pero que nadie en todo el castillo sintió, aparte de mí. Una voz en mi cabeza decía búscame, en griego, que si bien era una lengua que no entendía en esa época, en mi cerebro la comprendía perfectamente. Me guio a las entrañas más profundas del palacio, y gracias a mi estatus, nadie me detuvo.
—Los padres de Freyr…
—La voz me dijo que no les dijera nada, y por primera vez en mi vida fui en contra del protocolo establecido, y no me arrepiento. Llegué cerca de las bajas catacumbas del Valhalla, más allá de una biblioteca que jamás había visto, y cuya puerta se abrió por sí sola ante mí. Descendí hasta la zona más honda y me encontré frente a una serie de vasijas antiguas y una puerta inmensa, oxidada e imponente, como una inmensa bóveda. La voz extraña me dijo que tomara la jarra con el corazón dibujado y la inscripción en la cubierta… ¡y no me negué! Era un Cosmos lleno de luz, y el jarrón desprendía una calidez que nunca había sentido en Asgard; además la voz me decía que si hacía lo que pedía, jamás tendría frío nuevamente, y llegaría a ser el gobernante de Asgard, y mucho más.
—Maldito ambicioso…
—¡Una oportunidad única! Apoyé el jarrón en la puerta, y sentí una rara presencia al otro lado, como si otra persona estuviera imitando mis movimientos en un espejo. Después ya no sentí la misma calidez, pero sí el Cosmos de antes en un jarrón más liviano, pero tan extraño como el primero, que pasó a través de la puerta que años después descubrí llevaba a Atlantis. En la nueva vasija se hallaba un anillo que me entregaría su poder, y haría que nadie sospechara del cambio.
—¡¿Atlantis?! —preguntó, sintiendo que la ira pasaba a través de sus venas, y notando como la temperatura del ambiente cambiaba de súbito.
—Tiempo después un hombre se presentó en la puerta del palacio pidiendo una reunión conmigo. Un joven de contextura musculosa, de ojos astutos y llenos de misterio; se presentó como Jano, y decía ser un mensajero del dios griego de los mares, el Emperador Poseidón, quien me había escogido para que fuera uno de los salvados de un tal Mabelmok y para que guiara a los elegidos a las tierras de luz, haciéndome cargo del Santuario en su nombre, y de la Tierra.
—Miserable estúpido —dijo Milo por lo bajo. Había tantos hombres así por todas partes, pero pocos causaban tantos problemas.
—Jano me enseñó el plan de Poseidón: matar al gobernante de Asgard para casarme con su esposa desamparada, me enseñó un pequeño truco hipnótico para facilitar las cosas. Después debía esperar a que el Santuario fuera debilitado, y dijo que los planes de los dioses eran absolutos, que nada evitaría que ocurrieran. Con la muerte de la reina pasaría a hacerme con Sinigrado y cortaría relaciones con el Sumo Sacerdote de Athena, quien Jano dijo que sería el más grande impedimento para sus planes.
«¿Qué? ¿El Pontífice Sion? ¿O quizás Saga?»
—Hice como pidió, y esperé. Jano me enseñó a manipular el espacio y a enviar a las personas fuera de la realidad. También me indicó que cuando el momento llegara, Odín no podría oponerse a Poseidón y se pondría de mi lado, entregándome la espada Balmung para destruir el mal del Santuario que nos dejó abandonados después de la muerte de un par de Santos de Oro, hace dos siglos, en el breve despertar de Poseidón durante la anterior Guerra Santa.
—Y esperaste hasta que el Santuario quedó debilitado y el hermano de Zeus empezó a manifestarse en la Tierra. Sabías que vendríamos.
—Exactamente. Y ahora todos aquellos que se han opuesto han sucumbido ante mi poder. Tú lo has visto. ¡Y Balmung ya es mío! —Drbal alzó la mano y casi de inmediato, la estatua en lo alto comenzó a desprender un Cosmos simplemente extraordinario, a la vez que el hielo de la estatua empezaba a desprenderse.
Casi de inmediato. Por un breve instante antes, Milo oyó perfectamente un grito de guerra proveniente de lo más profundo del castillo que fue callado por el temblor que recorrió sus muros y torres, y que hizo juego con el tambaleo de la espada de piedra en la mano del coloso. Pero sabía que fueron eventos aparte, no tenía duda alguna.
Las rocas del risco empezaron a desprenderse, y el Cosmos de la tallada hoja congelada se alzó a niveles altísimos mientras el temblor se convertía en un terremoto, y todo hacía sospechar que una criatura se estaba haciendo paso por las entrañas de la Tierra, como el Jormungandr de Slange, que miraba pacientemente la fantástica escena.
Sorpresivamente, la espada gigante empezó a disolverse en piedras muy pequeñas, casi como arena a sus ojos, desde la punta hasta la base. Desde adentro salía una luz misteriosa, etérea, fría y espectacular, que componía un cuadro de fondo para la lluvia de granito congelado que antes era una espada completa. La hermana de Freyr, Hilda, estaba inmóvil, totalmente indefensa ante las piedras y carámbanos de hielo que caían cerca de ella como meteoritos.
—¡Ahí está! Al interior de la estatua debe estar guardada la verdadera Balmund, y Odín la ha entregado al mejor guerrero de Asgard. ¡Ven! —clamó el Guerrero de Heimdall a toda voz, mientras Ullr y Rung se tambaleaban sin poder controlar sus heridas tanto como el terremoto. Loki sonreía triunfante.
Milo oyó gritos en la periferia, la gente de Sinigrado que no tenía la menor idea de lo que ocurría, y que sufrirían al tener a Drbal de gobernante para siempre y a Hilda como una decoración de una estatua derruida.
Eso, claro, siempre que él no lo evitara.
La cara de consternación, confusión y terror de Drbal de Heimdall no tenía igual, quizás solo comparable a la expresión en los ojos de Slange de Jormungandr de miedo contenido. Obviamente no esperaba eso.
La mano de Drbal estaba totalmente vacía, no sostenía nada, al igual que la del coloso de hielo y piedra en lo alto de la montaña. El temblor se había detenido y la estatua de Odín había perdido gran parte de su constitución, en especial el arma en la mano derecha. Hilda seguía tan paralizada como antes, solo su vestido y sus cabellos se mecían al viento, pero por lo demás, ningún sable mágico había aparecido en las manos de un héroe escogido, al menos ninguno que pudiera ver.
—Pero… ¿Cómo? Esto no es p-posible —titubeó Drbal, con los ojos fuera de órbita y los labios curvados en una horrenda mueca.
—¿Qué pasó, escogido? —se burló, concentrando su Cosmos en el dedo índice de la mano derecha, libre de cualquier sello de Ouroboros, o cualquier estupidez parecida.
—¿Dónde está Balmung? ¡¿Dónde está mi arma?!
—Tal parece que Odín te ha tomado el pelo. Y deberías estar acostumbrado a ello, pues el Santuario y sus hombres son algo de lo que deberías desconfiar siempre —dijo Milo, a sabiendas de todo lo que sucedía, captando los cambios en el flujo del Cosmos.
—No intentes nada estúpido —amenazó Slange, mientras Loki agarraba a Hyoga de las muñecas como si sirviera para convencerse de su triunfo.
—Nada de eso. Solo necesitaba enterarme de la situación, del pasado y todas esas cosas, y ya lo logré, Muu estaría orgulloso, pero les diré dos cosas: Primero, soy un Santo de Oro, ni cien de ustedes al mismo tiempo podrían hacerme caer con Cosmos que no les pertenecen. —Milo encendió su Cosmos y se libró rápidamente de su prisión congelada.
—¿Qué es este poder?
—¿Cómo es que…?
—Y segundo, los Santos de Hielo son increíblemente tercos, no se rompen, igual que los Glaciares Eternos de Siberia, así que para la otra asegúrense bien de que de verdad estén vencidos, ¿no es así, Cygnus?
Cuando se voltearon ya era tarde. Hyoga había congelado uno de los brazos de Loki de Fenrir, y un segundo después se lo destruyó de un solo puñetazo.
Dejo esto también por aquí. No le puse tanto detalle ni nada, pero sentí que era necesario. Son los tres Santos que lucharon junto a Capella y Algol contra el equipo de Saori. Gliese de Tucán está ahora acompañando a Milo; Venator de Delfín (el rubio) es el padre de Alicia Benethol (ojalá lo hayan notado xD) y estuvo con Shaina y Shun en las islas egeas; e Izar de Tucán (el grandote) fue asesinado por Ichi durante esa batalla en que Shiryu queda ciego, razón de que Gliese lo desprecie más de lo que debería.
Editado por Felipe_14, 24 julio 2015 - 23:35 .